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Cuba: Primeros años de evolución cultural (1510-1762) (página 3)

Enviado por Ramón Guerra Díaz


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En 1529 se descubren y ponen en explotación las minas de Santiago del Prado (El Cobre), cerca de la capital colonial Santiago de Cuba. Era mineral de calidad que en principio se exportaba a España, pero que en la medida que el desarrollo de La Habana requirió la fortificación de esa villa, sirvió para fundir los cañones y otros utensilios necesarios.

Dada la demanda de cobre que estas labores defensiva requiere se pusieron en explotación otras dos minas, una en Bacuranao(1580), cerca de La Habana, y la otra en el centro de la isla, la mina de Maleza(1598). Además el rey autoriza al capitán Francisco Sánchez de Moya a realizar una exploración en busca de nuevos minerales y principalmente cobre, tan necesario para la fabricación de cañones. En esta misión le acompañaron dos fundidores y algunos peones, lo que le permitió una amplia pesquisa en la zona central y oriental de la isla y dejando como resultado el conocimiento temprano de la existencia de valiosos minerales en la isla.

La fundición de minerales en La Habana creó una manufactura, que mejoró en calidad y surtido en la medida que crecían los pedidos de guerra y civiles, por lo que provocó la protesta de los fundidores sevillanos que pidieron y obtuvieron del rey una orden de prohibición de esta labor en la villa, porque afectaba sus intereses (1608).

La otra manufactura importante en este primer siglo colonial en Cuba, fue la construcción naval que tiene sus antecedentes en las reparaciones de navíos, principalmente en el puerto de Carenas, desde inicios del siglo XVI. Aunque en otras zonas de la isla se conoce de la realización de estos menesteres tan necesarios para la comunicación de estos tiempos.

Desde 1516 los vecinos del puerto de Carenas obtuvieron Licencia Real para la construcción de embarcaciones pequeñas, reparación de navíos y auxilio a la navegación entre España y Tierra Firme.

Los ricos bosques de Cuba, la calidad de sus radas para carenar y la estratégica ubicación de la isla, en especial de La Habana, determinaron el florecimiento de una industria naval que llegó a ser la principal manufactura de la isla y la más importante del reino en el siglo XVII. Fuente de empleo y desarrollo de artesanos y obreros, que luego ayudarían al desarrollo de otros sectores: carpinteros, calafateros, fundidores, ebanistas, cordeleros, talabarteros, etc.

La llegada del gobernador Menéndez de Avilés, que traía instrucciones de desalojar a los franceses de La Florida y combatir a los piratas del Caribe se estimula la construcción naval en Cuba, a fin de incrementar las naves que para estos fines necesitaba. La fabricación de barcos se barcos se extendió por estos años a Bayamo y Santiago de Cuba y de estos astilleros salieron Galeones, el barco de mayor porte de la época y fragatas, propias para la vigilancia costera.

Los barcos construidos en Cuba, gozaban de fama, por su durabilidad y su capacidad marinera, cualidades que se la daban, a más del oficio de sus constructores, la calidad de las maderas empleadas: maderas duras para el fondo (sabicú y chicharrón, entre otras) y el ligero cedro para la entabladura del navío.

Capítulo III

El siglo XVII cubano: bajo el signo de la piratería, la flota y el contrabando

Surgimiento de la sociedad criolla

El siglo XVII está marcado por auge creciente del corso y la piratería en el Nuevo Mundo, principalmente en el mar Caribe, punto neurálgico en las comunicaciones entre España y sus colonias. La política monopolista de la monarquía española motivó que desde el siglo XVI las naciones europeas comenzaran a alentar el asalto de las naves españolas en alta mar, ataque a poblaciones de las colonias y el saqueo sistemático de estos territorios.

Para contrarrestar esta ofensiva contra sus dominios y garantizar que llegara a la península la rica mercancía se crea la Flota de Indias (1561) como "el mecanismo de funcionamiento del monopolio español con América y (…) esencia de la denominada Carrera de Indias que engloba todo el comercio y la navegación de España y sus colonias"[42]

Las constantes guerras en las que se ve envuelta España desde la llegada de la dinastía de los Hamburgo por su pretendido papel de contrarreforma y restauración del catolicismo, repercute fuertemente en las posesiones americanas de la Corona puesto que eran estas la clave económica del poderío hispano en estos siglos.

La más larga y enconada de estas guerra es la sostenida por los reyes españoles contra las provincias de los Países Bajos, prósperas posesiones europeas divididas entre protestantes y católicos en un armónico espíritu tolerante que les permitió un sólido desarrollo económico, pese a las adversas condiciones naturales de la zona (casi todo el territorio está por debajo del nivel del mar).

Desde mediados del siglo XVI vienen estos enfrentamientos que fueron ganando de guerra de liberación nacional por el empeño de los monarcas españoles de imponer el catolicismo en todo el territorio. Al iniciarse el siglo XVII se produjo una tregua entre las autoridades españolas y las provincias de los Países Bajos, armisticio que duró hasta 1621 en que se reabrió con más crudeza esta guerra.

Las provincias rebeldes toman el nombre de Holanda y aliada con Inglaterra y Francia emprenden la guerra contra la poderosa España. Una de las medidas que adoptan estas naciones es golpear al reino ibérico en su comercio con las colonias americanas, dado el enorme volumen de riquezas que salía desde estos territorios para las arcas reales de España, y autorizan el corso y la piratería, a más de organizar grandes expediciones punitivas para tratar de ocupar territorio en la América Española y tratar de capturar a la mítica flota de la plata y el oro, principal tesoro del reino hispano.

Como consecuencia de estas guerras aparecen en el Caribe muchos corsarios y piratas. Particularmente peligrosa fue la flota organizada por los holandeses en 1626 dirigida por el almirante Hendricksz quien luego de un periplo por el caribe se presentó frente a La Habana, bloqueando su bahía durante un mes, solo una epidemia, probablemente de fiebre amarilla, hizo retirar a tan temido enemigo que se marcha con muchas bajas, entre ellas el propio almirante que muere de las fiebres.

En 1628 se presenta frente a las costas septentrionales de Pinar del Río una nueva flota holandesa dirigida por Piet Heyn que sorprendió muy cerca de La Habana a la Flota de la Plata procedente de Veracruz, el asedio del avezado marino lleva a los barco españoles hasta la bahía de Matanzas, donde acorrala y destruye a la flota, ocupándole el más importante botín que corsario alguno tomara en la historia de América, el valor de lo ocupado se calcula en unos 13 millones de florines holandeses, unos cuatro millones de pesos españoles, en metales preciosos y mercadería fina. El valor de lo capturado resarció a la Compañía de las Indias Occidentales Holandesas de cuatro años de hostilidades y repartió ganancias del 50 % a sus accionistas.

No menos peligrosas fueron las incursiones de los piratas y corsarios ingleses y franceses apoyados por las monarquías de sus países. Los franceses ocupan la parte occidental de La Española y crean en la isla de Las Tortugas, una base de hostigamiento a las costas de Cuba y los mares adyacentes, mientras los ingleses invaden Jamaica (1655). A partir de esas conquistas se intensifican los ataques contra Cuba.

Los criollos abandonados prácticamente a su suerte por las autoridades españolas, se defendieron como pudieron, creando milicias e incluso organizando barcos filibusteros que atacaron las posesiones de sus enemigos.

"Desde que empezaron los filibusteros a contar con resguardos tan seguros como Tortuga, la parte occidental de Santo Domingo, la Barbada y Jamaica en donde los ingleses los protegían, no eran ya partidas aisladas de piratas. A medida que la marina española desaparecía, sin cesar se le iban afiliando turbas de ingleses, holandeses y franceses, atraídos por la soltura, la independencia y el pillaje (…)" [43]

Bajo el reinado de Felipe IV(1621-1665) se acelera la decadencia del Imperio Español, presidio por un rey débil que dejó el poder en manos del Conde Duque de Olivares, empeñado en mantener a toda costa la hegemonía de la Casa de Austria frente a las otras potencias europeas, perdiendo sus últimos recursos navales y militares. La debilidad de la monarquía perjudicó la estabilidad de las colonias, en el caso de Cuba se mantuvo asediada y salvo la Habana, fortificada y protegida, el resto de la isla estaba a merced de los aventureros del mar.

Desde la ocupación de Jamaica por los ingleses Santiago de Cuba se convierte en el principal centro del corso español contra sus enemigos y desde esta ciudad operaban contra los barcos ingleses y franceses y apoyaban las incursiones de los antiguos colonos españoles de Jamaica contra los nuevos ocupantes ingleses.

Los ingleses organizaron una acción de castigo contra Santiago de Cuba en 1662 para destruir la base del corso español y desalentar a los antiguos colonos de Jamaica. Por ello el capitán Christopher Myngs toma la capital oriental, la incendia y ocupa un importante botín.

En 1652 fueron saqueadas las villas de San Juan de los Remedios y Baracoa; el pirata francés Le Grand, saqueó e incendió a Sancti Spíritus (1665); Henry Morgan hace otro tanto con Puerto Príncipe (1668) y por los mares interiores de Cuba, barcos de todo tipo y nacionalidad imponen la ley del saqueo, el robo y el asesinato.

