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El legado vital de la globalización: del malestar económico al populismo emocional e irreflexivo (Parte I) (página 6)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

"It"s happened". La inesperada victoria electoral de Trump en EEUU apoyado por los antisistema y un discurso populista identitario se une al "brexit" para consumar una autentica defección anglosajona en el liderazgo de la globalización. Ha sido esa misma globalización, en su formato actual, con sus desarrapados y sus extranjeros, con la concentración de réditos y la desigualdad, la que ha socavado los cimientos del contrato social hasta tales extremos. Ni una sola ciudad por encima del millón de habitantes votó al presidente electo.

En su mayor parte pues, ha sido un tropel de paletos furiosos el que ha encumbrado a Trump y su misión "Make America great again!". El testigo para liderar esa integración mundial bajo el orden democrático liberal cae por defecto a los pies de Europa continental, el Occidente no anglosajón, la Unión Europea. Aún enzarzada en su propia crisis existencial, no acaba de cristalizar el paso definitivo a su propia unión política. Lo que pocos sospechan es que las flaquezas expuestas en esa crisis interna -la constante necesidad de superar la "soberanía nacional" y una reserva escéptica sobre el formato vigente de globalización- puedan convertirse en auténticas señas de identidad, en fortalezas para tener la capacidad de recogerlo. La realidad presiona por fuera y por dentro.

No es sorpresa, pues, que tras la elección de Trump, Merkel haya condicionado expresamente su congratulación, su "bienvenida", al respeto de valores que constituyen la esencia de Occidente, la democracia, el respeto al individuo y su dignidad y el valor de la ley. Por su parte, el presidente saliente, Obama, acaba su mandato con una visita a Europa que finaliza en Berlín. Justo allí lanza un discurso en torno a ese mismo conjunto de valores. Ante tanta desorientación y cruce de intereses nada como buscar la referencia en el horizonte. Si veníamos quejándonos del déficit de valores en una sociedad quemada en la pira de la inmediatez y el consumismo, no reconocer los méritos de ese reconocimiento coincidente estaría cercano al cinismo; a lo que también estamos muy acostumbrados.

El ave fénix por fuera…

Qué devaneos da la historia… Que sea precisamente el líder económico de Europa, Alemania, el que tiene la llave para la resolución de la crisis del euro el que esté inoculado de por vida con la vacuna contra el mal de los tiempos, el nacionalismo populista… Después de sufrir sendas derrotas en dos guerras mundiales asoladoras, son conocedores como ninguno de la futilidad y fatuidad de posiciones tribales en esta humanidad del s. XXI. Es sobre la solidez de ese 85% del electorado alemán que rechaza instintivamente el populismo sobre el que descansa ahora cualquier pretensión de rumbo a la hora de articular las posibilidades de un Occidente muy convulso.

No son temas nuevos la idoneidad del paradigma europeo para proyectar la globalización hacia nuevas metas ni el agotamiento del modelo anglosajón sucumbiendo a los excesos de sus propias liberalidades. Es el "modus operandi" europeo superando soberanías nacionales y calibrando las limitaciones de las barreras jurisdiccionales el que mejor se ajusta a un estadio de la globalización cuya gobernanza ha transitado ya de un dominio americano unilateral a un multilateral de preeminencia occidental. Así como en su infancia la globalización maximizó su potencial bajo un régimen ultraliberal donde EEUU ejercía un liderazgo unilateral con el capital campeando a sus anchas arbitrando jurisdicciones ("race to the bottom"), los limites empíricos alcanzados en el plano económico: deuda, y desigualdad, socio-políticos: populismos y fractura del contrato social, y físicos: crisis medioambientales, sugieren, en pos de la propia sostenibilidad del sistema, planteamientos de gobernanza más racionales, ordenados e integradores.

La mar de fondo es profunda: del empirismo anglosajón al racionalismo continental, de la casuística jurisprudencial al valor de ley. Ahora en Europa se desempolvan los clásicos que mejor pensaron la vocación universal de la Ilustración: Voltaire, Kant, Hegel… La multa de 14.000 millones de dólares impuesta en Europa a Apple por haber urdido en Irlanda un esquema fiscal por el que han estado evadiendo impuestos durante una década, y que fue contestado por la mayoría del "establishment" corporativo en EEUU, es un síntoma representativo de la realidad que deviene, un movimiento de placas tectónicas generacional.

En rigor, por el interés económico que EEUU tiene imbricado en el sistema -la reciprocidad de intereses comerciales y de inversión directa, el papel de comprador de último recurso y los privilegios de emitir la moneda reserva mundial- es muy improbable que el fenómeno Trump cristalice en un auténtico vuelco al orden internacional liberal. A Trump se lo comerá el propio "establishment"… Y así como ha renegado de defenderlo y promulgarlo, tampoco tendrá problemas en escenificar para las gradas un repudio constante y vacilón del elenco de valores liberales y en flirtear con políticas económica autárquicas. Será un revulsivo constante para catalizar lo más parecido a un sentido de identidad europeo.

… y el mito de Sísifo por dentro

Mientras las fuerzas exógenas –Rusia, terrorismo, China y ahora los aliados anglosajones- parecen conspirar para precipitar esa unión política, el proyecto euro como plataforma a la unión política está inacabado y es fuente de acritud velada. Las limitaciones de las recetas aplicadas en la crisis -la tríada de reformas, devaluaciones internas y control presupuestario- son función de diagnósticos imperfectos, crisis soberanas frente a bancarias y de cuenta corriente. El efecto neto de las mismas sobre la capacidad de recuperación económica europea en su conjunto es tibio, demasiado tibio como para alcanzar una velocidad de crucero sostenible que rompa la esclerosis del desempleo, sobre todo en la juventud, y aleje la deriva política del populismo. Y sin políticas que releven al BCE en 2017 destinadas a la extenuación.

