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Modelos económicos de producción (página 3)


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El CAPITALISMO.

Concepto.

Sistema económico en el que los individuos privados y las empresas de negocios llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y servicios mediante complejas transacciones en las que intervienen los precios y los mercados. Aunque tiene sus orígenes en la antigüedad, el desarrollo del capitalismo es un fenómeno europeo; fue evolucionando en distintas etapas, hasta considerarse establecido en la segunda mitad del siglo XIX. Desde Europa, y en concreto desde Inglaterra, el sistema capitalista se fue extendiendo a todo el mundo, siendo el sistema socioeconómico casi exclusivo en el ámbito mundial hasta el estallido de la I Guerra Mundial, tras la cual se estableció un nuevo sistema socioeconómico, el comunismo, que se convirtió en el opuesto al capitalista.

Características Fundamentales:

A lo largo de su historia, pero sobre todo durante su auge en la segunda mitad del siglo XIX, el Capitalismo tuvo una serie de características básicas:

  • a. Los medios de producción – tierra y capital– son de propiedad privada. En este contexto el capital se refiere a los edificios, la maquinaria y otras herramientas utilizadas para producir bienes y servicios destinados al consumo.

  • b. La actividad económica aparece organizada y coordinada por la interacción entre compradores y vendedores (o productores) que se lleva a cabo en los mercados.

  • c.  Tanto los propietarios de la tierra y el capital como los trabajadores, son libres y buscan maximizar su bienestar, por lo que intentan sacar el mayor provecho posible de sus recursos y del trabajo que utilizan para producir; los consumidores pueden gastar cómo y cuando quieran sus ingresos para obtener la mayor satisfacción posible. Este principio que se denomina soberanía del consumidor, refleja que, en un sistema capitalista, los productores se verán obligados, debido a la competencia, a utilizar sus recursos de forma que puedan satisfacer la demanda de los consumidores; el interés personal y la búsqueda de beneficios les lleva a seguir esta estrategia.

  • d. Bajo el sistema capitalista el control del sector privado por parte del público debe ser mínimo; se considera que existe competencia, la actividad económica se controlará a sí misma; la actividad del gobierno sólo es necesaria para gestionar la defensa nacional, hacer respetar la propiedad privada y garantizar el cumplimiento de los contratos. Esta visión decimonónica del papel del Estado en el sistema capitalista ha cambiado mucho durante el siglo XX.

Plusvalía y Capitalismo.

Pago al propietario de un factor de producción (trabajo, energía) de una cantidad inferior al valor del producto.

Este término puede tener dos significados básicos: el primero es el uso de bienes materiales, normalmente con un suministro fijo, para los fines establecidos por los que se realiza su manipulación, y el segundo, más negativo, es un elemento clave de la teoría marxista sobre la lucha de clases. Esta teoría establece la teoría del valor del trabajo, que a su vez conlleva el concepto de plusvalía. Sostiene que el capitalista paga al trabajador el coste de su producción, pero recibe el precio de mercado del producto, paga costes externos (alquileres, etc.) y se embolsa el resto (la plusvalía) como ganancia. Esta idea de la plusvalía o ganancia nunca fue postulada por los economistas liberales y, en cualquier caso, parece estar en desacuerdo con la doctrina clásica del intercambio de equivalentes económicos.

Crisis y Depresiones del Capitalismo.

La gran crisis de fines del año 1929 y la profunda depresión subsiguiente marcarán, con el surgimiento del mundo comunista, un hito prominente en la historia del desarrollo económico-social de la Humanidad.

a) La Gran Depresión

La Gran Depresión tuvo repercusiones prácticas y teóricas.

En el orden práctico, las lecciones de la crisis no hacen sino corroborar los puntos de vista anteriormente enumerados sobre las funestas consecuencias del Capitalismo de grupos antagónicos.

Una vez superadas las crisis de reconversión—de una economía de guerra a una economía de producción agrícola e industrial—, las naciones, tanto europeas como, sobre todo, americana, prosperaron inauditamente.

Estados Unidos, y aun Latinoamérica, proseguía y acumulaba el impulso recibido al tener que abastecer al continente europeo, sumido primero en la lucha, arruinado después, pero con deseos y necesidad de rehacerse.

Poco a poco y con sobresaltos Europa se reconstruye. A partir de 1925 logra alcanzar los niveles de producción conocidos antes de la guerra.

En Estados Unidos la ola de optimismo era gigantesca.

Su naciente, y pronto vigorosa, industria del automóvil y maquinaría agrícola va ampliándose sin cesar, gracias a las nuevas modalidades de la producción en y de la venta a crédito. Actuando como foco impulsor, a la vez que promueve el auge de la producción agrícola, sacude en sus cimientos a las industrias básicas y a las ramas extractivas de carbón y minerales.

La ola de optimismo es secundaria; viene apoyada en la precedente del más intenso trabajo y de la difusión del poder de compra entre las clases trabajadoras.

Con todo, el optimismo acabo degenerando, sobre todo en Wall Street, en ardiente especulación. Las acciones cotizadas en la Bolsa de Nueva York totalizaban, según los montos suscritos y los curves registrados, en los diversos años:

1925 = 27.000 millones de d61ares.

1929 = 89.000 millones de dólares.

Donde aparece con claridad la ficticia hinchazón de los valores.

Como ejemplo ilustrativo se propondrá el famoso caso "Ward", quien, deseando alzarse con la fabricación y comercio del pan en las mayores ciudades, halagaba a los propietarios de las panaderías, ofreciéndoles altísimos precios pare la compra de sus negocios. Una vez adquiridos estos, emitía acciones representativas del capital social así sobrestimado; las ofrecía en la Bolsa, y con el producto de la venta volvía a comprar y asociar al negocio nuevas panaderías a precios exagerados. Resultado: que a la vez que, ciertamente, iba monopolizando el negocio, y por lo mismo, cobrando fuerza económica, acentuaba la desproporción entre el valor nominal de las acciones, el capital social y los verdaderos activos que la empresa poseía. En tales circunstancias los dividendos repartidos no podían ser sino ficticios. La ruina futura era inevitable.

Como se ve, aunque las gentes se creían, y aun eran más ricas y ello estimulaba las compras y la producción, la prosperidad no estaba bien cimentada.

Un segundo factor decisivo pare el futuro desencadenamiento de la crisis hay que reponerlo en el sector de crédito internacional.

Los aliados habían impuesto a los vencidos fuertes pagos en concepto de reparación por los gastos y destrucción de la guerra.

Alemania supo jugar bien la partida. Era imprescindible que se le ayudara a reconstruirse, si se pretendía obligarla a pagar tan cuantiosas sumas. Saneada desde 1924 por el mago alemán de las finanzas, H. Schacht, la situación monetaria, los capitales extranjeros, franceses, ingleses y americanos, comienzan a fluir sobre Alemania y Austria. Los elevados tipos de interés pagados por los Bancos germanos eran un especioso atractivo. Aunque recibidos a corto plazo, esos fondos son prestados por los Bancos a la industria a largo plazo. Cuando sobrevenga la crisis, estarán ampliamente inmovilizados y será imposible el repatriarlos.

Así las cosas, los primeros síntomas de malestar provinieron del sector agrícola norteamericano.

Al recuperarse totalmente Europa y seguir América acumulando los impulsos recibidos, se va a crear una peligrosa situación de excedentes de producción agrícola, que no encontrara fácilmente salida en los mercados y presionara a la baja sobre los precios.

Por ejemplo, en el sector azucarero, con anterioridad a la guerra, Europa y América producían por partes iguales un total de 181 millones de quintales de azúcar —de remolacha y carne—. Durante la guerra, la producción europea se reducía a 26 millones, mientras que la americana aumentaba a 132 millones. Pero pare el año 1928 la producción recuperada de Europa alcanzaba a 83 millones de quintales, mientras que la americana seguía creciendo hasta superar los 185 millones, más que la europea y americana conjuntamente antes de la guerra.

El caso del azúcar es tan solo un indicio de lo ocurrido con otros productos agrícolas, particularmente al trigo, maíz, etc.

Al gravitar pesadamente los excedentes, sobrevino el hundimiento de los precios, el retraso en los pagos de la maquinaria comprada a crédito por parte de los agricultores, las primeras dificultades de la industria americana y de sus Bancos.

Al querer estos sostenerse con la repatriación de fondos desde Europa, pusieron en aprieto a los Bancos alemanes. Fueron precisamente las demandas de retiro de fondos las que, provocando la quiebra de la poderosa institución del "Creditanstalt", de Viena, desencadenaron la ola mundial de pánico. Los Bancos americanos, queriendo anticiparse unos a otros en la repatriación de capitales, agudizaron la crisis y obligaron a Alemania a decretar la moratoria bancaria.

El edificio de la prosperidad se venía abajo.

La especulación jugo entonces a la baja y las cotizaciones en Wall Street se hundieron en el abismo. Las acciones totalizaron en:

1932 = 15.663 millones de $, contra los 89.000 de 1929.

La caída arruinó a los que antes se creían ricos, empezó a frenar las compras y acabó arrastrando tras sí a todos los precios: los industriales al por mayor bajaron en un 32 por 100; los agrícolas lo habían hecho en un 54 por 100.

E1 frenazo consiguientemente experimentado por la producción industrial trajo como consecuencia inevitable la reducción de sueldos y salarios en un 40 por 100, aun pare el personal ocupado.

Pero, sobre todo, el paro obrero forzoso alcanzo niveles anormales y extraordinarios. En los años peores se contaron en EE. UU. Hasta catorce millones de obreros parados. De 1931 a 1940 hubo siempre, por lo menos, siete millones de obreros sin trabajo.

Como Norteamérica había empezado a ser ya la potencia económica dominante, la crisis se propagó a todo el mundo. La producción global alemana se redujo en un 40 por 100; sus exportaciones lo hicieron en un 50 por 100. En Inglaterra los obreros parados pasaron de los cuatro millones.

Nada tiene de extraño que, en estas circunstancias, germinara en la mente de Lord Maynard Keynes la Teoría General del Empleo, del Interés y de la Moneda. Libro publicado en 1936, que iba a reorientar la Teoría Económica.

Esos graves hechos explican igualmente los anhelos por una seguridad social total, que culminaron en el informe de Sir W. Beveridge y en el programa implantado después de la segunda guerra mundial por el partido laborista ingles.

Pleno Empleo, Seguridad Social, Nacionalización de las Empresas, Participación obrera en la Gestión, Intervención económica del Estado, fueron tópicos socorridos en la inmediata postguerra.

b) El Comunismo.

Paralelamente con esta evolución del mundo occidental había seguido su curso azaroso y sobresaltado la revolución rusa.

Será verdad que la implantación del comunismo en los diversos países ha desmentido las previsiones marxistas de una revolución proletaria en un mundo capitalista de intensa concentración industrial; será cierto que los conductores soviéticos, dando muestras de realismo político, a veces feroz, han abandonado, o atemperado a las circunstancias y conveniencias la ortodoxia marxista; podremos quizás esperar o anhelar que los mismos éxitos logrados induzcan en los dirigentes un mayor sentido de responsabilidad y moderación ante la necesaria salvaguarda de la obra realizada: es verosímil que la paulatina mejora de las condiciones materiales de vida del pueblo ruso despierte en vasto s sectores de sus cuadros intermedios una mayor ansia de libertad; habrá quien vislumbre en el horizonte del futuro el probable definitivo fracaso de un sistema absorbente, centralizador, despótico; todos deberían recriminar la perversión de una ideología filosófico-religiosa falsa y antihumana, etc. Pero, mientras tanto, quedará como hecho histórico alucinante, de trascendental significación para el curso de la humanidad la aparición del Comunismo en Rusia, su atormentada consolidación en el país soviético y la forzada y oportunista propagación en más de la mitad del mundo.

Cuatro estadios se pueden señalar en la evolución del comunismo:

  • 1. El periodo revolucionario y de comunismo radical de la llamada guerra civil. Momentos de conquista audaz del poder y primer asentamiento.

  • 2. El periodo transitorio de la Nueva Política Económica; en un cierto sentido de marcha atrás, por acomodación a las imperiosas exigencias de fomento de la producción y atención al descontento campesino.

  • 3. El lapso más duradero y decisivo de la construcción del Socialismo, con la elaboración, puesta en marcha y realizaciones de los planes quinquenales, que pretendieron colectivizar la agricultura y lograron sentar las bases de la industria pesada soviética.

  • 4. Los tiempos ulteriores y recientes de creciente expansión externa hacia China y democracias populares europeas. A una con el afianzamiento interno ruso, por prudente temperamento a la cambiante evolución, se ha operado en el bloque comunista una evidente escisión.

A través de esos cuatro estadios un resultado queda patente. Y es, el del abierto desafío lanzado por el Comunismo contra el Sistema Capitalista.

Aunque sin dar del todo crédito a los datos estadísticos, ni aceptar siquiera la estricta comparabilidad de las cifras, nos parece que es un triunfo innegable de los dirigentes comunistas el que en la esfera de la producción se vayan acercando a los volúmenes y tasas de crecimiento occidentales.

Pero, sin duda, han sido más efectivos sus logros en la esfera de la distribución, en la nivelación de las fortunas, desmantelamiento de arcaicas estructuras sociales y proporción de igualdad de oportunidades para todos.

No tiene por qué arredrarnos el reconocimiento de que unos cuantos años de vandalismo comunista, aunque haya sido, o sea, devastador su paso, puede dejar despejado el terreno para la apertura de nuevos caminos.

c) La Situación actual de los dos bloques contrapuestos.

Quizás sea una de las más fastas consecuencias de la aparición y afianzamiento del Comunismo, la reacción provocada en el sistema capitalista contrapuesto.

El mundo occidental está despertando. Asistimos a un rejuvenecimiento y a una transformación del sistema capitalista. Es notorio el vigor, siempre renovado en la eficacia productiva, del capitalismo americano. Resulta todavía más esperanzador el proceso creativo del capitalismo europeo, más abierto a las necesarias reformas sociales.

Comunismo y Capitalismo se hallan hoy día frente a frente.

Personalmente opinamos que el Capitalismo, o continua y acelera el proceso de interna renovación, superando viejas concepciones, o sucumbe ante el ímpetu del adversario.

Así mismo el Comunismo, que en sus etapas iníciales puede ofrecer evidentes éxitos, por la implantación de un férreo Capitalismo de Estado, forzosamente ha de degenerar, y a la larga no será lo suficientemente eficaz como para asegurar permanentemente una adecuada y justa distribución de la riqueza.

Frente a ambos sistemas, capitalista y comunista, se alzan, como tierras de conquista y promisión, las vastas extensiones del sudeste asiático, de los continentes africano y latinoamericano.

En este tercer campo de lucha intermedio debe dirimirse la gran contienda, si no queremos asistir a la conformación de un capitalismo de naciones ricas y un proletariado de naciones pobres.

Las profundas desigualdades sociales, asentadas en vetustas estructuras y que dan como resultado la miserable condición de vida de las clases populares, hacen de esos continentes campo abonado para el Comunismo.

Pero también, al contrario, en ese ámbito del mundo subdesarrollado podría encontrar el sistema capitalista un terreno de misión y de obra redentora. Redentora de esos pueblos y de sus propios vicios. Salvando a esos mundos, el Capitalismo se salvara a sí mismo y desbaratara la permanente amenaza del Comunismo.

EL IMPERIALISMO.

Concepto.

Práctica de dominación empleada por las naciones o pueblos poderosos para ampliar y mantener su control o influencia sobre naciones o pueblos más débiles; aunque algunos especialistas suelen utilizar este término de forma más específica para referirse únicamente a la expansión económica de los estados capitalistas, otros eruditos lo reservan para caracterizar la expansión de Europa que tuvo lugar después de 1870. Aunque las voces imperialismo y colonialismo tienen un significado similar y pueden aplicarse indistintamente en algunas ocasiones, conviene establecer ciertas diferencias entre ellas. El colonialismo, por lo general, implica un control político oficial que supone la anexión territorial y la pérdida de la soberanía del país colonizado. El imperialismo, sin embargo, tiene un sentido más amplio que remite al control o influencia ejercido sobre otra región, sea o no de forma oficial y directa, e independientemente de que afecte al terreno económico o político.

Origen y Desarrollo.

El origen del imperialismo se remonta a la antigüedad y ha adoptado distintos modelos a lo largo de la historia, siendo algunos de ellos más frecuentes que otros dentro de un periodo histórico concreto. En el mundo antiguo la práctica del imperialismo daba como resultado una serie de grandes imperios que surgían cuando un pueblo, que generalmente representaba a una determinada civilización y religión, intentaba dominar a todos los demás creando un sistema de control unificado. El imperio de Alejandro Magno y el Imperio romano son destacados ejemplos de esta modalidad.

Por el contrario, el imperialismo europeo de comienzos de la era moderna (1400-1750) se caracterizaba por ser una expansión colonial en territorios de ultramar. No se trataba de un país que intentaba unificar el mundo sino de muchas naciones que competían por establecer su control sobre el sur y sureste de Asia y el continente americano. Los sistemas imperialistas se estructuraron de acuerdo con la doctrina del mercantilismo: cada metrópoli procuraba controlar el comercio de sus colonias para monopolizar los beneficios obtenidos.

A mediados del siglo XIX apareció otra variante, el imperialismo del librecambio. Esta modalidad perduró en este periodo pese a que el mercantilismo y la creación de imperios oficiales estaban disminuyendo de forma significativa. El poder y la influencia de Europa, y sobre todo de Gran Bretaña, se habían extendido de manera oficiosa, esto es, haciendo uso de vías diplomáticas y medios económicos, en lugar de seguir canales oficiales como la creación de colonias. Sin embargo, el imperialismo basado en el librecambio desapareció pronto: hacia finales del siglo XIX las potencias europeas habían vuelto a practicar el imperialismo consistente en la anexión territorial, expandiéndose en África, Asia y el Pacífico.

Desde que terminó la II Guerra Mundial y la mayoría de los imperios reconocidos se disolvieron, ha prevalecido lo que podríamos calificar como el moderno imperialismo económico, donde el dominio no se manifiesta de manera oficial. Por ejemplo, Estados Unidos ejerce un considerable control sobre determinadas naciones del Tercer Mundo debido a su poder económico y su influencia en algunas organizaciones financieras internacionales, tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Del mismo modo, las potencias europeas han seguido interviniendo de forma significativa en la vida política y económica de sus antiguas colonias, por lo que han sido acusadas de practicar el neocolonialismo, que consiste en ejercer la soberanía de una nación sin que exista un gobierno colonial oficial.

Justificaciones del imperialismo

Las razones por las cuales los estados han aspirado a crear imperios a lo largo de la historia son de diversa índole, y podrían clasificarse, en términos generales, dentro de tres grupos: económicas, políticas e ideológicas. Asimismo, pueden distinguirse diversas teorías en razón del elemento al que se dé más relevancia.

Los móviles económicos

Los intereses económicos son los más habituales cuando se trata de explicar este fenómeno. Los defensores de esta concepción sostienen que las naciones se ven impelidas a dominar a otras para expandir su economía, adquirir materias primas y mano de obra, o para dar salida a los excedentes del capital y producción. La teoría más notable que vincula el imperialismo con el capitalismo es la de Karl Marx. Lenin, por ejemplo, consideraba que la expansión europea del siglo XIX era la consecuencia inevitable de la necesidad de las economías capitalistas europeas de exportar su excedente de capital. Del mismo modo, los marxistas contemporáneos explican la expansión de Estados Unidos en el Tercer Mundo basándose en imperativos económicos.

Los móviles políticos

Otros autores hacen hincapié en los condicionantes políticos y alegan que la razón principal por la que los estados tienden a expandirse es el deseo de poder, prestigio, seguridad y ventajas diplomáticas con respecto a otros estados. Según esta corriente, el objetivo del imperialismo francés del siglo XIX era recuperar el prestigio internacional de Francia después de la humillación que supuso la derrota en la Guerra Franco-prusiana. En este mismo sentido, la expansión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en la Europa del Este a partir de 1945 puede explicarse como una medida de seguridad: la necesidad de protegerse ante otra posible invasión desde la frontera occidental.

Los móviles ideológicos

La tercera explicación se centra en los móviles ideológicos o morales. De acuerdo con esta perspectiva, algunos países se ven impulsados a extender su influencia para difundir sus valores políticos, culturales o religiosos. Uno de los factores que propiciaron la constitución del Imperio Británico fue la idea de que era responsabilidad del "hombre blanco" civilizar a los pueblos "atrasados". La expansión alemana que tuvo lugar durante el gobierno de Adolf Hitler se basaba en gran medida en la creencia en la superioridad inherente a la cultura alemana. El deseo de Estados Unidos de "proteger al mundo libre" y el interés de la antigua Unión Soviética por "liberar" a los pueblos de la Europa del Este y del Tercer Mundo son también un ejemplo de este tipo de imperialismo.

El imperialismo como respuesta a condicionantes externos

Por último, otras teorías explican el imperialismo basándose en las circunstancias políticas de las naciones más débiles, en lugar de enfatizar los móviles de las naciones poderosas. La interpretación que ofrecen señala que es posible que las potencias más fuertes no tengan intención de expandirse, pero que se ven obligadas a hacerlo debido a la inestabilidad de otras naciones; los compromisos con los imperios del pasado son la causa de nuevas acciones imperialistas. La conquista de la India emprendida por Gran Bretaña y la colonización rusa de Asia central en el siglo XIX son ejemplos clásicos de este tipo de imperialismo.

Las Consecuencias del Imperialismo

Los efectos del imperialismo suelen girar en torno a los aspectos económicos, dado que esta perspectiva es la que prevalece en los debates sobre sus posibles móviles. La polémica surge entre aquéllos que creen que el imperialismo implica explotación y es la causa del subdesarrollo y el estancamiento económico de las naciones pobres, y los que alegan que, pese a las ventajas que proporcionó esta situación a las naciones ricas, también las naciones pobres se beneficiaron, al menos a largo plazo. Es difícil decantarse por una u otra concepción por dos motivos: de un lado, no se ha llegado a un consenso sobre el sentido del término explotación; y de otro, no es fácil separar las causas internas de la pobreza de una nación de las que son de índole internacional. Lo que resulta evidente es que el efecto del imperialismo ha sido desigual: unas naciones han obtenido mayores ventajas económicas que otras de su contacto con potencias más ricas. India, Brasil y otros países en vías de desarrollo incluso han comenzado a competir económicamente con sus antiguas metrópolis. Por ello, sería aconsejable examinar la repercusión económica del imperialismo atendiendo a cada caso en particular.

Las consecuencias políticas y psicológicas del imperialismo son igualmente difíciles de determinar. Este fenómeno ha demostrado ser destructivo y creativo a la vez: ha destruido instituciones tradicionales y formas de pensar, y las ha sustituido por las costumbres y mentalidad del mundo occidental, ya se considere esto un beneficio o un perjuicio.

SOCIALISMO

El socialismo fue un ideal de sociedad justa e igualitaria que debía importarse en un mundo que sustituyera al capitalismo, comunidad libre, trabajo común, el producto se debe repartir equitativamente en relación de armonía y no de dominación. No debe existir clase social, cooperativas en la educación y fuerza moral el principal moderador de esta comunidad socialista es Carlos Marx y Federico Engels.

Los primeros socialistas soñaban con la fundación de comunidades libres en las cuales se desarrollara el trabajo común.

Estas comunidades se fundarían en el interior de la sociedad capitalista, como islas de armonía, rodeadas de relaciones de justicia.

Esta fue la primera forma de socialismo, un ideal que debía implantarse en la realidad y que cobraría vida entre los hombres con base en su fuerza moral y el ejemplo.

Carlos Marx pensaba que el socialismo moderno no podía seguirse fundando en ideales, sino en realidades: se trataba entonces de repensarlo auxiliándose en hechos proporcionados por la ciencia social, por el conocimiento profundo de cómo funcionan las sociedades, que tipos de organizaciones sociales han existido en la historia de la humanidad, cuáles son sus leyes de funcionamiento y como se pasa de una a otra.

El socialismo moderno era entonces una teoría materialista y ya no idealista, porque se sustentaba en los hechos históricos científicamente interpretados. El socialismo de Carlos Marx y Federico Engels era un socialismo científico.

Para Carlos Marx el socialismo científico estudia cuando una sociedad ha madurado según sus propias leyes y ha empezado a dejar de satisfacer a la mayoría de sus habitantes: cuando sus relaciones de producción estorban al desarrollo de las fuerzas productivas y los hombres han tomado conciencia y formado una voluntad de cambio para iniciar la gran empresa de armar una nueva sociedad.

Este socialismo establece en consecuencia que es resultado del desarrollo del capitalismo llevado al límite de sus posibilidades. Cuando las relaciones de producción capitalista estorban el desarrollo de las fuerzas productivas susceptibles de beneficiar a las mayorías, entra en crisis y abre la posibilidad de su sustitución.

El socialismo era pensado por Marx y Engels como una etapa histórica de la humanidad en la cual se iniciaba la liberación de las fuerzas productivas, el establecimiento de las relaciones de producción sin propiedad privada, con un Estado de los trabajadores y con el poder hermanos del pueblo, como medidas para liberar el desarrollo tecnológico que pueda resolver los problemas de bienestar social de la mayoría.

El socialismo es visto por Marx como una etapa entre el capitalismo y el comunismo.

Comunismo científico

Teoría sobre el comunismo, basada –a diferencia del socialismo utópico– en la ciencia, en el conocimiento de las leyes de la evolución histórica. Sus fundadores son Marx y Engels. El comunismo científico es una de las partes componentes del marxismo, como lo son, también, la filosofía del marxismo y su [74] teoría económica, que se hallan entre sí en indisoluble conexión. El comunismo científico tiene por objeto las leyes concernientes al origen y desarrollo de la formación económico-social comunista, las cuales cobran vigencia práctica en la lucha del proletariado, portador de las relaciones comunistas.

La demostración general de que el comunismo es una necesidad histórica se encuentra en la teoría marxista sobre el cambio de los modos de producción, engendrado, con sujeción a leyes, por el conflicto entre las fuerzas productivas crecientes y las relaciones de producción ya caducas, lastre para el avance de las primeras. La fundamentación más concreta se halla en la teoría de Marx sobre el inevitable hundimiento del capitalismo, desarrollada por Lenin en su teoría acerca del imperialismo como última fase del capitalismo y vísperas del socialismo.

Demostrar la necesidad histórica de la reestructuración comunista de la sociedad constituye la idea fundamental del comunismo científico, idea que se concreta y desarrolla en la teoría de las dos fases del comunismo: la primera (socialismo) y la segunda, superior (comunismo). Esta teoría tiene un carácter general y obligatorio para todos los países: ninguno de ellos puede llegar al comunismo pleno sin pasar por la primera fase, el socialismo. El paso del socialismo al comunismo también es un proceso sujeto a ley. Los fundadores del comunismo científico lo han caracterizado en sus rasgos generales.

Una explicación más concreta y exacta de este proceso puede darse ya durante el curso mismo de la edificación comunista, generalizando los datos que la práctica proporciona. Las leyes a que obedece la transformación del socialismo en comunismo se hallan expuestas en el nuevo programa del P.C.U.S. En el programa se demuestra la necesidad objetiva de crear la base material y técnica del comunismo y se presenta toda la cadena de consecuencias que se derivan de la creación de nuevas fuerzas productivas para implantar relaciones sociales comunistas, para que sea una realidad la ventura material y cultural del hombre, para que éste alcance su pleno desarrollo.

El programa pone de relieve la importancia de la base material y técnica del comunismo, ante todo de la producción automatizada, para que el trabajo socialista alcance la condición de trabajo comunista; explica cuáles son las vías concretas para que se forme un tipo único de propiedad, la de todo el pueblo, para que se borren por completo las diferencias de clase entre el campesinado koljosiano y la clase obrera, las diferencias culturales y de vida entre el campo y la ciudad, entre las clases indicadas y la intelectualidad, para que aumente la aproximación de las naciones, de las culturas nacionales, el movimiento ascendente hacia la homogeneidad socialista. El programa presenta como elemento importante de la edificación comunista el problema de la educación del nuevo hombre, el problema del desarrollo multilateral de la personalidad. En el programa se señalan los caminos concretos que conducen a la solución del problema indicado: formación de una concepción científica, comunista, del mundo; educar por el trabajo, afirmar los principios de la moral comunista, &c. Constituye una importante aportación a la teoría del comunismo científico la tesis, expuesta y fundamentada en el programa, de que durante la edificación del comunismo, la dictadura del proletariado, una vez alcanzados sus objetivos, se transforma en Estado de todo el pueblo. El programa establece las vías concretas de la transformación de las estructuras estatales socialistas en autogestión social comunista. La teoría del comunismo científico, enriquecida por el programa del P.C.U.S., alumbra el futuro de los hombres con la luz del saber científico y los conduce por el camino justo hacia el histórico objetivo.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Irma Gutiérrez Ávila

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