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Introducción a la gestión tecnológica – Nivel básico (página 6)

Enviado por Hugo Squinobal


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Sobre la base de un considerable retroceso de las condiciones de vida de la población, así como de su nivel de organización y movilización -fruto del proceso de disciplinamiento social generado por un contexto ma-croeconómico como el descripto-, desde fines de los ochenta práctica-mente la totalidad de los gobiernos avanzó a fondo en la aplicación del recetario neoliberal avalado e impulsado por los organismos multilate-rales de crédito y por las clases dominantes latinoamericanas; proceso que se ajustó a, estuvo moldeado por, las respectivas especificidades na-cionales47. Se trató, en lo sustantivo, de la instrumentación de medidas que no se habían aplicado durante la primera gran oleada neoliberal y que, casi sin excepción, resultaron ampliamente funcionales al proceso de acumulación y reproducción ampliada del capital de las fracciones empresarias más concentradas (tanto nacionales como transnaciona-les). Si bien, en la generalidad de los casos, estos programas de ajuste ortodoxo fueron aplicados por gobiernos elegidos democráticamente, no puede dejar de señalarse que los mismos estuvieron caracterizados por una excesiva concentración del poder político en ciertos núcleos del Poder Ejecutivo.

La economía neoclásica fue el sustento "científico" de práctica-mente la totalidad de los planes económicos aplicados por los gobier-nos latinoamericanos, sobre la base de un diagnóstico impulsado por los sectores capitalistas predominantes, por la "comunidad internacio-nal" y por la mayoría de los think tank locales y extranjeros. El diag-nóstico y las ideas neoliberales -sintetizadas en el decálogo del Con-senso de Washington- se transformaron en el recetario de turno de los policy makers de la región para el diseño y la implementación de las reformas consideradas pendientes, en cuyos procesos no tardaron en involucrarse los académicos más afines a esta corriente ideológica. Estos procesos se dieron paralelamente al renovado acceso de muchos países latinoamericanos al crédito en el mercado internacional, lo que generó como saldo de la década que casi todos los países de la región incrementaron de manera significativa sus niveles de endeudamiento50, al tiempo que quedaron muy expuestos -salvo algunos casos puntuales, en los que se aplicaron ciertas regulaciones prudenciales- a la inestabi-lidad propia del mercado financiero internacional.

En el nivel teórico, el saldo distintivo de esta segunda oleada en América Latina es que la preocupación por el desarrollo del subdesarro-llo quedó definitivamente anulada del centro del debate. Por un lado, la discusión sobre el desarrollo fue fragmentada en múltiples conceptos, cada uno de los cuales pasó a abordar una parte de este campo de es-tudio. Así, la investigación de los determinantes y posibilidades del de-sarrollo se desdibujaron bajo conceptos nuevos como los de desarrollo humano, desarrollo sustentable y desarrollo y género, entre otros. Esta fragmentación se reflejó también en que, cada vez más, el estudio del desarrollo fue incorporado al estudio de la política y la asistencia so-cial, ganando terreno una visión restringida del desarrollo como aquel campo que se limita al estudio y la generación de políticas sociales o redistributivas en favor de los sectores más excluidos de la población -problemática incluida pero no excluyente del campo del desarrollo del subdesarrollo. Por otro lado, y en el marco de la fragmentación expues-ta, el debate fundacional del campo fue definitivamente reemplazado por un enfoque unilateralmente economicista de corto plazo que pro-clamaba que era necesario que las economías de la región primero se estabilizaran y luego ingresaran en un sendero de crecimiento para, eventualmente, analizar la cuestión de la distribución del ingreso (teo-ría del derrame). En complemento a esta noción, la importancia atri-buida en el pasado a los sectores productivos en general, y a la industria en particular, como motores del desarrollo económico y social cedió lugar a la idea de que para maximizar el crecimiento cada país debería especializarse en aquellas actividades en las que contara con probadas ventajas comparativas (relativas), lo cual conllevó un cuadro casi gene-ralizado de primarización económica, desindustrialización y "desofisti-cación" de la producción. En esta nueva concepción, la centralidad del Estado en tanto agente del desarrollo se vio desplazada por la noción del Estado mínimo, garante de la estabilidad y la seguridad jurídica.

Así, la penetración de la segunda oleada fue decisiva, recluyendo de manera definitiva el pensamiento económico y social sobre el desa-rrollo del subdesarrollo en la región, y asegurándose la aceptación y adopción del recetario neoliberal, y de su soporte teórico -la economía neoclásica- por la mayor parte de la comunidad académica en América Latina. La hegemonía del pensamiento neoconservador no tuvo paran-gón, alcanzando una preeminencia que no conoció fronteras naciona-les, teóricas ni disciplinarias.

La teoría y metodología dominantes en la sociología del desarro-llo latinoamericana también se vieron modificadas, siendo el estudio del cambio social paulatinamente desplazado por el de la reforma so-cial, proliferando investigaciones cuantitativas y estadísticas. Si bien el vertiginoso aumento de la indigencia, la pobreza y el desempleo en la región se ganaron un lugar en la agenda de la sociología del desarrollo, en la mayoría de los casos se hizo a través de estudios cuantitativos destinados a estimar la envergadura y el impacto de estos fenómenos. El resultado de estas investigaciones fue la gradual inclusión de la de-nominada "cuestión social" en la agenda neoliberal, a través de nuevas propuestas de política que, dentro de la misma lógica de reforma, bus-caron dotar -al menos de manera discursiva- de un "rostro humano" a las transformaciones en curso. Las investigaciones políticas sobre de-sarrollo también se vieron influenciadas por los vientos provenientes del Norte sumándose al economicismo reinante, proliferando el uso creciente de metodologías cuantitativas y la adopción de una agenda dominada, una vez más, por la reflexión académica respecto a los requisitos institucionales y políticos para llevar adelante los procesos de reforma económica en curso -y, posteriormente, para analizar su des-empeño- sin cuestionar su contenido.

El análisis de la evolución de las ideas de la CEPAL en los años no-venta debe ser necesariamente encuadrado en este particular contexto regional y académico del período de hegemonía tanto del pensamiento como de las reformas de estricto corte neoliberal. Hacia mediados de la década, e intentando retomar la perspectiva del análisis estructural de largo plazo, la CEPAL elaboró la idea de la transformación productiva con equidad, que se constituyó en el nuevo núcleo ordenador del accio-nar de la institución tanto en lo vinculado con la definición de las líneas de investigación como, fundamentalmente, en lo referido a las propues-tas de intervención estatal en los distintos países latinoamericanos52. Se trató, en esencia, de un marco analítico que impulsaba un nuevo tipo de industrialización que le posibilitara a la región ganar competitividad internacional y, por esa vía, posicionarse estratégicamente en el merca-do mundial. Ello, a partir de incrementos genuinos en la productividad (esto es, ligados a mejoras en el progreso técnico y no a una mayor explotación de los trabajadores y/o a disminuciones en los salarios) que fueran socialmente compartidos.

Esta nueva propuesta cepalina se estructura sobre seis proposi-ciones o premisas básicas (Ocampo, 1998).

a) La valoración de la macroeconomía "sana" (en lo monetario, lo fiscal y lo externo), de las oportunidades que ofrece la apertura y la globalización, y de un Estado eficiente.

b) Como lo anterior no constituye una condición suficiente para garantizar la transformación productiva con equidad, también se señala que es central la intervención estatal en múltiples cam-pos: en el manejo de las vulnerabilidades externas en el contexto de la globalización (lo cual incluye, por ejemplo, regulaciones financieras internas y/o el diseño de ideas para aportar a la dis-cusión sobre la reforma de la llamada "arquitectura financiera internacional"); en el diseño de políticas científico-tecnológicas, de desarrollo productivo y de promoción de la competencia y de defensa del consumidor; en la creación de marcos regulatorios para mercados "imperfectos" y de incentivos apropiados para proteger el medio ambiente; en el apoyo a las pequeñas y media-nas empresas, etcétera.

c) Los objetivos del desarrollo en esta etapa son múltiples y no sus-tituibles entre sí. "Los objetivos de desarrollo económico, social, político y ambiental deben perseguirse simultáneamente. En nuestra etapa actual de desarrollo, esto implica buscar activa-mente las complementariedades entre transformación produc-tiva y equidad, entre competitividad y cohesión social, y entre ambas y desarrollo democrático. Deben buscarse activamente también las complementariedades entre competitividad y soste-nibilidad ambiental. En múltiples sentidos, estos objetivos son complementarios. Sin desarrollo social, tanto el crecimiento eco-nómico como la estabilidad democrática se ven amenazados. Y sin desarrollo sostenible, las condiciones de vida de la población se deterioran, se elevan los costos de la recuperación e incluso se deterioran irreversiblemente los ecosistemas, amenazando el desarrollo futuro" (Ocampo, 1998: 15).

