Descargar

Réquiem por el Consenso de Washington (página 4)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4

Por consiguiente, subsiste un grado considerable de libertad para la adopción de políticas nacionales que todavía no ha sido limitado por los acuerdos de la Ronda Uruguay. Sin embargo, tampoco hay que infravalorar las asimetrías de los acuerdos de esa Ronda. Esas asimetrías se deben al hecho de que mientras que los acuerdos negociados se aplican en pie de igualdad a todos los miembros de la OMC desde el punto de vista de las obligaciones "jurídicas", representan una carga mucho mayor para los países en desarrollo desde las perspectivas "económicas". Por consiguiente, es de importancia fundamental tener presente el principio de las "reglas de juego uniformes" no sólo en lo que se refiere a los imperativos "jurídicos", sino también, cosa que es aún más importante, en lo que se refiere a los imperativos "económicos", teniendo presentes las diferencias en las características estructurales y los niveles de desarrollo industrial de los países. Asimismo, hay que considerar qué es lo que quedará del grado de libertad mencionado a los dirigentes de los países en desarrollo después de que los acuerdos de la Ronda Uruguay se vean todavía más limitados por la serie de acuerdos de libre comercio regionales y bilaterales concertados con países desarrollados.

El Programa de Trabajo de Doha todavía tiene que cumplir las promesas de desarrollo hechas en la Declaración de Doha. El resultado final puede muy bien reducir la flexibilidad de los países en desarrollo para adoptar políticas, en particular en el sector de los aranceles industriales. Por otra parte, la falta de progreso en las negociaciones multilaterales puede hacer que se dé mayor importancia a los acuerdos de libre comercio regionales o bilaterales como mecanismos jurídicos en que se definen las normas y disciplinas del comercio internacional. Aunque esos acuerdos pueden mejorar el acceso de los países en desarrollo a los mercados de los países desarrollados, también pueden entrañar una mayor reducción del grado de libertad de las políticas nacionales que el que permita el acuerdo de la Ronda de Doha. Esto podría hacer aún más difícil para los países en desarrollo crear la capacidad de oferta necesaria para aprovechar la mejora de las oportunidades de exportación.

Los mercados financieros y la elección del régimen de tipo de cambio

El proceso de globalización en curso también ha cambiado el marco de la política macroeconómica nacional. Para muchos países en desarrollo y economías en transición, la apertura de sus fronteras al comercio internacional y a las corrientes privadas de capital ha ido acompañada de crisis provocadas por la inestabilidad y la agitación en los mercados financieros internacionales.

La desregulación de los mercados financieros internos, incluida la eliminación de los controles del crédito, la desregulación de los tipos de interés y la privatización de los bancos, fue un elemento fundamental del programa de reformas de los años ochenta y noventa. Se basó en la creencia de que la eliminación de la "represión financiera" y la imposición de la libertad de precios en los mercados de capitales y monetarios mejorarían la asignación intertemporal de recursos, fomentarían el ahorro y atraerían recursos adicionales al sistema bancario. Combinando esto con una liberalización de la cuenta de capital, los países en desarrollo podrían atraer ahorros financieros procedentes de economías más prósperas y más ricas en capitales, superando de ese modo uno de los mayores obstáculos al crecimiento.

Al mismo tiempo, sin embargo, no había un concepto claro de cómo se deberían determinar o regular el precio internacional más importante, el tipo de cambio, y, estrechamente ligado a él, el tipo de interés. Las dos opciones para la política nacional relativa al tipo de cambio que acabaron considerándose viables fueron la de permitir una flotación libre de la moneda o la de adoptar un tipo de cambio fijo ("paridad inamovible"), opciones a las que se dio en denominar "solución bipolar".

Para las pequeñas economías abiertas, en particular para los países en desarrollo, el tipo de cambio es el precio más importante existente y tiene una repercusión enorme en el nivel de precios interno y en la competitividad general. Debe ser suficientemente flexible para evitar desajustes pertinaces que dañen la competitividad de los productores nacionales y sus resultados comerciales. Al mismo tiempo, se debe evitar una volatilidad excesiva del tipo de cambio, que multiplicaría los riesgos para las inversiones a largo plazo, fomentaría la inflación interna y alentaría la especulación financiera.

La "solución bipolar" se basa en la premisa de que, en el caso de la flotación libre, los mercados financieros internacionales ajustarán sin brusquedades los tipos de cambio a su nivel de "equilibrio", mientras que, en el caso de la "paridad inamovible", los mercados de productos, financieros y de trabajo siempre se ajustarán sin brusquedades pero rápidamente a un nuevo equilibrio en el tipo de cambio preestablecido. Sin embargo, la realidad es que los tipos de cambio sometidos a un régimen de flotación se han demostrado altamente inestables y han provocado largos períodos de desajuste, con graves consecuencias para la actividad económica real de los países que lo han adoptado. La experiencia con las "paridades inamovibles" tampoco ha sido satisfactoria: como el tipo de cambio no puede corregirse cuando se producen graves contingencias externas o desajustes, el proceso de ajuste es costoso en términos de producción perdida, y son los sectores reales de la economía nacional los que soportan la carga.

Teniendo en cuenta esa experiencia con los tipos de cambio rígidamente fijos o de flotación libre, los regímenes "intermedios" se han convertido en la opción preferida por la mayoría de los países en desarrollo con mercados de capital abiertos. Estos regímenes ofrecen más espacio para maniobrar cuando se produce una inestabilidad en los mercados financieros internacionales y permiten el ajuste del tipo de cambio real a un nivel más adecuado a la estrategia de desarrollo de un país. Ninguna de las dos opciones que conforman la "solución bipolar" ofrece esas posibilidades. Combinar una cuenta de capital "completamente" abierta con una autonomía "plena" en la política monetaria y una estabilidad "absoluta" del tipo de cambio es imposible, pero establecer un régimen de tipo de cambio de "flotación dirigida", combinado con controles de capital "selectivos", (es decir, que mantengan "cierto grado" de autonomía de la política monetaria) parece ser una solución no perfecta pero sí viable.

Un objetivo más eficaz de las políticas macroeconómicas

La idea de que la estabilidad de precios es la condición más importante para lograr un crecimiento satisfactorio ha dominado la elección de los instrumentos de la política macroeconómica en los países desarrollados y en los países en desarrollo en los dos últimos decenios. El enfoque ortodoxo de "políticas macroeconómicas seguras" ha asignado a la política monetaria el papel de parachoques frente a cualquier combinación de políticas fiscales y estructurales y a cualquier tipo de crisis grave, independientemente de si ésta se ha originado en el sector de la oferta o en el de la demanda. El papel de la política fiscal se ha limitado en ese caso a ayudar a la política monetaria a mantener bajos los déficits presupuestarios.

La estabilización de precios también ha sido una meta fundamental en los casos en que la convergencia económica se ha visto coronada por el éxito, pero la adopción de políticas para lograr esa meta ha sido diferente. En las nuevas economías industriales (NEI) de Asia, la estabilización se logró principalmente mediante instrumentos no monetarios heterodoxos, como la política de ingresos o la intervención directa en los mercados de productos y de trabajo. Al mismo tiempo, las políticas monetaria y fiscal adoptaron instrumentos para lograr un crecimiento rápido y una inversión elevada: tipos de interés bajos y, al menos desde la crisis financiera asiática, un tipo de cambio ligeramente infravalorado, combinado con un estímulo fiscal cuando fue necesario teniendo en cuenta los acontecimientos cíclicos.

El punto de partida de esas políticas es la percepción de que en un mundo en que el aumento programado del ahorro no genera automáticamente un aumento de la inversión fija, la política económica debe centrarse en la creación de ahorro mediante la inversión y el crecimiento resultante de los ingresos. Este método requiere una política monetaria que proporcione posibilidades de financiación a empresas que todavía no existen. Esa política es potencialmente inflacionaria, pero no provocará inflación si la inversión y el crecimiento reales absorben el exceso de liquidez creado. Por lo tanto, hay un vínculo estrecho entre el proceso de crecimiento convergente y el cambio estructural, por una parte, y el desarrollo del sistema monetario y de los instrumentos de estabilización de un país, por otra.

La financiación externa sigue siendo necesaria en la medida en que las mayores importaciones de bienes de capital como resultado del aumento de las inversiones provocan un déficit por cuenta corriente. Pero muchos casos de éxito del crecimiento convergente, y muy recientemente el caso de China, han demostrado que esos déficit no se producen inevitablemente y que la financiación interna de las inversiones puede determinar un aumento considerable de las tasas de crecimiento sin necesidad del ahorro extranjero. El factor decisivo para el crecimiento convergente es la acumulación interna de capital en un proceso de aumento de los ingresos reales de todos los grupos de la sociedad.

En cualquier caso, la estabilización de precios es fundamental para sostener un proceso de crecimiento dinámico: en los países expuestos a una inflación elevada es mucho más difícil iniciar y mantener un proceso de desarrollo y de crecimiento convergente debido a la necesidad frecuente de limitar la creación de dinero y crédito. Sin un número suficiente de instrumentos de política que puedan utilizarse de modo eficaz para reducir los riesgos inflacionarios, el intento de promover el desarrollo mediante políticas macroeconómicas expansionistas está por lo general destinado al fracaso, ya que la inflación aumentará rápidamente. De modo inverso, los países que utilizan con éxito instrumentos heterodoxos para lograr la estabilidad de precios tienen más margen de maniobra para emplear la política macroeconómica a fin de fomentar un proceso de desarrollo promovido por las inversiones.

Tipos de cambio, tipos de interés y entrada de corrientes de capital

En ausencia de acuerdos multilaterales eficaces de regulación de los tipos de cambio, la política macroeconómica de muchos países en desarrollo ha tratado cada vez más de evitar la sobrevaloración de las monedas. Esto no sólo ha sido un medio de mantener o mejorar la competitividad internacional, sino que también es una condición necesaria para mantener bajos los tipos de interés nacionales y un seguro contra el riesgo de futuras crisis financieras.

La independencia frente a los mercados internacionales de capitales permite a los bancos centrales utilizar los instrumentos de que disponen para perseguir activamente el logro de las metas de desarrollo, a condición de que se mantenga controlado un posible repunte de la inflación mediante el empleo de medidas no monetarias como la política de ingresos, el fomento de las instituciones a fin de lograr un consenso nacional en apoyo de reivindicaciones salariales razonables o la intervención gubernamental directa en la fijación de los precios y, lo que incluso es más importante, de los salarios nominales. Ejemplos de este enfoque son la combinación de políticas económicas de algunas NEI asiáticas y de China después de su crisis financiera de 1994 y, más recientemente, el experimento de la Argentina con nuevos mecanismos de estabilización de precios. Muchos otros países en desarrollo que carecían de instrumentos de política adicionales para estabilizar la inflación tuvieron que elegir entre una política de bajos tipos de interés que favorece las inversiones internas y desalienta la entrada de capitales, pero alimenta la inflación, y una política de tipos de interés relativamente elevados que mantiene baja la inflación pero desalienta la inversión interna y atrae la entrada de capitales, lo que hace necesaria la intervención y, a menudo con altos costes, la esterilización monetaria.

La heterodoxa combinación asiática de políticas económicas se ha complementado con varias formas de regulación de la cuenta de capital. Aunque esa regulación puede ayudar a contener las crisis, y en alguna medida también a prevenirlas, el objetivo principal de la política económica debería ser evitar el surgimiento de grandes diferencias entre los tipos de interés, de posibilidades de arbitraje y de incentivos a la especulación. Aunque la especulación basada en la revaluación de las monedas y las desestabilizadoras corrientes de capital especulativo que se derivan de ella no pueden evitarse por completo, la adopción de un criterio pragmático de regulación de esos fenómenos se ha demostrado útil.

Mejora de las instituciones nacionales y de la gobernanza

Es cada vez mayor el consenso entre los economistas y las instancias normativas de que las instituciones nacionales son un factor fundamental del crecimiento. Hay mucho menos acuerdo respecto a cuál es exactamente el papel de las instituciones en el logro de los objetivos de desarrollo y qué tipo de medidas institucionales es el más apropiado para alcanzar dichos objetivos.

La opinión generalizada es que el papel fundamental de las instituciones debe ser reducir los costos de transacción a fin de crear nuevos mercados y hacer que los mercados existentes funcionen de modo más eficiente. Las políticas económicas deben recibir el apoyo de instituciones análogas en todo el mundo, dedicadas en particular a conceder y proteger los derechos de propiedad, de modo congruente con las "prácticas idóneas universales" vigentes en la actualidad en los países desarrollados. Quienes proponen ese criterio apuntan a los datos empíricos de análisis comparativos entre países en los que de modo generalizado se establece una correlación positiva entre la calidad de las instituciones y el nivel de ingresos. Sin embargo, esto no entraña que una mejora de las condiciones institucionales que son favorables a los mercados (como la protección de los derechos de propiedad, el Estado de derecho y las políticas de lucha contra la corrupción) sea una condición imprescindible para el crecimiento y la convergencia con los países avanzados. Más bien, las buenas instituciones y los buenos resultados económicos están interrelacionados.

Un análisis más a fondo de la relación que existe entre la calidad de las instituciones y la convergencia de los ingresos de los países en desarrollo con los de los países desarrollados pone de manifiesto que tanto las economías en desarrollo divergentes como las convergentes poseen un nivel relativamente bajo de calidad institucional. Esto sugiere que una reforma institucional en gran escala es raramente necesaria en las fases iniciales a fin de acelerar el crecimiento. Es únicamente después de que los países en desarrollo hayan alcanzado una convergencia económica sostenida cuando puede hacerse necesario crear instituciones análogas a las existentes en los países desarrollados actuales.

Instituciones de apoyo a las políticas comerciales e industriales dinámicas

Dar preponderancia a la industrialización y al cambio estructural entraña asignar a las instituciones un papel adicional de provisión de mecanismos para la aplicación eficaz de las políticas destinadas a lograr altos niveles de inversión y a estimular la adopción de nuevas tecnologías. Por consiguiente, el principio orientador del cambio institucional debe ser solucionar los problemas de información y coordinación que obstaculizan la adopción de las decisiones empresariales y mejorar los frenos y contrapesos a la discrecionalidad gubernamental para tomar medidas. Aunque las instituciones deben desempeñar funciones muy análogas en los diferentes países, su forma puede variar considerablemente de un país a otro, así como en un mismo país con el transcurso del tiempo.

Un elevado número de países en desarrollo adoptaron políticas comerciales e industriales dinámicas hasta el inicio de los años ochenta. Sin embargo, en aquella época no se reconocía suficientemente que la aplicación con éxito de esas estrategias requería disponer de una capacidad institucional y administrativa complementaria. Fue únicamente después de haberse llevado a cabo un análisis de los éxitos obtenidos por los países de industrialización tardía, particularmente en el Asia oriental, que se reconoció de modo amplio la importancia que tenía el apoyo institucional para hacer más eficaces los instrumentos de la política nacional.

A los efectos de iniciar y mantener un proceso de crecimiento sostenido y de cambio estructural es particularmente importante contar con instituciones que administren las rentas económicas derivadas de las políticas comerciales e industriales dinámicas. Una vez que una economía ha emprendido el camino del crecimiento convergente sostenido, aumentará paralelamente la capacidad del gobierno para apoyar la creación de instituciones de alta calidad mediante un incremento del gasto público. Esos dos procesos están estrechamente interrelacionados y crean un círculo virtuoso de mejora de los resultados económicos, transformación profunda de las instituciones y adopción de políticas públicas más eficaces.

Vincular el apoyo a los resultados económicos obtenidos asegura que las rentas iniciales se utilicen para una labor de fomento y que esa utilización acabe suprimiéndose una vez que madura la actividad que recibía el apoyo. En cierto modo, la aplicación de esas prescripciones en materia de resultados es el "bastón" que complementa necesariamente la "zanahoria" representada por la creación de rentas temporales procedentes de subvenciones o derivadas de la protección. La relación entre la administración pública y el sector privado debe ser de "autonomía integrada". La eficacia de las políticas comerciales e industriales dinámicas para lograr sus objetivos depende de la profesionalidad de la administración pública y de la eficiencia del intercambio de información entre los sectores público y privado. También depende del grado de autoridad que posean los órganos que establecen la política pública y del acceso que tengan a recursos presupuestarios que puedan destinarse al logro de los objetivos correspondientes, incluso mediante la creación y la eliminación de rentas. Sin embargo, no hay motivo para suponer que las disposiciones institucionales necesarias para aplicar políticas más ortodoxas (como una rápida liberalización y privatización) sean menos exigentes que las que se requiere adoptar para aplicar políticas de apoyo dinámicas.

– Instituciones multilaterales y gobernanza a nivel mundial

El grado considerable, que sigue en aumento, de interdependencia global en las relaciones económicas del mundo contemporáneo justifica firmemente la necesidad de un sistema sólidamente estructurado de gobernanza económica a nivel mundial. Las políticas económicas nacionales de carácter egoísta, si no se contrarrestan, pueden provocar efectos acumulativos. Por otra parte, la interdependencia económica mundial ofrece una oportunidad a los dirigentes de los países económicamente poderosos para adoptar deliberadamente políticas de empobrecimiento de los vecinos. Pueden sentirse tentados a utilizar políticas comerciales, macroeconómicas, financieras o cambiarias para lograr determinados objetivos económicos nacionales -como lograr fines mercantilistas o retrasar el ajuste de desequilibrios internos o externos- que pueden dañar los resultados económicos de otros países. En ausencia de disciplinas y cooperación multilaterales, la adopción de medidas de retorsión por los países que resultan afectados negativamente puede desembocar en inestabilidad y perturbaciones en las relaciones económicas internacionales, con consecuencias desfavorables para todos los países.

Pero para que esa acción colectiva a nivel mundial sea aceptable para todas partes debe ser el resultado de un proceso de consultas basado en la participación plena, voluntaria y en condiciones de igualdad de todas las partes interesadas. La percepción de que las disciplinas multilaterales tienen un alcance excesivamente amplio y limitan el logro de los objetivos legítimos de desarrollo nacional depende en grado elevado de las características estructurales y el nivel de desarrollo de la economía de cada país. No existe un único punto de equilibrio cuantificable entre las disciplinas multilaterales y la autonomía de la política nacional que pueda aplicarse a todos los países o a todas las esferas de actividad económica.

El régimen multilateral de comercio administrado por la Organización Mundial del Comercio contribuye a la certidumbre y previsibilidad del comercio internacional, ya que ofrece un marco para la realización ordenada y regulada del comercio internacional, con frenos y contrapesos, arbitraje de las diferencias entre Estados y determinación de las sanciones aplicables. Ese régimen ha sufrido presiones cada vez más intensas para ampliar el número de sectores regulados por disciplinas multilaterales y avanzar hacia el establecimiento de un marco regulatorio homogéneo. Sin embargo, es improbable que esos cambios puedan tener suficientemente en cuenta las asimetrías existentes entre los diferentes agentes de la economía mundial. A fin de evitar una parálisis de las negociaciones multilaterales, que tendría consecuencias negativas sobre los avances sustanciales que las disciplinas multilaterales en el ámbito del comercio internacional han logrado hasta ahora, el régimen de comercio multilateral debe ser por completo no excluyente y tener un grado suficiente de flexibilidad para acomodar los intereses y necesidades de todos sus miembros.

¿Cómo puede progresar el régimen multilateral de comercio?

Habrá que llevar a cabo más deliberaciones y negociaciones para explorar la gama de opciones existentes de establecimiento de un nuevo marco o nuevas directrices de la OMC en relación con el trato especial y diferenciado. Convendría, probablemente, que esa labor partiera del reconocimiento de que el trato especial y diferenciado aplicable a los países en desarrollo tiene como objeto corregir los desequilibrios estructurales más que el otorgamiento de concesiones. Desde esa perspectiva, y en el espíritu de una asociación mundial para el desarrollo, los países desarrollados deberían convenir en el establecimiento de un nuevo marco o de nuevas directrices en relación con el trato especial y diferenciado sin recibir concesión alguna a cambio.

Las diferencias entre los países en sus características estructurales o en sus planteamientos de política económica pueden ser tenidas en cuenta de dos modos. El primero es adoptar un enfoque específico respecto de cada país que dé a los países miembros la opción de no aplicar determinadas normas y compromisos, dependiendo de sus prioridades nacionales concretas. Esta flexibilidad permitiría a los países en desarrollo reivindicar cierta libertad en la aplicación de las disciplinas multilaterales de modo consecuente con la política de logro de los objetivos de desarrollo que tenga cada uno de ellos. La principal desventaja de ese criterio es que daría como resultado un régimen de comercio con múltiples categorías, lo que violaría la norma básica de no discriminación y complicaría la adhesión al régimen vigente basado en el consenso. Asimismo, ese criterio corre el riesgo de provocar una proliferación de acuerdos específicos, con disciplinas que podrían ir más allá del alcance deseado por los países en desarrollo durante un número elevado de años. Conforme a ese criterio los países que elijan no aplicar determinadas normas no disfrutarán de las ventajas de las disciplinas multilaterales vigentes y quizás no puedan renegociarlas una vez que decidan firmar un acuerdo específico.

El segundo modo es adoptar un enfoque específico respecto de cada país que establezca criterios para la concertación de acuerdos individuales en los que se establecerían las bases para determinar si los países miembros podrían no aplicar durante un período limitado de tiempo las disciplinas negociadas. Como en el caso del primer modo, la elección de este segundo modo establecería una diferenciación entre los países en desarrollo, pero en este caso la diferenciación se basaría en criterios objetivos. Los criterios utilizados y los niveles concretos elegidos se establecerían en negociaciones en que se determinaría un equilibrio entre las necesidades de un país y el posible daño infligido a otros miembros al no aplicarse la norma correspondiente.

Esos modos de diferenciación se han reseñado con el único objetivo de indicar algunas soluciones posibles. Las deliberaciones y negociaciones multilaterales pueden muy bien ofrecer otras soluciones, pero independientemente de la opción que se elija, es necesario que se tenga presente la amplia disparidad de características estructurales y de planteamientos de política económica que existen entre los numerosos países miembros de la OMC, así como la consiguiente necesidad de una mayor flexibilidad.

Asimetrías en la gobernanza económica mundial

Para lograr un equilibrio apropiado entre dar espacio a las políticas nacionales y respetar las disciplinas y compromisos internacionales no sólo es necesario reforzar la dimensión de desarrollo del sistema multilateral de comercio sino también mejorar la gobernanza mundial de las relaciones monetarias y financieras internacionales. En la actualidad, ese equilibrio no está asegurado debido sobre todo a dos asimetrías. La primera es que, contrariamente a la estructura institucional existente en el comercio internacional, los acuerdos monetarios y financieros vigentes en el plano internacional no están integrados en un sistema multilateral basado en normas que aplique una serie concreta de principios básicos a todos los participantes. Esta asimetría tiene efectos negativos particularmente fuertes sobre los países en desarrollo, porque las políticas monetarias y financieras nacionales que los países persiguen de modo egoísta pueden tener efectos mucho más perjudiciales que los provocados por las políticas de comercio o relacionadas con el comercio. La segunda asimetría es que las normas y compromisos multilaterales que regulan las relaciones económicas internacionales son, en términos jurídicos, igualmente vinculantes para todos los participantes, mientras que, en términos económicos, adolecen de un sesgo favorable a tener en cuenta de modo primordial las necesidades de los países desarrollados.

Conjuntamente, esas dos asimetrías dan como resultado normas y prácticas internacionales que están dirigidas a aumentar la integración económica en una serie de sectores fundamentales para los intereses y prioridades de los países desarrollados, y a reducir el grado de libertad de las políticas económicas nacionales en sectores fundamentales para la industrialización y la convergencia económica de los países en desarrollo. De ese modo, en términos cualitativos, y desde la perspectiva del desarrollo, el alcance de las disciplinas multilaterales en la realidad vigente de la gobernanza económica mundial parece ser excesivamente reducido en el ámbito de las relaciones monetarias y financieras internacionales, mientras que puede ser excesivamente amplio en el ámbito del comercio internacional.

Esto es así debido a que el rápido avance de la globalización en las relaciones monetarias y financieras no ha ido acompañado de una transformación igualmente rápida de las normas y disciplinas monetarias y financieras internacionales. Sobre todo, el sistema actual carece de acuerdos institucionales para hacer que se aplique la disciplina multilateral en materia de tipos de cambio. Hasta principios de los años setenta, el sistema de Bretton Woods obligaba a los bancos centrales a intervenir en los mercados cambiarios a fin de mantener dentro de un margen estrecho la estabilidad del tipo de cambio y de limitar los movimientos especulativos de capitales a corto plazo que se habían demostrado tan perjudiciales en el período de entreguerras. Mediante el establecimiento de bandas estrechas de fluctuación del tipo de cambio, el sistema de Bretton Woods limitaba la capacidad de los gobiernos para manipular los tipos de cambio de sus monedas. Estos arreglos institucionales permitían al sistema mantener un equilibrio entre la autonomía de la política nacional por una parte y las disciplinas multilaterales, por otra. El sacrificio de la autonomía monetaria formal se veía compensado por la estabilidad en los mercados financieros y por una mayor previsibilidad en el comercio internacional y en las decisiones conexas relativas a las inversiones en capital fijo.

El Convenio Constitutivo del FMI contenía disposiciones para que los países miembros pudieran llevar a cabo modificaciones de los tipos de cambio a fin de prevenir o corregir los desequilibrios de sus balanzas de pagos sin tener que recurrir a medidas "perniciosas para la prosperidad nacional o internacional" (art. 1). En muchos casos esas medidas iban acompañadas de recursos financieros suficientes para que los países afectados pudieran hacer frente a sus obligaciones, lo que permitía suavizar las presiones del ajuste. Sin embargo, a raíz de la desaparición del sistema de Bretton Woods de regulación de los tipos de cambio, el equilibrio entre la financiación y el ajuste en las situaciones de crisis se fue perdiendo gradualmente. La provisión de liquidez para permitir a los países hacer frente a sus dificultades en los pagos era a menudo insuficiente, a la vez que el FMI comenzaba a imponer amplios requisitos de ajuste de las políticas macroeconómicas e incluso estructurales.

En la actualidad, el FMI puede intervenir en la política cambiaria de un país únicamente sí ese país solicita apoyo financiero del Fondo, quedando entonces sujeto a la condicionalidad del FMI. Por el contrario, en los casos en que se celebran negociaciones sobre los tipos de cambio de las monedas más importantes, dichas negociaciones se llevan a cabo fuera del FMI, principalmente en las reuniones del Grupo de los Siete o en conversaciones bilaterales entre los principales países industrializados. De hecho, la institución encargada de promover la estabilidad de los tipos de cambio y de prevenir un desequilibrio excesivo y prolongado en los pagos no tiene capacidad para imponer disciplinas válidas en relación con las políticas de los países que son responsables de los mayores desequilibrios externos y cuya volatilidad en materia de tipos de cambio tiene las más amplias repercusiones -negativas- sobre la economía internacional. La supervisión de las políticas llevada a cabo por el FMI está limitada principalmente a sus miembros más pobres, que deben solicitar recursos financieros al Fondo debido a que carecen de acceso a fuentes de financiación privadas, y, ocasionalmente, a las economías de mercado emergentes que sufren perturbaciones en los mercados financieros y crisis financieras. Como resultado de esto, la mayor parte de los ajustes en caso de desequilibrios externos se concentra en un grupo de países en desarrollo y de países en transición, a pesar de que la fuente de esos desequilibrios puede encontrarse en el mundo desarrollado.

La falta de un marco financiero que funcione bien en una economía globalizada hace necesario el establecimiento de un nuevo método multilateral de regulación del precio internacional más importante: el tipo de cambio. Hace falta disponer de una institución nueva o reformada que cree un sistema de tipos de cambio estables a fin de dar mayor previsibilidad al intercambio comercial, sobre la base de un trato más simétrico de todos los países que sean miembros de ella. El objetivo principal de esa institución sería evitar crisis financieras sistémicas mediante una estrecha vigilancia de los desequilibrios comerciales y de los desajustes de los tipos de cambio tanto en los países con superávit como en los países con déficit. Separar las decisiones de supervisión de las decisiones de provisión de fondos financieros y asignar las primeras a una autoridad independiente podría mejorar su calidad, legitimidad y repercusión".

Supachai Panitchpakdi

Secretario General de la UNCTAD

Anexo: Las "obras" de ayer

Los "jíbaros" del Fondo Monetario Internacional las llaman: "Partidas Informativas"

Las "serpientes encantadoras de hombres" de Wall Street (tanto monta, monta tanto) los llaman "fundamentals".

Ustedes, pueden llamarlas como quieran: fotografía, analítica, radiografía, resonancia magnética, tomografía computada…

Humildemente, prefiero optar por: "dura realidad". Indicadores como palabras… (que es de lo que se trata).

Comparando la tasa media de crecimiento anual del Producto Interior Bruto (PIB real), en los periodos 1980-1990 y 1990-1999, puede observarse que en Asia Oriental, Europa & Asia Central, han resultado más altos en el primer tramo de la serie; en América Latina & Caribe, Oriente Medio & Norte de África y África Subsahariana han resultado más altos en el segundo tramo de la serie. En Asia Meridional, no se registran variaciones en el ritmo de crecimiento en ambos periodos.

En los Países de Ingreso Alto y en los Países de Ingreso Medio y Bajo, los ritmos medios de crecimiento anual registrados son más altos en el periodo 1980-1990, que en el periodo 1990-1999.

Se agregan los datos correspondientes al periodo 1990-2001 a efectos comparativos.

En un trabajo titulado: "Desarrollo económico: del Consenso al Post-Consenso de Washington y más allá, de abril de 2003, el Profesor de Economía de la Universidad Complutense de Madrid, Francisco Bustelo, realiza el siguiente comentario:

"Hacia mediados del decenio de los noventa ya parecían claras algunas insuficiencias de los resultados prácticos del Consenso de Washington. La aplicación, de la mano del FMI, de los postulados del Consenso a la transición desde la planificación central a la economía de mercado (en Rusia y en los países de Europa Central y Oriental, PECO) no había tenido precisamente resultados positivos. En América Latina y el Caribe, pese a una indudable recuperación, el ritmo de crecimiento no fue lo bastante alto como para reducir sustancialmente la pobreza. Además, la crisis financiera mexicana de 1994-95, registrada en un país que hasta entonces había sido alabado como el alumno más brillante y aventajado de las instituciones financieras internacionales, puso en solfa las pretendidas bondades del Consenso. Basta un simple vistazo a las cifras de variación del PIB per cápita en varias regiones del Tercer Mundo y en Rusia en 1991-95, en comparación con las correspondientes al 1974-1990, para darse cuenta que las zonas en las que se aplicaron más nítidamente las recomendaciones del Consenso registraron tasas negativas (Europa Central y Oriental, así como toda África) o bien positivas pero bajas (América Latina y el Caribe). Por el contrario, las que se mantuvieron al margen, como Asia Oriental y, en menor medida, Asia Meridional, crecieron de manera sostenida e incluso espectacular. Finalmente, las graves crisis asiáticas de 1997-98 acabaron de dar la puntilla a un enfoque que había insistido mucho en la liberalización financiera como requisito esencial del desarrollo"…

Continúa el Profesor Bustelo: "Podría argumentarse que, desde mediados de los años noventa, las cosas han cambiado sustancialmente en la economías en transición y en América Latina. Sin embargo, ese no es precisamente el caso, como se ilustra en el cuadro anterior, que compara la evolución del PIB per cápita en 1991-2000 con la del periodo 1981-1990.

A principios del siglo XXI, las dos percepciones que había a mediados de los años noventa han seguido siendo tales. El fracaso de los procesos de transición en los PECO -con la posible excepción de Polonia- y en la Federación Rusa, que ha contrastado con los buenos resultados de China y Vietnam (que nunca se adhirieron al Consenso), ha sido, en perspectiva, evidente. Los resultados insatisfactorios en América Latina se han mantenido y si cabe se han acentuado con lo que la CEPAL ha llamado la "media década perdida" (1995-2000). En cuanto a las economías emergentes tras las crisis asiáticas, se han producido nuevas crisis financieras en Turquía (2000-2001) y en Argentina (2001-2002), lo que ha dado más argumentos, si cabe, a quienes defienden posiciones críticas con el Consenso de Washington.

Mas en general, los últimos años noventa fueron un período en el que parecía surgir un nuevo consenso a la importante idea de que el mercado, siendo condición necesaria para el desarrollo (como atestiguaron el fracaso sin paliativos de la planificación central y el éxito de China en la introducción -aunque paulatina- de mecanismos de mercado), no era ni mucho menos condición suficiente. La versión más moderada del Consenso de Washington (el enfoque favorable al mercado) insistía sin embargo en que el Estado se debía limitar a sustentar o apoyar (en ningún caso a corregir o sustituir) al mercado. El Post-Consenso, sin embargo, empezó a difundir la idea de que el Estado debía crear mercados, corregir imperfecciones de los existentes e incluso distorsionar deliberadamente algunos de ellos para acelerar el crecimiento económico y el desarrollo"…

A efectos comparativos, se presenta una serie cronológica más ampliada, con el desagregado entre Países de Ingreso Medio y Países de Ingreso Bajo, y con la inclusión y exclusión de China en los datos correspondientes al Asia Central.

Como puede observarse, en la serie ampliada, sólo en el caso de la agrupación de Países de Ingresos Bajos y en Asia Meridional, los resultados comparativos favorecen al periodo 1990-1998. En América Latina & Caribe el promedio de crecimiento anual del periodo 1965-1988 y 1990-1998 coinciden.

Del cuadro anterior surge que mientras los 20 países más pobres han visto mejorado su producto bruto interno per cápita un 25,94% en el comparativo 2000-2002 con 1960-1962, los 20 países más ricos han alcanzado una mejora equivalente al 183,25% en el mismo período.

Como puede observarse en el cuadro anterior, África Sub-Sahariana, Oriente Medio y África del Norte, y América Latina & Caribe son los "grandes perdedores" del proceso de globalización económica.

  • África Sub-Sahariana tiene una pérdida equivalente al 42,42% en la evolución del ingreso regional per cápita como porcentaje del ingreso per cápita promedio de los países miembros de la OCDE, en dólares constantes, comparando 2001 con 1980.
  • Oriente Medio y África del Norte tiene una pérdida equivalente al 30,93%.
  • América Latina & Caribe tiene una pérdida equivalente al 28,89%.

Como puede observarse el ratio de desempleo empeora en las Economías en transición (46,03%), Este de Asia (37,50%), América Latina & Caribe (15,94%) y Sudeste de Asia (61,54%), en el comparativo del año 2003 con el año 1993.

El ratio de crecimiento anual del PIB supera al ratio de crecimiento de la población activa en todas las regiones, en el comparativo 2003 – 1993; aunque las diferencias más significativas: Economías industrializadas (212,50%), Economías en transición (300%), Este de Asia (538,46%), Sur de Asia (139,13%) y Sudeste de Asia (83,33%), contrastan con la baja performance de América Latina & Caribe (13,04%), Oriente Medio & Norte de África (6,06%) y África Sub-Sahariana (3,57%).

Los datos anteriores alcanzan mayor significación si se comparan con el crecimiento total a nivel mundial (94,44%).

Este cuadro permite apreciar las "marcadas" diferencias de gastos en el sector social por países agrupados según ingresos, como porcentaje del PIB (Social Situation 2005).

Mientras los países de altos ingresos aplican el equivalente al 27,3%, los países de altos ingresos medios aplican el 19,2%, los países de bajos ingresos medios aplican el 14,5%, los países de bajos ingresos sólo aplican el 11,5%. Al margen de las magnitudes absolutas (no es lo mismo aplicar un porcentaje sobre el PIB de los países de altos ingresos que aplicar el mismo porcentaje sobre el PIB de los países de bajos ingresos, las magnitudes relativas "alarman" (aunque no sorprenden).

La diferencia relativa entre lo asignado por los países de altos ingresos (27,3%) y los de bajos ingresos (11,5%) representa un 137,37% menos de gastos en el sector social como porcentaje del PIB.

(Dada la importancia del mismo se traduce, parcialmente, el comentario específico ofrecido en el informe de las Naciones Unidas)

Un análisis de la base de datos correspondiente a las desigualdades en los ingresos mundiales (world income inequality database -WIID- en el original) indica que la desigualdad interna respecto a los ingresos de los países se elevó (aumentó) entre la década del 50" y la del 90" en 48 de los 73 países con información disponible suficientemente confiable. Juntos, estos 48 países representan el 59% de la población total de los países incluidos en el análisis. En los inicios de la década de los 80", 29 de los 73 países tenían un coeficiente de Gini superior a 0,35 – 0,40, el umbral más allá del cual el crecimiento y alivio (mitigación) de la pobreza puede ser percibido sensiblemente; pero en la segunda mitad de la década de los 90" el número de países con altos niveles de desigualdad de ingresos había subido a 48.

La desigualdad interior de los países quedó relativamente constante en 16 países de los que participaron en el estudio, aunque los datos sugieren que la situación ha empeorado en 3 de ellos durante los últimos años de la década.

Sólo 9 de los países incluidos en el análisis han registrado una disminución en la desigualdad de los ingresos entre la década del 50" y la década del 90"; incluyéndose en este grupo a los siguientes: Bahamas, Francia, Alemania, Honduras, Jamaica, Malasia, Filipinas, República de Corea y Túnez.

La desigualdad en los ingresos internos de los países ha aumentado en muchos países en desarrollo y en un "sorprendente" gran número de países industrializados…

Un análisis comparativo de los ratios de pobreza en el Mundo y las principales Regiones, China e India considerando el porcentaje de la población, que vivían en 1981 y en 2001 con ingresos menores a US$ 1 por día, permite observar lo siguiente:

Comparando la variación habida entre 1981 y 1990 y entre 1990 y 2001,

. A nivel mundial presenta una mejora (M) equivalente a un 30% en el comparativo 1990 y 2001 y una mejora (M) equivalente a un 25% en el comparativo 1990 y 2001.

. Este de Asia & Pacífico presenta una (M) equivalente a un 48,28% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 50% en el comparativo 1990 y 2001.

. Europa & Asia Central no presenta cambio en el comparativo 1990 y 2001 y presenta un empeoramiento (E) equivalente a un 400% en el comparativo 1990 y 2001.

. América Latina & Caribe presenta un (E) equivalente a un 10% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 9,10% en el comparativo 1990 y 2001.

. Oriente Medio & Norte de África presenta una (M) equivalente a un 60% en el comparativo 1990 y 2001 y no presenta cambio (S/C) en el comparativo 1990 y 2001.

. Sur de Asia presenta una (M) equivalente a un 21,15% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 24,39% en el comparativo 1990 y 2001.

. África Subsahariana presenta un (E) equivalente a un 7,14% en el comparativo 1990 y 2001 y un (E) equivalente a un 4,44% en el comparativo 1990 y 2001.

. China presenta una (M) equivalente a un 48,44% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 48,48% en el comparativo 1990 y 2001.

. India presenta una (M) equivalente a un 22,22% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 16,67% en el comparativo 1990 y 2001.

Un análisis comparativo de los ratios de pobreza en el Mundo y las principales Regiones, China e India considerando el porcentaje de la población, que vivían en 1981 y en 2001 con ingresos menores a US$ 2 por día, permite observar lo siguiente:

Comparando la variación habida entre 1981 y 1990 y entre 1990 y 2001,

. A nivel mundial presenta una mejora (M) equivalente a un 8,96% en el comparativo 1990 y 2001 y una mejora (M) equivalente a un 13,11% en el comparativo 1990 y 2001.

. Este de Asia & Pacífico presenta una (M) equivalente a un 17,65% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 32,86% en el comparativo 1990 y 2001.

