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Cuerpo de bomberos – Desafío al peligro (página 2)


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La valentía de este compañero me hace reaccionar y soy yo quien penetra en la nave y subo a una tonga de tanques, arengando a otros compañeros; rato después se incorpora un vigilante de la PNR, al pasar unas horas él me dice que siguiera yo, que él se sentía muy mal, y se retira. El compañero resultó ser Argelio Fernández del Toro. Posteriormente conocimos que a la mañana siguiente había fallecido a consecuencia de la inhalación de los gases tóxicos emanados del proceso de combustión de los diversos productos químicos. Días después, ya en la unidad, me llama Entrialgo y me pregunta qué me pasaba que casi no le hablaba, a lo que le contesto que me sentía muy apenado, porque en los primeros momentos del incendio yo había vacilado y él, siendo un hombre ya mayor, había demostrado gran valentía en el combate frente a las llamas. Me dice: "No te preocupes tanto, que la vacilación fue el instinto de conservación que sienten los bomberos en su fase inicial, pero tú tienes condiciones y coraje para ser de los buenos. Lo que yo hice era mi deber como jefe. El combate del incendio es como una guerra, el jefe debe dar el ejemplo guiando a su tropa: si el jefe avanza, la tropa lo sigue; pero, además, mientras mayor sea el peligro, más rápido hay que tomar la decisión: avanzas o retrocedes. Y hay que tener presente que si se va a producir una catástrofe, el peligro está presente lo mismo más cerc a que menos próximo al incendio". Esto fue una gran enseñanza para mis próximas actuaciones. Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar (hijo) Era una inmensa nave que almacenaba grandes cantidades de productos, en su mayoría, químicos, así como cientos de tanques de carburo, insecticidas, botellones de acetileno, gas licuado, oxígeno y otros. El techo en su totalidad era de planchas de zinc, razón por la cual, cada vez que estallaba un botellón de gas licuado o de acetileno, las cabezas de dichos botellones se convertían en proyectiles de gran poder, que en su ascenso chocaban con las planchas de zinc, las desprendían y las empujaban consigo a alturas de 30 -40 metros. Al terminar el ascenso, las planchas de zinc comenzaban a descender planeando, es decir, se convertían en gigantes cuchillas, unas balanceándose y otras en picada, a gran velocidad. Al arribar el carro M1 al objetivo, se ubicó justo frente a la entrada principal de la nave, la cual estaba situada al borde de la carretera central y junto al carro M12. Inmediatamente comenzamos a preparar los tendidos de mangueras, cosa que resultó bastante peligrosa, ya que tuvimos que hacer el empate de los tramos bajo la lluvia de planchas de zinc. En más de una ocasión tuvimos que soltar los tramos, correr y meternos debajo de los carros de bomberos para evitar las cuchillas voladoras gigantes. No olvidaré nunca la valentía del que era jefe de la Unidad nº 1 de Corrales, compañero José Ramón Entrialgo Sotolongo, al que cariñosamente llamábamos El Capitán Blee. Bajo su mando nos encontrábamos pitoneando un grupo de bomberos (en el lateral izquierdo de la nave, ya que por la entrada principal no se podía penetrar por las constantes explosiones), y llegó un momento en que nos parecía que aquel inmenso paredón nos iba a caer encima a todos, no obstante, el Capitán Blee ordenaba: "Un pasito adelante", como solía decir en situaciones como esta. Todo el grupo de bomberos nos mantuvimos firmes, ejecutando las órdenes junto al jefe. En un momento determinado se sucedieron varias tremendas explosiones al unísono, y entonces el Capitán Blee ordenó retroceder y, como si lo hubiera sabido de antemano, tan pronto como retrocedimos con nuestros pitones, el inmenso paredón se desplomó junto a nosotros. Nadie resultó herido. Fue a partir de entonces que pudimos comenzar a penetrar en la inmensa nave y controlar aquel gigantesco siniestro. La intrepidez y la valentía de aquel puñado de bomberos llegaron al punto de que, sin ningún equipo de protección (máscara antigás o de oxígeno), comenzaron a avanzar hacia el interior de la nave logrando el control del siniestro.

En la época de este incendio, el Departamento de Incendios (así se llamaba entonces) no contaba con equipos personales de protección, por ello un gran número de bomberos profesionales y voluntarios fuimos llevados en varias ocasiones a las ambulancias de la Cruz Roja, para que se nos suministrara oxígeno. Muchos bomberos participantes en la extinción de este fuego, posteriormente, estuvimos bajo tratamiento médico por problemas respiratorios, a causa de los gases inhalados. Un policía, que había estado trabajando junto a nosotros durante la extinción, falleció al día siguiente por la misma causa. Este Q-103 fue mi "bautizo de fuego", de fuego de verdad. Testimonio de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Como siempre, en este hecho se destacaron muchos compañeros en las difíciles situaciones que se presentaron. Hubo explosiones en varias partes y los gases tóxicos desprendidos eran muy intensos. Varios compañeros se intoxicaron y fueron trasladados hacia los policlínicos, y falleció un compañero de la PNR. Recuerdo a Durán (Cajetilla), al que encontré casi asfixiado. A Rafaelito hubo que trasladarlo para el hospital asfixiado y con gran inflamación en la vista. Este fuego duró más de 24 horas. Testimonio de Juan Terry Ferrín, ex chofer del carro M4 y ex Jefe Nacional de los Bomberos Este incendio se produce en la Petroquímica del Cotorro, donde se sucedían explosiones esporádicas y en una de ellas, del hongo que levantaban las explosiones, salieron unos tanques de 55 galones y un pedazo de viga de techo de la nave. Me puse a vigilarlas y venían directamente sobre el M4, al verlos venir, me introduje debajo del carro, cayendo ambas sobre el M4, rompiéndole la escalera y provocando abolladuras en su tanque de agua. Testimonio de Lic. Gabriel Alfonso Rodríguez En los almacenes de productos químicos altamente nocivos, ubicados a la entrada del Cotorro, se produjo un enorme siniestro, cuya extinción peligrosa y compleja duró varios días. Teníamos algunas caretas, pero no eran suficientes en el primer momento. Después, las FAR apoyaron. Era obligatorio mantener poco tiempo a las dotaciones combatiendo las llamas dentro de los almacenes. Se relevaban con frecuencia, y los que no requerían atención médica, tomábamos leche, que no faltó. Falleció un policía. Fueron varios días de trabajo y acudieron bomberos de toda la ciudad, decenas de pipas cisternas con agua de diferentes organismos eran desviadas y conducidas al siniestro. Testimonio de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Incendio en el edificio donde se entregaban las carteras dactilares En ese fuego se estrenó el compañero Tony Castell, quien en ese momento era Director de Incendios. El incendio fue de grandes proporciones, hubo que abandonar el tercer piso por el carro escalera, pero, como siempre, el incendio se extinguió. Testimonio de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Incendio en Ciudad Libertad Los compañeros combatieron con valor dentro de los aviones destruidos, de las llamas y de las explosiones de los proyectiles. En este fuego se destacaron los compañeros Dionisio y Ernesto López. Testimonio de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Incendio en el ITM, en Marianao Este fuego fue intenso y muy complicado. En la segunda planta, la situación era muy difícil debido a las explosiones de los proyectiles y el humo negro que salía por las ventanas. Hubo que entrar a rastras para poder ir controlándolo. Durante la operación, Terry y Fermín gritaron que había un muerto. Pero después se encontraron tres cadáveres más, eran jóvenes estudiantes. En este lugar se combatió contra las balas, las granadas y cuatro cajas de proyectiles de 120 milímetros, que explotaban. En medio del ajetreo, un oficial del ITM dijo, gritando: "¡Cuidado con el cohete que está en el otro cubículo!" Algunos corrieron y otros no, pero, a pesar de todo, el fuego se pudo controlar. Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe de Unidad Incendio y explosión de armamentos y productos químicos en aulas del ITM donde hubo derrumbes de paredes y explosión de granadas. La extinción de este incendio fue muy compleja y ardua, pues había que trabajar con los carros a distancia y hacer despliegue de las mangueras. Murieron cuatro alumnas en el lugar. Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe de Unidad Incendio en un almacén de papel, tinta y otros productos sito en Pajarito y Manglar En el año 1963 se produce un incendio en un almacén de papel, tinta y otros productos sito en Pajarito y Manglar. Yo era jefe de la Unidad nº 1 y tenía un carro sin chofer, tomo el carro y voy para dicho incendio pero en Monte y Rastro había una guagua parada y un carro atravesado, además venía otra guagua de frente y yo me impacto contra el carro dañando el carro bomba, pero a pesar de esto llegué a tiempo y trabajé en el mismo, fue muy complejo y peligroso por los productos que allí habían. Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe de Unidad Incendio en la Planta de Gas de Melones En la Planta de Gas de Melones se produce un incendio de grandes proporciones, en el cual los compañeros que estaban al frente del servicio nos informaron que era inminente la propagación del fuego y que, si eran cerradas las llaves de conducción del gas, podría haber una explosión de dimensiones insospechables.

Algunos compañeros que estábamos trabajando en la parte superior de los tanques y tuberías corríamos el riesgo de volar si explotaban. Aplicamos abundante cantidad de agua y espuma, logrando enfriarlos, y entonce s sí se pudo correr las llaves. A pesar del tiempo transcurrido, aún siento temor al pensar en este hecho. Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe de Unidad Incendios de aviones Al aterrizar un avión soviético, pierde el control y cae fuera de la pista, se enciende y vamos de inmediato a prestarle servicio. Sólo hubo dos sobrevivientes, a los cuales rescatamos de entre las llamas, siendo trasladados al hospital más cercano donde fallecen después por las quemaduras recibidas. También se produjo un incendio al caer un avión de Cubana de Aviación, que despegó y, por una turbulencia, cae después de la Avenida Boyeros. Fallecieron todos los que estaban en el avión, pero en este hecho se corría el peligro de que se incendiaran las viviendas colindantes, por lo que hubo que trabajar con mucha intensidad. Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe de Unidad Incendio en el teatro Amadeo Roldán El incendio de grandes proporciones que se produjo en el teatro Amadeo Roldán, fue ocasionado por un individuo celoso con su pareja. La extinción fue muy compleja, pues el escenario era de madera y tenía grandes cortinajes. En este trabajo de extinción tuve un accidente que pudo costarme la vida, pues al subir por una escalera p ara penetrar por una ventana, esta se partió y caí, golpeándome, pero me recuperé y continué mi trabajo hasta la extinción del fuego. Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe de Unidad Incendio en la planta telefónica de Águila y Dragones El incendio en la planta telefónica de Águila y Dragones fue muy complejo en sí; pero lo más dañino fue el humo denso y tóxico que se respiraba al realizar la evacuación del personal, éste penetraba a pesar de los equipos antigás. Yo sufrí una afección respiratoria severa y tuve que ser hospitalizado. Testimonios de Bienvenido Caballero, ex chofer carro M1 y ex jefe de Unidad Almacenes de medicamentos Se produjo un incendio en los almacenes de medicamentos que había en Rancho Boyeros, llegando a Santiago de las Vegas. Fue necesario utilizar muchas técnicas, entre ellas, una de espuma, por lo complejo de la extinción, ya que había muchos productos químicos. Se trabajó durante varias horas. Fue muy difícil, hubo que trabajar duro, pues se corría el riesgo de propagación. Las noticias sobre riesgos inminentes, que le ponen los pelos de punta a cualquiera, nos sucedían en lugares con escape de gas tóxico, o de concentración de gas butano, o en fuegos con sustancias peligrosas, como el que se produjo en el almacén de productos químicos de Santiago de las Vegas, donde había gran cantidad de estos productos. Como el incendio era tan intenso y no teníamos posibilidades de llegar a la parte central de los almacenes, además de que en aquellos momentos teníamos escasos medios técnicos, ordené que abrieran con mandarria unos huecos en la azotea para, desde esa posición, atacar por diferentes lugares. A uno de los compañeros que había trabajado en la apertura de los huecos, le dio deseos de orinar, y se le ocurrió la simpática y "brillante" idea de hacerlo por uno de los que ya estaba abierto, por donde salía una fuerte columna de humo acompañada de gases calientes. De pronto vi que aquel muchacho doblaba su cuerpo hacia adelante y hacia abajo, emitiendo un fuerte grito de dolor y que por poco cae por el hueco; los compañeros que se encontraban cerca lo auxiliaron y lo sacaron rápidamente. El asunto es que el amoniaco le atacó los testículos y le provocó un inmenso dolor, según nos explicaron posteriormente los compañeros de la Cruz Roja presentes en el lugar. Con prontitud fue conducido al hospital y se restableció rápidamente, pero pasó un gran susto y mucho dolor en un lugar muy delicado. Testimonio de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Este fuego fue muy difícil de controlar, el humo y las llamas no permitían entrar a las naves. Estando situados sobre el techo, que estaba muy caliente, a Robertico se le ocurrió perforar la placa y desde allí combatir el siniestro. La idea resultó, aunque fue la primera vez que se empleó esta forma de atacar un fuego. Al día siguiente se combatió otro fuego del mismo tipo en unos almacenes en el poblado de Casablanca.

En ese momento, todavía las ropas y las capas de los bomberos estaban mojadas del fuego anterior, y ninguno tuvo reparos en ponerse esas ropas y partir a cumplir con su deber. Fueron muchas las actitudes de coraje de los bomberos, destacándose entre ellos, Baldoquín (El Loco), Collazo, Toledo y otros. Testimonio de Humberto Lescaille Incendios en los 3 Tent Cents El día 15 de marzo de 1960 se origina un incendio de grandes proporciones en la tercera y cuarta plantas de la tienda por departamentos Ten cent de la calle Monte. El sabotaje enemigo también incluyó los Ten Cents de la calle Obispo en la Habana Vieja y de Galiano, es decir, incendiaron los tres simultáneamente. Esto nos obligaba a distribuir los medios técnicos entre los tres lugares. Por esa época existían muy pocos recursos para extinguir los incendios y los que había se encontraban en muy mal estado. El 31 de julio de 1960 se produjo un incendio de grandes proporciones en la tienda La Época, el cual en pocos minutos se propagó por las tres plantas del edificio. Este, por tener la característica de ocurrir en lugar cerrado con poca entrada de oxígeno, desarrolló elevadas temperaturas y mucha concentración de humo tóxico, por lo que resultaron asfixiados más de treinta bomberos, además de otros que resultaron lesionados y con afectaciones en la vista. Los compañeros dañados tuvieron que restablecerse en sus pr opias unidades, ya que se estaban produciendo incendios por sabotajes y vivíamos bajo amenaza constante de nuevos fuegos. Como caso relevante de este incendio, les cuento que, debido a las altas temperaturas de aquel infierno totalmente cerrado, de pronto se produjo un tiro de aire, e inmediatamente aparecieron llamas muy fuertes en el tercer piso, las que acorralaron al bombero Luis Mariano Mancebo, el cual amenazaba con tirarse desde esta altura, pues no tenía otra vía de escape. Al percatarse del problema, los compañeros que trabajaban la extinción por la calle Galiano, movieron rápidamente el carro escaleras de la unidad nº 2, rescatándolo con vida. En este incendio participaron las técnicas de todas las unidades de la Ciudad de la Habana, las provinci as de la Habana y Matanzas, incluyendo las de Pedro Betancourt. Incendio de los Ten Cents Testimonio del mayor Luis Álvarez Valdés, El Chama Una vez más los bomberos ponen de manifiesto su eficiencia y heroísmo al localizar y neutralizar entre las llamas el material inflamable utilizado para promover el incendio de grandes proporciones ocurrido en los Ten Cents de Monte y de Obispo, el 15 de mayo de 1961. En este incendio resultó herido el bombero Narciso O. Fernández. Testimonio de Humberto Lescaille El 14 de abril del año 1960, al atardecer, junto al bombero Adán Loó Gómez, participé en tareas de extinción. También trabajé con el primer pitón del carro M1, Ángel Machado. Aquel incendio tenía varios focos a la vez, con sustancias auto combustible (fósforo vivo), por lo que se desarrolló y propagó a gran velocidad lineal. La construcción se fue derrumbando poco a poco. Carecíamos de suficientes medios extinción y de sustancias extintoras. Tuvimos la pérdida de un carro cisterna, el cual fue ubicado de forma incorrecta y le cayó una pared encima. Testimonios de Juan Terry Ferrín, ex jefe Nacional de los Bomberos. Otro hecho importante fue el incendio de La Época, en aquellos tiempos la contrarrevolución utilizaba el fósforo vivo por los conductos de aire acondicionado, que cuando se apagaban al cerrar la tienda, subía la temperatura y comenzaba el incendio. Comenzó entre las siete y las siete y media de la tarde. Yo llegué temprano, aquello era un infierno, subí al tercer piso y las lengüetas de candela salían por los conductos del aire acondicionado. Allí estuvimos hasta el otro día por la noche en que se logró extinguir totalmente. Testimonio del mayor Luis Álvarez Valdés, El Chama El 14 de abril del 1961 nuevamente los bomberos ponen en tensión sus fuerzas, frente a la acción enemiga, cuando manos asesinas atentan contra la tienda por departamentos El Encanto. Esta vez no puede evitarse el desastre total y, en su lucha histórica por salvar las propiedades del pueblo, muere la compañera Fe del Valle. Salimos hacia ese lugar desde la unidad de Regla donde me encontraba. Hablando de hechos y siniestros de gran magnitud de aquellos años difíciles, pero de gran efervescencia revolucionaria, recuerdo a compañeros valientes y abnegados, como Entrialgo (el viejo Blee), jefe de la unidad de Corrales, Mario Morán, jefe de la unidad no. 2 Magoon, Raúl Rumbaut, de la escuela, Roberto Agramonte, Ángel Aragó, Huerta, Labrador, el chofer Postalita, Furé, Vento, Abelardo Crespo, Félix Alonso, Soto, Ángel Díaz, Seijas, Barreales, Juan Terry Ferrín, Estrada, Fermín Díaz Quintana, Vilabrille, Lescalle, Pampillo, Pablo Torres y muchos otros hermanos que lucharon a diario contra grandes siniestros. A todos, mi abrazo de hermano. Incendio en el periódico El Mundo: Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar Por las características propias de un incendio en una fábrica de periódicos, este resultó también de categoría Q – 103 (muy peligroso), según nuestra clasificación interna para la magnitud de los fuegos.

