1.24.-Posición de la Religión vista por la Iglesia CATÓLICA:
La Iglesia ha mostrado siempre una actitud de cautela frente a los avances tecnológicos, más aun tratándose de investigaciones y trabajos científicos que inciden en la acción directa sobre la procreación del ser humano y de su experimentación. Sin embargo, y como se refiere, "las tomas de posturas de la Iglesia Católica en relación con la problemática de la manipulación genética son poco numerosas, a diferencia de lo que acontece en relación con la temática de la procreación asistida".
En este sentido, los documentos religiosos de mayor relevancia que han tratado sobre el tema de la manipulación genética son: El discurso de Juan Pablo II ante la Academia Pontificia de Ciencias (23/10/1982) y la alocución de Juan Pablo II a la Asociación Médica Mundial (30/10/1983).
Pero, el que sentó las bases y posición de la Iglesia en este ámbito fue La Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación que nos indica, en concordancia con el tema materia de este trabajo que:
"…los intentos de obtener un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad mediante fisión gemelar, clonación o partogénesis, deben ser considerados contrarios a la moral en cuanto están en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión conyugal".
En razón de ello vemos que la Iglesia no sólo ha ido estrechando el camino a efectos de permitir aquellos experimentos, sino que los prohíbe explícitamente al ser contrarios a la moral y dignidad humana. Así, las recientes investigaciones de clonación generaron un gran revuelo en la actividad religiosa, dejando claramente sentada su posición respecto a que la protección al ser humano viviente debe darse no sólo desde el momento mismo de la concepción, sino que debe mostrarse especial interés en las formas como es que se realiza la misma. Muestra de ello la tenemos en un comentario en primera plana titulado "Una elección perversa", en el que el diario oficial El Vaticano L'Osservatore Romano tacha al experimento de clonación realizado por Hall y Stillman en la Universidad de George Washington de 'intrínsecamente perverso'.
Asimismo, el Papa Juan Pablo II, el 31 de noviembre de 1993, en la Plaza de San Pedro, criticó los experimentos científicos que están orientados a manipular la vida humana, mostrándose profundamente preocupado sobre las investigaciones ilícitas e inquietantes que violan las normas éticas y menosprecian la dignidad humana alegando que, "muchas cosas cambian en el hombre y su entorno, pero su naturaleza no puede ser alterada".
No obstante ello, el Papa ha exhortado a los científicos a que protejan al embrión humano de los experimentos genéticos o de lo contrario correrán el riesgo de "poner a la humanidad en peligro", increpando a los gobiernos para que se pongan en guardia frente al incremento del conocimiento de la información genética.
Por su parte el 2 de febrero de 1994, el Papa Juan Pablo II dió en Roma la denominada Carta a las Familias de la que podemos tomar dos principios referidos al tema en estudio:
– El origen del hombre no se debe sólo a las leyes de la biología, sino directamente a la voluntad creadora de Dios.
– Cuando el cuerpo humano, considerado independientemente del espíritu y del pensamiento, es utilizado como material al igual que el de los animales se encamina inevitablemente hacia una terrible derrota ética. Esto sucede en el caso de las manipulaciones genéticas.
Asimismo, el 30 de marzo de 1995 el Papa presentó la Encíclica Evangelio de la vida que, como bien refieren, es más que un documento pontificio porque expresa la voluntad y el pensamiento de la iglesia universal. Esta nueva encíclica tiene un capítulo introductorio, cuya idea primaria es el valor incomparable de la persona humana, donde se reconoce la importancia de la vida desde su inicio hasta su fin. Se hace referencia a que los atentados más comunes contra el concebido no nacido y contra la dignidad del hombre son las manipulaciones genéticas. La cultura de la vida defiende al no nacido de otros ataques.
1.24.- La reproducción artificial y la enseñanza de la Iglesia Católica sobre ella.
El Comienzo de la existencia del ser humano, comienza desde su concepción, es decir, desde el instante en que el espermatozoide humano penetra el óvulo humano y lo fecunda, momento en que comienza el conjunto de fenónemos biológicos que conducen a la singamia (unión de los pronúcleos masculino y femenino) donde queda definitivamente organizado el genoma propio de cada ser humano, que es inalterable. En la unión del óvulo con el espermatozoide queda establecida la naturaleza humana del nuevo ser y en ese mismo momento se establece, también, el sexo genético[1].
Juan Pablo II ha dicho que "desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla a sí mismo… Por lo demás, está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano… El ser humano debe ser respetado y tratado como una persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida"[2].
Vale recordar que en el art. 8 de nuestra Constitución se expresa el derecho a la vida ("persona es todo ser humano") y lo mismo declara el Pacto de San José de Costa Rica de carácter internacional[3].
Las técnicas que actúan sobre la reproducción humana implican una manipulación indebida de la vida humana naciente. La persona del hijo es tratada como un mero producto o resultado de una técnica, a ella se aplican términos como "sobrante", "congelada" "transferida", y se le somete a controles de calidad. Se toma a la persona como un objeto de producción o experimentación, un medio para alcanzar un objetivo, un objeto de manipulación meramente instrumental y no como un sujeto personal. La fecundación artificial no es un modo digno de nacer de la persona humana, ya que se subordina "la llegada al mundo de un niño a las condiciones de eficiencia técnica mensurables según parámetros de control y de dominio"[4]
En algunos casos, los gametos utilizados no son propios del matrimonio que accede a las técnicas, sino que "pertenecen" a un tercero extraño a los cónyuges. En este supuesto, se lesiona el derecho del niño a nacer de un padre y una madre conocidos de él y ligados entre sí al matrimonio.
Se quebranta su derecho a llegar a ser padre y madre exclusivamente el uno a través del otro [5]. Es moralmente injustificable además, la fecundación artificial de una mujer no casada, soltera o viuda, sea quien sea el donador [6].
Admitir la fecundación extracorpórea implica autorizar no sólo que las personas concebidas por este procedimiento sean objetos de manipulación, sino que, en la mayoría de los casos, se produzcan abortos que, aunque no fueran directamente queridos, son directos y previsibles y por tanto moralmente ilícitos.
La técnica es "eficaz" si logra un embarazo exitoso. Ahora bien, planteado este objetivo la técnica está exigiendo para su "eficacia" que se conciban, por ejemplo, tres embriones (así lo sostienen diversos proyectos de ley). En tanto nadie recurre a estas técnicas pensando tener un embarazo múltiple, es claro que se espera que dos de los embriones mueran antes del nacimiento. Estamos, por tanto, ante procedimientos que prevén que el 67% de las personas que traen a la vida, muera en forma "espontánea" y sólo un 33% pueda llegar nacer.
No se asimilan al aborto espontáneo. Estos abortos provocados por la fecundación in vitro (FIVET) son injustificables, ya que no son, como se pretende, equiparables ni al aborto que se produce naturalmente de modo indirecto, ni al aborto espontáneo. En el caso de los abortos producidos por la FIVET, éstos no son queridos como fin, pero sí como medio: el medio empleado para alcanzar la implantación de un embrión es la utilización de un número mayor de embriones, sabiendo con certeza que algunos de ellos morirán. Incluso si fuera implantado un solo embrión, estaríamos ante una técnica médica que presenta riesgos muy grandes, que son previsibles en términos estadísticos, y que posiblemente lo induce a causa, al menos en parte, sin que exista para ello una necesidad proporcionada, dado que no se da el caso de una vida ya amenazada de muerte, sino de la satisfacción del deseo de paternidad y maternidad. Este deseo no puede justificar el peligro para la vida de un tercero.
