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Trabajo práctico de comunicación y cultura política

Enviado por elektroniks04


    1. Dialéctica del Sujeto, Sus dos componentes constitutivos
    2. Algunos aportes de la Teoría Lingüística
    3. Nociones básicas sobre la Representación
    4. Aplicación al quiebre representante – representado
    5. La Crisis de Representación
    6. Conclusión
    7. Bibliografía

    Introducción

    El objetivo del presente trabajo es explicar la crisis de representación en la actualidad introduciendo, entre otras dimensiones, los conceptos de la dialéctica del sujeto.

    Con ese motivo se incorporarán los conceptos y premisas generales de la dialéctica del sujeto, que incluye los componentes: sujeto y objeto (éste como algo distinto del primero).

    En este punto se esbozarán las principales concepciones del sujeto, desde su reconocimiento cartesiano, hasta la concepción que de éste declara el psicoanálisis, pasando por la idea hegeliana de sujeto, como así también algunas inferencias sobre la teoría lingüística relacionadas con el tema.

    Esta distancia entre sujeto y objeto servirá para introducir, en el concepto de representación, una distancia necesaria entre representante y representado. Se aducirá que esta distancia es insalvable, dado el quiebre entre ambas partes, y la consecuencia que ese quiebre acarrea sobre la representación política.

    Esa distancia será una de las causas para la decadencia de la representación política en la actualidad. Pero por otra parte, para completar estas sentencias se incorporará una descripción histórica del avance de la representación política en la época contemporánea, que abarcará desde la democracia parlamentaria hasta la que actualmente pertenece a nuestro sistema político, pasando por la democracia de masas. Además de un acercamiento general sobre estos tipos de representación, se adicionará de manera básica el tamiz que dichas condiciones cobran en la realidad Argentina, teniendo en cuenta las condiciones del contexto histórico en el cual cada una de dichas situaciones toman lugar. La última de las etapas, la democracia representativa, será analizada con detenimiento, debido a que es la que en actuales momentos enfrenta un conflicto profundo.

    Se agregará otra de las causas de la crisis de representación (además de la distancia entre representante y representado y la decadencia de la democracia representativa). Esta otra causa se abordará desde términos psicoanalíticos, que serán incorporados para demostrar la falta de líderes en la actividad política actualmente. Se argumentará que, a diferencia de lo que sucedía en décadas anteriores, cuando las personas se sentían identificadas con personajes importantes (los que consideraban como superiores) en la actualidad las personas alaban otros ídolos (estrellas del deporte, la música, etc.), que distan mucho de reunir las características de los anteriores. En tiempos actuales hay una tendencia a sentirse identificado con personajes que se toman del bombardeo informativo emitido por los medios de comunicación.

    Aspectos adicionales de nuestra realidad moderna serán tenidos en cuenta debido a su pertinencia para el estudio. Estos y otros datos de cobrada actualidad le darán al análisis una forma acabada y completa y llevarán a entender muchas de las situaciones que enfrentamos, desde nuestro lugar, con relación al tema.

    Dialéctica Del Sujeto, Sus Dos Componentes Constitutivos:

    Para comenzar el análisis debemos entender una situación inicial con dos componentes, porque toda dialéctica se integra de dos dimensiones. En este caso los denominaremos: un sujeto y un objeto. El sujeto es el yo. Lo opuesto al sujeto es, en una primera instancia, algo diferente del yo: el otro, el objeto.

    El sujeto da cuenta de su existencia cuando descubre que hay otro distinto de él (el no yo), el otro. Como la dialéctica implica negación, en este caso el otro sería la negación del yo, no por oponerse a este, sino por constituir el no yo.

    La concepción entre sujeto y objeto fue entendida de distintas formas, pero las más importantes (debido a su aporte para este trabajo) son las que siguen:

    Sujeto para Descartes:

    Para Descartes, la única certeza del hombre es su existencia. El yo es la certidumbre de la existencia, el resto es la duda. Pero esta sentencia ("Pienso, Luego Existo") entraña una crítica, ya que el sujeto pensante existe como cosa, se sustancializa y pierde toda reflexividad. El yo queda alienado en su propia imagen: para que exista un yo humano debe existir autoconsciencia, un movimiento según el cual el yo vuelva sobre sí mismo, reflexione sobre su propia existencia, y determine la relación dialéctica yo – no yo. El movimiento de reflexión del sujeto sobre sí mismo se puede dar por el deseo. Desde el deseo el sujeto reconoce a otro, y se reconoce como algo distinto de sí mismo.

    Sujeto para Hegel:

    Hegel introduce la idea del deseo. Para él, desear permite una realidad externa al sujeto, un movimiento al interior del sujeto que posibilita establecer una diferencia con la realidad, con el objeto. El deseo permite construir la propia subjetividad, la relación dialéctica sujeto – objeto. Para Hegel el sujeto atraviesa la historia en un avance hacia la conciencia de sí. El camino de la historia en Hegel es el progreso de la conciencia de la libertad, que culmina cuando el sujeto reasume su libertad (los ideales de la Revolución Francesa, Libertad, Igualdad y Fraternidad, posibilitan el reconocimiento recíproco de los ciudadanos y hacen a los esclavos amos de sí mismos). Ese reconocimiento es necesario ya que para el autor el hombre desea ser reconocido, y así desea un deseo, o el deseo del otro. Así, la sociedad sería la sociedad de los deseadores deseantes. El sujeto como tal construyó su yo en ausencia de su satisfacción y sobre la imagen mística del otro porque con él que se identifica ya que "lo que desea… es ser deseado por otro…" (el deseo del sujeto es el deseo del otro).

    Sujeto para el psicoanálisis:

    En la dialéctica hegeliana vemos que se da el fin de la historia cuando se resuelve el conflicto y el ser puede ser consciente de sí. Para el psicoanálisis, y para Lacan en particular, siempre el sujeto está en un margen de alienación. Toda idea de sí o identidad está construída en torno al yo, pero esta idea lleva en sí una negación. El yo esta construído sobre cadenas discursivas que al menos conscientemente el sujeto niega. Aquí se da el segundo componente de la dialéctica, el no – yo. No hay construcción de la identidad humana sin un espacio de auto – engaño. Si el individuo reflexiona sobre la naturaleza de su error y analiza la realidad de los argumentos se da la síntesis dialéctica, llegando al no – no – yo, y posibilitando así, la afirmación definitiva. Pero nunca se puede evitar que el inconsciente irrumpa.

    Para Lacan el deseo es una falta que no puede ser satisfecha por un objeto real (el representante sería la falta de la auto – delegación en la realidad, el otro todo – potencia), el objeto pulsional puede ser sólo un objeto metonímico del objeto del deseo. Así, entendiendo metonimia como el designio de cosas con el mismo nombre por estar relacionadas, vemos que el objeto pulsional y objeto del deseo, debido a su íntima relación, tienden a unirse en una misma cosa, ya que le que se desea es un deseo. El único objeto capaz de satisfacer la necesidad sería el objeto del deseo (objeto a), que es el objeto perdido, que encuentra su lugar en la satisfacción de una pulsión.

