Yo creo que tú vas a llegar muy lejos, me dijo, siempre y cuando busques mas allá de lo que el común de las personas aspira, entendiendo que las metas no son fundamentalmente el dinero, tras el cual muchas almas se pierden al elegir el camino errado. Si el dinero es tu meta, seguro que vas a fracasar y "te secarás" como en un sueño que tuviste.
Cuando así me dice yo quedé mudo y no hice más que tragar saliva porque años antes, donde nací, había soñado que un Ángel me maldecía porque no hice lo que me pedía convirtiéndome en "animal seco" y al instante sentí como que empezaba mi transformación, momento en el cual desperté muy asustado, pesadilla que nunca quise contar porque se reirían de mí.
– Mi vida fue como la tuya, me dijo, pero tú eres libre y llevas la libertad dentro de tu alma, la mayoría de las personas llevan la esclavitud dentro de su ser y por eso serán esclavos de todo hombre o autoridad.
– No cualquiera hace lo que tú estás haciendo a tu edad, en especial, escuchándome. El mundo no quiere escuchar; muchos han muerto y se están matando en otros lugares que tú no conoces.
Sólo me atreví a preguntarle de donde era y a qué se dedicaba.
Los padres de don Cali fueron del fundo Santa Rosa de Colpi, que a la sazón tenía mas de tres mil hectáreas, colindante por el Norponiente con el fundo Chorrillos y la Reducción mapuche del Pantano; al Sur colindaba con las reducciones de Didaico, Temulemu y el fundo Nancahue; llegando por el Oriente hasta el Río Colpi. Según la gente se atravesaba a caballo de punta a punta en un día completo.
Su Padre había sido uno de los mayordomos del Patrón, encargado de mandar a la gente que eran más de cien inquilinos, aparte de los temporeros que para las cosechas alcanzaban a más de trescientos peones.
El Patrón tenía cinco hijos hombres, de doce a dieciocho años cuando yo tenía seis, me contaba, pero para el Verano llegaban a descansar al campo varias familias que sumaban más de cincuenta personas donde los capataces y mayordomos tenían que atenderlos en todo lo que pidieran, sin poder negar nada, incluida la iniciación sexual de los jóvenes para lo cual tenían que favorecerlos hasta con sus propias hijas.
Contaba como veía a su Padre levantarse al segundo canto del gallo que es como las cinco de la mañana en Verano, a fin de ordenar se hirviera el agua que se repartía al segundo toque de la campana antes que rayara el sol, para tomar desayuno.
El primer toque de campana era para que se levantara la "peoná" que dormía entre la paja guardada sobre la pesebrera, en un segundo piso. En el primer piso dormían los terneros, las vacas preñadas y los caballos de los capataces que debían estar siempre dispuestos.
En el segundo piso de las pesebreras se guardan los fardos para el alimento de los animales en Invierno y paja proveniente de la trilla del trigo en la cual se sumergían los peones dentro de un saco con la misma ropa que llevaban puesta, la que sólo se cambiaban los fines de semana cuando tenían libre para lavarla en el arroyo. El que tenía otra muda se arreglaba temprano el día Domingo y podía salir limpio a una carrera de caballos a la chilena o a un partido de fútbol, sino tenía que esperar a que se secara al sol para vestirse "de parada".
Para el desayuno diario se entregaba un pan como de medio kilo y harina tostada para el que quería se hacía un ulpo con el agua caliente o tomaba café hecho de trigo quemado.
Rayando el sol ya estaban camino de la sementera de trigo con la hechona al hombro y una bolsa de tocuyo blanco quintalera que les servía de delantal atada a la cintura con cualquier hilo o pita. Todos usaban una faja roja alrededor de la cintura para aminorar el dolor por permanecer todo el día agachados cortando el trigo.
Pasado el medio día se repartía el almuerzo cocinado en el potrero por las mujeres de los inquilinos y llevados en cacerolas enlozadas para grupos de seis a ocho peones a los que se les entregaba media marraqueta a cada uno, ají machacado en piedra o en vaina y una cuchara para toda la cuadrilla la que tras cada cuchareada se pasaba al vecino para que la metiera dentro de la olla e hiciera lo mismo.
Con el sol ya cayendo al horizonte venía la pasá" de agua fresca con harina tostada y miel que cada cual comía a su gusto. En todo momento, el capataz sobre su caballo y rebenque en mano controlando que nadie se excediera en el tiempo en esos menesteres, so pena de recibir una fuerte reconvención en lo que podía ser hasta un rebencazo por las costillas, lo que para los peones era motivo de gran chiste y nadie se inmutaba ni consideraba denigrante para la persona.
Entrándose el sol todos se dirigían a las casas del fundo si estaban cerca o a las ranchas de ramas improvisadas para la cosecha cerca del arroyo, en el mismo potrero donde se encontraba la sementera que solía ser hasta de mil sacos de semilla, es decir de unas cuatrocientas a quinientas hectáreas todos los años.
Cuadrillas de cincuenta peones inclinados hacia delante cortando los manojos de trigo con su hechona controlados por un capataz a caballo "agarraban" una faja de una cuadra de ancho subiendo por las lomas, mientras otros de atrás engavillando, atando y amontonando en perchas de unos doce a quince atados. Mientras mejor estaba el trigo, más tupidas estaban las perchas, las que al día siguiente eran cargadas en grandes carretas de baranda alta tiradas por dos yuntas de bueyes y llevadas a la era donde eran apilados en "montones" que daban hasta quinientos quintales del preciado cereal.
La máquina trilladora accionada por un loco móvil a vapor se colocaba entre los montones de trigo de donde la cosecha se transformaba en la gran fiesta del año de todos los inquilinos, oportunidad en que el Patrón sacrificaba algún par de vacunos, ovejas y toda clase de aves.
Los miles de sacos de trigo cosechado se trasladaban en carreta hacia las bodegas del fundo en un desfile multicolor de risas, tallas y jolgorio subiendo las cuestas, hasta llegar a las bodegas donde se subían por escaleras formadas con los mismos sacos de trigo.
La cosecha era todo un espectáculo que los peones esperaban ansiosos todos los años en una tradición que nadie osaba interrumpir ni descalificar, excepto un niño hijo de uno de los mayordomos que por su posición privilegiada estaba aprendiendo a leer motivado por su madre cansada del sufrimiento de sus padres que, al igual que ellos, habían sido inquilinos del fundo y de su esposo que había alcanzado el grado de mayordomo.
Todo inquilino disponía de media cuadra de tierra como goce para vivir y producir lo que quisiera necesario para él y su familia, pero estaban obligados a trabajar de por vida como peón del fundo bajo las condiciones que imponía el Patrón de donde recibían dos marraquetas de pan, harina tostada, agua caliente para el café y rancho a la hora de almuerzo. También tenían autorización para criar un caballo, una par de vacas para la leche de las cuales tenían que entregar la mitad de las crías para el fundo que los capataces y mayordomos debían llevar muy bien controladas.
La Cristina, como se llamaba la madre de don Calíboro fue una niña muy hermosa criada como la reina de su hogar, hasta que bajo la tradición encubierta fue abusada y violada por uno de los hijos del Patrón con el consentimiento obligado de sus padres como tributo a sus protectores en una de las temporadas de cosecha, echo que la dejó marcada por toda la vida prometiéndose así misma que lucharía para que eso no volviera a ocurrirle a sus hijas.
Uno de los peones que sobresalía del fundo por haber sido destacado en el Servicio Militar Obligatorio "sacándose la jineta" se había prendado de la Cristina en una de sus visitas al fundo vestido de conscripto, joven apuesto y trabajador, era un candidato seguro a capataz y no le importó que su amada haya sido una más de los pasatiempos de los jovencitos del Patrón y se casó con ella.
Para "mala suerte" de doña Cristina tuvo tres hijas por lo que su sufrimiento se acrecentaba cada día que las veía crecer por cuanto deberían pasar por la misma experiencia traumática que a ella le tocó vivir. Después de varios años de no querer tener más hijos quedó esperando de lo cual nació su único hombre a quién llamó Calíboro.
Doña Cristina, como esposa del Mayordomo tenía acceso a la familia dueña del fundo de quienes se ganó su confianza y comprendió la necesidad de saber leer y escribir por lo que se las ingenió para que su hijo regalón aprendiera, en lo que fue ayudada por todas sus hijas y su esposo.
El tema de la iniciación sexual de los hijos del Patrón y de la satisfacción de sus instintos era un asunto de todos los inquilinos y no podía ser satisfecho por una mujer cualquiera y se sabía que fulana o zutana le tocaría tal o cual temporada conforme a su desarrollo, tanto por su virginidad, su belleza, su aseo, su hogar, etc, mujeres que los patrones por una u otra razón llegando el momento hasta les regalaban ropas para que se vieran mejor presentadas. Convencían a los padres para que no se hiciera mayor drama sobre el asunto y que debería considerarse como un orgullo que los niños se fijaran en ellas.
Calíboro se crió muy regalón de sus hermanas y su madre de quienes no se despegaba y de muy niño comprendía la preocupación de sus padres sobre el tema cuando se hablaba de quienes habían sido presa de los instintos carnales de los "niñitos", de quienes doña Cristina había escuchado detalles, comentarios y risas en las casas del fundo.
La hija mayor de doña Cristina tenía ya trece años y educada por su madre sabía lo que le esperaba y la única forma si quería evitarlo era estar siempre unida a su familia y su hermanito regalón, ya de seis años que nunca se despegaba de ellas, sería de una gran ayuda por cuanto ante la presencia de cualquier persona las intenciones de los galanes eran contrarrestadas.
Muchas veces las violaciones eran favorecidas porque las niñas buscaban la ocasión para acercarse a los jóvenes o por su imprudencia al alejarse a solas por los alrededores lo que daba la oportunidad para que fueran abusadas.
A su edad Calíboro había presenciado como fue violada la hija de uno de los inquilinos que había sido enviada a casa de un vecino a hacer una diligencia, a sabiendas o no de sus padres del peligro que la acechaba, fue atacada por sorpresa de entre unos matorrales en pleno día por uno de los veraneantes venidos de las Ciudad y forzada a pesar de todas las súplicas y llanto de la niña, situación que a Cali marcó para siempre desde su infancia ante la humillación a que había sido sometida y que por nada quería que le sucediera a sus queridas hermanas.
Los años pasan y Calíboro sigue presenciando situaciones injustas sobre los más débiles y le intrigaba la falta de conocimiento de términos que ignoraba y que escuchaba para las elecciones políticas, sin saber de su significado, tales como latifundista, comunista, imperialista, cohecho, etc.
Para los eventos cívicos en que había que elegir algún representante del pueblo para las elecciones, lo único que sabía era que los mayores tenían que votar por el candidato que llevara el Patrón a las casas del fundo a un "choclón" donde se mataban animales, se repartía carne cocida, pan y vino sin medidas donde todos comían a su antojo; oportunidad en que escuchaba encendidos discursos contra el marxismo sin saber a que se referían, sólo que deberían ser personas muy malas y que en buena hora Cali no conocía a ninguna.
Si los hijos de sus patrones querían violar a sus hermanas como él había visto que lo hicieron con su vecina, qué sería lo que podrían hacer los comunistas con sus padres o sus hermanas que él tanto quería y pensaba como podría protegerlos de semejante mal.
Cuando tenía diez años lo inscribieron para el catecismo porque tenía que hacer la primera comunión para las misiones que venían al fundo todos los años para Purísima, cada ocho de Diciembre.
Eugenia era catequista, una solterona del lugar de cara redonda, tez blanca, pelo largo y negro, siempre sonriente con los niños, a quienes enseñaba a rezar de corrido, a cantar y aprenderse de memoria quién era Dios, donde se encontraba; que Él nos amaba y era justo, poderoso, que nos estaba viendo en todo momento, que nos iríamos al Infierno si robábamos o nos portábamos mal, que prohibía fornicar etc, preguntas y respuestas o palabras que no entendía, pero que su mente llevaban al Cali a comparar con el modelo de hombres que estaban por sobre los inquilinos y su padre, el Patrón, a quién su papá obedecía tan ciegamente ya que la vida de sus seres queridos dependían de este hombre.
El Cali había visto como castigaban a los inquilinos por no atender o faltarle el respeto a las visitas, por robar alguna chuchería que éstos llevaban como novedad para el veraneo; por robarse alguna gallina para comer, etc.
El Cura que venía para las misiones era alto y rubio y vestía sotana café con capucha que le colgaba por la espalda y un cordón blanco a la cintura con unas borlas en las puntas suspendidas por delante. Su vestimenta apenas dejaba ver sus zapatos e impresionaba a quienes lo veían y desde Octubre que las señoras empezaban con la "funsia" del Cura que tenía que llegar, para preparar a sus hijas e hijos para que fueran bautizados o hicieran la primera comunión. Quienes tenían hijos recién nacidos buscaban "compadres" entre sus vecinos para que los apadrinaran y las señoras se hacían trajes especiales para las fiestas.
Las confesiones eran obligatorias para los jóvenes y para los sospechosos de alguna falta que por temor al Infierno confesaban lo que habían hecho y lo que habían escuchado de otros y podría ser causa de algún pecado.
Después de la fiesta de las misiones que duraban tres días para finalizar el ocho de Diciembre, venía la justicia aplicada por los patrones sobre aquellos que le habían confesado al Cura algún robo o le habían denunciado las violaciones que cometían sus hijos a las niñas de los inquilinos.
La más feliz de todas con las misiones era la Mercedes que cuando venía el Cura se empolvaba la cara, se pintaba los labios, se peinaba hacia atrás con un moño en el pelo que colgaba hacia la espalda, e "impajaritablemente" se vestía con una falda obscura y un chaleco de lana blanca de oveja tejido por ella misma para la ocasión. Ella era la encargada del Patrón para atender en todo al Cura.
En una oportunidad en que la Mercedes fue al jardín a buscar flores para la casa y para arreglar la Iglesia, el Cura la sigue disimuladamente y entre un matorral de hortensias que casi escondía al Cura, la Meche se escurre agachada sin ser vista por nadie, menos del Cali que observaba desapercibido todo detalle, se mete bajo las sotanas del Cura que permanecía de pié mirando el paisaje, mientras la sotana se movía y el Cura bajaba las manos y miraba al cielo como extasiado, situación que cualquiera pensaría a la distancia que estaba rezando mientras murmuraba palabras de exaltado erotismo, escena que la ingenuidad del Cali sólo vino a comprender cuando personalmente se sentía diferente y experimentaba sensaciones cuando años después su cuerpo empezó crecer y a cambiar su mirada hacia otras mujeres.
En una oportunidad vio como los carabineros vinieron buscar a un vecino acusado de pertenecer a una célula comunista, palabras que mas lo confundían, sin entender porqué los patrones que los obligaron a votar por determinado candidato que defendía a los trabajadores, ahora los estaba metiendo presos sin prestar ningún tipo de protección.
A la edad de diecisiete años, su hermana mayor había logrado escapar de las manos de los hijos del Patrón por lo que sus padres decidieron casarla con un trabajador de la ciudad, peón de confianza del molino de Traiguén que el padre del Cali había logrado conocer gracias a su calidad de Mayordomo del fundo y con el visto bueno de los patrones que tuvieron la oportunidad de mostrar un gesto de integración entre el pueblo, los dueños del Molino y el fundo Santa Rosa, compromiso contraído públicamente con la campaña de la elección presidencial donde salió elegido el presidente de Chile don Pedro Aguirre Cerda.
A la familia le quedaba la preocupación por las otras dos menores, ya de quince y catorce años a la sazón, a las que Cali se esmeraba por cuidar su virginidad, muchachas que cada día se tornaban mas buena mozas cayendo sobre ellas los ojos codiciosos de los jóvenes de la localidad y de los hijos de los patrones, a los que la hija mayor del mayordomo se les había escurrido por causa del cuidado permanente de la familia y del "sapo del Cali", que de diez a once años resultaba muy inteligente cayendo sobre él la maldición de los galanes y que por ser el hijo de uno de los Mayordomos no le podían obligar a trabajar pudiendo dedicar todo su tiempo a vigilar, aprender a leer y a escribir a escondidas como podía.
De la ciudad le empieza a llegar literatura en forma confidencial de parte de su hermana mayor que daban cuenta de la situación política que estaba viviendo el país y de la persecución que estaban sufriendo los trabajadores y todo aquel que se opusiera al gobierno de la época, literatura y noticias que el Cali devoraba, hasta que a los catorce años lo llaman a integrar una célula del Partido Comunista, la cual llegó a estar constituida por cuatro jóvenes mas, mayores que él, de los cuales uno sólo era el que conocía al representante de otra célula que existía en algún sector ignorado por todos los demás.
El Cura era el encargado de confesar a todos los que se consideraban sospechosos, pero todos estaban informados que había que cuidarse de él por cuanto había enviado a muchos sospechosos a la cárcel o los habían sometido a atroces castigos en el fundo, inclusive llegó a presenciar como Carabineros junto a su padre perseguían por los campos a los involucrados, a los que generalmente sólo lograban comprobarle robos menores, el robo hormiga que cada integrante del partido debía hacer todos los días para financiarse como parte de sus principios revolucionarios.
Cada integrante de las células debía robar algo todos los días, así fuera un pan, harina cruda, trigo, clavos, cordeles, papeles, lo que fuera, todo les servía para vender y reducirlo a dinero o para alimentar a los agentes encubiertos que de una u otra forma llegaban por los campos a instruir a sus seguidores.
El Cali mientras era niño pasaba desapercibido y el cuidado de sus hermanas era el pretexto para andar metido por todas partes manteniendo en secreto que sabía leer y escribir a la perfección; a él sólo le tenían mala por cuidar a sus hermanas y ya estaba en condiciones de dar su vida por ellas si fuera necesario, conducta que era respetada y alabada por todos en el fundo entre los que tenía cierto prestigio ayudándole a cuidar la familia del Mayordomo.
No faltó que por causa de la política y debido a la presión social, se consiguiera la instalación de una Escuela en las casas del fundo, cuyo profesor por supuesto debía de ser de la confianza de los patrones, oportunidad que aprovecharon los mas afortunados para estudiar y en especial el Cali que pudo dar a conocer que había aprendido a leer en muy corto tiempo.
La Escuela se transformó en el centro permanente de contacto entre los jóvenes y los inquilinos padres de los alumnos donde el Cali se transformó rápidamente en un líder juvenil de la causa campesina manteniendo en secreto en todo momento su militancia partidista de tal forma que la acción proselitista entre el campesinado era asumida por otros y no por él para seguir manteniendo el nexo al interior del fundo.