d) No existe una conexión simple o lineal entre crecimiento y equi-dad (las evidencias disponibles indican que el crecimiento eco-nómico puede contribuir a reducir la pobreza pero no necesa-riamente la desigualdad). "La aparición de fenómenos crecientes de "pobreza dura" muestra […] que la propia capacidad del cre-cimiento de reducir la pobreza encuentra también rendimientos decrecientes. Todo esto indica que la apertura y la globalización deben complementarse con una política muy activa de protec-ción social. Ella debe incluir, en particular, esfuerzos ambicio-sos en materia educativa, la ampliación del gasto social dentro de estrictos parámetros de sostenibilidad fiscal y la búsqueda de nuevas formas de aumentar la eficacia del gasto social, incluyendo los espacios que ofrece la participación de agentes privados, solidarios y comunitarios" (Ocampo, 1998: 15).

e) El reconocimiento de la centralidad del denominado "capital so-cial" para el crecimiento económico.

f) El reconocimiento de que las políticas públicas no son sinónimo de estatismo. "Existen múltiples formas de explotar las comple-mentariedades entre el Estado y el mercado, es decir, de bus-car simultáneamente un mejor Estado y mercados más eficien-tes. Y existen además múltiples funciones "públicas" que pueden ser ejercidas por agentes privados, solidarios o comunitarios" (Ocampo, 1998: 15).

Ahora bien, de lo que antecede se infiere que la institución también quedó atrapada por los vientos neoclásicos que soplaron en América Latina con particular intensidad durante la década del noventa. Ello, por cuanto, si bien la transformación productiva con equidad introdujo algunos elementos distintivos en relación con el consenso imperante, es indudable que la misma refiere sólo parcialmente a la cuestión del desarrollo: ya no se trataría de sentar las bases para un desarrollo regio-nal de largo plazo asociado al desarrollo de una industria competitiva y con crecientes niveles de inclusión económica, política y social, sino simplemente de darle al ajuste -asumido como inevitable- cierta equi-dad social -como si esto fuera posible.

En el marco de los seis lineamientos básicos mencionados, desde la CEPAL se realizaron numerosos estudios que abordaron muy diver-sas problemáticas como, por ejemplo, las perspectivas macroeconó-micas y los desafíos enfrentados por los distintos países de la región (CEPAL, 1995b); la relación entre crecimiento y equidad (Ocampo, 2000); las alternativas para el desarrollo latinoamericano en el contexto de la globalización (CEPAL, 2002); la articulación entre la macro y la microeconomía (CEPAL, 1996b); la cuestión de la inserción del subcon-tinente en el mercado internacional (CEPAL, 1995a); la importancia del regionalismo en el marco de la transformación productiva con equidad (CEPAL, 1994); la centralidad de la educación y el conocimiento en la búsqueda del desarrollo (CEPAL, 1992a); y la cuestión del desarrollo sustentable (CEPAL, 1991). Ello se complementó con una muy amplia gama de investigaciones (de diagnóstico y propositivas) en los más di-ferentes campos de análisis: medio ambiente y desarrollo, macroeco-nomía, desarrollo productivo y empresarial, inserción internacional, gobernabilidad económica, y aspectos sociales del desarrollo.

De esta forma, y haciéndose eco de lo acontecido en las ciencias sociales en general, durante el decenio pasado en el ámbito de la CEPAL se asistió a la fragmentación del campo del desarrollo del subdesarro-llo en varios conceptos y planos de análisis. Pues, si bien los distintos elementos mencionados pueden ser esenciales en una nueva discusión sobre el desarrollo, es indudable que ninguno de ellos -ni siquiera su suma- puede reemplazar el análisis de las causas estructurales del es-tado de situación de los distintos países de América Latina, el pensar la evolución del sistema capitalista en su conjunto y la peculiar inserción en el mismo de los países latinoamericanos, y el imaginar y proponer procesos que reviertan no las manifestaciones "no deseadas" de las con-tradicciones del sistema sino sus propias causas en una perspectiva de largo plazo.

Sin embargo, en este marco de fragmentación general, la insti-tución comenzó a focalizarse en ciertos temas privilegiados. Las inves-tigaciones realizadas en este contexto reconocen como denominador común una preocupación, tanto en materia teórico-conceptual como en lo que se relaciona con el análisis empírico, por la interacción que se verifica entre los niveles micro, meso y macroeconómico. Desde esta perspectiva, no se trataría solamente de que los países del subcontinente cuenten con una "macroeconomía sana", condición necesaria y suficiente para quienes adhieren al pensamiento ortodoxo, sino que adicionalmente resulta indispensable que desde el aparato estatal se conforme un entramado normativo y un ambiente institucional que genere condiciones de contexto tendientes a que los distintos agentes productivos incorporen técnicas de producción y gestión que les po-sibiliten aumentar su productividad y mejorar su competitividad; en otras palabras, la estabilidad es un requisito para el crecimiento, pero sin una estructura productiva desarrollada es difícil que la misma per-dure en el tiempo.

Esto supone que el Estado debe asumir necesariamente un rol diferente del que tuvo durante la etapa de sustitución de importacio-nes, en tanto en el nuevo patrón de funcionamiento de las economías latinoamericanas (esto es, en el escenario posterior a la aplicación de reformas estructurales de cuño neoconservador) y de la vigencia de un muy distinto -respecto del de otrora- cuadro internacional, su función esencial debería ser mucho más la de apoyar y fortalecer a los agentes privados que la de involucrarse de manera tan activa y directa, como en el pasado, en el funcionamiento económico.

Teniendo como referencia el mencionado abordaje analítico, en los últimos años se realizaron en la CEPAL numerosos estudios que in-tentaron dar respuesta a diferentes interrogantes como, a simple título ilustrativo, ¿cuáles son las principales características que debería asu-mir la macroeconomía regional en un escenario de creciente globaliza-ción y apertura comercial y financiera?; ¿qué tipo de interrelaciones se establecen entre "lo micro" y "lo macro"?; ¿cuáles son los factores que concurren en la explicación de la conducta innovativa de las firmas y, en ese marco, cuál es el papel que le corresponde a la innovación (y, en un plano más general, a la ciencia y la tecnología) en el desarrollo?; y ¿cuáles son los rasgos distintivos y los impactos de mayor significación que emanan del desenvolvimiento de los diferentes agentes económicos que actúan en el nivel latinoamericano (compañías estatales, pequeñas y medianas empresas, grandes grupos de capital nacional, empresas y conglomerados transnacionales, etcétera)?

En esta línea, y como resultado de la búsqueda cepalina de los vínculos existentes entre los niveles macro, meso y microeconómicos, muchos de los estudios de la institución sobre el desempeño empresario señalan que las heterogeneidades de performance empresaria que se re-gistraron durante la década del noventa provienen, en lo sustantivo, de conductas microeconómicas disímiles y/o de capacidades diferenciales de respuesta de los empresarios ante cambios en las señales del mercado (es decir, que ante un mismo punto de partida macroeconómico, hubo un conjunto minoritario de actores que desplegaron las estrategias ade-cuadas y otro mayoritario que implementó conductas inadecuadas).

En relación con esto último, cabe incorporar una breve digre-sión. La revisión de las abundantes evidencias disponibles sugiere que el éxito o el fracaso de los distintos tipos de firmas no ha dependido, prioritariamente, de las decisiones microeconómicas que las mismas asumieron, sino del contexto económico global en el que se desenvol-vieron o, en otros términos, que las asimetrías de desempeño registra-das han estado mucho más asociadas a los sesgos implícitos en la orien-tación de las políticas públicas aplicadas que al despliegue de estrate-gias -más o menos adecuadas- por parte de los diferentes actores pro-ductivos. Con este señalamiento56, se busca devaluar analíticamente el peso de las decisiones microeconómicas y poner el énfasis en el sentido adoptado por las políticas públicas implementadas en la explicación de los disímiles comportamientos económicos verificados, lo que brinda algunos elementos de juicio para identificar cuáles fueron los agentes económicos que se buscó favorecer -por acción u omisión- mediante las políticas públicas de corte neoconservador que fueron aplicadas por prácticamente la totalidad de los gobiernos latinoamericanos.

A partir de los supuestos mencionados, en base a los análisis enu-merados, y en el marco del mencionado objetivo de lograr crecimiento económico con equidad, la CEPAL elaboró un conjunto articulado de políticas para los gobiernos de la región. Si bien las medidas propuestas siguieron denotando cierta preocupación de la institución por el desa-rrollo de las sociedades latinoamericanas, vale realizar dos observacio-nes. La primera es que se manifestó una muy importante adaptación a los "tiempos modernos" (léase, a la hegemonía del "pensamiento único" neoclásico). La segunda es que, no obstante ello, estas recomendacio-nes prácticamente no fueron tomadas en cuenta por los policy makers del subcontinente, quienes optaron por trabajar codo a codo con los exponentes más fieles de la ortodoxia neoconservadora.

En este sentido, Bielschowsky (1998: 40) destaca que en los años noventa, la CEPAL "no se opuso a la marea de reformas, al contrario, en teoría tendió a apoyarlas, pero subordinó su apreciación al criterio de la existencia de una "estrategia reformista" que pudiera maximizar sus beneficios y minimizar sus deficiencias a mediano y largo plazo. El "neo estructuralismo" cepalino recupera la agenda de análisis y de políticas de desa-rrollo, adaptándola a los nuevos tiempos de apertura y globalización.

En un sentido similar, Sztulwark (2003: 71 y 73) afirma:

El nuevo estructuralismo no es una simple reproducción de los ele-mentos transhistóricos del pensamiento original a un contexto históri-co diferente. Aunque permanecen inalterables ciertas preocupaciones centrales y rasgos metodológicos, la conformación de un nuevo pen-samiento estructuralista no está plenamente constituida, ni goza de la unidad de la versión original, más bien es en sí mismo un concepto en construcción, que fue evolucionando desde los primeros aportes del segundo lustro de los años "80, que derivaron en lo que se dio en llamar el "neo estructuralismo", hasta los aportes más recientes que contienen un mayor grado de análisis de las características del estilo de desarrollo emergente. [Ello] implicó un cierto acercamiento a las ideas neoliberales, lo que derivó en una combinación de ortodoxia (macroeconómica) con heterodoxia (en los planos meso y microeco-nómico), con la intención de imprimir a sus propuestas un tono más "realista", en términos de lo que se considera posible en el corto plazo, pero más alejado de las reformas estructurales que permitirían, según los planteamientos originales, la superación del subdesarrollo.

En suma, es indudable que a lo largo de esta etapa el concepto de de-sarrollo elaborado originalmente por Raúl Prebisch y su equipo sufrió importantes redefiniciones, estrechamente relacionadas con las trans-formaciones registradas en la estructura y en el funcionamiento de las sociedades latinoamericanas. Sin embargo, merece destacarse que, aun en el marco de la hegemonía del neoliberalismo en los años noventa, la institución intentó mantener el principal objetivo por el que había sido creada: aportar elementos para que las sociedades de la región puedan salir de la situación de atraso socioeconómico -y, en no pocos casos, también político, cultural, etc. – en la que se hallan inmersas. Sin embargo, lo anterior no debe oscurecer el hecho de que el discurso de la institución, sus análisis, sus diagnósticos y sus propuestas fueron mucho más aggiornadas que en las décadas anteriores (sobre todo, con respecto a las de 1950, 1960 y 1970). Se trató, si se quiere, de una suerte de neoliberalismo moderado.

6.25 – Algunas conclusiones de la trayectoria del pensamiento latinoamericano

Del conjunto de los desarrollos precedentes se desprende que la trayec-toria seguida por el pensamiento latinoamericano sobre el desarrollo del subdesarrollo durante las oleadas de agonía y "travestismo" -entre mediados de la década del setenta y fines de la del noventa- posee tanto continuidades como rupturas con el pensamiento vigente en la etapa anterior. Estas continuidades y quiebres motivan la reflexión de los si-guientes párrafos.

Las rupturas son marcadas. En primer lugar, llama la atención la pérdida del carácter fuertemente crítico y cuestionador del pensamiento latinoamericano de la primera hora. En lugar de la revisión crítica, la discusión entusiasta, y la transformación creativa de las ideas dominan-tes en las ciencias sociales, el pensamiento regional en esta etapa estuvo crecientemente caracterizado por la adopción prácticamente acrítica de las ideas en boga en la agenda internacional. Los científicos de la región abandonaron gradualmente el rico y fértil debate que marcó la consti-tución del campo del desarrollo del subdesarrollo para reemplazarlo, de manera más o menos consciente, por la adaptación a escala regional del pensamiento dominante en las ciencias sociales a escala mundial: el pa-radigma neoliberal inspirado en la escuela económica neoclásica. Así, la transformación creativa de la primera etapa fue reemplazada por la adaptación pasiva. Los conceptos, diagnósticos y recetas provenientes de esta corriente de pensamiento fueron sucesivamente adecuados a las condiciones locales de cada país de la región, sin modificaciones sus-tanciales ni aportes adicionales. El otrora pensamiento cuestionador del saber convencional y de los dogmas establecidos se convirtió gra-dualmente en una suerte de "filial regional" de ese pensamiento, capaz de amoldarlo a la realidad local de cada país sin transformar su esencia ni preguntarse acerca de sus falacias y limitaciones. De esta manera, el pensamiento latinoamericano fue perdiendo a lo largo de esta larga "noche" una parte importante de la identidad propia y la originalidad que lo habían caracterizado desde su nacimiento hasta mediados del decenio de los setenta.

Una segunda ruptura significativa con el pensamiento de la eta-pa previa refiere al abandono del análisis histórico-estructural de los países latinoamericanos, así como de la indagación de su carácter es-pecífico en tanto países subdesarrollados. En efecto, la perspectiva la-tinoamericana que analizaba las condiciones estructurales e históricas de la región, así como sus posibilidades reales de desarrollo, fue reem-plazada por una visión que pasaba por alto la complejidad y particu-laridad de los procesos de desarrollo regional, igualándolos con los de todas las economías del planeta, a las que se trataba de manera idénti-ca. Desde ya, el debate sobre las políticas de desarrollo y sus alternati-vas, entonces álgido e inagotable, fue también eliminado del campo de estudio, imponiéndose la receta dictada por el neoliberalismo como la -única- capaz de asegurar el crecimiento económico y, a través de él, el bienestar general.

La interdisciplinariedad también fue gradualmente perdida en esta etapa, a expensas de la priorización de un enfoque unilateralmen-te económico. El economicismo no sólo avanzó sobre la propia teoría económica -la que se vio despojada de todo contenido social- sino que también colonizó gradualmente otras disciplinas, que comenzaron a introducir conceptos, métodos y razonamientos pertenecientes a la eco-nomía neoclásica en sus propios análisis sociales y políticos. Si América Latina había sido otrora precursora en la integración de las distintas disciplinas de las ciencias sociales para el análisis del desarrollo del subdesarrollo, en esta etapa fue una mera seguidora del economicismo en boga, aceptando la hegemonía de la economía neoclásica en sus uni-versidades, gobiernos y publicaciones. En este marco, cabe destacar el esfuerzo -aún insuficiente- realizado por la CEPAL en cuanto a integrar o vincular los aspectos sociales, políticos, culturales, etc., con el proce-so de crecimiento económico.

No sólo de rupturas con el pasado fueron construidos estos más de veinticinco años de pensamiento latinoamericano. Junto con las ruptu-ras expuestas se identifican ciertas continuidades, con matices variados, respecto al pensamiento sobre desarrollo de la etapa previa. En primer lugar, las ciencias sociales regionales continuaron fuertemente influen-ciadas por la agenda internacional sobre desarrollo, de la cual brotaron las prioridades de investigación seguidas en la región. En rigor, esta ten-dencia fue agudizada de manera considerable en la segunda etapa bajo análisis, al punto que, como se ha intentado demostrar, ya no sólo las temáticas y problemáticas estudiadas fueron heredadas del pensamiento dominante en los países centrales, sino también la perspectiva adoptada, que se adecuó plenamente al enfoque neoliberal predominante.

En segundo lugar, el pensamiento latinoamericano sobre desa-rrollo, al igual que el que dominó a los países centrales y organismos internacionales en el período, se mantuvo teñido de la ilusión de que "el desarrollo es posible" en el sistema capitalista, incluso en el caso de los países más atrasados. Una vez más, la ilusión dominó la agenda latinoamericana sobre desarrollo, aunque esta vez, de una manera parti-cular. En términos estrictos, el ideario neoliberal se refería más bien a la ilusión de que el "crecimiento con equidad es posible", dejando de lado tanto el término como el concepto mismo de desarrollo, como resultado de la desintegración y el "travestismo" que sufrió el campo de estudio en esta etapa. En este marco, el pensamiento hegemónico en América Latina aseguraba que tanto el crecimiento como la equidad eran facti-bles de alcanzar en la región, en un plazo relativamente breve, a través de la implementación -técnica y políticamente correcta- de las políticas de reforma adecuadas, que no eran más que el compendio de recetas neoliberales surgidas del Consenso de Washington adaptadas a cada realidad local (de allí que no sea casual que contaran con el sólido apoyo no sólo de los propios organismos multilaterales de crédito sino también de buena parte de los sectores dominantes de los países de la región).

