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Suicidio y tentativa de suicidio: Un acercamiento a su génesis psicosocial

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    Suicidio y tentativa de suicidio:

    Un acercamiento a su génesis psicosocial

    1. Objetivo
    2. Desarrollo
    3. Referencias Bibliográficas Citadas

    EXERGO

    "El amor que sentimos por algo es fruto del conocimiento que de ese algo tenemos, y se acrecienta conforme nuestro saber se torna más seguro"

    INTRODUCCIÓN

    El hombre del siglo XX con una ciencia en desarrollo y un comprendimiento causal sobre una gran diversidad de fenómenos y procesos, no ha logrado aún, con toda su sabiduría y ciencia, librarse de ese miedo-atracción ancestral que provoca la muerte, máxime cuando la culminación de este hecho es resultado de un acto destructivo (la conducta suicida) que no es privativa de ninguna edad.

    Dentro de los cuantiosos acontecimientos enigmáticos que aporta la vida humana, la conducta suicida es uno de ellos. Son inciertas, hasta el momento, las razones por las cuales una persona atenta contra su vida, cuando su más preciado tesoro es la vida misma. La conducta suicida como fenómeno, abarca el intento o tentativa y el suicidio, est último, particularmente, con una rica historia.

    El término suicidio, proviene del latín "sui" que significa sí mismo y "cidium" matar, es decir, matarse a sí mismo; fue empleado por primera vez por el abate Desfontaine, en el siglo XVIII (1). Este acto autodestructivo, es una conducta humana compleja que han llevado a cabo individuos como vía de solución final a sus problemas.

    El suicidio es un fenómeno que posee sus antecedentes desde épocas inmemoriales, tan antiguo como la existencia misma de la humanidad, modificando sus características de acuerdo con la cultura y la estructura socioeconómicas imperante.

    Palabras Claves: SUICIDIO, TENTATIVA DE SUICIDIO, CONDUCTAS

    AUTODESTRUCTIVAS, FACTORES DE RIESGO, IDEACIÓN ,SUICIDA.

    OBJETIVO:

    Describir las causas psicsociales de la conducta suicida. Provincia Granma de Cuba. Año 2003.

    DESARROLLO

    El primer intento suicida de que se tiene referencia se remonta al año 991 a.n.e, en l que el suicida expresa, según el traductor Ecmar (1896) en un papiro, de forma poética, su estado depresivo, quizás a nivel psicótico (2).

    Fue Hipócrates, en el siglo IV a.n.e, en Grecia, el primero en hablar del suicidio en forma de síntomas autodestructivos. (3).

    La historia antigua, como fiel testimonio de tantos hechos, también recoge en su seno el fin de grandes personalidades mediante la autoquiria; ejemplo de ello lo constituye el suicidio de Saúl, primer Rey de Israel, citado en el Antiguo Testamento, Alejandro Magno, que lo realizó envenenándose y Séneca, abriéndose las venas (4).

    Tanto en la Biblia como en otras literaturas antiguas, se hace referencia a diferentes actos autodestructivos, como los mencionados anteriormente; pero las raíces de la prohibición del suicidio, se encuentran en la tradición judeocristiana. Con el aumento de la frecuencia del suicidio entre los cristianos, la Iglesia Católica relaciona el suicidio con el crimen y, por tanto, con el pecado. Este punto de vista fue elaborado por Santo Tomás de Aquino (1225-1234), destacándose que era un pecado mortal porque usurpaba el poder divino de decisión sobre la vida y la muerte del hombre. También en el siglo IV, San Agustín rechazó el suicidio como opción, basándose en que impedía el arrepentimiento del individuo y violaba el Quinto Mandamiento de la Ley de Dios "no matarás". Aunque ni el Viejo ni el Nuevo Mandamiento prohibieron directamente el suicidio, en el año 693 el Concilio de Toledo proclamó que la persona que intentara contra su vida sería proclamada excomulgada (5).

    Desde el punto de vista etnográfico, está determinado también por la cultura. En Japón se reconocía legalmente que cuando algún jefe moría o era derrotado, sus fieles debían de acompañar su espíritu al reino de los hombres, matándose; además, los nobles japoneses, en caso de desgracia, practicaban el harakiri, acto ritual que se ha extendido hasta nuestros días. En la judía, era costumbre que una mujer viuda se suicidara tras la muerte de su marido, como en el caso de los antiguos jefes prusianos, con el suicidio se conseguía la fama. También los monjes budistas chinos se inmolaban del mismo modo para conseguir el bienestar de la comunidad (6). En Latinoamérica, los Mayas y los Aztecas, utilizaban el suicidio como ofrenda a sus dioses, especialmente el suicidio por fuego (7).