Lo peor es el efecto perverso, corrosivo, derivado del papel de deudores o acreedores en una psicología europea que busca su identidad. Como algo temporal, confinado a las virulencias de un ciclo, la terapia es asumible, pero el problema es estructural y por las propias dinámicas inherentes al euro, abocado a crecer. El subsidio implícito en el euro a los países de mayor competitividad sella superávits estructurales y además los destina a ser crecientes al verse reforzados financieramente por la fragmentación, los "spreads". Alemania exporta ahora la mitad de su PIB (frente al 18% previo al euro) y actualmente acumula por año un 8% de superávit por cuenta corriente. El esfuerzo de los deficitarios por mantener niveles de competitividad con planes de devaluación interna puede verse recompensado cíclicamente por unos ajustes de cuenta corriente notables, como es el caso de España 2012-2015, pero de ninguna forma la política puede ser estructural. Sencillamente, la competitividad puede y debe ser un objetivo programático para Europa en conjunto, pero la convergencia intra-Europa hacia el mejor estándar debe estar regulada por otras políticas.

Es precisamente esa psicología la que alienta el fortalecimiento de populismos, de derechas en el norte acreedor y de izquierdas en el sur deudor. Los buenos europeos pensamos que los ajustes impuestos a la periferia redundan en una mejora de la competitividad europea en su conjunto y haciendo de la necesidad, virtud, bendecimos la gestión de la crisis como una oportunidad a largo plazo, pero sabemos también que la plena convergencia interna en competitividad es un mito irreal e impracticable y, por tanto, un objetivo en su naturaleza interino, que requeriría ser puesto en contexto con otras políticas a favor del crecimiento, fiscales. Se trata de evitar como mal menor una japonización europea, donde la intervención del BCE sea perenne y se anquilose una situación insuperable de bajísimo crecimiento, deflación y deuda: un hervidero fértil para el populismo. Repetimos, los estímulos extras del BCE se acaban en 2017, y ¿después qué?

Merkel "non va plus"

La sucesión de citas electorales críticas en los próximos meses hacen ahora difícil un planteamiento realista hacia la integración. Todo pasa por una unión fiscal que implique riesgo conjunto. En el norte se ha preferido un relato sesgado de la naturaleza de la crisis (soberana vs. bancaria) e Italia sigue sin hacer sus deberes. Pero a partir de ahora, con el testigo de liderazgo en el mundo libre, la presión para conciliar la altura de valores encomiados en esos foros internacionales…, con la sostenibilidad de intereses, un formato de UE que no permita por principio tasas de desempleos en la juventud del 40-50%…, está en la bandeja de Alemania. Merkel testeará los mimbres del cinismo.

Es irónico que la UE haya hecho un ejercicio de reflexión crítica sobre los grandes problemas de la crisis más o menos acertado: los efectos sistémicos negativos de la desigualdad en la recuperación de la demanda interna, la evasión fiscal de la gran multinacional, la reserva frente a la preeminencia y desregulación del sector financiero, etc. pero no haya sido capaz de articular soluciones de compromiso a las insuficiencias de la arquitectura del euro, aparte de una involucraron del ECB que acabará seguro en 2017.

Ahora toca desenmascarar los populismos. Y si es cierto que los europeos frente a los americanos somos una sociedad más vieja, "madura", tenemos un sentido histórico mucho más arraigado y una propensión a ver las cuestiones con más serenidad y perspectiva. Frente al "negacionismo" sobre el cambio climático o el "In God we trust" impreso en los dólares, aquí en Europa cunde más el escepticismo y lo secular, razón por la cual la probabilidad de que facciones populistas revienten un gobierno con mayorías cualificadas que permitan cambios constitucionales es mucho más reducida.

Con perspectiva, la etapa abierta por Trump es un catalizador probable para acelerar el proceso de integración europea hacia finales del año que viene si los comicios salvan los escollos populistas. Desde Defensa (gastos OTAN), pasando por el despliegue sincronizado de políticas fiscales, hasta el cumplimiento de tratados sobre el medioambiente (París) o el libre comercio (y el elenco institucional que lo refrenda): en todas estas instancias Europa se encontrará necesariamente más unida. Merkel, que probablemente repetirá en su cuarta legislatura, acaparará toda la atención como último bastión sensato del mundo Occidental. Pero ya se acabó el margen para el tacticismo. Para entonces el SPD alemán y el conservadurismo francés quizá estén ya maduros para compartir la carga política del tránsito definitivo a la Unión.

– ¿Son Angela Merkel y Alemania la "última esperanza" del Occidente liberal? (BBCMundo – 21/11/16) Lectura recomendada

(Por Ángel Bermúdez)

"La noche que murió Occidente".

Ese fue el título de portada del diario berlinés B.Z. tras conocerse el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el pasado 8 de noviembre. La afirmación reflejaba una lectura que desde algunas partes de Europa se hace de las ideas que durante la campaña expresó Trump, quien puso en duda la relevancia de la OTAN, criticó el libre comercio, negó el cambio climático y prometió erigir un muro y endurecer las leyes para frenar el flujo de inmigrantes.

"Al salir Obama de la escena mundial, Angela Merkel puede ser la última defensora del orden liberal de Occidente", tituló unos días más tarde un análisis el diario The New York Times, coincidiendo en destacar la crisis que aqueja al orden democrático forjado entre Estados Unidos y sus aliados europeos tras el final de la II Guerra Mundial.

Este domingo, Merkel anunció su intención de postularse a un cuarto periodo como canciller de Alemania y, al hacerlo, rechazó la idea de que a ella le correspondiera el solitario rol de mantener el liberalismo occidental con vida. "Eso es grotesco, algo incluso absurdo", dijo a la prensa.

Sin embargo, una revisión de la situación de las distintas potencias occidentales revela grietas y dificultades por doquier.

Un orden en crisis

En Reino Unido, el triunfo del Brexit con una campaña basada en el rechazo a la Unión Europea (UE) y a la inmigración pone al gobierno de Theresa May en una posición difícil para liderar la defensa de las ideas de apertura e integración propias del orden liberal.

En Francia, crecen las opciones de que llegue al poder el ultraderechista Frente Nacional, cuya líder Marine Le Pen celebró como propio el triunfo del Brexit y anunció que, bajo su mando, el país abandonaría la UE.

Con el elevado nivel de desaprobación de la gestión del presidente socialista François Hollande, un aliado natural de Merkel en la construcción europea, no puede ser descartada la posibilidad de un triunfo de Le Pen en las elecciones presidenciales de 2017. Los analistas franceses dan por hecho que ella logrará pasar a la segunda vuelta y solo dudan sobre si logrará vencer en esa segunda votación.

En Italia y España, la debilidad de los gobiernos del socialdemócrata Matteo Renzi y del derechista Mariano Rajoy reduce su margen de maniobra y su capacidad de proyectar hacia afuera la defensa de los valores de Occidente.

Austria, por su parte, se enfrenta a la posibilidad de elegir el próximo mes a su primer presidente de ultraderecha, mientras que los comicios parlamentarios de marzo en Holanda podrían llevar al poder al ultranacionalista Geert Wilders, quien ha hecho de la prédica contra el Islam su carta de presentación y quien también aboga por abandonar la UE. En Hungría y Polonia, la derecha populista y euroescéptica ya está en el poder.

El factor Putin

Si durante la campaña, Donald Trump dejó en entredicho su respaldo a muchas de las ideas sobre las cuales se ha sostenido el orden liberal de Occidente, su aparente simpatía por el presidente ruso, Vladimir Putin, no mejora las cosas. Sobre todo, en un momento en el que Rusia se muestra crecientemente asertiva en su enfrentamiento con las potencias occidentales en temas como la situación en Ucrania o la guerra en Siria.

Precisamente, Merkel ha jugado un papel clave en mantener a la UE unida en torno a las sanciones contra Rusia ante su anexión de Crimea y el apoyo que Moscú ha dado a los separatistas en el este de Ucrania. Con Trump en la Casa Blanca no queda claro que esas sanciones vayan a poder mantenerse.

"Los desafíos que enfrentan las democracias occidentales cuando 2016 se acerca a un precario final son de una amplitud y una intensidad no vistas desde inicios de la década de 1980, cuando la Unión Soviética de Leonid Brezhnev estaban expandiendo su arsenal nuclear y reprimiendo al movimiento Solidaridad en Polonia", escribió en un editorial publicado este fin de semana por The Observer.

"La victoria de Trump y el riesgo de que gobiernos de extrema derecha en Holanda y Francia, hacen de Angela Merkel una figura fundamental para la supervivencia de los valores democráticos", apuntaba el diario británico.

Problemas en casa

Pero, Merkel enfrenta sus propios desafíos internos.

Aunque su popularidad se mantiene por encima de 50%, su decisión de abrir las puertas del país a quienes huían de la guerra en Siria y la consecuente llegada de un millón de refugiados al país en 2015 debilitó su imagen interna y dio alas a los movimientos nacionalistas y xenófobos.

De hecho, el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania ha logrado apuntarse numerosos triunfos electorales que le han permitido tener presencia en 10 de los 16 parlamentos regionales y parece encaminarse a lograr presencia en el Bundestag, durante los comicios legislativos del próximo año.

"Una persona sola nunca puede resolverlo todo. Sólo juntos somos fuertes. Así, yo quiero cumplir con lo que es mi deber como canciller", dijo Merkel el viernes pasado durante una rueda de prensa con el español Mariano Rajoy.

Sin embargo, las expectativas que están puestas sobre ella van mucho más allá.

Como resumió The Observer: "Sin la presencia de Obama para defender el orden liberal democrático, Merkel podría ser la última mujer en pie".

El primer "acierto" de Trump, puede haber sido salvar a Merkel de la muerte política

"La canciller señaló hoy que, tras reflexionar "infinitamente", ha decidido luchar por un cuarto mandato en las elecciones de 2017 y asumir su responsabilidad en momentos "difíciles" e "inciertos""… Merkel confirma su candidatura a un cuarto mandato en Alemania (Expansión – 20/11/16)

En una rueda de prensa en la sede de su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU) en Berlín, Merkel se mostró contenta de poder devolver a su país y a su partido "algo de lo mucho" que le han dado.

La canciller destacó que su decisión no es "trivial", ya que no supone sólo representar a su partido en la campaña, sino estar dispuesta a gobernar el país cuatro años más.

Los principales medios del país informaron que la canciller había comunicado a la dirección de la CDU su disposición a seguir al frente de la formación y a ser de nuevo su cabeza de lista electoral.

Su anuncio se filtró poco después de que comenzara el encuentro de la ejecutiva del partido conservador. Merkel, presidenta de la CDU desde 2000, asumió las riendas de la primera potencia europea en 2005, al vencer en las urnas al socialdemócrata Gerhard Schröder.

Tras once años en el cargo, Merkel es ya la mandataria de la Unión Europea con más experiencia de gobierno y todos los focos giraron hacia ella después de la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses.

Elegida desde hace seis años como la mujer más poderosa del mundo por la revista "Forbes", el "New York Times" la señaló como la posible última defensora del mundo libre occidental con el fin de la era Obama, aunque ella ha reiterado que, afortunadamente, son muchos los líderes que comparten los mismos valores y principios que cuestionan las pujantes corrientes populistas.

Pero el incierto contexto internacional la ha empujado en las encuestas y, según un sondeo publicado hoy por el diario "Bild", el 55% de los alemanes apoya que lidere el país una cuarta legislatura, trece puntos más que el pasado mes de agosto.

Arrasa entre los simpatizantes de la CDU (92%) y entre las mujeres (66%), pero también la mayoría (54%) de los votantes del Partido Socialdemócrata (SPD) quiere que continúe Merkel.

Si las elecciones se celebraran hoy, según ese sondeo realizado por el instituto Emnid, la CDU y sus socios bávaros de la CSU lograrían el 33% de los votos, nueve puntos por delante de los socialdemócratas.

Junto a ellos en el Parlamento estarían como ahora Los Verdes (12%) y La Izquierda (9%), mientras que los populistas de Alternativa para Alemania (Afd) irrumpirían en la cámara con el 13% de los votos y regresarían también los liberales del FDP al lograr el mínimo del 5%.

¿Qué puede "agradecer" Unión Europea a Trump?: no ser una adolescente eterna

Al eslogan simple de Trump: "Hagamos a América grandiosa otra vez", se podría oponer otro eslogan simple de Merkel & Co. (pero hasta el momento inalcanzable): "Hagamos la Unión Europea, de una vez por todas". ¿Acaso eso no suena razonable? El "aislacionismo" puede ser igual a la "prosperidad". ¿Posible? SI. ¿Probable? NO.

Aunque el mayor perdedor (aparente) de las elecciones estadounidenses es la UE, que tiene conflictos internos y no es capaz de afrontar las crisis económica, demográfica y de refugiados, existe la posibilidad (¡bendita sea!) que le ocurra como a Merkel, que fue resucitada de las cenizas del incendio provocado por su acomplejado humanismo en la crisis de los inmigrantes, gracias al "pirómano" Trump.

"Surge un vacío estratégico de liderazgo en el orden mundial liberal y con ello la oportunidad -y la necesidad- de que un nuevo actor lo ocupe. Podría -debería- ser el momento de Europa, en el pasado inspiración y actor destacado: en ningún otro lugar como en su suelo han arraigado tan hondo los ideales y principios de este orden. Pero, en estos momentos, la UE carece de la firmeza y la visión que la crítica situación requiere", dice Ana Palacio, en su artículo "Europa contra las cuerdas" (Project Syndicate – 18/11/16)

Lleva razón Federica Mogherini cuando asevera, a la luz de la victoria de Trump, que la UE debe erigirse en "poder indispensable".

Este planteamiento rezuma convicción pero, como tan a menudo ocurre en Europa, realidad y retórica operan en planos muy distantes. La pobre acogida que ha tenido la convocatoria de una reunión de urgencia de ministros de exteriores a continuación de las elecciones en EEUU, nos recuerda con cierta dureza cuánto camino le queda por recorrer a Europa para ocupar la vacante que crearía la renuncia de Trump a asumir las responsabilidades de su país en el mantenimiento y salvaguardia del orden global.

Pero la UE carece de la perspectiva y la entereza necesarias para esta empresa. Erigirse en polo de influencia requiere magnetismo. A principios de los 2000, en pleno apogeo del proceso de ampliación de la UE, el continente tenía claramente poder de atracción. Las protestas de Euromaidán en 2013 clausuraron esta corriente, cuando jóvenes ucranianos arriesgaron la vida e incluso murieron en nombre del europeísmo de su país. Ahora que tanto UE como Estados miembros se encuentran en un estado de introspección autoflagelante, el poder de reclamo sencillamente ha desaparecido.

Thanks, Mr. Trump: y todo esto, sin ser aún POTUS (ni "despeinarse", vamos)

Abandonar el TTIP (acuerdo de libre comercio entre la UE y EEUU)

Para un partidario (confeso y convicto) del "proteccionismo", como es mi caso (hay varios Papers y Ensayos publicados que me "condenan"), la posibilidad que no haya un acuerdo de libre comercio entre la UE y EEUU, suena a música celestial.

Es la mejor posibilidad en muchos años (desde 1980, como poco), que tiene la UE de volver al "modelo renano". ¿A qué temer cuando se tiene un mercado interno de 500 millones de habitantes, y con un comercio interior (cautivo) que supera el 60% de los intercambios entre países miembro?

¿Era necesario "entregar" (sí, entregar incondicionalmente) un mercado de 500 millones de consumidores, por vender unos cuantos Mercedes, BMW y Audi, más, en el mercado americano? Después el amigo americano lo agradece con casos como el "dieselgate".

Renunciar al "paradigma" de la globalización y el librecambio (aunque sea parcialmente) es una oportunidad magnífica (brindada por Trump), para que la UE se aleje de la ficción de la "tierra plana" (donde todos pueden competir con todos, desde una flagrante desigualdad salarial), en la que los países avanzados tienen todas las de perder (y más, la UE), para beneficio de las grandes corporaciones multinacionales (que producen en la suburbios de la "tierra plana", y pagan impuestos en… la "nube"), donde la UE, cuanta con muy pocos "campeones nacionales" sobre el terreno (para más inri).

De la OTAN a la NOTAN (Europa debe pagar su propia defensa)

El anuncio de Merkel sobre el aumento de gasto en la OTAN (Gaceta.es – 17/11/16), que puede parecer perjudicial, inicialmente, para Europa desde el punto de vista militar (estratégico) y económico (mayor gasto), al final, con todo el costo y riesgo que conlleve, puede hacer que la UE se independice de la tutela, y control de los Estados Unidos, por primera vez (y ojalá que definitiva), desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Unas fuerzas armadas reducidas, altamente tecnificadas y debidamente equipadas (con mando, inteligencia y logística, unificadas), con objetivos regionales.

No se puede ser "independiente", si no se es "autónomo". Y la autonomía en la defensa, asegura la independencia política y económica. Habrá llegado la hora de dar por saldada la deuda de guerra con los EEUU. Sin paraguas de la OTAN y sin mando de USA.

Redefinir la estrategia de defensa (en la actualidad, el enemigo de la Unión Europea es el terrorismo islámico y no Rusia), centralizar los sistemas de seguridad e inteligencia (dejar de espiarse los unos a los otros, celos domésticos, negación de colaboración, y un largo etc.). Inclusive la salida del Reino Unido de la UE, puede facilitar este proceso.

Los alemanes tendrán que abandonar sus complejos del nazismo, los franceses tendrán que dar por imposible el viejo sueño "gaullista" de potencia nuclear independiente, y los demás… acompañarán lo mejor posible, sin mayores pretensiones y con inteligencia.

El muro de México y la alfombra roja a los inmigrantes económicos en Europa

También en este asunto, la UE tiene mucho que aprender (y agradecer) a Trump, incluso, aunque la amenaza de levantar un muro que separe la frontera de los EEUU y México, nunca se llegue a cumplir (por imposibilidad económica o prudencia política).

Resulta lamentable y absurdo, leer los periódicos o ver en los telediarios (un día sí y otro también) como la UE cede al chantaje de las mafias que controlan la inmigración ilegal (y se lucran con la miseria humana), atenazada por sus complejos "progres" sobre los derechos humanos. Poco falta para que las flotas europeas vayan a "rescatar" a los inmigrantes a su propio domicilio, para evitar que se mojen, se enfríen, o tengan que pagar la llamada del teléfono móvil, dando las coordenadas de su localización en el mar.

El problema de los refugiados de guerra es un problema global y debe ser resuelto globalmente. Para eso está la ONU (su mega burocracia y sus mega salarios). En este asunto con Trump, o sin Trump, EEUU debe hacer su parte y pagar sus costos. Repito, la guerras de Siria, Iraq, Afganistán, las diversas y cambiantes de África, "and so on", no son un problema únicamente Europeo (por cercanía, simpatía o debilidad), y así debe ser entendido, abordado y resuelto.

Cambio de socios preferentes: Merkel asume el liderazgo de Occidente (FT 18/11)

Aprovechando las "nuevas amistades" y "futuras enemistades" que se vaya procurando Trump en el mundo mundial, la UE puede intentar un mayor acercamiento, político y económico, con Rusia y Turquía (aunque sus líderes actuales, no despierten grandes simpatías y confianza), así como intentar transformarse en "socio preferente" de China y Japón (aprovechando la salida de los EEUU del Acuerdo de Asociación Transpacífico – TPP).

Esto nuevos "socios" podrían ofrecer un mercado potencial igual (o mayor), al que se pueda perder por no firmar el TTIP, lo que aliviaría el temor "comercial" de las automotrices alemanas y su sumisión reverencial al mercado americano.

Creo que antes de ser POTUS, Trump ya ha hecho una "cadena de favores" a la UE.

(8/11/16) La semana de los orangutanes (el planeta de los simios)

edu.red

Y el resultado es… Donald Trump (ya no se puede negar la evidencia)

Esperando bailar sobre su tumba: los intelectuales orgánicos, tontos útiles del "establishment", han vuelto a fallar.

"Un orden liberal que parecía haber emergido después de la Segunda Guerra Mundial parece desvanecerse de nuestra memoria", ha escrito John Gray en un artículo titulado "El cierre de la mente liberal". El lenguaje sentencioso puede ser más útil para ganar elecciones que para describir el mundo, pero 2016 es un año desconcertante: el referéndum del Brexit, los problemas para alcanzar un acuerdo entre la Unión Europea y Canadá, las intervenciones de Rusia en el extranjero, el ascenso de la derecha xenófoba en numerosos países europeos y la incorporación de su discurso a las fuerzas mainstream. "De pronto -dice Gray- la locura de las masas ha sustituido a la sabiduría de la multitud como el tema dominante del discurso educado", escribe Daniel Gascón en su artículo: El año que votamos peligrosamente (Vozpópuli – 10/11/16)

La victoria de Donald Trump puede resultar grotesca: un millonario que se presenta como enemigo de las élites, que presume de su ignorancia y de no pagar impuestos, que emplea el racismo y enfrenta a unas comunidades con otras, que defiende la tortura, calumnia, propone medidas inconcretas, imposibles o incompatibles entre sí. Tiene tan poco control de sus impulsos que su equipo decidió impedirle que utilizara Twitter. Pierde los debates, reclama que un gobierno extranjero ataque informáticamente a su competidor electoral, se mofa de mujeres, veteranos y discapacitados, recibe acusaciones de acoso sexual, insinúa que su derrota implicaría un fraude y amenaza con meter a su rival en la cárcel. Frente a él tenía a una candidata que representaba el establishment. Pero que también tenía más preparación y experiencia que ningún candidato anterior. Era la primera mujer con opciones de llegar a la presidencia. Su campaña tenía mucho más dinero. Trump consiguió muchos minutos de televisión gratis gracias a sus exabruptos, pero la prensa ha desvelado muchos escándalos del candidato.

Con el tiempo se podrá entender mejor cómo se ha producido una victoria que pocos esperaban: se han señalado factores como la ansiedad económica, el tribalismo partidista y la diferencia entre campo y ciudad. Antes de las elecciones Paul Berman señalaba la crisis institucional y la debilidad de los periódicos de referencia, y Douglas Massey hablaba del pánico de los blancos a perder la hegemonía: esta sería una lucha contra la demografía. Mariano Gistaín ha escrito: "El voto a personajes delirantes, peligrosos, fuera de control, hay que considerarlo una impugnación al sistema. El voto populista es un atentado legal contra algo que se considera que no tiene remedio (y que, encima, insiste en que ya se ha remediado)".

En Monkey Cage sacaban cinco lecciones: las primeras previsiones eran correctas (y no las últimas), la importancia de la lealtad al partido, los candidatos y las campañas han parecido importar menos de lo esperado, la política identitaria puede ayudar a cualquiera de los dos bandos, el carácter cíclico de la política.

Bradford De Long se preguntaba si Trump sería una especie de Schwarzenegger (un famoso inteligente e indisciplinado, que intentaría gobernar pero no lo lograría y conduciría a una parálisis), un Berlusconi (alguien que saquee el país, beneficie a sus amigos con políticas que oscilen entre la arbitrariedad y la búsqueda del beneficio propio: el resultado son diez años de parálisis económica) o un Mussolini (la posibilidad menos probable pero, como recordaba De Long, el propósito inicial del político italiano no era ser un dictador fascista terrible).

Federico Steinberg aventuraba que la administración será "proteccionista en materia comercial y expansiva en materia fiscal". Tyler Cowen ha escrito: "creo que su instinto natural será buscar victorias rápidas para satisfacer a sus partidarios y la búsqueda de la popularidad de masas con muchas ayudas gubernamentales, deuda y la idea de que las cosas salen gratis. No creo que su presidencia sea especialmente conservadora o derechista". Cowen imaginaba una pérdida comercial, pero -como Anne Applebaum- pensaba que los mayores riesgos eran en política internacional: su presidencia podría inaugurar una "era de inestabilidad en el Pacífico, los países bálticos, y quizá en otros lugares. Eso dañaría el orden económico mundial y volvería Estados Unidos hacia sí mismo, dañaría la libertad global y perjudicaría a la república estadounidense".

En su artículo, discutible en muchos puntos pero muy interesante, John Gray reprocha una ceguera al liberalismo partidario de la globalización.

Una sociedad posliberal es una en la que la libertad y la tolerancia reciben la protección de un Estado fuerte. En términos económicos, esto entraña descartar la noción de que el principal objetivo del gobierno es el avance de la globalización. En el futuro, los gobiernos tendrán éxito o fracasarán según su capacidad de producir prosperidad y gestionar al mismo tiempo la disrupción social que produce la globalización. Obviamente, será un equilibrio complicado. Hay un riesgo de que la desglobalización sea demasiado potente y pierda el control. Nuevas tecnologías perturbarán patrones establecidos de trabajo y vida, al margen de lo que hagan los gobiernos. Las demandas populares no pueden afrontarse por completo, pero los partidos que no dobleguen el mercado siguiendo los intereses de la cohesión social están condenándose al agujero de la memoria. El tipo de globalización que se ha desarrollado a lo largo de las últimas décadas no es políticamente sostenible.

Según Gray, sus defensores no solo sienten que el orden liberal se funde, sino que desaparece su propio lugar en la historia. Esos liberales son incapaces de renunciar o matizar sus proyectos y para ellos, "lo que se necesita es más de lo mismo: una infusión más fuerte de idealismo, una inflexible determinación a prolongar los proyectos del pasado".

Vivimos en una era reaccionaria, ha escrito Mark Lilla, que señala que "la esperanza puede verse decepcionada. La nostalgia es irrefutable". Las noticias sobre el fin del mundo tal como lo conocíamos pueden ser exageradas, pero según Gray, en este momento, "lo único que queda del liberalismo es el miedo al futuro".

Otras opiniones de cabotaje (a pie de urna): "Clinton no logró sacar a votar a tantos de entre sus bases como debería (no se pasaba por Wisconsin desde abril), mientras que la campaña de Trump hizo los deberes allá donde tenía que hacerlos, aunando una porción suficiente del voto de la clase obrera blanca a la coalición conservadora"… "la diferencia entre el voto rural y el urbano, que también fue un factor en el Brexit"… "la polarización y el estrés económico"… "quienes aspiran a impulsar las contradicciones del sistema, y de la actitud narcisista de quien se niega a votar lo bueno o menos malo porque solo quiere lo mejor; entre los llamados perdedores de la globalización, quizá la percepción de la situación económica cuente más que su realidad"… "la importancia del lenguaje, la herencia de la contracultura y el tremendismo: si repetimos que el sistema está podrido, prestigiamos al insurrecto y despreciamos al reformista; el intelectualismo, el conocimiento de los problemas o la conciencia de la inevitabilidad de las renuncias y los compromisos se convierten en elementos aburridos o directamente sospechosos"…

Estados Unidos es un nuevo ejemplo de que las condiciones económicas pueden influir claramente en las preferencias de los votantes. En situaciones de precariedad económica, aquellos que la sufren tienden a observar con interés y esperanza propuestas vacuas y vaporosas, en un contexto dialéctico que termina enfrentando y dividiendo la sociedad entre una casta o "establishment" y unos perdedores o "pueblo".

Europa no es ajena a esta tendencia. En los últimos años una parte considerable de los ciudadanos han entregado su confianza a un discurso populista que en otras circunstancias quizás no hubiera tenido tanto eco como hoy indudablemente sí tiene. Aunque de nuevo pueden existir razones variadas para tal entrega, el deterioro de las condiciones económicas ha sido un preciado caldo de cultivo para ciertos aduladores que han atraído hacia su causa a quienes depositan sus esperanzas en un gran cambio de rumbo de las decisiones políticas y económicas del país.

"Cuenta Ben Bernanke en sus memorias que en una ocasión, cuando estaba explicando en la televisión lo que estaba haciendo el Gobierno para reconstruir Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina, recibió la mejor lección de economía. Un espectador llamó al programa en directo y le espetó: "A ustedes les preocupan tanto los números que se han olvidado de la gente", señala Carlos Sánchez – El Confidencial – 20/11/16)

"La dirección del viento político ha rolado bruscamente. Donald Trump, el próximo presidente de EEUU, es ese barómetro que no puede ser ignorado porque pone de relieve que se avecina un cambio radical del tiempo político, un cambio que afectará en mayor o menor medida al resto de las democracias occidentales y muy particularmente a la UE, carente de un relato actualizado e ilusionante. Bruselas y Juncker, su encarnación, son un trasunto de esa Hillary Clinton, remota, de discurso robótico de pías frases políticamente correctas, que no conectan con el humor de estos tiempos ni con las preocupaciones del ciudadano medio", dice Ignacio Nart en su artículo: Trump: un roto en el universo "yuppie" (El Economista – 23/11/16).

Hoy la clase política americana, republicana y demócrata, se está preguntando cómo un personaje con una retórica infame y un aspecto que deja en buen lugar incluso a Nixon, ha conseguido primero desbancar al aparato republicano, y hacerse con su liderazgo, para después acceder a la Presidencia. Pero una máquina, por más potente que sea, poco puede hacer contracorriente y Trump ha sabido leer el viento y la marea y ha dado voz en su discurso político al profundo malestar del americano medio, desmoralizado ante una deslocalización de sus puestos de trabajo, el conchabismo político-financiero de su clase política y una inmigración incontrolada y culturalmente ajena a los valores sobre los que se asienta su país; un tema que los nuevos beatos de la corrección política habían amordazado e ignorado en su acomplejada visión de un mundo vegano.

Lo realmente sorprendente, lo que indica la profundidad del descontento existente es cómo a pesar de una retórica extravagante y narcisista su relato ha resonado en una sociedad profundamente hastiada con su clase política. Descalificar a los votantes de Donald Trump como ignorante basura blanca (obviando que un 46% de sus votantes eran mujeres, muchas con educación superior, además de latinos y negros) solo sirve para poner de relieve y afianzar esa desconexión entre una gran parte de la ciudadanía, sus representantes y los medios. Un electorado que una vez más tuvo ocasión de constatar cómo sus preocupaciones y opiniones no eran valoradas ni tampoco encontraban eco, ignoradas por un cenáculo ideológico que desde la política y los medios anatematiza y silencia todo lo que no corresponda a esos impecables valores que se exhiben en el escaparate mientras en la trastienda se los pasan por el forro entre el alegre tintineo de la caja registradora.

En la Europa de los años 60, ante la escasez de la mano de obra y las consiguientes subidas salariales, los grandes intereses decidieron que la inmigración era la mejor forma de moderar salarios. Lo consiguieron: la participación en el PIB de la masa salarial decayó a la par que aumentaban los beneficios empresariales. Se prefirió el camino fácil y cortoplacista y al diablo con las consecuencias. En vez de propiciar y subvencionar una política familiar que fomentara una tasa de natalidad adecuada se optó por importar mano de obra barata de nuestras antípodas culturales. Un cosmopolitismo impuesto a la clase obrera; un cosmopolitismo en los suburbios y escuelas públicas del que las elites quedaban a salvo.

Los intelectuales orgánicos del mundo yuppie, que otrora ejercieron de tontos útiles del modelo neoliberal, han vuelto a fallar una vez más en el único papel que los legitima: el ejercer de tábano socrático que toda ortodoxia instalada necesita. Un intelectual que no esté dispuesto a sufrir el ostracismo y beber la amarga cicuta de la disidencia no pasa de ser un lacayo al servicio de la moda, de lo que se lleva, de lo que se debe decir y sobre todo de lo que se debe callar. Nos han vendido un mundo yuppie alejado de la realidad de un universo que siempre acaba por aniquilar a los débiles y a los ilusos.

Así que, si no queremos caer en manos de populismos y populistas, es imperativo que políticos y sobre todo los medios comiencen a conectar de una vez por todas con la gente común legitimando y dando voz a sus inquietudes y recelos por mucho que atenten contra el buen gusto de lo correcto.

