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El lugar de las devociones (página 3)

Enviado por Gabriel Cocimano


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Taumaturgos

En muchos otros casos de devociones populares, esa condición diferencial, esa marca o huella distintiva la constituye el rol de milagreros, iluminados, guías espirituales o médiums que son objeto de culto por parte de una inmensa cantidad de fieles; varios de ellos perduran y tienen una influencia sólo local o regional; otros, en cambio, como Pancho Sierra y la Madre María, han trascendido lo meramente local y alcanzado dimensiones nacionales.

Pero, ¿quienes fueron estos seres sobre cuyas vidas se tejieron toda clase de leyendas y aún hoy concitan el interés y la devoción de millares de fieles? Pancho Sierra y la Madre María son dos mitos de profundo arraigo popular, en los que la religión se mezcla con prácticas y creencias paganas. Analizar sus vidas e historias implica moverse en un mar de dudas, tal vez porque el mito superó y condicionó a la realidad.

Conocido también como "El gaucho Santo de Pergamino", Justo Sierra pertenecía a una acomodada familia de terratenientes diseminados a lo largo de los partidos de Rojas, Salto y Pergamino, en la provincia de Buenos Aires. Considerado un médium de poderes excepcionales, se le asignan numerosísimas curaciones que le han dado prestigio y fama, no sólo en la región donde habitó, sino en casi todo el país. En su estancia "El Porvenir", situada en el límite entre Rojas y Pergamino, acudían enfermos y desahuciados para obtener su mediación. Sus seguidores coinciden en que los poderes de Sierra existieron aun después de su muerte física, y por eso todavía hoy se le rinde culto a su memoria en el cementerio de la localidad de Salto, donde descansan sus restos y en el que se ha levantado un mausoleo, frente al que se congregan verdaderas multitudes ciertos días del año, en especial el 4 de diciembre, día de su muerte, acaecida en 1891.

Sin embargo, hay muchas confusiones y dudas en torno a su vida y su muerte, al punto que las historias contadas por sus adeptos difieren, en muchos casos, de aquellos relatos de vecinos y parientes. Ricardo Horvath se pregunta si "realmente nació y murió este taumaturgo que curaba simplemente con el agua del aljibe de su estancia".38

Además, "las verdades comprobables son muy pocas: no escribió cartas ni documentos, se destruyó su acta original de nacimiento, se recluyó en "El Porvenir", donde murió. Nunca se le tomó una foto. Las conocidas son obras de hábiles profesionales que consiguieron una carbonilla del dibujante Velles. Miles de enfermos acudieron en su ayuda. Tenía trece hermanos, era hijo de un acaudalado núcleo familiar. Las otras ‘verdades’ son discutibles".39

Se cuenta que un amor desgraciado le produjo una gran conmoción, y que por eso se recluyó en el campo, alejándose de la vida social. También se dice que, a partir de allí, comenzó a desdeñar las riquezas, distribuyendo sus bienes entre los pobres y los niños. Otros aseguran que comenzó a dialogar con los espíritus, e inclusive a verlos. Lo cierto es que el mito ya estaba en marcha. Además:

"su estancia la llenó de ‘puestos’ en los que habitaban los pobres del lugar sin pagar absolutamente nada. Su fama corre de boca en boca y el gaucho perseguido, acorralado por la alambrada y las estancias, transforma en santo al hombre que mantiene la vieja usanza criolla del gaucho nómade para quien las tierras y todo lo que hay en ella no tiene dueño (…) Diariamente llegaban hasta 20 carruajes desde todos los puntos cardinales llenos de gente que venía a tomar un vaso de agua, o llevar una botella del líquido saludable, única cosa que él suministró siempre y con lo que ha producido curas tan portentosas".40

Uno de sus biógrafos, un tal Ignotus, aseguraba que su fórmula curativa era: "Yo le di el agua, y Dios, con la intervención de los buenos espíritus, lo ha sanado" ya que "jamás debe dar medicamentos un médium, ni menos recetar, porque él no cura, ni sabe, ni necesita saber lo que sufre el enfermo. Su espíritu familiar y protector lo hace todo, siendo él un simple intermediario"41.

El mismo autor reproduce un folleto editado por un grupo de seguidores de Sierra, y en el que predominan alusiones a la doctrina espiritista, muy en boga por aquellos años:

"Su exquisita sensibilidad por las ajenas desgracias –afirma el folleto de la "Comisión de Amigos", editado en 1892- y la intuición de sus facultades mediúmnicas, le proporcionaron la ocasión de asistir a algún enfermo en épocas en que se carecía allí de médicos aprobados. Este hecho, repetido muchas veces con éxito admirable, le confirmó la idea de que gozaba en alto grado la facultad que los espiritistas conocen como ‘mediumnidad curativa’ y que buenos espíritus le auxiliaban en ella".42

Son muchos los relatos sobre curaciones milagrosas tan difíciles de comprobar a la distancia, más aún cuando el mito ya ha cobrado cuerpo. Acusado de curanderismo por algunos, considerado por otros como un espíritu fino y cultivado, sensible y caritativo, lo cierto es que a su muerte sus seguidores se apoderaron de su prestigio para explotarlo, en la mayoría de los casos, en beneficio personal. Más allá de si su figura fue o no utilizada políticamente (era amigo de Rafael Hernández, hermano del autor de ‘Martín Fierro’) o de la veracidad de quienes se consideraban sus "discípulos y adeptos de su doctrina", más allá de la controversia acerca de su existencia real, todavía puede verse en muchas viviendas ricas y humildes su retrato, ocupando un lugar preferencial al lado de imágenes religiosas o de próceres.

Al parecer, María Salomé Loredo y Otaola de Subiza –la Madre María- fue discípula de Sierra y se proclamó sucesora de su obra, aunque las fechas que se mencionan como las del probable encuentro entre ambos milagreros difieren en los distintos documentos que se conocen, o son contradictorias. De origen español, nacida en 1854, María se dedicó desde joven a la predicación; fue seguida por numerosas personas, algunas de las cuales se convirtieron en sus discípulos. A los 23 años, viuda de un rico hacendado y político de Saladillo, en la provincia de Buenos Aires, heredó una cuantiosa fortuna. Pero ya había perdido un hijo de este matrimonio, fallecido a los tres meses. A los 28 se casó con Aniceto Subiza, para enviudar –hipotéticamente- en 1891, después que Pancho Sierra le pronosticara dicha muerte, anunciándole: "No tendrás más hijos de tu carne, pero tendrás miles de hijos espirituales (…) No busques más, tu camino está en seguir ésta misión"43.

La tradición asegura que Pancho Sierra curó a María de un cáncer, a pesar de que también en este punto hay versiones contradictorias. Lo cierto es que al morir su hijo y sus dos esposos, se dedicó a la meditación y a la caridad, predicó el evangelio y logró que la gente –en general hombres y mujeres humildes- comenzara a nuclearse en torno a ella. Perteneció al círculo aristocrático porteño y se codeó con personajes políticos de su época: el general Julio A. Roca, Juárez Celman, Mitre, Pellegrini, e incluso con Hipólito Yrigoyen, a quien le había pronosticado que iría a ocupar el cargo de presidente de la Nación. Sin embargo, también fue acusada de ‘ejercicio ilegal de la medicina’, demanda que nunca prosperó.