La trayectoria seguida por el pensamiento latinoamericano del período resultó, una vez más, un reflejo directo de su época. En las déca-das dominadas por la apertura económica, la desregulación financiera y la privatización del sector público, la anterior economía del desarrollo dejó de tener lugar, y fue reemplazada por la economía neoclásica. La relación entre las políticas económicas adoptadas y la investigación aca-démica fue estrecha: la teoría neoclásica proveyó al pensamiento neoli-beral de los argumentos académicos y de las herramientas metodológi-cas necesarias para justificar y legitimar su proyecto de reforma. Para-lelamente, junto con la transformación del tipo de intervención pública en el proceso económico, tuvo lugar una importante transformación en la investigación económica, cuyo objeto de estudio prácticamente exclu-yente pasaron a ser las denominadas reformas estructurales -de primera y segunda generación- impulsadas, con diferencias de matices, tanto por los "neoclásicos estrictos" como por los "neoclásicos moderados".

El retroceso en la movilización popular, la organización social y la actividad sindical que marcó esta etapa -inaugurada con gobier-nos dictatoriales en casi toda la región- explica también el carácter en buena medida pasivo y adaptativo de las ciencias sociales en el sub-continente, que quedaron inmersas en una sociedad primero reprimida y luego desorganizada, terminando presas de su propio mutismo. En definitiva, se identifica la continuidad en esta etapa del tipo de relación alcanzado en el período anterior entre la investigación académica y las políticas públicas, las que se moldearon mutuamente a lo largo de más de veinticinco años, claro que con sentido y objetivos radicalmente di-ferentes a los del pasado.

Al igual que en la etapa anterior, los cientistas sociales de la re-gión no sólo suministraron su conocimiento a través del trabajo estric-tamente académico, sino que se involucraron directa e inmediatamente en la elaboración, implementación y gestión de las reformas neolibe-rales. Sin embargo, a diferencia del período precedente, la CEPAL no ocupó en esta etapa un lugar preeminente como asesora de políticas públicas, ni siquiera en el campo de la economía, debido a su perfil "neoclásico moderado", que no siempre resultó ser el más atractivo para los gobiernos de la región. En cambio, proliferaron numerosos centros de investigación, consultoras, universidades e investigadores independientes que se pusieron al servicio incondicional de los gobier-nos latinoamericanos para asesorarlos en los gigantescos procesos de reforma encarados. Se identifica entonces no sólo una influencia mutua entre ciencia y realidad sino, más bien, una intervención directa del conocimiento científico en la promoción de las reformas neoliberales, diseñando, legitimando y justificando las políticas implementadas.

En suma, la reflexión respecto a las continuidades y rupturas del pensamiento latinoamericano sobre desarrollo del subdesarrollo en las etapas contrastadas da un saldo doble. Por un lado, se identifica una fuerte ruptura con el espíritu crítico e innovador de la primera época, un quiebre importante en el análisis histórico-estructural original y el abandono de la temprana interdisciplinariedad dentro de las ciencias sociales a favor de un enfoque economicista. Por otro lado, las continui-dades no son pocas, destacándose la constante influencia de la agenda internacional en las prioridades y temáticas regionales -tendencia agu-dizada en la última etapa-; la ilusión sobre la posibilidad del desarrollo -o el crecimiento, de acuerdo a los tiempos de que se trate-; la cercanía con la realidad económica, política y social de la época; y la participa-ción directa de científicos y académicos en la implementación de polí-ticas públicas en la región.

Desde ya, las continuidades y rupturas identificadas, así como las características asociadas a cada etapa, son de carácter general y no son aplicables a la totalidad del pensamiento social latinoamericano de cada período, aunque sí a su mayor parte. De hecho, es posible identi-ficar algunas vertientes con cualidades bien distintas a las expuestas en cada etapa, las que muestran que, más allá de las tendencias comunes y generales, siempre ha habido minorías que siguieron una trayectoria propia, más o menos crítica y original, dependiendo el caso, de la co-rriente principal.

6.26 – Reflexiones finales

El huracán neoconservador que arrasó América Latina en el último cuarto de siglo ha dejado un verdadero tendal en materia económica, política, social y científica. En ese marco, las ciencias sociales de la región se encuentran frente a un enorme -y sumamente estratégico- de-safío que, según sea la manera en que se lo encare -y eventualmente resuelva-, sentará las bases para revertir, o no, la muy crítica situación en la que se hallan inmersas.

Ello se encuentra estrechamente vinculado con la (re)construcción de un pensamiento social de la región, que no asuma como propios mo-delos que, elaborados en sociedades muy diferentes de las latinoameri-canas, se suelen presentar como los mejores -y, en no pocas ocasiones, como los únicos- posibles. Si bien se trata de una tarea sumamente compleja (varias décadas de predominio -si no de hegemonía- del "pen-samiento único" dificultan sobremanera la concreción de los objetivos mencionados), no caben dudas de que es necesario encararla si a lo que se aspira es a colocar a la región en un sendero -genuino y soste-nido- de desarrollo que tenga un sentido nacional y regional y que esté asociado a crecientes niveles de inclusión económica y social.

Como se desprende del conjunto de los desarrollos previos, du-rante la prolongada égida del neoliberalismo, las ciencias sociales lati-noamericanas quedaron presas del argumento de que la estabilidad de precios y la macroeconomía sana son una condición necesaria, y prácti-camente suficiente, para asegurar el crecimiento económico y que este, a su vez, es una condición necesaria, y prácticamente suficiente, para asegurar la mejora en las condiciones de vida de la sociedad. En otras palabras, el crecimiento económico desplazó al desarrollo socioeconómi-co como una de las principales -si no la más importante- ideas-fuerza del pensamiento social regional. Si se consideran los nefastos impactos que sobre los países de la región ha tenido la aplicación del recetario neoliberal impulsado por los organismos multilaterales de crédito y por las clases dominantes latinoamericanas, pocas dudas quedan acerca de que en la actualidad es imperioso desandar ese camino, es decir, volver a colocar en el centro del debate -tanto científico como político- a la cuestión del desarrollo del subdesarrollo.

Naturalmente, ello supone, entre otras cuestiones relevantes, romper con el "pensamiento único" como el eje neurálgico -si no ex-cluyente- de la teoría social y de la praxis de los poderes públicos y de muchos actores sociales; encarar una revisión autocrítica del papel desempeñado por buena parte de los intelectuales latinoamericanos en la legitimación académica y en la adaptación a las condiciones locales del neoliberalismo; y, en ese marco, recuperar muchos de los rasgos que caracterizaron al pensamiento latinoamericano en el período previo al inicio de la "contrarrevolución neoconservadora", claro que adaptándolas a la realidad actual, muy distinta a -si se quiere, mucho más subde-sarrollada que- la de antaño.

En cuanto a esto último, es indudable que una primera e insosla-yable tarea pasa por recuperar el sentido fuertemente crítico y cuestio-nador del mainstream que caracterizó a las ciencias sociales latinoame-ricanas en su etapa de mayor influencia (entre las décadas del cincuen-ta y mediados de la del setenta). Ello, en el marco de una construcción que, al igual que en el pasado, se sostenga sobre dos pilares básicos: el debate pluralista y el trabajo en equipos interdisciplinarios que no bus-quen sumar o agregar disciplinas sino avanzar en la conformación de una ciencia social latinoamericana.

En lo que respecta a la temática específica del desarrollo del subdesarrollo, de lo planteado se desprende la necesidad de no utilizar una conceptualización unidimensional del desarrollo, como cuestión meramente económica, sino de asumir que abarca a un conjunto muy disímil de dimensiones (fundamentalmente, sociales, políticas y cultu-rales), aun cuando no deje de reconocerse la centralidad de la cuestión material. El proceso de surgimiento, consolidación y fatal agonía, des-integración y "travestismo" del campo del desarrollo del subdesarrollo da cuenta justamente de este aspecto, refrendando que si bien el creci-miento económico puede ser una condición necesaria para asegurar un mayor bienestar para la población, no constituye, ni mucho menos, un aspecto suficiente para un mayor desarrollo de las naciones latinoame-ricanas en el sentido pleno del término.

