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Presencia e Influencia Británicas en la Independencia del Río de la Plata (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4

También informa que el contrabando es muy grande y se realiza con el consentimiento y participación económica de los encargados de evitarlo. El informe elogia las harinas, las galletas y la carne salada proveniente del Río de la Plata por su calidad y baratura, en especial esta última de la que sugiere proveer a las posesiones inglesas. Por último propone apoderarse de la región por su riqueza de recursos.

Otro informe publicado en el Times el 25 de septiembre de 1806, habla de la gran fertilidad del suelo, la abundancia de los campos de pastoreo; concluyendo que se está frente a lo que será el granero del mundo. Por si lo otro no fuera suficiente para incitar la codicia inglesa, el informe agrega que las mujeres rioplatenses son las más hermosas y simpáticas, y su manera de vestir muestra un gusto superior. Termina hablando de las barras y monedas de oro que se pueden obtener de Buenos Aires.

Por si esto fuera poco, Popham mandó circulares a los jefes comunales de las ciudades industriales inglesas; dándoles cuenta del enorme potencial de comercio y riquezas que se pueden obtener de la región. Esto enloqueció a fabricantes y comerciantes que enviaron más de 100 barcos con todo tipo de mercaderías, como complemento de la Segunda Invasión.

Otro componente, esta vez político, consigna que en ese momento Inglaterra tenía un gobierno Whig, es decir laborista, que cedió ante la marea manufacturera y la mano de obra que generaba; se imponía la apertura de mercados, por lo que cambió su política con España, ordenando la expedición que puso a cargo del General Samuel Auchmuty, e integraban Whitelocke y Craufurd.

No obstante el jefe de gabinete Lord Grenville tenía sus reservas y escribió: "Nunca tuve mucho entusiasmo por meterme en Sudamérica, pues es más fácil meterse allí que salir".[31]

Pero a esa altura la codicia y el revanchismo inglés, una vez conocida la noticia de la reconquista, aceleraron los preparativos de invasión.

El 26 de febrero de 1807, ya en los momentos previos a la Segunda Invasión; desde Montevideo que ya había sido tomada el 3 del mismo mes, el jefe de las fuerzas inglesas, General Samuel Auchmuty envió a uno de sus oficiales el Mayor Campbell, con una carta dirigida a Santiago de Liniers. El relato de Campbell recogido por Roberts da cuenta de un gran desorden e irrespeto, al punto de manotear la carta.

Los ingleses no solamente llegaron a Montevideo con fuerzas militares, éstas precedieron a los barcos mercantes y hasta un periódico, la "Estrella del Sur", como una especie de mensajeros de libertad de expresión y de comercio.[32]

La expedición no fue un secreto, a tal punto que el marqués de Sobremonte que estaba en Montevideo, trazó varios planes defensivos, que finalmente no se ejecutaron por ineptitud; además de sus diferencias internas, a nivel de enemistad con Liniers que estaba en Buenos Aires. Lo mismo se puede decir de Huidobro, autoridad portuaria de Montevideo. En suma, el ambiente de desorden, la indisciplina y la consecuente inacción, constituía el ambiente propicio para favorecer la segunda invasión y la toma de Montevideo.

En febrero de 1807 mientras los ingleses desembarcaban en la Banda Oriental ocupando Montevideo. Los oficiales ingleses, luego de la derrota que habían sufrido durante la primera invasión, estaban confinados en la ciudad de Luján, cerca de Buenos Aires. El capitán de artillería, Saturnino Rodríguez Peña, encargado en entregar los sueldos a esos oficiales, entabló conversaciones con Beresford imaginando un propósito de independencia con la ayuda inglesa. El resultado de esas conversaciones fue que Rodríguez Peña facilitó la fuga del general William Carr Beresford y del coronel Denis Pack.

El héroe del momento era Santiago de Liniers, enemigo de Sobremonte en 1806, sobre el que triunfó en 1807 aprovechando la caída de Montevideo para fomentar protestas en las que se pedía la destitución del Virrey por su inoperancia. El Cabildo, la audiencia, el Consulado y el Obispo se reunieron el 10 de febrero de 1807 y depusieron a Sobremonte por imperito como militar e indolente como político, suspendiéndolo de todos sus cargos y arrestándolo.

Tras esta jugada existían intereses particulares. Por un lado el partido español, que proponía a Álzaga como nuevo Virrey y por otro el criollo que proponía a Liniers, enemigo declarado del primero ya desde antes del juicio de su amigo White Vs Bickam.

Sobremonte estuvo arrestado en Buenos Aires hasta 1809, cuando el Virrey Cisneros lo mandó a España donde fue enjuiciado y finalmente absuelto de culpas comprobadas en 1813. Finalmente premiado con un cargo de gran importancia política y prestigio, lo que conllevaba un jugoso salario; Consejero de Indias.

Con los ingleses ya en Montevideo se produjo un cambio de manos en el gobierno inglés; cae el gobierno Whig (British political party), El 25 de marzo de ese mismo año cayó en Inglaterra el Gabinete de Grenville, asumiendo uno gobierno Tory, presidido por el duque de Porland, en el cual figuraba Jorge Canning como Ministro de Relaciones Exteriores.[33]

Los Whig con Grenville a la cabeza, aunque con reservas, se habían abocado a la tarea de convertirlas en colonias inglesas. Los Tory con Portand, Canning y Castlereagh las preferían independientes, aunque bajo su influencia. Sin embargo respetaron los hechos iniciados por el gobierno anterior y asumieron las consecuencias de la invasión.

El nuevo jefe de gabinete Portland, adoptó la estrategia del fallecido jefe de su partido Wiliam Pitt; patrocinar para Sudamérica la independencia de las colonias españolas. Ese pensamiento se fundamentaba en la idea que los Whig estaban equivocados en creer que el Virreinato del Río de la Plata aceptaría ser colonia, aún a cambio de ventajas comerciales, las que ya poseían totalmente gracias al contrabando.

En ese mismo mes de marzo una publicación del Times de Londres calificaba a Popham como jefe de una expedición filibustera pirata, movido solo por el afán de riquezas; lo que era estricta verdad, aunque también se aplicaba a muchos de sus conciudadanos.

Como ya hemos consignado luego de la toma de Montevideo, los barcos mercantes ingleses atracaron en el puerto y revolucionaron la ciudad al punto que no tenían dónde colocar toda la mercadería ni dónde alojar a sus mercaderes. Frente al puerto de Montevideo llegaron a contarse entre las flotas naval y mercante más de 200 buques ingleses.

Luego de retirada la invasión, las mercaderías inglesas fueron adquiridas a muy bajo precio y sin aranceles de aduana por Santiago de Liniers en sociedad con su suegro Manuel de Sarratea. Acto seguido en su calidad de Virrey prohibió el comercio extranjero; con lo que logró vender los bienes que adquirió a muy bajo precio, obteniendo grandes ganancias. [34]

Sensaciones y temores de los ingleses

El General Samuel Auchmuty era norteamericano de nacimiento pero inglés y monárquico por convicción, peleó como oficial en los ejércitos ingleses; incluyendo la guerra de independencia contra las colonias de Norteamérica; su opinión era que la independencia no era necesaria.

Sobre los criollos del Río de la Plata opinaba: "aunque por su ignorancia, su falta de moral y la barbarie de su modo de ser son totalmente incapaces para gobernarse por sí mismos, desean seguir los pasos de Norteamérica y erigirse en estado independiente. Si nosotros les prometiéramos la independencia, se rebelarían al momento contra su gobierno y se unirían a nosotros con la gran masa de la población. Pero nada menos que la independencia les satisfaría del todo, preferirían nuestro gobierno a la anarquía actual de Buenos Aires o al yugo español; siempre que les prometiéramos no devolver su país a España en caso de una paz".[35]

A su vez el General Craufurd, manifiesta su asombro por el efecto que causó en las clases altas la defensa de Buenos Aires; lo que a su juicio hizo avanzar en más de un siglo su pensamiento político. "Empiezan a sentir su poder y una fuerte inclinación a usarlo a favor de un interés más íntimo que la Reconquista… Estos sentimientos no tuvieron empacho en declararlos abiertamente ante los oficiales ingleses en el fuerte, y es una cuestión debatible si Buenos Aires y quizás toda Sudamérica no se encuentran más irrevocablemente perdidas para España, como consecuencia de esta invasión inglesa que si hubiera caído bajo nuestro dominio… Si Inglaterra hubiera vencido sería un segundo Estados Unidos y bien pronto se hubiera independizado".[36]

Por su parte el historiador argentino Luis L. Domínguez escribió que la conquista de Buenos Aires mostró a todos los criollos la debilidad de España. La Reconquista de 1806 y la Defensa de 1807 les dio conciencia de su propio poder: derribaron a un virrey, nombraron a otro y vencieron a un enemigo sumamente poderoso. ¿Se necesitaba algo más para ser independientes? No, ya lo eran.[37]

Impresiones del Teniente General Whitelocke

  • 1. Obstinación de los habitantes: Al general le impresionó el empecinamiento de los habitantes del Plata en la defensa ante la invasión, lo que le hizo dudar de la posibilidad de dominio, en caso de lograrlo, de mantener la invasión.

