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Pensamiento ético de José Martí (página 2)


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MÉTODOS EMPLEADOS

  • ANÁLISIS DOCUMENTAL. Permitió la profundización en el estudio de los documentos (obra martiana, crítica sobre el tema…) y el análisis de las ideas esenciales, el establecimiento de relaciones entre ellas y su contextualización.
  • ANÁLISIS-SÍNTESIS. Empleado en el estudio de las fuentes bibliográficas para la conformación del marco teórico y para poder arribar a conclusiones.
  • INDUCCIÓN-DEDUCCIÓN. Utilizado para analizar los criterios de los diferentes autores consultados como punto de partida en el descubrimiento de regularidades, inferencias y generalizaciones de los presupuestos teóricos del trabajo.
  • ASCENSO DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO. En función del tránsito de lo concreto real (textos y obras de crítica) a la abstracción de las concepciones teóricas y epistemológicas que aportan el enfoque bioético y asumido en la interpretación desarrollada.

TÉCNICAS DE RECOLECCIÓN Y SISTEMATIZACIÓN DE LA INFORMACIÓN

Se usaron las fichas bibliográficas y de contenido y además, la realización del control semántico o mapa de conceptos fundamentales que sirvieron de guía para el desarrollo del trabajo.

CONTROL SEMÁNTICA: ética, bioética, autóctono o de la raíz, amor-dación- solidaridad, dignidad, virtud, decoro, honradez, bien, deber. (Todos actúan como una red semántica que permitió asumir la relación existente entre conceptos para la jerarquización de los contenidos propuestos).

CAPÍTULO I. GÉNESIS DE UNA ÉTICA

Tenemos cabeza de Sócrates, y pies de indio, pies de llama, pies de puma y jaguar, pies de bestia nueva (…). Somos pueblo original

Y ello se hace evidente en el pensamiento de José Martí, síntesis del inmenso saber de la modernidad europea, la cultura milenaria, autóctona y original de nuestra América y del mensaje ético que le viene de la praxis de la Revolución, de los padres fundadores de la nación cubana.

A través de su maestro Mendive, recibe Martí el legado espiritual de todo un siglo de ideas iluministas fructificadas en los primeros criollos que se interesaron en el progreso material y moral del país, anidados en la Sociedad Económica de Amigos del País y el Seminario de San Carlos; Martí los considera iniciadores de una tradición ética y patriótica asumida por él:

De J. A. Caballero, considerado el padre de la Filosofía en Cuba, le llega el rechazo del criterio escolástico de autoridad y cómo desde su cátedra la supo echar a andar más por lo que le sugería la realidad social y la necesidad de progreso espiritual, que por las ideas de los enciclopedistas.

De Varela, quien influido por el obispo Espada: padre iluminista, iluminado, reformador, que consolidó los estudios filosóficos iniciados por Caballero, la filosofía moderna y la enseñanza científica experimental, le llega su labor de lucha por la libertad y los derechos del hombre, con proyecciones éticas y políticas que trascendieron de las aulas del seminario al pueblo. Ideas que más tarde pone al servicio del ideal independentista a través de su prédica revolucionaria desde las páginas de "El Habanero". Retirado al ejercicio de su ministerio, por el peso de las circunstancias históricas, redacta las "Cartas a Elpidio" sobre la impiedad y la superstición, en las que muestra al moralista preocupado por desarrollar la sensibilidad moral de sus compatriotas, partiendo de la premisa de que "no hay patria sin virtud", máxima que haría suya, a lo largo de toda su vida, después, José Martí.

De José de la Luz y Caballero, quien dejó la más profunda huella en la sensibilidad moral de los cubanos y en Martí, toma su actividad intelectual, moral y pedagógica de máxima fecundidad, su preocupación patriótica, su teoría del sacrificio, de la que pensaba que era la madre de lo que somos, considerando que ese sacrificio sencillo, invisible para muchos, era lo más útil que podía hacer por su patria junto a la abnegación en función de los demás que materializó en su labor pedagógica, obra forjadora de conciencias realizada desde una atmósfera de austeridad y pureza destinada a la educación moral de la clase a la que él mismo pertenecía, su búsqueda de la conciliación entre ciencia y fe, lo convierte en el preferido por Martí que se refiere a él como: aquel que supo echar semilla(…),aquel que habló para encender , lo llamó hombre santo, que nada quiso para serlo todo, pues fue maestro y convirtió en una sola generación un pueblo educado para la esclavitud en un pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres (…). Supo cuanto se sabía en su época; pero no para enseñar que lo sabía, sino para transmitirlo. Sembró hombres.

