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- Entre el fisco y la moneda
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- El Peso latino
- Equidad económica y desarrollo
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- Bibliografía
Adam Smith afirma que las riquezas de un país se alimenta desde tres fuentes: la suma del producto rudo del campo, mas la producción manufacturada, mas las utilidades del comercio y de las negociaciones del hombre; las rentas de ganancias de los fondos con relación a la estabilidad del signo monetario o a su decadencia; la distribución de los fondos entre los gastos del soberano, la obra publica y el trabajo del hombre. El desarrollo se engendra por la unión de tres condiciones económicas: el crecimiento, la estabilidad y la equidad.
El crecimiento de un país viene dado al dividir la producción total de un año (producto interno bruto) si es mayo que uno representa la tasa de crecimiento de su país. En la teoría del cálculo anterior se le llamo desarrollismo a través del presidente brasilero Juscelino Kubitschek.
El desarrollismo simplemente asumía que si los países de Latinoamérica lograban crecer a una tasa superior a la del primer mundo, eventualmente alcanzarían un nivel y calidad de vida similar o quizá superior al de los países industrializados.
Cinco hechos de la tasa de crecimiento:
En primer lugar, la tasa de crecimiento no tiene una relación directa con el tamaño de la economía: países chicos, medianos o grandes, pueden alcanzar indistintamente tasas grandes, medianas o chicas. En segundo lugar, las tasas de crecimiento altas no son en modo alguno, exclusivas de los países ricos, ni a la inversa. Aunque resulte lógico suponer que a lo largo de su historia los países que hoy son ricos, deben haber tenido en promedio una tasa de crecimiento superior a la de los países pobres. En tercer lugar, si se observan las tasas de crecimiento de un mismo país a lo largo de un mismo periodo, se debe concluir que el PIB logra mantener la misma dirección solo por un par de años. En la mayoría de los países del primer y tercer mundo, los años de crecimiento se mezclan sin ninguna secuencia con los años de estancamiento. En cuarto lugar, la composición de las exportaciones básicas de América Latina productos agrícolas, materias primas o minerales y su crucial incidencia sobre el nivel de ingresos, determina que el crecimiento del PIB dependa más bien de las fuerzas de la naturaleza y de acontecimientos externos, que de la prudencia de las políticas internas. En quinto lugar aunque el PIB latinoamericano logre crecer durante 100 años el doble de lo que crece el PIB de los Estados Unidos, la distancia entre ambos niveles de ingreso lo cual puede comprobarse con una simple operación aritméticacontinuará dilatándose año tras año.
Argentina se convirtió en la vedette de América Latina en los primeros años de la década de los 90, a raíz de que fue el primer país en cumplir a cabalidad todas las recetas de política económica recomendadas por los organismos internacionales, cuya matriz o representación se encuentra en Washington. John Williamson ex funcionario del Banco Mundial y asesor de otras instituciones afincadas en la capital de Estados Unidos- el conjunto de recetas llegó a ser recogido dentro un solo paquete que fue bautizado con el nombre de Consenso de Washington. El Consenso, se resume en las siguientes 10 propuestas: disciplina fiscal; redistribución del gasto público; reforma impositiva; liberación de intereses; tasas de cambio competitivas; liberación del comercio externo e interno; liberación de los flujos de fondos; privatizaciones; desregulaciones; y derechos de propiedad garantizados.
Los argentinos buscaron cumplir con el consejo "privatice tan rápido como pueda". Por tanto, en un par de años fue privatizada la gigantesca empresa petrolera estatal YPF, las empresas estatales de electricidad, gas natural, agua potable, telecomunicaciones, entre muchas más.
La otra parte de la receta, aquella que aconsejaba ser "inflexible en los ajustes monetarios y fiscales", la cual aplicaron la famosa llamada " caja de inversión" que su función consistía en tener una cantidad de billetes en dólares y pesos y se debía cambiar un billete por otro sin alterar la cantidad de billetes en la caja. Logrando así una tasa de inflación igual a cero y una de las mas altas tasas de crecimiento de PIB
En 1991, la tasa de desempleo en la Argentina era del 6.5 por ciento, una de las tasas más bajas de América Latina. