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Literaturas

Enviado por anev_diaz27


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    1. Literatura latina
    2. Literatura griega
    3. Literatura hebrea
    4. Literatura india
    5. Literatura portuguesa
    6. Literatura francesa
    7. Literatura alemana
    8. Literatura inglesa

    LITERATURA LATINA

    Literatura latina, literatura de la Roma antigua, y de gran parte de Europa occidental durante la edad media y el renacimiento, escrita en latín.

    LA TRADICIÓN LATINA

    Las primeras manifestaciones de la literatura latina proceden del siglo III a.C. Después fue evolucionando y transformándose, a través de distintos géneros y formas. La desintegración del Imperio romano y el desarrollo gradual de las lenguas románicas a partir del latín vulgar (la lengua no literaria del pueblo llano) no afectó durante siglos la posición del latín como lengua literaria predominante en Europa occidental. La literatura latina, en una forma cristianizada, continuó desarrollándose durante la edad media, cuando el latín era la lengua oficial de la Iglesia católica. Con la aparición del humanismo, en el siglo XIV, y su énfasis por recuperar las formas clásicas del mundo antiguo, se dio un nuevo impulso creativo al latín, que se mantuvo hasta el siglo XVII. Hasta no hace mucho tiempo, en la cultura occidental el conocimiento de la literatura clásica latina (así como de la griega) era considerado condición necesaria de una sólida educación.

    CARACTERÍSTICAS DE LA LITERATURA LATINA

    La literatura romana se modeló a partir de la literatura griega y sirvió a su vez como referencia básica, especialmente en el renacimiento, para el desarrollo de las literaturas europeas posteriores. Por su estrecha dependencia formal de los modelos griegos, los escritores latinos ensalzaron las cualidades específicas de la cultura romana y, lo que es más importante, casi todos los escritores romanos contribuyeron con sus escritos a la misión civilizadora de Roma en el mundo. Los logros más importantes de la literatura latina se encuentran en la poesía épica y lírica, en la retórica, la historia, el drama cómico y la sátira, género literario que los romanos inventaron.

    PERIODO PRIMITIVO

    La literatura latina se inicia con Livio Andrónico, que llegó a Roma siendo un esclavo de habla griega. Tradujo en verso el poema épico de Homero, la Odisea, al latín, y escribió las primeras piezas dramáticas en esta lengua, así como traducciones de obras griegas. El primer escritor romano nativo fue Gneo Nevio (270-201? a.C.), que siguió el ejemplo de Livio Andrónico. Sus comedias tuvieron mucho éxito. Compuso también el Bellum poenicum, un poema épico sobre la primera de las guerras púnicas entre Roma y su rival Cartago. Sin embargo, el primer escritor romano verdaderamente importante fue Quinto Ennio, famoso por sus Annales, un poema enérgico y vigoroso que cuenta la historia de Roma y sus conquistas en versos hexámetros adaptados con éxito del griego al latín. El esfuerzo pionero de Ennio sirvió como modelo para la épica romana y fue muy imitado por poetas posteriores que refinaron las asperezas de su estilo.

    Sólo se conservan fragmentos diseminados de estos primeros escritores, pero disponemos de 21 obras de teatro del primer dramaturgo importante de la literatura romana, Plauto. La comedia fue la más importante aportación romana al desarrollo del drama; las obras ágiles de Plauto sirvieron de modelo a la comedia europea posterior y han sido representadas e imitadas hasta hoy. Su mundo de amos ignorantes, esclavos astutos, doncellas inocentes y jóvenes sin esperanza que se enamoran absurdamente, fue heredado por el segundo autor romano de comedias, Terencio. Sus obras son quizá menos divertidas pero más conmovedoras que las de su predecesor.

    Catón el Viejo, político conservador y enemigo implacable de Cartago, fue el primer maestro de la prosa romana. Orador hábil, proporcionó los primeros modelos a la retórica romana. Su tratado sobre agricultura, De agri cultura, aún se conserva. El gran maestro de la sátira, un género supuestamente inventado por Ennio, fue Cayo Lucilio, que introdujo el uso de palabras mordaces que ridiculizan despiadadamente una gran variedad de locuras humanas, tanto en el terreno privado como en el público. Sólo se conservan fragmentos de su obra.

    LA EDAD DE ORO: POESÍA

    El precursor de la época más brillante de la poesía romana fue Lucrecio, cuyo poema didáctico De rerum natura argumenta en versos elocuentes que los dioses no intervienen en asuntos humanos. Su finalidad era liberar a la gente de la superstición y del miedo a la muerte. Catulo, el primer gran poeta lírico en latín, se inspiró en modelos griegos. Sus poemas largos son complejos y eruditos, pero le caracterizan en mayor medida los poemas líricos más cortos, algunos de los cuales son puras declaraciones de amor a una mujer llamada Lesbia o están dedicados a su hermano muerto. En otros saca a relucir la vena de su ingenio mordaz e hiriente contra sus enemigos políticos. Su palabra rigurosa e intensa ha sido una fuerza impulsora en la historia de la lírica europea desde el redescubrimiento de su obra a comienzos del renacimiento.

    Reconocido como el más grande de los poetas latinos, tanto en vida como en tiempos posteriores, Virgilio escribió al principio de su carrera las Églogas, diez poemas pastorales que se convirtieron en modelos permanentes en su género. A estas siguieron las Geórgicas, poemas sobre la vida de los agricultores. Sin embargo, la obra maestra de Virgilio es la Eneida, un poema épico que narra cómo el héroe troyano Eneas viajó a Italia para encontrar el asentamiento donde se fundaría Roma. En este complejo poema, inspirado en la obra de Homero, contrasta el deseo de paz con la admiración tradicional de la virtud militar.

    El amigo de Virgilio, Horacio, se convirtió en el maestro de la oda adaptando hábilmente los metros griegos al latín. De su mejor poesía se desprende también un elegante sentido del humor. La tradición de la elegía de amor, que empezó Catulo, fue continuada de una manera tierna y melancólica por Alibio Tibulo (c. 48-19 a.C.). El último de los tres libros que se le atribuyen incluye poemas de amor directos y conmovedores escritos por su contemporánea Sulpicia, los únicos poemas que se conservan de una mujer romana.

    Más dinámicas y complejas son las elegías de amor escritas por Sexto Propercio, registros turbulentos de sus difíciles amoríos con Cintia. La tradición elegíaca concluyó con la obra de Ovidio, que cultivó el género de una manera festiva. Prolífico poeta, es más conocido por su Ars amatoria, y por su obra más importante, la Metamorfosis, un largo poema que constituye una recuperación de gran parte de los mitos antiguos.

    LA EDAD DE ORO: PROSA

    La edad de oro de la poesía romana se correspondió con la de la prosa. El autor más destacado, Cicerón, fue un político y orador cuya retórica se convirtió en un modelo para la oratoria europea posterior. Los discursos más conocidos de Cicerón son los que profirió contra el conspirador político Catilina, pero otros muchos son igual de oportunos y certeros, por el magistral uso que hace de los ritmos y cadencias de la lengua latina, conjugados para alcanzar efectos persuasivos y contundentes. Cicerón destacó también con obras en prosa de un estilo más relajado, tratados sobre retórica y filosofía tales como los famosos textos sobre la amistad y los tiempos pasados. También se conserva gran parte de su reveladora y extensa correspondencia.

    Igualmente famoso como escritor de prosa fue el contemporáneo de Cicerón, Julio César. Sus comentarios claros y enérgicos sobre La guerra civil y Comentarios sobre la guerra de las Galias (De bello civili y De bello gallico) también se convirtieron en importantes modelos en su género. El principal historiador romano fue Tito Livio, que escribió la larga historia de Roma Ab urbe condita, también conocida como Décadas, de la que sólo se conserva cerca de una cuarta parte y que continúa siendo una fuente básica de este periodo.

    LA EDAD DE PLATA

    A la edad de oro siguió lo que a menudo se conoce como la edad de plata de la literatura latina, en el siglo I d.C.; aunque sobrepasada por el brillo del siglo anterior, durante este periodo se produjo un valioso conjunto de obras importantes. La Eneida de Virgilio pareció consumar hasta tal punto la perfección del género épico que los poetas posteriores tuvieron más dificultades que ayudas por su ejemplo. Sin embargo, Lucano, cuya epopeya Farsalia narra incidentes de la guerra civil romana con un estilo animado, y Publio Papinio Estacio, un escritor muy admirado en la edad media, supieron abordar eficazmente la tradición épica. La Tebaida (91?), obra principal de Estacio, es una epopeya vigorosa y poco organizada que lleva al límite las formas del estilo virgiliano. Figura descollante de la edad de plata fue Séneca, tutor del famoso emperador Nerón. Séneca expuso las doctrinas de la filosofía estoica en cartas y tratados que tuvieron una gran influencia. Escribió varias tragedias que exploraban el tema del mal y sus consecuencias, la omnipresencia de la muerte, la culpa voluntaria e involuntaria, la pasión y el abuso de poder.

    Durante este periodo se produjeron obras de interés en varios estilos satíricos. El esclavo Fedro, que se convirtió en hombre libre con el emperador Augusto, escribió en verso versiones latinas de las populares fábulas del griego Esopo. El escritor más original de su época fue tal vez el galante Petronio, cuyo sorprendente Satiricón (60?), una extensa obra en verso y prosa de la que sólo se conserva parte, es una narración enormemente entretenida que describe vivamente un amplio conjunto de excesos humanos. La sátira en verso está representada por el áspero y complejo Persio y el amargo, pero entretenido, Juvenal. La más corta de las formas poéticas, el epigrama, fue perfeccionada por Marcial, cuyos versos socarrones e ingeniosos son un modelo en su género.

    La prosa del siglo I d.C. incluye la obra de varios escritores didácticos notables. Plinio el Viejo fue un autor prolífico cuya Historia natural sirvió durante generaciones como modelo de libro de texto sobre historia natural. La Institución oratoria (95?) del retórico Quintiliano es también un estudio importante dedicado a la teoría y práctica de la oratoria, que incluye además algunas de las críticas literarias romanas más equilibradas. Varios destacados historiadores escribieron también durante este periodo. Cornelio Tácito relató dramáticamente los acontecimientos de su época y la que lo precedió en sus Historias y Anales; escribió asimismo una famosa descripción de Germania y sus habitantes, Germania (98?). La vida de los Césares (121?), de Suetonio, es famosa por sus animadas biografías de los césares y su, a menudo, demoledora descripción de lo que para los lectores actuales es el periodo más rico de la historia romana.

    ÚLTIMO PERIODO

    Durante los siglos siguientes, la literatura romana declinó al mismo tiempo que la fortuna política del Imperio, pero destacaron unas pocas figuras. La Metamorfosis (también conocida con el título El asno de oro) de Lucio Apuleyo es una narración en prosa entretenida que incluye la historia, elegantemente relatada, de Cupido y Psique. En el siglo IV sobrevino un último impulso literario pagano con el sabio y perspicaz Ambrosio Teodosio Macrobio, que escribió una especie de sumario de la antigua cultura en su Saturnalia.

    PRIMEROS ESCRITOS CRISTIANOS

    Las primeras manifestaciones de escritura cristiana en latín se superponen a la última escritura pagana. El primer escritor cristiano importante fue Tertuliano, un maestro de la prosa. Uno de los escritores cristianos más influyentes de su época fue el padre de la iglesia san Ambrosio, conocido sobre todo por su correspondencia y por sus himnos. Aurelio Clemente Prudencio inauguró una nueva tradición en la poesía cristiana al emplear recursos de la literatura pagana para propósitos cristianos. Su Psychomachia, que presenta el alma como campo de batalla donde luchan las virtudes y las vicios, introdujo el uso de la alegoría en la poesía cristiana.

    La prosa cristiana estuvo dominada por dos padres de la Iglesia: san Jerónimo y san Agustín. La obra más importante de san Jerónimo fue la traducción de la Biblia. Conocida como la Vulgata, ha sido la versión modelo en latín desde entonces, y ha influido enormemente en la prosa latina y europea.

    La figura de san Agustín fue una de las más trascendentales en el pensamiento europeo medieval y renacentista. Sus obras principales, La ciudad de Dios (413-426) y las Confesiones (400?), emplean el estilo clásico de la retórica ciceroniana de manera conmovedora y personal para expresar un sentimiento de convicción cristiana. Otras obras de esta época, no especialmente cristianas en cuanto a su orientación, tuvieron una gran repercusión en el pensamiento cristiano posterior. De nuptiis Philologiae et Mercurii (400?) es el título que se popularizó de una curiosa obra de Marciano Minneo Félix Capella, que proporcionó a la cultura cristiana europea un medio para organizar el conocimiento secular representado por las siete artes liberales, el trivium y el quadrivium. De consolatione philosophiae, del cónsul Boecio, describe con maestría y sosiego cómo la vida espiritual puede ser una fuente de paz interior en tiempos adversos.

    LITERATURA LATINA DE LA EDAD MEDIA

    La literatura latina medieval prosigue la tradición de la literatura cristiana primitiva. San Isidoro de Sevilla reunió un compendio de la cultura de su época en los veinte libros de las Etimologías (623), que sirvieron como obra de referencia durante la edad media tardía. El género histórico fue también importante durante este periodo, con algunas obras interesantes desde el punto de vista literario. En el 731, el inglés Beda el Venerable escribió versos en latín, además de concluir una inestimable historia de la Iglesia en su país. La obra en prosa más admirada de su época fue la biografía de Carlomagno escrita por el erudito franco Einhard.

    La corte de Carlomagno reunió a un notable grupo de poetas. Destacan entre ellos el erudito inglés Alcuino de York y el sabio arzobispo de Maguncia Rabanus Maurus, que pudo ser el autor del magnífico himno "Veni Creator Spiritus". También fue esta una época de ejemplos notables en poesía litúrgica. La forma conocida como secuencia, cantos en latín para ser ejecutados durante la misa, surgió en el siglo IX y está particularmente asociada a Notker Balbulus, de la abadía de Gall.

    Diversas clases de poemas largos fueron también característicos de la primera época de la edad media. La historia de Reynard the Fox, una fábula de animales, apareció en versos latinos en el siglo X. También se escribieron poemas épicos más serios. Especialmente notable es el poema heroico Waltharius, atribuido al monje suizo Ekkehard I el Viejo, basado en la vida del rey Walter de Aquitania.

    Gran parte de la mejor poesía de la edad media fue anónima, en especial los versos líricos de la literatura goliárdica, escritos por estudiantes y monjes vagabundos, que cantaban los placeres de la bebida y el amor carnal, y ridiculizaban al clero y a la poesía devota tradicional. Estos poemas anónimos se conservan en varios manuscritos. Uno de los más conocidos es Carmina Burana. Mientras tanto continuó escribiéndose poesía religiosa, con ejemplos destacados como la secuencia conmovedora, también usada como himno, "Stabat Mater Dolorosa", de Jacopone da Todi, y el impresionante "Dies Irae", del fraile italiano Tomás de Celano.

    Se conserva un número considerable de obras de teatro religiosas medievales que son antecesoras directas del drama moderno. Desarrolladas en un contexto de servicios litúrgicos, incluyen las formas conocidas como misterios (véase Autos). La monja germana Hrosvitha adaptó las técnicas dramáticas de Terencio a temas cristianos con resultados curiosos. Sin embargo, al margen de su obra, estos dramas son, en su mayor parte, anónimos.

    La prosa de ficción fue también cultivada dentro de la literatura en latín popular, generalmente en forma de cuentos cortos; ejemplos de ellas son las colecciones ampliamente leídas del siglo XIII que se conocen por Gesta romanorum. La Legenda aurea, una colección de vidas de santos (véase Hagiografía) del arzobispo de Génova Jacobo de Voragine, también fue muy popular.

    Durante este periodo el latín sirvió como lengua de cultura en Europa y se conserva un vasto conjunto de prosa especializada, como la filosofía escolástica. Algunos filósofos, como el sabio francés Abelardo, escribieron obras de mérito literario. Sus poemas de amor y canciones seculares se han perdido, pero se conservan sus himnos religiosos y la correspondencia intensa y conmovedora con su querida Eloísa. Dos obras importantes del poeta erudito Alain de Lille, Anticlaudianus y De planctu naturae, son intentos alegóricos y filosóficos por determinar el lugar de los seres humanos en el universo natural. Pese a que los escritores empezaron a emplear las lenguas vernáculas cada vez más, los tratados técnicos continuaron escribiéndose en latín. El gran poeta italiano Dante Alighieri empleó la lengua latina en tratados sobre el papel de la monarquía (De monarchia) y sobre los usos de la lengua italiana (De vulgari eloquentia).

    LA LITERATURA LATINA DEL RENACIMIENTO

    La última gran época de creatividad en latín, el renacimiento, se concretó en la obra del humanista italiano Petrarca en el siglo XIV. El humanismo fue un movimiento que pretendía recrear la experiencia clásica reviviendo el lenguaje, el estilo y los géneros de la literatura latina. La obra en latín más lograda de Petrarca incluye Secretum (1343), donde el poeta monologa y se somete a interrogatorio, así como su extensa correspondencia, en prosa y verso. La tradición de la prosa humanista en Italia fue continuada por escritores como Poggio, famoso por una brillante crónica de la Florencia de la época y por su Facetiae (1438-1452), una colección de divertidos relatos.

    Durante el renacimiento, el latín continuó siendo la lengua técnica e intelectual en Europa. Los estudios lingüísticos del humanista italiano Lorenzo Valla abrieron el camino a eruditos futuros y tuvieron una enorme trascendencia en el pensamiento y el estilo literario de la época. En el campo literario destacan los escritos filosóficos de Marsilio Ficino, que trató de conciliar el platonismo con el cristianismo, y los de Giovanni Pico della Mirandola, famoso por su De hominis dignitate oratio (1486).

