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Psiquismo y elementales (página 7)


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Percibiendo Silvano acompañado de su bando, corrió al encuentro de aquellos secuaces.

— pronto, maestro! El servicio está hecho informó uno de los "secuestradores" – ¿para dónde los conduciremos? Para el grutón de Nirvana., ¡al camino! Satisfechos soltando horribles carcajadas de placer anticipado, desaparecieron en la primera esquina.

Uno de ellos le dijo al compañero:

— prefiero la mujer.

— Prefiero el muchacho – optó el otro.

— Reale quedó para atrás con su inseparable amigo Fabricio

— Hoy, no estoy con mucha voluntad de ir al grutón. ¿Preferiría visitar la ciudad. – Quieres venir conmigo? – estoy cansado y con hambre – respondió Fabricio

— descansemos en aquel restaurante que no cierran nunca y ahí matarás el hambre.

El interior del estadero estaba repleto de bohemios, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, que en las mesas, comían o bebían.

Aún mayor era todavía el número de los habitantes de "más allá de la sepultura".

Cada cual sintonizado según los pensamientos que se reflejaban en la zona mental de uno y del otro, en forma de imágenes que, asumía posiciones en consonancia con las fuerzas volitivas y mentales de los frecuentadores de la casa, agarrándose estos a unos y a otros, que, identificados en el vicio y en el deseo, se alimentaban o bebían del mismo plato o de la mima copa, con una voracidad y avidez espantosa.

Al lado de una pobre mujer decaída, entidades grotescas, bestiales y embrutecidas le saturaban la atmósfera mental de deseos renegridos, compeliéndola a actitudes de libertinaje frente a los compañeros de aventuras nocturnas.

Otras sombras vampíricas se divertían haciendo apuestas sobre la manera como podrían poner actuar a cualquier persona en esta o en aquella situación.

Hecha la apuesta se aproximaban a la víctima. Se tenía la impresión – cuando las traicioneras o marrulleras entidades invisibles se aproximaban al blanco de sus experiencias, que, inconscientes de su posición mental, se lanzaban a la satisfacción de sus instintos pervertidos – como si un pequeño motor de débil potencial fuese excitado a funcionar, pues se sentía como un zumbido de alas o el ruido característico de una colmena en franca actividad.

Aquí podíamos ver cómo los "vivos" recibían órdenes de los vampiros.

Algunos se estremecían involuntariamente, como si se sintiesen arrebatados de frío, llegando a murmurar:

Voy a resfriarme. Estoy sintiendo que me tiembla todo el cuerpo.

— es el tiempo – respondían otros. – es debido a los cambios bruscos de temperatura, en nuestro clima nadie puede huir a las gripas o a los resfriados.

— tómese una aspirina con un trago de coñac. Es óptimo.

Relé y Fabricio reían de ver la inocencia de los comentarios y de los malestares.

— empero… estoy con hambre, Realé amigo!

— pues nos toca masticar. – ¡No tiene dientes!

El espíritu no es vapor de agua, ¡no señor! Yo por eso no meto mi mano en tu boca. Más… mire aquella mesa! ¡Tiene carnero asado, lechón, gallina y pez! Se me está volviendo agua la boca!

Se aproximaron a la mesa, donde diversas personas inclusive mujeres, hacían una merienda extra.

— voy a servirme de esa mujer – dice Fabricio – como si se fuera colando ajustándose a una señora bien nutrida que devoraba una chuleta.

Realé tuvo la impresión de que Fabricio se confundía con la mujer gorda, pues tenues hilos que partían del campo mental de él, estrechaban a las dos criaturas normalmente en la región del tórax.

Inmediatamente, la comensal nocturna de aquel asadero redobló su actividad con increíble voracidad, la llevaba a devorar pedazo sobre pedazo de carne asada, al mismo tiempo que tomaba largos tragos de cerveza y vino.

Fabricio se engolosinaba "succionando" parte considerable de los alimentos que la mujer ingería. Realé, a su turno, se aproximó de un hombre que masticaba ruidosamente una pierna de gallina, el fenómeno se repitió. Con la presencia de Realé con su ligazón al hombre del plato de gallina, este reclamó para devorar los platos con la rapidez de la piraña.

En breve trecho, estaban llenas las dos "almas del otro mundo".

Y cuando se desligaron de sus víctimas estas dejaron pender las cabezas sobre la mesa, invenciblemente estaban bebidas y repletas de alimentos indigestos. Reían ruidosamente Fabricio y Realé y salieron.

La ciudad estaba quieta y adormecida. El Guaibá reflejaba la luz de las estrellas, serenamente. Uno de los vampiros habló:

– -para dónde?

–para el grutón de Nirvana. Pienso que mejor comparezcamos a la sesión, de ahora en adelante el jefe llegará a llamar lista y nos echará de menos. Nada de fallarle al viejo Nicolson. – Nos toca, Fabricio…

— sin embargo, vamos a echarle una mirada al casino. Me divierto mucho con esos caballeros que pasan la noche jugando.

— Más no nos demoremos. Recuérdate que el jefe no es de medianas medidas en las sesiones.

En breve estaban en el salón de juegos. El casino repleto de hombres y mujeres elegantes alrededor de las mesas de paño verde…Pararon a cierta distancia

Realé habló:

— mira Fabricio, cómo aquel sujeto de corbata encarnada, medio calvo, quiere hacerle trampa a los otros. Fabricio concentró la atención en el mencionado hombre.

Al rededor de su cabeza se bullían cartas mentales, combinaciones numéricas, paralelamente a una formación espesa y como viscosa, donde sobresalía la propia figura del hombre, procurando, por medios artificiales y bellacos, engañar a los compañeros.

El espectáculo era chocante y a pesar de lo repelente instructivo.

El individuo arquitectaba mentalmente un golpe, cambiando la posición y la disposición de las cartas de la baraja, de manera a obtener una combinación que le diese un "triunfo" arrasador. Que pícaro este! como ves, Realé?

Aún he de mostrarte – prosiguió Realé; cosas mucho más interesantes, cuando te lleve a los salones de fiestas elegantes, palacetes, residenciales, asambleas políticas y particulares, hospitales, iglesias y ministerios, cuando los hombres pretenden, a cualquier precio, sobornar a Dios y quedar como sanos en la conciencia.

Realé, después de haber proferido la última frase. Continuó:

Fabricio, aún eres novato en atrapar el pensamiento de los encarnados, en una serie de fenómenos que se procesan en el campo mental de los terrícolas.

— ¿Realé, todo eso que nosotros vemos y vivimos es verdad?

— pues como no!, ¿no viste y no estás viendo?— Somos aquello que queremos, hijo.

— ¿y por qué no somos ángeles?— Acaso, no lo somos?

— ¿Nosotros?

— Claro joven, solo con la diferencia de que los "otros" son del cielo y nosotros del grutón de Nirvana. Ellos tienen alas y nosotros garras

Y rió desenfrenadamente y aligeraron el paso. Más adelante, Fabricio indagó:

— escucha Realé, ¿cómo es que el jefe nos gobierna a todos?

— por el poder. — ¿Qué poder?

— ¡Mayor capacidad de comprensión para el mal!

¿Y Dios, Realé?

— No envuelvas a Dios en esas cosas, si es que crees en Él – mi madre me enseñaba un rezo que el padre decía en la iglesia.

– tontería de los padres, Fabricio. ¿Ya viste a Dios?— ¿y ya viste al jefe?

– ya

— pues él es nuestro Dios, y nos toca esperarlo en el grutón. Si llegásemos atrasados, iría a suponer que estábamos traicionando la causa con los habitantes del cielo.

— ¡te referiste a los Ángeles?— naturalmente, a los ángeles buenos

Y se callaron apresurando el paso.

Fabricio iba pensativo, cabizbajo, ensimismado. A cierta altura opinó:

— escucha, Realé ¿somos espíritus?—- ¡por qué me lo preguntas!

— interrogaba a su vez a Fabricio riendo ruidosamente.

— porque si yo fuese espíritu, no tenía sed, no tendría sueño, ni caminaría a píe – volaba.

— es una torpeza Fabricio, discúlpeme el elogio.

— Espíritu, compañero, no quiere decir humareda, nube, como allá decía el viejo Malaquías de Asís,

— ¿por qué?

— sólo los ángeles pueden volar de manera admirable!…pues estos si no necesitan comer ni beber como nosotros.

— ¿y nosotros no podríamos ser ángeles?

— vaya pregúntale al jefe, si tienes valor para eso, arriésgate

— En esa no caigo yo! Me esperaría la penitenciaría de los escorpiones.- ¿Ya los viste?

— me contó el guardacostas de Silvano, cuando allá estuvo una semana entera, por haber dejado huir a Malaquias con la madre de él.

— Aquello es un horror, Fabricio!

— ¿Cómo es que aquí hay cobras, pájaros, bueyes, caballos y gatos?

— Joven, aquí no es un mundo de polvadera. Cuando la gente está en la tierra, piensa que "el otro mundo" es un lugar de fantasmas, o de almas envueltas en paños blancos con capuchas de algodón para asustar niños. Ahora, si esos animales, como las cobras y los escorpiones muerden a la gente, vaya pregúntele al viejo Malaquías que era doctor en estas cosas y óptimo profesor de biología del más allá de la sepultura.

Fabricio quedó pensativo, en cuanto Realé cantaba una zamba del último carnaval carioca.

— en veces, tengo deseos de huir de esta vida, Realé!

— cállate, animal! No sabes que pueden descubrirte los pensamientos?

— pues de ahí al jardín de los condenados es un paso.

— ¿Cómo sabes tantas cosas y por qué vives en una vida tan arriesgada y peligrosa?

— indagó Fabricio a Realé.

— yo nací para esto, compañero. Por más que yo me quiera regenerar o hacerme "ángel" de alas grandes, no lo consigo, mi viejo.

— ¿vamos a intentar huir como el viejo Malaquías?—- ¿y quién nos ayudaría Fabricio?

— ¿Tú no tuviste una madre?

— ¿Y tú?

— la tuve, buena, cariñosa, tierna, que lloraba cuando yo lloraba y reía cuando yo estaba contento.

Realé no respondió, Caminaba en silencio rumbo al grutón de Nirvana, con los pensamientos distantes.

— Mi pobre madre no sabe ciertamente de mí…

Y mudando bruscamente de entonación de voz, habló enérgico:

— Camina Fabricio, que Nicolson y la hermosa Belatriz no tardarán en llegar.

— qué mujer tan linda, es bella verdad Realé?

— Muy bonita. Empero su belleza quiere decir maldad o crueldad, pues yo nunca me casaría con una mujer de ese tipo de belleza.

— será tanto así Belatriz

— hay! Hijo, yo ya vi a aquella mujer enfurecida!, si el demonio existiese, Belatriz sería la diabla.

— pero es tan hermosa!

— estás apasionado por ella? Entonces has tu testamento "espiritual" porque Nicolson es Belcebú.

–apasionado ahora qué jugarreta! un espíritu apasionado…

— ¿y es que el espíritu no es gente?

— sí… es,… y debe ser…

Y se callaron. Al aproximarse al grutón de Nirvana, percibieron que el local de la sesión, estaba repleto de criaturas monstruosas, repelentes e infernales.

Grupos aquí y allí concertaban planes y arquitectaban trabajos, en cuantos otros intercambiaban ideas en cuanto al modo en que debían justificarse delante del jefe, en caso de que este no juzgase eficiente el servicio realizado.

— Fabricio, oye – habló Realé. Sino nos incumben de cualquier tarea, vamos a recorrer muchos lugares en los cuales observarás cosas. Necesito iniciarte en una serie de trabajos bochornosos

— sabes que soy tu amigo – respondió Fabricio.

— y porque sabes, quiero que me ayudes a buscar a una persona que debe estar "enterrada" en un cuerpo, en la ciudad de Puerto Alegre.

— ¿Para qué?

— fue mi mujer. La amé mucho y ella también me amó; empero, como algunos años después de casada se dio el lujo de creer en Dios, cuando desencarnamos nos separaron aquí. Nunca más la vi. Más Sóstenes me contó que ella estaba en Puerto Alegre, después de varios retornos a la carne, viviendo con su hijo, abandonada, en la mayor miseria.

— te traicionó entonces?.

— sí, me traicionó. Debió haberme esperado, pues ajustaremos cuentas.

— pues si la amas, como vas ha hacerle el mal?

— quien ama, castiga, allá decía el profeta. No se cual de ellos, El padre Bautista decía siempre eso, cuando había cualquier calamidad en la tierra, para justificar la cólera de Dios.

— pues cuente conmigo Realé.

— He de iniciarte en la masonería de la vida terrestre! Vas a ver!

— ¿qué masonería es esa?— La masonería del mal

— entiendo menos! – exclamó Fabricio, admirado.

— en esos momentos una especie de silbido que partía de la entrada del grutón, advirtió a los asistentes de la presencia de Nicolson, el gobernador del gordemonio. Se verificó una carrera y todos penetraron atropelladamente, en el local de la reunión, cada uno ocupando sus lugares.

Se hizo absoluto silencio y entró el jefe, acompañado de una joven mujer de belleza siniestra y provocadora.

Nicolson, ahora posando sobre una tarima del grutón, relanzó imponente mirada hacia los súbditos, pobres victimas de su propia inferioridad. Su aspecto era de ferocidad impresionante. Cabeza monstruosa, miembros deformes, altura descomunal, el gobernador del gordemonio dominaba por el terror que su figura infundía en aquellas almas trásfugas y desgraciadas.

A su lado, Belatriz y dos individuos de fisonomía y de fealdad absorbente se mantenían en actitud de respeto y miedo.

Nicolson resonó con voz lúgubre, fría, terrible y cortante como un filo de navaja:

— procede a la llamada de los comandantes de patrulla, Remigio – ordenó, volviéndose para el acólito de la derecha. Éste atento leyó la extensa lista de los indicados por el jefe.

..

La mirada del Gobernador es de un jaguar acosado por terrible ansiedad.

Reúne, aquí, ahora mismo, a todos los miembros especializados de la cuadrilla.

— Quedamos por fuera, Fabricio – susurró Realé al oído de su camarada.

— Felizmente – dice Fabricio, casi en un susurro…- Tu vas a ver quién es Nicolson – advirtió Realé.

— yo siempre oí decir que el hechicero tiene pacto con el diablo

— aventuró un vampiro al oído de una mujer mala cuyos ojos brillaban de maldad.

Nuevo silencio. Silencio pesado y angustiante.

Nicolson carraspeó y después con voz que parecía provenir de las profundidades de su ser, habló:

— hermanos! Hay patrullas de ángeles trabajando contra nosotros. Es urgente que cada cual se distancie de esa gente por el modo de actuar y de pensar. Dice los "electos" que hacen el bien, y nosotros también, afirmamos eso. Y la mejor arma es aún el pensamiento. Mejor que balas y proyectiles magnéticos de esos que tanto usan ellos contra nosotros. Si supiéramos pensar bien, en el sentido de realizar obras contrarias a aquellas que ellos pretenden hacer, estaríamos con el éxito garantizado! Y hay de quien se dejare arrastrar de pensamientos tontos de piedad y arrepentimiento!. — Los diversos departamentos de regeneración ahí están para recibir a los tránsfugas— y sus labios gruesos se encresparon en una sonrisa de indefinible bestialidad.

Todos permanecieron quietos. Después de haber focalizado la mirada sobre la asamblea, exclamó, gesticulando como un general que trazase programa de ataque, o estableciese normas tácticas.

No quiero sentimentalismos en este plano. Aquí es el lugar de los fuertes. Los persiguen?, Nos combaten? Empleemos las mismas armas! y venceremos!

Al proferir las últimas palabras un silbido estridente, que se asemejaba a una sirena de alarma, avisara que patrullas de espíritus dedicados al bien se aproximaban sobre el local de la nigromante reunión.

Un haz de luz enceguecedora, una claridad inmensa envolvió la caverna de Nirvana, llevando el pánico a aquellas almas desviadas, empero infelices y embrutecidas o malas.

Hubo carreras indescriptibles

Como si fuesen manadas de animales bravíos y salvajes, aquellos entes animalizados, locos, invadieron los ninchos del grutón y procuraban ocultarse, lo mejor posible, a la vista penetrante de los patrulleros del bien.

Se establece de inmediato, un silencio sepulcral

El propio Nicolson y la hermosa Belatriz se refugiaron en el sagrario – una especie de cobil hecho en el interior de la roca que servía de antesala del grutón – estaban aterrados invadidos de pánico y de horror

Los patrulleros del bien, todavía pasaron como indiferentes a la asamblea que se realizara en aquel celebre sitio, según las tradiciones de los planos de la espiritualidad.

Sin embargo, a los oídos de aquellas almas tenebrosas llegó clara y vibrátil e inolvidable las palabras del guía de los patrulleros del bien, en animada conversación de instrucción con sus compañeros:

— el mal es pasajero y efímero, por ser obra eminentemente humana. Solamente el bien es eterno, fuera de él, la felicidad es una utopía, un espejismo desesperador.

Restablecido el orden entre los compinches de Nicolson, éste volvió con Belatriz a su puesto, en medio de la asamblea.

Fabricio y Realé aprovechándose del momento, abandonaron la asamblea. En poco tiempo, alcanzaron la corteza terrestre, localizándose en la calle más transitada de Río de Janeiro, donde permanecieron en animada conversación observando las escenas que se les presentaran ante sus ojos.

— observa Fabricio amigo, – habló Realé –, casi todos los encarnados tienen su compañía o su "pareja" aquella viejota que va allá adelante, conserva aún sus pensamientos presos a los hechos y actos del pasado, cuando ella era joven y bonita. Ahora mire más allá! – exclamó Fabricio – el sujeto que va con ella nos está haciendo gestos de atención.

Realé correspondió a los saludos, explicando:

Es un viejo compañero de nuestras tareas, que se encuentra disfrutando de vacaciones.

— y Nicolson?

— el jefe anda a estas horas gozando la vida con la bella Belatriz.

— que moza tan bonita Realé!

— Ya te previne que tome cuidado con Nicolson. Aquellos dos se complementan. Hay de ti si llegaran a traicionarte en presencia del jefe!

— le gustaría usted volver a la carne con aquella mujer! – y que tal que Nicolson se apareciese en escena, sería usted un infeliz.

Fabricio se silenció – y siguió: – yo desearía casarme con Belatriz, Realé, no lo conseguiría?

— mire mi hijo, ese negocio de volver a la carne con esta o aquella mujer, según oía decir al viejo Malaquías exige tanto expediente en la colonia encargada de esas reencarnaciones, que no es muy fácil conseguirlo.

— Realé! – Exclamó Fabricio – ¿no estás viendo a aquellos sujetos preparando el desastre del automóvil?

— ¡es usted como un niño! Todos los días yo observo esos dramas!

– y Dios, ¿qué pasa con Dios Realé?

— ¿Dios? Mire que pregunta! ¿Qué tiene que ver Dios con la picardía de los hombres?

— ¡pues Él debería evitar eso!

— Fabricio, según el viejo Malaquías -, Dios, todos los días, y a cada fracción de segundos, advierte a los hombres por múltiples medios, sin embargo, ellos igual que yo, no acreditamos en Dios y mucho menos que un dolor de barriga o una uña encarnada puedan hacer una señal de advertencia.

Fabricio oyó el estruendo de la colisión, vio los pasajeros volar a distancia del carro, y escucho las carcajadas de los espíritus resonar por los aires como una girándula ensordecedora

— vamos, Fabricio!, las calles de la tierra presentan espectáculos muy gustosos en las residencias como en los lugares más "augustos" podrás saborear "platos" mucho más deliciosos que estos. Traiciones, hurtos, engaños de toda suerte, encuentros clandestinos, pasiones "refrigeradas" o "conservadas" en el condimento de la espera o en la nieve del tiempo. Ensayos de prevaricaciones públicas y privadas. ¡Y los pobres de los "mortales" piensan que hacen todo esto sin testigos!…son muy ignorantes esos hermanitos… Fabricio! Si aquí somos unos torpes, en la tierra son peor. Si supiesen que hay ojos por todas partes "y que las paredes tienen oídos", y que archivan en sí mismos sin saber su fraude, cuanta dispersión en la hora!

— riéndose perdidamente de lo que acabara de decir, tomó del brazo a Fabricio y se fue cantando una pieza carnavalesca rumbo a los grandes casinos de la metrópolis, para hacer – según afirmaba – el jueguito al lado de los trajeados de todos los matices.

— la tierra es aún la gran caverna de los momos, de los arlequines y de las libélulas, porque los Francisco de Asís, son muy raros o nadie los oye.

Cuando Malaquías terminó la rememoración del sueño, retiró la mano de la cabeza de Genovena y murmuró:

— usted está libre! -Genoveva quedó admirada.

No sólo se había retirado todo el dolor, sino que experimentaba una especie de reconstitución de sus fuerzas decaídas por el trabajo y el sufrimiento.

— ¿No será el señor un hechicero? Preguntó Genoveva entre alarmante chanza.

— Soy un alma que mucho erró y mucho tiene que sufrir. – ¿Cómo fue que el señor aprendió a curar con las manos?

— Jesús curaba poniendo sus manos misericordiosas sobre la cabeza de los enfermos.

— entonces, fue Jesús!

— Él es el mismo, la verdad, el camino y la vida

— Pues si Él es el camino y el Señor ya está en el camino, voy a pedirle una limosna.

— ¿Qué limosna es esa Genoveva?

— cuando mi protegido salga – yo voy con el Señor aquí cerca, a una casa donde habita una pobre mujer que tiene un hijito muy enfermo hace dos años, desahuciado de los médicos. – ¿Quiere curar al infeliz?

— yo no curo a nadie, Genoveva. Quien cura es Jesús. Y mire que es la primera vez que me acontece esto, de aplicar un pase.

— Ah!, ¿entonces ese es el tal pase de los espiritistas?

— ¡Si, así es Genoveva!—Y… ¿Por qué se alarma?

— Porque yo no sabía que eso eran pases.

— Pues es eso, mi buena amiga.

En la tarde, cuando Fabricio salió para tomar las últimas providencias pertinentes a su regreso a la hacienda, Genoveva llevó a Malaquías a la casita en que habitaba Zaira, una infeliz madre, cuyo hijo, con casi dos años, sufría de ataques continuos, impidiendo que la pobre mujer se ausentase de la casa.

Entraron. Zaira ya prevenida, recibió a Malaquías colmada de esperanzas.

— Tenía vergüenza de mí, Señor Malaquías – sollozaba la desgraciada.

— Que Dios se apiada de nosotros! Fue la respuesta del médium.

— el ex – convicto, al encontrarse con el niño, estacionó casi aterrado. Alrededor del niño, sombras deformes y horrendas, como de manos cogidas formaban un círculo negro en el entorno del hijo de Zaira.

Malaquías contemplaba sorprendido, aquel cuadro dantesco.

Olvidado de Genoveva y Zaira, apenas tenía sentidos para aquel espectáculo horroroso. Sintió una piedad inmensa de la pobre criatura; juzgó estar socorriendo un hijo extremado que hace siglos se extraviara en el torbellino de la vida.

Las entidades se movían alrededor del lecho del niño, llevando a veces las manos hasta la altura de la cabeza del hijo de Zaira, momentos en el que el enfermo estremecía violentamente gimiendo.

Empero el asombro de Malaquias no duró mucho tiempo

Volviéndose en pensamientos para Jesús humilde y grande en su fe.

Lloró como nunca hiciera en toda su vida.

— Gervasio – el niño, acostado en un colchón se retorcía, espumeando como un animal a quien se le hubiere infligido cruel castigo.

Malaquias se aproximó orando siempre y puso sobre la cabeza del pequeño enfermo las dos manos extendidas.

Después continuó a orar mirando para el círculo negro formado por las extrañas entidades del mal.

Poco a poco el círculo se desintegraba y las sombras retrocedían sorprendidas de horror con atropello, salían por las puertas y las ventanas como un bando de animales espantados.

Malaquias, con la audición psíquica, puede oír del vocerío infernal de las sombras que se espantaban, estas palabras que lo hicieron estremecer: — deprisa Realé! Mire ahí al viejo Malaquias y a la lechuza vieja quien nos lo arrebató hace algunos años!.

Y Zaira en un rincón al lado de Genoveva, ambas extrañas a las escenas que se desenvolvía, alargaba sus dolorosos pensamientos por el pasado, y vio la historia amarga de su caída, como si extrañas fuerzas la sometiesen a recordar un pedazo doloroso de su caminata planetaria.

Consultando el futuro.

La sala de "consulta" estaba bastante iluminada, apenas una lámpara eléctrica que pendía del medio del techo muy alto. La quiromante vestía una bata de colores chillones, y traía en el dedo anular de la mano derecha un anillo en el que tenía diseñado una calavera roja en medio de dos tibias en alto relieve. Sobre la mesita del centro, un libro de quiromancia estaba abierto en una página en que el autor pretendía descubrir el futuro de las personas a través del mapa complicado de las líneas de las manos.

Kara, vestida con encantadora simplicidad se sentara al frente de la "pitonisa" y le siguió con vivo interés los movimientos más o menos desordenados naturalmente por premeditación después de leer algunas páginas del libro que estaba abierto en la mesita ovalada, habló con voz pausada:

— déme su mano izquierda. Nosotros leemos preferiblemente esta, porque la derecha no ofrece mucha seguridad, en la interpretación de las líneas; es trabajo tan serio en cuanto lo que pretendo hacer en su beneficio.

Tomando de la mano delicada y bien cuidada de Kara, de donde se desprendía suavísimos perfumes, se absorbió enteramente en descifrar los enigmas de la vida de la riquísima consultante.

Conociendo bien Madame Zaira, la moza que tenía a su frente. Era la hija del mayor industrial de Purto Alegre, hombre de una abultada fortuna.

Fea, muy fea era Kara, se casara con un aventurero. Un pobre joven sin escrúpulo que apenas quería huir al trabajo, para disfrutar de las alegrías fáciles de los Clubes, de los salones y de las fiestas sociales, a las cuales se ligara fuertemente.

Hijo único de padres honrados y laboriosos, que lo mimaran desde la cuna hasta aquella edad, satisfaciéndole los caprichos más extravagantes y los deseos más absurdos y desordenados, al alcanzar su edad de adulto era un fardo pesado para las parcas posibilidades de los genitores.

Aún así no lo abandonaron los cuidadosos padres.

Todo movilizaban para no faltar al hijo querido la ropa bien limpia, la mesa, la cama, y las "necesidades" del joven.

Doña Merenciana cocía y atendía los quehaceres domésticos.

Y Florencio, en la fábrica, donde era contra -maestro, recibía un salario que, si no fuera por esa "obligación" de sustentar a Sostenes, podía dispensar a la esposa de los trabajos manuales, con cuyos provisiones ayudaba en las despensas de la casa; y Kara, la joven esposa de Sóstenes, allí estaba de visita al "consultorio" de una mujer de vida poco edificante, que predecía el futuro de las personas que la buscaban ávidas de esperanzas y consolaciones.

Madame Zaira aún se mantenía en intensa "concentración". Después de algunos minutos, auxiliada por un lente, comenzó a examinar la mano pequeñita y frágil de Kara.

Recorrió con la punta de un lápiz, todas sus líneas describiéndolas en voz susurrante.

Esta es la línea de la vida. Muy larga, contornando admirablemente el monte de Venus. Buena señal, existencia larga, empero difícil en asuntos del corazón. Ésta a la de la cabeza. Y esta otra la del corazón. Línea del destino, muy pálida, imprecisa… y, por ahí más allá anduvo la "pitonisa" con interpretaciones quirománticas, más o menos pretenciosas, vanidosas y alarmantes – ¡que destino el suyo, mi hija! Y soltando la mano de Kara, suavemente, fijó los ojos con firmeza impresionante en la esposa de Sostenes, e indagó:

— Es infeliz en el matrimonio, ¿no es verdad?

Kara la miró también de frente, pero no habló.

— La veo casada con un hombre perdulario, sin profesión definida, sin escrúpulos. No le tiene amor, solamente apego a su dinero. Un desalmado, sin conciencia ni corazón

— Señora! – exclamó Kara, levantándose indignada. – yo no le vine a pedir opiniones sobre mi marido, a quien amo, pero sí un consejo, una palabra de esperanza y de ánimo!.

— No puedo atenderla, ..Madame! Es muy orgullosa y altiva!

— Tengo dignidad! – respondió con aspereza.

— Sin embargo Zaira percibiendo que aquella clienta era diferente de las otras e inmensamente rica para dejarla ir en paz, sin un pago recompensador, se adelantó, sonriendo blandamente:

— perdóneme mi dama, – dice melifluamente. – soy muy prudente, por lo tanto tengo óptimo corazón, me apiado siempre de las criaturas que me buscan con ansias de obtener consolación. Kara permanecía de píe y silenciosamente, arrugando las cejas.

Tenía una voluntad enorme de abandonar aquella casa, donde humillada tomaba conocimiento por extraña persona de su infidelidad conyugal.

Más quería saber de cómo modificar su destino, dando un nuevo rumbo a la vida de su marido.

— Pobre Kara! Agotaba ya todos los recursos humanos posibles!

Llegara ahora mismo a hablar a la suegra, doña Merenciana, una buena mujer a quien la concepción herrada que hacía de la sublime misión de madre le opacaba el entendimiento, al extremo de hallar muy justo que Sostenes, siendo pobre y casado después con una moza riquísima, no debería incomodarse mucho con el trabajo.

No lo sustentara ella, desde niño con el producto de su esfuerzo honrado, ella que solamente tenía el día y la noche y el pequeño sueldo de Florencio?

¿Y se quejó por ventura, alguna vez?

¡Nunca! Por qué entonces exigir de Sostenes – ahora que era el yerno del archimillonario Jakes de Ramírez, pues se casara con la hija única del conocido industrial, una vida de trabajo, de cansancio y de sacrificios?

No! El dinero fue hecho y puesto al mundo exactamente para dispensar a quien lo tiene con abundancia, de la condenación del trabajo! Hablar a los padres, a los amigos de ambas familias, por eso Sóstenes, habituado desde niño a aquel vicio de concebir la vida apenas con oportunidad de gozo y nunca de sacrificios santificantes y salvadores, continuara impermeable a cualquier modificación en su manera de encarar la existencia

Tenemos aquí el cuadro patético de la gran mayoría de la clase baja y clase media baja, en la que los padres confundidos con la libertad y el modernismo forman a sus hijos con una actitud permisiva demasiado tolerantes y complacientes en exigencias de parte de los hijos que no va en correspondencia al nivel económico de sus tutores trayendo esto como consecuencia grandes sacrificios que más luego redundan en desgracia para los "protegidos" debido al desenfrenado libertinaje.

Sí no tengo tiempo ni de cumplir con mis deberes sociales, los de comparecer a las reuniones elegantes, a las fiestas mundanas, a los bailes, a los clubes – ponderaba él – cómo es posible trabajar! No Kara, amiga, no estás raciocinando bien! – Más vez, Sóstenes – reaccionaba algo resentida -, que estás derrochando dinero, que al final no es mío ni tuyo, pero sí de mi padre. Si ese dinero fuese suyo, y por más que lo gastase, nunca pudiese consumirlo, dada su excesiva cantidad. Tal vez tuviese razón, por lo tanto…caviló ella..

— ya se, ya se, Kara, lo que pretendes concluir. No es necesario encerrar la frase. Por lo tanto, continúo yo ahora la exposición y la explanación – me casé contigo para hacerte un favor, pues fea, horriblemente fea como tú eres, ni el dinero ni nada sería capaz de llevar a un joven a prenderse a su destino de mujer horrenda.

Kara, realmente era de una fealdad conmovedora, bizca, de cabellos rubios como el fuego, rostro terriblemente picado por las señales de la viruela que la asaltara cuando jovencita; cabeza casi pegada al hombro izquierdo, debido a una terrible quemadura con agua hirviente, cuando era pequeña que le distorsionara los tejidos del cuello; boca rasgada, en la cual les parecía la prótesis de hábil profesional que le incrustara una dentadura americana, Kara infundía, si no pavor, por lo menos compasión y piedad.

Los milagros del maquillaje eran impotentes – aunque manejados por los más competentes especialistas, para atenuarle la fealdad aterradora. Era un conjunto de detalles horrendos, robados aquí y allí a todas las criaturas de la Tierra por un artista ilusionado que pretendiera adornar el salón con la caricatura grotesca de lo horrible.

— Habla pero no me ofendas – dijo al fin casi tímida como si estuviese en una confesión religiosa, la desventurada esposa de Sóstenes. Y se sentó.

Por lo sabido anteriormente, Kara en la pasada reencarnación, también fue la esposa de Sóstenes, y ella obró de igual manera cuando este, fue también hombre rico, y ella le despilfarró el capital y le pisoteo la honra.

Madame Zaire, tomó de nuevo, el lápiz e inició la "revelación".

— Destino cruel e inexorable. .

Ama pero no es amada. Tiene un corazón generoso y sensible, empero solamente ha encontrado espinas por el camino.

Se callara, observando la mano pequeñita de la consultante. Giró de un lado para otro. Examinó las líneas secundarias, a la "pulsera", y trazó arabescos, contorneando los montículos de Júpiter y de Marte, revisó la palma de la mano de nuevo, y meneó la cabeza, desconsolada:

— Nunca será feliz. — ¿No seré madre?

— No. Ninguna señal de eso.

— ¿Viviré mucho?— Eso sí. Hace parte de su destino.

Hay verdades en todas esas revelaciones?—- para mí sí!. Para la señora…no se.

— Está finalizada la consulta.

— Kara abrió la bolsa y retiró un fajo de billetes, los lanzó encima de la mesa y salió sin decir una sola palabra. En el recinto de espera, hace una señal a su criada para que la acompañase. Su empleada de confianza le siguió los pasos. Subieron al auto que se movía enseguida rumbo al palacete residencial del archimillonario Jaques de Pamires.

Kara se encontraba triste y derrotada. Y llevando el pañuelo perfumado a los ojos, limpió las lágrimas.

Valiéndose del pequeño espejo, se miró demoradamente. Y lloró.

Resentida al lado del chofer, miró por uno de los espejos del carro y dice para sí misma:

– ¡que el diablo se lleve las quirománticas y también a todos los hombres del mundo!

Y de reojo miró hacia el chofer.

Zaira por lo tanto, contaba los billetes que la esposa de Sóstenes le arrojara, cuando le golpearon pasito la puerta.

La "pitonisa" escondiendo, precipitadamente el dinero en un mueble próximo corrió a abrir la puerta del "consultorio". En el quicio con un sombrero en la mano, un caballero impecablemente vestido a la última moda esperaba.

— Puede entrar señor.

El consultante entró y se sentó muy cerca de Zaira

— Desea, tal vez…

— Sí – respondió el visitante –, consultarla, por eso si , preferiría las cartas, que la lectura de la mano.

La quiromántica empujó la gaveta de la mesita ovalada, y retirando de ahí pequeña baraja, se sentó al frente del consultante del otro lado de la mesa y comenzó a barajar las cartas.

— parta – pidió la cartomántica

— El joven obedeció.

— repetida la misma operación por más de dos veces, la "pitonisa" comenzó a colocar las cartas en cruz.

A medida que las colocaba en posición premeditadamente estudiada, señaló algunas, diciendo que representaban figuras que se movían en el ámbito social del consultante.

— ésta dama de oro es su esposa. Riquísima entre otras cosas.

— ¿Como sabe que soy casado?

— El señor trae en el dedo el anillo de matrimonio

— El consultante se dio cuenta de la observación.

Y Zaira sonrió de manera indefinible.

— No solo sé que es casado, como se que tiene una pasión avasalladora por una joven de la sociedad de Porto Alegre. Empero esa moza es casada.

— ¿Que debo hacer para que ella tome interés en mí?

— Eso es cosa suya. Yo a penas revelo las cosas.

— Me gustaría tener un amuleto, o un "hechizo", cualquier cosa que la forzase a ser mía.

— ¿Por qué no se dedica a su esposa?

— Veo que ella es criatura buena, extremadamente infeliz por su indeferencia.

El mozo mira para Zaira, desconfiado y casi irritado.

— No tenga cuidado por mi mujer. —- Pensé que…

— pues no piense más. Continúe!.

— Madame Zaire fue desfilando su rosario de informaciones, de predicciones, con tamaña habilidad que a la salida, logró del consultante más o menos lo que recibió de Kara.

Después que Sóstenes dejó la casa de los supersticiosos, Zaira entró a su cuarto, donde la esperaba un hombre de más o menos 30 años, que viéndola, corrió a su encuentro.

— ¿Entonces, Cuanto rindieron los dos consultantes?— 600 cruceiros.

— ¿No está mintiendo?, mire que los consultantes tienen bastante dinero.

— sabes que no miento, medrado, y si he desempeñado ese innoble papel del cual me incumbiste, es simplemente por amor a ti.

Más no niegues que soy yo quien consigue los consultantes "pulpos"

— lo se Medrado; pero eso se va tornando insoportable. No doy más para eso.

— en este caso, mi hija, va a vivir para tu canto, con las "luces" de tu conciencia, y yo iré para mi lado. Dices eso en cuanto tienes dinero. Después…

— ¿Después de qué?

— después, vuelves a insistir en que yo continúe en ese trabajo que me cansa y me causa tanta repugnancia.

— empero no dices que la quiromancia, tanto como la astrología, son ciencias

Ciencias pero no se de qué.– Me siento mal explotando a mis semejantes.

— Medrado silenció. Guardó en la cartera todo el dinero que Zaira le entregara, y se dispuso a salir.

— pienso que ambos, en breve, nos debemos separar. Tienes algún escrúpulo. Zaira estaba muda y de cabeza pendida para el piso. Lloraba interiormente.

Se acusaba íntimamente, de un día haber cometido en un gesto loco de arrebatamiento pasional, haber abandonado al esposo honrado para seguir aquel hombre en cuya compañía poco edificante, iba envejeciendo, arruinando la salud y el alma.

— No hablas, criatura miserable

— Un momento Medrado, entonces para las criaturas infelices como yo – miserable dijiste muy bien, Medrado – en que el silencio es lenguaje constructivo y reparador, la palabra más oída, porque es más vibrante.

— Tienes la monomanía de las filosofías baratas de tres por dos. Zaira no respondió

Medrado tomó el sombrero, se lo asentó hasta las orejas, en un gesto característico en su momento de irritación, y salió del cuarto.

Cuando alcanzaba la vía, Zaira oyó que él silbaba un trecho de la canción "casta Susana", cosas que siempre hacía para eludir pérfidamente, la castidad de su amante.

Zaira, se encuentra a solas con sus pensamientos, cayó en el viejo sofá y comenzó a llorar.

Ya era el atardecer. La ciudad se cubría de aquellos tonos de luz crepuscular, que alcanzando las aguas del Guaibá quieto y poético, entrechocaba las embarcaciones de los pescadores humildes, allá lejos, en una nota melancólica de abandono y olvido.

Mi Dios!, como resolver mi problema – indagaba angustiada, la infeliz.

El reloj de la torre de la iglesia próxima tocaba las siete horas de la noche en aquel fin del día agitado, más Zaira no estaba más allí, estaba distante, muy distante, en una ciudadela de Sao Pablo.

Y se vio joven, muy moza aún, en el pretorio, recibiendo los parabienes de los padres y de los amigos, por su enlace con Jerónimo, noble joven de 25 años, honesto comerciante de la ciudadela natal.

Después, en su casa llena y bien limpia, y el amor siempre renovado del marido afectuoso y bueno.

Después… después…

Ahí! Aquel hombre que Jerónimo trajera a trabajar en su almacén…—Un demonio…

Le despertara en el alma pusilánime un pasado que no sabía explicar, en el cual se localizara con él, entre noches de amor y libertinaje urdiendo intrigas amorosas y despedazando afecciones. Ahora allí, a su lado, enlazándola en los tentáculos de su seducción.

El horror de la infidelidad y la amargura de las primeras desilusiones.

Lo acompañó dejando el hogar – un nido de amor y de felicidad. Hay! Como sufriera ya al lado de aquel hombre!

Ya hacía ocho años que lo seguía. Era una prisionera de su destino.

Un día sufrió las primeras sorpresas del hambre.

¿Y su padre? ¿y su madre? ¿Qué habrá sido de Jerónimo, aquel corazón amoroso y generoso?

En su larga peregrinación por tierras desconocidas, conociera un día una mujer que le enseñara las primeras nociones sobre quiromancia y cartomancia.

Angustiados por el hambre, medrado la llevó a la práctica de la quiromancia, arrebatándole los lucros de tal singular profesión.

Y así llegaron a Puerto Alegre. Instalados en una casita retirada, en el arrabal del niño Dios, allí comenzó a atender consultas

Medrado se encargaba de la propaganda de Madame Zaira en los medios aristocráticos de la ciudad, en los cuales superabundan los que quieren rectificar el destino, porque, en las altas esferas de la sociedad, es precisamente, donde pululan los hambrientos de esperanza y sedientos de consolación, pues en esos medios se instalan los que fueran la mayoría de los deprimidos del psiquismo.

Ahí, los dramas son más sombríos, más terribles y más crueles, porque mueren angustiados o se demoran hasta la muerte de sus inconcientes actores, entre las paredes de suntuosos palacetes.

Recordemos ese proverbio popular que dice: "los ricos también lloran".

Medrado, parlanchín y bien apuesto, insinuante y de buen estilo, invadió de manera osada y corajuda, los clubes y los cafés, los bares y heladerías, los puntos elegantes de reuniones de los "dueños de la vida", y para luego, seleccionar los clientes. Desde entonces, el dinero con que hombres y mujeres, ricos y festejados, compraban las esperanzas de 24 horas, o apenas en un instante, así canalizaba para sus bolsillos a través de las manos "habilidosas" de la quiromántica.

— Es preciso también mentir, – aconsejaba M Medrado, a veces, cuando necesitaba, de dinero para sus noches alegres. —- Yo solo miento por piedad – susurraba la infeliz.

— ¿para hacerme agradable?—- No. A los infelices que teniendo tanto, nada tienen.

— Tonterías… – arremataba él.

Zaira rememoraba todo eso, aquella tarde en que fuera buscada por la desventurada Kara.

— La noche descendiera enteramente sobre la ciudad. Los tranvías, corrían apresurados, y los autos se sentían a cada instante.

Su alma, Zaira la sentía en harapos. Se recordó de Kara.

Tenía piedad de aquella moza tan rica, empero tan desgraciada, según le contara a Medrado antes de la consulta.

Su destino era casi igual al de ella. El dinero era la única diferencia. Y es que siempre es la diferencia. Y como siempre la diferencia para lo peor.

***

Después del pase magnético, Gervasio dormía profundamente, y Zaira la pobre madre, con el rostro escondido entre las manos continuaba ajena a lo que sucedía alrededor, absorta enteramente en sus evocaciones tristes y dolorosas.

Fue necesario que Malaquias la llamase a la realidad, diciéndole en voz alta:

— su hijo, buena mujer, Jesús lo curó.

Zaira estremeciera. Y como si fuera una criatura que hubiese venido de sombras y dolores, miró a su alrededor buscando al hijo enfermo y desgraciado. – mi hijo! Mi hijo!, — su hijo duerme, pobre mujer! Agradezca a Jesús habértelo curado.

Zaira se lanzó sobre la cama del niño, y lo besó repetidas veces, el rostro, los labios y los cabellos de Gervasio.

— Cómo es de bueno Dios!

— Bueno y misericordioso! – agregaba Malaquías. Después de corto intervalo, habló el expresidiario.

— Dejo a la señora, con la paz del Señor.—- agradecida Señor! Jesús lo recompensará.

— Ya me recompensó buena mujer, con la alegría que experimenté en esta casa.

— Adiós señor!

Genoveva lloraba de alegría, cuando en compañía de Malaquías regresaba a la casa de su protegido.

— Malaquías – preguntó Genoveva, tan luego llegaran a la casa -, ¿cómo es que el señor adivinó para decir que el hijo de ella estaba curado?

No adiviné nada. Nadie puede adivinar cosa alguna. A penas sentí que Gervasio estaba curado.

Y después de cierta pausa:

— Hay! Genoveva, cuando la gente aprenda a vivir, y aprenda a pensar no seremos más estos desgraciados caminante del mal y de la desconfianza. Todas nuestras infidelidades en la tierra, resultan de la vida miserable que llevamos. Vida de incredibilidad, de placeres mezquinos, de vanidades tontas y de egoísmo cruel. Nos aferramos al bienestar que el dinero y las pasiones nos dan y olvidamos que todos somos hermanos y criaturas de Dios, desembarazados en el cáliz del mundo para que dignifiquemos la vida y mejoremos las condiciones sociales de los hombres, por la cooperación, comprensión, respeto y amor.

Es así Malaquías, empero quien es rico, no se recuerda de quién vive como Zaira, abandonada al azar, con un hijo enfermo, sin pan, sin ropa y sin remedios.

Y cuando alguien se recuerda de que hay criaturas así de abandonadas – ponderó en actitud grave el viejo Malaquías – queremos luego resolver todo por la violencia, apelando a medidas radicales que, puestas en práctica, apenas invertirían la base del mundo económico: el rico sería pobre y el pobre sería rico – un cambio de posiciones, con el espíritu en el mismo lugar, todo continuaría igual como antes. No, mi buena Genoveva la violencia no resuelve ningún problema humano. El amor, sí; acredito que él solucionaría todas esas cuestiones, porque el amor es, antes de todo, comprensión, generosidad de sentimientos, bondad de corazones, salud y equilibrio del alma. Y las almas serían más sanas porque no tendrían tristezas. ¿Y cuál es el remedio específico para esas enfermedades? – el amor. Inundándose el mundo las Zairas, las Genovevas y los Malaquías no sufrirían más. Por lo tanto, mi amiga, los hombres creen más en el odio que en el amor. Usted que es religiosa, no ve que todos los religiosos viven preocupados por el diablo, rezando, persignándose, encendiendo velas y haciendo novenas, empero pocos, muy pocos son los que piensan en Dios y le invocan el nombre bendito cuando sufren?. Si amasemos como Jesús nos enseñó, no sólo dejaríamos de tenerle miedo al diablo – porque el diablo, Genoveva, somos nosotros mismos, yo, usted y todos los que andan por fuera de la Ley – como también no tendríamos necesidad de invocar a todo momento el nombre del Señor, porque él estaría en nuestros corazones, en el reino de nuestra conciencia!

— Sabe el Señor que Zaira fue una moza de buena familia, y que, casada, se dejó seducir por un desalmado que la explotó miserablemente, que la obligó a conseguirle dinero con la "lectura" de las manos y de las cartas, para después abandonarla, cuando ella, arrepentida, no más se sujetara a las exigencias del infame!

— sé de todo.

— ¿Cómo?, adivinó de nuevo!—- "Adiviné", Genoveva — respondió riendo Malaquías.

— ¿cómo fue que el señor adivinó?

Genoveva estaba alarmada de aquel viejo de ojos dulces y suaves gestos.

— Un día, Genoveva, yo le diré como adiviné el caso de ella. Por ahora, no hablemos más de Zaira.

Si fuésemos a "adivinar" la vida de nuestros semejantes, nos olvidaríamos de "adivinar", las nuestras, con gravísimos perjuicios para nuestra propia iluminación. El mayor error que la gente puede cometer, más allá de muchos otros, es el de pretender vivir la vida de los demás – por la maldad, por la malicia y por la apreciación – porque, en cuanto nos envolvemos en estos trabajos, perdemos todas nuestras oportunidades de conocer todos nuestros defectos y así las ocasiones de combatirlos sin piedad.

— El Señor debe tener razón. Yo no dije eso con mala intención – lamentó ella.

— Se que usted no lo dice con mal propósito. Más tanto nosotros nos eludimos a nosotros mismos cuando descubrimos o adivinamos los errores de nuestros hermanos, que esa conducta se transforma en vicio, y los vicios, Genoveva, de esa naturaleza, son más difíciles de ser combatidos que el vicio de beber, de jugar o de robar!

— ¿Estás adoctrinando Malaquías?

Fue el saludo que Fabricio le dirigió a Malaquias, al entrar en casa, después de haber tomado todas las providencias para el regreso a la frontera en el día siguiente.

— solamente conversando, doctor Fabricio. Aquí con Genoveva.

— Pues entonces, preparémonos para dejar esta casa, porque mañana a las once del día, tomaremos el avión rumbo a mi casa. Ya providencié lo del transporte de nuestro equipaje más pesado, por la vía férrea, y ya se hizo la compra de nuestros pasajes.

Malaquías desde aquel momento, en que impusiera las manos sobre la cabeza de Genoveva, en un impulso irresistible de su espíritu, sintiera que un eje de facultades supranormales se revelaba en todo su ser, no le restaba duda de qué las bendiciones de la mediumnidad eran una lección y un llamamiento. ¿Qué estaría por sucederle, si, de improvisto se veía como depositario de tamaño patrimonio, que le revelaba compromisos anteriores?

Esa noche, Malaquías acompañó al doctor Fabricio al club donde compartiría con su círculo de amigos y personas de importancia, y su despedida de la ciudad. Ahora, miremos como Malaquias se dedicó a observar el ambiente en el entorno festivo.

Se dejó arrastrar suavemente para otros planos de la espiritualidad y medió las necesidades de fortalecerse en la vigilancia y en la oración, para no faltar o mentir a los compromisos asumidos. Entonces, dirigió la mirada para la mesa de 6 hombres que se encontraban alegres.

Manchas persistentes y pesadas cercaban aquellas criaturas tan aficionadas a las patrañas de la sociedad y al "gozo" del mundo.

Sin embargo, en casi todas las mesas, nubes gruesas, negras o parducientas volitaban entorno a las personas presentes, a punto, a veces de no poder el viejo Malaquias distinguir claramente sus vecinos de mesa.

Sobre el techo, por encima casi de todos, las sombras se alargaban o asumían contornos compactos, diseñándose en figuras grotescas en risotadas, con cabezas deformes y miembros mutilados o descomunales.

De vez en cuando, descendían, se arrastraban por el piso como larvas gigantescas, balanceando los brazos simiescos y batiendo las mandíbulas, cuyos ruidos llegaban al viejo Malaquías como el sonar de matracas monstruosas o sonidos de instrumentos desconocidos.

Algunas de esas sombras se arrimaban a los bebedores de licor y – cosa original! – como que acoplando sus bocas a los frecuentadores del salón, sorbían, con ansiedad y a largos tragos el bouquet del licor de los alcohólicos.

Otros, más diestros o más versados en la técnica de servirse por sí mismos, tomaban de las copas y sorbían la bebida; más, – qué fenómeno tan desconcertante! – las copas permanecían rebosadas

Malaquías comenzó enseguida, a observar a todos los presentes y hasta las personas que pasaban por fuera en la calle, cada cual traía su apéndice de luz o de tinieblas. Cada uno revelaba a los ojos maravillosos del vidente, su propia historia a través de un juego de luz y/o sombra. Uno a uno, sin él saber, decía quien era. Por lo tanto, algunos estaban cercados de fajas de luz que se observaban como las cintas fulgurantes de las instalaciones eléctricas.

Malaquías "adivinaba" los pensamientos, leyéndolos en la tela mental de los individuos que le cercaban, a punto de exclamar para sí mismo.

Mi Dios, como somos de imprudentes para pensar y para desear, en el trabajar y en el vivir, en el conversar y en el actuar y hasta en la escogencia de los compañeros y lugares de diversiones! Somos un mundo desconocido! Con tamaño patrimonio porque no valoramos los poderes del alma, dentro del infinito colaborando con Dios, cooperando con Jesús?

Tengo la impresión – prosiguió Malaquías hablando para sí mismo– de que Dios y Jesús nos quiere más como trabajadores de las tareas divinas, de la resurrección de nosotros mismos del sepulcro de la animalidad, que como serviciales inconscientes de su voluntad!. Más que inmensa e infinita incapacidad de identificación de los poderes del cielo, en nosotros, que nos lleva a la preferencia de los caminos donde solamente nos movilizamos sobre el látigo del dolor!

Malaquias adquiría tal poder de penetración psíquica, tan basta clarividencia, que no solo sorprendía imágenes mentales de mucha gente, como igualmente exhumaba antiguos recuerdos de algunas personas, bastándole para eso colocarse en oración consoladora y constructiva.

Desde el fondo del salón repleto, vio pasar por allá afuera en la claridad de la tarde soleada, una señora de sorprendente belleza, trayendo prendido al brazo, sin que por eso se sintiese incómoda, a una entidad extraterrena, un hombre de media edad, de aspecto bestial y lúbrico, que, con el otro brazo le hacía caricias en el rostro ovalado y hermoso. Atrás, observó un bando de muchachas, con el séquito de sus adoradores "difuntos", que indiscretamente gesticulaban y se reían con voluntad incoercible.

Una niña, acompañante de su madre, conservaba a distancia un personaje repelente y feroz.

Cada criatura que le pasaba sobre sus ojos, se hacía acompañar de sombras o de haces de luz espiritual. En los carros, tranvías, buses y en los taxis, una multitud de almas "del otro mundo" viajaban contentas y satisfechas.

Imágenes y creaciones mentales se destacaban de la casa mental de los transeúntes, de los cuales el viejo Malaquías sometía a la verificación de su naturaleza sentimental.

Veía aún entidades desencarnadas, solitarias, erectas, abrumadas, llenas de orgullo, "paseando" dándose su importancia por las calles transitadas de las ciudades.

Fijaba cuadros repelentes y escenas chocantes.

"difuntos" andrajosos y sórdidos, de cabellos greñudos, barbas descuidadas, sucias y crecidas, corrían de aquí para allí, por las calles, como si se quisieran esconder de personas conocidas, con el fin de que estas no le viesen los harapos y la miseria.

— no me concedió Jesús estas sorprendentes facultades sin un objetivo sagrado – monologaba, bajito el expresidiario.

No dudamos de la extraordinaria facultad de clarividencia y audición del personaje central de éste Romance, pues yo recuerdo, hace unos seis años tal vez, tuve una experiencia aunque dolorosa, muy significativa que en mis apreciaciones fue una contundente lección

En aquellos tiempos, me lamentaba por no ser poseedor de la facultad de clarividencia de manera más concreta y permanente, pues esta facultad por lo regular me surgía de manera fugaz e intermitente. Muchas veces sentí el deseo de ser un clarividente más efectivo para poder suplir ese servicio mediante las tareas mediúmnicas, debido a que, poco se cuenta con la buena voluntad de médiumns preparados para estos menesteres. Sin embargo, una noche habiéndose presentado pequeña desavenencia con mi compañera, resolví trasladar una colchoneta para una alcoba del segundo piso para dormir allí aislado del resto de los convivientes. Aproximadamente a la 1 de la mañana, sentí una sofocante pesadilla que después de unos minutos me hizo perder conciencia para más luego verme platicando sexualmente con una mujer de unos 30 años aproximadamente; persona que en mis tiempos de juventud hubiera conocido en la ciudad de Cali y que aquella vez me dijera ser oriunda de la ciudad de Pereira. Sin demora reaccioné apartándome de inmediato hacia mi cama, pudiendo conseguir la incorporación al vehículo somático, despertando hasta alcanzar el total estado conciente, sin que por esto dejara de seguir observando y escuchando las ocurrencias de la otra dimensión. Quise verificar si se trataba en realidad de un sueño ilusión, si en verdad era una vivencia en la otra dimensión, o si realmente me encontraba consciente y despierto. Para esto abrí muy bien los ojos, sin embargo, seguía viendo y escuchando. Cerraba los ojos, no había ninguna diferencia en la apreciación de los fenómenos. Me sorprendió observar al lado de la cabecera a otra mujer de mediana estatura de unos35 años, que a ésta también distinguí en el ejercicio de la prostitución por lo menos unos 30 años atrás aquí en la ciudad de Neiva; ésta, entidad en actitud aparentemente amigable y sonriente insistía en invitarme a participar de la misma aventura. Aún más sorprendido determiné salir a la azotea y sentándome en una jardinera apreciando una noche de plenilunio. Aún no acreditaba que ese drama yo lo estuviese viviendo ya de manera consciente. Puse atención hacia los movimientos de la vía pública cuya avenida es muy transitada durante el día, y pude percibir la pasividad en el tránsito; no dudaba que era de noche. Resolví volver a la alcoba. Nuevamente las encontré en la misma actitud y con los mismos propósitos. Me devuelvo de nuevo hacía la azotea y determino ducharme con el fin de eliminar el estado mediúmnico que por lo prolongado y nítido se tornaba para mí bastante angustioso. Después del baño, volvía a la alcoba convencido de que mi estado psíquico había cambiado, pues no fue así. Allí las damas estaban en la misma actitud persistente. Resolví prender la luz, ya no las vi. Me acosté de nuevo y buscando dormir cómodamente apagué el alumbrado, en la penumbra nuevamente surge el fenómeno de clarividencia. Otra vez me levanté para sentarme en la jardinera considerando lo terrible que sería para una persona ser clarividente perenne obligado a encarar fenómenos de baja calidad espiritual; y fue cuando también recordé que muchos años atrás habiendo asistido a un centro de esos de mediunismo donde los participantes son más espiriteros que espiritas. Un individuo que había pasado a la mesa de" ensayos" para desarrollar facultad psicofónica, le oí hablar decepcionado por no sentirse invadido por entidad alguna. Fue cuando yo en esos tiempos le dije: – déle gracias a Dios que usted no cuenta en el momento con esa sensibilidad, contrariamente, podría ser usted también otro de aquellos tantos locos que observamos deambulando por las calles.

Y fue pensando en todos los problemas de mediumnidad de prueba y en la necesidad de la moralización de los mediumns que se me pasó el tiempo hasta la llegada de la aurora, cuya claridad se confundió con la iluminación de la luna. Fue cuando por última vez ingresé a la alcoba para verificar la presencia de las entidades que ya no pude observar más. Ese día, me mantuve muy impresionado y aprensivo, pues tenía temores por una nueva noche en la que el mundo espiritual se pudiera develar como en la noche anterior. Hube de orar mucho, reflexionar y tomar aún más interés por el estudio doctrinario y el mejoramiento personal.

Cuando Malaquias viajó en compañía de Genoveva y Fabricio hacia la ciudad fronteriza llegando a las trece horas aproximadamente, partieron rumbo a la zona rural de ese municipio.

Nicolson, Belatriz, Silvano (padre adoptivo de Belatriz) capataz de la hacienda, y algunos empleados de la casa, esperaban al viajero, nadie llegó a juzgar, que Fabricio se hiciese acompañar de otra persona que no fuese Genoveva.

— cuando vieron descender a Malaquías, se interrogaron mutuamente con las miradas.

Fabricio, entretanto da explicaciones par deshacer las dudas.

— Padre, le presento al señor Malaquías de Asís, viejo amigo que habiéndolo convidado aceptó generosamente en venir a pasar un tiempo con nosotros. No es solamente el amigo dedicado y fiel, es el maestro acatado y bueno.

Nicolson lo miró rápidamente y sintió que aquel viejo no le era nada extraño.

— El señor no me es del todo extraño – habló Nicolson. – sea donde fuere yo lo conocí, empero eso no importa. Sea bienvenido a esta casa, que de hoy en adelante también es suya. Si es amigo de mi hijo, también de mí.

— es todo mi deseo – respondió Malaquías humildemente.

Belatriz, mi futura esposa – continuó Fabricio, en las presentaciones.

— Mucho gusto, señorita.

Hechas las presentaciones, se dirigieron todos para el interior de la casa, donde Genoveva ya conocedora antigua de la confortable residencia de Nicolson, indicó los aposentos reservados a Malaquías. Después de ligera conversación, cada cual se recogió en su cuarto, para reaparecer nuevamente al oscurecer, en la hora de la cena.

Nicolson era un hombre de un poco más de 50 años. Alto, robusto e insinuante, era el tipo clásico del hacendado gaucho.

Estudiando la doctrina de los espíritus, hemos podido comprender, que muchos de esos adinerados y secuaces en constante prosperidad, son criaturas, malvadas, explotadoras, despiadadas y, que muchos observando la suerte de estos personajes, se confunden en cuanto a la justicia de Dios, Pues no entienden que estos seres vienen avalados y protegidos por las falanges de espíritus inferiores de esas colonias de donde ellos pertenecen. Como uno de los ejemplos clásicos tenemos aquí el caso de Nicolson..

No olvidemos que en las sombras también hay gobierno y poder; desde luego un poder efímero temporal, pues solamente en los planos de vida superior, la sabiduría la gran fuerza del amor y del bien, imperan por toda la eternidad..

Silvano, un tipo vulgar,

Miraba, esforzándose por no tornarse inconveniente para el viejo Malaquías.

Belatriz, la belleza Típica de la farándula,. Morena, basta cabellera crespa de un negro brillante, esbelta, elegante, de ojos grandes, vivos, y provocadores, como toda una clásica modelo trajeaba en la hora de comer, un vestido de lana de color pastel, pies adornados con zapatos de color marrón con suela de caucho, y los cabellos recogidos por una cinta larga, de un rosado casi blanco.

— Es una tentación esa criatura – dijo de manera graciosa Nicolson, cuando Belatriz, por el brazo de Fabrico daba entrada al comedor amoblado con lujos sorprendentes.

— una belleza seductora – agregó el viejo Malaquías, en forma discreta y educada.

— Ustedes me hacen perder a Belatriz, y me hinchen el corazón de celos – respondió Fabricio, sonriendo, feliz, y besando los cabellos negros de la novia querida.

— Estoy en una corte de adoradores – dice, sonriendo con un aire provocante, mirando a todos, empero particularmente a Malaquías y Nicolson.

— A pesar de todo, adoradores sinceros – ponderó Nicolson, mirándola de manera singular.

— Dices eso todos los días, desde la mañana hasta la noche, papá – se chanceó Fabricio, – y por más que lo diga, no me cansaré de afirmarlo.

Genoveva, mujer diestra en el oficio, iba y venía, solicita en el desempeño de su menester.

— Aprovechando un espacio, cuando los comensales se empeñaban en una disputa amistosa sobre los asuntos rurales, Genoveva, al pasar por el lado de Malaquias, le susurró en el oído:

— no le dije?.

Malaquías comprendió la alusión. Instintivamente, comenzó de modo discreto a leer la tela mental de los presentes.

Nicolson estaba rodeado de una neblina oscura, pesada que recordaba una nube de humo.

Belatriz se le contorneaba la cabeza graciosa, con un círculo mayor, una espesa y sombría nube como pastosa, a recordar una masa etoplasmática, dentro de la cual se destacaba la cabeza horripilante de una entidad vampírica que se servía del cuerpo y del plato de Belatriz con avidez e insaciabilidad.

Fabricio tenía a su lado el personaje de una criatura bondadosa y tierna. Lo envolvía en una luz dulce y cariñosa.

Silvano, padrastro de "Belatriz", tenía a la altura de sus hombros largos, un rostro indefinible de viejo, a recordar la cabeza de un ave de rapiña gigantesca.

Sombras de diversos tamaños se encontraban por todas partes en las ventanas de la sala, o iban y venían por toda la casa, como personas familiares al ambiente doméstico de Nicolson.

Belatriz y Silvano, desde el compromiso de matrimonio de Fabrico, se mudaría para la residencia de Nicolson, donde eran obedecidos por los servidores sujetos al genio irracional, prepotente y dominante del hacendado cuyas órdenes nadie discutía.

Ocupaban padre e hija, dos amplios dormitorios en el primer piso de la casa. Permaneciendo en el segundo piso los aposentos de Nicolson y Fabricio.

Silvano, capataz de la riquísima hacienda, por ahora era aún conservado entre la peonada vulgar y despreciada, como el virrey de aquella opulenta propiedad.

A su turno, se tornó de humilde y servil, como un elemento malo, intrigante, arbitrario y vengativo.

Nadie en la hacienda lo toleraba, y en la rueda del fuego, en la hora de reuniones, los trabajadores arquitectavan planes violentos de ataques despiadados contra el orgulloso gerente de la estancia.

En un ambiente de tamaña heterogeneidad de actitudes mentales, no era de extrañar que Malaquías localizase aquí y allí verdaderos focos de infección moral.

La atmósfera mental de aquella casa, si así se puede decir, era pesada y asfixiante.

Malaquías la sintió tan pronto traspuso el umbral de la hacienda.

Silvano, alimentaba sentimientos de codicia indisfrasable.

Nicolson lo sabía. Más como tenía como suya a la hija del capataz, siempre lo dejaba entregado a sus sueños de grandezas irrealizables…Fue cuando Fabricio se apasionó por Belatriz.

De balde, Nicolson procuró convencerlo de la desigualdad del matrimonio, en perspectiva, menos por una cuestión de interés económico y social, pues pensaba en que le huirían las oportunidades inconfesables por Belatriz.

De esta ya se utilizara muchas veces, oponiéndose a los escrúpulos de los honestos, apelando al dinero que le vertía de las manos criminales.–Fabricio, por eso insistió.

Belatriz, que alimentaba la pasión sórdida de Nicolson, aprovechándole el dinero, operó el cambio entre padre e hijo, para hacerse dueña del corazón generoso y confiable de Fabrico, con la triple ventaja de la juventud, del dinero y del diploma.

Para una persona que viviera en los ranchos de "Santafé", barriendo el patio, durmiendo en lechos de paja seca, y alimentándose de las viseras del ganado sacrificado en el predio, porque la carne de buena calidad se destinaba para el patrón; el futuro que se le desdoblaba era semejante a los cuentos de mil y una noche, a los tesoros de Ali Babá o a la lámpara maravillosa de Aladino.

Convirtierase en la novia del hijo, más por una cuestión de política "de buen vecino" avalada por Silvano, continuaba a alimentar la pasión desesperada de Nicolson.

— Si no procedes así, se nos volará el dinero, y se nos escapará la hacienda – le aconsejaba Silvano.

Y sonriendo de un modo significativo:

— de otro modo, el viejo, no le es del todo indiferente…

Belatriz sonría, más entregada a sus pensamientos sepultados en los dobleces insondables de su espíritu.

— ¿no respondes, hija?

— papá – endulzaba las palabras -, usted es un hombre que ve el futuro – respondía, dando retoques a la cabellera opulenta y perfumada, con requintes de mujer bonita.

Como anteriormente nos enteramos, Belatriz, venía de una colonia de seres perversos, tenebrosos, sin embargo, los genetistas, cirujanos plásticos y otros técnicos de las sombras se preocupan por arreglar el aspecto de estas criaturas haciendo que se conviertan en verdaderas modelos, actrices, algo así como esas que conocemos promoviendo todo aquello que sea frívolo, inmoral, pero que embarnizado de modernismo y libertad, solamente sirven para promocionar todo lo absurdo y miserable de esta humanidad enloquecida, que busca hacer cultura con los vicios, la sensualidad y todo aquello, que hunde a las nuevas generaciones en la senda oscura de la perdición

Sin embargo, aquellos estudiosos y sensatos, sabrán distinguir la belleza virginal de la belleza diabólica, pues la primera refleja en su rostro y sus líneas corporales la virtud, mientras la segunda es símbolo de sensualidad, vulgaridad, violencia desorden y toda clase de vicios.

Cuando el sentimiento Cristiano penetre de manera consciente en toda la humanidad terrestre, ya no tendremos Laisas, Madonas, Michel Jackson, Marilin Monson, Luis Alfredos Garavitos y otros tantos anticristos existentes en este mundo de expiación y de prueba..

****

Para finalizar este drama tan instructivo, queremos enterar al lector sobre el triste final de Malaquías.

Meses más delante de la llegada a la hacienda y ya habiendo contraído matrimonio Fabricio con Belatriz, Silvano fue removido del cargo de administrador por orden de Fabricio, debido al mal trato y las injusticias cometidas con los trabajadores del predio. Es por esto, que Silvano planea con Belatriz asesinar a Nicolson de una manera confusa en la que no se despertaría sospecha sobre la autoría del crimen. Es así que Belatriz le insinúa a Nicolson un encuentro en un lugar específico del cafetal donde se encontraba atrincherado Silvano, logrando de manera certera clavar un tiro de revolver en la cabeza del patrón, y minutos más luego, como cosas del destino, Malaqíias llegó al lugar de los acontecimientos, observó a Nicolson muerto y tendido en el suelo, y solamente encontrando un revolver a su lado, el que había sido colocado de manera hábil sobre la mano de Nicolson para aparentar muerte por suicidio; sin embargo, en esos momentos Malaquias recogió el revolver y cuando lo examinaba en sus manos fue encontrado por Fabricio, quien de inmediato lo acusó como el asesino de su padre. Enfurecido le propinó una atroz golpiza a Malaquias y luego lo reportó a la cárcel del poblado donde allí permaneció cerca de un año esperando la sentencia que más luego, le fue dictada con la pena máxima de 30 años más, siendo remitido más luego y de nuevo, a la cárcel de Puerto Alegre donde había pagado ya una condena de 30 años. Malaqíias llegó en condición de enfermo pasando a ser atendido en la enfermería del penal.

***

En cuanto el fatal y desdichado Malaquías arrastraba su pesada cruz, recluido al lecho, la hacienda de Nicolson, allá en la frontera con la república de Argentina, estaba a cargo de Silvano y Belatriz, la hermosa esposa de Fabricio, desde que este sacudido por la tragedia espantosa, vivía apenas para las alegrías del padre y para los recuerdos de los dolorosos acontecimientos en que se envolviera el "criminal de las coincidencias".

Al joven médico le costaba creer en la inocencia de Malaquías, pues se mostraba tan evidente su culpabilidad, que cualquier otra conclusión no le era lícito pensar. Sin embargo, alguna cosa le decía en el corazón que Malaquías era víctima de tremendo error judicial. Allá en la cárcel solamente contó con las frecuentes visitas de la buena Genoveva. Mientras tanto, en la hacienda, surgió este drama:

— Silvano – habló Fabricio – quiero que colabore conmigo como colaboró con mi padre de buena voluntad, sin disgusto y sin rencores.

Mire doctor Fabricio – dice Silvano, ya encolerizado como preparándose, y fijando al interlocutor con arrogancia -, dispenso de sus consejos y de su falsa voluntad. Ya estoy harto de toda esta farsa, que el señor viene representando junto de sus esclavos. No fui hecho para Santo, ni para vivir de la piedad hipócrita de los locos como usted.

–Eso es, papá! -, aplaudió rencorosa, Belatriz.

— y quede consciente – prosiguió violento Silvano, de que ya tomamos las medidas necesarias para que el señor no continué a desbaratar el patrimonio de mi hija, que, desgraciadamente tuvo la infelicidad de casarse con el señor, antes se hubiese casado con su padre, como era de su deseo y el mío.

A ese insulto al padre muerto, Fabricio, perdiendo el control para los nervios, avanzó para Silvano, gritándole, miserable! Osas insultar la memoria de mi padre?

Silvano, de manera rápida dio un salto, como el tigre que estuviese listo para el ataque, desenfundó el revolver, más lo hizo con tamaña infelicidad que resbalándose en el cuero de la res que los serviciales de la hacienda habían acabado de correr para un lado, a un paso, Silvano fue a caer boca bajo, sobre el cuchillo acerado con que el matarife destrozaba el animal abatido, el cual en aquel instante lo levantaba de punta para arriba con el fin de cortar un pedazo de carne para el habitual churrasco del medio día..

Silvano, con el vientre abierto, soltó más que un gemido, un berrido desesperado, y rodó en el piso de un lado para el otro, arrastrando en su caída al carnicero que aseguraba el cuchillo homicida. Alguien tuviera la impresión de que el despostador asesinara a Silvano, tal la seguridad con que manejaba el cuchillo largo y afilado.

El espectáculo aterrorizaba a todos por lo imprevisto y por la brutalidad de la escena.

Fabricio corrió para Silvano, y pidiendo que le trajesen el material indispensable, transportó al herido a su propia cama, donde como médico hace las curaciones de urgencia, hasta que la ambulancia de la hacienda fuese provista de combustible para conducir al herido al hospital de la ciudad.

Empero estaba escrito que Silvano no resistiría por la gravedad de la herida.

Convencido de que iba a morir, miró demoradamente para Fabricio, y con dificultad en presencia de más de 10 trabajadores, habló entre lágrimas.

— perdóneme doctor yo soy un demonio. Ahora sé que vine de lejos, sembrando muertes, practicando crímenes… acusando inocentes….

Fabricio no hablaba, Pensaba que, el paciente está delirando.— decía entre sí

Empero Silvano continuó: – me recuerdo de muchas cosas, un horror…!, allí estaba Belcebú y todos los demonios del infierno.

Y desorbitando los ojos, desmesuradamente confesó:

— allí está el Nicolson a quien yo maté… allí! Él viene a matarme con una lanza…por haber dejado que condenase al viejo Malaquías… Malaquías, ese nombre no me es extraño… yo ya lo oí, hace muchos años… hace tantos años… a dónde sería?.

Silvano, – gritó Fabricio en el auge del desespero – Silvano! Diga quien fue el que mató a mi padre!

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