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El futuro del libro y el libro del futuro (página 4)

Enviado por Jorge G. Paredes M.


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¿Se alejará el libro, a una velocidad cada más creciente, y terminará por abandonar la Galaxia Gutenberg para ingresar a la Galaxia Digital? La mayor parte de los estudiosos de este tema consideran que aún el libro de papel ha de permanecer un tiempo relativamente extenso coexistiendo con los libros electrónicos, que terminarán por imponerse, no cabe duda, como los códices se impusieron a los rollos de papiro y los libros impresos se impusieron a los manuscritos. De lo que podemos estar seguros es que no será el fin del libro, mucho menos de la lectura, a pesar de que algunos Francis Fukuyama de este campo así lo crean. La tecnología no se detendrá y por lo tanto nuevos soportes de la escritura han de aparecer, siempre para delicia, así lo esperamos, de los que amamos la lectura. La prueba la tenemos en la propia evolución que viene sufriendo el novedoso soporte de los libros electrónico, es decir la pantalla del monitor de las computadoras, utilizada por todos aquellos que de una u otra manera tenemos que ver con la cultura, sea para informarnos o para aportar algo de lo poco que uno sabe, en cualquiera de los dos casos llevados de nuestro afán por aprender y gozar. Como nos dicen Félix Sagredo Fernández y Ma Blanca Espinosa Temiño en "Del libro, al libro electrónico-digital": "La pantalla, con todos sus inconvenientes para las funciones rutinarias de lectura y fijación y captación del conocimiento, no así para la gestión del mismo, también ha experimentado mutaciones trascendentales. Desde los modelos fosforescentes de primera generación, hasta sus actuales de cristal líquido o plasma, y otros que aún se desarrollan en laboratorios especializados, ha recorrido, en menos tiempo que el libro, como realidad connatural con el mismo tiempo que nos toca vivir, un espacio considerable. Tiene además, en general, y como soporte, una serie de ventajas inconmensurables. El texto, la imagen estática o en movimiento, y los modelos multimedia, pueden desfilar por su "brillante página" sin necesidad de funciones de borrado e inutilización del soporte correspondiente, como sucedería con el soporte papel; es decir, puede ser utilizada o reutilizada en las mismas tareas culturales interactiva e indefinidamente, con un consumo elemental de materia prima. En pocas palabras, ha dotado a la ciencia y a la cultura de unas potencialidades y dinámica, incluso a distancia, que el papel jamás pudo soñar ni ofrecer".

La mente tan lúcida de Umberto Eco nos hace notar las posturas, para nosotros las más de las veces risibles, que enfrentan a los «misioneros digitales» con los «bibliófilos tradicionales». No entendemos, por ejemplo, como se puede trastocar conceptos y verdades evidentes y convertirlas en pensamientos vacuos, en los cuales el mínimo sentido analítico y reflexivo se pierde, como queriendo darle la razón a Giovanni Sartori, que en verdad consideramos que no la tiene, al menos no totalmente. Nos estamos refiriendo a conceptos como el que a continuación transcribimos, que es una muestra representativa de lo que repiten muchos «misioneros digitales»: "Mucho del futuro del hipertexto está ligado a su implantación en el modelo de enseñanzaaprendizaje en la educación básica; hay que formar en los niños y adolescentes una nueva forma de leer, más orientada a la interacción que brinda la informática, que a la pasividad soñolienta que ofrece el libro". Y líneas abajo el mismo autor escribe: "La hipermedia es un modelo muy similar al modelo hipertextual en sus fundamentos básicos y prácticos, también se caracteriza por su no linealidad, por no tener un centro definido por el autor, porque no tiene límites definidos, porque no tiene principio ni fin y porque no hay conclusiones diferentes a las de del lector. Pero con un elemento más natural, el texto es reemplazado por sonidos, dibujos, animaciones, imágenes y vídeos, es decir volvemos a la cultura visual y oral tratando de eliminar la cultura del texto" (Cote, Eduardo. UNINET – Colombia. http://www.clasevirtual.net/publicaciones/hipertextos.htm) . Realmente resulta deplorable la pobreza de conocimientos y conceptos tan elementales en personas que actúan en niveles educativos superiores. Atreverse a decir que los libros escritos en soporte de papel proporcionan una lectura pasiva y soñolienta significa, o bien que estos «talibanes digitales» no han leído nunca (a un lado la «lectura obligatoria»-que ya sabemos no es verdadera lectura-de la escuela o de la universidad), es decir no han encontrado el placer que brinda la lectura y que, justamente por ello, su bagaje cultural es tan ínfimo que pueden escribir tales trivialidades («la ignorancia es atrevida»), o que en su defecto leyendo también libros en átomos, como lo reconoce el propio Negroponte en cuanto a las virtudes que poseen, sólo pretenden una confrontación con los «bibliófilos tradicionales», que a veces, es también necesario reconocer, adoptan posturas de bibliófilos con mentalidad inquisitorial, que pretenden nuevamente hacer renacer el Index (índice de libros prohibidos, catálogo de libros proscritos por la Iglesia Católica, determinados por el Santo Oficio) y allí incluir todos los libros escritos en los novísimos soportes de la informática, que se les aparecen como creación de Luzbel. Es esta confrontación la que me resulta risible encontrándonos ya en el siglo XXI, que es incuestionable una centuria que ha heredado un largo pasado de evolución tecnológica continua, que en la segunda mitad del siglo precedente se aceleró hasta adquirir velocidades realmente vertiginosas en las dos últimas décadas. Como algunos especialistas señalan, hemos pasado de una sociedad industrial a una sociedad del conocimiento o de la información. Pretender oponerse al avance tecnológico carece totalmente de sentido. Hoy sabemos que lo digital está en todo el mundo y llega a todas partes. Si aún quedan señales informativas que se envían a través del sistema analógico, ello sólo es un rezago del pasado y muy pronto será totalmente reemplazado por la digitalización. Y ello es una verdadera maravilla, por que como nos dice Francisco Aguadero: "La digitalización permite que información y actividades procedentes de soportes físicos muy diversos (papel, fotografía, cable, espectro radioeléctrico, transitor, circuito impreso, cinta magnética o disco) puedan homogeneizarse en un denominador común: lo digital; ser procesados con una misma materia prima: el bit; y transmitidos por la misma vía: la red, constituyendo así un único documento multimedia" (Aguadero Fernández, Francisco. Op. cit., p.20). A los verdaderos amantes de la lectura nos apasiona más que el soporte, que es lo accidental, la escritura, el texto, es decir la creación científica o literaria o de cualquier otro tipo, concretizada y así perennizada y por lo tanto capaz de ser vivida y compartida no sólo por su autor sino por todas aquellas personas que acceden a ella a través de eso que se llama lectura. Para muchos nos cuesta leer en más de un idioma y no se imaginan el placer que uno obtiene en leer o que le lean obras o artículos escritos en idiomas que no están en su lengua materna, y cómo apreciamos la labor de los traductores, con todas las limitaciones que sabemos que implica una traducción. Mis conocimientos de historia me permite apreciar el gran significado de los traductores (sin olvidarnos de los intérpretes) y de las famosas escuelas de traductores que a lo largo de la historia han cumplido un papel extraordinario. Cómo no recordar el papel de los traductores árabes en la Península Ibérica.

En una entrevista hecha a Alberto Manguel (que si tiene la solvencia intelectual para hablar y escribir sobre los libros), al recordársele que al inicio de su libro «Una historia de la lectura» en una de las tres citas que le dedica al lector de su obra (de Robert Darnton, Virginia Woolf y Denis Diderot), justamente Diderot se pregunta: «Pero, ¿quién será el amo?. El escritor o el lector?», al inquirírsele sobre su opinión, él dio la siguiente respuesta: «Los escritores vivimos pensando que somos los amos, pero creo que ese rol le corresponde, sin ninguna duda, al lector. Él es el amo". ("El Dominical" de "El Comercio" de Lima, 1 de agosto de 1999; pp. 11-13). No podía ser de otra manera, porque todo buen y solvente escritor es un ávido lector, aunque la mayor parte de ávidos lectores no escriban una sola línea, salvo cartas o e-mail. Esto último lo digo ex profeso, porque frente a una pregunta que le hicieron a Thierry Leterre, catedrático del Instituto de estudios Políticos de París, sobre si las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han convertido en obsoletos los modos de escritura y de comunicación tradicionales, dio la siguiente respuesta: «El mayor secreto de la sociedad de la información es el prodigioso renacer de la escritura, gracias al correo electrónico, a los sitios, a los foros de discusión. En este sentido, la informática es un soporte cultural bastante tradicional. Desmiente la idea tan extendida de una sociedad audiovisual. En realidad, la escritura es un prodigioso vector de información. Mejor aún: se están redescubriendo formas de escrituras olvidadas, como la escritura diaria, lo que se llama el "billete"»

El otro aspecto que quiero comentar, es el referente a la afirmación de ciertos «amantes desorientados de la digitalización» sobre como la escritura puede ser reemplazada por sonidos, dibujos, animaciones, imágenes y vídeos y con ello volver a la cultura visual y oral eliminando la cultura del texto. Considero que no reflexionan adecuadamente los que piensan y escriben esto (No me imagino cómo podrían expresar sus pensamientos, concepciones básicamente abstractas con un lenguaje solo basado en lo audiovisual). Por supuesto que podrían replicar que empleando el audio podríamos conocer sus ideas, sus concepciones nuclearmente abstractas. Lo que no comprenden es que así como el pasar de la llamada "galaxia Gutenberg" a la "galaxia digital" significa un paso gigantesco en la evolución de la humanidad, de la cultura humana, así también el paso de la oralidad, de la cultura oral, a la cultura escrita, significó uno de los más grandes avances hechos por el hombre. Lo oral es temporal por excelencia, es efímero. Exige, además, un desarrollo extraordinario de la memoria, de la memorización. ¿Acaso no saben estos «amantes desorientados de la digitalización», que se desarrolló de tal manera la facultad de memorización que se podía aprender textos tan extensos como los poemas homéricos, los cuales eran recitados a un público oyente que solo tenía esa única posibilidad de gozar con esas creaciones? El público oyente dependía del aeda o rapsoda, del juglar o del trovador. No tenía la posibilidad de volver en el momento que él quisiese a eso que escuchó y que le encantó. Por supuesto que se me replicará que esta nueva etapa de oralidad no será igual, que podremos volver cuando lo deseemos a esas y a cualquier otra creación porque digitalizadas han sido también perennizadas, pero lo que me resulta inadmisible es la fobia a la escritura, toda vez que también ella es digitalizada y por lo tanto no debería hacerse cuestión de estado su acceso a ella si así se deseara o creyera conveniente, quedándonos ahora la posibilidad de escoger entre leer o escuchar. Por ejemplo, puedo tratar de informarme sobre las computadoras u ordenadores y para ello recurro a una enciclopedia como Encarta, versión 2002, que da la opción de instalar la enciclopedia íntegra en la computadora y con ello evitar el tener que colocar cada vez un disco y luego tener que cambiar de disco cuando quiero saltar a un hipervínculo determinado. Ya en el artículo puedo escoger entre el leer el texto del artículo o escucharlo –texto íntegro o fragmento seleccionado- (que no lo hago por razones ya expuestas), pero dependerá de mi elección el decidir. ¿Cuál sería la ventaja entre el escuchar un «texto» y el leerlo?. Considero que realmente la lectura trae muchas más ventajas, primero porque la lectura es privada, silenciosa, muy rápida (ese ritmo depende de las capacidades lograda por el lector). Es más fácil detenerse y volver sobre el mismo texto, sin tener necesidad de emplear las manos para detener la reproducción del sonido y volver a iniciar la reproducción. Segundo, porque el escuchar a través de los parlantes, se puede causar malestar o distracción a otras personas (imagínense en una biblioteca no personal), y en el caso del uso de audífonos, que solucionarían el inconveniente señalado, los que a veces los utilizamos, sabemos que no es lo mismo escuchar que leer, porque el audio es volátil (aunque se pueda rebobinar y volver sobre él), que lo escrito en átomos o bits está allí y depende de nosotros, con nuestra simple mirada, o con un simple voltear una página o usando nuestro mouse o el teclear «page up» o «page down», el releer lo que consideramos necesario de una nueva relectura. Sin embargo, los que somos realmente amantes de la cultura, aprovechamos al máximo, o así lo pretendemos, todas las innovaciones tecnológicas al servicio de la cultura. Sólo para dar un ejemplo, pude satisfacer mi curiosidad escuchando varias veces la llamada telefónica entre Vicente Fox, presidente de México y Fidel Castro, que por algunos días fue noticia política importante y formarme una idea más exacta de lo conversado y sus implicancias, lo que no había podido apreciar adecuadamente escuchándolo en la televisión. Me es muy gratificante escuchar algunas voces de personajes muy importantes (aunque sea por un minuto o menos) a través de internet en Museo de la Voz, tales como don Miguel de Unamuno, Dámaso Alonso, Óscar Wilde, Ramón Menéndez Pidal, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, etc. (http://www.portaldelibro.com)

Como se puede apreciar el avance tecnológico está poniendo a nuestra disposición posibilidades maravillosas para informarnos, aunque no sólo ello, pero innegablemente uno de los aspectos más valiosos de la red informática es su carácter de «gran biblioteca», la biblioteca más grande creada por el hombre y que crece cada segundo, de tal manera que la llamada «infoxicación» es una realidad y que hoy más que nunca se ha extremado la necesidad de potenciar las capacidades de análisis crítico y discriminación cualitativa (tener presente que mucho de lo que aparece en internet tiene escaso valor), así como también la capacidad de síntesis. Esas capacidades, como nos los recuerda el profesor Thierry Leterre son justamente las que se aprenden o deben aprenderse en las escuelas. La reactivación del mito de la escuela sin profesor, del aprendizaje sin profesor, es eso, un mito. Los casos excepcionales de niños que sin pisar una escuela luego han destacado en algún campo de la cultura, es eso, una excepción, e incluso en estos casos se explica ello porque debido a su solvencia económica estuvieron con profesores particulares o con padres o familiares cercanos que a la vez actuaron como docentes de sus hijos. Los autodidactas por lo general pisaron las escuelas por algún tiempo y por esos misterios que tiene el hábito de la lectura se convirtieron en ávidos lectores, lo cual aunado a cierta genialidad, cuya naturaleza y génesis no es fácil explicar, terminan por destacar en diversos campos de la cultura..Pero aún para los que pisaron escuelas y universidades, la verdad es que lo que se sabe es gracias a un autoaprendizaje. Es por eso que hoy se pone mucho énfasis en el aprender a aprender, que todos sabemos que es el verdadero aprendizaje, pero que valgan verdades mucho se habla de ello y relativamente poco se hace en ese sentido, muchas veces porque hay equivocadas prácticas que pretenden ello. ¿Acaso no vemos que se pretende que los niños y jóvenes aprendan a aprender pero sin darles los basamentos para ello?. Se les manda a «investigar» y no se les proporciona el mínimo de orientación para que puedan iniciar esa búsqueda de información y muchas veces, aunque duela decirlo, porque el docente que pretende que el niño o el joven se informe sobre un tema determinado, no puede proporcionar la orientación adecuada, simple y llanamente porque desconoce las fuentes hacia donde hay que orientarlo.

Antes de enlazar lo que venimos tratando con lo que ocurre en la escuela, debemos referirnos, aunque someramente, a las implicancias benéficas del libro electrónico con relación al medio ambiente, lo que se está analizando como la relación libro – ecología. Para esto seguiremos el importantísimo artículo "El Cuidado de los Libros y Documentos" de John Mc Cleary y Luis Crespo.

Ocurre que en los inicios de la fabricación artesanal del papel se utilizaban materiales de desecho, como eran trapos de algodón y lino, con alto contenido de celulosa, que no exigían el empleo de aditivos nocivos. Además estos papeles eran de altísima calidad en cuanto a su durabilidad, porque muchos de ellos ya tiene varios siglos de existencia. Pero el crecimiento brusco de la demanda de este material para la impresión (el papel aparece primero que la imprenta) obligó a buscar nuevas técnicas y nuevos materiales para la fabricación del papel y consecuencia de ello fue la utilización de aditamentos nocivos y del uso de árboles, a un ritmo muy acelerado y que es una de las causas (no la única) del proceso de deforestación de los grandes bosques de árboles madereros, así como también la aparición de papel de mala calidad. La introducción del alumbre (que al descomponerse en presencia de ciertos niveles de humedad termina por formar ácido sulfúrico dentro del propio papel), lo mismo que del cloro como blanqueador (porque se tenía que usar trapos de color conforme crecía la demanda). El cloro (utilizado a partir de 1774) era uno de los peores enemigos del papel si no se eliminaban totalmente los residuos del mismo durante el tratamiento para el blanqueo de los trapos de color. Todo esto se agravó a partir de 1850 cuando al combinarse el azufre con la colofonia –una resina obtenida de los pinos– para precipitar este material en las fibras. La colofonia había reemplazado a la gelatina para encolar porque se podía añadir directamente en la tina con la suspensión de fibras evitando su aplicación después de la formación de las hojas, lo cual quiere decir menos trabajo y más rapidez de elaboración y, por lo tanto, beneficio económico para el fabricante. Pero la combinación del alumbre, una sal ácida, con la colofonia, un oxidante, provocaba una friabilidad –fragilidad física– prematura y un oscurecimiento del papel fabricado a máquina.

Fue René Reaumur quien, en 1719, señaló, nada menos como consecuencia de sus observaciones sobre los nidos de las abejas fabricados con «papel» de madera, la posibilidad de utilizar la madera para la fabricación de papel, la cual comenzó a utilizarse a mediados del siglo XIX y que tuvo una gran ventaja adicional y decisiva: su bajo costo. La pulpa, conocida como pasta mecánica, se obtiene de los troncos de los árboles, sin la corteza, cuando se trituran con una rueda de piedra giratoria. La pulpa obtenida por este método retiene todos los componentes de la madera, incluyendo la dañina lignina, (la cual es factible de ser eliminada) aunque algunos compuestos solubles en agua se eliminan durante el proceso de la trituración. Pero allí no quedan los males. Para agravar la situación existían, y existen aún hoy, otras fuentes de acidez: los residuos de los productos químicos utilizados para blanquear; los gases presentes en la atmósfera que invaden las ciudades por la combustión de los derivados del petróleo que consumen los coches, calefacciones, etc; las fábricas que vomitan gases nocivos al aire tales como el anhídrido sulfúrico, los óxidos de nitrógeno, los peróxidos y el ozono.

Es triste saber que a gran parte del papel fabricado hoy día se le estima una vida media máxima de cincuenta años. ¡Menuda esperanza de vida cuando se compara con la de los papeles de tiempos pasados que ya han cumplido muchos cientos de años en un estado de conservación perfecto. La triste realidad de la mala calidad del papel fue puesta en evidencia por una investigación encargada, en 1959, por el Council on Library Sources (Consejo de Recursos Bibliotecarios) de los Estados Unidos de América a William J. Barrow, donde se concluye, en base a la utilización de libros publicados entre 1900 y 1930, que el 90% se habían hecho con un papel con una esperanza de vida aproximada de 50 años y que solo el 1% del papel investigado podía clasificarse como durable. El reto, y esto es lo valioso de la investigación y sus consecuencias, fue el desarrollar una pasta tratada químicamente que fuera igual o superior al papel de alta calidad. La investigación, hecha conjuntamente con industriales, demostró que ello sí era posible, sin la utilización de aditivos nocivos e incluso con la introducción de cargas de carbonato para neutralizar cualquier residuo ácido. La solución técnica había sido hallada, el escollo sería ahora el problema económico, porque el nuevo papel era más costoso y los productores no estaban seguros de la rentabilidad del mismo. La presión hacia los gobiernos para que estos a su vez presionar a las empresas productoras correría y corre a cargo de los archivos y bibliotecas del mundo.

En Estados Unidos, uno de los países pioneros en la búsqueda de un papel de mejor calidad, tanto por el interés de los profesionales relacionados de un modo u otro con los libros como por el poder económico para llevar a cabo su desarrollo e implantación, fue un camino largo y difícil de atravesar. Sin embargo, en el mes de octubre de 1990, una resolución política sobre la necesidad de utilizar el papel permanente fue convertida en una Ley Pública (núm. 102-423) que regulaba las normas a seguir en la fabricación y en el uso estatal para dos tipos de papel.

En primer lugar, la obligación de usar papeles permanentes libres de ácido, con un pH no inferior a 6.5, para publicaciones federales a las que se les estime un valor documental permanente; en segundo lugar, la obligación de usar papeles de calidad de archivo libres de ácido para aquellos documentos federales a los que se les asigne un valor documental permanente. Los papeles así designados son aquellos con un valor de pH no inferior a 7.5 y con una reserva mínima de carbonato cálcico del 2% (el cual actúa como una barrera protectora frente a los residuos ácidos) más ciertos requerimientos físicos tales como una cierta resistencia al plegado, al desgarro y al mantenimiento de su color.

Finalmente, conviene destacar que el 8 de septiembre de 1996, el National Archives and Records Administration (Administración Nacional de Archivos y Documentos) publicó una guía para la aplicación de la Ley Pública (núm. 101-423) que daba las siguientes definiciones sobre los papeles estables:

Papel alcalino: Papel con una duración de, por lo menos, 100 años bajo condiciones normales de utilización y almacenamiento. El papel alcalino no tiene en su composición pasta de madera mecánica, con un valor pH mínimo de 7 y una reserva alcalina de un 2% o más.

Papel genérico: Papel sin un valor de pH específico y sin reserva alcalina. La duración del papel genérico varía y es incierta pero muchos oscilarán entre 50 y 100 años. Este tipo de papel es el empleado para la elaboración de guías telefónicas, anuncios, boletines, etc.).

Papel permanente: Papel que durará cientos de años sin un deterioro significativo bajo condiciones normales de uso y almacenamiento. El papel permanente no contiene pasta de madera mecánica, tiene un pH de 7.5 o más, con una reserva alcalina del 2% o más, y otras propiedades de comportamiento que permiten la utilización y conservación de los documentos durante un enorme período de tiempo.

En Australia, desde 1991 y después de una larga pugna por parte de los conservadores, archiveros y bibliotecarios para que se fabricara papel permanente, la batalla se ganó. La Asociación Nacional de Fabricantes de Papel y de Pulpa ha redactado una lista de normas que deberán cumplir aquellos productos elaborados por las industrias papeleras que quieran obtener la denominación de permanentes.

En Canadá, en enero 1992, el Ministerio de Comunicaciones anunció su decisión de usar a escala nacional el papel permanente para los documentos de un valor documental permanente, y delegó en sus Archivos Nacionales para que éstos decidieran, en concomitancia con otras agencias gubernamentales, qué tipo de documentos requerirían tal tipo de papel.

En Europa, el European Librarians and Publishers Working Group –ELP- (Grupo de Trabajo de Bibliotecarios y Editores Europeos) anunció que el uso del papel libre de ácido, resistente al envejecimiento, es urgente y publicó al respecto una lista de recomendaciones como base para la salvaguarda a largo plazo de la palabra impresa. El ELP ha recalcado que las normas relativas al papel deben ser compatibles dentro de la Comunidad Europea y que la producción del papel libre de ácido es cada vez mayor y más asequible económicamente, por lo que el precio no puede continuar siendo una objeción para el uso de dicho papel.

Esto nos lleva a la conclusión que la tecnología actual puede compatibilizar las necesidades de la producción de papel con la necesidad perentoria de cuidar el medio ambiente y que ello hará factible un papel que no sea un factor agresivo en la depredación de árboles madereros.

El libro electrónico al ser un producto que no afecta el medio ambiente, significa también un gran avance en este importante campo de la interrelación del hombre con su medio.

  Retomemos la perspectiva pedagógica, que es nuestra especialidad y nuestra preocupación, y veamos cómo se considera que actualmente, con estas últimas generaciones, se está perfilando lo que ha dado en llamarse la «generación clic» la cual va a terminar por sustituir a la «generación zapping» y ello va a implicar (realmente ya lo está haciendo) la aparición de una escuela clic, que ha convertido en un fetiche la computadora e internet (no se puede negar el carácter de fetiche también del libro).

Ya hemos citado el artículo, muy importante por las ideas y datos que en el se encuentran, titulado «Je clique, donc je pense» (http://www.sciences-po.fr/observatoire/obs4/clique.htm) y en el cual leemos acerca de la grave preocupación que en Francia existe por el relativo atraso de ese país, con relación a otros países desarrollados, en lo que se refiere a internet en el sistema educativo. El «Je clique, donc je pense» presentado a la manera del «cogito ergo sum» de Descartes, refleja a la generación clic. Pero como señal Thierry Leterre si bien es cierto que hay cierta semejanza entre las características de las generaciones zapping y clic, sin embargo también hay importantes diferencias, que favorecen a la segunda. Cuando se hace zapping, quien determina lo que se quiere ver no es el que tiene en su manos el «control remoto» sino el canal de televisión, en tanto que cuando se hace clic se salta, es cierto, de un sitio a otro, pero esto se hace en función de un interés personal y se puede imaginar lo que le espera al hacer el salto y, por otra parte se busca lo que uno desea. Podemos estar, por ejemplo, con un CD-Rom, «leyendo» una enciclopedia y ella abrirnos la posibilidad de conectarnos a internet sobre el tema del cual estamos informándonos. Es verdad que haciendo clic haremos el salto e iniciaremos la «navegación» como cibernautas, pero quien ha decidido salir de la enciclopedia e internarse en el ciberespacio somos nosotros y sabemos a donde nos dirigimos. Ello es, innegablemente, una diferencia cualitativa muy grande entre el zapping y el cliqueo. Nos espera pues una escuela y un sistema educativo que ha de superar los graves problemas y daños acarreados por la escuela zapping. Ha de superarse la escuela zapping y podrá lograrse la gran síntesis entre los valores de la escuela tradicional y los de la llamada escuela nueva, logrando una escuela donde los alumnos salgan "sabiendo muchas cosas" pero además aprendan a pensar, desarrollen su recto juicio y grandes virtudes morales. Una escuela donde se haya hecho carne la idea de que no existe contradicción alguna entre el "saber mucho" y "pensar bien", sino por el contrario que ambos fenómenos son mutuamente causa y efecto en un proceso de retroalimentación (Ignacio Massun). Se podrá hacer realidad el «hombre integrado» es decir el salto cualitativamente superior con relación al «homo videns», uniendo, como dice Yolanda Osterling, "lo antiguo con lo nuevo, el concepto y la visión, la imaginación verbalizada y la imagen conceptualizada…" (Osterling H., Yolanda ‘Homo videns’, "El Comercio" de Lima, 9 de setiembre de 1998, sección A, página 3). En fin, una escuela y en general una sociedad que ha de disponer todavía por algún tiempo, y en armónica coexistencia, del libro en dos soportes: sobre papel y digitalizado. Ya hemos dicho que el libro escrito imitó al libro manuscrito y que actualmente el libro electrónico trata de aprovechar al máximo las bondades del formato del libro escrito sobre papel. Pero asimismo el libro tradicional recibirá (ya la está recibiendo) la influencia de la informática y comenzará a utilizar, con las limitaciones enormes que es fácil comprender, los recursos de Internet y los libros electrónicos. En el Diccionario de Dudas de Ramón Sol (Barcelona: Editorial Planeta-De Agostini S.A., 2001), leemos: "Además, un sencillo sistema de remisiones al final de algunas entradas permitirá al lector «navegar» por el texto –como se dice ahora en el ámbito del omnipresente Internet-, o sea, conocer otras palabras que presentan problemas parecidos desde el punto de vista léxico, gramatical o conceptual" (Op. cit.’ P. 13). Y en verdad que este sistema logra su objetivo de hacer que saltemos de una a otra u otras palabras para comparar y reforzar conocimientos.

Si el libro impreso comenzó buscando que asemejarse a los libros manuscritos y los libros electrónicos tratan de tener todas las bondades del libro tradicional, no nos debemos extrañar que las cosas buenas (y una de las grandes cosas creadas por el hombre es el libro) no mueran en realidad, sino que pervivan adoptando sólo nuevas modalidades y que en realidad solo se tratan de nuevos soportes. El libro y sobretodo la lectura tienen su vida asegurada y, en el caso del libro, está garantizado que sobrevivirá cuando ya se haya extinguido la especie humana, de no mediar la desaparición no solo de la especie humana sino del planeta todo por algún cataclismo cósmico. ¿Para quiénes y para qué sobrevivirán los libros creados por el hombre a través del tiempo y del espacio? . Solo Dios lo ha de saber.

Ligado íntimamente con el futuro del libro y el libro del futuro se encuentra el futuro de la biblioteca y la biblioteca del futuro. En un ensayo muy interesante publicado por José Miguel Oviedo en el Suplemento dominical de "El Comercio" de Lima, de 14 de julio de 2002, titulado «Biblioteca sin libros» se analiza como las bibliotecas actuales, en los Estados Unidos, tienden a ir reemplazando los libros en átomos por los libros en bytes y ello como consecuencia de que al ritmo como crecen algunas bibliotecas en cuanto a libros, revistas y periódicos se está generando un problema que se va convirtiendo en inmanejable, cual es el concerniente a la exigencia de cada vez mayor cantidad de espacio para guardar esos materiales y que por ello el almacenamiento electrónico era la solución. Por supuesto que esto se da en las bibliotecas de los países ricos, porque en los países pobres las bibliotecas públicas, las bibliotecas escolares, las bibliotecas universitarias carecen de los fondos necesarios para la adquisición de material bibliográfico y de otros tipos. Pero volviendo a los países ricos, allí ya se va haciendo realidad la biblioteca que almacena su material en forma electrónica. Esta nueva biblioteca, nos señal J.M. Oviedo, permitiría que el tránsito de los lectores por ella así como el número de personal de la misma pueda reducirse significativamente y sin afectar a los usuarios, "pues estos podían consultar las obras desde su computadora doméstica, leer e imprimir cuanto quisieran , sin molestar a nadie y sin tocar un solo libro…" ¿Una biblioteca sin libros, una mera "chipoteca", según expresión de Oviedo?. La incineración de materiales bibliográficos poco o nada leído y que solo ocupan espacio es ya una realidad en los Estados Unidos. Como nos recuerda Oviedo es la ficción de Fahrenheit 451 (la temperatura a la que arde el papel) hecha realidad. Oviedo finaliza su artículo diciéndonos: "La era informática nos ha abierto maravillosos horizontes, pero ha cerrado otros. Nos está haciendo olvidar que no solo leemos para estar informados, sino por puro placer, donde no hay reglas ni datos cuantificables".

Es innegable que la biblioteca al igual que el libro tiene asegurada su existencia. Innegablemente sufrirá los cambios que la tecnología le impone. Ya una biblioteca no sólo es un repositorio de libros, revistas y periódicos. Cuenta con vídeos, películas, CD de audio, CD Roms y por supuesto las infaltables computadoras u ordenadores y la Internet. Considero que la biblioteca del futuro ha de seguir deparando a los verdaderos amantes de la lectura ya no solo textos sino también imágenes, animaciones, películas, vídeos, etc. También los excelentes cederrón despiertan similar sentimiento posesorio y amatorio por parte de los amantes de la lectura. Una videoteca, por ejemplo, es capaz de brindarnos no sólo excelente información sino un placer inimaginable; se puede aprender en forma placentera. (Véase si no los programas grabados de los canales de cable dedicados exclusivamente a temas culturales en las más variadas áreas de la cultura humana). Aquí también debemos dejar a un lado la novofobia. Y, por otra parte, debemos tener presente que los países ricos apenas constituyen 1/6 de la población mundial y que por lo tanto su supuestos o reales problemas no lo son de toda la humanidad. Aparte que consideramos que la tendencia a la biblioteca electrónica no ha de eliminar, por lo menos en un futuro a corto y mediano plazo la presencia del libro, la revista y los periódicos físicos. Cuando esto ocurra solo habremos evolucionado de una soporte a otro de la escritura. Y si la bibliotecas mesopotámicas estaban conformadas por libros hechos en tabletas de arcilla, las egipcias de papiro, para después surgir las de libros en pergamino y luego aparecer las de libros en papel, tal vez en un futuro lo sean en un soporte electrónico que ha de requerir un material (monitor actualmente) para hacerse tangible, aunque esta tangibilidad sea transitoria pero eterna y ubicua. La reapertura de la celebérrima Biblioteca de Alejandría es una muestra de la biblioteca actual. Su monumental edificio tiene capacidad para 8 millones de volúmenes (cuenta ahora sólo con 240.000 volúmenes) y alberga, además, un centro de conferencias para 3200 personas, un planetario y cinco institutos de investigación entre los que se encuentran la Escuela Internacional de Estudios en Información, el Laboratorio de Restauración de Manuscritos Raros y un centro de Estudios del Internet que ya ha permitido que algunos de los 10.000 manuscritos y libros raros de la rica colección de la biblioteca hayan sido digitalizados. En sus 45.000 metros cuadrados funcionarán también tres museos (uno dedicado a manuscritos, otro a la caligrafía y un tercero a la ciencia) y cuatro galerías de arte.

El proyecto costó 220 millones de dólares, de los cuales 120 fueron aportados por el Estado egipcio y el resto por donaciones. El más insólito de los benefactores fue Saddam Hussein, cuyo cheque, por 21 millones de dólares, alcanzó afortunadamente las arcas de la biblioteca una semana antes de su invasión de Kuwait, en 1990.

.BIBLIOGRAFÍA

A lo largo del trabajo hemos citado la bibliografía utilizada. Aquí sólo me limitaré a mencionar las obras que considero imprescindibles de ser consultadas para iniciar cualquier investigación sobre el tema.

-Aguadero, Francisco. "La sociedad de la información" (Madrid: Acento Editorial, 1997)

-Cavallo, Guglielmo. "Libros, editores y público en el Mundo Antiguo. Guía histórica y crítica" (Madrid: Alianza Editorial S.A.1995)

-Cavallo, Guglielmo y Roger Chartier."Historia de la lectura en el mundo occidental" [En átomos (Editorial Taurus) y en bits (http://www.lander.es/~lmisa/histlect.html)]

-Chartier, Roger. "Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna" (Madrid: Alianza Editorial S.A. 1994

-Chartier, Roger. "El concepto del lector moderno" En: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes .- http://cervantesvirtual.com/historia/CarlosV/cultura.shtml

-Checa Cremades, José Luis "El Libro Antiguo" (Madrid: Acento Editorial, 1999)

-Czarny, Marcela "La escuela en Internet, Internet en la escuela. Propuestas didácticas para docentes no informatizados" (Rosario-Argentina: Homo Sapiens Ediciones, 2000)

– Dahl, Svend. "Historia del libro" (Madrid: Alianza Editorial S.A., 1999)

-Galo, Igor. "Diccionario de Internet" (Madrid: Acento Editorial, 2001)

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