    Los actos fallidos, por ejemplo, tendrían sentido ya que tienen que ver con el deseo y con un movimiento de ocultación: con la manera de aparición el deseo en palabra. Para el psicoanálisis el deseo se realiza en la vida por fallas de palabras o en la pantalla del sueño. Sondeamos en estas formas de manifestación del deseo anteriormente mencionado para entender la verdadera realidad de muchas de las condiciones de la consciencia humana.

    El deseo sería en este caso la insatisfacción como resto despues del colmamiento de la necesidad; esto significa que una vez satisfecha una necesidad inicial del hombre, queda una nueva insatisfacción que no puede ser abarcada y así el deseo vive en su insastifaccion, ya que ningún objeto coincide con el que el sujeto busca. Como para Hegel, "la sociedad es un conjunto de deseos deseándose mutuamente como deseos."

    Algunos Aportes de la Teoría Lingüística:

    En este punto del análisis, sería útil incorporar las concepciones esenciales de la teoría lingüística:

    En una relación lingüística se da un signo lingüístico: este es el producto de la asociación de un término con una cosa. No une una cosa a una palabra sino un concepto a una imagen acústica (su huella psíquica es el testimonio de los sentidos). El concepto es el significado y la imagen acústica el significante, formándose el signo como relación entre ambos.

    Entre las características principales del signo encontramos las siguientes:

    • el signo es arbitrario (entre significado y significante no existe un lazo necesario que los una);
    • el signo es inmutable (una vez elegido el significante se impone a la comunidad lingüística, dándose esto por una suma de fuerza y consenso);
    • el signo se altera (se modifica el concepto o se da una alteración fonética como un desplazamiento);
    • el significante es lineal (como cadena significante, cuando se produce la lengua es estructurada y hay dos dimensiones: sintagmática {léxico de unidades lingüísticas} y paradigmática {combinación de las unidades});

    Así, la significación presente de un término depende del sistema de la lengua, que se conforma de una cantidad determinada de leyes de equilibrio que dependen directamente de la sincronía, pero además observamos "una relación fundamental entre el sentido y el signo."

    Entre los autores más importantes relacionados con el tema encontramos a Sassure, quien describe al significante como la palabra misma, en contraposición al significado, pero hay una relación arbitraria entre palabra y cosa o significado: "cada significante constituye un signo por la unión a un significado particular." Sin embargo, toda palabra no necesariamente se relaciona con una significación ya que el significante es la palabra sólo en la medida en que pueda remitir a mas de una significación. Por otra parte el sonido no tiene necesidad de ligar una palabra a lo que ella quiere decir.

    Una de las relaciones que se establece entre el psicoanálisis y la teoría lingüística es el hecho de que para Lacan el inconsciente esté estructurado como un lenguaje. Pero establecer esta única relación sería una generalización vaga, ya que existen conexiones más profundas entre ambas realidades. Así, observamos que otra de las relaciones entre la teoría lingüística y el psicoanálisis en relación a la dialéctica del sujeto, se entiende desde que el análisis del lenguaje sirve para una aplicación al sujeto para observar al no – sujeto dentro del sujeto. Esta relación dialéctica es diferente de la anteriormente argumentada por otros autores.

    Las concepciones anteriores del sujeto, observaban este componente como cosa (Descartes) o como ser auto – consciente (Hegel). Sólo el psicoanálisis dió cuenta del margen de alienación en que se encuentra el sujeto, que nunca conoce su propia realidad. Esto se conecta con la teoría lingüística desde el diálogo en la situación analítica, en la que no hay comunicación ya que el analista no escucha lo que el paciente quiere decir, sino lo que en su palabra traiciona lo que casualmente no quiere en absoluto decir. Porque en realidad "el sujeto no sabe lo que dice o no dice lo que quiere decir, o cuando dice lo que quiere decir no sabe lo que está diciendo."

    Así, el sujeto que habla deja de ser consciente, y sólo puede ser entendido desde la profundidad de su análisis, que logra desentrañar lo que hay de traición en su lenguaje (equivocaciones, actos fallidos, lapsus, etc.). Estas son las palabras de un nuevo dialogo, el cual se entabla no ya entre paciente y analista, sino entre inconsciente del paciente y analista. No hace falta manifestar un análisis muy desarrollado para entender que en tal relación la dialéctica del sujeto se modifica desde la aparición de un sujeto dentro otro sujeto.

    Pero la dialéctica del sujeto se conecta con la teoría lingüística en otro punto adicional del análisis: el reconocimiento de los términos Necesidad – Demanda – Deseo.

    El estudio de este tema será un complemento útil para este análisis pero para ello hay que entender en profundidad la relación entre estos términos desde el origen de la vida humana.

    Desde que el hombre nace, recibe todo desde sus padres: alimento, palabras, amor. En sus primeros años el niño se encuentra en una situación de necesidad, cuyo displacer lo lleva a una pulsión. Esta se da por la necesidad biológica de alimentos, cuidados, etc., debido a la imposibilidad del niño de actuar por sus propios medios. La satisfacción que el niño recibe de la necesidad se liga a una imagen o percepción del objeto que brindó la satisfacción. El niño reconoce así la satisfacción de su necesidad, que se suelda en su interior en forma de huella mnésica (en relación con la memoria) y constituye para él la representación del objeto pulsional. Más adelante, reaparece la imagen/percepción del objeto que es nuevamente manifestada tras la primera experiencia de satisfacción pero la pulsión no puede aparecer como una necesidad pura sino que se transforma en una necesidad ligada a una representación mnésica de satisfacción. Esto se da ya que la necesidad ya fue satisfecha y esa satisfacción es requerida por el sujeto nuevamente. Así es como surge el deseo como la "imagen mnésica de la percepción de la satisfacción."

    Lo que se desea en este caso es una nueva carga psíquica de una nueva huella mnésica de satisfacción ligada a la identificación. La necesidad crea un impulso psíquico que forma una imagen mnésica de la primera satisfacción (deseo) que se graba en la memoria y luego reaparece como percepción: no existe una verdadera satisfacción del deseo en la realidad, ya que la única realidad en la dimensión del deseo es la psíquica (porque se desea algo que no existe: la satisfacción en forma de carga psíquica). El deseo moviliza al sujeto hacia el objeto pulsional que no tiene objeto en la realidad.

    Todo esto necesita la presencia del otro debido a la incapacidad del niño para satisfacer por sí mismo la exigencia orgánica que requiere un otro que lo remite a un universo semántico y discursivo:

    El ‘Otro’ inscribe al niño en ese referente simbólico y se atribuye la capacidad de ser un Otro privilegiado (la madre como otro llega al niño por el alimento).

