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Autoestima (Alas y Raíces)


  1. ¿Cuántas autoestimas cree que hay?
  2. La autoestima: un flujo turbulento
  3. La crianza: del desamparo a la autonomía
  4. ¿En qué espejos nos miramos?
  5. Bibliografía

En última instancia el hombre libre, fuerte y razonable se define plenamente por la posesión de su potencia de actuar.

GILLES DELEUZIE, Spinoza y el problema de la expresión.

LA AUTOESTIMA es una experiencia íntima: es lo que pienso y lo que siento sobre mí mismo, no lo que piensa o siente alguna otra persona sobre mí. Mi familia, mi pareja, y mis amigos pueden amarme, y aún así cabe la posibilidad de que yo no me ame. Mis compañeros de trabajo pueden admirarme y aún así yo me veo coma alguien insignificante. Puedo proyectar una imagen de seguridad y aplomo que engañe a todo el mundo y aún así temblar por mis sentimientos de insuficiencia. Puedo satisfacer las expectativas de otros y aún así fracasar en mi propia vida. Puedo ganar todos los honores y aún así sentir que no he conseguido nada. Millones de personas pueden admirarme y aún así puedo levantarme cada mañana con un doloroso sentimiento de fraude y un vacío interno. Piense en la estrella de rock, que mundialmente aclamada, no puede pasar un día sin drogas. Conseguir el éxito sin lograr primero una autoestima equilibrada[1]es condenarse a sentir como un impostor o sufrir esperando que la verdad salga a la luz (Horstein, 2011).

Una autoestima consolidada permite dar curso, dar alas, a lo que se piensa, a lo que se desea, enfrentar dificultades, no ser demasiado influenciable por la mirada de los otros, tener sentido del humor, "saber que se puede", como canta Diego Torres. Se puede sobrevivir a los fracasos y a las desilusiones, negarse a los abusos, expresar dudas, tolerar cierta soledad, sentirse digno de ser amado y soportar el dejar de ser amado por una persona imaginando que puede haber otra, aunque no haya otra en lo inmediato. La autoestima consolidada permite expresar temores y flaquezas sin avergonzarse, vincularse con otros significativos[2]sin vigilarlos o ahogarlos, admitirse el derecho de decepcionar o fracasar. Permite pedir ayuda sin sentir que es limosna, tener la vivencia de poder soportar las desaventuras, cambiar de opinión (porque uno piensa, no para mimetizarse en la manada), aprender de la experiencia, tener expectativas realistas en relación con el futuro, aceptar las limitaciones, no estar cabildeando valgo/*no valgo, valgo/valgo poco, en un triste deshojar la margarita (Horstein, 2011).

La admiración de los demás no crea nuestra autoestima, ni tampoco la erudición, el matrimonio o la maternidad, ni las posesiones materiales, los actos de filantropía, las conquistas sexuales o la cirugía estética. A veces, estas cosas pueden ayudarnos a sentirnos mejor con nosotros mismos o a sentirnos más cómodos en situaciones concretas. Pero la comodidad no es autoestima. La "zona de confort" genera sólo estabilidad (Horstein, 2011).

Considerar la autoestima como necesidad básica es reconocer que actúa como el sistema inmunológico del psiquismo, proporcionándonos resistencia, fortaleza y capacidad de recuperación. Una baja autoestima vulnera la resistencia ante los problemas de la vida. Si no creemos en nosotros mismos, en nuestra eficacia, ni en nuestra capacidad de ser amados, el mundo se torna un lugar aterrador.

La autoestima es fuente de motivación. Permite afrontar situaciones adversas, porque permite la cicatrización rápida a las afrentas al amor propio. Todo fracaso es, desde el punto de vista emocional, doloroso. Cuando alguien se dice indiferente al fracaso, bravuconea. Así pues, el bravucón apela a la negación para no sentir miedo, pues el fracaso da miedo. Implica una disminución de nuestras posesiones materiales o anímicas (Horstein, 2011).

