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Presencia e Influencia Británicas en la Independencia del Río de la Plata


Partes: 1, 2, 3, 4

  1. Introducción
  2. Bases de la presencia británica en la América española durante el período colonial
  3. Las Invasiones Inglesas
  4. Influencia británica en la política Criolla independentista
  5. La Revolución de Mayo bajo la Atenta mirada británica
  6. Londres, objetivo diplomático del novel gobierno de las Provincias Unidas
  7. Independencia política al costo de la independencia económica
  8. Conclusión
  9. Bibliografía

edu.red

Introducción

"Desde el primer momento los súbditos británicos han frecuentado el Río de la Piala como comerciantes y como contrabandistas y hubo una época en que también tenían el monopolio de esclavos, obtenido gracias a su amplia organización en la costa de África. Resulta fácil concebir qué relatos de espíritu de empresa, qué crueles sufrimientos y qué ejemplos de osada aventura diversificarían los anales de aquella época sin ley, si fuera posible reunirías; pero pocas circunstancias ostentarían un aspecto más notable que la primera llegada de mujeres inglesas a este territorio. El 'Lady Shore' partió de Inglaterra…" [1]

Los británicos nunca dejaron de tener un rol importante en los dominios españoles,  siendo un elemento relevante del contexto y de los eventos internacionales; en especial desde que en 1588 adquiriera preponderancia marítima, a causa de la destrucción de la Armada Invencible.

Desde el tratado de Utrecht (1713) hasta la abolición de la autoridad española en América del Sur, el gobierno británico se había interesado por el equilibrio de fuerzas en el Río de la Plata y en el monitoreo militar y comercial de los centros urbanos de la desembocadura de la cuenca fluvial del Río de la Plata. Mientras la Corona española mantuvo una política  excluyente, Gran Bretaña apoyó las pretensiones de los portugueses sobre la Banda Oriental.

Pero cuando la Colonia del Sacramento quedó irremediablemente bajo el poder de los españoles en 1777, Gran Bretaña dejó de entrometerse seriamente en la cuestión del Río de la Plata, excepción hecha del frustrado intento de invasión de 1806-1807, que comenzó con la aventura individual del jefe naval británico Popham.

En tanto deformaba el desarrollo económico de las colonias españolas, impidiéndoles la creación de industrias, España capitulaba ante su más poderoso enemigo europeo. Cabe añadir que anualmente llegaban a los puertos españoles entre 800 y 1.000 naves de Inglaterra, Holanda y Hamburgo, cargadas de productos industriales, las que recogían el fruto y la plata americana.[2]

      Cuando en 1808 la corte portuguesa se trasladó desde Lisboa a Río de Janeiro, y cuando poco más tarde se desarrolló un movimiento revolucionario en Buenos Aires, el problema del Río de la Plata se presentó nuevamente y de una manera más compleja. Gran Bretaña era la aliada de Portugal, y luego de los Tratados de 1810 tenía también privilegios especiales en Brasil. Sin embargo, el hecho de que el comercio se abriera gradualmente en el mercado de Buenos Aires a partir de 1810 eliminó una de las razones por las cuales Gran Bretaña se había opuesto a una hegemonía española en el Río de la Plata. A su vez, una vez que España se transformó en aliada de Inglaterra a raíz del derrocamiento de Fernando VII por Napoleón, la consideración debida por Gran Bretaña a su nueva aliada motivaba a lord Castlereagh y a su embajador en Río de Janeiro, lord Strangford, a hacer lo posible por impedir que los portugueses se aprovecharan de la debilidad española. 

     La situación era aún más complicada debido a la tendencia de Francisco Javier de Elío, el gobernador realista de Montevideo, de buscar ayuda en Río de Janeiro. Posteriormente, las autoridades revolucionarias de Buenos Aires demostraron la misma propensión que Elío, necesitados de aliados para determinar cuáles serían las características de la nueva sociedad del Río de la Plata y para tratar de evitar la llegada de la expedición punitiva española, cuyo eventual envío amenazó durante años al Río de la Plata. Esta tendencia se acentuó cuando entre las fuerzas revolucionarias de la Banda Oriental emergió el movimiento radicalizado liderado por el general Artigas, que tendía hacia la total independencia de la Banda Oriental (y de cuanta provincia quisiera unírsele) tanto de España como del dominio de Buenos Aires o de Brasil. 

