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Islam o Europa

Enviado por Maurice Azman


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Monografía destacada
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    (actualización, diciembre de 2015)

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    Introducción

    En el Consejo de Lisboa de 1992 se definió a la Unión Europea como la asociación de elementos geográficos, históricos y culturales que contribuyen a forjar su identidad. La UE es un conjunto de países que comparten un acervo común de ideas y valores, basados en la estabilidad de las instituciones garantes de la democracia y el respeto de los derechos humanos.

    Es decir, Europa no se define tanto por fronteras geográficas como por los valores, y entre ellos los valores morales, que la definen. Por eso en la mente de muchos europeos, Islandia sería más europea que Turquía, la cual tiene sin embargo un 3% de su territorio en el Viejo Continente. Europa es un área cultural civilizacional con un pensamiento humanístico bien definido. Durante los últimos 40 años, Europa ha conocido una ola migratoria imparable de personas cuya religión y cultura no son europeas.  Transcurrido el tiempo, se han replegado en su propia comunidad cultural y religiosa. En su interior ha arraigado una minoría belicosa, proselitista e internacionalista que se declara sin complejos enemiga del país de acogida y dispuesta a emplear la violencia terrorista en su interior al servicio de causas políticas extranjeras. Al Qaida, Daesh (Estado Islámico), Boko Haram, son algunos de los nombres que conocemos hoy por su escalada en el ranking del horror. Son organizaciones pseudorreligiosas que, reclamando la vuelta a los orígenes del islam ([1]), del que en realidad no son sino una excrecencia anacrónica, y apoyándose en las peores prácticas del terrorismo yihadista, tratan de implantar un estado de guerra generalizado, sin fronteras ni frentes definidos. Todos ellos comparten una divisa común, el odio atávico a Occidente, a los países de la Cruz, por el recuerdo de las cruzadas medievales a Tierra Santa, por supuestos agravios contemporáneos en Palestina, en particular por la creación de un estado judío tras la segunda Guerra Mundial, por el intervencionismo imperialista, por las guerras y por la humillación secular sufrida. Por supuesto, estos grupos no son el islam, y son minoritarios entre los más de mil quinientos millones de musulmanes en el mundo. Pero de la misma manera que la tierra no es el fruto, y son dos naturalezas diferentes, la tierra es la condición necesaria para que la planta se desarrolle. En palabras de A. Elorza, "el islam no es terrorista, pero existe una línea de interpretación […] que fundamenta el yihadismo. […] La amenaza se encuentra inscrita en el Corán: "Y combatidles hasta que no haya más fitná  y toda la religión sea de Alá" (8.39)([2]).

    La Primavera árabe de 2011 despertó la esperanza de cambios populares democráticos en los países musulmanes. Muchas dictaduras cayeron (Túnez, Egipto, Libia) otras se tambalearon (Siria) pero tras la desaparición de estados autoritarios la oposición más integrista pescó en aguas revueltas causando la ingobernabilidad de esos países y generando una constelación de grupos armados agrupados en función de las diferentes ramas del Islam. En este contexto nace un autoproclamado Estado Islámico (2014), supranacional y transfronterizo que ha lanzado una llamada a la yihad para implantar y expandir la doctrina islámica más radical basada en la lectura literal de la sharia, cuyos principales textos fundacionales remontan al siglo IX .

    El debate de este siglo gira en torno a la islamización de las tierras europeas y las consecuencias  peligrosas e irreversibles que pueden derivarse de este proceso, potenciado tras la declaración de la yihad contra occidente por parte del citado Estado Islámico, a partir de Siria.

    La primera de ellas es que la semilla del fundamentalismo religioso musulmán, oscurantista y medieval, se implante en Europa y haga imposible la convivencia pacífica de culturas, etnias y religiones diferentes.

    La segunda es la polarización entre los propios ciudadanos nacionales ante la cuestión, en particular debido al ascenso electoral de los partidos de extrema derecha, principales beneficiarios de esta evolución iniciada con la inmigración de los años sesenta.

    La tercera es la exacerbación de la islamofobia o la violencia antimusulmana, emparejada en el extremo opuesto con el aumento del antisemitismo.

    La cuarta es el aumento de la amenaza islamista y los atentados terroristas en Europa.

    La quinta el riesgo de desequilibrar en Europa la balanza entre libertades civiles y seguridad debido a las medidas policiales y leyes antiterroristas que adoptan los Estados para proteger a su población frente a los atentados del terrorismo yihadista. Un atentado en un avión provoca un aumento de los controles en los aeropuertos. Un atentado en una estación de ferrocarril el aumento de los controles en el transporte ferroviario. El miedo está implantándose, y debemos vivir con él, porque ninguna medida de seguridad impide al cien por cien un atentado.

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    La sexta es la crisis de los refugiados que el éxodo forzado de cientos de miles de personas que huyen de las guerras interárabes para alcanzar los países de la UE. Su llegada masiva sobre todo a partir de septiembre de 2015 a la desesperada a puesto de manifiesto las diferencias de enfoque y han abierto una brecha Este-Oeste entre los países miembros de la UE. El equilibrio es casi imposible entre el sentimiento de generosidad y de deber moral por un lado y el sentimiento de realismo por otro. De nuevo los partidos más xenófobos alertan de un paso más en el proceso de islamización a medio plazo, otros temen la llegada de yihadistas infiltrados entre los refugiados. Un corolario de esta crisis humana no es solo la división de enfoque entre los países de la UE sino de la propia opinión pública en el interior de un mismo país, preocupada por la inestabilidad demográfica y política que puede crear la llegada masiva de refugiados en un porcentaje muy elevado. En Alemania, la crisis de los refugiados ha debilitado a la canciller Angela Merkel y su liderazgo, indiscutible hasta ahora, está siendo cuestionado por su electorado. Para encauzar ese flujo que tiene componentes desintegradores en los países más al Este de la UE, se ha pedido ayuda a Turquía, que no muestra reparo en sacar beneficios económicos, -más de 3.000 millones de euros prometidos por la UE- y políticos – allanar su acceso al proceso negociador de su adhesión a la UE.

    La Yihad contra occidente

    Desde junio de 2014 existe una guerra interreligiosa entre Daesh, es decir el Estado Islámico[3]y los países árabes limítrofes. Pero esa guerra desborda las fronteras y se vierte en Europa.

    La Umma o comunidad de creyentes ([4]) es una nación unida en la fe que desborda las fronteras nacionales. El sentimiento de pertenencia comunitaria es muy alto entre la comunidad musulmana. Existen actualmente 57 Estados miembros de la Organización de la Cooperación Islámica con representación permanente ante Naciones Unidas en Ginebra (Suiza) y Nueva York (EE.UU). Paradójicamente, dentro de esa comunidad, que se manifiesta unida en un solo bloque cuando es visto desde el exterior, conviven facciones  y corrientes muy diferentes según la interpretación que hagan unos u otros de los textos coránicos. Las luchas fratricidas han sido frecuentes y han causado grandes estragos en el interior del Islam a lo largo de la Historia, pero es en los últimos treinta años cuando adquiere una nueva dimensión. La falta de una jerarquía en el seno de su iglesia, la cacofonía consecuente y la existencia de miles de hadices, escritos a partir del siglo IX e interpretados a su manera por los compañeros y luego los sucesores de Mahoma, son elementos que no pueden sino añadir confusión entre la Umma, la nación que desborda los confines de los países árabes.

    El-Banna, creador en los años treinta de los Hermanos Musulmanes, defendía la idea, hoy triunfante, del restablecimiento de un Califato gobernado por un imán supremo que fuera "la sombra de Dios en la tierra", el sueño añorado de la unidad islámica en el seno de un único estado: la unificación de toda la Humanidad bajo el credo de Mahoma. De aquel sueño surgió el panarabismo de los años cincuenta y resurge hoy este internacionalismo que anima a los jóvenes brigadistas musulmanes europeos a alistarse en el ejército de Daesh, que se presenta como un nuevo Califato.  Para ellos, todo aquel que se declare enemigo del islam es enemigo de mil millones y medio de creyentes, y debe ser combatido.

    Para la inmensa mayoría de la Umma, los yihadistas de hoy, que perpetran sus crímenes bajos los focos de Internet en una puesta en escena macabra y global, traicionan y ensucian el Corán en sus aspectos místicos y espirituales profundos pero, por su lado, los terroristas y su interpretación rigorista y primaria, encuentra en su libro sagrado materia para justificar sus crímenes. Los textos son pretextos. El profeta ha dicho que él reía cuando mataba y también que los enemigos del Islam se encontrarían frente a la bandera de la yihad. En las suna, que recogen los actos y palabras de Mahoma, los terroristas encuentran justificación a toda su desenfrenada violencia, y a toda suerte de llamadas al odio interreligioso. Los textos de los hadices son antisemitas, homófonos, misóginos y belicosos. Si se toman al pie de la letra, se justifica el derecho a lo abominable. Se degüella a los infieles, a los homosexuales, a los apóstatas, se lapida a las adúlteras y se viola a las esclavas.  Desde finales de 2014, ayatolás, talibanes y yihadistas lo han puesto en práctica en diferentes partes del mundo, desde las montañas de Afganistán hasta los desiertos de Mali, ante los ojos aterrados del civilizado ciudadano europeo. Paralelamente, sus ideólogos y propagandistas siembran la Red de vídeos que chorrean odio, con cadáveres arrastrados por camionetas, crucifixiones de enemigos, decapitación de rehenes, en un goteo insoportable e inhumano que parece no encontrar un tope a la atrocidad. La barbarie toca techo en enero de 2015, con el feroz ataque a la redacción del periódico satírico francés Charlie Hebdo, en París, donde ametrallan a los redactores que preparaban la nueva edición.  En su huida, a un gendarme le descerrajan una bala en la cabeza cuando está herido en el suelo. La lista se alarga en los días siguientes con la quema de un piloto jordano encerrado en una jaula (feb. 2015), el degüello de un periodista japonés, y de 21 cristianos coptos egipcios en una playa de Siria (feb. 2105). Todo es cuidadosamente filmado y mostrado en Internet. Hay una razón a este exhibicionismo macabro: la ley coránica establece que las penas deben ser ejecutadas en público para que cumplan una función ejemplarizante. Por eso, bajo la dictadura Gadafi, que en cierta época dirigía personalmente la plegaria en la mezquita, los escolares eran llevados a los estadios a presenciar las ejecuciones públicas, que eran por otro lado transmitidas en directo en la televisión. Hoy Youtube se ha convertido en la plaza pública de los yihadistas. Empezó con la degollación del periodista Daniel Pearl y siguió con las de Hervé Gourdel, James Foley y David Haines. Debemos suponer que los yihadistas están muy agradecidos a la tecnología que les permite difundir la ejecución no una sola vez en la plaza pública, como antaño, sino retransmitirla en streaming.

    Los atentados terroristas contra los europeos tienen lugar en Europa tanto como en países árabes, donde a veces son el blanco de los yihadistas, que ven en estos atentados una manera de ahuyentar a los turistas de su país y debilitar la economía, aumentar la pobreza y pescar mejor en aguas revueltas. Es el caso del ataque al Museo Bardo en Túnez (abril 2015) donde fueron asesinados una veintena de turistas. Desde entonces, el sector, extremadamente fragilizado desde las revueltas de la Primavera árabe, ha vuelto a caer en picado. El golpe de gracia es el atentado unos meses después en un hotel de la cadena española Riu en Susa. En la primera semana del Ramadán, un joven accede a la playa del hotel y durante siete minutos ametralla a los turistas europeos que toman el sol en las tumbonas. Una carnicería abominable que causa 37 muertes. Carecía de antecedentes, pero se había formado en la vecina Libia en el manejo de las armas. Túnez, el único país donde la Primavera árabe ha tenido frutos democráticos, es un objetivo militar de Daesh, que no puede aceptarlo como modelo. Yugular el sector económico más floreciente y empobrecer el país forma parte de la estrategia para soliviantar el descontento social y abonar el terreno a la radicalización. Su cercanía con Libia, fragmentada, tribal y caótica tras la caída de Gadafi, es otro factor de desestabilización del país. Túnez pierde unos 400 millones de euros por las anulaciones de vacaciones en el país debido al miedo generado. El sector del turismo, que ocupa a la décima parte de la población activa, ha sufrido un golpe irreversible. En su lucha contra el terrorismo, Túnez se encuentra ante un dilema. Sus servicios secretos son menos eficaces que los del dictador Ben Alí. Algunos proponen reintegrar a esos elementos, al menos los que no estuvieron implicados directamente en la represión, para infiltrar el movimiento. No puede improvisarse un servicio antiterrorista eficaz en seis meses, se necesita personal experimentado.

    El siguiente país en la estrategia del Estado Islámico será Marruecos, donde debemos esperarnos los siguientes atentados. España y su sector turístico estarían también a medio plazo en el punto de mira de la yihad desencadenada. La razón es que Al Andalus fue tierra del islam en época medieval y eso justifica su reconquista.

    La supuesta legitimidad de la guerra declarada a Occidente se encuentra en la teología del Islam, donde solo existen dos mundos, Dar el-Islam y Dar el-Harb. El primero es la Casa del Islam, y el segundo la Casa de la Guerra. Si uno no está incluido en la primera, significa que está en la segunda, por lo que le espera un estado de guerra permanente. La consecuencia es evidente, los enemigos del islam solo gozarán de la deseada paz cuando se hayan convertido, voluntariamente o a la fuerza, a dicha religión. Desde ese punto de vista, un estado que combate a un país musulmán enviando aviones para bombardear sus posiciones en Siria o Irak, combate a toda la nación islámica y se convierte automáticamente en un enemigo que debe sufrir la yihad. El país o sus nacionales quedan sujetos a su justicia y a la ejecución pública, ya se trate de un periodista japonés, inglés o americano, como ha sido el caso. Ese es el dramático destino que aguarda a los prisioneros si los países no ceden a la exigencia de liberar a alguno de los suyos o de pagar un rescate altísimo. El objetivo es sembrar el terror mediante chantajes tan abyectos como inaceptables. Algunos especialistas ven en esta actitud una estrategia de la provocación para forzar la intervención en tierra de tropas occidentales.

    La visión maniquea no deja lugar para la duda: conmigo  o contra mí. Para los islamistas, Europa y Francia son considerados como enemigos del islam, aunque en absoluto lo sean, como lo vienen demostrando desde hace 60 años con pruebas fehacientes y esfuerzos integradores. De la situación actual puede derivarse un enfrentamiento de gravísimas consecuencias. El Choque de Civilizaciones predicho por Samuel Huntington en 1996 ([5]) se hace cada vez más patente. Existe un peligro grave y la estrategia del avestruz es la menos apropiada. Lógicamente no toda la comunidad musulmana interpreta literalmente el Corán.

    No se trata de un problema de los textos, -menos grave en el Corán que en los hadices- sino de interpretaciones de minorías fanatizadas que se apropian de la letra del dogma y la utilizan como un arma de combate, de poder y  de opresión. Tales son las ideas vehiculadas en nuestra sociedad por imanes radicalizados a quienes se les ha dejado predicar el odio en el entorno de las mezquitas de Europa con una dejadez incomprensible durante años.

