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Aportes para una genealogía del sistema educativo uruguayo (página 2)

Enviado por Douglas Ifrán


Partes: 1, 2

Cuando hacemos referencia a la particular combinación de fuerzas que se materializan en un momento preciso, estamos frente a la emergencia. Vale decir que dentro de un proceso, entendido como una sucesión de relaciones de poder que se mueven en un escenario social, el posicionamiento de ellas en un instante provocan que un hecho aparezca y se consolide.

Colocar la escuela en estas coordenadas, supone desplegar otra mirada.

Atendiendo lo expresado más que descubrir nuevos elementos buscamos reorientar y reordenar diferentes aspectos. Significa visualizar el conjunto del sistema educativo desde el ángulo de los conflictos que cruzaron y cruzan la sociedad.

Sería una simplificación muy peligrosa creer que sólo los emanados del campo político-ideológicos los que pueden interesarnos. En la sociedad se mueven simultáneamente diferentes líneas de poder, todas las cuales se reflejan en el accionar de la escuela. Ninguna de ellas queda fuera de la institución. Participan como actrices de primera línea. En su seno institucional se registran movimientos, acciones y reacciones, en consonancia con los diferentes enfrentamientos que definen cada uno de los perfiles adoptados. Reflexionemos un momento en un aspecto puntual. Los problemas de género, de la asimitría en reconocimiento de unos y otros, ¿en qué medida se reflejan en la vida del sistema educativo nacional? ¿La feminización de los cuadros docentes fue un accide nte que no dejó consecuencias? Cientos de preguntas como estas están colgadas por ahí esperando respuestas.

Insisto en el hecho de que en nuestro país, aún dentro de las tendencias a revisar profundamente la visión de nuestro pasado, las referencias a la educación son meramente tangenciales y resaltando aspectos alejados de su labor esencial. No se coloca en un primer plano la dialéctica sociedad – escuela de modo de relacionar una y otra.

Pese a silencios impuestos y contradicciones que pueden rastrearse, toda institución debe tener mecanismos de legitimación y justificación. Esto teniendo en cuenta el papel desempeñado por los sistemas educativos en el desenvolvimiento de complejos procesos sociales.

"El desarrollo de los sistemas escolares va ligado a la formación del Estado moderno, amalgamando este esfuerzo motivaciones diversas: preparación de mano de obra para la maquinaria productiva, disciplinamiento a través de procedimientos simbólicos no coercitivos, divulgación de una cultura acorde con una idea de nación, ideales ilustrados de liberación de los individuos a través de la cultura, cuidando de la infancia y logro de una cierta igualdad."

Más allá de matices que podemos tener con la postura del autor citado y con un posible orden prioritario emanado del orden expositivo, hay un hecho claro: el proceso de autoconstrucción recíproco entre Estado y educación. Este aspecto es trascendente en el caso de Uruguay donde tanto uno como otro han alcanzado un desarrollo considerable. Incluso coincido con aquellos investigadores que señalan que el nivel de construcción del Estado es muy adelantado con relación a la región.

Una dificultad no menor que es necesario superar es la presencia de los ideolomitos. Con este neologismo procuro identificar una combinación entre componentes ideológicos con los emanados de los mitos. Los primeros proporcionan la base conceptual abstracta que buscará materializarse en las diferentes acciones, asumiendo los ropajes necesarios a cada circunstancia. Ello lleva a considerar un marco de complejidad para el tratamiento de este aspecto. Vale la pena tomar en consideración que:

"… el papel o la influencia de un mensaje en una situación histórica no puede ser repensado de modo aislado, sin tener en cuenta los agentes que lo expresan, los medios simbólicos y técnicos que estos utilizan, la frecuencia de sus emociones, la organización de la propaganda, el contexto cultural, social y económico, las actitudes y la receptividad de sus destinatarios."

Tomando en cuenta lo señalado, la ideología necesita de mecanismos eficientes para introyectarse en la cotidianidad. El mito proporciona un instrumento que reúne los requerimientos apuntados.

Pasado el primer momento que podemos denominar de impulso fundacional, se impone tejer una apretada red de legitimidad e identidad. Es ese el momento en que un hecho pasa a revestirse con los caracteres del mito.

"… es destino de todo mito irse deslizando a rastras, poco a poco en la estrechez de una presunta realidad histórica y ser tratado por un tiempo posterior cualquiera, como un hecho ocurrido una vez, con pretensiones históricas"

Cabría preguntarnos de inmediato cuánto de mítico hay dentro de los mecanismos legitimadores de nuestro sistema educativo.

Superar esas barreras es uno de los objetivos que nos proponemos llevar adelante en estas páginas.