    A diferencia de esto, en Inglaterra y Francia, desde tiempos remotos, el suicidio fue considerado una falta grave, un crimen contra el Estado y un hecho que provocaba la represalia y la venganza de la sociedad; las penas impuestas en tales casos, no cesaron en Inglaterra hasta 1961, cuando se aprueba una ley que modifica estos criterios y en Francia, hasta después de la Revolución Francesa (5).

    Durante la Edad Media, disminuyó la incidencia del suicidio en el mundo, por el predominio de la Iglesia Católica, para reaparecer y hacerse sentir en el siglo XIX hasta nuestros días.

    Nicéforo planteó con razón, que el suicidio "es una de las hierbas venenosas que florece en la atmósfera de nuestra civilización moderna" (8). Esta afirmación del ilustre profesor italiano, es anterior a la guerra, se produce en las postrimerías del siglo XIX.

    En la bibliografía se recoge, como algo curioso, que durante la época de las guerras mundiales, disminuyeron los suicidios; no obstante, aparecen caso de líderes y espías nazi que se quitaron la vida ante el temor de ser ajusticiados, ejemplo: Robert Ley, Heinrich Himmler. También durante este período, aparecen los kamikases japoneses con los llamados "suicidios patrióticos"; ellos piloteaban aviones cargados de explosivos para hundir portaaviones enemigos, volando hacia la muerte por un mal entendido amor a la patria (9).

    En Cuba, se recogen datos de la época de colonización, existiendo suicidios individuales y colectivos: los indígenas se ahorcaban de los árboles o se asesinaban tragándose la lengua, debido a que no podían soportar el régimen de trabajo a que eran sometidos y al cual no estaban acostumbrados. Además, se recoge como dato, que muchos de los indios se suicidaban arrojándose desde las montañas hacia el Valle Yumurí; es por ello que la leyenda plantea que a esto se debe el nombre de dicho valle. Los indios empleaban el suicidio como alternativa a la explotación en la que estaban sumidos, teniendo estos suicidios un marcado carácter económico-sociopolítico (10).

    Similar conducta y con el mismo carácter, asumían los africanos traídos a la isla, los cuales al fugarse eran perseguidos y ante la posibilidad de captura preferían suicidarse "despeñándose". El primer estudio que se conoce en Cuba data de 1885 y fue realizado por el Dr. Tomás Plasencia (10).

    En la posguerra, el suicidio aumentó y se han brindado diferentes explicaciones del porqué un individuo atenta contra su vida, combinando factores individuales y sociales. El estudio contemporáneo del suicidio, se inició a principios de este siglo con las contribuciones de dos corrientes principales: la sociológica y la psicológica.

    Freud fue el primero en ofrecer explicaciones psicógenas al suicidio, postulando que los motivos del acto eran intrapsíquicos (11). Plantea que el suicidio tratado por el psicoanálisis es visto como un fenómeno psicológico provocado por una serie de factores entre los que se destacan los del ambiente.

    Para estudiar el suicidio, desde el punto de vista psicológico, es necesario como punto de partida el estado melancólico del individuo, pues está asociado es estados depresivos donde generalmente las personas se catalogan como inútiles, detestables, sin sentido de vivir, deseando desaparecer del mundo: aquí se acumulan sentimientos de inferioridad que provocan la afluencia en la conciencia del individuo de impulsos sádicos, reprimidos, tanto en sueños como en acto sintomático, hay violentos deseos de venganza y de impulsos criminales, sentimientos de culpa. La base de todo esto radica en un componente de base sexual, todo por la represión sufrida por el individuo en su yo sexual.

    Esto ocurre con la pérdida del objeto libidinoso, aunque también es frecuente que el suicidio esté motivado por un grave quebrante económico o por la muerte de una persona querida, el individuo siente esto como pérdidas irreparables, la vida para ello carece de interés y se consideran incapaces de satisfacer gran parte de sus deseos.

    El suicidio es un acto de autosadismo intenso, el yo trata de destruirse, librarse de los conflictos que le atormentan, buscando refugio en la muerte, la posibilidad de una vida nueva, para ellos la muerte es una venganza contra la sociedad.