Muchos años después, recordaría Martí a quien era su verdadero padre espiritual, de codos en la mesa, siguiendo en el mapa el recorrido de Céspedes en la manigua redentora, a aquel que con su magisterio supo inculcarle la proyección moral de los hombres de pensamiento que más se distinguieron en la cultura cubana antes del estallido revolucionario del 10 de octubre de 1868.

Después vinieron a conformarlo otras experiencias de vida: El presidio que le mostró lo más abyecto del colonialismo español y que con sus horrores le impuso como imperativo moral la lucha por la honra universal del hombre, idea que madura en el destierro español. En España estudia, aprende a amar la rebeldía de su pueblo, y contacta con las ideas filosóficas predominantes del krausismo enmarcado en la tradición filosófica kantiana, filosofía individualista, según la cual los derechos del hombre nacen como atributos del individuo aislado de la sociedad, pero de fuerte orientación humanista.

El año1875 lo sorprende en América: México y Guatemala; después en el 1881, Venezuela. Y es aquí donde se encuentra a sí mismo: primero es el asombro y el deslumbramiento por su naturaleza y su tremendo pasado cultural; después, su vínculo con los sectores intelectuales; y al mismo tiempo palpa la vida de las grandes masas oprimidas, visita las ruinas maravillosas de su pasado histórico y aprende -y aprehende- lo original, lo autóctono de la realidad americana. De sus tradiciones, leyendas, va desarrollando un pensamiento de gran valor ético que viene de la teluricidad de América.

Existen estudios (Cintio Vitier, Leonardo Acosta e Ivan A Shullman), a partir de los símbolos utilizados por Martí en su poesía y su obra, que demuestran la influencia que en él ejerció el mundo de relaciones simbólicas de los antiguos americanos, que él conoció en México y Guatemala, basados en la monumental obra de Eduard Seler, Comentarios al códice Borgia, (México, 1963) -quien fue un sabio apasionado por la historia antigua americana, y gracias al cual se pudieron descifrar la mayoría de los códices religiosos de los antiguos mexicanos-, que vive y trabaja en el tiempo de Martí; así como en los diversos libros de Laurette Séjourné, desde los cuales se fundamenta cómo la cosmogonía martiana expresada en su extensa obra no tiene tanto en común con la simbología cristiana y sí mucho que ver con la de los antiguos mexicanos, la cultura náhuatl que conoció en su estancia en estos pueblos entre el 1875 y el 1881, y que fue objeto de su atención por el resto de sus días. En su estancia en estos países visitó centros arqueológicos, estuvo al tanto de los últimos hallazgos, leyó todo lo que pudo encontrar sobre el tema, contó con intelectuales amigos quienes lo pusieron en contacto con los antiguos códices mayas y las fuentes testimoniales.

Las ideas cosmológicas y éticas de los pueblos amerindios más desarrollados fueron en Martí un arma ideológica que conscientemente le permitió, desde lo raigal americano, estructurar un pensamiento de defensa , de resistencia a partir de nuestro propio valer como hombres, como cultura, para enfrentar el sistema euro-yanqui de valores y la concepción eurocentrista de la historia; en ellas se expresa la dependencia de los dioses al hombre, cómo el hombre saca la energía luminosa de su interior y prepara su individualidad por medio de duros ejercicios; la vocación del hombre para el sacrificio como único medio de salvar a la creación entera y lograr la redención universal. El mito de Quetzalcoatl, hombre arquetipo, soberano de sus decisiones, simboliza el Sol y por extensión, el cielo, expresa la transformación del ser humano en energía luminosa, subraya el incesante esfuerzo, la extrema voluntad necesaria para vencer, la fe viva y apasionada en la realización de la espiritualidad humana sobre la tierra, en su utilización para el logro de objetivos temporales; es rey por su decisión de cambiar el curso de las cosas, de emprender una tarea a la que lo obliga una necesidad íntima; es señor porque obedece a su propia ley, porque es fuente y principio de movimiento, y la clave de su éxito es el sacrificio.

En esta cosmogonía el hombre es dueño del devenir, de él depende que el mundo regrese a la nada o venza definitivamente la inercia, ello se traduce en una exaltación de su obra, en la voluntad de transformar cada átomo de la materia; por ello, en un esfuerzo creador esta cultura convierte a Mesoamérica en una mina inagotable de obras de arte. Esta fe tan ardiente en la obra es inseparable de la fe en el hombre, que no puede hacerse instrumento del devenir universal más que forjando su propio destino.

Tal vez por todas estas razones expresa su deuda cultural, espiritual con América cuando dice: … hablaré de mi inmensa madre América… hablaré de ellos- (…), de la olvidada y triste raza india, que con su apatía y silencio protesta de la propia vida de que se les privó. Ellos son hoy miserables, fanáticos, y tercos, y fueron, en otros tiempos, artistas, gobernantes, guerreros, arquitectos y poetas. Ellos son los herederos de caudillos valerosos, de propietarios opulentos. Ellos sabían la lengua de las estrellas…

Es conocido que desde enero de 1880 Martí vive, casi permanentemente, en EE. UU.; allí conoce la pujanza del nuevo país y más adelante el desdén del vecino formidable que no nos conoce, el pulpo, el gigante de siete leguas, el cometa que va por los cielos engullendo mundos. En estos años entra en contacto con la filosofía trascendentalista del norteamericano Emerson -a quien admira profundamente y con el que se identifica.

Pero el factor decisivo de su pensamiento, la mayor influencia, le viene del ejemplo de los héroes y mártires de su patria. De niño seguía a su maestro -Mendive- en la ruta de los héroes; ya en su madurez física e intelectual en tierras de América, se relaciona con personalidades políticas del campo de la guerra: José María Izaguirre y José Joaquín Palma fueron los primeros patriotas que le dieron una versión de primera mano de las interioridades de la guerra estando en Guatemala; a partir de entonces, ¡cuántas conversaciones con hombres de la guerra debió haber sostenido…! Escribió enalteciéndolos, abriendo para ellos un espacio en su corazón y en el de todos los cubanos: las hazañas de Céspedes y de Agramonte pasan ante nuestros ojos. De Agramonte, destaca la "virtud", su pureza moral como hombre y como guerrero, lo asume como símbolo de la eticidad épica, encarnación de Cuba y lo proyecta como estrella moral. De ellos dice que son: …padres de nuestro pueblo; (…) orgullo nuestro, y raíces de nuestra libertad y padres de nuestro corazón y soles de nuestro cielo y del cielo de la justicia

Todo lo expuesto hasta aquí demuestra que Martí fue un hombre de síntesis, pues asume el legado que le antecedió y lo proyecta en forma original y autóctona hacia el futuro.

CAPÍTULO II: LA ÉTICA MARTIANA: EXPRESIÓN DEL DEBER SER DE LOS HOMBRES DE NUESTRA AMÉRICA

Tomó de todos y desarrolló una ética revolucionaria de alto contenido humano: humanismo práctico que será la base de su prédica revolucionaria en función del proyecto político al que se entrega enteramente, manifestada en sus discursos, artículos, cartas…; en su extraordinaria labor proselitista en pro de la revolución y de la dignificación del hombre, expresada de forma asistemática, accidentalmente, desde sus primeras reflexiones sobre el hombre en el presidio y que se va precisando, profundizando, sistematizando en la medida en que vive nuevas experiencias, pero en la que se mantiene incólume un a idea: de la raíz – amor – dación – solidaridad, que expresa la síntesis de su ética y el centro de su actividad y su vida.