Y la sistemática violación de nuestras fronteras, la invasión incontrolada de 1.000 y 2.000 personas diarias a la que estamos asistiendo es una auténtica bomba de relojería. En las democracias lo que se ignora, lo que se calla, siempre acaba por emerger, pero emponzoñado y virulento. Y si no, al tiempo.

Un Berlusconi WASP (tranquilos señores, el "casino" sigue abierto): sin pánico

Mal que me pese, mirando los orígenes y el comportamiento de Trump (así como la personalidad de algunos de los principales "donantes" de la campaña, Adelson y adláteres), creo que el "juego de tahúres" está asegurado. En Las Vegas, Atlantic City, Macao, Mónaco, Wall Street, London Stock Exchange, seguirán "corriendo" los dados.

Será interesante ver un CEO al mando de Washington S.A.. Al fin, un "empresario" se pone al frente de la mayor corporación de negocios del mundo: EEUU. Basta de políticos de plastilina (empleados), la empresa (Washington S.A.) debe ser dirigida por sus auténticos propietarios (empresarios). Al fin, "uno de los nuestros" toma el control.

Hoy por hoy estamos ante un caso (que podría suponerse singular) de "puerta giratoria inversa". Falta ver cómo evoluciona el "monopoly del poder", que consiste en tratar de adivinar dónde llegan las tentaciones de cada cual y hacia qué lado vence la balanza de la capacidad de influencia. En definitiva, quién controla a quién.

edu.red

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Esta "familia" nos va a dar días de gloria… y mucho, muchísimo, material de análisis.

"Heil Trump": el "bunga bunga" de Donald y sus "Barbies" siliconadas

Desde la época de Ronald Reagan que no llegaba a la Casa Blanca, un miembro del mundo del espectáculo (Hollywood) o del juego (Atlantic City – Las Vegas). Lástima que ya no puedan estar Frank Sinatra (uno de los nuestros) y Marilyn Monroe (Happy Birthday, Mr. President), para "amenizar" el primer baile de investidura oficial.

Desde el "Versalles" (o el "Kremlin") de la Torre Trump, o desde el "despacho oval" (tanto monta, monta tanto), esta especie de remake yankee de Berlusconi, es muy probable (lamentablemente) que interprete un papel similar al del "artista" italiano. Una ópera bufa, con música country. Lo mismo da un Don mafioso, que un CEO de casino.

Histrionismo, simulación, fuegos artificiales, bufonería, comedia, y… negocios oscuros.

Nada nuevo (tristemente) para los ojos de los europeos, hastiados de ver pasar tantos (y tantos) "payasos" (con perdón de los cómicos) por puestos políticos relevantes.

Como el caso de Berlusconi, en Europa hay muchos "gorilas en la niebla", que protegen sus negocios y los de sus "amigos", o blindan lo más posible su horizonte penal, encaramándose a la presidencia de sus países o, cuando menos, a la presidencia de algún club importante de futbol. En España se los conoce por el nombre de los "florentinos" (por Florentino Pérez, presidente del Real Madrid), aunque también vale para los presidentes del F. C. Barcelona o de cualquier otro club importante; hasta al "insignificante" Deportivo Las Palmas, llegó un "presi", en busca del paraguas penal.

Es otra forma de constatar la "argentinización" de la política europea (y ahora, por lo que se ve, también de la norteamericana), donde este "invento" (como tantos otros, hechos delictuosos, fraudulentos o criminales) tiene "copy wright" argentino. Hace ya muchos años (más de 60) que "ínclitos" empresarios se protegen de la justicia ocupando la presidencia de algún importante club de fútbol (Boca Juniors, River Plate…). Blindados, intocables, expectables… Mauricio Macri, es el ejemplo más reciente.

Tal vez, al final, Trump tenga la suerte de Reagan, "haga lo que le digan" (ordenen) y se conforme con interpretar el papel más importante de su carrera artística: personificar al Presidente de los Estados Unidos. Los "escribas" del establishment, han sido muy generosos con Reagan y han aplaudido con las orejas, la "política economía" de los 80. Y si no, siempre le quedará al "sistema" la "solución" Kennedy. O sea…

Trumponomics… Trumpadas… Trumplies… Trumpicones… el tiempo lo dirá.

Por el momento, y no es poca cosa, los "angry american" han dicho "yes, we Trump".

Sería conveniente (importante) que los líderes (de plastilina) europeos, tomaran nota.

Mientras reflexionan, y buscan un General europeo para hacerse cargo de la defensa NOTAN, les dejo unas frases de Mattis (probable secretario de Defensa de EEUU), que podrían ayudarles a definir el perfil: "Sé cortés, sé profesional, pero ten un plan para matar a cualquiera que te encuentres"… "Vengo en son de paz. No he traído artillería. Pero os lo digo con lágrimas en los ojos: si me jodéis, os mataré a todos"… "Dicho esto, hay en el mundo algunos gilipollas que sencillamente están pidiendo que les peguen un tiro. Hay cazadores y hay presas. Por vuestra disciplina, astucia, obediencia y preparación podéis elegir si queréis ser cazadores o presas. En realidad es muy divertido"… "Solo hay un "plan de jubilación" para los terroristas"… ¿Hay en toda la Unión Europea un general con estos "cojounes"? (como diría Madalaine Albright).

Espero que la UE, utilice la era Trump, para "superar" el síndrome de Peter Pan.

 

 

Autor:

Ricardo Lomoro

 

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