También se debe tener en cuenta que la fecundación extracorpórea, al generar una vida fuera de su lugar natural, acarrea el problema que se agrava hasta límites insospechados en caso de que la madre que recurrió a la técnica muera o se niegue a recibir a su hijo en su seno. Es este un problema sin solución. ¿Por qué autorizar entonces la concepción extracorpórea de un ser humano?
Con el fin de aumentar las posibilidades del embarazo, quienes aplican estas técnicas aumentan la cantidad de óvulos que son fertilizados. De esta forma, son concebidos fuera del cuerpo de la madre numerosos embriones planteándose el siguiente dilema: si todos son "transferidos" en una misma oportunidad, se corre el riesgo de un embarazo múltiple, mientras que si se trasfieren "algunos" de ésos (seleccionados por el médico), surge el interrogante de qué hacer con los "sobrantes". Estos embriones son hoy "congelados", para disponer así de un "lote de reserva" para proceder a nuevos intentos de transferencia si el primero fracasaba. ¿Por qué debe haber embriones "sobrantes"? ¿Se justifica que en la búsqueda de una "mayor eficacia" se fertilicen tantos óvulos, sabiendo que algunos de los embriones así concebidos deberán ser congelados?
Es un grave atentado contra la dignidad de una persona someterla a congelamiento o cualquier otro proceso que detenga su normal desarrollo. ¿Cuál será la razón que impida que el día de mañana esta posibilidad de congelar a una persona prevista en algunos proyectos de ley no se extienda a los recién nacidos o a cualquier otra persona que "la reglamentación" determine?
El tema de la adopción de los embriones congelados es, en estos momentos, objeto de debate por parte de moralistas católicos fieles al Magisterio de la Iglesia, quienes esperan de éste un pronunciamiento sobre el tema, el cual implica complejidades técnicas que van más allá de los objetivos de transferencia.
El matrimonio no confiere a los cónyuges el derecho a tener un hijo, sino solamente el derecho a realizar los actos naturales que de suyo se ordenan a la procreación. "El hijo no es algo de propiedad: es más bien un don, el más grande" y el más gratuito del matrimonio, es el testimonio vivo de la donación recíproca de sus padres [7].
La fecundación artificial no es una técnica para el tratamiento de la esterilidad. La misma existe y subsiste. La procreación asistida no puede enjuiciarse como un remedio terapéutico más, porque no cura, sino suplanta, sustituye el acto que naturalmente da origen a la vida por un acto técnico, al final del proceso, el matrimonio seguirá siendo estéril. El camino correcto debería ser entonces el desarrollo de auténticos medios de curación de la esterilidad, como la cirugía reparadora, etc.
Estas técnicas (inseminación artificial, fecundación intra o extracorpórea), aún en el caso que se practiquen con gametos propios del matrimonio, privan a la procreación de su perfección propia, desde el punto de vista moral, en tanto no es querida como el fruto del acto conyugal, es decir, del gesto específico de la unión de los esposos[8]. Son, por tanto, moralmente inaceptables desde el momento en que se separa la procreación del contexto integralmente humano del acto conyugal[9]. La persona no puede ser querida ni concebida como el producto de una intervención de técnicas médicas y biológicas: esto equivaldría a reducirla a ser objeto de una tecnología científica [10].
También se plantean reparos morales cuando, para la obtención de los gametos, se recurre a actos intrínsecantes inmorales, como por ejemplo, la masturbación.
La autoridad política tiene el deber de defender la vida desde la concepción, prohibiendo el empleo de las técnicas de procreación artificial, por ser atentatorias contra la dignidad de la persona por nacer, y por poner en grave riesgo su vida.
El legislador debe tener en cuenta que, como sostiene Juan Pablo II, no es posible construir el bien común sin reconocer y tutelar el derecho a la vida, sobre el que se fundamentan y desarrollan todos los demás derechos inalienables del ser humano. No puede haber verdadera democracia, si no se reconoce la dignidad de cada persona y no se respetan sus derechos [11].
El aborto y la fecundación in vitro han abierto la puerta a la manipulación y destrucción de embriones. Ello demuestra, una vez más, cómo el espiral de muerte que comenzó con el aborto, alimentado por la mentalidad anticoncepcionista, no termina, a menos que nosotros lo detengamos.
El tema de la manipulación y destrucción de embriones humanos está muy ligado también al tema de la clonación –de la cual se ha escuchado mucho en los últimos años. A su vez, el tema de la clonación está también vinculado al de las células estaminales o células madre. Ello se debe a que los promotores de la mal llamada clonación "terapéutica" intentan justificar esta aberración, diciendo que con la clonación se podrían obtener este tipo de células para curar enfermedades hasta ahora incurables. Con "Las células estaminales y el embrión humano", del Dr. Luis E Ráez.
El Dr. Ráez está certificado como especialista de oncología médica y medicina interna por la American Board. Es profesor auxiliar de Medicina Clínica, Epidemiologia y Salud Pública en la Sección de Hematología Clínica y Oncología Médica, Departamento de Medicina, del Jackson Memorial Hospital y del Sylvester Comprehensive Cáncer Center en la Facultad de Medicina de la Universidad de Miami. Es autor de diversos ensayos y artículos sobre el cáncer, la eutanasia, las células estaminales y el embrión humano-
Estados Unidos y algunos países europeos han sido escenario de fuertes debates en torno a los posibles usos de las células estaminales (stem cells, en inglés). Luego de diversos descubrimientos en este campo, numerosos científicos piensan que estas células, extraídas de embriones humanos, podrían ser utilizadas para el tratamiento de enfermedades hasta ahora incurables –como la demencia de Alzheimer, el Parkinson, la parálisis de médula espinal, infartos de miocardio, diabetes mellitus, entre otras. Prominentes figuras políticas, actores famosos y corporaciones farmacéuticas han iniciado una campaña de presión para la aprobación de leyes que permitan y promuevan este tipo de investigaciones, buscando al mismo tiempo que sean financiadas con fondos gubernamentales (especialmente en Estados Unidos) a fin de darles mayor importancia y garantizar una mayor eficacia.
La extracción de células estaminales, sin embargo, origina la muerte inmediata y la destrucción del embrión humano. El hecho de engendrar embriones para este fin, por tanto, constituye un grave atentado contra la dignidad de la persona humana. Nos proponemos revisar brevemente algunos aspectos científicos y éticos de estas investigaciones, y otros relacionados con las discusiones políticas que vienen teniendo lugar en Estados Unidos y Europa.
Para situarnos mejor ante el problema es oportuno comprender qué son exactamente las células estaminales.
Como es sabido, en el proceso de concepción o fecundación, el ovocito o célula materna se une al espermatozoide en las trompas de Falopio de la mujer, constituyendo un nuevo ser humano llamado, en este estadio, cigoto. En esta etapa, el cigoto tiene ya toda la información genética necesaria para que el nuevo ser se desarrolle y crezca, tanto en los siguientes nueve meses dentro del útero materno como durante el resto de su vida. En las horas que siguen a la fecundación, el cigoto empieza a dividirse para formar el embrión. En las primeras 30 horas se divide en cuatro células "totipotentes", llamadas así porque, de separarse las mismas, cada una de ellas podría originar un nuevo ser. Éste es uno de los principales puntos de debate en relación con la clonación, ya que el uso de células "totipotentes" es una de las dos posibles técnicas que, de aprobarse, se usaría para clonar seres humanos como potenciales fuentes de células estaminales para la experimentación.
Luego de cuatro días, el nuevo ser humano tiene doce células y se le conoce como mórula. La mórula se dirige de la trompa de Falopio (donde se dio la fecundación) al útero de la madre, donde se implanta, y recibe el nombre de blastocisto. Ahí permanecerá por los próximos nueve meses, hasta su nacimiento. El blastocisto genera dos capas de células: la capa interna o embrioblasto, que forma el embrión humano; y la capa externa o trofoblasto, que forma la placenta. A este nivel tenemos que el embrioblasto está formado por un grupo de células denominadas "estaminales" (stem cells), que son células "pluripotenciales" o células "madre". Esto significa que, si bien cada una independientemente no puede generar un individuo completo –como las células "totipotenciales" anteriormente mencionadas– sí tienen dos características fundamentales y únicas que otras células del cuerpo no poseen: 1) la capacidad de reproducirse constantemente, y 2) la capacidad de "diferenciarse", es decir de transformarse en una célula especializada del cuerpo humano[12]. Las células estaminales tienen la capacidad de generar los 220 tejidos y órganos que componen el cuerpo humano.
La investigación en células estaminales de animales se ha venido dando desde hace muchos años con algunos éxitos. Se ha logrado, por ejemplo, que estas células se reproduzcan en el laboratorio y generen otras células más especializadas. Por citar un caso, se ha conseguido producir tejido cardíaco.
La actual controversia surgió cuando se logró aislar las primeras células estaminales de embriones humanos. Algunos grupos privados de científicos se sumaron a dichas iniciativas y comenzaron a experimentar con células extraídas de embriones producidos específicamente para este fin mediante la fertilización in vitro[13]. Estos grupos ya han logrado hacerlas crecer en el laboratorio y en algunas ocasiones han conseguido también que se multipliquen. Una técnica usual utilizada en dichos ensayos consiste en extraer las células estaminales del embrión y colocarlas en "cultivos celulares" con fibroblastos (células del tejido conectivo) de ratón, donde las células estaminales se reproducen constantemente, convirtiéndose así en una fuente de recursos para la experimentación.
El proceso es aún imperfecto, por lo que se requiere constantes pruebas con nuevos embriones. Muchos de los "cultivos celulares" no llegan a tener éxito o son destruidos por factores externos, como por ejemplo la contaminación bacteriana. Por otro lado, es preciso subrayar que al extraerse las células estaminales del embrión humano, éste muere inmediata e inevitablemente, pues en esta etapa de su vida está formado solamente de células estaminales en su capa interna y de las células que formarán la placenta en su capa externa. Es preciso subrayar también que el embrión humano clonado o producto de la fecundación in vitro o de cualquier otra técnica es un ser humano sujeto de todos los derechos al igual que los demás, a pesar de que el método por el cual vino al mundo es gravemente inmoral.
1.25.- La Religión y la investigación en células estaminales
Usualmente, durante el desarrollo del individuo, las células estaminales embrionarias se diferencian, como señalamos arriba, en las diversas células que formarán los distintos tejidos de la persona. Se cree, sin embargo, que este proceso es irreversible, especialmente cuando se trata de las células de los órganos más importantes, como el cerebro, el corazón, los músculos, que son las células con funciones más "especializadas" en el cuerpo humano. Así pues, las enfermedades que atacan o dañan irreversiblemente estos órganos no pueden ser curadas (como la demencia) o dejan secuelas para siempre (como la diabetes o los infartos de miocardio), a menos que consigamos que las células dañadas sean reemplazadas o reparadas.
Lo que más esperanza da en el campo médico es que la investigación con células estaminales consiga que las mismas puedan ser forzadas a diferenciarse en el laboratorio, y que los embriones resultantes de las TRA, no se utilicen como tratamiento para los hermanos, muerte del embrión para darle vida a otro ser, obteniendo así los tejidos que se requieren para curar o aliviar dichas enfermedades no atentamos contra otra vida es posible que se retome de nuevo el estudio de la ciencia, como parte de discusión del Vaticano.
Ya se ha logrado que en ciertos casos las células estaminales se diferencien en células de la médula espinal o neuronas cerebrales, abriendo así la posibilidad de reemplazar las neuronas de un adulto dañadas por la demencia de Alzheimer o el Parkinson, recuperando de esta manera a enfermos que actualmente se consideran inválidos o incapacitados de por vida y cuya situación continuaría empeorando hasta el momento de su muerte[14]. Por otro lado, científicos de la Universidad Johns Hopkins han conseguido que ratones con enfermedades degenerativas nerviosas de la médula espinal recuperen cierto movimiento al implantarles dichas células estaminales[15].
Otros grupos de científicos, basados en experimentos que sugieren la posibilidad de diferenciar las células estaminales en células del tejido cardíaco, trabajan con la esperanza de producir a corto plazo el tejido que reemplace la porción del corazón humano adulto que muere cuando la persona sufre de un infarto de miocardio. También se podrían formar nuevas células del páncreas e introducirlas en un paciente con diabetes, enfermedad originada precisamente por el daño irreversible de las células pancreáticas, curándolo parcial o totalmente[16]. Lamentablemente estas enfermedades son bastante comunes, con millones de enfermos en todo el mundo.
1.26.-La Religiones y las tecnologías apropiadas con células Estaminales de las TRA.
Los ejemplos anteriormente mencionados son sólo algunos de los posibles "usos" de las células estaminales. Pero la propaganda periodística y las esperanzas de los pacientes y sus familiares hace crecer la lista de enfermedades que podrían ser erradicadas o mejor controladas, generando en muchos casos falsas expectativas. Algunos grupos privados en Estados Unidos, como la Geron Corporation, afirman que ya han sido capaces de lograr la diferenciación de las células estaminales en más de 110 de los 220 tejidos que constituyen el cuerpo humano. Que esto sea cierto y posible no quiere decir, sin embargo, que tengamos ya la tecnología apropiada para aplicarla en seres humanos, como se espera. De hacer crecer una célula en una probeta de laboratorio a esperar que reemplace a una neurona del cerebro y que revierta una enfermedad incurable, todo ello sin ningún daño al paciente, hay muchos pasos por recorrer.
Queda claro que la posibilidad de que se usen estas células y los productos derivados de ellas en forma terapéutica, con las potencialidades de comercialización en el futuro, es lo que más atrae el interés de las corporaciones privadas.
Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) publicaron en julio del 2002 un informe favorable al uso de fondos gubernamentales para incrementar la investigación en células estaminales con argumentos como los anteriormente expuestos[17]. La prensa estadounidense, motivada por grupos de interés, inició una campaña muy agresiva en la que prácticamente aseguraba a los pacientes y familiares que las investigaciones con células estaminales serían la solución a cientos de enfermedades, la mayoría de ellas actualmente incurables. Artistas de cine muy conocidos como Christopher Reeve –quien sufre de parálisis en las extremidades por una lesión irreversible en la médula espinal– y Michael Fox –quien padece de Parkinson– entre otros, han ayudado significativamente a propagar esta idea, motivados por la esperanza que ellos mismos tienen al respecto.
La falta de información acerca del tema llevó incluso a que, por ejemplo, algunos conocidos políticos provida estadounidenses como los senadores Orrin Hatch y Tommy Thompson (el actual Secretario de Salud del gobierno del presidente Bush) apoyasen estas iniciativas. Lamentablemente, esa falta de información llevó también a que, según encuestas de opinión realizadas en Estados Unidos en julio de ese año, cerca del 57% de los que se oponen al aborto y el 70% de los que se declaran católicos apoyen la investigación en células estaminales por las bondades reales o ficticias que prometen, sin tener una idea clara de las consecuencias que esta opción trae para la vida y dignidad del embrión humano que va a ser destruido.
1.26.1.-La Religión y la Obtención de células estaminales para la investigación médica
El hecho de destruir embriones humanos para obtener células estaminales felizmente todavía genera dudas entre los que tienden a estar a favor de tal medida. En Estados Unidos, por esta razón, algunos científicos y políticos propusieron que no se permitiera la producción "en cadena" de embriones en el laboratorio con el exclusivo fin de promover esta investigación, pero sí, lamentablemente que se usen cerca de 100,000 embriones humanos que se encuentran actualmente congelados en clínicas de fertilización in vitro.
Como sabemos, hay parejas no fértiles que, en un afán quizá desesperado por concebir, recurren a técnicas de fertilización in vitro. Como el proceso no es 100% efectivo, se prefiere generar entre seis y diez embriones. Si alguno de los primeros se implanta exitosamente en el útero materno y se desarrolla finalmente en un bebé, los embriones "sobrantes" son entonces descartados o congelados para algún uso futuro. No han faltado quienes, con una aproximación netamente utilitarista, han propuesto usar estos embriones como fuente de células estaminales, puesto que "de todas maneras serán destruidos". Ya durante el gobierno del presidente Clinton se intentó usar estos embriones en Estados Unidos para experimentación humana con el mismo raciocinio, medida que felizmente no llegó a encontrar un respaldo legislativo.
Lamentablemente, una alternativa como la extracción de estas células estaminales de bebés espontáneamente abortados, no es posible, aun cuando el bebé conserva todavía un buen número de células estaminales en la sangre del cordón umbilical y otros órganos. Ello se debe principalmente a que estas situaciones, que no son muy numerosas, son impredecibles. Además, a veces el bebé permanece en el útero muerto varias horas antes de ser espontáneamente abortado, lo que lleva al deterioro de las células estaminales.
La obtención de células estaminales de abortos provocados, en cambio, genera serios problemas éticos, pues al igual que la destrucción de embriones humanos, se estaría comercializando con los restos de víctimas de un acto inmoral o, incluso, incentivando el homicidio de seres humanos con este fin. Por tanto, éstas no pueden considerarse opciones para la obtención de células estaminales embrionarias.
1.26.2.-Problemas morales de la investigación en células estaminales embrionarias y de la clonación humana.
Los problemas de la investigación en células estaminales son numerosos y no es posible predecirlos con absoluta precisión, pues todavía no conocemos qué usos predominarán en la manipulación de células estaminales, ni los posibles descubrimientos científicos que en el camino puedan surgir, ni el cauce por el que discurrirá la comercialización que de todo ello derive. Más allá de las posibilidades que se presenten en el futuro, por lo menos detectamos hoy tres problemas morales importantes:
- Desconocer al embrión como ser humano y negarle el derecho a la vida; como hemos visto, un buen número de científicos justifica la producción y destrucción de embriones humanos para obtención de células estaminales. Algunos de sus argumentos ya han sido descritos, en los que queda clara una mentalidad utilitarista que a la vez relativiza y reduce el valor de la persona humana que es el embrión. Así, no vacilan en sacrificarla con el propósito –alcanzable real o hipotéticamente– de investigar para obtener la cura de ciertas enfermedades.
- Otros científicos justifican su forma de pensar y actuar afirmando que no consideran al embrión un ser humano. Al respecto, ciertos grupos de interés han intentado, lastimosamente muchas veces con éxito, trastocar la definición del inicio de la vida humana. Así, han procurado desconocer la concepción o fecundación como el momento en que se inicia la vida –de lo que no se había dudado durante décadas en la comunidad científica, al menos no antes del inicio del proceso de legalización del aborto–, sosteniendo más bien que se inicia recién cuando se da la implantación del bebé en el útero materno, lo que ocurre alrededor del séptimo día de vida. Por ello, argumentan que no hay ningún problema ético en el hecho de producir embriones en el laboratorio y experimentar con ellos o extraerles las células estaminales antes de implantarlos, puesto que "no serían todavía seres humanos".
- Se busca justificar esta errada concepción argumentando que no todos los embriones que intentan implantarse sobreviven. A veces hasta el 30% de ellos son espontáneamente abortados por un proceso natural, como puede ocurrir también en cualquier momento del embarazo o incluso después, ya que nunca el 100% de todos los recién nacidos sobreviven. Estos grupos de interés obtienen de esta manera la "libertad" de manipular al embrión y justificar de paso el uso de métodos abortivos –como los dispositivos intrauterinos (DIU) o, más recientemente, la píldora RU-486 o la "píldora del día siguiente" y las demás píldoras anticonceptivas– que impiden la implantación del bebé. Si el embrión no es considerado ser humano porque –se dice– no necesariamente sobrevivirá, cabe preguntarse: ¿Puede algún recién nacido considerarse capaz de sobrevivir por sí mismo, sin el cuidado de sus padres? Y, más aún, ¿no es la posibilidad de la muerte una realidad para todo ser humano y característica ineludible de la vida como la conocemos en este peregrinar terreno?
Como señalábamos anteriormente, los médicos y científicos, hasta antes de que el aborto entrara en debate en Estados Unidos y en el resto del mundo, teníamos una convicción unánime acerca del momento en que se inicia la vida gracias a los descubrimientos de la ciencia moderna. La Iglesia Católica, por otro lado, siempre ha sostenido que "con la fecundación se inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren solamente tiempo para desarrollarse y poder actuar"[18].
Siguiendo la orientación de las Sagradas Escrituras y la Sagrada Tradición, la enseñanza de los Sumos Pontífices y en general de los diversos documentos del Magisterio de la Iglesia sobre el tema han señalado claramente que la vida del ser humano debe ser respetada desde la concepción, porque el hombre es la única criatura que Dios ha querido "por sí misma" y cuya alma espiritual ha sido creada por Dios "inmediatamente" a su imagen, entablando una relación especial con su Creador [19]. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término. Nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente[20].
La declaración de la Academia Pontificia para la Vida sobre la producción y uso científico y terapéutico de las células estaminales embrionarias humanas defiende claramente la integridad y la vida del embrión humano que corre el riesgo de ser destruido: "La ablación –recolección y destrucción– de la masa celular interna (ICM) del blastocisto, que lesiona grave e irreparablemente el embrión humano, truncando su desarrollo, es un acto gravemente inmoral y, por consiguiente, gravemente ilícito. Ningún fin considerado bueno, como la utilización de las células estaminales que podrían obtenerse para la preparación de otras células diferenciadas con vistas a procedimientos terapéuticos de grandes expectativas, puede justificar esa intervención. Un fin bueno no hace buena una acción en sí misma mala" [21].
No se puede discutir el proceso de obtención y comercialización de embriones humanos sin tocar el tema de la clonación. De difundirse la producción "en cadena" de embriones humanos para la obtención de células estaminales se pasaría a considerar la clonación como la herramienta más eficaz para este fin. Como explicamos previamente, de los primeros estadios del embrión humano (cuatro células "totipotenciales") podríamos obtener hasta cuatro seres humanos semejantes dividiendo artificialmente dichas células o usando la otra técnica de clonación que consiste en unir el núcleo de una célula adulta con un ovocito o célula materna a la que se le ha sacado su propio núcleo, formando así artificialmente un nuevo ser que tiene todas las propiedades para desarrollarse en un embrión humano (como en el caso de la "oveja Dolly"). Se garantizaría de esta manera "la producción en cadena" y la obtención de la cantidad adecuada de embriones humanos para satisfacer la oferta y la demanda que estos experimentos requerirían sin necesidad de estar buscando mujeres "donantes" de óvulos. Sobre este punto del debate, por ejemplo, el Congreso estadounidense votó recientemente a favor de una ley que impide los procesos de clonación con cualquier fin. Por otro lado, ya el Parlamento Europeo, a pesar de ser bastante liberal, en su resolución del 12 de marzo de 1997 se había pronunciado diciendo que el uso de la clonación para la obtención de embriones humanos va contra los principios de igualdad y dignidad de los seres humanos.
