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Tres aristas de lo humano en la poesía de Goethe (página 2)


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La actitud goetheana ha sido juzgada de distintos modos: desde su enfoque como un naturalista cercano al materialismo, propia de investigadores marxistas(4) hasta las interpretaciones espiritualistas o influídas por el psicoanálisis(5). Beguin acota, tras diferenciarlo con justeza de sus contemporáneos místicos, que en la concepción goetheana, el infinito camino del saber, la limitación de cada instante obedece a una ley universal, sabia por lo demás, que obliga al hombre a superarse a sí mismo en el reconocimiento de la propia finitud(6). Este trasfondo supone un inevitable retorno a sí del sujeto que choca con la determinación espacio-temporal, y en suma, a una mística del conocimiento inicialmente rechazada, manifiesta en la actitud esencialmente irracional del creador, del renovador, al cual Hegel llamaría "individuo histórico", en el terreno de la acción histórico social. Vías no racionales de comunicación entonces con las leyes ocultas de la naturaleza.

¿Son aceptables estas interpretaciones? Depende en todo caso de lo que se entienda por mística. Goethe no fue un espíritu contemplativo. Profundamente inmerso en la vida cultural y política de su tiempo, adoleció de muchos de los defectos del Philister y promovió todos los valores progresistas y renovadores de la burguesía alemana. Desde luego, no hay por qué vincular necesariamente mística y pasividad ante el mundo y sus acaeceres. Pero en su caso sería necesario tener siempre presente que la unidad última, inmediata, entre lo finito y lo infinito que caracteriza las posturas místicas requiere también de la razón, al menos en su fase inicial. Se trata, como afirmaba San Juan de la Cruz, de "trascender toda ciencia" y no de negarla. La razón es una de las propiedades del espíritu humano, según Leibniz confirmara en la línea filosófica racionalista, de la cual fue heredera la Ilustración. Las influencias místicas en el racionalista Leibniz han sido destacadas en buena medida(7) y el iluminismo alemán se diferencia notoriamente del francés, entre otros aspectos, por la mística del hombre y la naturaleza contenida en sus reflexiones. De Jacobi proviene el carácter primordial concedido a la relación Yo-Tú, el sentido dialogal de la filosofía y de la vida en su forma moderna, que con Feuerbach se desarrolla hasta sus expresiones contemporáneas en Martin Buber y toda la hermenéutica, por citar algunos casos. Y no hay que olvidar que las filosofías no europeas han expresado constantemente actitudes místicas frente a los problemas del mundo y de la vida cotidiana, resumidas en la acción que renuncia a subordinarse al objeto. Confucio y su concepción del gobierno y de la vida humana, Buda y el desarrollo ulterior de sus doctrinas hasta el Cha'an o Zen, las lecciones dadas a Arjûna por Krishna en la Baghavad-Gita, constituyen ejemplos más que sólidos. Si el siglo XVII había marcado para Europa la apertura hacia las civilizaciones del Oriente, en especial la China, en el XVIII se desplazó dicho interés sobre todo hacia la India(8).

Aun en pensadores europeos no influidos directamente por el Oriente se abre paso una actitud diferente hacia la religión, el hombre y la vida del espíritu, en buena medida al rescatarse de nuevo la rica tradición mística occidental, en la cual la alemana ocupa un lugar especial. El diálogo con otras culturas, iniciado en el siglo XVII(9), constituyó sin duda un factor impulsor, reflejárase o no directamente en los escritos filosóficos de la época(10).

Aunque Goethe declara coincidir con Kant en cuanto a la estructura sintética del conocimiento y la capacidad que lo conforma(11), tampoco es la subjetividad punto de partida ni meta de la investigación sino la realidad de la cual aquella es un resultado. Enemigo decidido de las divinidades trascendentes en relación con la naturaleza, piensa en la investigación de ésta como la vía para penetrar en misterios que, conocidos, revelan al hombre su constitución última. Este camino, interminable, no lo es porque la naturaleza "juegue" con el hombre engañándole, permitiéndole generar el mito de la omnisciencia humana para desmentirlo cruelmente a poco. El hombre no es un ser indefenso en el piélago universal salvo cuando, sumido en la ignorancia, se aferra a ella. El control sobre sus capacidades que la sabiduría le proporciona le permite alcanzar, por la experimentación con los fenómenos y con el verbo, el dominio de "lo divino", que es la naturaleza misma en su esencia inagotable.

Goethe no fue un materialista aunque sí un naturalista. Menos aún un irracionalista, como la tradición mística alemana tampoco lo es. La mística de Goethe parte de un humanismo naturalista según el cual el sujeto humano, que reproduce en su devenir, individual y genérico, la epopeya que representa la formación, desde lo más simple hasta lo más complejo, del orden natural, se aproxima al principio generador a medida que su introspección se hace más profunda y coincidente con la espiritualidad descubierta en la naturaleza. Pero el anima mundi de filósofos y alquimistas–la Weltseele de sus poemas y de los tratados de su discípulo Schelling– es también sustancia racional, aunque su racionalidad es bien diferente de la humana. Como esencia, aparece ante el hombre en su indeterminación, de manera similar a la Natura Naturans de Spinoza. Pero engendra constantemente el universo, con toda la belleza y la frágil armonía de sus especies, paisajes, ciclos y catástrofes. Es creadora de sí misma y sólo vive en sus resultados, el más perfecto de los cuales es el propio hombre. Por eso, lo suprarracional nunca absorbe lo racional, sino que el segundo se presenta como uno de los momentos del primero. Es así que el hombre, norma de cuanto existe, debe su inteligencia, su animación, como la deben los demás seres, a un principio ideal pero no inahaprensible salvo por éxtasis basados en la negación o supeditación de lo corpóreo. Por el contrario, aceptar y emplear noble y libremente cuanto ha otorgado la naturaleza es la única forma de vincularse con ella de forma consciente. La médula de la teología de Goethe se resume en los primeros versos de su poema "Das Göttliche", cuyo título no es casual:

Honrado sea el hombre, Edel sei der Mensch, generoso y bueno hilfreich und gut,

pues sólo eso denn das allein

lo diferencia unterscheidet ihn

de todos los seres von allen Wesen,

que conocemos. die wir kennen.

¡Gloria a los ignotos, Heil den unbekannten

elevados seres Höhern Wesen,

que presentimos! die wir ahnen!

A ellos se iguala el hombre, Ihnen gleicht der Mensch;

su ejemplo nos enseña Sein Beispiel lehr uns

a creer en aquellos(12). Jene glauben.

La única imagen posible de la divinidad inmanente a la naturaleza es el hombre, unidad de lo finito y lo infinito realizados en su devenir, renovados perpetuamente. Un rasgo característico de la cultura alemana de la época moderna es su fuerte nexo con la teología–ese con el que la Ilustración francesa quiso romper para siempre–que a menudo reviste la forma panteísta. La Reforma, con su radical renovación de la vida, animó movimientos sociales como las guerras campesinas. La burguesía alemana, ferviente devota de la Ilustración–y después de la revolución–francesas, que muchos empero contemplaban con recelo más o menos recóndito, se manifestó como fuerza renovadora en el movimiento cultural en todas sus modalidades. No es casual que muchos de los más notables pensadores de la época y sus sucesores hayan estado relacionados de un modo u otro con la teología.

Este cariz teológico no adopta siempre formas ortodoxas, aunque predicadores como Lavater o poetas como Klopstock se mantengan dentro de los límites aceptables o tolerables para los más conservadores. Pero no hay que olvidar que el panteísmo, tan importante en Goethe y su época, ha sido siempre combatido por las confesiones cristianas con mayor o menor efusividad. La cobertura con el "buen gusto" representado por el retorno a los modelos clásicos permitió a los poetas desenvolverse con mayor soltura que a los filósofos de corte tradicional. Pero sea como sea, el sentido figurado, la mimesis de la realidad que constituyen las bases de la actividad poética, suelen dejar una mayor libertad: Kant se vio reprimido por el estado prusiano en su intento de imprimir un giro racional a la religión. Goethe alternaría con la nobleza, que celebraría sus liberalidades artísticas y recibiría sus homenajes cuidadosos tomando como pequeñas e inofensivas muestras de rebeldía ante lo convencional

la unión de Goethe con Christianne Vulpius, el reconocimiento del hijo, la comprensión del adulterio, al menos de su posibilidad, contenida en Werther y Las afinidades electivas, y hasta su alegre impiedad. Que Goethe fue consciente del carácter "intelectual" de su libertad lo muestra su perenne rencor, envidiosa admiración al fin y al cabo, por la gratuita lección de dignidad del joven Beethoven.

Kant saludó la Ilustración:

"salida del hombre de una minoría de edad causada por él mismo. Minoría es la incapacidad de valerse de su entendimiento sin la dirección de otro. Causada por él mismo es esa menoridad cuando el origen de ella no reside en la pobreza del entendimiento, sino de la resolución y el valor para valerse por sí mismo sin la dirección de otro. Sapere aude! ¡Ten valor para dirigir tu propio entendimiento!, es pues el lema de la ilustración(13).

Tal lema, que le permitiría encontrar en la interioridad el fundamento de la ley moral, sería también la premisa para establecer, como prerrogativas de la capacidad de juicio, la apreciación de lo bello y la existencia de causas finales, unidad de estética y teología que, si bien con valor heurístico y no ontológico, devino engañosa conciliación con una religión racionalizada. Siguiendo de cerca esta idea, aunque no en los marcos de la filosofía trascendental, Goethe aspira a "productos del arte y de la naturaleza medidos con el mismo rasero, y el poder de discernimiento estético y teológico iluminándose recíprocamente"(14).

Al escribir los poemas que nos ocupan, Goethe atraviesa por etapas de su vida bien diferentes. En Dichtung und Wahrheit, aclara el matiz del héroe clásico que más le impresionara hasta dar forma definitiva al poema: no aquel del hombre que usurpa el lugar de los dioses sino simplemente el del hombre, que con desdén y conmiseración contempla a los dioses, declinantes ante la nueva era que inaugura. El "Prometheus" data probablemente del verano de 1773 o 1774(15). El poeta, en sus lúcidos 23 años, prepara el Werther, tipo bien diferente de héroe, pero también sujeto a las tragedias que al hombre aquejan. Sobre la incubación de Prometheus relata:

"Pero el sentido titánico y gigantesco, asaltador de los cielos, no prestaba a mi modo poético materia alguna. Antes cuadrábame bien el pintar aquel pacífico, plástico y también, si a mano viene, paciente esfuerzo que, reconociendo el mundo superior, anhela sin embargo equipararse a él. Pero también los más osados de aquella estirpe, Tántalo, Ixión, Sísifo, eran de mis santos. Admitidos a la sociedad de los dioses, no se avinieron a guardar bastante sumisión, acarreándose cual arrogantes huéspedes la iracundia de su real mecenas y se vieron castigados por un triste destierro"(16).

De acuerdo con tal propósito, concibióse el poema que transcribimos a continuación:

Prometheus(17)

Cubre tu cielo, Zeus

con un velo de nubes

y, al igual que corta el mozo los abrojos,

ejercítate en robles y cumbres de montañas.

Pero déjame intacta mi tierra

y mi cabaña, que tú no has construído

y mi hogar

por cuyo calor

tú me envidias.

No conozco bajo el sol seres más pobres

que vosotros, dioses.

Apenas nutrís de sacrificios

y hálitos de plegarias

vuestra majestad

y no os sostendríais si no hubiera

crédulos y mendigos,

necios llenos de esperanza.

Cuando yo era un niño

y todo lo ignoraba

volvía mis extraviados ojos

hacia el sol, como si en lo alto fuera

un oído que escuchara mis quejas,

un corazón como el mío

que se apiadara del sufriente.

¿Quién me sostuvo

contra la insolencia de los Titanes?

¿quién me salvó de la muerte,

de la esclavitud?

¿No has culminado todo por ti mismo,

sacro, ardiente corazón mío?

¡Y te abrasabas, joven y engañado

de gratitud al que dormía allá arriba!

¿Yo honrarte a ti? ¿por qué?

¿Has aliviado los dolores

de todo el que padece?

¿has enjugado las lágrimas

de cada angustiado?

¿no me han forjado como un hombre

el tiempo omnipotente

y el eterno destino,

mis señores y los tuyos?

Te equivocaste acaso.

¿Debí yo odiar la vida,

huir al desierto,

porque no siempre el alba

trajera el logro de mis sueños?

Aquí sentado, modelo hombres

a mi imagen,

una estirpe igual a mí,

para sufrir, llorar,

para gozar y alegrarse

y no adorarte más.

¡Como yo!(18).

En Prometeo se resume el ideal que la Aufklärung elaboró y divulgó: el hombre como principio y fin de toda obra, brazo de la divinidad y único ejecutor posible. La noble arrogancia de la increpación a Zeus es propia tan sólo de quien sabe que a su favor está la historia y sobre todo la futura. La apertura de una nueva era, la era de los hombres que suplantan definitivamente a los dioses evoca, con Giambattista Vico, el proceso de desarrollo del humanismo griego. Uno de los más sobresalientes discípulos, amigos y críticos de Goethe, August Wilhelm Schlegel, lo resume así:

1º Teocracia

2º Tiempos heroicos, en los que los héroes derriban a los sacerdotes

3º Formación de las sociedades. Expulsión de los reyes. Repúblicas.

En este último período cae la perfección del arte(19).

La perfección de toda obra humana, pudiéramos añadir, en nombre del espíritu ilustrado, es posible sólo cuando su creador se independiza de las autoridades, sean individuos o instituciones, de dogmas y esencias ajenos a su naturaleza interna. La razón, vertida en actos, se despliega de nuevo, con más altos vuelos que en la Grecia antigua pues ahora está enriquecida por siglos de experiencia, de lucha con dogmas y restricciones y de evolución espiritual, incluyendo el diálogo cultural iniciado por Europa en plena Edad Media, en sus contradictorios nexos con las culturas judía e islámica, y la nueva etapa iniciada en el siglo XVII con la expansión colonial y las misiones cristianas en Asia, Africa y América. En esta nueva "Edad de los hombres", para emplear los términos de Vico, la burguesía impone su visión de lo heroico ligado a las empresas humanas contrapuesta a lo divino y lo heroico caballeresco. El joven Goethe, aún no influido por el panteísmo espinocista(20), pero sí por el de Böhme y Bruno, entre otros, niega las divinidades absolutamente trascendentes. Nuevo Padre Eterno, Prometeo forma en el poema una nueva raza, a su imagen y semejanza, ajena a los cultos teatrales y al ritualismo, cuyo cometido será forjar un mundo en el que se sufrirá y también habrá lugar para la felicidad. Rousseau denunció la distorsión de la naturaleza humana a causa de los conflictos e intereses de la sociedad. Goethe siente haber hallado un camino para su reivindicación.

Hombres y dioses están sujetos a un destino que no es ineluctable. A diferencia de la moira griega, la elección humana resulta decisiva en el cumplimiento del destino, en lo cual la tradición alemana, desde Lipsius hasta Leibniz, había insistido sobradamente(21). Ni indeterminación ni determinismo rígido. Las únicas normas son las leyes de la naturaleza, reino de la necesidad, pero único terreno en que la libertad puede ser ejercida. De ahí una conclusión que sustentará Goethe hasta el fin de sus días: el hombre es el puntal del universo. La mejor obra de arte es la que el hombre puede hacer consigo mismo y de su acabado depende la suerte de toda la humanidad. Prometeo es el gran educador, el forjador de una nueva paideia, y su belleza y majestad radican en el desdén de lo divino en sentido tradicional porque, como microcosmos idéntico al macrocosmos, sabe que lo divino reside en él, según la tradición panteísta, que abarca también poetas como Angelus Silesius en el siglo XVII, heredero de los cuales es Goethe(22). El clasicismo artístico en la Europa moderna se vuelve en busca de modelos a la Atenas de Pericles, cuna del movimiento sofístico, de la escultura de Fidias, de la tragedia de Sófocles–se vive una etapa decisiva en lo que M. Bernal ha llamado recientemente "la invención de la Grecia clásica"–(23), para invertir la suerte del héroe, cuyo esfuerzo bien encaminado lo alejará de lo trágico en lugar de aproximarlo. Este patriarca deviene paradigma a imitar por todo hombre, expresión también de la profunda reacción antifeudal a la que se refiere Lukács(24).

"Fronteras de la humanidad" es la continuación natural de "Prometheus", idea recalcada por Reuter(25). Fue escrita en el verano de 1781, ya unido a Charlotte von Stein, quien tan profundamente influyera en su pensamiento. Vive su "época de Weimar", del primer viaje a Italia (1786), etapa primera que marca la maduración de su pensamiento. Si en la primera se indaga en torno al individuo–prototipo de una nueva era–, en la segunda la preocupación central gira alrededor de la esencia humana. Goethe busca la conformación de una antropología, base de su estética, de sus ideas políticas y de su moral, como fue siempre base de su filosofía natural. La concepción del individuo no es sustituída sino enriquecida con su prolongación, la noción de humanidad. La influencia de los estudios de Vico y Herder en el campo de la filosofía de la historia(26) se hace notar:

Fronteras de la humanidad(27)

Cuando el Santo Padre

primigenio

con mano paciente,

de nubes que corren,

siembra sobre la tierra

rayos benditos,

beso la punta

de sus vestiduras

con cándida emoción

en el pecho fiel.

Pues con los dioses

no debe compararse

ningún hombre.

Si se eleva al cielo

y roza

con su frente las estrellas,

en ningún sitio se afirman

sus inseguras plantas

y con él juegan nubes y vientos.

Si se yergue con huesos

sólidos, vigorosos,

sobre la inconmovible,

perdurable tierra,

no alcanza a igualarse

sino con la encina

o la vid.

¿Qué diferencia

dioses de hombres?

Que multitud de olas

ante aquellos fluyen:

un torrente eterno.

A nosotros nos alzan,

nos arrastran las olas

y zozobramos.

Un anillo pequeño

circunda nuestra vida

y múltiples estirpes

se alinean formando

en torno a su existencia

infinita cadena.

Ese "Santo Padre primigenio" no es el Dios bíblico, al menos en el sentido de la teología dogmática. El panteísmo de la Kabbalah, presente en Cusa, Böhme y Bruno a quienes leyera ávidamente Goethe en su juventud, interpreta al Padre Eterno como el Uno-infinito, poder y voluntad universales, en suma, el cosmos. Lo individual encuentra su inseparable complemento en lo universal, inagotable esencialmente. Cada hombre, por cuanto ha sido generado por lo infinito, contiene una porción de ese infinito manifestada en su poder creador. Los límites, las fronteras, conforman al hombre, que por ellos existe, pues omnis determinatio est negatio. Y el poder y la belleza del hombre radican en su particularidad pero se transmiten, se conservan en la misma medida en que la finitud desaparece reabsorbida por su principio originario. Poco después, la lectura de Spinoza completaría y sistematizaría muchas ideas de Goethe al respecto. Como puede apreciarse en el poema, la inmortalidad existe. Nada se pierde en el universo. El intercambio perpetuo de las fuerzas transforma a todo ser que perece. No hay muerte. Hay metamorfosis, como Leibniz estableciera. El espíritu se subsume en la Weltseele, la "ola" que nos traga. Naufragamos como seres finitos pero renacemos en los fenómenos naturales y en otros hombres, pues para Goethe, como para Leibniz, uno de los grandes maestros de la Aufklärung, toda la naturaleza está llena de vida.

Ningún misterio mayor para el poeta que esa infinitud, cada vez más profundamente aprehendida por el pensamiento humano y que cada vez se revela más compleja. Secreto y misterio se funden en ella. Lo que el espíritu universal contempla arrastra al hombre, lo envuelve, lo incorpora. Fuente de poesía es entonces lo que genera también la vida y la inteligencia, pero a él sólo es posible acercarse infinitamente y por grados, sólo se presiente, se intuye a través de los individuos que, en perenne ciclo, se desprenden y retornan al todo. La adoración consiste en eso, en el constante asombro ante la naturaleza, veneración que no es obstáculo sino acicate para su investigación, idea que asimilará profundamente Schelling.

El hombre de este poema no es, como nunca el hombre goetheano, espíritu incorpóreo. Sus "huesos sólidos, vigorosos", que lo unen a la tierra, lo elevan a la vez hasta las estrellas. Ese cuerpo físico, fuente de apetitos, sensaciones, cambios, es también venerable por resultar consustancial con el alma.

Esta concepción se expresará también en poemas de amor escritos entre 1784 y 1795, de los cuales citaremos tres(28):

Para siempre(29)

Lo que el hombre, en sus límites terrenos,

llama, en sublime dicha, con nombres de dioses,

la armonía de la lealtad, que no conoce flaquezas,

y la amistad, que no conoce la pena de la duda,

la luz que los sabios encienden en reflexiones solitarias

y el poeta sólo en bellas metáforas,

todo eso, en mis mejores horas,

lo he descubierto en ella, y para mí.

A la ausente(30)

¿Te he perdido de veras?

¿has huído de mí, tú, bella?

Aún suena en mis oidos, habituados,

cada palabra, cada acento.

Así como la vista del viajero

traspasa en vano en la mañana el aire,

cuando escondida en el espacio azul

canta en lo alto la alondra,

así mi vista, sin sosiego

a veces atraviesa campo, floresta, bosque.

Todos mis cantos te llaman:

¡Amada, vuelve a mí!

Proximidad del amante(31)

Pienso en ti cuando el reflejo del sol

llega a mí desde el mar.

Pienso en ti cuando el parpadeo de la luna

se vislumbra en las aguas.

Te veo cuando por la remota senda

el polvo se levanta,

en la profunda noche, cuando el peregrino se estremece

por la angosta vereda.

Te escucho cuando allá, con murmullos ahogados

ascienden las olas.

Voy a menudo al bosque en calma, a escucharte

cuando todo calla.

Estoy junto a ti, aun cuando estés muy lejos,

estás cerca de mí.

El sol declina, casi me alumbran las estrellas,

¡Si estuvieras aquí!

El amor, diálogo por excelencia, encuentro total con el Tú, constituye una forma superior de acercamiento al cosmos. Lo divino, la naturaleza, la mística de la ausencia y del silencio, todo se mezcla en los citados poemas. Las fronteras de la humanidad se rompen entonces. Ya nada diferencia a dioses y hombres, pues los "límites" son sustituídos por "nombres de dioses". El ser finito se supera a sí mismo a través de un amor

que también puede lacerarlo y destruirlo, según muestran, no sólo el poema "A la ausente", sino una novela como Die Wahlverwandschaften, donde el misterio aparece para dar fe de lo ocurrido. Porque el dolor y la destrucción provenientes del amor tienen también una causa cósmica, asentada en la unidad cuerpo-espíritu o más bien, en la materia espiritualizada que conforma al hombre. Por ello, el amante que canta a la ausente busca fundir su pesar con la naturaleza del mismo modo que Otilie lo hará en la novela. El cuerpo de Otilie, incorrupto post mortem resulta una prueba de algo petrificado, consumido, no realizado, detenido en el tiempo. Pero la muerte virginal, como en un sacrificio arcaico, confiere a esa suspensión temporal de la muerte poderes mágicos. Si "Para siempre" se dirige hacia las cumbres de lo humano, hacia la pareja cósmica–en un sentido creador, donde se destacan los más altos valores éticos que resumen el ideal de "vida bella", pues la amada de este poema es un ejemplo evidente de "alma bella"–, los otros dos poemas funden a la persona amada con la naturaleza, cuyas manifestaciones evocan su imagen. Dios aparece entonces con mayor claridad al hombre cuando, para emplear los términos de M. Buber, la palabra básica Yo-Tú se pronuncia, lo cual no puede hacerse sino con todo el ser. Así pues, en esta etapa de juventud madura, el poeta persigue y logra la armonía entre hombre y cosmos.

Cada vida humana tiene sentido en sí misma, y al expresarlo, "Fronteras de la humanidad" apunta hacia la historia como religación, a diferencia de su comprensión como suma de hechos o proceso de inevitable ascenso en una dirección. La historia es esa "infinita cadena" cuyos eslabones son las épocas, grandiosa cada una en su limitación. La estructura jerárquica de la naturaleza conduce a la idea de la historia, y así lo muestra la tradición panteística, en la cual debe destacarse el explícito reconocimiento a Spinoza por parte de Herder. La noción de evolución natural del siglo XVIII, que los fósiles hallados por Leibniz en el Harz preludiaron(32), alimenta también la concepción iluminista de la historia. Al igual que en otros aspectos, Leibniz fue el padre de esta conquista del siglo XVIII, pues si Vico limitó, por razones expresadas en su Autobiografía y en la Ciencia Nueva, el objeto posible de estudio de dicha ciencia al hombre y las naciones que funda, Leibniz trazó un paralelo entre historia cósmica, incluyendo la naturaleza, e historia humana que recogerían Goethe y Herder, entre otros. La continuidad entre la naturaleza y el hombre, sus mutuas diferencias, las transiciones entre ambos, forman parte de la búsqueda epocal de los nexos entre naturaleza y sociedad, que han sido demasiado tiempo apreciados sólo a través del prisma hegeliano-marxista.

Los dos primeros poemas estaban separados entre sí apenas por ocho años. En los 14 años siguientes se insertan los tres breves poemas amorosos citados. El último aquí incluído, que refleja la concepción definitiva de Goethe, dista 40 años de "Fronteras de la humanidad" y 26 de "Proximidad del amante". A los 72 años de edad, en la plenitud de sus facultades creadoras (no ha de olvidarse que el Fausto fue culminado en el mismo año de su muerte), termina en Jena, el 6 de octubre de 1821 "Uno y todo". Contiene sus más elaboradas reflexiones metafísicas, en las que el nexo entre lo finito y lo infinito, siempre vinculado a la relación central hombre-naturaleza, alcanza su forma definitiva.

Uno y todo(33)

Para integrarse a lo infinito

se anulará gustoso lo aislado;

allí desaparece todo hastío.

A cambio de anhelos vehementes,

deseos indomables,

onerosos reclamos, severos deberes,

renunciar se hace un goce.

¡Alma del mundo, ven a colmarnos!

Pues luchar con el espíritu universal mismo

será el más noble empleo

de nuestras fuerzas.

Buenos espíritus nos guían participando,

supremos maestros, conduciéndonos benignos

hacia Aquel que todo crea y creó.

Y para renovar la Creación,

para que no se petrifique,

obra un eterno, vivo poder.

Lo que no era, será ahora

hacia claros soles, tierras polícromas,

en modo alguno puede cesar.

Debe agitarse, actuar creando,

primero cobrar forma, luego transmutar.

Sólo en apariencia

quedará por momentos en calma.

Lo eterno palpita en todo,

pues todo ha de disolverse en la nada

si ha de subsistir en el ser.

Hay mucho en común y a la vez diferente entre la concepción aquí expresada y la del más brillante discípulo del autor: Joseph Schelling. En 1798, año en que apareciera también una de sus obras más significativas, Von der Weltseele, obtuvo una cátedra en la universidad de Jena con la ayuda de Goethe, quien se consideraba su "padre espiritual"(34). Goethe aprendió tanto del joven filósofo como éste del maestro. En 1800 había sido publicado ya el System des transzendentalen Idealismus, en el que la idea de un principio infinito, generador a la vez de la naturaleza naterial y del espíritu humano vertebraba toda la constitución del universo. Resaltaba la indiferenciación entre el ser y el pensar en cuanto principio central, lo que le valdría agudas críticas por parte de Hegel.

Por lo pronto la obra, que provocó enconadas polémicas, estaba impregnada del pensamiento de Goethe y de los místicos alemanes e italianos de la Edad Media y del Renacimiento, de Spinoza y Kant. "Uno y todo" revela el espíritu que anima también el "Sistema…", pese a ser imposible, desde luego–contra tan lamentable error advertía Lukács(35)–trazar un paralelo exacto, siquiera aproximado, entre una obra literaria y un tratado filosófico, aunque el poeta sea un filósofo como Goethe y el filósofo un poeta como Schelling, al que Carolina Schlegel escribía expresando el sentir de muchos contemporáneos: "Tú tienes poesía…Goethe te cede también la poesía, te transfiere su naturaleza"(36). Esta certidumbre sobre la poesía de los conceptos filosóficos no es casual en el Iluminismo alemán, cuyo énfasis en la estética contenía un interés más profundo: hallar la fuente y la forma suprema de expresión de toda actividad, a partir de la humana. El antropologismo intrínseco del System…, cubierto con la máscara de la ontología especulativa, se aproxima a la concepción neoplatónica del problema, que aglutina ser, saber y belleza en unidad indiferenciada que sólo se desmembra en el mundo de lo fenoménico. El infinito, en cuanto existencia, produce la vida manifestada, expresión degradada de su propia vida. El panteísmo de Goethe se había apoyado siempre sobre los mismos principios. Al apartarse de Kant y Fichte, Schelling devolvía al hombre la condición de microcosmos que le confería Goethe. Mediante el hombre, limitación que se supera a sí misma so pena de morir–en ello reside el espíritu fáustico–la naturaleza se piensa, pero tras ella, el principio indiferenciado condiciona todo el proceso.

¿Ha retornado Goethe a la aceptación de la trascendencia divina, rechazada enérgicamente en Prometheus? Ocurre que, como en el caso de Schelling, el principio no es una divinidad en el sentido tradicional del término. El poder ilimitado de la naturaleza permite concebirla dotada de todas las propiedades tradicionalmente atribuídas a las divinidades. Más bien se trata de una síntesis de todos los elementos fundamentales de su pensamiento. El 11 de marzo de 1832, 11 días antes de su muerte, comenta con Eckermann:

"Las cosas de la Biblia deben considerarse con arreglo

a un doble criterio: hay, en primer lugar, el criterio

de una suerte de religión natural, el de la pura naturaleza

y razón, la cual es de origen divino. Este se mantendrá

siempre en el mismo, y perdurará y regirá en tanto haya

en el mundo seres dotados por Dios de inteligencia. Pero

ese punto de vista es sólo para los elegidos y harto

elevado y noble para hacerse patrimonio de todos. Hay

luego el criterio que sigue la Iglesia y que resulta ya

más humano. Cierto que es defectuoso, sujeto a cambio y

mudanza, pero durará mientras haya en el mundo seres débiles

de cerebro. La luz de la pura radiación divina es harto

clara y radiante para que pueda soportarla el hombre

simple y débil"(37).

No es el criterio volteriano. La religión no es precisamente

un freno para impulsos peligrosos o una ayuda para sostenerse en un mundo violento y tal vez absurdo. En el Iluminismo alemán la trascendencia de Dios–si se insiste en llamar así al primer principio–es gnoseológicamente superable. Por el arte y la ciencia la humanidad se acerca infinitamente a ella. Corresponde a los educadores del género humano, similares a Prometeo, pero enriquecidos con la sabiduría vital de "Uno y todo", capaces de soportar el peso de estas verdades supremas, la preparación del género humano para recibirlas a medida que el espíritu popular reciba las luces. Está configurada ya en lo esencial la religión humanista de Feuerbach basada en el diálogo, la comunicación, la vida bella a la que los ilustrados aspiraban y que los románticos desesperarán de conseguir, sentimiento agudizado con el siglo XX.

Goethe también cree que las formas y rasgos de los dioses se corresponden con el grado de desarrollo de los pueblos y por eso, pese a reconocer la belleza del hinduísmo, prefiere el politeísmo griego, como la mayoría de sus contemporáneos–Schopenhauer constituirá otro tipo de "educador", como le llamaría Nietzsche en un ensayo— por la condición humana de sus divinidades, pues aún debía Europa aprender mucho sobre las máscaras de Dios que las divinidades zoomórficas constituyen. Con Schelling, quien diera carácter sistemático a muchas ideas de Goethe, ocurre otro tanto, uno y otro inspirados en la tradición panteísta europea. Pueden apreciarse las analogías del poema "Uno y todo" con los siguientes pasajes de Böhme:

"Igual que el espíritu del hombre domina en

todas las arterias por todo el cuerpo y llena

al hombre entero, así también llena el Espíritu

Santo la naturaleza entera y es el corazón de

la naturaleza.

Si se quiere contemplar al sol y las estrellas

con su corpus, operaciones y cualidades, encuéntrase

en ellos la esencia divina, como que las fuerzas de

las estrellas son la naturaleza"(38).

"Esa (esencia) es la madre eterna de la naturaleza,

de la que resultaron cielo, tierra, estrallas, elementa,

y cuanto en ellos hay, y en ella existe todo"(39).

Y acerca de la religión, Schelling escribe:

"La reflexión se eleva hacia aquel absoluto que es el

fundamento común en la armonía entre la libertad y la

inteligencia; así resulta el sistema de la Providencia,

esto es, la religión, en el único verdadero significado

del término"(40).

Así pues, la inteligencia sólo se vincula a la libertad a través de lo absoluto, tesis heredera de las concepciones de Lipsius sobre el "verdadero destino" y de las leibnizianas sobre la predeterminación inserta en el hombre. La libertad entonces es un derecho al cual sólo se accede si la inteligencia ha preparado el camino para la salida de la "minoría de edad" a la cual se refería Kant. No tienen un origen diferente, de acuerdo también con el espinocismo.

La noción de anima mundi o Weltseele no sólo indica la génesis del hombre, el supremo ser finito, sino el punto que permite comprender que todo anhelo, todo bullir es impulso que desencadena acciones, sin las cuales no tendría lugar el perfeccionamiento espiritual y social del hombre. Esta alma universal bulle en el hombre, pero como fuerza vivificante, no como "astucia" de la razón que infunde los mencionados "vehementes anhelos" en los llamados a ser "individuos históricos" en un proceso de avance inevitable donde todo se subsume en la razón. En el caso de Goethe, el mundo puede petrificarse, y para evitarlo, debe luchar el hombre, emplear el "vivo poder" que en él reside.

El microcosmos humano no debe engañarse ante la belleza de lo alcanzado, de la presente "era de las luces", parece decirnos Goethe, casi como mensaje póstumo. Lo que creímos definitivo, descanso de la epopeya histórica, fin de la historia, si quieren emplearse términos muy recientemente revitalizados, es en realidad el umbral de nuevos esfuerzos que nunca cesarán. Nunca el "Verweile doch! Du bist so schön…" fáustico podrá ser pronunciado, es su mensaje más acabado, su testamento.

En "Uno y todo" se revela un misticismo de la acción, precisamente el fáustico, análogo al expresado, por ejemplo, en el karma-yoga(41). El mismo hombre que proclamó su libertad

frente a Zeus y accedió a afrontar todos los riesgos al hacerse dueño de su propio destino, que comprendió su vínculo misterioso con la naturaleza y con los demás hombres, la transmisión de su empeño a través de las generaciones, se encuentra frente al último escalón en el ascenso al ser: su desaparición individual. Si su vida espiritual está sujeta a cambios constantes mientras se prolongue su vida física, so pena de morir en vida e incumplir su papel en el drama humano, la muerte deja de existir, deviene transmutación. Sólo así se conserva la obra humana: Inclinata resurget.

Este ideal de vida es también poesía, la unión de poesía y verdad reclamada por Goethe en sus memorias. Nuestra época lanza un alerta, un llamado a la recuperación del Weltgeist reclamado por Goethe y el Iluminismo alemán. Como Nicolás Berdiáiev y Alain Minc–a principios y a fines del siglo XX–han pronosticado, una nueva Edad Media, en el peor sentido, parece rondarnos. Y sólo el verdadero diálogo, la recuperación de lo humano en su multidimensionalidad, en su pluralidad de expresiones, cantados por Schiller en su "An die Freude", propiciará un despertar, del cual A. Schopenhauer y F. Nietzsche fueron profetas. Mircea Eliade señalaba que el situarse en el lugar del otro, el cambio de la perspectiva espiritual se traduce "en una regeneración profunda de nuestro íntimo ser"(42). Retomar el hilo de estos procesos ahora interrumpidos o al menos en peligro, iniciados por Europa en los siglos XVII y XVIII con plena conciencia, podrán conducirnos a una forma realmente humana de civilización.

Lourdes Rensoli Laliga

Sociedad Española Leibniz

NOTAS

(1) La primera versión del presente trabajo obtuvo en 1988 el Premio Nacional de la crítica literaria en Cuba. La presente versión, enriquecida, incluye traducciones de nuevos poemas, y fue terminada en 1996.

(2) Cfr.: J. Santayana: Tres poetas filósofos: Lucrecio, Dante, Goethe. Buenos Aires, 1942, p. 131.

(3) J. W. von Goethe: Ausgewählte Schriften über die Natur. Weimar, 1961, S. 53. Salvo que se indique lo contrario, todas las citas y poemas de Goethe incluídos en este trabajo han sido traducidos por la autora.

(4) Véanse, entre otros: H. Hamm: Goethes "Faust". Werkgeschichte und Textanalyse. Berlin, 1978; H. Hamm: Der Theoretiker Goethe. Grundpositionen seiner Weltanschauung. Berlin, 1980; H. Ley: Geschichte der Aufklärung und des Atheismus. Berlin, 1978, Bd.3; G. Lukács: Goethe und seiner Zeit. Berlin, 1953; H. H. Reuter: Johann Wolfgang Goethe. Leipzig, 1979; H. J. Geerdts: Johann Wolfgag Goethe. Leipzig, 1977.

(5) Véanse, entre otros: J. Ortega y Gasset: Goethe-Dilthey. Madrid, 1983; R. Steiner: Gnoseología fundamentada en la concepción goetheana del mundo. México, 1981; A. Beguin: El alma romántica y el sueño. México, 1954; G. Söhngen: El Cristianismo de Goethe. Madrid, 1959; E. Caro: La philosophie de Goethe. Paris, 1866; S. Koranyi: Autobiographik und Wissenschaft im Denken Goethes. Bonn, 1984.

(6) Cfr.: A. Beguin: op. cit., pp. 88-90.

(7) Cfr.: S. Wollgast: Philosophie in Deutschland zwischen Reformation und Aufklärung (1550-1650). Berlin, 1988, S. 366-409, 615 ss; A. Heinekamp: "Leibniz und die Mystik". In: Gnosis und Mystik in der Geschichte der Philosophie, hrsg. v. P. Koslowski. Zürich, 1988, S. 183-206.

(8) Cfr.: F. B. Merkel: "Leibniz und China". Beiträge über Leibniz, hrsg. v. E. Hochstätter. Berlin, 1952; H. W. Gensichen: "Missionsgeschichte". In: Evangelisches Kirchenlexikon, Bd. III. Göttingen, 1992, pp. 445-456; P. Damboriena: La salvación en las religiones no cristianas. Madrid, 1973; S. M. Melamed: Spinoza and Buddha. Chicago, 1933. No debe olvidarse además que es en 1784 cuando se funda en Bengala la "Asiatic Society", que difundiría en Europa el pensamiento de la India, sobre todo a través de los Asiatics Researches, que comenzarán a publicarse en 1788. Ya en 1785 Ch. Wilkins había traducido al inglés la Baghavad-Gita. W. Schlegel la llevará al latín en 1822. Abundamos sobre ésto en nuestro trabajo: "La filosofía india en Europa: Arthur Schopenhauer".

(9) Cfr.: A. Cardoso: "Leibniz e a imagen do Oriente". Prefacio a: G. W. Leibniz: Discurso sobre a Teologia Natural dos chinenses. Lisboa, 1991; F. S. C. Northrop: El encuentro de Oriente y Occidente. México, 1848; E. Saïd: L'Orientalisme: l'Orient creé par l'Occident. Paris, 1980.

(10) No debe olvidarse la gama que la llamada "imagen del otro"–en las civilizaciones no occidentales–recorre en el siglo XVIII, desde las Cartas Persas de Montesquieu hasta las traducciones de clásicos de dichas culturas, sobre todo de India, que alcanzan un punto culminante con la fundación por A. W. Schlegel de la Biblioteca India en 1820.

(11) Cfr.: Goethe: "Autobiografía. Influjo de la nueva filosofía". En: Obras completas, tr. Cansinos Assens. Madrid, 1958, t. II, p. 1915.

(12) Los textos originales han sido extraídos de:

Goethe: Berliner Ausgabe I. Poetische Werke. Berlin, 1976 (B.A. en lo adelante. El presente aparece en la p. 331), cotejada con:

Goethes Werke (Im Auftrag der Goethe-Gesellschaft herausgegeben). Bd. I, Leipzig, 1949-1952.

(13) I. Kant: Ausgewählte kleine Schriften. Hamburg, 1965, S.1-9.

(14) Goethe: "Autobiografía", ed. cit., p. 1916.

(15) Cfr.: Acotaciones a la B.A.I, S. 871-872. H. H. Reuter: op. cit., p. 54.

(16) Goethe: "Poesía y verdad". Libro XV. Obras Completas, ed. cit., p. 1821.

(17) Bedecke deinen Himmel, Zeus,

mit Wolkendunst,

Und übe, dem Knaben gleich,

Der Disteln köpft,

An Eichen dich und Bergeshöhn!

Musst mir meine Erde

doch lassen stehen,

Und meine Hütte,

die du nicht gebaut,

und meine Herd

um dessen Glut

du mich beneidest.

Ich kenne nichts ärmers

unter der Sonn als euch, Götter.

Ihr nähret kümmerlich

von Opfersteuern

und Gebetshauch

eure Majestät;

und darbtet, wären

nicht Kinder und Bettler,

Hoffnungsvolle Thoren.

Da ich ein Kind war,

nicht wusste, wo aus noch ein,

kehrte mein verrirtes Aug

zur Sonne, als wenn drüber wär

ein Ohr zu hören meine Klage,

ein Herz wie meins

sich des Bedrängten zu erbarmen.

Wer half mir wider

der Titanen Übermuth?

Wer rettete vom Tode mich,

von Sklaverey?

Hast du's nicht alles selbst vollendet,

Heilig, glühend Herz?

Und glühtest, jung und gut

Betrogen, Rettungsdank

Dem Schlafenden da droben?

Ich dich ehren? Wofür?

Hast du die Schmerzen gelindert

Je des Beladenen?

Hast du die Trähnen gestillet

Je des Geängsteten?

Hat nicht mich zum Manne geschmiedet

die allmächtige Zeit

und das ewige Schicksal,

meine Herrn und deine?

Wähntest du etwa,

Ich sollte das Leben hassen,

in Wüsten fliehen,

weil nicht alle Knabenmorgen

Blütenträume reiften?

Hier sitz ich, forme Menschen

nach meinem Bilde,

ein Geschlecht, das mir gleich sey,

zu leiden, zu weinen,

zu geniessen und zu freuen sich,

und dein nicht zu achten,

Wie ich!

(18) Para la traducción de este poema se han confrontado las ediciones anteriormente mencionadas con la edición facsimilar: Prometheus. II verbesserte Ausgabe. Weimar, 1977. El original transcrito corresponde a esta última.

(19) A. W. Schlegel: Teoría e historia de las bellas artes. Buenos Aires, 1943, p. 97.

(20) Recuérdese que Goethe leyó a Spinoza en los años de 1784-85, junto a Charlotte von Stein. Cfr.: W. Dilthey: De Leibniz a Goethe. México, 1945, cap. "Goethe y Spinoza".

(21) Cfr.: S. Wollgast: op. cit., S. 754-755 ss.

(22) Ibíd., S. 650.

(23) Cfr.: M. Bernal: Black Athena. The afroasiatic Roots of Classical Civilisation. New Yersey, 1990, Vol. I.

(24) Cfr.: G. Lukács: Goethe und seine Zeit, ed. cit. p. 21.

(25) Cfr.: H. Reuter: op. cit., p. 54.

(26) Aunque Herder no publicó hasta 1784 su obra central Ideen zur Philosophie und Geschichte der Menschheit, ya en el año 1774 había aparecido su Aus einer Philosophie der Geschichte und Bildung der Menschheit. Cfr.: H. Lilje: "Herder, Theologie und Weimarer Kreis". In: Goethe und seine Zeitgenossen, hrsg. v. V.A. Schaefer. München, 1968, S. 115-139 (en lo adelante G.Z.);

D. Borchmeyer: Die Weimarer Klassik. Königstein, 1980, S. 71-77;

G. Wild: Goethes Versöhnungsbilder: eine geschichtsphilosophische Untersuchung zu Goethes späten Werden. Stuttgart, 1991.

(27) Wenn der uralte

heilige Vater

mit gelassener Hand

aus rollenden Wolken

segnende Blitze

über die Erde sät,

küss ich den letzten

Saum seines Kleides,

kindliche Schauer

treu in der Brust.

Denn mit Göttern

soll sich nicht messen

irgendein Mensch.

Hebt er sich aufwärts

und berührt

mit dem Scheitel die Sterne.

Nirgends haften dann

die unsichern Sohlen,

und mit ihm spielen

Wolken und Winde.

Steht er mit festen,

markigen Knochen

auf der wohlgegründeten,

dauernden Erde,

reicht er nicht auf

nur mit der Eiche

oder der Rebe

sich zu vergleichen.

Was unterscheidet

Götter von Menschen?

Dass viele Wellen

vor jenen wandeln,

ein ewiger Strom:

uns hebt die Welle,

verschlingt die Welle,

und wir versinken.

Ein kleiner Ring

begrenzt unser Leben,

und viele Geschlechter

reihen sich dauernd

an ihres Daseins

unendliche Kette.

(28) Los textos corresponden a las fechas siguientes:

"Für Ewig", escrito en 1784 y enviado a Charlotte von Stein, a quien se supone dedicado.

"An die Entfernte", escrito probablemente en 1788.

"Nähe des Geliebten", escrito en abril de 1795, inspirado en un poema de F. Brun, a su vez bajo la influencia de la "Adelaide" de F. von Mathissons. Cfr.: B. A., I.

(29) Denn was der Mensch in seinen Erdeschranken

von hohem Glück mit Götternamen nennt,

die Harmonie der Treue, die kein Wanken,

der Freundschaft, die nicht Zweifelsorge kennt;

das Licht, das Weisen nur zu einsamen Gedanken,

des Dichtern nur in schönen Bildern brennt,

das hatt ich all in meinen besten Stunden

in ihr entdeckt und es für mich gefunden.

(30) So hab ich wirklich dich verloren?

Bist du, o Schöne, mir entflohn?

Noch klingt in den gewohnten Ohren

ein jedes Wort, ein jeder Ton.

So wie des Wandrers Blick am Morgen

vergebens in die Lüfte dringt,

wenn, in dem blauen Raum verborgen,

hoch über ihm die Lerche singt:

so dringet ängstlich hin und wider

durch Feld und Busch und Wald mein Blick.

Dich rufen alle meine Lieder:

O komm, Geliebte, mir zurück!

(31) Ich denke dein, wenn mir der Sonne Schimmer

von Meere strahlt;

ich denke dein, wenn sich des Mondes Flimmer

in Quellen malt.

Ich sehe dich, wenn auf den fernen Wege

der Staub sich hebt;

in tiefer Nacht, wenn auf dem schmalen Stege

der Wandrer bebt.

Ich höre dich, wenn dort mit dumpfem Rauschen

die Welle steigt.

Im stillen Haine geh ich oft zu lauschen,

wenn alles schweigt.

Ich bin bei dir, du seist auch noch so ferne,

du bist mir näh!

Die Sonne sinkt, bald leuchten mir die Sterne,

O wärst du da!

(32) Cfr.: G. W. Leibniz: Protogäa, hrsg. v. W. v. Engelhardt. Stuttgart, 1949; A. B. Wachsmuth: "Goethe und die Brüder von Humboldt". In: G.Z., S. 53-85; L. Dickmann: Johann Wolfgang Goethe. Boston, 1974, pp. 37-50; D. Borchmeier: op. cit., S. 121-139; A. Groth: Goethe als Wissenschaftshistoriker. München, 1972.

(33) Im Grenzenlosen sich zu finden,

wird gern das Einzelne verschwinden,

da löst sich alles Überdruss;

Statt heissem Wünschen, wildern Wollen,

statt läst'gem Fordern, strengem Sollen,

sich aufzugeben ist Genuss.

Weltseele, komm uns zu durchdringen!

Dann mit dem Weltgeist selbst zu ringen,

wird unsrer Kräfte Hochberuf.

Teinehmend führen gute Geister,

Gelinde leitend, höchste Meister,

zu dem, der alles schafft und schuf.

Und umzuschaffen das Geschaffne,

damit sich's nicht zum Starren waffne,

wirkt ewiges lebendiges Tun.

Und was nicht war, nun will es werden

zu reinen Sonnen, farbigen Erden,

in keinem Falle darf es ruhn.

Es soll sich regen, schaffend handeln,

erst sich gestalten, dann verwandeln;

nur scheinbar steht's Momente still.

Das Ewige regt sich fort in allen:

denn alles muss in Nichts zerfallen,

wenn es im Sein beharren will.

(34) Cfr.: A. B. Wachsmuth: "Goethe und Schelling". In: G. Z., S. 86-114; S. Dietzsch: "Die Odysee der Vernunft. Schellings letzte Druckschriften (1804-1812)". In: F.W.J. Schelling: Schriften 1804-1812. Berlin, 1982. Véanse también las cartas de Caroline Schlegel a Schelling y Goethe, nºs 84 y 86 en: Begegnung mit Caroline. Leipzig, 1979 (en lo adelande se citará como B.C.).

(35) Cfr.: G. Lukács: El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista. Barcelona, 1972, p. 544.

(36) C. Schlegel: Cartas a Schelling nº 84 (octubre. 1800) y nº 97 (1º. V. 1801) . En: B. C.

(37) Goethe: Obras completas, ed. cit., T.II, pp. 1407-1408.

(38) J. Böhme: Aurora. Madrid, 1979, p. 35.

(39) J. Böhme: Ibíd., p. 39.

(40) F. W. J. Schelling: System des transzendentalen Idealismus, hrsg. v. S. Dietzsch. Leipzig, 1979, S. 250.

(41) Cfr.: Brâmachârin Bodha-bikshu: La filosofía esotérica de la India. Barcelona, 1923, cap.I; Satchiyananda Murty: Revelation and Reason in Advaita Vedanta. Andhra University, 1961, II, VII;

Surendranath Dasgupta: A history of Indian Philosophy, 3 vol. Cambridge, 1932; M. Eliade: Yoga, inmortalidad y libertad. Buenos Aires, 1977, caps. I y II.

(42) M. Eliade: "Simbolismo religioso y valorización de la angustia". En: Mitos, sueños y misterios. Madrid, 1991, p. 55.

Autor:

Lourdes Rensoli Laliga

http://solotxt.brinkster.net/tabularium/rensoli.htm

Partes: 1, 2
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