En la primera esquina, cerca de la plaza, compre el Clarín, pues quería asegurarme si ya tenía sobre mí la condición de prófugo, pero para mi sorpresa, nada se decía de Mabel en las páginas policiales.
Tal vez no la habían encontrado todavía…o acaso la habían encontrado, pero no había muerto.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando se cruzó esa posible imagen, que ella pudiera estar viva… ¿Y si no la había matado…? Si solo había herido de gravedad pero seguía respirando… ¿Que sucedería entonces conmigo, con mi disciplina…?
Si esta posibilidad se plasmaba entonces ya no me considerarían un asesino sino que pasaba a ser un aspirante de homicida… Me alegré suponiendo que ella todavía se encontraba con vida. Era una probabilidad… en definitiva, yo nunca verifique si ella respiraba o no. Son tantos y tan pocos los recuerdos de ese instante. Como pasa cuando uno sueña y luego quiere recordar lo que soñó, solo recuerda imágenes borrosas y confusas.
Si se encontraba aun viva, llegarían fácil a Rojas y a Estela, Mabel estaba enterada de muchos datos míos… Esto me dio temor. Sabrían definitivamente que yo había sido quien la quiso matar; como haría para explicarle al juez y a Estela que no quise hacerlo… No lo sé.
No quise pensar mas, tenía que volver a Pergamino si quería sacarme esa duda y ser un tipo libre.
Caminé y caminé otra vez como cuando estaba allá, en su pueblo buscándola.
Antes marchaba averiguando sobre su presencia y su piel, ahora recorría calles tratando de olvidarme de ella, de extraviar su espectro avieso.
Pensé, pensé, pensé… no sabía bien que hacer, mi desayuno ya era historia, pero necesite entrar en un restaurante para no sentirme tan perseguido. Mi estomago se revolvía de nervios y no de hambre.
Sentí que todos en aquella fonda me miraban y yo miraba al piso.
Recién cuando la camarera se acerco a la mesa para levantar mi orden, crucé mi vista con el mundo que me azotaba, todo a mi alrededor parecía normal, menos yo claro. Poco a poco fui ganando confianza y mis temores de ser reconocido se disiparon.
Entre bocado y bocado resolví permanecer un tiempo mas en Lujan y definitivamente no aparecer nunca más por Pergamino.
Deduje que si Mabel estaba resistente, ya se hallarían buscándome por lo tanto era muy comprometido ir, y si estaba muerta, descubierta o no, entonces todo seguía igual.
Puedo decir que almorcé tranquilo, sin su fantasma. Pero cuando reaparecí otra vez por esas calles anchas y austeras, solo, sin un lugar donde estar, ni donde ir, desguarnecido… sin nadie con quien conversar, otra vez me sentí incadido por ese estado de ansiedad suprema. No quería volver a la pieza y estar escondido entre cuatros paredes. Necesitaba aire.
Pretendí llamar a mi madre pero su teléfono dio ocupado las dos veces que intenté y también llame a Estela pero atendió primero el padre y después la madre así que colgué en ambas oportunidades.
Empecé a caminar de nuevo, recorriendo calles alejadas, despobladas, pensando en nada y en todo al mismo tiempo, cada tanto distinguía algún patrullero merodeando las calles y a la sazón cambiaba mi itinerario. Trataba de ser cuidadoso y no pasar dos veces por la misma cuadra para no levantar sospecha en algún vecino desconfiado de los nuevos desconocidos.
Pero era imposible continuar mucho tiempo así, me volvería loco, lo sabía.
Me dirigí entonces a la iglesia.
Estaba a unas veinte cuadras del templo, pero para mí, eso ya no era distancia.
El simple hecho de tener un lugar donde dirigir mis pasos, hacía que éstos tengan un sentido práctico y toda esa suma de convicciones, valores, sentimientos y vanidades que enumeraba mi presencia, recuperase su contenido existencial.
Fue gracias a esa actitud positiva de mi ser, cuando mi paso acelerado y firme me acercaba al centro de la ciudad, que pasé por delante de un negocio de ventas de plantas y un cartel escrito a mano alzada ofreciendo un trabajo de casero, acaparó por completo mi atención.
Me detuve para leerlo y sin pensarlo, entre al negocio a ofrecer mis nulos conocimientos de floricultura.
Que impulso instintivo de mi organismo se disparo para que yo arremetiera con la firmeza de quien busca el puesto sabedor que es el mejor postulante, lo ignoro, pero me paré muy seguro ante un señor cincuentón, algo mostrenco que de manera amable comenzó a hablarme del trabajo en cuestión.
Por esa rareza argentina, a mi interrogador tampoco le importó estar al corriente sobre mis capacidades como jardinero y solo se interesó por preguntarme de donde era, cuanto hacia que estaba en la ciudad, si era casado, y alguna otra consulta referida a mi vida civil, todas ellas contestadas por mí con fría naturalidad y correcta dicción, cualidades que me valieron para obtener el trabajo en menos de una hora.
Ya tenía un refugio y encima un sueldo.
Estaba contento. Mi oscuro horizonte volvía abrirse y se asomaba escuálido el mejor sol que jamás allá asomado sobre él. Descontaba que la santísima estaba detrás de toda esta felicidad en ciernes. Mas tarde iría a verla y agradecerle sus voluntades.
Volvía a vivir.
¿Qué es vivir sino valorar, juzgar, elegir, ser indigno, parecer arbitrario, ser restringido y condicionado, a veces incapaz y limitado, que es vivir sino querer ser diferente… y que luego el mundo se nos parezca?
Los humanos, creadores de ciencias y mitos tan volátiles como tangibles, incrementamos en cada acto de nuestra existencia una interminable lista de razones que justifican la creación de esos compartimentos sectoriales que, con disímiles juicios, caracteres y principios, nos adormecen social y espiritualmente.
Profesando que su configuración y disciplina elevan nuestra razón de existir y ser y transfiriéndole a cada uno una valoración taxativa, principio de todo valor artificial que de tanto justipreciarla nos vemos, de manera forzosa, a respetarla como moral.
El tipo que me atendió se llamaba Rogelio Romero, de contextura gruesa, maciza, su cara redonda y su piel cobriza tan curtida por el viento y el sol que impedían a uno distinguir sus mínimos gestos, pareció en toda la charla como un hombre afligido, enojoso, que hablaba lo justo y menos. Se puede decir que despreciaba la palabra.
A mi las personas que no hablan a la larga me pudren…quizás esta fue la verdadera explicación de porque tuve que joderlo.
A Rogelio le dije que me llamaba Marcelo Paús. Me salió de forma natural, sin pensarlo, se notaba que ya lo había asumido en mi interior, tanto, que en ningún momento creí haberle mentido cuando se lo expresaba.
También le mencioné que hacía unos días había llegado de La Plata a la casa de una tía que vivía afuera de la ciudad. Inventé, entre otras cosas, que esta tía era de apellido González y su casa estaba camino a Opendor. Después me arrepentí de nombrarle a La Plata como mi ciudad de origen, pero en esos momentos me pareció acertada la respuesta porque las mentiras construidas a partir de alguna verdad son las más creíbles.
Creo que le agradé al hombre desde un primer momento. Me pidió que regresara esa misma tarde a eso de las tres para llevarme a conocer la chacra en cuestión.
Nos despedimos con un apretón de manos y continué el camino a la basílica, iba a dar gracias.
No estuve dentro de mas de quince minutos, ni siquiera ore, tan solo me limite a observar a los fieles que circulaban delante del altar mayor, algunos de ellos dibujaban en su rostro gestos de agradecimientos, otros en cambio trasmitían muecas de dolor y arrepentimiento. Intenté entonces, imaginarme que cara había puesto yo dos mañanas antes cuando entré a la iglesia.
El templo, ladrillo y piedra, lugar sagrado por la fe de sus visitantes y venerado tanto por aquellos pecadores temerosos de su dios, como aquellos otros que lo justifican, era la manifestación terrenal de la justicia divina. Dentro de sus paredes solemnes los pobres y ricos se arrodillaban uno cerca del otro y sus rezos se confundían en un sordo murmullo celestial.
Todos éramos uno solo en ese ruego de perdón. Malos y no tan malos, buenos y no tan buenos entreverados por la fe y el espíritu y sobre todo por las mismas incorrecciones humanas.
Todos hombres perseguimos un destino que no es universal…
Nuestra angustia y desesperanza de saber que esa es la verdad, nos conlleva a inventar supuestas definiciones para justificar nuestra razón de ser.
De manera tonta, en esta visión mezquina y atemporal, común del razonamiento humano, creemos con firme devoción, tan fieles como fanáticos que somos, y con el aterrador miedo de los fanáticos, que es a través de nuestras convicciones que nos situamos siempre del lado lógico de las cosas, indiferente a cuales sean estas, y ésta esquemática y esquizofrénica construcción de pensamiento, nos encasilla de manera emblemática ante la dificultad de contemplar y no comprender, que la mayoría de los mortales concibe de la misma manera y por lo tanto, nuestra verdad quiérase o no, nunca podrá ser absoluta sino, que existirá siempre a medias.
Somos iguales solo en la certeza de creernos únicos, esa fe vulgar del hombre y en el miedo en que sentimos en creer que esto realmente sea verdad.
Aquella tarde estaba frente al negocio de Rogelio a las tres menos cuarto. El apareció en su chata a los cinco minutos, abrió desde adentro la puerta del acompañante y subí.
En el trayecto de no mas de diez kilómetros solo hable yo, él apenas se limitaba a contestar con monosílabos. Cuando llegamos al plantío, se sintió mas cómodo, como si el lugar le imantara una fuerza especial, y fue su rostro mostrando una sonrisa, quien primero experimentó ese loable cambio…
La chacra se encontraba recostada sobre un camino lateral a dos kilómetros de la ruta siete, una tranquera azul bien pintada era la entrada de aquella prolija propiedad y un camino angosto, de unos quinientos metros, lo depositaba a uno frente a una vieja casona bien conservada, rodeada de eucaliptos y tilos.
Cerca del pueblo y lejos del mundo y de los curiosos.
Todo el vivero estaba extendido en unas diez hectáreas. Orientados al este cinco grandes invernáculos acaparaban toda la atención y frente a ellos, sobre una playa de unos doscientos metros por cien se erguían toda clase de árboles y arbustos empacados para la venta, en filas tan juntas que apenas se podía transitar entre ellas sin ser uno rozado por las jóvenes cortezas.
En el fondo del campo se levantaba otra construcción cuadrada de unos diez metros por seis, con un techo de chapa a una sola agua que terminaba en una amplia galería. Ese sería mi lugar. Tenía dos ventanas bastante grandes al frente, una a cada lado de la puerta de entrada. Una correspondía a lo que hacía las veces de cocina comedor y la otra a la habitación. El baño estaba al fondo de la casa, una salita de dos por dos, pasable, con un lavatorio chiquito, un inodoro enfrentado a este y un calefón eléctrico colgado a menos de un metro setenta.
Toda la extensión de tierra era un auténtico vergel con distintos colores de verdes distribuidos de forma paciente y sabia entre sotos, frondas, follajes y flores de corte.
Me gusto el lugar y lo hice mío desde que pise su tierra.
Rogelio me paseo por todo el predio explicándome lo que yo debía hacer, a que hora y como.
"A la mañana tenés que regar bien temprano las plantas de corte, las de aquel vivero, pero antes debes controlar siempre el termómetro, nunca tiene que estar por debajo de los dieciocho grados, si baja échale gasoil a las estufas…aquellos otros, de plantas de interior las mojas bastante después que terminas este, y esos últimos, el de los plantines, le das agua a la tardecita. A media mañana te podes cortar un poco de leña y la apilas allá adentro" y señalo un galponcito de chapas al lado de la casita.
– Lo demás es simple – dijo sonriendo.
-¿Que, hay más…?- pregunte también sonriendo.
– Y…el trabajo con las plantas, fumigarlas, pasar los plantines a macetas de soplado… pero eso mas adelante, por ahora ese trabajo lo hago yo a la tarde, cuando aprendas será otra de tus tareas, de a poco, con que me riegues a la mañana y me controles las estufas me basta-
– Y a la tarde, no abre el boliche…- indague solo por seguir la conversación y ser atento con mi nuevo patrón, a mí en realidad, poco o nada me importaba si el medio mudo abría o no el negocio.
-No, a la tarde se queda mi señora, por suerte… a mi me gusta mas esto, estar acá, y no atender a las gordas – y largó una carcajada que dejo ver su raleada dentición.
¿Mira vos…? Se reía la momia pensé y mi alma, por horas angustiada, se permitió escapar un leve suspiro de regocijo.
En el camino de vuelta arreglamos la paga. Para sincerarme debo confesar que hubiese ido a trabajar gratis a esa especie de purgatorio, solo por un plato de comida y tener un lugar que me permitiese acomodar mis precarios desbarajustes y confusiones dominantes.
Pero no todo fue tan redondito y de color rosa como en los libros de cuentos, siempre Satán mete su cola y no lo deja a uno tranquilo con su suerte. El muy ladino quedo en pasarme a buscar después que cerrase el negocio al día siguiente, a eso de las doce y media dijo, y entonces me pregunto por donde debía levantarme. Me pidió la dirección de la casa de mi tía.
Más la divina todavía no me abandonaba, al contrario, me había iluminado cuando le había dicho esa mañana que mi tía vivía camino a Opendor, pues yo era un buen conocedor de esa ruta, a la que había transitado varias veces con mi ex suegro de regreso de la capital, cuando él pasaba a visitar a un amigo suyo. Así que no me fue difícil decirle con la mayor naturalidad a Rogelio que lo iba a estar esperando sobre la ruta en el almacén de Zanón, conocida boliche de ramos generales
Se quedó conforme con la respuesta y solo atino a decirme a que cargue algo de ropa.
Yo solo debía entonces tomar un colectivo a Opendor pasadas las once y media y listo.
Y así fue.
Los primeros días transcurridos en esa mezcla de esperanza nueva y recomposición con el mundo, traté de que sea un apresurado aprendizaje no solo de floricultura sino también de cómo debería empezar a relacionarme con mis nuevas amistades. La lista por entonces solo involucraba a Rogelio, pero sabía que se iba a ir incrementando de a poco. Mi relación tendría siempre que evitar contaminarse con los resabios pasados. No era fácil, porque siempre se me escapaba algún recuerdo, alguna añoranza, algún nombre…y, por más fuerza que intentaba hacer por olvidarme de lo que había sido, nunca lo logré. Si no se asomaban durante el día, seguro lo hacían en las noches… siempre emergían en las largas noches.
La convivencia terrenal, fue para ambos una analogía de tregua, basada en el estudio mutuo de necesidades y urgencias, donde el respeto, los miedos y el reconocimiento eran moneda corriente de intercambios y críticas…pero la ilusión siempre interrumpe la mejor de las rutinas y cuando lo hace, pega fuerte en las costumbres…en los hábitos y por mas esfuerzos en que se esmere el protagonista, por sus hendijas piadosas se escurre la savia intolerante de la traición.
Debía aprender a crecer, que no es poco para alguien, que mal o bien, ya está crecido…
Todavía no puedo establecer con la exactitud que se merece el hecho, en que etapa de mi existencia, entendí que había crecido como mortal, no en el aspecto corporal sino en el aspecto netamente espiritual o racional.
Creo percibir o intuir en que período, por ejemplo, deje de ser un niño y también, presumo reconocer, cuando empecé a abandonar mi pubertad.
También deduzco a medias, no porque no me esfuerce, sino porque me parece que hay etapas en la vida que ennoblecen nuestra inteligencia y otras muchas que nos la paralizan, cuales fueron algunos de los hechos y las circunstancias determinantes y condicionantes que fueron ordenándome en esta sociedad que me toco en suerte y, como de repente, de un plumazo, al mismo ritmo de ese natural desarrollo hormonal, se fueron rectificando los significados de algunos vocablos que comenzaban a hacerse cotidianos en mi abecedario, como " futuro – trabajo – hogar – prosperidad – justicia – libertad ", para citar algunos ejemplos.
La realidad me indicó que no fueron los conceptos quienes variaron su significado sino que, en mi crecimiento espiritual y racional, los fui interpretando y valorando en un marco especial, a cada uno según mi formación y capacidad. No hice más que modelar mi personalidad.
Digo entonces que, mas allá de los marcos universales de entendimiento regidos por el orden de cada comunidad, todo concepto tiene interpretaciones colectivas e individuales y estos conceptos, subjetivos por naturaleza, pueden convertirse, en manos de los mal llamados formadores sociales y/o religiosos, en peligrosas impresiones de vida, y pueden, con el tiempo, proponiéndose o no, desinformar por completo nuestra razón universal. Si es que creemos que existe alguna.
EL HOMBRE Y LA RELIGION (1)
(Luján…que eras antes de hoy para mí, solo una molesta parada de colectivo.)
Que es la religión para un hombre.
Una pregunta con muchas y variadas respuestas.
La religión es para el hombre una especie de válvula de escape que actúa cuando el espíritu del ser humano se ve colmado y presionado por el temor a la muerte, a la extraña sensación de mortalidad física y espiritual.
Hoy y siempre para la mayoría de la humanidad, la idea de religiosidad involucra a un Dios, un Ser Supremo, incuestionable, sagrado… al que uno debe rendir a diario cuentas, no solo de sus actos sino también de sus pensamientos y a partir de esa analogía, cada fiel puede creerse beneficiario o sentirse castigado por él.
Es evidente que esta circunstancia lleva consigo involucrada un temor profundo y reverente a ese ser superior. Temor que adrede, ha ido in creciendo a través de los mismísimos encargados de trasmitir las liturgias de cada una de estas adoraciones.
Pero, cual es el verdadero rol que debe cumplir la religión en la vida social del hombre, si es que lo hay.
Me pregunto si su coexistencia en nuestra razón, cumple el magnánimo objetivo de ensanchar los horizontes que apenas profundizamos en concepciones filosóficas a cierto de nuestra existencia, cuando nos son exiguos los límites de nuestro razonamiento.
El pensamiento, por si solo no lleva al hombre a encontrar el fin último y fundacional, lo que si hace es posibilitar al ser humano a que cada vez esté mas cerca de los objetivos y aspiraciones humanas. Es decir, proporciona todos los enlaces posibles, a través de relacionar descubrimientos y hechos para alcanzar estos objetivos; pero para entender el "objetivo primero, ese por el cual estamos acá", debe surgir una señal desde otro estrado de nuestra mente, debe nacer en otra parte de nuestra sabiduría.
Cuando arriba escribo que la religión debe aclarar estos fines, también sostengo que es ella quien debe introducirlos en la vida social del hombre.
Pues bien, pero de que manera la religión puede hacerlo, me pregunto en estos días tan inciertos para mí… me inquieta mi pensamiento atolondrado, me siento envuelto por la propia extática de la veracidad originaria.
Y no tengo otra forma de contestarme que dejando que los ejemplos y los valores trasciendan en una forma natural, simple y clara.
Es entonces cuando un hombre los puede incorporar de esa misma manera natural sin necesidad de justificar su existencia.
Parece ser a veces que la religión una aglomeración de tradiciones vigorosas y juicios de valores elevados, a los que difícilmente un hombre pueda llegar, pero sin embargo, son esos mismos atributos los que fundamentan sus valores y aspiraciones espirituales y morales.
En una persona religiosa, y me refiero no a esa que acomoda ciertas voluntades y actos de su vida social para aparecer como devota, estoy rodeado de ellas, las veo día a día peregrinar por las calles rumbo al templo, sino a esas otras que elevando sus conceptos espirituales, han despojado su alma de toda susceptibilidad y egoísmo, que de manera sincera están convencidas que a través del recogimiento alcanzarán de modo claro y completo, los valores y objetivos primeros o fundacionales.
En muchas personas creyentes pero, suele presentarse dudas sobre la veracidad de algunos escritos o liturgias de su culto y para una gran mayoría de ellas, su mayor contradicción resulta del concepto mismo de Dios, común en todas las religiones.
Este concepto, siempre nos pinta a un dios personalizado, omnipotente, justo y misericordioso, que brinda a todos los humanos, mas allá de clases sociales e inteligencias, distintas posibilidades de ayuda y buenaventura, entonces me pregunto desde mi estrecho entendimiento, si Dios es infalible, el destino de los hombres, sus actos y pensamientos, están por él marcados o guiados. Si esto es cierto, si esto es verdad, Dios es el responsable directo de nuestros actos, él los ajusta, es él quien nos destina. Porqué entonces este mismo Dios nos juzgará algún día, cual es su razón de castigos y premios, donde el cielo… a quien el infierno…
Se hace indudable, que para muchas inteligencias, este concepto de Ser Supremo mandando y juzgando, es desde la razón, incomprensible.
Este razonamiento es para mi consideración, la mayor coyuntura que la evolución misma tiene para entender, la mística y la fe religiosa.
Dejo por un momento este concepto de Dios universal, que si bien me resulta es contradictorio, nadie pudo, científicamente, refutar su autenticidad, agrego para ser sincero esta noche, tampoco pudo afirmarse por esa misma vía su autenticidad.
Me pregunto en estas horas largas de espera final, burlando el corto destino y arriesgando mi inmortalidad atea… que sería de nuestra historia si los sacerdotes trasmitiesen sus cultos sin infundar miedo y castigos y en cambio divulgaran sus dogmas celestiales como innatas fuentes inspiradoras, capaces de proporcionar el bien y la verdad en el común de la gente.
Considero a pesar de mi estado antropófago, que esta forma de difundir la religión fortalecería al género humano elevando por sobre sus temores y sus vicios la evolución del espíritu.
Solo así se engrandecería la verdadera misión de una religión tan mundana como preciada.
No puede entenderse una adoración convertida en una monstruosa odisea ecuménica de la razón humana, ávida de atinar un itinerario cimentado solo en la fe ciega, transportando los espantos de este pasar terrenal al mas allá, e infundir ese terrorífico miedo a la muerte.
Exijo hoy y aquí otra cosa.
En tu regazo te suplico, madre, que oigas mis plegarias y tu juiciosa enseñanza ilustre a diario mi espíritu y lograr así elevar mi pobre nivel racional y mi visión de la muerte.
Por que, como dijo Séneca, "Si el hombre es perecedero, perezcamos resistiendo, y si es la nada lo que nos está reservado, hagamos que esto sea una injusticia.
Marcelo Paús, ciudad de Luján, primera noche hora 02.48 del 16-07-83
CAPITULO X
(Infeliz alma aquella que quiebra lo que ha amado) Haykus
Pergamino, 29 de julio de 1983.
Soriano se dormía y despertaba en las últimas dos noches, repasando un figurín que había sido convalidado por las tres personas que, como testigos, estaban involucradas en el hecho delictivo que lo tenía obcecado.
Los datos que aportaron tanto Adrián, como Jorge Rodríguez Paz y Juan Labayen, el dueño del boliche que se encontraba abajo del departamento de Mabel, habían sido sin dudas la punta del ovillo para comenzar a tejer una hipótesis valedera sobre lo acontecido aquella fría noche frente a la plazoleta Belgrano.
A partir de la información que el hijo del negro, a quien le debía una visita, le había entregado al negro Martínez, jefe de criminalística y encargado de confeccionar las caripelas de los sospechosos, su convencimiento que se estaba por buen camino era pleno.
Primero, el tal Juan reconoció en el portador del rostro que se le enseñaba, a un tipo que había estado por lo menos un par de veces en su bar.
Aseguró además, que aquel día, en que se especulaba habían asesinado a la chica, a este sospechoso lo vio por lo menos en dos ocasiones. La primera bien temprano desayunando en el local, para él, el tipo había pasado la noche con la flaquita. Y así se lo trasmitió a Rodríguez, cuando éste la fue a buscar para llevarla al trabajo o algo así.
Sostuvo que la segunda vez que lo vio, fue a eso de las ocho u ocho y media de la noche, cuando el fulano se sentó en una de las mesas que se encontraban pegadas a la vidriera. No recordaba a que hora se había marchado ni si se había cruzado con la occisa.
"Tenía cara de tipo raro" observo más de una vez en la charla.
Dato que le era completamente inservible e inocuo para Soriano, "Quien no porta una cara de tipo raro en un pueblo donde se conocen todos…", pensaba el mono.
Por su parte, lo que pudo aportar a la causa el hijo del hijo de puta, como familiarmente llamaba Soriano a Jorge Rodríguez Paz, fue también de real valía, ya que en su segunda narración y mirando ese dibujo tan pasible como insensible, el pibe reconoció que se parecía en buen grado al tipo que había levantado en la ruta un par de viernes atrás, ya de madrugada, cuando junto a Mabel iban camino a Ramallo.
El inspector con el testimonio de Juan fresquito se animó a repreguntarle apenas hecho el primer silencio:
-Te parece que es el mismo que estaba en el bar de Juan cuando la fuiste a buscar esa mañana- Y mientras lo indagaba, impostaba su voz como para demostrarle al hijo de, que tenía conocimiento de algo mas, aunque ese algo mas se consumiría apenas el respondiera.
-No se…lo que yo le entendí a Juan, cuando pregunté por ella, fue que le consultara al tipo que estaba sentado junto a la entrada…y bueno, cuando pasé cerca de él, lo miré de reojo y como no lo reconocí, me fui. Tampoco el asunto era importante…la estaba buscando para llevarla al trabajo y como en el departamento no estaba…-
-Bueno…pero podría ser el tipo-
-Si podría ser…Pero la verdad es que no estoy muy seguro…lo de la ruta si, es bastante parecido… aunque este tiene como otro peinado…algo le noto raro en su cara-
– Puede ser que se lo haya cambiado…¿Vos como recordas al tipo ese que levantaron en la ruta?-
– Mira- Lo tuteó el joven mientras el investigador dejo pasar ese gesto de confianza sonriendo para sus adentros, le interesaba que el hijo de, confiara en él.
Continuó aclarando entonces Jorge:
-Aquel tipo tenía el cabello más largo y peinado para el costado, me acuerdo de eso porque dos o tres veces lo sorprendí acomodándose con su mano un mechón que le caía un poco sobre la cara… yo estaba un poco ebrio pero de eso me acuerdo…- añadió el hijo del militar soltando una carcajada frágil por su comentario.
-Volviendo al viaje ese, a esa noche de viernes…tenes que recordar bien que día del mes fue, sino se convierte en un relato con poco valor, imagínate, algo muy híbrido… y también te pido que busques en tus recuerdos alguna pista que nos pueda decir de donde venía o a donde iba este personaje-
-El viernes creo que fue el día tres…-
-El tres fue sabado…-
-El viernes a la noche o el sábado a la madrugada…no se, yo de mi casa salí el viernes a la noche y llegue a Ramallo el sábado a la madrugada, casi de día… se entiende…-
-Tenés que asegurármelo…no me sirve que me digas que crees que fue el tres o si entiendo o no…-
-Si, fue el día tres, a eso de las tres o cuatro A.M. se entiende ahora… igual mis amigos con los que me encontré esa noche lo van a confirmar- Y se río tímido por el chascarrillo.
Soriano dibujo una mueca fría en su cara, tratando de aparentar una muestra de aprobación y repregunto entonces:
-Ellos van a dar una fecha…solo espero, para tu bien que sea la misma que vos me das… comprendes, sino, se te puede complicar pibe…-
Esta vez Soriano fue rígido en su accionar y sus palabras hicieron eco en el frío recinto de la sala. Jorge percató entonces, que en verdad esa conversación era una sección indagatoria y no podía atolondrarse con contestaciones ambiguas. Buscó acomodarse mejor en su silla, se tomo unos segundos en silencio mirando fijo el piso gastado y sucio de aquella sala policial para después levantar su cabeza y mirarlo a Soriano haciéndole un gesto de aprobación y entendimiento a sus últimas palabras.
-Entiendo oficial- contestó en voz parda y prosiguió exponiendo:
-Estoy seguro que fue el tres de julio, a eso de las tres o cuatro de la mañana cuando levantamos a ese tipo… –
-Era este tipo…de eso también estás seguro…-
-Si no era ese que esta ahí en el papel, era uno bastante parecido y agrego que ese que levante esa noche camino a Ramallo, justo en la intersecciones de las rutas, también era flaco y mas bajo que yo-
Bien, dijo entonces Soriano. Entendiendo que la charla más o menos informal de un comienzo había dado paso a un formal cuestionario, como debía ser.
Soriano dejo que largos silencios se cuelen entre las preguntas y después de un rato, que a Jorge le pareció eterno, el inspector volvió a sondearlo,
– ¿Te acordás de donde era o adonde se dirigía este tipo…?-
-No me acuerdo mucho, creo que nombró Rojas o Junín, me parece que venía de ese lado… pero no estoy seguro… le repito inspector, estábamos un poco entonados…a decir verdad bastante, lo que si recuerdo fue que Mabel, cuando regresábamos, y pasamos frente a la estación de servicios donde lo habíamos dejado unas horas antes, me contó que ese turro le narró algo sobre una pelea que había tenido con su novia o su mujer… Ella riendo lo recordó apuntando algo así como "Pobre tipo… lo bruja que debe ser la mina para que se escape así corriendo…" Ahora, en que momento él se lo comentó no lo sé… pudo haber sido cuando pasamos por el pueblito de Alberti y ellos se quedaron en el auto mientras yo bajé para comprar cigarrillos.-
Soriano agradeció el testimonio y por primera vez lo despidió llamándolo por su nombre de pila:
-Listo Jorge… Por ahora gracias y si recuerdas algo más…ya sabes… dilo sin pérdida de tiempo, eso nos ya a ayudar a nosotros pero principalmente a vos…te queda claro eso, no…-
El joven asintió con su cabeza el consejo del inspector, pero una sonrisa socarrona le jugaba en su rostro, sabedora que el policía con mucho gusto lo pondría entre rejas si fuese por él.
Esa misma noche, la décima a contar desde que se había descubierto los despojos de Mabel casi por accidente, cuando un técnico del servicio de cable se animó a espiar dentro de la casa, al ver que nadie respondía a su llamado y la puerta estaba entreabierta, Soriano se sentó frente a su antiguo escritorio y comenzó a tomar notas en un cuaderno Rivadavia de tapas duras al que había arrancado las primeras hojas repletas de viejas cifras pertenecientes a una contabilidad casera.
En la primera página escribió con birome negra los datos de Mabel, comenzó con su nombre completo "Mabel Encantadora Gutiérrez, fecha de nacimiento 21-10-63, (Rosario) nombre de los padres (ambos fallecidos)" y así continuo llenando esa primera hoja, transcribiendo los datos que rezaban en la causa hasta que finalizó con un sombrío "fecha probable de fallecimiento 14 de julio de 1983".
Cuando concluyó de pasar los datos que no llenaban una carilla, los volvió a leer, una y otra vez, "Puta, que vida corta" se dijo a si mismo.
Dejó la siguiente página en blanco para luego comenzar a transcribir la historia desde el mismo momento que se enteró del crimen. Quien se lo había comunicado, bajo que circunstancias, como llegó al escenario horrendo, quienes ya estaban, peritos, policías, curiosos, vecinos…trató de recordar en detalle cada paso, cada frase, cada rostro y el gesto de cada una de las personas que en forma directa o indirecta, estaban involucrados en el caso, en su caso.
Terminado este paso, adelantó en blanco muchas hojas y por la mitad de esa especie de libreta de anotaciones, empezó a garabatear datos del sospechoso, añadió con un ganchito una copia de su identiquid y luego adjuntó:
Altura: 1.75 (aproximadamente)
Peso: entre 60 y 70 kilogramos (aproximadamente)
Color de piel: Blanca
Color de cabello: Castaño claro (puede ser teñido)
Color de ojos: Celeste o claros
Contextura física: Delgado
Posible tic: Arreglarse continuamente el pelo
Oriundo: Posiblemente sobre la ruta 181- Rojas – Junín
Edad: entre 23 y 25 años
Y no mucho mas… era poco, lo sabía, más siempre observando atento el retrato que jugaba nervioso entre sus manos, especulaba que esa lista pronto se incrementaría de señales, rastros e indicios.
Estaba tranquilo, confiado en descubrir a él o los autores de ese aberrante asesinato. Se veía muy crédulo con su destino.
Luego de un par de horas sentado frente a su cómodo escritorio y habiendo repasado por décima vez sus escritos en el viejo cuaderno, anotó en la portada de éste con letras mayúsculas de imprenta "La noche de la venganza", pues estaba convencido de manera fehaciente que el criminal era alguien ensañado a modo extremado con aquella chica.
Miró con extrema atención el rotulo elegido pero su mente estaba pensando en otra cosa, como sucede muy de a menudo y volvió abrir el cuaderno para retocar y añadir otros datos que aparecían sueltos. A minutos, se encontró de nuevo corrigiendo un importante número de carillas con todo tipo de reseñas y acotando al pie de página, nombres, apellidos y apodos de diversos personajes. También escribiendo en los márgenes datos sueltos que, según su impronta, podrían tener alguna valía, describió con lujo de detalles cada una de las charlas con los testigos que lo habían visto, que habían tenido algún contacto con el buscado. Cuando terminó de escribir, cerró su cuaderno y se dispuso a ensayar algunas hipótesis sobre los hechos acontecidos y como derivación de ello, cuales eran los pasos a seguir.
Pero antes de todo este conjunto de axiomas, se levantó por primera vez de su mullido sillón de cuero negro y se condujo hasta a su bodeguita del living para servirse un buen coñac. Le gustaba un coñac bien seco, de etiqueta marrón, que deletreaba como portugués, pero en realidad se denominaba Portujan.
-Me lo merezco- exclamó en voz alta cuando su figura se reflejó sobre el gran espejo a la entrada del pasillo que conducía a la otra ala de la casa.
Era más de las tres de la madrugada.
Solo los agudos y cíclicos ronquidos de Nora, bajando del piso superior, donde se encontraban los cuartos, modificaban la quietud de la fría noche.
Su ansiedad rehuía del sueño, estaba excitado, se sentía tan estimulado como un estudiante a punto de recibirse.
Saboreo de modo lento su copa de licor importado bajo un haz de luz tenue que emanaba de su "barcito", así había bautizado a esa esquina del comedor, diseñada especialmente por él para celebrar ocasiones como esa.
Su mente giraba solo en torno del asesinato.
No existía en su conciencia la posibilidad de pensar en otra cosa.
Los perezosos y lánguidos soplidos de su vida se habían convertido de pronto en frenéticos cuasi histéricos instantes azulados.
Ese tiempo tranquilo, que en un pasado reciente solo se repartía entre su monótono cotidiano, en el presente acorralaba todo lo acostumbrado para dar vía libre a su interesante obsesión.
En voz alta se indagaba una y otra vez:
"Quién era ese tipo que describió el pibe del negro Pereira…"
¿Y porque había matado a la piba si todo hacía indicar que la había conocido solo esa noche cuando lo levantaron en la ruta…?
¿La conocería de antes…?.
Al parecer no… se dijo.
¿Pero el fontanero lo vio con ella y a su parecer durmieron juntos?
¿Cómo volvió el tipo a verla… a encontrarla…?
"De casualidad parece imposible"
Se contestaba alterando la calma del hogar, y exasperado por su propia ignorancia.
¿Si no era del pueblo… el tipo la conocía de otro lado sin que ella supiese…?
Pero no, enseguida se corregía, "No se va a parar a tres o cuatro de la mañana en medio de la ruta, hacer dedo y esperar que ella pase con su novio…imposible".
"Hay algo que no me cierra" se decía mientras ya apostado otra vez en su pupitre anotaba datos y preguntas.
"¿Sería el mismo tipo el facineroso que la mató y el que el "hijo de" había levantado en la ruta…?
El dice que sí, que es casi seguro, un noventa y cinco por ciento me dijo…pero.
¿Por qué lo levantó en la ruta a esa hora…?.
El turro este no es tarado, sabe que eso de levantar gente extraña y menos a esa hora es un acto peligroso y justo él, que, como nadie, sabe que hay que cuidarse… si se lo habrá advertido el turro de su padre, todavía no llegamos a diciembre…tendría que saberlo.
No sé si será un buen tipo como dice mi amigo pero de lo que estoy seguro es que no es ningún boludo… y después…
¿Por qué no lo reconoció al fulano cuando se lo marcó el dueño del bar, si apenas había transcurrido una semana que hipotéticamente lo había levantado en la ruta?
"Mas que curioso… ¿Es real que se le había borrado la cara…? Por lo menos digamos que es dudosa esa posibilidad…"
¿No será que no le convenía que Juan supiera que se conocían…?.
"Ahí va", dijo con exaltación y agregó "parece que está aclareciendo".
Sorbió un trago largo de su coñac y dejo que su teoría siga fluyendo convencido que podía estar en una huella convincente.
"¿Porque esa noche el tal Labayen asegura que el fulano estaba en el bar, en una mesa de enfrente… y o casualidad, la piba baja del auto del propio Rodríguez Paz? El mismo que minutos mas tarde, también de manera casual, pasa a buscar al colorado y por último, la tercera casualidad, esa noche se va al cumpleaños de la hija del juez… solo, solito, sin su novia… es extraño, o por lo menos dudoso…
Este la entregó. Pero, ¿Porque… que intentaba ocultar? Nadie asesina porque si, tiene que existir un motivo… por ahí la piba sabía algo que a él le disgustaba, porque no creo que este la haya matado solo porque la piba le era infiel… Acá hay algo más… a ver si todavía es cierto esto que comentaba la prensa de la droga y todo eso… ¿Por algo lo preguntaban… hay que investigar a este Rodríguez Paz…quien te dice que atrás de todo esto no se esconda algo groso…
A esta altura de su análisis, la mente de Soriano tejía, sin darse ningún respiro, alrededor del nombre de Jorge Rodríguez Paz, el hijo del hijo, en estas nuevas circunstancias tan hijo como su padre, toda clase de conjeturas y su figura revoloteaba en su razonamiento policial como el principal sospechoso y el cerebro de la muerte de la piba.
No cerró un ojo en lo que quedaba de esa noche, ni siquiera intentó acostarse.
Los ronquidos de su esposa eran sordos a sus oídos y su ansiedad por cuidar todos los costados débiles de su hipótesis lo llevó a escribir, borronear y volver a escribir una y mil veces teorías y posibilidades.
Acompañó el lento tránsito de la fría vigilia, consumiendo hasta el final la botella de su buen coñac y dejando como tácito comprobante, múltiples aureolas redondas sobre la ajetreada mesa.
Los primero rayos de febo lo descubrieron marcando el teléfono del fiscal de la causa.
-Hola ¿Pepe… creo que tengo una buena hipótesis, tenes tiempo ahora?-
CAPITULO XI
(Los deseos incontrolables nunca se deben razonar) Haykus
Lujan, 20 de agosto de 1983.
Mi presente no justificaba una interferencia en la vida de nadie, mi razón por respirar en aquellos días era la naturaleza arcaica, pero lo sorprendente del destino es que no existe, se dibuja a través de decisiones colectivas e individuales.
Una tarde temprana de agosto, camuflada con una temperatura de novel primavera nos hacia sudar los cuerpos envueltos en camisas gruesas de algodón, a Rogelio se le ocurrió llegar a la casona acompañado de su joven mujer.
Yo no la conocía y debo reconocer que cuando mi vista se cruzó con sus maravillosas curvas, en mi mente una perilla volvió a activarse soltando mi libido en torrentes desmadrados de toda cautela y sosiego.
A Celia, la pareja del patrón, la contemplé en aquella tarde tal cual la imagen que mis ojos retenían…una hermosa mujer, de tez blanca casi transparente, cabellera rubia, suelta e indomable por el viento sudoeste de la campiña, piernas de muslos fuertes, bien formados y cara de niña con gestos de adolescente… más, transcurrido un resplandeciente espacio de mi vida, descubriría en forma grata, muchas otras de sus sabrosas y apasionantes cualidades.
Cuando ellos llegaron a la chacra yo estaba a unos veinte metros de la casa en un cuadrado de árboles frutales recién llegados desde San Pedro. Rogelio, apenas estacionó la chata, se acercó para pedirme a que prepare un par de encargues que debíamos entregar esa misma tarde. Ella se quedo unos minutos sentada en la camioneta, contemplando muy atenta los árboles frutales que yo estaba acomodando, luego con un aire distinguido descendió del vehículo y se dirigió directo a la casona principal sin siquiera mirarme.
Aceleré el trabajo para terminar lo antes posible el encargue de mi patrón pues deseaba hacerme un tiempo para cruzarme con esa señora. Me picaba saber de su presencia tan cercana a mi persona. Era posible que ese aislamiento que de alguna manera me había impuesto, estuviese llegando a su fin, con mucho fulgor y ganas entendí que mi humanidad buscaba recobrar esas perdidas ansias virulentas dentro de su ser.
Mientras cargaba los arbustos de cítricos en la caja de la chata, pensaba cuan bonita era, ¿Cuál sería su nombre?, ¿Porque estaba al lado de un tipo mucho mayor que ella?, ¿Sería amor? O buscaba solo protección… podía ser probable que esa mujer, bella al extremo, solo era una más de las tantas interesadas en asegurarse un buen porvenir… lo que en realidad sé, es que no me importaba hallar en aquel momento una respuesta fehaciente, solo se trataba de ejercitar un proceso mental, un simple juego pergeñado por mi raciocinio para pasar el tiempo.
Estaba por terminar de acomodar en la caja de la camioneta todos los mandados, cuando la rubia se aproximó ofreciéndome con su blanca mano un vaso de jugo.
Agradecí el gesto estirando mi diestra tan transpirada como sucia, y en aquel instante comprendí que el casual roce de mis dedos con esa tersa piel era un punto de pandeo en mi destino. Sorprendí en su mirada una dulzura especial y sus labios dibujaron una sonrisa tan complaciente como cómplice, que jugaría entre nuestros silencios, toda esa tarde.
Se marcharon a las tres horas y acusé un último atisbo de esperanza antes que su figura agraciada se trepe al asiento de acompañante de la camioneta cuando me dijo:
-Marcelo, por favor cuida de mis rosales, pasaré a buscarlos una tarde de estas-
-Vaya tranquila señora, los cuidare como hasta ahora- Y mirándola de reojo atrape su sonrisa tramposa que me guiñaba un ojo.
Y esa tarde anunciada llegó con la celeridad que mi expectativa fantaseaba y su multiplicación en el tiempo fue un presente eterno en mi presente y en cada uno de esos crepúsculos febriles, Celia se consagraba sin límites al deseo y la pasión.
No existieron en mí, después de su primer beso, caminos nuevos sin su huella marcada en él.
La efusión que emanó en esas célebres semanas, agotó mi cerebro y mi intuición por completo.
Ella conciente que era mi sol, me obligaba a desearla…y yo, por convicciones e impotencia me erguí como su sometido…a tal punto, que la ausencia del perfume de su sombra era motivo más que suficiente y verdadero para suscitar dentro de mí, un profundo dolor en el alma y no existía forma, en estos desencuentros, de desprenderme de su figura ni siquiera en el sueño.
La odisea de transitar en esta majestuosa cornisa amorosa, obnubiló, de modo considerable, el pretérito cercano de una manera arto peligrosa, a tal punto, que exigua atención le presté a la noticia que se extendió por todos los medios periodísticos de la zona sobre posible encarcelamiento del presunto autor del asesinato de la perra prostituta.
Una mañana, cuando desayunaba solo entre tanta soledad, al escuchar por décima vez la noticia sensacionalista que se sospechaba que el autor del aberrante crimen podía ser el hijo de un militar en servicio activo, me sentí invadido por el aura de aquel amor inconcluso y su hálito intentó volar a mi presente, pero por suerte, mi raciocinio se puso firme ante mis emociones, recordándole con entera fortaleza a mi remendado corazón, aquel descarriado y cruel engaño, y por suerte su evocación disipó cualquier locura.
En el instante de debilidad jugó en mi mente la idea de volver aquel infierno y ver que pasaba. Deseaba experimentar en situ el presente de mi ex socio.
Si de nuevo me mostraba deambulando por sus horribles calles y pasaba desapercibido, volvería a dulcificar esa ansiedad que me carcomía el tiempo y en definitiva me sentiría, obviamente, mas libre y tranquilo.
¿Podría alguna vez sentirme así? Este era mi único anhelo.
Pero solo fue un amague de mi incertidumbre que no prosperó. De igual manera debo ser honesto que ese día no fue fácil de transitarlo y se profundizo la herida cuando Rogelio, en su vuelta de rutina del mediodía, después de dejarme un par de pedidos para la tarde, mencionó el tema de manera burda y mezquina cuando por la radio local volvían a repetir la crónica:
-Viste, pobre piba, hay que ser hijo de puta…- Y dejo la frase flotando en el aire buscando una necia aprobación de mi parte que nunca llego. Ante el silencio agregó:
-Seguro que ese turro es el asesino, pero vas a ver como zafa por ser el hijo de un militar…ni siquiera esta preso para averiguaciones… A esos tipos hay que castrarlos primero y matarlos después, pobre chica…-
Otra vez "Pobre chica, pobre niña, pobre pendeja calentona, prostituta de cuarta, mentirosa…murió como debía, en la cama…"
-Por ahí no fue el tipo Don Rogelio…vaya uno a saber como fue el asunto…- dije entonces agregando nada.
Pero contesto muy seguro de sus dichos:
-Si los periodistas ya lo marcaron por algo será… pero en algo tenés razón, por ahí meten preso a cualquier perejil… –
No le contesté, simplemente lo miré sonriendo y asentí con la cabeza.
Nadie tiene la voluntad de preguntarse de los conjuros esotéricos y divinos desde donde se proyecta esa fuerza enigmática y cruel que opera dentro de ese alma elegida y esclava que, sin atrevimiento, se somete a una empresa superlativa para cualquier ser pensante como lo es la de quitarle la vida a otra persona, mas allá que ésta sea deshonesta y falsa.
No cualquiera es dueño de ese convencimiento, no cualquiera se yergue impoluto entre sus cenizas blandiendo en su diestra un corazón sangrando sabedor de estar haciendo la voluntad del mismísimo creador.
Ella no era una pobre chica, ni yo soy un pobre muchacho confundido.
Y me parece que es la mala formación de valores un error generalizado, alimentado por el egoísmo humano y la masificación involuntaria de la sociedad moderna.
Toda interpretación deformada que interprete la ansiedad vulgarizada de la cruel realidad humana, crea antagonismos irrelevantes y caprichosos que desvirtúan toda interpretación sólida de evolución humana y es así que entonces el hombre busca su destino terrenal y universal defendiendo órdenes antagónicas con su naturaleza humanitaria.
Su inconsistente y quebradiza grandeza significa que cualquier mortal busque su proyección eterna en el transcurso de su vida, pero no dudará en defender causas e intereses netamente terrenales para valorar esa vida y ante la menor incidencia de intereses incompatibles entre ambas búsquedas, de seguro serán estos últimos los que tengan prioridad sobre los primeros.
Nos replanteamos entonces la pregunta: cual es el punto del hombre en el mundo, cual es el sentido de su vida…
Cual es la salvación del hombre, existe o no un modo de perpetuación de los valores personales, pudiendo a veces conectarse con la religión, cuando se admite la posibilidad de una nueva existencia…
Preguntas sin sentido, sino se tiene convicción que la búsqueda de una verdad que nos calme el ansias de entender nuestra vida, tiene sentido.
Yo en aquellos días comenzaba a intrigarme por ese principio ancestral.
Rogelio era simplemente un hombre engañado, un cornudo afásico.
"Si tenias ganas de abrir la boca y soltar palabras inertes de toda idea fundada, porque no hablaste de tu mujer, otra calentona y prostituta…
Sobre que querías opinar, con que criterio, pobre infeliz, si nunca lograste relacionar al mundo desde otra visión que no sea la hipócrita de todo hombre mancebo del sistema"
Ese mediodía empecé a odiarlo y esa tarde, cuando él estaba en pleno reparto, me entregué de modo consciente a una maratón sexual con Celia y no acaeció otro crepúsculo en mis días como aquel.
Fue aquello una danza de fuego donde reinaron en forma constante, impresiones dispares, mezcla de erotismo desenfrenado rayano por espacios a un deseo morboso y un afán resentido y quejoso que produjeron una representación de sexo extremo.
Esa tarde dejó de existir el maldito reloj con la alarma puesta a las siete y diez, para llegar a su casa, bañarse y esperarlo con una sonrisa resplandeciente brillando en su boca… Y no hubo barreras ni pruritos en los juegos amatorios, y mi piel recorrió toda su piel transpirada, envuelta en aromas seductores que activaban de continuo deseos e instintos puramente carnales, y el último jadeo nos encontró desnudos sobre el piso frío de la galería, arrumbados de apetito genésico. Se fue a las diez y pico sin preocuparse demasiado por las excusas.
Cuando ella se marchaba, pensé en mi patrón: "Habla ahora de las pobres chicas. Quiero saberte herido, embaucado, tomado por un tonto, tú que eres honesto y fiel…
Quiero que tu carne se estremezca y tus viseras se revuelvan dentro de tu cuerpo cuando te sepas traicionado, que harás entonces…que demandaras dentro tuyo, que le dirás a ella, cuales de tus pensamientos disociarán tu raciocinio en aquel instante, quiero saberlo simplemente porque quiero curiosearte en ese mismo momento, a ver si continuas ponderando y considerando a las pobres chicas…"
Después de aquella víspera, Celia comenzó a cambiar composturas y sus visitas se hicieron mas asiduas, temerarias, estúpidamente temerarias, al límite de esconderse una mañana, totalmente desnuda en el baño cuando su marido se apareció de improviso en la chacra.
Sospecho que Rogelio al tiempo intuyó que algo estaba pasando entre nosotros, una mañana temprano antes de irse me dijo tranquilo que le comente a su mujer acerca de unos bulbos:
– Cuando la veas a Celia pregúntale por los bulbos de fresias dobles, porque me parece que ella los guardó el año pasado-
"Bueno", inconsciente le contesté sin darme cuenta que de esa forma estaba avalando su sospecha. El tipo ni se inmutó, no repregunto siquiera, siguió tranquilo con su ritmo cadencioso, cargando cajones de plantines en la chata. No le guardaba lástima, más, a partir de ese día le fui perdiendo el poco respecto que le tenía.
Otra vez se apareció casi anocheciendo y me preguntó si sabía donde estaba Celia o si la había visto por la chacra esa tarde pues había llegado a su casa y no estaba…Y pasada una hora y media de espera, le consultó por ella a su vecina y entonces ésta, le comentó que la había visto salir temprano en su auto rumbo a la ruta…
Mi respuesta fue mas cuidadosa esa vez, a pesar de haberla amado toda aquella tarde.
El desdichado, cuando puse cara de no saber nada, se llevó la mano a la cabeza, hizo una mueca desagradable y parco como siempre, se marchó. En un momento, cuando caminaba pausado como arrastrando los pies hacia la camioneta, se detuvo en seco y se volvió hacia mí; se quedo parado, inmóvil, mirándome unos segundos eternos y sin decirme nada se alejo de nuevo hacia su auto.
Celia luego me comentó, que esa noche había sido el cumpleaños de su mejor amiga y él sabía muy bien donde estaba.
Estaba claro que Rogelio tenía o empezaba a demostrar incipientes muestras de desconfianza sobre nuestra relación y estas circunstancias generaban en mí una situación comprometida e incómoda que se potenciaba por la inmutabilidad de Celia.
Pues engañar al marido es un suceso de amplio espectro, posible de interpretar y definir a través de una cascada de vocablos tan diversos como legítimos…pero que esa infidelidad no le importe al protagonista directo es por lo menos una postura arto peligrosa.
Muchas noches tirado en mi cama solía pensar en ello. Ese hombre se sabía engañado por su mujer y no hacía ni decía nada. Que estaría pasando dentro de su cabeza. Sentiría por sus venas cansadas, el miedo a perder un amor o era un simple fundamento, al temor de tener que arrancar ya de grande, una nueva vida.
Miedo a la crisis o perturbación como dicen.
Rogelio no solo por su edad era un hombre conservador, se le intuía en cada uno de sus actos, en su forma de caminar, de vestirse, de moverse, de mirar… Sus dichos y sus largos silencios reafirmaban esa condición.
Pero cual era su temor mayor, el que ella lo abandonara y entonces su espíritu deambularía deshabitado otra vez, era eso, su potencial soledad paralizaba por completo cualquier reacción sanguínea o racional y le forzaba a humillarse ante cualquier degradación que sus circunstancias le tendiesen, tanto la amaba para compartirla antes de perderla, imposible, el que ama no desea compartir con otro ser ni siquiera la sombra de su amada… tal vez no la amaba tanto y Celia era inteligiblemente un acostumbramiento de su cuerpo, un cotidiano mas en su anodina subsistencia.
No podía tropezar con una respuesta sensata y reflexiva a este interrogante de umbral filantrópico.
El amor nace siempre como una agraciada utopía y las utopías, aún las más exquisitas, se construyen en forma subjetiva, desde corazones generosos.
Como leí de Goytisolo, "La utopía no existe sino cuando se prueba y se fracasa".
Rogelio creo yo, se encontraba aún buceando en sus quimeras e ilusiones y la relación con su joven mujer, de seguro, se erigía como su principal sueño.
Pero los días de oscuridad no tardaron en llegar.
Cada día que pasaba en mi cama, Celia se perfeccionaba en su actitud de buena amante, pero su predisposición al vicio y al amor parecía que estaba ligada de una manera directamente proporcional al absurdo aumento de sus actitudes irresponsables.
Una tarde en la chacra, habiendo acompañado a su marido, me dio un beso en la boca cuando él giró la cabeza para observar unos cajones de crotones que había dejado un mandadero de misiones y en otra ocasión, sentada muy cerca mío, la deliciosa atorranta no dudó en tocar mis genitales durante largo rato buscando y consiguiendo la erección de mi miembro, mientras yo intentaba vanamente clasificar unas semillas de césped y teniendo a Rogelio a pocos metros de espaldas, limpiando unos plantines de no se que especie.
Celia se fue tornando en poco tiempo en una mujer demasiado exigente para mi gusto y mis posibilidades.
A sus asiduas visitas vespertinas le fue sumando encuentros matutinos bastante periódicos y hasta se animó a aparecer alguna noche, cuando Rogelio con algún amigote se llegaba hasta el club social, cerca de su casa, a jugar una partida de tute, tomar unos vinos y hablar de mujerzuelas.
Lo que comenzó a atormentarme, aparte de esas continuas visitas cargadas muchas veces de una tensión fútil, gracias a su postura despojada de toda cautela, fue la metódica y sigilosa forma de ingerirse en mi cotidiano sin que mi razón lo notara, hasta que la realidad me pegó de lleno en la cara.
Entonces, cualquier día resolvía sin mi consentimiento lavarme la ropa o planchármela, o estando yo trabajando por ejemplo en los invernáculos, ella, sin anunciarse, llegaba a la casa y se ponía a limpiar y acomodar mis cosas.
Los días pasaron sin detenerse en mis estaciones favoritas y las otrora mariposas crecidas de la tentación comenzaron a envolverse en una espesa humedad pegajosa autóctona de la más insoportable relación humana.
Se anunció en forma temprana ese año la primavera y yo me di cuenta que me estaba hastiando de Celia.
Su sombra era para mí, a esta altura de los acontecimientos, un macabro tormento, así que resolví pensar como apartarla de mi vida.
CAPITULO XII
(Alerta, que tus días no pasen más pronto que tus sueños) Haykus
Pergamino, 16 de agosto de 1983.
El teléfono sonó apenas dos veces antes que Nora atendiese, atenta desde la mañana estaba esperando el llamado de su suegra que vendría a visitarla ese fin de semana:
-Hola si…-
-Con la casa del inspector Soriano- Una voz solemne y apostada repiqueteó en el auricular del teléfono.
-Si…- Afirmó la esposa del policía.
-Podríamos hablar con él- Otra vez sonó severa la voz.
-De parte de quien…- Dijo entonces con un dejo de ofuscación ya que no le gustaba que la urgieran ni siquiera por teléfono.
-El coronel Rodríguez Paz le quiere hablar, la molesto del comando III de operaciones…-
-Usted es el coronel… – Se atrevió a repreguntar segura de la respuesta.
-No, su secretario- El tono bajo entonces unos decibeles.
-Ha… Si mi marido lo puede atender, le pasaré la comunicación…- Y sin esperar alguna respuesta dejo apoyado el aparato sobre la mesita esquinera donde estaba y fue hasta la pieza donde su pareja dormitaba una cómoda siesta.
Le costo despertarlo pero lo zamarreo de los hombros varias veces hasta que él abrió los ojos:
-Vicente es para vos… El padre del hijo de puta…querés atenderlo…o le digo que no estás-
-Estoy. Sí lo voy a atender. Vos no te hagas ningún problema, pásame la comunicación…sabía que iba a llamar este turro…-
Ella caminó entonces apresurada hacia la sala para colgar el auricular del teléfono cuando Soriano le observo:
"Y cuelga… no te quedes escuchando…"
Nora arqueo una ceja de mala manera, y sin darse vuelta le imperó una buena putiada.
La conversación si bien escueta, tensa y diplomática, sirvió para que ambos protagonistas tuvieran un primer contacto en toda esta historia.
Convinieron en verse a la mañana siguiente en un lugar neutral, así que acordaron encontrarse en la casa del médico Da Silva, conocido de ambos, previa llamadas cruzadas para ponerlo en aviso y diera su consentimiento; cosa que sucedió sin mayores contratiempos, apenas un cambio de horario puesto que Da Silva, a la hora que ellos convinieron, tenía una intervención quirúrgica programada.
Así entonces el encuentro se reprogramó para las once de la mañana.
Soriano no continuó con su merecida siesta sino que se levanto y preparó el baño para darse una ducha rápida.
Nora, cuando él terminó, ya le tenía preparado el mate y trozó una torta de chocolate que era la preferida del policía.
Todo el resto del día se lo observó ansioso a pesar de cumplir varias tareas y estar de acá para allá, sea por este caso principal o algún otro de menor cuantía, como lo fue el robo de unas cuantas chapas nuevas recién compradas por el dueño de la carnicería La Imperial, de la ruta 6, casi a la entrada de la ciudad y cuyos únicos sospechosos eran los Montenegros, dos hermanos que vivían en la misma cuadra del incidente y a quienes, mas de un vecino, los vio acarrear en una destartalada chata, las chapas en cuestión.
La resolución era asunto de horas, llamar a testificar a un par de testigos y un buen apriete a cualquiera de los dos hermanos.
No quería pensar en Rodríguez Paz, pero como hacerlo, si era su obsesión, su camino para salir de esa vulgaridad gris, tinte del pueblo todo.
Cuando una vida uniforme se ve perturbada por lo que sentimos, ese sentimiento materializado se constituye sin razón alguna en un hecho trascendental o significativo para esa armonía sosa.
Nos pasa comúnmente que, con un agudo estado de ansiedad superlativa aguardamos esa resolución a la que creemos final o suprema, pero nada sobrenatural ocurre.
Cuan equivocados estamos.
Porque el tiempo no entiende de alteraciones mundanas e intrínsecas, no existe para los relojes congoja, incertidumbre o desazón… el tiempo en esas horas cruciales donde nuestro pulso se acelera pasa igual, con su misma lentitud y su misma aterradora macha mortal que todo traga y sumerge en el eterno olvido, buenos y malos suspiros de las gente, sin sentirse un monstruoso y horrible caníbal destructor por ello.
Soriano en esa víspera se dio cuenta de ello.
Su tarde no fue la de los cuentos de ficción, donde una trama se enhebra en condición sistemática en peldaños numerados… ese crepúsculo paso como los otros tantos de su tradición, con sus mismos tristes protagonistas y sus mismos escenarios pobres y velados.
La única mutabilidad, la única transformación, no acaeció como la relatada por el gran kafka en su metamorfosis, fue solo subjetiva, en sus entrañas, en su espíritu y razón.
Los minutos pasaron como siempre, de modo habitual, sin ningún otro apelativo significativo que implique una importancia cualitativa, todo fue semejante, similar para el inspector, porque el mundo fuera de su cuerpo siguió girando igual, el universo no cambió su eje…
Los canjes y permutaciones transcurren dentro de uno, son sustraídos por nuestros humores y contradicciones y entonces lo subjetivo se multiplica hasta el infinito.
Ni él mismo recuerda si esa noche pudo dormirse.
Nora sospecha que ni siquiera se acostó en su lecho. Cuando se levantó, a eso de las ocho y media de la mañana, Vicente ya estaba bañado y vestido con su traje marrón.
Ella comprendió la importancia que tenía para él aquel instante, tal vez por este motivo noble fue que esa mañana intentó no regañarlo como lo hacia habitualmente.
Vicente apenas pasadas las ocho ya había telefoneado a la oficina del secretario de la causa, Félix Rotundo y al propio juez de la misma, su compañero de colegio Gustavo Lagos, para interiorizarse sobre los últimos autos de la causa y ambos le confirmaron que la detención del pibe del milico era cuestión de horas.
"Por eso el hijo de puta me quiere hablar…ya lo sabe… Que me querrá pedir…" se preguntaba una y otra vez mientras daba vueltas por la casa sin razón aparente.
La hora once parecía no querer llegar nunca y Soriano puso en marcha el auto a eso de las diez y veinte.
Entro y salió de la casa como tres veces sin motivos aparente y menos cuarto partió rumbo a la residencia de Da Silva, que se hallaba a apenas a ocho cuadras de su casa.
Quería estar dentro de la casa del médico cuando el militar llegase, esperándolo cómodo sentado, tal vez bebiendo un café, ese era el cuadro que su imaginación le regalaba. Lo recibiría con la calma y la humildad de los que se creen superiores, tal vez una sonrisa de cortesía pero siempre manteniendo la distancia que le brindaba su actual protagonismo…
Pero nada así ocurrió porque por suerte, el destino nunca marca planes y menos los nuestros.
Juntos llegaron Soriano y Rodríguez Paz.
Sus vehículos estacionaron frente a la casa del doctor al mismo tiempo. Bajaron casi en forma simultánea y apenas lo hicieron sus manos se saludaron de forma cordial. Da Silva apareció entonces de la nada y los invitó a pasar a su casa.
Todo muy informal, muy tranquilo. Si los partícipes elaboraron de antemano alguna estrategia o tenían marcados pruritos uno sobre el otro, todo desapareció con el simple contacto de la realidad.
La reunión se alargo hasta mas de las una de la tarde y un Soriano relajado se sorprendió por el trato afable y gentil del militar que en ningún instante de la plática modificó siquiera su lineal tono de voz pausada. El se lo había imaginado como un tipo intolerante y soberbio como todos los uniformados del ejército, pero ante su asombro se tropezó con la antítesis de su fantasía.
Vicente escuchó atento la liturgia apenada del padre del reo que en ningún momento pidió impunidad para su primogénito, tan solo le requirió al policía que interfiera ante el juez de la causa para que no trasladasen a Jorge al penal de Junín en caso de que se resolviera encarcelarlo.
Ambos eran consientes de lo mal que la pasaría el preso si el tribunal tomaba esa medida. No esta bien visto entre los penados aquel que mata a su amante de la manera que lo habían hecho con Mabel y menos si este es el hijo de un militar…
Soriano no le prometió nada en absoluto pero se comprometió hablar con el juez personalmente esa misma tarde y también le ofreció visitar a su hijo en la comisaría cuantas veces él quisiera, sin límites de horario ni régimen de visitas. Hecho que el padre le agradeció en más de una ocasión durante la charla.
En un momento de la larga tertulia pues, en eso se había transformado la seudo discusión, el militar con un estilo muy parlamentario le insinuó a Soriano que se estaba ocupando en indagar algunas pistas y canales paralelos a la investigación realizada por él, a la que elogiaba en casi todos sus aspectos, menos claro está en los que culpaba a su hijo.
Por primera vez en esa mañana Vicente se encontró sorprendido ante la confección casi impune que el militar le hacía e intentó buscar una manera elegante pero firme de acotarle la falta que estaba cometiendo con su proceder. Pero no supo como, esa es la verdad. O no se animó o se descubrió atrapado por la telaraña verbal que el militar había tejido de manera paciente, desde el comienzo de la visita, lo cierto es que dejo pasar la oportunidad de regañarle esa actitud de intentar seguir una investigación paralela y solo se limito a sugerirle que siempre lo consultara antes de dar algún paso que pueda entorpecer el curso legal que sus hombres estaban llevando a cabo:
– Señor coronel, comprendo sus ansias de esclarecimiento de este lamentable suceso en que esta implicando a su hijo mayor, lo entiendo, créame, pero me siento con el deber de decirle, en pos de esta amble conversación que mantuvimos, un hecho que usted conoce mejor que yo y es que su actitud esta rayando el límite de lo legal y no quisiera en un futuro tener que sentarme frente suyo sin esta armonía reinante… Sé también que, por más reparo que yo pueda procurarle, usted persistiera averiguando por su cuenta… en su lugar, tal vez haría lo mismo. Por lo tanto apelo a su juicio y solo le pido que me tenga al tanto de todos sus hallazgos e informaciones.
– No tema Soriano, no voy a cometer ninguna tropelía, desde ya le estoy agradecido por interferir ante su amigo el juez Lagos… –
CAPITULO XIII
(Ayer, ayer… solo te recuerdo cuando me duele el hoy) Haykus
Pergamino, 18 de septiembre de 1983.
Mis días de florista pasaban menos rápidos que los de amante, pero éstos últimos me estaban fastidiando altivos, en desmedro de mi integridad emocional y psíquica.
Los días que Celia pasaba por mi cama anunciaban, de manera indefectible, noches truncadas y aborrecibles.
Su mismísimo frasco aterciopelado y sabroso, como néctar de los dioses, se convertía en una repulsiva bolsa de huesos y músculos agarrotados en mi solitaria penumbra nochera.
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