    La dialéctica del sujeto nos lleva observar una relación: yo – otro. Pero la conexión con la teoría lingüística se da desde que el yo (niño) es hablado por el otro (madre). La madre por gestos y palabras hace gozar al niño y esto va mas allá de la satisfacción de necesidades. Así, el niño es capaz de desear por medio de una demanda dirigida al otro. Con la demanda se inicia la comunidad simbólica con el otro, demanda como expresión de deseo: mas allá de la satisfacción de la necesidad se demanda algo extra: amor. El deseo del deseo de otro se da en el reencuentro de la satisfacción original (en dicha satisfacción el niño recibe todo sin demandar nada) y hay una pérdida: el surgimiento del deseo depende de la búsqueda del reencuentro de la experiencia de goce. Por la demanda se desea un objeto imposible (la falta de la cosa hace que el vacío se apunte hacia el deseo del deseo), y nunca se sustituye el objeto eternamente faltante.

    A diferencia de las concepciones clásicas de la relación entre sujeto y objeto, en este caso el sujeto, siempre en un margen de alienación, busca un objeto que no existe.

    Conclusiones preliminares sobre la Dialéctica del Sujeto:

    Lo anteriormente dicho sirve para entender el avance que tuvo el concepto del sujeto, y como se lo entendió con relación al objeto desde tendencias que son relevantes para cualquier análisis de la realidad.

    Si bien Descartes "descubre" al sujeto, el sujeto cartesiano se encuentra preso de sí mismo, ya que se sustancializa en una cosa (el yo pensante), y no reconoce reflexividad en sí mismo.

    Para Hegel el sujeto reconoce al objeto desde lo exterior, desde la realidad que percibe desde el deseo. También asume su propia subjetividad al llegar a ser consciente de sí.

    Pero es en la teoría psicoanalítica en donde el yo y el otro son observados con más profundidad. En un principio el yo está constituído por el hijo, y el no yo por la figura de los padres. El yo que usa el lenguaje está bañado por el discurso materno. El sujeto a través de su vida debe apropiarse del discurso del otro. Hay un yo y un otro, desde que existe un hablante y un oyente, el que habla y el que es hablado, siendo esto útil para una relación con la lingüística.

    El yo tiene que construir un punto de negación al discurso para no ser hablado por otro, como lo fue en los inicios de su vida. El avance en la vida del sujeto es una tendencia a salir del discurso materno que lo mantiene alienado pero siempre queda un resto ya que no se puede asumir nunca absolutamente la consciencia. El sujeto sólo se puede adueñar de su propio discurso diciendo no, pero esto se hace a costa de otro ya que se evita el discurso ajeno (y se da el dilema entre el dominio discursivo contra el decir no). El sujeto nunca puede alcanzar su propio discurso a pesar de su avance en ese sentido (esta contradicción iría en contra del fin de la historia hegeliana).

    A la existencia del sujeto pensante cartesiano ("Pienso, Luego Existo") se contrapone la imposibilidad de asumir el propio ser, que se observa en la sentencia lacaniana:

    "pienso donde no soy,

    soy donde no existo"

    Los sujetos son el reconocimiento del referente empírico de las condiciones, pero las causas de las condiciones son desconocidas, debido a que están teñidas por la historia personal. El sujeto, que en la modernidad había sido asumido como pensante y consciente, es cuestionado y enfrenta una gran crisis desde el psicoanálisis, que es a su vez una de las mas duras críticas que debe enfrentar la razón burguesa. En este punto se da un quiebre o una ruptura entre lo manifiesto y lo latente, entre lo que expresa el sujeto y lo que se haya oculto en su propio discurso, hay una contradicción entre el ámbito privado y el ámbito público.

    Desde los aportes de la teoría lingüística en conexión con el psicoanálisis, observamos que el sujeto es hablado por otro. Y como la madre brinda palabras y alimento, da amor… El sujeto, que antes era dueño de su pensamiento y se creía amo de su decir, se enfrenta a una subversión que refiere que él es habitado por un lenguaje que lo determina: no es amo, sino esclavo de su decir. El sujeto vive habitado por mandatos que desconoce, pero que lo determinan. Esos son mandatos inconscientes que son los mandatos familiares de la primera infancia le ordenan al sujeto realizar cosas que no son directamente abordables, sino que requieren un ámbito de reflexión. De todas maneras el ámbito de lo indeterminado siempre está presente en el sujeto. Lo dicho primero legisla, confiriendo una autoridad sobre el sujeto, y éste no puede hacer consciente el contenido de su mandato.

    Y a su vez el sujeto lleva una huella dentro de sí, que adquiere forma de falta, ya que la satisfacción primera de su necesidad se dió sólo con su deseo, y luego la demanda no encuentra satisfacción.

    Tras este análisis se observa que el concepto de sujeto sufre una transmutación. Pasa de ser un sujeto cosificado a ser un ser consciente de sí. Pero luego es concebido como un sujeto que no puede abordar su propia realidad y más adelante como un sujeto que no puede reapropiarse de su discurso.

    Las declaraciones precedentes sirven para entender la relación existente entre sujeto y objeto desde distintos puntos de vista. En todos los conceptos se ve que el objeto es algo necesariamente distinto al sujeto, implicando un quiebre insalvable en la relación.

    El sujeto cartesiano se diferencia del objeto desde la duda, siendo el sujeto el yo pensante que asume su propia realidad, y el objeto el resto, pero con una sustancialización subjetiva.

    En Hegel el sujeto es el ser consiente de sí, que llega a esa conciencia desde que desea algo exterior, y así entiende su realidad. Desde el deseo se separa el sujeto del objeto.

    En el psicoanálisis la relación sujeto – objeto se entiende como la relación yootro. Pero mismo al interior del sujeto hay un otro que hace que el sujeto sea hablado, y no pueda llegar a ser consciente sí.

    Así podemos determinar que hay un quiebre necesario entre sujeto y objeto, que no se puede salvar. Esto puede introducirse para establecer la relación que se da en la representación, entre representante y representado, que también implica necesariamente un quiebre, ya que el representante nunca será la misma persona que el representado, y como en la dialéctica sujeto – objeto, la distancia hace a los componentes de la relación cosas diametralmente diferentes.

    Nociones Básicas Sobre la Representación:

    Al abordar el tema de la representación vemos que entre representante y representado hay un quiebre insalvable, tal como fuimos observando con relación a la dialéctica sujeto – objeto.

    Pero este tema nos acerca a una paradoja que llama al siguiente planteo: ¿por qué el representado, habiendo delegado su autoridad en sus representantes, pierde toda capacidad en manos de esta prerrogativa superior?.

    Para estudiar en profundidad esta curiosa relación sería útil introducir el concepto de delegación como relación por medio de la cual una persona da poder a otra persona, o la "transferencia el poder por la cual un manante autoriza a su mandatario… (con) el pleno poder de actuar por él."

    La delegación existe si se ha dotado a una organización permanente de representantes, con ‘plena potencia’ y con la capacidad de sustituir (entendido como ‘hablar por…’) al grupo serial, hecho de individuos separados y aislados en renovación constante, no pudiendo estos últimos hablar o actuar por ellos mismos.

    La naturaleza de esa relación puede verse como se quiera: un mandato, una comisión, una procuración, etc. Pero el objetivo de semejantes sentencias es representar, ver y valer los intereses de las personas o del grupo. Sin embargo, quien manda es envestido de una capacidad que excede sus propias capacidades ya que el mandatario tiene poder sobre aquel que se lo da. Cuando una sola persona es depositaria de los poderes de una cantidad de personas, puede ser envestida de un poder que trasciende a cada uno de sus mandantes. No es la primera vez que se sacan concepciones similares: en la Teoría Política muchas veces se ha inducido a decir que el ‘todo’ es superior a la suma de las partes, o que la ‘unión’ es algo distinto que sus componentes constituyentes. Pero la relación de delegación disimula la verdad de la relación de representación: hay una realidad en la que un grupo no puede existir sino por la delegación de una persona. Esta persona puede actuar como persona moral en sustitución del grupo, y no es más el grupo, sino algo diferente, personificado en una autoridad.

    Estudiado esto en profundidad, se observa que la relación es mutua ya que si bien el representante es creado por los representados, por otra parte estos no existirían sin él. Una nueva relación dialéctica se observa, analogable a la de la dialéctica del sujeto, en la que un componente no existe sin el otro: el grupo hace a la persona que habla en su nombre, pero en realidad es verdad decir que es el portavoz quien hace al grupo. El representante "existe porque representa, y esta es una acción simbólica." Por otra parte el grupo es representado o simbolizado y existe y hace existir al representante del grupo. Esta es una relación circular que da raíz a una ilusión que hace que el portavoz aparezca como causa sui generis, ya que es la causa de su poder, porque el grupo que le da poder no existiría si el representante no estuviese.

    En éste circulo original de la representación se oculta el fetichismo político y el proceso en que los individuos se constituyen y son constituídos como grupo pero sin control sobre el grupo.

    La relación muestra que los dominantes existen siempre pero los dominados sólo existen si se movilizan o representan. Sin embargo el margen de acción de los que dominan quita a los representados toda capacidad, viéndose en la delegación el principio de la alienación política.

    Así, para Marx los políticos son producto de la cabeza de los hombres pero parecen dotados de vida propia. Hay una misteriosa elevación de los representantes que los lleva a un rango inalcanzable, transfiriéndoles una cualidad todopoderosa. La delegación sería una ‘magia’ que hace existir una colección de personas plurales, por medio de alguien que manda como persona ficticia: es un cuerpo místico. Así, el mandatario estaría investido de una ‘impostura legitima’: el usurpador es alguien que se toma con buena fe por otra cosa de la que es, funciona con inocencia por que los individuos coinciden en gran medida en torno a él.

    El representante o mandatario se vuelve por la delegación inconsciente un ser capaz de actuar en sustitución del grupo. Está en una relación de metonimia con el grupo (es a la vez el grupo y algo diferente de él) ya que quien manda es la parte del grupo que puede funcionar como signo en el lugar de la totalidad. Y es un signo ya que es pasivo (porque como objeto manifiesta la existencia de sus mandados), y es activo desde el habla (porque es un portavoz que dice lo que representa).

    Pero nada garantiza que el representante cumpla con el contenido que le impusieron sus representados, ya que los mandantes hacen un ‘cheque en blanco’con sus mandatarios. Cuanto más desposeídos son las personas más obligadas están a confiar en los mandatarios para tener palabra política: así observamos que para los individuos que están aislados, sólo les quedan dos opciones: callar o ser hablados. Y esto último, el hecho de ser hablados, requiere necesariamente al otro.

    En la constitución del grupo el signo hace la cosa significada, el mandatario enuncia y esto significa algo: el significante se identifica con la cosa significada que no existe sin él.

    Pero también podría observarse la usurpación que estaría en estado potencial en la delegación, ya que ‘hablar x’ implica propensión a hablar en su lugar y para identificarse con el grupo y decir ‘yo soy el grupo’ el mandatario debe anularse en el grupo, entregar su persona o ‘no existir sino por el grupo’.

    En todo esto observamos un poder simbólico que se encarna en una desviación en provecho de la persona y de las propiedades de la posición. Es un poder que supone reconocimiento (y desconocimiento de la violación ejercida por él). Sobran planteos sobre hasta que punto quien manda tiene una potencia total sobre quienes obedecen: lo cierto es que en una época de crisis de representación, estos dilemas salen a la luz.

    Por medio del efecto de metonimia se daría la universalización de los intereses particulares de las personas influyentes y la atribución de los intereses de los mandatarios a los mandantes. Esto nos permitiría decir que los mandatarios no son cínicos sino que son apresados en el juego y creen verdaderamente en lo que hacen. La investidura que se les otorga crea en ellos una compenetración con su actividad que los compromete.

    Si bien existe esta imperfección en el sistema de representación delegativa, por medio de la cual la restricción es que los representantes tienen un margen de autonomía, dicho sistema ya está internalizado en nuestras concepciones cotidianas, habiendo tomado el carácter de representación social como el saber de sentido común.

    Los representados no pueden controlar los actos de los representantes, mas allá de la delegación misma. Y las imperfecciones del sistema no se observan, debido a que éste forma parte de nuestra cultura política, entendida esta como "conjunto de actitudes, normas y creencias compartidas mas o menos ampliamente por los miembros de una determinada unidad social que tienen como objeto fenómenos políticos." Los diferentes principios de orden de la sociedad en un momento dado eliminan lo que es y lo que no es asunto político. Así, la representación estaría dentro de nuestra cultura como asunto político haciendo prevalecer conceptos relacionados con el tema.

    Toda representación social es representación de algo y de alguien, pudiéndose introducir en el tema la dialéctica sujeto – objeto. Esto implica que en la representación el representante no es el duplicado real ni ideal, ni del objeto o sujeto, sino que constituye el proceso por el cual el objeto se relaciona al sujeto. El representante no es algo igual al representado en la representación, y esto le otorga una capacidad que escapa al representado. Así entendemos al acto de representación como "un acto de pensamiento por medio del cual un sujeto se relaciona con un objeto."

    Por otra parte, entendemos representación desde el ámbito del psicoanálisis como "lo que forma el contenido concreto de un acto de pensamiento y especialmente la reproducción de una percepción anterior."

    Representar es sustituir (estar en lugar de…), significa reemplazar y todo reemplazo hace que aparezca un otro. Como vimos anteriormente el otro implica una distancia entre las partes de la relación dialéctica. La representación remite a otra cosa, como un signo o un símbolo.

    Como ejemplo, un signo lingüístico es la abstracción de una cosa, el remitente de algo ajeno a sí mismo. Así el representante restituye de modo simbólico algo ausente y algo presente.

    Características fundamentales de la representación:

    • Siempre es la represatcion de un objeto;
    • Tiene el carácter de imagen y la propiedad de poder intercambiar lo sensible y la idea, la percepción y el concepto;
    • "Tiene carácter simbólico y significante, tiene carácter constructivo, autónomo y creativo."