    Los musulmanes deben progresar y sobrepasar la lectura primaria de los textos. El islam debe posicionarse en el siglo XXI y abandonar su fanatismo intolerante y medieval. Los consejos dados en el siglo VII para regir la vida del creyente hasta en sus mínimos detalles no tienen razón de ser en el siglo XXI. Muchos son simples consejos higiénicos que pueden justificarse por el deseo de evitar la transmisión de enfermedades infecciosas en aquella época, que podrían explicar por ejemplo la prohibición de tener perros en las casas, o de no comer con la misma mano con la que nos lavamos después de defecar, o la más conocida de no comer cerdo ni la carne de un animal encontrado muerto.  Otras fueron dictadas supuestamente para proteger a las mujeres, sujetas en aquel entonces a todo tipo de abusos, razón por la cual no debían salir solas a la calle, ni montar en camello. Pero ¿qué sentido tiene hoy invocar alguna de estas prohibiciones para que a la mujer no se le permita conducir un coche en Arabia Saudí? Es esta transferencia del pasado al presente, obviando el transcurso de 1.300 años de historia, lo que es incomprensible. Esta obcecación de la casta religiosa a adaptarse al presente no es exclusiva del Islam. Existen otros anacronismos insoportables sancionados no por la palabra revelada sino por el Código Civil, por ejemplo la posesión de armas de fuego en Estados Unidos, un derecho constitucional que nace para garantizar el derecho a la autodefensa a finales del siglo XVIII pero que sigue vigente en la mayor democracia del mundo y causa la muerte de unas treinta mil de personas al año, muchos de ellos escolares ([6]).

    En la ley islámica, si un pueblo se niega a adoptar la doctrina mahometana, el musulmán puede reducirlos a la esclavitud para pagarse como un botín de guerra. Históricamente la yihad ha servido para saquear, raptar y robar en Sudán y zonas del África subsahariana, antes llamada África negra. En total dos millones de esclavos aún durante el siglo XIX, dos tercios de ellos mujeres para servir en el harem ([7]).

    En Mali, los islamistas aplican la sharia en las ciudades que controlan (enero 2013). Los ciudadanos contra los que los terroristas aplican la ley islámica tienen la piel negra. Les amputan manos y pies por robar. Es una forma de sembrar el terror entre la población. Los otros, llamados "moros", por el momento no han sufrido lapidaciones o flagelaciones públicas. La cacería era solo contra los negros.

    Hoy, la banda de saqueadores Boko Haram, que significa "la educación occidental es un pecado", se dedica hoy a la trata de esclavos encubriéndose de una ideología religiosa que no es sino pura política de expansión y de extorsión. Estos esclavistas son los verdugos de sus hermanos de raza, que raptan y venden, siguiendo una tradición islámica que reivindican y  que perdura desde hace catorce siglos. En mayo de 2014 secuestraron en Nigeria a doscientas niñas cristianas de un internado donde estudiaban para venderlas como esclavas después de haberse sido forzadas a convertirse al islam para salvar sus vidas.

    Estos alumnos aventajados del Daesh, en cuanto a la brutalidad, controlan el noreste de ese país y ya han causado la muerte de 13.000 personas y el desplazamiento de más de tres millones hasta mediados de 2015. Entre el 3 y el 7 de enero de 2015 este grupo borró prácticamente del mapa los pueblos de Baga y Doron Baga, en Nigeria, y asesinó a cientos de personas, mujeres y niños. También en lo que va de año (2015) han utilizado en tres ocasiones a niñas menores de diez años como bombas humanas para los atentados suicidas ([8]). El último (15 de mayo de 2015) es el que una niña de unos 12 años que detonó su cinturón de explosivos ocultos bajo el hijab en una estación de autobús, en el noreste de Nigeria, causando siete muertos y 31 heridos. Parecen con todo ello querer llevar al extremo las tristes declaraciones de una autoridad religiosa de Palestina « cuanto más joven es el mártir más lo estimo y lo respeto" ([9]).

    A Boko Haram le ha salido un competidor igualmente sanguinario. Se trata de la milicia islamista somalí Al Sahab. Su último crimen (abril 2015) es el brutal asesinato de 148 estudiantes en Kenia. A los estudiantes se les interrogaba sobre el Corán y aquellos que no sabían responder se les ejecutaba después de obligarles a chapotear simulando nadar en la sangre de las víctimas precedentes.