     En este complejo contexto, desde 1810 hasta 1816 el gobierno británico desarrolló una política cuyo objetivo era frenar el deseo portugués de conquistar la Banda Oriental y tal vez incluso de lograr que Buenos Aires se supeditara a su autoridad. Ya hacia 1815 el perfil de un Estado tapón se había comenzado a insinuar para Uruguay. En tal sentido, es interesante observar que las restricciones impuestas por los británicos a los portugueses ayudaron a establecer las circunstancias por las cuales se eliminó primero el poder español en la Banda Oriental, y luego el poder de ambos Buenos Aires y Brasil.

      Como se dijo antes, Gran Bretaña no estaba interesada en ejercer poder político en América del Sur, pero tampoco estaba dispuesta a aceptar que otros Estados europeos lo hicieran. Era del interés británico reconocer la independencia de los nuevos Estados tan pronto como demostraran tener un gobierno efectivo, aunque no antes de ello, ya que sin gobierno efectivo podían caer en manos de cualquier otra potencia, lo que atentaría contra la política (y el interés) británico de equilibrio de poder.

El año 1820 fue de anarquía en el Río de la Plata, lo que atentaba contra las posibilidades de reconocimiento. Sin embargo, reformas económicas tales como la reanudación del pago de la deuda y la reducción de los gastos militares, puestos en práctica por el gobierno de Martín Rodríguez, abrieron el camino para el reconocimiento británico de la independencia de las Provincias Unidas. En 1821, Portugal, incitado por la diplomacia inglesa, reconoció a las Provincias Unidas. En 1822 los Estados Unidos, interesados en adquirir una presencia en esta parte del mundo, hicieron lo propio.

El suicidio de Castlereagh pospuso el reconocimiento británico de la independencia del Río de la Plata, pero éste llegó finalmente en febrero de 1825, juntamente con el reconocimiento de México y Colombia.

En Gran Bretaña esta medida (largamente ansiada por el grupo de presión de los hombres de negocios con intereses en América del Sud) fue presentada como un golpe político contra Francia, para justificarla ante quienes preferían una política más conservadora frente a las repúblicas subversivas (aunque excelentes clientes comerciales), de la América hispana.

Capítulo 1

Bases de la presencia británica en la América española durante el período colonial

"La situación en Europa es que todos los estados dependen unos de otros. Europa es un solo estado compuesto de varias provincias". Montesquieu.

Presencia británica ante antes y después de la creación del Virreinato del Río de la Plata

En 1713, la firma de la Paz de Utrecht, y en 1714 el tratado complementario de Rastatt, permitieron a Inglaterra además de quedarse con Gibraltar, adquirir los derechos de introducir esclavos en las colonias españolas, Por cada esclavo, los traficantes ingleses se comprometieron a pagar una contribución al Rey de España. Así la corona española quedaba asociada a los esclavistas británicos que hicieron de este comercio infame, uno de los negocios más redituables. El tratado permitió a los ingleses la instalación de "asientos" en las colonias hispánicas y la distribución de mercaderías en navíos de permiso.[3]

En 1776 se creó el Virreinato del Río de La Plata, por real cédula de Carlos III. Y dos años después, en 1778, Carlos III dictó el Reglamento del Comercio Libre con los Puertos Españoles y con los de sus Colonias";[4] la normativa permitió entre otras cosas que los barcos ingleses entraran directamente al puerto de Buenos Aires, estableciendo que desde la nueva capital virreinal se distribuyera la correspondencia oficial destinada al Plata, al Perú y a Chile.

Este Reglamento en lo que se refiere a los ingleses, solo formalizaba lo que se venía haciendo desde casi dos siglos atrás, en que la derrota de la Armada Invencible (1588), abrió la puerta al progresivo dominio inglés de los mares.

Estas medidas permitieron a los locales consolidar importantes cuotas de poder, por los contactos económicos (y el contrabando) con los británicos, además de una apertura cultural y política a los sucesos del mundo que los rodeaba; desde el liberalismo inglés (que no se aplicaba a los ingleses), hasta las ideas y movimientos que permitieron plasmar las revoluciones norteamericana y francesa. Y a los ingleses, una fructífera relación comercial mediante el contrabando y la piratería, favorecida por los corresponsales, diplomáticos honorarios o mejor identificados como espías británicos en territorio colonial.[5]

El monopolio comercial español concluyó de hecho en el período 1797-1801, adelantando la independencia económica de las colonias (interrumpido parcialmente entre 1802 (paz de Amiens) y 1804.

El 5 de octubre de 1804, anticipándose a la guerra formal contra España, fragatas británicas interceptaron una gran flota que transportaba metales preciosos provenientes del Río de la Plata, hudiendo uno y capturando tres que reportaon un botín de 4,7 millones de pesos.

Un año después la derrota de Trafalgar completó el desastre, dejando a España sin flota de ultramar se vio privada de colocar sus productos agrícolas, el comercio con las colonias cayó gravemente y las leyes monopólicas resultaron letra muerta; esta situación favoreció todo tipo de negocios, contrabandos, tráfico esclavista y piratería, todo a pedir de los ingleses.[6]

Avatares de la política española a fines del Siglo XVIII y principios del Siglo XIX – Situación en el Río de la Plata.

Estallada la Revolución Francesa, en un primer momento Carlos IV y su mediocre gabinete deciden hacer causa común con quienes se oponían a la expansión de las peligrosas ideas revolucionarias. Pero una vez firmado el Tratado de Paz de Basilea entre España y Francia (22 julio 1795), el gobierno español se inclinó por el aparentemente más moderado Directorio, y luego por el propio Napoleón. Producto de esta alianza, España se ve arrastrada a las guerras de 1797-1801 y 1804-1808 contra Gran Bretaña. Ésta era, por supuesto, la más peligrosa enemiga del Imperio Francés, y desde 1804 la guerra entre ambos países fue permanente.

La política económica proteccionista emprendida por Napoleón perjudicaba a Gran Bretaña; aquél a su vez decidió invadir las islas, pero el plan no llegó a concretarse por la inferioridad de la flota francesa frente a la inglesa.

En 1801 se establece el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (no del Norte hasta 1927), y aparece la actual bandera conocida como Union Jack, superposición de las cruces de San Jorge (roja sobre fondo blanco, Inglaterra), San Andrés (diagonal blanca sobre fondo azul, Escocia) y de San Patricio (diagonal roja sobre fondo blanco, Irlanda).[7]

Al margen de ello, Inglaterra y España fueron aliadas a partir de 1792, en sus esfuerzos comunes por sostener las monarquías europeas, contra el avance de la Revolución Francesa hasta 1802. La alianza contra Napoleón estuvo vigente entre 1805 y 1815 (luego de Trafalgar y hasta la Santa Alianza). Lo que curiosamente ubica a las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807 como un conflicto entre Inglaterra y buenos Aires.

La situación de aliada de España hacía a Inglaterra en un principio desinteresada de las ideas de independencia de las colonias españolas; razón por la que los proyectos independentistas de Francisco Miranda en 1808 no fueron vistos por la cancillería británica con simpatía.[8] Aunque luego de reemplazar al ministro, se cambió de opinión. A diferencia de los norteamericanos, a quienes no les convenía para nada, ya que su situación de comerciantes de bandera española les otorgaba evidente ventaja para con los ingleses.[9]

Otro motivo de peso era que los norteamericanos afirmaban que si las colonias españolas se independizaban, caerían indefectiblemente bajo el dominio e influencia británicos; agréguese a ello que estaban comenzando a emprender la tarea de ganar territorio, en gran parte a costa de las colonias españolas de Nueva España (California, Arizona, Nuevo México, Texas, florida); sin dejar de recordar la rivalidad política entre Inglaterra y su ex colonia.

En 1804 se presentó a Henry dundas, Primer Conde de Melville y Primer Lord del Almirantazgo, el informe llamado Popham-Miranda, que textualmente decía: "Sudamérica Envía por año a España la cuantiosa suma (valores de la época), de 20.000.000 de libras esterlinas oro al año, en metales preciosos y otros productos, de los cuales dos tercios van a parar a Francia" (donde estaba Napoleón).[10]

Demás está agregar que lo sucesivos gobiernos ingleses mantuvieron una diplomacia uniforme aunque con matices, pero siempre dirigida a aprovechar económicamente sus relaciones con España y sus colonias.[11]

Año

Primer Ministro

Partido

Secrt. Foreign Office

1783

Duque de Portland

Tory

Conde Temple

1783

William Pitt

Tory

Marqués de Camarthen

1801

Henry Addington

Tory

Lord Grenville (1791-)

Conde de Liverpool

1804

William Pitt

Tory

Lord Harrowby

1806

Lord Grenville

Whig

Lord Mulgrave

Charles Fox

Conde Grey

1807

Duque de Portland

Tory

George Canning

1809

Spencer Perceval

Tory

Conde Bathurst

Marqués Wellesley

1812

Conde de Liverpool

Tory

Vizconde Castlereagh

1827

George Canning

Tory

George Canning

Vizconde Dudley and Ward

Según registros de la época, en 1781 se declararon más de 300 barcos que transportaron más de 1.000.000 de cueros vacunos, (siendo esto solo lo declarado y registrado).[12] A esto hay que agregar los barcos de los flamantes EEUU de Norteamérica, que a favor de la amistad con España operaban en el Plata y demás colonias con sus naves nacionalizadas con bandera española.

Mientras esto ocurría España era un caos político; muchas leyes fueron dictadas por las autoridades borbónicas, la mayoría no se cumplían ni se hacían cumplir; la corrupción y los escándalos financieros estaban al día, y el contrabando en connivencia con Inglaterra era mayúsculo debido a las políticas restrictivas. El afán reformista y de ordenamiento político y jurídico de Carlos III después de los desastres ocurridos durante el breve reinado de su predecesor, llegó tarde; las colonias se le estaban yendo de las manos.[13]

Los comerciantes del Plata de aquellos tiempos eran básicamente contrabandistas y negreros; si bien el comercio lo ejercían formalmente españoles, había muchos extranjeros en especial ingleses, que mediante arreglos económicos con funcionarios y empleados de aduana y tesorería (de la península y del Plata), obtenían y repartían buenas ganancias. Ello motivó que el gobierno español en América fuera calificado como "una tiranía humanizada por la coima".[14] En 1800 se enviaron como derechos de aduana $ 8.000.000 oro a España, estimándose que lo que pasó sin pagar derechos era más del doble.

Ese año de 1800 Félix Casamayor, Ministro de la Real Hacienda, íntimo de Liniers y luego del General Beresford, se presenta como uno de los más preclaros ejemplos de corrupción a favor de Inglaterra; vaya como ejemplo que en 1806, fue quien trajo desde Luján el Tesoro Real del Río de la Plata, el Tesoro Real del Perú y el del Galeón de Manila, Filipinas en tránsito a España, y los entregó a Beresford y éste al Almirante Popham.

El episodio del Lady Shore

A mediados de 1797 sale del puerto inglés Falmouth la fragata "Lady Shore" propiedad de la Compañía de las Indias con casi 170personas con destino a Botany Bay, Australia. Treinta y tantos días más tarde los agitados vientos de un motín promovido por soldados irlandeses, franceses y algún alemán y polaco, llevan a la nave a Montevideo.

Sesenta y ócho mujeres convictas viajaban a bordo de ésa fragata convenida en cárcel flotante de prostitutas, condenadas por delitos menores y alguna a prisión perpetua. Aquella promiscuidad marítima entre mujeres jóvenes que vendían su cuerpo en Londres y soldados voluntarios donde había algunos republicanos levantiscos, concluirá en el Río de la Plata.

Una de las más destacadas -Mary Clarke o "Clara la Inglesa" -morirá anciana en 1844 luego de haber hecho y deshecho varios matrimonios, frecuentando a Manuelita Rosas, a las tertulias de época, a los comerciantes ingleses que venían a dar a su posada, acumulando bienes que legará a iglesias y conventos. Juan María Méndez Avellaneda da vida a esta novelesca historia que nació al concluir el siglo XVIII y terminó en la época rosista.

Capítulo 2

Las Invasiones Inglesas

"No eran españoles y criollos los que combatieron al invasor, eran españoles americanos" Julio C. Ruiz

En la época en la que sucedieron España estaba en decadencia, Inglaterra dominaba los mares y Napoleón dominaba Europa; indudablemente forman parte del proceso previo de nuestra independencia.[15]

  • Dispararon el proceso independentista; no habría 1810 sin el ejército criollo formado a raíz de las invasiones.

  • La influencia británica en el Río de la Plata se hizo sentir antes, durante y después de las invasiones.

En realidad los factores señalados por varios autores relacionados con las invasiones, además de la codicia que disparara el informe antes señalado, existían algunos que fueron objeto de análisis por parte del Foreign Office:

  • Las colonias hispanas proveían materias primas para la elaboración de productos artesanales e industriales.

  • España no estaba industrializada y no podía absorber las materias primas de sus colonias.

  • Las colonias demandaban manufacturas inglesas que no tenía o no podía proveer.

  • La dependencia política de las colonias era de España, la económica era de Inglaterra.

  • Las restricciones favorecían la corrupción y el contrabando a favor de Inglaterra.

Proyectos de invasión hasta 1806

La Primera Invasión no fue decidida por el gobierno inglés; aún antes de que William Pitt, (Primer Ministro Británico entre 1783-1801 y 1804-1806 por el partido Try o Conservador), tomara conocimiento del informe Popham-Miranda, ya era de la opinión de que las colonias españolas lograran la independencia con la ayuda de Inglaterra; a diferencia de los que creían que debieran ser absorbidas por Inglaterra; (este argumento de Pitt estaba fuertemente influenciado por la mala experiencia norteamericana).

Pitt nunca aprobó la invasión de 1806 al Río de la Plata. Sin embargo la idea de invadir la colonia hispánica no era original ni novedosa en Inglaterra. A manera de ejemplo exponemos que:

  • En 1711, el gobernador de las Bermudas, John Pullen, envió una carta al ministro Robert Harley, conde de Oxford, diciéndole que "el Río de la Plata es el mejor lugar del mundo para formar una colonia inglesa". A partir de entonces, una serie de planes de ocupar Buenos Aires y otras ciudades sudamericanas fueron propuestos, pero se vieron frustrados por diversas circunstancias. [16]

  • En 1780 Ese año, se forjó un plan ideado por Fullerton para dar al imperio británico nuevas bases en Sudamérica, pero una expedición programada contra Buenos Aires fue desviada a último momento hacia el sur de África para asestar un golpe a los holandeses de El Cabo. [17]

  • En 1781 el virrey Vértiz tuvo que tomar medidas en prevención de que un ejército invasor inglés, acompañado del ex jesuita Francisco Marcano y Arizmendi (porque desde su extrañamiento varios jesuitas, sobre todo los nacidos en América, se habían convertido en acérrimos críticos del absolutismo español y en vibrantes propagandistas de una liberación a corto o mediano plazo), atacara las colonias españolas.[18]

  • En 1783 surgió la posibilidad de una expedición inglesa contra Chile y el Río de la Plata; una vez victoriosa en la costa, marcharía hacia el norte, donde se confiaba poder contar con el apoyo de levantamientos indígenas.[19]

  • A partir de 1784, los proyectos ingleses comenzaron a tomar nuevas formas, en parte debido a las incitaciones del venezolano Francisco de Miranda, que ya ese año trató de obtener el concurso de Estados Unidos para intentar la emancipación de América española, y preparó con el general Knox un plan para revolucionar las Indias españolas con la cooperación de 5.000 hombres alistados en Nueva Inglaterra.[20]

Es notoria la concepción que tenía Miranda de América independiente correspondía entonces a la de un enorme estado extendido desde el paralelo 45 al norte, por el borde occidental del Misisipí, hasta el cabo de Hornos; dirigiría ese estado un emperador descendiente de los Incas, apoyado por un sistema legislativo bicameral, y ese gobierno firmaría un tratado de comercio con Inglaterra, ofrecido con preferencia, en el que hasta se podría prever la apertura de un canal de navegación en el istmo de Panamá, para facilitar el comercio con la China y el Mar del Sur.[21]

Otros proyectos de invasión se formularon en 1790, 1796, 1801, 1803 y 1804 respectivamente; coincidentes con situaciones de hostilidad entre España e Inglaterra.

El 31 de marzo de 1801 el ministro de guerra Dundas (luego Lord Melville), oficializa un plan de Thomas Maitland, encargado por Sir John Coxe Hippersley; declarando que Inglaterra no debería perder de vista sus intereses permanentes, independientemente del resultado de la guerra en Europa; entre los que se contaba especialmente la adquisición de mercados en Sudamérica para el comercio Inglés, y que aunque España estaba por caer en poder de Francia (ocho años antes), de concierto con su jefe Pitt no sugería la conquista de las colonias sino una amistad con ellas, ayudando a su independencia y al comercio libre, pues ningún otro plan sería factible.[22]

El 5 de octubre de 1804, cuatro buques británicos interceptaron en las proximidades de Cádiz a una flota española de cuatro fragatas cargadas con oro y plata del Alto Perú. El botín, evaluado en unos dos millones de libras, fue enviado a Londres. En este contexto, Pitt dio a conocer el plan de Miranda (que no compartía), al comodoro Sir Home Popham, quien se convertiría en un entusiasta del asunto de Sudamérica. El 14 de octubre, Popham y Miranda presentaron a Pitt el conocido memorándum que contenía detalles específicos para liberar Sudamérica y del cual Popham se valdría en 1806 para solicitar tropas para atacar Buenos Aires.[23]

Semblanza de Liniers

El 9 de abril de 1806 el comodoro británico Sir Home Riggs Popham (1762-1820) anuncia al Almirantazgo su partida del Cabo de Buena Esperanza hacia el poniente con el fin de hostigar a las colonias hispanas en el continente americano. El 14 finalmente parte del Cabo la flota británica con los buques "HMS Diadem", "HMS Raisonable", "HMS Diomede", "HMS Narcissus" y "HMS Encounter", escoltando a 6 buques transportes (Walker, Triton, Melanton, Ocean, Wellington y otro) en los que viajan 1000 soldados al mando del general William Carr Beresford (1768-1854). El 20, tras sortear un temporal, la flota de Popham recala en la Isla de Santa Elena (Saint Helena) donde consigue un refuerzo de 286 hombres.

El 2 de mayo la flota británica abandona Santa Elena y pone rumbo al Estuario del Plata. El 20 fragata "HMS Leda", había partido unos días antes para explorar, aparece ante las costas de la Banda Oriental, siendo avistada desde la fortaleza de Santa Teresa. El buque "Leda", al mando del capitán Honeyman, era una fragata tipo "5th Rate" lanzada en 1800, sobre la base de una fragata francesa capturada en 1782, era la nave insignia de su clase, que llegó a contar con 47 buques hasta 1830. Tenía una tripulación de 284, 28 cañones de 18 libras, 10 de 9 libras y 8 carronadas.

El 27, ansioso por obtener detalles de primera mano, el comodoro Popham deja la flota al mando del capitán Rowley del "Raisonable" y en el "Narciussus" reconoce el Río de la Plata, anclando el 8 de junio cerca de la Isla de las Flores. El 13 llega a la Isla de las Flores el "Raisonable" con el resto del escuadrón. Se da una reunión de los principales oficiales británicos abordo del "Narcissus" y deciden atacar directamente Buenos Aires. El batallón de infantería de marina, 340 infantes reforzados con 100 marineros, bajo el mando del capitán William King del "Diadem" es embarcado en el "Encounter" y el "Narcissus". El 16 el "Narcissus", el "Encounter" y los transportes se mueven río arriba, mientras el "Diadem" bloquea el puerto de Montevideo, y el "Raisonable" y el "Diomede" recorren la costa de la Banda Oriental hasta Maldonado.

El Saqueo a Buenos Aires o la Llamada Primera Invasión Inglesa

Para emplear el término "saqueo" existe más de una explicación. Baste decir que la codicia que despertaban los fondos reales que se podían sacar de Buenos Aires estaba plenamente justificada por los informes de numerosos súbditos británicos que vivían en la Capital del Virreinato o pasaban por ella.

Entre los varios extranjeros que expiaban para varios gobiernos se encontraba Guillermo Pío White, oriundo de Pittsfield, Massachusetts; llegó a Buenos Aires en 1797; dedicado otrora al contrabando, trata de esclavos y piratería en el Océano Índico. En esa región conoció y trató al marino inglés Popham quien era capitán mercante, dedicado a los mismos negocios que White; de esa relación Popham quedó debiendo a White 90.000 libras, suma considerable para esos tiempos.

También era conocido de la familia Perichón, colonos de la Isla Mauricio en el antedicho Océano Índico al Este de Madagascar, emigrada luego a Buenos Aires; familia a la que pertenecía Anita Perichón, casada con Tomás O"Gorman, sobrino del médico Miguel O"Gorman, quien llegara a Buenos Aires con el Virrey Ceballos en 1777.

White a su vez era amigo y socio de negocios de Santiago de Liniers, Conde de Buenos Aires (hermano mayor del Liniers que combatió contra los ingleses y fuera gobernador de Misiones, nombrado en 1803 por el virrey Joaquín del Pino y Rozas). Estos en 1804 presentaron a Inglaterra a través de la firma White & Murphy, un plan para la independencia de Buenos Aires, con oportunidades personales de negocios incluida. [24]

Poco antes en 1802, White trajo un barco con mercaderías desde la isla de Mauricio, en sociedad con un tal Bickam; negocio que derivó en un juicio. Bernardino Rivadavia ayudado por los dos Santiago de Liniers representó en el mismo a White y Martín de Álzaga a Bickam. Más adelante Rivadavia y White formaron una sociedad de negocios.[25]

Previo a los episodios de saqueo al Río de la Plata, Inglaterra envió una expedición militar al Cabo de Buena Esperanza, comandada por el General Bair, con la flota a cargo del Sir Home Popham, personaje que a esa altura había abandonado la piratería privada para dedicarse a la pública como corsario; la infantería estaba a cargo de Wiliam Carr Beresford, y la finalidad de la expedición, quitarle la colonia del Cabo a los holandeses, lo que se logró.

Enterado White que su deudor Popham estaba en Sudáfrica, le escribió informándole que en Buenos Aires se hallaban los tres tesoros en tránsito a España. El de Filipinas, el del Perú y el del Río de la Plata; sugiriéndole que los robase y de allí le pagase la deuda pendiente, con el agregado de una comisión acorde con la importancia del dato y la colaboración que prestaría en la empresa.

Popham enteró a Carr Beresford de la carta, excitando su codicia por el botín que se iban a repartir. Por lo que los dos, desobedeciendo a Baird y a la corona inglesa, se lanzaron a lo que se llamó la Primera Invasión Inglesa de 1806; en realidad, una correría pirata, usando en su provecho las tropas y recursos del la corona; lo que les valió una corte marcial en Inglaterra, por los cargos de desobediencia e insubordinación, uso de hombres y material en provecho propio y por poner en grave riesgo la alianza contra Napoleón, además de perder gran parte del botín transportado a Londres y depositado en el Banco de Inglaterra. El dinero robado se repartió entre todos los participantes de la empresa, hasta el último marinero, no sin dejar de tributar del mismo a la corona como correspondía.

Naturalmente que en el Río de la Plata y aún en España se sabía de las conspiraciones y de la posibilidad de un ataque inglés; En tal sentido el Virrey del Río de la Plata Marqués de Sobremonte, recibió en enero de 1805, dos órdenes reales donde se le manifestaba que debía organizar la defensa de Bs. As. Y Montevideo ante la posibilidad de un ataque de fuerzas inglesas.[26]

El Marqués de Sobremonte era un hombre honrado, trabajador y reflexivo; con el deseo de honrar las órdenes recibidas había pedido infinidad de veces tropas a España; con buen tino les comunicaba su temor de que las tropas criollas terminarían independizándose.

No obstante y ante la falta de respuestas consecuentes, organizó tropas criollas, las que curiosamente realizaban prácticas sin armas, con palos por temor; las armas se guardaban en el arsenal. Como tenía que alimentar a las tropas, una vez pasada la alarma las desbandaba, y ante la primera señal de ataque las convocaba para luego volver a mandarlas a casa.

Las tropas profesionales españolas se encontraban en Montevideo; su puerto de aguas profundas donde podían recalar en la costa los barcos de ultramar, la hacía más accesible para una invasión. Esto no era posible en Buenos Aires, donde debían transbordarse en lanchas y terminar chapaleando en el barro hasta llegar a la costa.

Por su parte, Buenos Aires con sus 45.000 habitantes, era uno de los puertos más prósperos del Nuevo Mundo, además de cabeza del Virreinato y puerto de embarque de los metales preciosos y mercaderías hacia Europa.

El 14 de abril, la flota británica cruzó el Atlántico, en dirección al Río de la Plata. Baird nombró general al coronel William Carr Beresford para que liderase el ataque a Buenos Aires. La escuadra llegó a Santa Elena el 29 de abril, y Popham logró que el gobernador de la isla le prestara 280 soldados para su misión, y envió una carta a Londres, dando a conocer los motivos por los cuales se dirigía a Sudamérica y basó sus argumentos en el memorándum de 1804. Lo que Popham desconocía era que Pitt había muerto recientemente y que en su lugar había asumido William Wyndham Grenville, del partido opositor Whig.

En mayo, Popham envió a la fragata HMS Leda por delante de la escuadra para sondear el río. El 19 de mayo el capitán envió a un oficial y tres marineros con un bote a las costas cerca de Santa Teresa, para que tomasen notas de las costas y la zona, pero son capturados por una partida de milicianos, que los trasladan a Buenos Aires, donde después de tomarles declaración, el virrey no tomó ninguna medida adicional, quizás porque no obtuvo nada del oficial, o este muy probablemente desconociera los detalles del plan (por su rango). Los prisioneros fueron confinados en Las Conchas.

La flota fue avistada frente a Montevideo el 8 de junio. El 24 de junio Beresford amagó un desembarco en Ensenada, realizando maniobras frente a Punta Lara y abriendo fuego contra las fortificaciones. El 25 de junio una fuerza de unos 1.600 hombres al mando de Beresford, entre ellos el Regimiento 71 de Highlanders, desembarcó en las costas de Quilmes sin ser molestados. 

Mientras tanto sobremonte que fue anoticiado del desembarco mientras se encontraba en una función de teatro, se dirigió a Córdoba a buscar refuerzos y a poner en resguardo los tesoros.

En esos momentos Liniers, enemistado con Sobremonte argumentando que el marqués no era leal a España, pide permiso a Beresford para recluirse en su casa, y en una entrevista lo convence que se dedicará al comercio y no a la milicia; por ello Beresford no le hace jurar que no combatiría a los ingleses, (juramento que en esos tiempos se cumplía).

Popham y Beresford solo querían los tesoros, ya que no veían viable la venta de los barcos y otros bienes capturados a los porteños. Por ello convirtieron su problema en solución, prometiendo que no tocarían los bienes de los locales, si lograban que se le entregaran los tesoros.

Por su parte los porteños poco interesados en tesoros que no iban a disfrutar aceptaron la oferta, y algunos especularon con una posible dominación inglesa que los nombrara gerentes. Lo que no sabían era que ni Popham ni Beresford podían prometerles eso, ya que actuaban por cuenta propia, violando las órdenes emanadas de Inglaterra.

La cuestión se resolvió en una capitulación en la que Beresford prometió lo que nada le costaba, a cambio de que obligaran al virrey a entregar los tesoros.[27]

Sobremonte fue alcanzado en Luján por el enviado con la capitulación; el Ministro de la Real Hacienda Don Félix de Casamayor, quien le habló del buen trato dado a los habitantes de Buenos Aires por los ingleses, consignando que no les quitarían sus bienes, sus vidas ni su libertad si se les entregaban los tesoros. Acto seguido Sobremonte hizo entrega de las carretas con los tesoros y siguió viaje a Córdoba con el fin de reunir refuerzos militares.

Una vez en buenos Aires, Beresford embarcó los tesoros en las naves de Popham que esperaban en aguas profundas del Río de la Plata; una vez embarcados, Popham se hizo a la mar, abandonando a Beresford a su suerte. Luego de esto Beresford terminaría vencido por Liniers, en una capitulación que daría lugar escenas de exitismo, especulación y escándalo político, en una Buenos Aires dominada políticamente por Liniers y su amante Anita Perichón; hechos debidamente documentados por Carlos Roberts. [28]

Popham y Beresford fueron condenados por desobediencia, no obstante se les dio su parte del botín, pero muy disminuido como sanción complementaria.

El total de los tesoros transportados con gran pompa en 8 carretas desde el puerto de Portsmouth hasta Londres y depositado en el Banco de Inglaterra, se repartió de acuerdo a exactas liquidaciones perfectamente documentadas, y en las que se liquidan a los protagonistas hasta los fondos que utilizaron para el pago de sueldos y víveres durante las operaciones.

El tesoro se repartió entre las 2.841 personas participantes; hasta el último soldado y marinero y los deudos de los fallecidos en la expedición. El Tesoro y el Banco de Inglaterra cobraron los impuestos y las comisiones correspondientes.

Pero lo que no hizo el ejército inglés lo hicieron sus manufacturas. Los ingleses dejaron en Buenos Aires y Montevideo un inmenso stock de mercaderías cuya abundancia provocó una gran oferta con precios notoriamente bajos: "Productos de calidad se vendieron a menos del costo y la población se acostumbró a una producción de calidad superior a la conocida hasta entonces. Esto creó una imagen por demás optimista de las ventajas del comercio libre" con Inglaterra.[29]

La experiencia del fracaso militar de la expedición al Río de la Plata fue rápidamente asimilada por el gobierno británico. "Estoy convencido -afirmó el duque de Wellington en 1806- de que cualquier intento por conquistar las provincias de Sud América con vistas a su futuro sometimiento a la Corona británica seguramente fracasaría y por lo tanto considero que el único modo de que ellas puedan ser arrancadas a la corona de España es por una revolución y por el establecimiento de un gobierno independiente dentro de ellas".

Un año atrás el ministro Castlereagh había desarrollado una posición similar en su Memorándum para el gabinete relativo a Sud América. Luego de señalar las inconveniencias de una ocupación militar, Castlereagh aconsejó "la creación y el apoyo de un gobierno local amigo, con el que puedan subsistir esas relaciones comerciales que es nuestro único interés".

Ambos políticos ingleses delinearon el principio fundamental que habría de regir la política americana del Foreign Office: fomentar el cambio revolucionario en América, aprovechando el interés de algunos sectores nativos por emanciparse de la tutela española.

Inglaterra sólo intervendría como auxiliar y protectora a cambio de beneficios para su comercio ultramarino. Quedaban así desarrollados los principales postulados teóricos del "neocolonialismo": la dominación sobre América no tendría que basarse necesariamente en la conquista territorial. La expansión comercial y financiera del capitalismo británico lograría cumplir el mismo fin.[30]

Segunda Invasión Inglesa

Fue decidida por el gobierno inglés, principalmente en base a los informes recibidos luego de la primera.

Popham antes de arribar a Londres informa al almirantazgo inglés sobre la invasión, y se arroga haber tomado Buenos Aires; demagógicamente felicita al pueblo inglés por la victoria conquistada par Inglaterra, sabiendo que se le venía encima un consejo de guerra por su desobediencia. Sabedor de la opinión de los ingleses informa que el comercio-contrabando se hace con barcos neutrales de EUA por cuenta de comerciantes londinenses; y con barcos portugueses por cuenta de comerciantes españoles y portugueses.

Partes: 1, 2, 3, 4
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