Pero el debate está aún abierto y, a menos que seamos enfáticos y firmes en la defensa de la vida del embrión, es de presumir que, con diversas excusas y falaces explicaciones, se seguirá tratando de destruirlo. En agosto del 2001, por ejemplo, tres científicos estadounidenses e italianos con credenciales bastante cuestionables por su falta de consistencia y poco reconocida trayectoria científica, amenazaron en Washington, durante una conferencia supuestamente organizada para discutir aspectos científicos de la clonación, con empezar a clonar seres humanos –por su cuenta y riesgo– en alguna isla del Caribe o del Mediterráneo donde no hubiera restricciones gubernamentales. Arguyeron, entre otras razones, la voluntad de "avanzar" con la investigación en células estaminales. Incluso el científico escocés que ayudó a la clonación de la primera "oveja Dolly" calificó estos comentarios de anti-científicos. Según señaló, debido a que actualmente no existe una adecuada tecnología para la clonación, él había realizado 288 intentos antes de tener éxito con "Dolly".
De hacerse estos experimentos en seres humanos, algo similar podría ser el número de vidas de embriones que se perderían antes de conseguir una clonación exitosa. Cuando hablamos de "exitosa" nos referimos a un embrión concebido en el laboratorio que se desarrolle y crezca hasta su nacimiento o adultez, no como el "fiasco científico" anunciado por la compañía "Advance Cell Tecnology, Inc.", de Massachusetts, que, con el fin de presionar al gobierno estadounidense, informó en noviembre del 2001 de la "primera clonación exitosa" de un ser humano[22]. Lo que en realidad se limitaron a hacer fue tratar de concebir ocho embriones humanos uniendo óvulos con núcleos de células maduras, pero sólo pudieron concebir dos, que murieron luego de llegar uno de ellos a desarrollarse hasta el estadio de seis células. Ninguna organización científica seria aceptó dichos resultados y el consenso fue calificar el experimento como un fracaso y un intento de ganar publicidad. No hay duda de que, así como esta compañía, otros grupos no vacilarán, con mentiras o medias verdades, en continuar con su campaña de promoción de la producción "industrial" de embriones humanos y clonación.
Todos los errores mencionados hasta ahora no se comparan con los graves problemas morales que la clonación humana en sí misma supone, no sólo por la lógica de "producción industrial" ya mencionada, sino también por la instrumentación de la mujer que se convierte simplemente en "prestadora" o "proveedora" de óvulos; por la perversión de las relaciones naturales de paternidad, maternidad, filiación y consanguinidad, ya que, por ejemplo, no existe una verdadera madre o un verdadero padre del embrión concebido para una tercera persona sin intervención paterna, entre otras aberraciones.
También es moralmente grave el hecho de que el "productor", el "vendedor" o el "comprador" de los embriones dispongan sobre la vida de un ser humano, sin respetar su dignidad. No ha de olvidarse, además, que la procreación debe ocurrir dentro del matrimonio y como resultado de la unión amorosa del esposo y la esposa, y no por la manipulación indiscriminada en el laboratorio con métodos de experimentación en seres humanos. De lo contrario se estaría violando la dignidad del hombre y del matrimonio: "Solamente el respeto de la conexión existente entre los significados del acto conyugal y el respeto de la unidad del ser humano, consiente una procreación conforme con la dignidad de la persona… La persona humana ha de ser acogida en el gesto de unión y de amor de sus padres; la generación de un hijo ha de ser por eso el fruto de la donación recíproca realizada en el acto conyugal, en el que los esposos cooperan como servidores, y no como dueños, en la obra del Amor Creador.
El origen de una persona humana es en realidad el resultado de una donación. La persona concebida deberá ser el fruto del amor de sus padres. No puede ser querida ni concebida como el producto de una intervención de técnicas médicas y biológicas: esto equivaldría a reducirlo a ser objeto de una tecnología científica"[23].
1.26.3.-La dignidad del embrión humano
La posición de la iglesia Católica ha sido siempre clara en la promoción y defensa de la vida humana. En el momento de la unión del óvulo materno con el espermatozoide paterno se da el proceso de fecundación, y desde ese instante el nuevo ser, que es ya una unidad en cuerpo y alma, único e irrepetible, tiene toda la información genética para continuar desarrollándose hasta llegar a ser un adulto. El Papa Juan Pablo II nos ha recordado en reiteradas ocasiones la inviolabilidad del derecho a la vida del ser humano inocente "desde el momento de la concepción hasta la muerte" [27].
Este embrión humano no es un animal o solamente un conjunto de células. Tiene una dignidad especial: en primer lugar, porque Dios lo creó, como dice el libro del Génesis (ver Gén 2:7), a su imagen y semejanza, para ser el administrador de la creación; y en segundo lugar, porque el Señor Jesús, mediante el misterio de la Anunciación-Encarnación, se hizo hombre y elevó nuestra condición de criaturas a hijos de Dios. Como dice el pensador peruano Luis Fernando Figari, "la dignidad fundamental, y más aún fundante, del hombre proviene de ser la persona humana creada por Dios como interlocutor personal suyo e invitado a participar desde su estructura óntica en la dinámica creacional. Las palabras ‘imagen y semejanza’, a las que estamos tan acostumbrados, portan en sí la entrada al misterio de la dignidad humana"[28]. Y luego él mismo añade: "La dignidad de la criatura humana quedará aún más claramente manifestada por la irrupción del Verbo Eterno en el tronco humano, asumiéndolo y elevándolo, en un proceso misterioso e indescriptible en la magnitud de su grandeza" [29]. Esta dignidad del ser humano es única, universal e irrenunciable y no puede ser negada o relativizada de acuerdo a las circunstancias sociales o al momento histórico que se viva.
El embrión humano es una unidad bio-psico-espiritual desde su concepción. Por ello su cuerpo debe ser respetado también. Es preciso "tener presente la unidad de sus dimensiones corporal, afectiva, intelectual y espiritual", como recordaba enérgicamente Juan Pablo II a la Asociación Médica Mundial en 1983: "Cada persona humana, en su singularidad absolutamente única, está constituida no sólo por su espíritu, sino también por su cuerpo. Así, en el cuerpo y por el cuerpo, se llega a la persona misma en su realidad concreta" [30].
Es preciso, asimismo, impulsar una completa información acompañada de una formación moral recta para todos –católicos y no católicos– a fin de que se tome conciencia del profundo significado de lo que se está discutiendo y poniendo en juego. Un caso emblemático de confusión y relativismo es el del mismo presidente de Estados Unidos, George W. Bush, quien siendo un político que se profesa cristiano y pro-vida, cuando habla de las células estaminales y del embrión humano manifiesta su preocupación por proteger a estas células y embriones que "tienen la capacidad de generar un ser humano en el futuro", cuando el hecho concreto es que el embrión ya es un ser humano existente, con dignidad y derechos.
1.26.4.- La Iglesia Católica ante el problema de la investigación en células estaminales
El 22 de febrero de 1987 el Papa Juan Pablo II aprobó la Instrucción Donum vitae, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, mucho tiempo antes de que los debates actuales tomaran curso. Junto con esta instrucción, hay que mencionar otros documentos, de primera importancia, del Magisterio Pontificio ordinario como la Humanae vitae (1968) del Papa Pablo VI y la Evangelium vitae (1995) de Juan Pablo II. Ellos establecen claramente la posición de la Iglesia alentando una cultura de vida donde se respeten la dignidad y los derechos del ser humano, en especial del no nacido. En la mencionada instrucción se tocan algunos puntos concretos que merecen resaltarse.
En primer lugar, la Instrucción establece claramente la responsabilidad del ser humano, con la ciencia como herramienta, para la recta administración de la creación. La investigación y la técnica tienen que estar al servicio de la persona humana: "La investigación científica, fundamental y aplicada, constituye una expresión significativa del señorío del hombre sobre la creación. Preciosos recursos del hombre cuando se ponen a su servicio y promueven su desarrollo integral en beneficio de todos, la ciencia y la técnica no pueden indicar por sí solas el sentido de la existencia y del progreso humano. Por estar ordenadas al hombre, en el que tienen su origen y su incremento, reciben de la persona y de sus valores morales la dirección de su finalidad y la conciencia de sus límites" [31].
Por otro lado, la Instrucción reflexiona específicamente sobre la protección del embrión humano, ya que, como hemos afirmado anteriormente, es una persona con una dignidad única, universal e irrenunciable, y sujeto de todos los derechos existentes: "La investigación médica debe renunciar a intervenir sobre embriones vivos, a no ser que exista la certeza moral de que no se causará daño alguno a su vida y a su integridad ni a la de la madre, y sólo en el caso de que los padres hayan otorgado su consentimiento, libre e informado, a la intervención sobre el embrión. Se desprende de esto que toda investigación, aunque se limite a la simple observación del embrión, será ilícita cuando, a causa de los métodos empleados o de los efectos inducidos, implicase un riesgo para la integridad física o la vida del embrión" [32].
La Instrucción repite asimismo claramente las reservas de la Iglesia frente a la fertilización in vitro (FIV). Es necesario no olvidar que cuando hablamos de embriones humanos obtenidos in vitro nos estamos refiriendo a personas y, por tanto, dignas y sujetos de derechos. Por ello su dignidad y su derecho a la vida deben ser respetados desde el primer momento de su existencia. Es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como "material biológico" disponible. Ante ello la instrucción señala: "La Iglesia, del mismo modo en que condena el aborto provocado, prohíbe también atentar contra la vida de estos seres humanos. Resulta obligado denunciar la particular gravedad de la destrucción voluntaria de los embriones humanos obtenidos in vitro con el solo objeto de investigar, ya se obtengan mediante la fecundación artificial…". Añade más adelante una observación que se refiere claramente al papel de los médicos y científicos en estas prácticas: "Comportándose de tal modo, el investigador usurpa el lugar de Dios y, aunque no sea consciente de ello, se hace señor del destino ajeno, ya que determina arbitrariamente a quién permitirá vivir y a quién mandará a la muerte, eliminando seres humanos indefensos"[33].
1.26.5.- El Papa Juan Pablo II en la encíclica Evangelium vitae
El Papa Juan Pablo II en la encíclica Evangelium vitae reflexiona acerca del valor incomparable de la persona humana desde su concepción: "La vida humana es sagrada e inviolable en cada momento de su existencia, también en el inicial que precede al nacimiento. El hombre, desde el seno materno, pertenece a Dios que lo escruta y conoce todo, que lo forma y lo plasma con sus manos, que lo ve mientras es todavía un pequeño embrión informe y que en él entrevé el adulto de mañana, cuyos días están contados y cuya vocación esta escrita en el ‘libro de la vida’" [34].
Más recientemente, la Pontificia Academia para la Vida, representada por su Presidente, el Dr. Juan de Dios Vial Correa, y su Vicepresidente, Mons. Elio Sgreccia, publicó en agosto del 2000 la Declaración sobre la producción y uso científico y terapéutico de las células estaminales embrionarias humanas [35]. Los principales planteamientos Religiosos de dicha declaración, que por razones de espacio resumimos a continuación, son los siguientes:
1) Es inmoral producir o utilizar embriones vivos para la obtención de células estaminales.
2) Se declara moralmente ilícito cualquier proceso que lleve a la clonación "terapéutica" a través de la producción de embriones humanos clonados y su sucesiva destrucción para la producción de células estaminales.
3) No se considera moralmente lícito utilizar las células estaminales y las células diferenciadas de ellas obtenidas, proporcionadas eventualmente por otros investigadores o disponibles en el mercado, debido a que más allá de compartir, de manera más o menos formal, la intención moralmente ilícita del agente principal, en el caso que nos ocupa hay una cooperación material próxima en la producción y manipulación de embriones humanos por parte del productor o del proveedor.
4) La posibilidad de usar e investigar en células estaminales adultas se ve como la vía más razonable y humana que ha de seguirse para un correcto y válido progreso en este nuevo campo que se abre a la investigación y a prometedoras aplicaciones terapéuticas.
1.27.-La Religión y su obra de defender el derecho a la vida…
Finalmente, el 23 de julio del 2001, el Papa Juan Pablo II habló personalmente con el presidente George W. Bush, en el contexto del debate sobre el uso de fondos gubernamentales estadounidenses para investigación en células estaminales que culminó en el controvertido pronunciamiento del 9 de agosto del 2002. Con ocasión de aquella entrevista el Santo Padre señaló que "la experiencia ya está mostrando que un trágico embotamiento de las conciencias acompaña el ataque a la vida humana inocente en el seno materno, llevando a la acomodación y a la aquiescencia frente a otros males relacionados con ella, como la eutanasia, el infanticidio y, más recientemente, las propuestas de crear con vistas a la investigación, embriones humanos destinados a la destrucción durante ese proceso". Asimismo el Papa enfatizó la santidad de la vida humana desde la concepción y cómo la tecnología es un medio y no un fin para el ser humano: "Una sociedad libre y virtuosa, como aspira a ser Estados Unidos, debe rechazar las prácticas que desvalorizan y violan la vida humana en cada una de sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural. Al defender el derecho a la vida… Estados Unidos puede mostrar al mundo el camino hacia un futuro verdaderamente humano, en el que el hombre sea el dueño, y no el producto, de su tecnología" [36].
La experimentación en embriones humanos y/o la promoción de la clonación de seres humanos con el fin de extraer células estaminales, aún con los más "nobles fines", es un gravísimo atentado contra la dignidad del hombre. Todo avance de la ciencia y de la tecnología debe estar al servicio del ser humano, viendo en él a un ser creado por Dios y redimido por el Señor Jesús, sujeto de todos los derechos. En el presente momento es necesario fomentar un sano desarrollo de las investigaciones y seguir exponiendo con claridad y firmeza el valor de la vida humana por encima de todo otro interés contrario. Si queremos caminar hacia una cultura de la vida con una humanidad más justa, solidaria y reconciliada, donde se respeten la dignidad de todos los hombres, hemos de empezar a reconocer los derechos de los más pequeños e indefensos: los derechos de los embriones humanos.
1.27.1.-La religión y la alternativa moral sobre la investigación en células estaminales de adultos
El descubrimiento de células estaminales en la médula ósea de los adultos hace 40 años, y más recientemente en el cerebro, pulpa dental, vasos sanguíneos, sistema digestivo, retina, hígado y páncreas, también de adultos, así como en la sangre del cordón umbilical de los recién nacidos, abre las puertas a la esperanza de una ciencia en favor de una cultura de la vida. Las células estaminales de adultos pueden reproducirse y generar también células de otros tejidos, como ha sido probado ya con las células estaminales de la médula ósea y el cerebro [37].
Los médicos y científicos que creemos en el éxito futuro de la investigación de células estaminales de adultos estamos de acuerdo con el otorgamiento de fondos para este tipo de proyectos, ya que no existe ningún riesgo para la integridad de la persona ni se destruyen embriones humanos. La investigación en células estaminales de adultos ha permitido ya avances significativos en transplantes de médula ósea, que se llevan a cabo actualmente con células estaminales adultas en la mayoría de casos, como en el tratamiento de leucemias, linfomas y myeloma múltiple, entre otros cánceres.
Hoy en día es rutina que para las enfermedades anteriormente mencionadas los hematólogos en casi todas partes del mundo induzcamos la multiplicación y recolectemos células estaminales de la sangre de pacientes adultos, de cordones umbilicales de recién nacidos o de la sangre de donantes adultos (sin poner en peligro la vida e integridad de los pacientes, recién nacidos o donantes) para repoblar las médulas óseas de pacientes afectados por estos cánceres o por las quimioterapias, salvándoles en algunos casos la vida y otorgándoles la cura que no sería posible sin estas células. Todo ello gracias a más de 40 años de investigación en células estaminales adultas de la médula ósea y de la sangre, modelo a seguir en el resto de órganos del cuerpo humano adulto.
Las células estaminales adultas no solamente se han encontrado en los lugares ya señalados, o se utilizan usualmente para salvar pacientes con algunos cánceres, sino que incluso algunos científicos han sido capaces de inducir la diferenciación de células estaminales adultas de la médula ósea en células de otros tejidos. Tales son los experimentos reportados por científicos del Robert Wood Johnson Medical School de Nueva Jersey y otros grupos, quienes extrajeron células estaminales de la médula ósea de ratas y las hicieron diferenciarse en neuronas para el cerebro.
Los médicos y científicos que trabajan con células estaminales de adultos están conscientes de las limitaciones que, al menos por ahora, presentan estas investigaciones: las células estaminales de adultos no son tan numerosas, no se reproducen tan fácilmente como las de los embriones y no son tan sencillas de encontrar.
Pero ante estas dificultades, no se puede recurrir a la solución fácil que significaría la producción y el sacrificio a escala de embriones humanos para obtener las células estaminales. Por otro lado, la investigación científica rigurosa en células estaminales adultas, por dar un ejemplo, ha llevado a descubrir que existen al menos dos tipos más de células estaminales adultas disponibles solamente en la medula ósea que no conocíamos una década atrás [38].
Ante esta perspectiva, quienes se dedican a la investigación en esta área tienen la necesidad de que sean otorgados fondos para este tipo de investigaciones, ya que, de ser ciertas algunas de las expectativas que se tienen sobre las células estaminales, éstas pueden hacerse realidad utilizando células estaminales de adultos. En ese caso, la ciencia estaría auténticamente al servicio del hombre.
1.27.2,- La Iglesia Católica y la aprobación de la ley De Reproducción Humana en España.
El cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, afirmó en fecha Feb 16, 2006, que "hay algunas cosas que desde la conciencia cristiana no se pueden aceptar", en referencia a la próxima aprobación en el Congreso de los Diputados de la Ley de Técnicas de Reproducción Humana Asistida. Sin embargo, añadió que la Conferencia Episcopal "no impone nada".
En declaraciones a Europa Press, tras la homilía celebrada en la Facultad de Ingenieros de Sevilla con motivo de la Pastoral de Choque, organizada por Educación y Gestión de Andalucía y Fere- centros católicos de Andalucía, el cardenal indicó que "después de que el comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal estudiara el proyecto, simplemente ha recordado lo que debe ser la coherencia de un cristiano con sus principios morales".
La Conferencia Episcopal española mostró recientemente su "honda preocupación" ante esta ley. Este año, en el que se cumple el X aniversario de su fundación, la Academia pontificia para la vida ha dedicado las tareas de su asamblea general a un tema de gran actualidad y de fuerte impacto social, que queda bien expresado en el título de la reunión:
"La dignidad de la procreación humana y las tecnologías reproductivas. Aspectos antropológicos y éticos".
Se refirió al nacimiento de la primera niña originada por un procedimiento de fecundación in vitro. Se calcula que, tras ella y hasta hoy, han nacido en todo el mundo más de un millón de niños obtenidos mediante ese mismo proceder.
Durante estos años, el recurso a las técnicas de reproducción asistida ha conocido una progresiva difusión por muchos países, impulsando a los gobiernos de muchas naciones a elaborar normas legislativas específicas que regulen las complejas técnicas vinculadas al empleo de estos procedimientos. Aunque ciertamente la investigación científica en este sector ha atraído crecientes recursos humanos y económicos con el propósito de hacer más "eficaces" las técnicas de reproducción artificial (ARTs), no ha conseguido, sin embargo, un incremento sustancial de la tasa de niños nacidos por ciclo de tratamiento.
Esa tasa sigue siendo tan baja que, si se diera en otros tratamientos médicos, sería interpretada como señal clara de una eficiencia técnica muy pobre. a menudo tiene como triste consecuencia mucho sufrimiento y desilusión por parte de las parejas que ven frustradas sus esperanzas de llegar a ser padres. Y, por desgracia, este dato estadístico negativo está trágicamente vinculado a una enorme pérdida de embriones humanos, dado que las mayores dificultades operativas que siguen presentándose en las TRA se refieren precisamente al proceso de anidación y al desarrollo ulterior del embrión. Hay que señalar que la intervención de la medicina en el ámbito de la procreación se emprendió bajo la égida de una benéfica "curación de la esterilidad", dirigida a muchas parejas afectadas por esa condición y movidas por un sincero deseo de ser padres.
Por otra parte, existe una realidad, los datos hoy disponibles demuestran que aumenta el porcentaje de parejas estériles, sobre todo en la sociedad occidental, lo que traslada a la ciencia el arduo deber de identificar las causas de la esterilidad y de buscarle remedio.
Esa finalidad original ha ido cambiando con el paso del tiempo. Por un lado, ese cambio se manifiesta en un planteamiento por decirlo así autocomplaciente que, ante el elevado número de casos de esterilidad de causa indeterminada y sin preocuparse de agotar las investigaciones diagnósticas y clínicas, establece el apresurado recurso a las TRA como única forma de tratamiento útil.
Por otro lado, se vislumbra en el horizonte un fenómeno todavía más inquietante: nos referimos a la instalación progresiva de una nueva mentalidad, según la cual el recurso a las TRA podría representar, con respecto a la vía "natural", el proceder directo y preferencial de traer al mundo un hijo, pues por medio de esas técnicas es posible ejercer un "control" más eficaz de la calidad del concebido para ajustarla a los deseos de quien lo encarga. Todo ello contribuye a considerar al hijo obtenido mediante las TRA como si fuera un "producto", cuyo valor depende en realidad de su "buena calidad", sometida a exigentes controles y cuidadosamente seleccionada.
La consecuencia dramática de esta nueva actitud es la eliminación sistemática de aquellos embriones humanos que resultan carentes de la calidad considerada suficiente de acuerdo con parámetros y criterios inevitablemente cuestionables. No faltan, por desgracia, iniciativas científicas y legislativas que contemplan la producción, mediante las TRA, de embriones humanos para ser "utilizados" exclusivamente con fines de experimentación -lo que equivale a su destrucción-, transformándolos así en objetos de laboratorio, víctimas sacrificiales predestinadas a ser inmoladas en aras de un progreso científico que ha de perseguirse "a toda costa". A la luz de todo ello, la Academia pontificia para la vida, de acuerdo con su finalidad institucional, siente el deseo y, a la vez, la responsabilidad de ofrecer a la comunidad eclesial y a la sociedad civil su contribución de reflexión, a fin de presentar a la atención de todas las personas de buena voluntad cuán alta es la dignidad de la procreación humana y de sus significados intrínsecos. La venida a la existencia de cada nuevo ser humano, considerada en sí misma, es siempre un don y una bendición:"Pues don del Señor son los hijos, su gracia es el fruto del seno" (Sal 126:3).