En el acuciante contexto regional actual, otra posible "línea de acción" en pos de esa necesaria (re)construcción de un pensamiento social de la región se vincula con la recuperación de una de las princi-pales "herramientas metodológicas" del pasado, a saber: la búsqueda constante por delimitar con claridad y precisión las -por cierto nume-rosas– restricciones estructurales que presenta la mayoría de los países de América Latina. La identificación de estas cuestiones es clave si a lo que se aspira es a que las ciencias sociales de la región puedan con-tribuir a que la misma salga de la situación de atraso y estancamiento -o, más apropiadamente, de subdesarrollo económico y social- en la que se halla inmersa tras varios decenios de vigencia de neoliberalismo extremo, a través de la identificación de sus cualidades históricas, que la diferencian de otros espacios de acumulación.

Lo anterior se relaciona con la importancia de recuperar, en la hora actual, otro rasgo distintivo del pensamiento social latinoamerica-no en los años anteriores al inicio del proceso de "travestismo" del cam-po del desarrollo del subdesarrollo: la identificación de la especificidad propia de las sociedades de América Latina, en especial en lo que res-pecta a su particular inserción en el escenario internacional. Al respecto, otra de las asignaturas pendientes se vincula con la recuperación de un enfoque histórico-estructural tendiente a avanzar en la elaboración de un corpus de ideas y de metodologías que permita acceder a un abordaje con capacidad de comprender y prescribir científicamente un camino de desarrollo para las sociedades subdesarrolladas, lo que exige no focali-zarse exclusivamente en lo que acontece en los países de la región como si esto fuera independiente de su ubicación en un particular escenario internacional. Sin duda, el surgimiento de una nueva teoría del desa-rrollo del subdesarrollo debería abordar decididamente la investigación de la vinculación existente -y potencial- entre las transformaciones del sistema capitalista mundial en su actual etapa de desarrollo y las respec-tivas especificidades de los distintos países de América Latina.

En las consideraciones precedentes subyace la recuperación de otro de los aspectos que caracterizaron al pensamiento social de la región hasta mediados de la década del setenta: el rol central de los científicos en el cambio social, asociado a un fuerte compromiso de los intelectuales con la realidad económica, política y social de sus países en particular, y de la región en general.

Ahora bien, es indudable que nada de lo planteado (a simple títu-lo ilustrativo) podrá lograrse si las ciencias sociales de América Latina renuncian a diseñar agendas de investigación propias, que respondan a las prioridades y necesidades concretas de la región. En este sentido, si alguna enseñanza dejó las últimas décadas es que la búsqueda de modelos o de recetas ideales -teóricas y de prescripciones de polí-tica- no acorta el camino hacia el desarrollo sino, por el contrario, frecuentemente lo alargan.

CAPÍTULO 7

Gestión tecnológica básica: Concepto de gestión

Existen tres conceptos que tienen algo en común pero en realidad son diferentes:

  • a) - Administración

  • b) - Gerencia

  • c) - Gestión

En términos generales los conceptos de administración, gerencia y gestión, son sinónimos a pesar de los grandes esfuerzos y discusiones por diferenciarlos. En la práctica se observa que el término management es traducido e interpretado como administración pero también como gerencia. En algunos países la administración está más referida a lo público y la gerencia a lo privado. En los libros clásicos se toman como sinónimos administración y gerencia.

Lo importante de los términos: administración, gerencia y gestión está en que los tres se refieren a los procesos de "planificar, organizar, dirigir, comercializar, evaluar y controlar" como lo planteara H. Fayol al principio del siglo o Koontz.

Se destaca en los textos de administración, tanto como en sus funciones prácticas, no aparece la palabra ejecución, debido a que desde un punto de vista estructurado, se podría decir: unos hacen y otros administran. El gerente busca que los grupos y personas logren objetivos específicos en el desarrollo de la misión de la organización.

A pesar de los aspectos comunes a los tres términos, algunas personas le dan un alcance diferente a la administración, la gerencia y la gestión. A la gerencia, muchos expertos le están dando una connotación más externa, más innovadora y de mayor valor agregado en contraste con la administración que la consideran más interna, más de manejo de los existente o de lo funcional. Algún autor hizo una paradoja con la alusión bíblica: "Al administrador le dan tres denarios y conserva tres denarios, mientras que al gerente le dan tres y devuelve más".

El gerente se encuentra con dos variables: política y tecnología, y requiere de los siguientes instrumentos: visión sistémica y holística de la organización, información, creatividad e innovación.

En esa definición, al gerente le corresponde una mirada al entorno de modo que la organización pueda generar desarrollo: tomar recursos y producir más; mientras que al administrador le corresponde más el mantenimiento y conservación de todo lo existente. Desde otra concepción, el gerente debe saber enfrentarse tanto a lo horizontal como a lo transversal de la compañía, lo cual lo lleva a la innovación, misma que se materializa en lo fundamental para el desarrollo de diferentes proyectos. A la administración se la considera sólo funcional y por lo tanto vertical.

Existen dos niveles de gestión: El del gestor con pensamiento lineal o convencional donde "gestión" sería sinónimo de administración; pero aquel otro gestor (valga la redundancia) con pensamiento no lineal, sistémico y holístico de la organización, conforma a la persona capaz de realizar un conjunto de diligencias y búsquedas con el propósito de desarrollar ciertos procesos para lograr un fin o producto / servicio determinado. Reviste, entre otras cualidades, la de conocer cómo dirigir, liderar y gobernar las actividades inherentes para lograr que las diferentes áreas y/o tareas funcionen, con eficiencia y eficacia para poder generar procesos de transformación de la realidad.

En la actualidad la gestión es planteada como "una función institucional global e integradora de todas las fuerzas que conforman una organización, empresa, o compañía, etc.". Desde ésta concepción, la gestión enfatiza a la dirección y al ejercicio del liderazgo.

7.2 – Gestor tecnológico

El gestor tecnológico es aquella persona que logra reunir todos los conocimientos necesarios para poder oficiar de "nexo o puente" entre la investigación básica, el desarrollo tecnológico (I + D) y la sociedad.

El gestor tecnológico debe poder comunicarse con los científicos, que se dedican a realizar investigación básica, con la misma mentalidad y lenguaje que ellos dominan y por supuesto saberlos comprender en todos los aspectos necesarios; de igual manera, el gestor tecnológico precisa conocer cómo debe hacer para integrarse dentro de una organización de desarrollo tecnológico que, habiendo partido de la invenciones y teorías generadas por la ciencia básica, las transforme en innovaciones útiles y aplicables para resolver situaciones determinadas que demanda el mercado o la sociedad en general, siendo imprescindible para ello que también reúna los conocimientos y tenga la mentalidad adecuada para poder comunicarse con organizaciones de I + D. Por último, el gestor tecnológico debe conocer los diferentes tipos de deseos y necesidades tecnológicas que demanda la sociedad en general, para poderla satisfacer con los productos y/o servicios concebidos eficientemente por las compañías u organizaciones de desarrollo tecnológico (I + D), con la finalidad de que los mismos sean adquiridos por los distintos tipos de clientes que conforman a la sociedad, para que logren solucionar de manera práctica los requerimientos que los llevaron a adquirir los productos / servicios elaborados por los centros de I + D y empresas fabriles privadas.

Es decir que dentro de una misma persona es necesario que coexistan los conocimientos necesarios para poder ser el "conector" entre las Instituciones dedicadas a realizar investigaciones básicas, los centros de desarrollo tecnológico (I + D) y el mercado o la sociedad en general.

7.3 – La integración del gestor tecnológico en la estrategia de negocio

Toda industria siente el impacto de la creciente competencia, basada en buena parte en la tecnología como en el ritmo acelerado del desafío y los cambios tecnológicos.

El decidir qué proyectos de I + D emprender, con qué nivel de recursos y con qué prioridad, es una de las decisiones más complejas y críticas con que se enfrenta hoy un gestor tecnológico. Repárese en el énfasis puesto en la gestión tecnológica, porque lo cierto en el entorno actual es que la planificación de I + D es demasiado importante como para que se la deje sola en manos de los investigadores, debido entre otros importantes factores, al desconocimiento sobre el mercado, las estrategias de comercialización, los canales de distribución y la demanda de productos / servicios que desea la sociedad en general.

El factor decisivo en el éxito global de I + D, es la selección de objetivos de investigación y desarrollo estratégicamente válidos, siendo la gestión tecnológica la que tiene que determinar, de manera oportuna y efectiva, la disposición de los recursos y el establecimiento de las políticas necesarias para alcanzar esos objetivos.

Hay razones apremiantes para poner énfasis en una gestión de I + D eficiente: La creciente limitación de personal técnicamente capacitado, el moderno entorno competitivo, en el cual la rápida y sostenida introducción de nuevos productos de alta calidad, innovadores y a costo efectivo, se ha convertido en la clave del juego. Un problema adicional lo constituye la necesidad de compaginar las demandas de apoyo y expansión de actividades existentes, con el hecho de emprender nuevas líneas de investigación que producirán nuevos productos y procesos para un período comprendido entre cinco y diez años.

La tesis es que la dirección de negocios y la dirección corporativa, deben entrar en la era de la gestión tecnológica. Hoy, los directores corporativos, de negocios y de I + D deben trabajar como socios con el fin de establecer estrategias globales de investigación y desarrollo que estén ligadas íntimamente con las estrategias, y visión de negocios corporativas, que concentren la atención en dar valor a la sociedad y a las accionistas a perpetuidad.

La gestión de la tecnología es la clave del éxito de las empresas en cualquier parte del mundo.

Las diversas misiones de I + D se han clasificado durante mucho tiempo a lo largo de un espectro que pone el acento sobre las relaciones de causa – efecto y de tiempo de éstas responsabilidades interdependientes. Sin embargo, el sistema de clasificación tradicional, de la investigación básica, el desarrollo tecnológico, el diseño, los servicios técnicos y los procesos de comercialización, oculta la diversidad de tecnologías y de dinámicas estratégicas que hay en cada actividad y la complejidad de su interdependencia.

Muchas empresas preparan planes separados para cada una de las actividades y sólo los relacionan de manera secuencial: Cuando se consiguió triunfar en la investigación, se ocupan del desarrollo; luego, al terminarse el desarrollo, se plantean abordar el diseño, para seguir con la ingeniería y por último en la visión del mercado y los procesos de comercialización.

Las empresas que siguen éste enfoque, que evalúan erróneamente su I + D según una base secuencial y por partes, son propensas a caer en una trampa estratégica con implicancias operativas.

Esta trampa estratégica resulta de emprender un proyecto sin evaluar primero todas las consecuencias de sus éxitos. Los directivos de la empresa deben procurar que la comunicación entre la gestión de I + D y las demás funciones operativas, tales como marketing y producción sean efectivas, respetadas mutuamente y continuas.

El crecimiento de la demanda se ha ralentizado o ha desaparecido, y una competencia cada vez más intensa ha ejercido una severa presión sobre la rentabilidad. Las empresas actuales miran hacia la tecnología y hacia sus organizaciones de I + D para alcanzar un crecimiento y una rentabilidad renovados.

Cada proyecto de I + D puede ser atractivo por sí mismo, pero el conjunto o cartera de proyectos puede ser adecuado o no desde el punto de vista estratégico. Diez proyectos, cada uno de los cuales es atractivo desde el punto de vista individual, pueden estar orientados individualmente a una actividad entre varias o pertenecer a un grupo de actividades entre varios, lo cual no constituiría una cartera bien equilibrada.

7.4 – Tecnología, investigación y desarrollo

La tecnología se confunde, a menudo, con la ciencia y la ingeniería, por una parte, y con un producto y su función, por la otra. Decir que la tecnología de una empresa es "la informática", "la física de polímeros", "la ingeniería química", "los grandes ordenadores", "la ingeniería de los plásticos" o "los recipientes de presión", es definir a la tecnología de manera demasiado amplia para que pueda resultar útil.

La tecnología se puede interpretar como la aplicación del conocimiento científico e ingenieril, a la obtención de un resultado práctico. De acuerdo a ésta definición, la tecnología es lo que fija, al producto, o al proceso, la ciencia, la ingeniería y la demanda de la sociedad.

Para los académicos y los que trabajan en institutos de investigación, investigación significa una aproximación ordenada a la revelación de conocimiento nuevo sobre el universo. El objetivo de investigar es adelantar conocimiento y entendimiento, y ésta búsqueda no tiene fronteras.

La investigación industrial comparte ésta búsqueda de conocimiento nuevo, pero sus últimos objetivos son muy diferentes de los de la investigación académica. En la industria, el fin de la investigación es el conocimiento aplicable a necesidades comerciales de la sociedad y con fines de lucro para la empresa, lo cual la capacitará para estar a la vanguardia de la nueva tecnología o para poner la base científica necesaria al desarrollo de nuevos productos, procesos o servicios.

Se puede distinguir ampliamente entre investigación y desarrollo, a pesar de que no exista una precisa demarcación entre ellos. Si el propósito de la investigación es desarrollar conocimiento nuevo, el del desarrollo es aplicar el conocimiento científico e ingenieril a expandirlo, y si fuera posible, a conectar al conocimiento científico sobre un aspecto del universo, con otro de un campo diferente. En general, el desarrollo, procura situar a los productos o los conceptos de proceso, en una serie de escenarios definidos con el fin de probarlos, refinarlos y ponerlos a punto para la aplicación comercial con el propósito de satisfacer los distintos deseos y necesidades de la sociedad.

En I + D industrial no hay jerarquías en las aportaciones de la "I" y del "D". Ninguna empresa confía enteramente su éxito tecnológico a la investigación. En las empresas que emprenden investigación, el "D" debe traducir a la "I", en realidad práctica y provechos comerciales para la sociedad y la organización.

7.5 – Tres tipos básicos de I + D

Hay tres tipos básicos de I + D: incremental, crítica y fundamental.

7.5.1 – I + D incremental: Pequeña "I" y gran "D"

La meta de I + D incremental es conseguir pequeños avances en tecnología, basados generalmente en una base, ya establecida, de conocimiento científico e ingenieril. La tarea nos es, por tanto, tan arriesgada desde el punto de vista técnico, como es descubrir y aplicar conocimientos nuevos, sino la aplicación inteligente del conocimiento existente. Aunque toda mejora incremental es pequeña, los pasos tecnológicos incrementales pequeños posibilitan grandes resultados estratégicos.

7.5.2 – I + D crítica: Gran "I" y a menudo gran "D"

La I + D radical descansa sobre una base de conocimiento científico e ingenieril existente que, por sí solo, es insuficiente para alcanzar el resultado práctico deseado. Se emprende el descubrimiento de conocimiento nuevo con el objetivo explícito de aplicarlo a un propósito útil. La progresión hacia ese objetivo implica elementos de descubrimiento, es decir, de aprendizaje de cosas no conocidas aún. El descubrimiento implica riesgo técnico, costo y tiempo sustanciales. Nunca existe la certeza de que la I + D obtenga, de un modo práctico y eficaz desde el punto de vista del costo, todo el éxito que se necesita para alcanzar el triunfo comercial.

Como consecuencia de estos riesgos inherentes, el negocio debe dejar ver un retorno potencial sustancial. La contrapartida de éstos aspectos negativos es el hecho de que si I + D tiene éxito, el negocio tendrá probablemente el Know how que ningún otro competidor tiene, logrando una posición asegurada durante muchos años y la demostración de liderazgo tecnológico, en lugar de una mala imagen.

La mayor parte de los procesos de I + D crítica, fracasan. Al decir "no", el negocio acertará el 80% de las veces. Pero en el 20% que se ha equivocado están los proyectos que habrían proporcionado productos o procesos de alto margen de beneficio, cuyas ganancias habrían distinguido a la empresa de competidores de menor categoría.

En la I + D radical, el riesgo no es siempre grave. Usualmente, los proyectos de éste tipo comienzan siendo exploraciones o estudios de viabilidad, emprendidos para comprobar los conceptos básicos sobre los que descansa la base científica del proyecto. La fase exploratoria emplea, generalmente, a uno, dos o tres investigadores, y el costo es modesto. Generalmente, el costo comienza a subir rápidamente cuando el trabajo entra en la etapa de desarrollo, pero la decisión de emprender el desarrollo sólo se produce después de que la investigación acertada haya reducido acusadamente la incertidumbre hasta niveles empresarialmente aceptables. La gestión tecnológica consciente de I + D radical en éste modo es un medio de reducir riesgos.

7.5.3 – I + D fundamental: Gran "I" y ningún "D"

La I + D fundamental es una búsqueda científico – tecnológica en lo desconocido. Tiene dos objetivos principales: 1) – Desarrollar con profundidad la capacidad investigadora en campos de potencial tecnología futura en que la compañía está convencida o persuadida que tendrá un gran impacto estratégico a largo plazo (de 8 a 15 años aproximadamente); y 2) – Prepararse para una exploración comercial futura en estos campos.