    Al mismo tiempo que se desarrollaba la prosa en latín en la Italia del renacimiento, hubo una notable producción en verso. El mejor poeta fue Giovanni Pontano, en cuya obra se conjugan el vigor erótico y la exaltación de la vida familiar. Un exiliado griego, Michael Marullus, escribió vehementes himnos en latín dirigidos a los dioses paganos, y el humanista florentino Poliziano escribió poesía tanto en latín como en italiano. La obra de Marco Girolamo Vida incluye un importante tratado en verso sobre el arte de la poesía, Ars poetica, y su Christiad (1535) es quizá lo más parecido a una epopeya renacentista en latín. El tratado De arte dicendi (1556), del español El Brocense, es un ejemplo de las gramáticas prácticas comunes en la época.

    Otras latitudes de Europa también fueron escenario de una obra excelente en latín que continuó la tradición iniciada en Italia. Entre las más significativas, destaca la del sabio humanista holandés Erasmo, cuya amplia producción incluye el divertido Elogio de la locura (1511). El estadista inglés Tomás Moro, amigo de Erasmo, escribió una obra visionaria en latín, Utopía (1516), que continúa siendo significativa en el pensamiento político occidental. La novela en latín más conocida del Renacimiento es Argenis (1621), del poeta y satírico escocés John Barclay. Entre la poesía escrita en latín más difundida en Europa se encuentra el apasionado Basia, del escritor holandés Johannes Secundus. El galés John Owen fue famoso por sus epigramas en latín. La tradición de la poesía latina en el norte de Europa continuó en el siglo XVII. Dos poetas jesuitas, Casimir Sarbiewski de Polonia y Jacob Balde de Alsacia, escribieron una poesía horaciana admirable de tema cristiano.

    LITERATURA GRIEGA

    Literatura griega, literatura de los pueblos de habla griega desde finales del segundo milenio a.C. hasta la actualidad. Se desarrolló como expresión nacional con escasas influencias exteriores hasta el periodo helenístico y tuvo un efecto formativo en toda la literatura europea posterior. Véase también Grecia.

    EL PERIODO PRIMITIVO

    Los escritos del periodo primitivo de la literatura griega son, casi en su totalidad, textos en verso. Para detalles sobre la métrica y otros elementos de la estructura del verso, véase Versificación. Para más detalles sobre los dialectos griegos mencionados, véase Lengua griega.

    Poesía épica

    Los primitivos habitantes de Grecia, los pueblos de las civilizaciones egea y micénica, poseyeron una literatura oral compuesta en su mayor parte por canciones que hablaban de las guerras, las cosechas y los ritos funerarios. Los helenos se apropiaron de estas canciones en el segundo milenio a.C. y, aunque no se conserva ningún fragmento, los cantos de los aedos dedicados a los héroes prefiguran la poesía épica.

    La épica griega alcanzó su máximo esplendor con la Iliada y la Odisea de Homero, aunque se cree que pueden ser obra de una sucesión de poetas que vivieron a lo largo del siglo IX a.C. (véase Poesía épica; Poesía). Escritos en dialecto jónico con mezclas eólico, la perfección de sus versos hexámetros dáctilos indica que los poemas son la culminación, más que el principio, de una tradición literaria. Los poemas épicos homéricos se difundieron en las recitaciones de cantores profesionales que, en sucesivas generaciones, alteraron el original, actualizando el lenguaje. Esta tradición oral se mantuvo durante más de cuatro siglos.

    Otros acontecimientos míticos y heroicos que no se celebran en la obra homérica o que no se narran en su totalidad, se convirtieron en el argumento de varios poemas épicos posteriores, algunos de cuyos fragmentos se conservan. Un grupo de estos poemas épicos, compuestos entre 800-550 a.C., por un número indeterminado de poetas conocidos como poetas cíclicos, tratan de la guerra de Troya y la expedición de Los Siete contra Tebas. Entre los poetas épicos conocidos, casi todos posteriores, se cuentan Pisandro de Rodas, autor de la Heracleia, que trata de las hazañas del héroe mitológico Hércules; Paniasis de Halicarnaso, que escribió una obra también llamada Heracleia, de la que sólo se conservan algunos fragmentos, y Antímaco de Colofón o Claros, autor de la Tebas y considerado fundador de la llamada escuela de poesía épica. Antímaco influyó poderosamente en los poetas épicos alejandrinos posteriores (véase, más adelante, el periodo helenístico).

    La crítica textual contemporánea ha establecido que varias de las obras atribuidas en un principio a Homero son de autoría posterior. Las más tempranas son, probablemente, los llamados 34 himnos homéricos, fechados entre el 700 y el 400 a.C., una magnífica serie de himnos a los dioses escritos en hexámetros dactílicos. Entre otros poemas semejantes destaca la burlesca Batracomiomaquia.

    Poco después de Homero, el poeta Hesíodo escribió su obra principal, Los trabajos y los días, compuesta también en dialecto jónico con algunas mezclas de eólico. Es el primer poema griego que abandona la leyenda o el mito para centrarse en la vida cotidiana, las experiencias y pensamientos de un granjero beocio. La Teogonía, normalmente atribuida a Hesíodo, aunque algunos críticos la consideran posterior, narra el nacimiento del orden a partir del caos y el de los dioses.

    El dístico elegíaco se popularizó en toda Grecia durante el siglo VII a.C. y se utilizó en composiciones de todas clases, desde canciones fúnebres a canciones de amor. El primer autor conocido de elegías fue Calino de Éfeso. Otros famosos poetas elegíacos primitivos fueron Tirteo de Esparta, Mimnermo de Colofón, Arquíloco de Paros, Solón —el primer poeta ateniense— y Teognis de Megara.

    Se cree que el creador del verso yámbico fue Arquíloco, que lo utilizó ampliamente en sátiras mordaces. Solón y muchos otros poetas también lo usaron en poemas reflexivos. Puesto que representa los ritmos de la antigua habla griega con mayor fidelidad que ningún otro metro, el verso yámbico empezó a emplearse también en el diálogo de las tragedias, en la forma de trímetro yámbico. Las fábulas de Esopo se escribieron originalmente en trímetros yámbicos, aunque los textos que han llegado hasta nuestros días datan de mucho tiempo después (véase Fábula).

    Poesía lírica

    La poesía lírica procede de canciones acompañadas de la lira, y en la antigua Grecia había dos tipos principales, la personal y la coral.

    La lírica personal se desarrolló en la isla de Lesbos. El poeta y músico Terpandro, que había nacido en Lesbos pero que vivió casi toda su vida en Esparta, está considerado como el primer poeta lírico griego porque fue el que antes compuso música y poesía. La mayor parte de sus poemas eran nomos o himnos litúrgicos en honor de Apolo, y cantados por un solo intérprete acompañado de la lira.

    Después de Terpandro aparecieron en el siglo VII a.C. los grandes poetas de Lesbos. Los poemas líricos de Alceo, inventor de la estrofa alcea, hablan de temas políticos, religiosos e intimistas. Safo, la poetisa más importante de la antigua Grecia, creó la estrofa sáfica aunque escribió también en otras formas líricas. Sus poemas de amor y amistad se encuentran entre los más apasionados y mejor trabajados de la tradición occidental. Los poetas lésbicos, así como varios poetas líricos posteriores de otras ciudades griegas, compusieron en dialecto eólico.

    En el siglo VI a.C., el poeta Anacreonte escribió alegres poemas sobre el vino y el amor en varios metros líricos; sus obras posteriores, similares en tono y tema, se conocen como anacreónticos. También escribió dísticos (pareados) elegíacos, epigramas y poemas en metros yámbicos.

    La lírica coral surgió en el siglo VII a.C. obra de poetas que escribieron en dialecto dórico, dominante en la región de Esparta, y que se utilizó incluso en épocas posteriores cuando los poetas de otros lugares de Grecia adoptaban este género lírico. Los poetas espartanos fueron los primeros en escribir de esta forma canciones para celebraciones públicas religiosas. Más tarde lo hicieron para celebrar triunfos personales, como, por ejemplo, una victoria en los juegos olímpicos.

    Taletas, que viajó de Creta a Esparta para sofocar una epidemia con himnos corales a Apolo, fue probablemente el primer poeta lírico coral. Le siguieron Terpandro, que escribió tanto poemas líricos intimistas como corales; Alcmán, autor sobre todo de partheneia, es decir, himnos procesionales corales cantados por un coro de doncellas y de carácter parcialmente religioso, de tono más ligero que los himnos a Apolo; y Arión, posible creador del ditirambo (forma poética en honor a Dioniso) y del estilo trágico, que se utilizó ampliamente en el drama griego. Entre los grandes escritores posteriores de poemas líricos corales se encuentran el poeta siciliano Estesícoro, contemporáneo de Alceo, que introdujo la forma ternaria de la oda coral, consistente en series de grupos de tres estrofas; Íbico de Reggio, autor de un largo fragmento que se conserva de una oda coral ternaria y de poemas líricos personales eróticos; Simónides de Ceos, cuya lírica coral incluye epinicia, u odas corales en honor de los vencedores en los juegos olímpicos, encomia, o himnos corales en honor a personas concretas, y cantos fúnebres, además de poemas líricos personales que incluyen epigramas; y Baquílides de Ceos, sobrino de Simónides, que escribió epinicios, de los que se conservan trece, y ditirambos, cinco de los cuales han llegado hasta la actualidad.

    La lírica coral alcanzó su apogeo hacia mediados del siglo V a.C. en las obras de Píndaro, que escribió muchos poemas de este género en todas las formas, incluyendo himnos, ditirambos y epinicios. Se conserva cerca de la cuarta parte de su obra, principalmente epinicios con la estructura trinaria creada por Estesícoro. Las tragedias de la época incluyen muchas odas corales importantes.

    Otras formas

    Otro género que se desarrolló en el siglo VI a.C. fue un tipo de poema filosófico relacionado con la épica y escrito por filósofos griegos como Empédocles, Jenófanes y Parménides. Los primeros textos en prosa que han llegado hasta nuestros días datan de finales del siglo V a.C.; los más interesantes, sin ninguna duda, son los dedicados a la medicina atribuidos al médico Hipócrates.

    EL PERIODO ÁTICO, SIGLOS VI-IV A.C.

    El drama se desarrolló en Atenas durante el siglo VI a.C. (véase Teatro y arte dramático). En su forma primitiva, consistió en un coro de hombres que cantaban y bailaban odas corales. Más tarde, se añadió un actor que dialogaba con el coro.

    La tragedia

    La tragedia, tal y como hoy se la conoce, se cree que fue creada en el siglo VI a.C. por el poeta ateniense Esquilo, que introdujo el papel de un segundo actor, aparte del coro. Sus tragedias, cerca de 90, versan sobre temas tan excelsos como la divinidad y las relaciones de los seres humanos con los dioses. Únicamente siete de sus obras han llegado hasta hoy, entre ellas Prometeo encadenado, que narra el castigo de Zeus al titán Prometeo, y la Orestiada, trilogía que retrata el asesinato del héroe griego Agamenón por su mujer, el de ésta por su hijo Orestes y el posterior destino de Orestes.

    El segundo de los grandes trágicos griegos fue Sófocles. La admirable construcción de sus tramas y la manera en que sus temas y personajes despertaban al mismo tiempo piedad y temor, llevaron a Aristóteles y a otros críticos griegos a considerarle como el mejor autor de tragedias. Su Edipo rey constituye un epítome del género trágico. De las más de cien obras que escribió Sófocles, sólo se conservan siete tragedias, una obra satírica y más de mil fragmentos. Fue el primero en introducir el tercer actor en la escena, innovación que más tarde adoptaría Esquilo.

    Eurípides, coetáneo de Sófocles, fue el tercer gran autor de teatro. Escribió cerca de 92 obras, de las que se conservan 17 tragedias y una obra satírica completa, Los cíclopes. Se le considera más realista que sus predecesores, especialmente en la agudeza psicológica de sus personajes, por lo que para algunos críticos es el dramaturgo griego más moderno. Entre sus obras principales sobresale Medea, cuyo argumento gira en torno a la venganza llevada a cabo por la hechicera Medea contra su marido Jasón; e Hipólito, que trata del amor de Fedra por su hijastro Hipólito y su destino tras ser rechazada.

    La comedia

    Uno de los más grandes poetas cómicos fue Aristófanes, cuya primera comedia, Daitaleis, hoy perdida, data del 427 a.C. Empleando la sátira dramática, ridiculizó a Eurípides en Las ranas y a Sócrates en Las nubes. Estas obras representan la antigua comedia de la literatura griega.

    La comedia griega posterior se divide en dos grupos, la comedia media (400-336 a.C.) y la comedia nueva (336-250 a.C.). En la media, ejemplificada por las dos últimas obras de Aristófanes, La asamblea de las mujeres y Pluto, ambas escritas entre 392 y 388 a.C., la sátira personal y política se reemplaza por la parodia, la ridiculización de los mitos y la crítica literaria y filosófica. Los principales autores de la comedia media fueron Antífanes de Atenas y Alexis de Thruil. Sólo se conservan fragmentos de sus obras.

    En la comedia nueva, la sátira se sustituye por la comedia social, con tramas y personajes cotidianos y familiares, y temas de amor romántico. El principal autor de esta comedia nueva fue Menandro, cuya influencia alcanzó a los dramaturgos latinos de los siglos III y II a.C., sobre todo a Plauto y Terencio. Se conservan una obra completa de Menandro, El tacaño, y fragmentos de otras.

    La historia

    El primer historiador griego, Heródoto, escribió una crónica de las guerras persas (500-449 a.C.) en dialecto jónico. Su principal obra, Historias, es apreciada por su rica información sobre la Grecia antigua, así como por su estilo sugestivo. Tucídides fue el primer gran escritor ático de prosa, y con su Historia de la guerra del Peloponeso se ha ganado el título de primer historiador crítico. Las principales obras literarias del historiador y soldado Jenofonte fueron Anábasis, un relato de los mercenarios griegos que trataron de escapar de Persia; Memorabilia, una refutación de los cargos aportados contra Sócrates, junto con impresiones personales en forma de diálogo sobre su carácter y su filosofía; y Hellenica, en la que Jenofonte prosigue la historia de los griegos en el punto en que Tucídides la dejó. Un historiador posterior, Timeo, escribió una historia de Sicilia y se tiene noticia de que inventó el método de calcular el tiempo en las Olimpiadas.

    La oratoria

    La prosa ática alcanzó su máxima expresión en las obras de los oradores atenienses. Antifón, profesor de retórica, es uno de los primeros cuyas obras se conservan. El orador Lisias empleó un estilo sencillo y directo, desprovisto de recursos retóricos. Se cree que escribió un discurso para que Sócrates lo utilizara en su proceso (399 a.C.). Los discursos de Isócrates, por otra parte, son obras literarias concebidas más para ser leídas que habladas. Las obras de Demóstenes suponen la rotunda perfección de la oratoria griega. Empleando todos los recursos del lenguaje, creó discursos que se convirtieron en modelos para los oradores posteriores.

    La filosofía

    Los dos principales escritores de filosofía del periodo ático fueron Platón y Aristóteles. Platón desarrolló ciertos aspectos de la filosofía de Sócrates y expresó, en forma de diálogos escritos, el pensamiento filosófico que más tarde se denominó idealismo. Véase también Filosofía Griega.

    Los Diálogos de Platón no sólo son grandes obras filosóficas, sino también obras maestras de la literatura, llenas de poesía y dramatismo. El estilo de su prosa es uno de los más clarividentes y bellos de la literatura griega. Aristóteles, discípulo de Platón, escribió un gran número de obras sobre lógica, metafísica, ética, retórica y política. Algunos eruditos clásicos consideran que se trata de notas tomadas por los estudiantes de las clases que Aristóteles daba en el Liceo, su escuela de Atenas. De su crítica literaria sólo se conservan fragmentos sobre la tragedia, la poesía épica y la retórica.

    EL PERIODO HELENÍSTICO, 323-146 A.C.

    Tras las conquistas de Alejandro III el Magno en el siglo IV a.C., la cultura griega se expandió por un amplio imperio. La más destacada entre las muchas escuelas de literatura que se crearon y la mayor biblioteca de la antigüedad se localizaron en la ciudad de Alejandría, en Egipto (véase Biblioteca de Alejandría).

    La poesía

    Una de las más admirables poéticas alejandrinas pertenece a Calímaco de Cirene, director de una escuela en Alejandría y su principal bibliotecario. Calímaco está acreditado como autor de más de 800 volúmenes, cada uno de ellos con muchas obras de las que se conservan sólo seis himnos, 64 epigramas y unas pocas elegías, además de otros poemas. Junto con sus seguidores, perfeccionó el empleo del epilio, un poema corto en hexámetros con tema épico narrativo. Además de perfeccionar el epigrama, que más tarde adoptarían sus discípulos romanos, desarrollaron el poema didáctico literario y el pastoral.

    El poeta siciliano Teócrito, que escribió la mayor parte de su obra en Alejandría y que está considerado por muchos críticos como el más grande de los poetas alejandrinos, escribió Idilios, una serie de poemas pastorales que fueron imitados por sus sucesores, como Bión de Esmirna, entre cuyos poemas conservados se encuentra el famoso Lamento por Adonis, y el poeta también siciliano Mosco, que escribió el poema épico Europa y composiciones pastorales.

    La prosa

    Posiblemente, la obra más importante del periodo helenístico fue realizada por sabios, científicos y eruditos, en particular por el médico Herófilo, el anatomista Erasístrato, los astrónomos Hiparco de Nicea, Claudio Tolomeo y Aristarco de Samos (el primero que sostuvo que la Tierra giraba alrededor del Sol) y el matemático, astrónomo y geógrafo Eratóstenes, que midió la circunferencia de la Tierra.

    EL PERIODO GRECORROMANO, SIGLO II-SIGLO IV D.C.

    Después de que los romanos conquistaran Grecia en el 146 a.C., el historiador griego Polibio escribió una crónica de la conquista y, un siglo más tarde, el geógrafo Estrabón recopiló su Geografía, un estudio sistemático de lugares, animales y temas de interés. A finales del siglo I y comienzos del II d.C., Plutarco redactó sus famosas Vidas paralelas, en las que se entremezclan biografías de griegos y romanos famosos. Más adelante, en el siglo II d.C., Galeno, el médico más importante de la antigüedad, escribió obras que sentaron los fundamentos de la medicina moderna.