    El suicidio, desde el punto de vista psicológico, aparece unido a cuatro motivaciones:

    1. La agresión al exterior.
    2. El deseo de recuperar el objeto libidinoso.
    3. Productos de conflictos infantiles.
    4. Producto de conflictos actuales.

    Las estadísticas comprueban que cuando hay efectos que ligan al individuo con una obra social o familiar, disminuye el número de suicidios; por el mismo motivo, durante las épocas de guerra o de revolución, el número de suicidios desciende debido a la presencia de un ideal colectivo que hace que el individuo se defienda mejor de las agresiones procedentes del exterior, y sucede al inverso en las épocas de desarrollo de un país y conglomerados político-sociales.

    Freud propuso la teoría de que el suicida representa hostilidad inconsciente dirigida contra el objeto amado introyectado (considerado de manera ambivalente); Para Freud el suicidio es un "homicidio de 180 grados". Otros psicoanalistas han ampliado esta perspectiva; Karl Meninger delinió la psicodimania de la hostilidad y postuló que el impulso hostil del suicidio tenía tres componentes: 1, el deseo de matar; 2, el deseo de ser muerte y 3, el deseo de morir.

    Otros teóricos contemporáneos han revisado la función de los estados emocionales adicionándoles la desesperanza y el desamparo en la patogenia de la depresión y el suicidio.

    Bech ha relacionado la "triada negativa" de la depresión con el suicidio, basándose en que el pensamiento del individuo se deforma cuando se encuentra deprimido: de esta manera adquiere una opinión negativa de sí mismo, del futuro y del mundo (11).

    En 1879, Durkheine, en su obra "El Suicidio", describió en detalle la sociología del suicidio, analizando los efectos de la sociedad sobre la conducta del individuo y propuso que el suicidio era resultado de las influencias y el control de la sociedad sobre éste (11) y no de motivos psicológicos individuales.

    Afirmaba que lo individual no bastaba, es necesario la combinación de los meses, factores físicos, los días, las catástrofes morales, la miseria como factor predilecto, también lo es la riqueza y los tránsitos violentos de una situación económica a otra; el suicidio decrece en el campo y aumenta en la tentación de la vida civilizada. También lo estudió en la religión, comprobó que se agrava en los protestantes más que en los católicos.

    Comprobó que en los enfermos mentales no se produce por una sola causa, considera cuatro clases de suicidios: maniáticos (producidos por alucinaciones o concepciones delirantes, melancólico, obsesivo (que haya su génesis en la idea fija de la muerte) y automática (impulsivo).

    Para Durkhein, el hombre se suicida por tres tipos de circunstancias sociales que denominó egoísta, altruista y anómico. El suicidio egoísta ocurre cuando la integración del individuo con el grupo es bastante pobre y poco definida, mostrándose socialmente aislado. El suicidio altruista ocurre cuando la integración del individuo es muy estrecha, bajo la posición de códigos morales, primitivos, hombres y mujeres, viejos y enfermos, esposas cuyos maridos han muerto y sirvientes cuyos jefes han fallecido, dieron fin a su vida. El suicidio anómico ocurre cuando existe el impacto de un brusco cambio social que modifica los patrones y valores sociales existentes, produciendo alteraciones en el equilibrio del individuo, como en una depresión económica, inflación u otras situaciones sociales (12).

    El estudio de las causas y generalización de la conducta suicida en cuanto a: potencialidad, intento y consumación, en su devenir histórico ha sido tratado ampliamente por la sociología burguesa a partir de una amplia gama de concepciones que incluye diversos aspectos.

    Entre las concepciones burguesas que tratan de explicar al menos desde una posición científica el fenómeno suicida, se destacan tres direcciones principales (de las que se desprenden tendencias y corrientes).

    1. Las que atribuyen las causas de la conducta suicida a factores y fenómenos eminentemente psicológicos.
    2. Las que dan una importancia desmedida a los factores biológicos en la determinación de la conducta suicida.
    3. Las que excluyen al individuo y sobrevaloran el papel que desempeñan los factores ambientales.

    La sociología marxista, en contraposición a esto, al abordar el estudio del fenómeno suicida, parte de tres planos o momentos:

    1. El plano general abarca el estudio de las condiciones socioeconómicas existentes y su influencia en la determinación del comportamiento del sujeto suicida.
    2. El plano particular incluye las influencias del medio ambiente social, así como sus características y condiciones específicas en la determinación del comportamiento suicida.
    3. El plano individual parte del estudio de la persona concreta, de su personalidad, de sus particularidades psíquicas y de la interrelación sociedad-individuo y viceversa.

    Entre las corrientes burguesas más difundidas en el tratamiento del tema que nos ocupa, resulta la psicosociología representada por Habbes, Benthan y Freud; esta corriente intenta presentar la teoría del individuo y la sociedad como una continuación del desarrollo del pensamiento científico de la humanidad y se considera heredera de los filósofos más destacados del pasado como Hebbes. En realidad sólo tomaron de éste su idea más reaccionaria sobre la naturaleza antisocial del hombre y su individualismo zoológico. Este filósofo afirmó que "la sociedad debía ser considerada como una agrupación de feroces unidades humanas en busca de calor y protección, cual si se tratara de una manada de erizos (13). Con ello dejan sentado la predisposición natural del hombre a la desconfianza, el miedo y a la violencia no sólo contra los demás, sino hacia sí mismo.

    De aquí se infiere, además, la consideración de estos ideólogos de que la tragedia de la vida humana no es consecuencia de factores económicos, de contradicciones y los conflictos entre el individuo y la sociedad que son insuperable por su propia naturaleza. Los teóricos extraen de esto dos conclusiones extremas:

    1. Convierten en absolutas las pretensiones personales del individuo y exigen la completa libertad de éste respecto a la sociedad (concepciones individualistas y anarquistas).
    2. La otra conclusión, contraria a la primera, reclama que el individuo renuncia a toda independencia. Hobbes, por ejemplo, afirma que "el estado es el único individuo que no reconoce ninguna personalidad al lado suyo", que por ello "los hombres deben renunciar a sus derechos y concederle al estado un poder limitado entre ellos (13).

    Queda claro que esta segunda conclusión está dirigida al aplastamiento del individuo y a su absorción de la sociedad, mientras que la primera se dirige a la libertad exagerada del ejercicio de la personalidad especialmente de las grandes personalidades, pero ambas aseguran lo insalvable de la contradicción individuo-sociedad y afianzan la concepción del hombre aislado que supone que para alcanzar éxitos y beneficios en la vida social, los hombres tienen que sacrificar la satisfacción de impulsos y tendencias individuales, invocando el ingrediente irracional y primitivo del ser humano que, aunque subsiste en calidad de herencia, de esta suerte, el hombre animal puramente biológico-instintivo, impulsivo y malo, es incapaz del autocontrol en un momento dado.

    El hombre, así concebido, es el único responsable de los desajustes sociales y de su propio desajuste individual; la apelación al suicidio, según esta teoría, es el triunfo del instinto destructor y autodestructivo subyacente en el hombre como herencia animal sobre el instinto de conservación también propio de otros animales superiores; esta es, por tanto, una concepción irracionalista.

    La conclusión de la incompatibilidad entre el individuo y la sociedad, sólo deja como disyuntiva el individuo o la sociedad; abriendo campo a la enajenación que, si bien es cierto que tiene su origen en fenómenos económicos (base económica) en especial en la propiedad privada sobre los medios de producción, trasciende luego a todos las esferas de la vida social y se inserta finalmente en la vida espiritual que incluye al individuo en su calidad de personalidad que generalmente asume la enajenación de modo inconsciente; pero que, no obstante a ello, ésta se va a manifestar en los diferentes actos de la vida y en la práctica social. La conducta suicida también hunde sus raíces en el fenómeno de la enajenación.

    La metodología marxista, al abordar la problemática de los fenómenos sociales, reconoce que los fenómenos sociales negativos, entendidos estos como el conjunto de acciones u omisiones que atentan contra el normal desarrollo de la sociedad son, ante todo, enfermedades sociales que en la dinámica de la personalidad y las sociedades concretan en determinaciones individuales bajo una determinación multifactorial caracterizada por las peculiaridades de la personalidad, su sistema de valores, la autoestima, sus consideraciones acerca de la libertad, la coincidencia de sus intereses individuales como los intereses de toda la sociedad, así como la claridad y amplitud de sus objetivos y aspiraciones; existe una gran variedad de actos que atentan contra el normal desarrollo de la sociedad y la personalidad, que van desde simples actitudes incorrectas hasta los hechos considerados de extrema gravedad; como lo es, por ejemplo, la conducta suicida.

