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La realidad física en el universo conocido (página 2)


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Podemos preguntar acerca de la naturaleza de Dios incluso si hay solo una teoría unificada posible, es decir, tan solo un conjunto de reglas o ecuaciones. ¿Qué es lo que da aliento a las ecuaciones y crea un universo para que ellas lo describan? La aproximación usual en la ciencia, consistente en construir un modelo matemático, no puede responder a la pregunta de por qué debería haber un universo para que el modelo lo describa. ¿Por qué el universo va a tomarse la molestia de existir? ¿Es tan imperiosa la teoría unificada que conlleva su propia existencia? ¿O necesita un creador, y, si es así, tiene Él algún efecto en el universo aparte de ser responsable de su existencia? ¿Y quién lo creó?

Hasta ahora, la mayoría de los científicos han estado tan ocupados con el desarrollo de nuevas teorías que describen lo que es el universo que no se han planteado la cuestión de por qué. Por el contrario, las personas cuya ocupación es preguntar por qué -los filósofos– no han sido capaces de mantenerse al tanto del avance de las teorías científicas. En el siglo XVIII, los filósofos consideraban que todo el conocimiento humano, incluyendo la ciencia, era su campo. Discutían cuestiones tales como: ¿tuvo el universo un principio? Sin embargo, en los siglos XIX y XX la ciencia se hizo demasiado técnica y matemática para los filósofos o cualesquiera otros, salvo unos pocos especialistas. Los filósofos redujeron tanto el alcance de sus investigaciones que Wittgenstein, el más famoso filósofo de este siglo, dijo: "La única tarea que queda para la filosofía es el análisis del lenguaje.» ¡Qué retroceso desde la gran tradición de la filosofía de Aristóteles a Kant!

Sin embargo, si descubrimos una teoría completa, debería en su momento ser comprensible en sus líneas generales por todos, no solo por unos pocos científicos. Entonces todos seremos capaces de tomar parte en la discusión de por qué el universo existe. Si encontráramos la respuesta a ello, sería el triunfo definitivo de la razón humana, pues entonces conoceríamos la mente de Dios.

No obstante, poco después de este escrito, en marzo del 2003, en su Universidad de Cambridge, dijo: «Mucha gente, y yo incluido, creíamos que pronto descubriríamos la teoría definitiva que nos permitiría predecir cualquier cosa del universo […]. Pero es posible que nunca lleguemos al final de nuestra búsqueda.»

Unos años después, en 2010, Hawking, en otro de sus libros de gran reputación -The grand design- (HAWKING/ MLODINOW 2010), se inclinó a considerar que no es necesaria la figura de Dios para la Creación, una opinión que provocó el cataclismo consiguiente. Sin embargo, el libro de Hawking empieza con una afirmación que ruborizó la cultura y desautorizaba sus reflexiones; en la página 5 de su libro -que es la primera página escrita- dice: «Tradicionalmente, esas son cuestiones [se refiere a las grandes cuestiones fundamentales de cualquier persona y cultura] de la filosofía, pero la filosofía ha muerto.» Es una lástima que una persona de la categoría de Hawking haya sido traicionada, esta vez, por el cientificismo.

Del primer comentario de Hawking que acabamos de citar, Bernard Haisch creía posible hacer alguna consideración irónica al expresar (2006: 132):

A mí, el Dios de Hawking me parece una especie de superpresidente de la Royal Society: listísimo, pero sin dejar de estar vinculado por las leyes de la física, y lo bastante accesible como para poder mantener algunos debates francamente interesantes con Hawking. Cabe suponer que el propio Hawking podría incluso hacer alguna propuesta sobre cómo mejorar el estado del universo, y señalar algunos puntos que a Dios podrían habérsele pasado por alto cuando trazó los planes de la creación.

Efectivamente, el Dios de Hawking es el conocido demiurgo de la tradición griega, el personaje que se ocupa de la ingeniería cósmica. Dicha noción de Dios es muy reduccionista y no coincide con el Dios trascendente de las grandes tradiciones religiosas, aunque estas tradiciones citen a Dios como un creador.

Haisch, por tanto, resitúa la trascendencia ontológica a propósito de Dios, una trascendencia que va más allá de las funciones de la ingeniería de la creación. Se trata de una tarea que es conveniente reelaborar constantemente porque Dios y Todo son conceptos emparentados y, como acabamos de ver, son los físicos quienes hablan de Dios, del Todo y de cómo la ciencia coquetea con ambos conceptos. Cabe señalar que todas las opiniones son respetables, pero cada vez es más urgente recordar y precisar la necesidad de que en un mundo complejo y carente de rigor se distingan los distintos y complementarios conocimientos y empresas intelectuales, necesitados de crítica los unos de los otros. Cada interlocutor debe saber posicionarse en su campo con modestia y continencia verbal y conceptual. Es arriesgado que los teólogos hagan cosmología -lo han hecho durante años y con poco éxito-, y es arriesgado que ahora los cosmólogos u otros científicos se pongan a hacer teología -como Stephen Hawking o Richard Dawkins. Hoy en día, la ciencia, la filosofía y la teología conocen bien los propios campos y lenguajes, y las salidas de tono no favorecen ni a la ciencia, ni a la filosofía ni a la teología. El lenguaje correspondiente al trato de la ciencia experimental no es adecuado para hablar de Dios, y el lenguaje simbólico de las religiones sirve para hablar de Dios, pero no para determinar la naturaleza de la vida o de los vivientes.

Acerca de esta cuestión nada banal, Haisch evoca un texto de Neale Donald Walsch en el cual este autor recoge unas fingidas «conversaciones con Dios», divertidas y provocativas, que constituyen un ejercicio imaginativo sobre el asunto de la relación entre Dios y el Todo, y de cómo podemos imaginar que el mismo Dios percibe esta cuestión: la relación Dios-Todo-nosotros. Es Dios quien habla (HAISCH 2006:140-141)

Al principio, lo que Es (el Dios no manifiesto) es todo lo que era, y no había nada más. Pero Todo Lo Que Es no podía conocerse a SÍ mismo, porque Todo Lo Que Es era todo lo que era, no había nada más. Y así, Todo Lo Que Es […] no era. Este es el gran Es / No Es del que han hablado los místicos desde la más remota antigüedad.

En realidad, Todo Lo Que Es sabía que era todo lo que era; pero aquello no bastaba, pues solo podía conocer su absoluta magnificencia por concepto, no por existencia. Pero lo que anhelaba era la experiencia de SÍ mismo, pues quería saber qué se sentía al ser tan magnífico. Pero aquello era imposible, pues el término mismo magnífico es de valor relativo. Todo Lo Que Es no podía saber lo que se sentía al ser magnífico mientras no apareciera lo que no es.

Así pues, Todo Lo Que Es se dividió a SÍ mismo, convirtiéndose en un momento glorioso en lo que es esto y en lo que es aquello. Existieron por primera vez esto y aquello distintos entre sí.

Así surgió de la Nada el Todo; se trata, por cierto, de un hecho espiritual que concuerda con lo que vuestros científicos llaman la teoría del Big Bang.

Al producir el universo como versión dividida de Sí mismo, Dios produjo, a partir de la energía pura, todo lo que existe ahora, tanto lo visible como lo invisible. En otras palabras, no solo se creó así el universo físico, sino también el universo metafísico.

Mi propósito divino al dividirme a MÍ mismo fue crear las partes de MÍ mismo suficientes para poder conocerme a Mí mismo por experiencia.

Eso es lo que quieren decir todas las religiones del mundo cuando dicen que fuisteis creados «a imagen y semejanza de Dios». Estamos compuestos de una misma sustancia.

Mi propósito al crearos a vosotros, mis hijos espirituales, fue conocerme a MÍ mismo como Dios. No tengo otra forma de hacerla que a través de vosotros.

Dentro de este plan, vosotros entraríais como espíritus puros en el universo físico recién nacido. Esto es así porque lo físico es la única manera de conocer por experiencia lo que se conoce por concepto. Este es el motivo por el que creé en su momento el cosmos físico.

Como puede verse, es todo un estimulante ejercicio de dialéctica ficticia que nos recuerda cómo inevitablemente jugamos con los conceptos cuando tratamos los términos absolutos.

El Todo que pretendemos descubrir se encuentra peligrosamente cerca de la Nada en algunas de nuestras formas mentales, siendo buena en esta ocasión esa conocida frase que afirma que los extremos se tocan. No es extraño, pues, que la Nada haya dispuesto también de su momento de formulación rigurosa como expresión de lo trascendente. Probablemente, Laozi es quien de un modo más fino, elegante, espiritual y filosófico propone el acceso a lo trascendente a través de la Nada. En su Daodejing, uno de los libros de la literatura mundial traducidos a más lenguas, nos muestra -de una forma directa y alejada de las fórmulas abstractas-la realidad profunda del Todo en la encrucijada del Yin y del Yang, en el vacío que esconde celosamente la plenitud. Este es el camino, el Tao. Recordémoslo con el famoso canto XI del Daodejing:

Treinta radios convergen en el cubo de una rueda,

mas en su nada

radica la utilidad del carro.

Se labra el barro para hacer vasijas,

mas en su nada

radica la utilidad del carro.

Se horadan puertas y ventanas para hacer un aposento

mas en su nada

radica la utilidad del aposento.

El ser es lo práctico,

la nada es lo útil.

Traducción de Anne-Héléne Suárez Girard

Mucho más cercano a nosotros, un profundo y místico poeta español contrasta el Todo y la Nada en una impresionante meditación sobre la muerte (HIERRO 1998):

Después de todo, todo ha sido nada

A pesar que un dia fue todo.

Después de nada, o después de todo

Supe que todo no es mas que nada.

Grito «¡Todo!», y el eco dice «[Nada!».

Grito «¡Nada!», yel eco dice «¡Todo!».

Ahora sé que la nada lo era todo,

y todo era ceniza de la nada

No queda nada de lo que fue nada.

(Era ilusión lo que creía todo

y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada

si más nada será, después de todo,

después de tanto todo para nada.

Todos los místicos se han hecho eco de esta trascendencia que es una forma excelente de conocimiento cuando ya sabemos que no sabemos. San Juan de la Cruz lo expresaba así en la copla Entréme donde no supe (1999: 6-7):

Entréme donde no supe

y quedéme no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

Yo no supe dónde entraba,

pero, cuando allí me vi,

sin saber dónde me estaba

grandes cosas entendí;

no diré lo que sentí,

que me quedé no sabiendo

toda ciencia trascendiendo.

[…]

Estaba tan embebido,

Tan absorto y ajenado,

Que se quedó mi sentido

de todo sentir privado,

y el espíritu dotado

de un entender no entendiendo

toda ciencia trascendiendo.

La fascinación por el Todo y la Nada -dos formas lingüísticas indicativas- forman parte de la misma impaciencia que preside la trascendencia, con el convencimiento de que esta fascinación puede revelamos unas dimensiones escondidas de la realidad.

III El quinto Milagro de Paul Davies

¿Un universo bioamigable?

En su gran mayoría, los bioquímicos y los biólogos moleculares ignoran la mecánica cuántica. Átomos y moléculas son tratados como pequeños bloques constituyentes que se adhieren en formas diversas, pero la realidad del micromundo es mucho más sutil que eso. Para empezar, está la famosa dualidad onda-partícula: un átomo tiene a la vez aspectos de onda y aspectos de partícula. De manera significativa, la onda puede identificarse con información o software, porque describe lo que se conoce acerca del sistema. Por otra parte, el átomo tratado como una partícula corresponde al hardware. Cuando se hace una medida cuántica, la onda se «colapsa» -sufre un cambio abrupto- porque cambia el conocimiento del sistema. Pero esto afecta a su vez al comportamiento posterior de la partícula. Existe, así, una especie de enmarañamiento hardware-software en la mecánica cuántica. La información (o conocimiento) tiene un poder causativo hacia abajo. De modo que aquí hay una teoría física fundamental que tiene la información en su núcleo, y la enreda con la materia de una forma íntima. Además, las fuerzas interatómicas que forman moléculas biológicas tales como proteínas y ácidos nucleicos son realmente de naturaleza mecánico-cuántica. ¿Podría ser precisamente algún tipo de proceso organizativo-cuántico lo que se necesita para explicar el origen de las macromoléculas informáticas?

Evidencia en apoyo de esta conjetura proviene de una dirección inusual.

En su famoso libro, Erwin Schrodinger propuso que la unidad de la herencia es «un cristal aperiódico». Por esto él entendía una estructura molecular suficientemente estable para conservar su forma, pero suficientemente compleja para almacenar mucha información. Un cristal periódico normal tiene estabilidad pero poco contenido de información algorítmica. La idea de Schrodinger se reveló profética. Una molécula de ADN tiene estabilidad estructural (aunque no es perfecta; la conservación de la información requiere el uso de procesos de lectura de pruebas y edición). La aperiodicidad surge debido a que la secuencia de bases es fundamentalmente aleatoria, y por ello rica en información; un punto que yo he criticado.

Hace algunos años, los químicos se sorprendieron por el descubrimiento de un tipo muy diferente de cristal aperiódico, llamado un cuasi-cristal. Los cuasi-cristales poseen una curiosa simetría quíntuple; es decir, tienen la misma apariencia cuando se les rota setenta y dos grados. Sin embargo, y a diferencia de los cristales normales, no son periódicos. En realidad, puede demostrarse que la pauta de átomos nunca se repite.

La razón de que los cuasi-cristales produjeran una sorpresa se remite a la geometría simple. Es bien sabido que se puede embaldosar una pared con triángulos cuadrados y hexágonos, pero no con pentágonos. Los pentágonos no embaldosan: dejan huecos. Así, la simetría quíntuple no permitirá una pauta repetitiva simple. Sin embargo, en un famoso teorema, Roger Penrose demostró que una pared infinita puede ser embaldosada con simetría quíntuple utilizando dos teselas de formas diferentes: un rombo ancho y uno estrecho. Los cuasi-cristales son un análogo tridimensional, que se da de forma natural, de una pauta de embaldosado de Penrose. El propio Penrose ha sugerido que la misma existencia de cuasi-cristales plantea un enigma, en vista de su naturaleza aperiódica. Un cristal periódico normal puede crecer átomo a átomo, puesto que forma una estructura repetitiva regular, pero un cuasi-cristal requiere algún tipo de organización de largo alcance para asegurar que las piezas correctas ajusten en los lugares correctos. Penrose opina que algunos aspectos sutiles de la mecánica cuántica, e incluso la gravedad cuántica, pueden desempeñar un papel en esta organización geométrica.

Debido a su simetría quíntuple, un cuasi-cristal tiene muy poca información almacenada en su orientación, pero una cantidad ilimitada en su secuencia aperiódica lineal. Combina así algo de la idea de Cairns-Smith de cristales impuros y algo de la idea de Schrodinger de una molécula de cadena aperiódica. Como el ADN, los cuasi-cristales parecen a primera vista «objetos imposibles», con una enorme complejidad algorítmica. Pese a todo, la mecánica cuántica les permite existir de algún modo. No estoy sugiriendo que los cuasi-cristales sean genomas posibles (aunque, ¿quién sabe?), sino sólo que su estudio puede dilucidar la forma en que la mecánica cuántica puede organizar la formación de estructuras físicas complejas con gran capacidad de almacenamiento de información.

Otro indicio de que la magia cuántica podría estar presente en la administración de la información biológica procede del estudio, actualmente en boga, de la computación cuántica." Se ha demostrado que un ordenador cuántico puede hacer tratables algunos problemas computacionalmente intratables, lo que de nuevo sugiere que un «objeto imposible» computacionalmente, tal como un genoma algorítmicamente aleatorio, podría producirse con bastante facilidad mediante procesos cuánticos, incluso si requiriera una evolución larga y tortuosa por medios clásicos.

Admito que estas ideas que tan sólo he rozado en esta sección son muy especulativas, pero el propio hecho de que el problema de la biogénesis haga surgir tales especulaciones subraya hasta qué punto es tozudo este misterio. De todas formas, la hipótesis de que la vida es un fenómeno cósmico fundamental, predestinado a desarrollarse cuando quiera que las condiciones lo permitan, sigue estando bastante extendida. Pocos defensores de la tesis de que «la vida saldrá» aprecian por completo las amplias implicaciones de lo que están proponiendo. El pensamiento determinista, incluso en las formas más débiles de De Duve y Kauffman, representa un reto fundamental al paradigma científico existente. De hecho, es suficiente para hacer estremecer a muchos biólogos. Aunque los deterministas biológicos niegan con fuerza que en sus propuestas haya implícito algún diseño real, u objetivo predeterminado, la idea de que las leyes de la naturaleza pueden estar inclinadas hacia la vida, incluso si no contradicen la letra del darwinismo, ciertamente ofende a su espíritu. Desliza un elemento de teleología en la naturaleza, un siglo y medio después de que Darwin lo eliminara. Para muchos científicos, el determinismo biológico equivale a un milagro revestido de naturaleza. Eso, por supuesto, no lo hace falso. ¡Aún podría ser verdadero! La vida podría estar realmente abocada a ocurrir cuando quiera que se den la condiciones apropiadas. Pero, si es así, las consecuencias serán realmente profundas.

Durante trescientos años, la ciencia se ha basado en el reduccionismo el materialismo, lo que conduce inevitablemente al ateísmo y a una creencia en el sinsentido de la existencia física. Un universo bioamigable marcaría un cambio decisivo. Su importancia trascendental ha sido elocuentemente expresada por De Duve: «Desde la perspectiva del determinismo… no veo este universo como una "broma cósmica", sino como una entidad significativa, hecha de tal modo como para generar vida y mente, abocada a dar nacimiento a seres pensantes capaces de discernir la verdad, captar la belleza, sentir amor, anhelar la bondad, delimitar el mal, experimentar el misterio».

IV El quinto nivel de la evolución de Manuel Alfonseca

14. ¿Cómo será el quinto nivel? (resumen)

Resumiendo: el ser de quinto nivel, si ha de ser viable y coherente con la marcha de la evolución, deberá tener las siguientes características:

1. Estructura celular. Los seres humanos individuales serán las células que se unan entre sí para formar un ente de nivel superior.

2. Diferenciación celular. Cada miembro ocupará un lugar y desempeñará un papel único e irreemplazable.

3. Dependencia celular. La vida, fuera del ser de quinto nivel, será imposible o no valdrá la pena vivirla.

4. Solidaridad. Las células harán, libre y voluntariamente, cesión de su propia voluntad ante el bien superior del conjunto. El altruismo debe haber vencido definitivamente al egoísmo.

5. Unidad. La fuerza que vinculará a unas células con otras y asegurará la estabilidad del conjunto es el amor, entendido como acto de voluntad, origen de la acción de cada una de las células, y no como pasión sufrida por ellas.

6. Unicidad. Sólo podrá existir un ser del quinto nivel.

7. Inmortalidad. El tiempo y el quinto nivel de la vida son incompatibles.

Terminaremos tratando de ver que todo esto no es una lucubración mental, que este ser es realmente posible y que, con otro nombre, la humanidad lo ha conocido desde hace algunos miles de años.

V Un poco de ciencia para todo el mundo de Claude Allégre

La evolución

No cabe duda de que la teoría de la evolución de las especies es la teoría científica más conocida: «El hombre desciende del mono. Todos somos descendientes lejanos de la bacteria». También es la que ha provocado por doquier los debates más tumultuosos con las autoridades religiosas más diversas.

Y a la vez, es también la teoría epónima, el corazón, la espina dorsal, el marco general último de las ciencias del ser vivo.

El ADN aporta a esta teoría un elemento de prueba contundente. Porque todos los seres vivos, desde la bacteria hasta el elefante, desde el alga azul hasta la rosa, desde la limnobia hasta el hombre, todos llevan su patrimonio genético codificado en esos dobles trocitos de ADN. Es cierto que el ADN no tiene la misma longitud, los dobles trocitos (cromosomas) son más numerosos y complicados en el hombre que en la bacteria (el ADN del hombre posee 3.500 millones de nucleótidos, de «letras», organizados en 46 cromosomas, y el de la bacteria tiene dos millones de nucleótidos en un solo cromosoma), pero se trata siempre del ADN. Cuando se conoce la extraordinaria complejidad molecular que representa el ADN, cuando se observa la delicadeza y lo fabuloso de la maquinaria de precisión que demuestra ser es imposible imaginar que generaciones espontáneas de linajes diferentes, de secuencias de reacciones bioquímicas separadas hayan podido desembocar en una estructura común tan compleja y tan similar. Además, todo el cálculo de probabilidades, todo el trabajo de experimentación de los químicos acumulado desde hace dos siglos concluyen de forma idéntica: ¡es impensable que la naturaleza haya podido fabricar por separado a través de muchos procesos diferentes!

Así pues, a nivel molecular, es decir, a nivel fundamental, todos hemos salido del mismo molde básico, el ADN, creado de una sola vez, en un momento determinado en un solo lugar, hace ya mucho tiempo de eso…

El ADN es el denominador común, el guardián, el testigo, el símbolo, el arquitecto, el motor de lo que hoy en día sigue siendo el mayor misterio de la ciencia: la Vida, y es a la vez el más sólido argumento para esta teoría evidente en sus líneas generales y todavía desconocida en sus modalidades: la evolución.

Esta teoría' se atribuye generalmente a Darwin, pero nosotros la haremos remontar hasta Lamarck.

¿Cómo y hasta dónde se puede modificar el genoma para sanar, curar o prevenir? Ese es el programa de la nueva Medicina. Pero todo eso se apoya en el conocimiento que tenemos del ADN y de la Mecánica celular. La vida nos ofrece poco a poco la clave para poder comprender sus mecanismos. Pero (¿todavía?) no ha entregado SU secreto, el secreto que permitiría pasar de la materia a la vida, de lo inorgánico a lo orgánico, del mineral al ser vivo…

VI Consciencia de Federico Ortiz Quezada

Conclusión

El hombre es un dios caído que recuerda los cielos.

ALPHONSE DE LAMARTINE

Hoy se acepta que el universo nació de una gran explosión producto de la energía condensada que no resistió tanto confinamiento. Algo dio de sí, tal vez un quanto, y todo estalló con una brillantez cegadora. De tal resplandor proviene la palabra dios que hace referencia al fulgor del sol que también era concebido como una deidad -de ahí también el término día-, Hoy puede señalarse que dios es energía, palabra griega que significa actividad, operación, fuerza, poder.

La propiedad más importante de la energía, o de dios, es que ésta se conserva, no desaparece con el tiempo aun cuando cambie de forma y se convierta en masa. En este sentido tienen razón los que sostienen la inmutabilidad de dios, su equívoco consiste en antropomorfizarlo y no percatarse de su permanente evolución. Por eso Nietzsche se preguntaba si "¿dios es un error del hombre o el hombre es un error de dios?". Así, la energía, que algunas personas llaman dios, nada tiene que ver con el del dios unipersonal y providente de las religiones. Se debe aceptar que la energía, el universo, la consciencia, son fenómenos trascendentes.

La evolución del universo es innegable, tuvo un principio y tendrá un fin. Antes de la aparición del universo no había nada porque no existía el tiempo, pues éste es una dimensión que trajo el cosmos.

Como resultado de este proceso surgió el planeta Tierra, lugar donde se dieron las condiciones adecuadas para el origen de la vida; se trata de circunstancias tan peculiares y azarosas que son exclusivas de nuestro planeta. Seguir buscando vida inteligente en otros planetas significa negar la evolución del universo y la vida como la conocemos. Por lo tanto, su búsqueda es inútil y obedece a una corriente ideológica, religiosa, sin bases científicas. El surgimiento de la vida en la Tierra representa un fenómeno de imposible reproducción en otra parte.

A este portento se añade la aparición del hombre, la cual fue calificada como milagrosa en la época que se carecía de información y conocimientos científicos. La única explicación posible se basaba en poderes sobrenaturales. Por esto, cuando se supo que guardamos una semejanza notable con los chimpancés, sentimos extrañeza, desilusión, más aún cuando se descubrió que la vida tiene un origen material. Hoy, la ciencia ha demostrado que somos producto de la evolución biológica que nos trasciende y continúa de tal suerte que parece que somos una transición hacia un ser humano más desarrollado. Por lo mismo, surge la pregunta: ¿qué nos hace humanos?

La respuesta a este interrogante fue abriéndose paso a partir de la modernidad cuando emergió el concepto consciencia; este fenómeno comenzó a estudiarse seriamente en el siglo XXI. Los filósofos y los científicos orientan investigaciones de la consciencia: los primeros se basan en la lógica y la introspección; los segundos en eventos físicos provenientes del cerebro. De tal manera que las indagaciones en torno al fenómeno consciente se resumen en los siguientes apartados: el físico, que la explica por mecanismos quánticos; el biológico, que la incorpora al funcionamiento cerebral; el social, que la entiende con base en la historia y la cultura; el antropológico, que la revela con base en la evolución; el literario, que a lo largo de la historia la ha descrito con precisión. Es evidente que diversas disciplinas -las de la mente humana- concurran en su análisis y elucidación. Todas ellas, desde su respectivo terreno, han aportado al esclarecimiento de lo que consideramos humano y la forma en que la consciencia brotó en el hombre.

Es importante señalar que la reflexión puramente filosófica se orientó a una descripción especulativa: la física no ha comprobado los mecanismos que supuestamente intervienen en la creación de la consciencia, y la literatura se ha contentado con describir lo humano. Por tal razón, en la actualidad lo más promisorio para conocer los mecanismos íntimos de la consciencia está en el terreno de las ciencias cognitivas y las neurociencias, las cuales investigan su base biológica sin separarla de la social cultural. "La consciencia es un fenómeno natural que representa la cúspide de la evolución del sistema nervioso [ … ] la psicopatología no es otra cosa que un conjunto de enfermedades de la consciencia".

La consciencia es un fenómeno trascendente que se desarrolló a través de diferentes especies y contribuye a la inmortalidad de lo humano: es una característica que nos define y evoluciona de acuerdo con nuestro conocimiento. En lo individual, podemos perfeccionarla en la medida de nuestras aspiraciones o podemos destruirla arruinamos nuestro cerebro. Cada ser humano tiene la opción de elegir. "Solamente hay un rincón en el universo que puedes mejorar", señaló Aldous Huxley, "y ése es tu consciencia".

La consciencia es una experiencia unificada en el tiempo y el espacio que nos enlaza con el resto del universo. "Si las puertas de la percepción se limpiaran, todo aparecería al hombre como es: infinito", nos dice Aldous Huxley en Las puertas de la percepción, "porque el hombre se ha cerrado en sí mismo y ve todo a través de los resquicios de su caverna"." Por ello, para conocer el mundo que nos rodea, es necesario que acrecentemos nuestra consciencia. Fenómeno humano que es una respuesta adaptativa para sobrevivir a un medio hostil que en la actualidad se manifiesta por las crisis económicas y sociales que atentan contra el individuo y la sociedad. Así, frente a la guerra, la pobreza, la enfermedad, la muerte y más calamidades, el ser humano desarrolla y acrecenta nuevas formas de consciencia para resolver sus problemas.

Un buen ejemplo de ello es la respuesta social a la epidemia de influenza AH 1 N 1 que azotó al mundo, a partir de Norteamérica, en abril 2009. Fui testigo de la manera como se organizaron los diferentes países, en particular la ciudad de México. En unas pocas horas, a partir del anuncio de la epidemia, las personas se aislaron, las multitudes se suspendieron, todos se cubrieron la boca, se acataron las medidas propuestas por la autoridad sanitaria, en síntesis, se recurrió a la ciencia y no a la religión, lo que demostró una toma de consciencia nueva respecto a una nueva enfermedad.

Consciencia que, según el relato bíblico, es al mismo tiempo nuestra bendición y maldición. Fortuna, porque gracias a ella advertimos el mundo; condena, porque al adquirirla nos volvimos mortales. Cuando Adán y Eva vivían en el paraíso eran seres inconscientes, no se percataban de la desnudez en que habitaban. Fue entonces cuando se acercó la serpiente y les dijo: "¿Es cierto que Dios les ha dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín? La mujer respondió: Podemos comer de los frutos de los árboles del jardín, menos del fruto del árbol que está en medio del jardín, pues Dios nos ha dicho: No coman de él, ni lo toquen siquiera, porque si lo hacen morirán".

"La serpiente replicó: De ninguna manera morirán. Es que Dios sabe muy bien que el día que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como dioses y conocerán el bien del mal". La narración bíblica cuenta que hombre y mujer se vuelven conscientes de sí y dios al percatarse de ello, encolerizado, los maldice. Al final en un acto de aceptación, pues no pudo evitar lo sucedido, exclama apesadumbrado: "He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, pues se hizo juez de lo que es bueno y malo. No vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida. Pues al comer de este árbol viviría para siempre". Todos sabemos el resto: el hombre fue expulsado del paraíso.

Mediante ese acto de desobediencia el ser humano tomó consciencia y se autoconstruyo convirtiéndose en dios de sí mismo. Como consecuencia se volvió mortal. Es la consciencia lo que nos ha hecho humanos al mismo tiempo que mortales. Pero … valió la pena escuchar a la serpiente pues, a fin de cuentas, ¿quién quiere ser inmortal?

VII El universo y la Mente de Emilio Silvera Vázquez.

  • 1. CONSTANTES UNIVERSALES Y OTROS TEMAS DE INTERES.

Sí, nosotros también hemos llegado a saber que con el paso del tiempo, aumenta la entropía y las cosas cambian. Sin embargo, algunas cosas no cambian, continúan siempre igual, sin que nada les afecte. Esas, precisamente, son las constantes de la naturaleza que, desde mediados del siglo XIX, comenzó a llamar la atención de físicos como George Johnstone Stoney (1.826 – 1.911l, Irlanda).

Nadie ha sabido responder a la pregunta de si las constantes de la naturaleza son realmente constantes o llegará un momento en que comience su transformación. Hay que tener en cuenta que para nosotros, la escala del tiempo que podríamos considerar muy grande, en la escala de tiempo del universo podría ser ínfima. El universo, por lo que sabemos, tiene 13.500 millones de años. Antes que nosotros, el reinado sobre el planeta correspondía a los dinosaurios, amos y señores durante 150 millones de años, hace ahora de ello 65 millones de años. Mucho después, hace apenas 2 millones de años, aparecieron nuestros antepasados directos que, después de una serie de cambios evolutivos desembocó en lo que somos hoy.

Para hacer posible el resurgir de la vida, hacían falta materiales mucho más complejos que el hidrógeno; éste era demasiado simple y había que fabricar otros materiales que, como el carbono, el hidrógeno pesado, el nitrógeno, oxígeno, etc. hicieran posible las combinaciones necesarias de materiales diferentes y complejos que, al ser bombardeados por radiación ultravioleta y rayos gammas provenientes del espacio, diera lugar a la primera célula orgánica que sería la semilla de la vida.

¿Quién, entonces, fabricó esos materiales complejos si en el universo no había nadie?

Buena pregunta. Para contestar tengo que exponer aquí algunas características de lo que es una estrella, de cómo se puede formar, como puede ser, y cuál será su destino final.

Pero retomando el tema central de este capítulo, las constantes funda-mentales de la naturaleza, tenemos que decir que, precisamente, estas constantes son las que tienen el mérito de que las estrellas brillen en las galaxias y de que nosotros estemos aquí para mirar a los cielos y contemplar su belleza.

Al principio mencioné a George J. Stoney, el físico irlandés y pensador excéntrico y original al que, en realidad, debemos la fortuna de deducir si otros planetas del sistema solar poseían o no una atmósfera gaseosa, como la Tierra, calculando si su gravedad superficial era suficientemente intensa para mantener esa atmósfera.

Pero su pasión real estaba reservada a su idea más preciada: el "electrón". Stoney había deducido que debía existir un componente básico de carga eléctrica. Estudiando los experimentos de Michael Faraday sobre electrolisis, Stoney había predicho incluso cuál debía ser su valor, una predicción posteriormente confirmada por J. J. Thomson, descubridor del electrón en Cambridge en 1.897, dándole la razón a Stoney que finalmente, a esta unidad básica de la electricidad, le dio el nombre de electrón con el símbolo e en 1.891 (antes de su descubrimiento).

Stoney, primo lejano y más viejo del famoso matemático, cientí?co de computación y criptógrafo Alan Turing, también era tío de George Fitzgerald, después famoso por proponer la "contracción Fitzgerald-Lorentz", un fenómeno que fue entendido finalmente en el contexto de la teoría de la relatividad especial de Einstein.

Stoney, podemos decir con seguridad, fue el primero que señaló el camino para encontrar lo que más tarde conoceríamos como constantes fundamentales, esos parámetros de la física que son invariantes, aunque su entorno se transforme. Ellas, las constantes, continúan inalterables como sucede, por ejemplo, con la velocidad de la luz c, que sea medida en la manera que sea, esté en reposo o esté en movimiento quien la mide o la fuente de donde parte, su velocidad será siempre la misma, 299.792.458 m/s. Algo análogo ocurre con la gravedad, G, que en todas partes mide el mismo parámetro o valor. Es la fuerza de atracción que actúa entre todos los cuerpos y cuya intensidad depende de la masa de los cuerpos y de la distancia entre ellos; la fuerza gravitacional disminuye con el cuadrado de la distancia de acuerdo a la ley de la inversa del cuadrado.

"La ciencia no puede resolver el misterio edu.redde la Naturaleza. Y esto se debe a que, en el último análisis, nosotros somos parte del misterio que estamos tratando de resolver".

Max Planck

Las unidades naturales de Max Planck

La idea de Stoney fue descubierta en una forma diferente por el físico alemán Max Planck en 1.899, un año antes de que expusiera al mundo su teoría del "cuanto de acción".

La concepción que tenía Planck de la naturaleza ponía mucho énfasis en su racionalidad intrínseca y en su independencia del pensamiento humano. Había que encontrar esas estructuras profundas que estaban lejos de las necesidades de la utilidad y conveniencia humanas pero que, en realidad, estaban ahí ocultas en lo más profundo de los secretos naturales y eran las responsables de que nuestro mundo, nuestro universo, fuese tal como lo conocemos.

En el último año de su vida un antiguo alumno le preguntó si creía que buscar la forma de unir todas las constantes de la naturaleza mediante alguna teoría más profunda era atractivo. Le contestó con el entusiasmo templado por el realismo y experiencia conociendo cuantas dificultades entrañaba tal empresa.

"Su pregunta sobre la posibilidad de uní?car todas las constantes universales de la naturaleza, es sin duda una idea atractiva. Por mi parte, sin embargo, tengo dudas de que se logre con éxito. Pero puedo estar equivocado"

De entrada había algo muy sorprendente en las unidades de Planck, como lo había también en las de Stoney. Entrelazaban la gravedad con las constantes que gobiernan la electricidad y el magnetismo.

"La creciente distancia entre la imagen del mundo físico y el mundo de los sentidos no signi?ca otra cosa que una aproximación progresiva al mundo real."

Max Planck

Podemos ver que Max Planck apelaba a la existencia de constantes universales de la naturaleza como prueba de una realidad física al margen y completamente diferentes de las mentes humanas. Al respecto decía:

"Estos números, las denominadas "constantes universales" son en cierto sentido los ladrillos inmutables del edificio de la física teórica. Deberíamos preguntar:

¿Cuál es el signi?cado real de estas constantes? "

Una de las paradojas de nuestro estudio del universo circundante es que a medida que las descripciones de su funcionamiento se hacen más precisas y acertadas, también se alejan cada vez más de toda la experiencia humana.

"Lo que realmente me interesa es si Dios podría haber hecho del mundo una cosa diferente; es decir, si la necesidad de simplicidad lógica deja la más mínima libertad.

"Albert Einstein

El físico espera que las constantes de la naturaleza respondan en términos de números puros que pueda ser calculado con tanta precisión como uno quiera. En ese sentido se lo expresó Einstein a su amiga Ilse Rosenthal-Schneider, interesada en la ciencia y muy amiga de Planck y Einstein en la juventud.

Lo que Einstein explicó a su amiga por cartas es que existen algunas constantes aparentes que son debidas a nuestro hábito de medir las cosas en unidades particulares. La constante de Boltzmann es de este tipo. Es sólo un factor de conversión entre unidades de energía y temperatura, parecido a los factores de conversión entre las escalas de temperatura Fahrenheit y Centígrada. Las verdaderas constantes tienen que ser números puros y no cantidades con "dimensiones", como una velocidad, una masa o una longitud. Las cantidades con dimensiones siempre cambian sus valores numéricos si cambiamos las unidades en las que se expresan.

Cuando surgen comentarios de números puros y adimensionales, de manera automática aparece en mi mente el número 137. Ese número encierra más de lo que estamos preparados para comprender; me hace pensar y mi imaginación se desboca en múltiples ideas y teorías. Einstein era un campeón en esta clase de ejercicios mentales que él llamaba "libre invención de la mente". El gran físico creía que no podríamos llegar a las verdades de la naturaleza sólo por la observación y la experimentación. Necesitamos crear conceptos, teorías y postulados de nuestra propia imaginación que posteriormente deben ser explorados para averiguar si existe algo de verdad en ellos.

Para poner un ejemplo de nuestra ignorancia poco tendríamos que buscar, tenemos a mano miles de millones.

Me acuerdo de León Lederman (premio Nobel de Física) que decía:

"Todos los físicos del mundo, deberían tener un letrero en el lugar más visible de sus casas, para que al mirarlo, les recordara lo que no saben. En el cartel sólo pondría esto: 137. Ciento treinta y siete es el inverso de algo que lleva el nombre de constante de estructura edu.red".

Este número guarda relación con la posibilidad de que un electrón emita un fotón o lo absorba. La constante de estructura fina responde también al nombre de "alfa" y sale de dividir el cuadrado de la carga del electrón, por el producto de la velocidad de la luz y la constante de Planck. Tanta palabrería y numerología no significan otra cosa sino que ese solo número, 137, encierra los misterios del electromagnetismo (el electrón, e), la relatividad (la velocidad de la luz, c), y la teoría cuántica (la constante de Planck, h).

Lo más notable de este número es su dimensionalidad. La velocidad de la luz, c, es bien conocida y su valor es de 299.792.458 m/segundo; la constante de Planck racionalizada, h, es h/2

= 1´054589xl0 julios segundo; la altura de mi hijo, el peso de mi amigo, etc. todo viene con sus dimensiones. Pero resulta que cuando uno combina las magnitudes que componen alfa ¡se borran todas las unidades! El 137 está solo: se escribe desnudo a donde va. Esto quiere decir que los científicos del undécimo planeta de una estrella lejana situada en un sistema solar de la galaxia Andrómeda, aunque utilicen Dios sabe qué unidades para la carga del electrón y la velocidad de la luz y qué versión utilicen para la constante de Planck, también les saldrá el 137. Es un número puro. No lo inventaron los hombres. Está en la naturaleza, es una de sus constantes naturales, sin dimensiones.

La física se ha devanado los sesos con el 137 durante décadas. Werner Heisember (el que nos regaló el Principio de Incertidumbre en la Mecánica Cuántica), proclamó una vez que todas las fuentes de perplejidad que existen en la mecánica cuántica se secarían si alguien explicara de una vez el 137.

¿Por qué alfa es igual a 1 partido por 137?

Esperemos que algún día aparezca alguien que, con la intuición, el talento y el ingenio de Galileo, Newton o Einstein, nos pueda por fin aclarar el misterioso número y las verdades que encierra. Menos perturbador sería que la relación de todos estos importantes conceptos (e, h y c) hubieran resultado ser 1 ó 3 o un múltiplo de pi… pero ¿137?

Arnold Sommerfeld percibió que la velocidad de los electrones en el átomo de hidrógeno es una fracción considerable de la velocidad de la luz, así que había que tratarlos conforme a la teoría de la relatividad. Vio que donde la teoría de Bohr predecía una órbita, la nueva teoría predecía dos muy próximas.

Esto explica el desdoblamiento de las líneas. Al efectuar sus cálculos, Sommerfeld introdujo una "nueva abreviatura" de algunas constantes. Se trataba de 2

 

2/ hc, que abrevió con la letra griega "a" (alfa). No prestéis atención a la ecuación. Lo interesante es esto: cuando se meten los números conocidos de la carga del electrón, e, la constante de Planck, h, y la velocidad de la luz, c, sale a = 1/137. Otra vez 137 número puro.

Las constantes fundamentales (constantes universales) están referidas a los parámetros que no cambian a lo largo del universo. La carga de un electrón, la velocidad de la luz en el espacio vacío, la constante de Planck, la constante gravitacional, la constante eléctrica y magnética se piensa que son todos ejemplos de constantes fundamentales.

Una atmósfera primitiva evolucionada, la composición primigenia de los mares y océanos con sus compuestos, expuestos al bombardeo continuo de radiación del espacio exterior que llegaba en ausencia de la capa de ozono, la temperatura ideal en relación a la distancia del Sol a la Tierra y otra serie de circunstancias muy concretas, como la edad del Sistema Solar y los componentes con elementos complejos del planeta Tierra, hecho del material estelar evolucionado a partir de supernovas, todos estos elementos y circunstancias especiales en el espacio y en el tiempo, hicieron posible el nacimiento de esa primera célula que fue capaz de reproducirse a sí misma y que, miles de años después, hizo posible que evolucionara hasta lo que hoy es el hombre que, a partir de materia inerte, se convirtió en un ser pensante que ahora es capaz de exponer aquí mismo estas cuestiones. ¡Es verdaderamente maravilloso!

¿Es viejo el universo?

Cuando comento este tema no puedo evitar el recuerdo del meteorito caído en la Tierra que impactó en la península de Yucatán hace 65 millones de años, al final de la Era Mesozoica, cuando según todos los indicios, los dinosaurios se extinguieron. Sin embargo, aquel suceso catastrófico para los grandes lagartos, en realidad supuso que la Tierra fue rescatada de un callejón sin salida evolutivo. Parece que los dinosaurios evolucionaron por una vía que desarrollaba el tamaño físico antes que el tamaño cerebral.

La desaparición de los dinosaurios junto con otras formas de vida sobre la Tierra en aquella época, hizo un hueco para la aparición de los mamíferos. Se desarrolló la diversidad una vez desaparecidos los grandes depredadores. Así que, al menos en este caso concreto, el impacto nos hizo un gran favor, ya que hizo posible que 65 millones de años más tarde pudiéramos llegar nosotros. Los dinosaurios dominaron el planeta durante 150 millones de años; nosotros, en comparación, llevamos tres días y, desde luego, ¡la que hemos formado!

Las constantes de la naturaleza ¡son intocables!

Ahora sabemos que el universo tiene que tener miles de millones de años para que haya transcurrido el tiempo necesario para que los ladrillos de la vida sean fabricados en las estrellas y la gravitación nos dice que la edad del universo está directamente ligada con otras propiedades como la densidad, temperatura, y el brillo del cielo.

Cuando a solas pienso en todo esto, la verdad es que no me siento nada insignificante y nada humilde ante la inmensidad de los cielos. Las estrellas pueden ser enormes y juntas, formar inmensas galaxias… pero no pueden pensar ni amar; no tienen curiosidad, ni en ellas está el poder de ahondar en el porqué de las cosas. Nosotros sí podemos hacer todo eso y más.

Muchos han especulado con sugerencias diversas del principio antrópico. John Wheeler, el científico de Princeton que acuñó el término "agujero negro" y desempeñó un papel principal en su investigación, propuso lo que él denominó el principio antrópico participatorio. Este no tiene que ver especialmente con las constantes de la naturaleza sino que está motivado por la precisión de las coincidencias que permiten que exista vida en el cosmos.

¿Es posible, pregunta Wheeler, que la vida sea en algún sentido esencial para la coherencia del universo? Pero por supuesto nosotros no somos de interés para las galaxias lejanas ni para la existencia del universo en el pasado lejano antes de que pudiera existir la vida. Wheeler se sentía tentado a preguntar si la importancia de los observadores al traer a la plena existencia la realidad cuántica podía estar tratando de decimos que los "observadores", definidos de forma adecuada, pueden ser en cierto sentido necesarios para hacer nacer al universo. Es muy difícil darle a esto un sentido correcto porque en la teoría cuántica, con su principio de incertidumbre, la noción del observador carece de una definición nítida. Es algo que registra información. Una placa fotográfica valdría tanto como un vigilante nocturno.

Otro modelo de principio antrópico, introducido por Frank Tipler y John D. Barrow, es algo diferente. Es sólo una hipótesis que debería poderse demostrar verdadera o falsa utilizando las leyes de la física y el estado observado del universo. Se denomina como Principio antrópico final y propone que una vez que la vida emerge en el universo, no desaparecerá. Una vez que hemos dado con una definición de vida adecuadamente amplia, digamos como procesamiento de información ("pensamiento") con la capacidad de almacenar esa información ("memoria"), podemos investigar si esto podría ser cierto. Nótese que no se afirma que la vida tenga que aparecer o que deba persistir. Evidentemente, si la vida va a durar para siempre deberá tener una base distinta de la vida que conocemos. Nuestro conocimiento de la astrofísica nos dice que el Sol sufrirá con el tiempo una crisis de energía irreversible, se quedará sin el material necesario para la fusión nuclear, se expandirá en gigante roja y se tragará los planetas cercanos, incluida la Tierra y posiblemente Marte. Para cuando eso tenga que llegar tendremos que habernos ido de la Tierra, o haber transmitido la información necesaria para recrear miembros de nuestra especie (si aún pueden ser llamados así) para que colonicen otros lugares. Pensando en millones de años en el futuro también podríamos imaginar que la vida podría existir en otras formas que hoy llamaríamos "artificiales", como máquinas muy avanzadas de vasta información que procesan a velocidad de vértigo.

La tendencia, como decimos, es hacer máquinas y objetos más pequeños pero con más memoria y prestaciones, de forma tal que, consumiendo menos energía, ofrecen una mayor rendimiento a menos coste y con menos residuos. Si llevamos esto a la conclusión lógica, hay que esperar también que las formas de vida avanzadas sean pequeñas, tan pequeñas como lo permitan las leyes de la física.

Así podríamos explicar también (siempre según Tiplez y Barrow) por qué no encontramos formas de vida extraterrestre en el universo. Si está verdaderamente avanzada, incluso para nuestros niveles, lo más probable es que sea muy pequeña, reducida a escala molecular.

Se requiere poca materia prima y el viaje espacial resulta más fácil. Con nuestro tamaño y las naves que utilizamos para viajar al espacio exterior, tenemos el problema de la enorme cantidad de combustible necesario para lograr que la nave, venciendo la gravedad de la Tierra, logre salir al espacio exterior. La fuerza o velocidad de escape necesaria es de 11 kms./s que, lógicamente, no sólo requiere una enorme cantidad de oxígeno líquido o cualquier otro material para que los motores se nutran y puedan realizar el trabajo de enorme potencia, sino que tales depósitos de combustible pueden tener una pequeña fisura que haga explotar toda la nave con sus tripulantes (ya ha pasado). Si verdaderamente existen civilizaciones adelantadas más pequeñas evitarían este y otros problemas, entre los que estaría la imposibilidad de detectarlas por otras civilizaciones de bípedos patosos que viven en planetas brillantes y ricos en materias primas y que emiten constantes ruidos de ondas de radio al espacio exterior interplanetario como llamando a estos pequeños y diminutos seres que aquí pueden encontrar, sin peligro a ser descubiertos, las fuentes que necesiten para instalar colonias que viven y observar sin ser molestadas ni observadas.

Varios grupos de observadores de investigación han reunido importantes pruebas que demuestran sin lugar a dudas que, la expansión del universo empezó a acelerarse hace sólo algunos miles de millones de años. Lo más probable es que siga expandiéndose para siempre, pero que decelere continuamente a medida que se expande. La vida sigue enfrentándose a una batalla cuesta arriba por sobrevivir indefinidamente. Necesita encontrar diferencias de temperatura, o de densidad, o de expansión del universo de las que pueda extraer energía útil haciéndolos uniformes. Si se basa en recursos minerales de energía que existe localmente estrellas muertas, agujeros negros que se evaporan, partículas elementales que se desintegran-, entonces, con el tiempo, se encara al problema al que se enfrentan inevitablemente las mismas de hoy como las minas de carbón muy explotadas en la que el coste de la extracción es superior al beneficio obtenido. Será una necesidad economizar en el uso energético y el encontrar fuentes más limpias y que sean, a ser posible, inagotables y, desde luego, la que se podría extraer de un agujero negro (teniendo tecnología adecuada) sería prácticamente imperecedera.

Finalmente, si el universo se hunde de nuevo en un Big Crunch futuro en el tiempo finito, entonces no hay esperanzas a primera vista. Con el tiempo, el universo en proceso de hundimiento se contraerá lo suficiente para que se fundan galaxias y estrellas hoy separadas por millones de años luz.

Si el tiempo verdadero al que marcha el universo es un tiempo creado por la propia expansión, entonces es posible que un número ínfimo de "tics" de este reloj ocurra en la cantidad finita de tiempo que parece estar disponible en nuestros relojes antes de que alcance el Big Crunch.

Hay un último truco que podrían tener guardado en su manga esos supervivientes súper avanzados en universos que parecen condenados a expandirse para siempre. En 1.949, el lógico Kart Gödel, amigo y colega de Einstein en Princeton, le dio una sorpresa al demostrar que el viaje en el tiempo estaba permitido por la teoría de la gravedad de Einstein. Incluso encontró una solución a las ecuaciones de Einstein para un universo en el que esto ocurría. Hay teorías y propuestas más modernas en las que, una civilización avanzada en el futuro, podrá viajar en el tiempo a través de un agujero de gusano; para ello tendrá que conseguir material-energía exótica que impedirá el cierre de la boca de entrada del agujero (ver trabajos del físico Kip S. Thorne).

Por desgracia, el universo de Gödel no se parece en nada al universo en que vivimos. Gira muy rápidamente y está en desacuerdo con casi todas las observaciones astronómicas que se hablan. Sin embargo, los estudios de Thorne y su equipo, son más certeros y nada descabellados, sus ecuaciones sobre la posibilidad de viajar en el tiempo, al menos en teoría, son positivas y se ajustan en todo al universo en que vivimos y, en lo que al material-energía exótica requerido, parece que la fuente puede tener su origen en el conocido "Efecto Casimir"

A esta mayoría, la inteligencia les persigue, pero ellos son mucho mas rápidos.

Así las cosas, estamos supeditados a unos pocos enamorados de la ciencia que, muchas veces, en las más ínfimas condiciones, (se les escatima el presupuesto) trabajan e investigan por la propia inercia de su curiosidad y deseo de saber para entregar al mundo (que no lo agradece) el logro de sus desvelos.

Como dijo Kart Raimund Popper, filósofo británico de origen austriaco (Viena, 1902 – Croydon, 1.994) que realizó sumas importantes trabajos en el ámbito de la metodología de la ciencia: "cuanto más profundizó en el saber de las cosas, más consciente soy de lo poco que sé. Mis conocimientos son pero, mi ignorancia, es in?nita".

Desde tiempos inmemoriales, la Humanidad para avanzar se sirvió de

las llaves encontradas por Tales de Mileto, Empédocles, Demócrito, Platón,

Pitágoras, Aristóteles… Galileo, Newton… Stoney, Max Planck, Einstein,

Heisemberg, Dirac, Feynman,… Witten… y vendrán otros que, con su in-

genio y sabiduría, impedirán que todos los demás regresen a las cavemas.

Así que ¡a disfrutar de la TV, el fax, los ordenadores, internet, los satélites,

los teléfonos móviles tan necesarios, etc! No sabemos cómo funciona todo

eso pero ¿qué más da?

Siempre habrá gente que se preocupe por los demás y harán el trabajo necesario para sacarles las castañas del fuego. Esa gente a la que me refiero, son los "chiflados" científicos, siempre en las nubes todos ellos, y no como los políticos "tan pendiente siempre de solucionar nuestros problemas".

Pero dejemos el tema de la política para evitar que esto termine como el rosario de la aurora. Contemplando lo que ocurre, la desfachatez de los gobenantes que retuercen la ley para hacernos creer que esta dice todo lo contrario que pretendía el legislador al promulgarla, para así conseguir sus fines particulares y de partido a costa de dar una patada al trasero del bien general. Contemplando esto, digo, me entrar ganas, asqueado, de realizar un viaje en el tiempo y desaparecer de este mezquino, injusto e hipócrita momento.

Ya he comentado que la teoría de cuerdas tiene un origen real en las ecuaciones de Einstein en las que se inspiró Kaluza para añadir la quinta dimensión y perfeccionó Klein (teoría Kaluza-Klein). La teoría de cuerdas surgió a partir de su descubrimiento accidental por Veneziano y Suzuki, y a partir de ahí, la versión de más éxito es la creada por los físicos de Princeton David Gross, Emil Martinec, Jeffrey Harvey y Ryan Rohm; ellos son conocidos en ese mundillo de la física teórica como "el cuarteto de cuerdas". Ellos han propuesto la cuerda heterótica (híbrida) y están seguros de que la teoría de cuerdas resuelve el problema de "construir la propia materia a partir de la pura geometría: eso es lo que en cierto sentido hace la teoría de cuerdas, especialmente en su versión de cuerda heterótica, que es inherentemente una teoría de la gravedad en la que las partículas de materia, tanto como las otras fuerzas de la naturaleza, emergen del mismo modo que la gravedad emerge de la geometría".

No entro aquí a describir el modelo de la teoría de cuerdas que está referido a la "cuerda heterótica", ya que su complejidad y profundidad de detalles podría confundir al lector no iniciado. Sin embargo, parece justo que deje constancia de que consiste en una cuerda cerrada que tiene dos tipos de vibraciones, en el sentido de las agujas del reloj y en el sentido contrario, que son tratadas de forma diferente.

El que tenga la paciencia de leer este trabajo, entenderá que estamos hechos del polvo de las estrellas que, durante miles de millones de años, fabricaron los materiales complejos de los que estamos hechos.

Creo que la Humanidad tiene que cumplir su destino, primero en las estrellas lejanas, en otros mundos dentro y fuera de nuestra galaxia, y después. _ ., ¿quién sabe?

