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La década dorada, economía e inversiones españolas (página 2)


Partes: 1, 2

La ampliación de estos acuerdos, sea a través de la incorporación de países como Bolivia y Chile al Mercosur o a través de la negociación de nuevos acuerdos entre grupos de países como Mercosur y la Comunidad Andina, tiene como resultado mercados regionales más extensos, con mejores oportunidades de ganancias generadas por economías de escala para las empresas en cualquiera de los países participantes.

6. Mercado de trabajo

En contra de la creencia común, América Latina no tiene abundancia de trabajo sin cualificación, lo que implicaría concentrarse en la producción de bienes intensivos en mano de obra no especializada, y donde la competitividad internacional depende ante todo del costo de la mano de obra. Sin embargo, no ha alcanzado una estructura educativa comparable a la de los países líderes del Sudeste Asiático o los desarrollados, donde la producción está orientada a actividades intensivas en conocimiento y desarrollo tecnológico. Ningún sector productivo, puede pretender que su competitividad se base en reducir el bienestar de sus trabajadores. Incluso en los sectores más intensivos en mano de obra, la posibilidad de competir y expandirse no depende del salario de los trabajadores, sino de los costos laborales unitarios, es decir la combinación del costo efectivo por trabajador y la productividad del trabajo. En muchos países de América Latina, es posible reducir el costo efectivo por trabajador sin sacrificar el bienestar de los trabajadores, porque la legislación contempla excesivos beneficios obligatorios que son costosos para las empresas pero de escasa utilidad para los propios trabajadores.

La prioridad fundamental debe ser la universalización de la educación secundaria mediante una mezcla de incentivos de oferta y demanda. Una mejor educación es esencial para mejorar las posibilidades futuras de los sistemas de capacitación laboral. Pero en la mayoría de los países, estos requieren aún un profundo rediseño institucional para que puedan responder a las necesidades de las empresas y contribuyan a elevar las posibilidades de empleo y la productividad de los trabajadores.

Una mayor participación del sector privado, la separación de funciones de regulación y previsión, junto a la competencia por los fondos públicos son algunos de los elementos del éxito de los nuevos sistemas de formación profesional de algunos países. En todo este contexto, sin dudas las políticas públicas pueden mejorar las relaciones laborales propiciando mecanismos de diálogo.

En definitiva, lo que se impone es completar la transición hacia un mercado de trabajo más flexible y dinámico, mediante la modernización de la legislación laboral que privilegie la creación de nuevos empleos para reducir de esta manera las altas tasas de desempleo que se presentan actualmente en la región.

7. El ambiente empresarial

En el mundo empresarial, reciben gran atención las comparaciones de tamaño de las grandes firmas de cada país y de cada sector, porque reflejan en una forma sencilla la capacidad de crecimiento de unas empresas frente a otras. No es sorprendente que cuanto mayor es el tamaño de una economía, más grandes son sus empresas. Sin embargo, las grandes compañías de América Latina son mucho más pequeñas de lo que podría esperarse para el tamaño de las economías. Las grandes firmas de Brasil o de México son más pequeñas que las de Taiwán, país cuya estrategia empresarial se asocia con la pequeña y mediana empresa.

El reducido tamaño de las empresas latinoamericanas no es el resultado de una estrategia semejante, sino el producto de la deficiente provisión de recursos productivos claves, como son el crédito o la infraestructura de transporte, energía y telecomunicaciones. Estas deficiencias, representan barreras aún mayores para el desarrollo de las empresas medianas y pequeñas dado que cuentan con menos vinculaciones a los mercados financieros nacionales o externos, y que tienen menor escala para sufragar inversiones que les ayuden a compensar las deficiencias de las infraestructuras públicas.

Dentro de este contexto, los últimos años han suscitado un gran interés entre los gobiernos y los sectores privados por identificar políticas que ayuden a mejorar la competitividad, esto es, la calidad del ambiente para la inversión y para el aumento de la productividad en un medio de estabilidad macroeconómica y de integración a la economía internacional

8. Las reformas estructurales y el crecimiento

Desde el punto de vista microeconómico se necesitan la consolidación y la profundización de las reformas estructurales para aumentar la eficiencia del mercado. Entre otras reformas, es importante hacer hincapié en la importancia de que se apliquen incentivos reales para el aumento del ahorro interno y su inversión productiva. Para lo cual, se impone solidificar el sistema financiero para que éste actúe de manera eficiente en la captación de ahorros internos y externos y en la distribución de estos recursos al sector privado en la forma de inversiones sólidas, productivas y rentables.

Para la CEPAL, las reformas estructurales han tenido aún escaso efecto sobre el crecimiento, el empleo y la equidad a nivel agregado, aunque la liberalización comercial y la privatización han resultado decisivas para impulsar la reestructuración de mercados, lo que se tradujo en el ingreso de nuevas empresas e inversiones. La competencia que generaron los nuevos actores del mercado interno, provocó fuertes procesos de modernización en sectores como el de las telecomunicaciones. En otros ámbitos (agricultura o manufacturas), las reformas propiciaron la especialización y aumentaron la eficiencia. Las grandes empresas encabezaron las inversiones y la incorporación de nuevas tecnologías, así como de organización.

9. Riesgos a corto, medio y largo plazo

Las reformas aplicadas en la región, así como la necesidad de consolidar y fortalecer este proceso de transición en el futuro, presentan riesgos que se deben analizar y resolver.

En el corto y medio plazo, uno de los riegos más evidentes de la mayor inserción de los países latinoamericanos en la economía mundial, lo constituye la mayor vulnerabilidad ante las crisis internacionales. Sin embargo, el fortalecimiento de los sistemas financieros nacionales asociado a una política macroeconómica sólida podrá, si no evitar completamente los peligros del contagio, reducir los impactos negativos que éstos conlleven.