7.6 – El papel estratégico de I + D

Gestionar tecnología (I + D) estratégicamente significa, primero y sobre todo, integrarla en la estrategia tecnológica y empresarial, luego, gestionar el proceso de I + D, incluyendo sus amplias conexiones por toda la compañía, con la misma dedicación con que se gestionan otras piezas fundamentales de la estructura corporativa. En el contexto propiamente estratégico, I + D debería favorecer a los productos que ofrecen las áreas de marketing y comercialización, al proceso de producción y a muchas de las decisiones de inversión que toma la dirección.

En I + D industrial existen tres propósitos estratégicos principales:

  • Defender, apoyar y expandir las actividades existentes.

  • Emprender actividades nuevas.

  • Ensanchar y profundizar las capacidades tecnológicas de una compañía.

El apoyo a las actividades ya existentes incluye la modificación de producción para mejorar la aceptación de la sociedad o adaptarlos a distintos estándares o regulaciones del mercado, utilizando materias primas diferentes o nuevas o mejores en los procesos de fabricación, y ocuparse de actividades no discrecionales, como son las consideraciones en torno a la seguridad y al medio ambiente. El apoyo al negocio incluye también el desarrollo de nuevos productos y de procesos de fabricación para mejorar el posicionamiento competitivo dentro de la estructura actual del negocio.

Emprender nuevas actividades implica proporcionar oportunidades a actividades nuevas utilizando tecnologías ya existentes o nuevas. Las actividades nuevas pueden tener éste carácter de novedad para la compañía o para el mundo. Del mismo modo, las tecnologías nuevas pueden serlo para todo el mundo o solamente para la empresa, como podría ser el caso de aquellas protegidas por una patente.

El ensanchamiento y profundización de capacidades tecnológicas puede concernir a actividades existentes o nuevas, dependiendo de la oportunidad que se vislumbra y de la posición competitiva de la empresa.

La función de I + D y la estrategia de una compañía cambian en función de la madurez del sector industrial en la que compite la empresa. Como se muestra en la Figura 1, la misión comercial de I + D en el estado embriónico del ciclo de vida del sector industrial, es ayudar a lanzar la nueva actividad y posicionarse establemente demostrando la validez del concepto del producto en una o más aplicaciones y estableciendo la viabilidad del proceso de manufactura. La misión puede incluir también el hacer lo necesario para instituir y defender la propiedad intelectual de la compañía.

Figura 1

La misión de I + D y el ciclo de vida industrial

edu.red

Durante la etapa de crecimiento, el propósito de I + D es ayudar a que el negocio crezca y mejorar o sostener su posición competitiva, extendiendo la gama de productos y aplicaciones o ensanchando el campo de aplicación potencial de productos existentes mediante la mejora de sus características o la reducción de los costos de fabricación.

Cuando la industria alcanza la madurez, el papel estratégico de I + D pasa a ser el de defensor del posicionamiento competitivo, extendiendo la diferenciación potencial de los productos a poniendo el acento en la reducción de costos. La dirección puede rejuvenecer la actividad, y esto puede ser también responsabilidad de la I + D y gestión tecnológica.

En una industria madura, el papel clásico de la I + D ha sido reducir costos y proporcionar al cliente el apoyo necesario para salvaguardar la rentabilidad. Estratégicamente, quizá el dar mayor I + D en la fase de madurez sea el de renovar los productos o la tecnología de fabricación y echar fuera del negocio a los competidores antes de que ellos lo echen a uno.

7.7 – Una introducción a la gestión tecnológica eficaz de I + D

La gestión tecnológica eficaz de I + D es un delicado y complejo acto de equilibrio. La dirección general desea que la gestión tecnológica sirva a múltiples propósitos: Apoyar el negocio actual, ayudar a lanzar nuevos negocios y profundizar o ensanchar las capacidades tecnológicas de la empresa. La dirección general desea que la gestión tecnológica produzca resultados tan pronto como sea posible, pero está dispuesta a esperar para obtener los resultados fundamentales; en tanto que la recompensa potencial sea proporcional a lo esperado y que la competencia no los obtenga primero.

Una empresa prefiere obtener grandes beneficios cuando sea posible, pero siempre espera que las recompensas sean proporcionales al riesgo asumido.

Con el fin de responder a estos deseos diferentes de la dirección, la gestión tecnológica se compromete en tipos de trabajos caracterizados por tener diferentes grados de incertidumbre tecnológica y marcos temporales discordantes. Las incertidumbres y los marcos temporales dependen de la naturaleza de las I + D elegidas para librar la batalla particular, la madurez de las tecnologías implicadas y el grado en que la empresa las domina. A su vez esto depende de la calidad y cantidad de los recursos que la gestión tecnológica puede recabar cuando los necesita.

El reconocimiento de cuál es la generación de gestión tecnológica que practica una empresa, proporciona un fundamento para el cambio, cuando el mismo es adecuado. ¿Cómo se puede distinguir entre ellas? Se las reconoce por sus rasgos distintivos: Por la filosofía de gestión tecnológica que se realiza, por el modo en que está organizada, por la manera en que se formula la estrategia I + D – tecnología, por cómo está fundamentada la gestión tecnológica y cómo están asignados los recursos de I + D, por cómo se han seleccionado sus objetivos y cómo se han establecido prioridades, y por cómo se han medido y evaluado los resultados y el progreso de I + D.

Se describirán para cada una de las generaciones, la gestión tecnológica, el contexto estratégico, los principios operativos en uso, y las diferencias en las prácticas y sistemas de gestión utilizados con los diferentes tipos de I + D.

7.7.1 – Primera generación de I + D: El enfoque intuitivo

La primera generación de gestión tecnológica es un vestigio de los buenos tiempos de los años 50 y 60. Se caracteriza por la ausencia de un marco estratégico para la gestión de la tecnología y la I + D. La dirección general tiene muy poca idea y apenas gobierna el tema. Sólo el área de + D decide, en muy buena parte, la tecnología futura de la empresa. La dirección general participa poco en las definiciones de los programas o los proyectos. Hay una mínima evaluación de los resultados de las tecnologías fuera de la que efectúan quienes se encuentran implicados en ella. No existe comunicación fluida entre I + D y el resto de la compañía.

El personal de marketing cree que el área de I + D no entiende de negocios y los investigadores creen que los objetivos ahogan las motivaciones. Este mismo personal piensa que los investigadores son incontrolables, y los investigadores piensan que la administración sofoca la creatividad. A las quejas de los directores generales de que los resultados están siempre a la vuelta de la esquina, replican los investigadores que los adelantos no se pueden predecir.

7.7.2 – La gestión y el contexto estratégico

En la primera generación, la gestión tecnológica se caracterizaba por la falta de confianza entre la dirección general y el área de I + D.

Predomina la intuición de los directivos del área de I + D. Ellos deciden el qué, cuándo, por quién y por qué de la gestión tecnológica, aislados del contexto empresarial. El área de I + D está organizada típicamente en centros costosos de acuerdo a una disciplina científica e ingenieril. La responsabilidad de las actividades se asigna a un director de línea o a otro de la organización jerárquica de la misma. Se evita la organización tipo matriz.

Los directivos generales que trabajan bajo enfoque de la primera generación, tienden a ver a la tecnología en términos de disciplinas científicas e ingenieriles con el fin incremental principalmente, no comprenden lo que es una tecnología, ni tampoco lo que ella hace por el negocio y sobre todo lo que puede lograr por la sociedad.

La incertidumbre tecnológica se toma como algo dado e incontrolable que disminuirá con el tiempo. La incertidumbre tecnológica es difícil de evaluar.

7.7.3 – Principios operativos

En la gestión de la primera generación, la inversión en I + D, queda sujeta a la discrecionalidad de la dirección general. Sólo los directivos, de distintos niveles de I + D, saben cómo se gastan los recursos de I + D.

Los científicos, ingenieros y directivos de I + D crítica o fundamental de la primera generación, ven los objetivos, los hitos y las fechas, como una imposición de la lógica lineal rígida sobre un proceso de generación y exploración de ideas que se desarrolla sobre la creatividad, la intuición y el razonamiento.

Los objetivos y el marco de prioridad son más adecuados en la I + D incremental, porque la incertidumbre tecnológica no es un factor significativo y el marco temporal es, generalmente, más inmediato. El marco de prioridad es operativo, no estratégico.