    Esta definición dice mucho sobre nuestro tema. El carácter constructivo de la representación nos muestra que da la capacidad al representante de crear algo nuevo, o al menos algo distinto en lo que corresponde al representado.

    Sobra decir que la condición autónoma y creativa de la representación remite a la independencia que posee el representante respecto del representado, y por ende a su posibilidad de actuar sin consentimiento explícito. En otras palabras, representante y representado son algo ajeno, diferente.

    En un sentido lato, representación social quiere decir representación de uno hacia otro. Un sujeto es consciente de su existencia cuando es consciente de la existencia del otro. Esto le permite reconocerse como diferente y autónomo. Si no niega al otro, el individuo no puede afirmarse como tal. Esto le permite dejar de ser una existencia indisoluble de los demás y hacerse yo, sujeto, individuo.

    Todo implica una brecha entre el representante y el representado: nunca pueden coincidir exactamente ambos componentes, nunca se da la representación en el sentido del término. Siempre hay un margen de autonomía en el representante, la representación nunca es un duplicado de lo real.

    La relación entre sujeto y objeto, así como la de representante y representado, implican un quiebre inevitable, nunca se pueden corresponder exactamente en el contenido de la representación las exigencias del representado con las acciones del representante. Siempre algo inevitablemente se pierde.

    El mismo origen etimológico de la palabra representación (re – presentación: volver a representar), indica que el representante original no es el representado.

    Esta relación implica una fractura que constituye volver presentar lo ausente: el representante representa al ausente, lo que no está. Quien realiza la representación no es el representado exactamente, sino otro. Y desde que hay otro, hay una distancia que no se puede salvar, cuyo diferencia otorga al representante cierto margen de prerrogativa para realizar el contenido del mandato de manera distinta a la que hubiera realizado el representante de encontrarse en ese lugar.

    Aplicación al quiebre representante – representado:

    Teniendo en cuenta la aplicación del conflicto representante – representado observamos las consecuencias que dicha declaración trae para la democracia.

    En otras épocas la representación se fundaba en una gran confianza entre representantes y representados, entre electores y partidos políticos. Pero en la actualidad podemos observar ciertos fenómenos que hacen que se modifiquen dichas relaciones:

    • La votación cambia de elección en elección.
    • La estrategia de los candidatos se encarga de construir imágenes por medio de herramientas de marketing, pero la personalidad de los líderes juega un rol central, ante promesas determinadas.
    • La distancia entre representantes y representados parece agrandarse.

    Los partidos en principio acercaron a representantes y representados, los representantes permanecían en estrecha relación con los electores, se podía ejercer influencia sobre los gobernantes. A pesar de la distancia que no se podía traspasar entre ambos, había una cercanía, ya sea geográfica, ya ideológica, etc.

    Actualmente nos enfrentamos a una Crisis de Representación.

    En tiempos actuales estamos regidos por el gobierno representativo, cuyos principios son:

    • Gobernantes elegidos por gobernados;
    • Gobernantes con cierto margen de independencia con relación a los gobernados;

    – La opinión pública sobre temas políticos puede expresarse más allá del control de los gobernantes;

    • La decisión colectiva deriva de la deliberación;

    Las características del gobierno representativo incluyen distintos aspectos. Principalmente los gobernados pueden gestar y manifestar libremente sus opiniones políticas. Para que los gobernados se formen una opinión sobre los políticos es necesario que puedan acceder a la información política, lo que supone el carácter público de las decisiones gubernamentales. Esto requiere también libertad de expresión de las ideas.

    Pero por otra parte, los representantes no se hayan obligados a poner en ejecución la voluntad del pueblo, aunque no pueden ignorarla: la libertad de opinión garantiza que al menos esa voluntad sea conocida. La opinión pública es una forma no institucional y no jurídicamente sancionada de la unidad política del pueblo. Mantiene abierta la posibilidad de que el pueblo hable por sí mismo y que se manifieste yendo mas allá de la representación. La representación absoluta como autogobierno del pueblo elimina la distancia en gobernantes y gobernados, pero es una situación ideal e irrealizable.

    La idea de representación se vincula a la de pluralidad de individuos libres en sus opiniones, la institución representativa por excelencia es un cuerpo colectivo y no un individuo particular.

    Introduciendo en este punto la dialéctica del sujeto anteriormente analizada observamos una relación yo no – yo: el representado es un sujeto y el representante es el otro, es la negación del sujeto del representado por otra persona (no es la mismidad, es la alteridad).

    El lazo entre la voluntad de los electores y el comportamiento del elegido no es nunca garantizado, el representante es el otro, y no uno – mismo, y desde ese momento sus acciones son otras y no las mismas del representado, entonces ese margen de prerrogativa permite que muchas veces el representante realice acciones que escapen de la voluntad de los representados.

    Así, Manheim menciona que "el régimen representativo no ha sido jamás un régimen en el cual los representantes se hallan estrictamente obligados a poner en práctica las voluntades del pueblo."

    Para entender la democracia en el estado actual que ahora se encuentra en crisis, debemos analizar los tipos ideales de gobierno representativo y la aplicación de cada uno al caso argentino, en un avance histórico. Esta tipología se conforma de la manera que sigue:

    • Democracia Parlamentaria:

    En esta forma de gobierno representativo el representante tiene relaciones locales con sus electores, pero cada diputado es libre de votar en el parlamento según su juicio personal, lo que da autonomía a este, mas allá de los electores. El fenómeno de la opinión pública puede ejercer influencias, permitiendo que los electores participen de alguna manera, pero en última instancia la decisión corre por cuenta del sistema parlamentario y de los diputados. Puede haber diferencias entre la opinión pública y el parlamento en su conjunto pero más allá de reducir la legitimidad del parlamento, los electores no pueden introducir sus concepciones mas allá de la votación. El parlamento puede ser una instancia de deliberación, en la que el individuo conforma una voluntad mediante la discusión, siempre implicando una distancia entre el elector y el funcionario que ocupa el escaño.

    Llevando este componente de la tipología a la realidad histórica argentina, observamos que dichas características se dan en el período 1880 – 1930. Este es el contexto de los gobiernos conservadores y de la apertura de la participación política más adelante. También es un contexto de economía agroexportadora, de prácticas de caudillos y, anteriormente, del desierto como tierra del gaucho (a quien se le otorga carácter nacional y político, sólo en la medida en que participa de las campañas para extender el territorio, permitiendo las tierras para el modelo económico).

    En la época del gaucho este es considerado por una parte como el vago, como el no propietario, por el doble sistema de jurisdicción (ciudad y campo). Por otro lado están las guerras, donde el gaucho se desmarginiza por las campañas militares, además de la "utilización de su registro oral (voz) por la cultura letrada."

