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Cuerpo de bomberos – Desafío al peligro (página 5)


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El mando durante las catástrofes e incendios

La Pizarra Central de los Bomberos (1962-1965) Dentro de las acciones que realiza el Cuerpo de Bomberos hay muchos trabajos anónimos, que son los que mueven el engranaje de apoyo que garantiza una misión exitosa. La Pizarra Central de los bomberos es el lugar donde se reciben las llamadas e informaciones sobre las catástrofes que se producen. Cuando comienza a reportarse un hecho importante, se encienden a la vez todos los bombillos de la pizarra rotativa del centro telefónico. Aquí, los compañeros del centro de comunicaciones, el Oficial de Guardia y el Oficial de Guardia Superior recepciónan y evalúan las informaciones iníciales, y posteriormente le van dando seguimiento hasta dar por terminado el hecho reportado. Con las primeras informaciones, el Oficial de Guardia Superior toma las decisiones iníciales, a partir de las cuales amplía, depura y transmite a los mandos superiores; de acuerdo con las situaciones operativas, ordena la salida de las diferentes unidades; activa y envía inmediatamente el Puesto de Mando Móvil, la técnica específica para cada caso y los equipos de apoyo necesarios. De esta forma se va localizando y ampliando la información sobre las características y dimensiones de la catástrofe y, al llegar el jefe de la Dirección General, o el jefe superior de los bomberos al lugar siniestrado, comienza a transmitir órdenes a la Pizarra Central, la cual se encarga de canalizarlas con la urgencia requerida. El Oficial de Guardia Superior, el Oficial de Guardia y el personal del Centro de Comunicaciones se encargan, de acuerdo con la magnitud del siniestro y los requerimientos del momento, de las coordinaciones con otros organismos: con la Empresa Eléctrica —para quitar la electricidad de la zona, retirar transformadores, cables, postes caídos, para el apoyo con los carros elevadores, escaleras, para el envío de especialistas y otros medios necesarios. Con el Puesto de Mando Central de la Policía Nacional Revolucionaria coordina la participación de los carros patrulleros —para localizar las pipas de agua en los puntos de abastecimiento, escoltarlas y abrirles el paso, si fuese necesario, hasta el lugar del siniestro, e incluso localizar a sus choferes en sus propios domicilios; para ubicar a los responsables del lugar siniestrado, transportar detenidos y sospechosos, así como otras múltiples tareas que se realizan de conjunto. Con la Unidad de Tránsito, para efectuar cierres y desvíos en las calles, dar paso a los carros bombas y pipas que se mueven a gran velocidad, sobre todo, en los cruces de avenidas. Con la unidad de la PNR del territorio correspondiente, para establecer cordones con la infantería que limiten el acceso del público, para custodia de bienes, para el envío de la guardia operativa y los especialistas del Laboratorio Central de Criminalística, y otros. Asimismo informa a los restantes órganos del MININT para que actúen según corresponda a sus especialidades. El Oficial de Guardia, además, activa el Plan de Aviso a los bomberos que se encuentran de descanso, alerta a las unidades de bomberos cercanas y de las provincias vecinas, poniendo en plena disposición combativa sus medios y fuerzas; coordina con el Acueducto el envío de pipas hacia el lugar del siniestro. Además, con el propio acueducto, coordina la apertura de fuentes de abastecimiento, tuberías, hidrantes, bombeo de agua, etc. También pone en estado de alerta los servicios de ambulancias, los cuerpos de guardia de los hospitales, la Empresa de Teléfonos con sus carros elevadores, la Empresa del Gas, moviliza equipos pesados, camiones plancha y de volteo, rastras de carga, buldózeres, tractores, grúas, bombas de achique, compresores y sus martillos, y muchos otros equipos o personal de apoyo. Según la magnitud de cada situación, se ejecutan las diferentes medidas. Así, de un momento a otro, la Pizarra Central de los Bomberos se convierte en un avispero, donde se realiza una labor serena, eficaz, oportuna, con mucha urgencia y enorme ecuanimidad. Son cientos de llamadas simultáneas: de vecinos y personas de la zona afectada, muchas veces gritando, dando opiniones, haciendo preguntas, pidiendo auxilio para un familiar, y otras. Estos compañeros trabajan de forma anónima y merecen gran reconocimiento. El Puesto de Mando Móvil es un camión preparado y equipado con mapas, expedientes de centros de producción de grandes dimensiones o peligrosidad, información sobre las fuentes de abastecimiento de agua, equipos de comunicaciones, y todos los elementos necesarios para organizar el mando durante cualquier catástrofe. Desde este lugar el Jefe de la Dirección, o el oficial al frente de la misión, ejerce el mando directo sobre el personal actuante, apoyándose directamente en la Pizarra Central de los Bomberos. Bomberos voluntarios Los bomberos voluntarios siempre han sido nuestro principal apoyo. Durante años, este personal ha trabajado en nuestras unidades, ayudando en disímiles tareas, sobre todo como parte de la dotación de los carros, participando directamente en las labores de extinción. Además, los voluntarios hacen postas o guardias en nuestras unidades, apoyan en la limpieza y reparación de los medios, en la limpieza de las unidades y de sus técnicas de combate. – Con los Bomberos Voluntarios comenzaron las primeras unidades de bomberos hace ya mas de trescientos años, y durante muchísimo tiempo, muchas de las unidades trabajaron sin personal profesional, solo contaban con esta fuerza; en tiempos posteriores se profesionalizaron las unidades de extinción, apoyándose en fuerzas mixtas: bomberos profesionales y voluntarios. Los bomberos voluntarios han sido parte de la historia de todas las provincias, incluyendo la Capital, en la prevención y extinción de incendios forestales y otros, donde se han destacado por su arrojo y valentía, y muchos han sido condecorados o felicitados por su destacada participación en hechos relevantes… Otra importantísima tarea que cumplen los Bomberos Voluntarios es la protección de los centros de trabajo donde laboran, para lo cual se entrenan periódicamente, reciben cursos y cursillos, tienen preparados y listos los medios de extinción y además ayudan a la administración en la correcta distribución y organización de las áreas de almacenaje, separando y aislando los productos inflamables y más peligrosos.

Capitulo X

Los medios de extinción

En los primeros años después del triunfo de la Revolución, los bomberos no contábamos con los medios técnicos adecuados para atacar los fuegos que se producían en grandes tanques y vehículos de transporte de combustible. Es decir, no conocíamos y no poseíamos el FOAM, o espuma, líquido que se une al agua, creando una gruesa y espesa capa de una sustancia parecida a la nieve o a una gran jabonadura —como la que hace el champú—, y que se esparce a gran velocidad sobre el combustible ardiendo, le corta el oxígeno y apaga el incendio. Tampoco poseíamos polvo químico seco, que se utiliza en diferentes tipos de fuego, incluyendo los que se producen en equipos eléctricos. Teníamos que combatirlos con unas largas tuberías acopladas por un extremo a las mangueras de 1½¨, y por el otro, a un pulverizador de agua (sprinkler) que era del tamaño y, además, muy parecido a una granada de mano. Estos sprinkler tenían varias hileras de canales en línea uno frente al otro y perforaciones colocadas de igual forma, por donde salía el agua con mucha presión, y los chorritos tropezaban unos con otros, pulverizando el agua y creando una neblina muy amplia, un gran abanico de agua pulverizada, la cual, al chocar con el fuego directo1, s0e convertía en vapor de agua, quitando el oxígeno y bajando la temperatura de las llamas. Con eso extinguíamos los fuegos en combustibles. De más está decir que era extremamente peligroso, ya que los bomberos tenían que subir a escaleras estrechas a gran altura, cargando un largo e incómodo tubo: por detrás le hacía fuerza el peso de la manguera con agua a presión, y por delante le daba tirones constantemente la presión de agua que recibía, teniendo que recostarse a los tanques de combustible, los cuales, muchas veces, estaban muy calientes, pues recibían de forma directa el calor y las llamas, con el inminente peligro de que estos sufrieran rajaduras o explosiones. Había solo tres carros bombas American La France. Tampoco teníamos equipos básicos de extinción, es decir: carros pipas, carros especializados de polvo químico seco, FOAM, carros de luces, pipas de combustibles, carros escaleras modernos de mayor alcance, barcos y lanchas contra incendios, aviones, helicópteros y medios terrestres contra incendios forestales, talleres móviles y medios de aseguramiento para mantener y reparar los equipos en el terreno, sin mencionar el déficit de medios de protección humana. La primera medida que tomamos ante tanta desgracia fue localizar la cuña de una rastra y una cola para la misma. Encontramos una cola de 5 000 galones, destruida, oxidada y abandonada en un rastro estatal. Fue totalmente reconstruida, la pintamos de rojo y la decoramos con el logotipo de los bomberos. Aquella fue nuestra salvación, era un acueducto móvil, lo colocábamos cerca de los fuegos, en lugares estratégicos para que no obstruyera el tránsito y para que se le pudiesen acercar otros medios sin estorbar al resto de los equipos que continuamente se desplazan en las áreas colindantes. Las tomas de agua de la pipa gigante (así le decíamos) se acoplaban a un carro bomba American La France (intercalamiento de bombas), desde el cual se hacían otras conexiones hasta llegar al lugar del siniestro, en ocasiones a varias cuadras; el especialista principal del tema era Félix Alonso, ya fallecido. Pero además, descubrimos que esta pipa gigante era una salvación organizativa, pues aprovechábamos mucho más la capacidad instalada de las pipas de apoyo. Estas descargaban, varias a la vez, directamente dentro de la rastra y salían a gran velocidad a reabastecerse y regresar, es decir, no las teníamos esperando a vaciarse dentro del área del fuego, con lo que se evitaba, además, el quita-y-pon de mangueras, la entrada y salida en calles estrechas, en áreas reducidas, cada pipa daba muchos más viaje1s 0y teníamos el agua asegurada: salimos de tremendo lío con aquella rastra maravillosa. Las pipas Skoda En la época en que dirigía esta institución a nivel nacional, yo tenía 20 años de edad. Los jóvenes cometen errores, y hacen cosas que después, en el resto de la vida, no las repiten, pues comprenden que han actuado incorrectamente. Este es un parche que pongo antes de contar el hecho, para que se comprenda. Como ya les dije, teníamos gran escasez de recursos, y sobre todo de pipas de agua. Resulta que yo pasaba constantemente por la Avenida del Puerto, frente al antiguo Cuartel de San Ambrosio- Tallapiedra, y un día veo que estaban parqueadas en la calle en fila india, ¡nada más y nada menos que 25 pipas de agua!, grandísimas y pintadas de gris, nuevas de paquete, marca Skoda, (checas). Me bajé del auto y las inspeccioné al detalle, aquello me lo había enviado el propio Dios desde el cielo, directico para mí, era lo que nosotros necesitábamos y pedíamos, y no nos llegaba. Comenté con varios compañeros sobre los equipos y puse dos hombres a investigar para quién habían venido. Nada, nadie sabía nada. Pasaron los días, cinco, diez, quince, y aquella hilera de camiones se mantenía en el mismo lugar. En aquel momento, al hijo de Hilda —que soy yo— se le ocurrió una brillante idea: "Si no tienen dueño o este no aparece (pues llevan casi un mes y nadie las recoge), entonces deben de ser mías¨, ya que nos hacen tanta falta, pensé… De inmediato comenté con varios compañeros mi idea y algunos me dijeron: "Jefe, usted realmente está loco de remate, no se meta en ese lío…" Pero la necesidad me obligaba a hacer algo, aunque fuese descabellado. De inmediato preparamos un plan, una operación comando compuesta por mecánicos, cerrajeros, pipas de combustible, taller móvil, plantas eléctricas de soldar, tuberías, codos, tapones para los tubos y otros recursos de plomería, ya que las pipas venían con sistemas de riego instalados en la parte delantera, hacia donde dirigían el agua las bombas impulsoras, por lo que teníamos que cambiar los conductos y agregarle las tomas que utilizaban nuestros carros de combate. Llevamos, además, treinta choferes experimentados, merienda, agua, café, café con leche, bocaditos y otras chucherías. También, buscamos un local apartado (la Escuela de incendios de La Coronela) para montar un taller de pintura, con rotulistas, pintores, precinta, papel periódico, pintura roja en cantidades industriales, diluentes, aguarrás, y todo lo necesario para transformar los equipos. En las unidades preparamos condiciones para asimilar la nueva técnica. Acordamos la fecha d1e l0a operación, el día (X) comenzaríamos a las once de la noche, y la hora tope para salir del lugar era las 5:00 am. Todo funcionó como un reloj y a las 48 horas las 25 pipas estaban pintadas, rotuladas y listas para actuar. Simultáneamente habíamos preparado un curso emergente para adiestrar los choferes en esa misma escuela, ya que las pipas tenían mecanismos que no eran iguales a los de los carros viejos, y hubo que hacerle varias adaptaciones y modificaciones. Una semana después de iniciada la operación comando, cada unidad recibió la técnica que le asignamos, algunas tenían hasta tres pipas, además de que la Escuela de Bomberos de La Coronela fue convertida en unidad-escuela, para que participara en los incendios con sus profesores y alumnos, a partir de la entrega de esta técnica, cubriendo un extenso territorio. Aquello era un sueño celestial, ya que constantemente se producían sabotajes y no teníamos medios suficientes para el enfrentamiento. Ahora ¡que vengan fuegos y sabotajes!, que los enfrentaríamos como Dios manda con los equipos caídos del cielo. Pasaron los días, creo que cerca de dos meses y medio o tres. Un día, cerca de las dos de la madrugada, acabado de llegar de un incendio, recibo una llamada, era el comandante Ramiro Valdés Menéndez, entonces Ministro del Interior. —Robertico —me dijo—, ¿tú conoces algo de unas pipas de agua que estaban en el puerto? — ¡Qué pregunta y a qué hora! —Le contesté y comencé a cantinflear—: Bueno…, sí…, yo creo…, ah, sí…, unas que estaban en el muelle… —Sí, esas —me dijo el comandante. —Sí, yo las tengo —le dije sin más vacilación. —Bueno, ven enseguida para Palacio, que el presidente Dorticós quiere hablar contigo. Me bañe y salí a toda velocidad; el Presidente me recibió muy cortésmente, pero la conversación empezó bastante áspera y tensa; él comenzó hablándome de indisciplina y de todo lo que tiene que ver con coger lo que no es tuyo, el respeto a lo ajeno y otras cosas. -En un determinado momento le pedí permiso para interrumpirlo y comencé exponerle sobre los trabajos que pasaban los bomberos, los múltiples sabotajes que a diario se producían, los riesgos a que se exponían a cada momento y mi responsabilidad de velar por la vida de ellos. Le recordé que él en persona, hacía varios meses, me había hecho una llamada telefónica durante un fuego para que tratáramos de salvar unos productos, es decir, le expliqué qué es un cuerpo de bombe1ro0s y le fundamenté la necesidad de aquellas pipas. Al final, el Presidente me advirtió que nunca más debía producirse algo así y me hizo un gran regaño, pero me entregó quince de las veinticinco pipas, con el compromiso de que las otras diez cooperarían y acudirían a los incendios de forma rápida, a nuestro llamado. Además de la carencia de equipos en nuestras unidades, en el país prácticamente no existía conciencia ni educación, ni legislación sobre la prevención contra incendios y solo contábamos con escasos compañeros preocupadísimos con el tema, pero con muy poca aplicación práctica. En nuestras fábricas, almacenes y otros lugares de extrema peligrosidad potencial, no existían o no se encontraban preparadas ni entrenadas las brigadas de obreros para combatir y extinguir los incendios, ni extintores o medios de extinción de ningún tipo para poder actuar; cuando más, lo que había eran paneles con cubos, agua y arena. Las actividades de Prevención contra Incendios que existían en nuestro país siempre fueron las exigencias de las compañías de seguro a sus clientes, pero que no siempre se aplicaban a cabalidad, ni en todas las instalaciones, y mucho menos en fábricas o almacenes nacionalizados por la Revolución. Podríamos decir que los incendios en aquellos momentos eran la actividad predominante dentro del cuerpo de bomberos, la más común. El dominar o apagar los incendios depende de la velocidad de actuación de los vecinos, los trabajadores o el personal existente en el lugar y en el momento. Pero cuando un incendio es de grandes proporciones, o se va desarrollando en esa dirección, entonces la velocidad de actuación de los bomberos juega un papel primordial. La magnitud que un incendio pueda alcanzar en(X) tiempo está determinada fundamentalmente por el tipo de producto o de materias primas que estén ardiendo y las temperaturas que logren alcanzar las llamas. Cada material en particular tiene sus parámetros de soporte de temperatura o nivel de ardimiento a una temperatura (X), por ejemplo: las telas, cortinas, alfombras y papeles arden a menor grado de temperatura, algunos combustibles necesitan elevar sus temperaturas hasta producir gases capaces de arder; otros, como el alcohol y la gasolina, arden de solo acercarse las llamas o chispas a los gases volátiles que emiten; las maderas necesitan más calor para arder. Así sucesivamente se van comportando los materiales ante el calor producido por el fuego al comenzar a arder. Existen materiales que son incombustibles (no arden) aunque lleguen a desintegrarse, como el caso del hormigón, las piedras y otros. También existen productos y materias primas que retardan la combustión, es decir, son más resistentes a los incendios y necesitan temperaturas mucho m1á0s elevadas para su combustión o que son tratados con materiales especiales. La propagación de los incendios depende de los productos existentes en el lugar o en sus proximidades, lo que, unido a las altas temperaturas que se acumulan, produce las grandes catástrofes o incendios de grandes proporciones, que en ocasiones destruyen grupos de viviendas, edificios, locales, fábricas, etc. Cuando nos referimos a evitar la propagación de los incendios, hablamos de la velocidad de salida de los carros y de los bomberos. Los carros no pueden salir rápido, si sus bomberos no están situados en los estribos o dentro de ellos, ya que un carro que salga y llegue rápido, sin bomberos a bordo, no haría nada en el lugar. Hay que lograr una coordinación entre toda la dotación o pelotón o comando de guardia para que todo se haga en segundos. Los bomberos se entrenan y preparan a diario en las escuelas y en las propias unidades, para estar listos y log rar salidas a gran velocidad. Deben ponerse la ropa, las botas, la capa, el casco. En segundos, los hombres bajan como hormigas por la percha o cercha (tubo), al tocar el suelo van corriendo hacia los carros, se van ajustando y abotonando las capas y cascos a la vez; en los carros cerrados todo eso lo hacen dentro de los mismos. El jefe de carro verifica que la dotación está completa y da la orden de salida al chofer. Los carros parten de sus unidades a gran velocidad, tocando sirena y con las luces intermitentes de aviso; salen como balas, con aproximadamente unas 7 000 libras adicionales, con cientos de galones de agua, combustible, con 6 ó 7 hombres, mangueras y otros equipos personales, capas de agua, cascos, botas, caretas, botellones de oxígeno, linternas, escaleras, hachas, sogas, extintores, herramientas y otros medios. Desde que el bombero se encuentra en las escuelas, o desde que se lanza por la percha de su unidad para efectuar un servicio, ya sus vidas comienzan a correr peligro y riesgos de diferentes magnitudes. Les comentaba que llegar al lugar de los hechos en un máximo de tres minutos es muy importante para los bomberos, ya que se debe atacar y extinguir un incendio a la mayor brevedad posible, para evitar que el fuego se propague. Relacionado con la velocidad y llegada en tres minutos al lugar de los hechos durante los inicios de los incendios, les comentaré algo que nos sucedía con tanta frecuencia que tuvimos que pensar mucho hasta descubrir su causa. Lo primero es que teníamos lugares muy distantes, donde jamás podríamos lograr la cobertura deseada de tres minutos. Con bastante frecuencia se nos estaban produciendo incendios en viviendas habitadas y el asunto aumentaba cada día más ¿Qué estaba pasando? Buscando información con diferentes órganos del Ministerio del Interior, y analizando los hec1hos0, llegamos a la conclusión de que los vecinos de lugares apartados, zonas y repartos con viviendas de cartón, madera, y construidas prácticamente con materiales de desecho, las incendiaban ellos mismos para presionar a la dirección del país para que les dieran otras en mejor estado y en mejores zonas. Pero los incendios intencionales los producían en los momentos en que el ferrocarril maniobraba en lugares como la calzada de 10 de Octubre o la de Boyeros. Los trenes, para cambiar de chucho o pata de way, se pasaban bastante tiempo, marcha adelante y marcha atrás, y en el medio de ese tiempo es que aparecían los incendios, ya que los carros de bomberos no podían pasar, pues eran pasos obligados y las otras unidades se encontraban muy lejanas y con pocos medios. Resultado: cada semana se quemaban 10-15-20 viviendas a la vez. Impuestos de lo que estaba sucediendo, nos dimos a la tarea de estudiar los lugares afectados y construimos nuevas unidades en las zonas divididas por las líneas del ferrocarril y se acabó el asunto. Barcos contra incendios Poco a poco la dirección del país fue asignando recursos para ayudar a mejorar la eficiencia de nuestro órgano, pero como traíamos tanta miseria acumulada, mientras más nos daban, más necesitábamos, éramos un saco sin fondo, ya que nos faltaba de todo y en cantidades astronómicas y las soluciones tenían que ser paulatinas. En muchos países (sobre todo los más desarrollados) los bomberos utilizan poderosos carros bombas, carros articulados para llegar a grandes alturas, helicópteros y aviones preparados para fuegos en bosques, barcos y lanchas bombas, y muchos otros equipos especializados; como los carros con productos químicos, o los de los aeropuertos, que cuentan con grandes cañones o monitores que lanzan el agua o la espuma a gran velocidad y distancia. (Por suerte hoy dia contamos con dichos recursos) Los incendios se producían en las zonas del puerto y en sus áreas de carga y descarga, en los muelles de la refinería, en las patanas o en los barcos, y no poseíamos medios ni equipamiento adecuado para su pronta extinción con el menor riesgo para los bomberos. Varias veces nos propusieron sacar un barco incendiado fuera de la bahía, para dejar que se quemara y1n0o produjera alguna explosión. En pocas letras les contaré que nos dimos a la tarea de construir un barco de bomberos, especialmente para atacar los incendios dentro o desde el mar, utilizando el agua salada. Para esta misión conseguimos un barco totalmente de madera, casi toda podrida, lleno de comején: realmente se encontraba hecho talco, desbaratado, sin puertas ni ventanas, sin cristales, y abandonado hacía años en una zona de barcos en desuso, o para desguace de barcos metálicos, que existe en la Bahía de La Habana. Pasamos meses luchando contra lo imposible, pero se logró su reconstrucción y reparación, y para poder utilizarlo tuvimos que hacer dos sistemas de extinción paralelos, uno con rociadores que le daban la vuelta al barco (sprinkler de los que se usaban para extinguir los fuegos en combustibles), y que serviría para enfriar nuestro barco, y otro para extinguir los incendios en barcos, muelles y otros fuegos costeros, los dos sistemas funcionaban simultáneamente. De no haber sido de esa forma, el barco, cuando se acercara a los fuegos, ardería de inmediato. Le colocamos dos turbinas inmensas, que se encontraban en desuso hacía años y que en su momento pertenecieron al acueducto de Casablanca, que eran de bronce y fabricadas a principios del siglo pasado. Cuando ya lo teníamos terminado y lo probamos la primera vez, echaba un chorrito de agua como si fuese una jeringuilla de inyectar, ya que dichas turbinas rotaban en contra del motor, por lo que hubo que trabajar varios días para invertir los impelentes y llevarlos a su lugar. Este barco contra incendios fue bautizado con el nombre de ¨Víctimas de la Coubre¨. Aquí trabajaron muchos compañeros durante largas y duras jornadas, destacándose el compañero José Manuel Lee Marrero, quien se lesiono totalmente uno de sus pulmones, por la constante aspiración del humo de la soldadura en el cuarto de máquinas, en un local totalmente cerrado. Al año siguiente reconstruimos otro barco que se encontraba en mejores condiciones y su estructura era totalmente de acero, pero también se encontraba desechado y abandonado; este si quedó majestuoso y cumplía misiones importantes y difíciles, lo nombramos Guillermo Geilin, en memoria de un combatiente del Ejército Rebelde, a propuesta del comandante Ramiro Valdés Menéndez, entonces Ministro del Interior. Además también preparamos una lancha con equipos contra incendios, bastante grande y practica. Por aquellos tiempos adaptamos dos helicópteros, unas pipas tiradas por unas poderosas orugas de esteras, que subían y bajaban lomas, para actuar en los fuegos en bosques y cañavera1les0, dichas pipas fueron aportadas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Varios años después se agregaron aviones preparados para estos fines. Arreglamos, adicionalmente, un camión que llevaba más luces que un estadio de pelota y que convertía la noche en día y nos ayudaba en todos los incendios, ya que lo primero que siempre se hace en un fuego es desconectar la electricidad y todo queda a oscuras y lleno de humo en las áreas de los incendios. Posteriormente llegaron nuevos camiones de diferentes tipos, carros articulados, de productos químicos, el puesto de mando móvil, mangueras, extintores, luces, lámparas y linternas, y muchos otros medios. En esa etapa posterior éramos un poco más felices, nuestro trabajo seguía siendo extremadamente peligroso, pero favorecido por nuevos medios de extinción de todo tipo, que nos ayudaron a mejorar el servicio y a proteger la vida de la población y de nuestros bomberos. Almacenes y aseguramientos Otro personal que tiene una tarea diaria, estable y continua durante meses y años, es el de los almacenes y aseguramiento. En los almacenes de los bomberos se encuentran los diferentes medios de protección humana, botas de goma, sogas, hachas, caretas anti-humo, anti-gas, capas, cascos, escaleras, mangueras, pitones, extintores, productos especializados de extinción, tanques de FOAM, tanques de oxígeno y acetileno, y otros. Durante las catástrofes, estos almacenes multiplican sus acciones, y el personal trabaja duro durante los días que dure el siniestro. Me atrevo a mencionar aquí el nombre de alguien que hizo y hace historia en esta tarea, el compañero Rafael Rodríguez Escobar (padre), quien lleva una vida garantizando los recursos para que sus compañeros puedan actuar con seguridad en los lugares de extremo peligro.

Capitulo XI

Incendios en bosques y cañaverales

En las diferentes provincias del país existen extensas áreas de bosques y miles de hectáreas de tierra sembradas de caña. Tanto los cañaverales como los bosques se convierten en un factor de alto riesgo de incendios cuanto llega la temporada de seca que, en algunas ocasiones, se prolonga durante meses, aumentando los riesgos. Los incendios se producen por diversas causas, muchas veces por vidrios que refractan la luz del sol creando áreas de intenso calor sobre las hojas y paja seca, otras veces, durante las tormentas de rayos, algunos caen en las áreas secas, los equipos ferroviarios, tractores y otros transportes producen chispas, otras veces por descuido de las personas que tiran colillas de cigarros, prenden fogatas y no las apagan correctamente o las dejan que se consuman sin tener en cuenta la peligrosidad que esta acción genera; y en otras ocasiones, la mano enemiga se ha ocupado de crearlos. Recibí una llamada desde Pinar del Rio del compañero Dionisio que era el Jefe Provincial en aquellos tiempos y me dice; Robertico, tenemos tres grandes incendios a la vez, dos en los bosques y uno en un cañaveral gigantesco, al parecer son sabotajes. Esto se está convirtiendo en un infierno y necesitamos su ayuda, ya que si se continúan propagando, se nos producirá una gran catástrofe, aquí los bosques se han desarrollado mucho y toda esta zona se encuentra en peligro. Le prometí enviar ayuda y además presentarme en el lugar de inmediato. Le enviamos 5 carros pipas y dos camiones bien cargados con mangueras, hachas, escaleras, turbinas de gasolina y otros medios de apoyo. En pocas horas ya nos encontrábamos en el lugar, me acompañaron los compañeros Félix Alonso (que manejo todo el tiempo a gran velocidad), Labrada, Pablo Torres y Durán (Cajetilla). Los tres incendios eran de gran magnitud, dos de ellos en áreas de bosques en zonas elevadas o montañosas y otro en un llano inmenso; era un mar de cañas llenas de pajas secas y el cañaveral ardía por tres zonas a la vez. Los incendios se encontraban a pocos kilómetros unos de los otros y se desarrollaron con características similares, por la gran cantidad de combustible seco debido a la prolongada sequía, que servía para alimentar las llamas, acompañados de fuertes y cambiantes vientos. Contábamos con muy pocos medios especializados de extinción, que fuesen capaces de llegar a los apartados y altos lugares, con caminos de tierra o sin caminos. Tampoco teníamos por esa época medios aéreos, para apoyar desde el aire las tareas que realizaban nuestros hombres y los campesinos voluntarios. Las pipas de agua, en mucho de los casos tuvieron que ser remolcadas por buldócer para poder llegar a lugares cercanos a los siniestros, además de otros medios más pequeños con tanques de agua y tirados por tractores.

Los incendios se produjeron en plantaciones de pinos bastante crecidos, en terrenos elevados y fueron arriesgados y excepcionalmente peligrosos para la vida de los hombres. Teníamos cuadrillas trabajando sin cesar de día y de noche, empleando todo tipo de herramientas: picos, palas, guatacas, rastrillos, tanques y cubos de agua, pencas de palma, ¡hasta los sombreros utilizaron aquellos hombres! En la mayoría de los lugares había una gruesa capa de hojas secas que cubría el suelo. En muchas ocasiones hubo que retroceder y dar paso al fuego, se producían enormes masas de humo y niebla que oscurecían el cielo, mientras los compañeros luchaban con las llamas y un calor abrasador, aquello parecía la erupción de un volcán, la primera ola de fuego se encrespó hasta alcanzar la altura de más de veinticinco o treinta metros, emitiendo gases y vapor (cuando el agua tocaba las llamas o el suelo caliente), los gajos de los pinos salían disparados, parecían flechas encendidas que subían y bajaban a gran velocidad y ardiendo. Las llamas comenzaron a extenderse y propagarse rápidamente, en ocasiones emitiendo roncos bramidos, estimuladas por el fuerte viento. Constantemente se producían cambios en la dirección de los vientos, rompiendo todas las tácticas operativas que se planificaban o se realizaban. Hacíamos grandes trochas ayudados por el machete de los campesinos, con buldócers y tractores de las cooperativas cercanas, aislando la parte norte del incendio, y de pronto nos avisaban que por la zona oeste volaban miles de hojas y paja que habían incendiado los terrenos contiguos. Así, los incendios iban saltando caprichosa y constantemente, los hombres tenían los rostros sudorosos, tiznados y la ropa, la cara y el cuerpo ennegrecidos. Los olores y el tufo de la resina ardiendo se impregnaban en nuestra piel y nuestra ropa. En el incendio que se produjo en los cañaverales, se creaban repetidamente, remolinos, parecidos a los de las mangas de viento que se ven en la lejanía, pero en este caso se formaban hacia delante y amenazaban constantemente a nuestros hombres con cercarlos y atraparlos dentro del cañaveral, sobre todo, cada vez que cambiaba la dirección del viento. En los dos días con sus noches demoramos en extinguir estos incendios, se produjeron varios inconvenientes, por ejemplo, las capas protegían a los bomberos del intenso calor, pero los voluntarios, que no tenían capas, sufrían constantemente de agotamiento físico, lo que nos obligaba a contarlos a cada rato, además de tener bajo vigilancia a los grupos de trabajo, no se fuese a desmayar alguno y quedar dentro de las llamas, ya que, además del calor, llevaban muchas horas sin dormir. Aunque llegaban fuerzas de relevo, los que se encontraban allí desde el principio se mantenían luchando sin el descanso necesario. La luna se veía opaca a través de la cortina de humo, además surgía un resplandor que iluminaba con siniestro fulgor, brotaban llamas de color rojo-naranja que se empinaban y subían en dirección al cielo acompañadas de nubes de humo, polvo y cenizas. Las cenizas eran las que más nos molestaban a todos nosotros, ya que el polvo caliente penetraba por la boca y nariz, nos producía mucha tos y ya no teníamos pañuelos ni nada para taparnos la cara. En el segundo día, ya nuestros hombres se encontraban con las mangas de las capas chamuscadas y en ocasiones quemadas o hechas jirones. El amanecer del tercer día fue hermoso, (para nosotros) el cielo se iluminó por gran cantidad de relámpagos, que ofrecían un bello tornasol, acompañado de los colores de las llamas, aunque también fue tenebroso por la cantidad de truenos y lo peligroso de los rayos que caían en zonas muy cercanas. La luz de los relámpagos, que alumbraba el cielo, al final nos resultó beneficiosa, ya que aproximadamente a las ocho y media de la mañana comenzó a lloviznar, hasta que, de pronto, todos nos bañábamos y otros corrían bajo un copioso aguacero: comenzó a caer el pequeño diluvio que tanto añorábamos en aquellos momentos y terminó apagando los incendios. Como resultado tuvimos bastantes compañeros con quemaduras leves, otros semi asfixiados y con mucha tos, dos piernas rotas, dos brazos partidos, varios compañeros con golpes, muchos o casi todos nos encontrábamos con los ojos afectados y un agotamiento físico general. Testimonio de Bienvenido Caballero, ex chofer del carro M1 y ex jefe de Unidad Incendios en áreas boscosas de Güira y Alquízar La extinción de este tipo de incendio es muy compleja, pues hay que dar contracandela, utilizar técnicas para evitar la propagación a viviendas, y aviones para su extinción. En una ocasión en que me encuentro aplicando contracandela, fui rodeado por el fuego, y salvé la vida saliendo por un canalizo de los que están hechos de antemano en estos bosques, pero pasé tremendo susto cuando vi la candela sobre mí por todos los lados. ¡No digo yo! Testimonio del compañero Joaquín Álvarez Vento El Cuerpo de Guardabosques de Cuba. Al triunfo de la Revolución fue creado el Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA), y como una dependencia de este, el Instituto de Desarrollo y Aprovechamiento Forestal, del cual surge, a su vez, el Cuerpo de Vigilancia y Protección Forestal. Este último protegería la fauna y la flora, y se ocuparía de la prevención contra incendios forestales, ya que antes del triunfo de la Revolución no existía técnica ni personal calificado, por lo que eran incalculables los siniestros de este tipo.

En la década de los años 60, debido a los sabotajes de la contrarrevolución a los centros económicos del país, comienza la preocupación del Estado por estos fenómenos. Por orden del comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, ministro del Interior en aquellos tiempos, se comenzó la formación de técnicos para sofocar incendios forestales y se realizaron pruebas para adaptar un helicóptero como apoyo, al cual se le colocó un tanque en la barriga y una compuerta para tirar el agua, además de unos largos tubos sujetos por tensores, para utilizarlos en humedecer zonas en peligro de propagación. También se trabajó en la adaptación de una oruga militar que arrastraba una paila con agua; estas técnicas quedaron en fase de prueba y no llegaron a utilizarse. A partir de la década del 70 la situación comienza a mejorar con la entrada de nuevas técnicas de trabajo en camiones ZIL 57, así como la construcción de las torres de observación. En este tiempo se hicieron cambios en el Cuerpo de Vigilancia y Protección Forestal, que pasa a subordinarse al Ministerio de la Agricultura con el nombre de Cuerpo de Guardabosques de Cuba, vistiendo sus hombres el uniforme verde olivo. En la etapa de los 80 se comenzaron las gestiones para la utilización de la aviación contra los incendios forestales, se envió un especialista a adiestrarse en la República de Polonia y se compraron tres aviones del tipo DROMADRE PZL M18, que cargan unos 2 500 litros de agua. Posteriormente se amplió este programa con la compra de nuevos aviones, que fueron organizados en tres destacamentos: Occidente, Centro y Oriente, cada uno de los cuales contaba con un avión AM2, tres aviones 3PZL y un helicóptero MI8. Un ejemplo de los trabajos realizados por estos destacamentos aéreos fue el de la provincia de Holguín, en la zona de Las Minas, donde se combatió por tierra y aire; allí resultaron quemadas cincuenta y seis hectáreas, con un frente de dos kilómetros entre lomas, más cinco focos aislados en los que llegaron a quemarse 600 hectáreas. La extinción pudo efectuarse rápidamente por el apoyo prestado por los servicios aéreos. En este caso se capturó a los infractores cuando provocaban otros tres focos de candela, siendo detenidos y puestos a disposición de las autoridades competentes, por sabotaje. Otra vez ocurrió un incendio en la Ciénaga de Zapata, en el Canal de los Patos, para el cual tuvimos que coordinar con la Academia de Ciencias de Cuba la creación de lluvia artificial —inyectando cápsulas de nitrato de plata y expandiendo hielo seco en las nubes— desde un AM26, y dejamos caer 80 mm de agua en el frente del siniestro en la provincia de Matanzas. Nota al pie: Los AM2 eran aviones de reconocimiento y transporte que se utilizaban para el traslado de personal. También se utilizaban los helicópteros MI8 para mover a las brigadas de extinción hacia las zonas más intrincadas, las que bajaban por cuerdas, dejando marcado el lugar para que sirvieran de orientación a los ingenieros de vuelo. En uno de los incendios en la provincia de Matanzas se perdió una brigada de guardabosques. Se pudo encontrar y recoger al día siguiente gracias al patrullaje aéreo, hallándose el 90% de los hombres deshidratados, pues habían ingerido todas sus reservas. Capitulo XII

El Chimpancé del Zoológico

El Chimpancé del Zoológico: esta historia trata sobre la fuga de un chimpancé dentro del Parque Zoológico de calle 26, en Nuevo Vedado. Durante el tiempo en que sucedieron los hechos, un trabajador del Parque Zoológico Nacional me contó por qué los especialistas afirmaban que este simio tenía una inteligencia muy desarrollada y una fuerza incalculable. Resulta que antes de estar en el Zoológico, este chimpancé pertenecía a la familia de un médico quien, junto a su esposa, le había dedicado cariño y atención especiales, lo enseñaba constantemente y era un alumno muy aventajado. Al parecer, el simio se había enamorado de la esposa del doctor, y montaba tremendos berrinches y griterías, posiblemente por celos, llegando a ponerse extremadamente agresivo con ambos, causa por la cual fue entregado al Zoológico. Posteriormente, su entrenador se había ocupado de seguir enseñándolo durante varios años, día a día. Los veterinarios y especialistas calculaban que tenía un índice de inteligencia bien desarrollado, cercano al de un niño de diez años, y la fuerza de catorce hombres. Es decir, nos encontrábamos frente a un Hércules inteligente y muy agresivo. Este apreciado monito se fugó de su jaula en dos ocasiones, abriendo el candado, utilizando sus manos y agudeza y, seguramente también, algún artefacto recogido dentro de la misma. El entrenador se entendía maravillosamente con él, y era la única persona a quien obedecía. Excepto cuando sucedió lo siguiente: Un día caluroso, de intenso verano, escuché por la planta de radio de mi auto el llamado del jefe de la Unidad de bomberos del Vedado, solicitando a nuestro Puesto de Mando el apoyo de medios especializados. Al indagar, el oficial de guardia me informa que en el Parque Zoológico un chimpancé bastante grande se había fugado de su jaula, y que ni los empleados del lugar ni los bomberos lo habían podido capturar. De inmediato me presenté en el lugar y establecí comunicación con el jefe de la susodicha Unidad de bomberos. — ¿Qué pasa con el dichoso mono que no lo acaban de coger? —le pregunté. Yo, realmente, no tenía la más remota idea de lo complicado que resultaría el asunto. Hablé como si aquella acción fuese fácil. La vida me demostró que estaba bien equivocado y que nunca debía subestimar los hechos, por sencillos que parecieran. —Robertico, este animal es una salación, brinca de árbol en árbol, corre y corre sin parar, le hemos tendido varias trampas y no hay forma de capturarlo, siempre se escapa, es súper inteligente —me explicó el compañero, quien me informó lo que habían hecho y lo que tenían pensado para capturarlo. También me dijo que el entrenador lo había llamado en múltiples ocasiones y que el simio ni lo miraba, al parecer se encontraba muy nervioso y asustado con tanta gente y sirenas de carros patrulleros y de bomberos a su alrededor. Me explica, además, que se encontraba allí el Loco Baldoquín quien le acababa de hacer una propuesta que le parecía muy buena. Mandé a buscar a Baldoquín, lo saludé y le pregunté: — ¿Cuál es tu idea, Humberto? —Jefe —me contestó—, trajimos una red grande de nuestra unidad y con ella trataremos de capturarlo, lo acorralamos y lo amarramos, y después movemos una jaula de las que ellos tienen aquí con ruedas, y ahí mismo lo metemos. Poco a poco llegaban carros de diferentes especialidades, incluyendo el carro escalera José Martí. Por si aquel mono no podía ser capturado y trataba de agredir a nuestros compañeros, simultáneamente preparamos y ubicamos en lugar cercano a varios bomberos con sus capas, cascos, sogas y algunas patas de cabra, un hacha de las grandes y otros instrumentos que se utilizan para abrir puertas y ventanas en los incendios, con instrucciones precisas de inutilizar al mono y eliminarlo, si fuese preciso, antes de que lastimara a alguno de nuestros hombres. Baldoquín orientó a sus compañeros, les explicó cómo avanzarían y qué harían en cada una de las posibles variantes. En cuanto comenzaron a avanzar, todo se puso en tensión, y por los flancos nos acercamos al lugar para poder proteger a los hombres. Todo marchaba según lo previsto, hasta que la situación operativa cambió en un segundo, la variante generada no estaba comprendida en ninguno de nuestros cálculos, y mucho menos en los de Baldoquín. El animal, al sentirse acorral ado viendo al grupo de bomberos con capa y casco, que al parecer lo asustaron más de lo que ya estaba, se aterrorizó y engrifó los pelos de su cuerpo, parecía que se había agigantado y se encontraba en guardia para defenderse. Los hombres seguían avanzando hacia él y, en un momento inesperado, la fiera emitió un grito violento y aterrador "¡GRRRRRRRRUUAAAAAAAAAAAAAA!," seguido de increíbles alaridos, creando una confusión generalizada en los compañeros. Baldoquín miró a su derecha, a su izquierda, vio que s e había quedado completamente solo, rápidamente levantó los brazos y, alzando la red lo más posible, emprendió veloz carrera hacia la bestia que tenía enfrente. Baldoquín emitía unos gritos tan o más fuertes que los del animal: "¡GRRRRRRRRUUAAAAAAAAAAAAAA!" Ante los sonoros gritos de Baldoquín, el animal de color azabache se paralizó y, con los ojos fuera de las órbitas, miraba al heroico bombero que no temía a su fuerza ni a su inteligencia. Baldoquín logró echarle por encima la red, pero quedó mal colocada, aunque de todas formas sirvió para que la fiera se fuese enredando poco a poco. Al final, el salvaje se desenredó de la malla y corrió a toda velocidad hacia la arboleda cercana: entonces comienza a desarrollarse la segunda parte de esta historia. Ahora era mucho más grave la situación, principalmente porque eran ya aproximadamente las cinco de la tarde, y si llegaba la noche no podíamos dejar vivo el monstruo en que se había convertido el pacífico chimpancé, pues se encontraba muy próximo a la cerca que limita con la calle, donde había gran cantidad de viviendas, cuyos vecinos estaban, a esas alturas, muy alarmados. Hablé con el Dr. Moreno, director del Zoológico, que en aquel momento llegó junto a nosotros y constantemente me pedía que no le matáramos aquel valioso ejemplar. Le expresé mi preocupación y la drástica decisión que tendría que tomar si se hacía de noche. ¿Qué estaba pasando en ese momento? Pues que el chimpancé se encontraba en la copa de un árbol, ya se habían cortado cuatro pinos altísimos, y cuando estos venían abajo, el animalito, con tremenda destreza, saltaba hacia otro y volvía a subir. En algunos árboles teníamos situadas escaleras, para que los bomberos pudiesen subir y colocar sogas para izar las mangueras y otros medios para captur arlo. En esta ocasión, al cortar el árbol donde se encontraba, el chimpancé no tuvo tiempo ni oportunidad de saltar a otro, y cayó al suelo. Aparentemente, el susto de la caída lo puso más furioso y se volteó hacia nosotros, que estábamos bastante cerca, emitiendo un gruñido fuerte y amenazador, advirtiéndonos que lo dejáramos quieto; corrió hacia un costado y tropezó con una de las escaleras, por la que comenzó a subir a gran velocidad. Pero por la misma escalera subía Baldoquín, quien se encontraba ya casi en la mitad del árbol. Todos le gritaban: "¡Cuidado, Baldoquín, que va para allá arriba, cuidado!" El Loco Baldoquín se encontraba atravesado en el camino del chimpancé. Chin, mi segundo al mando, le gritaba a Baldoquín: "¡Corre, que un mono busca al otr o mono!", burlándose de los enredos en que siempre se encontraba metido el querido Baldoquín. Por lo peligrosa que se había tornado la situación, yo había tomado en mis manos un fusil por si se producía una emergencia. Comencé a seguir con la mirilla al animal. En esos momentos se me acercó el Dr. Moreno, pidiéndome de favor que no matara al chimpancé. Sin dejar de apuntar le contesté: —No se ocupe que, si no toca al bombero, no le dispararé. Baldoquín tuvo oportunidad de desviarse y sujetarse golpeando al mono con un pitón de manguera, y con un gajo del árbol trataba de asustarlo para que siguiese su camino árbol arriba. Tremendo susto pasamos todos, y el Dr. Moreno me agradeció que no hubiera disparado. Nuevamente el chimpancé se encontraba en la copa de un árbol y seguía transcurriendo el tiempo, cosa que cada vez nos preocupaba más. Otra vez se realizó el intento de bajarlo, ahora dando fuego a la copa de los árboles, pero saltó, y saltó, y saltó. Entonces el entrenador nos propone que nos alejemos y lo dejemos hablarle al chimpancé: venía acompañado de un ejemplar hembra. Nos retiramos prudencialmente para que tuviese libertad de acción. El entrenador comienza a decirle cosas y a llamarlo por su nombre, le indicaba que bajara, y le hacía señas con las manos. El chimpancé lo miraba desde lo alto y le hacía señas contrarias, apuntándole que subiera. Eso nos dio tremenda gracia, pues pensamos y comentamos en voz baja: "Caballeros, qué clase de descarado es este mono". Al rato el entrenador colocó un collar en el cuello de la hembra, le amarró una larga correa de cuero y le ordenó que subiera hasta donde se encontraba el macho. Entre bromas y risas comenté con los compañeros: "Prepárense, que ahora la fiesta es con dos monos". Todos rieron. Cuando la monita se encontraba a más de la mitad de la altura del árbol, el chimpancé emitió un fuerte alarido y moviendo uno de sus brazos a gran velocidad, le indicó que se retirara, cosa que esta realizó en fracciones de segundo y, bastante asustada, se puso al lado del entrenador, llorando y sin moverse. Casi con las ideas agotadas, le echamos agua a presión con el pitón superior del carro escalera, y el mono se sacudía y se escudaba detrás de los gajos o saltando para otro árbol.

Entonces recordé que en días pasados los inspectores de Prevención me habían invitado a efectuar un recorrido por una fábrica de helados. De aquella visita me quedó la impresión de las grandes neveras llenas de piedras de hielo seco, que echaban humo como si estuviesen hirviendo, y se me ocurrió la idea de bajar aquel mono a fuerza de agua congelada, seguro estaba de que no fallaría, ese frío no lo podría resistir. De inmediato envié a los compañeros de retaguardia a que llevaran dos pipas de agua hasta dicha fábrica, indicándoles que botaran la mitad del contenido de cada pipa y la rellenaran con hielo seco hasta el tope, de forma tal que cuando las pipas regresaran al Zoológico, ya el agua estuviese súper fría. Salieron a gran velocidad con patrulleros abriéndoles paso, la Pizarra Central realizó las coordinaciones con la fábrica, se envió por adelantado a compañeros de la PNR para que explicaran la situación y la premura del tema, y entre todos organizaron la urgente carga. Las pipas se alistaron velozmente y al rato ya estaban de regreso. Aquellas pipas rojas llegaron a nosotros blancas como la nieve y echando humo por todas partes. Comenzamos a aplicar el plan. El chimpancé no resistiría aquel chorro de agua congelada y caería al suelo sin discusión, y entonces lo capturaríamos, amarrando una soga a un árbol cercano, con un lazo que pudiese dársele vueltas, enrollarlo rápidamente y atar la bestia al árbol. Le pusimos agua fría al tendido de Baldoquín y enviamos un compañero a que subiera en el carro escalera para que se acercara lo más posible y le aplicara el chorro semi congelado. Cuando el agua tocó al mono, este dio un gran salto —al parecer, la temperatura le causó mucho dolor— y, emitiendo un grito espeluznante, cayó como una pelota al suelo. Los compañeros que tiraban de la soga lograron amarrarlo y arrinconarlo junto al árbol. Recuerdo que el mono cayó casi encima de un compañero, y a Baldoquín, que le metió un palo en la boca, y a Maceda, el político, que golpeaba fuertemente al mono en la cabeza. Rápidamente se llevó una jaula móvil hasta muy cerca del animal enfurecido, y entre varios compañeros, haciendo mucha fuerza, lo introdujimos en ella.

Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (el Loco Baldoquín), principal protagonista (después del mono) de esta historia: un día del año 1964, encontrándome de guardia en la Unidad naval no. 6, aproximadamente a las seis de la mañana avisan que hacia nosotros se dirige un carro de la PNR para recoger una red, con el objetivo de capturar a un simio que había escapado de su jaula y había creado pánico en el vecindario adyacente al Parque Zoológico de la calle 26, en Nuevo Vedado. Se acerca el patrullero tocando sirena y recibo a uno de los tripulantes quien, alarmado, me solicita la red. Del salón recojo una malla de voleibol, pero el compañero me dice que esa no sirve, que es muy pequeña y me señala para una red o lingada de las que utilizan en los barcos mercantes. —Chico, me parece que es demasiado grande para atrapar un mono que yo solo soy capaz de capturar sin red ni nada —le digo. El compañero responde: —Esa es la adecuada, pero si tú eres un bárbaro, ¿por qué no te vas con nosotros para que lo apreses?" Le tomo la palabra, recogemos la red y le digo: —Ya estamos andando, y verás que lo capturo rápido, es cuestión de maña y no de fuerza. Llegamos al Zoológico y veo una aglomeración de guardias de las FAR, MININT, carros de incendio, ambulancias y patrullas. Pensé: "Caramba, tanta gente para un monito". El compañero me señala un árbol alto y me dice: —Míralo allá arriba. — ¡Coño, eso no es un mono, es un gorila! — exclamé cuando alcé la vista y vi el animal. Alguien me responde que se trataba de un chimpancé u orangután, no recuerdo bien, lo cierto es que estaba muy furioso, chillaba y sacudía el ramaje. El compañero de la patrulla me dice: —Arriba, que tú solo lo atrapas. Medito y me digo: "Después que hablé tanto, ahora tengo que echar p"alante, si no, me voy a chotear ante los compañeros". Se preparó una vara larga con un saco de yute amarrado a los extremos y se le roció petróleo para encenderlo como una antorcha, azuzando al animal; se le dispararon gases lacrimógenos, pero el gas se dispersaba en la atmósfera y el animal saltaba de una mata a otra. Tras varias horas de intenso batallar, mando a situar una escalera de 48 pies de altura, la amarro por su parte superior a un árbol y subo con una línea de manguera de 2½ pulgadas, pitón de combate y conectado a un carro cisterna que el jefe de departamento, Roberto Valdés Martínez, mandó a habilitar con hielo seco: el agua estaba casi congelada. Lancé un potente chorro de agua fría sobre el mono y este, más enfurecido, subió más, pero yo lo perseguí con1el chorro, el animal trepó a los gajos más débiles y se partió la rama. Cayó a tierra, pensé que se iba a matar en la violenta caída, pero no es así. Al incorporarse, les grito a los compañeros de abajo que le lancen la red y lo hacen, pero el simio estira una mano y se la quita de encima. Se dirige hacia la escalera donde me encontraba y comienza a subir, avanza hacia mí. Entonces le pido a Omar Alsina, chofer del C-3, que me dé agua con mucha presión, pero este ya había cortado el agua y desconectado el tendido. El animal continúa avanzando hacia mí, tomo el pitón y se lo arrojo con fuerza, pero lo golpea en el lomo y al parecer ni se lo siente. Busco en mi cintura un revólver Frontier que portaba junto a un hacha personal, pero me lo había quitado antes de subir la escalera. El simio me lanza varios zarpazos, me rasga el pantalón y me araña una pierna; entonces trepo al árbol, arranco un gajo y lo golpeo con fuerza en la cara repetidamente. Este salta al árbol anterior, donde ya se encontraba el combatiente número tres, Ernesto Mora Sardiñas, quien, al ver al animal descender hacia él, me grita: "¡Ayúdame, Baldoquín!", y se tira al suelo desde lo alto. El mono avanza hacia la fuente de los patos, le hacemos un cerco y, al rodearlo, tomo la red por el centro, le doy un extremo a un compañero de la Unidad y el otro a uno de la PNR, les indico que, a mi señal, lancemos la red, y cuento hasta tres. Lo hacemos, pero el primero, nervioso, se aferra a la red, y el simio se cubre, la hala hacia la fuente y lanza al compañero al agua, se yergue y se lanza sobre el mismo, que estaba boca arriba. Se le trepa en el pecho y este grita con gran pánico "Sálvame, Baldoquín". Ante aquella situación tomo una cuña de madera, agarro al mono por los pelos y lo golpeo en la cara fuertemente: el mono suelta al muchacho. Calderón, quien se había metido en la fuente con un revolver Mágnum, se voltea y corre hacia afuera, diciéndole a Chin: "¡Mátalo!" El simio corre por una callecita y trepa a una caseta; se le lanzan varios lazos y baja; alguien grita: "¡Ya lo cogieron!". Dos mujeres avanzan por la calle, el simio evade la red y queda de frente a las dos mujeres quienes, presas del pánico, se vuelven y huyen veloces. Continúa el cerco, esta vez un guardia, yo al centro y al otro extremo un empleado del Zoológico, corpulento y grueso, que porta un arma en la cintura. Avanzamos, el simio retrocede, pero, al topar con una pared, viene ha cia nosotros; el guardia suelta la red y el gordo lo imita. Me dejan solo, tengo que hacerme a un lado, entonces le digo al gordo: "Coño, m——–, con ese cuerpo me fajo yo solo con el mono". Y me contesta:"No me ofenda, militar, es que ese animal es peligroso, yo lo conozco bien". Mando a buscar al compañero Abreu y lo incorporo, pero se produce una situación similar y Abreu también abandona. Ya al final, me apoyo con un compañero de Patrullas, quien coge una cuerda por un extremo y yo por el otro, el simio se recuesta a un árbol, y el cabo y yo con la soga extendida lo atrapamos contra el árbol, luego lanzamos la red y lo cubrimos. El animal saca una mano por encima de la soga atrapando al compañero por un brazo y halándolo hacia sí; nosotros lo teníamos por el otro, así es que, cuando el mono halaba fuerte, nosotros aflojábamos, y cuando el mono aflojaba, lo atraíamos a nuestro lado. Como el mono no soltaba, tomo un palo y se lo entrego a Daniel Maceda Arias, quien comenzó a golpearlo y a decirle: "¡Suéltalo, mono, suéltalo!", remedan1d un muñequito de cuerda. Como tampoco soltó, busco un pedazo de cabilla y lo golpeo con fuerza, lo suelta y chilla, se le lanzan varios lazos, se trae una jaula con ruedas y se empuja hacia el interior, concluyendo así el asunto. Todos felicitamos y elogiamos a Baldoquín por su valentía incalculable, demostrada en múltiples acciones. La segunda escapada del mono fue parecida, abrió el candado de su jaula (nadie sabe cómo), se le envió la mona, él le gruñó y ella bajó rápidamente, pero como ya teníamos experiencia y dardos que producían sueño e inmovilizaban a los animales, le tiramos un par de ellos, y el mono, al parecer medio mareado, bajó del árbol y se abalanzó hacia su entrenador, abrazándolo. Este lo introdujo en la jaula y el monito se durmió. Testimonio: Coronel Bienvenido Rafoso Bartolomé. Actual Jefe de la Dirección Cuerpo de Bomberos del Ministerio del Interior de la República de Cuba.

El día 7 de Marzo de este año 2007, los bomberos cubanos sentimos gran alegría y satisfacción, al poder atender a un grupo de destacados y valioso bomberos de la Ciudad de New York, actuantes directos en los sucesos del 9/11/2001. Ellos llegaron a nuestro país por vía del cineasta Michael Moore, quien dirigió el documental Sicko, donde hace referencia a los malos manejos de la salud pública norteamericana y deja constancia grafica del momento histórico que se produjo en nuestro Comando # 4, sito en la Avenida Santa Catalina, en nuestra capital, en el cual los héroes norteamericanos abrazan a los bomberos cubanos y juntos rinden tributo a los caídos en el ataque del 11-S, comparten anécdotas, experiencias y se abrazan como hermanos. "Si esto es lo que pasa entre dos supuestos enemigos, si un enemigo te puede dar la mano y también curarte qué no será posible entonces", se pregunta el director de Sicko.

Moore hablando sobre las compañías de seguros sanitarios dijo: el gobierno "Las deja hacer lo que les da gana," más de 40 millones de ciudadanos norteamericanos no tienen previsión sanitaria y los 250 millones que se supone la tienen, muchos de los cuales son abandonados por el servicio de salud por el que han pagado durante décadas. Durante la visita a nuestro Comando # 4, Michael Moore y sus acompañantes se interesaron por la atención médica que reciben nuestros Bomberos.

En nuestro libro de visitantes, ellos escribieron las siguientes palabras de despedida:

A los Bomberos de Cuba ¡Gracias por su generosidad y valor! PAZ Michael Moore A mis amigos, espero verlos pronto, encantado y respeto John Ishan 912 Paramens Rescue En honor a todos los bomberos cubanos Queden seguros y disfruten la vida Bueno con ustedes Bill Mahen A mis hermanos y hermanas en Cuba Reggie Cervantes, EMT Sobrevienta del world Trade Center A todos nos ha quedado el grato recuerdo de la visita de estos sobrevivientes de aquel doloroso suceso, que marco para siempre su sensibilidad humana y afectó directamente la salud de ellos y de miles de ciudadanos americanos.

Coronel Bienvenido Rafoso Bartolomé

FOTOS (3) Imágenes del Sabotaje y explosión del Vapor ¨La Coubre¨

Incendios-Rescates-Huracanes-Forestales-Penetraciones del Mar-Otros

Dedicatoria

A los heroicos bomberos cubanos A los bomberos caídos A todos los bomberos del mundo Lugar especial merecen en este libro, aquellos compañeros que tuvieron el honor y privilegio de dirigir a los valerosos Bomberos cubanos, durante las acciones, siniestros y acontecimientos que han sucedido en estos años de duro trabajo revolucionario. A los jefes de Bomberos de Cuba después del triunfo de la Revolución Abelardo Crespo Arias Ossiel Gonzales (Traidor) Antonio Castell Valdés Francisco López castellano Ángel Esquivel Yedra (Sustitución reglamentaria) Roberto J. Valdés Martínez (Robertico) (MININT) Emilio Monsanto Fernández) (MININT) Adalberto Alfonso Acevedo) (MININT) Daniel Maceda Arias) (MININT) Juan Terry Ferrin) (MININT) Carlos Figueredo Rosales) (El Chino Figueredo) (MININT) Pedro Pablo Martínez Vasallo (MININT) Miguel Bermejo Labrada (MININT) Bienvenido Rafoso Bartolomé) (MININT)

Agradecimientos

A todos los compañeros que de una forma u otra han aportado opiniones, ideas, testimonios, anécdotas, bibliografía y temas que han servido para elaborar y ampliar el contenido de este libro, en relación a las fotos reconocimiento merecido al compañero Puyol.

edu.red

A, aquellos que desde los primeros momentos atendieron la llamada que les hice para poder confeccionar y publicar este libro, entre ellos: el General de Brigada Armando López (Arquímedes), al actual Jefe de los Bomberos, Coronel Bienvenido Rafoso, Jefe del Cuerpo de los Bomberos desde hace mas de 19 años, y al compañero Rafael Pupo, quien dirige a los bomberos jubilados. Gratitud especial a las compañeras Sara Rivera Oxamendi e Ileana María Rodríguez Hernández, las que muy directamente me ayudaron en todos los trabajos de este libro y a los compañeros de la Editorial, ¨ Capitán San Luis.¨ De forma muy personal al Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez por haber confiado en mí al proponerme y designarme al frente del Cuerpo de Bomberos en momentos tan delicados para el país. (1962-1965) Le agradezco además, el respaldo en recursos, el apoyo y comprensión que nos dio durante el cumplimiento de esta compleja misión, así como por su presencia física en los hechos de mayor trascendencia y peligro, que siempre nos sirvió de estimulo a todos los Bomberos. Al General de Cuerpo de Ejército Abelardo Colomé Ibarra ¨Furry¨, que siempre ha estado junto a los Bomberos, apoyándolos constantemente con medios y recursos fundamentales para que puedan cumplir con éxito sus múltiples y riesgosas misiones, con mayor seguridad para sus vidas. Además haciendo acto de presencia en los momentos de mayor tensión y peligro. Con agradecimiento muy especial; a los compañeros que desde el principio integraron el grupo de Orden Interior dirigidos por Colomé: Gral. De Brigada ® Irving Ruiz Brito, (Vice Ministro) Coroneles Pedro Rodríguez Peralta y nuestros queridos hermanos; Coronel. Klebert Martí Lamber (fallecido) y Ricardo Martínez Tamayo (Papi) (caído con el ¨Che¨ en Bolivia) Un abrazo de hermano a cada uno de los valiosos compañeros, Jefes, oficiales y bomberos de aquellos tiempos tan difíciles en los que tuvimos la oportunidad de compartir este honroso trabajo lleno de riesgos y peligros; entre ellos Francisco Guzmán Figueroa ¨CHIN¨, Ángel Aragó Delgado, Félix Alonso, Roberto Agramonte, Humberto Lescalle, Labrada, Estrada, Pire, El Chama, Mingo, Humberto Soler Baldaquín (El Loco Baldaquín) y muchos otros. Algunos ya partieron, pero nos dejaron el recuerdo de sus valientes acciones.

Roberto Valdés Martínez (La Habana, 1942), siendo un adolescente en la década del cincuenta, se incorpora a la lucha clandestina contra la tiranía de Batista en la ciudad de La Habana; a los 16 años deja sus estudios de Comercio, cuando terminaba el segundo año de la carrera, y se integra a la lucha armada en el Segundo Frente Oriental Frank País. Posee el grado militar de General de Brigada®. Ostenta numerosas condecoraciones del Consejo de Estado y de otros organismos de la República de Cuba. Es reconocido por sus aportes al enriquecimiento y a la defensa del patrimonio cultural cubano y a su labor como auspiciador, promotor y difusor de la cultura de la provincia de Santiago de Cuba. Desarrolló un importante trabajo en la proyección y construcción del Parque Nacional Baconao. Es autor de múltiples textos para canciones musicalizadas por compositores cubanos y ha incursionado en la literatura para niños y jóvenes. Es miembro de la UNEAC-ACDAM-SgAe Por su trabajo cultural ha recibido los siguientes galardones: • Diploma firmado por el Ministro de Cultura de Cuba, en reconocimiento a la destacada contribución al desarrollo cultural de Santiago de Cuba. • Diploma de reconocimiento firmado por el presidente de la UNEAC de Santiago de Cuba, por la destacada contribución al desarrollo cultural de esa provincia. • Placa conmemorativa José María Heredia recibida el 26 de julio de 2005, en Santiago de Cuba. • Diploma firmado por la compañera Marta Arjona en reconocimiento al apoyo prestado a la conservación del patrimonio nacional en la provincia Santiago de Cuba. Libros publicados con temas de Roberto Valdés Martínez (Robertico) Factores que pueden hacer más eficiente a un cuadro de dirección. Dirección de Cultura Santiago de Cuba, 1985. Nueva edición IACC 2006. Nueva edición ampliada 2007 con el nombre: ¨Para la Formación de Directivos¨ Editorial Caserón Ciudades. (Poemas a las ciudades de La Habana y Santiago de Cuba) con imágenes de Luis Cabrera, más catálogo de obras realizadas.) Editorial Conde Duque, España, 1996. Prosas y Canciones de Robertico Valdés. Gráfica Editorial Ocero, La Coruña, España, 1998. Alegre primavera. Editora Campillo, Nevado S.A., 1999. Libros terminados en proceso de publicación. "Desafío Al Peligro": Se trata de Acciones realizadas por los heroicos combatientes del Cuerpo de Bombero de la República de Cuba. (Testimonio) Título: MAS ALLA DEL TURQUINO Noveleta de aventuras (Juvenil) Autor: Roberto J. Valdés Martínez. MAS ALLA DEL TURQUINO es una noveleta con temas de ficción combinada con hechos históricos reales, donde se cuentan las emocionantes e instructivas vacaciones de dos hermanos de 10 años y 12 años, en la Sierra Maestra hasta escalar la montaña más alta de Cuba: el Pico Real del Turquino, que se alza en la provincia de Santiago de Cuba. "Cantos y cuentos de Robertico" (cuento y canciones infantiles) terminado en proceso de Edición y Grabación de los temas cantados y contados. OTRAS PUBLICACIONES MUSICALES DE ROBERTICO VALDES DISCOS Y CD PUBLICADOS Disco polivinilo: Arco iris y gaviota Textos de Robertico Valdés Martínez Musicalizados por: Kiki Corona CD: Carrusel de Girasoles (interpretados por (Shira) Textos de Robertico Valdés (todos los temas) Musicalizados por: Kiki Corona y Rey Ceballos Grabación: Nueva Fania USA CD: Cuban Coffee Interpretado por Coco Freeman Textos de Robertico Valdés (10 de los 12 temas) Musicalizados por Kiki Corona y Ernesto Burgos Osorio Grabación: Timba Récord Panama CD: El KATAO Textos de Robertico Valdés (los 10 temas) Musicalizados por Kiki Corona y Ernesto Burgos Osorio Producción: Rey Ceballos Grabación: ZicZac BMG, Polonia Alegre Primavera: Estudios Siboney, Santiago de Cuba: 12 temas de Robertico Valdés Interpretados por Gloria Latina y musicalizados por Kiki Corona y Ernesto Burgos Osorio

 

 

Autor:

Roberto J. Valdés Martínez, cubano.

Código postal 19100, Playa Santa Fe, Municipio Playa, Ciudad de la Habana, República de Cuba

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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