- Resumen
- Contexto epistemológico e ideológico
- Marco epistemológico de la economía clásica y neoclásica
- Modelo neoliberal
- Conclusiones
Resumen
Adam Smith en su obra "la Riqueza de las Naciones" publicada en 1776, fundamentado en los principios epistemológicos de la ciencia moderna y de la física newtoniana, sentó las bases de la ciencia económica al afirmar que la sociedad lograría de forma automática el equilibrio económico y la armonía entre sus miembros, si se permitía que cada individuo persiguiera en forma egoísta su máximo beneficio a través del acto de intercambio en el libre mercado. Desde entonces, los enfoques dominantes como la teoría neoclásica y el modelo neoliberal se han empeñado en demostrar la veracidad de esos postulados económicos sustentados con nuevas herramientas analíticas, pero con la misma filosofía y epistemia mecanicista y deterministas de las ciencias naturales del siglo XVII. Este esfuerzo ha tenido poco éxito dado que ese paradigma no se corresponde con el funcionamiento del capitalismo actual, también porque ha sido repulsivo a incorporar los principios de la nueva ciencia y porque rechaza dogmáticamente la crítica seria y rigurosa que la exhorta a replantearse tratándola de inocua.
Abstract. Adam Smith and "The Wealth of Nations" published in 1776, based his Master Piece in principles of the modern science of Newtonian Physics, and laid the basis for the economy science arguing that society would reach self-acting economic balance and harmony in society, if leading each individual searched egoistically for their own interests by free trade approaches. Since then, dominant approaches as neoclasical theory and neoliberal aproach have strongly showed the truth of economy postulates that have proved by applying new analytic tools, however with the same mechanistic and determinist epistemy and philosopy of the natural sciences in XVII century .This effort has had Little success due to these issues: paradigm does not match with neoliberal theory currently. First, because it has opposed to integrate principles of the new science and because it has rejected dogmatically to debates, which have persuaded it to rethink, making be "innocuous".
Contexto epistemológico e ideológico
El despuntar de la era moderna y del mundo capitalista, que tiene como punto de partida el "descubrimiento" de América, considerado como referencia para marcar división con el período inmediatamente anterior, señala el comienzo de una nueva ciencia que se constituye a partir de la revolución científica del siglo XVI, y que se fue desarrollando con dominio en las ciencias naturales en los siglos subsiguientes. Está identificada resolutivamente con la teoría heliocéntrica de Copérnico acerca del movimiento de los planetas, con las leyes de Galileo sobre la caída de los cuerpos, con las leyes de Kepler sobre las armonías naturales en la órbitas de los planetas, con la gran síntesis del orden y del equilibrio cósmico de Newton y con las premisas filosóficas y epistémicas planteadas por Francis Bacon y René Descartes.
El carácter científico y objetivo de esta nueva concepción, cuya función principal consiste en determinar constituciones o estructuras de los fenómenos del universo, se representa mediante razonamientos y demostraciones que permiten explicar los comportamientos que corresponden a los fenómenos del mundo material. Esto supone una delimitada descripción de las cualidades objetivas de los cuerpos cuantitativos y mensurables excluyendo de sí misma al hombre, es decir, de las cualidades subjetivas que lo integran. Argumento basado en las concepciones de Galileo que afirma que las matemáticas son el lenguaje en que se puede escribir la naturaleza de manera científica.
Es un conocimiento causal que aspira a la formulación de leyes, a la luz de regularidades observadas, con vista a prever el comportamiento futuro de los fenómenos. Los conceptos de espacio y tiempo concebidos como categorías absolutas e inmodificables, y dimensiones donde acontecen los hechos, se levantan como cimientos para la proposición de estas leyes que tiene como supuesto metateórico la idea de orden, equilibrio y de estabilidad del mundo, idea de que el pasado se repite en el futuro. Estas concepciones se adoptaron sin reservas, conllevando con el tiempo al determinismo científico; en el cual todo efecto tiene su causa determinante, y en esta relación de dependencia entre la causa y el efecto no hay cabida para el azar, el desorden y la discontinuidad.
En esta línea, el paradigma newtoniano concibe el mundo de la materia como una máquina cuyas operaciones y movimientos se pueden determinar exactamente por medio de leyes físicas y matemáticas. Esta idea del mundo-máquina es tan poderosa que se va a transformar en la gran hipótesis universal de la época moderna: el mecanicismo.