    En otro ámbito caracterizado por el dominio de las elites y los caudillos, hacia el interior del país la figura del "hombre grande" basa su respeto en la fuerza, y la personalidad dura ocupa el lugar del jefe. En cuanto a lo social la Iglesia en Argentina también es determinante sobre la vida política en este período, donde es parte netamente influyente de la elite con decisiones que pesan. El clientelismo político para elevar diputados al parlamento (característico de este sistema pseudo – parlamentarista), observa a estos actores como principales, según el paso del tiempo: gauchos, caudillos, inmigrantes no integrados, etc.

    Más adelante aparece como actor en la escena nacional el Partido Radical, llevando en 1916 a Yrigoyen a la presidencia, alguien que intenta incorporar a la vida política a la creciente clase media.

    Las practicas caudillescas y el papel de los conservadores, como después de los radicales, muestran algunas de las características del sistema parlamentario, en el cual los representantes se ganan el favor de los representados por la fuerza o el consenso, para luego implementar sus márgenes de autonomía como mejor les parezca.

    • Democracia de Partidos:

    Con la democracia de partidos se da la ampliación del cuerpo electoral, lo que impide una relación personal entre el elegido y los electores. En este sistema los individuos votan no por alguien que conocen personalmente, sino por quien lleva sus colores, y se da una identificación del elector con el partido. Los electores votan al mismo partido aunque este presente diferentes candidatos a lo largo del tiempo y por tradición o por reconocimiento ideológico se elige a un representante sin tener en cuenta sus premisas, sino debido a su pertenecía a determinada organización partidaria. Del lado del elegido, el diputado no es libre sino que está ligado a una ideología a la que pertenece.

    Este sistema no suprime el margen de independencia entre el representante y el representado. Cada individuo se brinda a un partido mas allá de los cambios de premisas o candidatos que este muestre a lo largo del tiempo. Uno de los posibles acercamientos entre representante y representado se da ya que una vez planteada la idea del partido los diputados no pueden cambiar de opinión, lo que garantiza que la idea elegida por el elector no se pueda apartar mucho de la deliberación, de sus concepciones, y así no hay tanta autonomía entre el funcionario y el sujeto. Pero de todas formas la distancia entre el diputado y quien lo eligió existe y es importante.

    En la realidad nacional, mas allá de la importancia de los partidos desde el período radical, podría observarse el período que va entre el 43’ y el 76’, como una época en que un nuevo actor nace y marca a la sociedad: el peronismo.

    En 1943 el G.O.U, grupo de oficiales unidos, daba un golpe cívico militar y accedía al poder. En la Secretaría de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón, implementaba una serie de reformas sociales en cuanto a la relación laboral y otros aspectos, que tienden a modificar las relaciones sociales.

    Desde el peronismo, vemos que el momento de las masas ha llegado. Por otra parte se tiene en cuenta a la soberanía nacional como un hecho (independencia de las potencias extrajeras) y la conveniencia de las elites llega a su fin para que el trabajador no sea más explotado.

    Por lo mencionado antes se da una dicotomía que marcó la sociedad argentina por aproximadamente medio siglo, peronismo – antiperonismo.

    En un primer contexto se da el apoyo de las clases obreras, los sindicatos, la Iglesia y la burguesía industrial.

    Tras la Revolución Libertadora se da un escenario con el peronismo proscrito y con Perón en el exilio: ahora queda en el poder el antiperonismo.

    Como los golpes militares castigaron la vida cívica de nuestro país (y más todavía en esta época), sería difícil hacer una analogía completa con la democracia representativa. De todas maneras en los momentos en que se permitió la elección, la politización y ciertas condiciones hicieron que el sistema se estructure de esta forma, es decir, con partidos ideológicos y candidatos representantes (en Argentina es diferente ya que es muy difícil el peronismo sin Perón, y no es que el candidato sea más importante que la ideología, sino que el candidato es la ideología misma, debido a la personalización del poder).

    Ahora queda hacer un repaso de los 70’: un proceso que nace en los 60’ con diferentes revoluciones y liberalizaciones: las masas quieren una liberación, pero el mediador no cambia. El período de estos años es totalmente distinto, ya que si bien la dialéctica Peronismo – Antiperonismo sigue marcada y la Iglesia con el Ejército siguen siendo los padres de esta historia, las visiones cambian: también lo hacen el marco internacional, le esperanza comunista, los autoritarismos latinos en nombre del capital y del libre mercado, los jóvenes exaltados y demás cuestiones del mundo moderno, etc.

    Pero "el peronismo no puede ser caracterizado por una ‘ideología’ ", ya que varía en el tiempo y es vago y ambiguo. Por eso no podemos generalizar al establecer una definición sobre el tema. Una de las caracterizaciones básicas del movimiento, en relación a lo estudiado, seria el carácter populista de éste:

    Los populismos serían "movimientos o regímenes políticos caracterizados por una específica forma de interpelación popular – democrática que echaba mano a ciertas modalidades de construcción ideológica discursiva involucradas en la movilización heterogénea de un sujeto (imaginario) definido como pueblo." La complejidad de la política (como forma de articular diferentes significados o cadenas de significados para neutralizar sus antagonismos), evita semejante reduccionismo.

    En este componente de la tipología uno de los factores principales es el contenido discursivo, además de la simbología y la movilización. El discurso, por su parte, sería el instrumento constitutivo y constituyente de los sujetos, que se caracterizan por formar parte de un bloque heterogéneo autodefinido como pueblo y unificado por la cultura del líder (como fenómenos de producción social de sentidos que constituyen a una sociedad).

    Los discursos abundaban en la época, y las ideologías. Con el paso del tiempo, y a medida que nos acercamos a la realidad actual, estos componentes verían reducida su importancia.

    • Democracias Actuales:

    En la actualidad ya no hay representación con un partido. Los resultados del voto pueden variar de una elección a otra, aún cuando las características económicas, sociales o culturales no se modifiquen. Los electores votan en forma diferente según la personalidad de quien se presente a las elecciones. Se vota por la persona y no por el partido o programa.

    Por otra parte los modernos medios de comunicación masiva incentivan este tipo de elección ya que las técnicas de comunicación juegan un papel principal: confieren una percepción sobre los candidatos por parte de los lectores.

    Se da una personalización del poder: las personalidades se desarrollan en detrimento de los programas. El elector tiene en cuenta la confianza en el candidato y según ésta confianza articula la elección: muchos electores votan según la percepción que ellos tengan de lo que está en juego en cada elección (presidente, gobernador, etc.). Se observa que cada partido se halla agrupado en torno de un líder.

    Ultimamente se da la inestabilidad electoral: el electorado no vota en torno de una identificación partidaria estable sino que cambia su voto según la trama de intereses que se muevan o se encuentren en juego en cada elección.

