Descargar

Los avatares de los Cultural Studies (página 2)

Enviado por Edda Diz


Partes: 1, 2

En 1933 los francfortianos abandonan la Alemania nazi y emigran a diferentes destinos, hasta que en 1938 llegan algunos de ellos a Estados Unidos de América. En 1939 se reconstituye el Instituto en la Columbia University, en Nueva York, con lo cual comienza una nueva etapa de su producción científica[3]

La publicación de Dialéctica de la Ilustración, de Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, en 1947, marca un punto culminante de este movimiento. En la mencionada obra, analizan el decursar de la sociedad desde el surgimiento de la Ilustración, en el Siglo XVIII, hasta el período en que fue escrita (1942-1944). El concepto de industria cultural nace en ese texto, aunque su contenido no se da de una vez sino a lo largo de sus reflexiones.

Entre los aportes de Horkheimer y Adorno están la definición en ese libro de las tres dimensiones de la Industria Cultural:

1 -La afirmación de la unidad del sistema (el más importante y a la vez más polémico): esquematismo y atrofia de la actividad del espectador. Como prueba de esto se pondrá al cine: pues para seguir el argumento del film, el espectador debe ir tan rápido que no puede pensar, y como además todo está ya dado en las imágenes, no deja dimensión alguna en la que los espectadores puedan moverse por su propia cuenta.

2 -La degradación de la cultura en industria de la diversión: la diversión haciendo

soportable una vida inhumana, una explotación intolerable. "El Pato Donald en los dibujos animados, como los desdichados en la realidad, reciben sus puntapiés a fin de que los espectadores se habitúen a los suyos. El placer de la violencia hecha al personaje se convierte en violencia contra el espectador, la diversión se convierte en tensión" (Horkheimer y Adorno, 1988)

3 -La desublimación del arte: la otra cara de la degradación de la cultura, ya que en un mismo movimiento la industria cultural banaliza la vida cotidiana y positiviza el arte. La industria cultural no sublima, sino que reprime y sofoca.

La Escuela de Francfort establece una diferencia entre la cultura tradicional y la cultura industrializada, y define a la industria cultural como propia de la cultura de masas, ante la cual, como dice Umberto Eco (1993: 28), existen dos posturas: la de los apocalípticos, para los cuales la cultura es un hecho aristocrático, produciendo su extensión una anticultura; y la de los integrados, para los cuales estamos en una época de extensión de la cultura, beneficiosa para todos.

Los trabajos de Horkheimer y Adorno vivieron una reactualización en los años sesenta a través de Herbert Marcuse, quien, según algunos teóricos actuales como los Mattelart, fue la figura más brillante de la Escuela de Francfort. Su obra El Hombre Unidimensional, escrita en 1964, constituye una crítica a la cultura y la civilización burguesas, a una sociedad tecnológica considerada totalitaria, en la que las vidas de las personas son completamente determinadas y organizadas por los fines del consumo y la tecnología, sin posibilidad de oponerse.

Otro miembro de la Escuela[4]Walter Benjamín, a contracorriente con las críticas de Adorno y Horkheimer, fue el pionero en vislumbrar la mediación fundamental que permite pensar históricamente la relación de la transformación en las condiciones de producción con los cambios en el espacio de la cultura, como ha explicado Barbero (1987: 56) en su defensa.

El heredero de los francfortianos en nuestros días es el filósofo alemán Jürgen Habermas, quien, en el libro El Espacio Público, prosigue el trabajo de la Escuela en el nivel filosófico y sociológico (Ruano, 2006:62).

Pensamos con Barbero (1987: 48) que la experiencia radical que fue el nazismo está sin duda en la base de la radicalidad con que piensa la Escuela de Francfort, que "saca la crítica cultural de los periódicos y la sitúa en el centro del debate filosófico de su tiempo: en el debate del marxismo con el positivismo norteamericano y el existencialismo europeo. La problemática cultural se convertía por vez primera para las izquierdas en espacio estratégico desde el cual pensar las contradicciones sociales".