Esta propuesta mecanicista moderna, que no sólo se enfrentó al dogmatismo escolástico, sino también a la visión orgánica y holística aristotélica, se caracterizó por una preocupación insistente en la problemática del método -tan cuestionada hasta nuestros días[1]de la cual se derivaron posturas empiristas y racionalistas que enfatizaron uno de los dos momentos básicos del proceso cognitivo y, en tal sentido, constituyeron también formas específicas de reduccionismos en el orden epistémico, que tanto Kant como otras interpretaciones más dialécticas, integrales y complejas en pensadores posteriores, como las de Hegel y Marx, trataron de superar.
El auge de esta filosofía determinista, mecanicista y del método analítico-parcelario parten de la idea de que la ciencia es medición, por tal motivo buscaron su apoyo en la matemática. Para que tales enfoques fueran exitosos en la práctica había que presuponer que los elementos y las partes se podían sumar para acceder como resultado al sistema en que se constituían. Esta condición de aditividad exigía que las partes analizados fueran homogéneas e independientes, o vinculados a través de relaciones lineales, para que así la ecuación que reflejara el comportamiento del todo no añadiera ninguna información nueva sobre la ya contenida en las ecuaciones de las partes, es decir, que fuera no sólo suma sino combinación lineal de éstas.
Argüían los precursores empiristas que así como fue posible descubrir las leyes de la naturaleza, sería igualmente posible descubrir las leyes de la sociedad. Francis Bacon[2]por ejemplo, afirma la plasticidad de la naturaleza humana y, por tanto, su perfectibilidad, dadas las condiciones sociales, jurídicas y políticas adecuadas, condiciones que es posible determinar con rigor. En este mismo trazo, Thomas Hobbes se empeñaba en descubrir una ley general del movimiento en las sociedades humanas y sostenía que la razón misma no es sino cálculo, lo cual da a la aritmética una gran primacía epistemológica con la que se pretendía someter al mundo al imperio de la razón. Hobbes apunta que:
"cuando un hombre razona, no hace sino concebir una suma total por adición de parcelas, o concebir un resto por sustracción de una suma en relación con otra cosa. Pues tal como los aritméticos enseñan a sumar y sustraer en números, así los geómetras enseñan lo mismo con líneas, figuras, ángulos, proporciones, tiempos, grados de velocidad y fuerza. Los lógicos enseñan lo mismo en consecuencias de palabras, sumando dos afirmaciones para formar un silogismo, y muchos silogismos para formar una demostración; y de la suma o conclusión de un silogismo sustraen una proposición para encontrar la otra. En suma, en cualquier materia donde haya lugar para una adición y sustracción, hay lugar también para la razón, y donde esas operaciones no tienen lugar nada en absoluto puede hacer la razón"[3].
El compendio de esta cosmovisión mecanicista, elaborado por Descartes y por los empiristas Bacon, Vico, Hume y Locke, se amplió y se profundizó intelectualmente en el siglo XVIII contribuyendo al surgimiento del movimiento de la Ilustración que permitió crear las condiciones para la emergencia de las ciencias sociales en el siglo XIX. Este recorrido epistemológico de la ciencia moderna se condensó en el positivismo decimonónico, el cual consideró principalmente dos formas de conocimiento científico –las disciplinas formales de la lógica y de la matemática y las ciencias empíricas según el modelo mecanicista de las ciencias naturales–; tuvo influencia relevante en la configuración epistémica de la ciencias sociales y en particular de la ciencia económica dominante; hizo uso prioritariamente de cada una de ellas en sus distintas vertientes; y desconoció, autoritaria y dogmáticamente, otras concepciones que reivindicaban para las ciencias sociales un estatuto epistemológico y metodológico propio, con base en la especificidad del ser humano y en su distinción polar en relación con la naturaleza.
Son estos principios básicos que recoge la economía en su proyecto de erigirse como ciencia económica. Entre estos, la categoría del orden natural que ha servido para sustentar que la economía puede funcionar por sí sola, debido a su propio autodinamismo, sin necesidad de una fuerza exterior coactiva. Es un orden económico, que para los fisiócratas es superior y trascendente al orden positivo, artificial y humano, formado por las leyes y reglamentaciones de los organismos gubernamentales. Sus propias leyes, son leyes materiales, Independientes de la voluntad de los hombres; que funcionan con capacidad para reajustarse y perpetuarse con tal que se deje actuar libremente en el mercado.
Correlativamente se concibe entonces, la economía como ciencia objetiva y axiológicamente neutra, lo que significa tomar los valores como datos o hechos y al observador como independiente o neutro frente a la realidad. Creencia que se complementó con la idea del egoísmo como motor del progreso y de la competencia como algo natural, la cual fue desarrollada por Adam Smith y luego por el utilitarismo de Jeremy Bentham y John Stuart Mill. A partir de entonces, el egoísmo, la competencia y la búsqueda de placer constituyen los pilares axiológicos de la sociedad moderna.