    Todo esto muestra que la representación política fue testigo de una metamorfosis a lo largo del tiempo. La tendencia en la actualidad es formarse una imagen de un candidato antes que de un partido, no tener en cuenta la plataforma electoral propuesta en la elección, y como consecuencia una falta de interés por la actividad política. Esto no evita la distancia entre representante y representado, sino que la acentúa, ya que los electores sólo se interesan en la política en el momento de la elección. En ese contexto son bombardeados por una cantidad enorme de propaganda política, la que utiliza el marketing político como principal medio para manipular la opinión pública. Esto trae como consecuencia la elección de un candidato creado por una estrategia publicitaria, sin contenido real en torno a propuestas políticas concretas. Y como hasta la próxima elección la gente no tendrá en cuenta el espectro político, el elegido puede realizar las acciones que quiera, acrecentando la distancia entre representantes y representados.

    En términos ideales, la democracia llamada directa se funda en el principio de autonomía del pueblo: el pueblo se da a sí mismo sus leyes y no está sometido a otras cosas que no sean su propia voluntad. Pero el gobierno representativo siempre entraña una distancia entre representante y representado: entonces difiere de ser una democracia directa.

    En el contexto argentino observamos esta realidad en el período que va desde el inicio de la Democracia (1983) hasta la actualidad.

    Los medios masivos de comunicación son los principales protagonistas de esta realidad. Ya en la primera elección se vió la importancia de la imagen personal y el carisma, encarnado en la persona de Alfonsín. Y en los 90’la imagen fue esencial en la creación de un candidato, más allá de premisas ideológicas o de otra índole. En este sentido se da el surgimiento de los partidos catch – all o ‘atrapa todo’que tienden a agrupar amplios sectores del electorado, si importar su tendencia ideológica (como la relación Ucedé – Pj en el 89’y el Frepaso en el 95’).

    Pero sobre el discurso político, observamos que desde el 95’ en adelante el principio tácito del discurso es tanto para los sectores populares tradicionales como para los que no lo fueron (la ortodoxia ideológica tiende a decaer).

    Los medios masivos son un espacio en que la política tiene un lugar propio que comparte características con otros hechos. Desde los 80’se da un alejamiento de un modelo de organización de masas y las fuerzas movimentistas se hacen electoralistas. Se da la sociedad más mediatizada, en que "hay técnicas de comunicación, una nueva percepción del mundo social y consumismo político."

    Esta tendencia se inicia a principios de los años setenta y continúa vigente: se recobra la idea de la potente influencia que ejerce la comunicación de los mass media sobre la opinión pública. Existe la posibilidad de que haya ciertas influencias que modifiquen las formas de pensar y concebir el mundo sociopolítico que elaboran los individuos, sin que ellos ni siquiera se percaten de dicha influencia. Se sabe que los medios de comunicación son capaces de generar efectos que pueden ejercer una influencia decisiva sobre la opinión pública, especialmente en cuestiones políticas y estrechamente vinculadas con las campañas electorales (por ejemplo, contribuyendo a la construcción de imágenes de candidatos y de partidos, a la introducción de ciertos temas y cuestiones en los debates para definir la intención de voto, o a la creación de un determinado clima político).

    No tanto por su influencia directa en las posiciones y opiniones políticas concretas que las personas desarrollan, sino por su poder para definir los temas acerca de los cuales una sociedad "debe" pensar y debatir en cada momento, atrayendo la atención sobre ciertas cuestiones mientras otras son dejadas de lado, o distorsionadas, y brindando los parámetros a partir de los cuales los acontecimientos "deben" ser comprendidos, y analizados… los medios se imponen.

    La Crisis de Representación:

    La dialéctica sujeto – objeto, como así la de representantes y representados, siempre implica una distancia entre el yo y el otro. Hemos observado además que la crisis política de representación se desarrolla en las sociedades contemporáneas. Es conveniente analizar algunas de las posibles causas de estos fenómenos.

    Observamos que las identidades colectivas se diluyen en pequeñas agrupaciones transitorias, sin la existencia de grandes grupos humanos o asociaciones. Sabemos que la sociedad actual carece de núcleo rector. La política ya no opera como instancia unificadora de la vida social. Se disgregan valores y hábitos, creencias y experiencias. Nos enfrentamos a una época en que "las palabras y los discursos han sido reemplazados por la imagen."

    La imagen le ganó a la palabra, los videos al discurso. Estamos en la Era de la Imagen y los medios de comunicación juegan un papel fundamental. La comunicación es un eslabón fundamental de la cadena que relaciona las decisiones individuales con la actividad política. Las conexiones que los individuos son capaces de establecer entre sus problemas o experiencias políticas personales y el contexto político general, dependen de numerosas variables, entre las cuales los medios de comunicación parecen jugar un papel decisivo.

    La complejidad es mucha y la capacidad para internalizarla no alcanza: de esta forma entendemos que "…el hombre de la era visual recibe una mole vertiginosa de informaciones sobre todo cuanto está ocurriendo en el espacio, en detrimento de las informaciones sobre acontecimientos temporales."

    La Imagen, como principal protagonista de este proceso, sería el resumen visible de conclusiones elaboradas por la cultura. Y esa misma Imagen modifica las formas de hacer política y de entender a la política.

    El sistema político se ve afectado por demandas que las instituciones y los procedimientos democráticos no pueden procesar. La política institucionalizada ve restringido su campo, la capacidad de conducción política se encuentra en entredicho.

    Las sociedades actuales enfrentan una crisis de representación: las personas no se sienten representadas por ideas particulares o personas.

    Una de las primeras evidencias de la falta de atención de la gente indica que las personas no prestan atención a todo. La atención es altamente selectiva y las imágenes e impresiones que nos formamos tienden a concentrarse alrededor de unos pocos temas (el bombardeo visual de los mass media juega un papel fundamental a la hora e seleccionar la información).

    Otra de las consecuencias de los límites de las capacidades cognitivas es la que indica que las personas no realizan análisis exhaustivos de la información correspondiente a una situación, sino que normalmente utilizan atajos, resúmenes, etc. Esto quiere decir que atienden a lo que les llegue de manera mas acabada y completa, para que en menos tiempo puedan procesar la mayor cantidad de información que les interese. En este caso los medios de comunicación también son determinantes.

    Esta tendencia se acentúa en la representación política, debido a que los ciudadanos muestran cada vez mas apatía por las ofertas de los candidatos políticos, y son reacios a seguir una ideología particular. Pero es más importante en la representación política que en otros ámbitos de la vida, ya que la actividad política es en sí representativa. Las capacidades que se delegan en la política son las de la sociedad en su totalidad, y una crisis en este punto se traduce en una incapacidad de regir a la sociedad en su conjunto. Salvo casos hipotético – ideales, siempre en una relación política, y con más intensidad en la actualidad, existe un margen de autonomía entre el delegado y quien delega la autoridad.

    Una de las muestras de falta de representatividad de figuras importantes en la actualidad se observa en las des – institucionalización. Las instituciones, que anteriormente ocupaban un lugar central en la vida de la gente, actualmente pasan a segundo plano. Instituciones como la Familia o la Iglesia son reducidas en sus capacidades.

