- Descripción breve
- Presentación
- Introducción
- La diversidad cultural
- Diálogo intercultural
- Lenguas
- Educación
- Comunicación y contenidos culturales
- La creatividad y el mercado
- La diversidad cultural, dimensión clave del desarrollo sostenible
- Diversidad cultural, derechos humanos y gobernanza democrática
- Conclusiones
- Webgrafías
- Anexos
Descripción breve
La diversidad cultural refleja la multiplicidad e interacción de las culturas que coexisten en el mundo y que, por ende, forman parte del patrimonio común de la humanidad.
"LA CULTURA, EN SU RICA DIVERSIDAD, POSEE UN VALOR INTRÍNSECO TANTO PARA EL DESARROLLO COMO PARA LA COHESIÓN SOCIAL Y LA PAZ"
En la actualidad son comunes los fenómenos como el del multiculturalismo, cuya añeja existencia ha cobrado un intenso y renovado interés en el contexto de la globalización, influye notablemente en las maneras de concebir el vii ciclo de la información actual. Por otro lado, sucesos como el de las migraciones masivas a entornos geográficos de mayor desarrollo económico y social, han requerido una reevaluación de conceptos como los de identidad, diversidad y pluralismo; por ende, los servicios bibliotecarios se han visto requeridos a modificar y a adaptar una demanda informativa que exige atender a grupos humanos que manifiestan una gran amplitud de peculiaridades y características únicas.
En ese sentido, el compromiso de las bibliotecas públicas debe contribuir a que los usuarios, provenientes de cualquier región o comunidad cultural, satisfagan sus necesidades de información para que puedan integrarse de manera adecuada y fructífera en la sociedad en la que se encuentren. Asimismo, en el ámbito de los servicios de información, es conveniente que el establecimiento de programas y políticas culturales funcionen en beneficio de la integración de los distintos sectores de agrupaciones humanas cada vez más conscientes de su pluralidad. Por otra parte, la adecuada orientación en el uso de Internet puede ser muy provechosa en la actual distribución informativa, que alcanza prácticamente cualquier ámbito del conocimiento y el quehacer humano.
Cuando nos internamos en el tema de la diversidad entre los seres humanos, nos damos cuenta que éste no constituye el argumento propicio para una telenovela ni tampoco un tema que deba prestarse para alimentar la demagogia de los grupos de poder. La diversidad no es eso ni muchas otras cosas, pero sí es lo que nos permite comprender que existen diferencias entre los seres humanos, las que no suponen que unos sean mejores o peores que otros, simplemente son distintos. En los últimos tiempos el asunto la diversidad ha sido traído a colación frecuentemente y en diversas instancias, especialmente en el campo de las ciencias culturales pero, a pesar de ello, el contenido y significación del concepto ha sido poco explorado.
Vale la pena examinar la etimología de la palabra "diversidad", la cual proviene del latín divertere, que significa lo diferente, lo que por distintas razones se aparta del camino que sigue la mayoría. Éste es el sentido lato del término, al que regresaremos más tarde. Si se proyecta el concepto de diversidad al campo de la cultura, debemos tener presente, en primer lugar, qué significa este segundo concepto que abordamos. La expresión "cultura" se ha prestado y se presta a numerosas interpretaciones de diferente contenido. Con frecuencia el término es referido, más que a otras instancias, a actividades que tienen que ver con las artes y con las letras. Así, quienes poseen conocimientos en estas áreas son considerados individuos "cultos" pero, en realidad, cultura no es eso. La sociología y la antropología social han demostrado que el concepto de cultura es muy amplio y abarca la vida y el quehacer particular de los diferentes grupos humanos, lo cual permite afirmar que es cultura admirar un cuadro de Picasso y que también lo es comer con las manos o invocar a los dioses mediante rituales considerados "primitivos". Esta posición da sustento a la definición que he diseñado y que habitualmente empleo en mis trabajos de investigación y en la cual se afirma que "Cultura es el conjunto de elementos que son producto de la acción humana, así como el pensar, el sentir y el actuar de los seres humanos en cada generación, más la herencia social que la misma recibió de las generaciones anteriores". Esta definición permite comprender la cohesión que la cultura determina en cada grupo humano cuyos miembros se identifican entre sí a través de compartir las diversas instancias que la propia cultura les ofrece, entre otras una identidad que los distingue.
La mundialización no es un fenómeno del todo novedoso. A lo largo de la historia, los imperios han intentado extender su dominio e infl uencia más allá de sus horizontes inmediatos. El colonialismo europeo fue la expresión de un impulso imperialista similar, que dio lugar a desequilibrios políticos, sociales, económicos y culturales que han persistido hasta el nuevo milenio. Sin embargo, la mundialización de nuestros días es de un orden diferente del de aquellos precedentes históricos. En las décadas pasadas se ha tejido una inédita maraña de economías nacionales y expresiones culturales, que ha suscitado nuevos problemas y oportunidades. Las redes de comunicación han acortado o eliminado las distancias, benefi ciando a algunos y excluyendo a otros. Los viajes nunca han sido tan rápidos y cómodos, pero inalcanzables para muchos. En un mundo en el que se han multiplicado las posibilidades de contacto intercultural, están declinando la diversidad lingüística y muchas otras formas de expresión cultural. ¿De qué manera se puede entonces concebir la mundialización atendiendo a sus efectos en la diversidad cultural? A menudo se considera que la mundialización es potencialmente la antítesis de la diversidad cultural, en el sentido de que lleva a la homogeneización de los modelos culturales, los valores, las aspiraciones y los estilos de vida, la normalización de los gustos, el empobrecimiento de la creatividad, la uniformidad de las expresiones culturales y otras consecuencias. La realidad, empero, es más compleja. Si bien es verdad que la mundialización induce formas de homogeneización y normalización, no puede ser considerada enemiga de la creatividad humana, que sigue engendrando nuevas formas de diversidad y constituye un permanente reto a una uniformidad monótona.
La diversidad cultural en un mundo que se globaliza
Con frecuencia se considera que la mundialización es un proceso unidireccional y unidimensional, que impulsa una economía de mercado mundial dominada por Occidente y que tiende a normalizar, racionalizar y transnacionalizar de maneras hostiles a la diversidad cultural. Se hace hincapié en la amenaza planteada a los productos y prácticas locales por los bienes y servicios de consumo mundializados, en la manera en que la televisión y las producciones audiovisuales tienden a eclipsar las formas tradicionales de entretenimiento, en la forma en que la música rock y pop asfi xian la música nativa, o en el modo en que la comida fácil está embotando el apetito por la cocina local. Algunas formas de diversidad cultural son claramente más vulnerables que otras. Se reconoce que particularmente las lenguas vernáculas corren especial peligro, debido a la continua expansión del inglés, pero también al avance de lenguas vehiculares como el árabe, el hindi, el español y el swahili (véase el capítulo 3). Este proceso tiende a ser exponencial, como lo ilustra el afán de muchos padres de educar a sus hijos en las lenguas vehiculares a expensas del dominio de su lengua materna.
Un proceso multidireccional y multidimensional
Por conducto de los medios de comunicación, la mundialización transmite una imagen a menudo seductora de modernidad y proporciona una pauta para ambiciones colectivas: el empleo asalariado, la familia nuclear, el transporte personalizado, los entretenimientos "listos para usar", un consumo prestigioso. La mayor parte de las comunidades locales de todo el mundo han estado expuestas en alguna medida a las imágenes y prácticas de consumo características de este paradigma occidental, que ya surte efectos en casi todos los países, independientemente de su cultura, religión, sistema social y régimen político (Nyamjoh y Warnier, 2007). La adopción de muchas de sus facetas está estrechamente vinculada al rápido desarrollo del modo urbano de vida, que atañe actualmente a un 50% de la población del mundo (véase el gráfi co 1.1). En consecuencia, la erosión cultural se ha convertido en un problema cada vez más preocupante ya que se están perdiendo muchos modos de vivir y están desapareciendo muchas formas y expresiones culturales. Es muy común sentir que la mundialización está llevando a una penetrante homogeneización cultural, por no decir una hegemonización sigilosa (véanse Barber, 1996; Tardif y Farchy, 2006). No cabe duda de que el desarrollo de los mercados transnacionales, unido al crecimiento del consumismo promovido por una hábil publicidad, afecta gravemente a las culturas locales, que tienen difi cultades para competir en un mercado cada vez más mundializado. En este contexto, la tendencia de las empresas a trasladarse a los países en desarrollo en el marco de la liberalización del comercio mundial está creando nuevas pautas de consumo en las cuales la yuxtaposición de modos de vida opuestos puede contribuir a acelerar un cambio que acaso no sea ni bienvenido ni deseable. Cuando, por ejemplo, una empresa multinacional decide transferir su producción a un país del hemisferio Sur porque los costos del trabajo son inferiores, los productos de la sociedad de consumo occidental comienzan a circular en ese país, a veces en detrimento de los modelos culturales locales. En esas circunstancias, las culturas locales a las que es difícil competir en el mercado mundial, pero cuyo valor no se puede medir con cálculos mercantiles, suelen ser las que más pierden, junto con la diversidad de las manifestaciones culturales que encarnan.
Efectos positivos y negativos
En un contexto internacional más amplio, la mundialización de los intercambios internacionales está llevando en muchos países a la integración de muy diversos servicios y expresiones multiculturales. Un ejemplo obvio es la creciente variedad de restaurantes extranjeros que se encuentran en todo el mundo industrializado, destinados tanto a las poblaciones inmigrantes como a las locales. La yuxtaposición de expresiones y experiencias culturales, reproducida en contextos muy variados, especialmente en los mundos de la moda y el espectáculo, está llevando a una mayor interacción y combinación de formas culturales. Esos ejemplos, que refl ejan una intensifi cación más general de los fl ujos transnacionales, son coherentes con una tendencia a afi liaciones culturales múltiples y a una "complejización" de las identidades culturales. Estos nuevos y crecientes fenómenos interculturales expresan el carácter dinámico de la diversidad cultural, que no puede ser asimilada en repertorios estáticos de manifestaciones culturales y constantemente asume nuevas formas dentro de contextos culturales que evolucionan.
No obstante, esas consideraciones positivas no deben llevarnos a subestimar las repercusiones negativas que las tendencias de mundialización tienen en la diversidad de las expresiones culturales y en aquellos para quienes esas expresiones son inherentes a sus modos de vida y existencia (véase el recuadro 1.2). Lo que para ellos está en juego es una pérdida existencial, no simplemente la desaparición de manifestaciones de diversidad humana. La acción de la UNESCO en materia de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial ha puesto de relieve algunas de las amenazas a las expresiones culturales tradicionales que plantean lo que muchos consideran el impacto devastador de la mundialización. Por ejemplo, los defensores del Carnaval de Oruro, en Bolivia, se quejan de las "mal concebidas tendencias de la mundialización que imponen reglas y comportamientos comunes, descartando las particularidades culturales" y la "tendencia neoliberal a analizar las actividades humanas desde la perspectiva de la relación costobenefi cio, sin considerar los aspectos mágicos y espirituales del Carnaval". Para los narradores épicos de Kirguistán, el auge del mercado moderno del ocio es lo que explica que las generaciones más jóvenes de su país estén cesando de identifi carse con las manifestaciones culturales antiguas. Estos choques entre "tradición" y "modernidad" son ubicuos y problemáticos en cuanto a la manera en que van a ser percibidos y tratados.
En la década pasada se ha señalado una amplia gama de amenazas a las expresiones culturales tradicionales a la atención de la UNESCO, que es el principal organismo de las Naciones Unidas responsable de la protección del patrimonio cultural mundial en sus expresiones materiales e inmateriales (Amescua, 2007). Entre esas amenazas fi guran:
¦ El desarrollo de estilos de vida sedentarios, que se refl eja en la creciente urbanización: es por ejemplo el caso de los záparos, pueblo indígena de Ecuador y Perú. En Marruecos, el fuerte impulso a la urbanización en el Sahara ha llevado a la paulatina desaparición del estilo de vida nómada, junto con segmentos íntegros de vida cultural, como la artesanía y la poesía tradicionales.
¦ Intolerancia religiosa: los defensores de la identidad maya achi, en Guatemala, destacan el grave daño que puede hacer a su cultura la infl uencia de las sectas cristianas fundamentalistas, que consideran que sus costumbres son actividades paganas (cuando no "diabólicas") que deben ser eliminadas.
¦ Falta de respeto por formas de transmisión de conocimientos en ciertas sociedades tradicionales: por ejemplo, en Nigeria, los isa consideran que la introducción de la educación primaria gratuita en el occidente del país, que data de 1955, explica la creciente falta de interés de las generaciones más jóvenes por su cultura, particularmente desde que en las escuelas se enseñan las doctrinas cristiana e islámica y se excluyen las religiones africanas tradicionales. En Vanuatu, se dice que el tiempo que los niños pasan en las escuelas y en actividades escolares ha obstaculizado el aprendizaje de la práctica tradicional de los dibujos en la arena, que está declinando.
¦ La cultura mundial aportada por los medios de comunicación: en la India, los defensores del arte del kutiyattam sostienen que no pueden competir con los medios de comunicación de masas, sobre todo los programas de radio y televisión. La misma queja expresan en China quienes tocan el guqin, un instrumento musical de siete cuerdas semejante a la cítara.
¦ Falta de respeto por el carácter sagrado o piadoso de ciertas ceremonias: así lo subrayan los defensores de la Danza de la Máscara de los Tambores de Drametse, que deploran la creciente falta de interés de los jóvenes por el profundo sentido espiritual de esas prácticas.
¦ La "museifi cación" de prácticas que anteriormente eran formas de entretenimiento colectivas destinadas a preservar y fortalecer los vínculos sociales, como es el caso de la Opera dei Puppi en Sicilia (Italia).
¦ La sustitución de antiguas formas de expresión cultural por las nuevas tecnologías de la comunicación: la telefonía celular y el correo electrónico en Jamaica han tornado virtualmente obsoletos los medios de comunicación tradicionales basados en el tambor y las caracolas de moluscos ("abeng"), socavando las antiguas tradiciones musicales.
¦ Los efectos de las redes mundiales de distribución en la producción cinematográfi ca local: uno de los numerosos ejemplos es el cine africano de habla francesa que, tras una década de auge en el decenio de 1980 entró en un periodo de crisis, debida principalmente a la mengua de la demanda local; los espectadores locales están bajo la infl uencia de la televisión y el cine extranjeros de resultas de la proliferación de antenas parabólicas y del acceso poco oneroso a películas recientes merced a los DVD.
Identidades nacionales, religiosas, culturales y múltiples
El mundo contemporáneo está marcado por sólidos apegos a identidades nacionales, religiosas, étnicas, lingüísticas, sociales, culturales y/o hasta basadas en marcas comerciales o en el consumo. En esas identidades se han refugiado muchas personas y grupos que ven la mundialización y el cambio cultural como una amenaza para sus medios de existencia y normas de vida. En este contexto asistimos a la culturización de las reivindicaciones políticas, que van contra la naturaleza esencialmente dinámica y multifacética de las identidades.
El resurgimiento de la cuestión de las identidades
En esta afirmación de identidades separadas, a menudo confl ictiva, la cultura y la religión están íntimamente relacionadas. Las religiones tienen una dimensión colectiva en la que intervienen autoridades religiosas, y a veces encierra un dogma religioso no negociable. Junto al activismo político, las afi liaciones religiosas pueden ser un potente distintivo de identidad y una fuente potencial de conflicto. En tanto que en las sociedades democráticas las opiniones religiosas pueden contribuir activamente a confi gurar las políticas públicas en materia de salud, educación y servicios sociales, las religiones corren el riesgo de ser instrumentalizadas con otros fi nes, por ejemplo, como vectores para la promoción de programas ideológicos, políticos y/o económicos (Dallmayr, 2007). En esos casos, las diferencias religiosas, aunque no sean intrínsecamente incompatibles, pueden llevar a violentas colisiones entre grupos religiosos (como ha ocurrido hace poco, por ejemplo, entre musulmanes y cristianos en Nigeria, entre católicos y protestantes en Irlanda, o entre hindúes y musulmanes en la India), entre el laicismo y las creencias y prácticas religiosas (como por ejemplo en Malasia y Australia, y también en Europa), o entre aquellos que pretenden confi nar la identifi cación religiosa a la "esfera privada", separada de las esferas pública y cívica, y quienes consideran el laicismo como otra posición axiológica comprometida, con sus propios supuestos, sesgos y prejuicios (declarados o no).
En términos generales, este resurgimiento de la religión ha traído de nuevo la cuestión de las identidades a las arenas cívicas y públicas: en países de todo el mundo se discute enérgicamente sobre el problema del aborto (especialmente en países con una fuerte tradición católica), acerca del velo islámico (en Francia y los Estados Unidos de América) o sobre la legalidad de la conversión del islam a otra confesión (en Malasia). Sin embargo, la religión es sólo uno de los factores que constituyen las identidades individuales y colectivas, a la cual se le puede añadir la raza, el sexo y el idioma, como lo señalaba Bahjat Rizk (2009) haciendo un paralelo con la Constitución de la UNESCO, que destaca que no se debe hacer distinciones de raza, sexo, idioma o religión. Hasta hace muy poco se consideraba que la diversidad cultural era equivalente a la diversidad de las culturas nacionales. Aún en la Constitución de la UNESCO (1945), la referencia a la diversidad cultural aparece en una cláusula referente a la jurisdicción interna destinada a garantizar el respeto de la soberanía nacional, a fi n de "asegurar a sus Estados Miembros la independencia, la integridad y la fecunda diversidad de sus culturas y de sus sistemas educativos". Durante el periodo de descolonización y el acceso a la independencia de nuevas naciones, el culturalismo se refería a una concepción de las identidades culturales que servía para legitimar el surgimiento de nuevos derroteros nacionales. Es posible que el resurgimiento del factor religioso esté directamente vinculado al retroceso de la nación como fuente de identidad cultural. De la identidad monolítica a las identidades múltiples Las identidades nacionales no son monolitos: son construcciones que refl ejan una multitud de experiencias, memorias y referencias colectivas, y que abarcan las diferencias de género, clase, raza y religión. Evolucionan constantemente, siguiendo un camino dictado por un pasado, mítico en ocasiones, que lleva a un futuro supeditado al cambio adaptativo. En un mundo en proceso de mundialización, que tiende a difuminar las fronteras nacionales e infundir nuevas energías a las identidades culturales, cada vez tiene menos sentido equiparar las identidades culturales a las identidades nacionales.Dicho esto, la identidad nacional desempeña un papel esencial a la hora de establecer un punto de mira para nuestro sentido de identidad común. La nación es un principio esencial de identifi cación; opera por medio de un conjunto compartido de memorias colectivas, narradas a través de la cultura popular, los programas de estudios escolares, los medios de comunicación, etcétera. (Benedict, 1948; Geertz, 1973). Las ideas respecto de la continuidad de las naciones a menudo se transmiten a través de una perspectiva cultural que pone el acento en las tradiciones y las culturas como un conjunto de prácticas fi jas y repetitivas, como un medio para fraguar la identidad y combatir la indeterminación de los acontecimientos cambiantes (Hobsbawm y Ranger, 1984). Al igual que cualquier producto de la memoria, el concepto de nación es un concepto selectivo, y por lo que respecta a la identidad nacional ofi cial, a menudo refl eja los intereses de las elites dominantes. También se puede construir una identidad nacional alrededor del mito de la superioridad étnica, como con excesiva frecuencia atestigua trágicamente la historia de los confl ictos de la humanidad.
Iniciativas regionales e internacionales en materia de diversidad cultural
En un mundo cada vez más marcado por la mezcla de culturas, los esfuerzos por salvaguardar las manifestaciones de la diversidad cultural tienen particular importancia tanto para los gobiernos nacionales como para la comunidad internacional en su conjunto. Los intereses políticos y económicos, así como las preocupaciones que despierta el patrimonio, conforman toda una amplia gama de iniciativas tanto gubernamentales como no gubernamentales que convergen en los planos nacional, regional e internacional. Desde la óptica del desarrollo sostenible, las expresiones materiales e inmateriales del patrimonio cultural en tanto que indicadores de identidad cultural y expresiones de la diversidad cultural son la piedra angular de la construcción de un mundo más armonioso, polifónico y pluralista.
Aunque es imposible considerarlas aquí, existen múltiples iniciativas destinadas a países específi cos que dan apoyo a la diversidad cultural; se hace referencia a muchas de ellas a lo largo de este informe. Resulta igualmente difícil hacer justicia a los muchos programas que se ejecutan en un contexto no gubernamental. Baste decir que la totalidad de los proyectos, acciones y actividades que se realizan a nivel intergubernamental se apoyan en considerable medida en las actividades de una enorme cantidad de agencias no gubernamentales que operan en todos los planos mediante los Estados Miembros de las Naciones Unidas. No obstante, cabe señalar aquí a algunas de estas organizaciones, por su estrecha colaboración y por sus destacadas contribuciones al fomento de la diversidad cultural en el marco del sistema de las Naciones Unidas: el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), el Consejo Internacional de la Música (CIM), la Red Internacional para la Diversidad Cultural (RIDC) y MEDIACULT.
En las secciones siguientes se esbozan a grandes rasgos las iniciativas, regionales primero e internacionales a continuación, que se han tomado para proteger y fomentar la diversidad cultural, entre ellas las diversas estrategias adoptadas para apoyar la integración regional en el plano cultural. En cumplimiento de su mandato, la UNESCO ha desempeñado un papel destacado en la formulación, la promoción y la puesta en marcha de estos instrumentos internacionales en campos tan variados como el patrimonio cultural material e inmaterial, las manifestaciones y los intercambios culturales, el tráfi co ilícito de bienes culturales y la propiedad intelectual— en un esfuerzo por salvaguardar y fomentar diversas facetas de la compleja realidad contenida en el término "diversidad cultural". Estos distintos acuerdos e iniciativas son una respuesta colectiva de la comunidad internacional a los retos intrínsecos a la conservación de nuestra diversidad creativa.
Iniciativas regionales
En los planes de acción regionales de fomento de la diversidad cultural, y supeditados a una amplia convergencia de puntos de vista, se refl ejan a menudo los proyectos nacionales y las actividades internacionales de establecimiento de normas y programas conexos. Estos planes corresponden al deseo de muchos Estados de aumentar la agrupación de recursos y el intercambio de mejores prácticas y de experiencias en el plano regional, o se formulan en respuesta a problemas específi camente regionales, que sólo se pueden abordar debidamente en ese plano.
En África, la Carta para el Renacimiento Cultural Africano, adoptada en Jartum en enero de 2006 por los Estados Miembros de la Unión Africana, afi rma que "La diversidad cultural y la unidad africanas son un factor de equilibrio, vigor en el desarrollo económico de África, solución de confl ictos y reducción de la desigualdad y la injusticia para fomentar la integración nacional". Resalta en particular la urgente necesidad de "edifi car unos sistemas educativos que incorporen los valores africanos y universales", "velar enérgicamente por el fomento de las lenguas africanas" y "realizar un inventario sistemático con vistas a conservar y promover el patrimonio cultural material e inmaterial, en particular en las esferas de la historia, las tradiciones, las artes y la artesanía, el conocimiento y la experiencia". La creciente conciencia de la excepcional riqueza del patrimonio de África (representado por la diversidad de culturas, lenguas y trayectorias históricas de sus distintas sociedades) se ve reflejada en el empeño por conservar y gestionar ese patrimonio. Por consiguiente, para evitar el resurgir de confl ictos interétnicos vinculados a unas condiciones económicas negativas (como los disturbios xenófobos que tuvieron lugar en Sudáfrica a principios de 2008) o a los procesos de transición política (como en Kenya a fi nales de 2007), está en el punto de mira la cuestión de la reconciliación en situaciones posconfl icto (como las que se han dado en Botswana, Côte d"Ivoire y Rwanda). Una preocupación similar por los retos que la diversidad cultural plantea a la gobernanza social se refl eja en las actividades de la Academia Africana de Lenguas (ACALAN), que además de procurar conservar la diversidad lingüística del continente se propone transformar esa diversidad en un principio de coexistencia armoniosa mediante el fomento del plurilingüismo.
En América Latina se han adoptado varias declaraciones en los últimos años en conferencias iberoamericanas de altos funcionarios encargados de la cultura (Santo Domingo, República Dominicana, mayo de 2006), Ministros de Cultura (Córdoba, España, junio de 2005) y Jefes de Estado y de Gobierno (Salamanca, España, octubre de 2005). La Declaración de Salamanca (UNESCO, 1994), en particular, sentó las bases para la redacción de una Carta Cultural Iberoamericana (OEI, 2006) "que diera prioridad [ ] a los derechos culturales, el patrimonio cultural y natural, material e inmaterial, las industrias culturales y los vínculos entre la cultura y el desarrollo, la educación y la formación, la innovación, la economía, el empleo, el medio ambiente, el turismo, la ciencia, la tecnología y los medios de comunicación". La conciencia cada vez mayor de la diversidad cultural de este continente ha llevado no sólo a redescubrir las culturas indígenas amenazadas por la desforestación a gran escala y el empobrecimiento creciente, sino también a refl exionar acerca de la especifi cidad de las identidades culturales surgidas del encuentro entre el Viejo y el Nuevo Mundo y de la necesidad de velar por que la mezcla cultural y las múltiples identidades, como parte del legado colonial, no lleven a unas brechas difíciles de salvar. Por añadidura, el reconocimiento político de los pueblos indígenas en países como Bolivia, Ecuador y Perú ha llevado a algunos de los miembros más jóvenes de las sociedades tradicionales a reivindicar una condición indígena que confi ere derechos; en algunos casos, las reformas en curso han condicionado la redistribución de la tierra y otros benefi cios sociales al dominio de una lengua indígena.
Los seres humanos se relacionan entre sí por medio de la sociedad y expresan esa relación por medio de la cultura. Todas nuestras acciones, pensamientos, comportamientos, actitudes y creaciones materiales o intelectuales suponen una relación cultural. Se puede decir que incluso el mundo natural que nombramos, describimos y analizamos está conformado por la cultura humana, que le confi ere un "signifi cado interior". En este sentido fundamental, nuestras semejanzas son más profundas que nuestras diferencias culturales. Por añadidura, estas diferencias incorporan un potencial positivo, ya que son el medio por el que nos complementamos los unos a los otros para imaginar soluciones innovadoras que nos permitan convivir en nuestros entornos sociales y naturales. La diversidad cultural representa la suma de estas soluciones, y el diálogo es el puente que las une. Para responder a los desafíos propios de un mundo culturalmente diverso, debemos elaborar nuevas formas de abordar el diálogo intercultural, que vayan más allá de las limitaciones del paradigma del "diálogo entre las civilizaciones". Los requisitos previos de ese diálogo son una consideración de los modos en que las culturas se relacionan entre sí, la sensibilización ante los aspectos que tienen en común y los objetivos que comparten y la defi nición de los retos a que se ha de hacer frente para conciliar las diferencias e identidades culturales.
Interacciones culturales
Las culturas no son entidades voluntariamente herméticas ni tampoco estáticas. Se solapan e interactúan entre sí, aunque sólo sea para distinguirse unas de otras. "Las culturas son como las nubes: sus confi nes están en situación de cambio permanente, aproximándose o alejándose y en ocasiones fusionándose para dar lugar a nuevas formas que surgen de las que las precedieron, pero que no se parecen a ellas en nada" (Droit en UNESCO, 2007). Incluso respecto de las culturas a las que durante mucho tiempo se consideró aisladas o herméticas puede demostrarse que han tenido contactos con otras culturas consistentes en intercambios económicos o protopolíticos. Uno de los obstáculos fundamentales para el diálogo intercultural es nuestra propensión a concebir las culturas ajenas a la nuestra como si se tratara de entidades fi jas, como si estuvieran separadas de la nuestra por líneas de demarcación. Cuando se considera que estas líneas de demarcación son absolutas, a menudo de resultas de unas ideologías o creencias totalitarias, pasamos al plano de la confrontación o del confl icto. Una de las principales objeciones a la tesis de Huntington del "choque de civilizaciones", aparte del riesgo de que se convierta en una profecía que se autocumple, es que presupone afi liaciones singulares, en lugar de afi liaciones múltiples, entre las comunidades humanas y no toma en cuenta la interdependencia y la interacción culturales (Huntington, 1996). Describir las diferencias entre las culturas —incluso las caracterizadas por creencias divergentes u opuestas— como líneas de falla supone hacer caso omiso de la porosidad de las fronteras culturales y de las posibilidades creativas de los individuos que éstas contienen.
Al igual que los individuos, las civilizaciones, las sociedades y las culturas existen las unas en relación con las otras. Como ha señalado un historiador, "consciente o inconscientemente las civilizaciones se observan entre sí, se buscan, se infl uyen mutuamente, se defi nen mutuamente. Puede que sus textos fundacionales perduren, pero ellas mismas no permanecen estáticas" (Baubérot, 2003). Se ha dicho que la cultura es contagiosa. A lo largo de los siglos, toda suerte de intercambios e interacciones mediante viajes, comercio, incursiones— han hecho las veces de traducciones culturales. "No se puede reducir la traducción a una técnica que practican de forma espontánea los viajeros, los comerciantes, os embajadores, los contrabandistas y los traidores, y que elevan a la categoría de disciplina profesional los traductores y los intérpretes. Constituye un paradigma para todos los intercambios, no sólo entre lenguas sino también entre culturas" (Ricoeur, 2004). Esas traducciones se funden con las características endógenas dando lugar a nuevas tradiciones como parte de los complejos movimientos estructurales de las culturas y las civilizaciones.
A lo largo de los siglos, este entretejerse de culturas se ha manifestado en una multiplicidad de formas culturales y prácticas humanas. Algunas de ellas aparecen en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, creada en virtud de la Convención de 2003 y depósito de tradiciones orales, usos sociales, artes del espectáculo y conocimientos y técnicas artesanales tradicionales, que se transmiten de generación en generación, se recrean constantemente y aportan a las comunidades un sentido de identidad y continuidad (véase el cuadro 1 del Anexo estadístico). Subyaciendo tras este variopinto patrimonio cabe distinguir tres formas principales de interacción cultural: los préstamos culturales, los intercambios culturales y las imposiciones culturales. Aunque éticamente características, todas estas formas de interacción han tenido considerables consecuencias, fecundísimas en muchas ocasiones, sobre las formas de expresión cultural.
Los préstamos culturales tienen lugar cuando los usos culturales de una población son asimilados por otra, como reconocimiento de sus ventajas percibidas respecto de usos previos. Las poblaciones pueden estar dispuestas a abandonar incluso las más arraigadas de sus costumbres cuando encuentran mecanismos habilitadores que facilitan la integración de nuevos usos. Un ejemplo de ello sería el empleo de motonieves por los sami de Finlandia que siguen practicando sus tradiciones y creencias, pero se han adaptado a su rudo entorno mediante la adopción de la tecnología moderna. El "préstamo" de usos o costumbres puede convertirse en la base para unas formas o modalidades totalmente diferentes de los propios, al adaptarlos al nuevo entorno o alejarlos de su signifi cado original. En el arco iris cultural que caracteriza a muchas sociedades modernas, en algunas ocasiones los préstamos han pasado a ocupar un papel tan predominante que se ha llegado a poner en entredicho la distinción entre los elementos culturales endógenos y los exógenos.
Los intercambios culturales pueden convertirse en un proceso generalizado entre culturas vecinas y mutuamente dependientes. Las Rutas de la Seda representaban un marco comercial común que aseguraba unas relaciones relativamente pacífi cas entre pueblos vecinos y promovía una receptividad real a la diferencia, propiciando con ello el desarrollo cultural de las poblaciones en cuestión y dando lugar a importantes transferencias culturales a lo largo y ancho de enormes extensiones geográfi cas. Por lo general, el comercio entre regiones culturalmente diferentes ha contribuido al enriquecimiento cultural de la humanidad y a que las culturas se interconectaran en benefi cio de todos. ¿Qué sería la revolución científi ca de la Europa del Renacimiento sin la aportación de las ciencias árabes, que a su vez se basaban en el patrimonio intelectual del mundo antiguo? Los intercambios culturales remiten a muchas evoluciones colectivas y están en el origen de la mayor parte de los logros de la humanidad y tienden a invalidar las reivindicaciones de exclusividad por parte de cualquier civilización específica.
La imposición cultural mediante la guerra y la conquista ha sido una forma importante de interacción cultural a lo largo de la historia. En tiempos más recientes los procesos de colonización impusieron la cultura Diálogo intercultural occidental con escaso respeto por el valor y el signifi cado de las culturas de las poblaciones "descubiertas" o conquistadas. Sin embargo, incluso en la condición extrema de esclavitud se dan procesos discretos de enculturación inversa, de manera que los usos culturales de las poblaciones sometidas llegan a ser asimilados por la cultura dominante (Bhabha, 1994). Las interacciones culturales resultantes de este proceso se pueden ver hoy en día en todas las partes del mundo donde se ha dado una presencia de la diáspora africana (véase el recuadro 2.1). Huelga decir que los legados del pasado siguen ejerciendo gran infl uencia en muchas culturas, y que en muchos casos los procesos de mundialización han incrementado las desigualdades en el plano cultural. Sin embargo, el logro de la independencia por las poblaciones sometidas, los avances en las ciencias humanas (en particular la etnografía) y el reconocimiento de la dimensión cultural de los derechos humanos han ido posibilitando en cada vez mayor medida unas valoraciones más justas de culturas anteriormente incomprendidas, y han permitido pensar fundándose en intercambios genuinos entre todas las culturas.
Hoy en día la mundialización, el comercio internacional y el auge de las tecnologías de la información y la comunicación y de los medios de comunicación están propiciando una forma más sistemática de encuentros, préstamos, yuxtaposiciones e intercambios culturales. Sin embargo, esta nueva receptividad mutua entre culturas no situará a éstas en un plano de igualdad a no ser que empecemos a replantear las categorías culturales que compartimos. Los lazos transculturales que se manifi estan en el conjunto de la compleja interacción de identidades múltiples constituyen en potencia unos potentes facilitadores del diálogo intercultural. Con independencia de las posiciones que adopten las distintas partes, o de su identifi cación con la cultura concreta cuyos "representantes" se consideran, la aceptación de identidades múltiples desplaza el centro de mira desde las "diferencias" hacia nuestra capacidad compartida para interactuar y aceptar los encuentros, la coexistencia e incluso la convivencia entre culturas diferentes.
Estereotipos culturales e intolerancia
Los estereotipos culturales están presentes por doquier. En el aula, en la prensa y en los medios de comunicación; se perpetúan mediante chistes, anécdotas, canciones e imágenes. Si bien su intención de ofender puede variar, estas simplifi caciones reduccionistas del "forastero" llevan dentro las semillas del prejuicio. La creación de estereotipos es una forma de señalar las fronteras entre el propio grupo y el "otro", manifestando implícitamente la superioridad del primero. Los estereotipos conllevan el peligro de que el diálogo se interrumpa en el umbral de la diferencia y que ésta engendre intolerancia.
De muchas formas distintas, el afl oramiento de redes de información y de comunicación está facilitando los contactos entre distintas culturas y multiplicando las posibilidades de conocimiento mutuo. Sin embargo, sería un error subestimar la tenacidad del prejuicio, a profundidad del refl ejo que nos impulsa a defi nir nuestra identidad en oposición a la de los demás. El diálogo intercultural es un elemento necesario en tanto que factor corrector permanente en la diversidad de nuestras alianzas culturales. Las culturas pertenecientes a tradiciones diferentes están especialmente predispuestas a la creación de estereotipos mutuos. En cuanto a las actitudes occidentales respecto del mundo no occidental, Edward Said (1978) ha sostenido, por ejemplo, que "el orientalismo es fundamentalmente una doctrina política que se impuso sobre Oriente porque era más débil que Occidente y Occidente suprimió las diferencias con Oriente reduciéndolas a su debilidad. En tanto que aparato cultural, el orientalismo es plenamente agresión, actividad, juicio, voluntad de verdad y conocimiento". Si éste es el caso, entonces también se puede decir que el "occidentalismo" no es menos reduccionista de la identidad cultural occidental. Los seres humanos son excesivamente proclives a defi nirse los unos en oposición a los otros, a recurrir al estereotipo refl ejo.
Existen varios métodos para medir los estereotipos prevalecientes en una sociedad. Las encuestas de opinión pública realizadas en distintos países se basan en entrevistas a individuos, a quienes se pide que ordenen por categorías a otras personas según distintos criterios, que van desde la nacionalidad hasta unos atributos normalizados (como "trabajador", "valiente", "inteligente", "cruel"). Sin embargo, también aquí acecha el peligro de la creación de estereotipos: los sesgos subyacentes tras estos planteamientos (la propia decisión de establecer categorías, los adjetivos empleados, etc.) han de cuestionarse a su vez, puesto que un mismo rasgo podría hacer referencia a realidades diferentes en diferentes lenguas, y la misma opción por una lista de atributos predeterminada ya supone de por sí una forma de infl uir sobre la respuesta. Otros métodos para medir los estereotipos y los prejuicios son, por ejemplo, la "técnica de investigación por reproducción en serie", según la cual se le muestra a un individuo una imagen, pidiéndosele que se la describa a otra persona, a quien a su vez se le pide que la describa a una tercera persona, y así sucesivamente. La reproducción en serie amplifica el estereotipo de manera que éste se hace más aparente. Diálogo intercultural En otro plano, las clasifi caciones de los censos nacionales también pueden ser interesantes en cuanto a las distintas formas de inscribir en categorías la diferencia.
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