Se trataba de rollos de papel en grandes cantidades, tintas, pinturas, alcoholes y otros productos inflamables. Como sabotaje al fin, al periódico El Mundo le habían dado candela por los cuatro costados, o como se solía decir en aquella época, "un candelazo". Comenzamos a trabajar por varios puntos y con el carro escaleras E1; a dos bomberos más y a mí se nos ordenó subir por el carro escaleras y cruzar hasta una azotea colindante al periódico, con el pitón listo, para buscar un lugar por dónde penetrar al edificio. Ya en la azotea colindante, logramos romper una ventana y penetrar, aunque con mucho esfuerzo. Para hacerlo, había que cruzar un espacio entre el borde de la ventana y un tanque metálico, que ya estaba alcanzando altas temperaturas por las llamas del interior del local, que era un taller de impresión. Breves minutos después de haber penetrado, y encontrándonos pitoneando con mangueras de 2½ (le hace tremenda fuerza al bombero y es muy pesada para moverla), se produjo una gran explosión detrás de una puerta, que resultó ser de un almacén de tintas y líquidos inflamables. El local se tornó rojo, como un sol muy intenso, y las lenguas de fuego casi tocaban nuestras caras. Aquello se convirtió en un verdadero infierno. El espacio que tanto trabajo nos había costado ganar, parecía que se había estrechado. Los tres comenzamos a echarnos agua encima con el neblinero, y continuaban explotando tanques en el almacén. Aun no tengo bien claro, por lo estrecho del espacio por donde entramos, cómo pudimos salir, si salimos uno a uno, o los tres a la vez. ¡Qué sustoooo! Incendio en el Banco Nacional en construcción (Hoy hospital Hermanos Ameijeiras) Testimonio del Lic. Gabriel Alfonso Rodríguez En el incendio de grandes proporciones ocurrido en el edificio en construcción del Banco Nacional, donde se encontraban las bóvedas con el dinero del país —hoy hospital Hermanos Ameijeiras—, en medio de las difíciles acciones de extinción debido a la altura, me conmoví cuando al compañero Ángel Aragó, subiendo mecánicamente el carro escalera, se le trabó el pie, con peligro para su integridad física, lo cual nos mantuvo tensos durante el tiempo que trataban auxiliarlo. Se trabajó duro, se apagó el fuego y se rescató a Aragó. Testimonio de Bienvenido Caballero Se produce un incendio en el piso 12 del actual hospital Hermanos Ameijeiras, en este hecho quedó atrapado a esa altura en la escalera del carro de bomberos el compañero Ángel Aragó Delgado (fallecido ya), cuando intentaba salir del piso, pero se tomaron las medidas necesarias para evitar un accidente. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) Me encontraba yo con mi novia en un cine que había por el edificio Focsa cuando entraron dos ciudadanos y se sentaron detrás de mí, comentando la clase de fuego que había en la antigua beneficenc ia, donde se estaba construyendo el edificio del Banco Nacional. Al oír la conversación, les pregunto sobre el incendio y le digo a la novia: —China, vete para la casa, que hay un fuego grande y tengo que acudir. Ella me indica que yo estaba de franco de servicio, y que estaba vestido de civil, a lo que yo respondo: —El bombero es bombero, aunque esté durmiendo en su casa, y mi deber es concurrir a ese lugar. —Bueno —me dice—, entonces déjame en la casa, y le digo que no puedo, que se fuera sola, que yo iba para el incendio. Ella dice: —Chico, si me dejas plantada, aquí mismo termina nuestra relación. Si me haces esto de novia, ¡qué me harás después de casados! —no quiso comprender que mi deber estaba primero, y ello constituyó el fin de nuestra relación. Al llegar al siniestro, me percato de que toda la estructura de madera del edificio ardía, y me dirijo hacia el carro escalera ya emplazado en el lugar, tomo un pitón de combate o una línea de manguera de 2 1/2pulgadas y asciendo al carro escalera, acompañado de Ángel Aragó Delgado, quien cubría como mi retenida de manguera. Cerca de una hora después comienza a cederme la manguera y le digo a Aragó: "Cobra un poco de manguera para mejorar mi posición, pues no puedo dominar bien el pitón". Aragó introduce la pierna por el travesaño lateral de la escalera para poder recuperarla, pero alguien ordena allá abajo dar más altura a la misma, y entonces un pie de Aragó queda atrapado entre los peldaños. Palidece y me dice: "Ayúdame, Baldoquín, que tengo atrapado un pie", y estaba a punto de desmayarse. Yo, que apenas podía sostener el pitón por la presión de agua, y sin retenida de manguera en toda su extensión, introduzco una mano por una de las argollas del pitón de combate, y con la otra, sujeto a Aragó. Después yo mismo no explicaba cómo, si apenas podía con las manos dominar el pitón, ahora, ante aquella situación, sostenía el pitón con el antebrazo, aferrando la mano a uno de los peldaños de la escalera, y con la otra sostuve al compañero por tiempo prolongado, ya que fue necesario acopiar una cantidad de manguera de oxígeno y acetileno de varios equipos que había en el lugar, para empatarlos y llegar a todo lo alto de la escalera, para cortar dos peldaños con la antorcha, lográndose de este modo el rescate del compañero que estuvo un año aproximadamente padeciendo por la lesión.

Por la tensión nerviosa que provocó aquella situación, desde entonces llamo a este caso "Entre el amor y el deber". Testimonio Humberto Lescaille El 25 de abril de 1962 se produjo un incendio de grandes proporciones en la estructura del encofrado de madera del local en construcción del Banco Nacional de Cuba. Se trataba de un edificio de gran altura, por lo que fueron muy complejas las labores de extinción. Se presentaron en el lugar del incendio los comandantes Ernesto "Che" Guevara y Ramiro Valdés Menéndez. Testimonio de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) El fuego se desarrolló en los pisos 8 y 18, pero se extendió hasta el piso 19. En aquella época no existían los medios para combatir esta clase de incendio por las características del edificio, su altura, y porque las escaleras de un piso a otro eran de madera, y se prendían fácilmente. Con ayuda del winche que utilizaban los constructores, se subieron los bomberos con las mangueras disponibles, y luego se subió hasta el piso 17 con el carro escalera. El compañero Ángel Aragó combatía el fuego desde el carro, pero uno de los movimientos de la escalera le atrapó el pie. Duró más de una hora su rescate, cortando con acetileno los peldaños que lo atrapaban. Testimonio de Rafael Rodríguez (Rafaelito) Una noche, el cielo de la Ciudad de La Habana se iluminó, producto de intensas llamas provenientes del inmenso edificio en construcción para el Banco Nacional de Cuba, situado en la intersección de las calles San Lázaro y Belascoaín. Yo me encontraba franco, y al ver el cielo rojo desde el balcón de mi casa, llamé por teléfono a la Pizarra Central de los Bomberos. Al informarme de lo que estaba sucediendo, me presenté rápidamente a mi carro, el M1, q ue ya se encontraba en el lugar. El edificio entero, desde su base hasta el último piso, se encontraba en llamas. El andamiaje de madera que lo recubría por los cuatro costados ardía en su totalidad. En el interior del edificio había gran cantidad de material inflamable; planchas de playwood, cartón, pinturas, barnices, etc. Allí, todo ardía. Los carros bombas, como el B1 "Juan Abrahantes", con sus chupadores, succionaban directamente desde el mar, en el Malecón habanero, bombeando agua hacia el siniestro. Comenzamos a extinguir el incendio desde las primeras plantas y, empatando tramo a tramo, fuimos subiendo hasta el último piso. Quemaduras, asfixias, puntillas enterradas en los pies, golpes por desprendimientos, caídas y otros accidentes se sucedieron. Yo tuve que ayudar a sacar una puntilla que le atravesó el pie a un bombero. La puntilla salió por la parte superior de la bota. Uno de los momentos más dramáticos durante la extinción de este incendio se produjo con un accidente ocurrido en el carro escaleras, que se encontraba emplazado frente por frente al edificio en llamas, y en la punta de la escalera extendida se encontraba trabajando con el monitor (pitón fijo en la punta) el bombero Ángel Aragó Delgado. El mecanismo para maniobrar la escalera del E1 subía y bajaba de forma manual, funcionaba mediante unas grandes manivelas que servían lo mismo para recoger que extender la misma. Por ser este equipo ya viejo y con mucho desgaste, sucedió lo inesperado. Una manivela se saltó bruscamente y la última secc ión de escalera, al bajar, le trabó con todo su peso los pies al compañero Aragó, fracturándole los mismos. El inmenso dolor hizo que Aragó perdiera el conocimiento. Al darnos cuenta de lo sucedido, un grupo de bomberos subimos para auxiliarlo. Esta tarea fue ardua y difícil, ya que Aragó era un hombre bastante corpulento estaba desmayado. La extinción de este incendio duró desde temprano en la noche hasta casi el amanecer. Incendio en la Base militar soviética de Pinar del Río Testimonio de: Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Eran las 8:30 a.m. y yo me encontraba en el cubículo de la pizarra, cuando se escuchó por la planta que pedían ayuda. Le dije a Arnau: "Localiza la llamada", y me dice: "Jefe, es de Pinar del Río, piden ayuda urgente". Le ordené localizar a Dionisio López, jefe del Cuartel de Bomberos de Pinar del Río y no se encontraba, porque ya estaba en el lugar del siniestro. Supimos que al producirse el incendio los soviéticos solos no habían podido controlarlo, fueron al Cuartel de Bomberos de Pinar de Río para llevarse ellos los carros, pero el jefe de Cuartel se opuso rotundamente, y decidieron salir inmediatamente para allá juntos. Sobre las 9:00 a.m. seguían las llamadas por la planta, entonces decidimos enviar ayuda: el carro de Artemisa, el de Alquízar y el de Punta Brava, y a las 10:00 a.m. le dije a Félix Alonso: "Vamos para Pinar del Río". Félix, que era magnífico chofer y bombero de experiencia, me contestó: "En una hora y media estamos en Pinar". En las proximidades del pueblo de Consolación del Sur empezamos a ver cómo se iluminaba el cielo, y sentimos las explosiones. Félix pensó que eran fuegos artificiales. Al no saber exactamente dónde era el incendio, pasamos por el Cuartel, donde nos informaron que era en la Base rusa de Cohetes. Al llegar a la distancia de unos 500 metros, nos encontramos soldados rusos armados que solamente dejaban pasar a los bomberos. Allí estaba el Capitán San Luis, delegado del MININT en esa provincia, al cual tampoco dejaban pasar. Le di mi casco de bombero y entró con nosotros. Fue un trabajo muy difícil, pues no sabíamos qué se estaba quemando. No obstante, comenzamos a combatir el fuego de las rampas de lanzamiento, que era donde más se distinguían las llamas.