Así fue como la ciencia moderna se constituyó en un saber autónomo e independiente de la filosofía, de la política, de la religión, etc. La economía en su proceso emulativo de aquellas, inicia su propio proceso de separación, que según, Louis Dumont[4]no registra antecedentes ni paralelo en las sociedades anteriores. Para este pensador, entre los aspectos específicos del cambio de valores que marca el paso de la sociedad precapitalista a la moderna se destaca, en primer lugar; la separación de lo económico y lo político, constituyéndose ésta división en el nódulo de la revolución ideológica moderna en lo que lo económico aparece por primera vez como dominio particular y autónomo en su proyecto científico. En segundo lugar; mayor valoración de la riqueza mobiliaria (compuesta de dinero y bienes) sobre la inmobiliaria (especialmente tierras) sobre la que reposaban relaciones de poder y se establecía la jerarquía sobre otros hombres, por esto lo económico y lo político no podían separarse, y por último, la prelación de las relaciones económicas sobre las relaciones sociales, arrojando como consecuencia una imagen totalmente invertida respecto a lo que han sido las prioridades en las sociedades feudales.
Esta analogía determinista y positivista es el horizonte preciso de una forma de conocimiento que se pretende utilitaria y funcional, y con mayor capacidad para dominar y transformar lo real que para comprender esa misma realidad. Es adecuada y funcional a los intereses de la burguesía ascendente en la que encaja cabalmente el "homo economicus" de Smith, la sociedad industrial de Spencer y la solidaridad orgánica de Durkheim.
Se puede colegir que para ese momento la estructura del mundo ideal social y económico, es un fiel reflejo de los principios newtonianos del atomismo y la mecánica. En tal estructura, las personas juegan el papel de esos pedacitos últimos de materia homogénea sobre cuya individualidad e independencia se construyó la sociedad capitalista. El sistema social no era más que la agregación simple de estos corpúsculos individuales, y su análisis se abordaba tratando de buscar la lógica de los impulsos elementales que ponían en funcionamiento a la sociedad-máquina, ese gran autómata al que Hobbes llegó a dar en su Leviatán proporciones antropomórficas. En esta misma obra donde se encuentran los orígenes del utilitarismo, filosofía que hizo progresar la idea de que el egoísmo es la fuerza motriz de la conducta humana. El concepto del "Homo Economicus" se acopla en esta razón mecánica llevando a concebir un subsistema social autónomo en el que los individuos se movían como robots empujados por fuerzas económicas.
Muchos son los ejemplos concretos que ilustran cómo los enfoques de la física clásica han servido para justificar la configuración de las instituciones económicas y políticas de la actual civilización industrial y forman parte de esa unidad ideológica que hoy se pone en discusión. Pues la síntesis newtoniana aportó la visión global y estructurada del mundo en la que se amparó esta civilización. Su funcionalidad, con vistas a la expansión del sistema social y económico hoy como enfoque de interpretación dominante en el mundo responde, en buena medida, a que sus enfoques científicos sirvieron para apuntalar ese "mito de la máquina" que aseguraba el mantenimiento del modelo de organización social mecánica que encarnó primero en el estado y que se extendió después por todo el cuerpo social a través de la empresa capitalista.
A principios de la década de 1920 surge una de las más rigurosas críticas al modelo de organización social mecánica: la de la escuela de Francfort, la cual estrechó un nexo entre hegelianismo, marxismo y teoría freudiana. En la dialéctica de la ilustración, Adorno y Horkheimer; emprenden una crítica a la racionalidad tecnológica, urgen un replanteamiento metodológico que neutralice los defectos parcelarios y sectoriales positivistas, rechazan el carácter de los hechos como datos inamovibles para considerarlos como problemas, impugna la confianza en la razón objetiva, por preferir la funcionalidad a la verdad de las teorías, es decir, la razón es pura y llanamente razón instrumental. Es así, porque individualiza, construye o perfecciona los instrumentos o medios adecuados al logro de fines establecidos y controlados por el sistema.