A través de una relectura sistemática de las manifestaciones del discurso hegemónico dentro del sistema educativo, proyectado sobre escenarios socio-políticos cambiantes, es posible descubrir claves. Éstas deberán acercarnos a la conformación de nuevas imágenes de nuestra enseñanza que progresivamente se alejen del mito. En la medida en que se materialice este alejamiento podremos explorar nuevos caminos por los cuales transitar. La forma de leer y conocer el pasado es la llave que nos llevará en una u otra dirección en el futuro.

2. El período fundacional

"El paso de las poblaciones de la cultura oral a la cultura escrita es un fenómeno histórico fundamental. La alfabetización no es, ciertamente, el determinante único del proceso de modernización de las sociedades, pero es una condición necesaria de la modernidad política y de la modernidad económica"1

Desde el inicio mismo de la especie han existido mecanismos a través de los cuales se transmiten determinados contenidos desde los maduros a los que están en proceso de serlo. Con palabras propias de la época aquella peculiar figura que fuera Pico della Mirándola afirmaba en la frontera entre la Edad Media y el Renacimiento:

"Las bestias en el momento mismo en que nacen, sacan consigo del vientre materno, como dice Lucilio, todo lo que tendrán después. Los espíritus superiores, desde un principio o poco después, fueron lo que serán eternamente. Al hombre, desde su nacimiento, el padre le confirió gérmenes de toda especie y gérmenes de toda vida. Y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos." 2

No existe una razón específica para haber elegido esas palabras. A lo largo de la historia abundan manifestaciones en ese sentido. Esta es quizá un ejemplo, dentro de muchos, de la forma en que ha sido vista la educación a lo largo del tiempo. Si volvemos la vista hacia los grandes creadores del iluminismo abundan las referencias a la necesidad de elevar la educación de los individuos. Pero incluso si nos remontamos al antiguo Egipto, también podemos encontrar textos que se ocupan de la educación de las generaciones futuras. Tres mil años antes de Cristo nos encontramos con un documento como La sabiduría de Phat-hotep. En el mismo además de fijar principios ideológicos se destinan una serie de recomendaciones destinadas a ser asimiladas por sus descendientes.

La educación es pues una acción que podemos considerar "natural" dentro de la esfera humana. De ella dependerá que el ser humano sea vegetal, bestia o un ángel siguiendo el razonamiento de Pico della Mirándola.

En un comienzo el caudal a trasmitir fue muy escaso pero cuando miramos un niño de nuestros días y pensamos por un instante al mundo que se ha de integrar, tomamos conciencia de la inmensa distancia que habrá de recorrer.

La masificación de la cultura escrita marcó, sin dudas, un salto cualitativo, de importancia trascendental, en el desenvolvimiento del conjunto de la sociedad. Como lo establece Emmanuel Todd (1995) este fenómeno no constituyó un hecho aislado. Por el contrario la afirmación de la alfabetización corre paralela a otras transformaciones que desembocan en un nuevo modo de organizarse la sociedad en su conjunto.

Vale la pena que nos detengamos un instante sobre la importancia que tuvo la afirmación de la escritura dentro de la existencia humana. En la actualidad parece baladí el hacerlo dado que ha alcanzado tal preponderancia que resulta un esfuerzo importante el imaginar el funcionamiento de la cotidianidad sin su presencia.

En primer lugar hemos de señalar es la introducción de una diferenciación básica en el interior de los grupos. Por una parte, tendremos aquellos cuya educación, y por ende su imaginario social, continuaba limitada al contexto inmediato, con la oralidad como principal vehículo de transmisión. Por otra una minoría era iniciada en la escritura. Este nuevo instrumento estuvo asociado al poder desde el primer momento, a tal efecto vale la pena pensar en la posición destacada que tenían los escribas en aquellas sociedades. A efectos de reforzar ese poder encerrado en el dominio de la escritura, las letras aparecían rodeadas de fuerza mágica capaz de interferir en el vida a través de sus trazos. Cuando aún hoy vemos diversas manifestaciones que refleja un respeto extremo a los contenidos de un texto, no estamos sino ante un testimonio de aquella visión.

El dominio de la palabra escrita confirió una ventaja más que importante a los sectores que detentaron el poder a lo largo del tiempo. A través de ello el tiempo adquiere para los sectores dominantes una elasticidad que enriquece su pensamiento y que lo coloca por encima del correspondiente al núcleo dominado.

Por siglos esta doble vía educativa se mantendrá. Algún autor ha llegado a aventurar la hipótesis de que a lo largo de la Edad Media, los sectores populares, por su propio universo cultural, no superaron el estadio de las operaciones concretas. Los que accedían a la alfabetización, en contrapartida, tenían abiertas las puertas para acceder a planos de abstracción netamente superiores. A través de los textos las categorías básicas del pensamiento adquieren otras dimensiones y complejidad.

Será el capitalismo el cual a través de un largo proceso que se inicia a la salida del medioevo quien impulsará las escuelas en el sentido actual del término.

Al fundar el dominio sobre bases diferentes, abandonando el orden teocrático necesitaba materializar mecanismos a través de los cuales legitimarse.

Maquiavelo y quienes lo continuaron, contribuyeron a secularizar la política fundando el poder sobre bases legitimantes terrenas y concretas. La Reforma, al impulsar el quiebre de la hegemonía eclesiástica de la "palabra divina" desencadena a su vez un proceso semejante que va mucho más allá de los aspectos teológicos. Ambos caminos propician, aunque con velocidades diferentes, la aparición de una nueva institución. Nace entonces la escuela en su sentido moderno. La misma, paulatinamente va derivando hacia sistemas nacionales de enseñanza.

La pérdida de hegemonía de la Iglesia corre paralela al afianzamiento de la escuela, no por ser esta la causa del proceso sino por constituir un elemento que nutre y se nutre en el propio proceso.

El mencionado E. Todd, nos propone un estudio detallado de cómo se produce el avance de la alfabetización en el suelo europeo y de cómo este puede ser asociado a un nuevo tipo de familia y a una sustitución progresiva de la religión por la ideología. El ascenso del capitalismo como modo productivo va acompañado de una avasallante revolución cultural que se proyectará en todos los planos. Desde el desenvolvimiento y roles en el interior de la familia hasta los avances de la ciencia en sus diferentes ramas, todo se conjuga para afirmar la necesidad de una educación diferente a la que se conociera hasta entonces. No puede extrañarnos entonces la enorme distancia que separa a la escuela moderna de sus antecesoras en el tiempo.

La finalización del ciclo teocrático plantea el surgimiento de la figura del ciudadano y del contrato como articulante de la sociedad.

No necesitamos remitirnos sino a nuestra propia historia para encontrar que lo que se definiera como la lucha entre civilización y barbarie que no es sino el proceso de imposición de la modernidad como modelo de organización social.

De esta manera es posible apreciar que hacia el último cuarto del siglo XIX en Uruguay confluyen dos grandes procesos. Por un lado, el general que presionaba para la expansión de la organización sobre bases capitalistas de las sociedades. Por otro, el emanado de la necesidad de construir una nación a partir de la consolidación del Estado. Necesariamente hemos de detenernos en una mirada rápida a estos dos grandes procesos que resultaron, en nuestro caso, complementarios. Uno y otro contribuirán a materializar las piedras fundamentales de los sistemas educativos formales y que explican en buena medida el éxito que obtuvieran en países como Uruguay.

2.1. Aproximación a la modernidad y su significación

Cuando la modernidad comienza su acelerado proceso de afianzamiento en nuestro territorio, tenía tras sí varios siglos de maduración. Había una abundante experiencia acumulada referente a las cuatro grandes dimensiones que caracterizan al nuevo ordenamiento. Siguiendo el pensamiento de A. Giddens (1993)3 aquellas son:

La instalación del capitalismo conlleva además de los aspectos estrictamente económicos el afianzamiento de otros fenómenos que presentaran su contribución a lo general.

Es necesario imponer una lógica que fundamente otra "naturalidad" del entorno y por tanto sirva al proceso de legitimación. El mercado es un hecho natural y sus leyes no son históricas sino que emanan directamente de la naturaleza de las cosas. Siempre han estado y lo más importante, siempre estarán. El norte es la ganancia y todo debe supeditarse a ellos. Los bienes y servicios desarrollados dentro de la sociedad, antes que ser elementos capaces de satisfacer necesidades, son fuentes de ganancia.

Para alcanzar esto es necesario materializar otros dos hechos complementarios. Por una parte esta lógica es incompatible con la presencia de formas alternativas que puedan derivar en última instancia cuestionamientos. Debe extenderse permanentemente eliminando toda otra forma. Si tomamos como referencia un determinado territorio, el espacio, es delimitado con precisión, creando fronteras definidas y dentro del mismo aquel deja de ser personal. El espacio adquiere una dimensión abstracta ajena a los individuo y se transforma en el escenario de actuación del capitalismo y su lógica.

Un corolario de este fenómeno es que al desaparecer los espacios delimitados por cada grupo, al desaparecer lo comarcal o local, cediendo a unidades mayores, los seres han quedado abiertos a influencias muy lejanas. Lo que hoy se maneja con el nombre de globalización ya estaba presente en las raíces mismas de la modernidad. Han cambiado los canales a través de los cuales circulan ideas e imágenes y ha cambiado sustancialmente la velocidad de las mismas. Millones de personas en muy distantes lugares pueden ser golpeados por un mismo hecho informativo. Las fronteras se transforman en elementos permeables que son sobrepasadas de continuo por corrientes que circulan por las diferentes sociedades.

Es similar lo que ocurre con el tiempo. Este, se independiza del hacer cotidiano y pasa a gobernar desde uno único la vida de los individuos. Expresiones tales como la "hora de comer", la "hora del recreo" y tantas otras no hacen sino reflejar este ordenamiento a partir de un tiempo mecánicamente expresado por aparatos que andan pegados a nosotros.

De modo paralelo ese nuevo ordenamiento del pensar y hacer de los individuos impone la necesidad de manejar inteligentemente, desde el ángulo de sus intereses, el conocimiento, la información y el pensar de los seres. Acá se inscriben los sistemas educativos. Estos no proporcionaran todos los saberes, pero sí se concentrarán en los que son juzgados socialmente necesarios. Las modernas teorías sobre el currículo oculto ponen en evidencia que las instituciones educativas transmiten mucho más que meras técnicas y saberes. Instalan en el individuo conductas consideradas apropiadas a un funcionamiento que en última instancia responde a la "lógica" que señaláramos.

Lo anterior se lleva a cabo como complemento a la consolidación del monopolio de la violencia. Junto al desarrollo de medios capaces de imponer por la fuerza la voluntad proveniente de los sectores hegemónicos y por una ecuación de rentabilidad básica se busca instalar la represión en el interior del individuo. Se busca en esta esfera imponer un autodisciplinamiento en función de conductas valoradas por quienes ejercen el poder.

El denominado poder militar y la aparición de los ejércitos nacionales profesionales y servicios represivos complementarios, corren en el mismo sentido en que se instala la industrialización de la guerra. En lenguaje llano significa dificultar por los más diversos mecanismos la capacidad de la sociedad civil de organizar rebeliones contra el poder instalado.

Parecería que la esfera de la industria sería la que más demorara en su instalación en el continente americano. Sin embargo si consideramos en sentido amplio la expresión se abre otro cuadro. La estancia ganadera, en el caso uruguayo, deja de ser una actividad organizada sobre bases premodernas para transformarse en una auténtica empresa de producción de carnes y subproductos. La actitud de los nuevos empresarios rurales, con la figura emblemática de Domingo Ordoñana, no dejan lugar a dudas.

Pero la industria ha ido más lejos en su impacto sobre el conjunto de los grupos humanos. No se limita en nuestros días a aquellos bienes tradicionales que son asociados de inmediatos a la expresión. Su centro ya no está tan sólo en la fábrica. La industria ha invadido otros campos y por ejemplo ha desarrollado una rama muy importante en el entretenimiento, las comunicaciones, la educación y hasta el tratamiento de los muertos se ha "industrializado". No es posible dejar de lado los grados de industrialización alcanzados en la producción de conocimientos en donde se han montado inmensas empresas que empleando como una de las materias primas esenciales la inteligencia, se dedican a generar saber y adaptar aquellos usos específicos y residuales.

Si todo lo anterior no fuera suficiente recordemos que la industria ha contribuido de modo importante a la urbanización de las sociedades con todas las transformaciones que ello supone.

Estas dimensiones señaladas por Giddens, se combinan y complementan con las derivadas de la globalización que aporta el mismo autor. Unas y otras se implican mutuamente entre sí.

Capitalismo, vigilancia, poder militar e industrialismo conjuntamente con su manifestaciones globalizantes, constituyen los pilares sobre los que se levanta el modelo y será a su vez la base esencial sobre la que se asentará el nuevo edificio educativo.

América Latina, ingresa de modo tardío en este proceso general. El desencadenante y uno de los principales motores para ello fue la búsqueda de un camino que le permitiera un lugar dentro de las nuevas coordenadas de la economía mundial. Para mantener las relaciones comerciales tradicionales era necesario cambiar nuestra organización en los diferentes planos de manera de afirmar los lazos que nos ligaban a los países centrales de entonces.

La modernidad para nuestro continente significó un salto cualitativo brusco que nos llevó en poco tiempo desde una sociedad tradicional hacia la modernidad. Constituyó, pues, el camino hacia la integración al contexto internacional como respuesta a la expansión capitalista que cobra nuevo impulso en la segunda mitad del siglo XIX.

El enfoque sostenido por Tulio Halperin Donghi (1970)4, definiendo este período como el de surgimiento y consolidación del orden neocolonial, sin dejar de señalar aspectos significativos, es insuficiente.

Importa tener en cuenta, desde luego, que la integración de referencia no se llevó a cabo de modo simultáneo en todos los planos. Ello determinó que se produjeran fisuras profundas en nuestras sociedades a la vez que deformaciones que han acompañado tradicionalmente el proceso modernizador. A pesar de ello, quedó marcado un punto de inflexión, un camino validado por la propia historia que comienza a tejerse a partir de allí. No podemos dejar de ver que nuestras propias historias, como individuo y como parte de una nación, a partir de entonces, estará entrelazada de modo estrecho con los principios de la modernidad. Esta, encarnada como la imagen de la civilización opuesta a la barbarie, características de la sociedad tradicional a sustituir, ha pautado a partir de su triunfo las características propias de cada una de las naciones y por ende de sus sistemas escolares. Por otra parte es recogida a título expreso por los discursos fundantes.

Pero para que esa nueva forma llamada a sustituir a la existente se abriera paso era necesario la consolidación de dos hechos.

En primer lugar se imponía la maduración del bloque histórico llamado a ocupar las posiciones hegemónicas. Este a su vez debería tener la habilidad de tejer una red de alianzas que potenciaran su fuerza y a su vez presentar sus objetivos como generales y beneficiosos a toda la sociedad. Una vez logrado esto se impone reunir la fuerza que permita hacerse con el poder político. Al respecto Antonio Gramsci fue meridianamente claro:

"Siempre se requiere una iniciativa apropiada para liberar el impulso económico de las trabas de la política tradicional, es decir, para cambiar la dirección política de las fuerzas que deben absorberse necesariamente para realizar un bloque histórico – económico – político nuevo, homogéneo, sin contradicciones internas…"5

Alcanzado el poder se impone construir los medios a través de los cuales se procederá a ejercerlo. En este caso se imponía la edificación del Estado moderno. Las formas transaccionales que se conocieran en el pasado ya se habían agotado. Si bien habían demostrado ser satisfactorias en una determinada correlación de fuerzas, ahora significaban un freno.

Toda la línea ideológica de Hobbes, Locke, Montesquie, Voltaire y el propio Rousseau apuntaban desde diferentes supuestos a la necesidad de organizar el funcionamiento social.

Llegamos entonces a una "… entidad jurídica constituida por un territorio, una población y un gobierno que caracteriza sobre todo a las sociedades europeas a partir del siglo XVI"6

En el caso particular de América Latina la integración al mercado mundial debía conllevar un complejo entramado de cambios. No bastaba con decretar las transformaciones en la base productiva, el problema era más profundo. Para alcanzar esto era necesario la presencia de un mecanismo que impulsara y garantizara esa combinación: el Estado. Este no es un simple reflejo de los juegos de poder que se desarrollan en la sociedad sino que al desplegar un sistema administrativo que regula muchas áreas de la cotidianidad, tiene un peso significativo en la transformación buscada.

Si admitimos, aún cuando no sea sino de modo parcial, lo que Foucault nos presenta sobre la domesticación a que es sometido el individuo en la nueva organización, domesticación que abarca no sólo el disciplinamiento sino el propio pensamiento, asoma en toda su dimensión el rol jugado por el Estado. Es el mecanismo que concentra en sí el poder coercitivo legitimado por un conjunto de leyes que define el campo de lo admitido y lo no admitido, ya no sobre una base teológica sino como expresión de la voluntad colectiva.

Dentro de la trama legitimadora elaborada era necesario fundar una nueva moral que no tuviera una base religiosa, sino que surgiera de una concepción racionalista de la conducta humana. Todo ello estaba destinado al fracaso si no se creaba a su vez un instrumento capaz de trasladar esto al conjunto de la sociedad. Es ahí que nace la necesidad de los sistemas escolares centralizados.

Al reproducir este planteo nuevo y difundirlo en toda la sociedad, se definía el nacimiento de una de las últimas instituciones que caracterizan la modernidad. El espacio social se puebla de escuelas, integrándose de tal modo que no poco esfuerzo nos cuesta a nosotros imaginarnos un funcionamiento sin escuelas.

La escuela también, conjuntamente con otros mecanismos, ejerce una administración del saber. Cuerpo de saber que está indisolublemente unido a situaciones de poder.

"Deberíamos, en cambio, admitir que el poder produce saber (y no sólo estimulándolo porque sirva al poder o aplicándolo porque sea útil); que poder y saber se implican directamente uno al otro; que no hay relación de poder sin la constitución correlativa de un campo de saber ni saber alguno que no presuponga y constituya al mismo tiempo relaciones de poder."7

El sistema escolar al manejar determinados contenidos, al legitimarlos, al integrar un cuerpo de conocimientos a su hacer cotidiano está transmitiendo también una determinada relación de poder subyacente. De ahí la importancia de la educación formal como instrumento de administración del saber y de vigilancia social y la necesidad de considerar este particular ángulo en el análisis. No significa esto absolutizarlo, pero no puede ser dejado de lado por constituir una arista esencial.

Existe otra faceta importante de señalar con respecto al rol que jugará el naciente sistema escolar en la apropiación del saber. Se procesa una apropiación de buena parte de la educación que en la sociedad tradicional se llevaba a cabo en el seno de la familia. Esto lleva directamente a que exista un saber que es privilegiado por encina del que es portador cada ser individualmente. Este hecho que es asumido con naturalidad en nuestros días, contribuyó a modificar sustancialmente el desenvolvimiento social global y creó el espacio imprescindible para la difusión un determinado mensaje que fue claramente hegemónico.

Es en este hecho que hemos de buscar la raíz de la persistencia de la filosofía positivista en el campo educativo, más allá de que cediera posiciones en otros terrenos. Ese accionar hegemónico del mensaje vertido por la escuela y que es aceptado por la propia sociedad, cumplió una clara función disciplinadora sobre el conjunto, la cual ha tenido la virtud de proyectarse en el tiempo. No puede extrañarnos entonces que frente a problemas que afectan el modo de vida cotidiano se reclame al sistema escolar las soluciones. Ya sea la drogadicción, el alcoholismo, el embarazo precoz o simples comportamientos juzgados inconvenientes, se cierran con la afirmación clásica " esto es cuestión de educación". Se crean así reclamos que están más allá de las posibilidades reales de los sistemas escolares, lo cual en definitiva alimenta el sentimiento de insatisfacción que acompaña a la institución en nuestros días y que alimenta su propia crisis al apartarla del contexto social concreto en que se mueve.

2.2. Construcción de la modernidad en Uruguay: el rol de la educación.

Promediando la segunda mitad del siglo XIX, el país se encontraba sumergido en una profunda crisis en todos sus planos. José Pedro Varela en la introducción de La Legislación Escolar, en un extenso capítulo denominado De Nuestro estado actual y sus causas, plantea una visión global de la misma. Es importante comprender que cuando abordamos este texto nos colocamos frente a la obra de un político. En la misma luego de evaluar su entorno aporta un proyecto concreto, desde la A, a la Z, destinado a transformarlo radicalmente. El propósito de Varela no es un proyecto de ley, sino edificar las bases fundamentales para una política de cambio.

Coincidiendo con este ángulo encontramos el pensamiento de A. Grompone el cual sostiene:

" En la enseñanza de Varela se suele ver una delicada labor pedagógica, pero esto no es así. Las lecciones sobre objetos no son una necesidad pedagógica, son el fundamento mismo de la sociedad nueva que Varela quiere construir. Su escuela mixta no es una recomendación más, es la ruptura con el régimen de la sociedad colonial que enajenaba a la mujer. Su enseñanza no es gratuita por piedad democrática, sino por ser la llave del crecimiento de la burguesía (…). Su enseñanza es laica, no por un ateísmo congénito, sino porque en la sociedad colonial religión y ciencia eran ideas antagónicas y privilegios antagónicos de clases antagónicas. Varela es el reformador de la ciencia porque es intérprete de la nueva clase en ascenso, de la nueva burguesía de la sociedad industrial que necesita electrificar, abrir calles, alumbrar la ciudad, levantar fábricas, alambrar los campos, ampliar los saladeros y las barracas."8

Es en estas coordenadas que hemos de analizar a Varela. Surgirá entonces lo verdaderamente trascendente de su tarea. No podemos perder de vista ni por un instante que Varela fue antes que nada un político de su tiempo. Un individuo involucrado profundamente con los hechos que se registraban en sus días.

Varela "llega" a la educación como parte de su labor política y no como el desarrollo de un conjunto de ideas abstractas. Se ha marcado cientos de veces el impulso que le diera Sarmiento, el cual también regresa a Argentina para encabezar una fuerte corriente de cambio político que tiene como blanco el reducir la influencia de los grandes caudillos.

Aceptando este ángulo surge con fuerza la visión de un grupo social ascendente que procura materializar una relación de poder en la sociedad. La educación se ubica como parte de una transformación y una sustitución de un bloque histórico por otro.

El nuevo agrupamiento tiene como centro el gremio de los hacendados agrupados en la Asociación Rural. Su objetivo primario era imponer una forma capitalista de producción en el campo uruguayo. En medio de esto quien fuera uno de sus principales ideólogos Domingo Ordoñana dirigiéndose a Latorre expresó:

" Respetad la familia, que es la vuestra; el hogar, que es vuestro hogar; la propiedad, en fin, la propiedad que es el cimiento de todo. Haced la política que queráis, pero contentaos con el fruto del trabajo y salvad el capital, que es la semilla de la cosecha de mañana. Sin semilla no hay cosecha y sin cosecha no hay más que hambres"9

En otro documento del mismo autor se define el modelo de país a perseguir como meta colectiva.

"En el período pecuario industrial adelantará el país con gran rapidez, porque la población modificará completamente sus tendencias y sus inclinaciones; la educación o más bien dicho la instrucción primaria, tendrá la razón de provechos que hoy no tiene; porque encontrará familia constituida y centro de moral, que es de balde buscarlo hoy porque el candil es de sebo"10

La Asociación Rural se caracteriza por reclamar medidas prácticas y efectivas encaminadas a facilitar el desarrollo de las actividades productivas de sus miembros. En este sentido no temían expresar con crudeza sus ideas y criticar a quienes habiendo ejercido el poder político hasta entonces no habían sido gastado el tiempo en discusiones abstractas.

En el medio urbano gana espacio un sector de la intelectualidad que progresivamente se identificará con el positivismo. Este sector se había caracterizado hasta entonces por situarse fuera de las coordenadas socio históricas que definían la vida del país. Sus grandes figuras emblemáticas, desplegaban un pensamientos dentro de los marcos de las grandes teorías europeas, especialmente francesas, y no hacían sino fracasar una y otra vez en el terreno práctico.

Andrés Lamas una de sus primeras figuras consulares reclamaba la necesidad de lograr la independencia de pensamiento como paso siguiente a la alcanzada en el terreno político. Señalaba que la nueva fuente debería ser buscada en Francia y no en la decadente España. Al igual que todos sus compañeros de ruta, desempeñó tareas políticas en las cuales demostró una carencia de una lectura adecuada de la realidad sobre la que estaba llamado a actuar. Otra de las figuras consulares fue definido en estos términos por Zum Felde:

"Juan Calos Gómez es, en efecto, el más genuino representante de su generación romántica, así en las letras como en política; no porque haya realizado obra literaria de valor permanente, ni su acción política haya siso fecunda, sino precisamente por haberse frustrado en 11lo uno y en lo otro. Padeció toda su vida… un idealismo dogmático sin arraigo en la realidad nacional"11

El punto más alto que alcanzara esta postura fue en los momentos previos a la toma del poder por parte del Cnel Lorenzo Latorre. En el seno de las denominadas "cámaras Bizantinas" se produjeron los más extensos y profundos debates políticos de la época. Pese a ello no fueron capaces de imponer ninguna de sus ideas y no todas ellas eran descabelladas. Como tendremos oportunidad de ver más adelante es en ese escenario que Fco Llambí presenta su proyecto educativo que en muchos puntos coincide con el que posteriormente llevará adelante José Pedro Varela.

El problema central estaba en lo que afirmara Francisco Piria.

"¡Cuantos gobiernos ha habido en Montevideo, que su autoridad no pasaba del Paso Molino y Unión! De ahí para fuera los caudillitos y los caudillos de calibre eran los que imperaban…"12

Pero como sabiamente lo viera Carlos María de Pena, no todo el problema se reducía al poder. Era necesario terminar con la base de sustentación del caudillismo. Para ello había que ganar la cabeza de quienes formaban parte de sus huestes. La ciencia, el orden y por sobre todo la razón debían ser colocadas en primer lugar en la mente de la población. Ese sería uno de los principales escenarios de la lucha futura a librar. Para triunfar era necesario gane la batalla del pensamiento.

"La ignorancia o el olvido sistemático de los principios y saludables enseñanzas de las ciencias han contribuido poderosamente a colocarnos en el triste estado en nos encontramos, y del cual iremos saliendo gradualmente a medida que se inicien las radicales reformas que en lo administrativo nos están prometidas; a medida que la libertad, tan invocada como escarnecida, y la seguridad tan deseada y tan necesaria…, sean algo real, algo duradero en esta tierra oriental…"13

El nuevo grupo que se va diferenciando progresivamente de las tradiciones románticas y adoptando el punto de vista positivista inicia así una pugna por la educación en dos frentes simultáneos. Por una parte la materialización de un sistema educativo básico de carácter universal y por otro dominar la Universidad, centro de gestación del pensamiento nacional.

No era, como lo demostró la propia historia, una tarea fácil, pero en la victoria alcanzada está la raíz del país que devino posteriormente.

El cambio ideológico es colocado como condición para las transformaciones que en los otros planos deberán materializarse. La libertad invocada es la libertad de los nuevos sectores ascendentes, libertad que les permita acceder a los centros de poder existentes.

Confrontar el grupo hegemónico significaba también hacerlo con uno de sus principales aliados la Iglesia. Esta tradicionalmente y muy especialmente después de la fundación de la Universidad había estado íntimamente ligada a determinadas personalidades destacadas. Su participación directa o indirecta en la enseñanza sería uno de los medios a través de los cuales se valió para fortalecer los lazos.

Por otra parte la generación romántica, como la caracteriza Zum Felde, considera a la religión como el instrumento idóneo para introducir la contención de los apetitos individuales y matrizar los sentimientos de obediencia, humildad y respeto. En este punto está la raíz del combate que se librará en los años venideros con el eje de la laicidad. Este enfrentamiento será una parte esencial del propósito de sentar una nueva moral sobre bases no teológicas. Tal como lo describe Gilles Lipovetsky (1994)

"Los deberes morales se imponen por sí mismos, deben ser objeto de explicación racional y demostrarse apoyándose en la única razón del hombre como ser social. Aunque, por prudencia y estrategia, el nombre de Dios no está proscrito, ya no es el basamento de la moral, y esta puede vivir sin el temor de los castigos eternos."14

Como es posible ver si bien mediaba el enfrentar a la Iglesia, no era la religión en sí la que se cuestionaba. Comprender esto arroja luz sobre las aparentes contradicciones de la formulación vareliana y de sus continuadores inmediatos.

Si pensamos en términos actuales emprender una obra de tal magnitud, es posible ver toda una gama de dificultades que se nos plantean. La masa de recursos a movilizar, la tarea de difusión y captación a consolidar y todo ello contando con el aparato del Estado y una serie de organizaciones de la sociedad civil que potencialmente pueden colaborar. Cual no sería el problema hacia finales del siglo XIX.

Si se pretendía sustituir las bases de la cultura, como solución de fondo, era necesario instalar un nuevo mecanismo de comunicación, para por esta vía hacer una transformación de la subjetividad colectiva e individual.

Las preguntas surgían de modo inmediato: ¿cómo llegar allí donde no se podía acceder, como superar las limitaciones de la oralidad? ¿Cómo asegurarse la presencia, independientemente del emisor? No podemos olvidar que los interesados en promover el cambio eran numéricamente minoritarios y sus voceros, sus intelectuales orgánicos, se encontraban radicados en Montevideo.

La solución pasaba por la difusión de la letra impresa. Esto tenía una ventaja evidente de poder llegar a cada individuo a través del libro, el periódico, el folleto, y todas las demás formas.

Si bien se contaba con la base material para producir y reproducir los mensajes, no existía un elemento imprescindible: los seres que, independientemente del lugar físico y del tiempo, fueran capaces de leer. Esto imponía la obligación de difundir la alfabetización sobre la población.

La situación no fue original. Una similar se había vivido en los territorios en donde se propagara el movimiento de la Reforma, dado que el leer las Escrituras era un imperativo a través de este hecho se legitimaba la oposición a Roma. No es casual entonces que un líder como Lucero, reuniera en su entorno pedagogos que impulsaron la alfabetización de manera de favorecer las ideas del movimiento. Quizás ello deba ser visto como una de las razones de su éxito.

La presencia hegemónica de la forma escrita conjuntamente con el trabajo asalariado, produce una modificación de la concepción del tiempo, el cual no estará ya ligado a las rutinas comarcanas. Este como viéramos es uno de los rasgos distintivos de la modernidad.

La necesidad de alfabetización se unía con la de formar un ciudadano. Un individuo que reconocía y aceptaba una determinada forma de relacionamiento político y al cual se presentaba como depositario de la soberanía. Se creaba así una nueva forma de legitimidad.

"… la nueva clase dominante requería de una transformación profunda del sistema educativo poniéndolo al servicio de la producción del capitalismo en lo ideológico, en lo político y en lo técnico"15

Para alcanzar esos grandes objetivos el Estado debía transformarse. Debía construir un andamiaje administrativo que le permitiera administrar y vigilar todos los aspectos claves hasta ahora mencionados.

El Estado no contaba en ese momento con un aparato administrativo. Si observamos la composición de los empleados públicos, vemos una clara preponderancia del correspondiente a personal de tropa. Considerando el período que media entre 1830 y finales de la década de los sesenta Julio Millot y Magdalena Bertino (1991) establecen:

"De la pobreza de la administración y los servicios del Estado da plena evidencia lo que resta del funcionariado si extraemos a la policía y el ejército. Ejército y policía significaron un porcentaje que varió en el período entre el 74% y el 84% del total de los funcionarios. La justicia se sostenía con unos 170 funcionarios. La instrucción pública creció de 40 a 70. Hacienda duplicó sus efectivos entre el 36 y el 58 fundamentalmente por el desarrollo de las receptorias y el personal de resguardo. Recién en el 58 comienzan a diferenciarse las oficinas de recaudación. El personal administrativo de los Poderes Legislativo y Ejecutivo y del Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores era sumamente escaso."16

Era necesario cambiar ese estado de cosas, para ello entre otros elementos había que educar a los individuos para reclutar los funcionarios requeridos. Pero también era menester todos fueran educados para interactuar en ese espacio que se poblaba de nuevas instituciones que pasaban a regir la cotidianidad.

En la modernidad los contactos personales y cara a cara, ceden paulatinamente terreno a contactos impersonales a la vez que se multiplican en su número. Muchas de las formas de relacionarse los individuos, en el nuevo marco, pasan a estar mediadas por instituciones y reglas abstractas.

Nos encontramos pues que el surgimiento de la modernidad. Se fijan así las grandes tareas a cumplir por parte del naciente sistema educativo: a) formar el ciudadano, b) capacitar mano de obra y c) disciplinar a los individuos.

Juan C. Tedesco (1987) resume todo este proceso a que hemos hecho referencia en estos términos:

" La acción pedagógica escolar cumplía, en este marco, una función clave en tanto garantía de la homogeneización cultural básica alrededor de los valores seculares propios del nuevo orden social… la expansión de la educación formal implicaba universalizar un tipo de acción pedagógica con fuertes connotaciones innovadoras frente a la socialización extra – escolar brindada tradicionalmente por la familia o por la Iglesia."17

 

Douglas Ifran

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