Al término del siglo XVII había en Cuba 225 sacerdotes, 204 frailes y alrededor de 100 monjas en su mayoría criollos [87]16). En 1757 había en la Isla 57 parroquias, 25 ermitas y 22 conventos atendidos por 572 curas, 484 monjes y 154 monjas, con predominio de nacidos en el país.[88]
Este florecimiento de la Iglesia Católica en Cuba alcanza su momento más álgido durante el obispado de Pedro Agustín Morell de Santa Cruz (1753-1768), época en que "coincidieron en armonía una economía hacendataria y una Iglesia de tradición feudal"[89]
Desde el punto de vista ideológico, la Iglesia que llega a Cuba a principios del siglo XVI es la institución más conservadora y cerrada de Europa, convertida en aliada de los reyes de España, devenidos en poderosos señores a raíz de la conquista de la tierras americanas.
En razón de ello la alianza de la monarquía española y la Iglesia Católica fue la base de la Contrarreforma ideológica que predomina en buena parte de Europa en los siglos XVI, XVII y XVIII. Su ideología fue la escolástica como doctrina que contrapone la fe a la razón. Basada en las teorías de Tomás de Aquino, que acepta la existencia de una doble verdad: las reveladas por Dios y las razonadas por el hombre, con prioridad para las verdades divinas en casos de contraposición.
La Escolástica devino en base ideológica de la Monarquía y los grupos de poder en España, legitimando el orden feudal y el origen divino de sus privilegios, base de la unidad del imperio español en América, en alianza con la Iglesia. Estas coordenadas ideológicas y culturales dominaron el siglo XVIII en la Isla acentuadas por la condición colonial de la Isla.[90]
Generaciones de criollos, muchos de ellos destacados intelectuales, se educaron "bajo estas coordenadas teórica". El criollo fue también el "sujeto principal" en el sostenimiento de estas doctrinas dado a que predominaban en las instituciones religiosas de la isla.[91]
A pesar de ser la Escolástica un sistema filosófico ya en decadencia a principios del siglo XVIII, en Cuba, para la clase dominante de los criollos fue el sostén y estímulo de su desarrollo social y cultural, que sin las instituciones eclesiásticas no se hubiera podido desarrollar, "el nacido en la Isla necesitó de ella, como de la Iglesia y del propio poder colonial, para legitimar su orden social"[92]
El despegue de la enseñanza
Desde finales del siglo XVII y con la consolidación de la Iglesia en la Isla, en alianza con la clase criolla predominante se hacen varios intentos por crear una universidad en Cuba, anhelo acorde con las inquietudes de las clases pudientes, necesitadas de tener en propio suelo una institución de este tipo para la educación de sus hijos.
En 1717 el padre maestro de la Orden de los Dominicos, Fray Bernardo de Membrive, elevó un memorial al rey, atendiendo a las solicitudes de estos habaneros, suplicando autorización para crear una universidad en La Habana.
Felipe V encargo al cardenal Aquaviva interceder ante el Papa Inocencio XIII quien finalmente expide un breve el 12 de septiembre de 1721, autorizando la creación de la Universidad en el convento de San Juan de Letrán de los dominicos habaneros.
Aprobada la apertura de la universidad en el convento de San Juan de Letrán de los dominicos, tardarán casi siete años para que tal obra se llevara a vía de hecho y el motivo fue el litigio y hostilidad del obispo Jerónimo Valdés quien pretendía que dicha institución tuviera como sede la Iglesia y edificaciones contiguas del barrio de San Isidro, que dicho prelado había donado a los dominicos para abrir colegio en 1720 donde se enseñara Gramática, Teología y Filosofía de forma gratuita.
En el momento de hacerse pública la aprobación de la universidad para el convento dominico, funcionaba el colegio según la cláusula del donativo, pero el obispo exigió que la universidad fuera para este sitio, alejado del centro de La Habana de la época. Era una maniobra dilatoria de alguien que no veía con buenos ojos la influencia de esta "orden criolla" y que estaba en trámite de que los jesuitas se volvieran a establecer en la ciudad.
Finalmente el obispo Valdés reclamó a los dominicos la devolución de la donación, se cerró el colegio de San Isidro y la Orden pudo al fin abrir la Universidad.
El 5 de enero de 1728 se establece oficialmente la Universidad de San Jerónimo de La Habana, autorizada a entregar grados menores (bachiller) y mayores (licenciados, doctores y maestros). La institución tenía inicialmente cinco facultades: Teología, Cánones (Derecho Canónico), Leyes (Derecho Civil), Medicina y Artes (Filosofía), organizadas en veinte cátedras, las más importantes en la mañana (cátedras de prima) y el resto en la tarde (cátedras de vísperas).
Los dominicos se adjudicaron el derecho de impartir las cátedras de Filosofía y Teología, estudios eminentemente ideológicos que ceñían la enseñanza la escolástica como doctrina de la Iglesia de acuerdo con el Concilio de Trento, que definió la línea ideológica y política de la Iglesia Católica.
Las teoría de Tomás de Aquino era la que definía la base de esta enseñanza, los textos eran dogmáticos y con un gran atraso científico, pero que en la realidad de la colonia de la primera mitad del siglo XVIII, servía a los intereses de la clase dominante en su afán de formar a los continuadores del status creado.
En 1722 el obispo Jerónimo Valdés crea el Seminario de Basilio el Magno en Santiago de Cuba, con el fin de formar "servidores de la Iglesia". En este nuevo centro el curriculum incluía: Teología, Gramática y Canto Llano, cerrado en 1739 y reabierto en 1754 a pedido de los vecinos notables de la jurisdicción de Cuba.
El obispo Pedro Morell de Santa Cruz impulsó al Seminario santiaguero con la creación de las cátedras de Filosofía, Teología, Escritura y Cánones. Otro obispo criollo Santiago Hechavarría y Elguesúa crea en 1777 el reglamento del colegio más flexible en cuanto a la escolástica pero manteniendo el requisito de admitir en sus aulas a alumnos de origen español y cristianos. El obispo Hechavarría que había estudiado en el Seminario de San Basilio fortaleció las cátedras del mismo y le destinó el 3 % de las restas de la Iglesia.[93]
El centro concedía doce becas de gracias para estudiantes pobres y completaba el alumnado con jóvenes de familias acaudaladas que costeaban sus estudios y a fines del siglo XVIII se solicitó para el Seminario de San basilio la condición de Universidad, pedido que nunca fue atendido.[94]
Desde esta época se hacen esfuerzos para que la orden de los jesuitas instale colegio en La Habana, era una aspiración apoyada por la Iglesia pero que encontraba la resistencia sorda de las órdenes ya establecidas en Cuba. Finalmente en 1727 los jesuitas regresan a La Habana levantan el convento de San Ignacio y fundan el Colegio San José con el apoyo de las familias habaneras influyentes que aportaron treinta mil pesos para la obra. Este centro se une al Colegio San Ambrosio fundado por Compostela en 1692. A las doce becas que ya tenía este colegio se le agregan otras seis, todas para estudiar sacerdocio. Junto con estos estudiantes se admitían numerosos jóvenes de familias criollas ricas que recibían asignaturas de humanidades y filosofía, hasta el grado de bachiller.
En cuanto a la enseñanza elemental, la situación en esta primera mitad del siglo XVIII, continúa casi igual que en el siglo anterior. La Iglesia tenía como obligación la función docente y desde el siglo XVI une la enseñanza de la catequesis con la alfabetización, esta era la forma de instrucción básica para los niños y jóvenes.
Las órdenes religiosas estaban clara que el fundamento de la instrucción elemental sería la enseñanza religiosa y trataron de hacer su función lo mejor que podían.
Los belemitas fundan en La Habana una escuela elemental a inicios del siglo XVIII, sufragada por Juan Francisco Caraballo y con capacidad para doscientos niños que aprendían a leer, escribir y cantar.
En Remedios se funda una escuela elemental gratuita dirigida por Juan Cayedo; otra en la ermita del Carmen en 1757 y una tercera en 1759. Todas muy modestas y de efímera existencia por falta de recursos. El presbítero Silvestre Alonso de Sancti Spíritus entregó a los monjes franciscano para fundar un convento(1716) dentro del cual crearan un colegio en el que se enseñara gramática y lectura religiosa y en Santiago de Cuba se reanuda en 1754 la enseñanza elemental gracias Diego Álvarez
"Para la mayor parte de la población lo más común era no ir a la escuela. Los deberes, los comportamientos y los saberes propios del estrato y del sexo al cual se pertenecía se aprendían informalmente, en la vida diaria, a través de procesos de socialización dentro del grupo familiar, comunal y étnico.[95]
Inquietudes científicas
Los primeros médicos criollos se graduaron en la Universidad de Nueva España a mediados del siglo XVII, la mayoría de ellos hizo carrera en esa próspera colonia española y algunos regresaron a Cuba, donde en esto tiempo escaseaban los médicos y el peligro de las epidemias era una constante agravada por el deprimente estado de la salubridad.
En abril de 1711 se restableció el tribunal de Protomedicato de La Habana, cuya primera licencia fue expedida a Francisco Teneza Rubiera, quien ejercía desde hacía varios años en la ciudad, a pesar de no ser graduado y presidió el Protomedicato.
Después de aprobado el Tribunal de Protomedicato en La Habana, los monjes de la orden de los hospitalario comenzaron a impartir lecciones de cirugía teórico practica en el hospital de San Juan de Díos para aquellos cirujanos romacistas que debían examinarse en el tribunal de protomedicato, cursos que mantuvieron aún después de inaugurada la Cátedra de Medicina en San Juan de Letrán.
Francisco González del Álamo, se había graduado de médico en México y fue el primer profesor de medicina en la Universidad de La Habana en 1726, cuando aún los dominicos no había podido abrir oficialmente la institución, cuando se oficializó continuó impartiendo la Cátedra de Prima de Medicina, es autor de "Tratado sobre la carne de cerdo y su calidad en las islas de Barlovento" (1707). Otros profesores fundadores de la cátedra de medicina fueron Martín Hernández Catategui y Ambrosio de Medrano y Herrera, graduados también en México; este último sustituye a González del Álamo en la dirección de la cátedra, hasta su muerte en 1755.
Entre los médicos criollos establecidos en México sobresalieron en esta época, Luis Baeza y Saavedra, con prominente labor médica en La Habana; Marcos Antonio Riaño Gamboa, quien se destaca en México, no solo como médico, sino como químico y matemático.
Otro médico habanero de conocimientos enciclopédicos de este período lo fue José Escobar Morales, abogado, cosmógrafo, teólogo y helenista, quien dejó escrito un "Estudio del tifus en México" (1736) y es considerado el criollo de aportes más prominente en el México de esta época.
Se menciona a los habanero Francisco Ignacio Cigala, aficionado a la física y las matemáticas y al ya mencionado Riaño Gamboa quien entre 1715 y 1725 realizó observaciones y mediciones sobre los eclipses y la posición de los astros en la latitud de Cuba, datos que permitieron que el astrónomo francés J. Cassini, calculara la posición de las ciudades de La Habana, Puerto Príncipe, Trinidad y Sancti Spíritu, publicadas en 1729.
Por orden real en junio de 1713 se funda el Arsenal de La Habana, astillero estatal que permitió consolidar y desarrollar la industria naval en esta ciudad. Para estos fines fueron traídos de España especialistas que junto a los que ya construían embarcaciones en la Isla, llegaron a fomentar la más importante industria naval del reino. Los astilleros del Arsenal fueron trasladados en 1748 hacia el fondo de la bahía, en la ensenada de Atarés, emplazamiento que ocupó hasta su cierre definitivo a finales del siglo XIX.
Será este siglo XVIII el período de mayor prestigio del Arsenal, al construir los mayores, mejores y más rentables navíos de la Marina española, tanto de carga como de guerra, siendo por su producción una de las mayores fuentes de ingresos de la colonia, financiados por el dinero situado de México.
Inicios de la Imprenta en la colonia
Cuba no fue de las primeras colonias americanas en el uso de la imprenta, el atraso cultural más las rígidas prohibiciones reales y eclesiásticas mantuvieron alejadas de la isla a la letra impresa. La imprenta se introdujo en América, primero en Nueva España y Perú en el siglo XVI y luego en el siglo XVIII en otros territorios americanos, entre ellos Cuba.
Desde los primeros tiempos de la conquista hubo una restringida circulación de libros en América, de hecho solo podían circular libros relativos a la religión católica, prohibiéndose los referidos a romances, historias banales, profanas, novelas de caballería, etc.; en cambio los conquistadores y contrabandistas burlaba estas prohibiciones.
"La reiteración de las medidas de prohibición demuestra que ellas eran frecuentemente burladas, hecho comprobable a través de las listas de libros anexas a los registros de las naves indianas, de los expurgos realizados en bibliotecas privadas y librerías, de los catálogos de bibliotecas y universidades de la época, de los inventarios, de los procesos iniciados por la Inquisición, de las testamentarías y subastas."[96]
La Iglesia también, participó, en forma contradictoria en la introducción de la imprenta en América, mientras prohibía a través de la Inquisición la circulación de determinada obras peligrosas para la Iglesia; obispos y misioneros promovieron la introducción de la imprenta en el Nuevo Mundo y la edición de libros para difundir la religión y una vasta producción literaria.
Tras muchos años de prohibiciones y de poco estímulo para la cultura, aparece en Cuba la imprenta, cuya introducción data de los principios del siglo XVIII. Mucho se especula sobre el verdadero momento en que se introduce la imprenta en la isla, algunos autores la remontan a 1707 y dan algunas noticias no confirmada con la aparición de algún material impreso.
El impreso más antiguo encontrado en la isla data de 1720, "La Carta de esclavitud a la Virgen Santísima del Rosario", donde no aparece el nombre del editor. En 1723 se imprime, "Tarifa General de Precio de Medicina", folleto de 26 páginas que contiene en orden alfabético las medicinas que debían venderse y su precio. El impresor era el belga Juan Carlos Habré, de cuyo taller se conocen otras dos obras, "Mérito que ha justificado y probado el Lcdo. Antonio de Sossa" (1724) y "Rubricas Generales del Brevario Romano" (1727)
Carlos Habré introdujo la imprenta en el país probablemente a principio de la década del veinte del siglo XVIII. Era ya una imprenta de uso con "tipos de imprenta" en francés, probablemente de las más pequeñas.
Por el análisis del impreso más antiguo que se conserva en Cuba se puede conocer que estaba elaborado en formato de 23 x 24 cms., que no aparecen en el mismo la letra "ñ" que era sustituida por una "u" con acentuación francesa(û,ù,) o ü,ú; algunas palabras del español tiene acento que nunca llevaron(lá, ventá, islá, arancél), lo que hace suponer no solo el poco conocimiento del español del editor, sino también la escasez de tipos de imprenta. Probablemente a esta razón se deba que la "Tarifa General de Precios de Medicina", fuera impreso por hojas y no por pliegos, como era ya costumbre en la época. En la portada del folleto aparece además del título un escudo de España que se convierte en el primer grabado hecho en Cuba.[97]
El folleto es ordenado por el "examinador Protomedicato de La Habana", con el fin de dar a conocer a los boticarios la lista de medicina y sus precios oficiales. Tenía 26 páginas y ordenados los remedios alfabéticamente y en la última página aparece la siguiente inscripción: "En la Habana en Once de Henero, de Mill Sietezientos veinte y tres Aùos".[98]
Hacia 1750 aparecen noticias de la segunda imprenta en La Habana, esta perteneciente al sevillano Blas de Olivo. De su imprenta salió el primer libro impreso en Cuba, con 248 páginas y dos tomos (1761 y 1763), encargado por las autoridades españolas:"Ordenanzas de S.M. para el régimen, disciplina, subordinación y servicio de sus Exercitos"
En la imprenta de Blas Olivo se editó en 1762 el acta de Capitulación de La Habana, firmada por el gobernador español de la plaza, pero también se reeditó en un Almanaque de Nueva España en el que se ratificaba a Carlos III como soberano reinante en La Habana, lo que fue interpretado como una rebeldía por las autoridades de la ciudad impuesta por los ingleses, por lo que fue detenido.
Desde 1762 existe la imprenta del Computo Eclesiástico que imprime los materiales de la Iglesia. En ella se publicó la "Relación y diario de la prisión y destierro" (1763) del obispo de La Habana, Pedro Agustín Morell de Santa Cruz.
La literatura como reflejo de la conciencia criolla
La literatura histórica será cultivada desde los primeros años del siglo XVIII, en ella aparecen reflejadas las preocupaciones identitaria del criollo que resalta en lo que escribe aquellas cosas que lo diferencian y distinguen aunque todavía no remarque la diferencia con el peninsular.
La primera obra de carácter histórico es la "Historia de la aparición milagrosa de Nuestra Señora del Cobre"(1703), relato breve escrito por el cura Onofre de Fonseca(1648-1710), revisado y publicado en 1782, y que cuenta los mitos y leyenda alrededor de la aparición de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba y versión criolla del "mito mariano" que aparece en América y a través del cual la Iglesia penetró y dejó su impronta en las poblaciones indígenas y mestizas, en el caso de Cuba la virgen María aparece como una virgen mestiza rescatada por un negro, un blanco y un aborigen.
En 1725 aparece, "Carta y relación de la Isla de Cuba y sus particularidades, con tres historias de los Gobernadores de La Habana desde 1549 hasta 1725; de los obispos hasta 1705 y de los virreyes de México" de Ambrosio Zayas Bazán(1666-1748), un primer intento por historiar el desarrollo colonial en la isla.
Con el avance del siglo, la consolidación paulatina de la economía azucarera en Cuba y del Despotismo Ilustrado en España, van aparecer dos ensayos que abordan lo histórico y las posibilidades económicas de la Isla, con un sentido programático para la oligarquía criolla, interesada en consolidar sus intereses en la Isla. Los autores serán dos cultos hombres, conocedores de la problemática criolla, y vinculados a esta clase: Nicolás Joseph Ribera y Martín Félix de Arrate.
Nicolás Joseph de Ribera(1724-1767) escribe en 1756, "Descripción de la Isla de Cuba" que constituye un proyecto ilustrado en cuanto a la manera de desarrollar la isla y las reformar a implementar para que se pudiera hacer semejante cambio. Hombre muy vinculado a las familias de la oligarquía criolla de la parte oriental del país, trató de llamar la atención de los ministros ilustrados de la monarquía española, sobre las posibilidades que tenía la isla, no solo la parte oriental, de desarrollarse y dejar dividendos para el gobierno y sus súbditos en la isla.
Un año después el habanero Martín Félix de Arrate(1701-1765) escribe, "Llave del Nuevo Mundo antemural de Las Indias Occidentales. La Habana Descriptiva: noticias de su fundación, aumento y estado", en la que hay una apasionada defensa de los méritos del criollo, sus aptitudes y espíritu emprendedor.
La obra tiene un trasfondo político evidente en los momentos en que la oligarquía criolla pugna por encontrar un lugar en los destinos de la Isla, aunque centrando en La Habana, demostrando su capacidad para participar en el gobierno o para desarrollar la colonia.
La obra de Arrate es un proyecto de desarrollo para Cuba, que incluye demandas reformistas al monarca por lo que puede ser considerada como "(…) la cima del siglo XVIII, el resumen de una evolución que se inicia a mediados del siglo XVI así como un despertar hacia la realidad insular para encontrar la fórmula que traiga la solución en cada momento al grupo social"[99]
El obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz (1694-1788) es autor de la "Historia de la Isla y Catedrales de Cuba"(1761), el primer intento serio por recoger el proceso histórico de la Isla desde la conquista.
De estos primeros tiempos se citan otros trabajos de las que solo queda la mención del título y su autor: "Historia de los principales edificios y un Proemio Geográfico Mercantil" de Bernardo Urrutia: "La Habana exaltada y la sabiduría aprendida" y la "Historia de la Universidad Literaria de San Jerónimo de la Isla de Cuba", ambas de José Manuel Mayorga y también, "Origen, fundación, progreso, gobierno, cátedra y estudios de la Insigne, Pontificia y Real Universidad Literaria de San Jerónimo" de González Alfonseca.
En estos primeros tiempos del siglo XVIII se escribe la pieza de teatro, "El Príncipe Jardinero y fingido Cloridano"(1730) de Santiago Pita(1693-1755), la primera de las que se conservan en Cuba, e inspirada en la ópera escénica "Il principe giardinero" del italiano Giacinto Andrea, autor del siglo XVII.
Santiago Pita la convierte en una comedia bastante representada y conocida en su época tanto en Cuba como en España. Los personajes principales son, el príncipe Fadrique de Atenas y la princesa Aurora de Tracia. El príncipe se enamora de ella a través de un retrato y decide conocerla para lo cual se disfraza de jardinero, ella en cuanto lo conoce se enamora perdidamente, "(…)el argumento se desenvuelve de manera muy agradable,(…)desde los comienzos en el jardín hasta la armonía y en contento de todos por las bodas y las promesas que cierran el desenvolvimiento de la trama"[100]
Aparecen en la obra personajes populares, propios de la sociedad colonial de su época, dos de los más sobresalientes son Lamparón y Flora, antecedente de figuras que el bufo cubano desarrollará más adelante.
Lamparón con su carácter alegre, su picardía y gracia al hablar, es ya un retrato del pícaro criollo, en contraste con el convencionalismo que quieren imponer la Iglesia y las clases dominantes. Sus razonamientos llegan a ser tan penetrante y directos que provocan la censura de las autoridades a algunos parlamentos al final de la Primera Jornada.[101]
Este hecho demuestra que la obra es algo más que una simple comedia inocente, que la censura no fue solo por "pacatería", sino por principios éticos propios de la sociedad colonial del momento.[102]
El personaje de Flora, aunque más asimilada a la abra, expresa su inconformidad con la ética y costumbres oficiales del momento. Al igual que Lamparón explota la gracia de los personajes populares ya existentes en la isla y su "patrón ético" se acerca a la gente común criolla, llena de gracia y picardía, pero siempre dispuesta a llamar a las cosas por su nombre.[103]
No por gusto algunos estudiosos cubanos del teatro en el país (31), consideran que ya en esta comedia hay elementos que anticipan el género del "bufo cubano" y "el choteo criollo".
Santiago Pita aporta singularidad al desarrollo de la pieza, agilizando la trama y mostrando originalidad, pese a las influencias. El "Príncipe jardinero y fingido Cloridano", no solo es importante por ser la primera en la historia del teatro y la literatura cubana, sino por el gusto y el refinamiento con que está escrita, muestra de la cultura de su autor, elementos que aprovecha para expresar con claridad su identidad criolla, "(…) como muestra elocuente de la asimilación del autor a su circunstancia, en la que vivió inmerso de manera creadora[104]
La popularidad que gozó la obra en su tiempo, demuestra el reconocimiento que en ella encontraba el público que iba a la representación, aunque siempre hubo desaprobación por parte de las autoridades coloniales y la Iglesia.
De la poesía ya se tienen nombres a principios del siglo XVIII donde el espíritu criollo se manifiesta en un reconocimiento de la tierra presente en un grupo de poetas villaclareños, entre los que sobresalen: José Surí(1646-1762), cultivador de temas tradicionales de la época y elogiado como un buen repentista. De una obra, que se sabe fue extensa, se conservan seis textos de beática ingenuidad, sin grandes pretensiones temáticas, ni literarias.
Lorenzo Martínez de Avilera(1722-1782) y José de Alva Monteagudo (1761-1800), fueron también vates de esta tradición villaclareña, en los que se nota una transición hacia temas más cotidianos y terrenales en sus décimas.
De la poesía habanera de estos primeros tiempos se conservan las décimas del doctor Castro Palomino, apegadas a las tradiciones morales de su época en versos muy personales sin grandes pretensiones estéticas; el doctor González Sotolongo que escribía "mordaces epigramas en latín"[105] y por último Fray José Rodríguez Ucres(1715-) , que respondía al seudónimo de Padre Capacho, muy cercano al pulso popular, nada convencional y transgresor de los cánones de su época a tal punto que "(…)extraña que sean escritas por un sacerdote"[106]
Las obras del Padre Capacho son las más extensas de la poesía cubana del siglo XVIII, entre ellas, "Décimas de borracho", "El apasionado al número siete" y "Exordio universal dado por el padre maestro José Rodríguez Ucres(a) El Capacho, a la formación de la Universidad y sus nuevos doctores".
Desde el punto de vista de elaboración estética su poesía es pobre, pero sus temáticas son del mayor interés para el conocimiento de la literatura de su época por ser un retrato de costumbres de la sociedad criolla de su momento. Utilizando un tono bromista, siempre lista a la burla y el juego, que da un retrato distinto de esta época, el de los trasgresores, condenados por las "buenas costumbres"
La oratoria sagrada es tal vez el género más difundido entre las clases intelectuales de la isla, conformada en su mayoría por hombres de la Iglesia, formados para el uso de la palabra en el púlpito, desde donde adoctrinaban, opinaban e influían en la población, no solo en asuntos religiosos sino en todo aquellos que tuviera que ver con sus intereses. Fue el género que dio a los más conocidos intelectuales criollos del siglo XVIII, reconocidos en el ámbito europeo por el arte y la calidad, la maestría de exposición de los temas y el esplendor de las piezas oratorias.
La formación de estos oradores sagrados está muy vinculada a las escuelas religiosas de Nueva España (México), donde se graduaron y se desempeñaron en su mayoría, aunque la isla siguió siendo un referente temático y sentimental.
Muchos de estos oradores sagrados alternaron sus carreras en Cuba, México, España y hasta el Vaticano, en el que se ganaron un espacio por su facilidad retórica, su cultura y su probada fe cristiana. Sus sermones son consecuentes con el contenido ideológico trasmitido con gran calidad.
Ellos jugaron un papel determinante en la formación y defensa de la ideología y el sistema religioso y político en la Isla y de la conciencia de clase de los grupos oligárquicos criollos, de los cuales fueron sólidos representantes.[107]
El más alto representante de estos oradores sagrados en el siglo XVIII lo fue José Julián Parreño (1728-1785), jesuita, estudió en México y allí desarrolló su carrera magisterial en centros de altos estudios religiosos, reconocido como el "primer predicador a la moderna" , al darle a la oratoria sagrada un sentido moralista basada en la razón ;y con una extensa y celebrada obra.
Entre sus piezas oratorias se citan, "Certamen poético para la Noche de Navidad de 1754, proponiendo al niño Jesús bajo la alegoría de cometa", "Funerales de la Ciudad de México a la Señora Reina Doña María Amalia" (1761) y "Panegírico de Nuestra Señora de Guadalupe de México, en la primera fiesta que le celebraron los abogados, como a su especial patrona" (1762).[108]
La literatura criolla ya existe en la primera mitad del siglo XVIII, representada en gran medida por esa prosa oratoria que servirá de base a la ensayística del reconocimiento de los méritos naturales de la tierra propia y de los esfuerzos de los naturales por elevarla del olvido y el atraso en el que la dejaron los gobiernos monárquicos durante dos siglos y la maduración de un costumbrismo que ya viene de siglos anteriores y que ahora encuentra vehículos para expresarse con más o menos calidad y que contrapone una manera más desenfada de ser que constituye ya la base de lo popular, en el habla de personajes, modos de pensar y filosofía de vida.
Las artes plásticas en la isla
Las artes plásticas en la isla durante este período es más obra de artesanos que de artistas, la necesidad de tener representaciones de los santos católicos tanto pintados como esculpidos hace que sea la gente de oficios la que se ocupe de llenar esta insuficiencia, con más o menos aciertos, en una época de inseguridades para la comunicación y de pocos caudales para encargar obras de pintura y escultura de mejor factura en España.
Algo similar ocurre con las necesidades decorativas de los habitantes de la colonia que por igual motivo suplen sus demandas estéticas con lo que pueden hacer los artesanos de la isla.
Era una manera de arte popular donde el imaginero del artista artesano suple habilidades con ingenio e ingenuidad que fue dando un matiz característico a las primeras manifestaciones del arte en la isla.
Las artes plásticas no tenían aún categoría de arte, la ejercían artesanos, en su mayoría negros y mulatos, quienes hacían muchas de las imágenes religiosas de las iglesias así como estatuaria de los santos en madera policromada, que a decir de sus contemporáneos estaban hechas más de fe que de buen gusto. De estas tallas en madera lo más sobresaliente a lo largo de este siglo XVIII son los altares barroco tallados en madera preciosa laminados en oro de los cuales hoy se conservan muy poco y las cruces de madera policromadas y de diversos tamaños.
En el siglo XVIII la pintura está presente en las principales ciudades de la isla: en Santiago de Cuba quedan pintura de la época, un ejemplo de ellas es "La Virgen de la Luz" del Tadeo Chirino; en Puerto Príncipe se habla del retratista Felipe Fuentes y en Bayamo se han encontrado pinturas de esta época.
Los temas más recorrido por los artistas del período son los asunto religiosos, con influencia de la pintura española, especialmente de la escuela sevillana del siglo XVII. En cuanto al retrato personal la pintura colonial criolla de esta época representa a los gobernadores, obispos o personajes de la oligarquía criolla, en las que el retratado se presenta en una esquemática "pose oficial"; en los retratos elaborado en las villas del interior se usa el laminado en oro, no presente en los retratos habaneros.[109]
El auge constructivo del siglo XVIII
El siglo XVIII es el siglo barroco en Cuba tanto en las artes como en la construcción, será este estilo el que defina las normas e ideas que llegan un poco tardíos pero que influyen grandemente en la sociedad criolla que adapta lo barroco a sus condiciones insulares, tanto en lo material como en lo espiritual.
En la arquitectura el barroco cubano tiene características muy propias dadas por los materiales de construcción de que se dispone, principalmente piedras que por su fragilidad no podrían ser trabajada con la exhuberancia propia del barroco en otras latitudes, y además el clima y las condiciones geográficas en general que hacen necesario adaptaciones que en el orden práctico eran muy sui géneris.
En La Habana la caliza conchífera de los arrecifes costeros de Cuba, conocidas como "piedra de Jaimanita", es el material principal para las construcciones civiles y militares. Cortada en grandes bloques, esta piedra permite solo un sobrio tallado y con el tiempo se torna de un color oscuro musgoso que va muy bien con el carácter del estilo barroco.
Predomina en el barroco habanero las líneas curvas e interrumpidas, el contraste de luz y sombra determinado por la sinuosidad de las concavidades de las fachadas y completando el conjunto con los variados arcos, con predominio del medio punto adornado con lucetas de colores, que hace de la luz una fiesta en estos sobrios edificios.
La Habana vive un auge constructivo en la medida que se acentúa el auge económico de la colonia y en especial de su capital. Dentro del recinto amurallado que define a la ciudad contrastan las opulentas y sólidas construcciones de los pudientes, con las huertas, terrenos baldíos y casa más humildes de su mayoritaria y heterogénea población.
La casa residencial del criollo adinerado define su planta en este período. Evolucionando desde el siglo anterior a partir del mudejar español y las necesidades de la isla, la casa colonial criolla, agrega en su exterior el corredor de su fachada sostenido por grandes columnas de piedra.
Casa señorial de dos plantas y con un piso intermedio (entresuelo), grandes balcones en la planta alta a lo largo de la fachada y otros breves en el entresuelo.
Los balaustres de balcones y escaleras son de madera torneada, al igual que el enrejado de las grandes ventanas. Las puertas claveteadas y fuertes completan la carpintería de una casa que sigue teniendo el recogimiento e intimidad del siglo XVII.
El patio central define esta casa, a él se abre las habitaciones y las galerías interiores centrando la vida doméstica de la vivienda.
A lo largo del siglo se construyen nuevas iglesias y conventos sobresaliendo la iglesia de San Ignacio que los jesuitas construyen en la plazuela de la Cienaga, iniciada en 1742 y que en 1793 fue proclamada Catedral de La Habana.
Esta iglesia catedralicia, por su belleza y originalidad constituye el principal exponente del barroco habanero y criollo. Su fachada central se debe al arquitecto Pedro de Medina, oriundo de La Habana, tiene una altura de dieciocho metros y está formada por una pared con cierta concavidad, muy sencilla, con predominio de las curvas, distorsiones e irregularidades que permiten el juego de claro oscuro de la luz al incidir sobre ella. Completan el conjunto, dos torres campanarios de tamaño diferentes, rectangulares y con estrechas ventanas en el primer piso y otras en los pisos superiores con barandas sencillas.
El teatro en Cuba en el siglo XVIII
En Santiago de Cuba en la primera mitad del siglo XVIII se desarrolla una forma de teatro que tiene su antecedente en las representaciones religiosas durante las procesiones y festividades de origen español. Este es el teatro de relaciones, que consistía en montar obras de temas sacramentales originales o de otros autores en escenarios improvisados que se montaban en plazas, calles o casa particulares. En la actuación y el montaje de la obra participan actores que reflejan la mutiracialidad de la población y su ideosincracia autóctona que va delimitando su ser criollo.
La tradición y las crónicas recogen información sobre funciones realizadas en Santiago de Cuba allá por 1765 en un almacén preparado al efecto.[110] En La Habana había representaciones alrededor de 1773 en el callejón de Jústiz, en la llamada Casa de las Comedias, donde se asegura que actores negros escenificaban, no con mucha profesionalidad obras de Lope de Vega y Calderón de la Barca.[111]
El Capitán General Marqués de la Torre dentro de las grandes remodelaciones que lleva a cabo en La Habana, apoya la idea de construir un teatro provisional para recaudar dinero que contribuyera a construir un teatro con todas las de la ley.
La obra se le encomienda al arquitecto Antonio Fernández Trevijo y Zaldivar y se inaugura el 20 de enero de 1775, al final de la Alameda de Paula. Se le llamó "Coliseo" y era una edificación de madera. Sus funciones eran los domingos con un programa desarrollado por compañías españolas y extranjeras de paso por la ciudad, así como por un grupo músicos y actores del país.
Según las crónicas de la villa su mayor auge fue entre 1880 y 1883, con la presencia en la ciudad de los militares franceses, aliados de España en su guerra con Inglaterra, que a falta de mejor entretenimiento acudían al teatro.
Su decadencia fue rápida cerrado sus puertas en 1788 por su estado ruinoso, trasladándose las actividades teatrales para un local improvisado en la calle Jesús María y a casas de familia en las que grupos de aficionados representaban obras del repertorio español.
Esteban de Salas: el barroco musical cubano
El movimiento musical en Cuba durante el siglo XVIII continuó su lento pero sostenido desarrollo de un sonido autóctono a partir de las mezclas e influencias que se producían en la isla producto de esa transculturación señalada por Fernando Ortiz y que no es solo producto de las interinfluencia del complejo cultural africano y europeo, principalmente ibérico, en Cuba, sino de la maduración de anteriores mestizajes culturales que ya se habían producido en la península. Era en la música popular donde estas células vivas de la música sonaban en tabernas y barracones, mirada de modo sospechosa por las autoridades civiles y de la iglesia, pero toleradas e incluso utilizadas para ocasiones de los ritos católicos a falta de músicos y de música que pudieran hacer esa música sacra. Es a sí como se testimonia la existencia de música pícara y movida, antecedente de sones, tonadas y guarachas posteriores, unas, música de tierra adentro y otras, producto del contacto cosmopolita y marinero de los puertos.
Hay un apreciable movimiento musical en la isla en el siglo XVIII, se habla de composiciones que pasan de boca en boca en la región oriental y de estudiantinas (conjunto de guitarra y bandola) en Santa Clara en 1722.[112]
Las noticias musicales en Santiago de Cuba son muestra del desarrollo de esta en la villa, se habla de una familia de músicos: Bernarda Rodríguez de Rojas, arpista; su esposo Leonardo González, compositor de seguidillas; la hija Juana González, cantante y violinista, casada con Lucas Pérez Rodríguez, hijo del cantor de la catedral.[113]
En cuanto a la música religiosa, se crea una cátedra de Canto Llano en el Seminario de San Basilio el Magno de Santiago de Cuba (1722), aunque esto no mejoró la situación precaria de la música en los oficios religiosos de la Catedral santiaguera que acude con frecuencia a los servicios de un vecino de la villa, Leonardo González para componer villancicos para las liturgias, aunque estos estuvieran muy influenciado con la música popular que se ejecuta en la ciudad.
Dada la consolidación de una oligarquía y un clero criollo, no era de extrañar que la tenencia de una música apropiada para la Iglesia fuera una preocupación de sus autoridades, que siempre chocaba con la falta de información y recursos para hacerse con un adecuado repertorio y músicos preparados para ejecutarlas.
A ese efecto la animación musical de la Parroquial Mayor de San Cristóbal de La Habana superaba con mucho a la Catedral de la isla radicada en Santiago de Cuba, dada la opulencia de la ya capital de la colonia.
El 25 de diciembre de 1725 nace en La Habana, Esteban Salas y Castro joven de aptitudes musicales, que desarrolla en contacto con los músicos de las iglesias habaneras, principalmente en la Parroquial Mayor, donde aprende órgano, canto llano y composición, completando sus estudios en la Universidad de San Jerónimo donde estudia filosofía, teología y derecho canónico[114]Era ya un músico reconocido en la villa cuando en 1761 el obispo Morell de Santa Cruz lo recomienda al Cabildo Eclesiástico de la Diócesis de Cuba para presidir la ya inminente a crear Capilla de Música de la Catedral de Santiago de Cuba, labor a la que dedicó el resto de su vida hasta su muerte en 1803.
Llegado a Santiago en febrero de 1764 reorganiza la Capilla de Música, pide sueldos fijos para sus músicos y creo la plantilla compuesta por tres tiples, dos altos, dos tenores; dos violines, un violón, dos bajones, un arpa y el órgano, en total catorce músicos[115]en años posteriores el conjunto creció con otros instrumentos que le permitieron a su director interpretar no solo su música, sino también sinfonías y música religiosa europea.
Esteban Salas de Castro es el primer gran maestro de la historia musical cubana, su amplio repertorio autoral, muchas de ellas dispersas y desconocidas lo sitúan en la vanguardia del barroco americano, casi toda compuesta desde su modesta plaza de Maestro de Música de la Catedral de Santiago de Cuba, con la pasión de los que aman su vocación y su fe cristiana. Su obra está compuesta de villancicos, con textos en castellano y latín, himnos, salmos y otras formas de música sacra en los que es posible reconocer las influencias de la música napolitana y del clasicismo vienés, junto a la música española en general, estilísticamente su música pertenece a las postrimería del barroco.[116]
Durante sus fructíferos años al frente de la Capilla de Música de la Catedral, Esteban Salas se convierte en animador del movimiento musical más importante de la colonia, no solo por su presencia sino por la formación de un considerable número de músicos que apoyaron y continuaron su labor: Diego Hierrezuelo, organista; Francisco Hierrezuelo, Francisco del Río, Ramón Martínez y Zenón Boudet, violinistas y los cantores José Antonio y Agustín Portuondo, Manuel y José María Caminero; Francisco y Tomás Creahg, entre otros.[117]
En la Parroquial Mayor de La Habana también se hace música religiosa, aunque sin la brillantez de la Catedral de Santiago, la Capilla de Música está a cargo de Manuel Lazo de la Vega, quien sigue igualmente las influencias barrocas predominantes.
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Autor:
Ramón Guerra Díaz
Museólogo Especialista
Museo Casa Natal de José Martí
http://blogs.edu.red/marti-otra-vision/
[1] Sopa o caldo con diversas viandas y carnes, en sentido figurado mezcolanza. Fue el eminente etnólogo cubano Fernando Ortiz quien comparó a la cultura cubana con un ajiaco de culturas y raza que se funden en una sola, la cubana.
[2] Ramiro Guerra Sánchez (1880- 1970), historiador y pedagogo cubano escribió en 1938 "Manual de Historia de Cuba", un exhaustivo y sintético análisis de la Historia de Cuba hasta el siglo XIX.
[3] El cobo es un caracol de gran tamaño, muy extendido por el Caribe, del cual los aborígenes consumieron su carne y lo utilizaron como materia prima para la fabricación de instrumentos de su vida cotidiana, en la actualidad es una especie rara dado su continua utilización comercial.
[4] Especie de bandeja para tostar el casabe, principal alimento de los grupos agrícolas de origen Arauco, consistente en una torta de harina de yuca.
[5] El reporte de asentamiento humano más antiguo en Cuba, habían sido registrado en Levisa, provincia de Holguín en el Oriente de Cuba y fueron la base del desarrollo endógeno del grupo más singular de aborígenes de la isla, conocidos hoy como Cultura Mayarí, pero hallazgos más recientes de investigadores cubanos y mexicanos han encontrado grupos d aborígenes de unos siete mil años de antigüedad en la zona de Canimar Abajo, Matanzas, unos mil año más antiguo que los residuarios de Levisa. (Ver el trabajo de Orfilio Pelaez, "Aborígenes poblaban Cuba hace siete mil años", en periódico Granma, pág. 5, 30 de julio de 2008).
[6] Eduard Alexandrenkov. Taino, macori y quateao:35 en Revista América Latina, Moscú, 1984
[7] "El Arte taíno de las Antillas" en www.artehistoria.jcyl.es/arte/contextos/ 3580.html
[8] Cristóbal Colón: Diario de Navegación. La Habana, 1961: 5
[9] Ídem, 6 de noviembre de 1492.
[10] El nombre Baracoa de origen arauco, alude a su característica de asentamiento marino, pues en esa lengua este toponímico, bara significa mar, y coa es un sufijo que denota existencia.
[11] Real Orden del 8 de marzo de 1513
[12] Real Orden de 1514.
[13] Citado por Estrella Rey en Algunos aspectos socioeconómicos de Cuba colonial temprana (1512-1555) en Rev. Catauro Nº 8, 2003: 76
[14] Citado por Salvador Morales en Conquista y Colonización de Cuba. Siglo XVI, 1984:15
[15] Citado por Jorge Ibarra en "Las grandes sublevaciones Indias desde 1520 hasta 1540, y la abolición de la Encomienda" en Aproximaciones a Clío. 1979: 9
[16] Ídem: 12
[17] Ignacio de Urrutia y Montoya, "Teatro histórico, jurídico y político-militar de la isla de Fernandina de Cuba, y principalmente de su capital La Habana", 1963: 283
[18] César García del Pino:"Toma de La Habana por los ingleses y sus antecedentes", 2002: 3
[19] Carta de los Oficiales Reales Pedro de Paz, Hernando de Castro y Lope Hurtado a Carlos V, mayo 6 de 1532, citada por César García del Pino, Ob. Cit.:6
[20] Fernando Ortiz. Los Negros Curros
[21] Salvador Morales. Obr. Cit.:74)
[22] Salvador Morales, Ob. Cit.:3
[23] Salvador Morales. Ob.Cit.:37
[24] Salvador Morales. Ob.Cit.:38
[25] Hortensia Pichardo: Facetas de Nuestra Historia. 1989:65
[26] Rigoberto Segreo,"De Compostela a Espada". 200:21
[27] Íbidem.:25
[28] Marqués de Varenas, citado por Segreo: 16
[29] Ídem
[30] José Antonio Portuondo: "Introducción a Cuba Literaria" en Panorama de la Cultura Cubana, 1990
[31] Luis Suardiaz:"La Florida ¿un poema cubano del siglo XVI?" en Rev. De la Bibl. Nac. José Martí, No1-2, 2005:87)
[32] Alejo Carpentier, La Música en Cuba, 1988: 18
[33] Instrumento musical en forma de pera y fondo chato, con cuatro cuerdas dobles que se hacen sonar con un plectro.
[34] Instrumento musical de viento, de madera, a modo de clarinete, de unos 70 cms. de largo, con diez agujeros y boquilla con lengüeta de caña
[35] Cabildo habanero, 10 de abril de 1573, tomado de "Fidelísima Habana" de Gustavo Eguren.
[36] Este es el nombre que daban en esta época al Corpus Christi en España, por las representaciones de escenas bíblicas que iban en carretas adornadas
[37] Rine Leal, " Breve Historia del teatro Cubano".1980: 14
[38] Fidalgo de Elvas citado por Alicia García Santana, "Cuba:despegue constructivo en el siglo XVI". Documento Digital 2004
[39] Carlos Vanegas, "La Habana Vieja: plaza y centralidad", en Rev. Temas, Nº 8. La Habana 1986
[40] Ídem
[41] Cabeza de una viga del techo interior, que carga en el muro y sobresale al exterior, sosteniendo la corona de la cornisa.
[42] Manuel Lucena, citado por Wikipedia en su artículo Flota de Indias. www.wikipedia.es, 2006
[43] Manuel de la Pezuela. Tomo II:154)
[44] Carmen Gavira, "La configuración del espacio colonial en Cuba" en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. 1982:68
[45] Luis Brito: Señores del Caribe, 2006: 452
[46] Francisco López Segrera, "Cuba: capitalismo dependiente y subdesarrollo". La Habana,
[47] Chaunu, Huguette, citado por Carmen Gavira en Obr. Cit.(3):64
[48] Rigoberto Segreo, "De Compostela a Espada". La Habana, 2000: 21
[49] Ídem: 22
[50] Ídem: 32
[51] Ídem: 33
[52] Alejo Carpentier,"La música en Cuba". La Habana, 1988:51
[53] Pablo Hernández Balaguer, "El más antiguo documento de la música cubana y otros ensayos":62-66
[54] Rafael Brea y José Millet, "Acerca de la presencia africana en los carnavales de Santiago de Cuba" en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí , 1987:101
[55] Citado por Diana Iznaga en Prólogo a los "Negros Curros" de Fernando Ortiz. La Habana. Pág.XXVII
[56] Acriollado. Con rasgos de la gente de la tierra.
[57] Arnaldo Tauler, "Entorno al Espejo de Paciencia" en Revista Bohemia, Nº 12, 1971
[58] Antonio Hernández , El Viejo, de Canarias; Bartolomé Sánchez, alcalde ordinario de Puerto Príncipe; Juan Rodríguez Sifuentes, regidor de Bayamo; alférez Cristóbal de la Coba Machicao, regidor de Bayamo; Lorenzo de la Vega y Cerda y el capitán Pedro de la Torre Sifuentes.
[59] Mary Cruz,"La pléyade principeña del siglo XVII", en Per. Granma, 3/sep./1988: 4
[60] Rafael Duarte Jiménez, "Nacionalidad e Historia". La Habana, 1991: 9-10
[61] Manuel Moreno Fraginal, "Clave de una cultura de servicio" en La Gaceta de Cuba , julio, 1990:2-5
[62] Ídem
[63] Ídem
[64] Citado en "Influencia mexicana en la medicina cubana del siglo XVII y primer tercio del XVIII" en Cuaderno de Historia No. 84, 1998
[65] Carlos Vanegas, "La Habana Vieja: plaza y centralidad" en Rev. Temas, Nº 8. La Habana, 1986
[66] Joaquín Weiss, "Arquitectura Colonial Cubana". 1979:85
[67] Francisco D. Morilla y Marlene Marjorie,"Los árabes en La Habana. Influencia morisca en la arquitectura habanera" en Rev. Jiribilla Digital, 27 de agosto 2006.
[68] Joaquín E. Weis, "Techos coloniales cubanos". La Habana, 1978
[69] Olga López, "Notas sobre un estudio de la pintura y escultura en Cuba. Siglos XVI, XVII y XVIII".1987: 1
[70] El título completo era, "Arte de Navegar. Navegación Astronómica,Theórica y Práctica. En la cual se contienen Tablas nuevas de las declinaciones de el Sol, computadas al Meridiano de la Havana.Traense nuevas declinaciones de Estrellas, y instrumentos nuevos. En los datos de la fuente se lee a continuación: Compuesta por el Doct. D. Lázaro de Flores, vezino de la Ciudad de la Havana en la Isla de Cuba. Y lo consagra al Excmo. Señor Conde de Medellín, Presidente del Consejo Supremo de Indias, &c. Año 1673. Con privilegio. En Madrid: Por Julián de Paredes, imprecilor de Libros, en la Placuela de Ángel"
[71] Martínez Acuña y otros, "El desarrollo de la medicina en Cuba entre los siglos XVI y XVII" en Humanidades Médicas Vol.4 Nº 12 Sep.-Dic., 2004, 3
[72] Lázaro Flores citado por José Antonio López Espinosa," El doctor Lázaro de Flores Navarro y el primer libro científico que se redactó en Cuba". Material Digital, Sep, 2005
[73] "Guerra de la oreja de Jenkins". Así nombrada por el incidente que desató la guerra, el corte de la oreja de un comerciante inglés por las autoridades españolas.
[74] Marbán y Leiva: Curso de Historia de Cuba. Cuaderno 4: 126
[75] Lugardo García Fuentes: "La economía indiana", en Historia de las Américas III: 164-165
[76] Ídem: 164
[77] Fernando Muro Romero: "El gobierno de Indias, 1700-1763", en Historia de las Américas III: 67
[78] Obra Citada en 72 : 164
[79] Ídem: 165
[80] Obra Citada en 74: 68
[81] Ídem
[82] Embarcación de guerra, y se destinaba en las escuadras para llevar avisos, reconocer las costas y guardar las entradas de los puertos.
[83] Obra Citada en 72: 174
[84] Eduardo Torres Cuevas, "Cuba, el sueño de lo posible" en Universidad para todos, 2005: 7
[85] Rigoberto Segreo, "De Compostela a Espada". La Habana, 2000: 36
[86] Levi Marrero citado por Segreo : 36
[87] Segreo:39
[88] Morell de Santa Cruz citado por Segreo:41
[89] Segreo:41
[90] Segreo 122-123
[91] Segreo: 125
[92] Segreo: 126
[93] Olga Portuondo Zuñiga, "Santiago de Cuba, desde su fundación hasta la guerra de los diez años", Santiago de Cuba, 1996: 96-97
[94] Ídem: 97
[95] Pilar Gonzalbo citada por Mª Guadalupe García en "La Distinción entre educación pública y privada" en Revista la Tarea, México. Documento Digital: 2007:2).
[96] Stella Maris Fernández, "Hispanoamérica; su registro cultural a través de la imprenta", Conferencia. 65 Congresos y Conferencia General de IFLA, Agosto, 1999: 4
[97] José G. Ricardo, "La imprenta en Cuba", La Habana, 1989:11-12
[98] Ídem
[99] Enrique Saíz, "Lo cubano en la literatura de 1700-1790. La Habana, 1983: 53
[100] Ídem:102
[101] Ídem: 111
[102] Ídem
[103] Ídem:112
[104] Rine Leal: "La Selva Oscura"T. I
[105] Enrique Saíz: Obra citada:117
[106] Aurelio Mitjans, "Estudio sobre el movimiento científico y literario en Cuba": 23, La Habana,1965
[107] José Lezama Lima citado por Enrique Saíz: Obra Citada:133
[108] Enrique Saíz: Obras Citada: 184
[109] Ídem:168
[110] Olga López, "Notas sobre un estudio de la pintura y escultura en Cuba. Siglos XVI, XVII y XVIII" en "Documento. Grupo de Información. Esferas de las Artes Visuales. Museo Nacional de Bellas Artes. 1987": 3
[111] Rine Leal: "La Selva Oscura" Tomo I
[112] Ídem
[113] Alejo Carpentier, Obra Citada:65.
[114] Ídem
[115] Ídem: 67
[116] José Ardevol: Introducción a Cuba: La Música: 16.
[117] Pablo Hernández Balaguer: Breve historia de la música cubana: 32
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