Por consiguiente, todo hombre, desde el primer momento de su vida, es signo tangible del amor fiel de Dios a la humanidad, es la imagen viviente del "sí" del Creador a la historia de los hombres, una historia de salvación que se cumplirá en la plena comunión con él, en la alegría de la vida eterna. Cada ser humano es, desde su concepción, una unidad de cuerpo y alma, posee en sí mismo el principio vital que lo llevará a desarrollar todas sus potencialidades, no sólo biológicas, sino también antropológicas. Por ello, la dignidad -que es dignidad de persona humana- de un hijo, de todo hijo, independientemente de las circunstancias concretas en las que se inicia su vida, sigue siendo un bien intangible e inmutable, que exige ser reconocido y tutelado, tanto por los individuos cuanto por la sociedad en su conjunto. Entre todos los derechos fundamentales que todo ser humano posee desde el momento de su concepción, el derecho a la vida representa ciertamente el derecho primario, por cuanto constituye la condición de posibilidad para la subsistencia de todos los otros derechos. Sobre esa base, todo ser humano, sobre todo si es débil y no autosuficiente, debe recibir una adecuada tutela social frente a toda forma de ofensa o violación sustanciales de su integridad físico-psíquica.
Precisamente esta dignidad inalienable de persona, que pertenece a todo ser humano desde el primer momento de su existencia, exige que su origen sea consecuencia directa de un gesto humano y personal adecuado: solamente el recíproco don de amor esponsal de un varón y una mujer, expresado y realizado en el acto conyugal, en el respeto de la unidad inseparable de sus significados unitivo y procreador, representa el contexto digno para el surgir de una nueva vida humana.
Esta verdad, desde siempre enseñada por la Iglesia, encuentra su plena correspondencia en el corazón de todo hombre, estas son las palabras de Juan Pablo II:"Emerge cada vez más el vínculo imprescindible de la procreación de una nueva criatura con la unión esponsal, por la cual el esposo se convierte en padre a través de la unión conyugal con la esposa y la esposa se convierte en madre a través de la unión conyugal con el esposo. Este plan del Creador está inscrito en la misma naturaleza física y espiritual del hombre y de la mujer y, como tal, tiene valor universal" (Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la X asamblea general de la Academia pontificia para la vida, 21 de febrero de 2004, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de febrero de 2004, p. 3). Además, conviene subrayar que la realización y la mejora de las TRA, cuya tasa de eficacia es objetivamente muy baja, exigen la inversión de importantes recursos sanitarios y económicos, que han de sustraerse a las necesidades de atención de otras enfermedades mucho más graves y difundidas, de las que frecuentemente depende la supervivencia misma de grupos humanos enteros. Por otra parte, en el caso de la modalidad "heteróloga" de las TRA (es decir, en los casos en que se recurre a la donación de gametos procedentes de sujetos ajenos a la pareja), estamos en presencia de un ulterior elemento que agrava el juicio ético ya negativo. De hecho, la unidad conyugal de la pareja es ofendida y violada por la presencia de una tercera persona (en ocasiones también de una cuarta), que será en realidad el verdadero progenitor biológico del hijo encargado.
Con ello se viola el derecho del neoconcebido a tener por padres a un varón y a una mujer, de los que ha de originarse su propia estructura biológica y que han de tomar a su cargo de modo estable el cuidado de su desarrollo y su educación. Consideramos, en cambio, moralmente lícita la aplicación, siempre que sean necesarias y eficaces, de las intervenciones técnicas que puedan facilitar, sin reemplazarlo, el acto conyugal realizado naturalmente o que puedan ayudarlo a alcanzar sus objetivos naturales (cf. ib., 6). Estas siguen siendo las clásicas palabras de los seguidores del catolicismo. Para una pareja de esposos que desean encontrar "en el hijo una confirmación y una realización plena de su donación recíproca", (ib., la esterilidad puede constituir indudablemente un motivo real de mucho sufrimiento y fuente de ulteriores problemas.
No cabe duda de que tal deseo es, en sí mismo, totalmente legítimo y signo afirmativo de un amor conyugal que quiere crecer y ser completo en todas sus expresiones. Sin embargo, conviene que el comprensible y lícito "deseo de un hijo" no se transforme en un pretendido "derecho al hijo", incluso "a toda costa". Pero sí será necesario ayudar a esa pareja; aunque, el hijo no puede considerarse un "objeto del deseo" que ha de conseguirse a toda costa, sino un regalo muy valioso que, llegue cuando llegue, ha de acogerse con amor.
Los esposos están llamados a crear todas las condiciones necesarias, a través de su recíproco don de amor conyugal, para que pueda iniciarse una nueva vida, pero no pueden lícitamente determinar ese inicio mediante el encargo de "producirla" bajo elementos no posible, Dios a puesto en las manos del hombre el instrumento idóneo siempre y cuando se lleve bajo reglas de técnicos que puedan ayudar la pareja misma. Nos parece, más bien, que deben acogerse con gran interés y apoyarse todos los esfuerzos que la medicina moderna pueda poner en marcha para intentar la curación de las diversas formas de esterilidad conyugal, como el mismo Pontífice ha recordado:"Deseo estimular las investigaciones científicas destinadas a la superación natural de la esterilidad de los cónyuges, y quiero exhortar a los especialistas a poner a punto las intervenciones que puedan resultar útiles para este fin.
Lo que se desea es que, en el camino de la verdadera prevención y de la auténtica terapia, la comunidad científica -esta llamada se dirige en particular a los científicos creyentes- obtenga progresos esperanzadores" (Discurso a los participantes en la X asamblea general de la Academia pontificia para la vida, 21 de febrero de 2004, n. 3). Como confirmación de la sinceridad de estos deseos, queremos recordar que, durante esta asamblea general de la Academia pontificia para la vida, se han presentado algunos programas concretos, de notable interés científico, para el tratamiento de algunas formas de esterilidad de la pareja. De todas formas, el don de la fecundidad conyugal debe concebirse de modo mucho más amplio que su mera dimensión de fertilidad biológica. El amor esponsal, como manifestación concreta del amor de Dios a la humanidad, está llamado siempre a amar, servir, defender y promover la vida humana (cf. Evangelium vitae, 29) en todas sus dimensiones, también cuando de hecho no pueda generarla biológicamente.
Por ello, sintiéndonos profundamente cercanos a las parejas de esposos que todavía no han conseguido encontrar en la medicina una solución a su esterilidad, los animamos fraternalmente a expresar y realizar su fecundidad conyugal, poniéndose con generosidad al servicio de las numerosas situaciones humanas necesitadas de amor y de coparticipación. Entre ellas merecen una mención particular los institutos sociales para la adopción y el apoyo familiar, para los cuales deseamos normativas jurídicas cada vez más adecuadas para asegurar las debidas garantías y, al mismo tiempo, la conveniente celeridad de las gestiones burocráticas.
la Academia pontificia para la vida trató de invitar una vez más a todos los hombres de buena voluntad a considerar la altísima y singular dignidad de la procreación humana, en la que se expresa a su nivel más alto el amor creador de Dios y se realiza del modo más pleno la comunión interpersonal de los esposos. Que el ingenio humano y la capacidad técnico-científica se pongan a su servicio, para el bien de los esposos y de sus hijos, sin pretender jamás sustituir o suplantar esa dignidad.
Domingo Peña Nina
Claridania Rodríguez de Rosário
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