Gracias por su atención.

Si aprendió algo, estoy pagado.

VIII ¿De qué está hecho el universo? Materia oscura y energía oscura de Matos, Tonatiuh.

  • 1. En otras palabras, estamos hechos de Universo, nuestra sustancia fue cocinada en miles de millones de años en los núcleos de las estrellas, somos materia del Universo que evolucionó en un planeta para ser consciente de su existencia y de la existencia del cosmos; somos los ojos, los oídos, el cerebro del Universo, es decir, somos la parte del Universo que pretende conocerse a sí mismo. Debido al colapso gravitacional la vida existe en la Tierra. Más aún, debido a la formación de las galaxias y luego de las estrellas el Universo pudo crear la conciencia, a un ser que sabe de su existencia y de la existencia del Universo; somos esa parte del Universo que se pregunta: ¿qué hago aquí?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿para qué estoy aquí?, ¿para qué existo? Y que lucha incansablemente para dar una respuesta a estas preguntas (aunque esto no siempre sea totalmente posible).

(Lo resaltado en amarillo es mío).

  • 2. Para poder resolver el enigma de la materia oscura, hay que hacer nueva física, hay que proponer nuevas teorías. Lo que está pasando en estos momentos equivale a lo que pasó en la época de Newton. Una serie de observaciones que no coinciden con nuestros esquemas tiene que ser resuelta por la imaginación, por la creación de otro esquema, otro paradigma, para poder resolver el enigma que se observa.

IX Física y metafísica del espacio y el tiempo. La filosofía en el laboratorio de Hacyan, Shahen.

  • De acuerdo con la interpretación de Copenhague, la realidad atómica que percibimos depende parcialmente de nuestra forma de observar y no se puede disociar de ella, por lo que no existe una frontera bien definida entre sujeto y objeto observado.

  • 2 Pero ahora, gracias a los grandes avances en física atómica y óptica cuántica, tenemos la posibilidad de realizar en el laboratorio muchos experimentos reales que antes no pasaban de ser experimentos mentales. Ya no se trata de discurrir y especular, sino de diseñar experimentos que permitan comprobar los extraños efectos predichos por la mecánica cuántica. La física moderna nos presenta una nueva y singular oportunidad de hacer filosofía en el laboratorio.

  • 3 Los cuatro primeros (de Euclides) postulados de los Elementos son muy claros:

  • Por dos puntos pasa una línea recta.

  • Se puede prolongar una línea recta finita con otra línea recta.

  • Se puede construir un círculo con cualquier centro y radio.

  • Todos los ángulos rectos son iguales entre sí.

Luego, prácticamente de la manga, Euclides saca un quinto postulado, bastante embrollado, que tiene que ver con la posibilidad de que dos rectas se crucen en algún punto:

  • Si una recta cruza dos rectas de tal modo que los ángulos interiores en un mismo lado suman menos que dos ángulos rectos, las dos rectas prolongadas indefinidamente se cruzan en el lado donde los dos ángulos suman menos que dos rectos.

  • 4 A lo largo de este libro presenté diversos argumentos para mostrar que los conceptos de espacio y tiempo no pueden definirse en forma clara y coherente. Una posible solución (o al menos disolución) del problema consiste en adoptar la tesis de Kant según la cual espacio y tiempo no son propiedades de las cosas en sí, sino formas de percepción que permiten ordenar la información proporcionada por los sentidos. De acuerdo con este punto de vista filosófico, nuestra comprensión del mundo estaría basada en una combinación de lo que aportan tanto el mundo exterior como las estructuras de la mente. Paradójicamente, el mundo se volvió objetivo gracias a la abstracción, y la ciencia encontró sustento en las verdades matemáticas, que son universalmente válidas porque los números son los mismos para todos los humanos. Hay que reconocer, sin embargo, que la matematización de la ciencia no tuvo un éxito tan universal como se esperaba inicialmente. En particular, el notable desarrollo de la biología mostró que la descripción matemática no conduce siempre a resultados fundamentales, siendo su utilidad más limitada que en el estudio de la materia inanimada.

  • 5 En la actualidad no queda duda de que, independientemente de la interpretación que se quiera adoptar, suceden cosas muy extrañas en el mundo de los átomos que ponen en entredicho las nociones comunes de espacio y tiempo. Afortunadamente, las técnicas de laboratorio han progresado tanto en los últimos años que ya es posible hacer experimentos reales —¡ no mentales!— con partículas atómicas o fotones individuales; hasta ahora todos los resultados son perfectamente consistentes con la interpretación de Copenhague. Quitarles el carácter objetivo al espacio y al tiempo, como lo hizo Kant, conduce a reconocer que, por muy vasto y profundo que sea el Universo, lo que conocemos de él es una imagen construida por nosotros mismos.

  • 6 Los procesos físicos se describen mediante ecuaciones diferenciales, en las que aparecen funciones, variables y parámetros que se identifican con espacio, tiempo, masa, energía, campo, etcétera. Los resultados son, en muchos casos, de una precisión sorprendente, y las principales predicciones teóricas han sido plenamente confirmadas en los laboratorios. Sin embargo, si bien la realidad matemática es una magnífica representación del mundo, no es idéntica a él… como tampoco el dibujo de una pipa es una pipa.

La Trahison des images, René Magritte. (D. R. © René Magritte/ Adagp, París/ Somaap, México, 2004. Se reproduce con autorización. )

En resumen, las ecuaciones de la física son muy convenientes para describir la realidad. Pero, a pesar de su indudable relación con conceptos intuitivos y fenómenos observables, identificar ideas matemáticas con objetos y propiedades materiales conduce, tarde o temprano, a situaciones paradójicas. En los capítulos anteriores, argumenté que una manera de eliminar las contradicciones consiste en interpretar al espacio y al tiempo como propiedades de los fenómenos, es decir, manifestaciones para el sujeto, propias de sus estructuras mentales, tal como propuso Kant hace dos siglos. En todo caso queda pendiente un importante problema que no era obvio antes de los éxitos científicos del siglo XX: ¿por qué las matemáticas son tan eficientes para describir una parte sustancial del mundo? Quizá es éste el misterio más profundo de la física moderna… pero eso será tema de otro libro.

X La mente en la materia: Una nueva alquimia de la ciencia y del espíritu, de Wolf, Dr. Fred Alan.

  • 1. Las personas de las diversas disciplinas científicas, religiosas y filosóficas han empezado a tender puentes entre la ciencia, la espiritualidad, el chamanismo, las antiguas prácticas alquímicas, la metafísica y el funcionamiento del cuerpo humano, además de otros terrenos.

  • 2. Los primeros que extrajeron las semillas de estas ideas fueron los antiguos alquimistas, al intentar encontrar un sentido al mundo, alterarlo y descubrir sus secretos mágicos. Hoy día, la forma moderna de estas mismas ideas surgen a partir de la física cuántica, la neurobiología y la teoría de la información. Son conceptos que tratan de los seres humanos, de sus cuerpos y mentes, y de sus intentos de controlar sus entornos, modificarlos y afrontarlos, ya se extiendan estos entornos hasta una galaxia lejana o ya estén tan próximos a ellos como sus propios corazones y cerebros. El objetivo de los científicos modernos reproduce el de los antiguos alquimistas. O dicho de manera más sencilla, transformar la mente en materia

  • 3. Este proceso de transmutación, el magnum opus, es una realización material y espiritual al mismo tiempo.

  • 4. Según Isaac Luria, la creación comenzó cuando Dios se retiró en Sí mismo, en un bucle autorreferente imposible de imaginar. De esta retirada emanó y fluyó una luz divina en el primer espacio que había existido jamás. Nuestro propio espacio tridimensional fue un desarrollo posterior de este espacio primigenio. Y el Adán Kadmón (el primer ser) salió de esta luz. De sus ojos, de su boca, de su nariz y de sus oídos emanaba una luz primigenia ilimitada. De una manera que constituye un gran misterio abrumador, surgieron entonces de la nada unos recipientes especiales que recogieron esta luz primigenia. Estos recipientes eran materia primigenia o seminal. Pero los recipientes de materia primigenia se rompieron y el caos quedó liberado. A partir de éste, en última instancia, cayó al espacio-tiempo el hombre como una especie de proyección mental del Adán Kadmón.

  • 5. Afirmo que, armados del conocimiento antiguo y de la visión moderna que nos aporta la física actual, sobre todo la física cuántica, podemos redescubrir lo que quizá supieran los antiguos.

  • 6. No estoy solo, ni mucho menos. Quisiera que el lector se hiciera cargo de que hoy día, igual que hace miles de años, hay muchas personas que se esfuerzan (a solas o en grupo) por descubrir la solución mágica, arcana, del enigma del universo. Buscan un orden de realidad oculto, abstracto y superior que incluiría lo subjetivo con tanta claridad como incluye lo objetivo.

  • 7. En la presente obra vamos a explorar cómo entra la mente en el cuerpo a los niveles celular, molecular y neuromolecular, y cómo se queda atrapada creyéndose casi (aunque no del todo) que ella es el cuerpo. Veremos cómo entra esta información en nuestros sueños y, lo que quizá sea más importante, en nuestros pensamientos en estado de vigilia.

  • 8. El secreto de la información: la palabra.

Al principio, y según lo que sabemos ahora acerca de los orígenes, no había nada, nada en absoluto. Pero entonces sucedió algo bastante milagroso. La materia, la antimateria, la energía, el espacio, el tiempo y, más significativamente todavía, la información irrumpieron repentinamente en la existencia. Al parecer, fue una especie de casualidad. El universo de la nada, no teniendo nada mejor que hacer, creó algo. Según nuestros cálculos científicos más ajustados, si sumamos toda la energía del universo, incluyendo toda la que se contiene en la materia y en la antimateria, e incluyendo también la energía atractiva de la gravedad, el resultado es un gran cero. La suma de todo queda en nada. Pero si añadimos toda la información que existe en el universo, parece que no se acerca en absoluto a cero. De hecho, es infinita. Y aquí es donde entran en escena los seres humanos. Cuando se abrió ese primer telón del teatro mágico de Dios, apareció un gran vacío. Y después, según cierto mito llamado ciencia, el vacío explotó en el Big Bang. Siguiendo otro mito llamado la Biblia, al principio estaba la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Estos puntos de vista tan distintos al parecer, estos mitos llamados «el Big Bang» y «la Palabra», parecen absolutamente irreconciliables: uno de ellos se refiere al universo físico de la materia y la energía, y el otro se refiere al universo mental de la mente y la información. Pero ¿es posible que estas dos visiones estén diciendo, en realidad, una misma cosa? ¿Es posible que, de alguna manera, lo que nosotros describimos acerca del universo (cómo lo explotamos para extraerle un significado, cómo determinamos lo que es y lo que hace) establezca el universo mismo del que hablamos y escribimos? ¿Es posible que el acto de aprender algo, convirtiendo nuestras experiencias en símbolos significativos del discurso, cree tanto la cosa física que se observa como las leyes del orden que obedecen al parecer? Las respuestas a estas preguntas y a otras surgirán de una armonización de las relaciones entre el mundo de «aquí dentro» de la información, el significado y el conocimiento, con el mundo de «allí fuera» de la materia, la energía y la existencia.

  • 9. Y bien, yo no sé cómo se crea la vida a partir de la nada, pero voy a aventurarme a suponer cómo lo haría si yo fuera Dios. Tendría que establecer las instrucciones de bootstrap exactas. Estas instrucciones tendrían que ser lo bastante inteligibles para que, una vez puestas en marcha, las formas de vida sencillas pudieran aprender, en esencia, a leer un programa, a leer los datos que se aportan a los programas y a dar salida a los resultados de esos programas para ellas mismas y para las demás formas de vida que las rodean. El programa, además, tendría que ser lo bastante sencillo como para que pudieran seguirlo las formas de vida más sencillas que se me pudieran ocurrir. En la actualidad, podríamos decir que esos programas se llaman «instintos», pero es difícil considerar que todas las formas de vida tienen unos mismos instintos. ¿O no?

  • 10. Tu mente está en todas las células de tu cuerpo. CANDADE PERT, neurobiólogo

  • 11. La inercia: la resistencia misteriosa.

Un paso adelante, dos pasos atrás. LENÍN, hablando de la Revolución rusa.

«PIENSO, LUEGO EXISTO». ¿O no será, más bien, «existo, I luego pienso»? ¿O podríamos alegar que un universo no puede existir sin ser y pensar, materia y mente vinculadas íntimamente? Sabemos, desde luego, que la mente influye sobre la materia. Eso sucede cada vez que levantamos un dedo: consideramos que es como si nuestras mentes tocaran la materia. Todos nosotros creemos en la presencia de una mente única dentro de nuestra cabeza.

Sin embargo, y sorprendentemente, ¡no existe ninguna prueba científica de que la mente exista, dentro de las cabezas ni en ninguna otra parte! ¿Podemos demostrar científicamente su existencia? ¿Podemos salir a buscarla? Parece que no, ya que la ciencia se ocupa de cosas objetivas, y la mente no tiene ni la más mínima brizna de existencia objetiva.

Quizá podamos aproximarnos algo más a demostrar la existencia de la mente, preguntándonos: ¿influye la materia sobre la mente? Pues bien, podemos observar la influencia de la materia sobre la materia cuando choca con el suelo un huevo que hemos dejado caer. Y cuando tomamos una sustancia que altera la mente, tal como el alcohol o un medicamento analgésico, sentimos sus efectos sobre nuestra capacidad de estar atentos o de sentir dolor. Por tanto, tendemos a creer que la materia influye sobre la mente. Podríamos decir, por consiguiente, que la mente y la materia ejercen una fuerza la una sobre la otra. Pero dado que no es posible descubrir científicamente la mente, esta fuerza no se puede encontrar estrictamente en el campo de la física ni de la psicología. No; necesitamos un campo nuevo, el campo de la nueva alquimia, en el que se incorporan las nociones solapadas que se obtienen tanto de la física como de la psicología; que aspira a desvelar la conexión secreta entre la materia y la mente; que aspira a desvelar la fuerza en cuya realidad creemos intuitivamente. Yo descubro esta fuerza alquímica en la naturaleza por medio del reconocimiento absolutamente básico de que yo, yo mismo, existo en una frontera entre dos regiones aparentemente distintas dentro del universo conocido: los reinos de lo real y de lo imaginal.

Figura 4.1. La información da forma a la realidad, la realidad da forma a la información. Al principio era la palabra. Tal como expresa este dibujo de Escher, la información y la materia se mueven continuamente en una interacción autorreferente que conforma instrucciones para la transformación continua de la materia, que a su vez realimenta información, recreando de nuevo la materia. La cuestión es: ¿cómo se consigue esto?

  • 12. ¿Qué es la creación? ¿Qué es lo que estaba no-creado antes de que fuera la creación? El hecho de formularnos estas preguntas nos puede llevar, sorprendentemente, a su antítesis: ¿qué es la no-creación? He aquí un tropiezo característico con que nos encontramos cuando intentamos crear algo. Cuando surge algo nuevo, también surge su antítesis. Recuerda, por ejemplo, alguna idea nueva que hayas tenido en los últimos días. Cuando te representaste la idea, ¿no te vino también la idea de que la idea nueva no daría resultado?

La creación hace aparecer algo, lo hace salir de las sombras, establece una distinción, manifiesta algo que no se manifestaba antes, o nos permite ver algo nuevo.

En la creación intervienen principios físicos misteriosos. En realidad no sabemos cómo ninguna cosa cobra ser.

Y la ciencia es esto: anticreación. Los científicos intentan eliminar la idea de la creación y entenderlo todo en términos de transformación. Quieren saber cómo se transforma una cosa para hacerse otra cosa. No les interesa cómo se crea una cosa de la nada, porque no hay manera científica de captarlo. Así pues, podemos decir que si hay un conflicto entre la ciencia y el misticismo es porque los místicos contemplan la creación desde el punto de vista del asombro y la admiración, y quieren verlo todo como creación y nada como transformación.

La vida es misteriosa. Consiste en una secuencia continua de actos creativos imprevisibles. Nadie comprende por qué cualquier cosa es como parece ser. Nadie entiende por qué cualquier cosa «es», en modo alguno. La creación misma, el hecho de que algo salga de la nada, el establecimiento de distinciones, la separabilidad, todas las maneras que tenemos de describir este proceso, en realidad están ocultas para nosotros.

Hemos aprendido, sin pensar, a transformar la información en materia. Éste truco establece las reglas que gobiernan nuestra mente inconsciente. Para liberarnos, para tener una experiencia nueva, un despertar chamánico, una nueva visión, tenemos que liberarnos de la ilusión de que estamos separados de cualquier otra cosa; en particular, de que estamos separados de lo que deseamos. Este ha sido, es y será siempre el secreto de la creatividad: liberarse de la separación. Si no lo hacemos, no creamos. Debemos acceder al reino imaginal para crear una nueva línea de relato. Debemos volver a la unidad para separarnos de nuevo.

  • 13. La autoconsciencia no era entonces más que una función de la materia organizada en vida; una función que en sus manifestaciones superiores se volvió sobre la materia misma que la portaba y se convirtió en un esfuerzo por explorar y explicar el fenómeno que manifestaba: un esfuerzo esperanzado-desesperado por parte de la vida para conseguir el autoconocimiento. La naturaleza, vuelta sobre sí misma: un proyecto condenado al fracaso último, dado que la naturaleza no puede resolverse en el conocimiento, y tampoco puede la vida, en última instancia, espiarse a sí misma. THOMAS MANN, La montaña mágica

  • 14. Nadie ha visto nunca una ecuación que sepa andar. La vida y la consciencia siguen siendo un misterio. Y como he dicho, el sistema materialista se ha llevado un duro golpe. Yo quiero señalar que no sólo es imposible tratar la materia sin el espacio y el tiempo, sino que también es imposible que exista sin mente. Y la mente (mi mente y la tuya) no puede existir únicamente dentro de los límites de un cuerpo.

Este envolvimiento de la mente, la materia y el mito crea el yo como sistema vivo, autoobservador, en el tiempo.

Partes: 1, 2, 3
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