. Europa & Asia Central no presenta cambio en el comparativo 1990 y 2001 y presenta un empeoramiento (E) equivalente a un 400% en el comparativo 1990 y 2001.

. América Latina & Caribe presenta un (E) equivalente a un 3,70% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 10,71% en el comparativo 1990 y 2001.

. Oriente Medio & Norte de África presenta una (M) equivalente a un 27,59 % en el comparativo 1990 y 2001 y presenta un (E) equivalente a un 9,52% en el comparativo 1990 y 2001.

. Sur de Asia presenta una (M) equivalente a un 3,37% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 10,47% en el comparativo 1990 y 2001.

. África Subsahariana presenta un (E) equivalente a un 2,74% en el comparativo 1990 y 2001 y un (E) equivalente a un 2,67% en el comparativo 1990 y 2001.

. China presenta una (M) equivalente a un 17,05% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 35,62% en el comparativo 1990 y 2001.

. India presenta una (M) equivalente a un 4,44% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 6,98% en el comparativo 1990 y 2001.

Un análisis comparativo de los ratios de pobreza en el Mundo y las principales Regiones, China e India considerando la cantidad de población, que vivían en 1981 y en 2001 con ingresos menores a US$ 1 por día, permite observar lo siguiente:

Comparando la variación habida entre 1981 y 1990 y entre 1990 y 2001,

. A nivel mundial presenta una mejora (M) equivalente a un 17,64% en el comparativo 1990 y 2001 y una mejora (M) equivalente a un 9,52% en el comparativo 1990 y 2001.

. Este de Asia & Pacífico presenta una (M) equivalente a un 40,70% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 39,83% en el comparativo 1990 y 2001.

. Europa & Asia Central presenta un (E) equivalente a un 200% en el comparativo 1990 y 2001 y presenta un (E) equivalente a un 900 en el comparativo 1990 y 2001.

. América Latina & Caribe presenta un (E) equivalente a un 36,11% en el comparativo 1990 y 2001 y un (E) equivalente a un 3,85% en el comparativo 1990 y 2001.

. Oriente Medio & Norte de África presenta una (M) equivalente a un 33,33% en el comparativo 1990 y 2001 y presenta un (E) equivalente a un 16,67% en el comparativo 1990 y 2001.

. Sur de Asia presenta una (M) equivalente a un 2,74% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 7,36% en el comparativo 1990 y 2001.

. África Subsahariana presenta un (E) equivalente a un 38,41% en el comparativo 1990 y 2001 y un (E) equivalente a un 39,21% en el comparativo 1990 y 2001.

. China presenta una (M) equivalente a un 40,85% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 43,47% en el comparativo 1990 y 2001.

. India presenta una (M) equivalente a un 6,54% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 0,56% en el comparativo 1990 y 2001.

Un análisis comparativo de los ratios de pobreza en el Mundo y las principales Regiones, China e India considerando la cantidad de población, que vivían en 1981 y en 2001 con ingresos menores a US$ 2 por día, permite observar lo siguiente:

Comparando la variación habida entre 1981 y 1990 y entre 1990 y 2001,

. A nivel mundial presenta un empeoramiento (E) equivalente a un 8,32% en el comparativo 1990 y 2001 y un (E) equivalente a un 3,05% en el comparativo 1990 y 2001.

. Este de Asia & Pacífico presenta una (M) equivalente a un 4,62% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 22,58% en el comparativo 1990 y 2001.

. Europa & Asia Central presenta un (E) equivalente a un 15% en el comparativo 1990 y 2001 y presenta un (E) equivalente a un 404,35% en el comparativo 1990 y 2001.

. América Latina & Caribe presenta un (E) equivalente a un 26,26% en el comparativo 1990 y 2001 y un (E) equivalente a un 2,40% en el comparativo 1990 y 2001.

. Oriente Medio & Norte de África presenta una (M) equivalente a un 1,92% en el comparativo 1990 y 2001 y presenta un (E) equivalente a un 37,25% en el comparativo 1990 y 2001.

. Sur de Asia presenta un (E) equivalente a un 16,69% en el comparativo 1990 y 2001 y un (E) equivalente a un 11,06% en el comparativo 1990 y 2001.

. África Subsahariana presenta un (E) equivalente a un 32,64% en el comparativo 1990 y 2001 y un (E) equivalente a un 35,08% en el comparativo 1990 y 2001.

. China presenta una (M) equivalente a un 32,64% en el comparativo 1990 y 2001 y una (M) equivalente a un 28% en el comparativo 1990 y 2001.

. India presenta un (E) equivalente a un 16,03% en el comparativo 1990 y 2001 y un (E) equivalente a un 29,92% en el comparativo 1990 y 2001.

Un análisis comparativo de la evolución de la Estructura del comercio en el periodo 1990-1999 y 1990-2003, con respecto a la Importación y Exportación de bienes y servicios por niveles de desarrollo, regiones económicas y niveles de ingresos, permite destacar los siguientes resultados (los cálculos comparativos se efectúan sobre los datos del año 1990 según la actualización de los mismos publicada en 2005):

. Países en desarrollo: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 12,5%, (90-03) aumentan un 37,5%.

. Países en desarrollo: variación de las exportaciones (90-99) aumentan un 16%, (90-03) aumentan un 40%.

. Países menos adelantados: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 27,27%, (90-03) aumentan un 36,36%.

. Países menos adelantados: variación de las exportaciones (90-99) aumentan un 38,46%, (90-03) aumentan un 69,23%.

. Estados Árabes: variación de las importaciones (90-99) disminuyen un 21,05%, (90-03) disminuyen un 21,05%.

. Estados Árabes: variación de las exportaciones (90-99) disminuyen un 10,53%, (90-03) disminuyen un 5,26%.

. Asia Oriental & Pacífico: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 21,88%, (90-03) aumentan un 50%.

. Asia Oriental & Pacífico: variación de las exportaciones (90-99) aumentan un 36,36%, (90-03) aumentan un 57,58%.

. América Latina & Caribe: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 20%, (90-03) aumentan un 40%.

. América Latina & Caribe: variación de las exportaciones (90-99) disminuyen un 5,88%, (90-03) aumentan un 41,18%.

. Asia Meridional: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 30%, (90-03) aumentan un 38,46%.

. Asia Meridional: variación de las exportaciones (90-99) aumentan un 36,36%, (90-03) aumentan un 54,55%.

. África Subsahariana: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 19,23%, (90-03) aumentan un 26,92%.

. África Subsahariana: variación de las exportaciones (90-99) aumentan un 7,41%, (90-03) aumentan un 22,22%.

. Europa Oriental y la CEI: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 50%, (90-03) aumentan un 42,31%.

. Europa Oriental y la CEI: variación de las exportaciones (90-99) aumentan un 62,96%, (90-03) aumentan un 37,04%.

. Países de Desarrollo Humano Medio: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 25%, (90-03) aumentan un 40%.