Estando allí nos encontramos con Dionisio, jefe de bomberos de Pinar del Río que nos comentó: "¡Esto está del carajo!" Cuando apagábamos las rampas y otros brotes de incendio, llegaron unos rusos que querían quitarnos las mangueras y señalaban que echaran agua en la tierra cercana a las rampas. Entonces apareció un cubano que era traductor y nos dijo que ese lugar era el más peligroso y que les hiciéramos caso, que ellos sabían lo que decían. Este fuego duró hasta el día siguiente. Cuando amaneció vimos a Dionisio que estaba herido en una mano, pero ahí, con todos los bomberos. Esa era la dignidad del jefe, seguir en el lugar del siniestro hasta el final. Testimonio de Bienvenido Caballero, ex chofer del carro M1 y ex jefe de Unidad En la base coheteril de la carretera La Coloma-La Wuatana, km. 8, Pinar del Río, hubo un incendio con explosión y en este lugar sucedió lo siguiente: solo podían pasar los bomberos, pero el jefe de Pinar del Río en este tiempo Capitán San Luis se puso el equipo de bomberos y pasó en el carro a la base… ¡qué clase de hombre! Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar Incendio en carpintería de la calle Zanja Al llegar al incendio en una carpintería en la calle Zanja, vimos que había un intenso humo saliendo por todas partes. Luego que el teniente Soto (Sotico) hizo una inspección al lugar, nos ordenó al primer pitón Luis Toledo y a mí que entráramos por la puerta principal y avanzáramos hasta el foco principal, que supuestamente se encontraba al fondo de la carpintería. Ya dentro, el humo comenzó a afectarnos, no se veía ni hostias, como diría un gallego, y Toledo me indica: "Rafael, pon neblinero (chorro de agua bien expandido, que crea una cortina protectora de agua, refrescante para el bombero) y pega la nariz al pitón, acércala al agua para que puedas respirar". Se oía el fuerte traqueteo de los materiales que se encontraban ardiendo potentemente, y no se veía nada. Ya habían transcurrido varios minutos y Toledo me dice: "Coge el pitón y no avances más, que voy a buscar relevo para los dos". Y allí me quedé. Los minutos comenzaron a transcurrir como siglos, y no venía nadie a relevarme. La oscuridad y el humo, el traqueteo del fuego y la tos mía… ¡Me estaba ahogando! Ahí me asusté y pensé que iba a morir asfixiado. Hasta llegué a pensar en lo joven que iba a morir (tenía 16 años) y me acordé de mi mamá. Solté el pitón y comencé a arrastrarme tratando de encontrar la salida, y solo lograba chocar contra las paredes. Escuchaba el sonido del agua de la neblina del pitón, el de las llamas ardiendo y el de mi tos. En un momento me quedé paralizado, acostado boca abajo y con la nariz queriendo hacer un hueco en el piso. En ese momento me acordé de algo que decían los bomberos veteranos: "Cuando estés perdido en un fuego, sigue la manguera, que ésta te llevará al carro", y así lo hice. No sé con qué oxígeno ni con qué fuerzas comencé a buscar el pitón (a ciegas), hasta que lo encontré, y comencé a seguir la manguera en dirección contraria al pitón, hasta que logré llegar a la puerta principal, al borde de la acera. Ya en la calle, con los ojos cerrados, continué arrastrándome y tosiendo (aferrado a la manguera). Ahí me recogieron mis compañeros. Ese día, yo salía de franco y no tenía que haberme montado en el M1, pero quería aprender a ser bombero de verdad. Realmente ese día aprendí una gran lección: Cuando estés perdido en un fuego, sigue la manguera. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) Incendio en la Maderera de Luyanó Era un incendio de grandes proporciones, donde las llamas se propagaban rápidamente hacia el almacén de combustible y lubricantes. Se produce el temor ante una posible explosión y comienzan a abandonar sus puestos algunos compañeros y ciudadanos que combatían a nuestro lado. Nuevamente recuerdo los consejos del Capi y suelto algunas voces fuertes, el compañero Francisco Guzmán Figueroa (Chin) se incorpora junto a mí, y entonces la tropa avanza hasta controlar y extinguir el incendio. Incendio en la colchonería Lavín En aquellos tiempos no parábamos un instante, constantemente se producían incendios. En esta zona de la calle Infanta tuvimos varios incidentes, uno en los almacenes de madera y en la carpintería; otro, al que bautizamos Papel y Tinta; y muy cerca, una fábrica de fósforos y la colchonería Lavín. Papel y tinta fue un fuego interesante, ya que intencionalmente quemaron los almacenes donde se guardaban las grandes bobinas de papel para producir alguno periódicos y revistas, y tanques de 55 galones y otros más pequeños de tintes variados. Lo más significativo de este incendio era que habíamos echado tanta agua, que ya nos estaba llegando al pecho, pero por encima del agua, la tinta y los colorantes flotaban encendidos, produciendo un bello colorido policromo acompañado de peligrosas llamas. Recuerdo que con los brazos y manos apartábamos el fuego, accionándolos a modo de remos. La candela flotaba por todo aquel mar de agua echada por nosotros mismos. Producto de la tinta que absorbió mi cuerpo y que no tenía cómo limpiármela, recurrí a lavarme todo con un cubo lleno de gasolina y una estopa, me metí en un estrecho baño que había en la pizarra de Corrales. Esta friega duró un buen rato. Aproximadamente una hora después de salir de la jefatura, un carro patrullero detectó que en el semáforo de Infanta y Zanja mi auto se encontraba parado conmigo dentro totalmente inconsciente, recostado al timón, y no había forma de despertarme. Me llevaron de urgencia al hospital Calixto García, donde me pusieron sueros y determinaron que estaba intoxicado con plomo en la sangre. Poco tiempo después se produce un incendio de gran intensidad en la colchonería Lavín, Este incendio se caracterizó por su rapidísima propagación: todo ardía a la vez y en minutos. Lo más importante que recuerdo es que me encontraba explorando el techo, subido en el carro escaleras. Rafaelito Rodríguez Escobar y otro compañero se encontraban con una manguera atacando el incendio desde una de las ventanas que daba a la calle lateral de la colchonería, los dos se encontraban con una pierna dentro del local en llamas y el resto del cuerpo fuera. Cuando voy subiendo les advierto que tengan cuidado, que voy a explorar el techo, que las vigas eran de madera y que en esos momentos ardían fuertemente.

Me bajé en el techo y logré caminar como quince metros: ya las llamas afloraban por dos lugares a la vez. Cuando me disponía a seguir avanzando, veo que cerca de mí el techo comienza a abrirse poco a poco y a salir humo, y después fuego intenso a gran velocidad. Raudo y veloz, corro y doy un salto, me lanzo hacia la escalera que se encontraba bastante separada de la pared, gritándole a Rafaelito: "¡Rafa, tírense rápido, que el techo ya viene abajo, tírense, tírense!" Ya a salvo en la escalera, vi aquellos dos bultos lanzarse y estrellarse contra el piso. Pronto vinieron varios compañeros y los llevaron de urgencia al hospital, donde pasaron varios días, creo que más de quince, todos golpeados y con algunas fracturas de huesos. Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar (Rafaelito) Este siniestro se produce en una fábrica de colchones donde habían abundantes materias primas inflamables y de rápida combustión: tela, huata, hilos, tintas, etc. La colchonería estaba compuesta por una gran nave con paredes de mampostería, pero las puertas, ventanas y hasta las vigas y viguetas del techo, que formaban un a gran estructura, eran de madera. Es decir, todo era madera y material combustible. Al alcanzar el incendio toda la nave, una temperatura tremendamente alta se apoderó de ella, comenzando a arder las enormes vigas del techo. Estas comenzaron a desprenderse, incendiadas, de sus soportes, y a caer sobre el piso de la fábrica, que se convirtió en un infierno de telas, huata y maderas ardiendo. Ya se había desprendido el segundo piso dentro de la nave. Castillito y yo estábamos subidos en el borde de una de las grandes ventanas con un pitón del carro M1 echando agua hacia adentro. Nos encontrábamos apoyados en los marcos verticales de la ventana y sosteniendo entre ambos el pitón. De pronto sentimos un gran estruendo en lo alto: una viga inmensa de madera, totalmente en llamas, se había desprendido de la pared, y una punta de ella venía cayendo directamente al mismo borde inferior de la ventana donde estábamos Castillito y yo. Al ver aquello, le grité a Castillito: "¡Salta!", en el mismo momento en que él también me decía: "¡Salta!" Rápidamente miramos al unísono la altura en que nos encontrábamos en relación con la calle y, sin pensarlo dos veces, saltamos. La nave era de puntal alto, y la altura de la ventana era, más o menos, como de un tercer piso. Si no hubiésemos saltado a la velocidad de un rayo, yo no estaría haciendo el cuento, nos habría aplastado aquella enorme viga, o nos hubiese tirado al interior de la nave, que en ese instante era un infierno en llamas. Producto de la caída, Castillito se fracturó una pierna y un pie. Yo, con más suerte, no tuve fracturas, pero estuve más de quince días de reposo, con los pies en alto, porque se me hincharon los tobillos como dos melones. Incendio en el Ministerio de Comercio Exterior (MINCEX) Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar (Rafaelito) El edificio del Ministerio de Comercio Exterior echaba humo por todas partes, pero no se veía llama alguna. Se encontraba cerrado herméticamente y no se podía entrar por ningún lugar, por las características de su construcción. El humo continuaba saliendo cada vez más por las ventanas de las plantas superiores, es decir, el incendio dentro del edificio continuaba ganando fuerzas con cada segundo. En la entrada principal, situada por la calle 23 había grandes piezas de grueso y fuerte cristal, colocadas de forma permanente, que no se abrían y que cubrían la fachada por los dos lados que conformaban la esquina del edificio. Es entonces que Robertico — así le decíamos todos a nuestro jefe— me ordena derribar con el hacha grande de combate los cristales. Con múltiples y fuertes golpes, entre varios compañeros logramos derribarlos uno a uno, produciéndose gran estruendo en la caída, y desintegrándose al tocar el suelo. Después de derribar los cristales, penetró un fuerte golpe de oxígeno, avivándose intensa y rápidamente las llamas, y dándonos la posibilidad de localizar los focos del incendio y combatirlos directamente. Al caer los cristales, salió un intenso calor de dentro del gran local, y cuando entramos al lugar, aquello era el puro infierno. El fuego se había concentrado principalmente en las estanterías que guardaban documentos, libros contables, y también en las áreas de archivo. La rápida actuación evitó que las llamas se propagaran a los pisos superiores y que se perdieran valiosos documentos. Incendio en un parqueo de vehículos en La Habana Vieja: me encontraba de recorrido por la ciudad, mostrándole las unidades de Bomberos a uno de los Jefes de Bomberos de la República Democrática Alemana, cuando Pire, nuestro chofer me llama con urgencia al carro, Robertico, al parecer hay un súper fuego cerca de la Comandancia de la Policía y el control de radio solicita que usted se dirija al lugar urgente, ya que existen complicaciones. Salimos raudos y veloces hacia el lugar. Al parecer aquel alemán se encontraba un poco asustado. Cuando llegamos al fuego, ya tenía mi capa casco en mano y Salí del vehículo a toda marcha, me introduje por la puerta principal de aquel infierno. Se trataba de un almacén de varios pisos de altura, que servía de almacenamiento de autos en la Habana Vieja, donde se producía un incendio de grandes proporciones. Aquello era un volcán en erupción, con múltiples carros explotando, y dos de sus plantas ya se encontraban ardiendo llenas de automóviles pequeños, creo que su marca era SAP o algo parecido, con los tanques de combustible que ardían y explotaban uno tras otro. De pronto, del piso superior, se escuchan alarmantes gritos pidiendo auxilio; los gritos partían de los pitoneros que combatían desde la entrada del local del tercer piso, el incendio. Subí corriendo a toda velocidad y me informaron los compañeros que había un hombre atrapado muy cerca de las llamas y de los autos explotando y que su vida corría peligro. Les pedí que me indicaran dónde estaba el bombero y les oriente que me mojaran con agua en neblina, (cortina protectora de agua refrescante para el bombero) y entré al lugar, lo localicé por su fuerte y constante tos, cerca de nosotros exploto un carro y aquello se ilumino como si fuese de día, el compañero se encontraba recostado a un auto, en esos instantes el calor era insoportable, puse su brazo sobre mi hombro y lo fui arrastrando hacia fuera, protegiéndolo de las llamas y el calor, así lo pude sacar de aquel infierno, semi asfixiado, tosiendo y vomitando los dos constantemente, se trataba nada más y nada menos que del ¨Loco Baldoquín¨. El alemán, que el traductor y uno de nuestros jefes lo habían llevado cerca de la zona, donde yo había entrado, cuando me vio salir con el compañero casi a rastras, tosiendo y vomitando, se emociono y me decía que los bomberos cubanos eran uno valientes, que en su país ellos no entraban a los fuegos, que combatían con Monitores y Pistones desde afuera y desde los carros escaleras. Después donde quiera que tenía que hablar o explicar algo sobre el tema de los bomberos, mencionaba esta forma nuestra de trabajar, elogiando a nuestros hombres. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) Rescatador rescatado Este fue un incendio que se produjo en un parqueo de vehículos en La Habana Vieja, con un enorme volumen de gases tóxicos producto de la combustión, de allí sacamos al compañero Francisco Guzmán Figueroa (Chin) semiinconsciente a consecuencia de la gran cantidad de humo, y después penetro yo por el mismo lugar para combatir las llamas y entonces es el jefe de la Dirección, compañero Roberto Valdés Martínez (Robertico) quien me rescata a mí, también semi inconsciente. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) Dos bomberos en aprietos Se produce un incendio de grandes proporciones en un gran depósito de materias primas y rastro de autos en desuso, ubicado en la continuación de la calle Arroyo, a un costado de las faldas de Castillo de Atarés. Acudo al lugar acompañado de un joven bombero recientemente incorporado bajo mi mando, Rafael Rodríguez Escobar (hijo de un viejo compañero). Las llamas eran tan intensas que el chorro de agua con que combatíamos parecía evaporarse antes de tocar la base de las llamas, seguido de Rafaelito brincamos una cerca de alambre y nos encaramamos en los techos de los vehículos que allí estaban; de pronto se produce un brusco cambio en la dirección del viento y las llamas avanzan en nuestra dirección, además las altas temperaturas motivan el incendio de los vehículos donde estábamos encaramados. Aquella situación se torna muy difícil para los dos, las llamas nos rodearon, y solo teníamos una línea de manguera con la que ambos accionábamos, teniendo que protegernos con el chorro de agua y a la vez atacar las llamas, protegiendo, además, la propia línea de manguera.

Retrocedemos hacia la cerca y trato de saltar afuera, pero quedo enredado en unos alambres de púas, Rafaelito solicitaba mi apoyo constantemente y yo le contestaba: "¡Coño!, aguanta un poco, ¿no ves que estoy trabado y no puedo maniobrar?" Momentos después llegaron otros carros de apoyo y logramos salir de la situación. Otro hecho en que pasamos una situación muy difícil el mismo muchacho y yo fue en el incendio por sabotaje en la antigua colchonería Lavín, en que nos vimos atrapados por las llamas y el desplome de una parte de la edificación y casi nos aplasta una viga que se desplomaba. Testimonio de Rafael Rodríguez Escobar (Rafaelito) Incendio en Arroyo y Chamorro En un lugar cerca de esta dirección había un inmenso parqueo de autos y otros medios de transporte. Era un incendio de grandes proporciones por la cantidad de vehículos allí estacionados, y, evidentemente, se trataba de un sabotaje, ya que ardían los carros por las cuatro esquinas y, por tratarse de un sitio completamente abierto, con el aire batiendo plenamente, era imposible de atacar por la entrada principal. El jefe del carro M1, Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín), hombre de probada valentía, ordenó que cruzáramos una cerca de alambre que había por la calle Arroyo, y que era el único lugar por donde podíamos penetrar con el viento a nuestro favor. Baldoquín fue el primero en escalar la cerca, y cuando se disponía a bajar de la misma, se produce una explosión en uno de los vehículos en llamas que se encontraba junto a la cerca. En ese preciso momento el aire comenzó a batir en nuestra contra, por lo que comenzamos a echar agua con nuestros pitones al compañero Baldoquín, al que se le había enganchado la capa en un alambre de la cerca. Fue un momento de gran dramatismo porque las llamas le daban prácticamente en el rostro. Momentos de angustia se vivieron, porque a cada momento las llamas lo castigaban tanto, que su capa comenzó a incendiarse, y nosotros co ntinuábamos rociándole agua. Felizmente el aire cambió de dirección y pudimos rescatar a nuestro valiente Baldoquín, quien, con su sonrisa habitual, nos dijo: "Por poco se me jode la capa, y no hay otra". Ese día me percaté de que mi jefe de carro era un valiente bombero. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) Incendio en el garaje Pelucol En el garaje Pelucol, ubicado frente a las faldas del Castillo de Atarés ardía una rastra de cinco mil galones de gasolina y un tanque vertical de aproximadamente veinticinco mil. Durante el combate en el tanque, producto de las altas temperaturas, se deteriora una especie de tapón de su parte inferior, y las llamas aumentan vertiginosamente. Entonces alguien grita: "¡Cuidado, que ese tanque va a estallar!", y se crea el pánico entre muchos de los combatientes. Cuando veo que algunos abandonan los pitones de combate trasladándose al exterior de la nave, me vienen a la mente los consejos y enseñanzas del Capitán Blee sobre el ejemplo y la conducta del jefe y grito: "¡Coño, qué pasa, cómo se van a acobardar, esto es nuestro y hay que salvarlo!" Inmediatamente se incorpora el compañero Ángel Esquivel Yedra, segundo jefe de departamento, y dice: "Se las tendrá que ver conmigo el que abandone su servicio" Entonces nosotros dos avanzamos hacia el interior con pitones de combate, y el resto de los muchachos reacciona y se va reincorporando hasta que logramos su total extinción. Es de señalar que contiguo a ese garaje había un local que fue de una ferretería y en ese momento era utilizado por las patrullas de Orden Público como almacén de armamento y municiones, lo que constituía un grave peligro. En ese tiempo no contábamos con FOAM o espuma, producto especial para apagar incendios en combustibles, por lo que trabajábamos ese tipo de incendio con neblineros o sprinkler, aumentando el riesgo para los bomberos actuantes. Incendio en centro de despacho de combustible Un día voy en el carro de la Dirección de Incendios por la calle que conduce a la patrulla de la PNR. y de pronto veo a varias personas que salían corriendo al medio de la calle y, simultáneamente, advierto un destello tras del cual se alzó a gran altura una inmensa llamarada. De inmediato desvío mi auto hacia el lugar, se trataba de un servicentro. Coloqué el auto a una distancia prudencial: una de las bombas de gasolina había comenzado a arder en el momento que yo pasaba. Con urgencia abrí el maletero de mi carro donde llevaba varios extintores grandes y medianos, atacando de frente el incendio hasta su total conclusión. Algunos de los compañeros presentes me ayudaron y me pasaban los extintores según se me iban agotando; al finalizar, aquello parecía una gran fiesta pues la gente me felicitaba y me elogiaba. Lo que ellos no sabían es que yo era el Jefe de los Bombero y que, de todas formas, me hubiera tenido que enfrentar al fuego si se hubiese propagado. Testimonio de Bienvenido Caballero, ex chofer del carro M1y ex jefe de Unidad Se produce un incendio en un barco anclado en la bahía, su labor fue muy compleja, la misma no se pudo realizar en el lugar que se produjo, teniendo que sacarlo de la bahía tirado por un remolcador y dejarlo quemar, pues era imposible su extinción. Otro barco soviético que se incendió en la bahía si pudo ser extinguido aunque fue de gran complejidad teniendo que trabajar arduamente, pues estos incendios son difíciles y peligrosos para la vida. En otro incendio, que también fue extinguido, murió un marino soviético por una explosión de gas. Aquí los bomberos tienen que ser muy diestros, como en todos los incendios. Durante el incendio en la Planta de Plásticos de Aldabó, el vice ministro del organismo al que estaba subordinada esa planta y el jefe de producción de la misma nos alertaron del súper peligro que se estaba corriendo en aquel lugar, ya que las neveras se encontraban cargadas de productos muy volátiles, algunos de ellos explosivos y ya el incendio había rajado una de sus paredes. Dentro de una de los almacenes se encontraba un fuerte cargamento de amoniaco, según nos informaron aquellos dirigentes. Estas manifestaciones de alerta que siempre agradecíamos, llevaban implícito un mensaje tenebroso para nuestros hombres, quienes, con nervios de acero y valor excepcional, no se amedrentaban. Siempre nos tocaba la misión de entrar a los lugares, por peligrosos que estos fuesen. El país se encontraba en una situación económica difícil y no nos podíamos dar el lujo de perder productos, ni aquel barco o aquellas mercancías, materias primas, combustible, equipos, proyectiles u otros medios productivos. Había que correr todos los riesgos que se presentaran, había que entrar y vencer. Así han sido, y son, nuestros bomberos. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) Fabrica de Plásticos Aldabo Este es un incendio de gran magnitud que se produce en una fábrica de plástico del municipio de Boyeros. Llego al lugar y observo que por una ventana de la planta alta podía penetrarse hacia el interior, mirando una posible vía de cortar la propagación de las llamas en ese sector, consulto al jefe de la Dirección, Roberto Valdés Martínez, y al segundo jefe de departamento, Francisco Guzmán Figueroa, pero ambos desaprueban mi propuesta, señalando la existencia de temperaturas muy elevadas y la posibilidad de que se desplomara la placa de la primera planta. A pesar de las advertencias de mis superiores, persisto en mi idea y busco una vieja escalera de madera de una fábrica contigua. Me dirijo a una de las vías de acceso de la técnica de apoyo que concurría al lugar y solicito una línea de manguera de 2½ pulgadas con su correspondiente pitón de combate, instalo la escalera a la ventana de la planta alta y escalo con el tendido y el pitón de combate hasta allí, solicitando que me suministraran el agua. La presión y el peso de la línea de manguera quebraron la escalera y quedé colgado de la ventana. Las personas allí agrupadas advierten al mando de mi situación y llega Chin y me grita: "¡Cabrón, te voy a tener que meter preso, te dije que no lo hicieras".

Llegó entonces Robertico y me dijo lo mismo, pero yo seguía colgado de la ventana. A la sazón me ponen una escalera de extensión, pero, en vez de bajar, penetro en el interior con mi línea de manguera y, siguiendo enseñanza de Entrialgo, busco la parte de los elementos de apoyo y ce rramiento de la construcción del edificio, tratando de sofocar las llamas. En los minutos posteriores se produce un gran desplome de la placa de la planta alta, tal y como lo había previsto Robertico, quedando yo pegado a las paredes de carga en una situación muy embarazosa. La planta baja semejaba un enorme horno, casi no podía moverme del lugar, sostenía mi línea de manguera, pero sin poder maniobrar. Llegué a pensar: "Ahora sí me llegó el último momento". Por suerte, apareció el compañero Bienvenido Caballero Navarro quien me ayudó a salir de aquella tan peligrosa situación. Entonces recordé un viejo refrán: "Quien no oye consejos, no llega a viejo". Incendio en la Planta de Plásticos de Aldabó Testimonio de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) En ese fuego se utilizó casi toda la técnica de que disponían los bomberos para combatir los siniestros. El fuego fue complejo, por las sustancias que ardían y asfixiaban al personal. El humo y el aire traían partículas de productos plásticos, que se clavaban en la cara y en los brazos como alfileres. Un muro alto cercaba el almacén, un bombero se trepó con una escalera para combatir el fuego desde ese sitio, aún en contra de la orden de sus jefes. Debido a esto se quedó colgado del muro y hubo que traer una escalera para bajarlo (ese fue el Loco Baldoquín, quien siempre quería ser el primero en arriesgarse). Barco cubano Aracelio Iglesias. Me informan desde el control de radio del Puesto de Mando: Robertico, se está produciendo un fuego de gran intensidad en un barco carguero de bandera cubana y el jefe de la unidad actuante reclama su presencia lo antes posible, el incendio es complejo y de gran intensidad. Mande que localizaran muy urgente a Chin y al compañero Ángel Arago y a Félix Alonso. Al llegar al lugar, el jefe de la unidad, me dio su apreciación sobre la situación operativa existente, los recursos de apoyo solicitados y las instrucciones que tenía cada una de las dotaciones de los carros actuantes. El ambiente se estaba complicando, y de los diferentes frentes donde se combatía nos llegaban noticias poco alentadoras sobre el desarrollo del incendio a bordo. Ya habían llegado bastantes carros pipas y otros de las diferentes especialidades, además de las bombas American La France, con el destacado bombero Félix Alonso al frente, el cual, de inmediato comenzó a preparar servicios para tomar agua desde el mar. El barco se encontraba bien cargado, y el incendio, en plena propagación. Estábamos encima de un volcán que comenzaba su erupción de forma violenta y éramos bien consientes del riesgo que corríamos. Me reuní con los jefes que tenían misiones asignadas y tomamos decisiones precisas sobre qué hacer en cada zona. De esta reunión sacamos claro que había que cortar con soplete la proa y abrir un boquete por la parte del mar. Para esta tarea localizamos un especialista del barco de inmediato, para que nos indicara por dónde se podía abrir, de forma tal que no se lesionara el barco y los bomberos pudiesen atacar el fuego. Se orientó atacar de inmediato por esa posición con todos los medios, apoyados por medios adicionales que estaban llegando, para abrir ese nuevo frente con el máximo de recursos. Creo que le asigné esa misión a Chin, valeroso compañero y mi segundo al mando. También sacamos la conclusión de que urgentemente teníamos que explorar la parte central del barco. En ese momento llegaron dos compañeros explicando que por la parte central se estaban intensificando el calor y el humo. Les dije que ocuparan los lugares asignados, que yo exploraría por la zona central. Chin se opuso a que yo cumpliera esta tarea y se auto propuso, alegando que él tenía más experiencia y que las bodegas de los barcos eran extremadamente peligrosas. Entonces Aragó dijo que no me dejaría entrar solo, que bajaría conmigo. Yo acepté, alertándolo de que podríamos tener dificultades. Le dije: "Aragó, si te pasa algo allá abajo, yo no puedo contigo, tú pesas mucho y no tendría forma de sacarte de ahí". (Era un gordo bien pesado. Falleció hace pocos años). —Jefe, yo iré con usted —me dijo. Todo lo que estoy contando sucedió en poquísimo tiempo, ya que en los fuegos el tiempo es quien manda, sobre todo en la elevación de las temperaturas y en la propagación. Al final, le dije a otro valeroso bombero, José Manuel Lee Marrero: —Chino, tú vienes conmigo, busca una soga fuerte que vamos directo al infierno. Por una puerta lateral de la parte superior comenzamos a bajar; dentro, un humo constante caliente ya nos comenzaba a sofocar y molestar. Yo iba delante, Aragó me seguía muy de cerca y el Chino Lee detrás de nosotros. Lee traía una gruesa soga enrollada en el cuello y un hacha de las grandes. Bajábamos los tres: capa, casco y linterna en mano. Desde arriba los compañeros nos seguían con chorros de agua abiertos en forma de cortina para refrescarnos y aliviarnos del calor, lo que a la vez convertía en más pesada y peligrosa nuestra bajada. Al llegar abajo nos encontramos una compuerta de hierro, cerrada con un timón metálico bastante grande. Fui directo a abrir la compuerta, agarré el timón con ambas manos y las tuve que retirar a toda velocidad y con intenso dolor, pues se encontraba súper hirviendo y me produjo quemaduras instantáneas. Nuevamente comencé a abrir, pero ahora auxiliado por mi gruesa capa, a la que tuve que soltar los ganchos de cierre y expandir las dos partes delanteras para poder, con ella, agarrar el timón. Al abrir mi capa sentí que me estaba asando, el calor me penetró al cuerpo intensamente, pero continué y la pude abrir con facilidad. La compuerta daba a la sala de máquinas del barco y en ese lugar era precisamente donde se encontraba el corazón de aquel incendio. De adentro surgieron intensas lengüetas de fuego, rugiendo y acompañadas por nubes de humo color rojo-amarillo-naranja y gris, que sofocaba, además de portar terrible calor. —Por aquí es la cosa —les dije a Lee y Aragó, y de inmediato cerré la puerta, ya que el calor estaba acabando con nosotros. La puerta comenzaba a doblarse por la temperatura que había en el cuarto de máquinas. La escalera también se había pandeado un poco. Mandé a Lee que subiera y le dijera al puesto de mando que urgentemente enviaran todos los hierros hacia aquel lugar y que había que atacar por allí, que era la zona principal. Lee subió y bajó a la velocidad de un cohete. Con esa puerta ya cerrada, Aragó y yo nos dirigimos rápidamente a la parte contraria para ver la zona contigua. Por el otro lugar todo estaba en orden, no había fuego, entonces decidimos subir para organizar las fuerzas y el ataque por aquel lugar. Lee me preguntó: —Jefe, ¿usted se siente bien? —Creo que sí —le contesté. —Tiene la cara roja como un tomate maduro y con ampollas —me dijo. Instintivamente miré a Aragó, para ver si también estaba colorado.

Efectivamente, estaba súper rojo, pero en ese mismo instante, dentro de aquel humo abrasador pude ver que el color rojo comenzó a ligarse con amarillento-blanco, y Aragó se puso muy pálido y, de pronto, se desplomó, cayendo al metálico y caliente suelo como un pesado bulto. Sucedió lo que yo me había imaginado, Aragó se desmayó ¡en qué momento y en qué lugar! —Corre, Lee, que si no andamos rápido nos haremos chicharrón en poquito tiempo. Grítales a los compañeros lo que ha pasado y que le avisen a Chin urgente, y refresquen más esta zona, a ver si logramos subirlo. El Chino Lee, gritando, explicó la situación a los compañeros que estaban en la parte superior cubriéndonos con neblina de agua. De pronto sentimos un fuerte estruendo y más calor que antes, pero al final nunca supimos qué sucedió. Chin me gritaba desde arriba que ya estaba allí, y que tenía más mangueras y agua para bajar y abrir la puerta. Lee le dijo que primero trataríamos de sacar a Aragó, pues la escalera se estaba pandeando. Amarramos a Aragó por las piernas y, con un lazo en la cintura, pasándolo por debajo de las axilas, se comenzó el izaje de aquel gordo, que pesaba enormemente y se encontraba totalmente desmadejado. Chin envió dos bomberos bien fuertes para que nos ayudaran, Lee iba delante guiando la soga y empujando con una mano el cuerpo tambaleante para evitar que se golpeara. Yo me coloqué detrás de Aragó empujándolo hacia arriba para que pesara menos, lo que me produjo un fuerte dolor en las palmas de las manos , que al parecer las tenia bien lastimadas y ampolladas. Me aparté y di paso a los que llegaron frescos para que lograran elevar el cuerpo de Aragó; ya que me encontraba totalmente agotado, el calor insoportable había hecho sus efectos sobre mí y sobre Lee, quien también se veía sumamente agotado. Los dos comenzamos a toser fuertemente y yo vomité dos veces; realmente, llegué a pensar que no saldríamos vivos de aquel horno a máxima temperatura. Al fin se logró sacar a Aragó de aquel dantesco lugar y todos salimos de allí. Los médicos le pusieron a Aragó algo para que exhalara por la boca y nariz y lo inyectaron, su cara estaba despellejada, llena de pequeñas ampollas y de color rojo escarlata: se lo llevaron de urgencia para un hospital. A Lee y a mí los médicos nos esperaban con oxígeno, que nos aplicaron en cuanto salimos, nos echaron una crema o pasta en la cara, posteriormente los compañeros de aseguramiento nos dieron un pomo de leche fría a cada uno, que nos revivió de inmediato. Chin ya había organizado la extinción por aquel lugar. Yo expliqué en detalle al compañero que iría al frente del pequeño grupo la situación de la escalera, la temperatura del timón y de la compuerta y la dirección principal del fuego. En la parte delantera del barco, ya se habían controlado las llamas por el hueco abierto y ahora todo se concentraba en el cuarto de máquinas. Al rato comenzó a ceder la temperatura y el humo blanco indicaba que estábamos venciendo aquel poderoso incendio. —¡Qué susto pasamos! —dijo Lee en voz alta a quienes nos acompañaban. Al hacer el recuento, nos encontrábamos los tres con la cara despellejada y ampollada, casi no teníamos cejas ni pestañas, yo tenía quemaduras en las palmas de las manos y los dedos inflamados y ampollados; Lee, mucha tos, ya que había perdido un pulmón, producto de los gases y de la soldadura eléctrica, cuando construimos el primer barco de bomberos, ¨Victimas de la Coubre¨ El fue el soldador principal. Los tres habíamos pasado el susto del siglo. Testimonio de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Fuego en el barco Camilo Cienfuegos y el remolcador en el muelle de la refinería Ñico López Este fuego se presentó a las doce del día, el barco estaba prendido por la parte de los camarotes y las oficinas. El peligro mayor estaba en las bodegas de combustible, que ya estaban vacías. Si el fuego llegaba a ese lugar, la explosión hubiera sido terrible, tanto para los bomberos y los trabajadores que estaban dentro del barco, como para la refinería. Cuando estábamos analizando la situación, el compañero Alonso (hijo) me dice: —Despreocúpese, jefe, que vamos a parar el Capitolio. Del remolcador murieron tres compañeros, entre ellos, el capitán. Así fuimos y seremos siempre los bomberos. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) La lancha de Guarda fronteras Se produce un incendio en una lancha artillada de FGF, atracada en los muelles a un costado de la Alameda de Paula. Llego al lugar, al frente del carro M-1, en los momentos en que la lancha era desatracada del espigón para trasladarla fuera de la bahía, ante el peligro de explosión y propagación de las llamas hacia otras embarcaciones pesqueras surtas en el espigón. Ya se alejaban con la lancha y les grito: "¡Carajo, traigan esa lancha para acá, que es un medio de nosotros y hay que salvarlo, o meto preso a los responsables!" Logré que dirigieran nuevamente la lancha al espigón y, saltando entonces a la cubierta con la línea de manguera, me introduje en ella. Tras varios movimientos logré la extinción de las llamas, salvando la lancha al tomar una rápida decisión. Testimonio de: Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Incendio en un barco en la Bahía de Matanzas Este barco traía materiales para la producción de neumáticos y algunos instrumentos médicos. Al llegar a los muelles, ya venía con fuego en las bodegas. Traía mucho humo negro y pocas llamas. Se habló con el cap itán del barco quien dijo que el material que contenían las bodegas era tóxico. Se le pidió el plano de las bodegas y se comenzó la extinción, pero las horas pasaban y no se sabía qué estaba ocurriendo dentro, para analizar la estrategia a seguir. Algunos bajamos amarrados por la cintura, con la contraseña de que, si dábamos dos tirones a la soga, tenían que subirnos. En mi caso, quedé atrapado y, tratando de zafar la soga, la halé varias veces. Poco faltó para que me partieran por la mitad tratando de subirme a cubierta. El sargento Martínez se intoxicó tanto, que después padeció de los pulmones. En esa etapa, el trabajo de los bomberos se hacía muy difícil, como en este caso, en que el jefe de los Muelles quería sacar el barco fuera de la bahía para hundirlo. Esto provocó una gran discusión y le hicimos saber que, en estos casos, la decisión la tomaba la Dirección de Incendios. El fuego duró 24 horas, pero no hubo necesidad de hundir el barco. Testimonio del Tte. Coronel, Enrique Mederos García Incendio en un barco soviético, surto en el Puerto de Matanzas. Un día del año 1968 a las 14:45 horas, se recibe el aviso de que un barco de nacionalidad soviética, surto en el puerto José Luis Dubrog, de Matanzas, cargado con nitrato de amonio, se encontraba ardie ndo. Al presentarme en el lugar, como jefe de extinción de incendios en la provincia, comprobé que la bodega central del barco combustionaba y de la misma salía una densa columna de humo y gases altamente tóxicos. Cuando arribamos al objetivo, la tripulación soviética combatía heroicamente el siniestro con sus medios y la cisterna contra incendios de la propia nave, además de quedar muy pocos marineros, pues la mayoría habían sido evacuados hacia el hospital provincial por presentar síntomas de asfixia e intoxicación. La situación era altamente compleja y existía riesgo de contaminación ambiental en la ciudad, por lo que tuvimos que proceder a la evacuación de parte de la población de los barrios de Versalles y Playa. Las autoridades de la provincia plantearon que se remolcara la embarcación hacia alta mar, se le abriera un hueco con autógeno y se hundiera.

Nosotros, de acuerdo con la tripulación del barco y contando con nuestros medios y los del propio buque, propusimos, y fue aprobado, que se trabajara en e l lugar hasta la total extinción del incendio, lo cual se realizó en tres horas y veinticinco minutos a partir de nuestra llegada. El resultado final fue de sesenta y cuatro personas asfixiadas durante las labores de extinción y en las proximidades del lug ar. Casi al final del trabajo, durante una última exploración a la bodega afectada, se me agotó el oxígeno de la careta de respiración, por lo que tuve que quitármela con urgencia y no logré llegar afuera por mis medios, siendo rescatado e ingresado también en el hospital provincial. Testimonios de Juan Terry Ferrín, ex chofer del carro M4 y ex jefe Nacional de los Bomberos Un hecho significativo fue un incendio ocurrido en un barco anclado en la bahía de Matanzas, donde concurrimos con tres carros de la Ciudad de La Habana. Dicho barco estaba cargado de nitrato de amonio, producto altamente explosivo y tóxico, lo que provocó que treinta hombres de las dotaciones de los carros tuvieran que ser ingresados con urgencia, por envenenamiento, producto de los gases de la combustión. Testimonio del Lic. Gabriel Alfonso Rodríguez Se produce un incendio en un barco anclado en las inmediaciones de los muelles de Regla, en horas de la madrugada. Fui para el lugar con el compañero Ángel Aragó. Como el barco de incendios se demoraba en arribar, Aragó decide llegar en un bote. Subimos a la motonave, y con los extintores del barco iniciamos la extinción. Tomé uno de ellos y cuando lo dirijo a la llamas, me doy cuenta de que estaba vacío, pues solo echó aire. Me lanzó una lengua de fuego que me alcanzó la mano y el brazo izquierdo, produciéndome quemaduras graves. Me sacaron en el mismo bote y en el jeep de Aragó fui trasladado al hospital Clínico Quirúrgico. Cuarenta y cinco años después, aun conservo en mi mano las huellas de aquellas quemaduras. Otra vez acudimos a los muelles a extinguir un incendio en un barco de la Marina, cargado con granadas, proyectiles y otros explosivos. En medio de gritos para que abandonáramos, y del temor, se impuso la arrogancia y valentía que caracteriza al bombero. Pudo ser una catástrofe, recuerdo la posición de Roberto Valdés, director del DPI, con los marinos, y su actitud en el enfrentamiento del siniestro, lo que nos comprometió a todos. En la zona de Tallapiedra, precisamente muy cerca de donde se produjo el sabotaje al vapor La Coubre, se produjeron varios incendios en almacenes. Uno de ellos, en Los Elevados, cerca de la planta generadora de electricidad. Fue de grandes proporciones, en un lugar lleno de cajas y sobretodo, de cientos y cientos de tanques de un producto altamente inflamable, que había llegado con requerimiento urgente para una producción específica de máxima prioridad. Al rato de estar combatiendo aquel incendio, recibo por la planta de radio una llamada apremiante para que de inmediato, llamara al Palacio Presidencial, al despacho del presidente. Me dirigí a patrullas y llamé al número indicado. Me identifico y me ponen al entonces presidente de la República, compañero Osvaldo Dorticós Torrado, quien me saluda y me dice: —Robertico, quiero decirte que esos productos hay que salvarlos a toda costa, sobre todo, los tanques —y me explicó lo que contenían. Le contesté: —Presidente, esto está ardiendo por los cuatro costados, estamos haciendo lo indecible para salvarlo. Le aseguro que se hará el máximo esfuerzo. Salgo como alma que se lleva el diablo hacia el lugar, pensando qué más podríamos hacer, se me ocurre que en el puerto podía estar anclado algún barco con medios de extinción. Urgentemente envié varios jeeps, motos y carros a toda la zona del puerto, hasta que me avisaron que había uno bien equipado y que ya lo traían con un remolcador a toda máquina, con los prácticos del puerto. Llegaron el barco y la felicidad juntos: en un rato aquellos chorros de agua de mar dominaron la situación. Chin dice que el barco era ruso, pero yo estoy convencido que era japonés, pequeño. Testimonio de: Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Incendio alrededor de los muelles, frente a la Unidad de Patrullas. Este fuego se produce en un almacén donde descargaba un buque soviético. Al llegar al lugar, era muy difícil acercarse al área del siniestro. El compañero Casuso, quien iba manejando el carro, al llegar al lugar, me dice: "Jefe, el carro no pasa por dentro de esas dos columnas"; entonces le contesté: "Pues tiene que pasar, porque no hay otra entrada". Casuso pasó, pero dejó parte de los costados del carro. Allí localizamos al responsable del almacén y me dijo que él se iba porque esas cajas eran explosivas. Al tratar de irse lo sujeté por un brazo y le dije: "Coj….., de aquí no te puedes ir, porque tú eres el que sabe lo que hay dentro". Hay que destacar que los marineros soviéticos se batieron exactamente donde estaban los cajones con explosivos. En el periódico Granma salió un escrito sobre este incendio. Testimonios de Juan Terry Ferrín ,ex chofer del carro M4 y ex jefe Nacional de los Bomberos Un incendio muy violento fue el del patio de bidones de la refinería Ñico López, donde los tanques de 55 galones se incendiaban y volaban como si fueran cohetes, poniendo en peligro la vida de los presentes. Se logró controlar este incendio después de cuatro horas de intensa labor. Testimonio del coronel Mario Álvarez Martínez, actual segundo jefe del Cuerpo de Bomberos En enero de 1988 se comenzó un proceso de perfeccionamiento en la Dirección de Prevención y Extinción de Incendios, que concluyó a los tres meses aproximadamente, y se logró que, a partir de ese momento, los bomberos asumiéramos, como nombre, el de la Dirección General de Protección contra Incendios. Dentro de esa estructura diseñada fundamentalmente para la Ciudad de La Habana, me designaron como Jefe de la Sección de Planificación Operativa y Disposición Combativa del Departamento de Operaciones, fueron tiempos de trabajo permanente de lunes a lunes, que indiscutiblemente significaron un cambio en los métodos y estilos de trabajo, y en cuanto a la atención constante y sistemática a los Comandos de la base. Esto representó para mí un salto cualitativo y cuantitativo de mi gestión como combatiente del MININT. Iba prácticamente a todos los fuegos, y entre ellos participé en uno que ocurrió en el mes de mayo de ese propio año. El tanque No. 43 de la Refinería Ñico López se encontraba en reparación, pero ello no implicaba que estuviera limpio de combustible. Una tarde, como resultado de la utilización de llama abierta, se incendian los residuos que yacían en el fondo del tanque.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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