La sociedad en que se vive es absolutamente administrada y en ésta "el aumento de la productividad económica, por una parte, genera las condiciones de un mundo más justo, pero por otro lado otorga al aparato técnico y a los grupos sociales que disponen de él una superioridad inmensa sobre el resto de la población. Ante las potencias económicas, el individuo se ve reducido a cero. Al mismo tiempo, dichos poderes llevan a un nivel jamás alcanzado antes el dominio de la sociedad sobre la naturaleza. El individuo desaparece ante el aparato al cual sirve, y éste le reabastece mejor que en ningún momento anterior. En el estado injusto, la impotencia y la dirigibilidad de las masas crece al mismo tiempo que la cantidad de bienes que se le asignan"[5]
En este mismo orden, la teoría freudiana descubre un dominio del ser, dominio ontológico, un estrato de ser que no funciona con la lógica racional ni con el determinismo. Sustenta que en lo humano lo esencial es el sentido; y éste contiene dos niveles: el manifiesto y el latente. Estos no pueden ser abordados solamente preguntando por la causa, sino por el sentido de la persona, del individuo y de la sociedad. La complejidad del ser humano, no se puede explicar a partir de una causa única, de un principio en torno al cual puedan girar la totalidad de los conflictos e intereses; sino mediante la interpretación y la comprensión, de ahí que titula su gran obra la "Interpretación de los Sueños". El mundo humano no se puede reducir a lo natural, es primero y ante todo un mundo de sentido, y por eso no se puede investigar con los procedimientos de las ciencias naturales.
Marco epistemológico de la economía clásica y neoclásica
En el siglo XVIII, Adam Smith sentó las bases del paradigma económico liberal al afirmar que la sociedad lograría de forma automática el equilibrio económico, expresado en términos del proceso acumulativo del crecimiento económico y la armonía entre sus miembros, si se permitía que cada individuo persiguiera en forma egoísta su máximo beneficio a través del acto de intercambio, consagrando así el papel sacrosanto del mercado. Esto presume la naturaleza racional o maximizadora de los individuos que bajo los preceptos de una ley natural y soberana (que se expresa en economía mediante las leyes de la oferta y la demanda) de acuerdo con la cual los hombres, aunque sólo desean servir a sus propios intereses, son conducidos al mismo tiempo y automáticamente como por una "mano invisible" a realizar el bienestar social. Esta filosofía del derecho natural es análoga al universo físico descrito por la mecánica newtoniana.[6]
Equilibrio y armonía constituyen de esta forma los elementos centrales y más característicos de este paradigma. El equilibrio se considera una situación en la que todos los actores en todos los mercados están satisfechos, debido a que han alcanzado las expectativas que se tenían (se han realizado sus propósitos) y, por lo tanto, no se requieren alteraciones o ajustes más profundos sí se dejan que actúen en un libre mercado. Naturalmente, esto es totalmente compatible con el concepto de armonía, que supone que los sujetos económicos son unidades de comportamientos racionales y homogéneos independientemente de su etnia, de su riqueza y de su renta.
Este mundo de la teoría clásica se comporta "como sí" fuera perfecto. Los postulados de racionalidad y de libre mercado hacen que el sistema económico tienda a un "equilibrio natural" con ocupación plena de todos los factores de la producción. El mercado a través del sistema de precios que según la ley de de J.B. Say "toda oferta crea su propia demanda" considerado relevante sostén de la ortodoxia clásica, es el mecanismo autorregulador y autocorrector del proceso económico y de los eventuales transitorios desequilibrios del capitalismo.
En esencia, esta visión de mundo no ha cambiado, lo cual ha hecho que se le juzgue como teoría ortodoxa y dogmática pese a que sus teóricos se han empeñado en contradecir tal afirmación con resultados negativos. El modelo neoclásico, con su teoría estática del equilibrio parcial de Marshall, la teoría del equilibrio general de Walras, el monetarismo Friedmaniano y la teoría de las expectativas racionales del neoliberalismo, no han logrado demostrar que el equilibrio se logra en forma automática.
Por el contrario, lo que la realidad económica muestra son fuerzas conducentes al desequilibrio, discontinuidad, contradicciones y crisis cada vez más recurrentes, que pone de manifiesto que la visión del mundo propuesta dentro del paradigma económico dominante no se corresponde con el funcionamiento del capitalismo moderno. Estas fuerzas desequilibrantes están más cerca de los postulados del paradigma marxista y, de las premisas renovadas de la microfísica, en especial la teoría del caos. Al respecto, el premio nobel LLya Prigogine plantea: "Yo suelo afirmar que la materia en equilibrio es ciega, cada molécula solo ve las primeras moléculas que la rodean. En cambio, el no equilibrio hace que la materia vea" [7]
El carácter fundamentalmente empírico del análisis de la economía clásica hace que todo avance teórico debe ser comprobado en la práctica. Adam Smith retoma las concepciones del empirismo inglés sustentadas por David Hume y John Locke en la que la experiencia se considera como la única fuente del conocimiento. La tesis de Locke, afirma que "las ideas proceden de la experiencia y que, por lo tanto, la experiencia constituye el límite infranqueable de todo posible conocimiento" [8]De esta manera, el autor refuta no sólo la tesis cartesiana del innatismo sino la de los platónicos ingleses de la escuela de Cambridge y, en general, de todos los que en cualquier forma sostengan la presencia en la mente de contenidos anteriores a la experiencia, que habrían sido impresos en ella desde el primer momento de su existencia.