    Por un lado se da una desmistificación de las figuras religiosas (o de otra índole), pero también se remistifican otras figuras, que son alabadas, enaltecidas y exaltadas. Ejemplos de estas otras figuras son los "héroes" o estrellas del deporte, de la música, de la televisión, etc. Los modernos medios masivos de comunicación contribuyen a acercar esas figuras al imaginario de las personas, pero lo hacen con más intensidad debido a la rapidez con que se transmiten las imágenes. Crece la rapidez con que las imágenes se muestran, como así también la cantidad de informaciones que recibe el individuo, las cuales en muchas ocasiones no puede procesar. Podríamos enunciar, con Eco, que "la percepción del mundo… tiende a hacerse hipertrófica, masiva, superior a las posibilidades de asimilación e identificación."

    Podemos introducir algunos conceptos de la teoría psicoanalítica para explicar fenómenos que se dan en las sociedades contemporáneas.

    El proceso de falta de instituciones en la actualidad se rastrearía en el ejemplo que Freud da de la actitud religiosa: esta se basaría en el desarcimiento infantil… la religión cuida al hombre, y este se la representa como un padre que puede conocer sus necesidades. Por medio del ‘ama a tu prójimo como a tí mismo´ la religión controla la pulsión de autodestrucción del sujeto. Así se limitan las pulsiones agresivas de los hombres por medio de reacciones psíquicas.

    Entonces una de las funciones de la religión y de las demás instituciones sería contener la tendencia humana hacia la autodestrucción. Las pulsiones de muerte "se dirigen primariamente hacia el interior y tienden a la autodestrucción, y secundariamente se dirigen hacia el exterior, manifestándose en forma de pulsión agresiva…"

    De aquí podemos sacar una conclusión obvia. Debido a la ausencia de instituciones que contengan las pulsiones agresivas del hombre, en la actualidad la agresión y el descontento son moneda corriente en nuestras sociedades. Para comprobar esta hipótesis sólo basta con salir a recorrer las calles de la ciudad.

    La teoría psicoanalítica entiende el concepto de representación (Vorstellung) como "lo que uno se representa, lo que forma el contenido concreto de un acto de pensamiento y especialmente la reproducción de una percepción anterior."

    Por otra parte significa un signo siempre coordinado con otros que indica que el objeto es inseparable de sus huellas y el significado inseparable del significante. Esta indisolubilidad implica distancia, ya que la dialéctica sujeto – objeto está quebrada por un espacio de indeterminación.

    La aplicación a los sistemas políticos actuales nos indica que el lugar de la representación en la democracia tiende a no estar ocupado ya que los cargos se llenan provisoriamente y luego quedan vacíos. Esto ocasiona, como ya mencionamos anteriormente, que la relación entre representante y representado no sólo no sea única, sino que tampoco es estable.

    También sería conveniente incorporar el concepto de ideal del yo. Para Freud el ideal del yo (Ichideal) es la instancia de la personalidad que resulta de la idealización del yo (narcisismo, comúnmente llamado amor propio) y de las identificaciones con los padres, con sus substitutos y con los ideales colectivos. Constituye el modelo al que el sujeto intenta acercarse. El ideal del yo es reemplazado por figuras que son idealizadas por parte de los sujetos.

    La idealización constituye el proceso concerniente al objeto: este es engrandecido y exaltado psíquicamente. Es el proceso psíquico en virtud del cual se llevan a la perfección cualidades y valor del objeto. La identificación con el objeto idealizado contribuye a la formación y enriquecimiento de las instancias ideales de la persona. Estas instancias ideales ven como primera idealización la de los padres: "El objeto es tratado como el yo propio y la pasión amorosa es derramada sobre el objeto como una cantidad importante de la líbido narcisista"

    En la actualidad hay infinidades de figuras en las que los individuos se ven identificados así como objetos que reemplazan por su ideal del yo. Pero esos objetos son creados artificialmente por estrategias publicitarias, campañas y herramientas de marketing. Así, observamos una despersonaliación: los individuos se auto – desvalorizan ante figuras impuestas por los medios y provenientes de otras fuentes.

    Todos estos aspectos son los protagonistas de una nueva realidad que enfrentamos día a día, y que traen consecuencias para todas las esferas de nuestro mundo en general, y sobre la representación política en particular.

    La relación entre representante y representado se modifica por una parte como consecuencia de la nueva dimensión que cobra la relación sujeto – objeto en esta época, y por otra parte por una serie de fenómenos a los que el sujeto contemporáneo se haya sometido, con las consecuencias que todas estas situaciones traen para la vida actual. Las tendencias se desarrollan en ese sentido y cualquier conclusión debe tener en cuenta los argumentos anteriormente aducidos. Lo que sobre el tema ocurra de ahora en más, dependerá de las condiciones mencionadas. El tiempo nos mostrará el camino…

    Conclusión:

    Como conclusión pueden declararse varias cosas.

    La dialéctica sujeto – objeto nos mostró que la distancia entre estos dos conceptos es insalvable. El sujeto puede ser entendido como una cosa que piensa (Descartes); como un ser autoconciente de sí a partir de su deseo (Hegel); o como un yo que nunca se reconoce a sí mismo desde que es hablado por otro (Lacan). Habiendo sido analizado este último punto con más profundidad, se incorporaron desde él conceptos claves tanto desde el psicoanálisis como desde la teoría lingüística.

    Todos los conceptos de sujeto estudiados implicaron un otro, como objeto distinto de sí, para entender la distancia entre los componentes de la dialéctica.

    La dialéctica del sujeto – objeto introdujo el dilema de la representación. La distancia entre representantes y representados se entendió como insalvable: este dilema sirvió para entender muchos de los problemas que enfrenta la representación política en la actualidad.

    Para comprender esto nos dimos cuenta que la democracia representativa sufrió una serie de modificaciones desde sus comienzos, pasando por la democracia parlamentaria y la democracia de partidos hasta llegar a la democracia actual. Estudiamos en profundidad cada uno de los componentes de esta tipología, y para dar ejemplos prácticos vimos como se dió cada uno en el contexto de la Historia Argentina.

    Las condiciones de la democracia actual sirvieron para explicar la crisis de representación, en aspectos como la personalización del poder y la pérdida de interés por la política: esto amplió el margen de prerrogativa entre representante y representados.

    Observamos que la actualidad es una época que enfrenta una creciente des – institucionalización, y el sistema político no está exento de esta caracterización que se expresa, entre otros aspectos, en la falta de ideales colectivos.

    Ejemplo de esta des – institucionalización es la crisis que enfrentan instituciones tradicionales como la Iglesia o la Familia en dicho proceso.

    Causas de dicha des – institucionalización y a su vez de la falta de representación son las siguientes situaciones: en parte los medios masivos de comunicación provocan una modificación en la estructura interna de la psicología individual (el elevado nivel de información hace que se de la falta de atención por la misma); y por otra parte se dan una serie de fenómenos psicosociales que se traducen en una nueva manera de percibir la realidad.

    Todos estos procesos sólo se conjuran para retroalimentar los eventos en ese sentido, reduciendo las identidades, silenciando las ideologías y contribuyendo acentuar le Crisis de Representación.

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