Sus enfoques pesimistas y elitistas no le quitan valor a su producción teórica, que ha dejado su impronta en investigaciones posteriores, en tanto es, indiscutiblemente, de obligada consulta para toda reflexión responsable sobre la comunicación y la cultura.

De Birminghan al otro lado del Atlántico

Según Mattelart y Neveu (2000), innecesariamente cáusticos, a nuestro entender, explican "al estilo de una Success story":

"…cómo artesanos de la investigación relacionados entre sí a finales de los años cincuenta logran, al cabo de diez años, crear una PYME (Pequeña y Mediana Empresa) en la Universidad de Birmingham, y cómo, transcurrido un cuarto de siglo, ésta se convierte en una multinacional académica. El modelo narrativo también podría ser más ácido, más político, y adoptar la forma de una suerte de Bildungsroman académico, que describiese la deriva de un grupo de angry young men que estaban comprometidos con el marxismo en la década de los sesenta, cuando tenían veinte años, pero que, un cuarto de siglo más tarde, se hallaban convertidos en su mayoría en los campeones consagrados de una disciplina amansada, en personajes como los de David Lodge [escritor y crítico inglés] que se pasan la vida en los coloquios, en este equivalente académico del circuito ATP (Asociación de Tenistas Profesionales) que son los happenings universitarios celebrados alrededor de los Cultural studies".

Siguiendo a Mattelart y Neveu en otra de sus obras (2002: 33) interpretamos más equilibrado el juicio de que haría falta un libro sólo para describir detalladamente los períodos, debates, enfrentamientos y desplazamientos continuos de método y

objeto que jalonaron la vida del Centre of Contemporary Cultural Studies (CCCS), que contribuyó al desbroce de un conjunto de terrenos de investigación, relacionados con las culturas populares y los medios de comunicación social, y más tarde con temas vinculados con las identidades sexuales y étnicas.

Roberto Grandi (1995) adopta, como la más aceptable de las definiciones de los Estudios culturales, la de Grossberg, Nelson y Treichler (1992), que nos parece clarificativa:

Los Estudios culturales son un campo interdisciplinar, transdisciplinar y a veces contradisciplinar, que actúa en medio de la tensión de sus mismas tendencias para acoger un concepto de cultura que sea amplio y antropológico y, a la vez, restringido y humanista. A diferencia de la antropología tradicional, se han desarrollado, sin embargo, a partir de los análisis de las sociedades industriales modernas. Están constituidos por metodologías declaradamente interpretativas y valorativas, pero a diferencia de lo que ocurre en el campo humanista tradicional, rechazan la coincidencia de la cultura con la alta cultura, sosteniendo que todas las formas de producción cultural necesitan un estudio que avance en relación con otras actividades culturales y con estructuras históricas y sociales. De ese modo, los Estudios culturales se han comprometido con el estudio del inventario completo de las artes, creencias e instituciones de la sociedad, al igual que de sus actividades culturales.

Para resumir las características pertinentes de los Estudios culturales (Ec) nada mejor que recurrir a Jenks[5](1993:157, citado en Grandi, 1995), quien recupera una propuesta de Agger (1992):

  • Los Ec actúan utilizando un concepto extenso de cultura […] Se adhieren al punto de vista antropológico de la cultura entendida como «el modo de vida completo de un pueblo», a pesar de que no concuerden con el punto de vista que define la cultura en cuanto totalidad.

  • Legitiman, justifican, celebran y politizan todos los aspectos de la cultura popular. Consideran la cultura popular como algo dotado de valor de por sí y no en cuanto «fenómeno sombra» o puro vehículo de mistificación ideológica.

  • Quien actúa en el seno de los Ec reconoce la existencia de una socialización de su propia identidad, que se produce a través de los procesos de los medios de comunicación de masas y de la comunicación que se intenta comprender.

  • La cultura no se considera de modo estático, como se haría con cualquier otra cosa de tipo fijo o con un sistema cerrado. Los Ec miran a la cultura como a algo que emerge, que es dinámico, que se renueva constantemente. La cultura no es una serie de artefactos o de símbolos congelados, sino un proceso.

  • Los Ec se afirman apoyándose más en el conflicto que en el orden. Investigan y anticipan el conflicto, tanto a nivel de la interacción cara a cara como, y de modo tras significativo, a nivel del sentido. La cultura no se puede considerar como un principio unificador, ni como una fuente de comprensión compartida, ni tampoco como un mecanismo para legitimar los vínculos sociales.

  • Los Ec son «democráticamente» imperialistas. Si bien todos los aspectos de la vida social están ahora «culturalizados», ninguna parte de la vida social va más allá de sus intereses -la ópera, la moda, la violencia de las bandas, las conversaciones de bar, las películas de honor y así sucesivamente […] ya no están colonizados, canonizados ni delimitados alrededor de un sistema central de significación.

  • Los Ec consideran las representaciones culturales a todos los niveles -e1 comienzo, la mediación y la recepción o la producción, la distribución o el consumo; son interdisciplinares y no reconocen ningún tipo de origen disciplinar, y rechazan los valores absolutos.

Aunque Stuart Hall favoreció durante su dirección (1968-1979) la irrupción del estructuralismo en la actividad del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos, en detrimento del culturalismo, le concedemos toda confianza a la caracterización que hace de estos dos "paradigmas maestros" que operan en los Estudios Culturales, al tiempo que reconoce que ni uno ni otro son, en su presente forma de existencia, adecuados para la tarea de construir el estudio de la cultura.

Nos parece también provechosa la comparación que grosso modo hace Hall (1994) de las respectivas fuerzas y limitaciones de estas dos tendencias, para lo cual nos apropiamos del esquema elaborado por Vidal (op.cit:.59-60):

Los culturalistas:

  • Enfrentan el papel residual, meramente reflectivo asignado a lo cultural en ciertos desarrollos marxistas.

  • Conceptualizan a la cultura como imbricada con todas las prácticas sociales y a estas como manifestaciones comunes de la actividad humana.

  • Se oponen a la manera base/superestructura de formular las relaciones entre las fuerzas ideales y las materiales. Prefiere, para este análisis, la formulación más amplia de la dialéctica entre ser social y conciencia social.

  • Definen a la cultura como los significados y los valores que emergen entre grupos y clases sociales diferenciados, sobre la base de sus condiciones y relaciones históricas dadas, a través de las cuales manejan y reponen las condiciones de existencia y también, como las tradiciones y prácticas vividas a través de las cuales son expresadas esas comprensiones y en las que están encarnadas.

En el paradigma estructural:

  • El concepto de ideología emerge como central.

  • Es ubicado adecuadamente el papel de las condiciones determinadas y se aleja de todo voluntarismo.

  • Reconocimiento de la abstracción como el instrumento intelectual mediante el cual son apropiadas las relaciones reales y de la presencia en la obra de Marx de un movimiento continuo y complejo entre niveles de abstracción.

  • Su concepto de la totalidad social. Su visión sobre la complejidad de la unidad de una estructura. El énfasis de la unidad en la diferencia.

Críticas principales a ambos paradigmas, siguiendo síntesis de Hall (en Vidal, op.cit: 60):

  • Haber elevado el acto de lectura a lugar de producción de significados.

  • Considerar todas las actividades de recepción-interpretación como formas de resistencia y de oposición.

  • Haberse centrado excesivamente en los procesos de significación, en detrimento del análisis de las estructuras de poder.

  • Individualización de la recepción y por lo tanto, olvido de las relaciones de la audiencia con las instituciones sociales y políticas. Al individualizar las resistencias se velan las posibilidades de acciones que originen el cambio, que surgen precisamente de la actividad en y de estas instituciones.

  • La pérdida de centralidad de la categoría clase social.

  • Predominio de los temas subjetividad e identidad y de los espacios domésticos y privados.

  • Se exagera el poder de la audiencia, como antes se había sobreestimado el poder de los medios, lo que distrae la atención de los fenómenos estructurales.

  • Pérdida de "actividad crítica". Reducción a investigaciones cada vez más concretas, que no hacen otra cosa que legitimar los productos culturales del mercado que se adecuan a la sensibilidad posmoderna.

No obstante estas realidades evidentes, lo cierto es que después del esplendor de Birmingham (1964-1978), ya nada fue igual. Como muy bien ha dicho Castro-Gómez (2000), con la popularización de los estudios culturales en los Estados Unidos durante la década de los ochenta podemos hablar del fin de la "edad heroica" y el comienzo de una tercera etapa, más "light" y celebratoria, marcada por su creciente distanciamiento de la teoría crítica marxista y la influencia que empiezan a tener filósofos como Baudrillard, Lyotard y Derrida.

Mas, el beneplácito mostrado por los investigadores estadounidenses ante los Estudios culturales británicos y el correspondiente boom de estos en el nuevo escenario académico suscitó no pocas preocupaciones e incluso fue calificado de peligro extraordinariamente profundo por Stuart Hall (citado en Grandi, 1995: 142), quien con cierta amargura argumenta el porqué: "sería excesivamente vulgar hablar de cosas como la gran cantidad de trabajos que hay, la cantidad de dinero que circula y de cuánta presión se ejerce sobre la gente para conseguir que realice lo que se considera como una actividad de crítica política y una actividad intelectual de tipo critico […] me maravillo en relación a lo que he denominado la desenvoltura y la fluidez teórica de los Estudios culturales en los Estados Unidos".

En un actualizado análisis sobre la institucionalización de los estudios culturales en aquel país[6]se llega a la conclusión de que las tensiones entre estos y la tradición disciplinaria se confunden con las presiones y transformaciones de los mercados intelectuales, entre otras razones porque las editoriales académicas estadounidenses, por motivos puramente económicos prefieren proyectos de investigación de interés multidisciplinario para que sus libros se vendan mejor.

Los Estudios culturales han tenido su mayor desarrollo en los Estados Unidos dentro de las artes llamadas cultas y la literatura, aunque posteriormente, y gracias a los debates multiculturales y sobre globalización, se han vinculado antropólogos y especialistas en humanidades con la problemática comunicacional.

Incluso prominentes investigadores de literatura (los norteamericanos Jameson, Jean Franco, Yúdice, y los argentimos Beatriz Sarlo y Aníbal Ford) han enfocado sus instrumentos de análisis literario hacia los procesos massmediáticos en sus textos, de lo cual se congratula García Canclini (1993).

Sin embargo, no todos los estudios de este tipo llevan el rótulo de "estudios culturales", lo cual resulta "llamativo" para Follari (2003) pero que Grossberg, Nelson y Treichler[7](citados en Grandi 1995: 142) justifican tras argumentar que la gente puede decidir si adopta o no este término para describir su propia actividad.

Lo real es que esta corriente cruzó el Atlántico para quedarse. Mientras en los Estados Unidos, como ha dicho Yúdice (citado en Canclini, 1993), los Estudios culturales se mantienen preferentemente dentro de las humanidades, en América Latina se desarrollan en las ciencias sociales y convocan a los especialistas humanísticos y literarios a dialogar con estas ciencias.

Las temáticas de los Estudios culturales latinoamericanos suelen ser muy distintas en Estados Unidos, donde hoy, como dice Román de la Campa (en García-Bedoya, 2001:202), se privilegia un poscolonialismo o la subalternidad de corte más bien literario e histórico, y América Latina, donde prevalecen acercamientos que giran hacia la transculturación o una reconversión cultural de corte más bien antropológico, y añade un dato fundamental a tomar en cuenta: inciden también aspectos como distintas agendas teóricas y diferentes realidades institucionales.

No podemos dejar de anotar, por otro lado, lo que en una reseña del libro de Mabel Moraña (Editora) sobre estudios culturales, resalta Carlos García-Bedoya (2001), atendiendo el desequilibrio entre los textos provenientes de Estados Unidos (22) y los de América Latina (9): el relativamente escaso número de practicantes de los estudios culturales en esta región, en contraste con su proliferación en la academia norteamericana. Por ello resulta justo y nada casual que la primera sección de la obra presente la contribución de tres figuras centrales, verdaderos "clásicos" de los Estudios culturales latinoamericanos: Jesús Martín Barbero, Néstor García Canclini y Renato Ortiz.

Sucede también que existe un desencuentro entre las reflexiones surgidas desde la propia América Latina y aquéllas planteadas sobre América Latina desde los medios académicos del norte, principalmente provenientes de Estados Unidos, sobre lo cual García Canclini (citado en García-Bendoya, 2001: 202) ha aportado un dato esclarecedor: "en Estados Unidos había más investigadores y estudiantes de doctorado haciendo tesis sobre países latinoamericanos que en toda América Latina".

Con ojo crítico, García Canclini (1997) caracteriza la situación actual de los estudios culturales con la misma fórmula inventada por los economistas para describir la crisis de los años ochenta: estanflación, o sea, estancamiento con inflación. AL igual que Mattelart y Neveu En los últimos años se multiplican los congresos, libros y revistas dedicados a estudios culturales, pero el torrente de artículos y ponencias casi nunca ofrece más audacias que ejercicios de aplicación de las preguntas habituales de un poeta del siglo XVII, un texto ajeno al canon o un movimiento de resistencia marginal que aún no habían sido reorganizados bajo este estilo indagatorio.

Lo indudable es que ha habido mucha controversia alrededor de los llamados Estudios culturales latinoamericanos, acompañada de una prolífera producción de textos[8]también polémicos, como lo demuestra el contrapunteo que establece Castro-Gómez (2001) sobre el libro de Carlos Reynoso Apogeo y decadencia de los estudios culturales…[9], que sintetiza en una frase antológica de Rodó: "lo admiro pero no lo amo".

Siguiendo con la crítica de Castro-Gómez (op. cit: 230) encontramos que Reynoso constata "con horror" el crecimiento espectacular de los estudios culturales en la academia anglosajona y también en América Latina durante la última década del siglo XX, con un incontenible boom editorial que le da pie para catalogarlos como "el último grito de la moda teórica": sólo entre 1996 y 1998 se registraron 654 títulos bajo la rúbrica "Estudios Culturales", mientras de manera creciente las universidades e institutos de investigación en todo el mundo los incluyen dentro de su oferta curricular.

¿A qué se debe este éxito? No a su calidad científica, asegura Reynoso, quien no duda en

negar que hayan hecho algún aporte, ni metodológico ni epistemológico, al avance sustantivo del conocimiento en el campo de las ciencias sociales, y asegura que lo que predomina en los estudios culturales es un "eclecticismo barato" (op.cit. 231), refiriéndose nada más y nada menos que al antropólogo Néstor García Canclini[10]al que ataca irreverentemente, como lo evidencia una de las citas a las que hace referencia Castro-Gómez (op. cit.: 231): "no creo que sea una interpretación abusiva considerar la carrera de Canclini como un esfuerzo continuado y alerta de suscribir siempre a la última moda intelectual que gana los titulares, y como la manifestación más visible de una escala de valores [anticientífica] en la cual el pragmatismo siempre cotiza más alto y se ejecuta con mayor exactitud que la metodología".

Lo acertado de algunos enfoques del libro de Reynoso, como sus críticas a las prácticas

académicas y pedagógicas de los estudios culturales, o sobre la actitud demasiado "light" de algunos investigadores, pierden terreno en medio de descalificaciones y totalizaciones aplastantes, como aquella en que afirma sin titubeos que "los estudios culturales no son los impulsores privilegiados de un nuevo paradigma de las ciencias sociales, sino sus mayores enemigos" (op.cit.: 231). Por eso convenimos con Castro-Gómez en que este autor "parece reclamar la obtención de una victoria personal sobre un enemigo de paja, antes que la clarificación de un problema científico" (op.cit: 229)

Entre otras conclusiones a las que llega Castro-Gómez es que lo que está en "decadencia" no son los Estudios culturales como tales, sino el modelo de "teoría

tradicional" desde el que argumenta Reynoso, y que el gran peligro al que se enfrentan "es la pérdida de su dimensión crítica, esto es, su olvido de que el capitalismo en tiempos de globalización adquiere una dimensión decididamente simbólica. Retomando el legado de Marx, el reto de los EC es contribuir a que las ciencias sociales se vinculen con una crítica de la economía política de la cultura".