El venir de sí -de la raíz- se da en Martí como una acción totalmente consciente; él asume la heroicidad épica y el ejemplo moral de su pueblo, siente que en ellos y en la cultura original y autóctona americana, puede encontrar la fuerza, el conocimiento y los valores para la obra que se propone. Él lo hace evidente cuando refiriédose a La Revista Venezolana dice: … De honda raíz ha de venir, y a grande espacio ha de tender toda obra de la mente…

Y a esa raíz acude constantemente, por ello exclamará: Amparad (…) a vuestro hijo, orgulloso de sus padres, enamorado de su tierra, sangrando de sus dolores; (…) abridme vuestros bosques, reveladme vuestras entrañas, prestadme vuestras voces majestuosas (…)

Quien habla de esta manera, es un pensador original, orgulloso de sus ancestros, caudillos valerosos, plenos de sabiduría, cuya espiritualidad fue suprimida intencionalmente, reducida a simple pedazo de naturaleza despojada de valor moral, es decir, a no-persona, como una manera de justificar la conducta del conquistador europeo para apoderarse de los habitantes americanos con la alegría inconsciente de los cazadores de mariposas. A estos ancestros pide su fuerza telúrica, original, volcánica, para convocar a todo un pueblo y un continente, a la tarea de redención del hombre a la que está dispuesto.

Esta defensa de lo que somos, de nuestra existencia, de la rica y hermosa herencia espiritual que nos legaron nuestros ilustres antepasados amerindios y que nos enaltece como sujeto moral, es la condición primera para la resistencia, para enfrentar todos los colonialismos pasados, presentes y futuros. Por eso, en la base de todo el proyecto moral y político martiano, para Cuba y América, está el venir de sí, de nuestra realidad, de nuestra cultura, de nuestras raíces más profundas.

El amor es el medio para lograr sus supremos objetivos. Toda su obra fue una obra de amor, desde El Presidio Político en Cuba, cuando, siendo muy joven, evoca al padre que se abraza a su pierna llagada y le hace exclamar: ¡Día amarguísimo aquel! Y yo todavía no se odiar! ; idea que se repite, con ligeras diferencias cuando en 1881, en el discurso del Club de Comercio de Caracas, la vuelve a expresar al decir: …hay que devolver al concierto humano interrumpido la voz americana, (…) hay que deshelar con el calor del amor, montañas de hombres; hay que detener, (…) colosales codicias…. Todo está dicho en tan pocas palabras: devolver lo americano al concierto humano… con el amor.

¿Por qué esta idea persistente del amor? Porque el amor es una condición para la entrega; no el amor a sí mismo que haría del hombre un ser egoísta capaz de sacrificarlo todo: patria, amistad y hasta la estimación de sí mismo y de su dignidad; sino el amor generoso, que conduce al desprendimiento, a la entrega al otro, a la dación que es la máxima expresión de la solidaridad humana. El amor como concepto afectivo y cognoscitivo a la vez, como forma de ver, como tacto no solo ético sino además y por encima de todo, político, como voluntad de ser, de existir con dignidad.

Esta ética es el fundamento de su actividad moral y de su acción revolucionaria, en las mismas páginas citadas de El Presidio… expresa que su sentimiento se traduce en obligación para con su patria y los demás: Mi patria – escribe- me estrechó en sus brazos, y me besó en la frente, y partió de nuevo señalándome el camino. Ya desde entonces expresa su sentido de obligación hacia su patria, su vida -que dedicará al servicio de esa noble causa-, su solidaridad; y en la base de su quehacer, estará siempre el AMOR, así, con mayúscula, porque es el amor al prójimo, el amor a los demás.

En 1882, en EE.UU., escribe un artículo de homenaje al filósofo norteamericano Emerson. En este ensayo sobre Emerson -consideramos- están expuestas las bases esenciales de la ética martiana a que nos hemos referido anteriormente, proyectada en toda su extensa obra poética y de militancia política, así expresa: Va a reposar, el que lo dio todo de sí, e hizo bien a los otros (…) vencedor magno (…) vivió faz a faz con la naturaleza (…) se sumergió en la naturaleza, y surgió de ella radiante. Se sintió hombre, y Dios, por serlo (…). Miró con ojos propios en el universo, y habló un lenguaje propio. (…). En él fue enteramente digno el ser humano

De lo dicho por nuestro Héroe anteriormente se evidencia su admiración por un hombre del que destaca su capacidad para ver por sí y venir de sí, de la raíz, la originalidad, la autoctonía de su pensamiento; y la dación, como entrega a los demás, como solidaridad sin límites; ahí es donde encuentra su perfectibilidad, su dignificación como ser humano; la dignidad se constituye así en un valor mayor.

Al propósito de fundar, con el esfuerzo reunido de todos y para el bien de todos, una República moral que irradiara con su luz a toda América y al Mundo, basada en el decoro y la dignidad de los hombres, dedicó toda su vida. En un discurso memorable: Con todos y para el bien de todos, anunciaba: Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

Una sociedad así no podía utilizar al hombre como medio, ni permitir que fuera ultrajado, humillado, negado en aquello que constituye lo medular de su moral y su condición humana, este valor lo defendió, en primer lugar, en su persona, exigiendo y ganando el respeto de los demás. Siempre confió en lo mejor del otro y en su perfectibilidad; por eso, nunca se cansó ni dejó de elogiar lo positivo de todos, contribuyendo de esa manera, a su enriquecimiento espiritual; de ello dan prueba sus numerosas cartas a amigos y compañeros -en el bregar agónico de la revolución- a los que en cada momento les señala lo que les tiene que decir, sin dejar de estimularles los méritos. Tampoco usó al hombre para encumbrarse ni se lo permitió a los demás. Para quien la patria era agonía y deber, tenía que ser ella el fin supremo de todas sus acciones, como máxima realización del amor triunfante, así lo expresa desde las primeras palabras del discurso citado: Para Cuba que sufre, la primera palabra: de altar se ha de tomar a Cuba para ofrendarle nuestra vida y no de pedestal para levantarnos sobre ella.

El decoro constituye otra exhortación moral martiana vinculado con la honradez, porque desde las páginas de La Edad de Oro, lo exhorta a los niños, por eso decía: Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana… y en el propio discurso fundador, al que hemos hecho referencia, alerta que: O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, (…); la pasión, en fin, por el decoro del hombre; – o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos.

Ello se constituye como su más alta aspiración expresada en el artículo 5 de Las bases de PRC: …preparar (…), la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos. Esto lo ratifica en el programa de la revolución: El Manifiesto de Montecristi; lo lleva a la práctica en la Circular a los jefes -que cursa el 26 de abril de 1895- en la que les explica que La guerra por la independencia (…), y por el decoro (…), es una guerra sagrada (…), es un servicio universal , con lo que este valor se transforma en solidaridad para los demás hombres del continente y el mundo, en cuyo destino también piensa haciendo realidad que Patria es Humanidad.

El decoro y la dignidad actúan como ejes de toda una ética que implica también el deber, que viene de la raíz; el bien, para el que ser bueno era el único modo de ser dichoso, por eso, sólo el que se da crece y ello está relacionado con la entrega, el servicio generoso a los demás, el sacrificio, todo lo cual evidencia una maravillosa ética basada en el amor y la generosidad entre los hombres; una ética de la praxis, presente en toda la extraordinaria obra de fundación de un proyecto político profundamente humano y original del que aún tenemos mucho que aprender para nuestras tareas presentes.

CAPÍTULO III: CERCANÍAS DEL PENSAMIENTO MARTIANO A LA REFLEXIÓN BIOÉTICA.

La sensibilidad moral de Martí, su estatura ética no podía quedar al margen de la esencia destructora y peligrosa de la sociedad capitalista que conoció en su estancia en los Estados Unidos. Martí devela la inhumanidad de las relaciones capitalistas, la mercantilización de los valores y pronuncia una de las más severas críticas formuladas en el siglo XIX contra el poder destructivo de los monopolios, y cómo el afán desmedido de riquezas conduce a la extinción del individuo y la sociedad, esta percepción lo lleva a expresar: …en este pueblo revuelto, suntuoso y enorme, la vida no es más que la conquista de la fortuna: ésta es la enfermedad de su grandeza. (…): lo está trastornando, afeando y deformando todo. Los que imiten a este pueblo grandioso, cuiden de no caer en ella…, con lo que evidencia que su ideología moral era opuesta al poder corruptor del dinero, cimiento y fundamento consustancial de la irracionalidad y los males del capitalismo que ahora sufrimos.

Ese conocimiento esencial le permite caracterizar la naturaleza moral de la sociedad capitalista que llega a conocer profundamente, de ahí su poder para explicar cómo el hombre va enajenando su condición humana, mientras corre en pos de vulgares apetitos que le hacen perder su espiritualidad, su condición de persona y de ahí también su alarma cuando expresa: Se mira aquí la vida, (…) como un mandato de goce, como una boca abierta, como un juego de azar (…).Nadie ayuda a nadie, nadie espera por nadie. Todos marchan, empujándose, maldiciéndose, abriéndose espacio a codazos y a mordidas (…), por llegar primero. ¡Debe temblarse de esto!

Sus reflexiones sobre un sistema que ya empezaba a desbordarse y las consecuencias futuras que de ello se derivarían para la vida del hombre tienen hoy gran actualidad, ello nos hace recordar el mensaje de Fidel a la Cumbre de Río en 1992, cuando alertaba que el daño causado a las condiciones naturales de vida del hombre en el planeta hacían peligrar su propia existencia, y acusaba, a las sociedades de consumo, como las responsables.

Estas exhortaciones martianas lo aproximan a la reflexión bioética de nuestros días; por eso, la reflexión bioética de nuestros días puede beber en ellas como fuente nutricia para sus razonamientos. En uno de sus apuntes de viaje de su etapa mexicana, expresa refiriéndose a la nación norteamericana que ya iba conociendo: Se acabarán las fuentes, se secarán los ríos, se cerrarán los mercados. ¿Qué quedará después al mundo de esa colosal grandeza pasajera? El ejemplo de la actividad, que si ha asombrado tanto a la tierra, aplicado a la tierra debe salvarla y equipararla al cielo, cuando anime con igual empuje las naves veleras de las aguas, y las salvadoras realidades del espíritu.

¿Qué nos advierte Martí desde las palabras anteriores? Nos advierte sobre la necesidad de desarrollar a la par y simultáneamente la actividad para transformar el mundo con la espiritualidad humana, todo lo cual implica a los valores; porque si no… ¿qué quedará después al mundo?, ¿qué consecuencias le traerá al hombre y a su propio mundo, si no se asumen, desde los valores, los resultados de su propia acción sobre la naturaleza?… ¿No es acaso este el cuestionamiento que en nuestros días se debe hacer la comunidad científica y todos los decisores sociales del planeta?

Por ello, defiende la identidad humana universal, la espiritualidad que nos alza sobre los hombres bestias y fieras; teme por estos hombres en los cuales lo humano no se manifiesta; pero confía en lo admirable de su condición humana para poderle poner riendas a esa fiera, a través del cultivo del amor, la inteligencia y la cultura. Y ello sólo es posible lograrlo si vive en sociedad.

Lo deja claramente expresado cuando dice en Las Escenas Norteamericanas: …cada paso de la ciencia novísima enseña que no sólo lo tangible es cierto, ni lo mental y moral del hombre dependen (…) de tal conformación o tal deformidad del cerebro o el hueso

Asume la naturaleza, el hombre y la sociedad en interacción y condicionamiento mutuos. En sus escritos acerca de Emerson, Darwin, Edison, destaca la relación armónica entre el hombre y la naturaleza; él ve carácter moral en todos los elementos de la naturaleza, para él todos los seres vivos son objeto de respeto y consideración moral, reflexiona sobre los descubrimientos de la ciencia y dice: La naturaleza llena de sorpresas es toda una. Lo que hace un puñado de tierra hace al hombre y hace al astro. (…)Lo que nos mantiene sobre la tierra está en la tierra.

Cuestiona la intervención del hombre en la naturaleza cuando no lo hace con responsabilidad. En otro apunte significaba la preocupación sobre ello al decir: El hombre no tiene derecho a convertir lo bello en feo, ni a detener el curso de la naturaleza. (…) ¿Derecho y necesidad del hombre de intervenir en la naturaleza? ¿De acelerarla? ¿De contrariarla?

Leer su Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos, es percibir la sensibilidad de Martí por el medio natural, su felicidad espiritual sólo por estar en contacto con la naturaleza de su patria, él describe las variedades de plantas y animales que observa a su paso, sus ruidos, que le hacen exclamar que ha llegado a él, ¡al fin!, su verdadera naturaleza, y es este un pensamiento cercano al de la racionalidad social, base de una ética solidaria sabia y responsable sobre el medio ambiente en el que vivimos y del que somos parte.

En una reseña de un Congreso Forestal que se desarrolla en EE.UU. en 1883, se manifiesta como un precursor, expresa su preocupación, acerca del cuidado, conservación y recuperación de los bosques, en pleno esplendor de la modernidad, cuando el pensamiento dominante era que los adelantos de las ciencias resolverían todos los problemas del hombre, que la naturaleza era inagotable y que el hombre podía hacer uso de ella a su antojo, abusivamente.

También la reflexión bioética aplicada a la medicina debe tener presente el pensamiento –a no dudarlo- del más universal de todos los cubanos. Es conocida su cercanía a esta esfera de la vida social; las enfermedades que padeció, sus numerosos amigos médicos -recordemos a su amigo del alma: Fermín Valdés Domínguez, y a otros como José Luís Miranda- y su tremenda sensibilidad no podían dejarlo de acercar a una profesión esencialmente humanitaria. Ya en El Presidio Político en Cuba censuraba duramente al médico que no fue capaz de manifestar el más antiguo de los preceptos de su profesión: la beneficencia, hacer siempre el bien; por eso dice que el médico del presidio tenía viruela en el alma. Más adelante critica la mercantilización del ejercicio médico en Los Versos Sencillos cuando expresa:

Vino el médico amarillo

A darme su medicina,

Con una mano cetrina

Y la otra mano al bolsillo

Y toda la ética basada en el amor, la entrega, y la solidaridad entre los hombres, preconizada por Martí, ¿no es acaso la base ética de la preocupación y el darse al otro que prima en la ética de los cuidados paliativos, ética de las virtudes, absolutamente necesaria en el ejercicio de la medicina de todos los tiempos y sobre todo de estos en que la alta tecnología ha invadido las salas de terapia donde los enfermos mueren enajenados de su condición humana?

¡Médico del alma! ¡Poeta del alma! bien podría llamársele a este cubano universal cuyo pensamiento ético se convierte, por todas estas razones argüidas, en un presupuesto legítimo desde donde nuestro enfoque bioético puede seguir creciendo para el bien de Cuba, de América y del Mundo.

CONCLUSIONES

  1. En Martí hace síntesis el inmenso saber de la modernidad europea, la cultura milenaria, autóctona y original de nuestra América, y el mensaje ético que le viene de la praxis de la Revolución, de los padres fundadores de la nación cubana.
  2. Desarrolló Martí una ética revolucionaria de alto contenido humano, de profundo humanismo práctico en función del proyecto político al que se entrega. De la raíz amor-dación-solidaridad expresa la síntesis de su eticidad y ello es el centro de su actividad y de su vida.
  3. Los valores que manifiesta son expresión de una ética basada en el amor y la generosidad, presente en una obra de fundación de elevado contenido humano y original, traducidos en una vocación de servicio en función del hombre. Por eso, el decoro se vincula a la honradez; el deber nace y brota de la raíz; el bien es el único modo de ser dichoso; la dignidad se convierte en el valor supremo que defendió en su persona y en los demás; la virtud le nacía de la confianza en lo mejor del hombre, de sí y de los demás, esencia ella de la perfectibilidad humana que cultivó en su propia persona; la solidaridad fue para él la máxima expresión del amor triunfante.
  4. Su pensamiento evidencia, desde otro contexto, una sensible cercanía a la reflexión bioética actual dada en: la revelación de la inhumanidad de las relaciones capitalistas, cimiento de la irracionalidad y los males de este sistema; la defensa de la identidad humana universal; el cuestionamiento de la intervención irracional del hombre en la naturaleza cuando no lo hace con responsabilidad; la asunción de la naturaleza, el hombre y la sociedad en interacción y condicionamiento mutuos; el mostrar al hombre de los nuevos tiempos que las próximas batallas debía emprenderlas con el único poder de las fuerzas de su espiritualidad.
  5. Las esencias del pensamiento ético martiano enunciadas hasta aquí demuestran la necesidad de tomarlo en consideración al esbozar un enfoque bioético, pertinente para las posiciones de la medicina cubana actual.

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Autora:

Lic. Alina del Pilar Mora Sanchez

Maestría en Bioética (Segunda Edición) – Ciudad de La Habana – Enero 2008

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