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Fundamentos sociopolíticos del desarrollo sustentable. Estructuras, Dimensiones y Barreras

Enviado por Cruz García Lirios


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

  1. Introducción
  2. Estructuraciones
  3. Dimensiones
  4. Barreras
  5. Educación
  6. Organización
  7. Agua
  8. Referencias

Los efectos del crecimiento económico de las generaciones actuales sobre el desarrollo económico de las generaciones futuras han sido moderados por tres entidades: el Estado, la comunidad y el individuo

La primera entidad moderadora es el Estado y sus correspondientes políticas públicas ejecutadas por sus correspondientes instituciones, estudiados principalmente desde la sociología, la economía y la ciencia política.

La formación del Estado moderno y sus políticas económicas permite conocer fundamentos macro y micro económicos, los cuales son la antesala de las variables que explican el ambientalismo en primera instancia y la sustentabilidad en última instancia.

La descripción de la formación del Estado moderno inicia con los principios iusnaturalistas del Estado monárquico. El Iusnaturalismo es un conjunto de supuestos que tratan de justificar la pertinencia de un Estado que ordene el desorden en que vive la humanidad gobernada por la ley del más fuerte. Es así como en la humanidad, al estar en una guerra de todos contra todos causada por deseos que hacen antisociales a las personas, debe imponerse la voluntad de un monarca para conservar la seguridad de un grupo desunido por intereses diferentes. Los individuos pactan un acuerdo para formar una sociedad estable siendo la renuncia a sus derechos naturales el principal costo que deben pagar. Una vez formado este Leviatán debe conservarse con la coerción de un ejercito lo suficientemente poderoso para calmar a posibles rebeliones de las masas. La monarquía absoluta considera que el monarca debe asumir toda la responsabilidad de conciliar a cualquier precio y con cualquier medio los intereses de los habitantes. Un poco más tarde, la monarquía mixta (parlamentaría y constitucional) en la que el monarca no debía delegar el poder ni siquiera al parlamento, el único límite que tendría sería la constitución. Esto indicaba que el poder del monarca se regulaba mediante un conjunto de leyes estatuidas que quizá no le permitieron actuar como lo haría el ente más fuerte en el Iusnaturalismo.

Esta descripción de una humanidad irracional la cual debe someterse a un orden supremo que lo lleve a buena convivencia, este orden supremo tendría dos rostros, se trata de la constitución y la voluntad del monarca.

Precisamente, surge la necesidad de equilibrios entre los poderes ejecutivo (monarca), legislativo (parlamento) y judicial (magistrados). No se concibe un poder mayor a otro, más bien el poder dividido y a la vez moderado entre estos tres elementos.

En contraste, al plantearse un contrato social, se reflexiona sobre la propiedad privada y el peligro que se corría al vivir en una sociedad donde todos eran dueños de todo porque sus derechos naturales los justificaban. Es así como al no haber las garantías básicas, se plantean tres principios de desigualdad económica, política y social, siendo la obtención y reconocimiento de una propiedad el primer indicador de diferencia en la humanidad. La segunda desigualdad humana sería la política que no le asistía a los súbditos sólo al monarca. Es así como en un Estado despótico las garantías de propiedad al ser exclusivas de la familia monárquica, constituyen la tercera desigualdad de la humanidad: la libertad cuando menos económica.

Se necesitaba un contrato social para evitar esas tres desigualdades como ahora se necesita otro para la sustentabilidad (Elizalde, 2003).

Dicho contrato social fue el bosquejo de un Estado democrático y la supresión del despotismo en Francia. Los acuerdos y las coincidencias como la expresión de las voluntades individuales fueron el contenido de este contrato. De esta forma, la soberanía popular tuvo tres características; unicidad, indivisibilidad, e inalienabilidad.

Sin embargo, si a lo irracional le correspondía la naturaleza humana entonces a lo racional, la civilización humana. En consecuencia, la suma de racionalidades individuales devendría en una racionalidad objetiva: el Estado monárquico representado por un individuo racional y representante de los individuos racionales. La irracionalidad quedo excluida del poder político, después económico y se adentro en la cultura para después resurgir como estructura recuperable en la comprensión de los procesos comunitarios que se contraponen a la racionalidad económica o al homus economicus que tomaba las decisiones a partir de un cálculo de probabilidades consecuentes.

De este modo se justifica una desigualdad humana: la razón no es para todos, su ausencia les deslegitima todo sistema político alterno. Sólo la libertad se garantiza en un Estado racional. Lo racional legitima el poder sea político y económico. Esto implica un paradigma precursor que orientó a la humanidad hasta el contexto actual en el que deviene un paradigma alternativo orientador de un proyecto que a la humanidad le permitirá crear las instituciones necesarias para moderar el efecto del crecimiento económico reflejado tanto en la extinción de los recursos naturales energéticos como en el bienestar subjetivo. Dicho proceso implica la concepción de un proyecto favorable a la humanidad y a su entorno: El Desarrollo Sustentable (Harto, 2006).

Antes bien, las relaciones y los modos de producción, son los fundamentos sociohistóricos para develar el proceso de acumulación del capital como proceso contradictorio en el que una burguesía acumulaba la riqueza usurpando el trabajo de los proletarios y deteriorando el medio ambiente. En consecuencia, la supresión del Estado como moderador de los efectos del sistema económico sobre el comportamiento humano y su entorno. Esto es un error porque los sistemas al configurarse por una relación indirecta de elementos exógenos sobre endógenos requiere de elementos moderadores que les permitan dicha relación. Es decir, un modo de producción requiere de una entidad reguladora de las relaciones de producción. Un modo de producción no se impone directamente, se legitima indirectamente a través de leyes, creencias, conflictos y negociaciones. Esto significa un proceso en el que una racionalidad económica se confronta con una irracionalidad afectiva en un escenario que se ha estado desgastando.

Tres vertientes se contraponen a los principios expuestos:

Instrumentalistas. Conciben al Estado como un anexo de la burguesía en el que las políticas económicas públicas favorecen el crecimiento económico e impiden el Desarrollo Sustentable. Sin embargo, los organismos financieros tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio al condicionar el préstamo de dinero solicitando cambios estructurales que permitan la libre circulación, especulación, fuga y acumulación del capital, determinan dicho crecimiento económico. Son estos organismos internacionales y no los Estados nacionales los moderadores.

Ideologistas. Estudian cómo está representado el Estado por las personas. Sugieren que se ha mistificado en demasía la función del Estado sea como promotor y como conciliador de un crecimiento económico. Esta vertiente en demasía es interesante porque se adentra en los aspectos psicológicos que fundamentarían por qué las personas prefieren crecer económicamente aunque esto sea sólo exclusivo de grupos económicos que tienen el control financiero.

Estructuralistas. Analizan las funciones del Estado como moderador (promotor) del crecimiento económico. Dicha promoción se inicia reformando los estatutos constitucionales y su adecuación para garantizar la venta de paraestatales, la inversión extranjera en la extracción, sobreexplotación y distribución de recursos energéticos. Esto implica, un crecimiento de la propiedad privada, consecuente monopolización, la competencia de capitales en sectores claves de la economía, la mano de obra liberada, abundante, barata y disponible, y el deterioro de los recursos naturales inherentes a los recursos energéticos.

El Estado al ser moderador de los efectos del crecimiento económico sobre el comportamiento humano y su entorno se encuentra ante dos opciones: propone reformar la constitución o pospone dichos cambios, permite el libre fluir financiero o lo regula, maximiza el desempleo y el subempleo o lo abate, coadyuva el empobrecimiento o lo extiende a las clases medias, tolera la extinción de los recursos naturales o lo retarda.

En efecto, es tanto el sistema capitalista como el Estado moderno quienes promueven un comportamiento conservador de la estructura de poder económica, política y social. El Estado ante una crisis económica, mediante la perecuación de la tasa de ganancia, la devaluación de la moneda y la inversión estatal, ha favorecido a dos sectores: financiero y energético.

Consecuentemente, los países de América Latina, al retomar los fundamentos del Estado moderno permitieron la sobreexplotación, contaminación, destrucción, escasez y extinción de los recursos naturales (principalmente agua, petróleo, gas y electricidad), así como la desocupación, el desempleo, el subempleo, la abismal diferencia en el ingreso entre ricos y pobres, el aumento de la deuda tanto externa como interna, sus correspondientes altas tasas de intereses y la inflación permanente (Díaz, 2004).

Por lo tanto, un recorrido socio histórico económico y político de las problemáticas (crisis económicas por efectos dominó y fuga de capitales, consecuente desequilibrio en la balanza comercial, subsiguiente desempleo, subempleo, desocupación, consiguiente deterioro en la calidad de vida que se manifiestan de 1960 a la actualidad, demuestra la moderación del Estado en el impacto del crecimiento económico sobre la naturaleza y la humanidad. Se evidencia la necesidad de una política económica ajustada a una racionalidad ambiental para conservar la estructura de poder económica, política y social. Se hace imprescindible la necesidad de innovar, modelar, analizar y predecir un comportamiento que gestione una política económica para garantizar satisfactores básicos tales como salud, empleo y educación, la explotación estratégica de los recursos naturales, la transferencia de tecnología a las comunidades y a las generaciones venideras (Gudynas y Villalva, 2006).

