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Cuerpo de bomberos – Desafío al peligro (página 3)


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Como corresponde, se activa el plan de emergencia en dicho objetivo, y nos movilizamos hacia el lugar; la situación se torna compleja porque la temperatura de las paredes y de la tapa del tanque comienza a elevarse notablemente, el humo era denso y amenazaba con propagarse a través de los orificios que se habían hecho para su reparación. Al observar que no había control del incendio y que se hacía muy difícil realizar las labores de extinción desde la pasarela del borde superior del tanque, decido bajar, conjuntamente con los compañeros Eustiquio, Osmany y dos reclutas, hasta la tapa flotante que se encontraba en la p arte inferior del mismo, y aplicar dos generadores de espuma a través de los respiraderos para ir extinguiendo la superficie del combustible del centro hacia el perímetro del tanque. Aquella acción debía estar acompañada de un enfriamiento permanente de las paredes del tanque desde el exterior ya que los vapores iban a irse desplazando hacia el perímetro del tanque. Por causas ajenas a nuestra voluntad, la red exterior de agua de la refinería se deteriora y, como consecuencia, disminuyen los pitones designados para el enfriamiento, por lo que los vapores del combustible comienzan a llegar a una pared caliente, provocando una explosión y, con ello, el ascenso vertiginoso de la tapa flotante donde estábamos nosotros. Junto con la tapa fuimos lanzados, pero nos recuperamos rápidamente y observamos que en todo el perímetro del tanque las llamas y el humo nos rodeaban. Rápidamente decidimos organizar una evacuación protegida, creando las condiciones con los medios de protección personal que teníamos. Por suerte, los compañeros que estaban en el exterior del tanque se dieron cuenta de los sucedido y, a pesar de que no nos veían, ubicaron chorros de agua intensos en el borde superior donde se encontraba la escalera: esa acción nos ayudó a ir saliendo paulatinamente de entre las llamas que ya sobrepasaban el borde superior del tanque, para salvar nuestras vidas. Posteriormente, los implicados fuimos condecorados con la Medalla por la Valentía de I Grado. Testimonio del mayor Luis Álvarez Valdés, El Chama, 1963 En los momentos en que el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz comparecía en el programa de televisión Ante la Prensa, y siendo aproximadamente las 10:30 p.m., se sintió una fuerte explosión. Desde nuestra unidad se observó que se había producido en la refinería Ñico López, por lo que salimos hacia la misma a gran velocidad. Al llegar al lugar, las postas de la refinería no dejaban pasar a los carros de bomberos (ellos tenían su propio cuerpo de bomberos, el cual, después de este incidente, se subordinó directamente a nuestra institución). Por el equipo de radio se escuchó la orden del jefe de los bomberos, compañero Robertico, de que penetráramos al lugar de inmediato. Así lo hicimos, cumplimentamos la orden y pasamos para comenzar a trabajar en lo que se llamaba el llenadero de las cisternas de gasolina. Lo que había sucedido era que, durante la intervención del Comandante en Jefe, le pusieron una bomba a una de las rastras que se encontraba en el cargadero de gasolina. Se había violado el régimen de protección aplicable al caso. Fue significativo para los bomberos que durante toda la actuación se mantuvo presente el presidente de la República, Dr. Osvaldo Dorticós Torrado. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) En ocasión de incendiarse una batería de tanques en la refinería Ñico López, me senté cerca del tanque incendiado para recuperar energía, había un trabajador del lugar en la parte superior, pitón en mano, combatiendo las llamas. En ese momento, por la alta temperatura que soportaba, el tanque se pandea y el compañero resbala y se desploma, perdiendo el pitón. Al percatarme, me lanzo velozmente hacia él, recobro el pitón y, maniobrando con el mismo, logro protegerlo de las llamas y rescatarlo, con el apoyo de otros compañeros que sofocaron el fuego. En otra ocasión, al producirse un incendio de gran magnitud en la Planta Desoladora nº 3 de la refinería, donde combatían numerosos compañeros y medios técnicos, observo el peligro inminente de propagación del incendio hacia el área de las trampas, donde fluye combustible derramado; así como hacia otras baterías, con grave riesgo de explosión. Tomo la decisión de avanzar hacia uno de los conductos de gruesa capacidad de combustible que se encontraba completamente en llamas, para maniobrar en una de las válvulas de paso del combustible. Por ser enorme el volumen de las llamas, solicito que tres compañeros me protejan con chorros de agua; en ese momento me detiene Anselmo Llano, entonces jefe de la Unidad de Incendios de la refinería, me dice que es una locura penetrar en las llamas bajo esas condiciones y me suministra una capa y unos guantes de amianto. Es así que penetro en las llamas llegando a la segunda válvula de cierre, ya que la primera estaba destruida. Cuando logro llegar, cierro, y así, con el accionar de los restantes compañeros, pudo controlarse este siniestro, que estuvo a punto de provocar una gran catástrofe. Testimonio de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Durante seis años tuve que participar en varios fuegos y presenciar el coraje de los bomberos, al igual que los trabajadores y jefes de la refinería, pues todos tenían conocimiento para extinguir un siniestro. Aunque fueron varios los fuegos, recuerdo los que ocurrieron simultáneamente en los tanques 504 y 505, con más de un millón de litros de gasolina. Se empleó toda la técnica y medios disponibles. Aquí se destacaron varios compañeros, como Alonso (hijo), Loreto y otros que subieron a los techos de los tanques (de treinta y cinco metros de altura y de diámetro), mientras que otros aplicaban el enfriamiento por los laterales. Algunos ingenieros decían que las planchas no resistían el fuego. Pero este siniestro también se apagó después de mucho esfuerzo. Testimonio de Bienvenido Caballero, ex chofer del carro M1 y ex jefe de Unidad Ocurrió un incendio en la refinería Ñico López en tanques almacenados en un área, éste fue de grandes proporciones y de gran peligrosidad pues los tanques incendiados rodaban, lo que dificultaba la labor de los bomberos.

Hubo que tomar medidas precisas, no solo por nosotros, sino también por la presencia en el lugar del Comandante en Jefe. Testimonio del coronel ® Carlos Figueredo Rosales Otro accidente de connotación fue un fuego en la refinería Ñico López. Como se sabe los tanques de combustible tienen un sistema de tapas que son llamadas flotantes y con sello. Es una tapa con bordes de goma que va bajando según esté más o menos lleno el tanque y no deja el combustible expuesto. No obstante, por accidentes, sobre todo por rayos, a veces se incendia el combustible. Si los bomberos andan rápido, solamente con el uso de un extintor logran dominar la situación antes de que el combustible se gasifique por temperatura. Esto sucede con bastante frecuencia, podría decirse que cuatro o cinco veces al año en cualquier tanque. Pero en este caso hubo un error de procedimiento, pues se utilizó una tubería para trasegar nafta por la tarde, y al otro día se utilizó la misma tubería para trasegar alcohol. El día antes esta no se había cerrado correctamente, por lo que se unieron la nafta y el alcohol, y se produjo una expansión de gases que se inflamó con las chispas del tubo de escape de un camión que pasó cerca. Como resultado se incendiaron tres tanques de fuel oíl, un tanque de alcohol, al almacén de productos inflamables y un laboratorio. Millones de litros de combustible, productos explosivos, y todo cerca de un gran tanque de hidrógeno líquido. El primer carro de combate de la refinería comenzó las labores de enfriamiento desde dentro, o sea, entre los tres tanques de fuel oíl, el de alcohol, que era el que más encendido estaba, y el de hidrógeno. Sabía que si trataba de enfriar desde afuera lo que haría era dirigir el calor hacia el centro. Cuando llegué al lugar ya estaban desplegados todos los equipos de la refinería, unos seis carros, dos de ellos especializados, que se abastecían de las líneas de agua. Se formó el Estado Mayor y se cursó orden a la policía de que interceptara cuantos autos cisternas de servicio a la industria, turismo o población se encontraran, y lo s dirigieran a la refinería como estaba normado para estos casos. Se mandó a acercar el barco contra incendios que estaba de guardia para la Bahía de La Habana, para hacer succión desde al mar con sus poderosas motobombas, y que sirviera también de abastecimiento en las tareas de enfriamiento. El enemigo principal era el tanque de hidrógeno, cuya explosión podría producir daños catastróficos, no solo a la refinería, sino a los cercanos pueblos de Regla y Casablanca. Todos los bomberos sabían el riesgo que corrían. Lo primero que mandé organizar fue la fluidez del tránsito dentro del lugar, pues se podía producir un embotellamiento de la técnica. ES decir, podíamos situar mucha técnica, pero esta podía quedar inmóvil. Se designó al capitán Baldoquín para organizar la fluidez de mangueras y agua desde la zona donde se situó el barco. Este tuvo que improvisar un puente para trasladar algunos recursos y pasar las mangueras. Baldoquín era un oficial preparado en los menesteres de abastecimiento de agua "desde cual quier lugar que la hubiera" desde la época en que el General Roberto Valdés había sido jefe de Incendios. Según fueron llegando carros de combate o primeros avisos desde diferentes unidades de la Ciudad de La Habana y desde la provincia de La Habana, se fueron rodeando los tanques de fuel oíl, manteniendo el sistema de enfriamiento sobre el de hidrógeno. Ya los de fuel oíl se habían apagado con espuma y no representaban ningún peligro, no obstante, se les mantenía refrescados debido a la cercanía con el de alcohol, que ardía como una antorcha. Para el caso del tanque de alcohol, la idea era dejar que se gastara un poco el combustible, e ir disolviéndolo con agua hasta lograr que no fuera inflamable o no combustionara. El almacén de productos explosivos y el laboratorio fueron apagados desde el primer momento. A las dos de la madrugada, dieciséis horas después de comenzado el incendio, solo quedaba encendido el tanque de alcohol. A las once de la noche me informó el general Pascual Martínez, quien había llegado una hora después que yo, que el Comandante en Jefe Fidel Castro se dirigía al lugar. Le dije que debíamos buscar la forma de no dejarlo pasar a la zona de mayor peligro, o sea, cerca de los tanques, y si fuera posible atajarlo antes de llegar a la refinería. Nosotros sabíamos que el Comandante acostumbra a meterse en los lugares más céntricos del combate. Lo que no sabe el lector es que sobre mí pesa el dolor de haber estado muy cerca del lugar en que cayó en combate de José Antonio Echeverría durante los sucesos del 13 de marzo de 1957, y también el Comandante Piti Fajardo durante la Lucha contra Bandidos en Escambray. En este caso se juntaron en mí el trauma como consecuencia de estos hechos, el respeto por el tamaño de la figura histórica de Fidel y su papel principal en la Revolución y, por qué no decirlo, el cariño y la admiración que le tengo. Mandé organizar un puesto de mando de avanzada con mapas de toda la situación operativa y oficiales de alta graduación para tratar de que Fidel conociera las acciones desde este lugar. Tuvimos la suerte de que llegara y viera desde afuera de los cinco tanques todo el despliegue, y se dirigiera al puesto de mando, donde el general Pascual lo puso al tanto y le dijo que todo estaba bajo control y que teníamos asegu rado el abastecimiento de agua para el enfriamiento necesario, y que el tanque de hidrógeno estaba fuera de peligro. Él había insistido en el control sobre dicho tanque.

Le explicaron que el tanque de alcohol llevaría mucho tiempo en ser liquidado, pero que no representaba peligro mientras hubiera capacidad de enfriamiento, y este estaba asegurado. Se fue y dijo que regresaría más tarde. Me mantuve dentro del área de combate hasta las siete de la mañana, hora en que se logró apagar el tanque del alcohol, ya muy deformado. Hasta ahora no sé si realmente volvió. El fuego duró veintitrés horas y se otorgaron 122 medallas Por la Valentía Durante el Servicio. Yo la obtenía por segunda vez. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) Incendios de viviendas Uno de los casos que más impactó mi vida de bombero ocurrió en el municipio de La Habana Vieja, en una cuartería de dos plantas. En esa etapa había gran escasez del combustible que se conoce como luz brillante, y muchas personas lo almacenaban, imprudentemente, en recipientes. En el número 667 de la calle Habana, en una de las habitaciones de la planta alta, había una cocina de presión. Al verter el alcohol desde una botella a los quemadores, este se inflama, y la señora, asustada, la tira hacia atrás, cayendo en una cuna donde reposaban sus tres niños pequeños. Inmediatamente se encendió el mosquitero y la sábana. La madre, horrorizada, pide auxilio y trata de proteger a los niños, incendiándosele así su ropa. Atraído por los gritos, acude un familiar, el cual ve un cubo en el piso y, creyendo que contenía agua, lo arroja sobre las víctimas para sofocar las llamas. Pero el contenido del mismo era la luz brillante inadecuadamente almacenada, y esto ocasionó el fallecimiento inmediato de la madre y los tres pequeños, y algunas quemaduras al familiar. Hubo un incendio en la calle San Ignacio de regulares proporciones en una vivienda, pero este fue muy doloroso y me dejó marcado, pues en el mismo fallecieron dos menores que se ocultaron debajo de la cama. La madre dejó la cocina encendida y la puerta cerrada y fue a la bodega; cuando llegó, estaba incendiada la vivienda, y aunque se actuó rápidamente no pudimos, salvar a los niños. Testimonio de José Antonio Mederos García Incendio en un edificio de tres plantas en La Habana Vieja A punto de morir por imprudencia Estando en el mando práctico como jefe de pelotón en la Unidad No. 1 de Corrales, suena la campana por un incendio en un edificio de tres plantas en La Habana Vieja, el cual tenía una escalera de madera en muy mal estado. Yo, como jefe de pelotón, acompañado el primer pitón, realicé la exploración. El incendio se localizaba en una torre situada en el patio del edificio, a la cual los moradores arrojaban basura a través de las ventanas de c ada piso; alguien botó un colchón de huata y tupió la torre; una colilla de cigarro o alguna brasa prendió fuego al colchón, provocando una gran cantidad de humo que llenó todo el edificio. Ordené un despliegue combativo de tres tramos de manguera de 51 mm. y un pitón neblinero. Al llegar el tendido le pido el pitón al compañero que lo traía, me subo en el apoyo de una ventana y comienzo a echar agua. De pronto, una nube de cucarachas penetra por la ventana, cerca de mí había una señora que se asusta, da un grito, abre las manos y choca conmigo, por lo que pierdo el equilibrio, caigo dentro de la torre y llego hasta aproximadamente la mitad, por donde estaba tupida, pero no suelto la manguera. Ante esta situación, mis compañeros comenzaron a gritar al resto de la dotación: "Corran, corran, que el jefe del pelotón se mató". Mientras, yo gritaba: "Estoy vivo, no me quiten el agua y halen la manguera". Cuando me rescataron y llegué a la superficie, me faltaba la respiración, debido al humo, y tenía algunas quemaduras leves. La señora gritaba: "Fue culpa mía", pero le dije: "No, señora, el culpable soy yo, porque lo primero que tenía que haber hecho era retirar del lugar a todos los curiosos". Incendios por accidentes del tránsito: a cada rato se producen accidentes de tránsito de gran magnitud, donde dos autos chocan y el impacto los lanza contra otros vehículos, o se vuelcan, o reciben impacto directo de frente, o tumban un poste eléctrico o telefónico. A veces, al accidentarse los vehículos, se producen incendios que en numerosas ocasiones cuestan la vida a los conductores y demás ocupantes. En algunos de ellos queda personal atrapado y se dificulta mucho la extracción de las víctimas del interior del vehículo, incidiendo además, el que está atrapado, se encuentra inconsciente, en estado de gravedad o fallecido. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) Este hecho ocurrió de madrugada en un ómnibus marca Leyland que cubría la ruta Habana-Marianao por la Avenida 51. En el entronque de la calle procedente de La Tropical surge inesperadamente un camión, que se proyectó contra la puerta delantera del ómnibus, motivando el incendio de ambos vehículos. El impacto provocó el atascamiento de las puertas impidiendo la salida de los pasajeros. En los momentos iníciales escaparon varios pasajeros envueltos completamente en llamas, parecían antorchas humanas pidiendo auxilio en las calles, algunos vecinos acudieron con mantas o frazadas para socorrerlos. Yo estaba al frente del Comando de Incendios del Cerro y fui el primero en llegar al lugar; maniobrando, tomé un pitón para combatir las llamas y me percaté de que había personas atrapadas en el ómnibus. Cogí una barreta y traté de forzar la puerta delantera, pero no pude, entonces golpeé fuertemente con el pi tón el parabrisas delantero, quebrándolo. Por ahí mismo introduje el pitón y con varios movimientos logré sofocar las llamas de esa zona. Al mirar al interior, observo seis o siete cadáveres consumidos, que parecían pequeños maniquíes apretujados junto a la puerta, y otros más en el pasillo. Al día siguiente se publicó una hazaña, al decir de la prensa, por el caso de un pasajero que logró escapar desprendiendo el parabrisas trasero y, al percatarse de que había dejado dentro un maletín con los salarios de los obreros de su centro de trabajo, penetró nuevamente al ómnibus y lo rescató. Esto, para mí, no fue ninguna acción memorable, pues lo heroico hubiese sido rescatar a algunas de las personas atrapadas, a pesar del dinero, pues en esta escena dantesca hubo más de veinte pasajeros fallecidos y ha sido uno de los hechos que más me impactaron. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) Este accidente sucedió en Vía Blanca y Entrada de Cayo Cruz al impactarse un auto marca VW contra la parte posterior de una camioneta destinada a traslado de cilindros de gas, estacionada completamente a oscuras en la Vía Blanca. Producto del impacto, se incendió el auto, quedando atrapada en su interior la esposa del conductor. El hombre había sacado a su hijo que viajaba con ellos.

Había un fuerte olor a carne quemada, y el hombre, llorando, se golpeaba los brazos también quemados y gritaba: "¡Coño, se quemó mi mujer y no pude salvarla!" Él también sufrió algunas lesiones, aunque leves. Incendio en la fábrica de gas Evelio Rodríguez Curbelo en Luyanó Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) En el año 1976, cuando era jefe de Unidad del Comando nº 11 del Cotorro, recibo el aviso de un incendio de grandes proporciones en la Planta de gas de Melones. Llovía fuertemente y, como la técnica de la Unidad quedó cubriendo zona, tomé una moto MZ destartalada y salí lo más rápido que pude al lugar del incendio. Se trataba de un tanque de gas (todos flotantes), cuyos bordes estaban incendiados. Al lugar acudieron numerosas unidades, técnicas agregadas y carros pipas desviados por las patrullas y el Acueducto de Palatino. Mientras el compañero Ángel Aragó Delgado organizaba el enfriamiento del mayor de los tanques y las labores de extinción, yo me ocupé de localizar al ingeniero principal. Localizo a un hombre más bien bajito y colorado, creo que era un alemán, e indago si se podía evacuar el gas almacenado en ese tanque por la válvula de acceso al depósito principal. El ingeniero, después de analizar un rato, me comenta que de los dos conductos instalados al tanque, uno conducía el gas, y la otra línea era de vapor de agua, por lo que existía la posibilidad de que, si disminuía la presión del gas, se pudiera tragar las llamas y sobrevenir una explosión. Me sugiere entonces que debía cerrar lentamente la válvula de acceso del gas y a la vez ir compensando la presión con la línea de vapor de agua. El peligro en este sector eran unos balones que se prendían bruscamente por momentos, por ello, para operar los conductos, me protegí con varios pitones neblineros que me bañaban constantemente y, coordinadamente a las labores de enfriamiento y extinción, manipulé ambas válvulas para compensar la presión de las líneas. Así se logró la extinción, evitando el peligro algo remoto de una monstruosa explosión. Testimonio de Francisco Guzmán Figueroa (Chin) Fuego en el cargadero de gas y almacén colindante de la refinería Ñico López Eran las doce del día y sonó la sirena. Todos corren a sus posiciones y partimos al lugar del incendio que era esta vez en el cargadero de gas. Solté la pistola y los carnés, los puse sobre el muro y dije: "De ese lugar nadie sale vivo". Había entre nosotros más de cincuenta jóvenes del SMO. La situación era compleja, el pistón para cargar las rastras se había roto, se había prendido y el gas seguía saliendo y prendiendo toda el área. Las balas de almacenamiento de gas estaban como a cinco metros, el fuego casi llegaba al lugar, y el almacén ya estaba ardiendo. Los ingenieros me dicen que las válvulas de los cargaderos podrían resistir hasta 400 grados. Había que cerrar una llave de paso que conducía hacia el cargadero y se encontraba debajo de una cortina de fuego. Se me acercó un empleado y me dijo: "Yo la cierro". —Sé que eres capaz de eso —le contesté. Este compañero, valiente bombero, había sido jefe de una de nuestras Unidades. Lo empapamos en agua, fue hasta el lugar y cerró la llave de paso. Le dije, lleno de alegría: "Negro, sigues siendo un gran bombero". Testimonio del teniente Roberto Agramonte Incendio en la fábrica H. UPMANN En el año 1960 se produce un incendio de grandes proporciones en los almacenes de cura de tabaco en la fábrica H. UPMANN, en Ciudad de La Habana, en el que participaron el personal y los equipos de las Uni dades de Bomberos Nº 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 11. En el momento en que estas unidades se encontraban luchando contra el incendio, se produce un derrumbe de los pisos de tabaco en cura y los materiales cayeron sobre las mangueras que se encontraban dentro del local incendiado y cortaron el agua a las líneas que se estaban utilizando para la extinción, por lo que queda atrapada en el interior del edificio en llamas la dotación del carro M2. Entre los atrapados me encontraba yo, que era jefe de esa dotación, y los bomberos Argelio Collazo, Fausto Álvarez, Miguel García y Raimundo Álvarez. Al darme cuenta de que el almacén amenazaba con derrumbarse, y que ya no teníamos tiempo para abandonarlo, decidí agrupar a los bomberos debajo de un arquitrabe, para protegerlos. Después que se produjo el derrumbe, todas las áreas de la primera planta quedaron cubiertas por desechos de la construcción y por tercios de tabaco en llamas, además del humo tóxico del propio tabaco. Uno de los compañeros que no cumplió la orden de agruparse bajo el arquitrabe, pues se encontraba en estado de pánico, quedó atrapado bajo los escombros. Con la rápida actuación de todos, logramos sacarlo con vida, aunque muy dañado y falleció al poco tiempo ya que nunca se recuperó. Se nombraba Raúl Rivó. Testimonio de Lic. Gabriel Alfonso Incendio en una panadería El día 22 de marzo de 1960 se produce un incendio de regulares proporciones en una panadería al lado de la antigua Terminal de Ómnibus de la ruta 22 de Marianao, cerca del puente de La Lisa. Al dirigirse las técnicas de incendio del municipio de La Habana Vieja a este incendio, el carro M2 se proyectó contra un auto en el cruce de la Avenida de Boyeros y Calzada del Cerro. Como consecuencia, uno de los bomberos salió por el aire y se estrelló contra el poste de la luz de esa esquina, perdiendo la vida. Su nombre era Jorge Román, y fue este el primer mártir de los bomberos en la Ciudad de La Habana. También resultaron heridos muy graves el jefe de carro, Roberto Jiménez, quien me sustituía, pues debí estar en ese turno de trabajo, Rolando Borroto (bombero) y el chofer maquinista Oscar Álvarez. Testimonios de Juan Terry Ferrín, ex chofer del carro M4 y ex jefe Nacional de los Bomberos Un incendio lamentable fue el de la calle Patria, que se produjo en un almacén de la Empresa de Confección de Calzado y que se encontraba lleno de Cemento Soleta. Por el frente de la nave se encontraba una dotación de alumnos de la Escuela Nacional de Bomberos. En dicha dotación había dos bomberos sin capa, las cuales no alcanzaban en aquellos tiempos para todos los hombres, por encima del agua vertida por los pitones, corría la Zoleta incendiada, dichos hombres resbalaron y cayeron en el agua con zoleta encendida y esta se les pego en el cuerpo, los mismos salieron corriendo envueltos en llamas por la calle Patria, sufriendo quemaduras en el 90% de sus cuerpos, falleciendo a la mañana siguiente. Después de este lamentable suceso, se le cambió el nombre a la Escuela Nacional de Bomberos, por el de Escuela Mártires de la calle Patria. Testimonio de Bienvenido Caballero, ex chofer del carro M1 y ex jefe de Unidad Ocurre un incendio en el almacén de pintura y otros productos de la calle Patria; al entrar los bomberos para su extinción, ocurre una explosión, y la pintura incendiada envuelve a dos combatientes, los cuales fallecieron. Esto habla de lo riesgosa y dura que es la vida de los bomberos. Este hecho me causó una gran conmoción. Testimonios de Juan Terry Ferrín, ex chofer del carro M4 y ex jefe Nacional de los Bomberos Incendio en la carpintería de Concha y Porvenir.

Se produce un gran incendio en un taller de carpintería, situado en Concha y Porvenir, en una edificación de madera de tres plantas. Fue tan intenso el incendio, que al carro M4, que estaba situado a veinticinco metros del edificio en llamas, se le derritió el parabrisas, en un edificio situado en la acera del frente, como a treinta metros, se incendiaron las tendederas llenas de ropas, y de un gallinero que había en el lugar salían las gallin as con las plumas encendidas, corriendo. Incendio en un almacén de la Empresa del Fósforo Un incendio muy violento fue el de la calle de la Rosa e Infanta, en un almacén de la Empresa del Fósforo, donde se producían explosiones esporádicas, que hacían volar los tanques de 55 galones hacia los techos de las casas de las manzanas colindantes. Hubo un momento en que tuvimos incendiadas cuatro manzanas a la vez, pues los techos de las casas de esta zona eran de tejas y madera. Testimonio del coronel ® Osvaldo Antonio Castell Valdés, ex jefe de los Bomberos Incendio en el local de la CTC. Otro hecho a destacar en mi paso por los Bomberos es el incendio provocado por la contrarrevolución en el local de la CTC. Recuerdo que me encontraba en una casita en la azotea del edificio observando por donde debíamos atacar para extinguirlo, cuando llegó a lo alto de la casita el compañero Lázaro Peña, entonces secretario general de la CTC, para acompañarnos. A los pocos minutos de haber bajado el compañero Lázaro y yo, se desplomó la casita. Testimonio de Bienvenido Caballero. Fui a un incendio en la CTC, iba por la calle Reina y, al doblar en Belascoain, por ir con tanta velocidad, el carro patinó y dio dos vueltas en redondo. No hubo daños personales, ni al carro le sucedió nada. Llegué al incendio con un susto tremendo y tembloroso, pero a pesar de todo, fue elogiada mi actitud por el dominio del carro. Fui chofer durante dos años. Incendio en una carpintería en Marianao: En una carpintería en Marianao, bastante grande, sobre todo en su área de almacenaje exterior, repleto de tablones y tablas de diferentes tamaños, ardiendo la mayoría, además de que gran parte de la construcción del local era de madera, con algunas paredes laterales de ladrillos, nuestras fuerzas atacaron directamente un incendio. Acompañados por la roja lluvia de chispas, nuestros hombres avanzan dentro de aquel viejo local, alguno de ellos arrastrados por los pisos, manteniendo mojadas las paredes y los locales aledaños para evitar la propagación, pero el fuego se extendía rápidamente estimulado por el fuerte viento con peligro de propagación en todo el vecindario. Ya se habían desprendido varios de sus altos ventanales, explotaban llamaradas dentro del material inflamable, creando confusión y pánico. Algunos de los vecinos estaban despavoridos, de pronto las llamas lo envolvieron todo y se extendieron a dos edificaciones aledañas. Los bomberos se abrían paso guiados, en ocasiones, por el resplandor del incendio, había un calor asfixiante y el humo sofocaba y hacía cada vez más difícil la respiración, las llamas parpadeaban siniestramente, mientras gases peligrosos flotaban en el ambiente. La carpintería se había convertido en una funesta pira de madera: el edificio soltaba pedazos de madera ardiendo que caían muy cerca de nuestros hombres, y los ladrillos de algunas de sus paredes laterales se rajaban abriendo grandes brechas por donde caían fragmentos como pequeña lluvia de piedras; nuestros hombres se encontraban fatigados y extenuados por el calor, el agua inundaba todo el local, el fuego emitía llamas de color amarillo-naranja y fuerte humo gris carmelitoso. Se utilizaron múltiples fuentes de suministro de agua cercanas al lugar: hidrantes, cisternas de las casas, pipas de agua y otras. Al penetrar, llevaba en mis manos la capa, el casco, la linterna y unas botas de goma, me acompañaban varios compañeros a los que iba dando indicaciones para las diferentes áreas; ya nos encontrábamos bien adentro de aquella inmensa nave y muy cerca de las llamas. De pronto, cuando me puse la capa, sentí un escalofrío tremendo en todo el cuerpo: algo raro, muy raro me estaba pasando y me producía esa sensación. De inmediato me coloqué el casco, solté las botas y comencé a revisar la capa; al abrirla sentí un fuerte olor a gasolina. Efectivamente, mi capa estaba totalmente bañada en gasolina, rápidamente me la quité y, en un gesto instintivo, la lancé hacia un costado muy cerca de las llamas, al llegar al suelo ardió como una gran antorcha en fracciones de segundo. ¿Qué me produjo aquel fuerte escalofrío? Antes les había contado que después del fuego que bautizamos Papel y Tinta, me había intoxicado con plomo en la sangre, por un baño que me di con una estopa y un cubo lleno de gasolina, al mantenerme encerrado durante mucho tiempo en un pequeño baño de la pizarra telefónica de Corrales , para poder limpiarme la gran cantidad de tinta que se me había impregnado en el cuerpo. Cuando se investigó de dónde había salido aquella cantidad de gasolina, se supo que el compañero que estaba a cargo del carro, había colocado una vasija con gasolina, y esta tenía salidero y se había vaciado totalmente sobre mi capa. Pasé tremendo susto, pero la intoxicación con gasolina me había hecho alérgico a aquel producto, cosa que en esta ocasión me salvó la vida. Incendio en el Hotel Habana Libre. Por la planta de radio de la PNR, (Policía) escuche que mencionaban mi nombre, favor de localizar a Robertico. Pregunte de que se trataba. Me informa el oficial de guardia superior que se estaba produciendo un incendio de grandes proporciones en el hotel Habana Libre y que los compañeros Arsenio Franco, entonces Vice Ministro del Interior, y Carlos Figueredo Rosales (El Chino Figueredo), jefe de bomberos en aquellos momentos, solicitaban que yo fuese a ese lugar lo antes posible. Inmediatamente me presenté al Puesto de Mando Móvil de los bomberos, que estaba situado en la esquina de 23 y M. Los dos compañeros valiéndose de varios planos del edificio en llamas y con uno de los directivos del hotel presente, me explicaron la situación del siniestro, sus grandes proporciones y sus preocupaciones por las elevadas temperaturas ya alcanzadas dentro de los locales del Hotel y que ya las columnas de humo caliente, estaban saliendo a los pisos superiores por los túneles de los elevadores, con peligro de propagación inmediata a toda la edificación. De acuerdo a lo que me explicaron, tomamos de conjunto la decisión de que yo tomaría el mando dentro del área del incendio y que ellos apoyarían mis demandas en cuanto a recursos, equipos, personal y otras necesidades desde el puesto de mando. Ya teníamos clara la situación operativa y la dirección principal del incendio. La idea era penetrar por uno de los sótanos hasta llegar a los autos que estaban explotando, donde se encontraba concentrado el fuego.

Por la puerta principal del sótano teníamos dos pistones de 2 ½ pero la densidad del humo y lo peligroso de las explosiones, no permitían avanzar hacia la profundidad, que era donde explotaban los autos constantemente, esparciendo gasolina ardiendo en todas las direcciones. Aquí me sucedió lo que en otras ocasiones; el responsable del área me planteó que era imposible cruzar por aquel lugar, por la existencia de gran cantidad de cables de alta tensión que estaban bajo el agua, que ya se habían producido varios chisporretazos y se mantenían con electricidad en vivo, y que era un peligro extremo, además de que si lográbamos pasar, chocaríamos directamente, con los autos explotando constantemente. Con esta "agradable" noticia, comencé a ejecutar la misión encomendada. Considerando su alerta, con mucho cuidado tuvimos que entrar por esa misma zona a uno de los sótanos, (creo que era la tintorería). Para poder penetrar al área cercana a los autos que ardían y explotaban, se procedió a cortar una gruesa malla metálica alargada, en forma de rombos, es decir, no muy alta, que aislaba y protegía los cables de alta tensión; después de haberla cortado de forma tal que cupieran los bomberos con todo su equipamiento, se colocaron unos neumáticos viejos, y sobre estos, unas alfombras de goma de automóviles, con el propósito de ganar en altura y protección, en relación a dichos cables. Gateando sobre las alfombras de goma llegamos hasta una pared colindante al área incendiada. Mandarria en mano se abrió un hueco, y por ahí penetramos. Desde esa posición logramos controlar y liquidar el incendio en ese sector principal. En esta ocasión se tomó la decisión de trabajar con la corriente eléctrica conectada, ya que el humo, acompañado de un calor insoportable, se estaba introduciendo por los túneles de los elevadores, con peligro inminente de propagación por conducción hacia las habitaciones de las plantas superiores del hotel, con lo cual se incendiarían las cortinas, colchones, sábanas, alfombras y muebles forrados de tela, que arden con temperaturas más bajas. Las plantas eléctricas auxiliares se encontraban cubiertas a media agua en el sótano aledaño. La conclusión fue: "Si desconectamos la corriente eléctrica y nos quedamos totalmente a oscuras, se nos va el hotel". La decisión tomada: "Continuar trabajando con la corriente en vivo, alertando uno a uno, sobre todo a los pitoneros actuantes del riesgo que se corre" y hacia donde debían aplicar los chorros de agua. De esta forma los bomberos salvaron esa valiosa instalación turística, bajo un riesgo total para sus vidas. En las notas del autor les comentaba que, en ocasiones, dentro de tanto riesgo y peligro, suceden cosas simpáticas. En este caso les contaré algo que me sucedió a mí personalmente relacionado con este incendio en el hotel Habana Libre. En medio que aquella situación tan peligrosa provocada por el intenso humo resplandeciente por las llamas y explosiones de los autos, y acompañado de un penetrante calor y el peligro de accidente eléctrico, me encontraba muy concentrado en que no se fuese a cometer ningún error fatal, y al tener que arrastrarme y cruzar sobre el área que habíamos cortado para poder acceder al foco principal del incendio y con el constante subir y bajar por nuestras pequeñas y estrechas escaleras, se me descosió el pantalón de banda a banda por su parte baja: se descosió por las dos piernas a la vez, era como si tuviese puesta una saya pantalón, pero descosida por la mitad, es decir, se veía totalmente el calzoncillo. En los momentos en que venía bajando por una de las escaleras, siento a mis espaldas una voz femenina que exclama: "¡Qué valientes! ¡Qué valientes!" Y se dirige a mí: "Compañero, yo soy la periodista fulana de tal, de tal emisora de radio y quiero hacerle una entrevista". Yo, que sabía que me encontraba semi desnudo, empapado en agua, con la cara sucia, etc., pasé tremenda pena y le tuve que pedir de favor a aquella distinguida periodista que abandonara el lugar de inmediato, ya que se encontraba en una zona de muy alto riesgo, cosa que, además, era real. Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (El Loco Baldoquín) Círculo infantil Le Van Tan Este fue el producto de un criminal sabotaje que puso en peligro la vida de decenas de pequeños inocentes. Ocurrió en el año 1976, en el antiguo círculo infantil Le Van Tan, en las calles 49 y 120 (al fondo del Anfiteatro de Marianao) donde hoy radica el Poder Popular municipal. Al llegar, penetro por una ventana del primer piso que daba a la calle del fondo, e inicio una exploración por los distintos cubículos, teniendo presente que, ante el peligro, los niños tienden a ocultarse debajo de las camas, en los closets o sitios similares. Ya los vecinos, estudiantes y bomberos prácticamente habían evacuado a los infantes, pero el humo era tan intenso que apenas podía respirar. Entonces saco la cabeza por la ventana para tomar aire puro y veo al compañero Fidel en compañía de Pepín Naranjo: nadie los acompañaba. De seguro, al conocer el hecho, escapó de su escolta y acudió al incendio. La población se concentraba en la entrada principal, Pepín me reconoce y me hace señas para que me acercara. Me presento, saludo a Fidel, y este me hace numerosas preguntas, si habían víctimas o más lesionados o en personas peligro, si se trataba de un acto de sabotaje, dijo que había que informar a la población sobre este acto bárbaro contra niños indefensos. Le respondo: —Comandante, que yo conozca no hay niños afectados, pero no puedo asegurarle del todo que sea sabotaje, pues hasta el momento solo exploraba los locales por si había algún niño oculto o atrapado. Mire, al frente del edificio está el jefe del Departamento, Juan Terry Ferrín; si usted desea, voy a buscarlo. Me dice: —Sí, anda a buscarlo. Me dirijo al área de extinción y le digo a Terry: —Jefe, el Comandante quiere verlo. —¿Qué comandante? —me dice casi sin atenderme. Y respondo: —Fidel. Da un salto y pregunta: —¿Dónde está? —Sígame —le digo y avanzo hasta la calle 47. Aún la población no se había percatado de la presencia de Fidel, ya había llegado la jefa del Laboratorio Central de Criminalística, el viceministro del Ministerio del Interior y dos militares más. —Comandante, permiso —le digo a Fidel—, él es el jefe del Departamento y pido permiso para retirarme —pues me pareció que no debía inmiscuirme en aquel diálogo. Estoy seguro de que Fidel recuerda aquel encuentro, sorpresivo para mí. Al día siguiente la prensa, la radio y la televisión denunciaban aquel monstruoso hecho criminal. Testimonios de Juan Terry Ferrín, ex jefe Nacional de los Bomberos Cuando el incendio del Le Van Tan, yo estaba en la Víbora, y escuché por la planta de radio al exagerado jefe del carro M7 que decía que estaba en el círculo y que la candela iba subiendo por las escaleras, imagínense cuánto corrí hacia aquel lugar. Comprobé rápidamente que no era así, pues el principio del incendio se había producido en el escenario del teatro, y este era pequeño.

Todos los niños estaban encerrados en los salones de los pisos superiores. Subí inmediatamente por la escalera y comencé a orientar que los bajaran por las escaleras, cosa esta que se produjo inmediatamente, al llegar al segundo piso, vi que los estaban evacuando por la terraza en bolsos de cartero y por el carro escalera. Los dejé que continuaran de esa forma, pues cambiar a esa hora el ritmo de la evacuación podría traer problemas. Después los internamos a todos en el anfiteatro. Me avisaron que el Comandante en Jefe se encontraba al fondo del círculo, fui allí conjuntamente con Pascual Martínez. Cuando llegamos, el Comandante me preguntó cuántos niños se habían quemado, ya que sintió olor a carne quemada. Le contesté con gran satisfacción que a ningún niño le había ocurrido nada, que todos estaban a salvo. Me preguntó qué había pasado, dijo que necesitaba conocer de inmediato las causas de lo sucedido. Le contesté que cuando se determinaran las causas, se lo enviaría con urgencia. Le informé que según las normas soviéticas no se podían tener niños más allá de un segundo piso. El comandante mandó a buscar a las autoridades del municipio y les orientó que no debían tener más niños en ese lugar, instruyéndolos para trasladarlos al otro día para otros lugares. Después de una exhaustiva investigación, determinamos que había sido saboteado el círculo, pues había trazas de hidrocarburos en la madera del escenario, lo que indicaba que se había utilizado algún líquido combustible en el inicio. Así concluyó esta historia sobre él Le Van Tan. Incendio en una refinería en Nicaragua Testimonio del coronel ® Carlos Figueredo Rosales Otro incidente fue el de la refinería o reservorio de Nicaragua. Casualmente, durante un despacho con el viceministro primero, general Pascual, este recibió una llamada del ministro en que le decía que, desde Nicaragua, el presidente Daniel Ortega le había pedido al Comandante Fidel Castro que le enviara cincuenta tanques de espuma y cincuenta o cien tramos de manguera, pues la refinería de Masaya había sido cañoneada por una embarcación enemiga, encendiéndosele los tanques de combustible, y no lograban apagarlos. Que temían que fuera el preludio de una invasión, pues ahí estaba el combustible de reserva de sus medios militares. Como yo conocía el lugar por mis visitas de asistencia a Nicaragua, pensé que lo mejor era que yo me encargara del asunto y solicité permiso para trasladarme al lugar con los tanques de espuma, los cien tramos de manguera, dos motobombas portátiles, cuatro ingenieros, un asesor legal y veintiséis hombres, y, además, llevar al capitán Baldoquín para asegurar alguna necesidad de agua. Calculé que dichos tanques estaban cerca del mar, pero había una línea férrea por el medio, y lo mejor era llevar las motobombas que se pueden acarrear a mano. El general Pascual se comunicó con el ministro y este le respondió en pocos momentos que el Comandante Fidel aprobaba todo menos los veintiséis hombres. Me daban el avión Britania, único que quedaba en Cubana de Aviación. Pensé en el riesgo que representaba pasar por encima de El Salvador con este avión, ya que ahí estaban en guerra. Al llegar a Nicaragua, nos esperaban en el aeropuerto el general Roberto Escalante y algunos altos jefes de Nicaragua. En ese momento me dijeron que estaba aterrizando una ayuda de México en un avión C130. Le dije al tte. Coronel Lescaille, jefe de los bomberos de Ciudad de La Habana, que viera los medios que traían. Al poco rato volvió y me dijo que había llegado un comandante con cuatro ingenieros, un asesor legal, cincuenta tanques de espuma, cien tramos de manguera y dos motobombas portátiles. Me di cuenta de que, o el comandante conocía el lugar, o había obtenido los planos, o la información, del planteamiento operativo. El comandante era Benito, como solo lo conocí después, jefe de los bomberos de PEMEX. Después llegaron los bomberos de Colombia con un comandante, cuatro ingenieros y un asesor legal, sin más recursos. Como el comandante Benito era unos diez años mayor que yo y tenía más tiempo servicio, le correspondía dirigir las operaciones. Prácticamente comenzó dándome órdenes. Su abogado le susurró algo al oído, y él me dijo entonces que le presentara el plan y que él lo aprobaría, si estaba de acuerdo. Los dos abogados y los dos ingenieros se reunieron y en cinco minutos tenían mi propuesta a la firma de ambos. Estuvo de acuerdo y firmó, cosa que es muy importante, por la responsabilidad con las compañías aseguradoras. Cuando el comandante Benito planteó que había que chequear la temperatura de los planos inferiores de los tanques, ya el Tte. Coronel Lescaille lo había hecho, y yo tomaba las medidas de enfriamiento. El día anterior, en uno de los tanques de aceite, se había producido el efecto broil up, que es que al haber siempre agua en estos tanques, y esta es más pesada que el aceite, se deposita en los planos bajos. Como el aceite y el fuel oíl hierven a más de 300 grados, y el agua a 100, se produce una especie de pistón que bota el combustible incendiado hacia fuera, como pasó en Venezuela (esto costó las vidas de más de doscientas personas entre bomberos, policías y periodistas un tiempo atrás). Con los recursos que habíamos llevado los mexicanos y nosotros, y parte de ayuda de los colombianos, logramos controlar la situación en unas tres horas después de haber ardido aquello durante veintitrés horas. El resto del tiempo, o sea, dos días más, no me separé del comandante Benito, pues me contó muchas cosas que fueron como clases para mí y mis subordinados. Era un hombre de gran experiencia y se dirigía a mí como a un hijo, aunque me trataba de comandante. Testimonio del coronel Mario Álvarez Martínez, actual Segundo Jefe del Cuerpo de Bomberos. Incendio en el antiguo Ministerio de Agricultura. transcurría el mes de octubre del año 1989.

A tenor de decisiones tomadas por la dirección del país el Órgano de Protección contra Incendios había sufrido transformaciones estructurales, que en el caso de la Ciudad de la Habana, consideraban la constitución de un Departamento Nacional y un Departamento Provincial atendido por una Jefatura de Orden Interior. Era un sábado por la noche y los oficiales a quienes nos asignaron la misión de estar en el Departamento Nacional nos mudábamos desde la sede ubicada en la Avenida de las Misiones nº 5 y 7, para unas oficinas en el 5to. piso del edificio de Lombillo y Boyeros. Ya habíamos hecho varios viajes llevando muebles, documentos y equipos, cuando por la planta de radio escuchamos que a pocas cuadras de la nueva sede se estaba presentando una emergencia y que salía mucho humo del edificio que en aquel momento era el Ministerio de Agricultura. Con inmediatez nos presentamos en el lugar observando en la oscuridad de la noche que por las ventanas del 2do. nivel ya había abundante combustión, notándose el reflejo de las llamas; en el lugar ya estaban trabajando las dotaciones de los bomberos del Cerro, así como los compañeros de Rescate y Salvamento. Recuerdo que al entrar en la edificación ya se había establecido el servicio de iluminación a través de las técnicas del Comando 15, el local en su interior estaba colmado de humo y se sentían los efectos de la temperatura, pero lo más preocupante no eran los parámetros resultantes del proceso de la combustión, sino que la edificación, que por suerte sólo tenía cuatro pisos, se construyó sobre vigas de acero sin la correspondiente protección, lo cual había sido señalado desde la etapa de proyectos por los compañeros de prevención. Transcurrieron unos minutos y me di cuenta de que el incendio estaba sin control, ya que corría a gran velocidad por los falsos techos del 2do. y 3er. pisos, y ahí teníamos un grupo importante de compañeros trabajando. A todo eso se sumaba que el sótano se utilizaba como depósito de armamentos de las milicias de tropas territoriales, y paralelamente ya había comenzado con un grupo grande de compañeros el proceso para su evacuación. Yo, dentro del local, no hacía más que atender a cada sonido que se manifestaba, pues durante la carrera había estudiado que este tipo de edificación de columnas, vigas y elementos de cierre metálicos constituían estructuras muy frágiles, y ante el incendio sostenido por un espacio de tiempo superior a los 40 minutos, comenzarían a manifestarse síntomas de falta de estabilidad. Tales conocimientos y la acción compartida de otros jefes que estaban en el local, unido a los sonidos estridentes que ya habíamos sentido, nos indicó la necesidad de ir creando condiciones para desmontar todo el equipamiento instalado en el interior de la edificación. La realidad fue imperiosa, y la decisión, inmediata. Indicamos a todos los subordinados la rápida salida de la edificación porque el derrumbe no iba a esperar mucho: hubo que correr y, saliendo por la puerta principal, la misma se desplomó. Preocupados, en medio de la confusión, contábamos con los dedos de las manos y dentro de aquella oscuridad a los bomberos de los Comandos 3 y 5. Felizmente todos pudimos salir, pero quedaron en el interior de la edificación el sistema de iluminación, cables, pitones, mangueras, ramificaciones, etc. El derrumbe fue impresionante y hubo que terminar de sofocar el fuego en los escombros desde el exterior y des de los planos superiores con el carro articulado. Hay que significar el papel jugado por los bomberos del Comando nº 1, quienes, con indicaciones precisas de nuestra jefatura, cortaron las vías principales de propagación cuando las llamas se dirigían hacia el edificio principal. El incendio se sofocó al amanecer del domingo, y ya con la claridad de los primeros rayos del sol, observamos como yacían retorcidas inmensas vigas de acero. Testimonio del coronel Mario Álvarez Martínez, actual Segundo Jefe del Cuerpo de Bomberos. Incendio en la droguería Taquechel. Corría el mes de noviembre de 1995 y ya llevaba unos meses dirigiendo el Comando nº 1, el más operativo de Cuba, el cual, por estos tiempos, radicaba en la calle Zulueta nº 258, entre Neptuno y Ánim as, en el municipio de La Habana Vieja. Algunos identifican esta instalación como el Cuartel de Bomberos de Mogoón. Una noche estaba de guardia combativa, y junto a mí, el jefe de compañía capitán Betancourt, y como jefe de pelotón el teniente Oruña. Alrededor de las tres de la madrugada suena la alarma anunciando que teníamos una emergencia en la droguería Taquechel ubicada en la calle Obispo, frente al Ministerio de Educación, en aquel momento el Comando nº 1 contaba con dos auto-cisternas (un ZIL 130 y un Pegasso), dos cisternas ZIL 130, un carro articulado de 14 m y un jeep Waz de intervención rápida. Todos estos medios con sus respectivas fuerzas salieron, y al llegar, observamos que había llama abierta en los niveles superiores, y que por la calle lateral colindante con el hotel Ambos Mundos se observaba gran acumulación de humo. Rápidamente el capitán Betancourt y el teniente Oruña realizan una exhaustiva exploración, determinando que la dirección principal del ataque no estaba por la calle Obispo, sino por Mercaderes. A pesar de que las acciones comenzaron de acuerdo a lo planificado y con la sustancia extintora que teníamos sobre ruedas, me comuniqué de inmediato con el Puesto de Mando, clasificando el servicio como Q 105 y pidiendo, sobre todo, tre s cisternas de agua para poder organizar un ciclo de abastecimiento continuo. Pasaron unos minutos y, como era de esperar, nos quedamos sin agua y con la preocupación de que este edificio rodeaba al hotel Ambos Mundos y colindaba con un sinnúmero de viviendas. ¡Qué triste es quedarse sin agua en un incendio! Cada instante que pasa resulta mucho tiempo, pero es más triste aún sentir las sirenas de las técnicas que vienen en tu apoyo y no pueden llegar porque no tienen acceso: así estuve más de quince minutos, hasta que decidí, ya con un grupo de rescate en el lugar, empezar a tumbar los postes limitadores que se han puesto en el Centro Histórico, para evitar el acceso de vehículos. En aquel momento teníamos en la ciudad dos o tres cisternas Román, y gracias a sus defensas delanteras e indiscutiblemente a la potencia de sus motores, logramos ir abriéndonos paso para aproximar al incendio el agua, los carros escaleras, otros auto-cisternas que vinieron en apoyo y hasta el carro articulado de 50 m.Ya con todos los recursos humanos y materiales en el lugar se logró sistematizar el abastecimiento de agua de los tres sectores de combate creados, y localizarlo con vistas a evitar que la propagación alcanzara las edificaciones colindantes para preservar de esta forma la estructura del edificio. Debo significar que la edificación nos era conocida, ya que un par de meses antes yo había participado junto a la inspectora que atendía dicho objetivo, en la discusión del dictamen de infracciones con el administrador del cent ro, y, posteriormente, observando la carga combustible que existía, así como las dificultades para la extinción, había organizado una visita pre operativa con los compañeros del Comando.

Los trabajos de escombreo continuaron hasta el mediodía y la droguería Taquechel quedó muy afectada. Incendio en la Central Termoeléctrica Otto Parellada Testimonio del coronel Mario Álvarez Martínez, actual Segundo Jefe del Cuerpo de Bomberos En enero de 1996 la Comisión Superior de Cuadros del MININT me designó 2do. Jefe del Cuerpo de Bomberos. Durante los últimos diez años han sucedido cantidad y variedad de incendios, así como otros servicios de emergencias en los cuales, colegiadamente, hemos tenido que tomar un sinnúmero de decisiones, no obstante hubo dos incendios de grandes proporciones en los que la casualidad de la vida ha puesto a prueba nuestra capacidad para la toma de decisiones y en ambos servicios he tenido el honor de recibir para el control, la supervisión y el apoyo al General de Cuerpo de Ejército Abelardo Colomé Ibarra, ministro del Interior. El primero sucedió en septiembre de 1997: el coronel Rafoso se encontraba fuera del país y, después de varios pequeños incendios, se produce uno de grandes proporciones en la Central Termoeléctrica Otto Parellada, co nocida por todos como Tallapiedra. Debido a la desatención de un operador de la planta, se rebosa un tanque de aceite y este cae sobre las tuberías de vapor de la unidad de generación eléctrica nº 6, provocando un incendio de grandes proporciones, ya que se incendió el propio generador. El siniestro se propagaba vertiginosamente hacia el panel de mando y control de la instalación, el volumen de llama y el humo resultante colmaban toda la edificación, y a varias cuadras del lugar se observaba el descontrol de la combustión. El mayor peligro consistía en que en el lugar se acumulaba un número significativo de cilindros de hidrógeno: esta sustancia se utiliza como refrigerante del generador eléctrico. Las dificultades principales para enfrentar este hecho radicaron en la insuficiente cantidad de agua, ya que había combustión en varios niveles superiores, y en el déficit de equipamiento de corte. En medio de todo este volcán hubo que tomar la decisión de dejar en el lugar solo aquellas fuerzas y medios que resultaban imprescindibles debido a la posibilidad real de una explosión. En el medio de aquella situación lo que menos esperaba era el aviso de que el Ministro del Interior se encontraba en la puerta del objetivo. Tomé todas las medidas organizativas y recibí al jefe, informándole pormenorizadamente el estado en que se encontraba el servicio y que aún no había control sobre el mismo. Como resultado de los intercambios constantes se tomó la decisión de adquirir tres rastras de agua con su correspondiente sistema de bombeo en el menor tiempo posible, con vistas a tener garantía de abastecimiento de agua en los caudales, y presiones necesarias ante futuros incendios con estas características. Finalmente, al cabo de las tres horas y con el apoyo de las pipas del acueducto de la ciudad se logró localizar y liquidar el incendio. Cuatro meses después del hecho se recibieron tres vehículos con las características que había solicitado el ministro del Interior.