En el largo plazo, el riesgo está vinculado a la exclusión social y la concentración del ingreso. Antes que nada, es importante resaltar que el crecimiento económico mundial sustentable es condición necesaria, aunque no suficiente, para la reducción de la pobreza y para una mayor justicia social en la región. El retorno a tasas más altas de crecimiento está vinculado a una aceleración de los niveles de inversión, que a su vez depende del aumento del ahorro interno y de las condiciones «favorables» para la captación del ahorro externo. No obstante, el crecimiento por sí solo no tendrá necesariamente como resultado una mejor distribución del ingreso y una reducción de los niveles de pobreza en la región. Las políticas más agresivas de «bienestar social», que tienen un impacto paliativo y transitorio en los efectos negativos de la extrema desigualdad económica en la región,

10. Desafíos para la industrialización

En la industria se alberga la fuerza que más dinamismo le imprime al desarrollo económico. Todas las naciones que gozan de un alto nivel de desarrollo han pertenecido al mundo industrializado. Y por el contrario, los países sin industria, o con una actividad fabril insuficiente, sufren las penurias que son el rasgo común de las regiones subdesarrolladas

En efecto, la industria se halla presente en todo cuanto contribuye a generar el progreso de la economía, y éstas son las principales razones que justifican sobradamente la conveniencia de promover la industrialización como objetivo del más alto interés nacional para América Latina.

En los tiempos actuales, la industrialización es, para los países avanzados, un reto más que superado. El estudio de la industrialización ha dejado de ser una preocupación corriente para convertirse en una ocupación de los historiadores de la economía. Aunque, para los países en desarrollo, a pesar de la gran contracción de la industria, la industrialización sigue estando a la orden del día en los países más pobres. Los economistas, incluso, han rescatado el concepto de industrialización para subrayar en qué consiste salir de la pobreza. Mientras que el concepto de desarrollo económico se operativiza, al referirlo a los países más atrasados del mundo, como un salto industrializador. En efecto, sólo es entre los países menos desarrollados, es donde observamos movimientos enérgicos en la dirección de la industrialización. En la última década, y atendiendo a los datos recopilados por las Naciones Unidas y ampliamente reproducidos por el Banco Mundial, el valor añadido de la industria manufacturera sólo gana importancia en el PIB.

Panorama de la economía latinoamericana

1. El Fondo Monetario Internacional (FMI)

Preveía un aumento promedio de alrededor del 4,3% para el 2000 y del 4,5% en el 2001. Además, la austeridad fiscal y monetaria, en gran parte de los países, ha tenido como resultado una inflación decreciente en la región. Esta austeridad fiscal, junto al favorable contexto económico internacional, posibilitaron una rebaja de déficit fiscal al situarlo en el 2,4% del PIB, frente al 3% del año anterior.

Casi todos los países flexibilizaron sus políticas monetarias para lograr una más rápida reactivación económica, reduciendo sus déficits fiscales, aunque encontraron un escollo en el aumento de los precios del petróleo, los países no productores influyendo de esta manera en el crecimiento de la inflación.

Evolución reciente y proyecciones del PIB y de la inflación en América Latina

edu.red

Este crecimiento económico durante el año 2000 y su continuación proyectada hacia el 2001 presentaban variaciones sustanciales entre los países. En 1999 variaron del positivo 8,3% en la República Dominicana al negativo

7,3% en Ecuador. De la misma forma, las tasas varían para el 2000, y la expectativa es que de los 11 países incluidos en la lista hayan tenido un desempeño económico mejor durante el 2000 que el registrado en 1999.

2. Banco Mundial (BM)

Las perspectivas económicas del Banco Mundial, analizadas en su informe Global Economic Prospects 2001, pronostican un decenio de crecimiento moderado y sostenido en el contexto económico internacional, con un incremento previsto del 4,1% del PIB en el año 2001 y un potencial para duplicar el crecimiento per cápita de la pasada década, gracias a la estabilización de los mercados financieros internacionales y al florecimiento del comercio mundial. Para América Latina, el pronóstico de crecimiento del PIB es del 4,1% en el año 2001 y del 4,3% en el 2002, mientras que el crecimiento per cápita en los próximos diez años se estima entre el 3 y 3,3%, el doble del experimentado en la pasada década.

Las previsiones económicas a largo plazo, según indica el informe, están sustentadas en la tendencia hacia la aplicación de políticas de mercado en las economías más grandes, la posibilidad de aprovechar los avances tecnológicos y el incremento de la inversión extranjera directa. No obstante, estas economías en desarrollo continuarán enfrentándose a serios peligros en los años venideros, en especial, la posibilidad de una mayor inestabilidad de los mercados financieros, una abrupta desaceleración del crecimiento estadounidense, cambios bruscos en los precios del petróleo y pérdida del impulso al proceso de reformas internas.

Se ha experimentado una mejora sostenida de indicadores macroeconómicos tales como inflación, desempleo, capital humano, flujos de inversión y tasas de cambio. La inflación declinó del 24% al 6% en promedio durante la última década, a excepción de Ecuador. El desempleo cayó y los salarios reales aumentaron en Brasil, Chile y México, en comparación con las tasas promedio de 1999, pero el desempleo sigue siendo alto en Argentina y Colombia. En cuanto a la inversión real experimentó un incremento del 2%, sustentado en sólidos flujos de inversión extranjera directa, los cuales subieron del 1% a casi el 4%, mientras que la apertura e integración hicieron que el flujo comercial se duplicara en los últimos diez años.

3. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)

Según el Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2000, Publicado por este organismo, el PIB de la región se expandió a una tasa media anual del 4% durante el año 2000, lo que permitirá concluir la década de 1990 con una tasa media anual del 3,3%. La recuperación del 2000, contrasta con el prácticamente nulo crecimiento de 1999 (0,3%) y la modesta expansión de 1998 (2,3%), aunque estará por debajo del registrado durante 1997 (5,3%). Por su parte, el producto por habitante aumentó un 2,4%, con lo que se acumularía un incremento de casi un 7% en los noventa.

Este crecimiento se basó, principalmente, en el auge de las exportaciones, si bien el consumo y la inversión también tuvieron una contribución positiva. No obstante, parte del incremento de la demanda global se basó en el comercio exterior, debido al incremento de las importaciones.

La situación económica adversa por la que atravesaba la región desde finales de 1997 no se ha disipado totalmente, puesto que para la mayoría de los países persisten las restricciones de financiamiento externo.

Los países exportadores de petróleo se han visto favorecidos por la notable alza de los precios en el mercado internacional, mientras que los no exportadores debieron afrontar un deterioro en la relación de intercambio, lo que dificultó la reactivación.

La economía internacional .siempre un factor clave para la región. Registró tendencias contradictorias en el 2000. El alto crecimiento mundial favoreció las exportaciones de la región y el comercio intrarregional repuntó sustancialmente. Sin embargo, las tendencias en los precios fueron dispares: el petróleo se incrementó un 60% y los minerales subieron un 8%, mientras determinados productos agrícolas sufrieron caídas de precios.

Dado el tamaño de sus economías, la fuerte expansión de México (7%) y el crecimiento más moderado de Brasil (4%) explican la reactivación de la economía regional, ya que los restantes países, en conjunto, sólo crecieron un 2,2%.

En este sentido, es muy interesante analizar el impacto que esta desaceleración económica ha tenido sobre toda la región de América

Latina. Puesto que EE.UU. constituye el mayor mercado de exportación, el impacto comercial ha sido considerable.

Hay que señalar que la tasa de inflación media para la zona ha sido de un 9% en el año 2000, ligeramente inferior a los tres años precedentes.

También es destacable que 17 de los 22 países analizados registras en inflaciones de un solo dígito (el contrapunto estuvo en Ecuador, donde la tasa alcanzó un valor del 97%, superando el 60% registrado en 1999). Los ajustes cambiarios experimentados por varios países de la región en los últimos dos años no tuvieron mayor efecto sobre la inflación, a pesar de la recuperación productiva de este año. Argentina, por el contrario, obtuvo un nuevo descenso de los precios al consumo.

Una mayoría de países enmarcó en el 2000 su política macroeconómica definida por el deseo de flexibilizar la política monetaria para reactivar la economía, la voluntad de reducir los déficits fiscales y la necesidad de responder a los vaivenes de los mercados financieros internacionales.

Este marco se vio dificultado por el aumento de precio de los combustibles y su impacto sobre la inflación.

Un mejor contexto económico y la austeridad de la política fiscal ayudaron a disminuir el déficit fiscal al 2,4% del PIB, tras alcanzar en 1999 su nivel más alto de la última década, un 3%. En los países exportadores de petróleo hubo una destacada recuperación de los ingresos públicos y la mayor actividad económica y la recuperación del consumo permitieron incrementar los ingresos indirectos.

Los menores tipos de interés y una mayor estabilidad del tipo de cambio contribuyeron a reducir el peso de la deuda. En lo que respecta a los mercados cambiarios, éstos siguieron reacomodándose en el 2000, aunque con mayor tranquilidad. Se registró una menor volatilidad y se mantuvo la tendencia a la devaluación real (1,5% de promedio). Algunos países optaron por la dolarización (casos de Ecuador y El Salvador) para solventar sus problemas cambiarios.

4. Evolución económica en América Latina

América Latina se enfrentó durante el 2001 a un escenario externo más adverso que el percibido a finales del 2000. Debido a condiciones externas mucho menos favorables que las previstas originalmente y a situaciones internas adversas (problemas de abastecimiento de energía eléctrica en Brasil, demandas internas débiles y problemas políticos en otros países como Argentina para finalmente situarse en un 0,5%62) siendo probable que el año 2001 resulte decepcionante para América Latina.

Se esperaba para 2001 una expansión del PIB del 2%, tras las diversas revisiones a la baja realizada lo que supone la mitad del crecimiento logrado en el año 2000.

Esta tasa de crecimiento está acompañada de un sostenido descenso de la inflación (el promedio regional del primer semestre se redujo a menos del 8%) y de un estancamiento del elevado desempleo (equivalente a alrededor del 8,5% de la fuerza de trabajo de la región). Además, se prevé una expansión del déficit en cuenta corriente, que ascendería a 58.000 millones de dólares (3% del PIB), después de haber alcanzado los 47.000 millones el año 2000 (2,5% del PIB) debido a la disminución del excedente venezolano a consecuencia del descenso en los precios del petróleo.

A continuación, se presentan los puntos más sensibles y que inciden negativamente sobre el desenvolvimiento económico en toda la región:

A. Efectos sobre el comercio

El ritmo de expansión del comercio se ha reducido casi a la mitad con respecto al 2000. El crecimiento de las importaciones pasaría del 13,5% al 7% y el de las exportaciones del 9% al 5% (observándose durante el primer semestre una contracción más en las exportaciones). Para América Latina en su conjunto, el mercado norteamericano representa más de la mitad de sus exportaciones (cifras muy influidas por el comercio de México, origen de la mitad de las exportaciones latinoamericanas) y la desaceleración norteamericana ya comienza a dejarse notar: las proyecciones para el comercio de aquella zona muestran un fuerte descenso respecto a las tasas de 2000 (las exportaciones de bienes crecieron en torno al 5,5% frente a casi 20% del año anterior, mientras que las importaciones lo harán en torno al 7,5% comparando con el 16,4% del año 2000).

B. Efectos sobre el financiamiento

A comienzos del año 2001 se pensaba, a raíz del plan de financiamiento multilateral aprobado para Argentina y las reducciones de las tasas de interés en los Estados Unidos, que el déficit de la cuenta corriente previsto para la región en 2001 se podría financiar con capitales nautónomos. Los dos primeros meses mostraban una continuación de la tendencia de leve recuperación de las reservas internacionales de la región, que alcanzaron 164.000 millones de dólares (el nivel más alto registrado desde la declaración de la moratoria rusa).

C. Desempeño económico interno

Después de la satisfactoria recuperación de las economías de América

Latina en el año 2000, la expansión del nivel de actividad se redujo en el 2001. El producto del conjunto de la región preveía un incremento del 2%, para situarse el PIB por habitante en un 0,5%. En particular, destaca el desempeño adverso de las mayores economías de la región.

La tasa de crecimiento de México, que alcanzó el 7% en el 2000, se reduciría a una tercera parte debido al fin del ciclo expansivo estadounidense, al que destina la mayor parte de sus exportaciones. En Brasil, una severa crisis en el abastecimiento de energía eléctrica, sumado al deterioro del entorno exterior, ha propiciado un frenazo en su crecimiento, y en Argentina la situación económica es muy preocupante, al desaparecer el financiamiento externo y no conseguir reducir el déficit fiscal.

D. Inversión, inflación y empleo

La expansión de la inversión bruta total en el año 2000 no se ha podido repetir en el 2001. La importante bajada de las corrientes de capital hacia varios países de la región, a raíz de las expectativas poco favorables de los inversionistas internacionales, han impedido alcanzar los niveles de inversión precedentes. Uno de los países más sensibles a esta disminución ha sido México, que en el año 2000 registró un incremento del 9% y que finalmente ha sufrido un retroceso del 16%. Chile y Brasil mostraron en el primer trimestre un aumento importante de la inversión aunque esta situación se revirtió a partir del segundo, mientras Argentina, Perú y Uruguay continuaron registrando caídas en los niveles de inversión al igual que en años anteriores. Por último, Colombia y Venezuela han mostrado favorables perspectivas, y se espera una mejora de la inversión en ambos países.

Por lo que respecta al empleo, la mejoría de la situación laboral a nivel regional, observado el año 2000 en lo que a generación de empleo se refiere, tiende a frenarse y a revertirse, debido a la desaceleración de la actividad económica en el 2001. La tasa de ocupación bajó al 52,6% durante el primer semestre en ocho países, comparado con el 52,9% del mismo período en el año anterior. A ello contribuyó la caída de este indicador en las economías más grandes de la región, Brasil y México, disminuyendo también en Chile, y manteniéndose constante en Argentina, Colombia y Venezuela.

Cabe esperar que en el año en su conjunto, la caída en la tasa de ocupación sea aún más marcada. De esta manera, las proyecciones regionales apuntan a un mantenimiento de la tasa anual de desempleo en el 8,5%.

5. CEPAL. Situación de la economía latinoamericana después del 11 de septiembre

Según el Balance Provisional Para la Economía Latinoamericana 2001 de la CEPAL, el nivel de actividad de las economías de América Latina y el Caribe creció escasamente en el 2001, con lo que se trunca la satisfactoria recuperación iniciada en 2000. A pesar de los excelentes augurios del FMI que preveía un 4,5% en el aumento del PIB. Este deterioro se fue manifestando a lo largo del año, dada la disminución del crecimiento económico mundial y el agravamiento de la crisis en Argentina hasta desembocar en la suspensión de pagos.

A. Efecto del 11 de septiembre

La tragedia del 11 de septiembre, agudizó los síntomas de recesión perceptibles en los principales países industrializados desde finales del

2000 o comienzos de 2001. En los primeros días de septiembre, todavía se esperaba una recuperación de la economía norteamericana para el año

2002. En octubre, las esperanzas de esa rápida salida de la recesión en Estados Unidos se habían esfumado, debido al fuerte deterioro de las expectativas de los consumidores e inversionistas, y los analistas ya no esperaban un crecimiento mucho mejor en el 2002 que el previsto para 2001 (1.2% y 1.1%, respectivamente, según la misma fuente). También se acentuó el pesimismo en las economías de Japón y Europa. Por lo tanto, el bienio 2001-2002 sería, según los analistas, el de peor desempeño de los últimos 30 años en materia de crecimiento mundial.

La mayor incertidumbre con respecto al futuro político y económico

Global podría afectar los flujos de inversión financiera y directa hacia economías emergentes. Esto constituye una llamada de atención para las autoridades económicas latinoamericanas, que deben fortalecer la capacidad interna de financiamiento de la inversión. La comunidad internacional no debería desaprovechar las señales de mayor solidaridad Norte-Sur que surgieron luego de los atentados, y que permitieron incorporar, en mayor medida, el punto de vista de los países en desarrollo en la agenda de las negociaciones comerciales. A su vez, estas nuevas perspectivas deberían permitir acelerar la reforma de la arquitectura financiera internacional.

B. Las reformas estructurales se desaceleran

El proceso de privatizaciones continuó la tendencia declinante, principalmente por el agotamiento natural del proceso. En gran parte de los países se está instrumentando el procedimiento de concesiones, lo que promete dar nuevo impulso a la cooperación de los sectores público y privado. A su vez, continuaron los esfuerzos para promover una mayor competencia interna.

El año 2001 fue prolífico en propuestas legislativas de reformas tributarias, que se promulgaron en Argentina, Chile, Colombia, Costa

Rica, Ecuador, Guatemala, Perú y República Dominicana, y aún están en discusión en México y Panamá.

En el área financiera se adoptaron medidas para evitar transacciones de origen ilícito en varios países del Caribe, se profundizó la supervisión bancaria en algunos países, y se adoptaron disposiciones para ampliar el mercado de capitales en otros. Contrariando la tendencia de los últimos años, Argentina y Venezuela adoptaron medidas de control sobre el movimiento de capitales.

C. Caída del comercio interregional

El comercio entre las Américas cayó casi cuatro por ciento en el 2001 con respecto al año anterior. Este descenso pone fin a una década de expansión en el intercambio comercial en el hemisferio occidental, que durante ese período aumentó a más del doble de la tasa de crecimiento de las exportaciones a otras regiones del mundo.

Las exportaciones de las Américas al resto del mundo bajaron un dos por ciento en el 2001. El comercio interamericano se vio afectado por la desaceleración en la actividad económica mundial, y particularmente por la abrupta caída sufrida en los Estados Unidos. Las exportaciones de algunos países latinoamericanos sufrieron por los descensos en los precios de materias primas, como el petróleo y el café. Por ello, tras la fuerte pero breve recuperación del 2000, este año las exportaciones latinoamericanas habrían bajado casi tres por ciento.

La caída fue especialmente abrupta en algunos países andinos y centroamericanos.

En términos regionales, sin embargo, la caída de cuatro por ciento en las exportaciones mexicanas fue el factor más relevante para el desempeño de la región debido al peso de México en el comercio exterior latinoamericano.

6. Vulnerabilidad de la economía latinoamericana después del 11 de

Septiembre

El Informe Económico del BID, presentado durante su Reunión de la

Asamblea de Gobernadores 2002, celebrada en la ciudad de Fortaleza

(Brasil), es un referente para el análisis, pues transcurrido el impacto económico y emocional del 11 de septiembre, fijaba con claridad las ambivalencias o, si se desea, incertidumbres que acechan a la región.

Ciertamente recoge un pesimismo, en parte producto de la situación internacional, que ha golpeado, como en anteriores crisis, al conjunto de las economías latinoamericanas. Ello demuestra una vez más que la vulnerabilidad y dependencia económica y financiera siguen tan presentes, como lo atestiguan aquellos amortiguadores diseñados para salvaguardarse ante los dolorosos y desestabilizadores impactos externos que no ha funcionado.

El desempeño económico de América Latina y el Caribe desde 1997 comprende tres fases definidas por sucesos externos. La crisis de las economías emergentes de Asia a mediados de 1997 marcó el comienzo de una fase de desaceleración. La crisis rusa, un año más tarde, precipitó a toda la zona en una recesión, que culminó con el inicio de una fase de recuperación a mediados de 1999.

A continuación se presentan los aspectos clave para la economía de

América Latina el 11 de septiembre:

A. Panorama internacional

Desde mediados de 1997, América Latina y el Caribe han sufrido una serie de choques externos adversos. A partir de la crisis de Asia, los precios de los productos de exportación y los términos de intercambio se han deteriorado de manera significativa. Los precios de los productos básicos, excluido el petróleo, han caído cerca del 26% desde el segundo semestre de 1997. Los términos de intercambio para algunos países no exportadores de petróleo, como Chile o Perú, han caído en un 20%.

Hasta fines del 2000, los países exportadores de petróleo venían beneficiándose de los altos precios del crudo, pero desde entonces el petróleo también ha entrado en esta tendencia descendente, que se agudizó después de los sucesos del 11 de septiembre.

B. Resultados macroeconómicos

A partir de la crisis asiática de mediados de 1997, el crecimiento económico en América Latina empezó a perder fuerza, y a raíz de la crisis rusa, se volvió negativo entre el tercer trimestre de 1998 y el segundo trimestre de 1999. Siguió entonces un período de fuerte recuperación, aunque de corta duración, propiciado en gran parte por el dinamismo de Estados Unidos. Las caídas en los términos de intercambio, la desaceleración del comercio mundial y el deterioro de las condiciones financieras internacionales pusieron fin a la recuperación económica que ocurrió entre mediados de 1999 y el primer trimestre del 2000. Desde entonces, las tasas de crecimiento han sido moderadas y han tendido a debilitarse aún más a medida que la situación externa se fue tornando más adversa. Para 2001 se prevé un crecimiento del orden del 1% para Amé-rica Latina y el Caribe en conjunto.

C. Perspectivas y desafíos de política económica

Las perspectivas de crecimiento para América Latina y el Caribe en

2002 son algo más positivas que las de 2001, pero hay amplio margen para mejoras. Aunque no se espera recesión en ningún país de la región, con la excepción de Argentina, las tasas de crecimiento previstas en la mayoría de los casos son inferiores al 4% y para la región en conjunto no llegan al 2%.

En estas circunstancias nada halagüeñas, son muchos los motivos de preocupación. El más acuciante es la situación en Argentina. Durante el primer semestre del año 2000, el consenso de los mercados era que el crecimiento en 2001 sería del 4% ó 5%. Los márgenes sobre la deuda no llegaban a los 600 centésimos de punto porcentual y el país gozaba de una buena calificación de riesgo. Posteriormente, el crecimiento pasó a ser negativo y los márgenes sobre la deuda alcanzaron niveles sin precedentes, precipitando la mayor cesación de pagos de la historia y la caída del gobierno.

7. FMI revisa a la baja sus proyecciones económicas

Desde que se publicó la edición de mayo de 2001 de: Perspectivas de la Economía Mundial, se ha deteriorado el panorama para el período

2001-02 y han aumentado los riesgos de que los resultados sean más desfavorables que los proyectados debido a los atentados terroristas del

11 de septiembre en Estados Unidos. Posteriormente, el FMI revisó a la baja las proyecciones de crecimiento para casi todas las regiones como reflejo de distintos factores, entre los que destacan: repercusiones de la desaceleración mundial más graves de las previstas, el retraso de la recuperación de Estados Unidos, el aumento más débil de la demanda interna y de confianza en Europa, las perspectivas de un período de crecimiento más lento en Japón, dado que este país sigue emprendiendo reformas estructurales (aunque esto tendrá beneficios considerables en el mediano plazo), la continua contracción del gasto en tecnología de la información, que afecta en particular a Asia, y el deterioro de las condiciones de financiamiento en los mercados emergentes, sobre todo en América Latina

A. Desaceleración mundial

El aumento del PIB se está desacelerando en casi todas las regiones del mundo y al mismo tiempo se observa una aguda reducción del crecimiento del comercio exterior. Ante esta situación, muchos países .Especialmente Estados Unidos han adoptado medidas macroeconómicas más expansivas, siendo las más recientes las de mediados de septiembre tras la ofensiva terrorista. Esto, aunado a la disminución paulatina de los precios del petróleo y de otras conmociones que contribuyeron a la desaceleración económica, ayudaría a sustentar la actividad económica y la confianza en el futuro. No obstante, persisten grandes incertidumbres y riesgos porque esta fase descendente del ciclo vuelve al mundo más vulnerable ante nuevos imprevistos, y persiste el riesgo significativo de una desaceleración más profunda y prolongada.

B. Países en desarrollo y en transición

Se han deteriorado también las perspectivas para la mayoría de los países en desarrollo y en transición. El crecimiento fue revisado a la baja de forma acusada en América Latina, cuya actividad económica ha sufrido nuevamente los efectos nocivos de las dificultades económicas, así como los vaivenes políticos de Argentina y otras peculiaridades, como la crisis de energía en Brasil. Se han desacelerado asimismo las entradas de capital en la mayoría de los países .con excepción de México, lo cual inquieta dadas las cuantiosas necesidades de financiamiento externo de la región. En cuanto a las economías emergentes de Asia, si bien el crecimiento de China mantiene su capacidad de recuperación, mucho países han sido golpeados duramente por la desaceleración del crecimiento mundial y el giro desfavorable que ha tomado el ciclo del sector electrónico, cuyo impacto fue exacerbado por los vínculos comerciales intrarregionales y lo sucedido en Japón. Las perspectivas de crecimiento se debilitaron moderadamente también en el Oriente Medio, debido a la baja de los precios del petróleo y a los recortes de la producción, además de la crisis que está padeciendo Turquía. El crecimiento proyectado en

África se redujo, pero aún se espera que sea más alto que en el 2000, gracias a las mejores condiciones climáticas y la disminución de los problemas de seguridad en varios países. En cambio, las perspectivas para las economías en transición permanecieron prácticamente iguales.

Argentina. La primera crisis económica del siglo XXI. Lecciones para una economía global

Argentina, hace aproximadamente una década, se veía abatida por una incontrolada inflación que se situaba nada menos que en el 3.000 por ciento. Esta situación le situaba en una profunda recesión, soportando fuertes desequilibrios internos y externos, lo cual era especialmente grave por hallarse en un período en que deseaba superar anteriores tiempos sombríos de la dictadura militar.

Para lograrlo, el entonces ministro de economía Domingo Cavallo diseñó en enero de 1991 una medida audaz: la Ley de Convertibilidad, que ligaba el peso argentino al dólar americano en un régimen de igualdad.

El objetivo central que perseguía era erradicar radicalmente el proceso inflacionario, para retomar la senda de la estabilidad y el crecimiento económico. Los resultados no se hicieron esperar y fueron realmente extraordinarios, pues en un corto espacio de tiempo se logró contener la inflación, crecer al 5 por ciento, recuperar la credibilidad internacional y atraer nuevamente importantes flujos de capitales externos.

Desafortunadamente, transcurrida una década, la situación se ha vuelto extremadamente preocupante, pues lo que inicialmente se situaba en un problema económico, se ha extendido peligrosamente hasta transformarse en un muy serio y complicado problema social.

Argentina está viviendo el proceso de empobrecimiento más rápido de una sociedad en tiempos de paz. el PIB cayó casi un 4% en 1999, rompiendo así una tendencia creciente iniciada en 1995, se recuperó hasta el 1% durante el 2000, para bajar hasta el 5% en 2001, y se estima que disminuirá hasta el 12% en el año 2002. A su vez, la caída de la renta per cápita durante este período recesivo (los últimos cuatro años) se ha situado en un promedio del 28%, mientras que el desempleo lo ha hecho en el 30%. El índice de pobreza se ha situado durante el 2002 en el 40%. Sin duda, estas cifras nos sitúan en la peor recesión desde 1914, siendo más grave que la de los años treinta.

Las discusiones sobre las causas de la crisis económica actual, que golpea como nunca a Argentina, son muchas, intensas y bastante duras en sus juicios, aunque en ocasiones hasta resultan exculpatorias.

Unos directamente culpan a la Ley de Convertibilidad como causante directo de una debacle anunciada. Otros, que fueron los malos manejos de las cuentas públicas; los demás, que el excesivo endeudamiento exigen ajustes fiscales que reducen las perspectivas de crecimiento. Mientras que otros achacan la falta de actuación de los organismos multilaterales, particularmente del Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que llevó al país a esta situación caótica.

Al igual que sucediera con la crisis de la deuda externa en los años ochenta, también de esta crisis se desprenden varias lecciones que otros países en desarrollo deberían tener muy en cuenta para no incurrir en esta situación. A continuación se exponen algunos de los puntos que considero más importantes, es decir, las «lecciones más visibles», siendo éstas abiertas a la reflexión.

La primera y más visible es que, a pesar de todo: la «teoría económica» funciona. Lo demuestra que la combinación de déficits fiscales crecientes, causados por malos manejos administrativos y exceso de burocracia cuando no por una abierta corrupción, una tasa de cambio fija, que restringía la política monetaria, encadenando las reservas internacionales del país con su circulante interno, provocando una falta de financiación tanto para el gobierno como para el sector privado, dibujaban un panorama insostenible, que suponía una pérdida de confianza en el contexto internacional, todo lo cual condujo irremediablemente a una situación explosiva: la quiebra.

La segunda lección, altamente importante: demuestra que en una economía global prima la confianza internacional. Mirando en retrospectiva, el cambio de opinión en los mercados financieros internacionales sobre Argentina no deja de ser sorprendente.

Recordemos que durante el primer semestre del 2000, el consenso de los mercados era que el crecimiento en el 2001 sería del 4% ó 5%. Los márgenes sobre la deuda se situaban en los 500 puntos básicos, en tanto que el país gozaba de una buena calificación de riesgo. Iniciado el año 2001, el crecimiento empezó a ser negativo y los márgenes sobre la deuda alcanzaron niveles sin precedentes, disparando los «spreads» que llegaron a rebasar los 900 puntos básicos, mientras que el riesgo país se situaban en cotas insospechadas. Así las cosas, la credibilidad internacional, tenían como parámetros centrales, la evolución fiscal que debía hacer frente al alto costo de la deuda y el monto elevado del financiamiento del sector público. La tercera lección, confirma: que funciona la «teoría económica». Nos dice que no se pueden mantener políticas contrapuestas. Sin dudas, factores externos como los señalados, no llegan por sí solos a explicar en su totalidad el excepcional deterioro de la economía Argentina, pues otros países de su entorno, con problemas similares han sido capaces de hacer frente a esta situación. Existen por tanto, razones de indudable peso interno, que certeramente explican cómo se llegó a tamaña situación. En efecto, el punto álgido del problema, se encuentra en la propia situación interna, reconocida en el mantenimiento a ultranza de la política monetaria, que generaba altas incompatibilidades con una política presupuestaria fuertemente expansiva, como lo demuestra que durante este período el gasto público se incrementó en un 150%, cuando el PIB nominal lo hizo en un 40%, lo cual provocaba que las tasas de interés continuaran muy altas, atrapando inexorablemente al país en un trágico círculo, donde los ajustes fiscales necesarios para el pago de la deuda externa reducían las perspectivas de crecimiento, lo cual hacia retroceder rápidamente la confianza de los mercados e inversores internacionales.

Para contrarrestarla, se acometieron rápidas reformas, realizando ajustes macroeconómicos y fiscales, aplicando a su vez, recortes desconocidos en los salarios públicos y la seguridad social. A estas decisiones, le acompañaban fuertes medidas para mejorar la estructura de la deuda y reducir los desequilibrios fiscales hasta situarlos en 6.500 millones de dólares (2001), desafortunadamente no se vieron cumplidos, pues solo durante el primer trimestre se situó en 4.000 millones de dólares.

La cuarta y bien reconocida es: la debilidad del sistema político e institucional argentino, cuya descomposición y corrosión provienen de antiguo, aunque en estos momentos tan críticos su papel sea determinante para hallar una solución a la crisis.

Políticamente el anterior presidente Fernando De la Rúa, junto a su ministro de economía Domingo Cavallo y ahora sus respectivos sucesores; Eduardo Duhalde y Jorge Remes, todos ellos de larga trayectoria política, no contaban entre sus planes que el FMI y la comunidad financiera internacional, optaran por el camino que han tomado; «no realizar nuevos desembolsos», pues consideran que serían «dilapidados» como anteriores créditos, que se aplicaban para tapar reiterados incumplimientos, consecuencia de una economía con escaso control y baja solvencia.

Anne Krueger (Subdirectora del FMI) así lo ha expresado: «no se tiene intención de conceder préstamos si existe el riesgo de que se malgaste el dinero». Respecto al orden institucional, la actitud del gobierno ha sido, de manera reiterada, la de no respetar la seguridad jurídica, estos es, el incumplimiento de los contratos en el tráfico jurídico y en última instancia al propio Estado de Derecho.

Las quinta, aunque no menos importante, no es menos visible: se constata el «endurecimiento» de la política de intervención económica llevada a cabo por Estados Unidos en otros países del mundo. Contrario a lo que ocurría durante el gobierno de Bill Clinton, el Secretario del Tesoro; Paúl O´Neill y su Subsecretario para Asuntos Internacionales; John Taylor, han sido claros en sus planteamientos, al decir que ni el gobierno de Estados Unidos ni el Fondo Monetario Internacional, intervendrán en economías extranjeras a menos que exista un riesgo real para el sector financiero norteamericano.

Por otro lado, la sexta lección, realmente novedosa, apunta a que: se nota una mayor amplitud de miras de los inversionistas norteamericanos respecto a la región. América Latina, ya no es vista como «el continente debajo del Río Grande». Durante la crisis asiática y rusa, el mercado de capitales internacionales se cerró para nuevas emisiones soberanas, acontecimiento que no ha sucedido con la crisis Argentina. Unas semanas después de la explosión en este país austral, México colocó 1.500 millones de dólares en el mercado norteamericano, y Brasil hizo lo propio con 1.250 millones.

Adicionalmente, también las tasas de interés reflejan una diferenciación, pues México pago por sus bonos el 7,76 por ciento, mientras que Brasil lo hizo al 12,5. Esto da prueba, que los mercados han sido capaces de discernir de forma efectiva la situación de los distintos países. A su vez, el efecto contagio no ha dado origen ha una situación de contagio generalizado en la región.

Desde la séptima lección, observamos: las paradojas de la globalización. Curiosamente, podemos comprobar que las economías se están volviendo cada vez más dependientes de sí mismas y esto les supone un creciente y constante esfuerzo por poner orden en sus cuentas públicas. A falta de un prestamista de última instancia en el mercado internacional, las disciplinas monetarias y fiscales se han vuelto cada vez más importantes. Y los gobiernos, por la misma fuerza de los hechos tienen que ser cada vez más responsables, por supuesto, mucho más de lo que lo fueron sucesivamente en Argentina. Esperando que asuman esta lección en toda su amplitud, con toda la carga de responsabilidad que conlleva y no parcialmente, al descargar en las empresas y bancos extranjeros los males patrios. Permítase que la octava lección trate de las empresas y bancos españoles, los cuales han registrado una actividad prácticamente plana durante el primer trimestre, y seguramente también lo será durante el resto del ejercicio. El tiempo reforzará aún más, el buen comportamiento registrado durante estos turbulentos tiempos, de su plena disposición de colaboración con los sucesivos gobiernos .recientemente han participado en el plan de rescate del Banco Galicia, primer banco privado argentino adquiriendo deuda de esta entidad.. También vienen colaborando activamente con el Banco Central Argentino (BCA), para lograr estabilizar el peso frente al dólar.

En la novena lección: las reformas hay que cumplirlas. Argentina durante el 2001, logró uno de los ajustes fiscales y macroeconómicos más impresionantes que se haya realizado, con recortes profundos en los salarios públicos, las pensiones y en los programas de la seguridad social. Además se le acompañó con medidas creativas y valientes para mejorar la estructura de la deuda externa y reducir los desequilibrios comerciales externos, consiguiendo en dos ocasiones durante este mismo año recibir el apoyo del Fondo Monetario Internacional.

Finalmente, una lección singular, la renovación político-institucional. Si no se cuenta con una «nueva clase política», no será posible la construcción de lo expuesto anteriormente, pues lo nuevo no puede nacer de lo mismo.

Para los empresarios, para la dirigencia, queda el gran desafío de «crear riqueza» desde sus capacidades emprendedoras, de innovación y recta gestión. En cuanto a los trabajadores, queda algo bastante «trascendente»: la responsabilidad de encarar los sacrificios que hay que asumir en beneficio de las siguientes generaciones, sus hijos. Y en general, dirigentes y dirigidos, deben comenzar dando pequeños pasos, para lograr los «grandes cambios que muy conscientemente» es el deseo común de los argentinos. Pero eso sí, tiene que arraigarse el concepto de trabajo como arma fundamental para restablecer el crecimiento económico, y restablecer ante todo su «propia» confianza en sí mismos, pues deben ser conscientes de que ellos mismos son los únicos «responsables de su suerte».

Los procesos de integración económica en América latina. Del panamericanismo al ALCA. Implicaciones para la Unión Europea y España

1. Introducción

Dentro de la actual dinámica económica integradora y globalizadora, que persigue una supresión de las barreras arancelarias y una mayor facilidad para los acuerdos y transacciones comerciales entre países, cuyos ejemplos más destacados son la Unión Europea, Mercosur y Nafta, se enmarca el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

Pero los antecedentes de este proyecto se remontan muchos años atrás. Se encontrarían en los comienzos del «Panamericanismo». Una fuente de información, de secular objetividad y veracidad, define aquel término, dentro de los panismos: «No puede considerarse un movimiento propiamente dicho. La conferencia de 1890 creó la Unión Panamericana, con sede en Washington. El órgano directivo de la Unión estaba compuesto por el Secretario de Estado de los Estados Unidos y los representantes de todos los países iberoamericanos.

Ya en 1881, el secretario de Estado, John Baine, lanzaba la idea de una Conferencia Panamericana ya que, opinaba, «las cosas habían madurado y se acercaba el momento en que Estados Unidos podría desplazar a Europa en el comercio con América». De esta manera, todo quedaba listo para la Primera Conferencia que se celebraría en 1889. El autor español Camilo Barcia Tréllez escribiría años más tarde al respecto: «El panamericanismo nace en Washington, es fomentado desde Washington y en un principio acogido con frialdad no exenta de desconfianza por parte de la América Ibérica. Su fin no es anexionista; persigue otra realización: asegurar el predominio industrial de los Estados Unidos en el Nuevo Mundo».

La guerra hispano-norteamericana de 1898 interrumpió el desarrollo de ese proceso, y lo reemplazó por una actitud impositiva que, para buscar aliados en su penetración económica, no dudó en apoyar gobiernos no democráticos. Esa política contribuyó decisivamente al surgimiento del anti-imperialismo latinoamericano, que alcanzó su apogeo en la revolución cubana de 1959 y sus secuelas guerrilleras continentales a lo largo de la Guerra Fría. El fin de ese conflicto, como lo han demostrado las cumbres de las Américas de Miami (1994), Santiago de Chile (1998) y Quebec (2001), ha disipado en gran parte esa atmósfera de desconfianza mutua.

En sus primeros cien días al frente de la Casa Blanca, George W. Bush ha recibido a los presidentes de Canadá, México, Colombia, Brasil, Chile y Argentina, en una clara demostración del interés que concede su administración a los asuntos hemisféricos. Entre sus primeras visitas al exterior destacan las que se han dirigido a México y Canadá.

La idea fuerza es crear desde Alaska a Tierra del Fuego una zona donde circulen libremente «capitales y mercancías». El ALCA comprendería las economías de los 34 países del continente americano (todos, excepto Cuba) para crear el mayor área de libre comercio del mundo.

Entre los rasgos más significativos se puede mencionar:

 

 

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