. Países de Desarrollo Humano Medio: variación de las exportaciones (90-99) aumentan un 35%, (90-03) aumentan un 55%.

. Países de Desarrollo Humano Bajo: variación de las importaciones (90-99) disminuyen un 3,45%, (90-03) aumentan un 27,59%.

. Países de Desarrollo Humano Bajo: variación de las exportaciones (90-99) disminuyen un 22,22%, (90-03) aumentan un 25,93%.

. Países de Ingreso Medio: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 23,81%, (90-03) aumentan un 42,86%.

. Países de Ingreso Medio: variación de las exportaciones (90-99) aumentan un 31,82%, (90-03) aumentan un 50%.

. Países de Ingreso Bajo: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 52,94%, (90-03) aumentan un 41,18%.

. Países de Ingreso Bajo: variación de las exportaciones (90-99) aumentan un 84,62%, (90-03) aumentan un 61,54%.

. Total Mundial: variación de las importaciones (90-99) aumentan un 31,58%, (90-03) aumentan un 26,32%.

. Total Mundial: variación de las exportaciones (90-99) aumentan un 42,11%, (90-03) aumentan un 26,32%.

Comparando la variación existente entre la Razón de la deuda externa con respecto del PIB desde 1992 a 2001, se puede observar lo siguiente:

. Para el conjunto de Países en desarrollo la relación presenta una mejora equivalente al 3,10%, en el periodo considerado.

. Para África la relación presenta un empeoramiento equivalente al 2,58%, en el periodo considerado.

. Para África al Sur del Sahara la relación presenta un empeoramiento equivalente al 9,71%, en el periodo considerado.

. Para América la relación presenta un empeoramiento equivalente al 20,44%, en el periodo considerado.

. Para Asia la relación presenta una mejora equivalente al 19,55%, en el periodo considerado.

. Para Asia, excluidos China e India, la relación presenta una mejora equivalente al 19,31%, en el periodo considerado.

. Para Oriente Medio y Europa la relación presenta un empeoramiento equivalente al 6,55%, en el periodo considerado.

Ruego a ustedes que me permitan finalizar esta serie de datos "incontestables" e suficientemente elocuentes, como para acallar a los más perseverantes "bastardos de Voltaiare" (John Ralston Saul), repitiendo un cuadro utilizado en un Paper anterior: "La insoportable levedad de los "modelos" del FMI" (Desmontando a Anne Krueger, vicedirectora del Fondo Monetario Internacional), publicado el 18/3/05:

(En su momento decía al respecto) Siempre que veo en la televisión o en los periódicos a Anne Krueger no puedo dejar de pensar en el personaje de la "torturadora" de la película "Pascualino Siete Bellezas", filmada en 1976, dirigida por Lina Wertmüller, con la genial actuación de Giancarlo Giannini, y ganadora de un Oscar.

Mezcla del General Schwarzkopf (el héroe de la Tormenta del Desierto, con Bush I), con Madeleine Albrigth (The spiritual patron of the disaster in Kosovo, secretaria de Estado del presidente Clinton. La de los "cojounes", sic).

Combinación de Margaret Thatcher (heroína de tantas batallas, que pierdo la cuenta) con Condy Rice (la de las armas de destrucción masiva, halcón de la Guerra de Iraq, secretaria de Estado con Bush II).

Demolition Woman. La Dama de Hierro del capitalismo salvaje. La Princesa de las Tinieblas de la banca internacional. Látigo de herejes. Santa Patrona de los Apóstoles del Fondo. Inspiradora de escribas, fariseos y corifeos. Profeta del pensamiento único. Tsunami de los países en desarrollo.

En este caso (espero poderlo demostrar), "la montaña se estremeció y al final parió un ratón"…

El Working Paper del Fondo Monetario Internacional, con la autoría de Andrew Berg y Anne Krueger, intenta contestar la pregunta: Cómo es de importante la política comercial para la reducción de la pobreza?

Entre los párrafos "sin desperdicio" que ustedes encontrarán en la traducción (resumida) que se presenta al inicio del artículo (Piso Cero), está el siguiente: "Como conclusión sobre la tendencia de la apertura a incrementar los ingresos, nosotros sugerimos que si los países pobres se abrieran más, la pobreza podría caer"…

En el Cuadro anterior se ha utilizado el mismo listado de países "seleccionados" en el IMF Working Paper (WP/03/03), titulado "Trade, Growth, and Poverty: A Selective Survey", de febrero 2003, cuyos autores son Andrew Berg y Anne Krueger, al que oportunamente dediqué el Paper señalado.

Para contestar al IMF Working Paper he intentado, por rigurosidad metodológica (aunque sin ignorar la caprichosa -y sospechable- selección de los países investigados por los autores), ampliar la información estadística de los mismos, de cara a constatar que "no todo lo que reluce es oro".

Al margen del muestreo elegido (contestando al original), he tratado de "cuantificar" y "cualificar" a los que "se mueren a las puertas del Paraíso".

¿Liberación unilateral? Mentiras arriesgadas. Un librecambio que no existe"…

Aclarado el "origen" del listado de países "beneficiados" por la liberalización del comercio, veamos algunas de las consecuencias representadas por las Tendencias del Índice de Desarrollo Humano:

Comparando la variación del Índice de Desarrollo Humano de los países seleccionados entre 1980 y 1990 y entre 1990 y 2000 (ó 2002, cuando el dato anterior no existe, lo cual debería favorecer el cotejo sobre la base), tenemos que:

. En 20 de los 35 países seleccionados, con datos estadísticos disponibles, la evolución del Índice de Desarrollo Humano ha tenido un mayor incremento en el periodo 1980-1990, que en el periodo 1990-2000, a pesar que en 12 de los 35 se han utilizado los datos correspondientes al año 2002 para efectuar las comparaciones.

. En 15 de los 35 países seleccionados, con datos estadísticos disponibles, la evolución del Índice de Desarrollo Humano ha tenido un mayor incremento en el periodo 1990- 2000, que en el periodo 1980-1990, aunque en 12 de los 35 se han utilizado los datos correspondientes al año 2002 para efectuar las comparaciones.

 

 

 

Autor:

Economista Ricardo Lomoro

España, Las Palmas de Gran Canaria, Diciembre de 2007

El economista Ricardo Lomoro publica en Internet sus ensayos como aporte al debate de ideas  acerca de:

Globalización Económica – Contestación a la teología de mercado – problemas globales, soluciones pendientes – Antiglobalización – El fin de la e-volución? – Los daños ocultos del librecambio – Latinoamérica: los pasos perdidos -Recreación de debates virtuales entre clásicos de la economía.

Otros trabajos del autor pueden encontrarse en www.realidadeconomica.com

Partes: , 2, 3, 4 >

Partes: 1, 2, 3, 4
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente