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El gobierno Islámico (página 3)

Enviado por Ismael Agar


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Asambleas al servicio de la difusión y la enseñanza

Muchas de las ordenanzas del Islam que se refieren a la adoración, tienen también que ver con las funciones políticas y sociales. Las formas de adoración practicadas en el Islam están usualmente ligadas a las políticas y a la gestión de la sociedad. Por ejemplo, la oración colectiva, la reunión con ocasión del Hayy o la oración de los Viernes. Con toda su espiritualidad, ejercen una influencia, tanto política como social y doctrinal. El Islam ha previsto para tales reuniones, tanto el uso religioso que debe hacerse de ellas, como los sentimientos de hermandad y cooperación que se deben reforzar, la madurez intelectual que se debe fomentar o la búsqueda de solución para los problemas políticos y sociales, por lo que de ellas surgen, naturalmente, el yihâd y el esfuerzo colectivo.

En los países no-islámicos, o en los países islámicos dirigidos por gobiernos no-islámicos, cuando quieren reunir a la gente en asambleas como éstas, se ven obligados a gastar millones de los fondos del tesoro nacional o del presupuesto e, incluso así, el resultado es insatisfactorio. Tales encuentros carecen de espontaneidad y espíritu, y no obtienen resultados reales.

En el Islam, por el contrario, cualquiera que desee realizar el Hayy, gasta de su propio dinero para llevarlo a cabo. De la misma manera, la gente acude deseosa de participar en la oración colectiva o en la oración de los Viernes. Debemos aprovechar estas asambleas para difundir y enseñar la religión y para desarrollar el movimiento político e ideológico del Islam.

Algunas personas son completamente inconscientes de todo esto, sólo están preocupados por la correcta pronunciación de wa lad-D·âlin. Cuando van al Hayy, en lugar de intercambiar ideas con sus hermanos musulmanes, difundiendo las creencias y leyes del Islam y buscando soluciones para los problemas mundiales y las aflicciones de los musulmanes; por ejemplo: manifestándose por la liberación de Palestina, la cual es parte del territorio islámico ¡Se dedican a exacerbar las diferencias que existen entre los musulmanes!

En cambio, los primeros musulmanes solían realizar importantes negocios con ocasión del Hayy o de las reuniones para la oración de los Viernes. El jut·ba de los Viernes era algo más que la recitación de una sura del Corán y una oración, una súplica y decir unas breves palabras. Para el jut·ba de los Viernes, solían movilizarse ejércitos enteros y marchar directamente de la mezquita al campo de batalla. Quien se pone en camino desde la mezquita para ir a la batalla, temerá solamente a Dios y no a la muerte, ni a la pobreza, ni al exilio y su ejército resultará victorioso y liberador.

Cuando uno observa los jut·bas de los Viernes dados en esa época y los jut·bas del Emir de los Creyentes (sobre él la Paz), puede ver que su propósito era poner a la gente en movimiento, animarles a la lucha y al sacrificio por el Islam, para así solucionar el sufrimiento de la gente en este mundo.

Si los musulmanes anteriores a nosotros se hubieran reunido cada viernes y se hubieran informado mutuamente de sus problemas comunes y los hubieran solucionado o hubieran decidido cómo solucionarlos, no nos encontraríamos hoy en día en la situación en que nos encontramos.

Hoy mismo debemos comenzar a organizar estas asambleas seriamente y a usarlas para la difusión e instrucción. El movimiento político e ideológico del Islam podrá así desarrollarse y avanzar hacia su culminación.

Cread ‘Âshûrâh

Dad a conocer el Islam a la gente, permitiéndole así crear algo parecido a ‘Âshûrâh.

Tal y como hemos preservado firmemente la conciencia de ‘Âshûrâh y no hemos dejado que se pierda, y así como todavía la gente se reúne durante el mes de Muharram y golpea sus pechos, así nosotros debemos ahora tomar medidas para crear una ola de protesta contra el gobierno; reunir a la gente y que los ruzejon (recitadores) llamen su atención sobre estos temas. Si presentáis el Islam de forma precisa e informáis a la gente de su visión del mundo, doctrinas, principios, leyes y sistema social, lo recibirán ardientemente, Dios sabe que mucha gente lo desea. Yo mismo lo he presenciado. Una simple palabra fue una vez suficiente para provocar una ola de entusiasmo entre la gente, porque entonces, como ahora, todos estaban insatisfechos y descontentos con el estado de los asuntos.

Actualmente, la gente está viviendo a la sombra de las bayonetas y la represión no les permite abrir la boca. Ellos desean que alguien se ponga en pie con valentía y hable alto. ¡Así pues, valientes hijos del Islam, levantaos! ¡Dirigíos a la gente con bravura! Decidle la verdad sobre nuestra situación en un lenguaje sencillo, despertadlos a la actividad entusiasta y transformad a las gentes de la calle y el bazar, obreros y campesinos sencillos y puros de corazón y a nuestros despiertos estudiantes, en esforzados muyahids. Todos los sectores de la sociedad están listos para luchar por la causa de la libertad, la independencia y la felicidad de la nación, y su lucha por la libertad y la felicidad necesita de la religión.

Dad pues a la gente el Islam, porque el Islam es una escuela de yihâd, es una religión de combate; permitidles corregir sus caracteres y creencias de acuerdo con el Islam y transformarse ellos mismos en una poderosa fuerza, para que puedan derrocar el tiránico régimen que los imperialistas nos han impuesto y establecer un Gobierno Islámico.

Solamente aquellos fuqahâ' que hacen que la gente se familiarice con las creencias e instituciones del Islam y que los protegen y defienden, son verdaderas fortalezas del Islam. Se ajustan a esta definición y a esta función defensiva y protectora, en tanto en cuanto se entregan a ella con entusiasmo capaz de despertar y dirigir a las gentes. Sólo entonces, si ellos viven para alcanzar, digamos, los ciento veinte años, podrá la gente sentir que el Islam ha sufrido una desgracia cuando mueran y que una brecha se ha abierto en la comunidad musulmana o, como dice el h·adîz: "Una grieta aparecerá en la fortaleza del Islam que nada puede cerrar".