Una de las ideas que postulaba el Partido Comunista era la Reforma Agraria, idea que cada día tomaba mas impulso entre la población del País hasta que para las elecciones de 1938, el Frente Popular hace pública las aspiraciones de todos los campesinos de Chile razón por la cual ya se podía hablar abiertamente sobre el tema que preocupaba sobre manera a los dueños de todos los latifundios del sector.
La elección como Presidente del candidato popular produjo una reacción de los patrones en contra de los trabajadores del fundo quienes se debieron enfrentar a brigadas secretas del Nazismo lideradas por agentes mas ilustrados que pasaron a tomar jefaturas por sobre los mayordomos y capataces del fundo obteniendo de éstos toda la información relativa a probables sospechosos de izquierda sobre quienes se había decretado hasta el linchamiento si fuese necesario para atemorizar a los campesinos.
En estas circunstancias el Cali, su madre y sus hermanas fueron de gran valor en identificar a los miembros de los grupos fascistas de quienes sólo había que evitarlos y bajo ningún motivo enfrentarse con ellos que tenían la potestad sobre la vida de cualquier campesino.
A medida que el Cali crecía y tomaba conciencia sobre la situación social del fundo y del campesinado su vida se fue distanciando de las actividades de su padre a tal punto que después de hacer el servicio militar obligatorio por orden del Patrón, se negó a volver a trabajar como peón del fundo a pesar que sus posibilidades podían llegar a ser mayordomo o capataz.
En mas de una ocasión estuvo a punto de ser descubierto en sus actividades "revolucionarias" y atando cabos creía que algún miembro de las brigadas nazis sospechaba de él y de no ser por el cargo que ostentaba su padre ya habría sido presa de mas de algún apremio.
La realidad era que ya no tenía motivos para volver al campo dado que sus queridas hermanas habían emigrado a la ciudad logrando conservar su virginidad de la acción de los niñitos de sus patrones con lo que su gran preocupación se había terminado, así también el sufrimiento de su madre, quién excepto el conservar en su conciencia la afrenta sufrida cuando joven donde nadie pudo defenderla como el Cali se la jugó desde niño por sus hijas.
Ahora era el Cali que se enamoraba y nada menos que de una estudiante hija de un latifundista de Traiguén que estudiaba en el Liceo de Niñas a quién conoció en los tradicionales paseos del atardecer por el centro de la ciudad, situación que colocó al obrero y campesino revolucionario en nuevos problemas personales y grandes contradicciones con su forma de pensar.
Para mantener ese amor al que le costaría su vida renunciar, su humilde trabajo de peón en uno de los Molinos de la Ciudad no le alcanzaba para financiar y mucho menos para intentar algún compromiso serio que era su secreta esperanza de vida.
No era difícil que una mujer se fijara en el Cali porque su figura, su pinta y la cultura que había adquirido al haberse criado en un entorno cercano a los dueños del fundo que mayordomeaba su padre lo hacía distinguirse del promedio de los galanes que día a día salían por la Calle Santa Cruz, la Plaza de Armas y el biógrafo a echarle el ojo a las niñas, que ya sea con sus amigas o con sus madres salían también con el mismo objetivo.
Primero eran unas castas miradas furtivas al pasar, donde el juego de ojos mostrando sus colores hablaban de las secretas intenciones de volver a dar otra vuelta para mostrar sus encantos resaltados por el uniforme azul y blusa blanca de liceana.
A los días siguientes, después de haber averiguado más antecedentes de los "pinches" y éstos de las niñas, esperando la misma hora anterior y sin haber pactado ninguna cita era claro que si se volvían a encontrar era porque algo había impactado al otro, en ese caso las vueltas por el centro eran más cortas pero de cruces mas seguidos y de miradas mas correspondidas, y lo que era la última vuelta de la tarde no faltaba una miradita para atrás para despedirse con la mano de la joven.
A los pocos días si alguno caminaba adelante se detenía a mirar alguna vitrina que, aunque la tenue luz eléctrica de la ciudad apenas dejaba ver las prendas mostradas, era un pretexto para dar la ocasión de hablarse y de decirse alguna cosa, especialmente para preguntarse el nombre, en que curso estaba, de donde era, etc. y concertar alguna cita.
A pesar de su personalidad y de su atractivo hacia las mujeres, el Cali como buen campesino era muy tímido e ingenuo para abordar a una dama e iniciar una conversación, puesto que ésta solo serviría para delatar sus pensamientos y su origen que él se mostraba reacio a dar a conocer.
No fue él que después de un par de semanas de dar las vueltas por el centro para ver a la niña de sus ojos la abordara en una de las salidas del Mes de María en el Convento, sino que fue la compañera de Bárbara quién le preguntara su nombre y le entregara los saludos de ella diciéndole que quería encontrarse personalmente con él al día siguiente.
Cali nunca pensó que aquello pudiera estar ocurriéndole a él y después de despedirse de la compañera de Bárbara dio una media vuelta y se fue de inmediato por otra calle para no delatar su alegría interna y su rostro que él se imaginaba enrojecido.
Apenas se alejó de la multitud de fieles echó a correr como loco pensando en cuán largo se hacían las horas que faltaba para encontrarse con ella al día siguiente. Su problema era con qué palabras o con qué tema podría iniciar una conversación con la figura de su vida que ya más de dos semanas que le estaba quitando el sueño.
Llegando a su casa, que era la de su hermana mayor, le contó lo que le estaba ocurriendo, la alegría que lo embargaba y pidiéndole que le preparara su mejor pinta para impresionarla, lo que ya no era necesario le dijo ella, porque según lo que Cali le contó ya la tenía flechada y que dejara que el amor y los sentimientos que son los que dirigen la vida se expresaran.
Bárbara tenía 18 años y estaba en quinto de humanidades, era linda, alta, sobre 1,70 de estatura, tez blanca, pelo negro sobre los hombros, ojos verdes y sonrisa fácil que desde que vio a Cali nunca se la negó y que éste consideraba como el mejor regalo que su nueva vida en la ciudad le estaba brindando. Era hija de un dueño de fundo del otro lado del río Traiguén, al frente de Quetri, en la confluencia del rió Lumaco y el río Traiguén, menos potentado que los grandes de los alrededores, y que los días de semana vivía en el barrio mas exclusivo de la ciudad como a dos cuadras de la plaza, medio que contrastaba con la humildad del barrio y del hogar en que vivía la hermana donde se hospedaba el Cali.
Fácil le sería a Bárbara averiguar quién era este joven que no conocía como estudiante, porque los dueños del fundo Santa Rosa de donde provenía eran conocidos por toda la zona y si bien es cierto no compartían las fiestas sociales de Traiguén por ser de Santiago, la afinidad de bando político los hacía pertenecer al mismo "piño" que Calíboro había jurado combatir y que con el mismo celo con que él cuidó la virginidad de sus hermanas, los papás de Bárbara protegerían a su hija, en especial si se trataba de apartarla del lado de algún revolucionario, que si era necesario alejar tenían a su disposición los grupos fascistas que vivían al alero de los latifundistas.
Grande fue su sorpresa cuando al día siguiente recibió orden del Partido Comunista de Traiguén de dirigirse urgente al fundo Santa Rosa de Colpi con una misión secreta para las células campesinas del sector. El amor esperado en sus sueños a punto de hacerse realidad tenía que posponerlo para salvar la vida de muchos de sus compañeros que se habían criado con él.
El permiso en el trabajo, como la excusa para llegar a la casa de su padre en día laboral formaba parte de la habilidad e inventiva del Cali para no despertar sospecha de sus enemigos nazis que todo lo tenían bajo control. Una emboscada en los senderos de los cerros de Huiñilhue por donde acortaban camino los que viajaban a pie para esos lados era una posibilidad que tenía que considerar y tener presente.
Mas de alguna vez se encontró alguien muerto por esos parajes y nadie nunca supo nada de que se trató, situaciones que la gente tampoco se atrevía a comentar; pero el Cali podía ser tímido y corto en el amor, pero no cuando se trataba de trabajar por su causa a pesar de los riesgos que corría.
Sólo tuvo unas cuantas horas para decidir entre asistir a la cita con la que podía ser la mujer y el amor de su vida, que más de quince días que lo tenía sin pensar en otra cosa que no fuera esa sonrisa que aquella niña le regaló por primera vez pasando fuera de la Casa Galemiri, o bien olvidarse para siempre de ella y arriesgar su vida en una misión que él también consideraba importante para salvar a sus amigos de algún percance en bien de la causa que el había abrasado.
Mil cosas pasaron por su mente y sin pensarlo mucho decidió, por si acaso, inventar una excusa ante sus patrones para faltar al día siguiente y viajar esa misma tarde al fundo Santa Rosa a casa de sus padres. A las siete de la tarde salía de su trabajo y a las ocho tenía programada su cita; quizás podría hacer ambas cosas a la vez.
Cavilando en esa alternativa, cuando iba saliendo del Molino donde trabajaba le llamó la atención un par de hombres humildes de ropa parchada seguidos de dos jóvenes de ropa raída pero ordenadamente vestidos con guitarra en sus manos y unos cuantos niños tras ellos cantando en una esquina una melodía que aunque desafinada le era agradable a sus sentidos.
Terminada la música se encaminan lentamente por la vereda mientras uno dice: "el Cielo y la Tierra pasarán pero esta Palabra permanecerá para siempre y si consideran esto, queridos amigos, toda las necesidades que en estos momentos estamos sufriendo se terminarían porque Dios es Amor", y sigue:
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Una señora ya peinando canas mira al Cali, mueve la cabeza y comenta: estos canutos están trayendo todos los males a este país porque no creen en la Virgen y en vez de ir al Convento a rezarle y cantarle a la Patrona de Chile van a parar el poto a su iglesia donde los hombres se aprovechan de agarrar a las mujeres. A éstos debiera mandar el gobierno para otro país. Cuando don Carlos Ibáñez sea Presidente, todos estos y los que no voten por él tendrán que irse de Chile y ojalá que nunca los que mandó don Gabriel para afuera vuelvan.
Primera vez que había escuchado hablar a un canuto y al mismo tiempo hablar en contra de ellos expresiones que contra los inquilinos decían los patrones del fundo.
Que Chile tuviera una Patrona, que el Cura estuviera con los Patrones, que la Tierra que el quería para una Reforma Agraria y que Allende en su programa político quisiera lo mismo y que los canutos querían recibir la tierra como herencia, que él tuviera que dejar a su amor esa tarde por causa de la justicia, era una ensalada que a Cali le nublaba el entendimiento, pero que su sabiduría, sencillez y prudencia campesina consideró interesante y lo dejó pensativo.
Sus pensamientos lo hicieron olvidar la cita con su amor.
Si los patrones eran como eran y que la Virgen fuera la patrona de Chile; si a él le habría gustado repartir la tierra con Allende si era presidente el año 1952 a los campesinos que eran pobres y si los canutos estaban en contra de la Virgen porque querían la tierra como herencia, si la justicia estaba persiguiendo a gente como él hasta la muerte, ¿cómo esta pobre gente que él consideró mas miserable que él se atrevían a estar denunciando sin el miedo que ellos sentían?
Y si a Bárbara la vio salir de la Iglesia donde se hincaba ante la Virgen a quién consideraban de palo, quiere decir que este es un asunto que tiene que ver con los patrones.
Se acordaba cuando Mercedes, la encargada de atender al Cura, la vio meterse bajo su sotana para acariciarlo en secreto, después que les enseñaban que era pecado fornicar; la conducta de los hijos de los patrones que fornicaban a la fuerza con las hijas de los inquilinos, los testimonios de sus compañeros obligados a confesarse y por temor a las llamas del Infierno delataban a sus compañeros que querían la repartición de la tierra que ellos creían de todos los hombres; todo le llenaba la cabeza de dudas, por lo que dejó de sentir las ganas de asistir a la cita y decidió volver por su tierra.
Su misión era llevar el mensaje para rescatar a dos de sus compañeros de célula descubiertos por la brigada nazi a los que debía trasladar a Galvarino a un trabajo más seguro donde nadie conocía su militancia y así formar otras células para trabajar por la causa comunista.
Decidió viajar esa misma noche, presentarse ante sus padres de madrugada para tener el pretexto de levantarse tarde, tiempo que aprovecharía para rescatar a sus dos camaradas prisioneros en uno de los galpones; información que obtuvo de su Padre donde se encontraban atados de pies y manos esperando alguna decisión que lo mas probable era desaparición por ahogamiento en el río Colpi.
El camino que normalmente lo hace una persona en cinco a seis horas lo hizo el Cali en cuatro, por lo que antes de medianoche se presentó ante sus padres, quienes le contaron todas las novedades incluido el lugar de los cautivos y después de reflejar el cansancio que tenía hace como que se va a dormir.
En realidad lo hace vestido durante una media hora esperando que sus padres se duerman, para luego levantarse sigilosamente, rescatar sus compañeros y llevarlos donde otro integrante de su célula con las instrucciones de trasladarse a Galvarino a pie para no dejar huellas de caballo hacia donde se dirigían. Se dejaron señas como para despistar, indicando que su huida era hacia Traiguén, después de lo cual se va a dormir antes que amanezca levantándose a tomar desayuno poco antes del mediodía.
Ya su padre había contado que su hijo había llegado tarde y que estaba durmiendo por lo que nadie sospechó que había sido responsable de la huida de los prisioneros, hecho que se conoció pasada la hora de desayuno, y de la cual no se hizo mayor escándalo porque la Brigada Nazi mantenía los reos en secreto para que nadie sospechara de ellos cuando desaparecieran.
Nadie interrogó al Cali y él se mostró relajado y feliz contándole a todos de su nueva vida en la ciudad, de la cantidad de autos que ahí se veían, de la luz eléctrica, de la iluminación de las calles, pero añorando en todo momento el terruño que había dejado atrás y la gran nostalgia que sentía por lo que había decidido venir a visitar a sus papás y amigos y no se iría de vuelta hasta el Domingo en la tarde para entrar a trabajar el Lunes.
Todos se sentían maravillados por cuanto inquilinos y trabajadores del fundo llevaban toda una vida trabajando y nunca habían tenido un día de descanso y menos aún tener la oportunidad de viajar a descansar por tres días con goce de sueldo. Todos envidiaban al Cali y su padre estaba orgulloso de su hijo porque vivía en la ciudad.
Bárbara se paseó esa tarde mas allá del tiempo normal por la calle Santa Cruz hasta mucho después de terminado el Mes de María y no comprendía la ausencia del apuesto joven que le había robado el corazón.
Semejante ausencia no lo consideró como un desprecio a su amor entendiendo que alguna fuerza mayor le pudo ocurrir, mientras el Cali no encontraba la forma de poder concertar otra cita y si le convendría para el desarrollo de sus actividades intentarla para no llevarse alguna desilusión.
Sus múltiples dudas acerca de la religión, considerada por su partido como el opio de los pueblos lo llevaron a creer que el amor en esos términos también formaba parte del imperialismo y del capitalismo y que Bárbara era un instrumento inconsciente de los reaccionarios que explotaban al pueblo con estos nobles sentimientos de la persona en contra de los ideales.
Los ricos no sienten amor y sólo les interesa saciar los instintos como los que él sentía cuando se encontraba con alguna mujer buena moza. Bárbara era un ángel que a él lo había deslumbrado pero formaba parte del sistema del que no estaba dispuesto a formar parte a la primera que se presentara. A sus veintidós años estaba empezando a formarse todavía y tenía mucho que hacer y estudiar aún y el Partido ya lo estaba sondeando para mandarlo a estudiar a Santiago.
Las sospechas de la huída de los dos cautivos de todas formas recayeron sobre el Cali por lo que la brigada nazi empezó a culpar a su querido padre y a presionarlo que si quería demostrar fidelidad a sus patrones debería entregar a su hijo para ser juzgado por las brigadas.
A pesar de ser mayordomo, implicaba que toda una vida la había dedicado a una obediencia y fidelidad ciega a los patrones y que lo estuvieran presionando para entregar lo que más quería lo consideraba la mayor de las desgracias que le pudiera ocurrir. Al poco tiempo lo habían despojado de todas las ventajas que había disfrutado en su vida y debería en breve pasar a ganarse el sustento como lo habían hecho la mayoría de los inquilinos.
En esas condiciones el Cali nunca más pudo volver al fundo, situación que sin decírselo era asumida por todos los inquilinos, como también la obligación de denunciarlo si se veía por esos campos, incluida la prohibición de acogerlo.
A lo anterior se agrega la agravante que un incendio catalogado como intencional termina con una sementera completa como de doscientas hectáreas bajo las llamas, lista para ser trillada en la era. Toda la culpa estaba recayendo sobre las células del Partido Comunista y por lo tanto sobre el Cali que pasó a llamarse el enemigo número uno del fundo Santa Rosa sobre quién estaba decretada su muerte, la que cualquiera podía cumplir por congraciarse con los patrones.
La red de militantes o informantes del Partido abarcaba distancias no mayores de un par de kilómetros, fácil de cubrir a pié para llevar cualquiera noticia buena o mala que se produjera, la que demoraba apenas unas cuantas horas en conocerse en Traiguén donde estaba una de las centrales nacionales del marxismo.
Así el Cali pudo percatarse rápidamente de su situación personal y del peligro que empezaban a correr sus padres ante quienes las medidas tomadas por los patrones debían considerarse muy en serio.
Así las cosas, la tenacidad de Calíboro para proteger a su familia como lo había hecho desde niño, una vez mas se estaba poniendo a prueba y su única salvación era sacar a sus padres hacia la ciudad donde la libertad de las personas era más real.
El problema se le presentaba en la subsistencia de estos campesinos rústicos y de edad que casi no conocían la vida ciudadana, y emigrar le significaba dejar en el fundo todo lo poco que habían adquirido y renunciar a las pocas garantías de las humildes chozas que habitaban.
Pero tampoco era fácil irse del fundo, ya que un desmembramiento semejante de los hombres de confianza que conocían todo el rodaje jamás lo permitirían, aunque les convenía mantener una situación de fuerza sobre sus padres y la vida del Cali que éstos no se atreverían a arriesgar descuidando las obligaciones con sus patrones.
Dado que sin tierra no se podían criar animales era imposible un auto robo para llevarse los animales en vivo. Había que reducirlos a dinero y nadie en los alrededores lo tenía excepto los patrones quienes les compraban sus animales al precio que ellos querían cuando algún inquilino tenía algún apuro de dinero.
El Partido Comunista tampoco podía proteger parientes sin ideología y sin militancia, una porque no tenía medios económicos en momentos en que sus propios militantes eran intensamente perseguidos por todas partes y la otra porque tendría que alimentar a gente que hasta podría poner en peligro sus actividades.
Al Partido le interesaban los jóvenes sin compromiso alguno para instruirlos y utilizarlo en su cuasi ejercito irregular que en cualquier instante podían usar la fuerza si fuese necesario para combatir al imperialismo que recientemente había resultado victorioso en la pasada conflagración mundial como aliado, pero la lucha debía darse en la paz mientras se pudiera, incorporando y adoctrinando la militancia partidista en todos los frentes de la sociedad, donde el campo era fundamental conforme a la doctrina con que Mao Tse Tung había conquistado China para el pueblo de manos de la "reacción" latifundista y conservadora.
El Cali tuvo que abandonar todos sus proyectos del corazón mientras estuviera en peligro la vida de sus progenitores y se dedicó con mayor ahínco a organizar su protección mientras vivieran secuestrados prácticamente por los patrones a quienes no temía enfrentar, pero mientras se pudiera usar alguna forma pacífica había que barajar todas las posibilidades; entre las que se tenía considerada la utilización de unos cuatreros reconocidos del sector, un débil mental enamorado de una Dulcinea de la ciudad a quién se le podían encomendar riesgosas misiones con tal de satisfacer los caprichos de su amada, hasta una manifestación política o "choclón" a realizar en el fundo mismo aprovechando las elecciones presidenciales de 1952 que se acercaban.
Las brigadas nazis que se habían rearticulado bajo el gobierno de Gabriel González Videla no podrían actuar impunes a la vista de un "evento democrático" que los mandamases del mundo estaban imponiendo en nuestro país.
Bárbara mientras tanto, no resistió lo que consideró al final un desaire amoroso del Cali, por lo que con importantes argumentos que le permitirían olvidarse de su amor al irse de Traiguén, convenció a sus padres para terminar sus humanidades en el Liceo de Lautaro de donde egresó al año siguiente, rindió su bachillerato y quedó en la carrera de leyes en la Universidad de Chile.
Aquí el movimiento universitario por la democracia estudiantil apasionaba a los estudiantes, en lo que pasaba a contiendas políticas de alcance nacional, donde Bárbara encontró razones convincentes para alinearse con un nuevo movimiento político en contradicción con los anhelos de sus progenitores que tenían planeado para su hija entrar en Sociedad con un matrimonio conveniente para el futuro de la familia y la tradición.
Del materialismo conservador de entonces catalogado de retrógrado, se había escindido una importante facción de jóvenes idealistas dispuestos a renovar la política criolla para competir entre el pueblo inculto y postergado por la tradición latifundista y oligárquica, con ideas revolucionarias que habían impresionado a las masas católicas, pero que no tenían reparo en inclinarse ante las imágenes sin boca pero que hablan, que tienen orejas mas no oyen, que tienen pies mas no andan, …no hablan con su garganta…, según había escuchado el Cali a los canutos ignorantes, palabras en las que encontraba argumentos valiosos para su dialéctica.
El marxismo no sólo consideraba el catolicismo como el opio de los pueblos, sino una ideología culpable del atraso de la América Latina a la que habían convertido "en el patio trasero" de Estados Unidos de Norteamérica.
A pesar del entusiasmo que producían en el Cali las ideas revolucionarias del Marxismo por la lógica, la certeza y lo convincente de la lucha de clases que pregonaban para la liberación y promoción del campesinado y proletariado mundial, aun tenia dudas sobre las maravillas que se pregonaban.
El materialismo total no lo convencía del todo y notaba que le faltaba algo que solía encontrar en las poblaciones callampas cuando iba en busca de adherentes a la causa comunista.
Aquí la prédica de esos humildes hombres bajo miserables chozas de sacos, leyendo la Biblia y alumbrados con un chonchón a parafina, con ardientes sermones y el fervor de sus oyentes que remataban en hermosos himnos al Dios Creador le removía su conciencia. En más de una ocasión en la aplicación de la "dialéctica marxista" empleó como argumentos frases escuchadas en estas humildes prédicas que desubicaron a sus contendores y que consideró como flechas letales que a él mismo lo hacían maravillarse.
De ahora en adelante las nuevas tendencias políticas contingentes le abrían las puertas a una emocionante carrera política como líder local indiscutido por su aplomo, su juventud, su presencia, su discurso y su influencia que usaba con mesura y sabiduría sabiendo el campo que estaba pisando.
Para Traiguén que era una ciudad conservadora, el Cali era el dirigente que más prometía y quién a su vez corría más peligro ante la reacción, aún así su prestigio influyó para que no molestaran a sus padres que vivían en el centro mismo de la reacción conservadora.
En el fundo Santa Rosa, mientras tanto, la juventud envalentonada por el prestigio que estaba teniendo su líder, no por lo político, sino porque se suponía que a los que habían emigrado del fundo les estaba yendo muy bien en la ciudad, llevando una vida mas digna y fácil, acorde con lo que los políticos les estaban prometiendo en la campaña.
Los testimonios de esta vida mas humana donde las conquistas sociales implicara que trabajaran sólo 48 horas a la semana y que descansaran efectivamente el Domingo; hastiados de la vida semi animal que llevaban cual esclavos, decidían no trabajar en el campo bajo las condiciones que lo habían hecho de por vida sus padres.
Cada cierto tiempo venían a pasear unos jóvenes que se habían ido a la ciudad y que nadie sabe como lograron entrar a trabajar como obreros a la usina de Huachipato de donde llegaban bien vestidos, con zapatones lustrados que sólo le habían visto a los patrones, buenas chaquetas, sombrero de felpa a la moda y reloj de pulsera enchapado en oro que maravillaban a todos los inquilinos y se proponían como metas para sus hijos.
En estas condiciones en que la siembra y cosecha eran cada día más dificultosas y de menor superficie, el Patrón decidió comprar máquinas cortadoras y atadoras que hacían el trabajo como de treinta trabajadores. Éstas eran tiradas con tres yuntas de bueyes a los que no se les pagaba sueldo, hacían los atados automáticamente amarrados con cáñamo de sisal, trabajo que hacía una sola persona sentada sobre la máquina y a lo más tres personas que guiaban a los bueyes.
Dado que el trigo atado quedaba de inmediato listo en el potrero, ahora las carretas emparvadoras pasaban el mismo día a recogerlos y llevarlos a la era para levantar los montones de trigo adonde llegarían de inmediato las máquinas trilladoras estacionarias a la esperada fiesta del año en el fundo, ocasiones que los patrones consideraban peligrosas por tener que reunir a los campesinos con otras gentes que los llenaban de ideas revolucionarias en la cabeza. Emparvar los trigos del campo es fácil y lo hacían los propios inquilinos, mientras las máquinas cortadoras evitaban contratar peones venidos de la ciudad.
Aún así la situación de los patrones no consiguió mejorar, por cuanto las máquinas necesitaban técnicos que las repararan y los inquilinos que habían mantenido en la ignorancia por generaciones no sabían hacerlo, lo que los obligaba a ellos a preocuparse más del fundo, o a llevar otro tipo de gente de la ciudad que les exigían otras condiciones diferentes a las que estaban acostumbrados a ofrecer.
De todo, la culpa era achacada al padre del Cali a quién en todo momento le andaban poniendo pruebas para demostrar su fidelidad y ahora se le ordenó salir en persecución de tres jóvenes que habían huido del fundo con los animales de sus padres para así poder negociarlos a su voluntad y no bajo el precio que imponía el Patrón.
Los tres jóvenes arrearon una tropilla de ocho animalitos hacia el Este para cruzar el Río Colpi de madrugada, de tal forma de ocupar el día en negociar fuera del peligro ya que nadie los podría acusar de robo.
Como a las diez de la noche el Mayordomo, el padre de Cali, recibió la orden de seguirlos junto a tres capataces más y una media docena de peones armados y una jauría de perros acusando a los peones de abigeato.
Antes de vadear el río los alcanzaron y advertidos de que tenían órdenes de matarlos los conminaron a huir cruzando el río donde les dispararon con munición de sal gruesa, la que no mata, pero aturde y al caer el río se ahogaron. Era una forma antigua de eliminar a los cuatreros para no dejar huellas.
La aparición de los tres cuerpos después de una semana río abajo causó gran revuelo en una comunidad donde trabajaban los miembros de la célula comunista que habían huido años anteriores, los que en todo momento sospecharon que los responsables eran los patrones del Fundo Santa Rosa. Los hechos fueron denunciados a la policía y después de tres meses de investigación llegaron al fundo a interrogar a los responsables.
Los patrones se lavaron las manos culpando al padre del Cali como jefe de la cuadrilla por lo que de inmediato pasó a la cárcel junto a los cómplices donde recibió la mayor de las condenas por liderar semejante crimen.
Agobiado por semejante desenlace para la vida de su padre y aprovechando la opinión pública que apuntaba la responsabilidad principal en los patrones del fundo, estos accedieron a que el Cali pudiese sacar a su madre y las pertenencias de su hogar y algunos animales que le sobraron del costo de la defensa, para llevarse todo a la Ciudad.
La seguridad y libertad que el Cali gozaba desde ahora en adelante, excepto por el dolor que le embargaba la situación de su padre, le permitieron aceptar las oportunidades que le brindaba el partido para estudiar y cada vez eran mas y mas los libros que devoraba descubriendo un mundo diferente al que en él había vivido y que nunca había vislumbrado siquiera.
Aún así en su fuero interno creía que la orientación que el adoctrinamiento le daba era una parte de la visión de este universo nuevo entregado al hombre para vivirlo y conocerlo.
Después de recobrada la democracia con Carlos Ibáñez del Campo dejó de trabajar en el molino que lo acogió en la ciudad y pasó a trabajar y vivir enteramente del Partido Comunista y como dirigente le correspondió exigir a su militancia la disciplina que él en muchos momentos no entendía, en especial el financiamiento de la burocracia partidista mediante robo constante a la empresa y particulares de cualquiera cosa útil o transformable en dinero.
Así también, a pesar de ser dirigente había muchas cosas que no estaban al alcance de su conocimiento como el real proyecto de política nacional y el financiamiento externo que formaba parte de un círculo especial y reducido del partido, y que a diario había que defender ante las acusaciones de la "derecha reaccionaria".
Su capacidad, tenacidad e inteligencia permitió que el partido comunista lo llevara a Santiago a estudiar adoctrinamiento político partidista en donde conoció gran parte de la dirigencia nacional y el Comité Central del Partido.
En la Capital pudo conocer e intercambiar ideas en pleno Comité Central sobre los nuevos movimientos revolucionarios en busca de puntos comunes que los unieran para afrontar a la política tradicional en bien del pueblo.
Sus sueños como que se estaban haciendo realidad para poder ayudar, junto con denunciar las condiciones paupérrimas en que vivían los campesinos de Chile quienes, quizás, eran los menos interesados en cambiar su situación, siendo mas un interés de los dirigentes de la ciudad que de los campos.
Cuando tenía la oportunidad de expresarse era un excelente y convincente orador que al estar lejos de su terruño se olvidaba de las miradas que sus antiguos y poderosos patrones ponían por sobre su persona recompensando a cualquier sujeto interesado en llevarles el cuento para mantenerlos al día de las andanzas del Cali.
En cierta medida a su cabeza le habían puesto precio y si se iba a Santiago estaría seguro. Le sorprendía que si volviera por la tierra que lo vio nacer, habría muchos que lo entregarían a manos de los dueños del fundo, por lo que siempre debía andar acompañado con escoltas que a lo menos practicaran defensa personal, e incluso portaban armas.
En la época, la Falange Nacional ya era un partido político que disputaba fuertemente los campos, los sindicatos industriales, los dirigentes poblacionales y los movimientos estudiantiles con el Partido Comunista y el antiguo Partido Socialista, el que estaba formado por una clase intelectual y de clase media distinta al proletariado en que basaban su fuerza los comunistas.
Su dedicación a la lucha revolucionaria había absorbido la mayor parte de su juventud postergando siempre las cosas del amor hasta que por las cosas de la política en una manifestación política en las calles del centro de Santiago, al igual que en años anteriores, su mirada se encuentra con los ojos de Bárbara en el bando contrario los que de nuevo lo cautivaron y le hicieron recordar el único momento en que una mujer lo había hecho sentir una experiencia sentimental que comprometió todo su ser, aunque sin conocer realmente a su autora.
Una vez mas esta vida le ponía el instinto de trascendencia humana en un bando contrario, instinto que se manifestaba con una sola mirada en un par de ojos que lo traspasaron hasta lo profundo de su alma.
Esa tarde se fue pensativo a casa, donde le era imposible olvidarse de esa mirada y menos aún lograba concentrarse para dedicarse a lo suyo. Pensaba en lo imposible rehacer en Santiago una escena como la vivida, tan fugaz y espontánea que jamás se repetiría. Ya no se encontraba en la provincial Traiguén donde la costumbre de pasear diariamente en busca del amor o de la aventura era una tradición y costumbre de los jóvenes que se daba todos los días en la única calle de la ciudad, en especial siendo estudiantes, tradición que facilitaban el reencuentro que él había postergado por sus ideales, pero que ahora a los veinticinco años debía pensar, en especial cuando su futuro se vislumbraba seguro y cómodo.
Ahora consideraba que tenía algo que ofrecerle a una eventual compañera, en especial ahora que vivía solo en un impersonal y egoísta barrio que aunque fuera en una cité que le daba el partido, su identidad debía pasar desapercibida como medida de seguridad.
Este anonimato en Santiago sin una vida familiar lo agobiaba, deseaba formar una familia, se consideraba capaz de criar hijos en este mundo a quién trasmitir las experiencias de su vida y formar en él al hombre que no pudo ser. Sin embargo las experiencias de vida de sus compañeros de partido en cierta forma le chocaban porque no eran ejemplares como él alguna vez había soñado. Por momentos quería olvidar sus pensamientos que venían a perturbarlo y se recriminaba de pensar quizás en cosas consideradas burguesas por sus colegas que no tenían problema en meterse con una u otra mujer perteneciera o no al partido; conocía incluso compañeras que tenían dos o tres hijos de distinto padre, así como compañeros que tenían hijos en varias mujeres sin quitarles el sueño. Para él la paternidad era un asunto sagrado y esa conducta al interior de su partido la consideraba semejante a la de sus burgueses patrones con los cuales tuvo que luchar por conservar la virginidad a sus hermanas.
Sus pensamientos lo llevaron de nuevo a pensar en Bárbara y la mirada que lo sedujo, miradas que habían sido su única experiencia de amor y que ahora de nuevo le estaban quitando el sueño y llevándolo a otro escenario para su vida, pensamientos que se contraponían con sus obligaciones y la esencia de sus convicciones políticas.
Si de nuevo tuviera la oportunidad de ver esos ojos y experimentar esa mirada que lo traspasaba no dudaría en correr a presentarse para conocer a su dueña. No se perdonaría desperdiciar una tercera oportunidad que el azar le entregara y estaba dispuesto, como conclusión de sus cavilaciones en la soledad nocturna de su pieza, hacer lo que fuera para manifestar sus profundos sentimientos que a esa mujer le dedicaba. Jamás se le había pasado por la mente que fueran otros los ojos que penetraran sus sentimientos.
Pero los sentimientos del Cali cada día más se distanciaban del amor al conocer la realidad que el pueblo vivía en Santiago. Si las condiciones que le tocó vivir y conocer en el campo bajo el régimen semi feudal del latifundio eran miserables, las poblaciones callampas que por sus actividades partidistas conoció lo dejaron tan mal la primera vez por el hacinamiento, la promiscuidad, el raquitismo el alcoholismo, la inmundicia, el hambre y las plagas que conocía, aquí se multiplicaban por miles. Los cerdos del fundo vivían mejor que los pobladores de estas poblaciones.
Un solo baño colectivo al centro de la población de miles de viviendas donde cada poblador llegaba con su bacinica a depositar sus fecas que cuando llovía inundaban las calles con excrementos hasta las puertas de sus casas y en Verano el mosquerío las transportaba hasta el interior de cada callampa habitada por una familia de hasta seis personas en una sola cama, si es que cama se le podía llamar a un encatrado de madera con sacos de paja o trapos de lo que fuera.
Los sacos en que los inquilinos del fundo Santa Rosa dormían enterrados en la paja junto a los animales eran camas de reyes.
Mal que mal en el fundo todos tenían una marraqueta diaria para su alimentación y los hijos comían del huerto o goce que el fundo les entregaba. Vio como las criaturas de Santiago se alimentaban hasta de lagartijas y de rebusques en los tarros de basura de los barrios mas acomodados porque sus progenitores no tenían trabajo ni donde rebuscar comida.
El colmo de su sufrimiento fue cuando una niña de unos trece a catorce años se le fue a ofrecer porque sus padres no tenían con que comprar pan y remedios para una de sus hermanas que estaba agonizando en la única cama del hogar. Se felicitó de sus padres y de sus queridas hermanas que a pesar de todo el sufrimiento se criaron realmente privilegiadas.
Si en el fundo podía culpar a los patrones por la miseria y el exceso de trabajo, aquí su mente no lograba encontrar a los culpables. Creía que era un descubrimiento personal y que nadie sabía de la existencia de ese antro de miseria a pocas cuadras del centro principal de la capital del país, ya que nadie le había descrito nunca semejante paisaje comparado sólo como la antesala del Infierno donde Dante habría quedado horrorizado si se hubiera dado una vuelta por estos lados.
Así como éste eran cientos o quizás miles que le correspondió conocer a lo largo de todo Chile y no lograba comprender cómo las autoridades por generaciones habían permitido semejante situación.
Los políticos que se disputaban las preferencias del pueblo sólo llegaban hasta los alrededores de las poblaciones sin ingresar a ellas y de sus escenarios habían prometido por años pan, techo y abrigo en lo que consideraba una burla y ofensas hacia todos los pobladores y un engaño para todo Chile pues con la política y sus discursos demagógicos habían asegurado el futuro de sus familias por generaciones. Éste era el sistema que a su padre lo tenía en la cárcel y que a él lo tenían siempre en alerta por su vida por denunciar la miseria.
Siempre que se enfrentaba a estas condiciones miserables del pueblo quedaba muy mal psicológicamente y prometía dedicarse con mayor esfuerzo en lo que consideraba un deber ineludible con su clase y con sus principios.
Bárbara había combinado sus estudios con la práctica de sus creencias políticas y estando ya por titularse en la Universidad ejercía un cargo de liderazgo en su partido y aunque había tenido poco tiempo para el amor un coterráneo se prendó de ella y le prometió matrimonio, oportunidad que ella aprovechó a pesar de no encontrarse plenamente enamorada ya que nunca había sentido el flechazo que años atrás había sentido por aquel joven apuesto que nunca mas vio.