En medio de este debate, aparece conciliadora y optimista la visión de Alicia Ríos (2002: 253) para quien tanto los temas como las prácticas e instituciones del saber en América Latina han sido siempre heterogéneos y conflictivos. Los pensadores latinoamericanos de la cultura —a la manera de [Simón] Rodríguez, [Andrés] Bello, Sarmiento, [José] Martí, Rodó, Henríquez Ureña, [Alfonso] Reyes, Fernández Retamar, González Prada, Mariátegui, Ortiz, Rama y Cornejo Polar— son, en un sentido bien estricto, los verdaderos precursores de los Estudios Culturales Latinoamericanos.

Resulta válido por tanto el aserto de que en toda escuela, las propias polémicas y diferencias en el interior del conjunto contribuyen a darle identidad, mientras haya elementos que le permitan mantenerse cohesionada, en este caso la mirada transdisciplinaria sobre los fenómenos de la cultura.

Los estudios culturales, en sus diversas versiones, proponen una visión globalizante o totalizadora de la cultura, más allá de los recorridos particulares de cada disciplina, según los estratos en que la ha dividido García Canclini (citado en García-Bedoya, 2005:439): cultura de elites, cultura de masas y cultura popular, y algunas disciplinas se han especializado en el estudio de cada una de ellas, respectivamente: ciencia de la cultura y el arte; ciencia de la comunicación y algunas ramas de la sociología; antropología y los antiguos estudios del folclor.

Precisamente la pareja comunicación/cultura ha constituido uno de los ejes sobre los que han girado múltiples reflexiones teóricas, encaminadas cada vez más a lo que abogaba James W. Carey[11]uno de los representantes de los estudios culturales norteamericanos: observar los fenómenos comunicativos como cultura.

Para el investigador español Juan José Cortés (2008), lo interesante de los estudios culturales reside en la ruptura con las teorías restrictivas de la comunicación, que la instrumentalizaban en base al paradigma informacional, que concibe la comunicación como un mero proceso de transmisión lineal de significados ya dados. De manera que la comunicación dejó de ser concebida sólo como un "medio", para abrirse al campo de la complejidad y conflictividad de lo cultural.

Barbero propone entonces pensar la comunicación desde la cultura, que requiere, como explica Cortés (op.cit.), "cambiar las reflexiones en torno a los análisis monológicos de lo cultural, para abrir paso a un estudio que abarque la(s) cultura(s) como manifestación plural, combinatoria y múltiple".

Bibliografía

1. Mattelart, Armand y Erik Neveu: Los Cultural Studies. Hacia una domesticación del

pensamiento salvaje. Ediciones de Periodismo y Comunicación No. 20,

Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Periodismo y Comunicación

Social, Argentina, 2002

2. Grandi, Roberto (1995): "Los Estudios culturales: entre texto y contexto, culturas e identidad. En Comunicología. Temas Actuales. Editorial Félix Varela, La Habana, 2006. pp.125-144.

3. Vidal Valdés, José Ramón: MEDIOS Y PÚBLICOS: un laberinto de relaciones y mediaciones. Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, 2006.

4. Horkheimer, Max y Theodor W. Adorno: "La industria cultural. Iluminismo como

mistificación de masas". En Horkheimer, Max y Adorno, Theodor,

Dialéctica del iluminismo, Sudamericana, Buenos Aires, 1988.

5. Eco, Umberto: Apocalípticos e integrados. Lumen, Barcelona, 1993

6. Martín-Barbero, Jesús: "La comunicación desde la cultura. Crisis de lo nacional

y emergencia de lo popular". En Alternatividad Latinoamericana, Comunicação e

sociedade, No. 6, São Paulo, 1987, pp. 42-50

7. Ruano López, Soledad: Cultura y Medios. "De la escuela de Frankfurt a la

Convergencia Multimedia". En ÁMBITOS. Nº 15 – Año 2006 (pp. 59-74)

8. Castro- Gómez, Santiago: "Althusser, los estudios culturales y el concepto de

ideología": en Revista Iberoamericana Nro. 193, 2000. pags. 737-751

9. Grandi, Roberto (1995): "Los Estudios culturales: entre texto y contexto, culturas e identidad. En Comunicología. Temas Actuales. Editorial Félix Varela, La Habana, 2006. pp.125-144.

10. Hall, Stuart (1994): "Estudios Culturales: dos Paradigmas". En: Revista Causas y

azares, No. 1, Argentina, 1994. Disponible en http:/www.nombrefalso.com.ar/index.php?pag=93

11. Follari, Roberto A.: LOS ESTUDIOS CULTURALES COMO TEORÍAS DÉBILES

Ponencia al Congreso de la LASA (Latin American Studies Association),

realizado en Dallas (Texas), 27-29 de marzo de 2003

12. García-Bedoya, Carlos: Los Estudios culturales en debate:

Una mirada desde América Latina. En Revista de critica literaria latinoamericana, Año XXVII, Nº 54. Lima-Hanover, 2do. Semestre del 2001, pp. 195-211

13. García Canclini, Néstor : Introducción: antropología y estudios culturales. En

ALTERIDADES, 1993, 3 (5): Págs. 5-8

14. García Canclini, Néstor: "El malestar en los estudios culturales", Fractal n° 6, julio-

septiembre, 1997, año 2, volumen II, pp. 45-60.

15. Castro-Gómez, Santiago: "Apogeo y decadencia de la teoría tradicional: Una visión

desde los intersticios". Ponencia presentada en el I Encuentro Internacional

sobre Estudios Culturales Latinoamericanos: Retos desde y sobre la región andina, Quito, 13 al 15 de junio de 2001.

16. Ríos, Alicia: "Los Estudios Culturales y el estudio de la cultura en América Latina". En: Daniel Mato (coord.): Estudios y Otras Prácticas Intelectuales

Latinoamericanas en Cultura y Poder. Caracas: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y CEAP, FACES, Universidad Central de Venezuela.

17. García-Bedoya, Carlos: "Estudios culturales, ciencias sociales y ciencias humanas.

Algunas reflexiones epistemológicas". En Revista del Instituto de investigaciones histórico sociales, Año IX No. 14, pp 433-447, Lima, 2005.

18. Cortés, Juan José: Cultura y comunicación como praxis para el desarrollo. España, 2008. Disponible en http://www.redinterlocal.org/IMG/pdf_la_cultura_como_praxis.pdf

 

[1] Figura central en la tradición “Culture and Society”, Matthew Arnold, autor de Culture and Anarchy (1869), preconiza la enseñanza de la literatura inglesa en las escuelas del Estado como medio para salir de la crisis ideológica en la cual está hundida la sociedad desde que la religión dejó de cohesionarla. (Mattelart y Neveu, 2002: 24)

[2] Scrutiny dejó de publicarse en 1953, un cuarto de siglo antes de la desaparición de Frank Raymond Leavis

[3] En 1950 el Instituto de Investigaciones Sociales es reinaugurado en Francfort, su ciudad de origen.

[4] Asunto polémico, en tanto existían dudas sobre si Walter Benjamín (1898-1940) era un miembro de pleno derecho del grupo de Frankfort y si debía o no ser investigado como tal.

[5] Chris Jenks es Director del Departamento de Sociología del Goldsmiths’ Collage, Universidad de Londres. Entre sus libros más recientes están The Sociology of Childhood, Cultural Rreprodution, Culture y VisualCulture. Defensor de una «sociología de la cultura visual», estudia la centralidad del ojo en la cultura occidental.

[6] Cfr: La institucionalización de los estudios culturales en los Estados Unidos: el caso del doctorado en estudios culturales en la Universidad de California, Davis, a los ocho años. Estudio presentado por Robert McKee Irwin, de la University of California, Davis, en la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 17 de agosto de 2007. Texto completo disponible en http://www.javeriana.edu.co/Facultades/C_Sociales/especializacion/documents/bogota.doc

[7] Lawrence Grossberg, Cary Nelson y Paula A. Treichler

[8] Entre los más interesantes, según Ríos (2002), figuran los “Cultural Studies Questionaire” aparecidos en Travesía. Journal of Latin American Cultural Studies (en particular los de Josefina Ludmer, Néstor García Canclini, Beatriz Sarlo, George Yúdice, Walter Mignolo y Neil Larsen); asimismo, “The Cultural Studies Movement and Latin America. An Overview” de Neil Larsen (Reading North by South. On Latin American Literature, Culture and Politics. Minneapolis-London: University of Minnesota Press, 1995, pp. 189-196), “El proceso de Alberto Mendoza: poesía y subjetivación” de Julio Ramos (Revista de Crítica Cultural 13, 1996: 34-41), “Intersectando Latinoamérica con el latinoamericanismo: saberes académicos, práctica teórica y crítica cultural” de Nelly Richard (Revista Iberoamericana 180, 1998: 345-361), “Mestizaje e hibridez: los riesgos de las metáforas” de Antonio Cornejo Polar (Revista Iberoamericana 180, 1997: 341-344), “De la deconstrucción al nuevo texto social: pasos perdidos o por hacer en los estudios culturales latinoamericanos” de Román de la Campa (Nuevas perspectivas desde/sobre América Latina: el desafío de los estudios culturales. Mabel Moraña ed. Santiago: Cuarto Propio, 2000, pp. 77-95), “Why do I do Cultural Studies?” de Abril Trigo (Journal of Latin American Cultural Studies 9.1, 2000:73-93) y por último un número especial, en preparación, de la Revista Iberoamericana que recoge las ponencias de las tres mesas dedicadas al tema en el congreso de LASA de Washington DC, 2001.

[9] Cfr: Carlos Reynoso. Apogeo y decadencia de los estudios culturales: Una visión antropológica. Barcelona: Gedisa, 2000. 335 páginas. ISBN: 84-7432-810-1.

[10] Néstor García Canclini, argentino radicado en México desde 1976, es considerado uno de los más brillantes antropólogos latinoamericanos

[11] Cfr: http://www.infoamerica.org/teoria/carey1.htm. James W. Carey (1934-2006): entre sus obras están: Communication as Culture. Essays on Media and Society, 1988, y Media, Myths, and Narratives. Television and the Press (ed.), 1988. En su libro Communication as culture, Carey describe dos modalidades de comunicación, la que llama ‘ritual’ y la que describe como ‘transmisión’. El modelo de ‘transmisión’ sigue las pautas convencionales del emisor que emplea un canal para enviar un mensaje a un receptor. El vínculo se establece entre el emisor y el receptor, separados espacialmente, y ejerce una influencia y control a través del espacio, a distancia. Es el caso de los medios de comunicación convencionales, los productos de las industrias culturales, etc. La comunicación ‘ritual’ se inscribe en el espacio ceremonial de la participación y crea experiencia y sentimiento de pertenencia a una comunidad. La comunicación ritual establece, a través del tiempo, el plano próximo del espacio cultural, esto es, la identidad. La sociedad se hace no tanto de la comunicación como en la comunicación. Forman parte de esta dimensión comunicativa aspectos como las fiestas, el baile, los círculos de debate, las asociaciones, los hábitos cotidianos, etc. Hay más una idea de ‘comunión’ en este modo de comunicación, que pierde presencia, sin embargo, en sociedades como la norteamericana, dominadas por el individualismo y la cosificación de las relaciones. La comunicación como ‘transmisión’ se refuerza y diversifica con el desarrollo tecnológico, que cambia los valores rituales de la comunicación como contacto, como experiencia participativa.

 

 

Autor:

Edda Diz Garcés

Periodista

Periódico Trabajadores

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente