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Presente y futuro de la Monarquia Europea (página 3)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

El diálogo y la concordia empleados en las dietas y conversaciones (Worms, en 1521; Spira, en 1529; y Augsburgo, en 1530) para lograr el acercamiento y evitar el enfrentamiento armado, no dieron resultado. Por ello, el Emperador decidió actuar con la fuerza contra los protestantes, que a principios de 1531 habían formado la Liga de Esmalcalda. Su victoria en la batalla de Mühlberg, obtenida el 24 de abril de 1547, no consiguió, sin embargo, ni la unidad política ni la religiosa. En septiembre de 1555 se acordó la llamada Paz de Augsburgo, por medio de la cual se reconocía la división confesional dentro de los territorios imperiales.

Carlos V, consciente de su fracaso, inició una serie de abdicaciones: aunque conservó el título imperial, el 12 de septiembre de 1556 trasmitió sus funciones a su hermano Fernando I de Habsburgo, cedió a su hijo Felipe los Países Bajos (1555) y los reinos españoles (1556) y se retiró al monasterio de Yuste (en la localidad cacereña de Cuacos de Yuste), donde el 21 de septiembre de 1558 falleció. Pocos meses antes había abdicado formal y definitivamente como emperador en su hermano Fernando.

Más fuentes

Vínculos Web

Carlos V

Página de la Biblioteca Virtual Cervantes dedicada al Carlos V.

http://www.cervantesvirtual.com/historia/carlosv/

Monasterio de Yuste

Página Web oficial del Conjunto turístico. Información institucional.

http://www.yuste.org/monasterio/historia/index.htm

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ENRIQUE VIII

Enrique VIII (1491-1547), rey de Inglaterra (1509-1547), y fundador de la Iglesia de Inglaterra. Hijo de Enrique VII, influyó profundamente en el carácter de la monarquía inglesa.

Enrique nació en Londres el 28 de junio de 1491, y tras la muerte de su padre en 1509, accedió al trono. Se casó con la viuda de su hermano, Catalina de Aragón, con quien se comprometió en matrimonio gracias a una dispensa papal obtenida en 1503. Fue el primero de los seis matrimonios de Enrique, que se vieron afectados por las condiciones políticas y religiosas de la época y por el comportamiento cada vez más despótico del monarca. Al comienzo de su reinado, el atractivo y la simpatía de Enrique, su afición a los deportes y a la caza, y su valor militar le granjearon las simpatías de sus súbditos. En su papel de monarca renacentista, recibió en su corte a numerosos eruditos y artistas, como el pintor alemán Hans Holbein el Joven, quien pintó varios retratos suyos y de miembros de su corte.

LA CUESTION DEL DIVORCIO

Las seis esposas de Enrique VIII

Estas son las seis mujeres con las que Enrique VIII contrajo matrimonio: Catalina de Aragón, Ana Bolena, Juana Seymour, Ana de Clèves, Catalina Howard y Catalina Parr.

En 1511 Enrique se unió a la Liga Santa en contra de Francia y en 1513 dirigió a las tropas inglesas en una victoriosa campaña al norte de Francia. Una vez abandonado por sus aliados, Enrique concertó (1514) el matrimonio de su hermana María con Luis XII de Francia, con quien formó una alianza. En 1525 estallaron disturbios en Inglaterra en protesta por el intento de Enrique de recaudar impuestos con fines militares y tuvo que renunciar a participar en las principales empresas militares de Europa.

En 1527 Enrique anunció su deseo de divorciarse de su esposa, alegando que la dispensa papal que hizo posible su matrimonio era nula. El principal motivo del divorcio era que Catalina no le había dado un heredero varón. Su único descendiente era María, más tarde María I de Inglaterra. Además, Enrique estaba enamorado de Ana Bolena, una joven y bella dama de honor de la reina. Sin embargo, existían varios obstáculos para el divorcio. El emperador Carlos V, sobrino de Catalina, se oponía al divorcio, y el papa Clemente VII, a quien Carlos había hecho prisionero, no podía anular el matrimonio sin disgustar a su captor. En 1528 convenció al Papa para nombrar al político y cardenal inglés Thomas Wolsey y al legado papal Lorenzo Campeggio jueces del caso ante un tribunal inglés. En 1529, el Papa llevó la causa a Roma. Cuando perdió la esperanza de una anulación papal, Enrique destituyó a Wolsey y nombró en su lugar a Tomás Moro. No obstante, éste último no estaba de acuerdo con el divorcio.

RUPTURA CON EL PAPADO

Enrique procedió a romper, uno por uno, sus lazos con el Papado. Con ayuda de la legislación parlamentaria obtuvo el control del clero obligando, a dicho estamento a reconocerle como jefe de la Iglesia inglesa (1532). Al año siguiente, Enrique se casó en secreto con Ana Bolena, quien fue coronada reina por el obediente arzobispo de Canterbury, Tomás Cranmer, declarándose nulo el matrimonio con Catalina y válido el contraído con Ana. Una ley de sucesión confirmó la actuación del arzobispo y designó a la progenie de Ana heredera del trono.

Aunque Enrique fue inmediatamente excomulgado, repudió la jurisdicción papal en 1534, y se nombró a sí mismo autoridad eclesiástica suprema en Inglaterra. El pueblo inglés tuvo que reconocer, bajo juramento, la supremacía de Enrique y la ley de sucesión. Tomás Moro y el cardenal inglés Juan Fisher fueron ejecutados por negarse a aceptar la supremacía religiosa del monarca inglés. Enrique disolvió todas las comunidades monásticas y entregó casi todas sus propiedades a los nobles a cambio de su apoyo.

En 1536, después de acusar a Ana Bolena de incesto y adulterio, Enrique ordenó su ejecución. Unos días después de la muerte de Ana se casó con Juana Seymour, quien murió en 1537 al dar a luz al único hijo legítimo de Enrique, Eduardo, más tarde Eduardo VI. En 1540 concertó su matrimonio con Ana de Clèves con el fin de establecer un lazo entre Inglaterra y los príncipes protestantes de Alemania. Unos meses después, debido al poco atractivo de Ana y dado que la alianza política con Alemania ya no le favorecía, Enrique se divorció de ella, y ese mismo año se casó con Catalina Howard. Esta última fue ejecutada en 1542 acusada de falta de castidad antes del matrimonio y por haber cometido adulterio. Al año siguiente Enrique se casó con su sexta (y última) esposa, Catalina Parr, que fue la única que le sobrevivió.

Entre 1542 y 1546, Enrique VIII estuvo en guerra con Escocia y Francia. Sus tropas derrotaron a los escoceses en Solway Moss, en 1542. Arrebataron Boulogne a los franceses en 1544, y cuando se alcanzó la paz, en 1546, Enrique recibió una compensación de Francia. Murió el 28 de enero de 1547 en Londres.

CONSECUENCIAS DEL REINADO DE ENRIQUE VIII

Enrique  modificó la Iglesia, Enrique nunca quiso introducir la doctrina protestante. Todos aquellos que se negaron a aceptar las enseñanzas de la Iglesia de Inglaterra, así como los que rechazaron la autoridad eclesiástica de Enrique, fueron ejecutados. La autorización de una traducción inglesa de la Biblia, la promulgación de la letanía de Cranmer y la traducción al inglés de algunas partes del servicio tradicional, fueron los únicos cambios importantes en materia de religión llevados a cabo durante el reinado de Enrique. En cuanto a la monarquía, intensificó los elementos autoritarios característicos de la dinastía Tudor, a la cual pertenecía. La gran solidez del gobierno desarrollado por Enrique fue poderosamente utilizada durante el reinado de Isabel I, la hija que tuvo con Ana Bolena

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FUE UN REY NEFASTO YA QUE NO HIZO CASO A TOMAS MORO Y SU OBRA LA UTOPIA Y AL CARDENAL HENRY NEWMAN

n-16 COLECCIÓN DE CARL GRIMBERG-Felipe II-habsburgo-EL REY MONJE

El historiador español Manuel Fernández Álvarez publicó en 1998 una de las más importantes biografías dedicadas al monarca Felipe II, que gobernó durante la segunda mitad del siglo XVI un inmenso territorio cuyo centro de poder se encontraba en la península Ibérica. Aquí se reproducen a continuación las últimas páginas de tan magna obra, reservadas a una recapitulación a modo de conclusión del reinado de quien se tituló a sí mismo príncipe de las Españas, como no olvida indicar el autor en la introducción del libro, quien asimismo le denomina "el hombre de El Escorial" en su definitiva y postrera glosa del personaje.

Fragmento de Felipe II y su tiempo.

De Manuel Fernández Álvarez.

Parte tercera, 18.

Había transcurrido un largo reinado de cuarenta y dos años, incluso podría decirse de más de medio siglo, si tenemos en cuenta que a partir de 1543 es el que queda en nombre de su padre gobernando España.

Un dilatado reinado, polémico ayer y polémico hoy, porque grandes y dramáticos sucesos lo conmovieron. En algunos casos, el comportamiento del Rey fue admirable; en otros, en cambio, no puede menos de ser censurado como lo fue en sus días por la opinión pública, por sus propios súbditos.

Por lo tanto, con unos notables altibajos debidos en gran parte a su profunda religiosidad. Algunos de sus mayores aciertos tuvieron, sin duda, esa base, como cuando volcó todo el peso de la Monarquía en la defensa de la Cristiandad, en aquellas jornadas de Lepanto. No de otra manera puede juzgarse su decisión de mantener el dominio de las Filipinas, pese a quienes le aconsejaban lo contrario, por el coste que ello suponía para la Real Hacienda. Pues no todo podía cifrarse en un recuento de dineros. De forma que, con toda justicia, aquel lejano archipiélago asiático lleva el nombre del que en este caso podríamos denominar uno de los grandes personajes de la historia.

En muchos aspectos, supo continuar la obra de su padre, como al esforzarse por la reanudación del Concilio de Trento, o como cuando culminó la tarea secular de la incorporación de Portugal. En otros casos fue, evidentemente, menos afortunado, e incluso responsable directo de lamentables traspiés de la Monarquía: la cuestión de Flandes, con su sangrienta represión, el envío de la Armada Invencible…

Con algo similar nos encontramos cuando meditamos sobre su gobierno interno de la Monarquía. Ahí está, por ejemplo, como un auténtico acierto, el haber creado la capital de la Monarquía, uno de los hechos de mayor trascendencia en nuestra historia. Pero claro está que no se puede silenciar su responsabilidad en la muerte de Escobedo y en haber escogido, como su secretario y hombre de confianza, a un político de tan pobre condición moral como lo fue Antonio Pérez. Curiosamente, hoy se le exculpa de uno de los sucesos que más le ensombrecieron: la prisión de su hijo don Carlos. Pero, en todo caso, un aire de sumo rigor acompaña su figura. Y en eso no caben engaños, a pesar de su amor a las artes, a la Naturaleza, a las florestas de Aranjuez, y pese sobre todo a lo que trasciende, como padre sumamente afectivo, de sus cartas a sus hijas. Cuando Felipe II se vestía el manto regio, la severidad con que imponía sus mandatos y el rigor con el que trataba a quienes osaban enfrentársele, era su nota más acusada. Y no tiene por qué asombrarnos, pues pueden coincidir perfectamente en una persona -y lo estamos viendo todos los días- los sentimientos más tiernos para los suyos, con el mayor de los rigores para los demás. Pues lo cierto es que, hasta los últimos años de su reinado, Felipe II castigó con una terrible severidad a quienes se atrevieron a discutir sus órdenes, como bien pudieron lamentar los vecinos de Ávila tras su protesta en 1593 contra el servicio de los millones.

Por eso ocurrió con el Rey lo contrario que con su padre, Carlos V. El Emperador fue pasando de ser un soberano discutido y protestado -ejemplo claro, las Comunidades de Castilla-, a un monarca querido y admirado; acaso porque supo abandonar el poder en su momento preciso, pasando de ser el gran Emperador al sencillo hombre de Yuste. Por el contrario, Felipe II fue recibido desde su nacimiento con sumo alborozo, como si hubiera nacido la gran esperanza de España, para ir perdiendo poco a poco aquella primera popularidad. Cuando estuvo gobernando España, como el alter ego de su padre, se le vio defender a Castilla, tratando de evitar su ruina; y curiosamente, una vez asumido todo el poder regio, se olvidó de tan buenos principios, para seguir sacrificando el reino en empresas religiosas ajenas a los intereses del país hasta acabar provocando aquella reacción de las Cortes castellanas con la significativa frase: si los otros pueblos de Europa se querían perder, que se perdieran.

Refugiado en su monasterio de El Escorial, cada vez más alejado de sus súbditos, convirtiendo su vida en un enigma, en un misterio, siguiendo aquel querer verlo todo, pese a su evidente decadencia física, hasta el punto de ni siquiera poder firmar con su mano los despachos regios; convertido en una sombra, pero sin dejar el poder, cuando seguía encendida la guerra en los Países Bajos y frente a Francia, cuando la marina inglesa saqueaba a su placer la misma ciudad de Cádiz, y, sobre todo, cuando la mayor miseria estaba consumiendo al país entero, se comprende que el pueblo lo resumiese todo en una frase que no puede menos de hacernos meditar: «¡Si el Rey no muere, el reino muere!»

Y, con todo, estamos ante un personaje de la gran historia, con el que está claro que viene a cerrarse lo mejor del Imperio español.

Que no en vano, cuando lo evocamos, al punto se nos alza en el horizonte la colosal estampa del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, la fundación que él tanto amaba y que es, a todas luces, una de sus obras más imperecederas y más logradas.

Ahora bien, dicho todo esto, alguna otra reflexión habría que añadir. Porque un rey, cuando es un rey de verdad, dentro del tipo de Monarquía autoritaria como la hispana del Quinientos, no muere del todo cuando muere. Tiene su legado. Quiere continuar su obra. Trata de hacerlo a través de su hijo, el príncipe heredero.

No podemos olvidar, en efecto, todos los esfuerzos de Felipe II por conseguir hacer del Príncipe, su hijo, un auténtico rey, incorporándolo a las tareas del gobierno, con aquella indicación tan expresa en su Codicilo: «… porque es tiempo que nos ayudemos el Príncipe, mi hijo, y yo… »

O bien, apartando de su lado al duque de Lerma, que tan perniciosa influencia ejercía sobre él; cierto que limitándose a mandarlo como virrey a Valencia.

Pero, sobre todo, lo que ahora importa recordar son los consejos postreros de Felipe II a su hijo, que le envía por su secretario Idiáquez.

Se trata del documento tantas veces estudiado por mí, cuya copia posee la Biblioteca Nacional de París. Está fechado en San Lorenzo de El Escorial, a 30 de julio de 1595. En él, Felipe II emplea con su hijo otra vez aquella expresión tan significativa: «… tiempo es que nos ayudemos…»

Le indica cómo tiene que comportarse en las audiencias regias que convocaría en su nombre, y cómo debía intervenir en los asuntos de Estado, durante las consultas de los distintos Consejos. Y para que no echara en saco roto sus advertencias, le insta a que las lea: «… las veces que fuere menester, para tenerlas en la memoria

Y, apelando a sus sentimientos, le declara que todo lo hacía pensando en él: «De lo que sabéis que os quiero podéis inferir el ánimo y amor con que esto os digo…»

Para terminar encomendándolo a la protección divina: «Dios os haga muy suyo.»

Pues bien, esto hay que recordarlo cuando se enjuicia toda la obra política de Felipe II. Porque en este caso es evidente que no tuvo la fortuna de su padre, el Emperador, a la hora de forjar un alter ego.

Algo que escapó a su voluntad. Con una frase del tiempo, podríamos concluir que el Rey lo deseó, lo buscó, lo tanteó con todas sus fuerzas. Que apuró todo lo que estaba en sus manos para hacer de Felipe III un auténtico rey, pero que algo que estaba por encima de él le impidió lograrlo.

Y en eso sí que el Rey Prudente fue desafortunado.

Pero yo quisiera terminar aludiendo al aspecto con el que posiblemente él, Felipe II, quisiera ser recordado: como rey de las Españas y fundador del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Porque eso resulta innegable: con la imagen del Rey nos llega, al punto, la de su amada fundación escurialense. Como si dijéramos: algo de la grandeza de aquella imponente fábrica se vincula ya para siempre a su figura.

De ese modo, estaríamos tentados a titular por último a Felipe II como el hombre de El Escorial. Esa obra que es capaz de vencer las injurias del tiempo y que siempre nos hace evocar su reinado.

Fuente: Fernández Álvarez, Manuel. Felipe II y su tiempo. Madrid: Espasa-Calpe, 1998.

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Felipe II (1527-1598), rey de España (1556-1598), llegó a gobernar sobre el vastísimo conjunto de territorios integrado por las coronas de Castilla y Aragón, Navarra, el Rosellón, el Franco Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, el Milanesado, Nápoles, diversas plazas norteafricanas (Orán, Túnez), Portugal y su Imperio afroasiático, toda la América descubierta y Filipinas. Sin duda, la unidad territorial más amplia de la edad moderna puesta bajo un mismo cetro.

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Felipe II: el hombre de El Escorial

El historiador español Manuel Fernández Álvarez publicó en 1998 una de las más importantes biografías dedicadas al monarca Felipe II, que gobernó durante la segunda mitad del siglo XVI un inmenso territorio cuyo centro de poder se encontraba en la península Ibérica. Aquí se reproducen a continuación las últimas páginas de tan magna obra, reservadas a una recapitulación a modo de conclusión del reinado de quien se tituló a sí mismo príncipe de las Españas, como no olvida indicar el autor en la introducción del libro, quien asimismo le denomina "el hombre de El Escorial" en su definitiva y postrera glosa del personaje.

Hijo y heredero del rey Carlos I (emperador Carlos V) y de Isabel de Portugal, nació en Valladolid el 21 de mayo de 1527. En su preparación para hacerse cargo de su cometido regio y de gobierno se instruyó desde muy joven con Juan Martínez Silício y Juan de Zúñiga. Su papel en política interior y su protagonismo internacional fueron destacadísimos durante la segunda mitad del siglo XVI.

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Carta de Felipe II a sus hijas

En esta carta, el Rey se alegra de las nuevas que le dan sus hijas y les cuenta cosas de Portugal.

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2.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LA MONARQUÍA

Las continuas ausencias centroeuropeas de su padre, en sus funciones imperiales y de defensa de la unidad religiosa, le procuraron una temprana labor de regencia desde 1543, año en que contrajo su primer matrimonio con su prima María de Portugal, hija del rey portugués Juan III. En julio de 1545 falleció María de Portugal tras dar a luz al primogénito, Carlos de Austria. En 1554, Felipe II volvió a casarse, esta vez con la reina de Inglaterra, María I Tudor. Poco después, las enfermedades del emperador Carlos V motivaron su abdicación de los títulos inherentes a las coronas de Castilla y Aragón en Felipe, el segundo con ese nombre tras su abuelo (el rey castellano Felipe I el Hermoso), en 1556. Dos años más tarde, falleció su segunda esposa.

Después de viajar por Italia y los Países Bajos y ser reconocido como sucesor regio en los estados flamencos y por las Cortes castellanas, aragonesas y navarras, se dedicó plenamente a gobernar desde la corte, establecida en Madrid de forma oficial en 1561, con gran actividad y celo. Dos años más tarde, dio comienzo la obra arquitectónica que habría de ser considerada el emblema de su dilatado reinado, el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, palacio y templo a la vez, erigido en las cercanías de la capital del reino.

En el interior de la península Ibérica, cabe destacar diferentes aspectos de su gobierno. La monarquía personal de Felipe II se apoyaba en un gobierno ejercido por medio de consejos y de secretarios reales, así como en una poderosa administración centralizada. Pese a todo su poder, las bancarrotas, las dificultades hacendísticas y los problemas fiscales (entre otras actuaciones notorias creó el nuevo impuesto de "millones" que gravaba los alimentos básicos) fueron característicos durante todo su reinado. Su recurso al Tribunal de la Inquisición fue frecuente. Políticamente, dicho tribunal fue utilizado para acabar con los conatos de protestantismo descubiertos en la Meseta castellana. Así, el mantenimiento de la unidad religiosa estuvo siempre presente en la acción de gobierno de Felipe II, que con todo rigor se valió de los autos de fe, como los celebrados en Valladolid ya en 1559, para afianzar la Contrarreforma católica.

El secretario Antonio Pérez tuvo una enorme influencia en los negocios públicos hasta su caída en 1579. Además, en 1568 moría el príncipe Carlos de Austria, que había sido arrestado debido a sus contactos con los miembros de una presunta conjura sucesoria promovida contra Felipe II por parte de la nobleza. En ambos puntos empezó a afianzarse la leyenda negra antiespañola y buena parte de los problemas internos de su reinado.

POLITICA EXTERIOR DE FELIPE II

Conflictos durante el reinado de Felipe II

El reinado de Felipe II (1556-1598) estuvo marcado por una serie de claves de carácter global, pero con unos referentes concretos ineludibles. Por un lado, el enfrentamiento con el Imperio otomano en el mar Mediterráneo, al cual pueden ser adscritos, de forma general, los ataques piráticos lanzados sobre las costas hispánicas desde el norte de África, así como el episodio local de la sublevación de los moriscos de Las Alpujarras (1568-1571). El punto álgido de este frente se alcanzó en 1571 con la batalla de Lepanto. Por otra parte, el enfrentamiento con Inglaterra, con el dominio del océano Atlántico como trasfondo subyacente, cuyo hito crucial se produjo en 1588 con la fracasada acción de la Armada Invencible. Con anterioridad, en 1566, había surgido otro foco que terminaría por convertirse en escenario de conflicto permanente para el Rey Prudente: los Países Bajos, rebelados contra la Corona por cuestiones políticas (búsqueda de la independencia), económicas (la zona era un eje básico del comercio de la época) y religiosas (abrazo del calvinismo frente al catolicismo que representaba la Monarquía Hispánica). Los principales enemigos de Felipe II fueron pues, musulmanes y protestantes (anglicanos ingleses y calvinistas flamencos), un reflejo, no casual, del papel de máximo defensor del catolicismo en que el soberano se erigió. En el plano teológico, este aspecto tuvo su máxima expresión en el Concilio de Trento.

De otro lado, los piratas berberiscos asolaban las costas mediterráneas. Aunque la expedición naval de García de Toledo consiguió la victoria en Malta (1565), el problema morisco estaba en el interior. Los moriscos de Las Alpujarras granadinas protagonizaron la principal sublevación desde 1568, que no terminaría hasta que el hermanastro del Rey, Juan de Austria, los derrotó en 1571.

Internacionalmente, para mantener y proteger su Imperio, estuvo inmerso continuamente en todos los conflictos europeos. Por esa razón, se multiplicaron las capitulaciones matrimoniales y contrajo sucesivas nupcias con las ya mencionadas María de Portugal y María I Tudor, así como con la francesa Isabel de Valois (1559) y su propia sobrina Ana de Austria (1570), hija del emperador Maximiliano II y madre de quien habría de ser su sucesor, Felipe III, nacido en 1578. Durante el reinado de Felipe II, los conflictos externos se sucedieron en varios frentes. El Rey actuó en todos ellos teniendo presentes siempre criterios políticos y religiosos.

Heredero de la guerra contra Francia, a pesar de la Tregua de Vaucelles (1556) y nada más comenzar su reinado, ambas casas reales (la francesa Valois y la española Habsburgo) iniciaron su lucha por el control de Nápoles y el Milanesado. En ese contexto, Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, defendió las plazas italianas, atacando los Estados Pontificios del papa Pablo IV para deshacer la alianza de éste con Enrique II de Francia. Mientras tanto, los ejércitos castellanos y fuerzas mercenarias derrotaban a las tropas francesas en su propio territorio (San Quintín y Gravelinas, en 1557 y 1558, respectivamente), origen de las negociaciones de la tan beneficiosa para los intereses felipistas Paz de Cateau-Cambrésis del 3 de abril de 1559, en la que se acordó asimismo su matrimonio con la hija de Enrique II, Isabel de Valois, fallecida en 1568. No obstante, la pugna secular por el control europeo entre ambas monarquías continuó con la intervención española a favor de la católica familia de los Guisa en las guerras de Religión francesas, hasta que el rey Enrique IV abjuró del protestantismo en 1593, rubricándose en mayo de 1598 la Paz de Vervins.

Paralelamente, otro gran problema estratégico, comercial y de unidad de la fe era el peligro de la piratería, el bandidaje y las incursiones berberiscas y turcas en el Mediterráneo. Para conjurar dicha amenaza, constituyó, con Venecia, Génova y el papa Pío V el bloque principal de la Liga Santa contra el Imperio otomano. La flota al mando de Juan de Austria -con la participación asimismo de Luis de Requesens y Zúñiga y de Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz- obtuvo en 1571 la renombrada aunque no decisiva victoria naval de Lepanto.

Contra Inglaterra los resultados fueron menos afortunados, debido al control marítimo militar inglés. Muerta su esposa María I Tudor en 1568, las relaciones con la sucesora de ésta, la reina Isabel I, se enrarecieron, hasta que chocaron sus contrapuestas políticas religiosa y económica. En su pugna permanente, apoyando a todos los enemigos castellanos, Isabel de Inglaterra acabó con los católicos reyes escoceses, mientras apoyaba la piratería en el Caribe (donde destacó la actividad de Francis Drake) y a los rebeldes holandeses. La conclusión militar vino determinada en 1588 por la derrota de la Armada Invencible, comandada por Alonso Pérez de Guzmán, séptimo duque de Medinasidonia. A partir de entonces, el poderío naval español en el Atlántico comenzaría su declive.

Felipe II tampoco pudo solucionar el conflicto político-religioso que fue uno de los motivos del inicio en 1556 de la guerra de los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores de ese territorio, desde Margarita de Parma (1559-1567), pudo conseguir sus objetivos. A partir de 1573, tras las victorias del duque de Alba, que ejecutó al conde de Egmont y a Felipe de Montmorency-Nivelle, conde de Horn, ni Luis de Requesens (1573-1576), ni Juan de Austria (1576-1578), ni Alejandro Farnesio (1578-1592) consiguieron doblegar la rebelión de los "mendigos del Mar" calvinistas. Alternando procedimientos suaves con otros métodos muy enérgicos, no consiguieron aplacar la sublevación de los Estados Generales y la definitiva emancipación de Holanda, Zelanda y el resto de las Provincias Unidas, cuya independencia fue reconocida por Inglaterra y Francia en 1596 y por la propia España años después de la muerte de Felipe II.

En cambio, consiguió un gran triunfo político al conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, haciendo valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar, un año después de reclamar el trono portugués por ser nieto de Manuel I el Afortunado. Las obras del monasterio escurialense llegaron a su fin en 1586 y, en 1591, una nueva vicisitud asaltó los últimos años de su gobierno monárquico: las llamadas alteraciones de Aragón, en las que estuvo implicado su ex secretario Antonio Pérez, relacionadas con la defensa de los fueros de aquel reino. Felipe II falleció el 13 de septiembre de 1598 en El Escorial, cuatro meses después de acordar con el rey francés Enrique IV la citada Paz de Vervins y de nombrar a su propia hija Isabel Clara Eugenia gobernadora de los Países Bajos. Le sucedió su hijo Felipe III.

Más fuentes

Bibliografía

Armada Invencible

Felipe II

Guerra de los Países Bajos

Batalla de Lepanto

Leyenda negra

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n-17- colección carl grimberg-monarquia francesa-luis XVI

Un bisnieto de Luis XIV ascendió al trono francés en 1715 como Luis XV. Su reinado, que duró hasta su fallecimiento, ocurrido en 1774, marcó el inicio de la crisis de la monarquía Borbónica francesa. Crisis que se acentuó y manifestó de forma definitiva durante el reinado de su nieto, Luis XVI, quien le sucedió en ese último año. El inicio de la Revolución Francesa, en 1789, marcó el principio del fin de la monarquía francesa. El propio Luis XVI murió ejecutado por los revolucionarios en 1792, y su hijo (Luis XVII), fallecido en 1795, tan sólo fue reconocido por los monárquicos.

La restauración de la monarquía francesa tuvo lugar en 1814, cuando un hermano de Luis XVI ascendió al trono con el nombre de Luis XVIII, tras la caída de Napoleón I Bonaparte. El propio Napoleón interrumpió el reinado de Luis XVIII cuando, un año después, volvió brevemente al poder en el llamado gobierno de los Cien Días. Carlos X, hermano de Luis XVIII, sucedió a éste en 1824 y hubo de abdicar con motivo de la Revolución de julio de 1830.

Una nueva rama de la Casa francesa de Borbón volvió a reinar ese mismo año de 1830, cuando un descendiente de Felipe I (duque de Orleans y hermano de Luis XIV), fue proclamado rey por la Asamblea Nacional tras la abdicación de Carlos X: Luis Felipe I de Orleans, hijo de Luis Felipe José de Orleans (Felipe Igualdad), fue el primer y único rey francés de la rama Borbón-Orleans. Resultó derrocado durante los acontecimientos revolucionarios de 1848. Los actuales pretendientes al trono francés, encabezados por el conde de París, pertenecen al linaje Borbón-orleanista.

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n-18 colección carl grimberg

-monarquia sueca-gustavo Adolfo

Carlos XIV Jean-Baptiste Bernadotte

Carlos XIV Jean-Baptiste Bernadotte (1763-1844), rey de Suecia y Noruega (1818-1844). Nació en Pau (Francia) y luchó en las Guerras Revolucionarias francesas. En 1804, Napoleón le concedió el grado de mariscal y después el de general. Bernadotte tuvo un papel destacado en la victoria de Austerlitz (Austria) en 1805 , por el cual se le otorgó el título de príncipe de Pontecorvo. También fue vencedor en la campaña contra los prusianos (1806-1807). En 1810 fue elegido por el Riksdag, el órgano legislativo sueco, para suceder al rey Carlos XIII, quien no tenía herederos. Bernadotte accedió a convertirse al protestantismo, cambió su nombre por el de Carlos Juan y pronto comenzó a desempeñar muchas de las funciones reales. Como príncipe heredero, se resistió a los esfuerzos de Napoleón por implicar a Suecia en sus planes contra Gran Bretaña. De hecho, Suecia no tardó en verse involucrada en una guerra con Francia, y Carlos contribuyó a la victoria sobre los franceses en Leipzig en 1813. Obligó a Dinamarca a ceder Noruega en el Tratado de Kiel y en 1814 sometió a Noruega. El reinado de Carlos XIV fue próspero y pacífico. Fundó la moderna casa real sueca de los Bernadotte y le sucedió, Óscar I, su hijo.-SU HERMANO CARLOS XV Y 1920 REGRESAN LOS VASA

Dinastía Vasa, familia real fundada en 1523 por Gustavo I Vasa, que permaneció en el trono de Suecia hasta 1818 y que ocupó el de Polonia desde 1587 (cuando accedió a ese reinado Segismundo III Vasa, rey sueco a su vez a partir de 1592) hasta 1668, año de la abdicación de Juan II Casimiro.

Gustavo Vasa liberó a su país de la dominación danesa (1521-1523) y aplacó los levantamientos de los nobles y los campesinos. Hacia 1544 su poder estaba lo suficientemente afianzado como para otorgar carácter hereditario a su título. Su nieto, Gustavo II Adolfo, fue coronado rey en 1611 y guió los ejércitos de los príncipes protestantes en la guerra de los Treinta Años (1618-1648), en la que perdió la vida en 1632 y fue sucedido por su hija Cristina. La dinastía se extinguió en 1809, cuando Gustavo IV Adolfo se vio obligado a abdicar y fue reemplazado por su tío, Carlos XIII. Carente de heredero, el trono le fue ofrecido en 1810 a uno de los generales del emperador Napoleón I Bonaparte, Jean-Baptiste Bernadotte, que a la muerte de Carlos XIII, en 1818, se convirtió en Carlos XIV.

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OSCAR I—-CARLOS XV—-OSCAR II-GUSTAVO V—-GUSTAVO ADOLFO-CARLOS GUSTAVO-VICTORIA

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Estuardo en Inglaterra-Carlos I

Monarquia polaca

Estanislao I Leszczynski

Estanislao I Leszczynski (1677-1766), rey de Polonia (1704-1709; 1733-1735). Miembro de una vieja familia de nobles polacos influyentes, fue proclamado rey en 1704 con el apoyo de Carlos XII de Suecia, en oposición a Federico Augusto de Sajonia (Augusto II de Polonia, 1670-1733), a quien apoyaba Rusia. En 1709, cuando los rusos derrotaron a los ejércitos de Carlos XII, se exilió. Su hija María Leszczynski se casó con Luis XV de Francia en 1725. Esta alianza permitió que recuperara el trono polaco tras la muerte de Augusto en 1733. Rusia y Austria intervinieron contra él y, a pesar de la ayuda francesa, fue expulsado de Polonia en 1735 (véase Guerra de Sucesión polaca). Obtuvo los ducados de Lorena y Bar, y conservó una corte real en Lunéville y Nancy hasta su muerte. Fue un famoso patrocinador del saber y la literatura.

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Augusto II (1670-1733), elector de Sajonia y rey de Polonia (1697-1733). Sucedió a su hermano como elector de Sajonia en 1694, y pasó sus primeros años en el poder en guerra contra los turcos. Cuando en 1696, murió Juan III Sobieski, pasó a hacer valer sus derechos al trono polaco. Para aumentar sus posibilidades se hizo católico, lo cual enojó a sus súbditos sajones y provocó que su esposa le abandonara. Tuvo éxito y en 1697 fue elegido rey de Polonia.

En 1699 Augusto se alió con Dinamarca y Rusia con el fin de frenar las pretensiones del joven rey sueco, Carlos XII. Sin embargo, Carlos ganó batallas contra cada uno de los aliados, y en 1702 venció a Augusto, que tuvo que retirarse a Sajonia, aunque consolidó su alianza con el zar ruso Pedro el Grande. Carlos persiguió a Augusto y en 1706 le obligó a firmar el Tratado de Altranstädt y a aceptar a quien el rey sueco había sentado en el trono polaco, Estanislao I Leszczynski.

En 1709, Suecia fue derrotada por Rusia en Poltava y Augusto trató de recuperar Polonia. Alegando que el Tratado de Altranstädt ya no era válido, y uniéndose nuevamente a Rusia y Dinamarca, recuperó la corona de Polonia y atacó Suecia. Tras la prematura muerte de Carlos XII durante la invasión de Noruega, Augusto firmó la paz con Suecia en 1719 y fue reconocido formalmente como rey de los polacos. Pasó el resto de su vida consolidando su poder, ganando territorios siempre que tenía oportunidad y preparando a su hijo para que le sucediera en el trono polaco. Su estilo de vida fue lujoso y licencioso: se dice que engendró 300 hijos ilegítimos.

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LA DINASTIA PIAST

Mieszko introdujo el cristianismo en Polonia (966) para librarse de las presiones políticas y religiosas germánicas. Durante el reinado de su hijo Boleslao I la Iglesia cristiana se consolidó en Polonia, y se amplió el territorio del reino tras derrotar al emperador Enrique II el Santo. En el 1025 fue coronado rey por el papa Juan XIX y a su muerte Polonia se extendía más allá de la cordillera de los Cárpatos y los ríos Oder y Dniéster.

Durante los siguientes tres siglos Polonia sufrió repetidos infortunios, desde desórdenes internos hasta invasiones extranjeras. En 1079 Boleslao II asesinó al obispo de Cracovia y Polonia fue colocada bajo un interdicto papal. Boleslao III (reinado 1102-1138) conquistó Pomerania, derrotó a los germanos y defendió a Silesia contra el emperador del Sacro Imperio Romano Enrique V. A la muerte de Boleslao III Polonia se dividió entre sus hijos, y el reino se desintegró en un número de principados independientes en permanente conflicto.

Entre 1240 y 1241 el pueblo mongol invadió y asoló Polonia. Mientras tanto la Orden Teutónica había sojuzgado los territorios bálticos, instalándose en Livonia y en el territorio que conformaría la futura Polonia; mientras, numerosos colonos germanos alentados por los príncipes polacos empezaron a instalarse en el país, en especial en Silesia. Durante el periodo de colonización alemana gran cantidad de judíos se refugiaron en territorio polaco de las persecuciones que sufrían en Europa occidental.

La situación mejoró con los últimos miembros de la dinastía Piast. En 1320 Ladislao I el Breve fue coronado rey de Polonia, derrotando en varias ocasiones a los germanos y unificando el reino. El poder de Polonia se incrementó enormemente durante el reinado de su hijo, Casimiro III el Grande (1333-1370), uno de los soberanos más cultos de la historia polaca y el último de la dinastía Piast: inició importantes reformas administrativas, judiciales y legislativas, fundó la Universidad de Cracovia (1364), amplió la ayuda a los refugiados judíos procedentes de Europa occidental e incorporó Galitzia a los dominios polacos.

LA DINASTIA JAGELLON

El fallecimiento sin hijos de Casimiro III permitió el acceso al trono de su sobrino, Luis de Anjou, rey de Hungría. Tras su muerte (1382) el reino se dividió entre sus hijas; la pequeña, Eudivigis, fue proclamada reina de Polonia, casándose en 1386 con el duque de Lituania Jagellón (o Jogaila), que ascendió al trono como Ladislao II Jagellón, inaugurando la dinastía Jagellón. Ladislao, que se convirtió tras su subida al trono, introdujo el cristianismo en Lituania; en 1401 el Tratado de Vilna estableció que Polonia y Lituania quedarían unidas por un mismo monarca, aunque mantendrían su propia estructura estatal. En 1410 los ejércitos polaco y lituano bajo Ladislao obtuvieron una victoria decisiva en Tannenberg sobre la Orden Teutónica, lo que elevó a Polonia a una posición destacada entre las naciones europeas.

Bajo la dinastía Jagellón, que duró hasta 1572, Polonia alcanzó grandes cotas de poder, prosperidad y desarrollo cultural. Casimiro IV Jagellón (reinado 1447-1492) condujo una guerra prolongada y triunfal (1447-1466) contra la Orden Teutónica. En 1466, por los términos de la paz de Thorn, que puso fin al conflicto, Polonia ocupó Prusia occidental, Pomerania y otros territorios lo que le permitió recuperar el acceso al Báltico. Los terratenientes y la pequeña nobleza adquirieron amplios privilegios durante el reinado de Casimiro, a expensas de los campesinos. El Sejm, órgano parlamentario que se desarrolló a partir de las primeras asambleas de nobles y otros grupos sociales, empezó a asumir más importancia. Igualmente, se estrecharon los lazos con el Papado. Los sucesivos reyes de la dinastía, en especial Segismundo I Jagellón, llamado el Viejo, ampliaron el territorio hasta alcanzar el mar Negro. En 1569, durante el reinado de Segismundo II Augusto Jagellón se firma la Unión de Lublin que establece la unión de los dos reinos que comparten una misma asamblea, se reconocen los derechos de los ciudadanos en ambos reinos, aunque mantienen sus propias leyes. En 1596 Varsovia se convierte en capital conjunta del territorio. La aparición de la Reforma Protestante consiguió algunos adeptos entre la nobleza polaca, aunque el rigor con que los jesuitas dirigieron la Contrarreforma hizo que su presencia fuera mínima.

Con la muerte de Segismundo II, último de los Jagellón, en 1572, la nobleza polaca concluyó con éxito una prolongada campaña que le permitió completar el control del país. Se instituyó un régimen de reyes electos por el Sejm, por entonces órgano bicameral tomado por la baja y alta nobleza. Un rasgo importante de este sistema era el liberum veto, que hacía posible que cualquier miembro de la asamblea evitara la aprobación de cualquier ley.

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n-19 colección carl grimberg- -LUIS XIV—EL REY SOL –TODA PARA EL PUEBLO PERO SIN EL PUEBLO-LA TIRANIA-EL DESPOTISMO

Luis XVI

Luis XVI (1754-1793), rey de Francia (1774-1792) que fue derrocado durante la Revolución Francesa y más tarde fue decapitado por decisión de las autoridades del régimen revolucionario.

Nacido en Versalles, el 23 de agosto de 1754, era nieto de Luis XV. La muerte de sus dos hermanos mayores y de su padre, único hijo de Luis XV, convirtió al joven príncipe en el delfín (príncipe heredero) de Francia en 1765. En 1770 contrajo matrimonio con María Antonieta, la hija menor de la archiduquesa María Teresa de Austria. Cuando Luis ascendió al trono, el país estaba empobrecido y endeudado, y los elevados impuestos habían extendido la miseria entre el pueblo francés. Inmediatamente después de su coronación, redujo algunas de las contribuciones más gravosas y modificó el sistema financiero y judicial gracias a la ayuda de políticos tan competentes como Anne Robert Jacques Turgot, ministro de Hacienda, Chrétien Guillaume de Lamoignon de Malesherbes, ministro de Estado, y Charles Gravier, conde de Vergennes, ministro de Asuntos Exteriores. No obstante, la nobleza y la corte le impidieron llevar a cabo reformas más amplias. Era tal la oposición del estamento nobiliario, que Turgot se vio obligado a dimitir en 1776, siendo reemplazado por el financiero Jacques Necker.

Después de que Luis XVI concediera ayuda económica a las colonias angloamericanas durante su guerra de la Independencia contra el dominio británico, Necker propuso la aplicación de impuestos a la nobleza para equilibrar el déficit presupuestario. La impopularidad de esta medida entre las clases influyentes provocó su dimisión en 1781. Charles Alexandre de Calonne, fue nombrado ministro de Hacienda en 1783; durante su gestión la corte recibió fondos del Estado, hasta que en 1786 la deuda pública contraída se hizo insostenible. El pueblo francés estaba indignado por la carga impositiva a la que se le sometía para sostener el despilfarro cortesano, de manera que se recurrió nuevamente a Necker en 1788, aunque éste fue incapaz de evitar la quiebra financiera del país. En 1788, Luis XVI se vio obligado a convocar a la cámara de representantes de la nación, conocida como los Estados Generales, que no se había reunido desde hacía 175 años. Durante el transcurso de la sesión, este órgano se constituyó en Asamblea Constituyente. El 14 de julio de 1789 el pueblo parisino asaltó La Bastilla y retuvo a la familia real en el palacio de las Tullerías. Los monarcas, junto con sus hijos, intentaron huir a Austria en junio de 1790, pero fueron capturados y enviados a París. Luis juró obediencia a la nueva Constitución francesa en julio de 1790, pero siguió conspirando en contra del gobierno revolucionario. En 1792 la Convención Nacional, la asamblea de diputados francesa, proclamó la República, juzgó al Rey, acusándole del cargo de traición, y le condenó a muerte después de una votación que aprobó dicha medida por 387 votos a favor y 334 en contra. Luis XVI fue guillotinado el 21 de enero de 1793 en la plaza de la Revolución (en la actualidad, Plaza de la Concordia) de París.

Los historiadores consideran que Luis XVI no fue realmente un monarca tan autoritario como sus predecesores (Luis XIV o Luis XV), sino más bien una víctima de las circunstancias históricas. Era un hombre débil, incapaz de cumplir con las obligaciones de la monarquía y de escasa inteligencia. Prefería dedicarse a sus aficiones favoritas, como la caza y la marquetería, antes que a las tareas de gobierno, y permitió que su esposa ejerciera sobre él una excesiva influencia.

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Carlos II DE INGLATERRA

Carlos II (de Inglaterra) (1630-1685), rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda (1660-1685), cuyo reinado marcó un periodo de relativa estabilidad tras la agitación provocada por la Guerra Civil inglesa.

2.

EL FRACASO INICIAL RESTAURADOR

Nacido el 29 de mayo de 1630, en Londres, era el segundo hijo del rey Carlos I, si bien el mayor que sobrevivió, y príncipe de Gales, por tanto. Ocupó su asiento en la Cámara de los Lores en 1641 y ostentó un mando militar nominal en las primeras campañas de la Guerra Civil, iniciada al año siguiente. Más tarde, huyó de Inglaterra y se dirigió a La Haya (Países Bajos), desde donde trató de salvar a su padre en dos ocasiones. Tras la ejecución de éste en 1649, Carlos II asumió el título de rey y fue considerado como tal en Escocia y algunas regiones de Irlanda, así como en Inglaterra, gobernada por Oliver Cromwell. Tras reconocer los errores cometidos por su padre, Carlos aceptó la corona escocesa el 1 de enero de 1651 en Scone, de manos del noble escocés Archibald Campbell, octavo conde de Argyll. En agosto, invadió Inglaterra con 10.000 hombres y fue proclamado rey en Carlisle y en los lugares por los que iba pasando. Sin embargo, su ejército fue derrotado por Cromwell en Worcester, el 3 de septiembre de 1651, y huyó a Francia.

ACCESO AL TRONO

Pasó ocho años de pobreza y disipación durante su exilio en el continente. En 1658, tras la muerte de Cromwell y la sucesión de su hijo Richard Cromwell como lord protector, aumentaron las demandas para la restauración de la monarquía. En febrero de 1660, el general George Monck se dirigió con un ejército a Londres y forzó la disolución del Parlamento Rabadilla (Rump Parliament). En abril, por medio de la denominada Declaración de Breda (hecha desde esa ciudad situada en el sur de los actuales Países Bajos), Carlos anunció su intención de aceptar un gobierno parlamentario y de conceder la amnistía a sus oponentes políticos. El nuevo Parlamento exigió el regreso de Carlos y le proclamó rey el 8 de mayo de 1660. Desembarcó en Dover el 26 de mayo y, tres días después, fue recibido en Whitehall (Londres) por los miembros de dicha institución.

EL REINADO

Catalina de Braganza

Hija del rey portugués Juan IV, Catalina de Braganza contrajo matrimonio en 1662 con el monarca inglés Carlos II. El enlace proporcionó a este último nuevos territorios, tales como las ciudades de Tánger, en el norte de África, y Bombay, en la India; privilegios comerciales y dos millones de coronas portuguesas; a cambio, Inglaterra garantizó a Portugal apoyo militar y naval.

Carlos fue coronado el 23 de abril de 1661. Famoso por su servilismo y su insistencia en la prerrogativa real, su primer Parlamento tuvo un carácter monárquico muy marcado que le dio plena libertad. Edward Hyde, primer conde de Clarendon, su compañero en el exilio, fue nombrado jefe de ministros (secretario del rey con categoría similar a la de un primer ministro), en 1660. Clarendon restauró la supremacía de la Iglesia anglicana, y los disidentes y presbiterianos ingleses y escoceses fueron perseguidos, en contra de lo establecido en la Declaración de Breda. Extravagante y siempre en busca de dinero, Carlos consintió la abolición de los derechos feudales de caballeros, guardias y proveedores a cambio de una importante renta vitalicia que, sin embargo, nunca fue pagada por completo. El 20 de mayo de 1662, se casó con la princesa portuguesa Catalina de Braganza, con el objeto de lograr su gran dote. La negativa del Parlamento a entregarle la cantidad acordada y la pésima gestión de las finanzas inglesas provocaron en el Rey una desesperada necesidad de dinero. A cambio de los subsidios del monarca francés Luis XIV, Carlos formó una alianza secreta con ese país, en junio de 1670, que obligó a Inglaterra a tomar parte en 1672 en el conflicto bélico contra los Países Bajos, dándose así inicio a la tercera Guerra Anglo-holandesa.

La confrontación entre ambos países era una situación corriente. Las rivalidades comerciales y coloniales ya habían provocado dos guerras entre los dos, la última de ellas entre 1665 y 1667. El conocimiento de sus negociaciones secretas con Francia, junto con sus esfuerzos por llegar a ser gobernante absoluto, enfrentó a Carlos con el Parlamento, que se mantenía a flote gracias a las subvenciones francesas, y que Carlos disolvió en 1681. El enfrentamiento empeoró con la promulgación de leyes como los Tests Anticatólicos (la más importante Test Act) y con la llamada conspiración papista desvelada en 1678 por Titus Oates. Desde 1681 hasta el día de su muerte, que tuvo lugar el 6 de febrero de 1685, Carlos gobernó sin Parlamento. A pesar de ser miembro de la Iglesia anglicana, Carlos recibió la extremaunción de acuerdo con la norma católica. Le sucedió su hermano Jacobo II.

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ORANGE

guillermo III

Guillermo IV de Orange-Nassau (1711-1751), estatúder de las Provincias Unidas (1747-1751). Hijo de Juan Guillermo Friso, de la rama frisona de la Casa de Orange-Nassau, nació en Leeuwarden. Fue nombrado estatúder (jefe y comandante militar) de la provincia de Frisia a los siete años, y poco más tarde de la provincia de Groninga. En 1734 contrajo matrimonio con Ana, hija del rey británico Jorge II. Fue aceptado como estatúder hereditario de todos los Países Bajos cuando los franceses amenazaron con invadir la región en 1747, con lo que de hecho se convirtió en soberano de dichos territorios.

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Guillermo III de Orange (1650-1702), rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda (1689-1702), y estatúder de las Provincias Unidas de los Países Bajos (1672-1702), ayudó a formar la Gran Alianza y dirigió a Inglaterra en su llamada Revolución Gloriosa.

Nacido el 14 de noviembre de 1650, en La Haya, Holanda, hijo póstumo de Guillermo de Orange-Nassau, estatúder de los Países Bajos, y de María, la hija mayor del rey inglés Carlos I. En 1672, después de que el rey francés Luis XIV invadiera los Países Bajos y acatara con el liderazgo de Jan de Witt, se le eligió estatúder, capitán general y almirante. Luchó contra los franceses con gran resolución; así, en 1673 abrió diques alrededor de Amsterdam para inundar el campo y detener el avance de los ejércitos franceses. Los holandeses sufrieron varias derrotas en batallas posteriores. Sin embargo, como resultado de su diplomacia, que también incluyó el fortalecimiento de relaciones con Inglaterra a través de su matrimonio (1677) con la princesa inglesa María (la hija mayor de su tío Jacobo, duque de York, más tarde el rey Jacobo II), Luis XIV acordó finalizar la guerra en términos favorables a los holandeses, recogidos en la Paz de Nimega de 1678.

Después de la subida al trono de Jacobo II (1685), los ingleses temieron que la política del rey se dirigiera a restaurar el poder de la Iglesia católica. En julio de 1688, los principales oponentes de Jacobo invitaron a Guillermo, que era el líder de los políticos protestantes europeos, a llevar un ejército de liberación a Inglaterra. Junto a un ejército de aproximadamente 15.000 hombres desembarcó en Torbay el 5 de noviembre de 1688. La mayoría de la nobleza inglesa se declaró a su favor y Jacobo huyó a Francia. Guillermo aceptó la Declaración de Derechos aprobada por el Parlamento, que se reunió el 22 de enero de 1689, y, el 13 de febrero, Guillermo y María fueron proclamados soberanos de Inglaterra.

Poco después del fin de este proceso, conocido como la Revolución Gloriosa, el Parlamento escocés aceptó a los nuevos dirigentes. Sin embargo, Irlanda, mayormente católica, permaneció leal al rey depuesto y fue tomada por la fuerza. En 1690 mandó al ejército que derrotó a Jacobo y a sus partidarios irlandeses, en la batalla de Boyne. Su reinado se caracterizó por las frustradas conspiraciones jacobitas para devolver a Jacobo al trono. Después de la muerte de María en 1694, Guillermo reinó en solitario.

En 1689, para intentar contener a Francia, introdujo a Inglaterra en la Liga de Augsburgo, más tarde conocida como la Gran Alianza. Durante los ocho años siguientes, participó en guerras en el continente. Mediante una diplomacia hábil, consiguió mantener la alianza unida y, según los términos de la Paz de Ryswick (1697), Luis XIV de Francia entregó la mayor parte del territorio conquistado y le reconoció como rey legítimo de Inglaterra.

En la política interna mostró muy poca perspicacia, de la que sí hizo gala en la política exterior. A pesar de que fue liberal en algunas cosas, no fue él sino el Parlamento, al que se opuso con frecuencia, quien realizó reformas durante su reinado como la fundación del Banco de Inglaterra, la introducción de responsabilidades ministeriales en el gobierno y la estimulación de la prensa libre.

En 1701 encabezó la segunda Gran Alianza, que intervino en la llamada guerra de Sucesión española. Murió el 19 de marzo de 1702, antes de poder tomar parte activa en la

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Juliana de Orange-Nassau (1909-2004), reina de los Países Bajos (1948-1980). Hija única de la reina Guillermina y de Enrique, duque de Mecklemburgo-Schwerin, nació en La Haya. En 1937, contrajo matrimonio con el príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld. En 1940, cuando Alemania ocupó los Países Bajos durante la II Guerra Mundial, se trasladó con su familia a Canadá. Desde allí viajó a Inglaterra en 1944, y regresó a su país al año siguiente. Debido a la enfermedad de su madre, Juliana gobernó como princesa regente desde el 14 de octubre hasta el 1 de diciembre de 1947. Se convirtió de nuevo en regente el 14 de mayo del año siguiente. El 4 de septiembre, después de 50 años de reinado, Guillermina abdicó en favor de su hija, que fue coronada el 6 de septiembre de 1948.

Juliana de Orange-Nassau mantuvo la devoción de sus súbditos a pesar de la controversia política surgida por los matrimonios con un español y un alemán de dos de sus cuatro hijas (Irene se había casado con Carlos Hugo de Borbón-Parma, pretendiente carlista al trono español, en tanto que su primogénita, Beatriz, había hecho lo propio con el diplomático alemán Claus von Amsberg) y la implicación de su marido en un escándalo financiero. Abdicó el 30 de abril de 1980 en favor de la mayor de sus hijas, que fue coronada con el nombre de Beatriz I. Desde entonces, Juliana de Orange-Nassau recibió el título y tratamiento de princesa y desempeñó actividades relacionadas con la representación de la Casa Real hasta que, en febrero de 1999, comunicó su retirada de la vida pública debido a su edad. Falleció el 20 de marzo de 2004, en el palacio de Soestdijk.

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Beatriz I (1938- ), reina de los Países Bajos (1980- ). Hija mayor de la reina Juliana de Orange-Nassau y del príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld, estudió en la Universidad de Leiden y se doctoró en Derecho en 1961. En 1966 contrajo matrimonio con Claus von Amsberg (1926-2002), diplomático de la República Federal de Alemania, hecho que provocó una considerable controversia. En 1967 dio a luz al primero de sus tres hijos, Guillermo Alejandro, primer heredero varón a la Corona en más de cien años. Beatriz fue coronada el 30 de abril de 1980, el mismo día en que abdicó su madre

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n-20 colección de carl grimberg

-HOHENZOLLERN

Hohenzollern (familia), familia de gobernantes alemanes, que tuvo su origen en una familia de condes de Suabia, en el siglo XI o XII. Los Hohenzollern gobernaron Prusia, y con el tiempo, unificaron y gobernaron Alemania hasta el final de la I Guerra Mundial. La gran disciplina de sus ejércitos proporcionó a Prusia gran fama por su calidad militar.

Los Hohenzollern tomaron su apellido de su castillo ancestral, Zollern (más tarde, Hohenzollern), situado cerca de Hechingen (Suabia), ciudad que hoy en día se encuentra en el estado de Baden-Württemberg. En 1227 el conde Hohenzollern, Conrado III, recibió el título de burgrave de Nuremberg de manos del emperador Federico II, y los Hohenzollern de Nuremberg formaron una nueva rama de la familia, llamada Franconia; la línea originaria permaneció en Suabia. En 1417, el burgrave Federico I se convirtió en elector y margrave de Brandeburgo. Le siguieron once electores Hohenzollern, de los cuales, el octavo, Juan Segismundo, fue el primer duque de Prusia (1618-1619). Federico Guillermo, llamado el Gran Elector, expandió y consolidó los territorios de Brandeburgo, y en 1701 su sucesor, Federico III, se convirtió en Federico I, rey de Prusia. Durante el siguiente siglo y medio el trono prusiano perteneció a Federico Guillermo I, Federico II el Grande (el más famoso de los Hohenzollern), Federico Guillermo II, Federico Guillermo III y Federico Guillermo IV. El rey prusiano Guillermo I se convirtió en emperador (káiser) de Alemania en 1871. Le sucedieron Federico III y Guillermo II. El dominio Hohenzollern finalizó en 1918, cuando Guillermo II fue obligado a abdicar.

La rama de Suabia de los Hohenzollerns gobernó los pequeños principados (condados) de Hohenzollern-Hechingen y Hohenzollern-Sigmaringen. En 1849 Carlos Antonio, príncipe de Hohenzollern-Sigmaringen, cedió su principado al rey prusiano. Su hijo Leopoldo fue uno de los candidatos al trono español en 1870, y su segundo hijo se convirtió en Carol I, rey de Rumania, en 1866. Los Hohenzollern retuvieron el trono rumano hasta la abdicación del rey Miguel en 1947. En 1869 se extinguió la línea Hohenzollern-Hechingen de la rama de Suabia.

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ROMANOV

Dinastía Romanov, familia real que reinó en Rusia desde 1613 hasta que estalló la Revolución Rusa en 1917. Los Romanov eran descendientes de un aristócrata de Moscú cuya hija, Anastasia Romanovna, contrajo matrimonio con el zar Iván IV el Terrible. Los hijos de Nikita, el hermano de Anastasia, adoptaron el nombre de Romanov en honor de su abuelo, que fue el padre de una zarina. El nieto de Nikita, Miguel, pasó a ser el primer zar de los Romanov.

A continuación, se indica la sucesión de los monarcas de esta dinastía y los años de su reinado: Miguel III Fiódorovich (1613-1645), Alejo Mijáilovich (1645-1676), Fiódor III (1676-1682), Pedro I el Grande (1682-1725), Catalina I (1725-1727), Pedro II (1727-1730), Ana Ivanovna (1730-1740), Iván VI (1740-1741), Isabel Petrovna (1741-1762), Pedro III (1762), Catalina II la Grande (1762-1796), Pablo I (1796-1801), Alejandro I Pavlovich (1801-1825), Nicolás I (1825-1855), Alejandro II (1855-1881), Alejandro III (1881-1894) y Nicolás II (1894-1917).

En 1991, tras la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, un descendiente de los Romanov, aspirante al abolido trono de Rusia, defendió la restauración de una monarquía constitucional. Su única hija, la gran duquesa María, pasó a ser la heredera de la familia real rusa en 1992 tras la muerte de su padre.

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n-21 colección carl grimberg-Felipe V -España

Felipe V (1683-1746), rey de España (1700-enero de 1724; agosto de 1724-1746), de origen francés, primer monarca de la Casa de Borbón, la cual sustituyó a la Casa de Habsburgo en el reinado sobre los territorios españoles gracias al testamento definitivo del último rey de ésta, Carlos II.

LINAJE DE FELIPE Y Y SU ASCENSO AL TRONO ESPAÑOL

Nieto del monarca francés Luis XIV y bisnieto del rey español Felipe IV, era el segundo hijo del gran delfín (heredero del trono francés) Luis y de María Ana Cristina de Baviera. Nació en Versalles, el 19 de diciembre de 1683. Hasta su acceso al trono español, fue más conocido por el título regio francés de duque de Anjou, o también, simplemente, como Felipe de Anjou. De su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya, con quien contrajo matrimonio (ya como rey español) en 1701, tuvo cuatro hijos, de los cuales sobrevivirían solamente dos: Luis (rey efímero de España como Luis I) y Fernando, que sucedería al padre a su muerte como Fernando VI. Casó en segundas nupcias con Isabel de Farnesio (1714), que le dio siete hijos: entre ellos, el que sería Carlos III, y Felipe, con el tiempo duque de Parma.

Aunque fue jurado como rey por las Cortes castellanas y catalanas, conflictos dinásticos entre Habsburgos y Borbones así como la alineación de los antiguos reinos de la Corona de Aragón en favor de los Austrias (nombre por el que son también conocidos los miembros españoles de la Casa de Habsburgo), desencadenaron la Guerra de Sucesión española, a la vez peninsular, europea y colonial. Acabada ésta en 1714, por los tratados de Utrecht y de Rastadt la monarquía española perdió los territorios europeos en Italia y en los Países Bajos que tanto habían costado económica y humanamente a Castilla durante los siglos anteriores, pero se afianzó su poder en los restantes dominios españoles.

LA POLITICA INTERIOR

Por enajenación temporal, por exigencias de su religiosidad o por aspirar al reino de Francia, o por todas estas causas a la vez, en enero de 1724 Felipe V tuvo la extraña ocurrencia de abdicar de su corona de forma inesperada y con votos solemnes de no retorno. Tras la muerte temprana de Luis I, en agosto del mismo año, Felipe volvió a reinar. A pesar de las condiciones personales y de su enfermedad, que le sumía en intermitentes y largas demencias, supo elegir a sus ministros: desde los primeros gobiernos franceses, seguidos por el de Julio Alberoni y, tras la aventura del barón de Ripperdá, por los ministros españoles, entre los que destacó, por su programa de gobierno interior y por su acción diplomática, José Patiño. Actuaban desde las secretarías de Estado y de Despacho, el equivalente más cercano a los ministerios posteriores, que suplantaron a los consejos del régimen polisinodial de los Austrias, reservados para honores y consideraciones pero vaciados de poder, a excepción del Consejo de Castilla, creciente en sus atribuciones. Por ello, la oposición a los gobiernos de Felipe V provino siempre de los nobles relegados.

Durante su largo reinado, consiguió cierta reconstrucción interior en lo que respecta a la Hacienda, al Ejército y a la Armada, prácticamente recreada por exigencias de la explotación racional de las Indias y como medio inevitable para afrontar las rivalidades marítimas y coloniales de Inglaterra. El logro fundamental, no obstante, fue el de la centralización y unificación administrativa y la creación de un Estado moderno, sin las dificultades que supusieran antes los reinos históricos de la Corona de Aragón, incorporados al sistema fiscal y con sus fueros y derecho público (no así el privado) abolidos con la aplicación de los Decretos de Nueva Planta y de un cierto derecho de conquista. Se gobernó España desde Madrid.

LA POLITICA EXTERIOR

La acción exterior estuvo determinada, en un primer momento, por el revisionismo de las decisiones de Utrecht, por los intereses maternales de Isabel de Farnesio, empeñada en lograr acomodo para sus hijos en Italia, y por la alianza familiar con Francia (firma de los dos primeros Pactos de Familia, en 1733 y 1743, respectivamente). Patiño supo manejar todos estos factores, integrados por él en un programa nacional. Por los compromisos en las guerras de Sucesión polaca (1733-1735) y austriaca (1740-1748), y por la acción del Ejército español aliado con el francés, el hijo mayor de Isabel de Farnesio, Carlos, se convirtió en rey de Nápoles y Sicilia -más tarde llegó a ser rey de España como Carlos III-, y el otro, Felipe, en duque de Parma, Plasencia (Piacenza) y Guastalla. De otro lado, la política exterior del primer monarca Borbón español fracasó en los intentos de recuperar Menorca y Gibraltar. Felipe V falleció el 9 de julio de 1746, en Madrid.

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WALPOLE-inglaterra-EL PRIMER MINISTRO

Robert Walpole (1676-1745), político británico, comúnmente considerado el primero que ocupó el cargo de primer ministro británico (1721-1742).

Nacido el 26 de agosto de 1676, en Houghton Hall, en Norfolk, estudió en la Universidad de Cambridge. Entró en el Parlamento en 1701 y llegó a ser conocido como portavoz de la política whig. En 1708 fue nombrado secretario de la guerra, y en 1710, tesorero de la flota, cargo que hubo de abandonar cuando el gobierno whig perdió las elecciones, ese mismo año. En 1712 el Parlamento de mayoría tory le declaró culpable de corrupción, y fue encarcelado durante un corto periodo de tiempo.

Tras el acceso del primer rey de la Casa de Hannover, Jorge I, en 1714, Walpole, que había apoyado al monarca, de origen alemán, recuperó su puesto en el gabinete, convirtiéndose en primer lord de la tesorería y canciller del Exchequer (ministro de Finanzas) en octubre de 1715. Debido a un conflicto entre los consejeros del rey, dimitió en 1717, pero continuó ejerciendo considerable influencia como oponente a la política del gobierno. Regresó al gabinete en 1720, un año de crisis financiera causada por fuertes especulaciones en la Bolsa de la Compañía del Mar del Sur, una sociedad anónima fundada en 1711 para asumir la deuda nacional. Se acusó a miembros del gobierno de manipular el valor de la Bolsa, pero nunca se probó su participación. Protegió hábilmente a la corte y al Partido Whig del desastre.

Desde 1721 hasta 1742, fue líder de la Cámara de los Comunes, primer lord de la Tesorería y canciller del Exchequer, y consolidó el poder del Partido Whig mediante un sistema de patrocinio regio. Aseguró grandes mayorías legislativas porque su política de paz continuada e impuestos bajos reflejaron los deseos del Parlamento. Debido a su gran poder e influencia en la política nacional e internacional de Gran Bretaña, se le considera el primero de los primeros ministros del país, a pesar de que el título en sí mismo no se usó hasta más tarde y hasta 1905 no fue oficial.

Finalmente, apareció cierta oposición en su propio partido, y sus críticos le obligaron a declarar la guerra a España en 1739 por un incidente comercial. A pesar de que ganó las elecciones de 1741, varios políticos del Partido Whig se opusieron a su forma de dirigir la guerra contra España, y dimitió en febrero de 1742. Ese mismo año, recibió el título de conde de Orford, así como se le otorgó la casa número 10 de Downing Street, que desde entonces ha sido la residencia londinense del primer ministro británico.

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El rey sargento-Federico Guillermo-alemania

Federico Guillermo I (1688-1740), rey de Prusia (1713-1740), que durante su reinado convirtió su reino en uno de los principales estados europeos.

Federico Guillermo nació el 15 de agosto de 1688 en Berlín, hijo del rey Federico I. Sucedió a su padre en 1713 y durante los siguientes siete años se vio envuelto en una disputa con Suecia por el territorio de Pomerania, parte del cual le fue finalmente entregado mediante el Tratado de Estocolmo en 1720. A cambio de reconocer (1726) la Pragmática Sanción, por la cual María Teresa, archiduquesa de Austria, recibía los dominios austriacos de los Habsburgo, esperó conseguir apoyo en su reivindicación de los ducados de Jülich y Berg en el Bajo Rin, pero sus expectativas no se cumplieron.

El mayor logro de Federico Guillermo fue el desarrollo interno de Prusia. Despreciando el lujo del reinado de su padre, instauró en la corte un sistema de economía rígido y eficaz, y transfirió la administración financiera pública de los gobiernos locales a la autoridad real central. De este modo pudo hacer frente a las deudas contraídas por su padre y mejorar en gran medida la situación financiera de Prusia. Fortaleció la industria, prohibiendo la importación de productos acabados y la exportación de materias primas, y ordenó la colonización de zonas deshabitadas, sobre todo en Prusia Oriental. También instauró en Prusia la enseñanza primaria obligatoria. El desarrollo del Ejército fue el logro del que se sintió más orgulloso, sobre todo, la creación de la Guardia de Potsdam, compuesta por hombres excepcionalmente altos, procedentes (reclutados, y a veces secuestrados) de todos los rincones de Europa. Bajo su supervisión, el número de soldados del Ejército ascendió de unos 38.000 a unos 83.500 y Prusia se convirtió en la tercera potencia militar de Europa. Federico Guillermo murió en Potsdam el 31 de mayo de 1740, y le sucedió su hijo Federico II el Grande.

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Luis XV

Luis XV (1710-1774), rey de Francia (1715-1774), que con su falta de liderazgo a la hora de afrontar las reformas necesarias en su país, contribuyó a la crisis que dio lugar a la Revolución Francesa.

Luis nació en Versalles, el 15 de febrero de 1710, bisnieto de Luis XIV, a quien sucedió a la edad de cinco años. El duque Felipe de Orleans, gobernó como regente hasta que Luis alcanzó la mayoría de edad en 1723. En 1725, el rey se casó con María Leszczynska, hija de Estanislao I de Polonia. Al año siguiente, nombró primer ministro a su antiguo tutor, el cardenal André Hercule de Fleury, quien proporcionó a Francia una administración estable hasta el día de su muerte, diecisiete años más tarde. Después, el propio Luis se hizo cargo del gobierno, pero sólo mantuvo un interés esporádico por los asuntos de Estado, y nunca siguió una política coherente, ni en asuntos de política interior, ni de política exterior. Con frecuencia se dejaba influenciar por sus amantes, siendo la marquesa de Pompadour la más poderosa de todas ellas.

Francia participó en tres guerras durante el reinado de Luis. Tras la primera, la guerra de Sucesión polaca, Francia cedió Lorena al destronado soberano polaco Estanislao I. La segunda, la guerra de Sucesión austriaca, que marcó el inicio de un enfrentamiento colonial con Gran Bretaña, no fue decisiva. En la última, la guerra de los Siete Años, Francia, paralizada por la corrupción y la mala administración, perdió casi todas sus posesiones de ultramar (Canadá y la India) en favor de los británicos. La política exterior francesa de esta época fue caótica debido a la diplomacia secreta de Luis, ya que, a veces, sus agentes en otros países perseguían objetivos que contradecían los objetivos de sus propios ministros. La situación mejoró algo en la década de 1760, cuando un nuevo ministro, el duque de Choiseul, estableció un poco de orden en el gobierno y trató de reparar el daño causado por la guerra de los Siete Años. En los últimos años de su reinado, Luis colaboró con su canciller, René de Maupeou, con el fin de reformar el injusto e ineficaz sistema de impuestos que prevalecía en el país. En 1771 los parlements, o tribunales soberanos, que se habían opuesto a la reforma, fueron reorganizados y despojados de su poder para obstruir los decretos reales. Se reforzaron las medidas para gravar a los estamentos de la nobleza y el clero, que antes estaban exentos de impuestos, pero estas medidas quedaron anuladas con la muerte del rey en Versalles, el 10 de mayo de 1774. La profecía de Luis XV, "Después de mi, el diluvio", se cumplió, apenas dos décadas más tarde, con el derrocamiento de la monarquía francesa.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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