Testimonio del coronel Mario Álvarez Martínez, actual Segundo Jefe del Cuerpo de Bomberos Incendio en Radio Progreso: El siguiente hecho ocurre en abril de 2004, momento en que el jefe de la Dirección se encontraba cursando el Colegio de Defensa Nacional. Eran aproximadamente las 10:30 a.m. cuando se me informa q ue combustionaba un banco de transformadores ubicado en el sótano del edificio de Radio Progreso, ubicado en la calle Infanta No. 105. Al llegar al lugar ya el humo había inundado la única escalera que posee esta edificación, lo cual trajo como consecuencia que 79 trabajadores que se encontraban en los niveles superiores, en vez de bajar, tuvieran que subir directamente a la azotea, pues los pisos se iban colmando paulatinamente de los productos resultantes de la combustión. La situación era extremadamente compleja, ya que la primera misión era evacuar, con toda la seguridad que requería el caso, a las personas que se mantenían nerviosas en el techo. Hubo que designar compañeros, así como a los servicios de urgencia médica para que alcanzaran ese nivel y tra smitieran tranquilidad y seguridad de que todo se iba a resolver. Por otra parte nos manteníamos a la espera de que la Empresa Eléctrica desconectara el servicio eléctrico para poder comenzar las labores de extinción: téngase en cuenta que el incendio avanzaba con significativa velocidad por otras instalaciones y canales tecnológicos del sótano del edificio. En medio de toda esta confusión y preocupación por las personas que aún debíamos evacuar me avisan de la aproximación al lugar del Ministro del Interior junto al primer secretario del Partido de la ciudad. Como es lógico, estos dirigentes me insistieron en la necesidad de acabar de realizar la evacuación de las personas atrapadas. Recuerdo que les dije que hasta tanto la Empresa Eléctrica no me garantiza ra el corte total del fluido eléctrico, la combustión no se podía interrumpir y, por tanto, los productos de la combustión continuarían elevándose por la escalera que resultó ser la chimenea principal en dicho fuego; además les expliqué que resultaba extremadamente riesgoso realizar la evacuación por el vehículo auto escalera ubicado en el exterior. Les expliqué, además, a ambos dirigentes que tuvieran confianza en que las decisiones que estábamos tomando eran las adecuadas para ese caso, y que en el momento oportuno las fuerzas del Cuerpo de Bomberos iban a garantizar la correcta evacuación, sin afectaciones a la integridad física de las personas. Así sucedió, pasados 40 minutos se realizó la evacuación de las 79 personas. Después el caso se complicó, ya que había tenido mucho tiempo libre y se propagó hacia el estudio nº 1 de Radio Progreso, pues en el sótano se encontraban los equipos de aire acondicionado con toda su canalización. Este incendio después duró hasta las primeras horas de la noche.

Capítulo IV

Rescates

Al llegar al área donde se ha producido un derrumbe o una catástrofe, lo primero que nos encontramos es a personas y familiares abrumados. Es inenarrable tristeza que se experimenta al ver personas enloquecidas de sufrimiento y tristeza por la pérdida de sus seres queridos. Otros se encuentran totalmente histéricos, con ataques, con fuertes gritos de dolor. A veces solamente se observan ruinas, los desplomes de techos y paredes simultáneamente, y muchas de ellas tienen debajo personas atrapadas. Otras, el trabajo resulta arriesgado y excepcionalmente peligroso, ya que los derrumbes son parciales, se encuentran personas atrapadas en parte de las edificaciones y pedazos de placas o paredes colgando amenazadoramente. El Cuerpo de Bomberos cuenta con unidades de rescate fuertemente equipadas y con personal altamente calificado, preparado para actuar en el agua, en alturas y en diferentes y complejas situaciones que se presentan en su trabajo diario. Cuando alguien cae al agua y logra mantenerse a flote, hay que actuar con extrema rapidez para evitar que se ahogue, es muy difícil que sobreviva una persona que se ha mantenido sumergida durante varios minutos, de ahí la necesidad de actuar con premura y eficacia, además de tener todos los recursos y medios en sus carros. Los bomberos rescatistas se van colocando los equipos desde que salen de su unidad, para estar lo más preparados posible al llegar al lugar del hecho y poder lanzarse al agua en el mismo momento de su llegada. Llevan listos los espejuelos, patas de rana y snorquels, o los tanques de oxígeno, para utilizarlos en caso de necesidad. Cuando el agua está muy fría se usa el traje especial para buzos, de goma o neopreno. Muchas veces los bomberos rescatistas tienen que pasarse horas y horas en las profundidades rastreando a algún desaparecido. En estos casos los buzos trabajan en dúos o tríos, o en grupos mayores, revisando los fondos, palmo a palmo, buscando las víctimas, en ocasiones de noche, o en zonas marinas muy pobladas de gorgóneas, corales y otras plantas, o en cuevas y grietas de los fondos marinos. En ocasiones se debe trabajar a grandes profundidades, en lugares sumamente estrechos, con fuertes corrientes marinas o muy oscuros. Los bomberos de rescate montan su equipamiento en los botes, y para cumplir sus misiones utilizan boyas con cuerdas. Cuando existe algún hecho de rescate se solicita, a la mayor brevedad posible, la concurrencia de ambulancias y médicos, se mantienen alerta los hospitales más cercanos y se toman otras medidas que garanticen la ayuda de emergencia. Testimonio del Tte. Coronel Enrique Mederos García (1) Actual Jefe de la Sección de Menores de la Provincia Matanzas. Bombero durante 17 años (NOTA AL PIE) El caso del pozo Transcurría un día del año 1966 en el cuartel de bomberos de Matanzas y a las 11:15 horas se recibe una llamada del jefe de la unidad de bomberos del poblado de Colón, para solicitar nuestra presencia en el central Reynol García del municipio Calimete, donde varios obreros se encontraban occisos en la plataforma, en el fondo de este. De inmediato salimos para el lugar el 2do. Jefe del órgano provincial, un chofer y yo. Al llegar, comenzamos las verificaciones y valoración de la situación, comprobamos que los cuatro cadáveres estaban en el fondo del pozo, sobre la plataforma metálica que soportaba una turbina de agua, y se desconocían las causas de muerte. El hecho ocurrió así: se presentó una avería en la turbina y, como de costumbre, el técnico bajó por una escalera lateral acoplada a la pared del pozo y al llegar a la plataforma quedo inerte. El ayudante, quien se encontraba observando desde arriba, baja en su auxilio, después de haber dado la alarma, y al llegar también cae inerte; bajó un tercero, hermano del primero , y también muere instantáneamente y, por imprudencia, baja el cuarto hombre y fallece de igual forma que los anteriores, cayendo unos sobre los otros. Se crea una situación tensa, de extrema alarma. Los familiares esperan nuestra actuación y la exigen con vehemencia. Durante el análisis llegamos a la conclusión de que se trataba de algún gas venenoso que había en el lugar, pero no sabíamos cuál, por lo que se hacía más difícil el rescate de los cuerpos, pues para ello no existía otra alternativa que no fuera la de bajar al pozo para llegar a los cuerpos, máxime que en esa época no teníamos ni equipos de respiración. Realizamos comprobaciones con una gallina amarrada con un cordel, la bajamos y al llegar a la mitad del pozo, murió instantáneamente. Se realizó la segunda prueba con un conejo, que murió mucho antes de llegar a la mitad del pozo. Era evidente que existía una gran concentración de gas mortal, pero había que rescatar a los obreros que yacían desde hacía más de seis horas en el fondo del pozo. "¿Qué hacer?", era la pregunta. Las decisiones fueron las siguientes: —Con un compresor de aire del central, bombear aire hacia el interior del pozo para disminuir la concentración del gas mortal. —Se pidió ayuda por teléfono al director de la Empresa "Cubanito" de Matanzas que era, en esa época, la única que poseía tres equipos de oxigeno para trabajar en casos de averías de amoniaco, y nos los enviaron en un auto. Esta gestión demoró cuatro horas, durante las cuales estuvimos suministrando aire al pozo, lo que produjo efectos positivos. Cuando llegó el equipo de respiración artificial, hicimos una nueva prueba, bajamos una gallina amarrada y esta murió al llegar al fondo, sobre los cadáveres, lo que indicaba que la concentración venenosa había bajado a la superficie del agua y que mucho menor. Estaban creadas las condiciones más seguras a que en ese momento podíamos aspirar para realizar el rescate antes de que llegara la noche. Un momento difícil y de discrepancias fue el de decidir cuál de los cuatro bomberos que allí estábamos debería bajar, todos queríamos ser el primero y cumplir la riesgosa misión. El segundo jefe del órgano, quien a su vez era mi hermano, imponiendo su jerarquía y autoridad, dispuso que sería él. Después de una larga discusión logré convencerlo de que debería de ser yo, pues era el más joven del grupo, no tenía hijos y era muy delgado, por lo que me resultaría más fácil pasar por dentro de los dos raíles que sujetaban la tubería de agua, ya que el rescate debería hacerse amarrado con una cuerda, pasar por un hierro y por ahí mismo extraer los cadáveres, uno a uno, es decir, tenía que subir y bajar cuatro veces. Me acoplé el equipo de respiración, se realizó el amarre y comenzó el descenso hacia la muerte o la victoria: era un momento de extrema tensión. Cuando bajaba lentamente y ya había rebasado los raíles atravesados, como habíamos previsto, quedaba un estrecho margen. Alguien del público se acercó al pozo, al mirar observó el brillo del botellón de oxígeno que yo llevaba en la espalda y gritó: "¡Murió también! tiene la cabeza colgando hacia atrás". Yo que oigo eso, comienzo a hacer señas, pero el nerviosismo se apodera de todos, en especial de mi hermano, y comienzan de inmediato un ascenso acelerado, de manera que en cuestión de segundos, yo me encontraba arriba, lo grave fue que me pasaron por dentro de los dos raíles a una velocidad tal, que si tropiezo con ellos, no estuviera haciendo el cuento, me hubieran matado, aun no me he podido explicar cómo fue posible que ni me rozara un hierro. Comienzo de nuevo el descenso, no sin antes prohibir el acceso al pozo de personas ajenas a los bomberos. Ya abajo, encima de los cadáveres, comienza la etapa más difícil e impresionante, los cuerpos se encontraban rígidos por la cantidad de horas que llevaban inertes. A dos de ellos tuve que partirles las manos y a otro una pierna, para poder pasarlos por dentro de los raíles. Subí con el primero, y al bajar al segundo rescate, llegando a la plataforma, se me traba la máscara de goma con la soga, penetra el gas, me produce un gran mareo y pierdo en conocimiento por varios segundos, me recupero y realizo el segundo rescate. Tomé las medidas para evitar un nuevo accidente que pudo ser mortal. Cuando realizo el tercer rescate, realmente me faltan fuerzas y tengo una gran tensión; se decide que no bajara más y el último rescate lo realizara otro bombero de Colón. Concluida la labor, los familiares, la población y la administración del Central, manifestaron su agradecimiento y nosotros la satisfacción del deber cumplido. Poco tiempo después, en las investigaciones practicadas por los organismos competentes, conocimos que se trataba de altas concentraciones de gas cianhídrico, que se produce por la descomposición de la materia orgánica, altamente venenoso y mortal, pues revienta el bulbo raquídeo, y además penetra por los poros y produce la muerte instantánea, por ello lo más efectivo en el trabajo fue el intercambio de aire con el compresor, pues de lo contrario, aun con el equipo de oxígeno no hubiéramos sobrevivido en la acción. Tuvimos afectaciones secundarias y permanecí tres días ingresado en el Hospital Militar.

