Bases psicoanalíticas y analíticas, sobre el folklore y sus derivados (página 4)
Enviado por Fernando Romero
Y esto es justamente lo que nos está tocando enfrentar en la actualidad. Si bien la prosperidad, por lo mismo, no ha sido, para nada equitativa, la de algunos trasciende las fronteras de sus lugares de origen, y, desafortunadamente, los problemas de moralidad, consciencia y culpa primitivas inconscientes, esos si parecen generalizados. Pongamos un ejemplo. "D", es un paciente sacerdote, estadounidense de origen, que se encuentra trabajando en México, porque fue corrido de E. U., por su Obispo, el cual, no obstante, no lo "abandonó" del todo, lo mandó a trabajar acá. Su problema es la "efebofília": homosexualidad con púberes y adolescentes. En su tierra fue golpeado en varias ocasiones y acusado ante el Obispo por familiares de algunos jóvenes que, simplemente, se enojaron por sus proposiciones: ofrece dinero para que le permitan practicarles felattio. Viene a consulta institucional, porque, eventualmente, se pone "paranoico", teme que la policía decida deportarlo. Ya ha tenido que ofrecer dinero para evitar problemas pero no lo han agarrado en flagrancia. Él refiere sentirse "muy a gusto" aquí, porque "… los chicos son buenas personas y, están necesitados de dinero,… por cincuenta pesos me permiten satisfacerme, y ellos se van contentos". Se percibe desconfiado y suspicaz, pero no siente culpa alguna. En momentos, está por demás decirlo, resulta incluso cínico: se hace llamar "Débora". Le preocupa, el castigo jurídico. Del SIDA, comenta que por protegerse es que prefiere la práctica de la felattio. También le preocupa que los chicos se "van pasando la voz" y cuando "… ya son muchos muchachos…" los que lo visitan, el vecindario se empieza a dar cuenta de lo que pasa, por lo cual cambia constantemente su lugar de "intimidad", porque él vive en la casa parroquial, pero ahí "… ya no me atrevo a llevar a nadie". Otra cosa que teme, es que algunos jóvenes "vividos" lo han querido chantajear. El acabóse para mi, fue cuando pretendió pagarme menos de mis honorarios normales, siendo que él cobraba en dólares pues le pagan desde Estados Unidos. Es decir, gana diez veces más que un párroco promedio de aquí. Le dije que no podía cobrarle menos y rechazó la propuesta de tratamiento, dejándome preocupado e indignado.
1.2.1 Discusión y comentarios.
"No es la verdad lo que engrandece al hombre,
Sino el hombre el que engrandece a la verdad".
Confucio
(Tomado de "La importancia de vivir" de Lin Yutang)
Ciertamente hubo un tiempo en que Iglesia y gobierno eran una y la misma cosa. La Iglesia se encargaba también de la ley jurídica. Huelga decir que no fueron tiempos mejores. Entonces le correspondía tanto el control del odio y la agresividad, como el de la conducta sexual. Simplemente los negó como parte inalienable de la naturaleza humana, se los consideró cosa del demonio. Sin embargo, a lo largo de la historia, siempre se ha sabido de la dificultad para respetar el celibato y de las transgresiones al voto de castidad. De Alejandro Borgia (nacido en 1431 en Játiva España; fue Papa de a 1492 a 1503) la historia puede reconocerlo como un príncipe, incluso como un "eminente político" y estratega despiadado, pero por su "doble vida" y lo contradictorio de sus actos, no como un Papa. La Iglesia, hacia el exterior, se ocupó más de vigilar sus intereses y reglamentar la sexualidad a través del matrimonio que de encauzar el odio y la agresividad, de los cuales, más bien, participó sin miramientos ni límites como se recuerda a través de la historia, en las "guerras santas" y el Tribunal de la Santa Inquisición. Conforme la Iglesia fue decayendo, la política fue asumida por las monarquías, nacieron las estrategias de Estado y reclamaron el derecho del control a través de las leyes. Hoy día la Iglesia se debilita aún más y se observa infiltrada, tanto como las estructuras del Estado, por la ideología de la cultura de los países desarrollados y la estadounidense en particular. Y de manera análoga a como le ocurrió a la Iglesia en su momento, los países poderosos se ocupan de la salvaguarda de sus intereses políticos y económicos, y de la misma forma que la Iglesia medieval, ellos mismos transgreden las leyes, derechos, restricciones y obligaciones con los cuales pretenden controlar la agresión y el odio de los países pobres. La sexualidad se ha convertido en otra forma de manipulación y en un "producto" manipulado y promovido por la mercadotecnia ante la cual la Iglesia ya no puede ejercer ni siquiera un control deseable. Iglesia y Estado son instituciones bastante infiltradas por la corrupción. Las energías instintivas -odio y libido- fluyen entre endebles y contradictorios intentos de control por parte de autoridades eclesiásticas y gubernamentales que son las primeras y principales transgresoras. Los poderosos se arrogan derechos que los colocan en formas sui géneris de "morales convenientes" a sus intereses. Quizás por eso el pueblo creo el refrán: "Ya estarás, chirrión del diablo pajuela del anticristo". La gente común tiende a transgredir las reglas y las normas, a hurtadillas. Y no sin culpa, pero defendiéndose, a través de racionalizaciones por la indignación y las contradicciones obvias de autoridades e instituciones. Y a propósito del "gobierno del cambio" la sabiduría del pueblo, no obstante, sabe que: "Todo cambio es para quedar igual", y, a veces, peor.
1.2.1. A. Acerca de la salud: capacidad de amar y trabajar.
"Si para tener que comerme un taco,
Tengo que sobarme el lomo,
Chingue a su madre el trabajo,
Mejor no como"
(Cuarteta popular)
Hablar del amor tierno, no erótico, cada vez parece algo más tonto, "romántico" y "pasado de moda", como de alguna manera observa Joan Riviere (1937) Pero el trabajo con y por amor, constituyen una dupla en que se realimenta el espíritu y que es verdaderamente saludable. Porque el amor –integra- es la manifestación, en forma de sentimiento, de la energía de la libido. Y es en el contexto del amor por la vida que el ser humano puede ser tolerante, respetuoso y solidario. El amor nutre, fortalece y armoniza, tanto al que ama como al que se sabe y se siente amado. El afecto amoroso es sentido como reconocimiento, aceptación y respeto acerca de sí mismo, lo cual conlleva a la afinidad, unión por complementariedad y deseo de acercamiento con otros. Así, se siente necesidad de otro, porque se lo ama.
El amor es lo opuesto del odio: manifestación, en forma de sentimiento, de la energía de la pulsión de muerte. El que odia siente aversión, rechazo, desprecio, impulso de agredir; actitudes, incluso, que en ocasiones se retrotraen contra sí mismo porque tienen su origen en la inaceptación y el descontento, justamente con uno mismo, con los objetos internalizados y con la "suerte".
El amor construye e integra, mientras el odio destruye, desmembra, separa, ya sea en la realidad o en la fantasía, momentánea o permanentemente, dado que, a la postre, terminará potenciando la posibilidad de un daño real hacia sí mismo.
En relación con la actividad productiva y constructiva, no podemos dejar de pensar en la idea de la bondad. En las Sagradas Escrituras se dice que Dios trabajó en la creación del universo durante seis días y descansó el séptimo. Cuando observamos la naturaleza, las montañas, los mares, los bosques; el sorprendente fenómeno de la vida, la perfección de la estructura de los organismos vivos y su maravillosa armonía funcional; desde los más pequeños hasta los más grandes y los más evolucionados, como el ser humano, interpretamos qué es lo que significa la idea de que todo parece obra de un Ser Supremo. Ahí mismo se menciona que Dios nos otorgó el "libre albedrío", la capacidad de decidir entre lo "bueno" y lo "malo". Pero no contempla la posibilidad de que la enfermedad emocional es una condición que impide el buen funcionamiento de la capacidad de diferenciar, con inteligencia, claridad y responsabilidad. No puede simplemente quedar en una cuestión de "decisión" porque la enfermedad emocional aliena, enajena, incluso de la deseable consciencia de responsabilidad sobre los propios actos, muchos de los cuales están motivados por contenidos traumáticos producto de experiencias, algunas de ellas, muy tempranas y, por ende, inaccesibles al razonamiento. Pero dentro de lo inconsciente, aún pueden tener diferente ubicación: pueden pertenecer al "inconsciente originario" (Bleichmar, 2001), al inconsciente "escindido verticalmente" (Kohut, 1977) o al reprimido (Freud, 1900-1926), etc.
De repente la gente realizamos verdaderas tonterías, locuras; actos que parecen no sólo muy poco inteligentes por sus consecuencias, sino malignos, mal intencionados. Esto ocurre, según Anna Freud (1965), por regresión, cuando se pierden el asco, la vergüenza y la culpa, e informa de trastornos y desequilibrios, que pueden ser momentáneos, recurrentes o crónicos.
¿Qué es lo que podría funcionar preventivamente contra el riesgo de enfermar, enloquecer o caer en actos y conductas destructivas, quedar a merced de la riesgosa apatía o de la inhibición intelectual? Pues con todo lo trivial que pudiera sonar, o lo poco científico, sólo el amor. El creyente equipara el amor con Dios. La bondad.
Para la Psicología y el Psicoanálisis, la organización emocional y de los instintos: libido y agresión. Y el desarrollo del Yo y el Superyó, pero como observara Freud en alguna ocasión, a un nivel que le permitan al ser humano "Amar y trabajar". Lograr que predomine la libido, sobre la agresión, el amor sobre el odio, procesos de integración y desarrollo sobre desintegración, estancamiento y degradación. De manera que se garantice la autogeneración de un desarrollo del Yo y del Superyó sano y sistemático, constante, para que se pueda contar con el intelecto, la moral y la ética y se garantice la organización y el equilibrio intra-psíquico y la salud. Que predominen en la personalidad, condiciones de equilibración sistemática, según formas dinámicas y flexibles. Y también con miramiento por la realidad ecológica y social. En otro sentido, desde la actividad humana sublimada, el trabajo y la afectividad compartida. Porque queda claro que no toda acción es "buena" para todos. Para el creyente, es Dios, directamente lo que se observa en la acción por amor a la vida, constructiva en sí misma. La actividad sana siempre respeta los derechos de nuestros congéneres, transforma la realidad sin, necesariamente destruirla y siempre resulta productiva. De ahí la validez del conocimiento popular que habla del "rendimiento". Y, a eso mismo se refiere esa frase que dice que "Lo que es mal habido nunca luce".
La actividad con amor por la vida, es decir el trabajo no visto como maldición, es una manifestación de salud y equilibrio emocional en cada trabajador. Parece simple ¿no? Y, entonces, ¿cuándo se pierde el ser humano? ¿Cómo ocurren esos frecuentes extravíos? Se podría decir que uno de los factores es cuando el trabajo es impuesto y no satisface, como ocurre en las diferentes y sofisticadas formas de "esclavitud moderna". Pero también cuando se pretende gastar más de lo que se gana o darse una vida para la que no se cuenta con los recursos. Fantasías que se encargan de inducir la mercadotecnia y la publicidad. Cuando el sujeto se sabotea por motivos inconscientes, –fantasías oral-pasivo-receptivas, expectativas de dependencia infiltradas por masoquismo- puede terminar lleno de enojo, mismo que tendrá el recurso de desplazar hacia fuera de si y contra el mundo, con el riesgo de terminar retrotrayéndolo al último contra el propio Self. Cuando el sujeto pretende culpar a otros de los propios resentimientos, improductividad, limitaciones, inhibiciones e ignorancia, lo que está haciendo es defender sus fantasías, evadirse de la consciencia respecto de la incongruencia entre sus expectativas y la realidad: cuando por alguna extraña razón (en tanto que inconsciente) alguien puede llegar a pensar que todo se lo merece o que todo debería de serle dado, sin trabajo, sin esfuerzo y sin demora. Para el creyente, esperar algo sin trabajar es como decir "sin Dios". O peor aún, "por encima de Dios" porque Dios trabajó seis días y descansó solo hasta el séptimo, para crear el universo. Se habla, pues, de un grado de regresión que reedita el "narcisismo primario", o provoca un "narcisismo patológico" como defensa contra la envidia primaria. Ni siquiera es una reacción "soberbia", porque el "soberbio" es un productivo furioso como observa Javier en su análisis del Cantar de Gilgamesh. (Mencionado por Romero, 2003)
Evidentemente –ocurre en ocasiones- es totalmente real que a veces somos injustamente tratados y nuestro trabajo es desvalorado. Es decir, es cierto que con frecuencia los sueldos no corresponden con la cantidad de trabajo que se le encomienda a la persona. Hacia el final del sexenio de López Portillo, los huelguistas de una empresa refresquera se manifestaron por las calles arengando para la lucha y decían algo así: "Salario mínimo al presidente, pá que vea lo que se siente". Otras veces, la calidad de que son capaces algunas personas en la actividad que desempeñan no es, a su juicio, remunerada en correspondencia. Pero en esos casos ¿qué los detiene a fuerza ahí en donde no son bien tratados o valorados de manera adecuada? La salud emocional ayuda para que el que se siente convencido de que puede ganar más, se pueda ir a donde crea que será tratado mejor. Si las cosas andan bien en una sociedad, siempre hay alternativas. Desafortunadamente no es el caso de México. En donde las mismas autoridades son ineficientes y/ o corruptas, no hay tales alternativas. Sin embargo, tampoco todo es responsabilidad del medio exterior. Algo muy frecuente es que las personas al enojarse, se regresionen y disminuyan el ritmo de trabajo. Los procesos intelectuales se diluyen, degradan o pervierten en diferente medida, y, entonces, la gente tiende a reaccionar por impulsos: se hacen mal las cosas y si se puede, se retraza el trabajo de otros y se intentan diferentes formas de sabotaje. Muchas veces, por resentimiento y deseo de venganza no le importa al sujeto, no lo piensa, si termina perjudicándose a si mismo con sus actos.
Por eso, desconfianza de uno mismo y de las propias capacidades, por reactivación de fantasías infantiles de dependencia, temor a lo desconocido, al rechazo y la inermidad, se retroalimentan entre si, acrecentando la desorganización. La persona entonces, se paraliza y no busca salir de donde se encuentra a disgusto. Parecido a cuando por ejemplo, porque alguien se enoja, pierde el apetito y no come.
Es decir, frustrados y enojados, no atinan sino a terminar desquitándose con ellos mismos. En otro nivel, alguien puede tener registrado en el inconsciente, sin saberlo, que su madre lo abandonó y se dedica, sin saber por qué, a vengarse de ella en otras mujeres; a evadirse de sus sufrimientos que, además, no comprende. La bebida es un recurso. Una economía de odio lo puede llevar a robar en lugar de intentar trabajar, desplegando su odio contra el mundo. No puede pensar que a quien menos le preocupa su sufrimiento y que se destruya, sea a un jefe o un patrón que en cuanto se percaten de sus actitudes lo correrán. Y en lo familiar, una supuesta venganza contra los padres a través de la propia destrucción, porque los considera culpables de su infortunio, también informa del predominio del odio en su interior. En muchas ocasiones, ni siquiera importa que no se tenga contacto ya con los padres, porque no vivan juntos o porque ya hubiesen muerto. En este último caso, si los padres ya hubiesen muerto y se sigue aferrado a preservar el enojo y resentimiento contra ellos, a lo mejor el deseo en tanto que no se los perdona, es que ojalá estén en el infierno. De ser así, ni en las acciones ni en los sentimientos puede haber predominio de libido, y, por ende, tampoco puede haber salud.
Para el que cree en Dios, en esas reacciones y sentimientos que subyacen a las acciones, no está la presencia de Dios, porque eso no es amor, es odio.
También queda claro que la vida, la vida sana, es trabajo, "El hombre nació para trabajar, para eso nació el hombre"; actividad propositiva con la capacidad de encontrar gusto y satisfacción –para el creyente, significa estar emulando a Dios- por trabajar. Cuando yo era niño, mi madre solía decirme cuando me veía sin hacer nada y entrado en aburrimiento, que "La ociosidad es la madre de todos los vicios", y es que si no estamos haciendo algo productivo no es que no haya qué hacer, sino que nos estamos "resistiendo" a la realidad desde la influencia libidinal; optando por actividad tanática: ocio sin planeación, y que aburre. Como la inactividad no es naturaleza vital, es que sobreviene el aburrimiento, y esta sensación es bastante desagradable. Lo más peligroso es que el aburrimiento es "conjurado" mediante actividades que inducen emociones exaltadas y experiencias extrañas, desconocidas, hasta cierto punto, azarosas. Las cuales, con relativa facilidad pueden conducirnos, -como apreció Anna Freud (1971), a regresionar al ámbito de los placeres pregenitales-, perder "el asco, la culpa y la vergüenza". La actividad altamente emotiva, los placeres extremos, provocan un incremento de la concentración de adrenalina en la sangre. Para conseguirlo, entre más peligrosas y audaces las acciones, mejor.
El incremento en la concentración de adrenalina en la sangre funciona como las drogas, produce el efecto de la helación. Es decir, conjuran el aburrimiento, pues se traducen en "experiencias intensas", las cuales al investirse con mezclas de libido y agresión, resultan muy placenteras, pues hacen "sentir vivo" a alguien que quizás se sentía "medio muerto". E igual que las drogas, causa dependencia. El organismo después necesita de la adrenalina o la persona se siente aburrida con mayor facilidad y con menor tolerancia que antes. En segundo lugar, como las drogas, se requiere aumentar las dosis porque el organismo se va sensibilizando a las concentraciones alcanzadas; entonces cada vez se requieren experiencias más extremas y emociones más fuertes para alcanzar el mismo efecto.
Un extremo dentro del extremo, puede ser el placer que alguien llegue a sentir por competir con otro en una apuesta de, digamos, "ruleta rusa". En consecuencia, la persona busca actividades más peligrosas, poco o nada comunes y/ o anormales, y se corre el riesgo de perder, decíamos ya antes, las capacidades de sentir miedo como displacentero, asco, vergüenza y culpa. Por eso es que muchos de los altamente proclives a aburrirse, evidentemente terminan alejándose cada vez más de lo racional, de lo sano, de lo "bueno" y con ello de la salud: espiritual, emocional y física.
Todo lo "bueno" y sano, requiere claridad de intención, esfuerzo mental y físico; trabajo continuo y sistemático; actividad útil en relación con satisfactores adecuados y lógicos, respecto de necesidades y propósitos u objetivos "normales"; respeto y responsabilidad, cumplimiento de deberes y obligaciones; utilización de las inteligencias intelectual y emocional (Goleman, D., 1995-1996); renuncia de placeres infantiles cuando ya no somos niños y esfuerzo por no quedar atrapados ni entrampados por la ignorancia, los resentimientos, justificados o injustificados.
No suena fácil. No lo es. Se accede a ello a través del conocimiento profundo de sí mismo. Pero cuando no nos distanciamos de lo sano, justo y honesto, los esfuerzos son gratificantes porque incrementan la autoestima; el cansancio es tolerable porque nos resarcen los resultados y el predominio de una sensación de bondad interna equilibra la dinámica entre introyecciones y proyecciones, manteniendo a raya la producción de identificaciones proyectivas e introyectivas patológicas, atenuando las tensiones lógicas de las dificultades normales del vivir.
Sirve de poco y sólo momentáneamente, justificar las propias fallas culpando a nuestros padres o a otros, por sus errores, locuras o agresiones. En esencia, no se resuelve nada. Puede ser que no se pueda ahorrarle al sujeto el tener que pasar por la etapa de exacerbación del resentimiento que sirve para re-conocer la realidad y drenar lo que resultó tóxico e indigerible pero es una fase del proceso que debe terminar para dar paso a la reparación. De no ser así, termina perjudicando a la persona misma, pues las consecuencias la aislarán y harán sufrir. La persona sola se estará envenenando por el odio y no podrá elegir adecuadamente a quien amar ni aceptar el amor de otro, la desconfianza y una sensación de que no lo merece, se lo impedirán. Se dificulta todo en tal caso. Por ejemplo, estudiar y trabajar, consciente e inconscientemente, resulta secundario; se anhelan épocas pasadas, etapas infantiles de dependencia y pasividad; no se puede gozar de la vida sanamente, ni sentir satisfacción por el trabajo que se realiza, antes mejor se podrá sentir como una maldición: "El trabajo es tan malo, que hasta pagan por hacerlo". En esas condiciones es imposible permitirse pensar siquiera sobre la existencia de Dios.
Todo lo malo, frecuentemente, llega en la inactividad y en voz baja; subrepticiamente, "Por debajo del agua", sin hacer ruido. Es decir, no viene por vía del trabajo, ni se puede, por ilícito, anunciar en voz alta; no genera reconocimiento alguno como no sean los de temible e indigno de confianza, no es resultado del esfuerzo y la dedicación inteligente, honesta y respetuosa. Alguien, un día te descubre aburrido, ingenuo y curioso, características típicas de toda víctima propiciatoria, se acerca y te regala una prueba de droga, te hace una propuesta insana o perversa y te "vende" la idea de que será emocionante; "Puede que nunca te hayan invitado a comer, pero si te habrán invitado muchas veces a beber". Y las veces que hemos caído en este tipo de experiencias riesgosas, habrá sido porque nos hizo resonancia respecto de alguna carencia y seguramente que no nos habrán agarrado trabajando. De haber sido así, simplemente habríamos tenido que contestar: "discúlpame, pero estoy ocupado". Aunque "Cada quien reniega de su oficio, pero no de su vicio". Y no es que la vida sea exclusivamente "trabajo", pues como dice otro dicho "Hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar", por aquello de la adicción compulsiva al trabajo; lo que pasa es que incluso el ocio requiere trabajo y esfuerzo, tiempo y dedicación para ser planeado. El descanso y la diversión sanos son precedidos por el trabajo de su planeación y su programación. Y el programa, debe incluir la actividad libre y espontánea porque esa debe ser su característica. Tampoco significa que no deban de existir la espontaneidad y la libertad. No conviene separarlas de la responsabilidad, ni concebirlas sin emplear la inteligencia. No es fácil comprender que es inútil andar buscando "culpables" cuando las cosas salen mal; "culpables" de las propias fallas y "locuras", con la fantasía de poder ser relevado de responsabilidades. Se requiere esforzarse de continuo y de manera sistemática para no caer en el ocio no planeado; tramitar y desprenderse de odios, reencauzar las energías hasta lograr que queden bajo el predominio de la pulsión de vida, liberarse de resentimientos y no ceder ante la envidia, la ambición desmedida, ni del ansia de poder. La salud enseña a desconfiar, a mirar con sospecha una cierta necesidad de tener que buscar fuera de uno mismo, elementos que informen del propio valor o de que se merece ser amado. Eso tiene que ser una certeza interna. Si no se puede tener esa certeza, se requiere ayuda terapéutica. Así, se podrá estar haciendo por preservarse verdaderamente sanos y se podrá aspirar a encontrar satisfacción en la actividad y las responsabilidades que la vida demanda, con contento y optimismo en el vivir. Se podrá estar de buen humor; acceder a las realizaciones creativas que permiten aspirar a trascendernos a nosotros mismos y se contará con armas para vencer la "ominosa" sensación de vacío interno, que muchas veces se "asoma" en los momentos de soledad.