    Los primitivos escritores cristianos que transcribieron y reunieron el Nuevo Testamento utilizaron una variedad de la koiné (‘común’, en griego), la lengua cortesana y literaria de la Grecia helenística. El dialecto koiné es distinto del que emplearon los escritores griegos clásicos y sus continuadores, los llamados aticistas, el mejor de los cuales fue el satírico Luciano, autor de Diálogos de los muertos, Diálogos de los dioses y sus cómicas Historias verdaderas.

    Según los eruditos modernos, el prototipo de la novela se desarrolló probablemente en Grecia antes del siglo II d.C. Se cree que los fragmentos más importantes que se conservan de una primitiva novela griega, los de la llamada Romance de Ninos, y que tratan del amor de Ninos, fundador legendario de Ninevoli, son del siglo I a.C. Se conservan cinco novelas griegas completas que se escribieron después del año 100 d.C. y antes del 300 d.C.: Caritón, considerada como la primera de las cinco; Etiópicas o Teágenes y Cariclea (de principios del siglo III d.C.), del hábil escritor Heliodoro de Emesa; Dafnis y Cloe, de Longo, el más conocido y probablemente el mejor de estos novelistas; Efesíacas (o Antea y Habrócomes, sus protagonistas), de Jenofonte de Éfeso, el menos dotado; y Leucipa y Clitofonte (anterior al año 300 d.C.) de Aquiles Tacio, considerada la última de las cinco. Todas narran historias de amor y aventura en las que matrimonios o amantes virtuosos son separados y, tras afrontar múltiples peligros, acaban por reunirse.

    La filosofía estoica (véase Estoicismo) estuvo representada por los escritos de Epicteto y Marco Aurelio Antonino; los neoplatónicos (véase Neoplatonismo) tuvieron su mejor representante en Plotino.

    Algunos de los mejores versos de este periodo son los epigramas anónimos de la Antología griega, recopilación de poesía y prosa griegas que cubre casi 2.000 años; se compone de dos libros reunidos en los siglos X y XIV d.C., que se conocen, respectivamente, como la Antología Palatina y la Antología Planudean.

    EL PERIODO BIZANTINO, DE MEDIADOS DEL SIGLO IV AL XV

    Desde el comienzo del reinado de Constantino en el año 323 d.C., hasta la caída del imperio Oriental en 1453, la literatura griega careció del carácter homogéneo de los periodos primitivos y estuvo muy influenciada por elementos tanto latinos como orientales. La mayor parte de los escritos de esta época son teológicos y atacan las diversas herejías que surgieron durante el primer milenio de la era cristiana. Así, san Atanasio arremetió en el siglo IV contra el arrianismo y, más tarde, Anastasio de Antioquía y León de Bizancio (siglo VI) atacaron a los monofisitas. Los padres capadocios (san Basilio de Cesarea, san Gregorio de Nisa y san Gregorio de Nacianceno) fueron importantes escritores y teólogos, y sus ideas tuvieron una gran repercusión. En el siglo VIII, el último de los grandes teólogos griegos, san Juan de Damasco, escribió obras polémicas contra los iconoclastas (véase Iconoclasia), así como uno de los primeros libros del dogma cristiano, La fundación del conocimiento. Simeón Metafrastes destaca como editor de los Hechos de los mártires, en los que revisa y compara relatos anteriores de la vida de los santos. Romanus Melodus y los primeros padres de la Iglesia compusieron numerosos himnos, sobre todo san Gregorio de Nicianzo y Cosmas de Jerusalén.

    La influencia eclesiástica hizo que decayera la literatura secular. Sin embargo, hubo un importante poema histórico y legendario, la notable epopeya popular Digenes Akritas (siglos X-XI), que fue difundido por transmisión oral hasta que se escribió (se conservan textos de los siglos XV y XVI).

    También son importantes desde un punto de vista literario los historiadores, críticos y filósofos bizantinos. Cabe destacar entre los historiadores a Procopio, el emperador Constantino VII Porfirogéneta, Miguel Pselo, Ana Comneno, Georgius Pachymeres y Juan VI Cantacuzene. El más significativo de los críticos fue Focio, cuyos epítomes de 280 obras clásicas, que todavía existían en el siglo IX, nos han permitido conocer lo que de otra forma podría haberse perdido para siempre. En el siglo XII, Eustaquio de Tesalónica escribió un comentario sobre las obras de autores clásicos, entre los que se encontraban Hesíodo, Píndaro y los trágicos griegos. Entre los filósofos bizantinos destaca Georgio Gemisto Pletho, que introdujo la filosofía platónica en el renacimiento italiano.

    EL PERIODO MODERNO

    La cuarta Cruzada, emprendida en 1204, provocó una horda de invasores francos que se establecieron en el centro y sur de Grecia adoptando títulos como duques de Atenas o barones de Tebas (véase Cruzadas). Como resultado de esta ocupación, apareció una importante obra literaria, La crónica de los Morea (siglo XIV), un largo poema épico en verso griego, que probablemente fue escrito por un francés de habla griega. El poema es importante por la belleza de su poesía, su fuerza dramática y el fácil fluir de un idioma coloquial vivamente descriptivo.

    A mediados del siglo XV, los turcos otomanos conquistaron el Imperio bizantino y el resto de las colonias francas en Grecia, por lo que la literatura griega se eclipsó. Hasta el final del siglo XVIII sólo siguió cultivándose en la periferia del mundo griego, lejos del Imperio otomano.

    Escritos cretenses

    Creta, dominada por los venecianos, fue el centro literario de Grecia durante los siglos XVI y XVII. Los dramas que se escribieron en este periodo, como Erofili, de Yeoryos Jortatsis, imitaron ampliamente los modelos italianos. Dos de las obras cretenses más importantes aparecieron en este periodo, ambas en griego demótico o coloquial: el poema romántico Erotócritos, de Vitsentzos Cornaros, hoy elevado por algunos a poema épico nacional, y el Sacrificio de Abraham (1635), un drama psicológico de relaciones familiares, de autor desconocido, quizá Cornaros. En esta época se escribió un gran número de canciones populares, incluyendo el poema pastoril La bella pastora, del que se publicó una famosa versión en 1627. La composición de este tipo de canciones fue abundante en Chipre y en las islas egeas.

    La floreciente escuela cretense se extinguió en el siglo XVII con la conquista de la isla por los turcos. Las baladas de los cleftes, sin embargo, sobrevivieron hasta el siglo XVIII; se trata de las canciones de los combatientes griegos de las montañas que sostuvieron una guerrilla contra los turcos.

    Griego clásico frente a demótico

    Hacia finales del siglo XVIII, los sueños de libertad se convirtieron en un objetivo para el pueblo griego. Los patriotas y los poetas escribían copiosamente, en medio de un problema lingüístico que afectó a la literatura griega durante décadas. Bajo la dominación turca, la Iglesia se encargó de la educación. La enseñanza era conservadora y el lenguaje utilizado mantuvo formas antiguas del griego bizantino. Muchos de los patriotas griegos que escribían en el extranjero, pensando que la antigua Hellas estaba a punto de alzarse de sus cenizas, obligaron al idioma moderno a adoptar modelos antiguos. Adamantios Coraís, un experto clasicista que vivía en París, propuso el uso de una lengua combinada que no fuera ni antigua ni moderna.

    La dicotomía de la lengua se puede seguir fácilmente a través de la poesía. Desde la edad media floreció una rica poesía popular que se transmitió oralmente. Estaba escrita en griego demótico, lengua natural para la narrativa y el verso lírico. Sin embargo, en el siglo XVIII, algunos poetas retomaron la tradición clásica. Entre ellos se encontraban Constantinos Rigas y Iacovakis Risos Nerulos. En el siglo XIX varios poetas continuaron la tradición clásica, como Aléxandros Risos Rangavis, poeta, historiador y novelista. En el siglo XIX los poetas tendieron cada vez más a emplear el griego demótico, más expresivo, y durante décadas se vivió una feroz controversia. Actualmente se emplea el griego demótico en la literatura, mientras que para la escritura técnica y científica se utiliza otra forma de griego más clásico.

    La literatura del movimiento de liberación

    En las primeras décadas del siglo XIX la literatura, sobre todo la poesía, fue en su mayor parte patriótica. Los versos entusiastas del líder de la escuela jónica de poesía, Dionisios Solomós, animaron a la nación a liberarse del cautiverio turco. Su admirable Himno a la libertad (1823) se ha convertido en el himno nacional griego. Posiblemente, el mejor poeta de la escuela jónica fue Andreas Calvos, un gran erudito clásico, autor de emocionantes poemas, escritos en una lengua original, mezcla de demótico y de arcaísmos, en cuya armoniosa textura resuenan los antiguos himnos griegos.

    Cuando Grecia alcanzó la independencia en 1832, la literatura cobró un renovado vigor, expresando el espíritu de un pueblo muy cohesionado. Entre los narradores del siglo XIX más importantes destacan Emmanuel Roídis, satírico, crítico literario e importante traductor de autores ingleses y franceses, cuya primera obra fue la novela Pápisa Ioana (1865). Aléxandros Papadiamandis, novelista y autor de cuentos, trazó retratos líricos de la vida de los pueblos y escenarios isleños. Su obra carece por completo de influencias foráneas. En 1913, se publicó una recopilación de sus mejores historias, Orillas rosas. Otro autor de inspiración griega pura es el escritor jónico de cuentos Aryiris Eftaliotis. Su obra más conocida es Historias isleñas, 1897.

    Entre los poetas del siglo XIX del periodo posterior a la liberación destacó Aristotelis Valaoritis, famoso por el vigor de sus imágenes descriptivas en griego demótico. Otro importante autor de este periodo, el poeta simbolista Ioannes Papadiamandópulos, escribió en francés con el nombre de Jean Moréas y ejerció una influencia considerable en poetas jóvenes, como Constandinos Hadsópulos, también un gran escritor de ficción, y Miltiades Malacasis, que empezó su carrera escribiendo en francés pero pronto volvió al griego. También destaca Yeoryos Suris, un gran satírico político en la mejor tradición de Aristófanes. Suris publicó en verso un diario semanal que constituye un vivo y cáustico comentario de los asuntos públicos.

    Los primeros dramaturgos griegos importantes del siglo XIX, Dimetrios Vernadakis y Spiridon Vasiliadis, escribieron a la manera clásica. Ioannis Cambisis escribió en lengua vernácula dramas realistas y satíricos sobre la vida ateniense. Influenciado por el realismo ruso, el novelista y autor de teatro Spiros Melas escribió los dramas Hijo de la sombra (1907) y La casa en ruinas (1908). Las obras de Grigorios Xenópulos, especialmente Stella Violanti (1909), denotan la influencia del dramaturgo noruego Henrik Ibsen.

    Poesía moderna

    Uno de los poetas más populares de la primera parte del siglo XX fue Yeoryos Drosinis. Drosinis empezó escribiendo en dialectos literarios, pero más tarde adoptó y propugnó el empleo de la lengua vernácula. Entre sus libros de poemas destacan Tinieblas luminosas (1915) y Párpados cerrados (1917).

    Coetáneo de Drosinis, Kostís Palamás está catalogado por los críticos como uno de los poetas más importantes de Europa; algunos de sus mejores poemas están en el libro Vida inamovible (1904). Su largo poema La flauta del rey (1910) relata episodios de la historia bizantina. Su obra maestra, el poema épico El dodecálogo del zíngaro (1907) expresa las esperanzas y aspiraciones del pueblo griego.

    En general, los críticos están de acuerdo en que Constandinos Cavafis es la gran figura literaria de la Grecia moderna. Su obra cuenta con el reconocimiento mundial. Nació y vivió la mayor parte de su vida en Alejandría (Egipto). A comienzos del siglo XX, antes de la ocupación inglesa, la ciudad era el centro de la cultura griega, y este ambiente conforma el escenario de sus nostálgicos poemas históricos. Tanto sus poemas eróticos como los que evocan las conmovedoras tragedias humanas de la antigüedad están henchidos de una melancolía que recuerda a Charles Baudelaire. "Voces", (anterior a 1911), por ejemplo, es un impresionante poema sobre el emperador romano Nerón, que yace dormido mientras las furias se acercan acosando al malvado. Cavafis escribe sus versos en una armoniosa y lírica mezcla de griego demótico y literario.

    También es digno de mención Ánguelos Sikelianós, cuya poesía muestra influencias de Píndaro. Fue uno de los primeros poetas griegos en escribir en verso libre demótico, que recuerda mucho el estilo de los antiguos poemas líricos y odas corales. Entre sus mejores obras cabe citar Aphierosi (1922), el drama poético Cristo en Roma (1946), Muerte de Diyenís Acritas (1948) y Vida lírica (3 vols., 1947), una recopilación de poemas líricos. Junto con su esposa de origen estadounidense, Eva Palmer (1885-1952), Sikelianós organizó el Festival Délfico en Atenas y la impresionante producción y dirección de las obras de Esquilo en el santuario de Apolo en el monte Parnaso.

    Prosa moderna

    Uno de los escritores griegos del siglo XX más conocidos internacionalmente fue Nicos Kazantzakis, novelista y poeta de Creta, cuya obra, escrita en su mayor parte con su propia adaptación del dialecto cretense, ha sido traducida a varios idiomas. La más famosa es Odisea (1938), largo poema épico que comienza donde termina la Odisea de Homero. Entre sus novelas más populares y traducidas, están Zorba el griego (1943), que más tarde inspiró una película (Michael Cacoyannis, 1964) y un musical, y La última tentación de Cristo (1948), también llevada al cine por Martin Scorsese en 1988.

    Otro de los escritores que también contribuyeron a elevar la literatura de este periodo es Ilías Venesis, un maestro del estilo y de la descripción realista, autor de Calma (1939) y Tierra de Eolia (1943). Stratis Mirivilis, novelista de un gran encanto romántico, escribió Maestra de ojos dorados (1932), sobre la I Guerra Mundial, Llamas pequeñas (1942) y La virgen de la sirena (1955). Pandelis Prevelakis, dramaturgo, novelista, ensayista, poeta y antiguo seguidor de Kazantzakis, escribió obras dramáticas como En las manos de un Dios vivo (1955) y Dos dramas cretenses (1971); su poesía completa se publicó en 1969. Cosmás Politis, un consumado estilista que combina el romanticismo del siglo XIX con la realidad del siglo XX, ha demostrado ser un idealista con una honda perspicacia sobre los personajes femeninos. Entre sus novelas más importantes se encuentran El limonar (1928), Hekate (1933) y Eroica (1938). Yorgos Zeotocás, novelista y dramaturgo, fue durante un tiempo director del Teatro Nacional de Grecia. Entre sus obras destacan El demonio (1938), un análisis del temperamento griego moderno, la novela Leonís (1940) y dos volúmenes en los que recopila sus obras de teatro (1944 y 1947). Uno de los escritores griegos contemporáneos más importantes es I. M. Panayotópulos, poeta, novelista, ensayista, crítico de literatura y arte, y cronista de sus viajes. Entre sus más de treinta libros publicados destaca Cautivo (1951), una historia que transcurre entre los días anteriores a la guerra y la ocupación alemana en Grecia.

    Tendencias posteriores a la II Guerra Mundial

    Durante la II Guerra Mundial y toda la posguerra, muchos escritores reflejaron la participación del pueblo griego en la lucha por su supervivencia. Zemos Cornarós describe en Haidari (1946) los intentos de los soldados alemanes durante la II Guerra Mundial por romper la moral de los prisioneros griegos. Se escribieron otras obras documentales de gran valor literario sobre la resistencia griega, así como varios poemas patrióticos sobre la guerra civil.

    Entre los novelistas que continuaron la obra de Nicos Kazantzakis después de su muerte en 1957, se encuentran Vassilis Vasilicós, autor de más de veinte novelas. La más conocida es Z (1966), traducida a muchos idiomas y llevada al cine por Costa-Gavras, con guión de Jorge Semprún. La obra trata del asesinato del senador izquierdista Lambrakis y es una condena de las tácticas violentas de políticos y militares que propiciaron el golpe de Estado de los coroneles en Grecia en 1967, promovido por Georgios Papadopoulos.

    En la década de 1950 varios novelistas comenzaron a alejarse del tema de la guerra y sus consecuencias. Stratis Tsírcas describió la vida de los griegos exiliados en Egipto en su trilogía Ciudades a la deriva, que incluye El Club (1960), Ariagni (1962) y El murciélago (1965). Antonis Samarakis escribió sobre individuos atrapados bajo la presión de la sociedad moderna, como en El fallo (1965). Galatia Sarandi se enfrenta a la angustia psicológica actual de las mujeres y Nestoras Matsas ha escrito sobre los judíos griegos durante la guerra.

    Terminada la guerra surgió en Grecia un vigoroso grupo de poetas. Su modernismo no perjudicó, sino que más bien enriqueció y continuó la antigua tradición de sentimiento nostálgico, que se expresa en renovadas formas. Yeoryos Seferis, cuyo simbolismo evocador, serena sugerencia y pincelada nostálgica despiertan el pensamiento y las emociones, ganó el Premio Nobel en 1963. El zorzal (1914) es una de sus obras más significativas. La primera obra de Yannis Ritsos, Tractor, data de 1934, y en 1961 reunió en dos volúmenes sus obras. Más recientes son sus poemas Dieciocho canciones llanas de la patria amarga (1974). Odiseas Elitis, nacido en Creta, pintor y traductor además de poeta, es uno de los pocos surrealistas de la literatura griega. Su tema principal es la redención de los seres humanos a pesar de todos los obstáculos; su obra transmite la luz especial y los aspectos arquitectónicos del paisaje griego. Sus obras principales incluyen El sol primero (1943) y Dignum est (1959), título sacado de las primeras palabras de un salmo. En 1979 le fue concedido el Premio Nobel.

    El teatro, que no se cultivó hasta el final de la II Guerra Mundial, empezó a revalorizarse a partir de la década de 1950. En contraste con las tragedias de Sikelianós y Kazantzakis, inspiradas en la antigüedad y en la época bizantina, las obras de los jóvenes escritores abordan los problemas de la actualidad.

    LITERATURA HEBREA

    Literatura hebrea, literatura escrita por judíos en hebreo, y por extensión, algunas obras teológicas y científicas traducidas del hebreo por eruditos judíos. Existe desde el siglo XII a.C.

    El hebreo era la lengua literaria principal de los judíos hasta el siglo XIX, momento en que empezaron a utilizar las lenguas europeas para escribir obras de erudición judía, y el yidish se convirtió en vehículo de expresión literaria. Para los escritos de los autores en yidish, véase Literatura yidish. Desde que el hebreo se convirtió en lengua oficial de Israel, en 1948, se han escrito en este idioma muchas obras tanto de ficción como de no ficción.

    LAS ESCRITURAS

    La literatura hebrea se puede dividir cronológicamente en doce periodos. La literatura hebrea antigua está formada principalmente por el Antiguo Testamento y los tres primeros periodos de la literatura estuvieron dedicados a la redacción de varias partes del Antiguo Testamento. En el primer periodo, que se extiende desde los primeros tiempos hasta el año 950 a.C., se escribió casi toda la parte poética del Antiguo Testamento. Entre los siglos X y VI a.C. se pusieron por escrito los libros que integran el Pentateuco o Torá, quedando así fijados unos textos que —al igual que en el resto del Antiguo Testamento— se habían venido trasmitiendo oralmente de generación en generación. Conviene recordar, no obstante, que los manuscritos más antiguos conservados son de época muy posterior. Al segundo periodo (c. 950-586 a.C.) pertenecen la mayor parte de narraciones históricas relativas a los reinos de Israel y Judá, algunos de los Salmos, y los oráculos de algunos profetas. Durante el tercer periodo (586-165 a.C.) se escribieron los libros conocidos en la biblia hebrea como ketubim (hagiógrafos), específicamente Eclesiastés, Job, Proverbios, y gran parte de los Salmos. Muchos escritos apócrifos (deuterocanónicos según la denominación en las biblias católicas) también pertenecen a esta época y gran parte del Antiguo Testamento fue traducido del hebreo al griego por eruditos judíos residentes en Egipto (véase Biblia).

    En el cuarto periodo (165 a.C.-135 d.C.), el Midras, que se había empezado a escribir durante la cautividad de Babilonia, se dividió en dos partes, la Halajá y la Hagadá, por medio de las cuales se trataron temas teológicos y éticos, utilizando historias y anécdotas. Entre otras obras de esta época hay que citar los Escritos apocalípticos del Antiguo Testamento, incluidos los atribuidos a Moisés, al profeta Daniel, al patriarca Enoch, y al predicador y reformista Esdras; los Manuscritos del Mar Muerto, atribuidos a la comunidad monástica de los esenios; y los escritos del historiador Flavio Josefo. A este periodo pertenecen los targumim o versiones del Antiguo Testamento al arameo, idioma de uso común entre los judíos de esa época. Véase también Targum.

    EL TALMUD

    El mayor logro durante el quinto periodo (135-475) fue el Talmud. Se terminó la versión conocida como el Talmud de Palestina y comenzó a elaborarse la versión más importante del llamado Talmud babilónico. En el sexto periodo (470-740) se terminó el Talmud babilónico, se reunieron las primeras narraciones denominadas Haggadot (plural de Hagadá) y se creó la Masora, es decir, las anotaciones realizadas por ciertos rabinos al texto hebreo de las Escrituras.

    En el séptimo periodo (740-1040), se recopilaron los primeros libros hebreos de oraciones (c. 880), y se escribió el primer diccionario del Talmud (c. 900). En esta época apareció el Séfer ha-Mitzwot (El libro de los Preceptos), que pregonaba la vuelta a las Escrituras, escrito aproximadamente en el 770 por Anán ben David, fundador de la secta judía de los caraítas. Otro escritor importante del noveno periodo fue Saadia ben Josef ha-Gaón, autor de importantes obras teológicas y de una versión de gran parte de la Biblia hebrea al árabe, así como de diversas obras poéticas. Los grandes centros de la cultura judía estuvieron, a principios de este periodo, en el Norte de África y posteriormente se desplazaron hacia occidente, alcanzándose en la España medieval la edad de oro de la literatura poética, científica y religiosa de los judíos.

    En el décimo periodo (1492-1755) teólogos, filósofos, como Baruch Spinoza, historiadores, matemáticos, poetas, comentaristas de la Biblia y lexicógrafos judíos escribieron muchas obras en hebreo y en lenguas europeas.

    El undécimo periodo (1755-1880) destaca por la obra de Mosé Mendelssohn, que con sus esfuerzos por dar a conocer la cultura occidental a los judíos de Europa Central, inició un movimiento conocido por la Haskalá (Ilustración). Retractor del uso del yidish, Mendelssohn y sus seguidores fomentaron el uso del hebreo, así como el de las lenguas europeas de los países donde residían sus correligionarios. Una de las primeras revistas literarias modernas en hebreo, Meassef (El Coleccionista) fue publicada por el círculo de Mendelssohn. Entre otros eruditos hebreos de esta época cabe destacar al filósofo nacido en Ucrania Nachman Krochmal, cuya obra principal fue, Moré Nevujé ha-Zman (1851, Guía para los perplejos de nuestro tiempo).

    ESCRITORES JUDÍOS EN LA ESPAÑA MEDIEVAL

    Entre el séptimo periodo y el octavo (1040-1204) destacaron tanto en los reinos cristianos como en al-Andalus muchos escritores judíos. En este ambiente cultural, el más elevado del mundo occidental de esos siglos, se sientan las bases de la poesía hebrea moderna.

    Menahem ben Sarug (910-970), nacido en Tortosa, y Dunas ibn Labrit, poeta andalusí, fueron los máximos representantes de sendas escuelas gramaticales. Discípulo del segundo fue Samuel ibn Nagrella (993-1055), notable poeta que llegó a ser visir de Granada. Filósofo y poeta notabilísimo fue Selomó ibn Gabirol (1020-1058), que desarrolló su actividad en Zaragoza. Allí vivió también el filósofo y poeta Bahya ibn Paguda (1040-1110). Coetáneos suyos fueron los dos grandes poetas Moshé ibn Ezra (1055-1135) y Yehuda ha-Leví. Grandes polígrafos fueron Abraham ben Meir ibn Ezra (1092-1167) y Maimónides, quienes dejaron muestras de su erudición en el campo del derecho, la filosofía, las matemáticas o la medicina. A Maimónides se debe una obra capital en el campo de la filosofía y la religión judías, la Guía de los perplejos, escrita inicialmente en árabe y más tarde traducida al hebreo.

    OTROS ESCRITORES EUROPEOS

    El noveno periodo (1204-1492) también incluye destacados estudiosos en España, aunque el centro cultural se desplaza hacia Portugal, Provenza, Italia y Alemania. Los tratados filosóficos y éticos fueron sustituidos por escritos místicos, entre los cuales destacó la gran obra cabalística del siglo XIII, el Zohar (el nombre completo es Séfer ha-zohar, "Libro del esplendor"), obra capital de la Cábala, formada por una amplia serie de estudios esotéricos sobre la Biblia. Se atribuye al doctor español Mois de León (1250-1306). Los primeros libros que se imprimieron en hebreo, fueron publicados en Italia; Joshua Soncino, miembro de una gran familia de editores judíos nacidos en Italia, imprimió la primera Biblia hebrea completa en (1488). Unos veinte años después, el editor holandés cristiano Daniel Bomberg fundó una editorial hebrea en Venecia y publicó las primeras ediciones completas tanto del Talmud palestino como del babilónico. A partir de la expulsión de los judíos de España (1492), la brillante cultura sefardí verá el ocaso de su esplendor, siendo sustituido por el florecimiento asquenazí centroeuropeo, especialmente en el campo jurídico-religioso.

    ESCRITORES MODERNOS

    El periodo duodécimo (1880 hasta el presente), se ve marcado, al principio, por la continuidad de la Haskalá y la vuelta al uso de temas profanos, y por último por la literatura hebrea de Israel. El sionismo, que surgió a finales del siglo XIX, fomentó un interés renovado por el hebreo hablado y escrito, en especial entre los judíos de Europa Oriental. El primer periódico hebreo, ha-Yom (El Día), apareció en 1886; entre varias publicaciones periódicas estuvo ha-Sahar (La Aurora), una revista literaria fundada en Viena en 1868 y editada por el escritor de origen ruso Peretz Smolenskin. En esta revista apareció, por primera vez, en entregas, la gran novela semi-autobiográfica de Smolenskin ha-To’eh Be-Darjei ha-Hayyim (3 volúmenes, 1868-1870, El caminante por los senderos de la vida). El principal poeta de la Haskalá fue Judah Leib Gordon, nacido en la actual Lituania. Su obra, escrita en ocasiones en hebreo bíblico y otras en un hebreo más actual, aportó un nuevo estilo poético. Algunos escritores de ficción, influidos por la Haskalá, pasaron del uso del yidish al hebreo; uno de ellos fue Mendele Mokher Sefarim (seudónimo de Shalom Jacob Abramowitz). Las novelas del ‘Abuelo Mendele’, que describían la vida cotidiana en el gueto, han mantenido su popularidad en el siglo XX.

    Entre las contribuciones más importantes del renacimiento hebreo cabe destacar la obra de tres escritores de origen ruso, de la misma generación, Hayyim Nahmán Bialik, Saul Tchernjovski, y Zalman Shneur. Bialik, poeta, ensayista e intérprete del legado judío, fue también traductor de clásicos europeos, como por ejemplo de Don Quijote. A pesar de que buena parte de la poesía de Tchernjovski habla de los dioses de la antigüedad en términos casi paganos, otras obras suyas hacen un retrato idílico de la vida popular judía. Shneur hace, en su poesía y su prosa, un llamamiento a su pueblo para que vuelva a los valores espirituales.

    El establecimiento de los judíos en Palestina dio un gran ímpetu y actuó como una nueva guía para la literatura hebrea. Sin embargo, la prosa de los primeros inmigrantes seguía emocionalmente ligada al pasado. Joseph Hayyim Brenner, novelista, autor de relatos cortos y crítico literario, que se asentó en Palestina en 1908, hacía hincapié en el sentido trágico de la vida y en la búsqueda de una fe capaz de ofrecer alivio frente a la desesperación. Las primeras obras de Shmuel Yosef Agnon describen la vida judía en los shtetls, o asentamientos en la Europa Oriental; pero a partir de 1948, escribió sobre la vida de los pioneros de las comunidades en Palestina. Hayyim Hazaz fue a Palestina en 1931; sus obras incluyen historias del periodo bíblico, así con la novela Ha-Yoshevet ba-Gannim (1944) que narra la vida de los judíos yemeníes en la tierra de Israel. Al contrario que en la prosa, la poesía de esta primera generación trató temas más relacionados con la vida moderna. Los versos de Rachel Bluwstein, nacida en Ucrania, cantan su amor por Palestina; la mayor parte de su obra se ha musicalizado. La poesía de Uri Zvi Greenberg trata temas cotidianos. Nathan Alterman, nacido en Varsovia, llegó a Palestina en 1925. En un principio siguió la corriente del simbolismo francés y pasó del abundante uso de imágenes y rimas disonantes a un lenguaje y estilo más sencillos en obras tales como Ir Hayoná, (La ciudad de la paloma, 1957), además de abordar temas políticos.

    Las obras de los primeros escritores ya nacidos en Israel, siguieron mostrando la dualidad de sus inquietudes. Inspirados en su pasado judío, escribieron también sobre las promesas y problemas de la nueva tierra y sobre la identidad judía. Entre estos escritores se cuenta Moshe Shamir, novelista y dramaturgo, entre cuyas novelas se incluyen Un rey de carne y hueso (1954) y Atravesó los campos (1969).

    A partir de 1950 la literatura israelí, al igual que la de Occidente, se preocupó más por el individuo y sus problemas de soledad y alienación. El famoso novelista Amos Oz describió en Mi marido Mikhael (1968) la depresión de una joven ama de casa. Como consecuencia de la guerra de los Seis Días acaecida en 1967, volvieron a cobrar importancia en la literatura israelí los temas nacionales. De esta manera, en La colina del mal consejo (1976) Oz mezcla la realidad y la ficción en una historia sobre los ideales que llevaron a la revolución israelí. Una obra anterior, Tocar el agua, tocar el viento (1973) aborda, simbólicamente, el tema de la huida del personaje central, primero del Holocausto europeo y luego de la guerra de 1967. Tranquilidad perfecta (1982), describe el conflicto generacional en una familia residente en un kibutz, a mediados de los años 60. La obra histórica Las voces de Israel (1982) aporta un estudio compasivo, pero al mismo tiempo objetivo de su país.

    La obra de Aharon Appelfeld, que llegó a Israel en 1947, evoca el Holocausto y sus propias experiencias infantiles en Europa Central. Huir, intentar esconderse y esforzarse por borrar el pasado son los temas principales de sus relatos breves y de varias de sus novelas. Entre estas últimas se cuentan, Badenheim 1939 (1980), Tzili: Historia de una vida (1982), y La piel y la camisa (1971), obras de gran éxito.

    En la poesía israelí contemporánea cabe destacar la poesía de Yehuda Amichai, en sus obras Ahora y antes (1955), El jardín público o Amen (1977). Su novela Ni de aquí ni de ahora (1964) relata la vida de un arqueólogo israelí que debe reconciliar su pasado judeoalemán con sus actuales crisis tanto personales como políticas. Son también notables sus relatos breves. Otros dos poetas notables son Amir Gilboa y T. Carmi. Gilboa se trasladó de Ucrania a Palestina en 1937. Utilizando motivos bíblicos y simbólicos, describe uno de sus temas más repetidos: la destrucción del mundo judío europeo. Carmi (seudónimo de Carmi Charney) nació en Nueva York y se estableció en Israel en 1947. Su poesía, perfectamente estructurada y rítmica, mezcla frases coloquiales hebreas con citas bíblicas.

    LITERATURA INDIA

    Literatura india, literatura escrita en las distintas lenguas de la India, así como en las de Pakistán (véase Lenguas indias). Para más información sobre literatura escrita en la lengua clásica (véase Literatura sánscrita).

    La tradición literaria india es principalmente poética y esencialmente oral. Las primeras obras se concibieron para ser cantadas o recitadas y de este modo se transmitieron de generación en generación antes de ser escritas. Así, los textos conservados pueden ser varios siglos posteriores a su fecha de composición. Por otro lado, habida cuenta de que gran parte de la literatura india es de carácter religioso, o se trata de una recreación de historias extraídas de las dos grandes epopeyas escritas en sánscrito el Ramayana y el Mahabharata y los textos mitológicos conocidos como Purana, sus autores son a menudo desconocidos. Los detalles biográficos de las vidas de los primeros escritores indios sólo aparecen en historias y leyendas muy posteriores, por lo que cualquier intento de establecer una historia de la literatura india suscita más preguntas que respuestas. Por lo general se sabe mucho menos de un poeta indio que murió a principios del siglo XIX que del poeta medieval español Jorge Manrique o el poeta latino Virgilio.

    INFLUENCIAS LINGÜÍSTICAS Y CULTURALES

    Gran parte de la literatura india tradicional se inspira en cuanto a su forma y su temática no sólo en la tradición sánscrita, sino también en los textos budistas y jainíes escritos en pali y otras lenguas prácritas (dialectos medievales del sánscrito). Esto es válido tanto para la literatura dravídica del sur como para la literatura escrita en las lenguas indoeuropeas del norte. Las sucesivas invasiones persas y turcas, que comenzaron en el siglo XIV, provocaron que, alrededor de 1700, la mayor parte de la India estuviese gobernada por los musulmanes. La influencia de las culturas islámica y persa (véase Literatura persa) es mayor en la literatura escrita en urdu, si bien en otras literaturas se aprecian importantes tendencias islámicas, especialmente en los textos escritos en bengalí, gujarāti y cachemir. A partir de 1817, cuando casi todo el país quedó bajo control británico, se establecieron nuevos valores literarios que siguen prevaleciendo en la actualidad.

    LA TRADICIÓN TAMIL

    Los únicos textos indios claramente anteriores a la influencia del sánscrito clásico son los escritos en lengua tamil. Durante cierto tiempo se pensó que las antologías de poesía profana sobre el amor y la guerra, así como el estudio de gramática y estilística Tolkappiyam (composición antigua), eran muy antiguos. Hoy se cree, sin embargo, que datan como mucho de los siglos I-V d. C. Posteriormente, entre los siglos VI y XIX, se compusieron poemas religiosos en tamil, considerados a menudo como los primeros ejemplos de la tradición bhakti (véase más abajo). En algún momento sin precisar, entre los siglos II y V, se escribieron dos largos romances en verso (también llamados epopeyas) en lengua tamil: Cilappatikaram (La ajorca de oro), de Ilanko Atikal; y su secuela Manimekalai (El cinturón de piedras preciosas), una obra budista escrita por Cattanar.

    LITERATURA INDIA MEDIEVAL

    Las primeras obras literarias compuestas en las principales lenguas de la India datan por lo general de 1200. Todas las obras anteriores a esta fecha son creaciones en las lenguas literarias: el sánscrito o algún prácrito del norte, o en tamil, en el sur dravídico.

    Influencia de la épica sánscrita

    A lo largo de este primer periodo, que concluyó en torno a 1500, la mayor parte de la producción literaria en todas las lenguas de la India estaba formada por versiones de historias extraídas de las epopeyas en sánscrito y los Purana. Muchas de las versiones del Ramayana, el Mahabharata y el Bhagavata-Purana, escritas en las distintas lenguas vernáculas y aún presentes en la formación de los lectores indios, datan de este periodo. Por ejemplo, la primera obra literaria en malayalam, una versión del Ramayana, data de alrededor del siglo XIII.

    Partes: 1, 2, 3, 4
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