La historia de la formación de dicho Estado moderno, tiene dos vertientes: la primera indica que el Estado ha sido una entidad que regula y hace compatibles los intereses humanos, la segunda vertiente denuncia que el Estado ha sido un instrumento para ejercer el poder político y económico. El ejercicio de dicho poder se ha centrado en la explotación, deterioro y extinción tanto de los recursos naturales como de los recursos humanos. En tal sentido, El Estado ha sido lo suficientemente conciliatorio para retardar la extinción de la biodiversidad y con ella la muerte de la humanidad como la conocemos hasta hoy (Torres, 2004).

Debido a la racionalidad orientada al progreso, en América Latina, la sobreexplotación, contaminación, destrucción, escasez y extinción de los recursos naturales (agua, petróleo, gas y electricidad), así como la desocupación, el desempleo, el subempleo, la abismal diferencia en el ingreso entre ricos y pobres, el aumento de la deuda tanto externa como interna, sus correspondientes altas tasas de intereses y la inflación permanente, son resultantes de cinco modalidades de política económica; estabilizadora, conciliadora, ortodoxa, heterodoxa y neoliberal determinadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) (Fernández, Güemes y Vigil 2006).

Los supuestos teóricos del monetarismo y el intervencionismo son los principales argumentos de la política económica en América Latina (Huerta, 2005).

Los monetaristas plantean que el libre juego de las fuerzas del mercado establece una economía próxima al pleno empleo y la intervención del Estado se debe reducir a lo mínimo posible: en esencia, a controlar estrictamente la cantidad de dinero. Es decir, las economías tienden a largo plazo hacia el pleno empleo de los recursos productivos y el gasto público debe limitarse en lo posible para equilibrar el presupuesto público anualmente. En contraste, los Intervencionistas sostienen que el Estado mediante una política fiscal debe estabilizar la economía, ante una recesión motivada por una demanda agregada insuficiente. El sector público debe intervenir manipulando los gastos y los impuestos. Por lo tanto, el presupuesto se debe equilibrar cíclicamente.

En este sentido, la política económica estabilizadora ha sido definida como la interpretación del desarrollo (apertura al comercio exterior, valuación adecuada de la moneda, incentivos al ahorro interno, estimulación de la inversión extranjera y compensación de la balanza de pagos) a partir de programas e instrumentos de estabilidad fundamentados por la teoría monetarista y la practica tecnócrata que favorecen un oligopolio en el financiamiento, producción y comercialización (Murillo, 2004).

Dichos programas, son a nivel:

Monetario. Plantea el proceso inflacionario como el efecto de una demanda neutralizada mediante restricciones monetarias, emisión y circulación mínima de dinero, regulación del crédito, eliminación de déficit fiscal, supresión de subvenciones, eliminación de déficit paraestatal y ajuste de los salarios en función de la productividad.

Comercial externo. Implica al Banco Central como corrector de desniveles entre precios nacionales e internacionales, control de la inflación y desajustes en la balanza de pagos (diferencial entre importaciones y exportaciones) mediante un tipo de cambio fijo o fluctuante.

Social. Se considera como ineludible y transitoria la sobre explotación de los recursos naturales, el límite al empleo, la insuficiencia de oferta y el alza de precios (Alfie, 2003).

Estos programas incluyen seis instrumentos (Dussel, 2004).

Durante las décadas de los 40`s hasta los 60`s ambas modalidades estuvieron en discordancia, la producción agrícola disminuyó, la industria se estancó y hubo escasa exportación manufacturera y la balanza de pagos se desequilibró. Debido a que se financió el fracaso de la industrialización del mercado interno con deuda externa, su amortización propició un nuevo endeudamiento. En consecuencia, América Latina no sólo se endeudo, sino además su integración regional se obstaculizó.

Finalmente, tanto la política económica ortodoxa como la heterodoxa se definen y fundamentan a partir de la inflación inercial (hiperinflación).

En la primera modalidad, la hiperinflación se genera por un desequilibrio fiscal (se gasta más de lo que se recauda) y plantea su abatimiento mediante la apertura a la inversión extranjera y la liberación del sector financiero a partir de un reajuste en la estructura y finanzas públicas.

En la segunda modalidad, se plantean dos tipos de mercados: fijo y fluctuante. En el primero, el Estado controla el tipo de cambio, el incremento salarial y el aumento de productos agrícolas. En el segundo, deja fluctuar a la alza los productos no agrícolas. Sin embargo, la descoordinación del Estado en el mercado fijo y los sectores productivos en el segundo, propiciaron más hiperinflación.

Estas cuatro modalidades de política económica, estabilizadora, conciliadora, ortodoxa y heterodoxa, sus programas y mecanismos antecedieron a la modalidad neoliberal definida por las aperturas a la inversión extranjera directa en bancos, casas de bolsa, las transferencias financieras internacionales y la supresión de controles en las tasas de interés (Fernández, 2006). Durante la década de los 90`s esta modalidad y la globalización definida como la consolidación de mega empresas líderes en tecnología y la maximización de la producción en un mercado mundial simultáneo, facilitan los efectos dominó definidos como los choques bursátiles de un mercado accionario con otro en economías emergentes como las de Asía (efecto dragón), Brasil (efecto zamba), México (efecto tequila), Argentina (efecto tango) y Rusia (efecto vodka) (Franco, 2006).

Estos efectos se han explicado desde cuatro teorías:

Rezago Informativo. Plantea la diferencia de uso horario que explica por qué las operaciones de los mercados accionarios poderosos influyen en las operaciones de los demás.

Precio del arbitraje. Establece la convergencia de la misma cotización de activos en todos los mercados. Por lo tanto, se genera el entrelazamiento constante de las acciones a largo plazo de dos o más economías.

Choques exógenos. Conocido como fuga de capitales especulativos (retiro de activos financieros con altos rendimientos) por parte de bancos, casas de bolsa, fondos de inversión, fondos de pensiones y tesorerías de las empresas.

Movimientos comunes. Identifica los flujos de capital a corto plazo que responden al balance fiscal en cuenta corriente, tasa de inflación y tamaño de la deuda externa.

De esta forma, las dos últimas teorías explican que el efecto dominó es atribuible a choques exógenos inevitables que afectan simultáneamente a varios mercados. Con las estadísticas de los Índices de Precios y Cotizaciones (IPC) de México, Dow Jones (DOW) de Estados Unidos, Xetla Dax (DAX) de Alemania, Nikkei (Nikkei) de Japón y FTSE (FTSE) se demostraron los choques bursátiles originados en Wall Stret con efectos dominó asimétricos (influyen más en unas que otras) en las economías emergentes. En consecuencia el capital financiero norteamericano a través la banca centraliza el capital y desvaloriza (utilizando un tipo de cambio que devaluó la monada y aumentó las tazas de interés) el nivel de la tasa de ganancia para no garantizar el crecimiento sostenible a ningún plazo.

América Latina ha resultado afectada directa, negativa y significativamente (incesante desvalorización de la moneda, bajos precios internacionales de las materias primas, supeditación en el funcionamiento de los sistemas financieros nacionales, descapitalización y desequilibrios intersectoriales) por este proceso de centralización y desvalorización.

En tal sentido, la política económica ha oscilado entre la prevención, evitación y auspicio de la estabilidad de precios y el crecimiento económico, la conservación de una estructura económica, política y social mediante el ejercicio, regulación y control del poder, así como la comprensión y explicación de los determinantes sociales. La política económica se ha planteado como centro y mecanismo de decisión para destinatarios sociales con objetivos determinados (Arditi, 2004).

En consecuencia, las modalidades de políticas económicas develan que los Estados Latinoamericanos adquieren formas (Sepúlveda, 2003), tales como;

Absolutos. Representación autónoma abstracta y general de la sociedad, sus procesos económicos y valores.

Autónomos mínimos. Representación de intereses concretos y una imagen mínima de libertad en el ejercicio del poder.

Autónomos relativos. Representación indirecta de los intereses particulares, conciliación e intervención en disputas a favor de un sector financiero energético.

De esta forma, se han consolidado tres tipos de Estados a través de la historia: equilibrio estable con autonomía plena, equilibrio inestable con autonomía relativa y autonomía mínima con desequilibrio permanente (Mella, 2006).

La segunda entidad moderadora del impacto del crecimiento económico de las generaciones actuales sobre las generaciones futuras son las comunidades y su correspondiente innovación, autogestión y transferencia de información, estudiados desde las ciencias de la salud, la antropología, la sociología y la psicología.

La comunidad plantea la construcción social de la identidad hacia un barrio y el apropiamiento de un espacio como las calles, los parques y las plazas (Montenegro, 2004).

Los procesos colectivos que modulan y transmiten el impacto del crecimiento económico sobre las entidades comunitarias se han soslayado. En principio, el Estado al ser un instrumento de poder, lleva a cabo una política económica que beneficia a un grupo tanto financiero como energético y desfavorece las necesidades comunitarias. De este modo, los estudios se avocan a las políticas públicas y los procesos psicológicos desatendiendo las estrategias que la comunidad ha sentido, ha innovado, ha gestionado y ha transferido de una generación antecedente a otra generación consecuente.

En consecuencia, la función moderadora de la comunidad ante el impacto del crecimiento económico en dichos ámbitos locales es explicada desde los paradigmas (principalmente el paradigma crítico con el constructivista) a partir de la contingencia de una problemática. Es decir, el proceso conceptuación–método–intervención se establece ontológica y epistemológicamente sólo si la naturaleza de la problemática permite la concatenación de los paradigmas en la parte intermedia del proceso.

Su énfasis en los procesos comunitarios soslaya los procesos institucionales. Su esencia interventora es derivada de un enfoque en el que se plantea que a las comunidades no hay que conceptuarlas y después probar dichas inferencias sino más bien hay que involucrarse con ellas, en la consecución de sus demandas y luchas, lo cual implica la aprensión de estrategias, observación y cuestionamientos que llevan al investigador a sensibilizarse con las necesidades comunitarias y a través de ellas a enriquecer las técnicas de recopilación y análisis de información (Manero y Soto, 2005).

El investigador se convierte en elemento integrante del objeto que eligió estudiar de tal forma que adquiere conocimientos con la comunidad y los construye vía una interpretación compartida (Musito, 2004).

El contexto socio histórico, incluye necesidades que están representadas en símbolos, significados y sentidos trasladados del pasado al presente en marcos de recuerdos compartidos que al significarse dan forma a una vertebración de afectos delimitados a espacio generados y difundidos desde el interior de la comunidad.

Es así como las necesidades comunitarias de las minorías se diferencian de las necesidades institucionales de las clases medias. Con base en dicha diferenciación surge un conflicto expresado en una influencia social inconsciente y consciente al interior de las entidades comunitarias en el que se ejerce un poder económico y político para legitimar el dominio de las instituciones y la desligitimación consecuente de las comunidades. Dicho conflicto tendría cinco indicadores: la competencia, la evitación, el ajuste, el compromiso y la colaboración determinadas por los valores, las necesidades y las preferencias comunitarias (Laca, 2005)

Ambas, legitimidad y deslegitimidad se han estado guardando como recuerdos en la gente para auto representarse como diferentes respecto de otras comunidades en el transcurrir de la historia de los pueblos (Barrenetxea, 2006). Y para solucionar el conflicto, es menester la formación de una identidad de grupo y su innovación para solucionar las necesidades y su posterior difusión y transferencia en las generaciones consecuentes.

Finalmente, la tercera entidad moderadora del impacto del crecimiento económico de las generaciones actuales sobre las generaciones futuras son los individuos y sus correspondientes percepciones, valores, creencias, motivos, conocimientos, actitudes, habilidades, competencias, conductas y participación estudiados desde la psicología y la economía (Farr, 2005).

Sin embargo, la afectividad indicada por símbolos, significados y sentidos configura entidades colectivas contrapuestas a las organizaciones. Es decir, los discursos estéticos contrastan con los discursos dominantes que individualizan, legitiman y sustentan el poder principalmente político económico (Fernández, 2004).

En este sentido, los procesos sustentables se han explicado a partir de dos psicologías: una afectiva y otra cognitiva en las que se establece la relación entre las emociones, los valores, las percepciones, las creencias, las actitudes, los motivos, las habilidades, la creatividad, las competencias, las intenciones y los comportamientos deliberados (observar la tabla 1 en el anexo) (Ibáñez, 2004).

De este modo, las variables cognitivas explican la relación entre los determinantes de un proceso sustentable deliberado. En contraste, los factores afectivos describen los procesos sustentables improvisados.

Ambos procesos, serían esenciales para llevar a cabo más un desarrollo que un crecimiento sustentable.

El desarrollo sustentable implicó afectos que activaron cogniciones. Los individuos, los grupos, las sociedades y las culturas exploraron, comprendieron y construyeron descripciones de si mismas como parte de un entorno omnipotente. Son entidades que conservaron el equilibrio entre sus necesidades y la disponibilidad de los recursos naturales.

En contraste, el crecimiento sustentable se lleva a cabo a partir de la necesidad de controlar los procesos naturales que afectan directa o indirecta, negativa o positiva y significativamente al comportamiento humano. Es así como la explicación, la predicción y la intervención en el entorno, son esenciales para la humanidad actual y futura. Este tipo de ciencia explicativa predictiva y tecnología interventora es la suma de cogniciones: razonamientos y planificaciones sistemáticas (Piña, 2005).

En efecto, la humanidad es parte de un entorno, ha explicado más que explorado, y ha modificado más que conservado, los efectos de lo natural sobre lo humano.

En consecuencia, el 27.7 de la población infantil en México es extremadamente pobre (UNICEF, 2005) y está concentrada en 4 millones en el Estado de México los cuales contrastan con los 8 millones de personas entre 15 y 64 años. Ambos grupos coexisten en la zona con mayor densidad poblacional aproximada de 12 472 648 de habitantes.

Ahora bien, el 56.3 de la población masculina y el 48.3 de la femenina entre 15 y 64 años trabajan entre 35 y 48 horas a la semana para sostener sus hogares con ingresos máximos de dos salarios mínimos.

En tal sentido, la relación entre las actuales y las futuras generaciones implica intereses más divergentes que convergentes. Ambas son esenciales tanto para el crecimiento económico como para el desarrollo sustentable de la humanidad. A partir de las situaciones derivadas por el cambio climático, se ha planteado un sistema de desarrollo equilibrado entre lo que en la naturaleza se encuentra disponible para el consumo humano y lo que la humanidad esta dispuesta a consumir. Es en este sentido, que la alianza entre las generaciones actuales y futuras es indispensable para vislumbrar nuevas formas de desarrollo: valores, creencias, actitudes, motivos, habilidades, conocimientos, intenciones, creatividad y comportamientos. Así como nuevas formas de crecimiento: investigación, explotación, transformación, distribución, venta, promoción y consumo de productos y servicios.

El Desarrollo Sustentable implica la convergencia de los intereses de las actuales y las futuras generaciones para la exploración, descripción, explicación y predicción de un nuevo sistema competitivo y en equilibrio con la disponibilidad de los recursos naturales.

En consecuencia, la explosión demográfica y la densidad poblacional son las causas principales de la probable extinción de la humanidad como especie. La escasez, desabasto e insalubridad del agua que se espera para el 2025 puede ser la problemática que acelere dicha extinción (Breña, 2004).

edu.red

A partir de la carrera armamentista, las catástrofes nucleares, meteorológicas y sismológicas, el informe Burtland, el club de Roma, la cumbre de Rio y los movimientos ambientalistas, el Desarrollo Sustentable ha sido difundido como el gran proyecto de la humanidad para garantizar la convivencia perdurable de los individuos con otras especies animales y vegetales.

La sustentabilidad ha sido referida como un desarrollo que garantiza las capacidades y los derechos de generaciones futuras para utilizar los recursos en función de su disponibilidad. La sustentabilidad, puede analizarse a partir de siete conceptos para evidenciar sus alcances y límites considerando sus similitudes y diferencias sobre la racionalidad que emerge como factor entre la naturaleza y la sociedad.

El término estructura entendido como un conjunto de normas, valores y creencias que permiten la relación naturaleza-sociedad, sociedad-individuo, recursos-necesidades, disponibilidades-racionalidades, seres-conciencias, puede ser empleado para analizar la racionalidad individual en función del Desarrollo Sustentable.

En tal sentido, se revisaron los presupuestos de siete autores que directamente se avocaron a analizar la estructuración de la sociedad, pero que a partir de dicho trabajo, se puede analizar la estructuración del balance naturaleza-sociedad conocida como sustentabilidad.

Anthony Giddens introdujo el término estructuración para referir al proceso de interacción entre la sociedad y el individuo que trasciende el individualismo y el colectivismo, la acción y la estructura, la agencia y la institucionalización. Dicho principio puede ser utilizado para analizar la interrelación entre la estructura de sustentabilidad y las acciones de ahorro y dispendio.

Si se integran ambos conceptos, estructuración y sustentabilidad, es posible definir la estructuración de la sustentabilidad como el proceso normativo, prescriptivo y valorativo que determina las decisiones y acciones de consumo en referencia al balance equitativo de la disponibilidad de recursos y las necesidades humanas.

De este modo, el Desarrollo Sustentable, puede ser interpretado como la estructuración de la sustentabilidad.

A partir de esta acepción:

  • ¿Cuáles son los conceptos que permiten develar la estructuración de la sustentabilidad?

  • ¿Cuáles de las relaciones entre dichos conceptos permiten explorar la estructuración de la sustentabilidad?

  • ¿Cuáles son los alcances y los límites de dichos conceptos?

A partir de esta conceptuación:

  • ¿Es posible vislumbrar los alcances y límites de la sustentabilidad?

  • ¿Es posible esbozar propuestas de estructuración de la sustentabilidad?

  • ¿Es posible intuir estrategias de intervención para promover la estructuración de la sustentabilidad?

Dasein el ser en sí (estar ahí)

Martín Heidegger (2006 / 1889) planteó el termino dasein (el ser = sein y estar = da) para referir la ontología del hombre y analizarlo desde dos categorías: tiempo y espacio, más concretamente el ser siendo en el tiempo y el ser estando en el espacio. A decir de Heidegger la ontología se refiere a los momentos sustraídos en el presente que facilitan la constitución del ser tanto en el tiempo como en el espacio y que pueden ser recuperados una y otra vez pero en cada ocasión con un nuevo rostro, principalmente, con un nuevo sentido del ser. Heidegger propone una nueva concepción de la constitución del hombre superando la dualidad que lo tiene anclado a su acción voluntaria y a su acción determinada.

En este sentido, dasein sería un fundamento de la estructuración si se considera que el ser se apropia de un momento para innovarse, renovarse y perpetuarse. Los seres que estructuran la realidad social son precisamente, aquellos que capturan un momento para eternizarse a través de acciones.

Sin embargo dasein es un término todavía no vinculado con las necesidades individuales que en tanto intrascendentes por efímeras, sólo buscan la satisfacción y los placeres inmediatos soslayando la eternización del ser y reduciéndola a su más simple expresión: la estructuración de la vida cotidiana o la vida mundana.

Sería Max Weber (1997 / 1922) quien introduciría el concepto de tipo ideal para comprender el dasein considerando:

"La acentuación unidimensional de uno o más puntos de vista (…) de fenómenos concretos difusos (…) los cuales se colocan (…) en una construcción analítica unificada" (p.11).

El tipo ideal weberiano alude a una racionalidad instrumental que se gestaba en las organizaciones industriales, las cuales habían degradado al ser eternizado de Heidegger a una simple función productiva.

La racionalidad instrumental

Los individuos que actúan a partir de sus convicciones olvidan sus responsabilidades (Weber, 1919 / 1986). Este principio individual es extensivo en el ámbito organizacional. Es decir, una gran parte de la población es empleada por micros, pequeñas y medianas empresas pero sólo unas cuantas mipymes sobreviven en sus primeros años por seguir sus objetivos y utilizar los medios consecuentes sin considerar la contingencia del mercado y las relaciones entre las organizaciones. Una organización con principios de burocratización estandarizados en sus relaciones productivas supuso acciones instrumentales que garantizarían su perpetuidad. Se trató de la consecución de objetivos y el empleo de medios o recursos consecuentes a partir de información antecedente.

Sin embargo: ¿Si el análisis de la información se da a partir de las necesidades y expectativas individuales, cómo se lograrían los objetivos de explotar y emplear los recursos para la estructuración sustentable de la sociedad?

En este sentido, Simon (1957) propuso una racionalidad acotada para designar un proceso de toma de decisiones con base en los límites de información que pueden ser de orden espacio temporal, pero esencialmente racional. En tal sentido, los costos de obtener la información debían estar acordes a los beneficios.

La racionalidad limitada

Debido a que los seres humanos no pueden aspirar a conocer la información en torno al inicio y al final de un proceso sustentable por su transición, debido a que ha sido imposible acertar al momento coyuntural a partir del cual la humanidad pueda desarrollarse sostenidamente, debido a que la humanidad no busca su trascendencia como generación antecedente para garantizar las capacidades de las generaciones subsecuentes a través de la optimización de recursos, las situaciones ambientales y los estilos de vida con sus correspondientes expectativas, necesidades, decisiones, intenciones y acciones son limitados.

A decir de Simon (1957) la humanidad, principalmente los individuos pretendidamente racionales, no pueden establecer intervalos espacio-temporales a partir de los cuales calculen las probabilidades de utilidad. En su mayoría, los individuos emplean heurísticos en los que prefieren bajas probabilidades de éxito frente a altas probabilidades de fracaso.

Se trata de decisiones que estructuran las acciones individuales y se amplifican a los grupos para terminar estructurando a sociedades. A decir de Giddens (1979) son acciones prácticas las que invierten el proceso weberiano y simoniano de racionalidad instrumental limitada. A diferencia de Weber y Simon, Giddens especula con la posibilidad de que las personas están influidas por una conciencia social que orienta sus procesos heurísticos.

La conciencia práctica.

A diferencia de la ontología Heideggeriana que propone la interpretación del hombre a partir de la eternización de su espacio-tiempo, la ontología Giddensiana plantea la conciencia práctica como acción racional. Se refiere a una práctica conveniente regulada por las instituciones (Giddens, 1991: p.204).

Anthony Giddens (1979) reconoce la influencia de Heidegger en su Teoría de la Estructuración. Señala que su planteamiento se deriva de la ontología de Heidegger. Incluso está de acuerdo con la superación de la dualidad: voluntarismo vs determinismo. Esta trascendencia de la dualidad no sería para encumbrar al ser en su eternidad espacio-temporal sino para anclarlo en una vida cotidiana de intención más que de reflexión, de decisión más que de sedición, de acción más que de trascendencia.

La conciencia practica vinculada a la racionalidad institucional es el fundamento gidennsiano de la estructuración social. Se trata de mecanismos de pensamiento y acción favorables a los intereses de los individuos en relación a la seguridad e incertidumbre de las instituciones y con ellas, los estados. A decir de Giddens tanto las instituciones como los individuos son la vía más práctica de vincular las iniciativas públicas con las necesidades personales.

Sin embargo, la conciencia practica esta sustentada en intenciones y decisiones poco deliberadas, planificadas y sistematizadas. Se trata de acciones que buscan resultados convenientes al individuo y convincentes al grupo al que pertenece o quiere pertenecer. En este sentido, la acción práctica es eficaz pero inefectiva. Es decir, la conciencia instrumental permite la consecución de objetivos que sólo benefician al individuo pero que no le garantizan su bienestar perene. La conciencia práctica es un espejismo cotidiano en el que los individuos se miran para afianzar sus intenciones, decisiones y acciones de bienestar. Tales límites de la conciencia práctica impiden la estructuración de la sustentabilidad al ser excluyentes con el mismo grupo al que se pertenece y por ende no contemplativo de las necesidades de grupos generaciones posteriores.

Ante los límites de las situaciones, decisiones y acciones personales, Habermans (1987) propondrá un nuevo fundamento de la estructuración social: la racionalidad comunicativa. Se trata de un ámbito simbólico en el que la acción deja su lugar a los símbolos, significas y sentidos de los discursos. Si el dasein de Heidegger trasciende el tiempo y el espacio, el ser discursivo trasciende las situaciones, sobre todo las personales, y ancla al individuo en los símbolos compartidos a los cuales supone significados diferentes, pero que definitivamente, pertenecen a un repertorio cultural que ya estaba antes que el individuo surgiera. Antes que la conciencia práctica, los símbolos ya habían estructurado a las sociedades.

La racionalidad comunicativa

La estructuración de la sustentabilidad se ha analizado desde la propuesta Heideggeriana, Weberiana, Simoniana y Giddensiana de tiempo y espacio en el que el ser se eterniza en un presente continuo mediante prácticas innovadoras. Sin embargo, los símbolos, sus significas y sus sentidos de discurso, ya han estado antes de cualquier acción, incluso a decir de Habermans (1987), las determinan, delimitan y diferencian.

A diferencia de Giddens, Habermans sostiene que el ser no trasciende, con sus acciones, el tiempo y espacio, sino que más bien, son los símbolos compartidos los que ya han superado todo significado y sentido del ser en el tiempo y en el espacio. Es el acto comunicativo la evidencia de que los símbolos trascendieron al ser. Son los discursos verbales los que llevaría a la sociedad a estructurar la sustentabilidad anhelada.

Sin embargo, la estructuración de la sustentabilidad supone la trascendencia de la relación ambiente-humanidad en el pasado y el presente. Se trata de una trascendencia prospectiva que aunque simbólica, influya en el balance entre la disponibilidad de recursos y las necesidades humanas. Se trata de volver a la relación causal entre las decisiones como determinantes de las acciones. Se trata de tomar decisiones que maximicen los beneficios y reduzcan los costos, acciones que reduzcan la incertidumbre y los riesgos.

Sin embargo, kahneman (2003) demostró que las decisiones humanas no están necesariamente, relacionadas con las acciones. Incluso, las decisiones que maximizan los beneficios no derivan en acciones que reducen los riesgos.

La decisión prospectiva

La estructuración de la sustentabilidad desde los planteamientos de Heidegger, Weber, Simon, Giddens y Habermans parece obedecer a una serie de infinita de decisiones y acciones en el mismo instante en el que surgen las necesidades sin considerar la disponibilidad de recursos. En este sentido, Kahneman (2003) estableció una ley fundamental en la toma de decisiones que develó los inconvenientes de una estructuración de la sustentabilidad.

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