  • 2. Peligro de desaparición de su ejército: Desde un primer momento sufrió una gran cantidad de deserciones, principalmente de irlandeses católicos que cambiaban de bando, luego de su tropa en general; ello por lo que él llamaba "la tentación irresistible de una mente ordinaria representada por la vida fácil en el Plata". En Montevideo le desertaron 170 soldados en tres días y en Buenos Aires en cinco días de presencia desertó una cantidad equivalente a un regimiento, o sea más de 1.000 hombres.

Esta "vida fácil" que según El General atraía a las "mentes ordinarias", representa las circunstancias que caracterizan la idiosincrasia local:

  • 1. La abundancia de recursos naturales para la vida y la relativa facilidad de obtenerlos.

  • 2. La poca exigencia social apoyada en una cultura y una historia de respeto a la ley y la obediencia un patrón histórico-jurídico-cultural; teniendo en cuenta que los criollos no eran ni naturales ni españoles, rechazados por las dos culturas.

Quizás sea esa la razón por la que la cultura criolla se ha tragado a quienes vinieron a integrarse a nuestros países, sintiendo al llegar una sensación de libertad no experimentada en Europa.

A manera de ilustración es notable conocer a 195 años de distancia la seria limitación que sufrían los invasores ingleses, protagonistas de la aventura militar de 1807, quienes se encontraban escasos de pólvora y municiones y no podían sostener un ataque en el tiempo; lo que fue compensado por la impericia de la conducción de las tropas virreinales al mando del Coronel Francisco Xavier de Elío, que recién llegado de España con tropas se dirigió resueltamente a enfrentar a Auchmuty cerca de la ciudad de Colonia.

El discurso de su arenga antes de la batalla de San Pedro (0/06/1807) resulta interesante, sobre todo teniendo en cuenta su incapacidad militar y política:

"…jamás he tenido más ganas de pelear, ni más probabilidades de vencer a este enemigo mandado por jefes ignorantes de la guerra de tierra, compuesto de soldados comprados y disgustados. Vosotros sois unos ciudadanos que voluntariamente estáis con las armas en la mano para defender vuestra patria, vuestras familias… y no queréis sufrir el yugo infame de estos piratas". [38]

Luego del discurso se libró la batalla en la que los británicos derrotaron y dispersaron a la tropa que se les opuso en número de más del doble de los ingleses, con un número inusitado de muertos y heridos del lado español; además de fusiles, cañones, pólvora y otros bastimentos capturados, lo que permitió a Auchmity pertrecharse para invadir Buenos Aires.

Esta situación tiene similitudes con los acontecimientos de mayo y junio de 1982; recursos limitados por la distancia de parte de los ingleses, e incompetencia, desinteligencias y problemas internos en el mando argentino.

EL PARTE DEL BRIGADIER GENERAL SIR SAMUEL AUCHMUTY, "THE TIMES", ABRIL 13, 1807

 "London Gazette", Extraordinary – Lunes, Abril 13 – Downing Street, Abril 12.

Un Despacho del que lo siguiente es una Copia, se recibió esta mañana en la Oficina del Vizconde Castlereagh, uno de los principales Secretarios de Estado de su Majestad, del Brigadier General Achmuty, [sic] dirigido al Honorable William Windham:

SEÑOR,   Monte Video, Feb.6.     

 Toma de Montevideo y  Maldonado (enero 5);  establecimiento de una guarnición en la Isla Gorriti.

Tengo el honor de informarle que las tropas de su Majestad bajo mi comando, han tomado por asalto, después de una resistencia muy decidida,  la importante Fortaleza y Ciudad de Monte Video.

El Ardent, con su convoy llegó a Maldonado el 5 de enero, e inmediatamente tomé bajo mis órdenes a las tropas del Cabo, comandadas por el Teniente-Coronel Backhouse. El 13, evacué esa plaza sin oposición, dejando una pequeña guarnición en la Isla de Goretti [Gorriti].

 El desembarco en una bahía al oeste de Punta Carretas.

Consultado el Contralmirante Stirling, se determinó atacar a Monte Video; y  en la mañana del 18 desembarqué al Oeste  de las Rocas de Caretas [Carretas], en una pequeña Bahía distante de la ciudad cerca de nueve millas. Cuando desembarcamos. El enemigo se hallaba  muy  fuerte, con  cañones en las alturas, pero no se  opuso a nosotros y me permitió adoptar una posición firme, distante de la costa cerca de una milla. En la tarde comenzó un  cañoneo sin importancia y se efectuaron algunos disparos a la avanzada continuados ocasionalmente durante nuestra permanencia en ese lugar.

El ataque; la estrategia británica.

El 19 nos aproximamos a Monte Video, La columna de la derecha bajo el Honorable Brigadier-General Lumley fue rápidamente atacada. Cerca de cuatro mil caballos del enemigo ocuparon dos alturas, al frente y a la derecha. En cuanto avanzamos recibimos una andanada de metralla pero una rápida carga al frente del batallón liviano bajo el Teniente-Coronel Brownrigg dispersó al cuerpo que  luchaba, con la pérdida de un cañón. El enemigo en el flanco no esperó otro movimiento similar y retrocedió. Continuaron retirándose y, excepto un distante cañoneo, nos permitieron tomar una posición  a cerca de diez millas de la Ciudadela sin ninguna oposición. Nuestras avanzadas ocuparon los suburbios y se situaron  unos pequeños pelotones cerca de las fortificaciones; pero en la tarde se evacuó la principal parte de los suburbios.

A la mañana siguiente el enemigo salió de la ciudad. Avanzó en dos columnas; la derecha consistente en la caballería, mientras que la otra, de infantería, atacó nuestra línea de batalla; esta columna presionó a nuestra avanzada y lo hizo con tal fuerza que el Coronel Browne a la izquierda, que comandaba nuestro piquete de cuatrocientos hombres, ordenó el apoyo de  tres compañías del 40º, bajo el Mayor Campbell; estas compañías se encontraron con la cabeza de la columna y pelearon con bravura. La carga fue recibida valientemente y de ambos lados cayó un gran número de hombres.

Informes equivocados sobre la  debilidad de las defensas de Montevideo.

Los más verosímiles informes que recibí me habían inducido a creer que las defensas de Monte Video eran débiles y que la guarnición no opondría una resistencia tenaz; pero su actuación fue verdaderamente respetable, defendiéndose  hábilmente, estando armados con  ciento  sesenta cañones.

Toma  de la Isla de Ratones.

El enemigo, hallándose en posesión de la Isla de Ratones [actual Isla Libertad], comandaba el puerto y supuse que sus botes  armados nos acosarían en cuanto  nos aproximáramos El día 23 se construyó una batería de dos cañones para mantenerlos controlados. Nuestras fuerzas se extendieron hasta el puerto y aislaron completamente a la guarnición del lado de tierra.

Instalación de baterías, la práctica de  una brecha en la muralla.

El 25 instalamos baterías de cuatro cañones de veinticuatro libras y dos morteros,  todas las fragatas y embarcaciones menores se acercaron tanto como era posible hacerlo  con seguridad y cañonearon  la ciudad. Pero considerando que la guarnición no estaba lo suficientemente intimidada  como para rendirse, el día  28 coloqué  una batería de  seis cañones de  24 a una distancia de mil yardas del bastión sureste de la Ciudadela, que según  me informaban, era tan débil que  se le podría  practicar fácilmente una brecha. El parapeto cayó en ruinas, pero la muralla recibió escaso daño y pronto me convencí que mis medios no eran los adecuados para un sitio formal; la única esperanza de éxito que se me presentaba era colocar una batería  tan próxima como posible al muro del portón del Sur que une la muralla con el mar y proponerme practicarle una brecha.  Esto se realizó con una batería de seis cañones distantes  seiscientas yardas y aun cuando se hallaba expuesta a un fuego muy superior del enemigo, que había sido incesante durante todo el sitio, se practicó una brecha  al instante.

 El ataque; constitución de las tropas, sus comandantes; la intimación de rendición al Gobernador.

Muchas razones me indujeron a no postergar el ataque, aunque me daba cuenta de que las tropas estarían expuestas a un fuego muy intenso al  aproximarse mientras trepaban por la brecha. Se emitieron órdenes para atacar una hora antes del  inicio del día siguiente  y se envió una intimación al Gobernador en la noche para rendir la ciudad. Este mensaje no obtuvo respuesta.                          

Las tropas destinadas al asalto consistieron en el Cuerpo de Rifleros bajo el Mayor Gardner, la Infantería Ligera bajo el Teniente Coronel Brownrigg y el Mayor Trotter, los Granaderos bajo los Mayores Campbell y Tucker y el 38º Regimiento bajo el Teniente Coronel Vassal y el Mayor Nugent.

 Fueron apoyados por el 40º Regimiento bajo el Mayor Dalrymple y el 87º bajo el Teniente Coronel Butler y el Mayor Miller. El total fue comandado por el Coronel Browne. El resto de mi fuerza, consistente del 17º Dragones Ligeros, desprendimientos de los 20º y 21º Dragones Ligeros, el Regimiento 4º, una compañía del 71º y un cuerpo de 700 marinos acampó bajo el Brigadier General Lumley para proteger nuestra retaguardia.

El ingreso por la brecha, su tapiado con  cueros, dificultades de su reconocimiento.

A la hora fijada las tropas marcharon al ataque. Se aproximaban a  la brecha antes de ser descubiertos, cuando se desencadenó sobre ellos el fuego proveniente de todos los cañones y de la mosquetería de la guarnición. Aunque  importantes, nuestras pérdidas durante el sitio fueron menores, considerando particularmente que no estábamos protegidos y que el fuego del enemigo era incesante. Pero durante la noche y bajo nuestro fuego el enemigo había construido una barricada con cueros, volviendo la brecha casi impracticable. La noche era extremadamente oscura. La delantera de la columna no halló la brecha y cuando se aproximó a ella, era tan sólida que fue equivocadamente tomada por la muralla. En esta situación las tropas permanecieron bajo un intenso fuego durante un cuarto de hora, cuando la brecha fue reconocida por el Capitán Renny de la 40º Infantería Ligera, que la descubrió cayendo gloriosamente cuando la escalaba. Nuestros valientes soldados se precipitaron por ella y aún siendo de acceso difícil  forzaron su entrada a la ciudad  (figs. 2 y 3).

La Real Artillería; la buena interrelación con otros mandos.

La reputación establecida por la Artillería Real fue firmemente reforzada por la Compañía bajo mis órdenes y me considero reconocido a  los capitanes Watson, Dickson, Carmichael y Wilgress por su celo y denodados. Esfuerzos El Capitán Fanshaw, de los Ingenieros, fue igualmente arrojado y aunque siendo reciente en el servicio, se comportó con tal corrección que no tengo duda de que es un valioso Oficial. Debido a la intensa fatiga cayó enfermo en el medio de nuestras operaciones y el Capitán Dickson rápidamente lo sustituyó.

Es innecesario decir que ha existido la mayor cordialidad entre el Contralmirante Stirling y mi persona; recibí de él la atención más amistosa y la concesión de todo lo que estaba en su mano.

Los Capitanes y Oficiales de la Armada han sido igualmente eficientes en ayudarnos; pero me siento particularmente reconocido a los capitanes Donnelly y Palmer por sus grandes esfuerzos. Ellos comandaron un cuerpo de Infantería de Marina que  desembarcó y que resultó especialmente útil por los cañones  de las baterías, así como por  los pertrechos de guerra.

Este despacho le será entregado por el Mayor Tucker que fue herido durante el ataque; y como confío en él  desde hace mucho tiempo, le ruego referirse al él por mayores detalles.

Tengo el honor, etc.

S. ACHMUTY, Brigadier General Comandante

Las bajas británicas.

P.S. Me es extremadamente doloroso agregar que  las pérdidas en el ataque fueron importantes. Muchos  de mis más valiosos  Oficiales fueron muertos. El Mayor Dalrymple, del 40º, fue el único Oficial de campo muerto. Los Tenientes-Coroneles Vassal y Brownrigg y el Mayor Tucker se hallan entre los heridos. Me preocupa profundamente  comunicar que los dos citados han sido gravemente heridos.

 Las bajas españolas.

 Las pérdidas del enemigo fueron considerables, cerca de ochocientos muertos, quinientos heridos y el Gobernador Don Pasquil Ruiz Huidobro [Pascual Ruiz Huidobro] con más de dos mil Oficiales y hombres son prisioneros. Cerca de mil quinientos escaparon en botes  o se ocultaron en la ciudad.

Recibí del Brigadier General el Honorable W. Lumley y del Coronel Browne la ayuda más eficaz. El primero protegió la línea del enemigo durante nuestra marcha y cubrió nuestra retaguardia durante el sitio. El último condujo la línea de defensa con gran juicio y  bravura.

 La Artillería Real; apoyo de los mandos.

La reputación que goza  la Artillería Real ha sido firmemente sostenida por la Compañía bajo mis órdenes, y me considero reconocido a los capitanes Watson, Dickson, Carmichael y Walgress por sus hábiles y celosos esfuerzos. El Capitán Fanshaw, de los Ingenieros, fue igualmente arrojado y aunque reciente en el servicio se condujo tan adecuadamente que no tengo dudas de que es un valioso Oficial. Debido a la gran fatiga, cayó enfermo en el medio de nuestras operaciones, y el capitán Dickson lo reemplazó con el mejor de los juicios. De los mandos de los Cuerpos y Departamentos, del Personal general del Ejército, del Personal Médico y mío propio, he recibido la más rápida y jovial colaboración.

 El apoyo de la Armada.

Es innecesario decir que existió la mayor cordialidad entre el Vicealmirante Stirling y yo mismo; recibí de él la atención más amistosa  y todo lo que estuvo en sus manos conceder. Los Capitanes y Oficiales de la Armada fueron igualmente eficaces para ayudarnos; estoy particularmente agradecido a los Capitanes Donnelly y Palmer. Ellos comandaron el cuerpo de Marinos que desembarcaron y nos fueron especialmente útiles  con sus cañones y con el transporte de las provisiones.

Este despacho será entregado a Vd. por el Mayor Tucker, que fue herido durante  el asalto y  que hace largo tiempo merece mi confianza Tengo el honor, etc. S. Achmuty, Brigadier-Comandante.

La Defensa de Buenos Aires

Una vez consolidada la posición inglesa en la Banda Oriental, para que la invasión de Buenos Aires fuera repelida hubo errores concurrentes de ambos bandos.

Por el lado español, Liniers cometió un error parecido al de de Elío; salió a presentar batalla a campo abierto, pudiendo complicar el desembarco desde tierra, ya que llegar a las costas de Buenos Aires requería un largo y trabajoso proceso de chapaleo en una larga costa barrosa, y quienes en 1807 quisieran intentar un desembarco podían exponerse al fuego de artillería y fusilería de costa.

No obstante Liniers trató de enfrentar al General Whitelocke en una batalla que no tuvo muchas bajas, solo la dispersión de las fuerzas defensoras, en la zona de los corrales de Miserere, con un pantano de por medio y una lluvia invernal que complicó las operaciones.

El general inglés a su vez cometió un error fatal; en lugar de cerca la ciudad de Buenos Aires por el Norte, Sur y Oeste, manteniendo al Este el bloqueo naval, se encerró a sí mismo en la ciudad.

Dos circunstancias Dos circunstancias salvaron la ciudad de caer en manos enemigas: ante todo la detención de la brigada Craufurd en los suburbios por órdenes de Gower y luego porque las divisiones de Elío y de Balbiani no se empeñaron en la lucha retrogradando de sus posiciones hasta el centro urbano. En esta plaza había quedado a causa de una contraorden recibida al momento de salir a campaña el 2° batallón de Patricios acantonado en Barracas. Alumbradas las calles y las casas, de acuerdo a una determinación anteriormente adoptada, la luz sirvió de faro a las milicias porteñas que se reagruparon gradualmente.

La vanguardia que había marchado todo el día sin comer vivaqueó esa noche en el mismo matadero donde encontraron carne en abundancia lista para mandar a la ciudad. También obtuvieron galleta de la quinta de White y otros insumos en las casas vecinas de los suburbios que saquearon sistemáticamente. En la quinta de White también «había panadería y personas que empleaban todo el tiempo del día en hacer pan para el uso del ejército», según recuerda Joseph Bullock, a cargo de la Intendencia de la expedición. Gower por intermedio de White mandó un peón portugués con una carta para Whitelocke avisándole lo ocurrido y donde se encontraba, pero el peón llevó la carta a Liniers.[39]

En la madrugada del día 5 la artillería se había adelantado al matadero y las tropas se hallaban listas para avanzar en 12 columnas según las posiciones de su acantonamiento previo. Whitelocke abandonó la casa de White y se sumó a sus tropas, dando la orden de ataque.

Dos días después, la dura resistencia callejera de los vecinos y milicianos y las desinteligencias del mando británico acabaron con la ofensiva. Whitelocke había perdido más de la mitad de sus hombres y la mayor parte de las columnas habían caído, por lo que descartado el bombardeo de la plaza solo quedaba la capitulación. Tras increpar duramente a Auchmuty por considerar que no lo había seguido adecuadamente y a White por haber confiado en el apoyo de la población (los llamó «malditos yanquis»), Whitelocke tomó la decisión de aceptar la capitulación propuesta por Liniers.[40]

Repercusiones en Londres

El 12 de septiembre de 1807 llegó la noticia de la capitulación del Teniente General Whitelocke y su posterior retirada de Montevideo. El día 14 del Times decía que podía considerarse como el desastre más importante sufrido desde el inicio de la guerra contra Napoleón.

El mismo artículo periodístico comentaba la invasión de Popham: "nada tenía de honrosa, nada digno de los recursos o del carácter del país. Fue una empresa sucia y sórdida concebida y ejecutada con un espíritu de avaricia y pillaje sin paralelo…" y respecto a la de 1807 decía: "¿Cómo podía esperarse que los corazones de esa gente estuvieses con nosotros, cuando era evidente que los que por primera vez se apoderaron de aquel lugar habían estado menos ansiosos de conciliar con los habitantes que de poner fuera de peligro el botín del que se habían apoderado?"[41]

En una carta de Canning a Lord Boringdon, éste le decía que la expedición a buenos Aires había concluido y que si no fuera por las pérdidas (entre las que se contaban las de los comerciantes alentados en su codicia por Popham) estaría contento de haberse retirado de allí.

A su vez Auckland, (ex Ministro de Comercio) escribió a Lord Grenville (ex jefe de Gabinete), diciéndole: "…lamento lo de Buenos Aires, pero que solo el plan adoptado pudo traer tal catástrofe, que es muy mortificante, pues andaban las cosas muy bien y se estaban consiguiendo amigos y comercio. Si hubiéramos elegido el partido de la independencia, estoy seguro que habríamos colocado a todas las provincias españolas en un pie de libertad sin efusión de sangre ni convulsiones revolucionarias".[42]

El informe Gordon al Comandante en Jefe, Duque de York, dice: "Así terminó la expedición al Río de la Plata, las consecuencias de la cual han sido las más lamentadas por el país, y la impresión que han hecho sobre todo el ejército y sobre todas las clases del pueblo, han sido mayor que la de cualquier evento que ha ocurrido desde la destrucción del ejército… cerca del fuerte Duquesne (Canadá)".[43]

La doble aventura británica provocó muchas otras cartas, memorándums, informes y opiniones; todas más o menos coincidentes en las dificultades de futuros proyectos para independizar las colonias españolas.

Un tercer plan de invasión frustrado

No obstante en 1808 se preparó una tercera expedición destinada a independizar el Plata, la que estaría a cargo de Arthur Wellesley (hermanos de Richard Wellwsley, Virrey de la India), más conocido como el Duque de Wellington, quien más tarde sería el vendedor de napoleón en Waterloo. Esta expedición nunca se llegó a efectivizar, pues fue imperiosamente derivada a España para enfrentar la invasión napoleónica.

Para Febrero de 1808, Inglaterra planificaba derrotar al virrey Liniers y reemplazarlo por un Regente en representación de la Princesa Carlota, hija de Carlos IV Rey de España y esposa del Rey de Portugal; instaurando en Buenos Aires, un Protectorado Inglés, en lugar del Virreinato del Río de la Plata.

Francia, ayudada por España (bajo presión por el Tratado de Fontáinebleau), había ocupado Portugal, en noviembre de 1807. El Almirantazgo Inglés, alertado de este avance franco-español, encomendó a Sir Sidney Smith que comandase una escuadra naval que debería conducir a la familia real de Portugal al Brasil. Desembarcó en el río Tajo, a comienzos del año 1808, y trasladó a la familia real portuguesa, al gobierno y a los principales miembros de la sociedad portuguesa a Brasil instalando la corte y la capital en Río de Janeiro.

Esta operación fue ejecutada con dos días de anticipación a la llegada del General Junot, con su ejército a Lisboa; con la activa participación de Lord Stranford, embajador en la corte portuguesa en Lisboa y luego en Río de Janeiro.

El 4 de julio de 1808 el Rey de Inglaterra, Jorge III, decretó el cese de hostilidades con España, terminó el bloqueo de los puertos españoles y permitió la entrada de buques españoles a los puertos de Gran Bretaña.  El tradicional adversario de España se convertía en aliado y Francia, que había sido siempre aliada de España, pasa a ser ahora el enemigo. Los planes del protectorado Inglés en Buenos Aires se esfumaron.

A su vez el Vice Almirante Albino consigna que en realidad la presencia naval y militar inglesa permaneció sin abandonar el Río de la Plata; realizando diversas acciones piratas desde 1806 y hasta 1808.[44]

Algunos Informes Esclarecedores

Como se señala en un apartado de este trabajo, el Foreign Office contaba desde siempre con informes oficiales e extraoficiales, proporcionados por funcionarios del servicio diplomático, extranjeros al servicio de Inglaterra, militares, marinos, comerciantes, viajeros de paso, y naturalmente, residentes ingleses o al servicio de los intereses ingleses.

Informe Dumouriez (francés al servicio de Inglaterra):

Entre otras opiniones sugiere al jefe de gabinete inglés, Lord Castlereagh que conviene enviar una misión a Buenos Aires para tratar su independencia de España y su gobierno bajo algún príncipe europeo, dotándola de un ejército e instituciones; luego se lograría lo mismo con Chile, Perú, Venezuela y los demás. También sugiere que si Napoleón captura a la corte portuguesa, Inglaterra tendrá que tomar Brasil y declarar su independencia. Respecto a México dice que aunque cueste mucho en ejércitos y en dinero, Inglaterra tiene que tomarlo, y junto a los mexicanos combatir el expansionismo de los Estados Unidos. Recomienda en especial que no se proponga a ningún portugués para reinar sobre el Río de la Plata, pues en Buenos Aires los detestan.

Informe Castlereagh:

Recomienda que se envíe una tercera expedición al Plata para que se asiente en Montevideo, supuestamente para proteger la región de los franceses, aunque en realidad para proteger al aliado luso brasileños. No se llevó a cabo porque no proponía la independencia del Río de la Plata, base de la política Tory, partido que en ese momento gobernaba Inglaterra.

El 1º de mayo de 1807 informa a sus colegas en un Memorial que "no tiene esperanzas de conquistar este inmenso territorio (Sud América) oponiéndose por las armas a su población"; si el fin era "abrir a nuestros productos sus mercados" era más conveniente "aproximarse como mercaderes y no como enemigos", fomentar en sus habitantes las divergencias con Napoleón "para obtener ventajas comerciales" y si las cosas llegaban a madurar en una independencia de América española, Inglaterra "debería favorecerla solamente como auxiliar y protectora de los nativos para evitar recelos" H. S. Ferns llama a este Memorial de Castlereagh -que previó el fracaso militar de Whitelocke, la futura independencia hispanoamericana y la ingerencia imperialista consecuente" la base de una centuria y media de política británica en Sud América".[45]

Informe Carmille (otro francés al servicio de Inglaterra):

Dice que desde hace tiempo se aboga por la independencia de Sudamérica, porque es imposible conquistarla por las armas, y que debe dárseles a los rioplatenses las máximas garantías de que jamás volverán a manos de España.

Informe Wellesley (8 de febrero de 1808):

Expresa que en vista de las experiencias vividas en Buenos Aires, es su opinión que no se puede conquistar. Lo mismo opina de las otras colonias. Dice que lo provechoso para Inglaterra es ayudar a la independencia de las colonias. Recomienda que las expediciones con fines de independencia sean fuertes y que se hable y se acuerde antes con los criollos en forma muy clara y definitiva, por sobre todo, que no se las abandonará luego ante España. También recomienda que se establezca una monarquía moderada, sujeta a leyes y con un parlamento.

También aconseja que se comience por otro lugar y no por buenos Aires, en vista de los sucesos conocidos; para evitar derramamientos de sangre y mostrar la verdadera (buena) intención inglesa. Que lo ideal sería comenzar por Venezuela, aunque expresa que se presentaría el problema de que inmediatamente los Estados Unidos invadirían México, haciendo lo mismo los franceses desde las Antillas; razón por la que propone que se comience por México, declarándolo independiente y protegiéndolo de los Estados Unidos y de Francia; para ello sería necesario un gran ejército, tanto para la toma por la resistencia española, como para defenderlo luego del muy probable ataque estadounidense.

Como base para la expedición a México propone a Jamaica para concentrar allí los 20.000 hombres de la fuerza que considera mínima necesaria. Luego para Venezuela la isla de Granada, como base de concentración de un ejército de 12.000 hombres.

Informe Beresford (17 de febrero de 1808)

Este informe es muy importante, por provenir de un conocedor del Plata y hombre de confianza de Castlereagh, quien lo puso en marcha, aunque no fue llevado a cabo porque poco después se produjo la invasión de Napoleón a España, lo que les obligó a desviar la expedición a la península.

En primer lugar critica a Whitelocke porque su decisión de meterse en la ciudad en lugar de sitiarla ocasionó muchas muertes innecesarias y la inquina de los habitantes. Que ahora no existe otra posibilidad de intentar independizarlos sin ninguna otra ventaja, porque aunque los criollos del Plata detestan a los españoles, ahora detestan más a los ingleses, que mantenerse allí como invasores sería no solo imposible sino intolerable. Que antes de independizar al Plata sería necesario deportar a todo el gobierno y a los españoles y opositores a la independencia y luego ir entregando paulatinamente el gobierno a los criollos.

También informa que el pueblo desea la independencia, sea bajo una forma de gobierno monárquica o republicana, pero que sea independencia; que la gente más ilustrada desea una monarquía moderada sujeta a leyes, pues piensan que una república sería como una maldición.

Informe Melville (junio de 1808)

Expresa ser partidario de la independencia de Sudamérica, siempre que no se les imponga un rey. Que sería mejor tomar Buenos Aires y desde allí lograr la independencia de las otras colonias. Lo interesante de este informe es que sugiere aliarse con los Estados unidos para formar un bloque para enfrentar a Europa.

Capítulo 3

Influencia británica en la política Criolla independentista

"abstenerse, si se lo solicita, de reconocer o aún de ayudar a su independencia." George Canning

En el Río de la Plata estaba el partido español, obviamente quería seguir con la pertenencia a España, a la vez que seguir acumulando riquezas con el contrabando. Su principal base era Montevideo donde estaba de Elío; a su vez en Buenos Aires contaba con Álzaga, Santa Coloma y Agüero; todos miembros del Cabildo.

El partido independentista contaba con Liniers, que por no ser español y a la vez sospechado de pro-francés, se apoyaba en dicho partido y en las tropas criollas. A la vez Liniers seguía siendo Virrey para España; primera base de su poder, a la que mientras tanto era leal, por lo que se preparó para la Tercera Invasión Inglesa.

Liniers a su vez barajaba otras opciones:

  • 1. La toma del Río de la Plata por los franceses napoleónicos con miras a una posterior y supuesta independencia.

  • 2. La toma por parte de los ingleses, con la independencia como resultado.

Aunque por el momento seguiría siendo Virrey y fiel a España, mientras ésta lo mantuviera. Se podría decir con justicia y sin exagerar que Liniers jugaba para todos los equipos.

A su vez el partido independentista utilizaba a Liniers para sus propósitos, por ser influenciable y porque como dijimos antes, le convenía. Padilla y Moldes se encontraban en Inglaterra en contacto con Miranda y el gobierno inglés, tratando de lograr que se produjera la expedición de Arthur Wellesley para independizar Sudamérica. Con igual intención estaba Pueyrredón en España y Rodríguez Peña en Río de Janeiro.

Ya entronizado José Bonaparte como Rey de España luego de las abdicaciones de Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII (Motín de Aranjuez), y de Fernando VII otra vez en favor de su padre Carlos IV, y éste a favor de Napoleón, y el posterior confinamiento de ambos en Bayona.

Luego de la sangrienta represión de Murat, el pueblo español inicia la guerra a los invasores a través de las juntas constituidas en cada ciudad. La Junta de Asturias envió una representación a Londres a pedir ayuda contra el invasor. El pedido les significó a los ingleses la oportunidad de enfrentar a su enemigo desde una base continental, como aliados de los españoles.

Esto provocó que Inglaterra cancelara inmediatamente sus planes de invadir las colonias españolas de Sudamérica, lo que había sido previsto por algunos representantes locales, como Rodríguez Peña, quien escribió a Miranda desde Río de Janeiro, pidiéndole que apure la expedición de Wellesley, porque la demora podría ser funesta si se levanta España contra Napoleón.

"Los Americanos en la forma más solemne que por ahora les es posible, se dirigen à S.A.R. la Señora Doña Carlota Joaquina, Princesa de Portugal é Infanta de España, y la suplican les dispense la mayor gracia, y prueba de su generosidad dignándose trasladarse al Rio de la Plata, donde la aclamaran por su Regenta en los términos que sean compatibles con la dignidad de la una, y libertad de los otros… Aunque debemos afianzarnos y sostener como indudable principio, que toda la autoridad es del Pueblo, y que este solo puede delegarla, sin embargo la creación de una nueva familia Real nos conduciría á mil desordenes y riesgos. Al contrario la dignidad ya creada, y adornada al presente de tan divinas qualidades, y que separándose absolutamente de la dominación Portuguesa se establecerá en esos territorios nos ofrece una eterna felicidad y quantas satisfacciones puede prometerse una nación establecida afirmada y sostenida con las más extraordinarias ventajas; añadiendo que sin duda alguna debemos contar con la protección y auxilios de la Inglaterra". [46]

Rodríguez Peña era uno de los llamados "carlotistas", es decir, partidario de establecer un reinado en el Plata, teniendo como monarca a la princesa Carlota Joaquina; aunque no ocultaba los temores sobre lo que se podría desatar en ocasión de concretarse. También garantizaba a los ingleses que haría lo posible para preparar a los criollos de Buenos Aires, a fin de recibir a la fuerza expedicionaria inglesa como amigos. Como reflexión accesoria advertía que el partido independentista no era numeroso ni estaba compuesto de vecinos notables, que en las provincias del interior existían recelos sobre la reacción de los españoles, y a su vez el partido español estaba preocupado por las prebendas del contrabando que les permitía vivir con relativa comodidad.

Luego del fracaso de la invasión, los conjurados debieron escapar: Saturnino Rodríguez Peña se refugió en Río de Janeiro y Aniceto Padilla emigró a Londres. Ambos gozaron de una pensión del gobierno inglés en recompensa de este acto. En los años siguientes fueron partícipes de diferentes negociaciones que se encaminaban a la independencia, pero con resultados negativos, como veremos más adelante.

Ya en Londres, Padilla se reunió con Sir Arthur Wellesley, más tarde nombrado duque de Wellington, el 2 de abril de 1808 y, al término de esa reunión, Padilla le envió una memoria al general inglés. En ella relata que con la ocupación inglesa, los americanos "creyeron que el propósito de la nación británica era proteger la independencia de ese país; […] Pero como después de eso, la conducta de los jefes británicos no correspondiera en absoluto con las esperanzas que el pueblo había concebido, tomaron la resolución de expulsarlos mediante la reconquista, cosa que hicieron poco tiempo después". Más adelante continúa Padilla: "Peña dirigió sus pasos a Río de Janeiro para observar el movimiento y vicisitudes del país, y yo me dirigí a esta capital para tomar consejo y conferenciar con nuestro compatriota el general Miranda, cuyos conocimientos, experiencia y los generosos y constantes esfuerzos para lograr la independencia de los americanos nos son conocidos desde hace tiempo,". [47]

Finaliza la nota pidiendo una expedición británica de unos 6.000 a 7.000 hombres que desembarquen en la Colonia del Sacramento y desde allí ganar la voluntad de toda la provincia.

También hay que señalar el temor a la anarquía, ya que cada ciudad importante, cada puerto, cada región del Virreinato del río de la Plata tenía sus grupos de poder y en ellos una idea y un proyecto político propios. Estos proyectos políticos venían durante toda la etapa virreinal sujetos a la administración central impuesta por el gobierno español, y viviendo una realidad forzada por el centralismo virreinal.

Finalmente la decisión de la diplomacia inglesa fue la de aliarse formalmente a Fernando VII, prisionero en Francia, en contra de Napoleón; por lo que se vieron en la necesidad, interés y conveniencia política de oponerse a las pretensiones francesas, portuguesas, las de la Infanta Carlota Joaquina, (quien a su vez denunció ante los realistas a sus propios corresponsales criollos), y las de los mismos criollos; relegando el tema de la independencia. Lo que finalmente decidió al partido criollo de las diversas regiones a operar solos, sin el apoyo inglés.[48]

Son muy ilustrativas las instrucciones que el 5 de octubre de 1808, George Canning le comunica a J. H. Frere, embajador inglés en España, acerca de los alcances de su misión diplomática. En especial lo que concierne a la actitud británica con respecto a Sud América. Le indicaba "abstenerse, si se lo solicita, de reconocer o aún de ayudar a su independencia."[49]

A esta altura podemos afirmar que la Revolución de Mayo de 1810 no fue un movimiento contra Napoleón, y contra un gobierno español que descuidó sus colonias en América a causa de la guerra; ya que España tenía un rey, José I; ilegítimo pero apoyado por buena parte de la sociedad y pueblo españoles y por el ejército francés. Contra lo que generalmente se cree, el apoyo inglés de tropas y dinero no alcanzaba para debilitar a los franceses en la península, hasta que napoleón debilitó su posición a causa de la invasión a Rusia, lo que sucedió mucho después (1812).

Por su parte Pueyrredón, ante el panorama de los sucesos y el cambio de política de los ingleses; antes de verse entrampados por franceses o españoles en la península, escapó hacia el Plata con una cincuentena de patriotas, a fin de seguir operando a favor de la independencia.

Desde 1808 en España además del rey ilegítimo José I, había varias autoridades auto constituidas, como las juntas de Cádiz, Sevilla y otras, y las del exilio como Carlos IV y Fernando VII, sin contar con la Infanta Carlota Joaquina, quien desde Río de Janeiro se juzgaba virtual reina del Río de la Plata. Ante este panorama, no es de extrañar que los poderes locales se encontraran socavados; por una parte de Elío en Montevideo y por la otra Liniers en Buenos Aires, quien a su vez no sabía a quién acatar como autoridad superior; con partidos que se iban definiendo y con una economía muy complicada a causa de la guerra en Europa, las invasiones inglesas y los gastos de defensa que éstas habían ocasionado.

El 14 de diciembre, el gobernador Elío despachó una nota al Cabildo de Buenos Aires en la cual comunicaba la existencia de "tres pérfidos proyectos, el de Pueyrredón; el que proponía Peña y yo descubrí aquí, y el que recientemente tendrá V. E. A la vista de resultas de las actuaciones que la Junta extraordinaria de la fragata Prueba ha dirigido a V. E, y verá que todos tres coinciden, y todos cuentan con una seguridad de apoyo en don Santiago de Liniers." Y agregaba más adelante que: "unido a la Real Audiencia se tome la providencia de suspender de su mando a un Virrey que atenta la soberanía, y admite semejantes infamias […]"[50]

Podemos concluir entonces que durante el año 1808 se planeaban varias acciones revolucionarias en Buenos Aires. Que las autoridades tenían conocimiento de estas actividades. Que existía una combinación entre el Cabildo de Buenos Aires, presidido por Martín Álzaga y el gobernador de Montevideo, Javier Elío. Estaban atentos a los movimientos subversivos y además promovían una campaña para derrocar al virrey Liniers, bajo los cargos de amigo de Francia, disoluto y partidario del comercio libre.[51]

Informantes del Foreign Office antes de 1810

Antes de la Revolución de Mayo, fue muy importante la labor de inteligencia que realizaba el Ministerio de Relaciones Exteriores Británico, Foreign Office. Recibía constantemente información proporcionada por los comerciantes y viajeros ingleses que se encontraban en América del Sur. También lo hacían los oficiales británicos, en especial los marinos. En estos informes se encuentra un valioso material que daba cuenta del estado de las colonias españolas poco antes de la lucha por la Independencia.

Un informe escrito en el año 1808 por el comerciante que firma señor Johnson, indica que a pesar de la derrota británica luego de las invasiones a Buenos Aires, señala que si bien: "terminaron en desastre y desgracia, produjeron por lo menos el efecto beneficioso de ponernos en conocimiento de la fuerza interna de esas regiones y de la desafección de la mayoría de sus habitantes con su metrópoli".[52]

Más adelante recalca los beneficios para el Reino Unido que traería un mercado que compense las pérdidas producidas por el cierre de los mercados del Continente Europeo y propone la creación de una monarquía independiente en Sud América.

El 4 de julio de 1808 el Rey de Inglaterra, Jorge III, decreta el cese de hostilidades con España, termina el bloqueo de los puertos españoles y permite la entrada de buques españoles a los puertos de Gran Bretaña. Esto modificó todo el tablero político de Europa y de las colonias. [53]

En agosto de 1808, el Secretario de Estado de Guerra y las Colonias, Vizconde de Castlereagh, en nombre del gabinete inglés, encomienda al mayor Burke una misión en Buenos Aires que consistía en "trabajar las mentes de los españoles en contra de los franceses", pensando en que si España caía en manos francesas, Inglaterra repetiría lo acontecido con la corte de Portugal, albergar en América a la corte española.[54]

Lord Strangford, Embajador británico en la corte de Río de Janeiro, envió un informe a George Canning, Ministro de Relaciones Exteriores, en junio de 1808 comunicando sus temores por las intenciones del Príncipe Regente de Portugal a extender su dominio hasta el Río de la Plata, y pidió instrucciones sobre cómo debe proceder. Strangford le comunica que disuadirá al príncipe de estos propósitos hasta saber la política británica al respecto.

Canning responde que "rogará seriamente al ministro portugués de suspender toda operación ulterior tomada con ese fin, y de respetar en las colonias sudamericanas, aquellos lazos de interés común y amistad, con que España y Portugal están ahora unidos en Europa."[55]

Son ilustrativas las instrucciones que el 5 de octubre de 1808, George Canning le comunica a J. H. Frere, embajador inglés en España acerca de los alcances de su misión diplomática. En especial lo que concierne a la actitud británica con respecto a Sud América: le indica "abstenerse, si se lo solicita, de reconocer o aún de ayudar a su independencia."[56]

A fines de octubre Saturnino Rodríguez Peña, que estaba exiliado en Río de Janeiro, envía una serie de cartas a Sidney Smith presentándole a un grupo de residentes en Buenos Aires que estarían a favor de la regencia de la Princesa Carlota. Los principales nombres mencionados son: Juan José Castelli, Félix Casamayor, y Martín de Álzaga. Además envía a Buenos Aires otras escritos para varias personas con el objeto de promover la regencia de Carlota hasta tanto el rey Fernando VII, prisionero en manos de Napoleón, pudiera regresar a España. Rodríguez Peña las envía en manos del médico inglés, Diego Paroissien, que junto con el coronel Burke, serán los portadores de esas misivas.[57]

La moda juntista en España y América

Antes, durante y después de las invasiones inglesas hubo muchas rencillas entre Buenos Aires y Montevideo; en estas peleas internas tuvieron mucho que ver las influencias internas, aunque el partido más activo era el capitaneado por Álzaga, que se sentía débil en Buenos Aires y fuerte en Montevideo, ciudad con mayoría de españoles, cuyos habitantes entre otras cosas sostenían la pretensión de ser sede de la codiciada aduana del virreinato; fundamentando entre otras cosas:

  • su situación de puerto de mar;

  • la ventaja de ser junto a Colonia, las únicas plazas fortificadas en el Río de la Plata;

  • el valor agregado de tener una población de probada lealtad a la corona, a diferencia de los porteños que no parecían tenerla;

Aunque el tema subyacente era el antagonismo contra el Virrey Liniers, acusado entre otras cosas de pro francés, o "afrancesado" como llamaban los españoles a quienes por convicción o beneficio personal adherían a la administración Bonaparte.

Por esta razón, en septiembre de 1808 el virrey ordenó la destitución de Elío y su reemplazo por el Brigadier Juan Angel Michelena, quien fue repudiado y agredido por los montevideanos que el 20 de septiembre llamaron a Cabildo Abierto y se resolvió "obedecer pero no cumplir" la orden del Virrey estableciendo una Junta de Gobierno presidida por Elío, que fue la primera junta tuitiva de los derechos de Fernando VII en el Río de la Plata.[58]

En noviembre de 1808, Liniers tenía decidido atacar Montevideo y disolver la Junta pero, un enviado de la Junta de Sevilla (que iba hacia el Perú) negoció un entendimiento entre ambas orillas del Plata. Si bien fracasó en el acuerdo, consiguió que Liniers depusiera su actitud de atacar Montevideo y de esta manera, postergó por unos años la inevitable guerra civil que, necesariamente, debía darse entre los dos puertos del Plata.

En tanto, el cabildo porteño, apoyado por militares españoles y muchos criollos —entre los que se encontraba Mariano Moreno— planearon un alzamiento revolucionario contra Liniers, para octubre de 1808.

Por diversas razones, se postergó el alzamiento hasta el 1º de enero de 1809, su objetivo: reemplazar a Liniers por un régimen de mayor autonomía o de independencia, en caso de perderse España.

Luego de muchas idas y venidas, cuerpos militares en la Plaza Mayor y funcionarios yendo del Cabildo al Fuerte y viceversa, Alzaga comunicó al Virrey Liniers que había sido depuesto y que una Junta se haría cargo del gobierno.

Después, la historia conocida, los cuerpos criollos al mando de Saavedra impidieron la renuncia de Liniers, desarmaron y disolvieron a los cuerpos españoles y arrestaron y juzgaron a los miembros del Cabildo, que fueron desterrados a Carmen de Patagones. De allí fueron rescatados por Elío y acogidos en Montevideo. Se tildó de absolutista al movimiento de Alzaga, sin embargo para el pensamiento de la época, la forma de gobierno colectiva de emergencia popular (junta) implicaba republicanismo, democracia.[59]

En el proceso seguido a los conspiradores se encuentra la declaración de un testigo, que habla de un proyecto de constitución y congreso o parlamento, elaborado por Mariano Moreno (el único que se salvó del destierro junto con Leiva, por sus "fueros de intangibilidad") para esta parte de América.

La Junta de Montevideo se disolvió el 30 de junio de 1809 cuando arribó a esa plaza el Virrey del Río de la Plata designado por la Junta Central, el Teniente General don Baltasar Hidalgo de Cisneros, un español juntista.

El 12 de Julio de ese año, Cisneros recibió en Colonia el acatamiento de la Real Audiencia y del cabildo de Buenos Aires y el 25 de Julio, el acatamiento de Liniers, que viajó desde Buenos Aires.

No obstante en 1809 ya estaba instalada la discusión de la legitimidad del poder gobernante, donde la figura del Rey se diluía en la representación de las juntas españolas que competían por la representatividad real; y en las colonias, a partir de la Real Orden emitida el 22 de enero de 1809, otorgando representatividad a los cabildos americanos.

Fue así que a la luz de esta discusión ese año hubo varios levantamientos en territorio del Río de la Plata; en los que básicamente se intentaba deponer a las autoridades españolas y constituir gobiernos locales:

  • 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca;

  • 27 de julio de 1809 en La Paz;

Los Aliados ingleses no eran afectos al sistema de Juntas, preferían un Consejo de Regencia, de ser posible, nombrado por ellos mismos.

Además, su prioridad no era la lucha contra Napoleón por problemas políticos, sino la defensa de sus intereses económicos, por ello presionaron a los españoles para que se les entregara el puerto de Cádiz (llave del comercio con las Américas) bajo la protección y administración de Inglaterra, o se retirarían de la lucha.

Al no ceder los hispanos, los ingleses se retiraron a Portugal esperando la segura derrota de las tropas españolas: Ocaña, Gerona, Navas de Tolosa, Córdoba, Granada, Málaga, cayeron en manos francesas entre octubre de 1809 y enero de 1810, todo ante la mirada impávida de los cuerpos expedicionarios ingleses acantonados en Portugal.

Cuarto proyecto de invasión y desenlace juntista al gusto inglés

Esta vez no fue idea de la conducción británica, sino un intento de la Junta Central de Sevilla a solicitud de Elío, (en medio de la pelea contra Liniers), de enviar una invasión de tropas inglesas al mando del general Whittingham a fines de 1809, dirigida a su porpio virrey en Buenos Aires; afortunadamente los ingleses no permitieron que la expedición se realice.

La influencia directa del gobierno británico ante la Junta Central la ejercía el embajador Richard Wellesley, ex Virrey de la India, a cargo de la conducción política; a su vez hermano mayor de Arthur, quien fuera luego conocido como el Duque de Wellington, vencedor de Waterloo, a cargo de la conducción militar.

El embajador Richard Wellesley escribió a su canciller Canning, informando que media Junta Central es leal a Fernando VII, y la otra mitad a José I (Bonaparte), por lo que dudaba que fuera leal a sus aliados ingleses. También informaba que la Junta recibía a algunos de los representantes de las colonias, pero que eso lo hacían al solo efecto de mantenerse en el poder, que cuando en América se enteraran de la verdadera situación de España se independizarían.

La Junta Central fue reemplazada (autodisuelta) en el comando de las operaciones civiles y militares, por el Consejo de Regencia (cuyos integrantes fueron mayoritariamente designados por los ingleses, a condición de ser subsidiados en libras esterlinas), el que asumió el 31 de enero de 1810, lo que implicaba poner un freno a la revolución española que se gestaba desde abajo, con ideas liberalizadoras que apuntaban al corazón del absolutismo.[60]

Este Consejo de Regencia fue el que intentó hacerse reconocer como única autoridad en América, pero con una contradicción fundamental en el razonamiento ideológico de su petición de obediencia: declaraba hombres libres a los americanos, de un yugo despótico, indiferente y codicioso.[61]

Claro y firme ya que los ingleses no vendrían a ayudar a los americanos; los criollos descartaron la opción portugesa por intragable y la de Carlota Joaquina por impracticable, ya que la señora quería gobernar como mocarca absoluta, es decir, sin leyes que la limiten. Solo les quedaba mirar hacia adentro del virreinato, donde los independentistas del puerto habrían de producir la revolución y acordarla con las gobernaciones del interior.

Capítulo 4

La Revolución de Mayo bajo la Atenta mirada británica

"me han hecho preguntas y han pedido mi opinión al respecto, he contestado que el gobierno británico había expuesto ante la faz del mundo que estaba en favor de la causa y confirmado por un manifiesto público y por la más activa cooperación". Alexander Mackinnon

El 13 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente: la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona española, había caído también a manos de los ejércitos napoleónicos. Inmediatamente, el virrey Cisneros advirtió que se crearía una nueva regencia americana en representación de Fernando VII y en defensa de la Corona. Pero la Junta que lo había nombrado había desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era momento de convocar a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos a seguir.

El 19 y 20 de mayo, las reuniones fueron febriles. El 21 de mayo, una multitud, encabezada por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se reunió con las armas en la mano para exigir el Cabildo Abierto y la renuncia del virrey. Llevaban el retrato de Fernando VII y una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española. El Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, logró calmar los ánimos, pero la convocatoria para el día siguiente era un hecho.

El 22 de mayo, "la parte más sana y principal del vecindario" concurrió al Cabildo. Como el día anterior, la plaza estaba llena, mientras transcurrían las acaloradas discusiones, que se extendieron durante 15 horas. Se discutía qué hacer tras haber caído Sevilla en manos de los franceses. Los más conspicuos defensores del statu quo, entre quienes se encontraban el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota, sostenían que los americanos debían obediencia a los españoles. Pero los criollos, en boca de Juan José Castelli y Juan José Paso, exigían la conformación de juntas autóctonas porque consideraban que, desparecido el virrey, el poder había regresado al pueblo.

Se votó en la noche del 22 y el 23 por la mañana se realizó el conteo de votos. Triunfó ampliamente la opción de deponer al virrey y delegar el poder en el Cabildo. Sin embargo, ese mismo día el Cabildo daría su golpe contrarrevolucionario nombrando una junta presidida por el virrey depuesto, algo que concretaría el 24 por la mañana y que resultaría inadmisible para los partidarios del cambio.

La junta propuesta por el Cabildo se componía, además de Cisneros, por una vocalía integrada por Cornelio Saavedra y Juan José Castelli (criollos) y el párroco de Monserrat, Juan Nepomuceno Solá, y el comerciante José de los Santos Inchaurregui (españoles). De inmediato, desde los suburbios porteños cundió el descontento general. Castelli y Saavedra, que no habían sido siquiera consultados, renunciaron a integrar la junta, y Patricios y Arribeños tomaron las armas. Recomenzaron así las discusiones de los patriotas.

El 25 de mayo, las protestas eran ya incontenibles. La misma multitud de días atrás ocupaba nuevamente la plaza.  El movimiento patriota se había instalado cerca del Cabildo, el cual reunido desde temprano había rechazado la renuncia de la Junta. Ni los jefes militares estaban ya del lado del virrey. Los cabildantes debieron finalmente solicitar la renuncia de Cisneros y aceptar la propuesta de nombrar una nueva junta. Así, nacía el primer gobierno patrio.

Saavedra fue el presidente. Lo secundaron Mariano Moreno, Juan José Paso, Manuel Alberti, Miguel Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Juan Larrea y Domingo Matheu. Todos juraron en nombre de Fernando VII, pero algunos creían que era sólo cuestión de tiempo para que esto dejara de ser así. Años de guerra deberían pasar antes de que el 9 de julio de 1916 se declarara la independencia.

Informe de Lord Strangford sobre el 25 de mayo y sus implicancias a la luz de los intereses del Foreign Office

Para recordar la Revolución de Mayo, reproducimos una carta despachada desde Río de Janeiro por Lord Strangford, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Gran Bretaña en la corte del Brasil, fechada el 20 de junio de 1810. Se trata de un documento de trascendental importancia por cuanto en él no sólo se relatan los sucesos de mayo con notable detalle, sino que el funcionario británico detalla las pretensiones del Brasil sobre los territorios del Río de la Plata y Paraguay, y alude a la entrevista que mantuvo en Río de Janeiro con Matías Irigoyen, enviado a esa ciudad en representación del flamante gobierno de Buenos Aires, donde éste le expuso aspectos destacados de la política impulsada por el gobierno porteño.

El hábil diplomático inglés vaticinaba con una aguda visión de futuro: "pasará mucho [tiempo] antes de que este gobierno rompa toda alianza con Fernando VII y establezca un sistema enteramente independiente".

Había sido recién enviado mi precedente despacho (enviado al canciller Wellesley el 10 de junio de 1810) que describía a S.S. el aspecto variable de los problemas de las provincias que bordean el Río de la Plata, cuando recibí una información completa de algunos aspectos contenidos en él, mediante la llegada de H.M.A.B. Pitt, con la noticia de la revolución ocurrida en Buenos Aires después de los últimos veinte días.

Parece que los habitantes de Buenos Aires y de las provincias adyacentes habían sido mantenidos en la más profunda ignorancia respecto al estado de los asuntos de España. Los únicos mensajes que se habían permitido circular eran dudosas y contradictorias declaraciones sobre pretendidas y decisivas victorias sobre los franceses que sólo produjo en la opinión pública un estado de ansiedad hacia la suspicacia y la alarma.

Alrededor del 30 de abril llegó una fragata inglesa a Montevideo, después de una travesía de 52 días,  y que al pasar por Gibraltar recogió noticias con las narraciones más desfavorables, las cuales el gobierno se vio obligado a publicar en una gaceta, de la cual tengo el honor de incluir una copia. La reacción provocada por esta noticia fue de la mayor violencia.

Los comandantes de las tropas entrevistaron al virrey en la tarde del 19 y le expresaron que la situación era tal que no podían continuar reconociendo la autoridad de la Junta (el Consejo de Regencia) y que, en consecuencia, debía renunciar de inmediato. A esta demanda, el virrey respondió que, si bien estaba decidido a acceder a su pedido, pensaba que el procedimiento indicaba demasiada precipitación, que se fundaba en la interpretación personal de los sucesos, que después de todo, podía responder a un error de información.

La respuesta del virrey no fue aceptada por ellos y fue obligado a delegar su autoridad en el cabildo, del cual fue elegido inmediatamente su presidente (24 de mayo de 1810).

Luego este cuerpo o más bien, una asamblea general de todas las autoridades constituidas fueron  reunidas, tomándose la resolución de constituir una junta provisional,  previa a  la constitución de un congreso en Buenos Aires, que estaría formado por diputados de todas las provincias de Hispano América. El virrey está totalmente excluido de esa junta, lo que ha provocado el desagrado de los españoles europeos que forman un pequeño partido de respetable influencia dentro de la ciudad de Buenos Aires.

Alrededor de 300 personas fueron citadas para elegir a la nueva junta. De ese número solamente concurrieron 190, de los cuales 130 votaron a favor de la deposición del virrey y alrededor de 50, votaron por la continuación del mismo en su antiguo cargo. Una diputación del cabildo se apersonó al virrey para anunciarle formalmente la terminación de su mandato y para recibir de sus manos el bastón de mando.

La Junta Provisional está formada por nueve miembros con dos secretarios: Saavedra, el comandante en jefe de las fuerzas, fue designado presidente. Su primer acto fue renovar el juramento de adhesión a Fernando VII y su fidelidad a la causa de España, mientras una parte de ella permanezca libre de la usurpación de Francia. Se proclamó una amnistía general a favor de aquellos que habían votado oponiéndose a esta tendencia, acompañada con una declaración que afirmaba que esta alteración producida, había ocurrido como consecuencia de la disolución de la Suprema Junta (y su consecuencia de la autoridad del virrey) y que ésta había ilegalmente abusado del derecho de delegar el poder en una regencia sin atender al sentimiento del pueblo y, muy especialmente, sin ninguna deferencia a la opinión de una porción tan vasta del imperio español como las colonias americanas.

Fueron despachadas inmediatamente invitaciones a las otras provincias solicitándoles el envío de delegaciones a Buenos Aires con el propósito de realizar un congreso general. Y se estableció que los gastos ocasionados por el envío de representantes al interior serían costeados con la paga que el virrey recibía por su oficio de presidente de la sección control y contratos de la venta de tabacos.

Se me ha insinuado que uno de los primeros temas que tratará la Junta será el planteo de la política futura que adoptará con Inglaterra y esta corte (Brasil) y que se ha resuelto tomar medidas inmediatas para atraer el interés del primer país mencionado, procediendo a abolir las restricciones que las leyes coloniales imponían al comercio de los establecimientos españoles y, acordando a Inglaterra, de esta manera, un anticipo de los beneficios que derivarán del asiento del nuevo orden de cosas y como prueba de la intención de la América española de separarse de la Madre Patria, y también, del intolerable sistema de opresión que ha aplicado sistemáticamente a sus colonias.

No pienso que decidan mandar un representante o agente para tratar directamente con el gobierno británico. Por el contrario, pienso que está casi resuelto no hacerlo, debido a la molesta posición que esto ocasionaría, ya que se mantienen ciertos compromisos con España representada: ya por la regencia o la junta de Cádiz.

Sin embargo, se me envió una carta, explicando los puntos de vista y principios del nuevo gobierno, y en ella se me pide que presente a esta corte (del Brasil) con el cariz más favorable y propicio, con el fin de obtener del Brasil la continuación del actual estado pacífico hacia los habitantes de Hispano América.

Ha decidido también el nuevo gobierno enviar un agente para que se entreviste personalmente conmigo con la esperanza de lograr para la Junta el respeto y la protección de Inglaterra. Las referencias a esta persona serán detalladas, en otra parte de este despacho.

SS. posiblemente se sorprenderá, si considera la mala voluntad y reconocida animosidad existente entre los euroespañoles y el pueblo de Buenos Aires, de que la revolución se realizó pacíficamente. Esta aparente tranquilidad se explica fácilmente: el ejército está totalmente a favor del nuevo sistema y de sus componentes, porque ellos son sus principales comandantes. De ahí que toda resistencia de parte de los españoles hubiera resultado inútil.

No debe suponerse que las novedades llegadas de España fueran la única causa que provocó los acontecimientos de Buenos Aires. Otros sucesos colaboraron para acelerarlos. Los infructuosos esfuerzos de los agentes enviados por la Princesa del Brasil para vencer la creciente antipatía que sus pretensiones provocaron en Buenos Aires; las sumas de dinero entregadas sin reparo para lograr esos propósitos por un lado, y el indiscreto e intempestivo lenguaje usado por Su Alteza Real con las amenazas y represalias contra el partido popular, por el otro, constituyen el motivo primero y más importante. La segunda causa fue originada por la acción violenta del ministro español en esta corte (del Brasil) que, desde hace largo tiempo exigía del gobierno portugués la expulsión de algunos súbditos españoles que residían en Río de Janeiro y que mantenían correspondencia activa con los líderes de la independencia de Buenos Aires.

El gobierno portugués muy atinadamente se negó a entregarlos, porque vivían pacíficamente bajo su protección, sin cometer ofensa alguna a las leyes del país. Estos hechos provocaron una serie crecida de cartas de parte del ministro español, redactadas en violento y alarmante lenguaje, al punto que algunas de estas personas, entre otros, dos hermanos llamados Pueyrredón, tomaron la resolución de escapar a Buenos Aires. Arribados a esta ciudad, sus relatos  (la narración de los peligros  pasados) interesaron e inflamaron las mentes de sus conciudadanos y provocaron el apresuramiento en la ejecución de los proyectos revolucionarios.

Poco después de la llegada del Pitt recibí la visita del agente que cité anteriormente (Matías Yrigoyen), enviado por la Junta para comunicarse conmigo. Me presentó un papel que contenía las firmas de todos los miembros del mencionado cuerpo y me pidió que considerara este papel como prueba de la autoridad que investía.

Su conversación me aclaró varias facetas del nuevo gobierno; me aseguró que su única finalidad había sido el aprovecharse de la caducidad de la autoridad legitimada de España para emancipar las colonias de la tiranía [a la que está sometida] la Madre Patria, para conservar a un grande y floreciente estado americano para los legítimos representantes de la monarquía española, cuando la otra parte de sus dominios hubieran caído bajo el poder de Francia. Especificó también, que en ellos no existía pensamiento ulterior de independencia, sistema que la América española solamente admitiría como una alternativa para escapar del más grande de los conquistadores, Napoleón) y retornar después al antiguo orden de cosas. Finalmente negó en nombre de la Junta, cualquier forma de sometimiento o conexión con los franceses o tendencia política que causara el más leve rozamiento con Gran Bretaña.

Me declaró explícitamente que la Junta no deseaba presionar inmediatamente al gobierno británico, para obtener una franca declaración de apoyo a favor de ella, ya que era notorio el trastorno que le causaría por la interferencia que ello significaría de sus relaciones con la Suprema Junta de la Regencia, por un lado, y, por el otro, por la susceptibilidad que podrían despertar los futuros beneficios  que derivarían de una política comercial más liberal y que demostraría que el Gobierno del Río de la Plata estaba decidido a mantener en materia de comercio una orientación liberal, no para atraer la simpatía de la nación inglesa, sino como una necesidad para el gobierno.

Me expresó, con idéntica claridad, la duda que sentían al presente sobre la actitud que adoptaría la Gran Bretaña frente a la autoridad que los españoles pretenden imponer sobre Sud-América, con relación a  la reciente Regencia creada en Cádiz o la Regencia del Brasil, a la que ellos se oponían. Finalmente, aseguró que las colonias españolas estaban prontas para comprometerse en las actuales operaciones de guerra con las fuerzas combinadas de Inglaterra, España y Portugal, unidas en esta causa.

Con respecto a las pretensiones de la Princesa del Brasil reforzó sus argumentos con la copia de varias respuestas que habían sido enviadas por Su Alteza, cuando las aspiraciones de ésta habían sido auspiciadas por Sir Sydney Smith.

Como resultado de sus declaraciones respecto a este asunto manifestó que ninguna fuerza o negociación logrará que la América española se someta al gobierno de una persona cuya conducta está marcada por actitudes tan equívocas.

El punto siguiente de la conversación versó sobre la influencia que los acontecimientos de Buenos Aires afectarían a las otras provincias de Hispano-América. Con respecto a este tema, me pareció que alentaba más confidenciales esperanzas de una pronta y efectiva cooperación de todas ellas, salvo la de Montevideo, de la ciudad de Lima y de sus dependencias, porque allí era grande y poderosa la influencia de los españoles europeos y pueden interferir en las esperanzas del resto de los habitantes.

Un sumario de las actuales esperanzas de la Junta con respecto a Gran Bretaña podría sintetizarse en las siguientes conclusiones, de acuerdo a lo que deduje de esta conversación:

1) Que durante el actual estado de cosas, es decir, mientras no se cite a la reunión de un congreso general, Gran Bretaña debe abstenerse de imponer las pretensiones: ya de la Regencia de España, como de la Princesa del Brasil, y oponer su poderosa influencia para impedir que estas pretensiones sean ejercidas por la violencia, en ambos casos.

Partes: 1, 2, 3, 4
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