    Ley o violencia

    La violencia, como señala la especialista Anne-Marie Delcambre ([10]), existe en el Corán y  particularmente en los hadices, los textos que relatan la vida del profeta y cuyos principales datan del s. IX. El Corán y los hadices forman la Suna. En la corriente suní, los hadices son más estudiados y respetados que en la corriente chií, donde solo el Corán se considera como la palabra revelada. En los hadices se recogen las palabras dictadas por Mahoma en Medina. Son un compendio de las tradiciones y normas que deben regir la vida cotidiana del fiel: forma de comer, de tener relaciones sexuales, de orinar, etc. y en particular las formas de castigo de la sharia o ley islámica. En ellos, las mujeres, los judíos, los cristianos, los apóstatas y los ateos salen mal parados. Se enumeran los castigos y penas, como los de cortar la mano del ladrón, la flagelación pública, o la pena de muerte para la apostasía. Contra lo que podría esperarse, estos castigos son moneda corriente en bastantes países árabes en mayor o menor grado. Hoy se aplica en Arabia Saudí y en Sudán (mayo de 2014) entre otros ([11]). La misoginia de los textos religiosos es bien patente e impregna todo. En ellos se lee que la mayoría de los que están en el infierno son mujeres, y se dan las instrucciones sobre cómo pegar a la esposa, o las prohibiciones a las que está sometida (cr. infra). El adulterio se castiga con la lapidación. Esta práctica, si bien no existe en los sura del Corán, como se apresuran a decir los imanes cuando quieren responder a las críticas, sí aparece en los hadices. Los terroristas islamistas de Al-Qaeda o de Daesh no han inventado nada, se limitan a reivindicar la ley escrita. Para A-M. Delcambre, el germen del problema del islamismo integrista se encuentra en la religión musulmana. Sus acciones más perversas encuentran justificación en los textos que, supuestamente transmiten las palabras del profeta. En la misma línea se posiciona A. Elorza: "En suma, el islam no es terrorista, pero existe una línea de interpretación, […] que fundamenta el yihadismo. Su prevención es imprescindible". [12]

    Europeizar el islam

    Los textos coránicos no están adaptados a nuestro tiempo ni a nuestra cultura occidental humanista. En muchos aspectos son simplemente incompatibles. Por eso, para muchos imanes, toda norma que contradiga la sharia debe ser ignoraba o abolida por el creyente. Este precepto obliga igualmente a los musulmanes europeos. Esta contradicción entre ley civil y ley coránica será insoluble si no se establecen con claridad las normas de convivencia elementales que todos deben respetar. Para empezar, todos los niños deben aprender en la escuela que cualquier texto religioso está por debajo de las leyes. Todos los niños escolarizados en Europa, incluidos los niños musulmanes, deben educarse en ese precepto político básico: la  ley de los hombres prevalece. Si hay contradicción con la sharia, la sharia debe considerarse ilegal en aquello pasajes que infrinjan las leyes del Estado. No hay que limitarse a prohibir la escisión del clítoris, maltratar a la esposa o llevar el burka. La renovación debe iniciarse en la escuela para evitar que se produzcan reacciones inadmisibles como las ocurridas en Francia tras los crímenes de Charlie Hebdo en enero de 2015. En efecto, en algunas escuelas francesas los profesores no consiguieron imponer el minuto de silencia en signo de recogimiento y de duelo que recorrió toda Francia en esos días. Hubo un rechazo disidente por parte de estudiantes musulmanes, mayoritarios en muchas escuelas públicas. Pero el hecho no es nuevo, ya se constató en 2001 tras los atentados del 11-S de Nueva York que causaron la muerte de casi 3.000 personas. En los colegios en Francia es frecuente que los adolescentes se levantan del pupitre para criticar las enseñanzas sobre la biología, las ciencias naturales y la historia, porque están en desacuerdo con su fe. Eso es inadmisible.

    Jóvenes y adolescentes parecen mas rigoristas que sus padres en esta materia, y muestran una agresividad que no tienen sus mayores. Puede decirse que si no aplauden la ejecución de los periodistas de Charlie Hebdo, al menos "comprenden" a los terroristas. Y eso a pesar de haber nacido y haber sido educados en los valores de la República. La "comprensión" es más explícita cuando se trata del terrorismo de baja intensidad, como amedrentar a mujeres en la calles. En Bruselas, niñas de 12 años han sido insultadas y tratadas de putas por llevar una faldita.

    Los musulmanes de Europa deben elegir sin ambigüedades las leyes de la república y someter a ellas sus creencias religiosas. Pero no todos están de acuerdo en que esto sea posible. Los expertos están divididos. Michel Onfray escribe en su Traité d"athéologie ([13]) que puede existir un islam republicano, es decir francés. En el mismo orden de ideas, Alexandre Adler en su último libro, Rendez-vous avec l'islam cree en la modernidad democrática musulmana; otros sin embargo (François Beyrou) no creen en la posibilidad de un partido demócrata-musulmán, de la misma manera que existen partidos demócrata-cristianos en Europa. Erdogan, el primer ministro turco, parece darle la razón, porque, dice, "Islam no hay más que uno", dando a entender que no puede conjugarse en variedades ideológicas. El expresidente Sarkozy, por su lado, da su preferencia  a un "Islam de Francia" antes que a un "Islam en Francia". Este es el gran dilema, saber si los musulmanes pueden participar en la vida de la republica sin caer en contradicciones con su fe.  Ninguna religión puede creerse por encima de la ley de los hombres. Los cristianos lo han conseguido en su inmensa mayoría, ¿por qué los musulmanes no serían capaces de hacerlo? No estamos en una teocracia, y debemos dar gracias a dios por eso. Las religiones importadas por la inmigración deben quedar en la paz de los hogares y no obtener el derecho de transformar el modelo cultural y los valores políticos del pueblo que los acoge. No es el Estado quien debe adaptarse a las creencias de sus invitados, sino lo contrario. Y no aceptar ese principio es empujar a muchos ciudadano en los brazos de los partidos xenófobos.

    "El profeta es sagrado", "no se toca lo sagrado" dicen los fieles musulmanes, "ellos se lo han buscado en parte", dicen algunos escolares entrevistados refiriéndose a las víctimas tras los atentados de Charlie Hebdo. "Los caricaturistas habían ido demasiado lejos". Pero ¿lejos de dónde? Las caricaturas eran conformes a la ley. El diario ya ganó un juicio en el año 2000. Nadie puede acusarles de nada ilegal, si no simplemente de anarquistas, libertarios, groseros, ateos, insolentes, cómicos irreverentes, saltimbanquis, payasos, periodistas, artistas, etc. pero en nuestra sociedad, con los valores y principios que rigen nuestra convivencia, nada de eso merece un castigo, ni la prisión, ni latigazos, ni la muerte. Lo de Charlie Hebdo fue una ejecución ordenada desde el Yemen por Nasser Ben Ali al-Anassi, un dirigente de Al-Qaeda. Fue la aplicación de una sentencia dictada por un "juez" que se atribuye poder de actuación en una jurisdicción que no le corresponde ([14]).

    Es raro el país europeo que no tenga sus mártires de la libertad de expresión. Los Países Bajos tuvieron en suyo en la persona de Theo Van Gogh (noviembre de 2004). El provocador cineasta había denunciado en un corto titulado Soumission ([15]) el trato vejatorio que le está reservado a la mujer en el islam. El asesino, un marroquí con pasaporte holandés, le disparó primero y luego lo degolló, dejándole el puñal clavado en el pecho con un mensaje de cinco páginas llamando a la yihad. Su muerte provocó un electrochoque en la tranquila y permisiva sociedad holandesa. Uno de los descendientes del pintor universal holandés caía a manos del fanatismo religioso mientras circulaba en bicicleta por las calles de Ámsterdam. Artistas y escritores han pagado con su vida la denuncia o la burla del Islam, desde que una fatua condenara a muerte al escritor Shalman Rusdie en 1989, y se acompañara la sentencia con una recompensa de cien mil dólares. Pero no sólo a él, también a sus editores, y a sus traductores se les persiguió. El traductor italiano, y el turco fueron objeto de atentados criminales, y el traductor al japonés fue asesinado en 1991. Otro caso es el del caricaturista danés que representó a Mahoma con un cuerpo de perro, un animal impuro en el Islam (ver infra). Buscando darle muerte, se produce en Copenhague un nuevo atentado de un supuesto lobo solitario (febrero 2015) durante un debate en una casa de Cultura sobre "Libertad de expresión y blasfemia" al que asistía ese caricaturista, junto al embajador de Francia. Tras asesinar a un periodista y herir a varios policías, el terrorista ataca horas después una sinagoga y abate a una persona de un tiro en la cabeza. El modus operandi es un calco de los atentados de París ocurridos tan solo algunas semanas antes. El primer el objetivo es cercenar la libertad de expresión, el segundo es atacar a los judíos. Desde el atentado de la sinagoga de la rue Copernic en 1980, el primero dirigido contra la comunidad hebrea en París desde la segunda Guerra Mundial, los actos antisemitas se han sucedido hasta hoy. Tales actos tienen consecuencias sobre la decisión de familias enteras de abandonar su lugar de origen. El número de judíos que ha abandonado Francia en el último año (2014) con destino a Israel fue de 7.000, dos veces más que en 2013 ([16]), en parte empujados por esa tenaza persecutoria formada por el extremismo neo nazi y el islamo-fascismo, que vuelven a confluir en la Historia. La población judía en Francia es de unos 600.000. En Bélgica, también se expatriaron 250 en ese mismo año, de una comunidad de unos 40.000.

    Parte de los musulmanes europeos se repliegan sobre sí mismos fortaleciendo actitudes que van contra los valores de la república. La república debe protegerse y buscar la conversión de los musulmanes a los valores democráticos de libertad, tolerancia y separación de poderes. Esto debe producirse no en un acto individual sino en un acto institucional, con los máximos representantes de esa comunidad, que se comprometería sin equívocos a respetar y a difundir esos valores en su propio seno. El Islam del siglo XXI debe actualizarse, superar el oscurantismo y la barbarie, condenar el integrismo y aceptar que la fe debe estar supeditada a una norma superior, a la Ley ciudadana que nos permite convivir en la sociedad occidental y que responde a los principios humanistas de democracia, libertad, igualdad y fraternidad. En reacción a los atentados de París, ha dicho el alcalde de Ámsterdam: "Si no te gusta la libertad, haz las maletas y vete de aquí". Se llama Ahmed Aboutaleb, es de origen marroquí, y se dirigía "a los que no quieren adaptarse a los valores de Occidente. "No comprendo a los que dan la espalda a la libertad". Ninguna religión puede creerse por encima de la ley de los hombres. Cuando la razón se inclina ante la religión estamos en un estado clerical. Pero en Europa no estamos en una teocracia. Las religiones importadas por la inmigración no tienen derecho a transformar nuestro modelo cultural, fraguado con tanto sufrimiento y a costa de tantos errores.

    Pero el objetivo no debe ser laicizar más a la sociedad, a costa del sacrificio de religiones que ya han hecho su muda, porque eso equivale a imponer el laicismo como una nueva "religión" de Estado. Hay que ser prudentes, porque ese proceso, llevado al extremo, puede conducir a la desculturalización de la historia cristiana occidental, a la amnesia y a la confusión mental.

    El islam de Europa debe reformarse para avanzar y facilitar la convivencia. En este camino la escuela pública tiene una tarea inmensa que realizar. Otra parte del esfuerzo vendrá de los representantes de esa comunidad. La mayor dificultad proviene del hecho de que, en el islam, religión, cultura y política forman un bloque indisoluble, un continuum. Los responsables políticos y religiosos tienen que aprender a separarlos, como están separados los pilares de la sociedad europea tras la Ilustración, separación de esferas: la pública y la privada, la religiosa y la política, y en esta última, separación e independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. En Europa no se necesitan fatuas y clérigos, porque tenemos leyes y jueces.

    El islam se presta a la instrumentalización política por parte de los regímenes de los países árabes que lo utilizan como un mecanismo de represión política que puede justificar cualquier atentado a la libertad de opinión. En las últimas décadas, los regímenes islámicos se enquistan cada vez más en los principios coránicos para apaciguar a los religiosos exaltados de su propio campo. En su nombre se censuran miles de páginas Web o miles de libros y se persigue o encarcela a blogueros en países tan dispares como Arabia Saudí, Turquía o Irán, país donde en 2015 se ejecuta a las personas por ser "enemigo de Dios". Una curiosa acusación ([17]) que esconde la persecución cruenta de los opositores políticos.

    Para que esta renovación triunfe, el islam, al menos el islam europeo, deberá atravesar al menos dos procesos imprescindibles consecutivos:

    En primer lugar, una necesaria Ilustración equivalente a la que abrió el paso a la Edad Moderna en Europa en el siglo XVIII, es decir una época de las luces dominada por la razón y la crítica, y que terminó con el Antiguo Régimen. Solo una revolución equivalente, fundada en una óptica laica del estado, donde los tres poderes guarden su esfera de influencia sin interferencias y libres del yugo religioso, puede conducir a la sociedad musulmana a liberarse de la dictadura de las minorías integristas que tiran de ella hacia las penumbras.

    La sociedad islámica europea tiene una tarea histórica que llevar a cabo, los musulmanes europeos deben ser la punta de lanza necesaria para que todo el islam evolucione al siglo XXI, para que se transforme atravesando los escollos del medievalismo oscurantista que aún impregna la ortodoxia. Irshad Manji, autora de Musulmane, mais libre y Abdennour Bidar, autor de Un islam pour notre temps, están en esa línea.

    La segunda etapa, tan esencial como la primera, es la revolución feminista, ya que solo con ella se alcanzará la liberación de la opresión machista que sufre la mujer y la equiparación de derechos con respecto al hombre en el plano legal. Esto parece que debe pasar por la prohibición de aquellos preceptos de la sharia que sean incompatibles con los derechos humanos.

    El objeto no es islamizar Europa sino europeizar el Islam. Esta religión importa a Europa el machismo y a pesar de ser la segunda o tercera generación este comportamiento no se atenúa. Pérez Agote y Santiago [18]cuando analiza las diferentes fases de la secularización en España, concluye que «el grado de religiosidad y de práctica religiosas es mayor en la población inmigrante que en la autóctona», lo que significa que en vez de europeizarse, las comunidades se reislamizan. A nadie se le puede pedir que renuncie a su cultura, a su religión, a su idioma, en suma a su identidad. El quid es lograr que dos comunidades, dos tradiciones, dos culturas y dos religiones convivan armoniosamente. Los esfuerzos deben ser repartidos, pero los valores originales del país de acogida deben ser prioritariamente respetados. Si hablamos aquí de dos religiones únicamente no es porque no existan otras, naturalmente, sino porque las fricciones y los conflictos solo se producen con el Islam. Esta necesaria europeización del Islam es precisamente lo que defienden muchos autores, entre ellos Pascal Bruckner ([19]). Para él, el modo de vida occidental y la libertad de expresión no son negociables. El Islam merece su lugar en Europa, sus lugares de culto y sus cementerios, siempre y cuando respete las reglas de la república laica, que no reclame privilegios o excepciones comunitarias, como el horario de piscinas diferenciado por sexos, gimnasia separada para niñas, la implantación del sacrificio ritual islámico en mataderos municipales, comida halal en cantinas escolares, hospitales, ejército, y prisiones, aplicación del calendario festivo islámico en el mundo laboral, uso del velo en el trabajo y toda una serie de demandas que provocan una reacción epidérmica entre amplias capas de la población.

    Mercantilismo y pasaporte

    La posesión de un pasaporte nacional no conforma ninguna identidad. La identidad es una noción sentimental definida por una historia y una cultura comunes. ¿Un francés puede disculpar o ser "comprensivo" con el asesinato de 14 de sus compatriotas el 7 y 8 de enero de 2015? No, excepto algunos franceses musulmanes.

    En algunos países de la UE, la nacionalidad se adquiere sin necesidad de ser pedida, se adquiere por nacimiento en el territorio nacional. Uno puede ser documentalmente francés y detestar todos los principios morales que definen la sociedad francesa. De igual manera que hay que considerar a las personas según sus actos individuales y no según su religión, habría que considerar su nacionalidad según sus sentimientos y no según su pasaporte.

    La idea de nacionalidad hoy responde a conceptos anglosajones basados en el dinero como elemento rector de la vida social. Declaraciones del tipo: "yo vivo en Francia, pago mis impuestos como todo el mundo y soy francés porque tengo el pasaporte" son comprensibles desde ese punto de vista mercantil, y son exclusivas del siglo XX. Es una frase proveniente de la cultura del librecambio, donde cada cosa tiene un precio y todo se compra y se vende.

    Malta, para llenar sus arcas sufrientes por la crisis económica, comenzó en 2104 a vender sus pasaportes por 650.000 euros[20]Esto es, cualquiera podía "adquirir" la nacionalidad de este país por esa cantidad, lo que le permitía inmediatamente convertirse en un ciudadano de la UE. Es legítimo preguntarse si la nacionalidad es algo que se compra o, por el contrario, es algo que se siente. Podemos suponer que se pueden comprar los documentos pero no los sentimientos. En algunos países, como España, hay que pasar un examen de españolidad concebido para los inmigrantes. En ellos deben responder a preguntas sobre cultura "básica", alegando la Administración que la nacionalidad conlleva una serie de derechos políticos que solo pueden ser convenientemente ejercidos si se conoce mínimamente el país. Pero este es un procedimiento que encierra paradojas. Un camerunés puede responder a un examen sobre conocimientos básicos de España y aprobar su examen de nacionalidad, porque lo ha estudiado a fondo, a la vez que un español puede ignorar todo sobre la materia, pero sentirla en su ser profundo. Conocimiento no equivale a sentimiento. Imaginemos a un espectador de un partido de fútbol Bélgica – Italia que llegó a Bélgica en los años 60 para trabajar en las minas de carbón de Charleroi procedente del Friuli. Su pasaporte es belga, su corazón italiano. ¿A quién animará este ciudadano? Y nadie se lo reprochará.

    La cuestión esencial es: ¿están los musulmanes en su casa en Europa o son unos invitados? Si están en posesión del pasaporte nacional, la respuesta parece obvia. En tanto que ciudadanos tienen todos los derechos políticos, incluso el derecho de cambiar las leyes por procedimientos democráticos. Puesto que la democracia es el poder de las mayorías, y dado que el número de musulmanes está en aumento constante por razones de inmigración y demografía, es solo cuestión de tiempo que las leyes cambien, a no ser que otras cosas no cambian antes y lo impidan. Para la el ritmo de la Historia, cien o doscientos años es un suspiro aunque para el hombre le parezca algo lejano o improbable. El proceso en Europa parece engranado: el número de cristianos, ha bajado en solo dos años, 2009 a 2011, de 24 a 23,8 aunque la población ha aumentado ([21]).

    Sharia y periódicos o como comprender las noticias

    El conocimiento de los hadices, donde se recogen las enseñanzas de Mahoma, nos ayuda a comprender informaciones que de otra manera nos parecen surrealistas y de otra época. En realidad no son sino la aplicación de las normas recogidas en la sharia, la ley islámica de tradición oral proveniente del siglo IX. La sharia es la ley de dios y regula las relaciones públicas y privadas de la vida  de los creyentes. Una noticia como la siguiente puede producir perplejidad en el lector: "Parlamentarios iraníes proponen castigar con 74 latigazos a quien tenga un perro. El proyecto de ley establece también que los animales serán enviados al desierto" (6 de noviembre 2014) ([22]). Si buscamos el porqué de tal noticia descubrimos que según un hadiz, el musulmán solo puede tener un perro para cazar o para guardar el rebaño o los campos, en todos los demás casos el animal está proscrito. El perro es un animal maldito, una criatura vil que no debe entrar en el hogar del creyente porque su mal olor aleja a los ángeles. En un hadiz, el profeta ordena matar a todos los perros de Medina. En una ocasión, el ángel Gabriel, el primero de la jerarquía celeste, no acudió a su cita con el profeta, y este no comprendía lo que pasaba hasta que descubrió un cachorro debajo de su cama. (sura 17, 70).

    Sin duda los hadices en esta materia fueron escritos para promover la limpieza del hogar y evitar los perros errantes en las ciudades, pero en el siglo XXI esta prohibición, como tantas otras, carece de sentido.

    En enero 2015 ha comenzado a aplicarse un castigo de flagelación pública, 1.000 azotes, a un joven en Arabia Saudí  por criticar al Estado en un blog ([23]). La flagelación, una pena que entra en la categoría de las correcciones, no se aplica en una sola vez, sino a lo largo de varios meses.

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