Hace más de un siglo, decía José Martí, el pensador continental de patria cubana, que "Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. (…) Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada; se sabe hermosa, y la belleza echa luz (…). Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor." (Martí, 1963, t.20:219). De este modo, desde la óptica masculina, sintetizó un ideal femenino que ponía proa a una estima basada en la eticidad, con expresión sin ataduras ni frivolidades. Este criterio martiano me permite situarme en un punto del pensamiento finisecular de los años ochocientos, para abordar, antes y después, el tema de las relaciones entre los sexos y su resonancia en la práctica educativa desde la mujer y para la mujer en el Caribe y, en particular, en las Grandes Antillas hispanohablantes. En esta dirección cabría preguntar qué se hizo para romper barreras o disminuir las distancias entre los sexos en la construcción social; cómo se comportaron las mujeres excluidas secularmente en los procesos de transformación, en los cambios a escala nacional o local y en la formulación de mecanismos connotativos de virajes materiales y de conciencia; cómo se comportó el sujeto social femenino en la esfera educativa; qué papel desempeñó la educación femenina en un siglo tan definitorio para los proyectos nacionales caribeños como lo fue el siglo XIX. Muchas de las respuestas están en el pensamiento de la época, fundamentalmente de la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo del XX.
Particularmente significativa es la urdimbre epocal en la que la mujer despliega su actividad y que la ve crecer en posibilidades y prestigio en tanto gana para sí algunos de sus primeros derechos en una sociedad marcada por las relaciones de permanente subordinariedad. Múltiples ejemplos así lo testimonian, lo que no pasaría inadvertido a los intelectuales más atentos, aun cuado tomen el camino de pautas tradicionalistas o, en el mejor de los casos, sin dejar completamente de lado algunos de los prejuicios seculares, asuman el tema de la mujer valorándola como ser social y no como puro instrumento de los mecanismos y códigos patriarcales. Varios son los intelectuales del Caribe que se pronunciaron en este sentido. Cabría destacar en el siglo XIX al puertorriqueño Eugenio María de Hostos (sin dejar de mencionar también en Puerto Rico a Salvador Brau, Alejandro Tapia y Manuel Fernández Juncos, según Azize, 1987:19) y a los cubanos Ramón Zambrana, Enrique José Varona y José Martí. En el siglo XX son más numerosos los nombres, incluidos los que se enmarcan en las reivindicaciones sustantivas de los años 60 en Cuba.
Desde las páginas de El Album cubano de lo bueno y lo bello , revista quincenal dedicada a la mujer habanera en 1860, uno de sus colaboradores, Ramón Zambrana (1817-1866) subrayó el criterio de la capacidad intelectual de la mujer para la ciencia y de su derecho de salir de los marcos patriarcales. Por su parte, Enrique José Varona asumió la educación como arma redentora de la sociedad y en particular de la mujer. En su conferencia Ideas de Mlle. de Scudery sobre la educación de las mujeres (1882), pronunciada en el Nuevo Liceo de La Habana, de peculiar perfil feminista, expresa que el fin "preferente" de la sociedad cubana debe ser la formación "sólida" de la mujer como "ser sensible e inteligente" (Varona, 1992:63) y fustiga los criterios que históricamente la han marginado.
Coincidiendo prácticamente en el tiempo y hermanados en ideales, Eugenio María de Hostos y José Martí, escribieron páginas trascendentes sobre la mujer. En Chile, Hostos defendió, probablemente antes que en Europa, La educación científica de la mujer, en sus famosas y controversiales conferencias leídas en la Academia de Bellas Letras en 1873(1) y publicadas ese mismo año. Fue más allá de los que desde Europa reclamaron una mejor situación social para la mujer, pero no le dieron acceso a la actuación política. Por el contrario, diseñó su participación ciudadana como elemento clave para el futuro latinoamericano partiendo del presupuesto de que la razón no tiene sexo y del ideal de la mujer racional, en tanto depositaba en la mujer americana su confianza para contribuir con el porvenir del Continente. Fiel a estas ideas desplegó su acción pedagógica. (2)
Aunque lo conocido hasta hoy revela que José Martí (1853-1895) no escribió ningún texto teórico dedicado a la educación de la mujer, sí puede afirmarse que varias de sus obras ofrecen criterios sobre su universo educativo en relación directa con su marco social (3). En La edad de oro, su revista dedicada a la infancia latinoamericana, desde los códigos de la niñez plantea principios de equidad, decoro, bondad y patriotismo para los dos sexos. Una idea que formulará de distintas maneras en más de una ocasión es la necesidad de que la mujer vele por su propia protección al mismo tiempo que se instruye y se prepara para enfrentar la convivencia social. Un texto que ilustra estos criterios es su carta de 1882 conocida como "Abogados mujeres", escrita a partir de experiencias vividas en Massachussets (Martí, 9:287). Esta idea la repetirá en 1883 (Martí, 9:392); y a María Mantilla, en 1895, cuando la exhorta a que se prepare para la vida con "el trabajo virtuoso e inteligente" para que "la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos, y para no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura por la mesa y el vestido" (Martí, 20:216).
Cuidando de que su especial naturaleza no fuera mancillada por labores deshumanizantes o tratos indignos, aparece también en la obra martiana el reclamo por el enaltecimiento de la mujer, junto a comentarios sobre expresiones concretas de sus experiencias vitales, fundamentalmente referidos a la sociedad norteamericana del último tercio del siglo y a las actividades por tierras de América de las emigradas revolucionarias cubanas. En todos los casos es un ferviente defensor de su potencialidad social e intelectiva y de su particular carisma para las tareas más complejas.
Sin lugar a dudas, la actividad femenina incrementada secularmente, tenía que provocar el interés de la sociedad y de los intelectuales en particular. Toda retrospectiva asumida desde las relaciones de género y sus correlatos revela la existencia en nuestro continente de un elocuente friso de presencia femenina que ha dado lugar a copiosas reflexiones y que cubre tan ancha franja como la que inician desde la cosmología las deidades prehispánicas con relevancia social, las vírgenes consagradas como patronas, las mujeres, heroínas o no, en los contextos de las culturas asfixiadas por la conquista europea. En la larga contienda anticolonial son innumerables las criollas que descuellan por acciones de activismo social y político, o por su ilustración excepcional, enérgica voluntad e inteligencia, de inobjetable peso también en los predios de la educación y la cultura. (4)
En las Antillas sus heroínas llenaron paginas de la mejor historia de entrega a los ingreses patrios durante os siglos XIX y XX. En Santo Domingo es un símbolo nacional por la integridad de su acción social y patriótica Salomé Ureña (1850-1897) que tendría excepcionales continuadoras del rango de Ercilia Pepín (1886-1939), aguerrida antiimperialista y audaz maestra de la ciudad de Santiago de los Caballeros, con amplia trayectoria feminista desde 1911 y seguidora de los postulados hostosianos(5). De las luchadoras cubanas a lo largo de dos siglos la periodista y maestra Ana Betancourt (6) se destaca como proclamadora de los derechos femeninos en la lucha contra el poder español . Hasta lo que se sabe, parece ser que fue la primera mujer que en el Caribe exigió en tribuna pública los derechos civiles para sectores marginados como la mujer y los esclavos. Puerto Rico contará en su lucha liberadora e identitaria con mujeres como Mariana Braceti, la heroína de la Revolución de Lares y la ejemplar patriota Lola Rodríguez de Tió. Más entrado el siglo XX surgirán varias líderes obreras (Luisa Capetillo, entre ellas), notables intelectuales y educadoras y cobrará fuerza el feminismo, sobre todo durante los años setenta por el escandaloso avance de las tasas de esterilización femenina (Azize, 1987: 45). De las tres Grandes Antillas tomaré para este trabajo a dos educadoras (7), aportadoras de experiencias concientizadoras, que a en el tránsito finisecular del XIX al XX, marcaron hitos en la historia educacional de la región en lo que concierne a la institucionalización de la educación de la mujer a través de los llamados Institutos de Señoritas. Se trata de la dominicana Salomé Ureña y de la cubana María Luisa Dolz.
En sus etapas vitales estas educadoras enfrentaron un medio muy desventajoso para su acción educativa, tanto en proyecciones y programas como en los recursos necesarios para su gestión. La sociedad venía supliendo estas carencias a través de las llamadas formas no escolarizadas (8), como una educación de carácter complementario. Se trataba de un conjunto de influencias culturales de resonancia educativa al alcance de las familias con solvencia económica: publicaciones de temáticas diversas (además de las destinadas particularmente al llamado "bello sexo", las producidas por las propias mujeres), sociedades de "instrucción y recreo", liceos, ateneos, y tertulias. A partir de estas condiciones, en las que también un amplio registro de mujeres contribuyó a construir los rasgos socioculturales de la naciente identidad nacional con frecuentes expresiones de la llamada cultura de la resistencia, .forjaron su legado Salomé y María Luisa.