La niña en el pozo Testimonio del 1er. Tte. Ingeniero Lázaro León Corrales Una llamada telefónica atendida por el Tte. Corp. José A. Mederos puso punto final a la reunión de trabajo del mes, pues la información ocupó la atención de los presentes. Era el día 20 de marzo de 1985, alrededor de las 16:20 horas, cuando fuimos convocados por el jefe del Departamento de Prevención y Extinción de Incendios de Pinar del Río, quien ultimó detalles con el grupo. La cuestión era la desaparición de una niña de cuatro años de edad, en las afueras de la localidad del municipio de Candelaria; teniéndose como indicio que aparentemente había caído en un pozo de má s de 300 pies de profundidad y 40 cm. de diámetro; a donde se dirigieron de inmediato los técnicos de Rescate y Salvamento. Transcurridas dos horas y quince minutos llegamos al lugar conocido por C.P.A. Comandante Pinares, realizándose de inmediato, junto con los compañeros de la P.N.R., el acordonamiento que facilitara aislar el personal ajeno de las acciones que se realizarían y, con ello, la mejor ejecución de la operación. Cabe también preguntarnos si estas irresponsabilidades no significan un crimen, c uando se deja tapado de forma inadecuada el brocal de un pozo, que representa una trampa contra la vida.

A la altura de los acontecimientos, esta labor no resultó nada fácil, pues cerca del brocal ya se encontraban alrededor de cien personas, mientras que, atraídos por la noticia, se sumaban más vecinos de aquellos confines. Era lógico que cualquier persona en su sano juicio pensara que, si la niña había caído a semejante profundidad —aproximadamente la altura de un edificio de 36 pisos—, ya no tenía vida, lo que justificaba la presencia de los técnicos de Criminalística, el forense y hasta el carro fúnebre. Después de un rápido estudio del caso, ya en el terreno, y del fallido intento del técnico de rescate José A. Martínez, quien descendiera al pozo con equipo de respiración artificial, se procedió a la ejecución del rescate tal y como se había concebido desde el mismo momento en que se recibió la información. Al lanzar la soga con un grampín de 14 cm. de largo desde la base hasta su extremo superior, este se trabó en dos ocasiones con la camisa metálica del pozo, siendo salvado el escollo con singular destreza por el compañero Rolando Padrón, quien lo manejaba con serenidad y firmeza. Al sentir que el gancho había atrapado algo en el fondo del pozo, Rolando comenzó a tirar de la soga suavemente y, de repente, cree escuchar una voz apagada que le dice "Aguanta, aguanta", por lo que se quedó pasmado y detuvo el ascenso, moviendo la cabeza en un gesto de incredulidad; no obstante, lo atribuye a alguno de los combatientes que se encontraban a su alrededor, o a su imaginación. Continúa tirando de la soga, tratando de que lo que ascendía no se golpeara con las paredes, ni se desprendiera del grampín. Cuando, según sus propios cálculos, la soga iría por lo menos a mediación del trayecto, vuelve a escuchar, con más claridad ahora, la misma voz apagada, pero esta vez sin pronunciar palabras, sólo un gemido. Estupefacto, detiene de nuevo el ascenso y refiere lo sucedido a uno de sus compañeros, quien lo mandó a callar para evitar una falsa alarma. Pero en la mente de Rolando ya no hay dudas, sabe que lo que asciende es la niña, y sus dedos se aferran a la soga como, sin saberlo él, los garfios del grampín se aferran al dobladillo del pantalón de la niña. Tal parece que supieran, como Rolando, que esta vez, posiblemente la primera en la historia de hechos similares, le jugaban a la muerte una mala pasada: arrancar de sus garras a la Sulanis enamorada de la vida. Con los músculos en tensión y la respiración entrecortada, el combatiente continuaba trabajando. Mientras tanto, de su mente no se apartaba una idea que tal vez explicara aquel gemido que escuchara: "Seguramente que, como la camisa metálica del pozo no llega hasta el fondo, al llegar su cuerpo a la entrada de esta, y yo halar para que entrara, se arañó, y por eso gimió". De repente, el cuerpo sale por la boca del pozo, con los pies hacia arriba, y por ahí Rolando la sujeta firmemente. Guillermo, quien se encontraba cerca de Rolando, también la sostiene por un brazo y ambos la depositan en la camilla.

Por la forma en que estaba, desmadejada y fría, reinó de momento un silencio sepulcral, y entonces, ante el asombro de todos los que la miraban, la niña abrió los ojos y movió sus manitas tratando de incorporarse.

Andrés, jefe del carro, no le dio tiempo a que persistiera en su intento, pues como un bólido la arrancó de la camilla, al tiempo que gritaba: —¡Está viva, está viva! —y se lanzó a correr hacia un jeep de la Policía, cuyo conductor estaba tan emocionado que, para pedir vía, en vez de conectar la sirena se colocó el silbato en la boca y no dejó de soplarlo hasta llegar al policlínico de Candelaria. Una vez allí, se le suministró oxígeno a la niña y se procedió enseguida a extraerle las flemas, despoj ándola de sus ropas empapadas en agua. Con varias lámparas, y con el objetivo de que regulara rápidamente la temperatura, comenzó a dársele calor con cuidado. Mientras el médico la reconocía, hizo el intento de chuparse el dedo. —¿Tienes hambre? —le preguntó Andrés, quien no se había separado de ella ni un minuto e incluso participaba en la aplicación de los primeros auxilios. —Sí —respondió la niña. —¿Quieres leche o jugo? —Leche. —¿En pomo o en jarrito? —En pomo. —Mira, el pomo está en la casa, mejor te la tomas en el jarrito. —¿Eh?

Un vecino trajo la leche y después de tomarla, trató de dormirse, pudiendo al fin chuparse su dedito. Momentos después fue trasladada hacia el hospital docente de San Cristóbal. Al ser auscultada, la pequeña Sulanis presentaba hipotensión arterial ligera, los miembros estaban fríos y había comenzado a regular la temperatura de su cuerpo, reportando 35,6 grados. Tenía aliento acetónico debido a la hipoglucemia, algunas escoriaciones, un pequeño hematoma y ligeras quemadura s en la parte inferior de ambos pulgares, así como un golpe en la espalda, por lo que fue ingresada bajo el diagnóstico de politrauma y pronóstico reservado, debido a la posible rotura de vísceras. Tras una rápida recuperación, pedía alimentos y reclamaba la presencia de la madre. El dramático rescate de Sulanis representa, en la actualidad, una experiencia única en el mundo, a la cual ayudaron, además, los fenómenos físicos que, debido a la ausencia de lluvias, se producían en esos momentos en el pozo. La prolongada sequía produjo un gran descenso en el nivel del manto freático, dejando al descubierto las galerías subterráneas por donde llegaba el agua hasta ese lugar. Estas cavernas, frecuentes en la topografía cársica de la provincia, se comunican con grietas y cuevas que llegan a la superficie, lo que explica la presencia de aire a esa profundidad. La fuerza de este elemento actuó sobre el cuerpo de la pequeña, quien, con su ropa inflada, ocupaba al caer la casi totalidad del túnel, permitiéndole de esta forma disminuir considerablemente la velocidad y convertirse a la vez en una especie de émbolo que descendía suavemente a través del tubo. El poco diámetro le impidió variar de posición durante todo el trayecto. Pero, sin lugar a dudas, lo que la mantuvo con vida durante más de diez horas fue la magnífica ventilación existente, ya que en un agujero tan estrecho, y a esa profundidad, la atmósfera se encuentra generalmente enrarecida y caliente, haciendo prácticamente imposible la respiración. De haber sido este tiempo menos seco, al punto de elevar el nivel de las aguas subterráneas de esa zona, la corriente de aire que detuvo su caída no hubiera existido y, en lugar de aire fresco, el agua habría llenado los pequeños pulmones de la que hoy todos han dado en llamar LA NIÑA DE LOS DOS CUMPLEAÑOS.

Capítulo V

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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