En la primera generación, la medida de los resultados y, por tanto, la evaluación del avance de I + D, tiende a ser ritualista y superficial. No se define desde un principio y rigurosamente, una expectativa de resultados. En éstas circunstancias, los análisis del progreso tienden a centrarse sobre los problemas científicos – tecnológicos y en cómo resolverlos.

7.8 – Segunda generación de la gestión tecnológica: La visión sistémica

La segunda generación se caracteriza por ser una transición entre los estilos de gestión tecnológica intuitiva y eficaz.

La gestión tecnológica de la segunda generación proporciona los comienzos de un marco estratégico para el área de I + D en el ámbito de proyectos y trata de mejorar la comunicación entre la gestión comercial y la de generación de tecnologías (productos, procesos, procedimientos, etc.), haciendo que lo comercial, o la corporación, sean el "cliente externo" para el personal del área de I + D junto al igualmente importante "cliente interno", la dirección de I + D.

La dirección reconoce explícitamente las diferencias entre los tipos de tecnologías estratégicamente diferentes y trata de establecer el modo de diferenciarlas en las políticas de la empresa.

La gestión de la segunda generación se diferencia más de la primera, por la cooperación de las direcciones generales y el área de I + D en la consideración conjunta de proyectos individuales: costo del proyecto, tiempo de duración, incertidumbre, impacto sobre las actividades empresariales, su gestión, su ejecución y la sociedad o mercado.

Cuando se trata de proyectos individuales, los resultados pueden ser espléndidos, pero la consideración y las decisiones sobre proyectos, en una base proyecto a proyecto, omite aún la dimensión estratégica de que se ocupa la gestión tecnológica de la tercera generación, con independencia de que resulte beneficiosa para el proyecto individual: la interrelación entre proyectos dentro de una actividad, en distintas actividades, para la corporación como un todo y fundamentalmente para la sociedad.

La gestión tecnológica eficaz en el ámbito corporativo (es decir, multinegocios) aún no existe. El concepto de cartera de proyectos o peor aún, de tecnologías aplicables, permanece ausente. El espíritu de la cooperación entre la dirección general y la del área de I + D continúa centrado en el proyecto. Aún en el caso en que altos directivos tengan claros los principios gerenciales y estratégicos de la evaluación del proyecto en un contexto estratégico, estos principios no penetran fácilmente en los niveles operativos de la compañía. Aún se trabaja sin un enfoque hacia el todo y dentro del todo está la sociedad / mercado.

7.8.1 – La gestión y el contexto estratégico

En la segunda generación de gestión tecnológica, la filosofía de la gestión se caracteriza por la existencia de una relación en la que la dirección general busca equilibrar el apoyo y la defensa del área de I + D con los objetivos estratégicos, sin acabar con la motivación.

Al establecer una relación de suministrador/cliente entre los directivos de I + D y la dirección general, ésta es consciente de que en el fondo es responsable de la cadena porque es ella la que decide gastar en I + D, hace que se preste más atención a la relación costo / beneficio y está dispuesta a implicar más a la dirección de I + D en la evaluación de ese cociente. También espera que los directivos de I + D trabajen duramente para demostrar su importancia y sean más responsables de las necesidades de sus clientes comerciales y corporativos.

Al igual que ocurre en el enfoque de la primera generación, la segunda, tiende a centralizar la I + D crítica y fundamental, y distribuir tecnología incremental en el negocio.

La segunda generación de gestión tecnológica tiene una ventaja superior: clarifica y actúa sobre la naturaleza distinta de los proyectos tecnológicos; hace uso activo de la dirección por matrices y pone a cargo de proyectos y programas significativos, a directivos formados o experimentados. A éstos directores de proyectos se les asignan las tareas de planificación estratégica, movilización de recursos y de garantía de que los proyectos se finalizarán de acuerdo con los objetivos, calendario y presupuesto establecido. El director del proyecto es responsable de lo que se ha de hacer, cuándo y a qué costo. Los directivos de líneas (o de recursos) son responsables de las personas que han de asignarse al equipo y de la calidad de los resultados.

La gestión tecnológica de la segunda generación intenta ligar al área de I + D y las tecnologías que genera, a las necesidades de negocio, con base en proyectos individuales. Ello permite a l agestión tecnológica afrontar la adecuación de las tecnologías a los objetivos corporativos y sugerir activamente el modo en que el área de I + D y las tecnologías elaboradas pueden interactuar constructivamente para establecer un plan de negocio que ninguna de las dos podría establecer por separado. Aún más, formula planes tecnológicos sobre una base de proyecto a proyecto separada e independientemente para cada actividad social y para la corporación. El proceso falla al tratar adecuadamente actividades no relacionadas directamente a negocios existentes, pero que son importantes en el ámbito corporativo. El proceso es incapaz de optimizar los recursos del área de I + D para los distintos proyectos o para la corporación como un todo. Tampoco ofrece ningún mecanismo para decidir entre asignar una cantidad de recursos a un proyecto de reducción de costos en la actividad "A", o asignar la misma suma al desarrollo de un producto nuevo en la actividad "B", incluso en el caso de que los beneficios de la corporación puedan ser significativamente mayores en un caso que en otro.

7.8.1- Principios operativos

Los parámetros generales de asignación de fondos para la investigación fundamental están establecidos a un nivel que la compañía cree que puede permitirse y que es, generalmente, un porcentaje, ampliamente arbitrario, del presupuesto de I + D. Estos fondos se asignan de manera centralizada por la corporación o las divisiones que realizan I + D.

A menudo, la provisión de fondos para el área de I + D radical es compartida por el negocio y por las divisiones o la corporación, en orden para compartir riesgos. Los niveles de asignación de fondos vienen determinados por las necesidades de las actividades y por las nuevas tareas y tecnologías importantes para la corporación; después de que las evalúe el staff de la división o corporativo responsable de actividades y tecnologías nuevas.

La provisión de fondos de I + D incremental se realiza, generalmente, a través del negocio.

La gestión tecnológica corporativa central, cuando existe, asigna recursos y establece prioridades para el área de I + D fundamental. Los recursos para proyectos de I + D crítica, radical e incremental y sus prioridades, se asignan mediante decisiones conjuntas de clientes y suministradores.

La gestión tecnológica de la segunda generación trata generalmente de medir los resultados del área de I + D mediante aproximaciones cuantitativas, tales como el valor neto actual (NPV), la rentabilidad de la inversión (ROI) y medidas de la tasa de retorno, por cada proyecto de volumen significativo.

La gestión tecnológica de la segunda generación a menudo tropieza con un vacío de información sobre la sociedad y por ende sobre el mercado. Generalmente la gente de marketing tiene poca, o ninguna idea de las necesidades del mercado a 5 años vista, y por otra parte, la gente del área de I + D tiene, por lo general, escaso acceso directo a la información sobre los deseos, necesidades y demanda de la sociedad y/o mercado. El vacío de información sobre el mercado se va llenando gradualmente, a medida que se incrementa el tiempo para lograr tecnologías y se acorta el de comercialización.

La gestión tecnológica de la segunda generación comprueba que, la medición de resultados mediante aproximaciones cuantitativas, es más desalentadora cuando llega a la investigación fundamental. El marco temporal para que se produzcan resultados es incluso más largo y las incertidumbres son mayores.

Las compañías que trabajan en la primera generación, tienen una actitud fatalista hacia la evaluación del progreso, mientras que los colegas que lo hacen en la segunda, se preocupan por cómo tomar decisiones para acelerar o desacelerar un esfuerzo y por saber cuándo puede ser adecuado abandonarlo.

7.9 – Tercera generación de I + D: Enfoque estratégico y eficaz

La gestión tecnológica de la tercera generación pretende crear, entre las unidades de negocio, las divisiones de I + D generadoras de tecnologías y la corporación, una cartera de productos tecnológicos equilibrada estratégicamente (tecnologías de productos, procesos, servicios, etc.), formulada conjuntamente en un espíritu de asociación entre directivos del área de I + D, los directivos generales y las diferentes demandas de la sociedad.

El área de + D trata de responder a las necesidades de actividades ya existentes y a las necesidades adicionales de la corporación, al tiempo que contribuye a la identificación y explotación de las oportunidades tecnológicas en actividades existentes y en actividades nuevas que demanda la sociedad / mercado. En la gestión tecnológica de la tercera generación, la dirección general instituye una asociación estratégica y operativa entre el área de I + D y otras funciones vitales en la que los desafíos y ayudas de I + D definen necesidades tecnológicas reales de la compañía, tanto para hoy como para mañana, además de ayudar a satisfacer esas necesidades para la sociedad.

7.9.1 – La gestión y el contexto estratégico

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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