Una dominicana excepcional, Salomé Ureña, llenó con su acción y con su obra el último tercio del siglo XIX en su país. El hálito de su activismo estético, educativo y humano impactó sensiblemente la identidad dominicana y ha trascendido hasta hoy, tanto por la hondura comprometida de sus versos como por su acción social y educativa. A la altura de los años setenta del siglo pasado esta impresionante mujer posee ya el reconocimiento de una asociación básicamente masculina, la Sociedad de Amigos del País. Entretanto predominaba la precariedad en escuelas y maestras en su país (Rodríguez, 1960: 142). Ni siquiera en los pueblos vecinos de la capital la situación era diferente. En este clima influyen con sus ideas de innovación pedagógica los puertorriqueños Román Baldorioty Castro y Eugenio María de Hostos.
Poco tiempo después de creada por Hostos la Escuela Normal para maestros en 1880, este acude a Salomé para que lo respalde en su raigal labor transformadora. Por su parte, ella sigue con talento, decisión y creatividad las doctrinas educativas del mentor puertorriqueño (9). El 20 de octubre de 1881 remite al Ayuntamiento de Santo Domingo el programa de su Instituto de Señoritas con dos cursos prácticos (que incluyen letras, aritmética geografía, cosmografía y otras disciplinas) y cuatro teóricos con lectura, gramática, aritmética, geometría, geografía física, astronomía, historia natural, historia patria y universal, fisiología, higiene, lógica, retórica y poética. El 3 de noviembre funda el primer plantel femenino de enseñanza superior en la República Dominicana, centro que se convierte en escenario de las dos primeras promociones de maestras dominicanas y fruto de la Escuela Normal hostosiana, cuya resonancia institucional durará hasta el primer tercio del siglo XX.
El 31 de marzo de 1887 Hostos, Director de la Escuela Normal, le comunica al Ministro de Instrucción Publica que desea someter a un grupo de alumnas a los ejercicios para optar por el titulo de Maestra. El 2 de abril las alumnas hacen oficialmente su solicitud tras seis años cursados con la inclusión de conocimientos pedagógicos. En abril de 1887 se efectúa la investidura de las primeras egresadas (10). Salome presentó su poema Mi ofrenda a la Patria, prácticamente como un llamado a la ejecución de cambios sociales, enrumbador de los destinos femeninos hacia aspiraciones superiores. Son muy significativas sus palabras cuando reclama que se haga la luz "en la tiniebla oscura que el femenil espíritu rodea" y plantea la decisión de "formar" en sus aulas a la mujer dominicana dueña y "soberana" de "sus propios destinos". Por su parte, el mensaje de Hostos es revelador de la trascendencia del momento al decirles a las egresadas:
"Sois las primeras representantes de vuestro sexo que venís en vuestra patria a reclamar de la sociedad el derecho de serle útil fuera del hogar, y venís preparadas por esfuerzos de la razón hacia lo verdadero, por esfuerzos de la sensibilidad hacia lo bello, por esfuerzos de la voluntad hacia lo bueno, por esfuerzos de la conciencia hacia lo justo" (Rodríguez, 1960: 173). Y puntualizando la eticidad de su ideario afirma: "Váis a ser institutrices de la verdad demostrable y demostrada, formadoras de razón sana y completa, escultoras de espíritus sinceros, educadoras de la sensibilidad, para enseñarla a solo amar lo bello cuando es bueno; educadoras de la voluntad para fortalecerla en lucha por el bien; educadoras de la conciencia para doctrinarla en la doctrina de la equidad y la justicia, (…) y la doctrina del derecho y la libertad". Entre sus ideas finales subraya: "Nuestro deber es virtud, y la virtud es fuerza y la fuerza es lucha (…); "Vuestro sol sea la verdad" (Rodríguez,1960: 175 y176).
Es incuestionable que Salomé desplegó magisterio en todo cuanto asumió. Su estro poético armó conciencias cuando tanta falta hacía proclamar soberanía antianexionista y ansias de paz constructiva. Su activismo social por sí mismo portaba el don de la ejemplaridad como especie de llamada a la redención femenina. Según Hostos, que la conoció profundamente, la mentora dominicana "formó un discipulado tan adicto a ella y a sus doctrinas, que bien puede asegurarse que nunca, en parte alguna y en tan poco tiempo, se ha logrado reaccionar de una manera tan eficaz contra la mala educación tradicional de la mujer en nuestra América Latina, y formado y grupo de mujeres más inteligentes, mejor instruidas y más dueñas de sí mismas, a la par que mejor conocedoras del destino de la mujer en la sociedad" (Rodríguez, 1960:7)
Cuando valoramos todo lo anterior y las personalidades que engendró, se puede aquilatar aún más la múltiple dimensión de su magisterio más allá de las fronteras de su patria en la obra de sus hijos: Pedro en México y Argentina, Max en Cuba y Puerto Rico, Camila en Cuba. Pudiera apuntarse que cuando Pedro, el gran pensador continental, habló de la independencia literaria en América, identificándola en la primera mitad del siglo pasado a partir de expresiones artísticas que contenían ya el espíritu del Continente, bien diferenciado de Europa, no puede dejar de considerarse que es ese el sentido esencial del poema Anacaona (1880) de Salomé. Con tales aciertos y dejando una obra intensa, muere muy joven, con sólo cuarenta y siete años. De su inteligencia vivaz y de su tesón salió la semilla para continuar escribiendo la historia educativa y cultural de Santo Domingo y de América.
Entre fines del siglo XIX y principios del XX, por su profesionalidad y la coherencia sostenida de su gestión educativa en Cuba, se destacó María Luisa Dolz (1854-1928), dirigiendo el primer colegio de segunda enseñanza para mujeres (1885), que había iniciado sus labores institucionales en 1879. Con él pasaría a la historia de la educación cubana equiparándose en valoraciones (según Mesa, 1954) a la labor fundacional de José de la Luz y Caballero, Rafael María Mendive, Rafael Sixto Casado y Joaquín Llerena. Antecedentes había para ella en la propia colonia, tanto en las limitadas escuelas para niñas como en el pensamiento de algunos intelectuales de la talla de Varela, Varona y Martí, entre otros, sin dejar de mencionar el libro Cartas sobre la educación del bello sexo, del escritor español José Joaquín Mora, en donde se planteó la necesaria paridad entre la educación femenina y la masculina. Este texto apareció en La Habana en 1829 y con probable influencia sobre María Luisa a través de la reproducción extractada de 1870 (11). Sin embargo, la creatividad de ella sobrepasó las fronteras de su entorno intelectual para buscar otros horizontes de innovación y modernidad. Asimismo, si bien sus estudiosos señalan la presencia de principios lancasterianos y pestalozzianos en sus ideas y la incorporación de experiencias norteamericanas y europeas en sus concepciones institucionales y curriculares, también debe afirmarse que creó su propia escuela, de marcada connotación nacionalista (Poncet, 1954:118), en la que –asimilando la herencia de otras culturas y avances pedagógicos- proyectó hasta donde pudo los intereses del país como puntualiza en su discursó del 20 de diciembre de 1899. En ese mismo sentido, destaca cualidades de primer orden para formar al ciudadano del futuro (competencia profesional, moralidad y patriotismo) y trabajó por una enseñanza sustentada en "maestros cubanos inteligentes, cultos, probos, competentes y patriotas" (Poncet, 1954:126)
María Luisa recibió una sólida formación hogareña que completó con cinco títulos académicos: Maestra de instrucción primaria y superior, Bachiller, Licenciada en Ciencias Naturales y Doctora en esta misma disciplina. Se plantea que fue la primera cubana en alcanzar el grado de Bachiller en Artes, el 24 de mayo de 1888, con lo que rompió los patrones de exclusión en el acceso de la mujer a los estudios secundarios y universitarios. (12) Dirigió en La Habana desde 1879 hasta 1924 su propia escuela y llegó a tener en más de tres décadas hasta tres mil educandas.El suyo llegó a convertirse en un centro prestigioso que en un lapso de cincuenta años graduó centenares de maestras y bachilleres en diferentes ramas del saber (educación, farmacia, estomatología, administración, arte, con notable diversidad curricular (rica instrucción de carácter experimental, enseñanza de idiomas, cultivo de disciplinas artísticas, hábitos de trabajo bibliotecario, estimulaciones al avance académico, actividades para el desarrollo físico). Todo ello sustentado en concepciones de avanzada a través de una educación participativa, con la aplicación de la ética y la razón en todos los ámbitos de la conducta el conocimiento, el vínculo con la vida y la naturaleza (13) y el cultivo de las relaciones interpersonales.
Consagró su energía al desarrollo intelectual y social de la mujer, razón que explica su filiación a las primeras corrientes del feminismo en Cuba, en aras de incidir de modo más directo en la sociedad cubana. Su sentido innovador y de búsqueda de la modernidad en las concepciones y técnicas educativas presidieron su labor, sin alejarse de su momento histórico. En consecuencia, fomentó la sensibilidad de sus alumnas frente a los males sociales y la situación de las clases desfavorecidas; solicitó protección para la escuela popular y proclamó la necesidad de contar con una "escuela cubana". Con ese enfoque asumió avances técnicos norteamericanos y europeos sin descuidar la raigalidad identitaria y más aún en los momentos de la desnaturalización que llevaba a cabo la ocupación norteamericana de principios de siglo. Una línea central recorre su ideario (14): la educación a partir de la razón que cultiva la libertad de selección en la conducta y que aviva el empleo de las potencialidades físicas y espirituales en estrecho vínculo con la naturaleza y la sociedad. Su finalidad primordial es la de la integralidad con un enfoque reivindicativo en lo social y en lo patriótico. De este modo promovió el fortalecimiento del sujeto social femenino. Sus aciertos más representativos se encuentran tanto en la práctica educativa como en la teorización educacional y de los derechos civiles de la mujer, en función del fortalecimiento de la identidad nacional.
El discurso femenino en su resonancia educativa en el Caribe hispanohablante, sobre todo en Cuba y Santo Domingo, habría que buscarlo no sólo dentro de la educación formal institucionalizada en el último tercio del siglo XIX, sino también en los distintos planos socioculturales al uso (tertulias, sociedades culturales, el periodismo hacia la mujer y desde la mujer y el quehacer artístico, entre otros) que fueron enriqueciéndose posteriormente, aunque sin escapar a las restricciones hegemonistas del orden patriarcal. En estos contextos Salomé Ureña y María Luisa Dolz identificaron la carga transformadora de la educación femenina y con sus institutos de señoritas transgredieron las normas de género, aunque probablemente sin subvertir sustantivamente las relaciones intrafamiliares. Este hecho y el de que es muy desigual el balance entre lo que aportaban sus reformas y la gran masa de millones de analfabetas que quedaban fuera de ellas, no disminuye el lugar destacado que ocupan estas educadoras en la historia regional de la educación.
Salomé y María Luisa pasaron a ser hitos en la historia educativa al institucionalizar la educación femenina con desarrollo sostenido hasta abrir los cauces del nivel secundario en la década del 80: Salomé en 1881, María Luisa en 1885. En ambos casos los intereses nacionales y de identidad fueron colocados en el rango de superobjetivo de la gestión educativa y de desarrollo de la mujer Hay en ellas una voluntad de hacer conciencia, de transformar las relaciones sociales en favor de la mujer y de la patria , aunque con un relieve mayor en la educadora cubana, dado que pudo multiplicar sus ideas fuera del marco escolar por medio de la tribuna publica y el periodismo. Pero tanto en una como en otra los estudiosos concuerdan en que no puede escribirse la historia de la educación dominicana ni cubana, como tampoco, pienso yo, la antillana y caribeña, sin incorporar la obra de pensamiento y acción de estos dos paradigmáticas educadoras.
Si bien Salomé concretó su programa educacional en su Instituto y bosquejó sus ideas en un poema de ofrendas, no parece haber dejado textos con organicidad teórica. María Luisa, por el contrario, tuvo mas larga vida y pudo expresar su ideario pedgógico de orientación social en el programa curricular de cinco décadas de su colegio y fundamentado en distintas exposiciones públicas, a las que sumó las experiencias renovadoras de otras latitudes y el perfil reivindicativo del feminismo (hasta llegar a constituir por sí misma uno de los paladines del feminismo cubano del primer cuarto del siglo XX. Tienen ellas dos más de un hilo conductor identificable, pero sobre todo el de la ética pedagógica, que en Salomé es definidamente hostosiana.
Es dable suponer que no deben haber modificado sustancialmente las relaciones intrafamiliares y del discurso básico de la función social hogareña, porque los patrones patriarcales han llegado de un modo otro hasta nuestros días, pero sí deben haber influido en el ajuste de valores entre lo femenino y lo masculino con las necesarias consecuencias sobre el imaginario social. Siguieron ellas la tendencia global del utlimo tercio del siglo XIX en la que se concentraban las fuerzas de avanzada de Europa y América hacia la defensa de la instrucción de la mujer. Lograron institucionalizar sus voces para poder multiplicarlas y fortalecieron el sujeto social femenino y por tanto sus posibilidades de resistencia frente al secular hegemonismo del hombre y sus diferentes códigos opresores. El hecho de darle mayor visibilidad a la mujer con el relieve de sus potencialidades intelectuales –y en el caso de María Luisa potencialidades integrales y hasta de reclamo de derechos juríciso y de exigencias de un mayor espacio público, profesional y laboral– tenía que resquebrajar necesariamente los marcos de exclusión y subordinación vigentes
No fue la de ellas una acción global de ruptura, pero es prácticamente una transgresión de los esterotipos de subordinación y de automarginación de la mujer, una quiebra de los esquemas de pensamiento hegemonista, que seguramente provocaron un nivel de ajustes de valores y posicionamientos en las relaciones de género, con ineludibles consecuencas en el futuro replanteamiento del llamado contrato social. El ascenso sustantivo del feminismo en el primer cuarto del siglo XX en los dos países permiten postular esta afirmación.
Es incuestionable que con algunos avances en su papel social durante el siglo XIX, al ser preceptora en las precarias instituciones escolares de entonces, maestra en el hogar, o intelectual –aunque insuficientemente valorada la mayor parte de las veces–, la mujer arrastró hasta los días de hoy su secular cadena de sometimientos y marginaciones, aun cuando continúa su lucha tenaz con una plataforma. de perfil genérico en constante desarrollo a través de la construcción de un discurso con licitud histórica, ética y social más que suficiente para utilizar su enorme potencialidad frente a los cambios exigidos por el analfabetismo y el empobrecimiento creciente de las grandes masas americanas. La educación, asumida por el pensamiento más avanzado de la historia educativa latinoamericana en su carga liberadora, ha venido contribuyendo a integrar los sujetos sociales que como los femeninos han tomado conciencia de su relación de marginación y subordinariedad. Complementando el peso de otros resortes del cambio social, sigue siendo esta vía un permanente desafío, y particularmente en el Caribe, con el papel protagónico de la mujer, en un largo camino trillado por educadoras de la valía de Salomé Ureña y María Luisa Dolz.
1)Muy vinculado con Cuba, a la que dedicó buena parte de su vida recabando apoyo para la lucha independentista, Eugenio María de Hostos, legó un importante ideario pedagógico sustentado básicamente en la ética y el patriotismo. Su dedicación al magisterio cubrió el último tercio del siglo. Inició su labor pedagógica en el colegio caraqueño de Soteldo y la continuó en Santo Domingo (1879-1888 y 1900-1903) y en Chile (1889-1898). En 1880 fundó en Santo Domingo la primera Escuela Normal de Maestros. Continuando su defensa de la educación de la mujer, que marcó hitos en la década del setenta en Chile, desde 1881 había concebido un plantel dedicado a la formación de educadores. De conjunto con Salomé Ureña fundó el Instituto de Señoritas, formador de tres promociones de maestras dominicanas (1881-1893).
)En la primera conferencia sobre La educación científica de la mujer ( junio 10) propuso Hostos la asunción del método positivista dirigido contra los prejuicios: "dadme una generación que hable la verdad, y yo os daré una generación que haga el bien: daos madres que les enseñen científicamente a sus hijos, y ellas os darán una patria que obedezca virilmente a la razón, que realice concienzudamente la libertad, que resuelva despacio el problema capital del Nuevo Mundo, basando la civilización en la ciencia, en la moralidad y en el trabajo" (Hostos, 1993:43). Más adelante impugnaría los códigos patriarcales y su negativa repercusión social para exhortar a que se aplique la igualdad entre los sexos (Hostos, 1993:44)
(3) Se regocija por el activismo social de la mujer: en el mundo del arte (Martí, 8:309); en los colegios donde "acaba de echar alas (…), de aprender para maestra, para escritora, para médico, para abogado, para artista" (Martí, 11:219); en la avidez por la lectura (Martí, 9:47), en su responsabilidad laboral (Martí, 10:129 y 11:257); en el ejercicio del sufragio (Martí, 12:348) y con mucha más fuerza y entusiasmo por su papel en a la construcción de la patria cubana. Esto último explica el fuego que puso en sus palabras de los artículos "El alma cubana" y "De las damas cubanas", aparecidos en el periódico Patria el 30 de abril y el 7 de mayo de 1892 (Martí, 5:16, 26).
4) Desde Sor Juana Inés de la Cruz y Leona Vicario (México), Mercedes Cabello de Carbonera (Perú), Salomé Ureña y Ercilia Pepín (Santo Domingo), Mariana Braceti, Lola Rodríguez de Tió y Luisa Capetillo(Puerto Rico), Gertrudis Gómez de Avellaneda, Ana Betancourt, María Luisa Dolz y Dulce María Borrero (Cuba), entre muchas, se fueron cohesionando los esfuerzos para ir definiendo proyecciones educativas, culturales o políticas en favor de la mujer.
5) A los 42 días de proclamada la Ocupación militar norteamericana de 1916, Ercilia Pepín inició su batallar nacionalista. Al finalizar la ocupación izó la bandera en la fortaleza de San Luis en 1924.
6) Ver "Ana Betancourt. Una cubana en el mundo" pp.11-16, en Mujeres ejemplares. En los inicios de la Guerra de los Diez Años, trabajó en la retaguardia urbana del ejército mambí en Puerto Príncipe. Reclamó los derechos civiles de las cubanas y la libertad de los esclavos en la Asamblea de Guáimaro. Sufrió los rigores de la guerra contra España. Falleció en Madrid.
7) En las Grandes Antillas hay un grupo numeroso de educadoras a lo largo de los dos siglos precedentes al actual. Algunas de ellas son: Socorro Sánchez, las hermanas Pellerano y el resto de las primeras egresadas del Instituto de Señoritas de Salomé Ureña, Anacaona Moscoso, Antera Mota, Ercilia Pepín, Petronila Angélica Gómez, en Santo Domingo; María Luisa Dolz, Dulce María Borrero, Carolina Poncet, Vicentina Antuña, en Cuba; Celia Cestero, María Cadilla, María Machín, Ana Roqué, Margot Arce, en Puerto Rico, entre muchas otras.
8)Ver Gabriel García Galló. Bosquejo histórico de la educación en Cuba, La Habana, 1978, pp.7,8,13. y "Predominio de las formas no escolares de la educación en los tres primeros siglos coloniales", de Manuel Curbelo, en copia inédita de la Historia de la educación, de la escuela y de la pedagogía en Cuba,
9) Las conferencias de Hostos sobre la mujer aparecieron en El Estudio, Santo Domingo, Nos. 1-6, junio-sept de 1881, antes de la apertura del Instituto (Rodríguez, 1960:6). Varios hechos denotan la influencia hostosiana en Salomé y sus discípulas, entre ellos: expresiones de Salomé y el discurso pronunciado por una de las egresadas el día de la primera investidura del Instituto de Señoritas con el mismo nombre y enfoque de las conferencias de Hostos en Chile.
10) Primeras graduadas: Leonor Maria Feltz, Luisa Ozema Pellerano, Mercedes Laura Aguiar, Altagracia Henríquez Perdomo, Catalina Pou y Ana Josefa Puello
La segunda época del Instituto se inició en 1895. Después de haber cerrado en enero de 1894, Luisa Ozema Pellerano, junto con su hermana Eva María, continúa en noviembre de 1895 la labor de la mentora. El 1ro de sept de 1897 pasó a llamarse Instituto de Señoritas "Salome Ureña". Graduó a más de dos centenares de maestras normales. Casi la totalidad de las educadoras de la capital procedía de sus aulas hasta que desapareció en 1936 (Rodríguez, 1960: 7)
11) Se afirma que en 1829 se publicó en La Habana el libro Cartas sobre la educación del bello sexo del escritor español José Joaquín Mora con el seudónimo de Una señora americana que causó honda impresión tras haber conmocionado la sociedad londinense y otras de habla española. En la opinión de Mora " las funciones mentales de la mujer no son inferiores a las del hombre y por lo mismo aquélla debe recibir una educación intelectual, moral, domestica, estética, física y religiosa tan cuidadosa y completa como éste" (Aguayo 1937: 53). Contribuyeron a su posterior valoración un juicio favorable publicado en la Revista Bimestre Cubana (probablemente escrito por el intelectual y sacerdote Félix Varela) y un texto de lectura de 1870 del pedagogo Juan Francisco Chaple, donde se reprodujeron extractadas las Cartas.
12)Según Juan Manuel Planas (La liberación de la mujer cubana por la educación), otros datos biográficos son: en 1893 visitó la Exposición Universal de Chicago, en 1900 la de Paris, en 1905 la de Lieja.; recibió el Premio "Luz y Caballero" de la SEAP en 1902 por méritos como educadora y algunas de sus publicaciones son: Visita a la Exposición de Chicago (1893), Feminismo. Injusticias de los Códigos (1894), Educación y dirección de la niñez, (1896); Preparación de la mujer (1899); Visita a la Exposición de Paris (1901); Viaje a Alemania y a la Exposición de Lieja (1906); Enseñanzas que ofrece la naturaleza (1915); Redención de la mujer por la educación (1905); Progresos del feminismo (1918); Misión social de la mujer (1913).
L. Sola reseña sus discursos. De ellos destaco: Influencia de la mujer (1880), Combatir la ignorancia (1883), Las verdades de la ciencia (1884). Triunfo del plantel, su incorporación al Instituto (1885), Educación física, intelectual y moral (1891),Valor del esfuerzo y la constancia(1892), Feminismo. Injusticia de los códigos (1894), Preparación de la mujer (1899), Visita a la exposición de Paris (1901), El establecimiento de la biblioteca escolar (1904), Viaje a Alemania y a la Exposición de Lieja (1906), Saludos a las premiadas (1909), Misión de la mujer (1913), Enseñanza que ofrece la naturaleza (1915), Defensa de la educación moral (1916), Despedida (1923), de Gracias (1924).
13)Según L. Sola, Cap III, las clases se desarrollaban en el horario de 8 a 10, de 11 a 1.15 y de 2 a 4, con tres horas semanales de cultura física, dos de solfeo y cinco de trabajo manual, con dibujo y pintura incluidos. Asignaturas: lectura, aritmética, clase objetiva (estudios experimentales), inglés, religión, labores. En el sexto curso: lectura manuscrita, escritura, aritmética, gramática, ciencias naturales (con excursiones), literatura, filosofía (elementos de psicología y lógica), ingles, francés, moral, dibujo, labores, cursos especiales (metodología, estudios mercantiles, pedagogía). Comenta que se esmera en la lengua materna con estudio de autores selectos y aprendizaje de textos. En Bellas artes se imparte solfeo, canto, piano, dibujo y pintura. Trabajos de labores y también de plástica, dirigidos por Adriana Billini, fueron premiados en Exposiciones de Charleston y Buffalo.
14) Las referencias pertenecen a los trabajos publicados en La liberación de la mujer cubana por la educación. Ellos son: La mujer en la vida contemporánea y su educación en los Estados Unidos [1893], La condición jurídica de la mujer ( 1894), La superación del individuo por medio de una educación integral (1896), En vísperas de la República. La educación de los ciudadanos de mañana, (1899), En las bodas de plata del Colegio María Luisa Dolz (1904), La educación en Europa. Recuerdos de viaje 1905), Recuento de medio siglo de consagración a la enseñanza (1923) y Discurso de gracias (1924). -De ellos pudieran destacarse algunas ideas focales:
–Enseñanza necesaria para todo el pueblo (1893)
-Educación femenina impartida a partir de la razón (1893)
-El sostener los avances reivindicativos para la mujer con una educación completa y mantener la lucha por su acceso a las distintas esferas del trabajo, las ciencias y las artes (1893 y 1894)
-Elevar a la mujer por sus propios méritos y trabajar porque el siglo XIX cerrara como el de redención de la mujer (1893).
-Afirmar que la mujer es una "infatigable colaboradora de todo cuanto conduce al bienestar de las familias y de la regeneración delos pueblos (1894)
-La educación debe ponerse al servicio de la patria (1899)
-Las cubanas están llamadas a continuar la obra liberadora. Formaron héroes y podrán formar ciudadanos, manteniendo en el hogar "el culto patrio" (1899)
15)Su escuela estuvo dotada de materiales auxiliares innovadores para su momento y apoyada por excursiones al campo, colecciones de objetos y animales como muestras para uso de la Geografía, Historia, Biología, Astronomía, Física.
-M. Aguayo. Tres grandes educadores cubanos. Varona. Echemendía. María Luisa Dolz. Habana, diciembre de 1937 Cultural S.S. La Habana Prefacio –
-Dolz, María Luisa. La liberación de la mujer cubana por la educación., Municipio de La Habana, 1955
-Azize, Yamila. La mujer en Puerto Rico. Ediciones Huracán, 1987.
-Guerra, Lucía. La mujer fragmentada: Historias de un signo. La Habana, Ed. Casa, 1994.
-Henríquez Ureña, Camila. Las ideas pedagógicas de Hostos. Sto. Domingo., 1994.
-Hostos Eugenio María. La educación científica de la mujer. Universidad de Puerto Rico, 1993.
.-Martí, José. Obras completas. Edit. Nac. de Cuba, 1963. (Volumen seguido de la página).
– Mesa, Manuel .María Luisa Dolz, educadora y ciudadana., Imprenta "El siglo XX",La Hab. 1954
-Poncet, Carolina. "Algunas ideas pedagógicas de María Luisa Dolz". En Revista Universidad de La Habana, julio-dic. 1954pp. 109-134..Río,
-Rodríguez Demorizi, Emilio. Salomé Ureña y el Instituto de Señoritas. Para la historia de la espiritualidad dominicana. Impresora dominicana. Sto. Dgo., 1960
Sarabia, Nydia. Mujeres ejemplares, UPEC. Edit Orbe, La Habana, 1977, pp.11-16.
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-Ureña, Salomé. Poesías completas. Editorial Corripio, Santo Domingo, 1989.
-Varona, Enrique José. Trabajos sobre educación y enseñanza. P. y Educación, La Habana, 1992.
Autor:
Licda. Yolanda Ricardo.
Enviado por:
Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.
"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"?
www.edu.red/usuario/perfiles/ing_lic_yunior_andra_s_castillo_s/monografias
Santiago de los Caballeros,
República Dominicana,
2015.
"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"?