Como estaba apoyada en la religión católica –aunque nunca fue reconocida por la Iglesia– su misión ha residido en ser intermediaria entre los que creen en su poder y Jesucristo. Con el tiempo constituyó una doctrina religiosa, y a su muerte dejó discípulos encargados de difundir dicha doctrina. Su muerte –misteriosa y silenciosa- provocó comentarios sugestivos, a juzgar por los diarios de la época. "La Nación" del 5 de Octubre de 1928, trazaba estas líneas:

" (…) recibía a los que ya no creían en otros remedios ni en otros consuelos. Llevaba plegarias compuestas de palabras simples, imponía las manos a los menesterosos de alivio, prescribía oraciones que no están en los devocionarios, daba consejos con voz límpida, suave, e indicaba procedimientos sencillos: una gota de agua, una gota de aceite (…). Hay mujeres en Buenos Aires que se dedican al ‘arte de curar’ y a las prácticas de la adivinación. Ninguna ha logrado construir en torno suyo, como la Madre María, una especie de Religión, algo así como una ‘Christian Science’, y ninguna ha provocado tan numerosa devoción (…) La gente hallaba en la elemental taumaturgia de la Madre María lo que la ciencia no puede ofrecer y la religión se niega a dar".44

Por el contrario, "Crítica" la defenestraba:

"(…) No es posible evocar el enorme prestigio de la curandera fallecida sin que se sienta una profunda vergüenza: la vergüenza de que nuestro pueblo actualmente haya dado semejante muestra de ingenuidad y, sobre todo, de ignorancia. La vergüenza de recordar que una mujer explotaba la credulidad inconcebible de la gente oficiando de sacerdotisa en un templo grotesco (…) Aunque parezca fantástico, no sólo el pueblo sufre esa ignorancia sugestionable. ¡Si desfilaron por el ‘templo’ de la Madre María conocidas figuras de nuestra política, de la banca, del comercio, de la industria y hasta el decano de la facultad!".45

Amada por los sectores humildes, fue ridiculizada por los diarios ‘populares’ y justificada por "La Nación", medio que históricamente representó a los poderosos. La paradoja quizá tenga una explicación en la pertenencia aristocrática de María Loredo; pero, en tal caso, esta paradoja podemos entenderla haciendo hincapié en los prejuicios de clase. Nunca explicará que la fe –ingenua o consciente- de la gente avanza sin mirar la condición social.

Tolerados por la Iglesia: Ceferino

La Iglesia –en tanto institución religiosa- posee el derecho de admisión en relación al reconocimiento de sus figuras de culto. Esto implica la aceptación o el rechazo de aquellas devociones que no están contempladas en su ortodoxia.

Entre los cultos no aprobados por la Iglesia figuran todas aquellas devociones populares de las cuales hemos hecho una rápida mención en las páginas anteriores. No sólo ha reprobado éstas creencias y prácticas –muchas veces con excesiva dureza- sino que las has marginado y enviado al campo de las supersticiones, en su afán por encauzar los sentimientos del pueblo por la senda que juzga correcta.

Pero también en este tema –a pesar de la rigidez y el celo de la institución religiosa- parece haber tonos y matices intermedios: nos referimos a las devociones populares toleradas por la Iglesia. Vale decir, no reconocidas ni autorizadas oficialmente, pero tampoco rechazadas de plano ni descartadas.

El 26 de agosto de 1886 nace en Chimpay, en el Valle del Río Negro, un niño que será conocido más tarde con el nombre de Ceferino Namuncurá. Hijo del legendario cacique coronel Manuel Namuncurá y de una cautiva blanca chilena, Rosario Burgos, el recién nacido fue bautizado en Choele-Choel por un sacerdote salesiano, el padre Domingo Melanesio, quien le pone por nombre el de Morales. Tiempo más tarde, su padre le cambiará definitivamente aquel nombre por el de Ceferino.

Fue el presidente Luis Sáenz Peña quien recomendó al niño para que consiguiera su primer trabajo como aprendiz de carpintería en la Escuela de Marina del Tigre, en Buenos Aires. El indiecito es entregado en definitiva a los salesianos para que realice los estudios.

Pero a los 11 años enfermó de tuberculosis, por lo que se lo envió a una escuela agrícola. Fue entonces que Ceferino se propuso ser sacerdote –a pesar de la oposición de su padre- y estudió primero en el Seminario de Bernal y luego, de la mano de monseñor Juan Cagliero, pasó por el vicariato apostólico.

Hablaba mapuche –su lengua de origen-, con algunas dificultades el español y casi a la perfección el italiano. Cuentan que era un niño humilde, inquieto y sabio, y que hubiera sido un buen tenor de no mediar la enfermedad, que lo dejó sin voz. Como su salud empeoraba, Cagliero pensó que en Italia iba a recuperarse. Pero fue por poco tiempo: el 11 de mayo de 1905, al año de estar en Roma, fallece. Tenía 18 años de edad, y había alcanzado a leerle en italiano un discurso y regalarle un quillango de piel de guanaco al Papa Pío X.46

Años después, en 1924, sus restos son trasladados desde Italia "en forma privadísima" por la orden de Don Bosco, y son inhumados en la reconstruida capilla de un fortín. Es precisamente allí, a 115 kilómetros de Bahía Blanca, en Fortín Mercedes –frontera de las pampas y la Patagonia, cerca del río Colorado pero en territorio de la provincia de Buenos Aires- donde descansan sus restos. Ceferino, el ‘Caciquito’, el descendiente de la dinastía de los Piedra (‘Curá’), el exponente del pueblo mapuche, es uno de los venerables más populares de la Argentina.

Hasta su santuario no han cesado de peregrinar miles de fieles para solicitar su intercesión, y cumplir promesas con exvotos de ofrenda. Pero esta devoción se acentúa y multiplica a lo largo de todo el territorio nacional. La débil figura del pequeño aborigen, su fe religiosa manifestada tempranamente y su humildad y bondad, cautivaron y siguen cautivando a infinidad de devotos, que le agradecen especialmente salud y trabajo, pero también éxito en los estudios, prosperidad en los negocios, etc.-

Pero mientras esto sucede, la Iglesia continúa su lenta deliberación en torno de su posible canonización. En 1945 se iniciaron las gestiones para que ‘el santito de las tolderías’ sea beatificado, teniendo en cuenta el movimiento popular de fe que acompañaba desde la muerte a su figura. Hasta ahora, el Vaticano lo reconoció sólo como venerable, siendo necesario para llegar a la beatificación –como ya quedó dicho- la comprobación de un milagro.

En tanto, los restos del indiecito descansan en un mausoleo conectado a la Iglesia pero que claramente no está dentro de ella: hasta que no sea beatificado, no puede permanecer dentro de sus límites. Pese a esto, sus devotos –no tan pacientes como Ceferino para esperar el visto oficial del Vaticano- agradecen su intercesión ante Dios y le retribuyen agradecidas ofrendas.

Utilitarismo: manipular al venerable

Jung sostenía, desde su perspectiva, que "tan pronto como un Dios deja de ser un factor avasallador, conviértese en mero nombre. Lo esencial en él ha muerto, su poder se ha disipado"; en la misma línea, "el Dios debe ser perceptible y eficaz. De lo contrario su condición se extingue y sus devotos buscarán otras fuerzas, aptas para sustituirlos".47

Ciertas devociones popularizadas –oficiales o no- han generado multitudinarias manifestaciones de fe a lo largo de la Argentina en los últimos años: San Cayetano, determinadas advocaciones a la Virgen (de Luján, del Rosario de San Nicolás, Desatanudos, de Itatí, de los Milagros), la Difunta Correa, Ceferino, etc., en mayor o menor medida, han motivado vigorosas explosiones de pasión espiritual. ¿Por qué motivos se producen fenómenos de esta espectacularidad? Según coinciden los especialistas, por el poder de intercesión ante Dios que sus devotos les atribuyen.