Una campaña política la sorprendió comprometida después de lo cual se uniría al hombre que la amaba intensamente. Ella pensaba que era suficiente que él estuviera enamorado y estaba dispuesta a corresponderle con fidelidad conforme a las creencias en que había sido educada, las que compartía plenamente y que con su vida, educación y cultura había asumido totalmente.
Considerando la tradición familiar y el buen partido que le propuso matrimonio, heredero de uno de los grandes fundos de Chufquén, acepta contraer nupcias en una ceremonia que si bien fue considerada de sencilla, no dejó de ser un acontecimiento social para Traiguén que a los ojos de Calíboro era ostentosa.
Aún no se recibía de abogada y aprovechó las vacaciones de verano para unirse al sagrado vínculo, que para la conciencia política de ella como militante de un partido confesional que debiera estar del lado del pueblo, en la intimidad de su corazón se entregaba a la tradición como una fuerza poderosa difícil de abstraerse para no contradecir a sus padres y a sus encopetadas amistades.
Mas aún, no se consideraba totalmente enamorada por cuanto jamás había sentido de corazón una atracción hacia su novio latifundista como aquellas miradas sinceras que en las calles de Traiguén le produjeron en su ser; secreto íntimo de su pasado que jamás se lo había manifestado a su futuro cónyuge, y ni siquiera a su madre; aunque había sido el motivo principal de su traslado de colegio para estudiar en Lautaro, en cierta medida despechada por un hombre al que nunca conoció y que nunca mas vio y el que sin quererlo marcó su futuro, ya que sus interrogantes sobre la vida la llevaron a rechazar la tradición política de su medio y unirse a aquellos jóvenes idealistas que estaban cubriendo con sus propuestas sociales y cristianas todo el territorio de la República.
El fundo del novio quedaba al Oriente de la Junta de los ríos Lumaco y Traiguén y quizás mas de doscientos metros sobre el nivel del río en una cuesta que para subir una carreta cargada debía forzosamente "ser cuarteada" por una o más yuntas de bueyes que debido a lo brusco de las curvas era muy lento cubrir los más de quinientos metros de largo, cuesta que había que sortear de bajada para llegar a las casas de las riveras del otro lado del río donde vivían los padres de Bárbara.
Normalmente usaban otro camino para dirigirse a Traiguén, camino que cruzaba el fundo Santa Rosa donde se crió el Cali, que aunque resultaba mas largo evitaba tener que franquear esta verdadera barrera natural para el progreso. Para cruzar del fundo del novio a la casa de Bárbara sólo se podía en carreta o a caballo cruzando en balsa por el río.
El fundo del novio era en su mayoría planicies con empastadas, trigales y arboledas a lo largo de todos los caminos interiores desde el mismo camino público hasta las casas patronales, las que estaban rodeadas de jardines de hortensias, de dalias, rosas, camelias, palmeras, abedules, enredaderas exquisitamente dispuestos como para recibir una pareja de enamorados cuya misión es traspasar la vida en el tiempo uniendo la Naturaleza circundante con el universo eterno que se presentaba infinito a los ojos de las noches estrelladas de Febrero.
Construcciones espaciosas con amplios corredores y galerías brillantes de vitreaux y cerámicas donde se reflejaban las hileras de pilares y columnas de diseños clásicos producto del esfuerzo de generaciones de trabajadores e inquilinos explotados bajo la protección de un sistema de gobierno que las nuevas tendencias ideológicas consideraban, por lo menos, como injustas. Su entorno encerraba los jardines con cierros de ciprés bellamente podados en figuras geométricas donde cada cierto espacio sobresalía uno cual torre de vigilancia dirigido a los cielos en forma cónica, cuadrados o de caracoles.
Bárbara no dejó de sentirse incómoda anta tanta belleza considerada como artificial y ni por más solícito que fuera su novio y su nueva familia, no lograba experimentar la felicidad con que muchas mujeres soñaban. Sólo permitió, aduciendo el amor a su familia y la tradición, que el matrimonio civil se realizara en la casa de sus suegros, pero que la ceremonia religiosa se haría en el hogar de sus padres, aunque fuera mas difícil llegar a él y mas estrecho para recibir invitados y menos elegante que el de su futuro esposo, el cual pasaría a ser el suyo.
La lista de invitados la había reducido al máximo, dejando fuera a los líderes de su joven movimiento político para no crear ninguna situación incómoda con el pasado que ella quería dejar atrás.
Tales pensamientos no le incomodaban al novio que la amaba, conciente que la realidad de la vida haría que Bárbara dejara sus ideales juveniles y que los años y los hijos la hiciera olvidar. En nada presionaba y en todo quería satisfacerla, lo que era más que una galantería romántica de la época machista que estaba empezando a ser puesta en duda.
El matrimonio legal debía realizarse con el Oficial Civil a domicilio el día Viernes temprano para disfrutar una recepción y fiesta, ocasión en que las señoras de todas maneras querían lucirse y manifestar su cariño a la nueva integrante de la sociedad, que aunque no tenían la riqueza que ellos habían amasado, estaba pronto a recibirse de abogada lo que no dejaba de ser importante y valioso para la familia.
Le ceremonia religiosa se planificó para el día Sábado, dando tiempo a la mayoría para regresar en sus autos por el otro camino más expedito, mientras los jóvenes y los novios que querían divertirse toda la noche, decidieron acortar camino al día siguiente en apenas un par de horas a caballo, los que producían menos polvo que las caravanas de autos que tenían que devorar largos caminos polvorientos llenos de baches y accidentes donde los autos, la mayoría de antes de la Segunda Guerra Mundial eran más calurosos y sofocantes, debiendo llegar a ducharse con pelo, peinado y todo.
El Cura que el Cali conocía estaba feliz de oficiar una ceremonia tan importante de la sociedad. Aprovechó de pasar varios días en casa de la novia ayudando a la preparación de los detalles, incluyendo una ceremonia de ensayo con los padres de Bárbara, que no querían ser motivo de burla de los familiares del novio que eran mucho más encopetados. Así también, no le faltaba la oportunidad de echar su canita al aire en lugares donde no acudía todos los días y le era fácil escaparse con alguna campesina.
Previo a la ceremonia había oficiado una misa el mismo día Sábado en la mañana que lo habían declarado feriado oficial dentro del fundo para que asistiera el inquilinaje como una prueba de la religiosidad de los patrones y con el fin de tener preparado "espiritualmente" a trabajadores y vecinos de los alrededores cercanos que el protocolo popular obligaba a realizar.
Así en la tarde la comunión solo estaba reducida a los invitados especiales y las confesiones tenían a todo el chusmaje contrito ante Dios, lo que hacía difícil que algo se escapara de las manos. Todo en la capilla y los salones había quedado preparado el día Viernes sin escaparse los mínimos detalles.
Consciente que la vida es una mezcla de azar y coincidencias que la mayoría llama destino sin control, pero en la cual influye la personalidad y el empuje del individuo, el Cali ignorante de todo lo que la vida le estaba poniendo en su camino se entregaba a ella con todo lo que sus ojos, sus sentimientos y su razón le fueron presentando por delante cada día.
Hacía un par de años que el Cali no volvía por las tierras de los alrededores de Santa Rosa y Chufquén procurando dejar pasar el tiempo para que su recuerdo en la mente de sus ex patrones se olvidara de él.
En esta oportunidad viajó en tren acompañado de la dirigencia principal del Partido Comunista desde Santiago hasta la ciudad de Temuco a organizar y supervisar las actividades de sus miembros en esta área de los campos del Sur, donde el movimiento campesino necesitaba de un refuerzo doctrinario e ideológico acorde con los nuevos proyectos sociales del mundo. Una gira que incluía entre otros pueblos y localidades, un itinerario entre Temuco, Imperial, Cholchol y Galvarino para llegar por Chufquén a Traiguén.
Ese día Sábado en la mañana antes de iniciar una reunión de cabezas de células comunistas en una pequeña parcela cuya casa se encontraba a la vera del camino principal les llama la atención una cabalgata que se aproxima por el Norte en dirección a la balsa del río.
Hasta les imprimió cierto temor el pensar que fueran las brigadas de los patrones del fundo que quisieran darles una encerrona a los dirigentes, quizás con qué fines y de cómo se habrían enterado de algo que era un secreto celosamente mantenido por todos los militantes.
Así la sorpresa, se aprestaron a protegerse para defenderse con lo que tuvieran, arsenal que no contaba mas que unos cuantos machetes, hachas, podones; tres escopetas de dos cañones de carga y baqueta, dos escopetas de cartucho del 16 y un pequeño rifle de casa.
Mientras unos se disponían a organizar barricadas de troncos, carretas con fardos y otros, el Cali se queda estudiando la situación sin dejarse ver por la tropa tras un árbol en la línea del cerco de alambres de púas.
A unos cien metros de distancia ya pudo respirar tranquilo porque los jinetes se veían bien vestidos y los caballos y atuendos brillantes y elegantes conformados por puros civiles, entre los que viajaban algunas mujeres.
Era la caravana de los novios que se dirigían del fundo del novio al fundo de los padres de Bárbara que quedaba cruzando el río formado por los afluentes del Río Colpi, el Río Didaico y otros que en este lugar se podía cruzar en balsa.
La distancia entre los fundos no era más de unos cuantos kilómetros, pero que sólo se podía realizar a caballo por causa de la bajada muy escarpada y profunda en un tiempo de no más de dos horas cruzando un paisaje bello y salvaje a la vez.
Una mujer parecía liderar la cabalgata en un brioso caballo inglés de color alazán cariblanco y montura de paseo tipo inglesa; todos alegres como disfrutando del paisaje asoleado de la mañana.
Una vez mas el Cali estupefacto ante la mirada de unos ojos cafés grandes que le pareció eterna y le hizo recordar los mismos ojos de los atardeceres juveniles de Traiguén y en aquella otra ocasión en el centro de Santiago y no dudaba en creer que se trataban de la misma dueña de sus profundos sentimientos.
Sintió un gran alivio porque no se trataba de un encuentro violento en que podía estar en juego su vida, su futuro y su libertad, pero también recordó su promesa echa así mismo que no volvería a desperdiciar otra oportunidad que se le presentara para abrir su corazón, así fuera dejar todo lo que era en este mundo por estar por siempre al lado de esos ojos.
Entre que pasa por sus narices la cabalgata con la mujer de sus sueños y decidirse a seguirla, locura y razón dentro del Cali empiezan a luchar por encontrar el pretexto para no asistir a la reunión primero y a conseguir los medios para alcanzar la cabalgata, junto con explicar a sus jefes máximos las razones de peso de tan imprevista separación del grupo de dirigentes políticos y anfitriones campesinos sin saber cuando y donde volver a reunirse.
Después de largos quince minutos el Cali se pone en movimiento cabalgando un "chuzo" negro acostumbrado al arado mas que a correr, animal recientemente revolcado en el barro, tusa larga, guatón y lerdo que apenas pudo colocarle un pellón de oveja como montura, sin estribos, sin nada, como había montado años atrás en el fundo cuando era mozo.
Le costó sacarle galope chicoteándolo con la punta del lazo que le servía de bridas y en cada paso que daba ya saltaba de sus lomos. La cuesta para llegar al río era pedregosa, de curvas cortas y pronunciadas ante la cual era imposible galopar y tampoco sacarle trote; y a no ser por unos seiscientos metros que tenía que caminar por el valle antes de llegar a la balsa, habría dejado la bestia en el mismo lugar para continuar a pie.
Cuando llega a la balsa ya estaban soltando las amarras y ante un grito y la correspondiente seña se demora un instante alcanzando a abordarla sin preocuparse del caballo que feliz queda ramoneando unos matorrales a la orilla del río.
La balsa se mueve lenta empujada por dos hombres y guiada por el cable que se tensa ante la corriente impetuosa de las aguas de unos cien metros de anchura por mas de un metro de profundidad.
Para la comitiva todo era fiesta y alegría sobre la balsa donde de inmediato se descorcha una damajuana de vino que sirven a todos los pasajeros sin importar si eran o no invitados. Las mujeres apenas tocan con los labios el vaso de vino para no despreciar a los hombres y si osaran beber algún sorbo, saben también que sería mal visto por todos.
La novia que era el centro de la atención y la alegría no se había preocupado de la llegada del Cali ante las instrucciones a grito del balsero que ubicaba a los caballos y a las personas uniformemente sobre la superficie para que no se cargara hacia algún lado.
Por lo menos una docena de cabalgaduras repartidas por igual a cada lado de la balsa tomados por sus bridas por el respectivo jinete no permitía la visibilidad suficiente desde un extremo a otro, por lo que Calíboro no sabía a quién dirigirle alguna palabra y sólo decidió buscar los ojos de cada una de las damas presentes por cuanto la mirada a sus ojos era la única señal que tenía para reconocerla y enfrentar la realidad.
El descuido de un jinete permitió un pequeño alboroto de uno de los animales que se pasaron al otro lado, ladeando peligrosamente la embarcación de madera, por lo que el resto de los animales y las personas no pudieron mantenerse en su lugar acrecentando el desequilibrio.
Unos cuantos gritos de susto de las damas permitió al Cali encontrarse con la mirada que buscaba y que al instante traspasó su corazón. Reconocerla y lanzarse sobre ella para sujetarla fue un movimiento instintivo con la mala suerte que el peso de los caballos rompió las barandas cayendo todos al torrente.
La sorpresa, el susto, los animales y la gente en el agua tratando de aferrarse de cualquier cosa para salvar la vida, hacen que los primeros instantes sean caóticos.
Unos cuantos afortunados logran asirse de las cabalgaduras, otros de la embarcación y los menos fueron presa del torrente de las aguas. Entre ellos Bárbara que por un instante logra apoyar la punta de sus pies en el fondo y saca parte de su cuerpo a la superficie para respirar en un movimiento instintivo de supervivencia.
En ese momento se encuentra con la vista del Cali que hacía lo mismo para encontrarse de un impulso unidos en un abrazo que a ambos les parece eterno sin poder articular palabra alguna.
Para el Cali, este abrazo le hace olvidar todos sus instintos humanos de supervivencia queriendo disfrutarlo por siempre, por lo que la corriente los arrastra como una sola persona sin hacer nada por salvarse hasta que Bárbara se rinde exhausta soltando los brazos y entregándose sin oponer resistencia a la acción de las aguas.
En ese momento Cali queda libre pero sus músculos ya sin fuerza no obedecen la orden del cerebro para intentar algún movimiento que le permitiera alcanzar aire de la superficie y ya cerca de una curva, una rama caída de una árbol entre aguas mas quietas permite que su cuerpo se detenga y enredado en su ropa queda con los pies aguas abajo y con la cara mirando al cielo que, aunque infinito de sus dimensiones se apresta a recibir el alma de un campesino que desde que tuvo conciencia de la vida le imploraba justicia.
El Cali sigue conciente y como ascendiendo a las alturas parece dejar su cuerpo atrás deteniéndose a contemplar su estado, se ve como mirándose a un espejo; cree que es un sueño, pretende despertar y no puede; intenta mover algún brazo y no le obedece. Busca en los alrededores y ve pasar otros cuerpos hasta que logra identificar el cuerpo de Bárbara que viaja lento, ya rendida a su suerte.
Quiere bajar a ayudarla y no puede, intenta decir algo a un hombre que corría por la rivera queriendo hacer algo y no le escucha; nadie lo ve. Es imposible comunicarse con nadie.
Para él la existencia es otra; se encuentra en otro mundo y nada puede hacer por los demás. Pretende buscar a Bárbara en su nuevo estado y no la encuentra. Se entristece, pero su pena es de otra índole. Tiene otro sentido, no se cree muerto porque comprende sin que nadie le diga nada que ahí no se debe hablar ni pensar en la muerte.
Comprende que el tiempo tiene otras formas y aunque sólo, se encuentra feliz. Retorna al lugar del accidente y ve gente que busca algo, buscan cuerpos, observa el suyo como lo sacan del río y lo echan sobre una carreta tirada por bueyes. El sol abrasador de la tarde en el cajón que circunda el río no lo siente ni lo afecta. Ve su cuerpo que no respira como los otros, pero sabe que se encuentra fuera de él.
Después ve a Bárbara dentro de un ataúd y para nada le llama la atención. Hay mucha gente que llora y sufre. Identifica personas y observa como somos, toma conciencia en un instante de cómo era en esta tierra.
Ve su antiguo Patrón y siente pena por él, sentado en primera fila de la Iglesia junto a su esposa luciendo sus mejores trajes. Ve al Cura sobre el púlpito abriendo la Biblia y leyendo en latín; mientras la mayoría no entiende nada; para él el latín es como si fuera el idioma desde su niñez. Todas las citas ya le eran conocidas y para él cobra sentido el pasar de muerte a vida, como le había escuchado a los insignificantes canutos.
Cual sea el pensamiento que le nace, al instante se encuentra en el lugar si lo desea. Visita a su padre en la cárcel y aunque lo nota cautivo, no lo es más que cuando vivía en el fundo. Ha visto a su madre llegar a la gruta de la Parroquia de Traiguén a rezar por su hijo.
En un momento se ve en el hospital de Traiguén y aunque está seguro que es el cuerpo que tenía, para nada desea volver a él. Cómo decirle a su madre que su pedido es inútil; le gustaría poderle decir que sea feliz, porque su hijo se encuentra feliz. Nunca lo ha sido como ahora lo es y entiende que alguna vez se reunirá con sus demás seres queridos.
Lamenta no haber tenido hijos para experimentar el amor de Padre, pero siente el abrazo que Bárbara le regaló antes de morir como la unión necesaria en este mundo para tener hijos en el mundo que ahora vive, sin necesidad de la unión carnal, consecuencia de la desobediencia espiritual antes del Principio, para transformar los elementos en vida.
Tú ahora – me dice don Calíboro después de horas escuchándole sin mover un músculo de mi ser al paso de los bueyes que ojalá nunca llegaran a su destino – eres uno de mis hijos en este mundo.
Mi pregunta sólo se manifestó en mis ojos y mi cara de incredulidad.
A ti te corresponde dar a conocer lo que nos espera en el futuro en el medio que Dios te colocó. Es tu responsabilidad también expresarla fielmente como se te entrega. Igualmente, tu galardón dependerá de cómo lo hagas.
¿Conoce también otros lugares? Le pregunto
Yo soy libre para llegar a todo el mundo donde tú tienes otros hermanos también, los que no conoces y que hablan otros idiomas en los que tuve que mostrarles mi historia.
¿Cuántos idiomas habla usted entonces? Le pregunté
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |