Los lenguajes de la economía. Un recorrido por los marcos conceptuales de la economía (página 9)
Enviado por Yunior Andrés Castillo Silverio
Aquí, la hipótesis central es, en efecto, que la reproducción del conjunto del sistema puede tomar formas distintas. Por lo tanto, en un estudio de largo plazo es fundamental analizar con precisión los cambios cualitativos y cuantitativos que fueron necesarios para que persistan las relaciones capitalistas en general. En definitiva, el imperativo y la lógica de la acumulación pueden tomar formas muy contrastadas, cuyas consecuencias, en términos de dinámica económica y de configuración social, no son de ninguna manera equivalentes. De allí el interés por un segundo nivel de análisis que intenta pasar de las relaciones sociales en general a su configuración específica, en un país y en una fase histórica dados.
Conceptos y categorías (II): las formas institucionales.
La noción de forma estructural -o institucional- tiene por objeto esclarecer el origen de las regularidades que canalizan la reproducción económica durante un período histórico determinado. Se define como forma institucional (o estructural) a toda codificación de una o varias relaciones sociales fundamentales. Las formas institucionales pertinentes se derivan, pues, de la caracterización realizada del modo de producción dominante. Así, respecto al capitalismo, existen tres formas institucionales que son fundamentales. En primer lugar, la moneda, quizá la más globalizadora, porque define un modo de conexión entre unidades económicas. En segundo lugar, la relación salarial, que es esencial porque caracteriza un tipo particular de apropiación del excedente. Por último, la competencia, porque ella describe las modalidades que asume la relación entre los centros generadores de acumulación. (Boyer, 1987). A éstas se añaden las modalidades de inserción internacional de las economías y la extensión y modalidad de actuación del Estado.
Las formas de la restricción monetaria.
La moneda no es una mercancía particular, sino una forma de poner en relación a los centros de acumulación con los asalariados y otros sujetos mercantiles. Diversas modalidades de la restricción monetaria son posibles, según sea el carácter metálico o desmaterializado de la moneda, el mayor o menor desarrollo de las diversas funciones que ella cumple y la dominación de una lógica privada o pública, internacional o nacional.
Es evidente que la forma monetaria mantiene relaciones estrechas con los espacios nacionales e internacional. Por un lado, la moneda constituye uno de los atributos claves de los Estados-naciones y tiende a homogeneizar un espacio de circulación de mercancías en el seno de fronteras que son esencialmente políticas. Pero, por otro lado, la iniciativa de los agentes mercantiles, o una convertibilidad instituida por las autoridades monetarias, asegura una correspondencia con otros espacios de circulación, de manera que la lógica monetaria supera el Estado–nación e impone limitaciones a su autonomía.
Las formas de la competencia.
¿Cómo se organizan las relaciones entre un conjunto de centros de acumulación fraccionados y cuyas decisiones son a priori independientes unas de otras? La noción de forma de competencia permite responder a esta pregunta, distinguiendo diversos casos extremos. Por una parte, se encuentran los mecanismos competitivos, esto es, cuando la confrontación ex post en el mercado, es la que define la validación o no de los trabajos privados. Por otra, el monopolio, que tiene lugar cuando prevalecen ciertas reglas ex ante de socialización de la producción por parte de una demanda social que tiene una magnitud y una composición sensiblemente equivalente.
El análisis realizado por los regulacionistas pone un menor acento en los fenómenos de concentración y centralización como características de las estructuras y un mayor sobre sus consecuencias en materia de acumulación y de dinámica de la ganancia. En efecto, lo que importa es explicar cómo contribuyen los cambios en la competencia en cuanto al pasaje de un régimen de acumulación a otro. Ahora bien, desde un punto de vista teórico, nada garantiza que estos cambios sean los más esenciales. En algunos casos, ellos van juntos con las transformaciones de la relación salarial (taylorismo y fordismo) y de la restricción monetaria (relaciones entre monopolización y monedas de crédito). En otros casos, ellos provocan estas mismas transformaciones.
Las modalidades de adhesión al régimen internacional.
La adhesión al régimen internacional se define por la conjunción de reglas que organizan las relaciones entre una economía nacional y el resto del mundo, tanto en materia de intercambios de mercancías como de localización de las producciones, a través de la inversión directa, o del financiamiento de flujos y saldos exteriores. En este sentido, es común oponer por un lado una acumulación casi autárquica y por el otro una dinámica económica nacional que no es más que la proyección, en el territorio considerado, de una lógica que sólo encuentra su verdadera expresión a escala mundial. En realidad, los enfoques desde el punto de vista de la regulación conducen a una concepción mucho más matizada y desarrollan una serie de nociones intermedias que, partiendo del régimen internacional -es decir, de la configuración de los espacios económicos y de su conexión- define la noción de áreas estratégicas, como el conjunto formado por las potencialidades que le son impuestas por el régimen internacional.
Más allá del problema de la inserción internacional de un país dado, se plantea otra cuestión: la de las fuerzas que aseguran la cohesión del régimen internacional considerado como un todo. ¿Puede definirse el equivalente de las formas institucionales nacionales, oponer diferentes principios de cohesión y mostrar que ellos se han sucedido o combinado en el curso de la historia?
Las formas del Estado.
El Estado aparece como la suma, frecuentemente contradictoria, de un conjunto de compromisos institucionalizados (Delorme y André, 1983). Estos compromisos una vez realizados, crean reglas y regularidades en la evolución de los gastos e ingresos públicos, según casi-automatismos que, al menos en principio, son radicalmente distintos de la lógica del intercambio mercantil.
En este sentido, las formas institucionales y los compromisos institucionalizados aparecen como estrechamente interdependientes. De un lado, las formas de la relación salarial y de la competencia no dejan de tener consecuencias en la gestión de las transferencias sociales y del gasto público, con objetivos económicos. Por otro lado, el derecho, los reglamentos y las reglas impulsadas o autentificadas por el Estado, tienen un papel frecuentemente determinante en la difusión y a veces en la misma génesis de las formas institucionales esenciales. Así ocurre en la gestión de los costos colectivos asociados al asalariado e incluso en la codificación de ciertas reglas de competencia (reglamentación industrial, sistema fiscal, demanda pública …).
Teniendo en cuenta la multitud y la complejidad de los lazos entre las intervenciones del Estado y la actividad económica, no es sorprendente que se haya podido asociar el pasaje de un régimen de acumulación a otro, con una mutación en las formas del Estado. Circunscrito o inserto, este último es, pues, parte integrante del establecimiento, desarrollo y crisis de todo régimen de acumulación. En estas condiciones, el Estado no podría definirse como exterior al sistema económico, sin que por lo tanto se deba adoptar una concepción estrictamente funcionalista de sus intervenciones. Aquí no prevalece ni la predeterminación estricta, ni la completa autonomía de las formas asumidas por la intervención estatal.
La relación salarial.
Con el término general de relación salarial, se quiere designar el proceso de socialización de la actividad de producción bajo el capitalismo: el trabajo por cuenta ajena. Pero pueden existir varias formas de organización de este último. Se llamará forma de la relación salarial el conjunto de las condiciones jurídicas e institucionales que regulan el uso del trabajo asalariado, así como la reproducción de la existencia de los trabajadores. Estos dos términos definen, por tanto, el tipo de inserción del asalariado en la sociedad y el circuito económico. A priori, las diferentes formas de la relación salarial resultan de la combinación de un tipo de organización del trabajo y, más en general, de las normas de producción y de un modo de vida definido por el equivalente a un conjunto de normas de consumo.
De forma más analítica, resulta práctico descomponer la relación salarial en cinco de sus componentes:
? la organización del proceso de trabajo,
? la jerarquía de las cualificaciones,
? la movilidad de los trabajadores (dentro de la empresa y entre empresas)
? el principio de formación del salario, directo e indirecto.
? la utilización de la renta salarial.
A este respecto conviene realizar algunas observaciones. En primer lugar, la pertinencia de la relación salarial es mayor cuando se estudian sociedades capitalistas llegadas a la madurez, en las que la tasa de asalarización es considerable y están dominadas las demás formas de actividad. En segundo lugar, el contenido de este concepto es lo bastante amplio para que se puedan prever a priori fuertes interrelaciones entre la forma de la relación salarial y el tipo de regulación. Y, en tercer lugar, los cambios ocurridos en la organización del trabajo, en la formación de los salarios, en la forma de vida se manifiestan en la historia del capitalismo industrial, lo que hace posible formas muy encontradas de relación salarial.
Las formas de relación salarial que, históricamente, se reconocen son tres: Por una parte, la competitiva: caracterizada, además, por una débil inserción del consumo de los trabajadores en la misma producción capitalista. Por otra parte, la taylorista: que instituía una reorganización considerable del trabajo, pero sin mutaciones equivalentes en el modo de vida asalariado. Por último, la fordista: que codificaba un cierto paralelismo entre la progresión de las normas de producción y la difusión de nuevas normas de consumo. De todo ello se desprende que la relación salarial tiene relación con los diferentes regímenes de acumulación, al menos en las economías capitalistas dominantes.
Aportaciones y debilidades de la Escuela de la Regulación.
Muchas y ricas han sido las aportaciones de esta escuela. Sus ideas se han extendido por diferentes ámbitos paradigmáticos y temáticos. Sin embargo, subsiste una tensión entre la elaboración de categorías analíticas que permiten una lectura del pasado reciente del capitalismo y el virtual uso de las mismas para avanzar prospectivamente.
La posible debilidad del carácter prospectivo de los conceptos, se extiende también al ámbito de la política pública. Cuanto se analiza la realidad de un cierto modo holístico y como resultado de articulaciones y urdimbre de partes, las recetas no resultan fáciles, pues lo primero que se evidencia ante una propuesta de actuación es la incidencia -posiblemente negativa- sobre otras partes del sistema. Éste es, sin lugar a dudas, un punto débil de la Teoría de la Regulación. Debilidad que se ha ido subsanando con el avance teórico.
La creación de una Economía evolucionista.
Pluralismo, metáforas y transferencias.
Uno de los puntos de partida de la Economía evolucionista es la consideración de que existe una crisis en el seno mismo de esta ciencia. Esta crisis se mostraría en sus conceptos y preceptos fundamentales. Por ello, se manifiesta la opinión de que una revitalización exige nuevos conceptos y preceptos. Sin embargo, la existencia de una crisis en el seno de una ciencia no garantiza que se vayan a superar los problemas y anomalías, para pasar a un contexto teórico nuevo y superior; el progreso no es inevitable (Hodgson, 1993). Esta consideración supone, de hecho, la aplicación al ámbito de la propia ciencia económica de uno de los preceptos fundamentales de la Economía Evolucionista: la pluralidad de trayectos posibles que la evolución puede acarrear y la consideración de que la evolución no implica forzosamente el tránsito hacia niveles superiores, óptimos o de mayor eficacia y eficiencia. La pluralidad de trayectorias, en el ámbito del conocimiento científico económico, afecta tanto al resultado como al punto de partida.
Las bases conceptuales del desarrollo teórico evolucionista en Economía se encuentran en los filósofos realistas, el pragmatismo norteamericano, el organicismo y los sistemas de pensamiento de Whitehead y Hoestler, junto con elementos del viejo institucionalismo, las teorías de Keynes y de los poskeynesianos. Pero las ideas evolucionistas han tenido un notable resurgimiento en Economía durante la década de los años ochenta, sobre todo, a partir de la publicación del libro de Richard Nelson y Sidney Winter (1982): An Evolutionary Theory of Economic Change.
Pero, tal vez la característica más significativa de la Economía evolucionista, en cuanto a sus puntos de partida, sea el uso de metáforas y de la abducción como método de construcción conceptual. La abducción emerge como una tercera categoría frente a la dicotomía entre inducción y deducción. La abducción es el proceso por el cual se establece una hipótesis explicativa. Es el único proceso lógico que da lugar a una idea nueva, ya que la inducción se limita a determinar el valor, y la deducción meramente desarrolla las consecuencias evidentes de una hipótesis pura.
Peirce vio que la transferencia aductiva de la metáfora de una disciplina a otra era una fuente importante de creatividad y novedad en una ciencia. De esta manera se razona que una fuente de creatividad en la ciencia proviene de la yuxtaposición de dos campos de referencia distintos, de tal manera que las ideas existentes que antes estaban separadas pueden fertilizar entrecruzándose. Esta yuxtaposición tiene lugar por medio de la transferencia de conceptos y preceptos de una ciencia a otra, por medio de la generación de metáforas.
Las metáforas biológicas en la Economía evolucionista.
Las metáforas o transferencias de conceptos en Economía no afectan únicamente a la biología. En opinión de muchos autores, en el marco conceptual principal en Economía existe una base formada por metáforas mecanicistas. Pero, también las metáforas biológicas de la Economía evolucionistas no son las únicas que han tenido lugar a lo largo de la historia del pensamiento económico. De hecho, Alfred Marshall cuenta en sus Principios con continuas referencias a la biología y al mundo vivido; también Paul Krugman, en uno de sus últimos libros, se ejercita en el juego metafórico (La organización espontánea de la economía).
Para la revitalización de la Economía, la Economía evolucionista y, muy especialmente Hodgson (1993), desarrollan las metáforas biológicas basadas en ciertos marcos conceptuales de la Biología. De ello, se desprende, en opinión de Hodgson, una serie de ventajas y mejoras: ensalza una preocupación por los procesos irreversibles, por el desarrollo a largo plazo -en lugar de por ajustes marginales a corto plazo-, por el cambio cualitativo además del cuantitativo, por la variedad y la diversidad, por las situaciones sin equilibrio así como las situaciones de equilibrio, por la posibilidad de errores sistemáticos y persistentes y por el comportamiento no optimizador.
Así pues, en este mirar a la Biología se aleja la Economía evolucionista de otros planteamientos propios de lo que puede denominarse darwinismo social. Éste está sustentado en conceptos como rivalidad, competencia, egoísmo, escasez, …; y hace apelaciones a la selección natural competitiva como forma eficiente de supervivencia. En cambio, para la Economía evolucionista, los procesos evolutivos, en un contexto económico, no conducen necesariamente a resultados eficientes u óptimos.
Las bases conceptuales transferibles.
La evolución filogénica -una de las posibles dentro de una taxonomía evolutiva- abarca la selección natural, en la que el equilibrio probablemente no llegue a darse; la creatividad y la variedad no están forzosamente restringidos, el equilibrio puede darse de forma temporal. Las diferentes tasas de supervivencia vienen expresadas por el vocablo sortear. Y ésas pueden deberse a muchos factores, incluida la suerte. Este concepto no implica mecanismo causal específico. En cambio, el término selección implica una causalidad: un organismo sobrevive porque tiene mayor capacidad de adaptación a un entorno dado[42]
La evolución filogénica abarca toda clase de sorteos, no sólo la selección. Pero aquí nos centraremos en ésta y en selecciones análogas. Algunos de los componentes esenciales de la selección serían: En primer lugar, tiene que haber variaciones sostenidas entre los miembros de una especie o de una población. Puede haber variaciones ciegas, aleatorias o intencionadas en las características, pero sin ellas, insistía Darwin, la selección natural no puede darse. En segundo lugar, tiene que darse algún principio de continuidad o de herencia mediante el cual la descendencia tenga un mayor parecido con sus progenitores que con los demás miembros de la especie. En otras palabras, tiene que darse algún mecanismo a través del cual las características individuales vayan pasando a generaciones futuras. En tercer lugar, la selección natural actúa bien porque los organismos mejor adaptados tienen una mayor descendencia, o bien porque las variaciones o las combinaciones de genes que se mantienen a lo largo del tiempo son aquéllas que tienen ventajas en la lucha por la supervivencia. Éste es el principio de la lucha por la supervivencia. Es importante señalar que la selección evolutiva en biología se produce a través de tasas diferenciales de muertes y de nacimientos; es una cuestión tanto de procreación como de destrucción.
La aplicación de la metáfora de la selección natural a la Economía ha de hacerse en base a principios análogos. Pese a ser discutible, se puede decir que las unidades de selección en la evolución económica pueden ser los individuos, las rutinas, las instituciones o los sistemas.
El principio de variación.
Este principio resalta el papel que tienen la variedad y la diversidad; y, su importancia es evidente cuando se piensa en términos de población. El hecho de que la evolución socioeconómica abarque tanto el comportamiento intencionado como la herencia de características adquiridas tiene suma importancia. En el ámbito de la biología y, en especial en pequeñas poblaciones, las mutaciones estocásticas se pueden acumular y causar una desviación genética. En los sistemas socioeconómicos es posible una desviación mucho más rápida, a través de imitaciones, mejoras y herencia de cualidades adquiridas. Dado que el comportamiento socioeconómico es intencionado, los sistemas de valores, las visiones del futuro, las expectativas económicas, pueden guiar y acelerar este proceso.
Utilizando términos procedentes de la biología, puede distinguirse dos fuentes de variación: por una parte, la variación autogénica que se origina a sí misma o está causada por fuerzas procedentes de la propia institución. Por otra, la aleogénica, causada por fuerzas externas a la institución.
En la evolución económica, la fuente de variación no es únicamente el errar. La evolución filogénica se produce en sistemas abiertos que pueden importar variedad de otros sistemas, o generarla a través de los actos creativos de los propios agentes. En el contexto económico esto significa que no hay únicamente un crecimiento económico cuantitativo, sino también innovaciones tecnológicas, desarrollo de nuevos productos, construcción de nuevas estructuras e instituciones, todo ello con nuevas dimensiones y vínculos. La evolución es tanto cualitativa como cuantitativa.
Principios de herencia, selección y lucha.
El principio de herencia sugiere que las unidades de selección de la evolución económica tienen que tener una cierta durabilidad y resistencia, aunque sean menos permanentes que los biológicos. Además, tiene que existir algún mecanismo que transmita las características a otras unidades. Para Veblen y Nelson y Winter, las costumbres y las rutinas son un componente estable e inerte y suelen mantener sus características más importantes constantes a lo largo del tiempo. Pese a ser más maleables, costumbres y rutinas tienen un grado suficiente de durabilidad como para poder considerar que poseen cualidades cuasi-genéticas.
Los principios de selección natural y de lucha por la existencia postulan algunos mecanismos para los cuales las unidades mejor adaptadas pueden aumentar en número, ya sea de forma relativa o absoluta. Veblen y otros autores proponen que las unidades de selección en la evolución socioeconómica son las instituciones, sugiriendo que algunas instituciones desaparecen porque no están bien adaptadas a su entorno socioeconómico general.
Sin embargo, existe la posibilidad de que una analogía estricta con la selección natural no tenga cabida aquí. Estos procesos de selección requieren un grado de estabilidad en las propias instituciones y en la naturaleza del proceso selectivo. Este proceso tiene que darse a lo largo de un período de tiempo suficientemente largo. De lo contrario, la selección no puede dar resultados consistentes. Además, existe la posibilidad de que algunas instituciones tienen menos capacidad para pasar sus características y así, «procrearse» a través de la imitación. La selección natural de las instituciones no es simplemente una cuestión de tasas de mortalidad relativas de los diferentes tipos de instituciones, sino también la probabilidad de que diferentes tipos de instituciones se establezcan al principio del proceso.
Al igual que en el caso de la evolución biológica, la selección de algunas entidades y la extinción de otras no implica necesariamente que las entidades más favorecidas sean moralmente justas, o que sean superiores en términos absolutos. Una de las razones de que esto sea así es que el proceso selectivo siempre opera en función del entorno.
Los conceptos de aptitud y adaptación
En biología, los conceptos de adaptación, aptitud y éxito evolutivo han sido controvertidos y problemáticos. El éxito evolutivo es una medida retrospectiva del incremento o decremento relativo de la descendencia de un linaje, como fracción de una población específica en un intervalo temporal dado. Por el contrario, la aptitud se refiere a la propensión de una unidad para triunfar en esos términos. La adaptación se refiere a cualquier carácter heredable que aumente la aptitud de una entidad dentro de un conjunto dado de entornos, o del proceso evolutivo que culmine en el establecimiento de ese carácter en la población de entidades. De este modo queda claro que la aptitud no es lo mismo que la supervivencia. Además, la idea es falsa: es posible que las unidades con mejores aptitudes no logren sobrevivir.
Si la unidad de selección general de la evolución económica es la institución, no es apropiado considerar el éxito evolutivo simplemente en términos del número de instituciones. Refiriéndose a la evolución económica en el contexto de una economía capitalista, una medida mejor del logro de una institución dentro de ese sistema sería la tasa de crecimiento de sus activos, valorada a través del mercado en términos monetarios. Sobre esta base, se puede adoptar la definición de «aptitud» de una institución económica. La aptitud de una institución económica se define como la «propensión a acumular». De forma útil, se conecta así la noción de eficiencia económica con la de crecimiento económico. Una institución adaptable es aquella que posee características que le dan una mayor propensión a invertir o a acumular mayores beneficios y a tender a revertir la mayor parte de esos beneficios en inversiones.
Determinismo, elección, intencionalidad y búsqueda de objetivos.
Podemos definir de manera amplia el determinismo como la visión de que los resultados están condicionados por leyes causales. Se considera que el libre albedrío implica que, en determinadas condiciones, un agente puede actuar en función de una variedad de formas posibles. Esto último implica que el resultado escogido no está totalmente determinado o causado.
Las elecciones racionales que los economistas atribuyen a los agentes económicos no muestran ningún signo de razonamiento intencionado; son respuestas programadas a las circunstancias en las que se encuentran esos «agentes». Además, para que tenga sentido, la elección tiene que producirse en condiciones de incertidumbre. Si la idea de libertad de la voluntad puede establecerse de esta manera, la noción de comportamiento intencionado tiene aún más fondo y significado. Además, hay una base más clara para la distinción entre las explicaciones de los acontecimientos basándose en las intenciones humanas y las explicaciones basándose en las causalidades; es decir, que las explicaciones intencionales se distinguen de las explicaciones causales (supra).
Además, el problema radica en distinguir entre un agente humano intencionado y una máquina perseguidora de objetivos. El agente intencionado humano es esencialmente distinto porque puede cambiar sus objetivos, y lo que es más, eso puede ocurrir sin que se produzca ningún estímulo externo.
La teoría del caos y la indeterminación y sus límites.
Nunca podremos demostrar la existencia de la indeterminación porque siempre existe la posibilidad de que esté operando un mecanismo causal desconocido y oculto. Sin embargo, lo que sí sabemos gracias a la teoría matemática del caos es que, incluso si el mundo es determinista, casi seguro que se comportaría con una aleatoriedad aparente, incluso no probabilística, y de forma impredecible. Queda pues establecida la posibilidad de un «caos determinista».
Por otra parte, no debe descartarse el hecho de que tras comportarse deterministamente, un sistema puede alcanzar un punto de bifurcación en el que se hace inherentemente imposible determinar la dirección que tomará el cambio; una leve e imperceptible perturbación podría llevar al sistema por una dirección en vez de otra. Sin embargo, existen límites a la indeterminación, pues aunque podemos considerar que la novedad y la creatividad son posibles, cada mente humana tiene poderes de imaginación y expectativas limitados. Además, estos límites serían el resultado de las experiencias y de los hábitos de pensamiento enmarcados en la cultura a la que pertenece el individuo. Por lo tanto, aunque aún hay una indeterminación real, podemos estar restringidos internamente en nuestra imaginación y elección.
Existen influencias externas que moldean los propósitos y las acciones de los individuos, pero la acción no queda totalmente determinada por ellas. El entorno influye, pero no determina completamente ni lo que busca el individuo, ni lo que puede conseguir. El individuo se rige por sus hábitos de pensamiento, pero éstos no le impiden elegir. Hay acciones que pueden no estar causadas, pero al mismo tiempo existen pautas de pensamiento o comportamiento relacionadas con el entorno cultural o institucional en el que actúa la persona. En definitiva, la acción está parcialmente determinada y parcialmente indeterminada: es en parte predecible, pero en parte es totalmente impredecible. E1 futuro económico sigue siendo incierto, en el sentido más radical; sin embargo, al mismo tiempo la realidad económica proporciona un grado de orden siguiendo determinadas pautas.
En síntesis, es deseable afirmar la importancia de la indeterminación y de la espontaneidad en la acción humana, pero también hay que reconocer sus límites. En algunas esferas y dimensiones la acción puede estar indeterminada pero no en otras. Afirmar la existencia de indeterminación no es negar sus limitaciones: la acción también está moldeada y limitada por las influencias de la cultura, las instituciones y el pasado.
Hábitos e instituciones.
La aceptación de que la imaginación y la elección pueden estar limitadas por la cultura nos lleva a considerar la naturaleza y los límites del comportamiento intencionado consciente. La razón y la imaginación dependen de los conceptos y están limitados por las percepciones, las cuales, a su vez, están afectadas por nuestra cultura social. Sin embargo, el propósito de este argumento no es reducir la explicación de la acción humana sólo a la cultura. Y aquí entre en juego la reinstauración del concepto de hábito. Al establecer una categoría de comportamiento no deliberado es posible, en primer lugar, encontrar una base para un cierto grado de estabilidad y continuidad en la vida social; en segundo lugar, realza la idea de la elección y del comportamiento deliberativo con el que contrasta; y en tercer lugar, proporciona la base, facilitando el equivalente al gen, para desarrollar una teoría genuinamente evolucionista tanto en Economía como en las ciencias sociales. El hábito tiene un lugar en la jerarquía del pensamiento y la acción, afectando a varios niveles. Incluso los modos de pensamiento y de razonamiento más deliberados están a su vez gobernados por los hábitos de pensamiento, implicando clases de conceptos y métodos de cálculo particulares.
Puede parecer paradójico, pero la idea de una acción intencionada depende de la fijeza de una serie de conceptos, reglas y marcos conceptuales. El hábito no es un comportamiento meramente automático. Incluso el hábito menos engranado es objeto de una actividad mental recurrente y de una valoración. Esto se debe en parte a que los hábitos provocan y se entrelazan con otros hábitos. Sin embargo, esto no implica que se delibere sobre los hábitos a niveles de conciencia superiores. En cambio, se delibera sobre los hábitos a un nivel de «conciencia práctica», con la mentalidad rutinaria y del trabajo del día a día. Por lo tanto los hábitos tienen tanto aspectos intencionales como causales.
La unidad relativamente invariable es la institución social. Podemos definir las instituciones ampliamente. Esta definición se refiere a las pautas, concebidas vulgarmente, de comportamiento y de hábitos de pensamiento, de naturaleza rutinaria y perdurable, que se asocian con la gente que interactúa en los grupos o en los grandes colectivos. Las instituciones permiten un pensamiento y una acción ordenados al imponer la forma y la consistencia en las actividades de los seres humanos. En general, se sugiere que los hábitos y las instituciones desempeñan un papel evolucionista similar al del gen en el mundo natural. Se observa que las instituciones tienen un carácter estable e inerte, y que tienden a sostener y a «traspasar» sus características importantes a lo largo del tiempo. Las instituciones son consideradas como resultados o como reforzadoras de los procesos de pensamiento rutinizados compartidos por una serie de personas en una sociedad determinada.
Así pues la institución es «una invariabilidad socialmente construida», y se puede considerar a las instituciones como unidades o entidades de análisis. Esto contrasta con la idea del individuo como unidad irreducible del análisis en la economía neoclásica, y se aplica tanto a la microeconomía como a la macroeconomía. Por lo tanto, las teorías basadas en agregados se hacen posibles cuando se basan en las correspondientes instituciones sociales. El dinero es una unidad de cuenta legítima porque el dinero, en sí mismo, es un medio institucionalmente sancionado; las funciones de consumo agregadas debieran referirse a conjuntos de personas con fuertes vínculos institucionales y culturales; etcétera. Una vez más, esto contrasta con el planteamiento basado en un razonamiento a partir de axiomas que se basan en supuestas universalidades sobre el comportamiento individual. Este planteamiento basado en especificaciones institucionales, y no en universalidades ahistóricas, es característico de la economía institucional, y tiene paralelismos en ciertas economías de las escuelas marxianas y poskeynesianas.
Esto no significa, por supuesto, que se considere que las instituciones son inmutables. Las instituciones pueden, en sí mismas, cambiar, y no tienen ninguna perdurabilidad semejante a la de los genes. Lo que es importante resaltar es la invariabilidad relativa y el carácter autorreforzador de las instituciones para poder considerar el desarrollo socioeconómico como períodos de continuidad institucional interrumpidos por períodos de crisis y de desarrollo más rápido.
Algunas observaciones respecto a la evolución institucional.
Considerando las jerarquías superpuestas de instituciones formales e informales, también es probable que la capacidad de adaptarse a los cambios, y, por el contrario, a conservar los hábitos y las rutinas, sea diferente en distintos niveles. Las acciones habituales no hay que volverlas a aprender tras una interrupción de varios meses. Si no fuese así, se gastaría demasiado tiempo en aprender de nuevo esa capacidad tras haber dejado de utilizarla. Así pues, la «mutación institucional» no es lo mismo que la mutación genética, y no podemos suponer de manera automática que está operando un proceso de selección natural darwinista. Este último implica una acumulación gradual y la selección de pequeñas mutaciones a lo largo de grandes períodos de tiempo, mientras que en el caso de las instituciones la adaptación es mucho más rápida y existen muchas menos posibilidades de que se produzca una selección de las que fomentan la eficiencia.
Otra diferencia principal entre la evolución económica y la biológica es que los hábitos y las rutinas, que se consideran análogos a los genes en el ámbito económico, son mucho más susceptibles de sufrir cambios que los genes biológicos. Además, los genes biológicos se transmiten mediante la reproducción sexual, en tanto que en las economías se pueden adquirir y difundir hábitos y rutinas sin que se produzca una transferencia de personas. El boca a boca, las redes informales y la imitación adquieren pues suma importancia en las economías modernas.
Aunque variación y diferenciación institucional se produce mucho más rápida y extensamente que la mutación del mundo biológico, la inercia observada de la evolución cultural e institucional sugiere que existen importantes fuerzas estabilizadoras. Puesto que los procesos selectivos no asegurarán un camino riguroso hacia una mayor eficiencia, no existen fundamentos para proclamar que la evolución producirá el mejor de los mundos posibles. En cualquier sistema social existe un intercambio entre el comportamiento rutinario y las decisiones variables o volátiles de otros agentes y de los resultados de estas decisiones.
Esta visión no determinista subraya tanto el peso de la rutina y del hábito en la formación del comportamiento como la importancia de algunos elementos de deliberación estratégica y sus posibles efectos perturbadores sobre la estabilidad. Con estos ingredientes es posible prever procesos mediante los cuales, durante largos períodos, los hábitos de pensamiento y de acción reinantes se van reforzando y estabilizando acumulativamente. Pero este mismo proceso puede llevar a un brusco y rápido cambio. La propia osificación de la sociedad podría llegar a diezmar el sistema económico debido a una competencia externa más vigorosa, o podría producirse una reacción interna que acarrease un nuevo orden moderno.
Notas: [1] Aunque no cualquier universo nuevo pueda florecer.
[2] Este punto de vista no es incompatible con el hecho destacado por Lakatos de que muchos programas de investigación tienen su origen en antiguos programas con los cuales y por su propio desarrollo se han vuelto incompatibles.
[3] Esta cita, debida a A.B. Wolfe, está extraída de Alan F. Chalmers (1982, pp 22-3).
[4] Ciertamente, esta última aseveración ha sido presentada con demasiada vaguedad. Posteriormente, en otro apartado ulterior, trataremos de precisarla.
[5] Por el momento, hablamos de teoría y de lenguaje teórico como equivalente, posteriormente precisaremos sus diferencias.
[6] Por ejemplo, si digo «el gato está encima del felpudo» sostengo indirecta o implícitamente la validez de cierta teoría óptica.
[7] Para el tratamientos de estos aspectos, seguiremos la exposición de Imre Lakatos (1972).
[8] Wittgenstein sostenía que sin esas normas públicas, normas que son compartidas por un grupo y que constituyen una «forma de vida», no sería posible el lenguaje, ni tampoco el pensamiento.
[9] Este resulta ser, para Lakatos, el elemento más importante para la continuidad del crecimiento científico.
[10] Para Lakatos, la rivalidad de dos programas de investigación es un proceso dilatado durante el que resulta racional trabajar en cualquiera de ellos -o en ambos si ello es posible.
[11] No son separables excepto, añade Kuhn, quizá dentro de una tradición única de una práctica científica normal.
[12] El por qué de las revoluciones científicas no es el único interrogante posible, además son importantes, entre otros, el cómo se producen en el seno de una comunidad científica particular y, qué consecuencias tienen para la práctica científica. A lo largo de su ensayo, Kuhn aporta elementos de respuesta para cada uno de ellos. No obstante, nosotros vamos a centrar nuestra atención fundamentalmente en el primer y tercer interrogantes.
[13] Esta asimilación conceptual no presupone de un modo general un cambio de paradigma. El valor atribuido a un nuevo fenómeno varía de acuerdo con nuestro cálculo de la amplitud con la que dicho fenómeno rompía las previsiones inducidas por el paradigma. De ahí que, en parte, Kuhn nos advierta que no todas las revoluciones científicas son revoluciones mayores.
[14] “Esta observación no significa que los científicos no rechacen las teorías científicas o que la experiencia y la experimentación no sean esenciales en el proceso en que lo hacen. Significa … que el acto de juicio que conduce a los científicos a rechazar una teoría aceptada previamente, se basa siempre en más de una comparación de dicha teoría con el mundo. La decisión de rechazar un paradigma es siempre, simultáneamente, la decisión de aceptar otro, y el juicio que conduce a esa decisión involucra la comparación de ambos paradigmas con la naturaleza y la comparación entre ellos.” (Kuhn, 1962, pp 128-9).
[15] Aunque no cualquier universo nuevo pueda florecer.
[16] “…, ¿es fija y neutra la experiencia sensorial? ¿Son las teorías simplemente interpretaciones hechas por el hombre de datos dados? El punto de vista epistemológico que con mucha frecuencia dirigió la filosofía occidental durante tres siglos, sugiere un sí inequívoco e inmediato. En ausencia de una alternativa desarrollada, creo imposible abandonar completamente ese punto de vista. Sin embargo, ya no funciona efectivamente y los intentos para que lo haga, mediante la introducción de un lenguaje neutro para las observaciones, me parecen ahora carentes de perspectivas.” (Kuhn, 1962, p 197). Una alternativa es la propuesta por el propio Kuhn.
[17] Para Kuhn este holismo está enraizado en la naturaleza del lenguaje. El lenguaje es una moneda con dos caras: una mira hacia afuera, el mundo; la otra hacia dentro, al reflejo del mundo en la estructura referencial del lenguaje.
[18] “En general, sólo por el uso del aislamiento experimental podemos predecir acontecimientos físicos. (El sistema solar es un caso excepcional -un caso de aislamiento natural, no artificial-; una vez que el aislamiento quede destruido por la intrusión de un cuerpo extraño de tamaño suficiente, todas nuestras predicciones están expuestas a fallar). Estamos muy lejos de ser capaces de predecir, incluso en física, el resultado preciso de una situación concreta, como una tormenta o un fuego.”
[19] “Desde una perspectiva estrictamente filosófica, el problema central de la ética discursiva lo constituye la cuestión de la fundamentación racional de las normas morales. Sin embargo, la problemática de la realización histórica concreta de los principios ideales regulativos ocupa igualmente en la ética discursiva un lugar relevante.” (Michelini, 1991)
[20] Existe también un problema acerca de la acción temporal a distancia, o causación directa remota. Esta noción se denomina histéresis. Postular la histéresis es postular “el dogma científico ampliamente difundido de que todos los aspectos del conocimiento histórico pueden ser reemplazados en última instancia y en principio por un conocimiento estructural suficientemente profundo del estado actual de los fenómenos en cuestión.” (Wartofsky, 1968). Si no obstante muchos modelos, especialmente en las ciencias sociales, manifiestan histéresis, es porque todavía no hemos adquirido ese conocimiento estructural. Tanto los modelos probabilísticos como los modelos que implican una acción temporal remota reflejan nuestra ignorancia de la causalidad local determinista que se supone que funciona. La explicación causal en tales casos tiene rasgos que no se cree que estén presentes en las relaciones causales que los sostienen. No obstante, en algunos casos podemos suplir esta ignorancia recurriendo alternativamente al azar o a la histéresis.
[21] Este criterio sólo puede aplicarse a ideas estudiadas por alguna comunidad científica y respecto a las cuales haya un amplio acuerdo de los especialistas. No puede aplicarse a temas no abarcados por la ciencia de nuestro tiempo o respecto a los que no se haya alcanzado acuerdo. Qué sea una comunidad científica y cuándo puede considerarse que hay acuerdo en ella son cuestiones que vamos a dejar de lado aquí. Baste con señalar que el acuerdo general de la comunidad científica es algo que puede cambiar y con frecuencia cambia. Esto implica que un sistema racional de creencias no es algo estático, sino que va variando por diversos factores, uno de los cuales son las variaciones de la ciencia.
[22] La objetividad se halla íntimamente ligada al aspecto social del método científico, al hecho de que la ciencia y la objetividad no resultan (ni pueden resultar) de los esfuerzos de un hombre de ciencia individual por ser «objetivo», sino de la cooperación de muchos hombres de ciencia. Puede definirse la objetividad científica como la intersubjetividad del método científico.” (Popper, 1981; pp 385-6)
[23] Las características de los sustitutos han sido ofrecidas antes de la mano de Lakatos y Kuhn (supra).
[24] La frivolidad intelectual es la aceptación de creencias sin aplicar ningún tipo de estrategia (racional).
[25] En este apartado y en el siguiente hacemos uso de las éticas del diálogo, especialmente de las aportaciones de la escuela de Francfort.
[26] Sistema no significa más que lo particular sólo se entiende mediante su relación con el todo: la determinación de la verdad de un enunciado sólo es posible en un sistema de relaciones.
[27] Por mercado público se entiende, en toda la obra, generalmente aquel gran teatro de negociación, permuta, compra y venta que forman todas las naciones del mundo o todos los individuos de cada nación entre sí.
[28] Nosotros utilizaremos de la edición de W.J. Ashley de 1909 y su traducción castellana.
[29] Marx no dijo explícitamente en ninguna parte que la tasa de plusvalía debía considerarse como una constante ni demostró que fuera el 100 %. Mantuvo, sin embargo, que la mecánica interna del sistema capitalista impedía reducciones en la tasa establecida de plusvalía, como no fueran transitorias (Barber, 1967).
[30] Un punto sobre el que no existe consenso en la literatura es si el análisis de Marx contenía una teoría del ciclo económico.
[31] Para Schumpeter, “racionalizamos una acción nuestra cuando nos damos a nosotros mismos y damos a los demás razones en su apoyo que satisfagan nuestra pauta de valores, independientemente de la verdadera naturaleza de nuestros ingresos.”
[32] Véase el capítulo dedicado a J.M. Keynes.
[33] Así pueden encontrarse escritos –autodeclarados- postkeynesianos en compilaciones realizadas bajo perspectivas institucionales y estructurales. Escritos que además de compartir las páginas del texto, también comparten una serie de supuestos propios de estas corrientes.
[34] No debe olvidarse que Sraffa formaba parte del grupo de Cambrigde que colaboraba estrechamente con J.M. Keynes. A modo de ejemplo, puede mencionarse el caso de Luigi L. Pasinetti.
[35] Aunque en este caso, sería más acertado decir que ambas tradiciones – postkeynesianos y teoría de la regulación- comparten algunas ideas.
[36] Esta exigencia de consistencia lógica nos recuerda la Controversia del Capital mantenida entre autores postkeynesianos y neoclásicos y que, en última instancia, era un problema de inconsistencia lingüística.
[37] Cabe decir a este respecto que los precios relativos y la alteración de los mismos no es una preocupación importante en el análisis postkeynesiano.
[38] Por ejemplo, ante previsiones de caída en los precios, aumentar la producción con el objetivo de mantener un volumen global de ingresos.
[39] Ciertamente, este argumento, visto desde otra perspectiva teórica como la de Pasinetti (s.d.), no es en modo alguno sostenible. Pero en la medida que el propio Lucas no considera esta duda como explicación del ciclo, no nos detendremos en desarrollar una crítica de este punto.
[40] El origen del texto es la «Thèse» (Universidad de París I, octubre de 1974) de M. Aglietta, con el título Accumulation et régulation du capitalisme en longue période. Exemple des États-Unis (1870-1970)
[41] “La distinción entre infraestructura y superestructura, si es que retiene algún sentido, no es una distinción de niveles o de instancias lo mismo que no es una distinción entre instituciones.” (GODELIER, 1984). “Por principio, es una distinción entre funciones. La noción de causalidad en última instancia, de primacía de las infraestructuras, se refiere a la existencia de una jerarquía de funciones y no a una jerarquía de instituciones. Una sociedad no tiene arriba ni abajo y no consiste en un sistema de niveles superpuestos. Es un sistema de relaciones entre hombres, de relaciones jerarquizadas según la naturaleza de sus funciones, funciones que determinan el peso respectivo de cada una de sus actividades sobre la reproducción de la sociedad.” (GODELIER, 1984).
[42] Este punto es un error interpretativo básico que se comete en la transferencia de conceptos de la biología a la economía, pues en la primera la selección no se mide por la adaptación al entorno, sino por la capacidad reproductiva.
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Enviado por:
Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.
"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"®
Santiago de los Caballeros, República Dominicana,
2016.
"DIOS, JUAN PABLO DUARTE, JUAN BOSCH Y ANDRÉS CASTILLO DE LEÓN – POR SIEMPRE"®
Autor:
Elies Furio Blasco.
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