"El período más grave fue seguramente entre 1660 y 1688(…) Entre franceses e ingleses, se calcula que saquearon más de cuatrocientas haciendas en los años 1665 y 1666. Se constata fácilmente que corsarios ingleses tomaron auge después del fracaso de la Escuadra Invencible y, los holandeses a partir de 1620" [44]

El último rey de la Casa de Austria en España fue Carlos II (1679-1700), con él continúa la decadencia del país, comprometido en múltiples guerras que arruinan su poder y agotan el inmenso tesoro que saqueaban de América, la nación ibérica se fue convirtiendo en una intermediaria de la floreciente manufactura europea, principalmente de Inglaterra.

El corso y la piratería se mantuvo hasta finales del siglo XVII cuando fueron firmándose acuerdo entre las potencias europeas que al conseguir sus objetivos de tomar parte del reparto colonial y sus beneficios, buscaban estabilizar sus conquista.

El corso y la piratería se convirtió entonces en un estorbo y un perjuicio para quienes lo habían alentados por lo que al firmarse la Paz de Ryswick(1697), entre España y Francia, los ingleses y franceses destruyen las bases de operaciones de los corsarios y piratas.

"Puesto que después de emplear a corsarios, filibusteros y piratas como instrumentos de su expansión, los poderes imperiales los persiguen y se deshacen de ellos (…) Los merodeadores del mar se refugian en sus nuevas bases de América del Norte, contrabandean desde las Antillas neerlandesas y esperan la inevitable guerra europea que vuelva a decretar para los mares la ley de la selva" [45]

La crisis española de finales del siglo XVI y el comercio intercolonial posibilitó la ruptura del monopolio comercial de la metrópoli, permitiendo a la colonia cierto desarrollo durante el siglo XVII en el que predomina la economía hacendataria.[46]

El siglo XVII es el siglo de la supervivencia para los habitantes de la isla. La población tuvo un lento y sostenido incremento(a principios del siglo se estimaban en veinte mil los pobladores de la colonia, la mitad de ellos en La Habana y a mediados del mismo esta población se había incrementado a cincuenta mil personas con similar relación de la capital con respecto al resto del país). La economía se sostiene básicamente con la exportaciones de productos de la ganadería cimarrona que abundaba en la isla, cuero y carne salada principalmente, adquirido a buen precio por los comerciantes de la flota y mucho más por los "rescatadores" que en caletas, pequeños refugios costeros y hasta en puertos de villas y caseríos hacen un comercio de contrabando que es la verdadera fuente de ingresos de los habitantes de la isla.

Desde mediados del siglo XVII el cuero pasa a convertirse en el principal producto a exportar por la colonia de Cuba. El desarrollo de un gran rebaño de fuerte y saludable ganado vacuno y los altos precios que alcanzan los cueros, más las facilidades para obtenerlos con poca mano de obra, lo hacen el producto más rentable para el comercio legal y de contrabando. "La posibilidades de una economía del cuero, están estrechamente unidas a la superficie disponible (…) si el azúcar depende del hombre, el cuero depende esencialmente de la tierra, soporte del ganado" [47]

El comercio de contrabando fue la mayor fuente de ingresos de la colonia, aun en La Habana, que tenía en su territorio puertos en los que se realizaba abiertamente este negocio. Los funcionarios coloniales, junto con el clero, las clases pudientes y el pueblo se dedicaban al contrabando.

En La Habana se construían los mejores barcos del reino, en una industria manufacturera que superó los dos siglos de prosperidad y que tuvo un valor muy importante en la formación de mano de obra y tradición artesanal que repercutiría en el desarrollo económico social de la colonia.

En la medida que avanzaba el siglo se produce un auge en la siembra de tabaco, dado los buenos precios que se pagaban en Europa, fomentado por emigrantes canarios que desmontaban pedazos de monte cerca de los ríos para hacer sus vegas, en un proceso cíclico que no incluía la propiedad sobre estas tierras pero que era protegido por las autoridades y beneficiaba a los dueños de las haciendas por la creación de potreros y beneficio de la ganadería. Los alrededores de La Habana, algunas zonas de sotavento, en las inhóspitas tierras de la actual provincia de Pinar del Río, el centro del país y el oriente dieron cabida a este cultivo del tabaco que pronto se convirtió en unos de los más importantes de la isla.

La Habana era el principal puerto de América, asiento de la flota y obligado paso de todo el que venía o iba a la América Española. La flota era su principal fuente de ingreso y toda la ciudad y sus alrededores se preparaba para su abastecimiento y servicio, a más de ser el único vínculo con el puerto monopólico de Cádiz. Permanecía varios meses en la ciudad, esperando a los otros buques para emprender el camino de regreso, a que hubiera buen tiempo o que pasara el peligro de piratas.

La flota significaba alojamiento para los forasteros, juego, prostitución, delincuencia generalizada y un gran caos corruptor que no deja fuera a ningún grupo social de la colonia. La violencia y anarquía fueron rasgos de las costumbre de La Habana de esta época: reyertas y encuentros a mano armada eran muy frecuentes.

Los clérigos no escapan de esta corrupción generalizada, ostentaban una abiertamente vida de concupiscencia y escándalos. Las autoridades civiles y militares organizaban partidas de juego en sus casas y cobraban a los jugadores, a más de ser sensibles al soborno.

Los soldados, clérigos y personal de la flota cometían delitos sin que las autoridades de la villa pudieran juzgarlos porque estaban fuera de su jurisdicción. Los escándalos por amancebamiento, secuestros y abusos de poder eran muy frecuentes.

Las clases populares no escapaban a la situación imperante y tanto los blancos, como los mestizos y negros (libres y esclavos), trataban de lograr su parte en el "negocio de la flota". Abundan las cantinas, tabernas y bohíos para el alojamiento de forasteros a los cuales servían, les facilitaban el juego, la satisfacción carnal y en muchos casos les robaban, para luego desaparecer de la villa hasta que zarpara la flota.

Del estado que alcanzó la corrupción en la ciudad da cuenta el Sínodo Diocesano convocado por el obispo Juan García Palacios(1684), en cuyas disposiciones quedan plasmadas una serie de prohibiciones que hablan del estado moral del momento.

Durante el siglo XVII es notable el poder y la influencia de los Cabildos Municipales dominados por los habitantes de la tierra, descendientes de las primeras familias de la conquista. Los Cabildos tenían el privilegio de distribuir las tierras, que era una prerrogativa real; eran responsables de la administración local y de apoyar a las autoridades coloniales. Eran un poder efectivo, que no dudaron en emplear a favor de sus intereses.

La iglesia católica en Cuba en el siglo XVII

El fortalecimiento de la Iglesia Católica en la Isla fue aparejado al lento y sostenido desarrollo económico y social de la misma, en la medida en que se asienta una población en el país, se fomentan las ciudades y crecen las fuentes de trabajo y enriquecimiento.

Desde mediados del siglo XVI la capital del país se había oficializado en la villa de San Cristóbal de La Habana, junto a la bahía de Carenas que fue ganando en importancia en la medida que fue convertida en asiento de la flota y antesala de todo el que iba o venía hacia las ricas colonias españolas de tierra firme. Todas estas causas convirtieron a La Habana en ciudad cosmopolita con la mitad de la población de la isla y con las mayores fuentes de empleo y enriquecimiento, por ser además el puerto autorizado para el comercio en la colonia.

Sin embargo la sede del obispado de Cuba permanecía en Santiago de Cuba a lo largo de todo el siglo XVII pese al esfuerzo que hacían los diferentes obispos nombrados para que la Corona Española autorizara el traslado de dicha sede para La Habana.

Los argumentos de las autoridades religiosas era el hecho cierto que el traslado de la sede favorecería el florecimiento de la religión, por ser no solo la zona más poblada, sino también la más rica. Contra este cambio de sede se pronunciaban muchas personas influyentes en La Habana y Santiago de Cuba. Los primeros negados a tener tan cerca a las autoridades de la Iglesia, en una ciudad señalada poco más o menos como un centro de perdición, por las frecuentes transgresiones de las leyes y las buenas costumbres, incluso por el clero, dada su condición de sede de la flota, con todas las implicaciones ya expuestas en este libro. También los santiagueros se oponían al traslado de la mitra por esto traería aparejado el mayor estancamiento de la excapital de la colonia, ya bastante abandonada.

Estas tensiones para el traslado de la catedral de Cuba para La Habana, llevó en 1614 al obispo Fray Alonso Henríquez Armendáriz a excomulgar al gobernador de la isla y a los pobladores de La Habana por negarse a acatar su orden de traslado de la misma, sin autorización real. La medida creo una crisis de poderes además de tener consecuencias sanitarias y sociales, al negarse a enterrar a los muertos en suelo sagrado, realizar bautizos y bodas. Denegada por el rey la pretensión de Armendáriz la excomunión de los habaneros y sus autoridades le fue levantada por el obispo de Santo Domingo.

Como es conocido en las posesiones españolas de América, la Iglesia está supeditada al Rey de España, pero las autoridades eclesiásticas no se subordinaban a las autoridades coloniales locales, lo que trajo frecuentes roces y desavenencias entre ambos poderes. En el caso de Cuba y en especial La Habana la ética religiosa era bastante relajada en el cumplimiento de sus mandatos y obligaciones, dada la vida más dispensada y mundana que mantenían los habitantes de esta parte del mundo, lo que hacía aparecer a la moral cristiana como un barniz de apariencias que escandalizó a más de un buen creyente, que no abundaban por estos lares.

La tolerancia y la participación del clero en el contrabando, los hizo aliados de los criollos en su enfrentamiento más importante a las autoridades coloniales, a pesar de la supeditación de la Iglesia al estado español.[48]

A lo largo de este siglo se fue creando otro fenómeno social que tendría importante repercusión en la colonia, la criollización del clero de la isla, tanto secular como regular, pero sobre todo el regular dado su peso en el desarrollo cultural de la colonia. Ellos regenteaban escuelas, hospitales, cofradías y ejercían una fuerte influencia en la oligarquía criolla, fundamentalmente habanera, de la cual de hecho formaba parte.

"Desde el siglo XVI comenzó a formarse un clero criollo que devendría mayoritario con respecto al clero de origen español durante el siglo XVII. En 1620, de los 12 curas parroquiales existentes en la Isla, siete eran criollos nacidos aquí (…)" [49]

Las órdenes religiosas se nutrían de los hijos de las familias más influyentes de la isla, que con sus donaciones, censos, dotes y capellanías contribuían a la riqueza de los conventos. El más sobresalientes en este aspecto fue la orden de los dominicos, establecidos en La Habana en 1578 y cuyo convento, conocido como San Juan de Letrán o de Santo Domingo, fue el más importante para la sociedad colonial durante todo este período.

El convento de Santo Domingo estaba constituido mayoritariamente por frailes habaneros, casi siempre hijos de las principales familias de La Habana, que tuvieron a bien hacer sus donativos a nombre del convento y no de la Iglesia. Por esta causa los conventos poseían un mayor poder económico que el obispado y por consecuencia una mayor influencia en la oligarquía criolla.

La necesidad de poner orden social en la Isla, hizo que la Iglesia Católica viera la necesidad de celebrar un Sínodo Diocesano, en el que los curas de la isla analizaran todo lo relacionado con la religión, las buenas costumbres, la ética de los ciudadanos y todo aquellos que estorbaba el buen desarrollo de la sociedad colonial. Desde mediados del siglo XVII ya existía la idea de convocar a dicho asamblea y el primero que hizo las gestiones pertinentes fuel obispo Juan Montiel, quien murió de una repentina enfermedad, que todos consideraron un envenenamiento. Igual suerte corrió su sucesor Gabriel Díaz de Vara Calderón, quien pretendió seguir adelante con la idea del Sínoco Diocesano. La confabulación estaba entre los mismos servidores de la Iglesia que no querían que cambiara una situación que aunque escandalosa dejaba ganancias.

El 2 de junio de 1680 se reúne en La Habana el primer Sínodo Diocesano, autorizado por Real Orden del 4 de marzo de 1675. Lo presidía el obispo de Cuba, Juan García Palacios y su orientación ideológica tenía su base en lo acordado en el Concilio de Trenton(1545-1563), que tenía como objetivo el rescate de la fe cristiana luego de la conmoción de las conmociones de las reforma liderada por Martín Lutero.

El Sínodo aprobó 204 constituciones sinodales que regulaban la organización interna de la Iglesia, finanzas, vida interna, procedimientos judiciales y conducta religiosa de los feligreses, poniendo especial énfasis en la moralidad y disciplina de los curas y la proyección social de la Iglesia.[50]

Entre las regulaciones que hizo el Sínodo referente a la moral pública y que dan idea del mestizaje y las costumbres ya predominantes en el país están: la prohibición de la salida nocturna de las mulatas y negras, libres o esclavas, después del anochecer, para evitar "deshonestidades"; a las esclavas vivir en casa aparte par evitar la prostitución, muchas veces autorizada por el amo; a los negros y negras vender a la puerta de las iglesias y cementerio los días de procesión; a las mujeres bailar en las fiestas del Corpus y los bailes deshonestos en público o casa privada. También decidió que los Cabildos de Nación se reunieran a la puerta de las Iglesias y no en casa particular y que en esas reuniones no hubiera, ni baile, ni danza, ni juego, ni ningún otro tipo de entretenimiento indecente. Los acuerdos del Sínodo fueron aprobados por el rey Carlos II, Real Orden del 9 de agosto de 1682, dándole carácter de Ley a sus regulaciones.

El Sínodo sentó las bases organizativa e ideológica de la Iglesia "para su adecuación a la realidad social de la Isla, con una vigencia que perduró casi dos siglos" marcando una nueva etapa en el catolicismo en Cuba.[51]

Los albores de la música en Cuba

"En la isla, la música se anticipó siempre a las artes plásticas y a la literatura, logrando madurez, cuando otras manifestaciones del espíritu –exceptuándose la poesía– solo estaban en su fase incipiente."[52]

En el siglo XVII esta celebración del Corpus Christi se afianza en toda la isla como la principal festividad religiosa y popular, transformada en variantes diversas en los territorios del país en los que se celebra. En estas festividades encuentra lugar y origen no solo la música, sino también la danza y el teatro del país.

Era muy celebrado en la zona oriental del país, principalmente en Santiago de Cuba, las festividades de la Cruz de Mayo, fiesta de fuerte arraigo popular; se extendía por todo el quinto mes del año, eran festejos de corte familiar y consistía en levantar en las casas altares donde predominaba la Santa Cruz, rodeada de ofrendas de frutas y flores en homenaje a la primavera, como reminiscencia de fiestas paganas recogidas y transformadas en España y traída a Cuba por el conquistador. En estas fiestas transculturadas se escuchaba el sonido del tambor de origen africano y se hacía evidente el fervor del hombre negro en la expresión del sincretismo religioso, en una festividad que aún tiene vigencia en zonas rurales de la zona suroriental del país.

El pueblo canta y baila y por eso aprovecha todas las oportunidades para hacerlo: procesiones, velatorios, bautizos, festividades laicas y religiosas y jolgorios particulares.

El negro africano asumirá en mayor medida el papel de músico en la naciente sociedad criolla, no solo tocando los instrumentos de percusión, sino los instrumentos de origen europeo ya popularizados en estas tierras, guitarra, bandola, etc. Son frecuentes las pequeñas agrupaciones de bailes que amenizan las casas de juego y tabernas, abundantes de La Habana.

En tanto en las iglesias se desarrolla una vida musical necesaria pero muy limitada, al servicio del culto. Pese a las penurias del siglo los avances son lentos pero sostenidos, principalmente en Santiago de Cuba, sede del obispado y en La Habana, principal población y capital de la isla.

La catedral de Santiago de Cuba es el centro del movimiento musical en cuanto a la música religiosa. Algunas noticias dispersas así lo confirman: Morell de Santa Cruz da fe de que Juan de Mesa Borges, organista de la catedral en 1630 rescata la solemnidad de la misa, tras muchos años sin organista y afirma que en 1632 ocupa la misma plaza un Juan de Zabaleta que además toca el bajón. Con cierta irregularidad se mantiene presente la música sacra en la catedral de Cuba hasta la oficialización de la Capilla de música en 1682.

El primer documento de música de Cuba proviene de la Catedral de Santiago de Cuba y da fe de la constitución de la Capilla de Música de dicha catedral por el obispo Juan García Palacios en 1682. Es la primera tentativa para organizar de forma profesional la música sacra en la isla y prueba de la existencia de una actividad musical insipiente pero sistemática en dicha Catedral.

Esta Capilla de Música esta encargada a Domingo de Flores y formada por niños y clérigos que hacían las voces (tiples, altos y tenores), mientras que la música era interpretada por ministriles, esclavos y adiestrados por el canónigo Juan Cisnero Estrada y Luyando.

Estos músicos no tenían mucho trabajo: misa en la catedral y otras iglesias de la población, algunas horas de oficios con víspera y mítines, procesiones como la del Corpus Christi, Pascua de Resurrección, Pentecortés, Asunción de la Virgen y las del patrón de la ciudad, participando además en ceremonias y festividades de la ciudad.

"El vecindario de Santiago participa jocosamente de las festividades del Corpus y en ella la música y el baile producía un clima casi carnavalesco en torno a la celebración. A las calles salían mujeres en trajes llamativos ciñendo deliciosamente las formas femeninas y bailaban al compás de la música procesional, donde parece ser, por las quejas del obispo García de Palacios, no se escuchaban solamente los sones procesionales, sino también, y paralelamente quizás, cantos y músicas, no tan severas"[53]

En este siglo se gesta en la ciudad santiaguera una de las festividades que con el tiempo se convertirá en emblemática, a fines del siglo XVII ya se había hecho cotidiano la salida de una procesión que recorría los alrededores de la Catedral con motivo de la celebración del día de Santiago Apóstol, patrón de la villa. Poco a poco se hizo costumbre que las festividades patronales se extendieran desde el 24 de junio (San Juan) hasta el 16 de agosto (San Joaquín) con el 25 de julio (Santiago Apóstol) como momento culminante, este es el origen del carnaval santiaguero.[54]

La Habana por ser centro de la flota, vive un panorama distinto al resto del país. Fuera de las Iglesias, en los barrios populares, albergue de marineros y forasteros, se canta y se bailan ritmos europeos que se interrelacionan y funden, escandalizando a la Iglesia que califica esas melodías como "música diabólica y lujuriosa".

Sin embargo el Cabildo se ocupa de la vistosidad de las festividades del Corpus Christi. En el siglo XVII las iglesia son el centro más importante para el desarrollo de la música, la misa y las festividades religiosas necesitan de ella como parte de la liturgia, pero ya en esta época en las zonas urbanas, principalmente en La Habana, bajo el influjo de la flota, se baila y se canta ritmos europeos mestizados poco a poco por la forma de ser tocados y el uso de instrumentos, en principio europeos, pero poco a poco adaptados.

Hay noticias de que en 1612 la parroquial habanera ya tenía órgano y que desde 1605 ya aparece un maestro de música, Gonzalo de Silva, dedicado a dar clases de órgano y canto.

El auge del canto y el baile en la colonia y principalmente en sus zonas urbanas, en la que sobresale por mucho La Habana, es tal que el Sínodo Diocesano de 1680 se ocupa del tema por escandaloso y deshonesto: "(…)ninguna persona de cualquier estado y calidad que sea, haga, ni de día, ni de noche semejante baile(torpes y deshonestos) en sus casas, menos en la Iglesia, cementerios, ni oficinas de ellos, ni en iglesias o ermitas en donde celebran algunas fiestas o velaciones, asimismo prohibimos que en las procesiones y en especial en las festividades del Corpus salgan danzas de mujeres: sino que las que hubieren de salir sean de hombres, y estas honestas y con los trajes decentes(…)[55]

La primera expresión de la literatura criolla

En la isla ya están presente los embriones de una forma de pensar autóctona, de frente a los problemas que tiene el que vive en estas tierras, los criollos se consolidan en este siglo como población mayoritaria, tanto entre las clases oligárquicas como en las populares. Estas transformaciones en el hombre, su conciencia de sí mismo, su diferenciación con el peninsular, son el logro más importante de la cultura en este período.

A inicios del siglo XVII se escribe en Puerto Príncipe se escribe "Espejo de paciencia"(1608) escrita por el escribano de origen canario Silvestre de Balboa. Este hombre es un isleño "aplatanado"(15), conocedor de los acontecimientos que narra hasta el punto de enorgullecerse de la hazaña realizada por los pobladores de Bayamo al rescatar al obispo Altamirano.

Balboa escribe un poema épico en octavas reales, en el que cuenta con ingeniosidad criolla los sucesos del secuestro del obispo de Cuba por parte del pirata Gilberto Girón y la reacción de los vecinos de la villa dispuestos a hacer pagar la afrenta al bandido, organizando una acción de rescate por la fuerza, en la que logran vencer al tal Girón, matarlo y dispersar a su partida.

En el épico poema, Balboa se encarga de exaltar el valor de la gente de esta tierra a los que llama "criollo", etnónimo que aparece por primera vez en la literatura, pero que ha venido fraguando desde hacía un siglo.

Criollo llama él (…)"a Miguel Baptista, criollo de Bayamo"(v.671) y a los negros,"un negrito criollo despacharon"(v.715) y "Oh, Salvador Golomón, criollo, negro honrado"(v.961)[56]

La imaginación de Balboa lleva a colocar en medio del paisaje cubano a dioses de la mitología griega, que se notan impostados en un medio que él conoce muy bien y por tanto es el verdadero protagonista. Es el orgullo de ser criollo lo que mueve las loas del improvisado poeta, centrado en un hecho de extraordinaria significación para aquel rincón olvidado del nuevo mundo en el que aparecen las preocupaciones de aquella gente siempre de sobresalto por el peligro que viene del mar.

La hazaña de los bayameses llena de orgullo a los pobladores de aquella tierra patriarcal, que vive de la tierra y el contrabando, demostrando su autosuficiencia para defenderse del peligro del momento, lo piratas. Aunque el lejano Rey está presente en sus versos laudatorios, este cantor de los suyos mira con orgullo a sus vecinos y a su tierra.

Hasta ahora se resaltan los valores culturales y fundacionales de "Espejo de Paciencia", pero es también el canto dirigido a un público bien definido, aunque reducido, que valoró el poema, no tanto por sus limitados méritos literarios, como por el mensaje y el significado.

Casi al mismo tiempo que el poema de Balboa se dan a conocer en Puerto Príncipe otros versos saludando la aparición de la obra. Fueron escritos por ciudadanos[57]de esa villa y de Bayamo que denotan su acogida y que junto con "Espejo de Paciencia" forma el primer conjunto de poemas escritos en Cuba.[58]

La nacimiento simultáneo de la literatura y la historia en el siglo XVII no es casual: se trata en ambos casos, de manifestaciones de la presencia de lo autóctono. La "gente de la tierra" siente la necesidad de dar rienda suelta a su imaginación, así como de registrar acontecimientos relevantes en los que ellos son protagonistas.[59]

La educación en el siglo XVII

La enseñanza en la colonia estaba en manos de la Iglesia y los conventos que se limitaban a enseñar latín y una rudimentaria alfabetización que apenas abarcaba a los hijos de las familias importantes y personal de la iglesia.

Sin embargo los conventos como centros de la actividad intelectual se van haciendo cada vez más importantes para acoger a los numerosos hijos varones de las familias pudientes que no se hacen militares y a las hijas que no pueden casar ventajosamente.[60]

Las preocupaciones del Cabildo habanero por la enseñanza lo llevaron a pagar un maestro de Gramática en 1603 para los hijos de las familias notables de la villa, medida que el rey prohibió posteriormente.

En 1607 el obispo fray Juan de las Cabezas y Altamirano funda en la Habana el Seminario Tridentino, siguiendo los acuerdos del Concilio de Trento. La idea fue calorizada por el Cabildo habanero que para sostener el seminario gravó en dos reales la matanza de reses y cerdos. La enseñanza allí impartida se limitaba al latín y moral cristiana.

A lo largo del siglo XVII cobran fuerza y se desarrollan en la isla, principalmente en La Habana, varias órdenes religiosas, algunas de ellas presentes en Cuba desde el siglo XVI, como los Predicadores de Santo Domingo, que levantan el convento de San Juan de Letrán; los Franciscanos en cuyo convento se enseña gramática, artes, sagrada teología y moral; el convento de San Agustín con aulas de filosofía, gramática, retórica y teología; los belemitas con una escuela para niños; el convento de Santa Clara y el Convento de Santa Catalina fundado en 1688. Todos ellos son centros donde se educa a los hijos de la oligarquía criolla en la "conciencia de su posición jerárquica"[61] y a los humildes en su misión de "obediencia y conformidad con el "orden natural" establecido"[62]

A lo largo del siglo se tienen noticias de otros esfuerzos en la isla para desarrollar la enseñanza: en Puerto Príncipe se habla de una escuela fundada por Silvestre de Balboa para enseñar a leer, contar, escribir y rezar a los menores, mientras a los niños mayores se le enseñaba geometría, lógica, aritmética, retórica y astronomía. Otras noticias sobre escuelas principeñas, nos hablan de las inquietudes culturales de la villa en este siglo XVII.

Durante el siglo XVII hubo una gran influencia de los centro de enseñanza superior de Nueva España (México) en el insipiente desarrollo intelectual de la sociedad colonial en Cuba. Allí se formaron no pocos profesional de origen criollo, muchos de ellos incluso no ejercieron en Cuba sino en el mismo México y otras posesiones españolas en América.

En la Real Y Pontificia Universidad de San Hipólito(1551) se graduaron muchos naturales de la isla, en su mayoría habaneros, en las especialidades de Leyes, Teología, Medicina y Matemáticas, entre otras, al tiempo que autores de textos de filosofía, graduados en dicha universidad, influyen en el pensamiento de la sociedad colonial en la isla.

Otro importante centro educacional para los criollos en México lo fue el Colegio San Ramón Nonato, fundado en 1623, por Fray Alonso Henríquez de Almendariz, quien tras ocupar la mitra en Cuba fue promovido al obispado de Michoacán, donde funda dicho colegio.

Este centro de enseñanza tenía el objetivo de formar jóvenes en la judicatura y el obispo creó doce becas para estudiantes de la isla de Cuba, del valor que para la cultura criolla tiene este centro es el juicio que emite el historiador cubano José Martí Félix de Arrate: "Ha sido este insigne colegio taller (…) de muchos célebres sujetos que han ilustrado las iglesias y Cancillerías del reino, con grande honor de esta ciudad (La Habana) y de todas las diócesis de Cuba" [63]

A fines del siglo XVII, el obispo Diego Avelino de Compostela funda el colegio de San Francisco de Sales, para niñas pobres, y en 1689 el Colegio de San Ambrosio, que prepara a los jóvenes para el sacerdocio, sufragando los gastos de doce estudiantes.

De este período datan las primeras gestiones para fundar una Universidad, petición que hizo el dominico fray Diego Romero en 1670 y rechazada por el rey. En 1688 insisten los dominicos con el apoyo del ayuntamiento habanero y vuelven a recibir una negativa. El convento de los dominicos ya contaba con un colegio para sus novicios, aunque sin autoridad para conferir grados, lo cual solo podía hacer la Universidad.

Los dos seminarios existentes en Cuba en aquellos momentos, San Basilio en Santiago de Cuba, fundado en 1607 y San Ambrosio en La Habana en 1689, existían casi de manera nominal, pero sin poder otorgar grados académicos.

Hay también una interesante solicitud del cabildo de Puerto Príncipe al rey de España, solicitándole la apertura de una Universidad en dicha villa, alegando la lejanía de la misma a dichos centros de enseñanza.

En 1692 el obispo de Compostela funda el Real Colegio de San Ambrosio que adquirirá el carácter de Seminario en 1772

La arquitectura del siglo XVII

En la isla y principalmente en La Habana se produce un momento de impulso constructivo en el siglo XVII, producido fundamentalmente por el mejoramiento económico de la colonia, pese a las condiciones de inseguridad social y política que caracteriza el siglo. Esto se ve reflejado en el establecimiento en la isla de artesanos y profesionales (canteros, carpinteros, albañiles, forjadores, etc), morisco, andaluces y canarios, que junto con los criollos y los esclavos que aprendieron oficios.

La Habana creció en el siglo XVII bajo una concepción descentralizadora relativa[64]al crecer teniendo como núcleo no una plaza, sino varias de ellas, construidas de acuerdo al crecimiento de la villa y con funciones diversas. En este siglo esta definida la Plaza de Armas rodeada de los edificios administrativos y eclesiásticos de la colonia; la Plaza Vieja en la que se agrupaba el comercio; la Plaza de San Francisco, puerta marítima de La Habana y la Plaza del Cristo, prevista como plaza del comercio dado el crecimiento rápido de la urbe, pero que no desplazó a la Plaza Vieja de sus funciones.

Durante el siglo XVII se continuó el fortalecimiento del sistema defensivo de La Habana al levantarse el Torreón de San Lázaro (1556) y los fuertes de Cojimar(1646) y La Chorrera(1646), para prevenir ataques sorpresivos a la villa. En 1655 se inicia la construcción de la muralla. Este muro defensivo en principio fue una empalizada, luego un muro de tierra y finalmente fue construido con piedras de cantería. En la obra trabajaron cientos de esclavos de la corona y alquilados a los vecinos y su construcción se "alargó" hasta 1797 más por interés de los negociantes habaneros que por la complejidad de la obra, dada la importancia que para estos tenía el presupuesto situado del virreinato de Nueva España(México) para la construcción de la muralla.

En Santiago de Cuba se concluyó el Castillo de San Pedro de la Roca (1664) a la entrada de la bahía y el de San Severino(1694) en la bahía de Matanzas.

En el siglo XVII se consolida un tipo de vivienda influida por las construcciones moriscas predominantes en el sur de España (Mudéjar). De aquí parte la vivienda de las clases acomodadas en la colonia que fue evolucionando a partir del modelo mudéjar y amoldándose a las necesidades climáticas del país.

Cuba fue un espacio importante para la introducción y desarrollo de la arquitectura mudéjar, por las necesidades del clima de la isla que hacía necesario edificar casas y edificaciones amplias y frescas en su interior, a su difusión también contribuye la abundancia de bosques de maderas preciosas por el profuso uso que en dicho estilo se hace de ella.

El mudéjar criollo nunca fue copia del mudéjar andaluz, sino adaptación a las necesidades de la colonia, aunque en los trabajos con este estilo en la isla es de notar las habilidades y maestría de los maestros y artesanos llegados a la isla, muchos de ellos moros conversos que se habían asentado en esta y otras posesiones españolas de América.

Las técnicas constructivas mudéjares se hicieron presentes en la isla, con el profuso uso de los alfarjes en la construcción interior de los techos de madera, tanto en viviendas, como en iglesias y conventos. "El tipo más usado fue el par y nudillo, en el cual las vigas inclinadas o pares se enlazaban a cierta altura con otros horizontales o nudillos formado a modo de una A."[65]

Además del característico alfarje, las construcciones mudéjares de la isla presentan similitudes con sus iguales en el sur de España: patio interior, zaguán y plano de planta. El patio, centro de la vida doméstica, alejado de los ojos de intrusos; zaguán que servía de vestíbulo, cochera y transición con el patio. Rejas de celosías torneadas en madera con barrotes gruesos que dejan entre ellos poco espacio e impiden la vista desde el exterior.

En sus inicios la casa colonial criolla se organiza en base a una crujía paralela a la calle con una galería adosada, perpendicular a esta se construye un martillo en sentido de la profundidad del solar, formado una L que delimita un patio interior.

Podía ser de uno o dos pisos, en el caso de la segunda variante, predominante en la medida que avanzaba el siglo y la prosperidad de los criollos, las habitaciones de los dueños estaban en la planta alta aislados de la baja por celosías en las galerías y balcones. La comunicación se establecía mediante una escalera, con una cancela en el descanso para lograr mayor privacidad. Debajo se desarrollaba la vida doméstica y el comercio.

Fuera de La Habana la casa solariega sigue la misma evolución pero con un carácter rural, que hace la vivienda una casa de una sola planta, doble crujía, sin martillo perpendicular y un patio que no pierde sus características de aglutinador de las actividades domésticas.

La casa mudéjar en Cuba asume una fachada menos sobria que su similar ibérica y le caracteriza un amplio y voluminoso balconaje, aligerado de azulejos y yesería.

"En Cuba la presencia árabe se nos revela a través del mudejarismo de las fachadas e interiores, los techos de alfarjes, de los que quedan muestras en las construcciones de La Habana, Remedios, Camaguey y Santiago de Cuba, levantadas entre 1617 y 1730"[66]

Predominan las casas de una sola planta, de mediano puntal, sin portales, paredes gruesas, que responden a las inquietudes e inestabilidad política de la época. El uso de la madera es muy profuso, en techos, puertas, ventanas y hasta en rejas, fabricados con madera dura. Existían casas de dos pisos con pequeños balcones en tramos breves correspondientes a las ventanas exteriores con barandas de madera labrada.

En las casa de dos pisos los techos de alfarjes se aplicaban a la planta alta con techo inclinados a dos aguas, en tanto la baja tenía techos planos. Estos eran los techos predominantes en los siglos XVII y XVIII.

Según Weis el principio técnico de estos techos está basado en una gran cubierta de madera de pequeñas escuadrías o secciones, dejando por el interior la armadura decorada por medio de "lazos" de trazado geométrico y embellecido con brillantes pinturas. Por fuera eran recubiertos de tejas.[67]

La casa popular tenía una gran influencia de la vivienda andaluza; cuadradas, lisas, sencillas, sin más elementos de adorno que las ventanas, las puertas y los aleros de tejas.

Las paredes se blanqueaban con cal o yeso, para preservarlas del calor, después se fueron utilizando colores cálidos (amarillo, carmelita y azul claro). Las maderas eran pintadas de colores fuertes (azul añil, verde), completando el conjunto los tejados rojos.

A pesar de las mejoras introducidas, La Habana era una ciudad insalubre, donde el hacinamiento provocado por la llegada de la flota, en una ciudad donde vivía la mitad de los habitantes de la isla, provocaba frecuentes brotes de epidemias agudizadas por la escasez de agua potable, la falta de regulaciones sanitarias y las condiciones climáticas. No mucho mejor eran las condiciones en el resto de la isla.

Las construcciones religiosas fueron haciéndose más importante en la medida que se consolidaba la presencia de las Órdenes y de la Iglesia. Aparecen las primeras edificaciones religiosas de cantería y tejas.

La Iglesia del Espíritu Santo (1638), la segunda que tuvo La Habana, costeada por una cofradía de negros libres y que en su inicio fue una humilde ermita; la Iglesia del Cristo del Buen Viaje, tiene su origen en la ermita del Humilladero, levantada para que allí terminara la procesión anual del Vía Crucis de los viernes de cuaresma. Ambas eran construcciones sólidas de cantería y de una sola nave. La iglesia del Santo Ángel Custodio (1690) en la loma de Peña Pobre y la de Guanabacoa erigida a finales del siglo XVI y convertida en parroquial en 1607.

Durante este siglo se remodela el convento de San Francisco fundado a finales del siglo XVI, se reedifica la iglesia del convento de San Juan de Letrán; se comienza a edificarse el primer convento de mujeres, el de Santa Clara (1644), de tendencia franciscana, cuya construcción se mantuvo durante diez años, esta edificación marca la tipología conventual en Cuba: muros gruesos con poco vano, patio claustral y gran riqueza ornamental interior. Ocupa dos manzanas, con dos plantas y dos patios interiores. Un segundo convento para mujeres, de influencia dominica, se autoriza a finales del siglo, el de Santa Catalina de Sena (1689-1700), costeado por una rica familia habanera, con similar esquema constructivo. A fines del siglo XVII en un terreno de dos hectáreas comenzó a levantarse el Convento de la orden de los belenistas.

Las artes plásticas en los dos primeros siglos de la colonia

Dados los difíciles tiempos para la comunicación y el comercio buena parte del mobiliario deque se utilizaba en las iglesias, conventos, edificios públicos y casas particulares eran fabricados por artesanos criollos: altares, armarios, bancos de sacristía, baúles, talla en madera, carpintería de puertas, ventanas, techos, barrotes, etc. También se hacían en la isla algunos objetos de orfebrería e incluso pintura, básicamente de temas religioso, que hoy están perdidas.

En estos trabajos artesanales, casi siempre anónimos, predomina la imaginería popular, con la ingenuidad y la natural falta de cánones y reglas de lo hoy conocemos como "arte primitivo", pero que constituyeron la base del arte colonial de la isla.

De este arte primitivo de la isla, quedan muy pocos ejemplos, gracias al "desvelo" artístico y el refinamiento del obispo vizcaíno Juan José Díaz de Espada y Fernández, quien "renovó" el mobiliario, los santos, los altares, las pinturas y murales, por su tosquedad y falta de estética, para sustituirlo por un arte importado y de mejor factura que hizo desaparecer casi por completo el arte religioso de los siglos XVI, XVII y buena parte del siglo XVIII.

Desde fines del siglo XVI se conocen algunas referencias de pintura hechas en Cuba: en 1584 el Cabildo habanero contrata "una imagen y ocho cuadros" a un Gaspar de Ávila para la Sala del Ayuntamiento; en 1599 se informa que el pintor Juan Camargo ha cobrado mil ducados por la pintura de un retablo en la Parroquial Mayor. De siglo XVII no se han encontrado obras pictóricas, aunque se sabe por documentos de la existencia de talleres de pintura en La Habana. En una de estas referencias documentales se habla de la compra por parte de un tal José Buhart vecino de Guanabacoa, de dos cuadros que representan a Jesús el Nazareno, pintado en madera y realizados en La Habana en 1660.[68]

De las esculturas religiosas se conserva testimonio de que la Parroquial Mayor adquirió en España una imagen de madera en 1633, tallada por Martín Andujar y pintada en La Habana por Luis Esquivel. También se habla del maestro carpintero Juan de Salas Argüelles quien dona al Convento de Santa Clara en 1646, un retablo de madera dorado, cuatro pinturas y la imagen de la Purísima Concepción, realizados por él. Este Juan de Salas talló las vigas del coro de dicho convento, dejando en una de ellas su nombre y en otra el año de ejecución de la obra, 1643. En el mencionado convento hay dos tallas en madera, un San Miguel Arcángel y un Dios Todopoderoso, que algunos le adjudican a este maestro carpintero.[69]

La única pieza de arte del siglo XVII que se conserva es la escultura conocida como La Giraldilla, obra de Jerónimo Martín Pinzón, quien la creó entre 1630 y 1634. La sola existencia de la pieza es prueba del desarrollo que había alcanzado la fundición en la Isla, oficio que se sabe era conocido desde mediados del siglo XVI cuando se autorizó fundir en la isla, piezas de artillería y utensilios domésticos, utilizando el cobre que se extraía de minas de la isla.

La Giraldilla, es una pieza de bronce, que representa una mujer como alegoría de la Victoria. Lleva en su mano derecha una rama de palma, de la que solo conserva el tronco, y en la izquierda un asta con la Cruz de Calatrava, Orden a la que pertenecía el gobernador Bitrian de Viamonte, quien la encargó para colocarla como veleta en la torre del castillo de la Real Fuerza.

En cuanto a la representación del paisaje de la isla, corresponde a los grabadores holandeses del siglo XVII las primeras imágenes de la Isla y de su capital La Habana. Era una mirada distorsionada por la lejanía, la fantasía y la descripción de segunda mano que tenían estos artistas.

Uno de los hechos que motivó este interés por Cuba y en especial por La Habana fue el establecimiento de la flota que surcaba el Atlántico una vez al año de ida y vuelta cargada de riquezas. Justamente una acción naval holandesa ocurrida en 1628, la derrota de la Flota de la Plata en la bahía de Matanzas, por el almirante Piet Heym, sirve de motivo para un grabado de autor anónimo que representa la batalla, con elementos del paisaje como referencias topográficas, la forma de la bahía y las lomas que se distinguen al fondo.

Por esta misma época aparecen dos grabados del mismo origen anónimo, el primero representa la bahía y villa de La Habana, en el que sobresalen la torre del Castillo del Morro con una cúpula en forma de bulbo; los techos "góticos" de las casas y altas montañas de apariencia alpina. El otro grabado contemporáneo del anterior y titulado "Habana", presenta dos figuras humanas, un hombre y una mujer con trajes de época. La mujer evidentemente es una mestiza, con la villa habanera de fondo, muy parecida al grabado anterior.

Desarrollo científico y técnico en el siglo XVII

Al escribir sobre el desarrollo que poco a poco iba alcanzando la colonia de Cuba, es imprescindible mencionar el auge que iba alcanzando la construcción naval en la isla y en especial en La Habana. Iniciada desde el siglo XVI las construcciones navales cobran auge a mediados de ese siglo y se consolida en el siglo XVII cuando las dificultades de comunicación causada por la presión del corso y la piratería alentaron la construcción de buques de hasta 300 toneladas en el carenero de La Habana y de menor porte en otros lugares de la isla, como Santiago de Cuba. Únase a ello la ya referida calidad y abundancia de la madera y la habilidad de una mano de obra que se ha ido desarrollando y en este momento está formada principalmente por gente nacida en estas tierras.

Fue en esta rama de las construcciones navales que se desarrolla el talento del habanero Francisco Díaz Pimienta(1594-1652), constructor naval, quien llegó a ser almirante de la Armada española, superintendente de la construcción de barco y fundador de la Sociedad de Armadores que agrupa a cierto número de fabricantes de barcos en La Habana.

Este destacado habanero escribió la primera obra científico técnica de la historia de Cuba, la "Relación del suceso que tuvo Francisco Díaz Pimienta, General de la Real Armada de las Indias, en la isla de Santa Catalina" editada simultáneamente en Madrid y Sevilla en 1642, se trata de una tabla de relaciones mensurables de gran importancia para la navegación en los mares de Occidente.

Año después el médico sevillano radicado en La Habana, Lázaro de Flores Navarro escribe un libro con datos relacionado con la navegación en estas latitudes, titulado Arte de Navegar (1673)[70].En el prólogo el autor, considerado una autoridad en la materia en siglo XVII, expresó que su contenido fundamental trataba acerca de las reglas y preceptos de la navegación especulativa y teórica, para lo cual se debía dominar la matemática. El escribió que "(…) la Náutica es una de las Artes Matemáticas, y necesita para su conocimiento de la Astronomía, Geometría, Perspectiva y Aritmética".[71]

Como es de notar siendo la navegación elemento fundamental para las comunicaciones y el desarrollo de la colonia, es lógico que sea en esta rama del saber en la que aparezcan los primeros libros científicos de la isla, lo que acentúa la vocación marinera de La Habana y sus pobladores.

Otra necesidad perentoria de la sociedad criolla fue su salud, desde la fundación de la colonia siempre hubo preocupación para enfrentar las enfermedades que en el clima de la isla se presentaban con frecuencia en forma de epidemia, con virulencia y alta mortalidad. Fueron las enfermedades europeas desconocidas por los aborígenes, uno de los factores de la disminución drástica de la población nativa, aunque no el principal, y en las pequeñas pero insalubres villas, principalmente en La Habana, con frecuencia se presentaban brotes de enfermedades de diversos orígenes. Faltaban médicos y esta fue siempre una de las preocupaciones de los Cabildos, que con frecuencia claman por su presencia entre ellos.

Se menciona a un tal Juan de Alcazar como el primer médico y cirujano que estuvo en la isla, allá por 1526 en Santiago de Cuba, en esta misma villa la precariedad de la salud llevó al cabildo a autorizar a una curandera aborigen, María Navas, para ejercer. En 1569 el cabildo habanero autorizó a Gregorio Gamarra por "(…) la gran necesidad que esta villa tiene de botica, médico y cirujano (…)"[72]

En 1610 desembarca en La Habana Juan de Tejeda y Pena, el primer médico titulado que llega a la isla, quien permaneció muy poco tiempo en ella; en 1622 el Cabildo nombra a Gabriel Salas, cirujano romancista para que examinara a los barberos y cirujanos.

En la década del veinte del siglo XVII los aspirantes a barberos, boticarios, parteros, médicos y cirujanos, debían examinar en Nueva España de cuyo Tribunal de Protomedicato dependía Cuba, este era un tramite riesgoso y caro para los humildes practicantes de la medicina por lo que el cabildo habanero pidió autorización a la metrópoli para establecer dicho tribunal en La Habana en la persona del médico sevillano Francisco Muñoz de Rojas residente en la villa.

En 1634 dicho médico presentó al Cabildo su documentación autorizándolo a ejercer como Tribunal Protomedicato a título personal cargo que desempeñó hasta su muerte en 1638, con el desapareció el Tribunal Protomedicato habanero. En 1651 el único médico en La Habana era el mencionado Lázaro Flores Navarro, apoyado en ocasiones por los médicos de la Flota.

Desde mediados del XVII comienza la formación de médicos de la isla en la Real y Pontificia Universidad de San Hipólito de Nueva España, el primer graduado fue Diego Vázquez de Hinostroza que comenzó sus estudios en 1649 y se graduó en 1651, pasando a La Habana en 1665, donde ejerció por muy poco tiempo, regresando nuevamente a México.

Capítulo IV

El siglo XVIII cubano, las primeras luces (1697-1762)

El siglo XVIII constituye para Cuba un período de grandes cambios en todos los órdenes, muy ligados estos a los acontecimientos políticos y sociales que ocurrían en Europa y que coyunturalmente influyen en la Isla.

Carente de riquezas mineras Cuba, al igual que el resto de Las Antillas, basan su desarrollo en los cultivos tropicales que poco a poco van ganando espacio en el mercado europeo. En el Caribe no español, se desarrolla una economía de plantación que tiene como base la mano de obra de miles de esclavos de origen africano, que cultivan y elaboran productos de alta demanda como el azúcar, el algodón, el añil, las especies y el tabaco. La población africana se hace mayoritaria en estas islas plantaciones y crean colonias muy productivas, pero socialmente muy explosiva, por la sobre explotación de estas personas.

La intensificación y mejora de los cultivos, con el uso ilimitado de la mano de obra esclava, lleva a las colonias inglesas y francesas, sobre todo a Saint Dominique (Haití), a adquirir pese a su tamaño una enorme importancia económica en el mercado europeo en expansión. También estas colonias no europeas son la base del contrabando entre ellas y las posesiones españolas, entre ellas Cuba.

En 1700 se produce la llegada al trono de España de la dinastía de los Borbones, reinantes en Francia en aquellos momentos. Tras la muerte de Carlos II de España, rey de la casa de Hasburgo, sin dejar herederos, este hace testamento a favor del Duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, para que se ciñera la corona española, hecho consumado al proclamarse este rey de España como Felipe V. Tal hecho no fue aceptado por las grandes potencias europeas, Austria, Inglaterra y Holanda, que vieron en este acontecimiento un reforzamiento del poderío de Francia, porque Luis XIV proclamó el derecho que seguía teniendo su nieto al trono galo, con lo que una fusión de ambas naciones daría lugar a una superpotencia con inmensos recursos económicos, militares y una influencia política que las naciones rivales no estaban dispuestas a admitir.

Tal hecho fue el detonante para que se iniciara una guerra entre Francia y España por un lado y Austria, Holanda e Inglaterra por el otro, conflicto que se conoce como Guerra de Sucesión (1701-1714), que repercute en las colonias americanas y sus mares adyacentes que puede decirse fueron el escenario principal de esta conflagración. Se reanima el corso y la piratería, el ataque de las colonias y la destrucción sistemática de las riquezas fomentadas en esta parte del mundo.

La guerra le permite a Cuba el contacto legal con navíos no españoles, los barcos franceses autorizados a tocar puertos cubanos, principalmente La Habana con el consiguiente beneficio no solo económico, sino social, al entrar los colonos en contacto con una sociedad de más desarrollo y refinamiento.

Con la firma de la paz de Utrecht la guerra terminó, España se vio forzada por el mismo a hacer concesiones "humillantes" para ella, pero beneficiosas para los colonos en América, al conceder a Inglaterra el "asiento de negros", es decir el derecho a abastecer de esclavos a las colonias españolas, y el envío de un buque de 500 toneladas cargado de mercadería inglesa, "navío de permiso" para que comerciara con dichos asentamientos hispánicos. Ambas medidas fueron fachada legal para el contrabando en las colonias americanas, entre ellas Cuba.

Las mercancías de los barcos ingleses que traían los efectos para los esclavos y las quinientas toneladas del navío de permiso, eran desembarcadas de forma clandestinas en lugares cercanos a los puertos autorizados y desde allí se contrabandeaba con los criollos, con grandes beneficios para los ingleses y los naturales, en muchas ocasiones con la complicidad de las autoridades.

En 1739 se reinicia la guerra entre España e Inglaterra que habría de durar hasta 1748.[73] La poderosa escuadra del almirante Edwar Vernón, asaltó Portobelo(Panamá) destruyéndola, y Cartagena de Indias, sin poder ocuparla y posteriormente emprende el asedio a la isla de Cuba, intentando resarcir su derrota con un golpe de mano que tuviera un efecto político en Inglaterra.

Bojea la isla, amenaza La Habana, Matanzas y vigilado de cerca por los pobladores del país y las autoridades españolas, se presenta en la despoblada bahía de Guantánamo a principios de julio de 1741, desembarcando un fuerte contingente de hombres con el objetivo de asaltar la ciudad de Santiago de Cuba por tierra.

Sus fuerzas intentan un avance rápido por la boscosa serranía guantanamera hostigados todo el tiempo por las milicias de Tiguabos, hombres de la tierra, conocedores del terreno, que no le dan tregua a los "casacas rojas" hasta que frenado su avance son obligados a retroceder hacia la inhóspita bahía donde permanecerán atrincherados por varios meses en un improvisado poblado que llamaron Cumberland, donde eran hostigados por igual tanto por los españoles y sus voluntarios, como por los elementos naturales, que dejaron reducida casi a nada aquel orgulloso cuerpo expedicionario, que a bombo y platillo habían despedido allá en Inglaterra, apenas unos meses atrás. A finales de noviembre de 1741 Vernon aprovecha la noche para evacuar las pocas tropas que conserva, en el abandonado poblado; cientos de tumba y todo el aprovisionamiento dan fe de la derrota.

Las colonias hispanas en el Caribe resistieron el embate inglés y al cabo de nueve años los británicos firmaron el Tratado de Aquisgrán(1748), con el cual España restablece su monopolio comercial al renunciar Inglaterra al Asiento de negro y el Navío de Permiso.

En 1754 estalla la "Guerra de los Siete años" que enfrentó a Francia e Inglaterra por los dominios coloniales y comerciales que tenían en diversas partes del mundo. En esta confrontación los franceses fueron desalojados del Canadá y algunas posesiones del Caribe. En 1760 ya casi derrotada Francia, el recién coronado rey de España, Carlos III, renovó el Pacto de Familia con los Borbones franceses y declara la guerra a Inglaterra.

La participación de España en esta guerra fue desastrosa, poco apoyo podía dar a Francia, vencida en toda la línea por los ingleses y en cambio perdió una precaria paz que le permitía ir recuperando su poderío naval y militar muy diezmado, fundamentalmente en América. Las escuadras británicas demostraron su poderío y capacidad militar al ocupar La Habana y Manila en 1762.

La toma de La Habana por los ingleses (1762) fue un duro golpe a la monarquía española que conocía la importancia de la plaza, tanto desde el punto de vista militar, como político y económico. Tal fue la valoración de La Habana, que el Rey negoció la devolución a cambio de la extensa, aunque pobre, colonia de La Florida.

Los ministros del gobierno español bajo la égida de Felipe II se dieron cuenta de que Cuba podía ser algo más que la "Llave del Nuevo Mundo" y que sus riquezas naturales provenientes de los productos como la ganadería y el tabaco, en estos primeros tiempos, y luego el azúcar, en la medida que avance el siglo, podían dar buenos dividendos a la Corona.

Por esta razón crearon medidas centralizadoras en cuanto al gobierno colonial y la mejor explotación de la isla. Bajo el gobierno de Felipe II se produjo la supresión de los derechos de los Cabildos municipales, que actuaban como gobiernos autónomos, principalmente en el interior de Cuba, atribuyéndose funciones que solo eran de la competencia del Rey, como el caso de la repartición de tierras, base de la sociedad colonial. Al suspender este derecho la monarquía lesiona los intereses de la oligarquía terrateniente que databa de los tiempos de la conquista y que formaba la base de la clase oligárquica criolla.

La producción de tabaco era a principios del siglo XVII el principal renglón económico de la Isla. La alta demanda de este producto en el mercado europeo hizo pensar a los ministros del rey de España en las enormes ganancias que podía obtener si compraban gran cantidad de tabaco. En consecuencia el gobernador de Cuba Laureano de Torres recibió en 1708 la orden de comprar anualmente 3 millones de libras de tabaco[74]lo que reportó una ganancia tal para las arcas reales que al llegar su sustituto, Vicente Raja traía la encomienda de aplicar el "Estanco del Tabaco"(1717) a favor de una fábrica de tabacos establecida en Sevilla.

La producción tabacalera en la isla estaba en manos de campesinos de origen canario, dueños o arrendatarios de medianas y pequeñas parcelas de tierra, concentradas en las orillas de los ríos en la parte occidental y central del país mayoritariamente. La sede de la factoría radicaba en La Habana, con sucursales en Trinidad, Santiago y Bayamo.

El estanco establece el monopolio estatal sobre la producción, la comercialización, la imposición de precios, cuotas y la prohibición de comercializar por otra vía el sobrante de tabaco no comprado por la factoría.

Esto provoca el disgusto de los cosecheros que se sublevaron ese propio año 1717 y obligaron al gobernador Vicente Raja a abandonar el puesto y embarcarse para España. La respuesta del gobierno español fue el envío de un nuevo gobernador, Gregorio Guazo Calderón, con instrucciones de imponer el estanco a como diera lugar, para lo cual vino acompañado de un fuerte contingente de tropas. El nuevo gobernador trató de conciliar los intereses, pero sin suprimir el Estanco, promete que se le pagaría la cosecha al contado y que podrían "exportar" todo el tabaco que no comprara la factoría real.

Sin embargo la permanencia del Estanco provoca una nueva sublevación en 1723, cuando los vegueros trataron de adoptar medidas para evitar la caída de los precios, fijando volúmenes de cosecha y precio. Para poder mantener el boicot los cosecheros tomaron medidas contra los que rompieran este trato, destruyéndole la producción y la cosecha a todo el que vendió a menor precio a la factoría.

El gobernador reprimió con dureza la rebeldía de los vegueros que se levantaron en armas y tuvieron un enfrentamiento con el ejército en las afueras de Santiago de las Vegas. El saldo fue de varios heridos y la captura de doce complotados que fueron colgados en el camino de Jesús del Monte.

En 1727 la monarquía establece la Intendencia Real de Tabaco para continuar con el Estanco del producto, función que pasó luego a la Compañía de Comercio de La Habana y finalmente a la Real Factoría de Tabaco (1761) que monopolizó la producción.

La producción tabacalera en Cuba se vio muy afectada por el monopolio real, que acabó con la industria de elaboración de tabaco en el país y creo un sedimento de rechazo a este tipo de medidas arbitrarias, que solo beneficiaron al Rey y los fabricantes españoles.

Con el siglo XVIII la producción azucarera irá estabilizando un lugar preponderante en la economía de la colonia, dadas las condiciones naturales que tiene el país. Se produce azúcar en pequeños y medianos ingenios con dotaciones de esclavos de algunas decenas de esclavos, para poder crecer necesitaban mano de obra esclava que era muy escasa en este período y alcanzaba un alto precio, unos 300 pesos como promedio y entre 450 y 500 pesos, si conocía el oficio.[75]

A principio del siglo XVII la producción azucarera de Cuba disminuye a causa de las dificultades para la exportación. En 1724 la producción azucarera alcanza las 50 mil arrobas (2 300 toneladas) y se vendía a un precio que oscilaba entre los 24 y los 28 reales, pero en 1728 hay una nueva recaída de la producción que provoca el cierre de algunos ingenios.[76]

Alentados por las altas ganancias obtenidas por el Estanco del tabaco, un grupo de comerciantes habaneros y gaditanos, propusieron al Rey un nuevo negocio monopolista: la Real Compañía de Comercio de La Habana (1739), encargada de abastecer a la Isla de todos los productos que necesitara, imponiendo precios monopólicos y la exportación de los producto de la Isla, excepto el tabaco. En los primeros doce años de su existencia esta compañía obtuvo ganancias de 650 mil pesos, un 72 % del capital inicial que fue de 900 mil pesos.[77]

La Real Compañía de Comercio de La Habana podía importar esclavos, hecho que fue de mucha ayuda para la reactivación de la insipiente industria azucarera de la isla, que movilizó capital, aumentó el número de ingenios, revalorizó las tierras y produjo una gran expansión del cultivo de la caña de azúcar en este país.[78]

A mediados del siglo XVIII apenas había cuatro grandes ingenios en la isla, todos en el occidente y cercanos a la capital, tenían más de cien esclavos y una producción superior a las 10 mil arrobas de azúcar. Hacia 1760 había en los alrededores de La Habana unos 90 ingenios con una producción total de 340 mil arrobas de azúcar(15 640 ton.), el 75 % de la producción de la Isla.[79]

La Real Compañía de Comercio de La Habana incentivó también la producción azucarera, al convertirse en la exportadora de la mayor parte de esta a España. Ya para 1755 el azúcar representa el 61 % de las exportaciones de la isla y continuó creciendo. [80]

También es importante para la economía de la isla, la autorización del corso, que les permitió beneficiarse de las riquezas arrebatadas a los asentamientos coloniales ingleses en el Caribe, principalmente Jamaica y a los barcos de esa bandera; incrementar el comercio de contrabando, de fuerte tradición en la isla y convertir a La Habana en una activa base corsaria. Estas actividades gozaron del beneplácito de las autoridades coloniales, aún en tiempo de paz. Como ejemplo de las abundantes ganancias de los corsarios antillanos baste decir que en 1742 los corsarios cubanos consiguieron botín por valor de dos millones de pesos.[81]

Otro renglón importante en la isla y en particular La Habana fue la construcción naval, que desde inicios del siglo XVIII se vio involucrada en una reanimación y modernización que dotó a La Habana de los mejores astilleros de América y del reino.

En 1713 se aprobaron los primeros proyectos para el restablecimiento naval de España y para ello el primer paso fue rehabilitar los astilleros habaneros. Por eso vino a Cuba Manuel López Pintado con el encargo de construir diez barcos de 900 toneladas y dos pataches[82]venía con 30 carpinteros de ribera y 20 calafates, en su mayoría andaluces.[83]

El mayor auge de los astilleros habaneros comenzó en 1724 con el prestigioso trabajo del criollo Juan de Acosta quien entregó dos barcos para el virreinato de Nueva España y por su calidad se le encargaron otros para la flota de la Mar Océano.

En 1728 llega Juan Pinto, nombrado director del nuevo astillero, con él se alcanza un gran auge y prestigio constructivo; en La Habana se fabrican los mejores y más rentables barcos del reino, se ponen en práctica grandes proyectos y los pedidos crecen dada la voluntad del Rey de restablecer el poderío de la Armada española.

En 1741 el gobierno español concede la administración de los astilleros a la Real Compañía de Comercio de La Habana con el compromiso de entregar tres o cuatro navíos por año, lo que no pudo cumplir teniendo que renunciar al contrato en 1748.

A mediados del Siglo XVIII —en 1759— la población total del país ascendía a 140 mil habitantes, de ellos 60 mil vivían en La Habana y poblados y fincas cercanas; y en el año 1774 era de 171 mil 620, de ellos 96 mil 440 blancos (56.4 por ciento) y 76 mil 180 negros y mestizos (43.6 por ciento). De éstos 31 mil 847 personas eran libres y 44 mil 333 esclavas. Se expandió el cultivo del tabaco y el comercio de rescate o contrabando frente al monopolio comercial oficial, durante una larga etapa.

La sociedad criolla se había consolidado, sentando las bases para el desarrollo productivo de sus renglones fundamentales. En las ciudades aparece un artesanado activo y numeroso de trabajadores calificados y una oligarquía que tiene sus bases económicas en el comercio y la tenencia de grandes extensiones de tierra. Los criollos habían logrado resistir con éxito las medidas restrictivas del poder colonial y evitar que la isla fuese dominada por potencias que impondrían otra cultura. Aprendieron a defender su patria.[84]

El pensamiento escolástico y la Iglesia en Cuba a principios del siglo XVIII

Desde el mismo inicio de la conquista y el fomento de la colonia en la Isla se va a producir paulatinamente un fenómeno de criollización de la Iglesia Católica, dadas las peculiares condiciones en que se desarrolla la sociedad criolla, sometida a los vaivenes de la política de la metrópoli española, en constante guerra y asediada por las otras potencias coloniales europeas, que le disputan la supremacía.

El desarrollo de la Iglesia en Cuba en esta época es muy difícil, en una colonia pobre donde poco se podía recaudar, quedó sujeta a la subversión real, con un clero escaso y de poca preparación, que dejó mucho que desear en los primeros tiempos de la conquista y la colonización, con sus honrosas excepciones, por su concupiscencia y contubernio con los que se enriquecía a toda costa.

Poco a poco la Iglesia en Cuba va creciendo incrementada por la población criolla de la cual se incorporan a los templos e iglesias los curas, y monjes que la harán crecer y la dignifican. Ya a finales del siglo XVII la Iglesia en Cuba rebasa la etapa de sobrevivencia e inicia un sostenido crecimiento que caracteriza al siglo XVIII.

Al producirse el Sínodo Diocesano de 1680 esta Iglesia tiene ya importantes e indisolubles vínculos con la oligarquía criolla, que forma parte raigal de ella por su mayoritario clero nativo, que afianza esta alianza predominante en el siglo XVIII. El Sínodo pone orden en la Iglesia de Cuba y deja sentada las bases para que su papel ideológico en la colonia quede reafirmado.

La llegada a la isla del obispo Diego Evelino de Compostela y Vélez(1687-1704), marca el inicio de la consolidación de esta Iglesia criolla que distinguirá este siglo. Sus diecisiete años de obispado marcan una intensa actividad de afianzamiento de la Iglesia en la sociedad colonial: Se extiende por toda la isla, funda templos, curatos, hospitales, pero también afianza los mecanismos para el cobro de las rentas eclesiásticas, entre ellas el diezmo; aplica las ordenanzas del Sínodo y estimula la fundación y crecimiento de las órdenes religiosas.[85]

Se conoce de los intentos del obispo Diego Avelino de Compostela por restarles poder económico y social a las órdenes establecidas en la Isla en beneficio de la jerarquía de la Iglesia Católica. El hizo gestiones para establecer un centro de estudios dirigido por los jesuitas, organización que está ligada al papado por voto de obediencia a fin de crear un contrapeso a las órdenes, de conocida influencia criolla.

Tal fue el impacto reorganizador en la Iglesia de la Isla durante el mandato de Compostela, que renuncia a la subversión del estado español para los gastos y mantenimiento de la misma pasando a sufragar sus propias necesidades con holgura. Entre 1685 y 1688 las restas del diezmo eran de 121 000 reales, en cambio ya para 1693 estas mismas recaudaciones alcanzaban la cifra de 608 000 reales.[86]

Partes: 1, 2, 3, 4
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