Sobre el Inconsciente colectivo y otros conceptos junguianos
El concepto de "Inconsciente Colectivo" es, probablemente, la aportación de Jung (1912) que más interesa al folklore psicoanalítico. A juicio de Carvalho-Neto (1956) "… más… que negarlo, completa a Freud". En palabras de Jung: "El concepto de inconsciente es para mi un concepto exclusivamente psicológico, no un concepto filosófico en el sentido de algo metafísico. A mi juicio, el inconsciente es un concepto límite psicológico en el que se incluyen todos aquellos contenidos o procesos psíquicos que no son conscientes; es decir, que no están de modo perceptible referidos al yo". (Jung, 1921-1947) Jung considera que el inconsciente freudiano es un "inconsciente personal", es sólo una de dos áreas de un inconsciente total. En el inconsciente personal se "archivan" contenidos reprimidos, mientras que en el "inconsciente colectivo" no hay contenidos reprimidos, sino "arquetipos, contenidos arcaicos" y otros por el estilo que son, más bien, bagaje hereditario. Los considera "colectivos" porque los concibe como imágenes universales y símbolos. Es decir, "información" presente en la humanidad entera.
Según Carvalho-Neto:
[Los] "arquetipos" junguianos son, en esencia, una versión nueva de las "ideas elementales" (Elementargedanken) de Bastian. […] [No significa, según este autor]… un retroceso al esclarecimiento del problema, pues… tanto "arquetipos" como "ideas elementales" fueron ubicados por Jung en el inconsciente, lo que autoriza a afirmar que el espíritu humano es idéntico en el inconsciente. Hubiera habido retroceso si aquellos elementos se localizaran en el consciente, pues sería absurdo, hoy en día, deducir nuevamente que el espíritu humano es "conscientemente" idéntico, cuando se insiste en afirmar que el consciente es portador de dos "mentalidades", la lógica y la prelógica.
La clínica nos ha, más o menos, sensibilizado por el hecho de que existen recursos inconscientes, estructuras y procesos, al servicio de la adaptación, sana o enferma, en forma de simbolismos o de contenidos, los cuales, por protosimbólicos o presimbólicos, se repiten en la mayoría, de manera idéntica o casi idéntica. El simbolismo onírico es un ejemplo claro de ello. Que probablemente nos informen poco respecto de lo que necesitamos saber para ayudar a nuestros pacientes a resolver sus conflictos, eso depende de la técnica empleada. Para la técnica psicoanalítica, es más "apropiado" basarnos menos en los significados universales de los símbolos, que en las ocurrencias y asociaciones que los pacientes pueden hacer. Jung valora más analizar "grupos" de sueños, para interpretar desde la repetitividad simbólica, y buscando las comunicaciones sistémicas de los contenidos. En ese sentido, en lo profundo, lo que se refiere a los niveles "colectivos", el inconsciente del ser humano tiende a ser idéntico.
[Según la opinión de Carvalho-Neto] Jung… completó a Bastian, Tylor, Lévi-Bruhl y los antropólogos de su época, que en general carecían del concepto de "inconsciente".
Jung los completó, porque a todas luces… partió de aquellos pensadores. Y adaptó al inconsciente las nociones de "ideas elementales", mientras que remitió al consciente únicamente las mentalidades lógica y prelógica. El espíritu humano sería idéntico en el inconsciente (inconsciente colectivo) y no-idéntico en el consciente. Jung actuó así de puente entre las antiguas escuelas antropológicas, la inglesa de Tylor y la francesa de Lévy-Bruhl. […] su "pensamiento no-dirigido" no es otra cosa sino la "mentalidad prelógica" lévy-bruhliana. (Carvalho-Neto, 1956)
Hoy tendríamos también que "completar" a Jung, pues la "mentalidad prelógica", y, mucho de una mentalidad lógica, de un tipo de lógica característica, no formal, son también inconscientes. La primera, la prelógica, la ubicamos naciendo en el "inconsciente originario" y avanzar por el "inconsciente pre-reflexivo" (Bleichmar, 2001) "archivándose" en las memorias "no declarativas": "procedimental" y "episódica" (Ruiz Vargas, 1994-1996) y comandada por la "inteligencia sensorio motriz", (Piaget, 1964) La segunda, la regida por una forma de lógica característica de lo inconsciente, la podemos pensar "naciendo" en algún momento del predominio de la "inteligencia sensorio motriz" y el nacimiento de la "memoria semántica", de manera que culmina con la "inteligencia intuitiva" (Piaget, 1964), constituyendo un nivel, "frontera", de lógica que prepara para el razonamiento de las "operaciones concretas" (Piaget, 1964), y que se "archiva" gradualmente, en la "memoria declarativa", (Ruiz Vargas, 1994-1996) En efecto, lo que de "inconsciente" pueden tener, sobre todo la "mentalidad prelógica" de Lévy-Bruhl o el "pensamiento no dirigido" de Jung, no pertenecen al "inconsciente reprimido". Pero tampoco es, del todo, "producto" del "inconsciente colectivo". Habrá una parte que, en efecto, constituya una especie de "capitalización" de la herencia ancestral. Pero otra parte, es, más bien, resultado de los intercambios e interacciones con el objeto y con el medio, en el contexto de la cultura y las circunstancias sociales e históricas, del momento que a cada quien le ha tocado vivir.
En palabras de Jung:
"El pensamiento dirigido o lógico es un pensamiento acerca de la realidad, es decir que se adapta a la realidad, en el cual, expresándolo con otras palabras, imitamos la sucesión de las cosas objetivas y reales de suerte que las imágenes desfilan en nuestra mente en la misma serie estrictamente causal que los acontecimientos exteriores. También se le suele llamar pensamiento con atención dirigida. Tiene además la particularidad de que fatiga y, en consecuencia, sólo puede funcionar durante lapsos más o menos cortos. Toda nuestra tarea vital, tan costosa, es adaptación al ambiente; parte de ella es el pensamiento dirigido, que, para expresarlo en términos biológicos, no es más que un proceso psíquico de asimilación [cursiva agregada. Jung parece precursor del concepto piagetiano de "asimilación" que informa de trabajo intelectual] que, como toda tarea vital, provoca un agotamiento proporcional. La materia con que pensamos es el lenguaje y el concepto verbal, cosa que desde siempre no ha sido más que fachada y puente y que sólo tiene una única razón de ser: la comunicación. Mientras nuestro pensar es dirigido, pensamos para otros y hablamos para otros. (Jung, 1912-1952)
Jung se centra aquí en la forma de "pensamiento dirigido" común que se concebía entonces, aquél que repasa una situación, quizás intentando resolver algún "problema", con una actitud obsesiva y, de alguna manera, rutinaria o estereotipada. El pensamiento dirigido puede estar inmediatamente precedido por una forma de pensamiento relajado o "flotante" en función del cual surja una idea original, estimulando que el sujeto dirija su pensamiento hacia ella y se potencie que pueda dar "cuerpo" a ideas creativas y no agotarse merced al entusiasmo. Es decir, se encuentra también en la inventiva, la creatividad y la producción generativa de ideas en tanto que se "autogeneran". Estas formas de pensamiento dirigido, no son "imitación" secuencial de los pasos de las acciones, ni provocan fatiga excesiva. En ocasiones, es más bien lo contrario lo que se registra: una sensación de no cansancio. Las "reacciones circulares" piagetianas y la construcción de estructuras al servicio de "adaptaciones" cada vez más eficientes y, también más generalizables, que dan cuenta de "transformaciones" internas y externas, son las causantes de tal efecto (Piaget, 1964), explican mejor lo que Jung trata de defender. Por otro lado, hay formas de pensamiento preverbal. Antes de poder hablar, los niños pequeños, son capaces de "enviar señales" y "captar respuestas". Es decir, "entienden" mucho de lo que la madre hace y les dice y reaccionan en consecuencia. Acaso lo que Jung pretende resaltar acá, es que cuando se organiza la capacidad verbal vocal, empieza a ceder significativamente el narcisismo primario y la hegemonía absoluta de lo inconsciente; de tal manera que se hace casi imposible deslindar la cualidad de inconsciente o consciente de la actividad mental como sistema organizado de emociones, impulsos y representaciones. Sin que, sin embargo, desaparezca nunca la influencia de lo inconsciente en forma de pensamiento no dirigido. Tal vez descuidamos la meditación y la reflexión introspectiva propiamente tales, pero, también pensamos y desarrollamos verdaderos "diálogos", para con nosotros mismos, entre diferentes instancias de nuestro procesar intrapsíquico.
Siguiendo con Jung:
[El otro tipo de pensamiento, el no-dirigido y el del "ensueño" o del "fantaseo", es por excelencia "asociativo", "subjetivo", en ocasiones, "fantástico", en palabras de Jung]: La última forma de pensamiento [el pensamiento fantástico] –suponiendo que la primera no la corrija sin cesar- [sistemáticamente] tiene que producir necesariamente una imagen del mundo desfigurada, preponderantemente subjetiva (sic) Ese estado de espíritu se calificó primero de infantil y autoerótico o, con Bleuler, de autístico, con lo cual se dio clara expresión a la idea de que la imagen subjetiva del mundo, juzgada desde el punto de vista de la adaptación, era inferior a la del pensamiento dirigido. El caso ideal de autismo está representado por la esquizofrenia, y el autoerotismo infantil caracteriza las neurosis. Mediante semejante concepción, un proceso en sí absolutamente normal como el pensamiento fantástico no dirigido, se coloca cerca de la patología… (Jung, 1912-1952)
En lo anterior, pareciera que Jung, se adelanta previendo las formas de representación "primaria" y "secundaria" (Leslie, 1987) que se preservan en la personalidad normal y que, evidentemente, no dan cuenta de enfermedad propiamente tal. De hecho, gran parte de la creatividad original pareciera estimularse justamente a partir de esas formas de representación, mismas que el creativo, a través de trabajo y esfuerzo intelectual y organización emocional, desarrolla hasta hacerlas devenir metarrepresentacionales (Perner, 1988) y simbólicas. Pero, además su apreciación no se contrapone con la idea freudiana del "juego" desplazado, como base, para la creatividad y la productividad. La traspolación del placer del juego a la actividad creativa y productiva, es algo muy en la línea de la sublimación, y, por tanto, sano y deseable.
[Jung en "Transformaciones y símbolos de la libido" comenta acerca del pensamiento de Nietzsche y complementa con Freud y Abraham]: "Durmiendo y en sueños rehacemos toda la tarea de la humanidad primitiva". Humanidad primitiva o "joven humanidad" como la llamó Freud, o aún "vida anímica infantil del pueblo, según K. Abraham.
Prosigue con Nietzsche: "Quiero decir: así como ahora razona el hombre durante el sueño, así razonaba también la humanidad durante la vigilia muchos miles de años… (En Jung, 1912-1952) [ ]
La primera causa que se le ocurría al espíritu para explicar cualquier cosa que tuviera necesidad de explicación, le bastaba y la consideraba verdad. En el sueño continúa obrando sobre nosotros ese antiquísimo fragmento de humanidad, porque es el fundamento sobre el cual la razón superior se ha desarrollado y se desarrolla aún en todo hombre: el sueño nos transporta a remotos estados de la civilización humana y pone en nuestras manos un medio de comprenderlos. El pensar en sueños nos resulta hoy tan fácil porque en inmensos períodos del desarrollo de la humanidad nos hemos entrenado tan bien en esta forma de explicación fantástica y cómoda mediante la primera idea que se nos ocurre. Así, el sueño es un recreo para el cerebro que, de día, tiene que satisfacer las severas exigencias impuestas al pensamiento por la cultura superior. De esos procesos podemos deducir cuan tarde se desarrolló el pensamiento lógico más riguroso, la estricta indagación de causa y efecto, si todavía hoy nuestras funciones racionales e intelectuales se retrotraen a esas formas primitivas de raciocinio y si vivimos casi la mitad de nuestra vida en ese estado. (Jung, 1912)
Y es que el pensamiento de los sueños no tiene compromiso exclusivo con la realidad contemporánea, sus reglas y sus normas; la lógica formal ni las estructuras de la cultura del estado de vigilia. Pero ello no quiere decir que no sea un pensar "inteligente" y verdadero. Tan es así que, el pueblo, ante decisiones difíciles, aconseja "consultarlo con la almohada". Y en la historia, incluso de la ciencia, contamos con registros de quienes pudieron resolver problemas durante el dormir y soñando. O sea, hay formas intuitivas de pensar cuyo deslizamiento hacia la capacidad de "resolver problemas" ya sea con apoyo en la lógica formal o de manera puramente intuitiva, están registradas en un inconsciente ancestral, en tanto que aluden a la experiencia y a capacidades inconscientes.
Carvalho-Neto observa que:
El mito es el "sueño colectivo" y "secular" de la "vida anímica infantil del pueblo" [para Jung], mientras que "el sueño es el mito del individuo" [para Abraham]. El mito era… la principal forma de "pensar" antiguamente. O sea, prevalecía el "pensamiento no dirigido" y cargado de "arquetipos" folklóricos. Poco a poco, la vida anímica fue aprendiendo a "dirigirse" y, como tal, a dejar de ser infantil. Como pensamiento dirigido no "sueña", no "fantasea", no maneja mitos. Un pueblo técnico, en cuanto técnico, rehuye al mito, no alimenta estos "sueños seculares" y "colectivos". La técnica es una conquista del pensamiento dirigido. La psique sólo se puebla de mitos, así en el individuo como en la humanidad, porque al esfuerzo continuo de dirigir el pensamiento sobreviene el cansancio mental. Un individuo se fatiga y un pueblo también se fatiga. En tal estado, los contenidos del inconsciente pasan a ocupar el consciente. Y las imágenes ancestrales se hacen presentes, se vuelven "dominantes". Por eso se dice también "arquetipos" o "imágenes dominantes". (Carvalho-Neto, 1956)
Para Jung, incluso las alucinaciones son reflejos del inconsciente colectivo, cuando la gente enferma. Algunos enfermos suponen ver y hablar con monstruos, fieras, brujas, encantados, duendes, etc. así ocurría a su paciente Miss Frank Miller. Él interpretó que los arquetipos de Miss Miller, serían la herencia folklórica del hombre. Jung afirmó que la ontogénesis recapitula la filogénesis también en lo psíquico: la génesis del individuo es la reproducción de la génesis de la especie. Muy coherente con la disertación piagetiana sobre "Génesis y estructura" (Piaget, 1964)
A partir del modelo kleiniano, siempre existirá la posibilidad de que los monstruos y entes inexistentes internos sean representaciones primitivas, del tipo "modelo único" y/ o de "modelos múltiples" de Perner, o de objetos y selfs parciales "malos", más o menos distorsionados por las ansiedades primarias esquizoparanoide (persecutoria) y depresiva no integrados (quizá destruidos por el propio odio exacerbado) Cuando los soñamos, lo peor que puede pasar es que el sueño fracase en su función preservadora del dormir y terminemos despertando porque se nos torne en pesadilla: "ominoso retorno de lo igual" o "la cosa en si misma". La alucinación, tiene que ver con la proyección excesiva en las dinámica y economía del trastorno severo, el agotamiento y/ o el insomnio, incluso en la persona sana.
Varios días sin dormir, nos pueden llevar a experimentar la "aparición" de imágenes oníricas, aún en estado de vigilia. Una reacción lógica de angustia y miedo ante un hecho de esta naturaleza, puede incrementar la dificultad para dormir e incrementar, asimismo, la posibilidad de repetir el fenómeno. Y lo alucinado, ni siquiera tiene que ser monstruoso, basta con que nos percatemos que es algo no real. Además puede ser, de hecho es frecuente, que lo alucinado sea inexistente o que ya no está: como un demonio o alguien que ya murió, respectivamente.
Precisamente esa posibilidad, fue lo que dio pié para que Klein fuese criticada como creadora de una "mitología de la mente" por quienes sólo entienden el mito como algo que es falso o mentira.
1.3.1. Viñeta A.
La mayoría de los síntomas tienen algo de alucinante. En las fobias es muy claro. En alguna ocasión trabajaba con un paciente, P. E., tenía muchas dificultades para relacionarse. Una bien lograda "coraza caracterológica" obsesiva, lo tornaba "intocable". Padecía de fobia a los bichos que conocemos como "caras de niño". Son un tipo de bicho de estructura ósea exterior que los hace muy duros si se intentan pisar. De color como marrón o anaranjado y con las patas de atrás como de chapulín, inducen la impresión de que pueden saltar, y disparan fantasías de que lo harán a la cara. Las asociaciones de este paciente, P. E., lo llevaron a recordar vivencias traumáticas de cuando era niño. Específicamente, respecto de su madre.
Resulta que ya contaba con cuatro años de edad y ya iba ir al "kinder" y su madre pensó que ya debía dejar la mamila a la cual estaba "fijado". Él se negaba, pero porque, en realidad no podía, por ejemplo, conciliar el sueño si no era tomando su mamila. La madre se las ingenió y un día empezó diciéndole que ya era un hermoso niño grande, y le preguntó que si estaba de acuerdo en ello. Él asintió. La madre agregó algo así como que, por eso ya iba a ir a la escuela. Poco a poco lo llevó a aseverar que los niños grandes y hermosos que ya iban a la escuela tampoco tomaban leche en mamila. Desde el patio de atrás de su casa se veía un terreno baldío, los separaba una barda. P. E., comentó que de allá se pasaban, seguramente, los "cara de niño". La madre en su supuesta intención "terapéutica", en palabras del mismo P. E., lo "manipuló" de tal manera que los niños grandes y lindos que ya iban a la escuela también podían arrojar sus mamilas hasta el otro lado de la barda. Luego, pues "Una tras otra", como en un juego, el paciente las arrojó entre vivas y risas de su madre. Después de esto, parecía que los "cara de niño" le representaban a una madre "mala", engañadora, manipuladora y anempática. Pero, durante su adolescencia, 12 años, también recordó algunas experiencias vividas con su padre. Recién jubilado, de repente y después de toda su infancia de relativa ausencia, ahora estaba hiperpresente y "pretendía" controlarlo todo, con más o menos detalles. Por ejemplo, un día que estaba el padre sentado en la sala como a eso de las ocho de la noche, P. E. bajó de su cuarto y se dirigió a la puerta de salida. De repente escucho su voz. "Ey, Ey, Ey, ¿a dónde?". El paciente dice que "Honestamente, yo no entendía que me quería decir. Le dije voy a salir. Dijo –Eso veo. ¿A dónde vas?- No entendía por qué me preguntaba. A lo mejor mi mamá de repente también lo hacía. Pero no iba más allá cuando le contestaba que iba a salir. Luego me dijo –A qué hora regresas- Le respondí, pero si, ya enojado, que como a las diez. Y me dijo que no. Que a más tardar regresara a las nueve". Finalmente llegó a una conclusión similar. Tenía resentimientos con su padre, principalmente, por ausente. Pero también lo culpaba de autoritarismo y de las dificultades que tenía para relacionarse. Analizó sentirse confundido por haber tenido gran cantidad de juegos eróticos con hermanos, hermanas y primos, al grado de haber tenido, después, experiencias homosexuales, las cuales, a la larga, lo llevaron a definirse como tal. No sin vergüenza y culpa. Asimismo, culpaba al padre por el "matriarcado" que siempre había padecido en su casa. Él también le significaba un "cara de niño". Era lógico pensar, siguiendo con la fantasía, que siendo hijo de unos "cara de niño", él se sentía otro "cara de niño". Pasó por un período de estados emocionales alternados: coraje y tristeza, hasta que logró estabilizarse y continuar.
Pensemos en el pánico que, eventualmente, alguien puede presentar, para hacerlo más obvio, por una araña. El fóbico a las arañas, no se pone peor si la araña es una araña de jardín, que si es una araña, cazadora de mosquitos, patas largas y de diminuto cuerpo. Reacciona igual, incluso, muchas veces, también frente a una tarántula de tierra caliente. ¿Acaso no hay mucho de "alucinante" en ello? Un bicho cualesquiera, le cae "de perlas" a alguien que trae un conflicto interno importante con alguno o ambos objetos, porque al desplazar y proyectar "lo malo" de dichos objetos, más el odio y sus "guiones representacionales" agresivo-destructivos, producto frecuente de "mezclas" de libido y agresión, desde fantasías eróticas sádicas sobre un triste bicho, pues, lo convierte en un verdadero monstruo persecutor. Y eso, tiene mucho de alucinante. Parafraseando a Bion (1958), sería la viva materialización tridimensional de un "objeto bizarro", impensable, no simbolizado, entonces ominoso, "siniestro", de ahí el carácter irracional de la fobia. Por lo demás, P. E. era muy creativo. Pintaba al óleo y le llamaba la atención el hecho de que había un cuadro que no podía terminar. Era una ventana en claroscuro, como es lógico, vista desde dentro, la luz escasa era, justamente la que entraba por la ventana e iluminaba una jaula, la cual dentro de la habitación, salvo las cortinas y algún otro detalle, era lo central en el cuadro. Se suponía que dentro debía haber un pajarillo. Pero, por una u otra razón, no lo podía terminar. No pintaba el pajarillo. Desde hacia varios años, 5 o 6, no había tenido acercamientos sexuales a nivel de coito. Ni con hombres ni con mujeres. Sin embargo, tenía una novia desde hacia tres o cuatro años. Ella llegó a presionarlo porque el "jugaba" a evadirla: casi no la besaba, todo se lo discutía. Al grado de que llegó a decirle que a él le encantaba ser "el antagonista de su película". Un día lo botó. Y se deprimió enormemente. Llegó a comprender, desde la excelente capacidad de analizabilidad que tenía, que le era útil para refrenar sus impulsos homosexuales que le llenaban de culpa y de vergüenza. Un día se permitió salir con un chico y le resultó muy gratificante. En breve "formalizaron" su relación e hicieron planes de vivir juntos. Poco después, pudo terminar su cuadro y también consumar sus planes. Dice un refrán a propósito de este material, en el cual la defensa obsesiva de la duda ante la culpa concomitante al deseo, demoraron la decisión hasta que el paciente pudo llegar a sentirse, primero respetado y luego fortalecido: "Hay quienes se hacen jaula, pá que les metan el pájaro".
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Autor:
Fernando Romero
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