Esa mirada-juicio sobre uno mismo es vital. Cuando es positiva, permite actuar con aplomo, sentirse a gusto consigo mismo, enfrentar dificultades. Cuando es negativa, engendra sufrimientos y molestias que afectan la vida cotidiana. Nos dejamos llevar más por el deseo de ahorrarnos dolor que por el de buscar alegrías. (Horstein, 2011).

¿Quién soy? ¿Cuáles son mis cualidades? ¿Cuáles mis talones de Aquiles? ¿Talones o defectos? ¿De qué soy capaz? ¿Cuáles son mis éxitos y mis fracasos, mis habilidades y mis limitaciones? ¿Cuánto valgo para mí y para la gente que mi importa? ¿Merezco el afecto, el amor y respeto de los demás o siento que no puedo ser querido, valorado y amado? ¿Percibo una brecha enorme entre lo que quisiera ser y lo que creo que soy? ¿Qué puedo hacer por mí mismo? ¿Estoy tomando demasiado (y no porque me lo digan los demás, yo mismo me lo digo)? ¿Tomo menos o trato de que no me importe? ¿Lucho o me dejo estar?

La autoestima es un estuario caudaloso, turbulento, con cambiantes corrientes; el Paraná en su desembocadura en el Rio de la Plata. Los ríos que desembocan en la autoestima son la infancia, las realizaciones, la trama de relaciones significativas, pero también los proyectos (individuales y colectivos) que desde el futuro hacen posible el presente. Repitamos esto: sin futuro no hay presente. Por supuesto que, con tantos afluentes, la autoestima es turbulenta, inestable. Turbulenta pero no incognoscible; inestable pero no innavegable. Nuestra lucha es experta marinera si nuestra estima es, ni alta ni baja, buena. Sin embargo, algunos pasajeros vomitan o se marean (Horstein, 2011).

La pérdida del anclaje cultural hace zozobrar al individuo. Digamos, sin caer en sicologismos, que el anclaje cultural, como cualquier otro, sirve para descansar y reponer provisiones. Así pues, repetiré que lo social influye positiva y negativamente en cada vida.

Hace tiempo íbamos convencidos por la vida, convencidos de que sabíamos quiénes éramos, qué buscamos, si nos recibiríamos de médicos o entraríamos en el deporte profesional. Quizás tratábamos de no sentir el cambio. La tradición permitía sosiego a quien cumpliera ciertas pautas, en el amor o como abogado. Hoy en día, el derecho y el amor se han vuelto casi irreconocibles. Imposible asirse, agarrarse a un modelo. ¿Vio esos jinetes que tienen que sostenerse unos minutos sobre un potro salvaje? Son apenas segundos. Al que los soporta, lo alzan por el aire. Otros participantes son arrojados al piso por el corcoveo de la bestia. No podemos aferrarnos a nada. Pero estamos sostenidos. Sostenidos por nuestra historia individual, pero también por los vínculos y por nuestros logros. Y por lo histórico-social y sus diversos espacios. Es la complejidad: nuestro actual paradigma[3](Horstein, 2011).

Estoy en Israel o en Palestina y caen misiles muy cerca de mí. Dentro de mi espacio histórico-social, pertenezco a una subcultura: soy un emigrado ruso (comunidad), profesor universitario (clase social) bastante descreído (pertenecía religiosa) socialdemócrata (pertenecía política). Todo ese conglomerado influye en mi autoestima, que a su vez influye sobre el conglomerado. La autoestima resulta del entramado nunca fijo, siempre renovándose, de reconocimientos y proyectos compartibles y compartidos (Horstein, 2011).

¿Cuántas autoestimas cree que hay?

La autoestima contiene facetas con cierta autonomía. Es posible tener una buena autoestima en el terreno intelectual que contracte con una frágil en el terreno afectivo. Puede ser variable en distintos planos, actividades y prácticas: laboral, afectivo, intelectual, corporal, sexual (Horstein, 2011).

Es probable que un éxito o un fracaso en un sector tengan consecuencias en los otros. Un desengaño amoroso acarreará una vivencia de pérdida de valor personal. A la inversa, un éxito en un campo determinado puede beneficiar la autoestima. Es difícil que ciertas heridas narcisistas no irradien sobre otros planos. Por suerte, también irradian los logros.

Así pues, los componentes de la autoestima son interdependientes. El amor por uno mismo promueve una mirada aprobadora que influye en la confianza al permitir actuar sin inhibirse por temor al fracaso y al juicio de los otros. Interdependencia pero no perspectiva monolítica. Puede alguien tener dificultades en el amor por sí mismo: aun habiendo logrado una aceptable trayectoria personal, ante un fracaso sentimental se le impondrán dudas insoportables. También pude suceder que padezca de falta de confianza porque los padres lo han sobreprotegido evitándole la confrontación con la realidad, por lo cual, pese al afecto recibido, tendrán dudas torturantes ante sus logros (Horstein, 2011).

Insoportables… torturantes. Todos sabemos que no estoy cargando las tintas.

La autoestima no es innata ni siquiera para la persona que la tiene suficientemente buena. No es sin costo. Tampoco es totalmente innata la destreza física de Leonel Messi. Aquí hablamos de historia, que debemos entender como un coctel de lo innato y lo adquirido, del capital con que nacemos, y de las inversiones que realizaron y realizan los otros significativos en nosotros, y de la que cada quien realiza en uno mismo.

La autoestima es un proceso continuo de interiorización del mundo exterior: la lengua que hablo, las categorías de la experiencia sensible o del pensamiento de las que me sirvo, la presión de las comunidades y de las colectividades, la pertenencia a un género, una edad, una clase. No somos hombres de una sola pieza sino de muchas, zambullidos en un torbellino que nos desafía a estar despiertos y vivos (Horstein, 2011).

Algunos de nosotros estamos tan inadaptados que nos han encerrado en manicomios o cárceles, o incluso a veces nos han sometido a la estupidización de los calmantes. Otros estamos tan adaptados que nos hemos olvidado de nosotros mismos. La burbuja también es una cárcel.

El niño interioriza las imágenes y las propuestas que los otros tienen para él; puede elaborarlas para construir a ese adulto que será. Pero una persona no es una unidad, sino una multiplicidad. Todos sus diversos aspectos: el profesional, el familiar, el amoroso, el político son relativamente autónomos entre sí. El yo puede resquebrajarse, enturbiarse, el espejo romperse y la computadora colgarse. No se asuste. Peor es que la copa no se rompa por estar siempre en la vitrina (Horstein, 2011).

"La caridad bien entendida empieza por casa". No tenemos nada mejor que nosotros mismos. Incluso el que se desloma trabajando por sus hijos. Incluso el que les dona un riñón. Incluso el que arriesga la vida por un ideal. Yo soy yo y, sin embargo, no tengo identidad pura. No soy sin los otros. La concepción de subjetividad es bien distinta del solipsismo[4](Horstein, 2011).

La autoestima no pude ser abordada sino desde el paradigma de la complejidad. Puede haber un desequilibrio neuroquímico pero lo que siempre habrá será la acción conjunta, y difícilmente deslindadle, de la herencia, la situación personal, la historia, los conflictos neuróticos y humanos, las condiciones histórico-sociales y las vivencias.[5]

¿Estamos actualizados los especialistas o estamos como si el mundo no hubiera cambiado? ¿No serán viejos nuestros paradigmas? ¿Cómo es hoy nuestra subjetividad? ¿Un mecanismo de relojería, como lo era en el siglo XVIII? ¿Una entidad orgánica, como en el siglo XX? No. Hoy la metáfora para entender nuestros afectos y pensamientos es el flujo turbulento (Horstein, 2011).

Una forma de pensar compleja se prolonga (conlleva) en una forma de actuar compleja. Por eso el método debe incluir iniciativa, invención, arte, hasta devenir estrategia. La estrategia acepta la incertidumbre. Nuestro método para dilucidar la autoestima tendrá algún parecido con el de la ciencia contemporánea y casi ninguno con el de la clásica (Horstein, 2011).

La autoestima: un flujo turbulento

Y así, gracias al pensamiento complejo, el niño no es la crisálida del adulto mariposa, ni todos los violadores son hijos de violadores, ni todos los homosexuales hijos de padres sin autoridad. Más aún, los traumas, los duelos, los vínculos van tomando otro lugar, para el autor que escribe sobre ellos, para el especialista que reflexiona, intercambia e investiga. Para el que diseña polìticas de salud o para quien en el hospital o en el consultorio trata a un individuo, a un individuo único, aunque sea redundante decirlo así (Horstein, 2011).

No tenemos una fe ciega en que el pasado pueda superarse. Tenemos una confianza sensata. Nos hacemos preguntas y volvemos a hacérnoslas. Es nuestro modo de pensar. ¿Cuál es la eficacia del pasado en el presente? ¿La infancia acuña un destino o provee ingredientes para renovados cocteles? ¿Lo nuevo es un espejismo: una mera expresión de deseos?[6] (Horstein, 2011).

¿Nos asusta el flujo turbulento? En los últimos años la atención se ha centrado en lo no predecible. En matemática irrumpió la geometría fractal. En termodinámica se privilegiaron los sistemas fuera de equilibrio. En biología, la teoría de los sistemas auto-organizadores productores de orden a partir del ruido (Horstein, 2011).

La consideración del movimiento y sus fluctuaciones predomina sobre la permanencia. Esta conmoción del saber se desplaza de la física hacia las ciencias de la vida y la sociedad. La biología molecular no redujo lo complejo a lo simple (lo biológico a lo físico químico) sino, por el contrario, recurrió a conceptos desconocidos, como información, código, mensaje, jerarquía. La biología propone la auto-organización para comprender como el azar produce complejidad. Lo psíquico incluye un nivel de complejidad aún mayor.[7]

En un sistema abierto, una "intrusión" desde el entorno no implica necesariamente desorganización, ni otro nivel de equilibrio, como sucede con un sistema cerrado. ¿No conoce la historia de la sorda ciega Hellen Kelle? Léala en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Helen_Keller. ¿No ha visto nunca por televisión a esos hombres sin brazos y sin piernas que… ¡nadan¡ a ellos la restricción vital les vino de fuera, sin comerla ni beberla. Esos nadadores tenían buenas razones para deprimirse y para llorar eternamente. Un caballo nunca pierde su razón de ser y es sacrificado. Pero en el ser humano un trauma pude conducir a una organización. Cuando la vida es dura –como para Hellen Keller, como para un soldado de Iraq-, el individuo es aniquilado o alcanza una mayor complejidad que aquel que vive entre algodones. Porque un sistema abierto tiene la capacidad de convertir esos ruidos (traumas) en información (Horstein, 2011).

Abarcar una historia es "bancar" una historia, soportarla como se soporta la crianza de un niño, con amor, con tesón, algunos conocimientos y disposición a aprender. Ni Hiroshima, ni el niño, ni el que lo cría son una estructura inmutable ni un caos de acontecimientos. No se trata de votar ni de tirar la moneda, sino de entender tanto lo que permanece como lo que cambia. Es comprender estabilidades y acontecimientos.

Todos tenemos heridas en la autoestima porque todos luchamos en la escuela, en la casa, en el trabajo, en los lugares de diversión. Civilizadas o salvajes, son muchas las refriegas y difícilmente saldremos ilesos de todas. Habría que quedarse en casa, quietitos, y aún así no nos liberaríamos de las vicisitudes de la autoestima. "A lo hecho pecho." Sin embargo, algunas personas tienen escasa tolerancia a la frustración o a veces el ataque es tan fuerte, tan masivo, que es un cimbronazo incluso para los individuos con buena autoestima. Tiemblan las estanterías (Horstein, 2011).

Identifiquemos al enemigo. ¿De dónde viene el ataque? ¿Cómo estamos para defendernos? Ni el dengue ataca a todos por igual. Circunstancias actuales: "Es un desastre la relación con mi pareja y encima me despidieron del empleo. ¿Cómo quieres que me sienta?". Antecedentes históricos: "Mi viejo se hacía problema con todo. Se ahogaba en un vaso de agua". Podríamos decir: "sobre llovido mojado". Es decir, la injuria es a la vez una herida y un insulto. El capital anterior no parece suficiente para absorberla (deuda) (Horstein, 2011).

La crianza: del desamparo a la autonomía

La crianza consiste en dar a un hijo primero raíces (para crecer) luego alas (para volar). En las primeras relaciones, un bebe puede experimentar la seguridad o bien el terror y la inestabilidad. En las posteriores, un niño puede tener la experiencia de ser aceptado y respetado o rechazado. Algunos niños experimentan el equilibrio entre protección y libertad. Padres que dan pescado en vez de enseñar a pescar. Otros niños están subprotegidos, es decir sobre exigidos. Se los pone en un botecito en altamar. (Horstein, 2011).

El niño nace totalmente indefenso. Un recién nacido no se percibe como unidad. La tarea primaria consiste en lograrla. Tal proceso puede frustrarse, bloquearse o desvirtuarse, de forma de quedar detenido en algún estadio infantil (Horstein, 2011).

Los niños descubren que son valiosos porque sus progenitores los tratan con afecto y porque ciertos valores son reforzados. Y estos niños se tratan a sí mismos con respeto porque observan cómo actúan sus padres con ellos y con otras personas. Recíprocamente, las fallas en la autoestima suelen originarse en la indiferencia parental, en la soberbia o en el maltrato (Horstein, 2011).

La autoestima es energía psíquica, energía renovable, pila recargable. ¿Quién cargó nuestra pila por primera vez? Los padres o aquellos que ocuparon su papel. Uno, después puede reservar la energía inicial para sí y tomar nueva de los otros o amar también a los otros, que es dar y recibir.

Observe a una madre con su recién nacido. ¡Qué avidez la del bebé¡ ¡Qué generosidad la de la madre¡ En él sólo hay necesidad imperiosa; en ellas a penas se nota, hasta tal punto está transfigurada por la ternura. La humanidad se crea ahí, creando el amor. El niño toma; la madre da. En él está el placer corporal; en ella, la alegría. El amor nos precede y nos enseña a mar y amarnos (Horstein, 2011).

El bebé-niño responde en el modo en que los otros significativos estiman su presencia y sus logros. La eficiencia depende del modo en que el niño responde a los otros: sin embargo, su valoración depende del modo en que los otros respondan ante el niño (Horstein, 2011).

Un psicoanalista inglés, bonachón él, Donal W. Winnicott, advirtió un día que algunos bebés entraban en pánico si la madre se alejaba, aunque sólo fuera durante un minuto. Otros, en cambio, lograban la "capacidad de estar solos". No sólo soportaban el alejamiento sino que parecían disfrutarlo. En el adulto hay algo de aquel bebé que fue (Horstein, 2011).

El bebé cada tanto está solo. Por algunos minutos los padres o la abuela o la empleada lo dejan solo. Todavía sin caminar va aprendiendo a andar por la vida, a hacer trekking. Y mientras está sólo se le ocurren cosas relacionadas con esos seres que tiene alrededor. En algún momento tuvo que darse cuenta de que esos seres magnánimos, que a veces lo rodea y a veces lo dejan solo, podían no volver o podían no darle el alimento o podían mirarlo de otro modo. Y así se va demoliendo su omnipotencia (Horstein, 2011).

Las grandes depresiones y las alteraciones del humor a menudo derivan de un discurso familiar en el que prevaleció una actitud crítica e inhibidora para con el niño. No estamos condenados por esa mirada cruel. Si estamos condenados es porque no tuvimos posteriormente oportunidades de remplazarlas o no supimos hacerlo. También es cierto que a lo largo de nuestra vida debemos desechar mensajes y miradas que reforzarían este discurso que transmite insatisfacción con uno mismo.

Lo perturbador no es recibir sino recibirlos de manera constante. La actitud hipercrítica es más nociva cuando no está balanceada por miradas benevolentes. Esa hipercrítica obedece a un perfeccionismo patológico. A veces puede ayudar a conseguir los objetivos en ámbitos limitados y bien definidos, pero su costo emocional es elevado. ¿Qué precio tienen los éxitos en una atmosfera tóxica? (Horstein, 2011).

¿En qué espejos nos miramos?

Nuestra mirada acerca de nuestra identidad depende de múltiples espejos, aunque también existe un espejo pero no es "objetivo" y está enturbiado por los demás. ¿Estoy trabajando bien? ¿Mis hijos me quieren? ¿No tengo entusiasmo para nada? ¿Mis pacientes están progresando? ¿Soy íntegro en mi vida? ¿Descuide a mis personas queridas? ¿Me preocupo verdaderamente por los muy necesitados? ¿Aporto algo a la comunidad? ¿Mi vida está acorde con mi ética?[8]

La autoestima es el uniforme que uno se hace sobre uno mismo. Mejor dicho, los sucesivos uniformes. Esos informes evalúan si merecemos los reconocimientos logrados (Horstein, 2011).

¿Por qué la autoestima es más amplia que el egoísmo? La pregunta obliga a examinar otras palabras. Si decimos "orgullo", quizás nos quedamos encerrados, dado que no estamos solos por más que no tengamos familia y vivamos solos. Si decimos "amor propio" nos quedamos en una perspectiva sentimental (Horstein, 2011).

Busquemos una dimensión más objetiva. El verbo "estimar" procede del latín estimare, "evaluar", que quiere decir dos cosas: "determinar el valor" y "tener una opinión sobre algo". Una cosa es apreciar, valorar, reconocer el merito, y otra cosa es creer, juzgar, evaluar. Una remite al afecto y otra, al discernimiento (Horstein, 2011).

Resulta difícil utilizar la terminología correcta; "conviértase en su mejor amigo, gane su propia estima, piense en positivo"… la mercadotecnia nos lleva a se chispeantes, divertidos, ligeros. No solo la felicidad constituye, junto con el mercado de la espiritualidad una de las mayores industrias de la época, sino que es también el nuevo orden moral (Horstein, 2011).

Entre pontificar y dar cuenta. Hay muchos libros de autoestima en las librerías. Es grande la oferta en la sociedad de consumo. Todos dicen algo. Ninguno es la verdad única y última. A las verdades se las conquista, una por una (no hay "verdades fáciles"). Ser competente como showman no convierte a nadie en líder de opinión. Pontificar es bajar en línea. Es parecido a despotricar, porque casi siempre el que pontifica desprecia las ideas de los demás. Opinar es acercar modestamente una idea. Dar cuenta, en cambio, es ambicioso y requiere tolerancia a la frustración. El que se sumerge en un tema, el que intenta dar cuenta de ese tema, absorbe tanta información como puede (Horstein, 2011).

"A grandes males, grandes remedios" las pequeñas adversidades casi no cuentan y pasan inadvertidas. Las que nos detienen, a llorar o a juntar fuerzas, son las medianas y las grandes. No somos mendigos cuando pedimos ayuda y la obtenemos de seres queridos o de profesionales.

La estima malherida se repara. Como las ciudades europeas después de la guerra, se repara o se reconstruye. Cuando se reconstruye es porque algo había quedado: el terreno. En determinado momento los holandeses, con poco territorio, decidieron ganarle terreno al mar: El Zuiderzee. Un individuo con buena autoestima quiere un departamento más grande o jugar más veces a la semana futbol o más de lo que sea. Sacar las lágrimas es ganarle terreno al mar. Pasarla bien también demanda esfuerzo, coraje para enfrentar lo nuevo (Horstein, 2011).

Nadie se baña dos veces en el mismo río. Algunos recordara a Mercedes Sosa cantando Todo cambia. Otros al filósofo griego Heráclito. Y muchos habrán oído hablar del "miedo al cambio". ¿Por qué, acepto que no hay dos hojas iguales, me cuesta aceptar cada mañana me levanto con un estado de ánimo distinto? (Horstein, 2011).

Todo cambia. Oscila la situación mundial. Oscila la situación nacional y la provincial. Un hijo tiene fiebre. El otro gano con su equipo de futbol y esta por viajar a la capital. Oscila lo bueno y lo malo. Algunos de los estímulos de afuera los podemos controlar. A otros lo tenemos que soportar, absorber, como absorbe el yudoca el golpe de su adversario. Para lo cual, como el yudoca, tendremos que entrenarnos.

No se propugna la sonrisa porque sí, la sonrisa congelada, eterna, como en un comercial de dentífrico. Tampoco voy a hacer un drama porque me duele el estómago. En el trabajo me dirán que me tome una pastilla. Pero debo decidir yo que hago (dieta, pastilla, ir al médico). Estoy a merced de mis propios juicios. ¿Ayer trabaje mejor que otras veces? ¿O simplemente estaba contento por otras cosas? ¿Me estoy dejando llevar por la opinión de un discípulo que quiere alagarme? Por ahora, basta de reflexiones, tengo que hacer. Como dijo Julien Green: "Tengo una obra que realizar. No tengo tiempo para nada más".

No corremos al hospital por unas líneas de fiebre. La tensión arterial varía pero no nos tomamos obsesivamente la presión. Las manifestaciones de sufrimiento de la autoestima se consideran normales si se consideran ocasionalmente. Pero podemos ayudar si las interrogantes acerca de nosotros y de nuestra imagen ocupan un lugar preponderante para nosotros mismos y a veces también para los demás. Si dependemos exageradamente de los otros. Si tenemos una obediencia ciega a normas y códigos en lo que se refiere a apariencia física, moda vocabulario, posesiones materiales, actividades, tiempo libre, vínculos, tomas de posición (Horstein, 2011).

Luchar por un objetivo debería ser más gratificante que alcanzarlo, si el camino es mejor que la posada. Como dijo Picasso, "No busco, encuentro". Logre el campeonato de karate. Estoy contento. Pero sigo entrenando porque me agrada el esfuerzo, como al levantador de pesas. Mi meta no debería estar sólo en el reconocimiento externo, sino de lo que siento habida cuenta de que sólo, sin afuera, sería un autista (Horstein, 2011).

Publicar que se consume cierto recorrido. Nuestra idea surge a partir de la vida, de las lecturas y de las experiencias, pero esa actividad de pensamiento suele volatilizarse si no es tramada en escritura. El pasaje de una forma oral a una escrita no implica sólo un ejercicio de estilo sino una trasformación.

Como escribiese Horstein, este artículo está escrito para los que están muy desanimados y para los que beben los vientos y se llevan al mundo por delante. También para los equilibrados, si es que existe el justo medio. Pretende informar pero no es de autoayuda. Libro-Ayuda. Parta su autor, que aprendió mucho mientras lo escribía. Lionel Messi o Juan Martín Del Potro tienen asignado un director técnico o un entrenador. Usted no. Usted puede entrenarse con un gurú, un sacerdote, un terapeuta, este libro, otro. O entrenarse solo, si le da resultado; aunque sean pocos los músicos que tocan de oído, sin haber pasado por aprendizajes más o menos académicos (Horstein, 2011).

Hay cocineros que no dicen su secreto. Así como hay autores que escriben en difícil para ser más carismáticos. Pero reconozcamos que algunos de los temas requieren cierto esfuerzo del lector para no perder el hilo. Le pido al lector que siga leyendo aunque por ahora se le escapen algunas cosas. Ira entendiendo cada vez más, hasta llegar a entender casi todas. Algo que en lo personal me ha ayudado de sobremanera es consultar al "sabio google"; echar mano de la herramienta del internet y dilucidar alguna idea o palabra que no me quedase del todo clara dado que el entendimiento y comprensión es personal.

Jugar con las palabras. Antes de comprar una viviendo recorro la oferta existente. Antes de comprar una computadora visito varios negocios o sitios de internet. Antes de elegir una actividad… Antes de elegir pareja… Antes de elegir un libro…

En los trabajos científicos, en los de divulgación, en la charla más descontracturada, las palabras son demasiado importantes. Por eso intentaremos usarlas con cuidado, no con el cuidado que se pone en el manejo de virus y explosivos, sino con el amor con que tratamos a los bebés. Habrá palabras bebés, así como adolecentes, adultas y viejas. Un término no posee un sentido absoluto o eterno. Pr eso su sentido no deja de variar, en función de los contextos, de las situaciones, de los individuos, de la problemática. Disfrutemos entonces de las palabras que son tan amables y tan serviciales. Con palabras arrullan la madre y el padre al bebé. Si no le hablan, el bebé no crece. Y muchas veces las palabras son curativas (Horstein, 2011).

Bibliografía

  • HORSTEIN Luis. 2011. Autoestima e Identidad: Narcicismo y valores sociales. 1ra edición. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Argentina.

  • ATLAN, henri. 1979. Entre le cristal et la fumée. Seuil. París, Francia; Entre el cristal y el humo. Debate. Madrid, España. 1990.

  • BALANDIER, Georges. 1993. El desorden. Gedisa. Barcelona, España.

 

Autor

José Luis Villagrana Zúñiga

Maestrante de la Unidad Académica de Economía, Universidad Autónoma de Zacatecas. Zacatecas, México.

Fecha de elaboración: 2014-05-29.

[1] No creemos que sea posible establecer un justo medio. En rigor se trata de una autoestima llevadera, es decir, suficientemente buena. Para simplificar, la llamaremos autoestima “equilibrada” o “consolidada”.

[2] “Otros significativos” son las personas que nos importan.

[3] Un paradigma es un conjunto de teorías, las técnicas, los valores, los problemas, las metáforas, etc., compartidos, en tal o cual época, por los científicos de una disciplina determinada: es la “matriz disciplinaria” que les permite entenderse y progresar. El estado normal de las ciencias (la “ciencia normal”, dice Thomas Kuhn) es ese en que reina un paradigma. Es terreno de la investigación se encuentra entonces bien demarcados por los descubrimientos anteriores, y eso produce un proceso eficaz: están de acuerdo no sólo en los descubrimientos ya realizados, sino en lo que queda por descubrir y en los métodos que hay que utilizar para llevarlos a cabo. Las revoluciones científicas, al contrario, son aquellos períodos en que un nuevo paradigma, que se opone al antiguo, surge y resuelve algunos nuevos… Así, cuando se pasa de la mecánica clásica (la de Newton) a la física relativista (la de Einstein y sus sucesores), lo nuevo no son sólo las soluciones, sino también los problemas, las dificultades y los procedimientos.

[4] El solipsismo es una radicalización del subjetivismo: todo lo existente se reduce a mi propia representación y a la subjetividad que queda aislada y encerrada.

[5] Hasta hace pocas décadas, en la ciencia predominaba la aspiración de simplicidad. Es simple y pude ser aislado, aislamiento que permite a los especialistas ser expertos. Pero esa lógica extiende sobre la sociedad y las relaciones humanas restricciones y funciones propias de una máquina y de la visión mecanicista que origina. Complexus significa lo que está tejido junto. Hay complejidad cuando son inseparables los elementos que constituyen un todo (como el económico, el político, el sociológico, el psicológico, el afectivo, el mitológico, etcétera).

[6] El sujeto está abierto a su historia, no sólo en el pasado sino en la actualidad. Está entre la repetición y la libertad. Como dice Henri Atlan (1979), entre el cristal y el humo. El sujeto es como un sistema abierto a los otros y el futuro. Entonces estamos condenados a volver a pensar, y a menudo, a pensar por primera vez.

[7] Véase Georges Balandier (1993)

[8] Para Michael Foucault, la ética se distingue de la moralidad porque esta contiene sistemas de comunicación y prohibición que remite a algún código formalizado. La ética, por su parte, se refiere al ámbito de cómo debe uno conducirse en su existencia cotidiana.