Un rápido sondeo en los lugares de culto de estas devociones deja como resultado que más del 70 % de los fieles que allí concurren invocan, en forma casi excluyente, gracias vinculadas a fines inmediatistas, entre los cuales la salud y el trabajo figuran en primerísimo lugar. Ahora bien, "esta instrumentación utilitarista de los gestos religiosos (en algunos casos de las formas más sacrales del catolicismo: el Sacrificio Eucarístico y los Sacramentos) ¿pertenece a la órbita de lo auténticamente religioso?".48

En tal caso, los gestos religiosos (ritos, plegarias) sirven para obtener los resultados y beneficios gestionados por aquellos creyentes que –sincera fe mediante- se acercan a aquellos lugares de devoción. Con lo cual se desvirtúa el mismo sentido de ‘acto religioso’, basado en una actitud profunda y desinteresada de servicio a la deidad (Dios) y a la comunidad. Hay en esto una preocupación por servirse del Numinoso y de las fuerzas más próximas para solucionar los problemas generales y ordinarios de los devotos, por someter el poder de la deidad -y de sus fuerzas menores, más cercanas al hombre- a la resolución de los conflictos humanos. Devociones populares como la Virgen o santos "que se ofrecen como fuerzas para manipular, y no tanto como modelos para imitar".49

Los ritos litúrgicos, en este tipo de gestos, no tienen un significado trascendente para el devoto: los ejecuta, sencillamente, pero su acción no deja de ser misteriosa.

"Preocupa muy poco la comprensión de los gestos y ritos litúrgicos. Al revés, cuanto más incomprensibles resulten, parecieran ser más eficaces (…) En realidad, lo que interesa no es participar en el significado del culto; lo importante es servirse de su mediación, interpretada como eficaz y automática, para fines que tienen muy poco que ver con el significado profundo del rito".50

Es en este territorio en donde se plantea una vasta –y, al parecer, irreconciliable- zona limítrofe, que va desde un polo esquemáticamente religioso hasta otro eminentemente mágico: el utilitarismo y la eficacia que proporciona el carácter mágico atraviesa en forma desmedida la actitud religiosa, por más sincera y piadosa que ésta sea. Ahora bien, ¿es esto producto de la desacralización de la sociedad (occidental)?

Consideramos que es un elemento que trasciende la cosmovisión del hombre en el tiempo, por ser inherente al propio hombre: si en el mundo primitivo, la religión estaba relacionada -en mayor medida que la actual- con el mundo de la naturaleza y acentuaba el temor ciego y el miedo a lo Numinoso, el elemento mágico actuaba como atenuante entre esas fuerzas aterradoras y misteriosas y el hombre, en pos de lograr que le sean propicias. En el mundo actual, en una sociedad occidental fuertemente secularizada –replegada la estructura férrea, sacral, en la que predominó el catolicismo, con su sentido de pertenencia a una comunidad o Iglesia- racionalizada e individualista, el hombre actual aparece como menos impregnado por los valores tradicionales y, por lo tanto, más propenso a una espiritualidad y una fe vividas de un modo individual, más personal y menos institucional. Por lo tanto, también aparece como más receptivo a creencias y prácticas que puedan contener resabios mágicos, supersticiosos, etc., vale decir, todo aquello que la religión institucional decididamente margina. En efecto, con el nuevo orden internacional –el triunfo de la globalización de los mercados y el reinado del capitalismo salvaje-:

"el creciente secularismo pretende negar todo espacio público a la vida religiosa. El materialismo práctico inducido por el agresivo sistema publicitario de inducción de necesidades artificiales (…) constituye una amenaza formidable a la práctica personal de la fe".51

Ese proceso de secularización trajo aparejado una disminución efectiva del celo religioso en lo institucional, por lo que las normas religiosas actúan más débilmente, ya que la presión social para su cumplimiento es mucho menor. ¿Significa esto que las sociedades occidentales le han dado la espalda a la institución religiosa, concretamente al cristianismo? Como ya consignáramos:

"La Iglesia y el Papa, ante todo, temen no el odio sino la indiferencia de las sociedades ricas a los valores que Juan Pablo II reivindica como fundamentales del cristianismo (…) Este es el siglo de las conciencias individuales como dominante punto de referencia, algo inaceptable para la Iglesia".52

Para retomar el tema de la eficacia y el utilitarismo respecto de los gestos religiosos, pensemos en la importancia que se le concede, en muchos casos, a los ritos en su aspecto formal, sin detenerse en su sentido profundo, en su verdadero contenido; este ritualismo también contiene elementos de índole mágico: llevar a cabo una práctica sacramental asidua, asistir puntualmente a todas las ceremonias religiosas tiene, para algunos, mayor importancia que el sentido verdaderamente profundo de amor, comunión, justicia y respeto al prójimo. Con relación a esto, ejemplifica Büntig:

"Así la Santa Misa (lejos de ser la acción litúrgica por la que Cristo renueva su Sacrificio Pascual) ‘se oye’ para conseguir una gracia. Los sacramentos ‘se reciben’ para asegurarse ciertos favores (éxitos en los exámenes, éxitos sentimentales) o para liberarse de ciertas calamidades. Una catequista de Formosa nos dice al respecto: ‘Al bautismo le dan un carácter mágico; para que aleje los diablos, o para evitar enfermedades infantiles: sarampión, mal de ojo; es decir, actúa como una vacuna’ (sic). Bien sabemos que el uso del Bautismo para que el chico no se enferme, o se sane, es bastante común en todo el país, especialmente en las zonas rurales y en los cordones marginales de las grandes ciudades. En muchas partes, además, la administración del bautismo está vinculada a la práctica del ‘curanderismo’ de tipo religioso: las ‘curanderas’ que suelen ser personas de una fe sencilla y profunda, no actúan si, previamente, la criatura no ha sido ‘cristianada’".53

No sin cierto prejuicio, muchos pretenden imputar a los sectores más humildes y marginales un mayor apego a las creencias y prácticas mágicas, seudorreligiosas o supersticiosas, relacionándolas con la supuesta ignorancia atribuida a esos mismos grupos sociales. Si, como sugirió Frazer, la superstición es una "disfunción del pensamiento lógico", entonces debería acusar el efecto de la instrucción, y la educación podría brindarnos medios adecuados para corregirla. Sin embargo, "las investigaciones llegan a la conclusión de que las creencias son independientes del número de años de estudios", y que "debería abandonarse la idea de una relación rutinaria entre escepticismo y nivel de estudios o de formación científica".54

Por ejemplo, ¿cómo se explica la presencia de estudiantes, profesionales, y hasta científicos en los lugares de culto populares? Un aumento del nivel de instrucción dista mucho de corresponder a una disminución de la creencia:

"¿Hay que acusar a la enseñanza actual de no impulsar suficientemente el espíritu crítico y confiar en que algún día se logrará que la educación sea un medio para ‘extirpar’ las supersticiones? O bien, ¿debe admitirse que el desarrollo de ciertas creencias refleja una apertura a sistemas de pensamiento que prolongan, más de lo que la contradicen, la ciencia ortodoxa?".55

Resulta interesante analizar cómo funcionan estas prácticas en medios tan disímiles como el rural y el urbano. En primer lugar, el ámbito rural se muestra menos cambiante que el mundo urbano; el tradicionalismo rural contrasta con la movilidad y la densidad de la vida urbana, siempre abierta a las nuevas tendencias, y en la que se despliega una heterogeneidad cultural producto de la también heterogénea composición social. Ese ámbito rural permite, entonces, explicar la conservación de prácticas y creencias tradicionales, en un medio constantemente dependiente de las cambiantes influencias de la naturaleza, frente a las cuales las técnicas son muchas veces impotentes. Nuevamente el tema de la incertidumbre social favorece el recurso a dichas creencias y prácticas: el riesgo en el que viven inmersos los habitantes del medio rural respectos de los inciertos vaivenes de la naturaleza.