El proyecto de ideología político-social que se infiere de esta teoría confina al Estado a desempeñar un papel pasivo como agente económico: el de "agente guardián y policía", pues el sistema económico de libre mercado se encarga de realizar la óptima asignación de los recursos, maximizar la producción y proveer de ocupación plena a la población trabajadora. En el nivel internacional, esta teoría plantea que la política del libre comercio, bajo el patrón oro, lleva a aumentar las ganancias del intercambio para todos los países y finalmente a elevar el bienestar económico mundial. Por otra parte, afirma que el desarrollo del individualismo lleva al crecimiento y desarrollo "optimo" de la sociedad pues, a través del libre juego del mercado, la competencia perfecta se encarga de eliminar a los menos eficientes y sólo sobreviven los más capaces (Darwin). Este proceso lleva a maximizar tanto la producción como el bienestar social. Esta afirmación, como la anterior, es considerada como uno de los mayores mitos de la teoría económica.
La escuela neoclásica que surgió en el último cuarto del siglo XIX sostiene que el desarrollo económico es un proceso que en un libre mercado evoluciona de forma gradual, en equilibrio, armónico y benéfico para todos los sectores de la economía. Esta tesis, se basa en gran parte en el enfoque evolutivo de Darwin[9]que plantea que la evolución biológica se da de forma lenta y gradual como resultado de la acumulación selectiva a lo largo de muchas generaciones; en el que los más fuertes se adecúan al medio y serán exitosos; mientras que los más débiles perecerán.
Los anteriores postulados confrontan el paradigma marxista que basado en la teoría del valor trabajo sustenta la explotación o plusvalía a la que son sometidos los trabajadores en los procesos productivos por parte de los dueños de los medios de producción, y que necesariamente conduce al conflicto social entre las clases, convirtiéndose de esta manera en el arma más peligrosa de que disponían los socialistas en su creciente lucha contra el capitalismo.
Por eso, fue necesario crear un instrumental analítico nuevo y reformular una serie de conceptos que condujeron a plantear una teoría del valor de carácter subjetivo basado en la utilidad. Esta filosofía predominantemente hedonista fue tomada del mayor representante del utilitarismo Jeremy Bentham (1748-1832), y de James Mill (1773-1836) cuyo principio fundamental afirma: "la máxima felicidad posible para el mayor número de personas". Bentham sostenía que en el ámbito de la moral (espíritu) los únicos hechos realmente importantes son el placer y el dolor. Conseguir placer y evitar el dolor: estos son los únicos motivos de la acción humana.
En la Introducción a los principios de la moral y de la legislación escribe: "la naturaleza humana colocó al hombre bajo el imperio del placer y el dolor; placer y dolor son las fuentes de nuestras ideas, el origen de nuestros juicios y de nuestras determinaciones"[10]. Valorar, es decir, manifestar aprobación o desaprobación de un acto, significa pronunciarse sobre su capacidad para generar dolor o placer. De ahí que el valor de una cosa o de un bien se medirá por completo en relación con el goce o utilidad que pueda generar; y el dolor se medirá en términos de desutilidad. Los objetos que pueden poseer valor cabe clasificarlos como bienes de consumo, los que son inmediatamente capaces de proporcionar goce.
Este enfoque era especialmente adecuado para los métodos matemáticos que se profundizarían en esta escuela, haciéndola profundamente más kantiana o más trascendental – partiendo de principios dados por ciertos, todo el conocimiento derivado de ellos a priori será válido también- como verdades exactas. De esta forma, la economía en este modelo empezó a girar su punto de apoyo preponderadamente empirista por la matemática y la lógica, haciendo que lo que se comprobaba antes en la práctica es ahora demostrado lógica y matemáticamente, y las teorías se convertirían en teoremas irrefutables.
En su texto, "Historia del análisis económico", Joseph Schumpeter, señala que el enfoque neoclásico, pese a que introdujo nuevas categorías analíticas en sus investigaciones económicas, mantiene la misma visión que los clásicos del proceso económico y del progreso hacia el que éste ha de apuntar. Es decir, no se ha presentado rupturas y discontinuidades epistemológicas en el seno de esta disciplina, y asegura lo siguiente: "todos los economistas neoclásicos destacados del periodo, como Jevons, Menger, Walrasr, Marshall, Clark, etc., han visto el proceso económico prácticamente como Smith o como J. S. Mill: no han añadido nada a las ideas que el periodo anterior alimentara acerca de lo que ocurre en el proceso económico y del modo general de su funcionamiento"[11].
Sin embargo, Schumpeter reconoce que algunas de esas aportaciones neoclásicas, sobre todo las relativas al aparato analítico y al análisis matemático, le hicieron ganar a la ciencia económica mayor precisión y coherencia interna, pero que no ofrecía más que una apariencia de ruptura con las obras de los economistas clásicos. De ahí que considera que tal aporte es más formal que otra cosa, pues el mismo método de investigación empleado por los neoclásicos muestra una continuidad con los clásicos.
Este concepto lo ratifica el neoclásico de la primera generación Jevons cuando dice:
"que J. S. Mill está sustancialmente en lo cierto considerando nuestra ciencia como llamada a ser un caso de lo que él denomina método físico o concreto deductivo; él considera que podemos partir de algunas leyes psicológicas obvias, como, por ejemplo, que una ganancia mayor es preferida a otra más pequeña, y producir el fenómeno que sería producido en la sociedad por una tal ley. Así, se verá que la economía política tiende a ser más deductiva que muchas de las ciencias físicas, en las cuales es a menudo posible una verificación estrechamente aproximada"[12].
Las precisiones metodológicas que hace este autor son altamente reveladoras. Por una parte, denota la continuidad positivista de los principios metodológicos que inspiran este enfoque neoclásico respecto a los economistas clásicos y, por otra, explícita con claridad ciertos rasgos del contexto epistemológico en que se desenvuelve la ciencia económica, especialmente a aquellos relacionados con su carácter mecanicista y su tradicional propensión aritmomórfica, estrechamente ligada a la búsqueda de esa calidad de ciencia deductiva por excelencia aplicable a cualquier marco institucional.
La creencia en la universalidad de las elaboraciones de la física newtoniana, o más aún de la geometría euclidiana, encuentran en Kant[13]a uno de sus principales teóricos que en su filosofía trascendental asevera el carácter absoluto y universal que por aquel entonces se atribuía a las categorías intuitivas de espacio, tiempo, sustancia, materia o fuerza, desde las que esas ciencias practicaban sus deducciones. Sobre todo, cuando estas últimas transcurrían a un nivel formalizado y veían asegurada su coherencia y precisión por las reglas de la lógica matemática. De igual forma, los neoclásicos revelan que los fundamentos de la ciencia económica nos eran conocidos de forma inmediata por intuición, y que por esto podía confiarse en sus verdades con más seguridad y certeza que cualquier declaración sobre cualquier acontecimiento o hecho físico concreto.
Insistiendo en reconfirmar el equilibrio y la armonía en el mercado, se desarrolla en esta escuela la "teoría del equilibrio general" de León Walras basada en un modelo matemático que contiene un sistema de ecuaciones simultáneas con las cuales trató de demostrar que todos los precios y cantidades eran determinados en forma única. Es decir, el equilibrio o la igualdad entre la oferta y la demanda de todos los bienes en el mercado.
A partir de estos fundamentos, Vilfredo Pareto desarrolló su teoría de economía analítica en la que propone su tesis máxima conocida como el "Optimo de Pareto" en el cual define el aumento del bienestar total como la situación en la cual algunas personas mejoran su condición como resultado del cambio en el mercado, sin que al mismo tiempo nadie haya empeorado. Esta tesis sirvió de base para la fundamentación de la moderna economía del bienestar, que señala que los individuos son capaces de maximizar racionalmente la utilidad.
Amartya Sen[14]critica estas suposiciones de la economía del bienestar arguyendo que la economía neoclásica no presta atención a las cuestiones éticas. Señala que en todo proceso de elección individual intervienen preferencias que no tienen por qué ir dirigidos exclusivamente a maximizar beneficio personal. Por eso sostiene la tesis de que las preferencias económicas no determinan las acciones humanas.
Estas demostraciones matemáticas son compatibles con los postulados clásicos, y se convirtieron en el paradigma económico predominante durante todo el siglo XX. Principios que fueron duramente criticados por el economista John Maynard Keynes quien afirmó que el principal problema del capitalismo de mercado es el problema intrínseco al desequilibrio de pleno empleo.
El proyecto de los neoclásicos de destacar la economía dentro de las ciencias sociales y encumbrarla a nivel de ciencia a imagen y semejanza de la física clásica, en la que se resalta el equilibrio y la armonía en las estructuras de las cosas del universo, condujo a que se buscara, en primer lugar, esas categorías y principios elementales intuitivamente obvios, que aportaran una base sólida y universal a las construcciones deductivas subsiguientes, y, en segundo lugar, hacía falta que todas estas categorías a priori y principios más o menos axiomáticos, pudieran expresarse en lenguaje matemático, para que la precisión y coherencia del edificio científico construido sobre ellos pudieran ser avalados por la lógica matemática.
En consecuencia los neoclásicos tomaron sin apenas retocarlas, no sólo las nociones de riqueza, producción, consumo, trabajo, capital, sistema económico, etc., ya establecidas por los clásicos, sino también reglas y principios fundamentales, como la argumentación utilitarista de éstos que veían en el egoísmo la fuerza motriz impulsora del mundo económico en ese deseo de enriquecerse, que según Smith espoleaba a los individuos normales "desde la cuna hasta la tumba".
De igual manera, el concepto de racionalidad del homo económicus se introdujo con mayor empeño con el fin prevaleciente de pronosticar los hechos económicos mediante el método de la observación, de la deducción y la comprobación con mayor certeza. Correlativamente, implementaron las dos leyes generales destacadas por J.S.Mill que identifican el comportamiento económico racional de este individuo: la tendencia por "preferir una ganancia grande a otra más pequeña" y la propensión a buscar "la máxima cantidad de riqueza con un mínimo de trabajo y abnegación" [15]
Otra premisa derivada de las anteriores dice que "cada individuo actúa según sus deseos" lo que deduce de que todo el mundo obra con vistas a maximizar su satisfacción en cualquier circunstancia dada. Esta satisfacción está dada en función exclusiva de los bienes y servicios consumidos; lo que indica que la felicidad y el bienestar están en correspondencia con la cantidad de bienes y servicios comprados; es la forma más explícita de expresar el consumismo característica esencial de la madurez rostowsiana del capitalismo fordista y postfordista. En este mismo orden, aplicado a los productores plantea que la ganancia se mide exclusivamente por los beneficios en dinero, que se trata de maximizar mediante la rentabilidad o minimizando costos en los procesos productivos. Lo que resulta en producir y producir para vender y ganar, característica esencial de los modelos de crecimiento económico.
A estos conceptos y premisas mencionadas los neoclásicos[16]añadieron el principio de la utilidad marginal para situar la teoría del valor en la esfera del consumo y el de los rendimientos o productividad marginal decreciente para la retribución a cada factor de la producción con el fin de evadir la desigual distribución de los excedentes económicos eje nuclear de la teoría del conflicto en el modelo marxista.
Esta visión lleva fácilmente a estos economistas positivistas a practicar esa "ingeniería social" en la que los individuos juegan el papel de piezas o, todo lo más, de robots programados con arreglo a ciertos patrones de racionalidad. La construcción del homo económicus cuyo comportamiento responde mecánica e independientemente a las sensaciones de placer o de dolor que le proporciona su actuación en lo económico, constituyó un campo fértil para conciliar el dogmatismo autoritario que comporta esa escuela.
Son estos enunciados ya preparados tanto a la medida de las categorías económicas preexistentes como al marco institucional, los que admiten los neoclásicos a modo de juicios sintéticos a priori de Kant, como base de su teoría económica construida sobre los patrones de la física clásica. Estas elaboraciones presentan una estrecha analogía reduccionista, con las leyes del equilibrio de Newton, con los principios de armonía de Kepler, con el objetivismo de Galileo, etc. La naturaleza de la riqueza y el valor cimentada en la consideración utilitarista de preferencia de placer a dolor en cantidades infinitamente pequeñas se equipara a la teoría de la mecánica estática que se construye sobre la igualdad de cantidades infinitamente pequeñas de energía.
De esta manera, estos economistas marginalistas no sólo precisan el estrecho paralelismo teórico y epistemológico existente entre estas formulaciones económicas y aquellas de la mecánica estática, que le llevan a describir su teoría, como la mecánica de la utililidad y del interés propio, sino que también el proceso metodológico limitado a la observación, descripción y demostración conducen al reduccionismo objetivista y al determinismo causal que circunscribe los datos a la teoría y no la teoría a los datos, asumiéndose como una ciencia dogmática y autoritaria cuyo mayor mito consiste en hacer creer que la libertad absoluta de mercado conduce al bienestar y felicidad de la mayoría de las gentes.
En esta misma línea, el economista Michael Zweig[17]en su ensayo "los paradigmas burgueses y radicales en la economía" sostiene que la "teoría económica moderna" se ha venido desarrollando en los últimos tiempos en una forma matemática, muy abstracta y muy rigurosa, como se observa por ejemplo en la teoría del valor de Gerard Debreu publicada en 1959, que mantiene esa rigidez que parece desafiante a la economía tradicional, pero que de hecho no es una desviación de las posturas tradicionales básicas. Otros economistas más radicales sostienen incluso que con la escuela neoclásica se produjo un retroceso, Paul Sweezy afirma "que la economía había dejado de ser prácticamente una ciencia en la época de lo que se puede llamar "revolución marginalista" de 1870, convirtiéndose en una ideología apologética. No fue por una exigencia de fidelidad a la realidad que se instrumentalizó más el equilibrio, la armonía y el gradualismo, sino por necesidad de la burguesía de petrificar y justificar un sistema que en absoluto era armonioso, equilibrado o gradual" [18]
Aún más, frente a este empeño de hacer la ciencia económica a imagen y semejanza de las ciencias físico-matemáticas, se perdió de vista que los principios que soportan las ciencias sociales no están sujetos a rigideces ni a datos inamovibles por lo que son diversos a aquellos que sirven de base a la física newtoniana y, por supuesto, a la geometría euclidiana. Dado, a que en las ciencias sociales los fenómenos no proceden de idéntica forma a las ciencias naturales, porque la naturaleza de las instituciones sociales, la forma en que se interrelacionan y el modo en que la gente interactúa y se relaciona, están sujetas a cambios continuos. Tal como señala Engels,[19] las "así llamadas leyes económicas no son leyes eternas de la naturaleza, sino leyes históricas que aparecen y desaparecen". Por lo tanto, debe ser rigurosamente relativizada la afirmación de leyes universales en la economía.
Asimismo, los conocimientos de la física moderna[20](teoría de relatividad, mecánica cuántica y teoría del caos) que se iniciaron a finales del siglo XIX, han puesto en cuestión el carácter absoluto y universal de las categorías de espacio, tiempo, sustancia, fuerza y, en general, de los juicios sintéticos a priori de Kant sobre los que se basaba las pretensiones de universalidad de la mecánica y la geometría de su época. Y si todavía se admite la creencia en la universalidad de las categorías y principios en que se basa la ciencia económica, no es tanto en razón de sus cualidades intrínsecas, como porque ocupan un lugar central en la ideología que sigue dominando el mundo industrial. La economía como lo señala Stigler: "ha evolucionado como una apología a las instituciones capitalistas en desarrollo y continúa apoyando tales instituciones" [21]
Por otra parte, el hecho de que a los economistas contemporáneos les parezca similar el mundo actual al de los días de Adam Smith, es un tributo a la supremacía de las fuerzas intelectuales puramente positivistas y, más que un tributo a su objetividad es una ejemplificación de su falta de contacto con la realidad, lo que ha conllevado a rechazar dogmáticamente las críticas a sus políticas impertinentes que se desprenden de su modelo.
Modelo neoliberal
En la actualidad el dominio teórico-económico lo ejerce la denominada escuela de Chicago que ha impuesto en el mundo su política neoliberal, y que por sus principios se corresponden y se ajustan a la tradición clásica-neoclásica más amplia. La perspectiva de este enfoque es una variante del neoclasicismo y se conoce como el "nuevo clasicismo". Sus principales representantes son: Milton Friedman, Frederich A. Von Hayek, Gary Becker, Robert Lucas, entre otros.
Dentro de este enfoque se pueden distinguir dos vertientes principales. La primera, conocida como monetarismo friedmaniano, dedicada al estudio de una economía de mercado cerrada, y su propósito es dar respuesta a los problemas macroeconómicos de inflación y desempleo, esto es, al equilibrio interno. Milton Friedman ha sido su principal promotor, rehabilitando la teoría cuantitativa clásica, a través de la teoría cuantitativa moderna del dinero, la cual constituye la "piedra angular" de la argumentación de la teoría y política macroeconómica de este enfoque. La proposición básica de esta versión moderna se encuentra en el "aforismo" de Friedman de que la inflación es, en todo lugar y en todo momento, un fenómeno monetario.
La otra vertiente representada por Robert Lucas, cabeza de otro grupo de la escuela de Chicago, ha estudiado la teoría cuantitativa moderna de Friedman con el enfoque de expectativas racionales y el resultado ha sido la construcción de un modelo monetarista extremo, que en la práctica significa volver al modelo clásico, a tal grado que James Tobin lo ha "bautizado" como la "Nueva macroeconomía clásica"[22]. Se le llama así, porque en verdad está basada en dos supuestos fundamentales de la economía clásica: que los diversos agentes económicos optimizan y que los mercados se ajustan automática, instantánea y continuamente.
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