    El ser humano en el proceso de su actividad, conducta y manifestaciones, debe ser considerado en su conexión con la naturaleza y el medio social concreto en que se desenvuelve y en ese sentido puede ser caracterizado de la siguiente manera:

    1. Por su condición de pertenecer a una naturaleza muy peculiar: la humana.
    2. Por su condición de ser concreto, esto es, pertenecer a determinada cultura, clase social, grupo étnico, religioso, etc., cuya pertenencia no es casual, sino que integra su personalidad.
    3. Por su condición de ser social, al vincularse con el conjunto de las relaciones que le son inherentes que es precisamente lo que define al ser humano como personalidad.
    4. Por su condición de ser histórico, tanto en el sentido individual como en el sentido social.
    5. Porque del medio social provienen los estímulos fundamentales para la organización de sus cualidades psicológicas.
    6. Por el condicionamiento social del conocimiento que el hombre alcanza.
    7. Porque el hombre es el único de los seres vivos que puede pensarse a sí mismo como objeto.
    8. Porque la producción de bines materiales que el hombre realiza es el fundamento de la existencia de las relaciones humanas.

    Estas características al actuar en calidad de premisas, favorecen el proceso de socialización que incluye el ingreso al medio social, la adaptación al mismo, la asimilación de determinados roles y funciones sociales, la asimilación y desarrollo de valores y el proceso de la actividad social; esto es lo que en lo fundamental repite cada individuo en la historia; pero cada uno de ellos, en su condición de personalidad, encuentra condiciones diferentes para su desarrollo más o menos positivas y tendrá mayor o menor éxito en el proceso de la socialización y en ello influirá también su mayor o menor preparación, determinación y fuerza personal para ajustarse a los mecanismos sociales vigentes.

    La garantía de la funcionalidad de estas características de la interrelación individuo-sociedad, pueden desempeñar un importantísimo papel en la disminución de los factores de riesgo de la conducta suicida.

    En este caso de lo que se trata es de que el desarrollo social vaya creando las condicione objetivas para el desarrollo libre y pleno de los individuos, tanto en el orden material como en el espiritual; que la sociedad, en su interrelación con los individuos, favorezca en alto grado el desarrollo de su conciencia y su responsabilidad social, lo que es al mismo tiempo un índice del desarrollo de la individualidad y de las condiciones históricas en que vive. De esa actitud consecuente, consciente y creadora, deberá dimanar necesariamente el reconocimiento formal, real y efectivo del individuo y de sus derechos por la sociedad. Esto, claro está, ya ligado a la organización económica efectiva d la sociedad, al régimen social y a la ideología predominante.

    El reconocimiento social, suele ejercer un rol significativo en la autovaloración del individuo, en su autoestima en general y en el reconocimiento de las potencialidades para su autodesarrollo.

    La formación armónica de la personalidad y en la búsqueda de condiciones para su propio desarrollo, el papel social no debe ser entendido de modo abstracto; si no en el modo concreto de su desarrollo, cuya influencia llegará al sujeto de modo consciente en dependencia de la actividad del mismo.

    Esto significa que el sujeto, en su consideración individual, puede estar consciente de recibir de una forma o de otra la influencia de toda la sociedad, comprendida ésta como lo humano universal. Pero la forma más inmediata de esta influencia, demanda del colectivo familiar, escolar y laboral; cruzándose de una manera positiva o no con el resto del sistema de influencias. Todo esto constituye la situación real concreta o el conjunto de condiciones vitales de una persona, que provocan en ella en un momento determinado, la decisión de aprender una acción dada que puede ser positiva o negativa.

    La situación vital es importante, porque a menudo se caracteriza por exigir del hombre una determinación en su línea de conducta presente o futura, en forma de resoluciones que sitúan al sujeto en una selección de valores que no siempre concuerdan con sus necesidades, intereses y fines individuales y que pueden conducir a la frustración de la personalidad.

    Desde hace algunos años, el suicidio ocupa un lugar entre las primeras 10 causas de muestre en las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud. Se considera que cada día se suicidan en el mundo al menos 1100 personas y lo intentan cientos de miles, independientemente de la geografía, cultura, etnia, religión, posición socioeconómica, etc. Cualquier sujeto, en determinado momento de su existencia, puede sentir que la vida no tiene sentido por diversas causas, como la enfermedad física o mental, la pérdida de una relación valiosa, un embarazo oculto o no deseado, la soledad, las dificultades cotidianas en personalidades poco tolerantes, lo que convierte el suicidio en la mejor y única opción para ellos (14).

    Cuba no escapa a esta realidad y existe desde 1989 un Programa de Prevención de la conducta suicida cuyos objetivos principales son: evitar el primer intento suicida, su repetición y la consumación. Según los objetivos, propósitos y directrices del Ministerio de Salud Pública, se debía reducir a 18 x 100000 habitantes la tasa de suicidio para el año 2000 en el país, y se trazó toda una estrategia para lograrlo.

    La provincia Granma ha mostrado en los últimos años elevadas tasas, a veces superiores a la media nacional, recogiéndose en los libros de EDO (Enfermedad de Declaración Obligatoria) del CMHE y del CPHE, las tasas. En el municipio Manzanillo, en 1999 hubo 171 I.S. (12,6 x 10000 hab.) y para el suicidio 22 casos (21 x 10000 hab.).

    Existen factores de riesgo que pueden preceder la posibilidad suicida; autores como Stegel señalan entre ellos: sexo masculino, mayor riesgo según edad, más frecuentes en viudas, solteras, divorciadas, carencia de hijos, alta densidad de población, residencia en grandes ciudades, alto estándar de vida, estrés, crisis económica, consumo de alcohol, intento suicida previo, antecedentes familiares de conducta suicida, enfermedad física asociada, expresión manifiesta de intención suicida, planificación del acto suicida, legalidad del método empleado, vivir solo, enfermedad psiquiátrica asociada (15).

    En el programa de la conducta suicida se señalan estos y otros como el embarazo precoz, personas sin apoyo o atención familiar, maternidad temprana asociada a otros factores, jóvenes que no estudian ni trabajan, procedencia de familias con problemas sociales, procedencia de familias con alteraciones en su dinámica y en las relaciones entre su miembro (14).

    La conducta suicida se ha comportado en el mundo en una razón de que, por cada suicidio, seis personas lo han intentado (16). En nuestro país esta razón entre amas manifestaciones de la conducta suicida es de 1:12 (17).

    El fundamento teórico al expresar la conducta suicida, parte de la relación personalidad-sentido de la vida, mecanismos de ajustes, siempre considerando el intento suicida con participación personal y sin participación personal.

    El hombre constituye una unidad biopsicosocial que se conforma fitogénica y ontogenéticamente en un medio ambiente natural y social, en constante cambio, que demanda una inagotable fuente de recursos adatativos para mantener un estado de equilibrio entre los dos sistemas

    Esta concepción es una premisa para comprender el proceso salud-enfermedad del ser humano, "proceso que integra sistemas de procesos biológicos, psíquicos y sociales y sus interacciones que forman parte de la actividad humana y que garantizan la existencia o la muerte del hombre"(18). En el marco de esta concepción, dicha existencia no puede reducirse a comprender como el estado antagónico a la muerte, sino que es necesario considerar, además, la calidad de la propia existencia, es decir, la calidad de la vida del ser humano.

    La salud, el polo positivo del continuo que conforma este proceso, constituye un indicador del estado de equilibrio del hombre en su interacción con el medio. Es decir "denomina una calidad de ajuste del sujeto en su actividad a las condiciones de vida". La enfermedad, por el contrario, "es un indicador de la mala regulación por el individuo de su actividad y un mal ajuste a las condiciones de vida" (19).

    La cuestión de la personalidad saludable, ha sido una referencia permanente en el pensamiento médico y psicológico. Con el desarrollo social, las necesidades de autorrelación, de expresión creativa y activa de la vida social, profesional, personal y familiar, pasan a tener un peso importante para la salud, siendo necesidades muy vinculadas al estrés que comúnmente conlleva a conductas autodestructivas.

    Como denominador común, los investigadores han señalado a relación de las conductas autodestructivas con el florecimiento de las capacidades intelectuales, biológicas y sociales aparejadas a las complicaciones de la vida emocional y social, siendo más vulnerables aquellos que no cuentan con apoyo sociales oportunos (familias, amigos, pareja) y/o tienen determinadas características de personalidad que constituyen riesgos.

    La forma en que un sujeto activamente elabora y construye sus reflexiones y convicciones presentes sobre la base de su formación personalizada, es decisiva en la aparición de muchas formas de estrés. La capacidad de control y autocontrol del sujeto, el sentido psicológico que adquiere para el sujeto una influencia externa o el desarrollo de algún sistema de ideas y de emociones internas, forma de regulación son decisivas para la creación de una calidad de vida positiva.

    Calatayud (20) señala, el sujeto será más vulnerable o más resistente a la circunstancia del ambiente en la medida que: el estímulo adquiera un mayor o menor sentido personal tensionante, el desarrollo de la personalidad revele un nivel superior o inferior de funcionamiento, el afrontamiento sea más o menos activo y el sujeto disponga de mejores o peores recursos de apoyo social.

    Cuando la vivencia del control es percibida por el individuo inasequible, ocurre una interesante reacción: impotencia aprendida y se expresa en el sentimiento de no poder hacer nada, de que cualquier cosa en que nos esforcemos para hacer terminará en un fracaso.

    La importancia aprendida genera pasividad y desinterés en los individuos, crea un sentimiento de soledad y minusvalía en el individuo quien no se siente importante con relación a ninguna esfera donde participa, lo cual obstaculiza el sano desarrollo del sentido de la vida.

    La apatía y el desinterés derivados de la impotencia aprendida, la mayor parte de las veces se acompaña de angustia, depresión, ansiedad e inseguridad, cuadro psicológico que frecuentemente conduce a conductas evasivas o estilos de enfrentamientos indirectos ante los estímulos estresores tales como: la conducta suicida, la droga y el alcoholismo.

    Las repercusiones sociales y personales y el intento suicida y del suicidio, condujeron a múltiples investigaciones, a realizar trabajos epidemiológicos tendientes a explicar las causas que originaba tal conducta. Así como a es—tablecer la relación que guarda la conducta suicida con otros problemas psicológicos como el bienestar.

    El concepto de bienestar psicológico es una categoría de desarrollo relativamente reciente, es un indicador de salud y por tanto un indicador, además, del ajuste del individuo a su medio, de la calidad de la regulación de su actividad. En su estado vivencia positivo, subjetivo e individualizado, relativamente estable, refleja placer, satisfacción, sentido por el hombre en su interacción con su medio social.

    Aunque el bienestar psicológico global no puede identificarse sólo con su manifestación afectiva, pues incluye aspectos cognitivos y conductuales, vinculados entre sí con su vida cotidiana, lo cual demanda una correspondencia entre lo que el sujeto realiza y lo que desea realizar y una conciencia entre el deseo personal y lo socialmente necesario.

    En la medida en que el hombre hace suyas las actividades obligatorias en la vida social, estas adquieren un sentido y son fuentes de placer; lo contrario origina una enajenación del mismo, lo cual es causa de estrés por la realización de actividades para los cuales no existen motivaciones, lo cual origina el bienestar psicológico negativo (malestar) que se expresa con la aparición de estados de ansiedad, depresión, falta de confianza en sí mismo (autoestima disminuida), dificultades para enfrentar las contingencias ambientales, cuadros psicológicos que comúnmente conducen a estilos de enfrentamiento indirecto tale como: la conducta suicida.

    El comportamiento suicida suele relacionarse con el estado de salud mental de los individuos que no pueden hacer frente a la vida. Sin embargo, al estudiar el tipo de comportamiento, descubrimos influencias sociales, económicas y culturales que se asocian a las decisiones del individuo.

    El suicida prefiere la muerte a seguir sintiéndose desesperado ante las adversidades de la vida, dolor, soledad, culpabilidad, bienes perdidos, enfermedad, depresión, violencia o pobreza. Muchas personas que recurren al suicidio están deprimidas (es decir, se sienten frustradas por su calidad de vida) y en su mayoría han hecho ya alguna tentativa (60%) (22).

    El riesgo característico de la tentativa de suicidio es la ambivalencia: el deseo de morir y la llamada de auxilio. Esta tentativa tiene un fuerte significado social, que puede expresarse así "por favor, ayúdenme, no puedo arreglármelas solo". Muchas personas que intentan suicidarse repiten la tentativa al poco tiempo (40%) y algunas terminan muriendo por suicidio (10%) (22).

    El comportamiento suicida demuestra que hay un problema fundamental en el individuo o en la situación en que se encuentra o quizas en ambas a la vez. De la información dada por la familia se desprende claramente que la mayor parte de los suicidas sufrían desde tiempo atrás problemas emocionales diversos: ansiedad, relaciones poco satisfactorias, alcoholismo o drogadicción, desempleo, sentimientos de soledad y culpabilidad, problemas intrafamiliares, etc. *22(.

    Hemos de comprender el origen social de problemas emocionales del individuo en loa individuos, en los antecedentes infantiles de los suicidas se encuentran muy a menudo desunión familiar, separaciones y divorcios, pérdida del padre, de la madre o de ambos progenitores, violaciones y abusos sexuales, incesto, violencia intrafamiliar, alcoholismo de los padres y otros factores adversos; y a medida que avanza la vida, surgen más acontecimientos adversos: abuso sexual, matrimonio forzoso, problemas con la familia del cónyuge, violencia marital y guerras. Hay indicios de que los suicidas han sufrido más experiencias traumáticas de ese tipo que las demás personas (22).

    Diekstra, en un artículo, señala que en la epidemiología del suicidio y el parasuicidio, son vulnerables los adolescentes con conflictos, las mujeres víctimas de violencia y los ancianos abandonados o con desventaja social y económicas (23).

    A pesar de que no existe un tipo de personalidad específica que caracterice al paciente suicida o al que intente suicidarse, algunos de los rasgos que se les señalan están presentes en alta medida los trastornos del carácter, muestran gran ansiedad e introversión que el resto de las personas, otras características son la impulsividad, inmadurez e inestabilidad y en los más jóvenes una reacción excesiva ante el estrés; muchos adolescentes muestran fatigas, intranquilidad e incapacidad para estar solos (16).

    Para una mejor comprensión de este fenómeno particulaizaremos en algunos elementos que debilitan o fortalecen la conducta de la persona; entre ellos hay que señalar la fortaleza personal (grado de compromiso que los sujeto asumen al evaluar las dificultades concretas, rasgo que pone a prueba sus capacidades), la autoestima (juicio personal de valía, experiencia subjetiva que se trasmite en reportes verbales o conductas manifiestas), el control (espectativa o esquema cognitivo de eficacia que el sujeto se forma), el enfrentamiento (mecanismos de defensa clásicos como los señalados por Freud: depresión, negación, intelectualización, etc., así como estrategias para afrontar los estados emocionales negativos y solucionar problemas), el apoyo social (valor de los contactos sociales como elemento protector para el ser humano). (24)

    Las dramáticas variaciones individuales en el grado o nivel de estrés ante una misma situación, vienen dadas por la vulnerabilidad del individuo al momento de evaluar las consecuencias y decidir de cuáles habilidades o estilos de afrontamiento dispone.

    Es evidente que no importa tanto lo que sucede como el significado que se le atribuye en dependencia del sujeto, ante un agente de estrés ocurre el ajuste o la enfermedad de acuerdo con los recursos de que disponga la persona (25).

    Como se conoce, otros estudiosos han señalado que tampoco es el nivel de vida un factor que "inmuniza" ante el problema de la conducta suicida pues países como Austria, Suiza, Alemania, presentan esta desviación de la salud (26).

    Haciendo un análisis integrativo de lo expuesto hasta aquí, es válido señalar que las conductas autodestructivas o los daños autoinflingidos, incluyen en su génesis la exposición del sujeto a las contingencias ambientales y el tipo de respuesta según el grado de desarrollo estructural de la personalidad.

    Podemos concluir que el comportamiento suicida se debe en parte a las condiciones sociales y en parte a la inadaptación individual.

    Referencias Bibliográficas Citadas.

    1. Pis Betancourt, O. El suicidio por fuego: su frecuencia en Cuba. Tesis para el Doctorado en Medicina. La Habana. 1951.
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    Autor:

    MSc. Lic. Rita González Sábado

    Máster en Ciencias. Profesora Asistente en Psicología de la Salud

    Lic. Alberto Martínez Cardenas

    Profesor Asistente en Psicología de la Salud

    Dr. Manuel Antonio Núñez Ramírez

    Especialista en Medicina Familiar. Profesor Instructor

    Lic. Modesta Licea García

    Licenciada en Biología. Profesora Instructora

    Dra. Cecilia Santisteban Sánchez

    Especialista en Higiene General. Profesora Asistente.

    MSc. Lic. Rita González Sábado

    Máster en Ciencias en Medicina Natural y Tradicional.

    Estudios Cursados: Carrera de Psicología 1981-1986

    Diplomado en Intervención Familiar 2000

    Diplomado en Conductas de Riesgo Infanto – juvenil 2001

    Diplomado en Suicidio y Tanatología 1998

    Entrenamientos en Psicoterapia Cognitiva 1996

    Entrenamientos en Conductas Abusivas: alcohol, drogas y

    medicamentos 1996

    Maestría en Ciencias 2000 – 2002.