En realidad su epidermis no era el óbice que me causaba repulsión, sino esa especie de empaquetadura pomposa que su paso altivo trasmitía desde cada uno de sus actos y definiciones. A Celia le importaba un bledo la reputación de su marido, no sabía yo como había sido su vida antes de mi aparición, pero supongo que no muy diferente. Su impunidad, rayana con el odio y la intemperancia, le pintaba a su imagen un halo de valentía que en realidad no tenía.
Muchas madrugadas en vela con mi sombra, estuve tratando de descifrar mi reconcomio sincero hacia esa mujer, descubrirlo, enfrentarme a él a pesar de mi razón, pero fue en vano, suponía que lo que profesaba era tan solo un enamoramiento fugas por aquellas curvas exquisitas, pero enseguida sostenía con el mismo ímpetu, que algo dentro mío se aceleraba cuando la veía llegar desde la ruta. También me sobrevino explorar si se quiere, el lado tangencial del amorío, dilucidándolo a partir de una reacción negativa u opuesta por mis diferencias innatas con Rogelio… yo de modo congénito lo odiaba; odiaba a ese tipo desde su presentación misma y la representación que tuve para expresarlo fue ni mas ni menos que la de enamorar a su esposa.
Todas estas posibilidades y alguna otra que no recuerdo, tenían su buena cuota de veracidad, pero ninguna se potenciaba como la auténtica e indiscutible.
Hacía casi dos meses que estaba enclaustrado en esa misión gigante que era Luján, donde fieles e infieles se esmeran y compiten por parecer el mejor cristiano.
Un par de viajes a Rojas me habían alejado un poco de aquellas tierras pero no de mi purgatorio.
El primer encuentro con Estela fue sin lugar a dudas el más difícil de sobrellevar. Mi ex comenzó a insultarme estando yo todavía arriba del colectivo.
Los pocos pasajeros que habían arribado conmigo en el ómnibus Rojas que culminaba su trayecto en el pueblo, me miraban con cierto recelo, como si yo fuese un agente de impositiva y podría decirse que se amontonaban para bajarse. Como se dilucidaba, fui el último en descender de aquel móvil blanco y rojo, ella me estaba esperando al pie de la plataforma con los ojos rojos de furia, sus puños cerrados escondiendo en ellos todos sus nervios y odios… Desde el segundo descanso de la escalinata la contemplaba como a un gigante impotente y vencido y me dio pena, pena y tristeza de ver a aquella mujer sufriendo por mis decisiones.
Ya en tierra solo atiné a abrazarla, en principio se resistió, pero insistí hasta que juntos, lloramos nuestras desdichas.
A la hora del desahogo llovieron reproches, críticas y acusaciones por doquier hasta que el lugar se inundó de esa calma densa y viscosa a punto de estallar que se crea entre dos personas que pueden odiarse tanto como alguna vez se amaron.
Me preguntó una y mil veces si había otra persona y una y mil veces le mentí.
Quiso saber donde vivía y le volví a mentir diciendo que en La Plata, en un departamento cercano al bosque. Me pidió entonces datos, dirección, a quien se lo había alquilado, cuanto pagaba, quien me había salido de garantía, todo deseaba que le confiese y yo siempre mudo.
También inquirió sobre mi renuncia al banco y le dije la verdad… Quiso saber que hacía y le dije nada y creo que no le mentí.
Todo quiso saber y nada supo.
Después de aquella primera vez pasaron dos semanas para volver a verla.
En el tercer viaje, de manera muy sutil y superficial, le di a entender que había conocido a una chica. No sé si se molestó, tal vez nunca sospechó de mis palabras. Muchas veces durante este tiempo, analicé o traté de pregunté, si a esa altura de los acontecimientos, Estela ya había comenzado a olvidarse de mí y de nuestra historia.
En la segunda y la tercera visita, ella lo llevo a Sebastián y juro que me costo muchísimo resistir en pié su presencia y continuar ensoberbecido con mi enmaraña existencial.
En un momento de la segunda visita cuando tuve frente a mí a mi hijo, durmiendo en los brazos de su madre, solo atiné a abrazarlo muy fuete sobre mi pecho, para contemplarlo luego como a un angelito, lo tenía cerca por primera vez después de mucho tiempo y sentía una sensación de felicidad extrema, mas transcurridos unos minutos, lo bese en la frente, le rogué en silencio misericordia y se lo reintegré a su madre.
Era por demás chocante la situación. Seguro que si me hubiesen preguntado unos días antes, unas horas antes de aquel encuentro, que era lo que mas deseaba en el viaje a Rojas, sin dudarlo hubiera respondido que verlo a él… tenerlo, tocarlo, besarlo, hacerlo jugar como antes, como siempre, pero al encontrarme ahí con su inmaculada humanidad, tan pequeño e inocente, sentí aversión de mi persona y solo me brotó demandarle perdón.
Esa tarde de mi primer encuentro con Sebastián, estuve con Estela solo un par de horas, ella quería caminar por el pueblo pero me negué mintiéndole que estaba cansado. Así que quedamos en vernos a la noche. Le pedí que no lo llevase al niño. Nos encontramos en el hall del hotel Victoria donde yo paraba.
Pasamos luego a la confitería a tomar un café y charlamos hasta la madrugada.
Ella estaba mucho mas tranquila, nada que ver con esa mujer con quien tropecé en aquel irritable primer encuentro. Ya no reprochaba mi abrupta salida de su cotidiano y creo que lo hacía porque también era conciente que nuestras vidas juntos se estaban conjugando de modo pretérito.
Intentaría que fuese plus cuan perfecto, pero no dependía solo de mí.
Me puso al tanto también que había estado hablando con mi mamá por teléfono y le había contado de nuestra separación, me enoje al principio pero entendí que fue mejor que mi madre supiera por su boca lo que estaba sucediendo entre nosotros, según Estela solo le había manifestado que estábamos momentáneamente separados y no le dio mucha mas información. Le agradecí entonces su discreta y escueta locución con mi progenitora.
Dos días mas tarde le hable yo a mi madre y le dije lo mismo que le había adelantado ella, que estábamos por el momento separados, ella con el nene viviendo en lo de sus padres y yo en La Plata.
Mi madre no me dijo nada, no me reprocho ni cuestiono la situación, recuerdo que solo me aconsejo a que trate de ser prudente y contemplativo en mis decisiones, que me tome el tiempo que creyese necesario para arreglar los problemas. Ella nunca se metía en nuestra vida porque sabía que tomar partido siempre era malo en estas discusiones de pareja, en realidad pienso ahora que ella nunca se metió tampoco en mi vida, porque nunca estuvo… A tal punto que se enteró por teléfono que me casaba y conoció a la que iba a ser mi esposa el mismo día de la boda. Mi mamá nunca se metió en mi vida ni criticó mis decisiones…que lastima… No deseo que eso pase con mi hijo Sebastián, yo si quiero involucrarme en su vida, en sus cosas… solo tengo que arreglar este infierno y después con el tiempo sufriente las cosas se van a recomponer, yo todavía puedo ser esa persona que alguna vez quise ser, sé que puedo, solo necesito tiempo… No lo voy a abandonar a su suerte como hizo ella conmigo, yo no soy igual…
Aquella noche en rojas la pase muy bien, supongo que se debió a que ambos éramos concientes que no cabía ninguna expectativa de reconciliación en ese café, la mirada fría de ella, a pesar de la tímida sonrisa que la acompaño durante todo la cita, advertía su decisión tomada, yo tampoco me anime a cambiar la esencia del encuentro, solo anhelaba de esa mujer un gesto humanitario de comprensión.
El tercer cruce puede catalogarse como el primer encuentro entre dos ex, que asumen de modo prolijo el rol de separados, sin artilugios farsantes ni escenas histéricas o morbosas.
En esa ocasión le entregue a Estela casi todos mis ahorros, ella lo necesitaba más que yo pero por encima de todo, me pareció un acto lógico de mi parte.
Esa vez verlo a Sebastián no me afecto tanto, jugamos los dos solos en la plaza San Martín casi toda la tarde hasta que cayo la noche y su mamá lo paso a buscar. Mas tarde, después de cenar, ella paso por el hotel para tomar un café y se quedo otra vez hasta la alborada hablando en mi cuarto.
Entrada la madrugada, nos tiramos vestidos en la cama, recostados sobre el amplio respaldar victoriano y recordamos buenos tiempos pasados, anécdotas traviesas y hasta confesamos alguna mentira piadosa de ambos, nos reímos de cosas triviales y también de otras que, alguna vez pensamos, que eran importantes.
Si hubieron roces de piel fueron los lógicos o permitidos entre dos adultos que alguna vez se amaron, pero no existió esa noche entre nosotros una cuota de malicia o segunda intención.
Nos despedimos con un beso que solo rozo nuestros labios y nos deseamos suerte, la observe desde la puerta del hotel marcharse con ese paso distinguido que alguna vez me sedujo, cuando llego a la esquina, giro suave hacia mi persona, me saludo con su brazo en alto y se desvaneció de mi vista y casi de mi vida.
CAPITULO XIV
(En las malas noches,… tu recuerdo aturde mi soledad) Haykus
Lujan, 19 de septiembre de 1983.
Una noche me acorde de Mabel.
Estaba cenando y mirando un programa cómico por televisión que ella me había comentado que le gustaba y me la figure tirada en su cama disfrutándolo, quise fantasear su risa ante la humorada de los personajes, pero no lo logré, porque en el recuerdo de su rostro, que ofrecía mi razón, ella vestía con un gesto adusto, sombrío.
Quise entonces borrarla de mi mente pero no pude, estaba allí, impregnada, soldada a mi juicio y a mis imágenes. Cerré mis ojos con fuerza, amorre mi conciencia exorbitada, pero nada, no resultaba, ese dibujo fantasmal acosaba fuerte a mi razón, con sus ojos grandes bien abiertos sin pestañar, su boca inexpresiva y su rostro tan blanco como la nieve, como la muerte.
Abrí la puerta de la casa y levante el volumen de la radio a mas no poder, intente sentarme en una reposera que se encontraba en la galería pero mi ansiedad contradijo la orden y me quede de pie… pensé en la virgen…con fuerzas, con miedo, con la vulgaridad de vocablo de un paje y la fe de todos los santos, pedí perdón por su vida y por mi condena, yo solo había sido el camino de su trágico destino, nada mas que eso.
Me pregunte una y mil veces porque razón se habían cruzado nuestras vidas.
Por que tuve que ser yo su verdugo, pero en vano resultaron mis cuestionamientos indagatorios, nunca lo sabría, talvez admitiera una razón que justificase mi acción, pero era solo un apotegma de mi alma no mas que eso.
La inmaculada me consoló devolviéndome mi avenencia y soliviantándome a discurrir sobre mi protervo episodio de castigo y piedad…medite rezando entre sollozos hasta que la suprema me reveló que Mabel se había cruzado con mi energía solo para encontrar la muerte, estaba escrito en su mirada y en su suerte.
Al ratito no más aquel rostro mortuorio se ahuyento de mi cabeza y me pude entonces tranquilizar, más no logre dejar de pensar en ella durante todo esa noche.
CAPITULO XV
(Por más que camines despacio, el camino… tendrá su fin) Haykus
Pergamino, 25 de agosto de 1983.
El amanecer del veinticinco de agosto del ochenta y tres, envolvió en una tensa calma a toda la ciudad de Pergamino y sacudió a cada uno de sus habitantes con un explosivo suceso, tal vez más fuerte por su connotación que el vivido unas semanas atrás, cuando se encontró el cuerpo apuñalado de Mabel.
El hijo de un militar en actividad estaba demorado en la comisaría acusado de ser partícipe de aquel asesinato.
La sensacional noticia se mechaba en las portadas de los periódicos de la zona con la cara de Luder y Alfonsín en plena campaña. Y en sus editoriales casi todos apuntaban al detenido, en mayor o menor grado, como el gestor mismo de la muerte de la piba.
En rigor a la verdad, no todo fue sencillo y pulcro en torno de ese emblemático arresto.
Tanto el fiscal como el magistrado de la causa soportaron no menos de cuarenta y ocho horas de presiones de todo tipo, encubiertas algunas y descaradas otras, que instauraron un clima de alarmante estallido social en todo el pueblo.
El advenimiento de la primavera democrática envolvía entre sus francos céfiros la obsesión de pigmentar a cualquier hecho o suceso de una intencionalidad política, por lo tanto, la aprensión del hijo del militar no estuvo a salvo de aquel apotegma preelectoral.
Fueron entonces, muchos los personajes que se incomodaron ante esa situación y si bien fue cierto, que antes de la detención se hicieron innumerables llamadas telefónicas desde muchos escritorios importantes para dar marcha atrás con la misma, el juez Lagos, tal vez con un ojo en la causa y seguramente con el otro en el almanaque, se mantuvo firme en su decisión.
Agregar que todo el pueblo entero se transformó desde esa mañana en un ordenado pandemonio está de más.
Las ávidas vecinas se agolpaban, escoba en mano, en las puertas de los comercios y en las esquinas de los barrios para chusmear por largos minutos en improvisadas asambleas y en cada cola formada, sea esta de un Banco o de una agencia de Prode, se transformaba espontánea en un corrillo turbulento invadido por ese murmullo histérico del vulgo.
El tema en cuestión sería el dominante por varios soles no solo en el pueblo sino en toda la zona de influencia y más lejos aún porque hasta llegó a la mismísima capital de la república.
Claro está que si no se esparció como un verdadero reguero de pólvora, fue simplemente porque las elecciones presidenciales más importantes quizá en toda la historia del país copaban en aquellos meses el ánimo de todos los habitantes de este suelo.
Pero en Pergamino resultó inevitable la discusión pueblerina y el caso del hijo del militar se polemizaba tanto como los posibles resultados de los próximos comicios. Tomando cada habitante partido en la tragedia sin detentar un mínimo conocimiento de los pormenores de la misma.
Con el pasar de las horas aparecieron los confabuladores de siempre, esos que sospechaban de este y aquel por comentarios de otros y que en largas rondas de cafés, en bares marginales, exponían teorías diversas…y muchos parroquianos, mendigos de miserias, escuchaban atentos a todo aquel que se jactase de haber conocido, sin importar las circunstancias, a la víctima o al victimario.
Todo daba igual, todos impartían juicios de valor según los vientos del momento.
El cura de la iglesia, los Gerentes de los Bancos, el presidente del Rotary o el de la sociedad Rural, el representante de los panaderos o el de los remiseros… todos pululaban por los pasquines locales o las radios F.M. del pueblo emitiendo estimaciones a destajo.
Consejos tan vagos como subjetivos en su formación y concepción, pero que en boca de los potenciales informadores sociales, como los son esos centros de poder, se desdibujan o mejor dicho se disfrazan, valiéndose de un mensaje intangible que intentan y muchas veces logran, hacerlos aparecer como ordenadores universales y entonces, con propósitos seudo ecuménicos, empiezan a tentar a los seres comunes con francas distorsiones ideológicas, déspotas, tendenciosas que buscan confundir las principiantes e inexpertas tentaciones de informarse de los mortales.
Y axiomas correctores asoman entonces en el acerbo social desde sus bocas, con la excusa de innumerables virtudes y probidades, como que el orden regula y es paz y armonía y que la seguridad conlleva a la tranquilidad y que la disciplina justifica el mandato y que la ley es igualdad y que el silencio es salud…
Pero la verdad es que se nos manipula para lograr dosificarnos en pequeñas pero seriales dosis, a través de estos bondadosos conceptos, unos temibles virus conocidos con el mote de obligación y sensatez y solo persiguen contaminarnos con una especie de represión amnésica, el mas preciado, imprudente y a la vez sensato espíritu primero, aquel que no renuncia bajo presión a lo desconocido, aquel que tiende siempre a descorrer los velos de lo determinado, aquel que tiende a disminuir siempre los límites de lo inexplorado y a descifrar, aun ignorando, el porque de los porque, que no es mas ni menos que la búsqueda de la verdad.
Y transitando este husmeo primitivo del ser humano es que a veces se la intenta encontrar a través de una manera reflexiva, pero es ahí cuando el poder de turno coacciona y otras coyunturas mundanas, nunca azarosas, en el más extremo silencio empiezan a envolver la historia hasta que la convierte en un conjunto de controversias, entonces el adjetivo responsable y responsabilidad toma un cariz deontológico y cual disparador invisible exagera los deberes hasta modelar en la conciencia una carga psíquica, étnica y moral casi imposible de sobrellevar con justa prudencia y sabia razón, e induce a que los actos, otrora significativos y trascendentales, basados en principios espirituales, se tornen cautelosos y conservadores… y la verdad se nos aparezca con más de una faceta.
Aquella mañana también iluminó a Vicente Soriano, que sentado en su oficina, contemplaba por enésima vez, la primera página de la Opinión como si esta fuese un óleo de Boticelli.
Leía y releía la nota sin cansarse… Su foto, de un tamaño considerable, acompañaba el gran titular, que en letras tamaño catástrofe, anunciaba el encarcelamiento de Jorge Rodríguez Paz.
Temprano, cuando apenas había amanecido, le había ordenado al eterno cabo Acosta, a que le comprase cinco ejemplares del periódico y después él mismo se encargó de dejar, como al descuido, uno sobre el escritorio de la guardia y otro sobre la mesa de la cocina.
Realmente, pese a su conducta recatada, esa mañana deseaba que todos sus compañeros supiesen de la nota y viesen su foto con copete incluido. Esa transgresora sensación que invadía su mente e hinchaba su pecho con una mezquina combinación de soberbia, jactancia y engreimiento, confundía sus pensamientos de tal forma que le era utópico compatibilizarla con su modesto perfil.
También había pensado en mandarle un impreso a su madre, doña Teresita, como la conocían en su barrio de la paternal.
Fantaseaba, sentado en el viejo sillón y terminando la segunda pava de mate, en la cara que pondría la vieja cuando lo viese en el diario con foto y todo. Intuía también, que la Tere no perdería el tiempo en visitar orgullosa, casa por casa, toda la cuadra, mostrando el informe.
Pero los relojes no se detuvieron, como a él le hubiese gustado, en aquel momento de notorio reconocimiento.
Fue entonces que los nuevos tiempos envejecieron a otros tiempos y las palmadas de felicitaciones dejaron gradualmente paso a incipientes demandas y cuestionamientos propios y ajenos que de a poco, fueron mermando la suficiencia de sus afirmaciones y testimonios.
Y si bien su detenido no logró conseguir, a pesar del esfuerzo de sus abogados, el beneficio de la excarcelación, él comenzó a cuestionarse ante las numerosas y firmes pruebas que iba acumulando a favor del reo, los fundamentos de su propia teoría y la contundencia de sus argumentos.
La primera declaración que le obligó a replantearse sus presunciones, fue la que dieron dos amigas de la occisa, presentes en la fiesta de la casa quinta ese día viernes que levantaron al posible homicida en la ruta.
Las testigos en cuestión afirmaron que esa misma madrugada, Mabel les hizo el comentario del turbulento viaje que había tenido con el loco y ambas, en declaraciones separadas, coincidieron que la chica les confió en tono tímido, que se sintió atraída por ese personaje que habían levantado en el camino, por lo tanto no era descabellado, según ellas, que su amiga hubiese pactado con el tipo en cierne una futura cita.
Una de ellas, sin poder recordar con certeza, dijo que Mabel nombró al joven con el nombre de Mariano o algo así, versión que no pudo ser acreditada por la otra amiga.
El asunto se volvía a tirar sobre la mesa como un jeroglífico a descubrir.
Si era real que Rodríguez Paz no conocía al tipo del identiquid, como juraba y perjuraba, y resultaba cierto que lo de la ruta había sido un hecho totalmente fortuito se comenzaba a preguntar el inspector:
¿Como buscar al sospechoso…?
Esa noche en su casa, después de cenar y pelearse con Anita, volvió a sentarse frente a su viejo escritorio con otra botella de su coñac preferido y el cuaderno de tapas duras a modo de ritual esotérico.
Se preguntó entonces que datos concretos o mas o menos concretos, había reunido del posible asesino y trato de enumerarlos de nuevo en una forma prolija:
Muestra de cabellos.
Muestra de semen.
Huellas dactiloscópicas.
Dibujo de rostro.
Posible nombre: Mariano
Edad aproximada: Veinticinco a treinta años.
Todavía quedaban muchos casilleros sin llenar en este trunco crucigrama, por ejemplo de donde había salido ese tipo para estar parado en un cruce de rutas tan poco transitado y menos a esa hora… y a donde pensaba ir…cual era su destino, si había uno concreto… "De la nada no salió", se apuntó y comenzó a replantearse otra vez el caso.
Recordó que Rodríguez Paz hijo le había señalado la primera vez que lo había interrogado, que el tipo había nombrado algo de Rojas… "Podía ser entonces que el fulano venga de aquellos lados", se contestó dentro de si y "¿Para donde iba…?" se repregunto el inspector; "De Ramallo no era", porque los pibes lo dejaron en ese cruce de rutas pero el tipo siguió haciendo dedo según ellos, ba, según él…
Soriano fue volcando en las páginas amarillentas y vacías del cuaderno, todas las rutas que su pensamiento trazaba, con respecto a los posibles pasos que habría dado el fulano después de cometer el cruento asesinato.
"De lo que estamos seguros", decía en tercera persona, "es que el tipo estuvo en la ciudad por lo menos tres días,… así que mañana saco copias del rostro del atorrante y lo mando a Romerito a recorrer todos los hoteles y pensiones de la ciudad".
Y anotaba en el cuaderno el nombre de su ayudante y la gestión que le encomendaría.
"Esto ya está, ahora pensemos…si la mató el sábado por la noche… después, ¿Cómo salió de la ciudad…?"
Y escribió tres opciones:
1) Haciendo dedo.
2) En ómnibus.
3) En automóvil o moto.
Esta última era para Soriano la menos probable y si bien no la descartó por completo la dejó como opción final para conjeturar.
"Según el dueño del bar, el pibe llegaba de a pie y así se iba".
Manifestó en voz alta como justificando la decisión.
Fugarse haciendo dedo le pareció una posibilidad valedera, mas a esa altura del proceso, donde los indicios marcaban que aparentemente el fulano habría conocido de esta forma a su víctima.
"Si el guacho se fue haciendo dedo me recagó…" exclamó alto en forma de queja y dejó por un momento la lapicera que jugaba entre sus dedos para beber un generoso sorbo de la copa apoyada prolija, en una esquina del escaño mientras se argumentaba a si mismo:
"Pero una cosa es hacer dedo porque te sobra el tiempo y te falta la guita y otra muy distinta es, si asesinaste a una inocente y te urge escapar.
Este se fue en micro…
Mañana temprano le pido al pibe Acosta, no… mejor lo mando a Romero que esta al pedo, a que me traiga de la Terminal de ómnibus un detalle de los micros que salen los domingos, los horarios, destinos y paradas y si es posible nombre de los chóferes que estuvieron esa noche de turno".
Y volvió a anotar en el cuaderno, debajo del nombre de Romero que ya tenía asignada la tarea de recorrer los hoteles
Mandarlo también a la Terminal de micros.
"Que se lleve una copia y pregunte si alguno lo vio…"
Y a Acosta lo mando para el lado de Junín, también con un par de copias de la cara del malandra este y hable con los jefes de servicio de calle para ver que pueden aportar.
Después se levantó de su cómodo sillón francés, terminó el contenido de la copa y mirando su reloj se marchó a la cama, no era tan tarde y por ahí se animaba a despertar a su mujer.
CAPITULO XVI
(Un triángulo amoroso es siempre escaleno) Haykus
Lujan 20 de septiembre de 1983.
Pero volviendo a mi historia Lujanense, debo confesar que en aquellos momentos todo mi ser pedía respirar otro aire, el reclamo era urgente, cuerpo y alma lo exigían a gritos en mis profundos silencios, así que decidí pedirle unas merecidas vacaciones a don Rogelio.
Debía mentirle, inventar una historia falsa…tan falsa como mi presente vida o no… en realidad entendía que a Rogelio le ocultaba más que mentirle. No lo sé bien, poco me importaba también. No tenía bien claro dentro de mí, de que cosas era culpable, de que otras cosas no, hasta donde llegaba mi culpabilidad, donde empezaba a ser victima y donde victimario… muchas dudas sobre mis días. Por dar un ejemplo, en torno al tema Mabel, ríspido, por definirlo livianamente, dentro de mis presiones, en verdad no me percibía como el culpable de un aberrante hecho. No es que me negaba a sentir culpa, lo que realmente acontecía dentro de mí, en mi corazón, en mi razón y en mis entrañas, era no apreciarme condenado por aquel desafortunado incidente.
Ahora debía mentir o mejor dicho seguir con mi mentira.
El que decía ser mi patrón se puso parco al principio cuando le solicite unos días para visitar a "un hermano" que vivía en Florencio Varela y que según mis argucias había tenido un accidente serio en su trabajo, me contesto que era difícil por la estación del año en que nos encontrábamos, que los plantines, que la poda, que se yo… después de mucho mendigar por espacio de dos o tres días accedió a mi señuelo y me permitió faltar la semana siguiente a esa para que pueda ir a ver a ese supuesto hermano mío que estaba herido.
A Celia en cambio, tuve que mentirle por partida doble. Y no fue nada fácil.
En principio como corresponde a una buena mentira, unifiqué criterios y aduje con preocupación y sentimiento el supuesto accidente de mi hipotético consanguíneo.
Pero mis esfuerzos testimoniales no fueron suficientes ante su capricho de amante. Ella quería acompañarme.
Si bien la primera vez que manifestó su antojo de seguirme no le presté mucha atención, cuando su idea se volvió una moneda repetida busque un ardid para poder persuadirla.
Mi intención era viajar un lunes por la mañana, pero ella, el sábado anterior a mi partida se apareció temprano por la chacra, cerca de las nueve. No la esperaba, en verdad me sorprendió, no tanto por la hora de su visita, porque cada tanto se llegaba esos días sábados a la mañana aprovechando que Rogelio viajaba a San Pedro a buscar frutales, sino, porque yo sabía que aquel día él estaba en Lujan atendiendo el negocio.
Había ido a ver para decirme que tenía pensado comentarle a su marido que en esos mismos días en que yo viajaría a Varela, ella se iría a visitar a su comadre que se hallaba en la ciudad de Cañuelas, cerca de Lujan por la ruta 7.
Todo un despropósito.
Quise persuadirla de mil maneras que esa no era una buena idea, pero estaba empecinada y de nada servía que tratase de convencerla. Le hablaba tratando de que entienda que Rogelio iba a sospechar mas de lo que ya lo estaba haciendo, pero parca como una mula, repetía que a él no le iba a molestar en lo mas mínimo porque aprovecharía su ausencia para salir de juerga con sus amigotes.
Discutíamos, ante su tozudez nos gritamos y confieso que poco falto para que le pegue un buen cachetazo, pero me contuve y en honor a la verdad no fue por respeto o piedad… fue por Mabel.
La amenacé entonces con no verla más y me contestó que si eso hacía le confesaría al cornudo, así lo catalogó la muy turra, que yo varias veces intente propasarme con ella y le obligaría a echarme de la chacra, no creí mucho en esa historia pero tampoco me animé a continuar con mi chantaje.
Me di cuenta entonces que Celia cumpliría con su propósito de engañar al fulano argumentándole que saludaría a su comadre en Cañuelas, así que trague saliva, respire hondo, puse el agua para el mate y trate de calmarme para buscar un principio de componenda a ese martirio aportado por mi amante.
En principio pensé en deshacer mi viaje o simplemente retrasarlo unos días, aduciéndole a él, que a mi hermano en esa semana lo cuidaría algún otro pariente y de esa manera ganar tiempo para improvisar alguna otra quimera que convenciera a la desquiciada embaucadora.
Pero esta idea de atrasar mi salida, no le afectaría en nada a ella, solo me perjudicaba a mí. Podía también dejar pasar un tiempo mas considerado y un día cualquiera hablar con Rogelio y hacer una partida furtiva sin que se enterase, pero era un plan riesgoso, porque en realidad yo creía que ella si era capaz de confesarle a su marido mis supuestas malas intenciones. Entre mate y mate, ya sin gritos, se me ocurrió cambiar la táctica de la pelea.
La invité a la pieza.
Tirados en la cama, después de amarnos, me volvió a pedir que la dejase ir conmigo yo esta vez no me negué y ella sonrió gratificada.
Busque ese momento de armonía para discurrir mi segunda y gran simulación que, para mi suerte, calmó sus berrinches y apaciguó su espíritu al punto que al rato su cuerpo sudaba de nuevo junto al mío.
No fue tan difícil seducirla, solo le dije lo que ella quería escuchar y ya se sabe, no existe mejor campo para que crezca con firmeza un engaño, que aquel abonado por la inocencia de un alma enamorada.
A sus oídos los hechicé prometiéndole senderos rosas y música de violines, a su cuerpo lo sacudí prometiéndole eternas noches de amor y lujuria y a su herido corazón le ofrecí acompañarlo por el resto de mis días, todo junto y por el mismo precio, una oferta especial y limitada, simple, pero eficaz.
Mirando fijo el cielorraso como quien admira asombrado un paradisíaco lugar o una maravillosa ruina jesuítica, le susurre a su oído:
-Celia, ¿Sabes una cosa…? Aunque estas medio pirada te quiero…-
Hice una pausa y ella me beso profundo en la boca.
Riéndome le dije:
– Te puedo preguntar una locura…-
– A ver, que quieres saber… si me vas a preguntar si me voy a quedar acá, en este pueblo de mierda mientras vos te vas… ya te contesto que no…- y se hecho a reír mientras jugaba en mi cuerpo con sus tersas manos.
– No, no era esa la cuestión… que dirías vos si yo te dijiese que me gustaría vivir con vos…-
Celia aunque quiso disimularlo se puso seria, su rostro se ilumino de una manera tibia y dibujo una sonrisa que yo nunca antes le había conocido-
– ¿Me hablas en serio…?-
– No voy a decir algo así si no es verdad… ya se que es imposible que se concrete, pero si pudieras…lo pensarías…- acote entonces.
Ella me abrazo y su cuerpo desnudo cubrió el mío, me beso una y otra vez y confesó:
-Si, claro que si… pero vos lo pensás en serio o es solo una más de esas fantasías que genera tu loca cabecita –
-En realidad es una fantasía que me gustaría que fuese realidad-
Ella se sentó al borde de la cama, dándome la espalda y un delicioso rumor brotó de sus carnosos labios:
-Pedímelo, pedímelo por favor…-
Intenté reírme, pero ella, como un cisne giro su rostro, más reluciente y bello que nunca y me interpeló mirándome fríamente:
-¿Y vos… te animarías a vivir conmigo?-
Celia estaba hablando en serio por primera vez desde que la conocí y esta actitud confieso que también me confundió a mí por primera vez… estaba muy seguro de cual sería mi respuesta ante su pregunta, era un SI tan grande como mi desconcierto, pero esta declaración en si misma gestaba un discernimiento aterrante y perturbador dentro de mi ser. ¿Mi razón contestaba con un rotundo SI para seguir construyendo mi primer fraude y conseguir un placentero viaje a la Plata? o ¿Manifestaba que SI a una fantasía generada en mi conciencia?
– Si- fue mi escueta revelación.
-Te estoy preguntando en serio…- repitió ella.
La bese en su boca húmeda una y otra vez mientras susurraba en sus oídos mis lamentos más cálidos y abatidos.
-Y yo te contesto en serio, si pudiera no lo pensaría un segundo-
-Te quiero Marcelo, me gustas y no digas que no podemos, sí podemos, todo es cuestión de querer y yo quiero…amor-
Nos besamos y nos acariciamos un rato largo hasta que alguno de los dos reflexionó:
-Y, cuando lo hacemos…- los dos bromeamos entonces.
Esa pieza era un mundo pero afuera los humanos seguían discutiendo el tiempo.
Celia volvió a encararme sobre porque no podíamos plasmar el sueño. Para ella no existían razones para no intentarlo.
Ante lo cual alegué que me parecía improbable pues yo no tenía un salario digno que me permitiese mantenerla y menos lo tendría cuando su marido me echara de esa chacra.
"El amor a veces no alcanza" le señalé pero la mujer contumaz como fanático replicó al son de sus ademanes:
-Ahora no se puede, hoy no se puede, si es cierto, tal vez sea así esta realidad, pero no será la misma mañana, ni siquiera será parecida esta tarde, porque a partir de este preciso instante nosotros solo debemos concentrarnos en como hacemos para irnos a vivir juntos, esa tiene que ser nuestra única meta, nuestro único objetivo, el axioma de nuestras vidas, nuestro evangelio… todos nuestros esfuerzos tendrán que apuntar para lograr esta meta. Amor… Júrame que así será, que en tu meditación la primacía será concretar este deseo de ir a vivir juntos, no sé ni me importa si compramos o alquilamos una casa, no sé si será en Luján o en cualquier parte a donde me lleves, lo único sé, es que quiero estar cerca de ti siempre – Y se hecho a llorar.
No dije más, solo la abrace fuerte contra mí.
Ese sábado Celia volvió a la tardecita, a eso de las seis o siete cuando el sol escondía sus últimos rayos.
Descubrí con su llegada una beldad recatada, emblemática de templanza plena que vagabundeo su rictus por mi espacio.
No gastamos casi palabras por el tema que logro emocionarnos horas antes, una o dos acotaciones, sellaron de manera tangencial, el pacto de la mañana.
Trajo una torta de chocolate para merendar y un pantalón de gabardina verde oscuro que me había comprado en el centro de la ciudad.
-No te puedo ver siempre con ese pantalón vaquero gastado- dijo al entregarme la bolsa de regalo.
Fue una agradable cita, antes de desnudarse en mi pieza me sorprendió preguntándome:
-Cuando te vas a Varela-
-Pensaba este lunes- le contesté sin mirarla y en tono pasible.
Un silencio atroz cruzó la sala templada y deshizo preciadas intenciones. Ante mi elipsis concebida en la consternación reinante, ella resurgió montada en sus huestes pulcras:
-Que pensaste hacer conmigo… ¿Me llevas, me quedo…? ¿Querés que yo viaje el miércoles o jueves para allá y nos venimos juntos…? No se, pensé que por ahí podíamos buscar una casa cerca de lo de tu hermano, ya sé que es pronto…pero consultar por lo menos en las inmobiliarias nos servirá para ir sabiendo algunos precios… cuanto dinero es necesario juntar, algo… y de paso me podes presentar a tu familia… Antes que digas algo te advierto que no vine a discutir…son solo algunas de las cosas que estuve pensando cuando me fui de acá…pero no para pelear con vos amor…solo para que la conversemos… ¿Esta bien…?-
-Si…- dije acomodando ideas y discursos inservibles que poco servirían para acotar ese avance magno de mi amante.
-Si que…- asombrada replicó por mi nula resistencia…
-Si… que no…-
-Nene… si o no, sé mas explícito…estas nervioso o que….- Y desnuda, parada al lado de la cama se sonrió como imagino que lo haría una diosa griega frente al tálamo de Zeus.
-Es que no se… a ver. Yo creo que lo mejor es que te quedes acá en Luján. Y no es que no quiero que me acompañes, me encantaría pasar esos días con vos, imagínate, los dos solos… por primera vez solos… fuera del alcance de toda esta chusma carcelera, lejos de la vista de tu pegajoso marido, solos… casi ausentes… sin horarios, ni claves o códigos para amarnos…-
-Pero Marcelo, ya no pido viajar contigo… lo entiendo, ahora no nos es conveniente, pero permíteme que lo haga el miércoles o jueves y así compartir uno o dos días con vos allá…No te podes oponer a eso… porque lo haces…-
-Puede sospechar, no es adecuado como bien señalas… es por eso… aguantemos un tiempo, yo te prometo que estando en Varela voy a interiorizarme sobre los precios de alquileres, te lo prometo…-
-Pero estás equivocado, es una mentira esto de que no nos conviene… Yo cuando te marches de igual manera me voy a ir a lo de mi comadre, no quiero dormir con él pensando en vos… Es más, si queres le pido a él que me lleve de mi comadre y de ahí yo viajo a lo de tu hermano… Así que irme me puedo ir, hoy mismo si quisiera…-
Mis argumentos zozobraban por varios flancos, no podía recuperarme de sus atinadas apreciaciones y busque el roce verbal para embarrar el diálogo. Pero ni así pude frenarla.
Hice otra pausa, ella desnuda, abrazada a mi cuerpo, escuchaba atenta, con sus labios semiabiertos en deliciosa forma acorazonada. Me tentó besarla, pero me contuve para continuar mi confesión:
– Amor, te quiero… y prometo aprovechar estos días allá para buscar una linda casa y así empezar nuestras vidas juntos. Por eso no quiero que me acompañes… no seas ansiosa, si te venís conmigo, Rogelio va a sospechar y no quiero perderte…hagamos las cosas despacio y seguras, no dejemos alguna puerta entreabierta por donde se escape nuestro destino…-
La frase a mí razón le pareció sólida y suficiente pero no fue tan así para la angelical infiel que en ningún momento del alegato se sintió persuadida.
-Si no quieres llevarme, esta bien…me la aguanto, si no quieres que viaje para verte, mmm no está muy bien…pero me la aguanto…pero no me pidas que me quede en Luján…eso no va a ocurrir y acá no tranzo-
Era un avance importante en mi alicaída estrategia, pues entonces no busque discutir en nada sus últimas afirmaciones dejando que el tiempo diluya apotegmas desmedidos.
Nos amamos con más amor que pasión. Y nos confesamos amores nuevos.
Sus fantasías a partir de aquella noche, se instalaron en su proyectada vida de lleno en el sur del conurbano. Si hasta se animó a sugerirme antes de irse que buscara una casa con buen lote pues quería tener un lindo parque.
-Si está un poco alejada del centro de la ciudad no importa…total vamos a tener auto- remató en una conversación el día antes de mi partida convencida de que al viejo le iba a sacar una tajada de todos los bienes.
"Vos no te vas a separar, te vas a escapar de tu casa, vas a hacer abandono de hogar…no creo que te corresponda nada…" le comenté para que no empezara desde ese mismo momento a reprocharle a su esposo.
-Eso lo vamos a ver…a mi me corresponde la mitad y la chata me la llevo el primer día, es mas, nos vamos a ir los dos… si es mía, está a mi nombre, él me la regaló!- Exclamaba cual gigante exorbitado mientras invadía la casa haciendo ademanes con ambos brazos extendidos cual sendas armas mortales.
-Claro…nos vamos en la camioneta y el tipo pide la captura tuya y la del auto… no hagas despelote de entrada. Y si crees que yo voy a salir de este pueblo con vos, estás loca, esto no es una película…Yo renuncio al trabajo y desaparezco, vos te tomas un mes por lo menos y luego te vas-
-Que decís captura, ¡exagerado! Para que sepas, yo no soy de su propiedad y otra vez te recuerdo que ese automóvil es mío, así que esto no lo discuto ni con vos ni con él… y ¿Como es eso que no nos vamos juntos…?-
-Está bien…ya me vas a dar la razón. ¿Y para que nos vamos a ir juntos…? ¿Para que en el pueblo se arme una revolución de brujas y todas le apunten a tu marido cuadra por cuadra…? ¡Allá va el carnudo!-
-¿Y qué hay con eso? Crees que la chusma no lo comenta hoy… Seguro que sí, aunque nadie vio ni sabe nada se murmura igual, acá es así, todos nos conocemos, todos nos cruzamos en la calle y nos saludamos y todos también nos espiamos por las persianas entreabiertas, es una practica común, universal, si te interesa saber algo de tu hogar pregúntaselo a tu vecino, funciona así, en la comarca curiosear y cuchichear es ya un deporte diría, así que por eso no te preocupes amorcito, me vaya junto a ti o un mes después, no cambia para nada la historia…yo seré una prostituta y el un cornudo por los tiempos de los tiempos-
-Pobre tipo, lo van a despellejar.
-Bueno, no es para tanto. ¿Qué? ¿Nadie se separa…? Y por mí, que digan y piensen lo que quieran, total… dentro de un mes, con suerte, no voy a ver mas a esta gente hipócrita-
Y en eso tenía razón… pues existe un déspota sobre la faz de este planeta, el más poderoso de todos los conocidos por el cual los mortales renuncian a sus bienes, a su paz y también a su bienestar y ese es ni más ni menos que la opinión popular:
¿Qué dirá la gente?
¿Qué dirá la gente…? pregunte como un triste tonto… pero ¿Como no hacerlo? si parece que los hombres en un pacto universal han quebrantado la capacidad de vivir su propia vida, de obedecer a los mandatos de su voz interior. Todos parecen hipnotizados y sus reacciones suelen estar casi siempre en una relación acorralada por el medio que los rodea.
Cuando exploré el deseo de alejarme de Luján mi espíritu no tenía muy en claro si volvería a Lujan…
Si bien me encontraba cómodo en el lugar, tranquilo con mi trabajo y por sobre todo con esa vida de lobo estepario, también era conciente que mi relación con Celia, tan fogosa como audaz, se estaba convirtiendo en un potencial problema y toda esa pasión clandestina que me consagraba ella en cada encuentro amoroso, me la expropiaba en cada uno de sus caprichos y pretensiones desmedidas.
Mas, cuando mi falacia engendró una situación no pensada en mi albedrío y las transparencias mas animosas y atrevidas de su ímpetu sellaron un amor mágico, mi acorde epicúreo exteriorizó su herida mas profunda.
Me descubrí en la víspera de mi ida pensando en ella y en su sueño… que por un instante se confundió con el mío. Tan así fue la anarquía reinante en mi razón que antes de partir, en la plataforma del colectivo, le prometí llamarla y arreglar para que viajase en el transcurso de la semana y así buscar juntos un alquiler.
Tome este argumento como la continuación de mi embuste y lo absorbí como una típica argumentación sensorial, pero una alarma de inmediato se tildó dentro mío cuando arroje la peroración en ciernes.
CARTA A MABY (2)
Ruta 6, rumbo a la ciudad de La Plata, 24 de septiembre de 1983.
(Viajando en el colectivo número 2 de la empresa Rojas- hora 09.43 asiento 16 por ventanilla- acompañante una señora gorda dormida desde siempre).
No quiero disculparme contigo, pero siento que te debo una explicación por lo que paso y es indudable que debo buscarla desde mis entrañas, manteniendo mi raciocinio expectante y mi corazón abierto.
Estoy convencido que el motivo de la existencia de una persona tiene como fin único, universal y natural, el de dejar una descendencia. No hay otro. Esa es la tarea genérica del hombre.
Pero todos nosotros, los humanos, llevamos adosados a nuestra historia el ser un animal social, que se auto impone, en su matiz de individuo pensante, una vida encadenada a sus principios y temores primarios.
Olvidando nuestro destino colectivo, que nos iguala de manera potencial a todos. El hombre en sociedad solo se enfrasca en su delirio de ser superior, generando una escala de valores acorde a sus circunstancias y caracteres. Poco te conocí… no me lo permitiste…pero creo que también Tú, eras así.
La vida de una persona entonces toma otro sentido, puede alegarse que es el de sobresalir, en esa puja de valores y desasosiegos que es la supervivencia misma, esa que conocemos y consumimos todos los días y enfrascados dentro de este mundo palpable forjado desde el origen mismo de la raza humana, solo buscamos zanjar con nuestras virtudes y defectos, la mayor encrucijada que nos interpone esa maraña impaciente e impersonal que valorizamos como sociedad, e intentamos descollar de su común creyendo que ello nos entregará una complaciente recompensa terrenal o celestial.
Que paso entonces con aquella misión primaria, cósmica y natural, supongo que no la reconocemos en su integridad porque es equivalente al total de la especie, y el humano se define esencialmente como un animal competitivo.
Por que premio compite sería la pregunta cuasi obligada, e imagino que son muy pocos son los que interpelaron, con la seriedad que requiere el interrogante, dicha cuestión. Solo compite, el premio a su esfuerzo es poder prevalecer y distinguirse por sobre la vida normal impuesta por el común de la gente.
Sobresalir, esa parece ser la cuestión.
¿Y eso esta mal…preguntamos los imbéciles…? ¿Vos alguna vez te lo planteaste…? Pudiste hacerlo o tus padres como los míos te indujeron de manera innata a respetar los seudo valores tendientes a forjar un futuro digno en este mundo. Por que la idea es esa, formarnos desde niños pretendiendo imperar la trascendencia de determinadas reglas morales y éticas y confundirlas muchas veces entre corrientes filosóficas y religiones por sobre la regla mayor que sería la de engendrar descendencia.
Así crecemos… instauramos a nuestra semejanza y conveniencia códigos políticos que nos rigen para poder escalar posiciones sociales, sea buscando a veces un buen trabajo u otras conocimientos que, a mediado tiempo, nos resulten económicamente beneficiosos.
Miento si digo que la mayoría de nosotros no se entrega al estudio de una carrera universitaria para ser un erudito o doctor en la materia y de algún sitio magnánimo, convertirse en un Ser solidario a través de esos conocimientos… supongo que no. Normalmente, se estudia para poderse afianzarse en una vida económica y por esa vía intentar construir una posición social importante, que lo distinga a uno por sobre los demás mortales.
¿Vos eras diferente…? No lo creo, de lo contrario no hubieses aguantado la compañía de un loco suelto como él… tal vez lo hacías por su dinero, por su posición social… ¿Por que era Mabel…?
Sigamos con mi pensamiento, digo entonces que toda esa falacia argumentada y absorbida por nuestra entelequia, desequilibra de modo temporal nuestras emociones innatas, profundizando nuestras contradicciones primarias hasta adormecerlas en nuestro espíritu.
La confusión generalizada y asumida e incorporada como forma habitual de interpretación filosófica y política de vida, nos envuelve en un vado conciliatorio de interpretaciones mundanas que nos alejan cada vez más de nuestra función originaria.
Pero estoy convencido que la empresa de la humanidad consiste en edificar un santuario del conocimiento del alma y su ciencia. Tal dogmatismo comprende al hombre y su medio. Y en este proyecto revelador, eternamente inconcluso, todos los nacidos contribuimos con un granito a la cimentación y una vez cumplido con la empresa, uno desaparece, muere. Como vos…y como alguna vez moriré yo.
La eternidad nos precede, la eternidad nos persigue entre dos infinitos, ¿Que es un mortal, para que el siglo lo tenga en cuenta? Reflexionó Proudhon y yo me lo repregunto ahora que miro por la ventanilla como las vacas impasibles rumian el pasto.
Hoy sé de mi condición de mortal, hoy en definitiva, puedo despojarme de toda sed material que eclipse mi cielo.
Tengo una deuda terrenal y de género con ella.
Yo te trunque esa misión cósmica Mabel… y mi hijo, testimonio por el cual el paso por este mundo se justifica, pierde valor ante tu muerte. Ese sí es mi pecado, y en el no hay virgen que me consuele.
Todos los mortales afirmamos o admitimos que existe un ser superior, un Dios.
Aseguro ahora que esta idea de un Dios ha sido para la humanidad el hecho más primitivo de la razón del hombre, todos desde tiempos remotos fomentamos esa imagen nefasta para poder entender la propia existencia. Es necesaria para nuestra salud mental.
En que Dios creías vos Mabel…
La sensación de divinidad nace en nuestra razón de manera innata y es unánime en el género humano, pero seamos conciente, todavía no esta resuelta en la gnosis del hombre su autenticidad y cada progreso en la omnisciencia del hombre, nos aleja de esa presencia Divina.
Todos nosotros creamos un Dios a nuestra medida y necesidad y luego nos lo usurpamos y lo hacemos nuestro patrimonio. ¿Que dios creaste tu Mabel?
Términos como creador, alma, religión son motivos invariables y permanentes de nuestras inagotables cavilaciones y de nuestras funestas equivocaciones y contrariedades, cuyos desenlaces siempre, quedan truncos de manera inevitable.
Pero no es por esta desilusión insalvable de la razón, de mi destino, que tuve que ser el brazo ejecutor de tus sueños.
Yo tuve que matarte por otra razón.
Más allá de sus contradicciones, sus desencantos y sus catástrofes, uno como representante del mismísimo género humano progresa de continuo hacia la verdad y esta triunfa, de forma incesante, violenta, así como lo hace la luz sobre las tinieblas.
Yo soy hombre y me equivoco… porque todo hombre se equivoca y esto pasa por que uno aprende…
El hombre no se equivoca por que se equivoca…siempre aprende, como yo con tu mentira.
Leí alguna vez que los teólogos confirman que toda justicia viene de Dios, del ser Supremo… ¿Y si es verdad eso…?
¿Que hay de mí… de mis sueños negros de fantasmas con ojos abiertos…? ¿Porque me escondo…? ¿De quien huyo? ¿Quien me quiere condenar…?.
Enarbolo la verdad del sol… que es como decir la verdad primera… si la justicia desciende del cielo e irradia a todo humano con su albor y es ella la que me diferencia de las animales y me hace heredero de Dios, entonces… ¿ Por que me escapo?.
De chico mi madre me recitaba:
"Haz siempre a los demás lo que deseas para ti, y no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti."
Madre, eso era y es una triste mentira, mi deber no es mi derecho si no se cuales son mis derechos… tengo siempre derechos y obligaciones, pero puedo discernir mas allá de las reglas preestablecidas, aun temiendo sus represalias…
Tu madre ¿Que te enseño a vos Mabel…?
Le explico a mi razón, que mire a la justicia como el cimiento sólido en que se basan nuestras sociedades, pues es ella, quien enhebra las variopintas clavijas de la política y las heterogéneas composturas humanas y mas aún, pues no existe lógica o reflexión que no este guiada por su evocación, ya sea su raíz de índole moral, ético o religioso, pero las leyes que la rigen son obra de los humanos, de esos mismos que se equivocan para aprender… entonces la ley no deja de ser en todos los acontecimientos, mas que una proclama y una aplicación de lo ecuánime y equitativo que los hombres pueden hallarse, con relación a sus intereses.
A esa ley no le valoro ni respeto.
Mabel la única deuda que mantengo contigo es haberte coartado tu insuperable y único cometido en el paso por este mundo. Y no tengo otra condena que el recuerdo de tu historia que fue también la mía.
Marcelo Paús, camino a la Plata- 24-09-83
CAPITULO XVII
(Diagonales, tilos, amigos, plazas… sin duda, La Plata) Haykus
La Plata, 24 de septiembre de 1983.
Esa semana de descanso, mis pasiones mundanas intentaron aprovecharla para visitar algunos de mis amigos de La Plata pero, a pesar de lo empinado de las emociones, no logré alcanzar ni complacer ese minúsculo anhelo fútil, púes si bien conseguí saludar a casi todos mis afectos, con algunos de ellos no disfruté como se debía un verdadero reencuentro.
Confieso en esas horas de llegada, que mi esperaza fortalecía la intención de que mi paseo se convirtiera en una estadía permanente.
Mi ajetreada humanidad no estaba muy convencida con querer volver a Lujan. A pesar de Celia. Si en cambio jugué con la posibilidad de llamarla más adelante.
Por un lado quería intentar retomar mi proceder anterior, entendiendo y sopesando que mi crónica ya nunca sería la misma desde que mi eje terrenal se había desplazado hacia un lugar intenso y forastero para mi raciocinio.
Mi alma encandecida, de regreso del mismísimo infierno, estaba dispuesta a calmar por toda la eternidad mi sed de sueños alegóricos y mi destino universal se desgranaba en una lluvia tórrida de salvajes pelambres dentro de mi gnosis.
¿Se puede añorar un horizonte con esta mochila de desencantos y alteraciones…?
Era mi cuestionario inconcluso y maligno, que carcomía uno a uno mis sentimientos más insondables y agudos, hasta hastiar mi propia carne insegura, que envolvía mis gritos de ahogo dentro de un cuerpo magro y le convidaba al ángel de la conciencia a anhelar su propia muerte.
Buscaba no recapacitar ni especular con mis albores, a mis pasos los guiaba el viento y no mi razón, así que no intenté desviar su rumbo.
Baje en la parada de plaza Paso en vez de continuar hasta la Terminal de la calle cuatro para ir directo hasta la casa de Martín, que vivía sobre la avenida trece a pocas cuadras de allí. Pensaba pedirle a este compinche del banco, que me permita quedar en su casa esos días de estadía en la ciudad. Podría haberles hecho ese mismo pedido a Rolando o a Pedro, que eran viejos amigos del barrio, pero recapacité que por esa misma condición y acercamiento, sus inevitables interrogatorios serían más agudos.
Me lleve una sorpresa, la primera de esa semana, apenas toque el timbre en el departamento de Martín.
El tipo cuando me vio parado en el portal de su casa se empezó a sonreír y aludía desde esos diez metros que me separaban de él:
"Sabía que ibas a caer por acá… lo sabía" y agitaba sus brazos saludándome a la distancia. Me dio un largo abrazo y dijo:
-Lamento lo de ustedes…. es un bajón…Yo sé como te debes sentir-
Lo mire entonces asombrado pues nunca esperé de él ese recibimiento, obvio que me impacto de sobremanera y seguro que así debí trasmitírselo a mi rostro porque él me aconsejó de inmediato:
"No finjas que no pasó nada porque acá ya sabemos todo de ustedes, tu mujer…o mejor dicho tu ex, ya se encargo de divulgarlo entre todos tus conocidos…"
Recuerdo que, sin cambiar mi gesto de resignación, pregunte angustiado por la posible respuesta:
-Y que dijo…-
-Que dijo…. repitió mi frase Martín con sorna, debías preguntar que no dijo… De vos comentó de todo… Imagínate lo peor que se pueda decir…bueno, eso que imaginaste y un poco más. Entra hombre, pasa que tomamos algo y te cuento–
Ingresaba a su casa arrastrando mi alma atontada, mientras intentaba repasar en mi conciencia su último dicho y me contestaba en silencio:
"él asegura que ella expuso lo peor de mí…pero estoy seguro, lo que escupió la ira de Estela nunca será mayor que mi cruel realidad".
Nos acomodamos rápido en su confortable sala y con un par de cervezas encima recibí ese cúmulo de apostillas ilustrativas que mi amigo se empeñaba en resaltar con cierto énfasis, como si ellas mismas resumieran el control de mi karma y sus alteraciones recientes, como lo que eran realmente, apenas unos simples chismes de una mujer despechada.
En el arranque de su relato, encrespados mis nervios en un halo de intranquilidades y desasosiegos, confieso que anule mis emociones y mi ira amenazo en más de una ocasión en difamar a mi otrora señora y amante con la más cruel y terrorífica mentira, pero por suerte no lo hice.
Por último terminamos los dos riéndonos de nuestros destinos, él también jugaba en el tedioso equipo de divorciados puesto que se había liberado de su esposa hacía menos de un año, pero a diferencia de mí, no tenía descendencia alguna.
En medio de la conversación me anime a pedirle asilo en su hogar y mi ex compañero de banco, de buena gana, me lo brindó. Se levanto del cómodo almohadón en que estaba sentado para subir a su pieza y cuando regresó lo hizo con una llave en su mano y dijo: "Toma, es tuya".
Le agradecí el gesto y lo invite a cenar. Después nos fuimos a un cabaret de la calle cuarenta y tres que en otro tiempo frecuentábamos con bastante asiduidad.
Los dos días posteriores a mi llegada los transite saludando a mis conocidos mas cercanos, uno por uno… y todos, sin excepción me recibían con las mismas preguntas, algunos me sondeaban apenas reconocían mi rostro, como lo había hecho Martín, otros hacían gala de sus cortesía y aparecían más elegantes sacando el susodicho tópico transcurridos unos minutos, pero todos, unos y otros, escarbaban en mi historia con mas sarna que congoja.
Este bloque de conocidos, que de manera masiva intuía mis desazones sentimentales, poco y nada sabían sobre mi vida real con Estela, de nuestros comunes desencuentros y esos interminables fastidios filantrópicos, pero en su conjunto especularon congeniar yerros y contrariedades entre ambos donde nunca existieron.
El imaginario popular era como normalmente pasa, mas aventurado que nuestra cruda realidad. Y a nadie le interesaba.
Al principio intenté esbozar entre ellos alguna que otra explicación acerca del porque de nuestra separación sentimental, pero enseguida entendí que actuaban como una masa ingrata, rebuscando el lastre de algún chisme barato, alguna vulgaridad oscura… al mejor estilo de las vecinas gordas de Lujan, pues en el fondo de toda esta especulación sus preguntas sonaban igual, eran lo mismo, idénticas, la misma caca.
Ella, mi estrenada ex, según pude constatar por los dichos de mis allegados, había viajado a la Plata la semana subsiguiente a que yo le enviase ese giro postal desde Pergamino. Seguro se llegó a la ciudad buscándome y se encontró con la realidad que yo le había adelantado por teléfono la primera vez. Lo raro o no tanto de todo este asunto, es que Estela nunca me confeso lo este viaje, pero entiendo ahora su enojo en ese primer encuentro en tierra Rojense, cuando yo le aseguraba que seguía viviendo en la Plata… la muy turrita me estaba tirando la lengua para sacarme alguna mentira verdad…no se puede confiar nunca en las mujeres.
En su paso rápido por la ciudad, solo se animó a relatar una interpretación de los sucesos que si bien era verídica, también era parcial y en la cual era evidente que mi imagen, que nunca fue buena, quedaba desmejorada en muy alto grado. Pero tampoco era tan malvada como ella quería pintarla. No busco justificar el enojo del momento, pero sus palabras estuvieron encendidas de una falsa interpretación emergida de su imaginación golpeada. Poco importa si yo a esa altura la había o no engañado, ella no tenía indicios porque tal vez ni yo lo sabía entonces. Pero fue lo primero que su razón indujo, empeñada en sostener una cobertura racional a su desdicha. Una cosa si era cierta entre sus interpretaciones, yo la abandoné pero no por Mabel, yo la deje para poder buscar un motivo, un fin a mi desabrida vida.