¿Acaso si uno de nosotros muere, después de haber pasado toda su vida leyendo libros en su casa, sufrirá el Islam una terrible pérdida? ¿Qué clase de pérdida puede significar mi desaparición? Pero cuando el Islam perdió al Imam Husein entonces sí que fue una grieta irreparable. Se produce una pérdida cuando quien muere es alguien que ha preservado las doctrinas, leyes e instituciones sociales del Islam, tal como Jâyeh Nas·îr ud-Dîn T·ûsî (Muh·ammad ibn Hasan T·ûsî, conocido como Jâyeh Nas·îr y como Muh·aqqiq T·ûsî (597 a 672 H.). Uno de los sabios más prominentes de la Shî’a. Autor de abundantes obras, no sólo sobre las ciencias del Dîn, sino también sobre filosofía, matemáticas y astronomía) o ‘Allâmah H·illî (Ayat ul-lah Sheij Yamâl ul-Dîn Hasan ibn Yusuf ibn ‘Alî ibn Mut·ahhar H·illî ( 648 a 726 H.) Jurista, recopilador de hadices, exégeta del Corán, teólogo, cabeza de los Shî1itas en su época, por su gran sabiduría se le dio el título de ‘Allâmah) ¿Pero qué habéis hecho vosotros o yo por el Islam que permita a la gente recordar ese h·adîz cuando muramos? ¡Si mil de nosotros muriesen no pasaría nada! La única explicación es que o no somos verdaderos fuqahâ' o no somos verdaderos creyentes.

Resistencia en un combate prolongado

Ninguna persona razonable esperará que nuestras actividades de difusión e instrucción produzcan de forma inmediata un gobierno islámico. Para obtener la victoria en la tarea de establecer un gobierno islámico deberemos desarrollar una actividad continua en diferentes campos. El nuestro es un objetivo que puede costar tiempo conseguir. La gente sensible de este mundo coloca una piedra en la tierra con la esperanza de que alguien pueda venir doscientos años más tarde a construir un edificio sobre ella, de tal manera que finalmente se pueda alcanzar la meta.

Cierta vez, el califa dijo a un hombre que estaba plantando un nogal: "¡Oh anciano! ¿Por qué estás plantando ese nogal que no dará fruto hasta dentro de cincuenta años, si para entonces tú ya estarás muerto?" El hombre replicó: "Otros plantaron lo que nosotros comemos. Nosotros plantamos para que otros puedan comer".

Debemos perseverar en nuestros esfuerzos, incluso cuando no puedan ofrecer resultados hasta la próxima generación, porque nuestro servicio es por la causa del Islam y de la felicidad humana. Si fuera por una causa personal podríamos decir: "¿Para qué crearnos problemas nosotros mismos? Nuestros esfuerzos no nos beneficiarán, solamente beneficiarán a los que vengan detrás."

Si el Señor de los Mártires, que arriesgó y finalmente sacrificó todos sus intereses materiales, hubiera pensado de esta manera, actuando únicamente para sí y su personal beneficio, podría haber llegado a un compromiso con Iazîd desde el primer momento y haber arreglado todo el asunto, ya que los gobernadores Omeyas solamente deseaban conseguir que él los reconociera y aceptara como tales gobernantes ¿Qué más habrían podido desear que tener al hijo del Profeta, el Imam de la Época, llamándoles "Emir de los Creyentes" y reconociendo su gobierno?

Pero su preocupación era el futuro del Islam y de los musulmanes. Para que el Islam pudiera ser propagado entre los hombres en el futuro y su sistema político y social establecido en la sociedad, se opuso a los Omeyas, lucho contra ellos y, finalmente, sacrificó su propia vida.

Examinad cuidadosamente uno de los ah·âdîz que he mencionado anteriormente. Veréis que el Imam as-S·âdiq estuvo sometido a presión bajo el gobernante tiránico y por tanto optó por hacer taquîah. No tenía poder ejecutivo y la mayor parte del tiempo estuvo sometido a vigilancia. A pesar de ello, mantuvo informados a los musulmanes de sus deberes y nombró gobernadores y jueces. ¿Por qué razón lo hizo y qué beneficio había en nombrarlos y destituirlos?

Los grandes hombres, con amplios horizontes de pensamiento, nunca desesperan o prestan atención a las circunstancias en que ellos mismos se encuentran; por ejemplo, presos o cautivos, en una situación que puede prolongarse indefinidamente; en lugar de ello, continúan haciendo planes para el avance de su causa. Llevan adelante su plan ellos mismos o, si no han podido, otros darán continuidad a sus proyectos, incluso si es doscientos o trescientos años después. La fundación de muchos grandes movimientos en la historia se hizo así. Sukarno, el ex- presidente de Indonesia, concibió y diseñó su plan en prisión y más tarde lo puso en práctica.

Imam as-S·âdiq no sólo concibió planes, hizo también precisiones sobre ciertos puntos. Si sus precisiones hubieran estado destinadas a su época, naturalmente que nos parecerían anodinas, pero en realidad, él estaba pensando en el futuro cuando las hizo. Él no era como nosotros, pensando únicamente en nosotros mismos, interesados sólo en nuestros compromisos personales; él estaba interesado en la Ummah, en la humanidad en su conjunto y deseaba reformar a la humanidad para aplicar las leyes de la justicia. Así que, más de mil años antes, él estableció un modelo de gobierno e hizo sus precisiones, para que un día, cuando las naciones se levantaran y los musulmanes entraran en razón, no hubiera confusión y la forma del Gobierno Islámico y su liderazgo pudieran ser conocidos.

Generalmente hablando, el Islam, la escuela de pensamiento Shî’i y, desde luego, todas las religiones y escuelas de pensamiento, han avanzado y progresado de esta forma: todos comenzaron sin nada excepto un plan, plan que llegó a dar fruto posteriormente gracias al esfuerzo y dedicación de sus respectivos líderes y profetas.

Moisés era un simple pastor y durante años persiguió esta llamada. Cuando fue requerido para enfrentarse al Faraón no tenía quien le ayudara pero, gracias a su habilidad innata y a su resolución, destruyó el gobierno del Faraón con un báculo. Imaginad ahora ese báculo en vuestras manos o en las mías ¿Habríamos sido capaces de obtener los mismos resultados? Es necesaria la determinación, seriedad y resolución de Moisés para hacer a un báculo capaz de derrocar a un Faraón, no cualquiera puede realizar tal hazaña.

Cuando el Más Noble Mensajero recibió su misión profética y comenzó a difundir el Islam, un niño de ocho años, el Emir de los Creyentes y una mujer de cuarenta, su esposa Jadîyah, fueron las únicas personas que creyeron en él. No tenía a nadie más. Todo el mundo sabe de las vejaciones que soportó el Profeta, de los obstáculos que le pusieron en el camino, de la oposición que hubo de enfrentar. Pero, a pesar de ello, nunca desesperó o dijo: "Estoy solo". Persistió y, con su poder espiritual y firme resolución, fue capaz de hacer avanzar su causa hasta el punto en que hoy se encuentra, en el que setecientos millones de personas se encuentran agrupadas bajo su estandarte.

También la escuela de pensamiento Shî’i comenzó de cero. El día en que el Más Noble Mensajero estableció sus fundamentos, fue saludado con burlas. Él invitó a la gente a su casa y dijo: "El hombre que posea tales y tales cualidades será mi ministro", refiriéndose al Emir de los Creyentes. En ese tiempo, el Emir de los Creyentes no era adulto todavía, aunque siempre poseyó un gran espíritu, el mayor del mundo. Pero ninguno se movió de su sitio, incluso alguno se volvió hacia Abû T·âlib diciéndole con sorna: "¡Ahora deberás marchar bajo la bandera de tu hijo!".

También el día en que el Profeta anunció a la gente que el Emir de los Creyentes le sucedería y gobernaría, algunos expresaron aparente admiración y satisfacción, pero ese mismo día comenzó la oposición contra él y la misma continuó hasta el fin. Si el Más Noble Mensajero le hubiera designado únicamente como una autoridad para ser consultada en problemas legales, no habría habido oposición a él, pero al designarlo con el rango de sucesor y decir que lo hacía para que gobernara a los musulmanes y se ocupara del destino de la nación islámica, ocasionó la oposición y el descontento hacia él.

De la misma manera, si vosotros en la actualidad permanecéis sentados en vuestra casa y no intervenís en los asuntos del país, nadie os molestará. Ellos solamente os crearán problemas si intentáis intervenir en los destinos de la nación. El Emir de los Creyentes y sus seguidores fueron molestados y perseguidos porque intervinieron en los asuntos del gobierno y del país. Pero ellos no abandonaron su actividad y su esfuerzo, a consecuencia de los cuales hoy existen cerca de doscientos millones de shî’a en el mundo.

Limpieza de los centros religiosos

Para presentar correctamente el Islam a la gente es necesario reformar las instituciones de enseñanza religiosa. Deben mejorarse el lenguaje y los métodos de difusión e instrucción. La apatía, la pereza, la desesperación y la falta de confianza en uno mismo, deben ser reemplazadas por diligencia, esfuerzo, esperanza y auto-confianza. Deben ser eliminados los efectos que han dejado la insinuante propaganda extranjera en las mentes de algunas personas.

Las actitudes de los pseudo-santos, quienes, a pesar de su posición dentro de las instituciones de enseñanza, hacen difícil a la gente obtener una verdadera apreciación del Islam y de la necesidad de las reformas sociales, esto también debe cambiar, y los âjûndho (religiosos) afiliados a la corte, que han vendido su religión por el beneficio mundanal, deben ser despojados de sus hábitos y expulsados de las instituciones de enseñanza religiosa.

Eliminar los efectos de la ideología colonialista

Los agentes del imperialismo, junto con el aparato educacional, propagandístico y político del antinacional gobierno títere que ellos han instalado, han estado difundiendo veneno durante siglos y corrompiendo las mentes y la moral de las gentes. Aquellos que se han introducido en las instituciones religiosas, naturalmente, han traído consigo huellas de su corrupción, porque las instituciones religiosas forman parte de la sociedad y parte de la gente.

Debemos, por tanto, esforzarnos en reformar, intelectual y moralmente, a los miembros de las instituciones religiosas y limpiar los residuos dejados en sus mentes y espíritus por la insinuante propaganda extranjera y por la política de los gobiernos corruptos y traidores.

Uno puede observar fácilmente los efectos de lo que estoy hablando. Por ejemplo, a veces veo gente que se sienta en los centros de las instituciones religiosas diciéndose unos a otros: "Estas materias son demasiado complicadas para nosotros ¿Qué nos importan a nosotros estos asuntos? Nosotros solamente debemos rezar plegarias y dar nuestra opinión en materias relativas a las leyes religiosas".

Ideas como éstas son el resultado de varios siglos de la maliciosa propaganda de los imperialistas. Han penetrado profundamente en el verdadero corazón de Nayaf, Qom, Mashhad y los otros centros religiosos, causando apatía, depresión y pereza e impidiendo a la gente madurar, de tal manera que siempre ponen excusas para ellos mismos diciendo: "Estos asuntos son demasiado complicados para nosotros".

Estas ideas están equivocadas ¿Cuál es la cualificación de aquellos que gobiernan actualmente en los países musulmanes? ¿Qué es lo que les da esa habilidad para gobernar que nosotros alegamos carecer? ¿Cuál de ellos está más capacitado que un hombre normal con estudios?

Muchos de ellos no han estudiado jamás ¿Dónde fueron los gobernantes del H·iyyâz (Arabia) a estudiar? ¿Qué estudios han realizado? Lo mismo que Rid·â Jan, que fue totalmente analfabeto, un soldado iletrado, nada más. Siempre ha sido igual a lo largo de la historia, la mayoría de los gobernantes arbitrarios y tiránicos han carecido totalmente de la más mínima capacidad para gobernar la sociedad o administrar la nación y no han poseído formación ni dotes ¿Qué estudió Hârûn al-Rashîd (Hârûn al-Rashîd, quinto califa abbásida, que reino del 180 al 193, contemporáneo de los Imames Musa al-Kâz·im y ‘Alî ar-Rid·a) o cualquier otro hombre que haya gobernado Estados tan vastos como los suyos?

El estudio, es decir, la adquisición de conocimientos y experiencia en distintas ciencias, es necesario para realizar la planificación de un país y para el ejercicio de las funciones ejecutivas y administrativas; también nosotros recurriremos a personas que estén en posesión de tales cualificaciones. Pero, la supervisión y la suprema administración del país, la administración de justicia y el establecimiento de relaciones justas entre la gente, éstas son precisamente las materias que el faqîh ha estudiado. Aquello que es necesario para preservar la libertad y la independencia nacional es, de nuevo, precisamente lo que el faqîh puede ofrecer. Por ello, es el faqîh quien rehusa someterse a otros o caer bajo la influencia extranjera, y quien defiende los derechos de la nación y la libertad, independencia e integridad territorial de la patria islámica, incluso a costa de su vida. Es el faqîh quien no se desvía a la derecha o a la izquierda.

Desembarácense de sus depresiones y apatía, perfeccionen sus métodos y programas de propaganda, esfuércense por presentar el Islam con exactitud y decídanse a establecer un Gobierno Islámico. Asuman la dirección y estrechen lazos con las personas militantes y amantes de la libertad.

Finalmente establecerán un gobierno islámico, tengan confianza en ustedes mismos. Ustedes tienen el poder, el coraje y el sentido de la estrategia necesarios para luchar por la libertad e independencia nacionales. Ustedes lograrán despertar a la gente e inspirarles el esfuerzo necesario para la lucha que hará temblar de miedo al imperialismo y a la tiranía. Acumulen más experiencia día a día e incrementen su habilidad en el manejo de los asuntos sociales. Una vez que consigan derrocar al régimen tiránico, serán capaces, sin duda, de administrar el Estado y guiar a las masas.

Todo el sistema de gobierno y administración, junto con las leyes necesarias para ello, permanece listo para ustedes. Si la administración del país necesita impuestos, el Islam ha previsto los necesarios y si lo que se necesitan son leyes, el Islam las tiene todas establecidas. Tras formar el gobierno, ustedes no necesitan sentarse a diseñar leyes o, tal como hacen esos gobernantes occidentalizados que adoran a los extranjeros, correr tras otros para copiar sus leyes.

Todo está listo y esperando. Todo lo que falta es planificar los programas de los ministerios y eso puede realizarse con la ayuda y colaboración de profesionales y consejeros expertos en los diferentes campos, reunidos en una asamblea consultiva.

Afortunadamente, los pueblos musulmanes están listos para seguiros y ser vuestros aliados. Lo único de lo que carecemos es de la resolución necesaria y del poder armado, y estos también los adquiriremos, Dios mediante. Necesitamos el báculo y la resolución de Moisés; necesitamos gente capaz de empuñar el báculo de Moisés y la espada del Emir de los Creyentes. Pero los cobardes que actualmente se sientan en los centros de enseñanza religiosa, ciertamente no son capaces de establecer y mantener un gobierno, pues son tan miedosos que no pueden empuñar ni siquiera una pluma o emprender actividad alguna. Los extranjeros y sus agentes han llenado nuestros oídos con su propaganda, tan a menudo, que hemos comenzado a creernos incapaces de nada: "Vayan a ocuparse de sus asuntos! ¡Atiendan sus escuelas, sus clases, sus estudios! ¿Acaso estos temas son de su incumbencia? ¡Son cosas que están por encima de su capacidad!".

Yo no puedo disuadir a ciertas personas de estas nociones y hacerles entender que deben llegar a ser líderes de la humanidad; que ellos son, al menos, iguales que los otros y capaces de administrar el país ¿Qué cualificaciones poseen esos otros de las que ellos carecen? Todo lo que se puede decir es que algunos de ellos marcharon al extranjero a divertirse y que quizás estudiaron un poco mientras estaban allí. No decimos que no deban estudiar. Nosotros no somos opuestos al estudio o al aprendizaje. Dejadles llegar a la luna, crear industrias atómicas; no nos cruzaremos en su camino. No obstante, nosotros también tenemos tareas.

Dadles Islam, proclamad al mundo el programa del Gobierno Islámico; quizás los reyes y los presidentes de los musulmanes entienden la verdad de lo que decimos y lo acepten. No deseamos echar a ninguno de ellos; dejaremos en su sitio a cualquiera que honradamente siga al Islam.

Hoy tenemos casi mil millones de musulmanes en el mundo, de los cuales trescientos setenta millones, o más, son shî’a. Todos ellos están listos para seguirnos, pero estamos tan escasos de resolución que somos incapaces de liderarlos. Debemos establecer un gobierno apoyados en la gente, digno de la confianza que la gente deposite en él, para que, protegidos por él y por la ley, la gente pueda continuar su vida con normalidad y realizar sus tareas con tranquilidad.

Estas son las cosas en las cuales debéis creer con devoción. No desesperéis imaginando que esta tarea es imposible. Dios sabe que vuestra capacidad y coraje no son menores que lo suyos, al menos, desde luego, que el sentido de coraje sea oprimir y asesinar al pueblo; ciertamente, nosotros no tenemos de esa clase de coraje.

Una vez vino a mí un individuo mientras me encontraba en prisión. Me dijo: "La política es toda suciedad, mentira y corrupción ¿Por qué no deja usted que nosotros nos ocupemos?".

Lo que decía era cierto en un sentido. Si la política consistiera en eso solamente, pertenecería exclusivamente a ellos. Pero la política del Islam, de los musulmanes, la guía de los Imames que dirigen a los siervos de Dios por medio de la política, es muy diferente de la política a la que él se refería.

Posteriormente, él dijo a los periódicos: "Hemos llegado a un acuerdo para que los líderes religiosos no intervengan en política." Tan pronto como fui puesto en libertad negué estas declaraciones desde el mimbar. Dije: "¡Él miente! ¡Si Jomeiní, o cualquier otro, hubiera dado una promesa semejante, lo expulsaríamos de las instituciones religiosas!"

Desde el principio, él siembra en vuestras mentes la idea de que la política significa mentiras y otras cosas semejantes, para que perdáis el interés en los asuntos nacionales y ellos puedan hacer sus negocios sin ser molestados, realizando cuanto deseen y dándose a todos los vicios. Mientras vosotros, aquí sentados, pedís por su bienestar en vuestras oraciones: "¡Dios quiera perpetuar su gobierno!" Desde luego, ellos no poseen la inteligencia necesaria para elaborar tales planes por sí mismos (¡Gracias a Dios!), son sus maestros y los expertos quienes les aconsejan tales planes. Los colonialistas británicos penetraron en los países del Este hace más de trescientos años. Conociendo todos los aspectos de estos países, diseñaron elaborados planes para asumir el control de todos ellos.

Entonces llegaron los nuevos imperialistas, los americanos y otros. Ellos se aliaron con los británicos y participaron en la ejecución de sus planes.

Una vez, cuando estaba en Hamadán, un estudiante iniciado en las ciencias religiosas, un hombre que había dejado sus ropas religiosas pero que conservaba la ética islámica, vino a mí y me mostró un mapa en el que cientos de lugares habían sido marcados en rojo. Él me dijo que aquellas marcas rojas indicaban todos los recursos minerales del país localizados por los expertos extranjeros.

Los expertos extranjeros han estudiado nuestro país y descubierto todas sus reservas minerales: oro, cobre, petróleo y demás. También han realizado una valoración del espíritu de nuestro pueblo y llegado a la conclusión de que la única barrera que bloquea su camino es el Islam y el liderazgo de los religiosos.

Tienen conocimiento del poder del Islam, porque una vez gobernó parte de Europa y ellos saben que el verdadero Islam es opuesto a sus actividades. También saben que no pueden someter a su influencia a los verdaderos sabios religiosos, ni afectar su pensamiento.

Desde el mismo principio, por tanto, han buscado apartar este obstáculo de su camino, desacreditando al Islam y calumniando a los líderes religiosos. Han utilizado su maliciosa propaganda de tal manera que, actualmente, pensamos que el Islam consiste simplemente en un manojo de tópicos legales. También han tratado de destruir la reputación de los fuqahâ' y de los ‘ulamâ', los cuales están a la cabeza de la sociedad islámica, mediante acusaciones calumniosas y otros medios. Por ejemplo, ese desvergonzado agente del imperialismo, escribe en sus libros: "¡Seiscientos ‘ulamâ' de Nayaf e Irán estaban cobrando sueldo de los británicos! ¡El Sheij Murtad·a tomó el dinero sólo dos años, antes de que se diera cuenta de donde provenía el dinero! ¡Las pruebas pueden encontrarse en documentos conservados en los archivos de la Oficina de Indias!". Los colonialistas les ordenan insultar a los ‘ulamâ' para poder cosechar los beneficios. Los colonialistas desean fervientemente hacer aparecer a los ‘ulamâ' como agentes a su servicio para que pierdan el respeto de la gente y éstas les abandonen. Al mismo tiempo, con su propaganda y sus insinuaciones, han tratado de presentar el Islam como un asunto mínimo, limitado, y de restringir las funciones de los fuqahâ' y ‘ulamâ' a cuestiones insignificantes. Han tratado de persuadirnos constantemente de que la única función de los fuqahâ' es dar su opinión sobre los problemas legales.

Algunas personas, carentes de un correcto entendimiento, les han creído y se han extraviado. No han comprendido que todo ello es parte de un plan destinado a destruir nuestra independencia y a establecer el control sobre todos los aspectos de la vida en los países islámicos.

Obtusamente, han ayudado a los órganos de propaganda de los colonialistas a llevar a cabo su política y a lograr sus objetivos. Las instituciones propagandísticas del colonialismo han insistido para persuadirnos de que la religión debe estar separada de la política, de que los dirigentes religiosos no deben interferir en los asuntos sociales y de que los fuqahâ' no tienen el deber de supervisar el destino de las naciones islámicas. Desgraciadamente, algunos les han creído y han caído bajo su influencia, con el resultado que vemos. Esto es lo que el colonialismo siempre ha deseado, desea y deseará en el futuro.

Observad los centros de enseñanza religiosa y podréis ver los efectos de la campaña de persuasión y propaganda de los colonialistas. Veréis gente negligente, perezosa, ociosa y apática, que no hace otra cosa que discutir sobre aspectos puntuales de la ley y rezar, y que son incapaces de nada más. También encontraréis ideas y hábitos que han nacido de la misma propaganda colonialista, por ejemplo, la idea de que hablar es incompatible con la dignidad de los âjûnds (religiosos). Los âjûnds y los muytahidîn no deben ser capaces de hablar y si lo son, no deben decir nada excepto: "La ilaha il.la Allah", o quizás alguna palabra más; pero esto es un error y contrario a la sunnah del Mensajero de Dios.

Dios ha elogiado el discurso y la expresión, así como la escritura y el uso de la pluma. Por ejemplo, dice en la aleya 4 de la Surah Ar-Rahmân:

"Él le dio (al hombre) la capacidad de expresarse"

Estimando la capacidad de hablar que El dio al hombre como una gran bendición y una fuente de nobleza. El habla y la expresión son necesarias para difundir las órdenes de Dios y las enseñanzas y doctrinas del Islam; es por medio del habla y la elocuencia que podemos instruir a la gente en Su religión y cumplir el deber señalado en la frase: "Ellos instruyen a la gente". El Más Noble Mensajero y el Emir de los Creyentes pronunciaron discursos y jut·bas, fueron hombres de elocuencia.

Purificar las formas sagradas

Esas tontas ideas que existen en las mentes de algunas personas, ayudan a los colonialistas y a los gobiernos opresores en sus intentos de mantener a los países musulmanes en su estado actual y de bloquear el progreso del movimiento islámico. Tales ideas son características de aquellos que son conocidos por su santidad, pero que en realidad son pseudo-santos, no santos verdaderos. Debemos cambiar esa forma de pensar y dejar clara nuestra actitud hacia ellos, porque ellos están bloqueando nuestro movimiento y las reformas que tratamos de llevar a cabo, y manteniendo atadas nuestras manos.

El fallecido Burûyerdî, el fallecido Hoyyat, el fallecido Sad·r y el fallecido Jawânsârî, se reunieron en nuestra casa un día, para debatir algunos temas políticos. Yo les dije: "Antes de nada, debéis decidir qué hacer con estos pseudo-santos. Mientras estén ahí, nuestra situación es como la de una persona que está siendo atacada por un enemigo mientras otro le sujeta las manos por la espalda. Estas personas que son conocidas como santos (que tienen fama de santos pero que son pseudo-santos) no son santos reales, son completamente inconscientes del estado de la sociedad, y si tratáis de hacer algo: tomar el gobierno, asumir el control del parlamento (maylîs), frenar el desarrollo de la corrupción, etc…, ellos destruirán vuestra reputación social. Antes de nada debéis decidir qué hacer con ellos".

El estado actual de la sociedad musulmana es tal que estos falsos santos impiden que el Islam ejerza su influencia propia. Actuando en nombre del Islam, lo que están es dañándolo. Las raíces de estos individuos que existen en nuestra sociedad se encuentran en los centros de las instituciones religiosas. En los centros de Nayaf, Qom, Mashhad y otros, existen individuos en posesión de esta mentalidad pseudo-santa y, desde su base en las instituciones religiosas, infectan al resto de la sociedad con sus malas ideas y actitudes. Son ellos quienes se oponen a cualquiera que le diga a la gente: "¡Venid, despertad! ¡No viváis bajo la bandera de otros! ¡No permitamos las imposiciones de Inglaterra y América! ¡No permitamos que Israel paralice a los musulmanes!".

Primero debemos aconsejar a estos pseudo-santos y tratar de despertarlos. Debemos decirles: "¿No veis el peligro? ¿No veis que los israelíes están atacando, asesinando y destruyendo y que los ingleses y los americanos les ayudan?. Permanecéis sentados observando, pero debéis levantaros. Debéis tratar de encontrar un remedio a las enfermedades de la gente. La mera discusión no es suficiente. La simple enunciación de opiniones sobre puntos legales no es útil por sí misma. No guardéis silencio en un tiempo en que el Islam está siendo destruido, el Islam está siendo exterminado; como los cristianos, que permanecieron sentados discutiendo sobre el Espíritu Santo y la Trinidad hasta que fueron destruidos. ¡Levantaos, prestad alguna atención a la realidad y a los asuntos cotidianos!.

¡No os permitáis ser tan negligentes! ¿Acaso estáis esperando a que los ángeles vengan a llevaros en sus alas? ¿Es función de los ángeles consentir la pereza? Los ángeles baten sus alas bajo los pies del Emir de los Creyentes, porque él fue benéfico para el Islam, él hizo grande el Islam, aseguró la expansión del Islam en el mundo y promovió sus intereses. Bajo su liderazgo se desarrolló y ganó fama una libre, vital, virtuosa sociedad; todos tuvieron que inclinarse ante su poder, incluso el enemigo ¿Pero, por qué nadie se inclina ante vosotros cuya única actividad es emitir opiniones sobre asuntos legales?".

Si nuestros pseudo-santos no despiertan y comienzan a asumir sus responsabilidades tras repetirles estos consejos y avisos, será evidente que la causa de su fallo no es la ignorancia, sino algo más. Entonces, desde luego, adoptaremos una actitud diferente con ellos.

Purificar los centros de estudios islámicos

Los centros de las instituciones religiosas son lugares para la enseñanza, instrucción, propaganda y liderazgo. Pertenecen a los fuqahâ' justos, a los sabios, maestros y alumnos. Pertenecen a aquellos que son los herederos y sucesores de los profetas. Ellos son sujetos de un legado, y un legado divino es obvio que no puede ser puesto en manos de cualquiera. Quien desee asumir tan pesada responsabilidad, administrar los asuntos de los musulmanes y actuar como delegado del Emir de los Creyentes, interviniendo en asuntos relativos al honor, a la propiedad y a las vidas de las gentes, así como al botín tomado en la guerra y a los castigos penales de la ley, debe estar completamente desinteresado del mundo y libre de ambición mundanal.

Cualquiera cuyos esfuerzos estén orientados hacia este mundo, incluso por cosas que sean legítimas en sí mismas, no puede ser delegado de Dios y no es digno de confianza. Cualquier faqîh que participe en el aparato del Estado de los opresores y devenga un cortesano, no es un delegado y no puede ejercer el encargo de Dios. ¡Dios sabe cuántas desgracias ha sufrido el Islam, desde su inicio hasta el presente en manos de estos malos ‘ulamâ'! Abu Hurairah ( Abu Hurairah, muerto en el 57 o 58 H., se hizo musulmán en el año 7 H. por lo que no vivió en Medina, cerca del Profeta más de tres años, a pesar de lo cual transmitió 5.674 hadices del Mensajero de Dios, más que ningún otro de los compañeros, hasta el punto que en la época de los califas un grupo numeroso de los compañeros del Profeta lo desautorizaron. En época del segundo califa fue nombrado gobernador de Bahrein, de donde fue depuesto y castigado, por apropiación indebida del erario público, a pagar 10.000 dirham. En tiempos del tercer califa, para conseguir su cercanía, inventó hadices sobre la excelencia del mismo, por lo que fue nombrado juez de Medina.

Durante el califato del Emir de los Creyentes se mantuvo en silencio aparente, y durante la guerra de Siffin mantuvo una actitud equívoca, pasando de un bando a otro. Se cita de él una famosa frase: " la comida de Mu’âwîah es más suculenta y la oración de ‘Alî es mejor ". Muchos de los ‘ulamâ'h, tanto sunnitas como Shî’itas han objetado sus hadices. Mu’âwîah lo volvió a nombrar juez de Medina. Ver Sharh· Nahy ul-balâgah de Ibn Abi al-H·adîd, t. IV, pp. 63 a 69 y 78, y Dâirat ul-Mu’ârif Islâmîa, del mismo autor, t. I, pp. 418 y 419) fue uno de los fuqahâ', pero Dios sabe la de juicios que falsificó para Mu’âwîah y otros como él, y el daño que ocasionó al Islam.

Cuando una persona ordinaria entra al servicio de un gobierno opresor, se le puede considerar un pecador, pero su acto no conlleva mayores perjuicios, pero cuando un ‘alim, un faqîh, como Abu Hurairah o el juez Shuraih·, entra al servicio de un gobierno opresor, aportan dignidad y legitimidad al mismo y deshonran el Islam. Cuando un faqîh entra a servir en el aparato del tirano es como si todos los ‘ulamâ' lo hicieran; deja de ser un asunto particular. Por ello, los Imames prohibieron estrictamente a sus seguidores prestar servicios gubernamentales y les dijeron que la situación en la que ellos mismos se encontraban, se debía a que algunos de ellos lo habían hecho.

Las obligaciones que incumben a los fuqahâ' no se aplican a los demás. Los fuqahâ', debido a su posición, deben evitar y renunciar a cosas que de otra manera les serían lícitas. En casos en los que a otros se les permite hacer taqîiah, los fuqahâ' no pueden.

El propósito de la taqîiah es preservar el Islam y la escuela Shî’i; si la gente no hubiera recurrido a ella, nuestra escuela de pensamiento podría haber sido destruída; la taqîiah es lícita en cuestiones formales, lo que está en relación con las ramas (furu’) de la religión, por ejemplo, realizar la ablución de diferentes maneras. Pero cuando los Principios del Islam y su prestigio están en peligro, no hay lugar para el silencio o la taqîiah ¿Si tratan de forzar a un faqîh a subir al mimbar y hablar en forma contraria a las órdenes de Dios, puede acaso obedecerlos, diciéndose: "La taqîiah es mi religión y la religión de mis antepasados"? La cuestión de la taqîiah no es procedente en este caso. Si un faqîh prevé que prestando servicio a un gobierno opresivo, la opresión será mayor y la reputación del Islam ensuciada, no debe ponerse a su servicio, incluso si a consecuencia de ello es asesinado.

No son aceptables las excusas que pueda ofrecer, a menos que su acción de entrar al servicio del Estado tenga una base racional, como fue el caso de ‘Alî ibn Iaqt·în, (‘Alî ibn Iaqt·în ( 124 a182 H.). Su padre fue defensor de la causa de los ‘Abbâsî durante el gobierno de los Omeyas, por ello cuando finalmente éstos llegaron a gobernar, Hârûn ar-Rashîd nombró a ‘Alî ibn Iaqt·în su ministro, aun cuando éste era seguidor de Imâm Kâz·im, sabiendo que estaba obligado a obedecer al Imâm y esforzarse en ejecutar sus ordenes. El Imâm le dijo: " Oh ‘Alî, Dios Altísimo, junto a los tiranos ha puesto colaboradores que son instrumentos para ayudar a Sus amigos, y tú eres uno de ellos.") cuyos motivos para entrar al servicio del Estado son bien conocidos, y como Jayeh Nas·îr Tûsî cuya acción tuvo consecuencias beneficiosas, igualmente bien sabidas.

Los verdaderos fuqahâ' del Islam son, desde luego, libres de toda culpa al respecto. Desde el principio del Islam hasta el presente, su ejemplo es claro y brilla como una luz ante nosotros; son inmaculados de culpa. Los âjûndho que en épocas pasadas colaboraron con el gobierno, no pertenecían a nuestra escuela. Nuestros fuqahâ' no sólo han sido opuestos a los gobernantes, sino que han sufrido prisión y tortura a causa de su desobediencia a ellos.

En inimaginable que los ‘ulamâ' del Islam hayan entrado alguna vez al servicio del Estado o que lo hagan ahora. En alguna ocasión, desde luego, lo han hecho de cara a obtener el control del mismo o a transformarlo; si tal cosa fuera posible hoy, igualmente sería nuestro deber hacerlo. Pero no es de eso de lo que estoy hablando. Nuestro problema es la gente que lleva turbante sobre sus cabezas; han leído unos pocos libros en uno y otro sitio, o puede ser que ni siquiera los hayan leído, y han entrado al servicio del gobierno con la intención de llenar sus estómagos o de incrementar el campo de su autoridad ¿Qué haremos con ellos?

Expulsar a los religiosos vendidos a la corte

Estas personas no son fuqahâ' islámicos, son gente a la que la Sawâk ha dado un turbante y puesto a rezar. Si la Sawâk no puede obligar a los Imames de la congregación a estar presentes en las bodas del gobierno y en ceremonias similares, echará mano de su propia gente, lista para decir: "Grande es su gloria" cuando se le menciona. Estas personas no son fuqahâ'. La gente sabe lo que realmente son. Hay un h·adîz que nos advierte que protejamos nuestra fe de esa gente o ellos la destruirán. Deben ser denunciados y deshonrados, para que pierdan el prestigio que puedan tener ante la gente. Si su posición social no es destruida, ellos destruirán la posición del Imam de la Época y la posición del Islam mismo.

Nuestros jóvenes deben arrebatarles los turbantes. Los turbantes de esos âjûndho que corrompen la sociedad musulmana, mientras proclaman ser fuqahâ' y ‘ulamâ', deben serles arrebatados.

No se si nuestra juventud en Irán habrá muerto ¿Dónde están? ¿Por qué no les arrebatan los turbantes a estos individuos? No digo que deban matarlos, no merecen que se les mate. ¡Pero arrebatadles los turbantes! Nuestra gente de Irán, especialmente nuestros celosos jóvenes, tienen el deber de impedir que estos âjûndho, estos recitadores de "Grande es su gloria", aparezcan en sociedad y se muevan entre la gente, llevando turbante. No necesitan golpearlos mucho, solamente sacarles los turbantes y no permitirles aparecer en público llevándolos.

El turbante es una prenda noble; no cualquiera es digno de llevarla. Como dije, los verdaderos ‘ulamâ' del Islam están libres de culpa al respecto; nunca han estado al servicio del gobierno. Estos que están con el gobierno son parásitos tratando de engordar a costa de la religión y de los ‘ulamâ', pero nada tienen que hacer entre los ‘ulamâ' y la gente sabe qué clase de tipos son.

Nosotros también nos encontramos frente a difíciles tareas. Debemos mejorar nuestra propia espiritualidad y nuestra forma de vivir. Debemos llegar a ser más ascéticos que antes y completamente ajenos a los bienes de este mundo. Todos vosotros debéis equiparos para proteger el legado divino que os ha sido confiado. Llegar a ser delegados dignos y tener este mundo en poca estima. Naturalmente, no podréis ser como el Emir de los Creyentes quien dijo que este mundo era para él de menos valor que la humedad del morro de una cabra, pero apartaos de los deseos de un beneficio mundanal, purificad vuestras almas, volveos hacia Dios Todopoderoso, cultivad la piedad.

Si vuestro propósito al estudiar es, Dios no lo quiera, asegurar vuestro mantenimiento futuro, nunca llegaréis a ser fuqahâ' o administradores del Islam. Preparaos para ser útiles al Islam, actuad como el ejército del Imam de la Época, para que lleguéis a ser capaces de auxiliarle en su misión de establecer el gobierno de la justicia. La mera existencia de individuos rectos tiene un efecto benéfico para la sociedad, como yo mismo he observado, uno se purifica caminando con ellos y cultivando su compañía.

Actuad de manera que vuestros actos, conducta, carácter y aversión a las ambiciones mundanales, puedan ejercer un efecto revivificador en la gente. Ellos imitarán vuestro ejemplo y vosotros podréis llegar a ser modelos para ellos y soldados de Dios. Solamente así podréis hacer que la gente conozca el Islam y el Gobierno Islámico.

No estoy diciendo que abandonéis vuestros estudios, por supuesto que debéis estudiar, llegar a ser fuqahâ'. Dedicaos al fiqh y no permitáis que el fiqh decline en los centros de las instituciones religiosas. A menos que seáis fuqahâ', no estaréis capacitados para servir al Islam. Pero mientras estudiáis, preocupaos también por representar al Islam correctamente ante la gente. El Islam es, actualmente, un extraño. Nadie lo conoce con propiedad. Debéis transmitir el Islam y sus leyes de manera que la gente llegue a entender lo que es el Islam, lo que es el Gobierno Islámico, lo que significan la Profecía y el Imamato y en términos generales, por qué fue revelado el Islam y cuáles son sus objetivos. Así, el Islam irá gradualmente conociéndose y, Dios mediante, algún día se establecerá un gobierno islámico.

Derrocar a los gobiernos opresores

Debemos derrocar los gobiernos tiránicos cortando toda relación con las instituciones gubernamentales. Rehusarnos a cooperar con ellos, abstenernos de cualquier acto que pueda traducirse en una ayuda para ellos. Crear nuevas instituciones judiciales, financieras, económicas, culturales y políticas.

Es deber de todos nosotros derrocar a los t·âghût; por ejemplo: los ilegítimos poderes políticos que gobiernan actualmente en todo el mundo islámico.

El aparato gubernamental de los regímenes tiránicos antipopulares, debe ser reemplazado por instituciones al servicio del bien público, y administrado conforme a las leyes islámicas. De esta manera irá apareciendo, gradualmente, un gobierno islámico. En el Corán, Dios Todopoderoso ha prohibido a los hombres obedecer a los t·âghût, a los regímenes ilegítimos, y los anima a levantarse contra los reyes, tal como Él ordenó a Moisés rebelarse.

Existen numerosos ah·âdîz animando a la gente a luchar contra los opresores y contra los que desean pervertir la religión. Los Imames junto con sus seguidores, los shi’itas, siempre lucharon contra los gobiernos tiránicos y los regímenes ilegítimos, como uno puede fácilmente ver si examina sus biografías y su forma de vida. La mayor parte del tiempo vivieron bajo la opresión de los gobernantes tiránicos y se vieron obligados a observar taqîiah, embargados de temor. No temor por ellos mismos, desde luego, pero sí temor por la religión, como se evidencia si se examinan los ah·âdîz más relevantes. Los gobernantes tiránicos, por su parte, permanecieron aterrorizados por los Imames. Estaban seguros de que si daban a los Imames la más leve oportunidad, éstos se rebelarían y los privarían de sus vidas, sinónimo de búsqueda de placeres y licenciosidad. Es por esta razón que vemos a Hârûn arrestando al Imam Musa Ibn Ya’far (sobre él la Paz) y encarcelándole por muchos años, y tras él a Ma’mûn (’Abd ul-lah Ma’mûn (180 a 218 H.) Hijo del Hârûn al-Rachîd y octavo de los califas ‘Abbâsî ) llevando a Imam Rid·â a Marv y confinándolo allí muchos años, antes de, finalmente, envenenarle.

Hârûn y Ma’mûn no actuaron así porque los Imames fuesen asiiad (descendientes del Profeta) y ellos fuesen opuestos al Profeta; desde luego, tanto Hârûn como Ma’mûn eran shi’itas. Ellos actuaron así motivados enteramente por razones de Estado. Sabían que los descendientes de ‘Alî reclamarían el califato y que su mayor deseo era establecer un gobierno islámico, considerando el hacerlo algo enteramente obligatorio para ellos.

Un día se le sugirió al Imam Mûsâ, que delinease los límites de Fadak para que se lo pudieran devolver. De acuerdo con cierto h·adîz, dibujó un mapa de todo el territorio islámico y dijo: "Todo lo que hay dentro de estos límites es nuestro derecho legítimo. Nosotros somos quienes debemos gobernar sobre él y vosotros sois sólo unos usurpadores". Los tiranos vieron pues, que si el Imam Mûsâ ibn Ya’far fuese libre, les haría la vida imposible, podría establecer las bases de una rebelión y del derrocamiento de su gobierno. Así que no le dieron la más leve oportunidad. No existe la menor duda de que si el Imam la hubiera tenido, se habría rebelado y habría destronado a los tiranos usurpadores.

Igualmente, Ma’mûn mantuvo a Imam Rid·â bajo vigilancia, dirigiéndose a él, astuta e hipócritamente, llamándole "primo e hijo del Mensajero de Dios", temeroso de que, algún día, pudiera levantarse y destruir las bases de su reinado. Al ser, ciertamente descendiente y delegado del Profeta no le podía permitir que se moviera con libertad por Medina.

Los tiranos deseaban el poder y estaban dispuestos a sacrificar cualquier cosa por ese deseo; no es que tuvieran una enemistad personal con ninguno de los Imames. Si, Dios no lo permita, el Imam hubiese frecuentado su corte, habrían mostrado hacia él la mayor veneración y respeto, incluso habrían besado su mano. De acuerdo con el h·adîz, cuando el Imam Rid·â fue a ver a Hârûn, éste ordenó que el Imam fuese traído montado a caballo hasta su mismo trono, y que se le mostrase la mayor veneración posible. Pero cuando llegó el momento de repartir las cantidades del tesoro que debían ser distribuidas y llegó el turno de Banu Hâshim para recibir su parte, Hârûn les entregó solamente una pequeña cantidad.

Su hijo Ma’mûn, que estaba presente, quedó sorprendido del contraste entre la veneración de la que acababa de ser testigo y la asignación que ahora veía que se les daba. Hârûn le dijo: "No entiendes. Los Banu Hâshim ( Banu Hâshim, nombre de una de las grandes taifas del clan de los Quraish, descendientes de ‘Umair y de Ibn ‘Adb Ul-Manâf, conocido como Hâshim, que fue padre de ‘Abd al-Mut·alib, abuelo del mensajero (s)) deben permanecer en esta situación. Deben ser siempre pobres, prisioneros, desterrados, afligidos, incluso envenenados o muertos. De otra manera se levantarían contra nosotros en rebeldía y arruinarían nuestras vidas".

Los Imames no sólo lucharon contra los gobernantes tiránicos, los gobiernos opresivos y las cortes corruptas ellos mismos, llamaron también a los musulmanes a hacer el yihâd contra estos enemigos.

Existen más de cincuenta ah·âdîz en el Wasa’il ush-Shî’ah ( Tafs·îl Wasâ'il al-Shî’ah ilâ Tah·s·îl Masâ’il ash-Sharî’ah, conocido por Wasâ'il ush-Shî’ah recopilado por ‘Allâmah Muh·ammad Hasan al-Hurr al-‘Âmulî, la obra más completa de hadices sobre Ah·kâm y que posee la mejor sistematización y ordenamiento en esta materia, que difiere del orden habitual de los libros de fiqh, y que dedica un capítulo final a los beneficios del ‘Ilm ar-Riyâl) AlMustadtrak y otros libros, llamando a los musulmanes a evitar los gobernantes y dirigentes tiránicos, y a llenar de tierra la boca de aquellos que les alaban ( Transmitido por Imâm as-Sâdiq de su padre Imâm al-Bâqer de su padre Imâm ‘Alî Zsain al-‘Abidîn de su padre Imâm Husein de su padre el Emir al-Mu'minîn que lo trasmitió del Profeta (s), Wasâ'il al-Shî’ah t. XII, pág. 132. cap. 42, h·adîz 1. Man lâ iah·d·urûh ul-Faqîh, t. IV, pág. 5, h·adîz 1.) y a amenazar a aquellos que prestan sus plumas para hacerles panegíricos. En resumen, los Imames han ordenado cortar toda relación con tales gobernantes y que nadie colabore con ellos de ninguna manera. En contraste con estos ah·âdîz, existen otros que alaban a los maestros eruditos y al faqîh justo, y enfatizan su superioridad sobre el resto de los hombres.

Tomadas en su conjunto, ambas clases de ah·âdîz forman un programa para el establecimiento de un gobierno islámico. Primero se induce al pueblo a dar la espalda a los gobiernos tiránicos, a los opresores, después las casas de los fuqahâ' deben abrir sus puertas a las gentes. Los fuqahâ' que son justos y ascéticos y que luchan en el camino de Dios para aplicar las leyes del Islam y establecer su sistema social

Los musulmanes serán capaces de vivir en seguridad y tranquilidad y preservar su fe y su moral, solamente cuando disfruten de la protección de un gobierno basado en la justicia de la ley. Un gobierno cuya forma, sistema administrativo y leyes, hayan sido establecidos por el Islam. Espero que mediante la presentación del sistema de gobierno y de los principios sociales y políticos del Islam a amplios sectores de la Humanidad, crearemos una fuerte y nueva corriente de pensamiento y un poderoso movimiento popular que establecerá un gobierno islámico.

Conclusión

¡Oh Dios! ¡Corta las manos de los opresores que han aferrado las tierras de los musulmanes y desarraiga a todos los traidores del Islam y de los países islámicos!

¡Despierta las cabezas de los Estados musulmanes de su profundo sueño, para que puedan esforzarse ellos mismos en favor de los intereses populares y renunciar a la división y a la búsqueda del beneficio particular.!

¡Concédenos que la joven generación de estudiantes de los colegios religiosos y las universidades, pueda luchar por la conquista de los sagrados objetivos del Islam y esforzarse juntos, en filas unidas, primero, para liberar los países islámicos de las garras del imperialismo y sus viles agentes, y después, para defenderlos!

¡Concédenos que los fuqahâ' y los maestros conjuntamente, puedan esforzarse para guiar e iluminar las mentes de las gentes, para llevar los sagrados objetivos del Islam a todos los musulmanes, particularmente a la joven generación y esforzarse por el establecimiento de un gobierno islámico!

Tuyo es el éxito y no hay fuerza, ni poder excepto la que viene de ti.

 

Ismael Agar

Licenciado en estudios Islámicos

Partes: 1, 2, 3
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