En las grandes ciudades, el número de creencias y prácticas tradicionales no ortodoxas es mucho menor en relación al medio rural pero, en contraposición, aparecen un mayor índice de creencias paracientíficas y controversias (astrología, la creencia en los extraterrestres, la videncia). ¿Qué hace a los sectores medios urbanos singularmente receptivos a este tipo de creencias? El sector medio urbano constituye una categoría amplia, móvil, difícil de delimitar, y tiene en su inestabilidad social una característica que lo distingue: el temor a descender en la escala de clases y la inseguridad, presión o frustración que provoca el querer y no poder ascender socialmente. Sebreli la describe como una clase prejuiciosa e inhibida por los tabúes, reprimida y con una congénita carga de hipocresía:

"Lo que cuenta, por tanto, para la clase media, es la reputación, la apariencia, lo que los demás piensan de uno; se depende estrechamente del prójimo, se vive dominado por el temor al ‘qué dirán’, al rumor y al escándalo (…) La enorme desproporción entre lo que la clase media imagina o quiere ser y lo que efectivamente es, la obliga a vivir en el disimulo y la ocultación (…); se trasluce inseguridad frente a las demás clases y un sentimiento de vergüenza y humillación por la propia insignificancia".56

La incertidumbre y frustración de estos sectores los hace particularmente sensibles a todo tipo de creencias con aristas supersticiosas. Pero, a diferencia de las clases populares, que se exponen y exteriorizan en forma constante, el hombre medio urbano necesita imperiosamente preservar su autonomía e individualidad, y sus prejuicios le impiden ‘mostrarse’, ‘exhibirse’, sobre todo si es junto a expresiones de tipo popular. Por eso, más reacio a participar, por ejemplo, en peregrinaciones hacia centros de culto, o manifestaciones de fe multitudinarias, encuentra en ciertas creencias y prácticas –consultas astrológicas, parapsicología, videncia- un consuelo a su situación de incertidumbre y un modo de expresión acorde con su forma de vida. Ser devoto de la Madre María, de la Difunta Correa o rendirle culto a San La Muerte, por ejemplo, significa, para este individuo, en términos generales, un acto irracional, reprobable, digno de la ‘ignorancia’ de la gente supersticiosa; ni más ni menos, un acto marginal. En cambio, el tarot, la astrología, los horóscopos, lo paranormal, sustituyen esa misma necesidad de previsión y seguridad, aportándole un plus de profesionalización y, por lo tanto, de racionalidad y de cosa establecida: el individuo de clase media no se siente al margen de lo instituido.

Finalmente, otro tema que denota el sentido utilitario y la eficacia de los gestos, es el uso de objetos sagrados pero con un sentido mágico: las medallas, cruces, velas, el agua bendita, sirven también para asegurarse el éxito, o porque tienen un poder especial, automático, contra determinado mal. Son utilizados como amuletos o talismanes, y hasta conviven con objetos de distintos cultos y religiones exóticas.

Tipos de ofrendas

Las donaciones u ofrendas hechas por los fieles en señal de beneficios recibidos por parte de santos, vírgenes u otras devociones –oficiales o no- tienen una larga tradición en la historia de la humanidad. Eran conocidas en la mítica Babilonia, en Egipto, en la India, la China, en Roma. Así, por ejemplo, el dios Mercurio recibía de sus devotos pies alados, la lengua de las víctimas sacrificadas, leche, miel, etc.-

Estas ofrendas o exvotos retribuidos por los creyentes a dichos santos y depositados en sus tumbas o santuarios, son de una enorme variedad y cantidad: van desde los más clásicos (flores -naturales o artificiales-, velas y placas recordatorias) hasta los más diversos y curiosos (tractores, vestidos de novia, botellas de aguardiente, bicicletas, patentes de automóviles, imágenes religiosas o cruces mutiladas o atadas, etc.).

Respecto de ciertas devociones populares, las ofrendas depositadas en sus santuarios tienen significados de analogía con la vida o causa de la muerte del objeto de culto: los altares que la Difunta Correa tiene en todo el país –nichos, capillas, casillas o promontorios- y hacia los que acuden regularmente gran cantidad de promesantes están repletos, entre otros exvotos, de botellas con agua, en alusión a las características de la muerte de la Difunta (sedienta en un cerro cuando huía a La Rioja, según detalla la leyenda popular). En la tumba de Pedrito Hallao, los devotos suelen dejar juguetes (trompos, bolitas) y hasta útiles escolares, depositados por estudiantes que pidieron y obtuvieron éxito en sus exámenes; los promesantes de esta devoción, son frecuentemente, niños de corta edad o en etapa escolar.

En algunos casos, se organizan reuniones festivas como ofrenda a determinado culto. En el caso de la Telesita,

"las reuniones que se hacen en su homenaje se llaman Telesíadas, y se llevan a cabo en la casa del que ofrece el baile. Se prepara un muñeco de papel o trapo y se lo coloca sobre una mesa o catafalco, simulando así el cuerpo de la Telesita. Cuatro o cinco velas puestas a su alrededor se encienden antes de comenzar el baile. Cuando éste se inicia, el promesante y su mujer bailan siete chacareras seguidas, y entre una y otra se bebe una copa de caña o aguardiente (los dos danzarines). Después se generaliza el baile y corre abundante la caña, cerveza, vino u otra bebida cualquiera. La música se ejecuta especialmente con los siguientes instrumentos: caja, bombo violín y guitarra. Las canciones que tradicionalmente se tocan son chacareras, zambas, gatos, etc. La fiesta termina a la madrugada, hora en que la imagen de la Telesita es quemada ritualmente, para rememorar el triste fin que en vida tuvo la Telésfora".57

Ya hemos hecho mención de las curiosas ofrendas que recibe en su tumba otra devoción popular: la Brasilera –curandera y rezadora en los cementerios y velorios, según el anónimo popular- suele recibir imágenes de santos ortodoxos y Cristos o cruces mutilados o atados, en un claro propósito de coerción y manipulación utilitaria.

También a las tumbas de los gauchos santos acuden sus devotos en señal de esperanza y fe: al pequeño mausoleo –convertido en santuario– de Juan Bautista Bairoletto llegan a cumplir promesas con flores, crucifijos, muletas, placas y objetos diversos. La tumba del Gaucho Lega (Olegario Alvarez) en Corrientes se cubre, los días de culto, de innumerables ofrendas, cintas y estolas rojas (el ‘santo’ pertenecía al Partido Colorado provincial) y múltiples exvotos de plata.

Cuentos y relatos hacen referencia a estas costumbres y creencias, así como también constantes descripciones de las ofrendas que los devotos otorgan en señal de fe:

"Los lunes, día consagrado al culto de los muertos, el árbol de la cruz se veía constantemente y profusamente iluminado con velas y candiles enterrados en el suelo, y no pocas promesas de misas por el alma del desollado o Anima del Poncho Verde, aumentaron las piadosas entradas del cura de la parroquia (…) La piedad fue creciendo en torno del milagroso desollado y un día, una mujer a quien le había salvado un hijo de la muerte, le erigió una ermita de ladrillo y barro con techo de tejas de Marsella y puerta de cajones en la que hizo pintarrajear la siguiente inscripción: ‘Aquí yacen los restos del finado Anima del Poncho Verde’".58

"Alrededor de la imagen de San Francisco, ennegrecida por el humo de las velas, se ven mil baratijas: estampitas, caracoles, huevecillos, juguetes y, algunas veces, a guisa de mayor adorno, sandías y melones. Al pie de la imagen no falta nunca la bandera en que los visitantes deben depositar su óvolo".59

Además de las ofrendas, que los devotos depositan en los santuarios a manera de agradecimiento, existen los exvotos de sacrificio, a través de los cuales los promesantes exteriorizan con actos de dolor y humildad su veneración. También estos actos poseen una antigua tradición. Los más frecuentes son: el ayuno, la flagelación corporal, las peregrinaciones, el ascenso de escaleras, etc.-

Sincretismos

La mezcla de culturas y religiones –con sus respectivas costumbres, creencias y prácticas- ha sido un hecho insoslayable en la historia del hombre, a sus expensas o a pesar suyo. Este sincretismo se ha ido forjando de usos consuetudinarios, con las más curiosas combinaciones de diferentes tradiciones socio-culturales, en cada región del planeta. En Latinoamérica, en especial –y sobre todo- las europeas, indígenas y africanas. En el más difundido de los cultos afro-brasileños, el Umbanda, son reconocibles los elementos provenientes del catolicismo, el espiritismo y el animismo. La religión vudú es sincrética: mezcla de elementos socio-religiosos africanos y católicos. En el caso argentino, el catolicismo ha atravesado la cultura indígena nativa, pero en distintas regiones del país han perdurado gestos que muestran la indeleble huella de la fusión cultural. En algunos casos ha sido un trasfondo pagano que aflora en un gesto cristiano; en otros, actitudes auténticamente religiosas o cristianas que se han ido paganizando:

"Es evidente que tanto en lo religioso como en lo cultural, la doctrina cristiana ha ejercido una enorme influencia en los nativos, a través de las sucesivas misiones franciscanas y jesuíticas (…) Pero también es cierto que después de la conquista prevaleció un poder efectivo subyacente, basado en antiguas creencias revestidas de magia, ‘payé’ o hechizos, anteriores a la fe cristiana, que se infiltraron en el cristianismo, para subsistir en las costumbres y ritos de los grupos humanos, especialmente en el ámbito rural".60

La lógica indica que es en ese ámbito rural en donde la religión institucional carece del alcance y la llegada de los centros urbanos, en los que se ha difundido más y mejor. De manera que ese trasfondo pagano, supérstite, se refleja más puramente en las zonas de menor influencia evangelizadora.

Estos resabios de paganismo se encuentran en todas las religiones, como quedó expresado páginas atrás, y a su vez todas las religiones han desarrollado –en el transcurso del tiempo- nuevos elementos que sobrevivirán a otras religiones, en un reciclaje permanente.

Los ejemplos son tan abundantes como evidentes en la historia del hombre: los Libros Sagrados se refieren a numerosos elementos mágicos (el uso de las joyas como amuleto, figurillas de estaño con manos y pies atados, palabras mágicas utilizadas en tatuajes y amuletos) que el judaísmo había absorbido de los vecinos pueblos paganos:

"numerosos elementos de la religión popular anterior al monoteísmo yahvista fueron incorporados a la nueva religión. Así, los querubines alados del fuego que servían de montura a Yahvé serán guardianes de las cosas santas en el nuevo templo de Jerusalén. Los serafines, serpientes aladas genios del desierto, se convirtieron en servidores de Yahvé, Dios de Israel".61

Durante varios siglos, los pueblos germánicos convertidos al cristianismo conservaron muchas de sus costumbres: adoraron árboles santos, de los que colgaron exvotos, portaron hierbas mágicas y amuletos, conjuraron las tempestades, etc.- Muchos cultos fueron reinsertados en otras geografías, verificándose fenómenos de sincretismos religiosos: es el caso de Changó, convertido en Dios del trueno de los pueblos yoruba, que fue transplantado con su culto a América; entre los dioses llegados al nuevo mundo por la trata, algunos son casi inhallables hoy en Africa (por ejemplo, Ochosi, dios selvático y cazador), mientras en América su culto es multitudinario.62

En Argentina, numerosos fenómenos sincréticos vienen a atestiguar esa constante universal. En distintos puntos del país, se repiten ejemplos de cruces religiosos y paganos que afloran en innumerables actitudes de carácter espiritual, y que hasta determinan normas de conducta social. Ejemplo de esto es la devoción a uno de los Reyes Magos de la Epifanía cristiana, "mistificado" con el nombre de San Baltazar o santo camba (santo negro, en guaraní), que se da en modo especial en la campaña correntina. El origen del rito a esta imagen parece coincidir con la presencia de soldados africanos provenientes del Brasil, que participaron en la guerra de la Triple Alianza (1865/9). Finalizado el conflicto bélico, los combatientes y familiares negros se afincaron en un barrio cercano a la ciudad de Corrientes, denominado ‘Camba Cua’ (cueva de negros). Allí se generó el culto, del que aún se conservan algunas tallas auténticas del santo. Las antiguas celebraciones paganas en honor al "santo bailarín" comenzaban el 25 de diciembre y culminaban el 6 de enero, día de los Reyes Magos, con lo que se confirma que el rito –por coincidir las fechas con las del santoral católico- es de neto cuño cristiano.63

En el Noreste argentino, las creencias populares constituyen un complejo mundo en el que se entrelazan elementos paganos, mágicos y religiosos, con sus originales formas rituales. Los cultos talismánicos constituyen uno de los ejemplos más acabados: el ya mencionado San Baltazar, el popular San La Muerte, San Alejo, Santa Librada, San Pilatos, San Son forman, entre otros, la cosmogonía de los llamados santos de palo, (sus imágenes están, en su gran mayoría, realizadas en madera).

Estas imágenes son pequeñas: las más altas alcanzan unos quince centímetros; las más pequeñas, tres o cuatro. La confección está a cargo de los santeros que, además de madera (palo santo, quebracho, etc.) utilizan otros tipos de materia prima: plomo, hueso humano (una falange de niño varón) o arcilla roja común, que debe cocerse los días viernes santo. A las imágenes en sí, se les agregan atributos de adorno, como coronas y tronos de plata o metal blanco.64

El más popular de todos ellos es, sin duda, San La Muerte (o San Justo Nuestro Señor de la Muerte), representado por un esqueleto humano provisto de guadaña, cuya hoja está hecha de metal, generalmente de lata. El mango se apoya sobre una pequeña plataforma situada a la altura de la cadera. La imagen, a su vez, también se asienta en otra plataforma. Salvo la guadaña, que se agrega, el resto está constituido por una sola pieza que el santero trabaja pacientemente. La mayoría están representados de pie; pero también los hay sentados, con las manos apoyadas en el maxilar inferior, y otras, en fin, en cuclillas, también con una o las dos manos apoyadas en el maxilar. Los santeros venden estos amuletos a los interesados en sumas variables. Además, entregan con la imagen las oraciones que la tornan mágica. Si esa imagen está hecha con huesos humanos, convierte a sus dueños –según la creencia- invulnerables contra el daño ajeno, y les da poderes eficaces para triunfar en el amor o en los negocios.

Por otra parte, el San La Muerte no es efectivo si no está bendecido por el sacerdote; para esto, muchos llevan a la misa la imagen debidamente oculta. De esta forma, cuando el cura imparte la bendición, le llegan los beneficios de la misma. Recién a partir de allí el santo de palo es efectivo y peligroso. Su efectividad se manifiesta en la recuperación de objetos o animales extraviados o robados, pero también sirve para obtener el amor de una persona, o interceder en los juegos de azar.

Otro culto talismánico, pero de gran predicamento en la campaña correntina, es San Alejo, eficaz en los asuntos del corazón. Representa al Señor de los Amores, y su poder es aún mayor si se sigue el ritual de bendecirlo en siete iglesias distintas. Aquellos que deseen no ser detenidos por algún delito que cometieron, invocan a Santa Librada; a su vez, es costumbre generalizada que atando un pañuelo e invocando a Santo Pilato, éste concederá el deseo solicitado.

Todas estas devociones tienen, en muchísimos casos, el mismo alcance que el resto de las imágenes del culto oficial, en un entrecruzamiento religioso-pagano que muchas veces puede resultar curioso o insólito, pero que muestra todo el vigor de los cimientos paganos.

Como ya quedó dicho, la religiosidad popular genera con celeridad ciertas devociones con la esperanza de que sus necesidades y ruegos sean satisfechos. Muchas de estas devociones son efímeras: no se instalan en el colectivo popular, no se transmiten por vía generacional y suelen librarse al olvido. El ámbito en el que se desarrollan parece estar circunscripto a determinadas regiones; es un ámbito delimitado, acotado, preciso; muchos de estos cultos ni siquiera son conocidos en regiones geográficamente próximas.

Sin embargo, algunas de ellas han logrado incrementar su área de expansión e influencia. Es el caso del culto a la Difunta Correa, una devoción que posee ‘altares’ extendidos a lo largo de todo el país, muchos de los cuales se hallan a la vera de los caminos, ya sean nichos, ermitas, capillas pequeñas o promontorios producidos por acumulación de ofrendas. Es significativo, en esta ‘expansión geográfica’ del culto, el grado de difusión que tuvo el mismo: existe un organismo oficial de la devoción, la Fundación Cementerio Vallecito, encargado de administrar con un fin social las donaciones recibidas como ofrendas. Si tenemos en cuenta que, sumado a esta institucionalización del culto, el tema de la Difunta Correa ha sido llevado al cine, al teatro, a la literatura, vale decir, a la industria cultural misma, podemos comprender el motivo de que su expansión alcance una proyección tan amplia, y que arraigue con eficacia en el imaginario social. Los devotos de estos cultos no ortodoxos utilizan rituales y gestos propios del catolicismo –ofrendas, oraciones, promesas, peregrinaciones- lo que confirma a su vez la filiación cristiana de aquellos. Como quedó dicho, la superposición de cultos ya en civilizaciones remotas verifica la existencia de prácticas religiosas paralelas a las instituidas.

Las devociones de figuras ajenas a la ortodoxia se construyen a través de los gestos espontáneos y populares; su supervivencia estará determinada por el tamaño de la tradición, el arraigo cultural y la representatividad que alcance la devoción en el pueblo. Tal vez alguna de ellas adquiera una cierta estatura mítica, aunque para eso una nueva variable deba sumarse a la espontaneidad popular: el aporte mediático y de la maquinaria cultural. En nuestro tiempo, la sociedad mediatizada contribuye a la difusión de las características míticas de un personaje lo cual, en cierta manera, equivale a decir que influye en su construcción.

El pueblo contempla y adora a esos seres convertidos en mitos aunque –a diferencia de lo que ocurre con las devociones– su ritual no involucra necesariamente gestos de la liturgia religiosa. En efecto, "las sociedades modernas –apunta Mircea Eliade65– se definen como tales justamente por el hecho de que han llevado bastante lejos la desacralización de la vida y del Cosmos; la novedad del mundo moderno se traduce por una revalorización al nivel profano de los antiguos valores sagrados (…) La simpatía mágicoreligiosa ha sido sustituida por la emoción estética o simplemente sentimental, (…), la contemplación ha sido suplantada por la observación, la experiencia, el cálculo".

Personajes míticos en las sociedades modernas

Los mitos en la actualidad ya no son –como en las sociedades primitivas- el fundamento de la vida social y de la cultura; vale decir, están lejos de desempeñar el papel central que tenían en tiempos arcaicos: los de ser un modelo ejemplar del comportamiento humano.

Si en aquellos tiempos, referían una historia sagrada –una revelación trashumana primordial- cuyos actos eran imitados por los hombres, en las sociedades modernas, desacralizadas, laicizadas, los mitos han ido extinguiendo esa aureola sagrada: los personajes míticos de las sociedades arcaicas eran seres sobrenaturales; en cambio hoy se han convertido en humanos, a los que el imaginario social suele agregarles virtudes excepcionales, que los refuerzan como mito:

"Volvimos al politeísmo –afirma Juan Zorraquín, especialista en filosofía66-. Adoramos a diferentes dioses que están humanizados, son contradictorios. Es lo que ocurría en la Grecia antigua. Caminan entre la gente".

Gardel y Maradona. ¿Idolos o mitos? ¿Hasta donde la sociedad mediatizada tiene influencia en la construcción de estas figuras emblemáticas? ¿Encarnan los sueños y las aspiraciones sociales, en un mundo urgido de modelos ejemplaresfunción del mito en las sociedades antiguas- para el desarrollo de las identidades colectivas?

El mito transforma una existencia en paradigma, y un personaje histórico en arquetipo. Desde ese lugar, tanto Gardel como Maradona bien pueden gozar de estatura mítica, al menos en el sentido moderno de esta.

Ahora bien, ¿qué es lo que determina el tamaño del mito? Sin dudas, hay una serie de valores que son dominantes en toda sociedad, y que el imaginario popular le asigna al personaje mitificado: en nuestros tiempos, valores como belleza, éxito, dinero y juventud son ingredientes singulares a la hora de construir un mito. En los años ’60, en los Estados Unidos, tres figuras míticas representaron largamente el ideal americano, al exhibir todas las cualidades que su sociedad y su tiempo aspiraron: John Fitzgerald Kennedy, Marilyn Monroe y Elvis Presley fueron los íconos que encarnaron el "gran sueño americano", devenidos en mitos por sus trágicos y prematuros finales.

Pero aquellos valores no alcanzan por sí solos para elevar un personaje al umbral de las deidades paganas. La cuestión es saber si el mito puede existir sin calidad propia, sin algún elemento sobrenatural poderoso, que no coloca la gente en él, sino que emana de él.67

Todo personaje mítico moderno, si bien canaliza fantasías colectivas, parece poseer en sí mismo un rasgo distintivo, un gesto o marca que lo convierte en diferente, en poseedor del mana, de ese plus sobrenatural que lo dota de una dimensión sobrehumana, superior. Gardel y Maradona, por ejemplo, cumplen con el requisito de la insuperable calidad de sus talentos, lo cual en sí mismo constituye una marca que el imaginario identifica con una dimensión divina. Así como ciertas culturas primitivas y tradicionales antropomorfizaban a sus dioses, las sociedades modernas divinizan a algunos hombres, transformándolos en modelos ejemplares, en arquetipos sagrados y paradigmáticos, es decir, en mitos.

Que encarnan los sueños y las fantasías de cada sociedad: en un país en el que el fútbol y el tango simbolizan la idiosincrasia popular, Carlos Gardel y Diego Maradona resplandecen con luz propia en el panteón pagano de los mitos argentinos.

Amada y odiada hasta el paroxismo, la pasión que generó Eva Perón tiene seguramente muy pocos antecedentes en la historia vernácula. Venerada por los humildes, el mito comenzó a tomar forma a lo largo de su agonía, en 1952, cuando ya se presentía el doloroso final:

"En todo el país se ofrecían misas para implorar por la salud de Evita. Afuera de la residencia la multitud, de rodillas, rezaba y lloraba a toda hora pidiendo por ella. Diariamente llegaban de todos los rincones del país toda clase de estampitas, amuletos, piedras milagrosas, reliquias sagradas, agua bendita; oraciones especiales, con el objeto de ser entregados a la enferma para que los tocara y pudiera salvarse" .68

La congoja popular por su muerte terminó de engendrar la estatura mítica de Evita ("jefa espiritual" y "abanderada de los humildes": ambos términos connotan sacralidad). Su acción, su figura, su discurso, su pasión, habían encendido en los sectores populares un genuino sentimiento de religiosidad pagana:

"Y el amor y el dolor que eran de veras

gimiendo en el cordón de la vereda.

Lágrimas enjuagadas con harapos,

Madrecita de los Desamparados"

escribía María Elena Walsh, interpretando el mito:

"En los altares populares, santa.

Hiena de hielo para los gorilas

Pero eso sí, solísima en la muerte (…)

Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva,

Única reina que tuvimos, loca

Que arrebató el poder a los soldados (…)".69

Su cuerpo embalsamado inició un atroz peregrinaje tras el derrocamiento del general Perón. Como si para sus enemigos ese cuerpo prolongara -por efecto mágico- su presencia aborrecida de un modo fantasmal. En su obsesión por "destruir el mito", el antiperonismo terminó no sólo reconociéndolo, sino también reforzándolo.

Odiada en vida por los sectores más poderosos, Eva muerta seguía siendo demasiado peligrosa. La determinación impuesta por sus enemigos de borrar todo vestigio que recuerde su figura y la del general exiliado, la necesidad de extirpar de la memoria de los argentinos los símbolos de ese ‘mal sueño’, era coherente con la decisión de hacer desaparecer el cadáver de Eva: como ocurre con el principio de semejanza mágica, en el que un hombre que procura matar a su enemigo destruye su imagen, el odio antiperonista creyó que, decretando la desaparición –verbal y física- de toda la simbología peronista, obrarían en el colectivo popular el silencio y el olvido definitivos.

El escritor Rodolfo Walsh traza en un relato70 el diálogo mantenido por un periodista (el mismo Walsh) tras los pasos del cadáver de Eva con su supuesto detentor (en la realidad el coronel Moore Koening, jefe del Servicio de Informaciones del Ejército de la llamada "Revolución Libertadora"):

"-¿Qué querían hacer?

-Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido. ¡Cuánta basura tiene que oír uno! Este país está cubierto de basura, uno no sabe de dónde sale tanta basura, pero estamos todos hasta el cogote.

-Todos, coronel. Porque en el fondo estamos de acuerdo, ¿no? Ha llegado la hora de destruir. Había que romper todo.

-Y orinarle encima.

(…)

-Esa mujer estaba desnuda –dice, argumenta contra un invisible contradictor- Tuve que taparle el monte de Venus, le puse una mortaja, y el cinturón franciscano. (….) Tuve que buscar ayuda para cambiarla de ataúd. Llamé a unos pobres obreros que había por allí. Figúrese como se quedaron. Para ellos era una diosa, (…)

-¿Se impresionaron?

-Uno se desmayó. Lo desperté a bofetadas. Le dije: "Maricón, ¿esto es lo que hacés cuando tenés que enterrar a tu reina? Acordáte de San Pedro, que se durmió cuando lo mataban a Cristo".

Los medios masivos y la industria cultural han contribuido a delinear los rasgos míticos de ciertos personajes –reales o ficticios- devenidos en modelos ejemplares y que encarnan los deseos y los sueños de toda una sociedad. Según Mircea Eliade, "el hombre moderno sufre la influencia de toda una mitología difusa, que le propone numerosos modelos para imitar. Los héroes, imaginarios o no, juegan un papel importante en la formación de los adolescentes (…): personajes de novelas de aventuras, héroes de guerra, glorias del cine, etc.- Esta mitología no hace más que enriquecerse con la edad: se descubren alternativamente modelos ejemplares lanzados por modas sucesivas y vemos cómo se esfuerzan en imitarlas".71

Detrás de esta ‘mitología difusa’ subyacen los arquetipos, representados en "las versiones modernas de Don Juan, del Héroe –militar o político-, del Amoroso desdichado, del Cínico o del Nihilista, del Poeta melancólico (…): todos estos modelos prolongan una mitología y su actualidad denuncia un comportamiento mitológico".72

Las muertes trágicas alimentan el perfil numinoso –el misterio tremendo y fascinante- de todos los personajes mitificados por las sociedades modernas. "La muerte joven, como sucedió con James Dean o Jimi Hendrix y, entre nosotros, con Tanguito y Luca Prodan, suele despertar con su morboso misterio y trágica paradoja una espontánea mezcla de piedad y devoción".73

Estos elementos le otorgan al mito otro requisito: el de lo sagrado. Convertido en devoción popular por fuerza de estos ingredientes, el personaje mitificado adquiere una proyección celestial que jamás hubiera imaginado en vida.

Incluso muchos de estos personajes venerados terminaron de nacer a la fama y la gloria luego de morir. Es el caso, en nuestro país, de la cantante de música tropical Gilda, cuya devoción se propagó a partir del mismo instante en que aconteció su muerte, el 7 de setiembre de 1996, en el kilómetro 129 de la ruta 12, cuando se dirigía a la ciudad entrerriana de Concordia. Según sus propios seguidores, ya desde antes de su muerte muchos le habían endilgado aptitudes milagrosas, pero ella se encargaba de negarlo. En las siguientes palabras de sus fans, aparece el elemento divino que refuerza el mito:

"A Gilda le sangraban los pies, es por eso que siempre utilizaba zapatillas o calzados cómodos (ésta característica física de Gilda es mencionada como una marca o huella de carácter divino) (…) No la consideramos santa; es un ser distinto, un ángel, una entidad situada entre Dios y nosotros".74

Este culto popular, si bien conocido en todo el país por sus características mediáticas y la maquinaria de la industria cultural (sus discos dejan grandes dividendos a las compañías discográficas) parece –en principio- circunscripto a un determinado subgrupo sociocultural homogéneo: el público consumidor de música tropical, donde Gilda tiene cientos de miles de admiradores.

Por el contrario, la aureola mítica que envolvió la figura de Rodrigo Bueno –exponente de la música de cuarteto, un ritmo propio del folklore cordobés- aparece a todas luces agigantada por el desenfreno mediático que generó su vida y su muerte. Fenómeno de masas, encarnó en vida los sueños y los valores sociales dominantes arriba mencionados: éxito, dinero y juventud. Su vida fue tan vertiginosa como su muerte –acaecida en el kilómetro 26 de la autopista Buenos Aires-La Plata, en el partido de Berazategui- y el mito no corrió el peligro de desintegrarse en la vida corriente. El caso de Rodrigo confirma que la construcción de un mito en las sociedades modernas tiene como punto de partida el sentimiento espontáneo y popular, pero también la aceitada trama de una sociedad cada vez más mediatizada.

También en este caso, la muerte trágica, abonada de versiones de sospechas y complots entre integrantes del mundillo artístico en el cual se movía Rodrigo, intensifica y condimenta la estatura mítica del cantante.

Es probable que los personajes míticos en las sociedades modernas tengan una vida efímera; los vertiginosos cambios sociales producen rápidamente sedimentos de la intensa vida cultural del hombre, y nuevos modelos ejemplares sobrevendrán a instalarse en el imaginario social. En tanto representen arquetipos míticos, esos modelos conformarán la estructura en la que el hombre canalizará sus sueños colectivos, ya que " el mito es un significante incompleto que los consumidores se encargan de llenar de sentido".75

Bibliografía:

1.-ROJAS, P. y RUBIN, S.: "En busca de un santo"; en Revista "Viva", "Clarín Ediciones", Buenos Aires, 15/06/97.

2.-COLUCCIO, Félix: "Las devociones populares argentinas", Buenos Aires, Ediciones Nuevo Siglo, 1995.

3.-OTTO, Rudolf: "Lo Santo".

4.-íbid.

5.-íbid.

6.-íbid.

7.-íbid.

8.-GENTILINI, Bernardo: "Psicología de los santos".

9.-ARTUSA, Marina: "San Argentino"; en Revista "Viva", "Clarín Ediciones", Buenos Aires, 14/11/1999.

10.-RUBIN, Sergio: "Por primera vez, el santoral incluirá a un religioso argentino"; en "Clarín", Buenos Aires, 03/07/1999.

11.- ROJAS, P. y RUBIN, S.: ob.cit.-

12.-RUBIN, Sergio: "El Poder y la Cruz"; en "Clarín", Suplemento ‘Segunda Sección’, Buenos Aires, 16/02/1997.

13.-ALGAÑARAZ, Julio: "La Iglesia del siglo XXI: Después de Juan Pablo II"; en "Clarín", Suplemento "Zona de la política, la sociedad y las ideas", Buenos Aires, 26/12/1999.

14.-COLUCCIO, Félix: ob.cit.-

15.-íbid.-

16.-GALLARDO, Jorge E.: "El animismo popular"

17.-íbid.-

18.-BUNTIG, Aldo: "El Catolicismo popular en la Argentina".

19.-ARTUSA, M.: ob.cit.-

20.-OTTO, Rudolf: ob.cit.-

21.-ROMAN, María T., y VAZQUEZ, Ana: "Los viejos dioses no han muerto", Madrid, Aguilar, 1996.

22.-íbid.

23.-en BUNTIG, A.: ob.cit.-

24.-JIJENA SANCHEZ, Rafael y JACOVELLA, Bruno: "Las Supersticiones: Contribución a la metodología de la Investigación Folklórica".

25.-en BUNTIG, A.: ob.cit.-

26.-CALVETTI, Jorge, cit. en COLUCCIO, Félix: ob.cit.-

27.-COLUCCIO, F.: ob.cit.-

28.-JACOVELLA, Bruno: "Las Supersticiones"; en BUNTIG, A.: ob.cit.-

29.-COLUCCIO, F.: ob.cit.-

30.-"El Liberal", N° del Cincuentenario, Santiago del Estero, 1943. En COLUCCIO, F.: ob.cit.-

31.-en COLUCCIO, F.: ob.cit.- Testimonio de Juan Ramón Escalada.

32.-"La Gaceta", San Miguel de Tucumán, 25/03/1969. En COLUCCIO, F.: íbid.-

33.-JUAREZ, Francisco N.: "Los Bandidos Rurales", Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1981. Colección "La vida de nuestro pueblo".

34.-íbid.-

35.-íbid.-

36.-"La Gaceta", Tucumán, 30/03/1969. En COLUCCIO, F.: ob.cit.-

37.- en COLUCCIO, F.: ob.cit.-

38.-HORVATH, Ricardo: "Pancho Sierra y la Madre María: una controversia espiritista", en "Todo es Historia", Buenos Aires, Enero de 1980.

39.-VILA, Gloria: en COLUCCIO, F.: ob.cit.-

40.-HORVATH, R.: ob.cit.-

41.-IGNOTUS: "Pancho Sierra, el gaucho santo de Pergamino", en HORVATH, R.: ob.cit.-

42.-HORVATH, R.: ob.cit.-

43.-íbid.-

44.-íbid.-

45.-íbid.-

46.-ROJAS, P. y RUBIN, S.: ob.cit.-

47.-GALLARDO, J.: ob.cit.-

48.-BUNTIG, A.: "¿Magia, Religión o Cristianismo?".

49.-BUNTIG, A.: "El catolicismo popular en la Argentina".

50.-ibid.-

51.-BRAUN, Rafael: "La Argentina no es sólo católica"; en "Clarín": "La Iglesia del Siglo XXI" (Suplemento "Zona de la política, la sociedad y las ideas"), Buenos Aires, 26/12/1999.

52.-ALGAÑARAZ, J.: íbid.-

53.-BUNTIG, A.: "El catolicismo popular en la Argentina".

54.-ASKEVIS-LEHERPEUX, Francoise.: "La Superstición", Buenos Aires, Paidós Studio, 1991.

55.-íbid.

56.-SEBRELI, Juan José: "De Buenos Aires y su gente" (Antología), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982 – Colección "Capítulo".

57.-COLUCCIO, F.: ob.cit.-

58.-LEGUIZAMON, Honorio: "El anima del Poncho Verde", en CASTELLI, Eugenio (editor): "Antología Cultural del litoral Argentino", Buenos Aires, Ediciones Nuevo Siglo, 1995.

59.-GRECA, Alcides: "Viento Norte", en CASTELLI, E.: ob.cit.-

60.-DE PARIS, Marta: "Corrientes y el santoral profano"; en CASTELLI, E.: ob.cit.-

61.-ROMAN, María T. Y VAZQUEZ, A.: ob.cit.-

62.-GALLARDO, J.: ob.cit.-

63.-DE PARIS, M.: ob.cit.-

64.-CERRUTI, Raúl Oscar: "San la Muerte"; en CASTELLI, E.: ob.cit.-

65.-ELIADE, Mircea: "Mitos, Sueños y Misterios", Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1961. Traducción de Lisandro Z. D. Galtier

66.- AULICINO, Jorge: "Por qué Maradona es un ídolo y puede ser mito"; en "Clarín", Buenos Aires, 02/11/1997.

67.-íbid.

68.-DEMITROPULOS, Libertad: "Eva Perón", Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984. Colección "Biblioteca Política Argentina".

69.-WALSH, María Elena: "Eva", en RAMOS, Jorge Abelardo: "La era del peronismo.1946-1976" , Buenos Aires, Ediciones del Mar Dulce, 10º edición, 1982.

70.-WALSH, Rodolfo: "Esa Mujer". En: "La máquina del bien y del mal".

71.-ELIADE, M.: ob.cit.-

72.-íbid.

73.-SENANES, Gabriel: "Gilda y Selena: Mitos, Millones y Milagros"; en "Clarín", Suplemento "Espectáculos", Buenos Aires, 19/04/1999.

74.-Testimonio de los integrantes de uno de los "clubes de fans" de Gilda, en el cementerio de la Chacarita, donde descansan sus restos.

75.-LEWIN, Hugo: "Cultura Popular y Masividad: En busca de una identidad"; en "Clarín", Buenos Aires, 25/06/2000.

 

Gabriel Cocimano

Partes: 1, 2, 3
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