A nadie le gusta escuchar como la gente alrededor de uno habla idioteces, es ingrato… Y más tediosa es la tarea de tener que justificar sus actos ante ellos, como si fuesen jueces superiores… y esto era lo que me estaba sucediendo en forma continua, a cada paso que daba. Supongo que tal vez, por esta aberración que me castigaba, fue que vagué durante un par de noches entre bares baratos y prostitutas. O tal vez no, pero así lo creí para justificarme.
Al tercer o cuarto día de mi estadía, caminando por la fidedigna calle siete y a pocos metros de la entrada al viejo Banco Provincia, el mismo donde abandone gran parte de mis sueños, bucee sobre mi historia vigente, sus cualidades y defectos y decidí, sin restricciones, perfeccionar las réplicas inmediatas a mi providencia.
Necesitaba el oído de alguien para ahuecar mi conciencia. Así que desde una cabina telefónica intente conversar con mi ex esposa pero no pude, me atendió su hermana quien me informo que no se encontraba en Rojas porque había viajado a Junín a dictar una clase como profesora suplente. Me comento al pasar que también Estela buscaba comunicarse conmigo… Y, le había pedido, si por esas casualidades del destino yo la llamaba en su ausencia, le dejara un numero de teléfono para que se pudiera comunicar, le pregunte entonces si a Sebastián le había pasado algo y negó cualquier problema del nene y si bien no supo precisarme cual era la razón de tanta premura, me revelo que Estela había insistido que la misma era de suma urgencia. Sin pensarlo mucho le dicté el número de la casa de Martín.
Desde la misma cabina me comunique, apenas corte esa llamada a Rojas con Celia. Buscaba todavía ser escuchado…más mi amante etérea, apenas escuchó mi voz, lanzó una divagada enumeración de sermones aludidos todos a mi falta de consideración y desamor. Tanta queja por no haberla llamado antes… tuve ganas de confesarle que era mi intención no llamarla nunca más… pero disimulé por suerte tal sentimiento.
Mientras atendía en mutismo sus livianos lamentos, mi razón procesaba disímiles argumentos para tranquilizarla un poco, solo tuve que aguardar a que haga una pausa para respirar un poco… y aprovechar el bache para endulzar su ánimo y no mucho más… apenas unos minutos con Celia y me encontré reflexionando para que diablos la había llamado. Así que inventé otra excusa y le colgué el auricular.
Pero seguí usando el aparato telefónico, esta vez el llamado fue al mismísimo Banco que estaba casi enfrente de mí para invitarlo a mi amigo Martín a almorzar en la fondita de siempre.
Me atendió la bella Julia, así apodábamos a la operadora de la mañana casi todos los hombres de la sucursal, más no era tan bonita pero si tenía un trasero imponente y a ella el mote le encantaba…y por eso sacudía su culo de acá para allá todo el tiempo. Por suerte no reconoció mi voz.
Esperando a Martincho, tome la determinación de reunirme con mis críticos conocidos, a los que intentaba disociar mi verdad augusta, y provocar para su valía de una vez y para siempre una clarividencia soportable a mis intereses mundanos. Le pedí como correspondía, permiso al dueño de casa para tal reunión y, como no podía ser de otra manera, no me lo negó, al contrario, le encanto la idea de conocer la cara a esos hipócritas amigos míos.
Alegres esa noche, acudieron los ocho alegóricos pantomimos.
Cinco hombres y tres mujeres. Esteban, Florencio, Armando, Carlos, Julio, Liliana, Silvia y María. Como era lógico, también estaba Martín y su nueva amiga Roxana.
Llegaron en dos bandas con apenas cinco minutos de separación entre unos y otros.
Todos con muy buen ánimo y disfrutando del acogedor atardecer que septiembre nos regalaba. Destapamos cervezas a destajo y comimos todas las variedades de pizza que Salutte nos brindaba.
Esos nuevos desconocidos, que hasta hacia poco tiempo se atribuían mi amistad, no perdían oportunidad para recordarme mi nuevo estado civil, en cambio yo, contándoles a ellos parte de la historia de los últimos meses, rememoraba que alguna vez había estado casado.
La mayoría actuó mas distanciada de mi karma existencial pero todos buscaron algún momento o silencio para preguntarme siempre sobre el mismo tema, digo ahora entonces que todos fueron inquisidores, porque mas allá del espíritu magnánimo al momento de preguntar, impregnaron sus dudas con verdaderos sondeos desleales,
O yo lo entendí de esa manera, mi ser lo absorbió así, lo transpiro así… es muy probable que haya sido esa noche donde los empecé a despreciar.
Mi persona no se había reunido con ellos para seguir dándoles explicaciones, pero parecía que tal situación no era entendida por ninguna de esas bestias.
Mi cita con sus almas, solo escudriñaba simbólicas sendas para reflejar sus bajezas, mi recado mayor se trasmitía de manera simple, en imaginarles un cristal donde se vieran reflejadas sus dolorosas interrogativas. Buscaba de un modo intangible, una señal en sus corazones que indicara que en verdad sufrían mis problemas.
Pero tropecé solo con mi espíritu manchado de ingenuidad.
En un punto monotemático de la tibia madrugada, tirado sobre el mundo que me rodeaba, me detuve a observarlos en mutismo, rodeaban mi sombra casi en un círculo perfecto, sus risas falsas alrededor de mí. Analicé en gritarles en su cara que ya poco me importaban sus destinos, que me daba vergüenza haber pertenecido alguna vez a su horda, me sofocaba en esos momentos haber abrigado sus ideas frívolas alguna vez, pero no lo hice, ¿Para que? reflexione… Ninguno me comprendería. Como hacerle entender a ocho figuritas decorativas, que la vida de una persona solo comienza cuando uno se decide a vivirla.
-¿Y ahora donde vivís?-
-¿Che, loco, de que estás trabajando?-
-¿Cómo que renunciaste, sos un boludo, hubieras pedido el pase o una carpeta psiquiátrica?-
Las dos o tres mujeres del grupo, a diferencia de la mayoría de los hombres, buscaron apuntar su indagatoria volcando sus inquietudes principalmente hacia un terreno de neto corte sentimental:
-¿Y no pensaste volver con Estela, aunque más no sea por Sebastián?-
-¿No habrás conocido a otra, no…?-
-¿La dejaste de querer…Vos la quisiste alguna vez…?-
-¿Cómo fue la pelea, no me digas que te encontró con alguna atorranta…?-
Hubo también tipos jodidos, con falsas caras compungidas, que impunemente te soltaban pesquisas brutales como:
-¿Pensas que conoció a otro tipo…?- Y acto seguido, él mismo hijo de puta remataba: -Yo no creo…-
-La culpa es tuya, la dejabas sola mucho tiempo y ya sabes la ocasión hace al ladrón…-
El peor fue Julio, un neo nazi jodido que conocía del secundario y que muchas veces quise mandar a la mierda pero por una cosa u otra siempre terminé tolerando y perdonando muchas de sus cagadas.
El tipo, desparramado en un sillón y con un vaso de whisky barato en su mano, me escupió con aire de erudito:
– Yo ya me lo imaginaba.-
Los presentes, incluyéndome, hicimos un sacro silencio, y casi obligado a interrumpir por ser el directo involucrado reprengunté:
– ¿Y porque te lo imaginabas?- Tratando que mis gestos no trasmitieran ese sentimiento de odio que nacía dentro de mi.
– Porque a la larga Estelita se daría cuenta de lo mal tipo que sos…- y lanzó una cruel carcajada que algún otro acompañó, yo solo atiné a levantarle el pulgar.
"Goza ahora cretino, que alguna vez te lo bajaré" fue mi único pensamiento.
Todo conteste a medias, escondiendo siempre algo, les dije que estaba viviendo en Ramallo y había conseguido trabajo como vendedor para una distribuidora importante de Galletitas y era muy posible que en unos meses más, me dieran el traslado a la Plata. Que estaba parando por el momento en un hotel y también por el momento no tenía novia ni ninguna amiga especial… y claro está , les comente para su desazón creo, que a Estela la seguía viendo y teníamos una buena relación y no mucho más, no valía la pena.
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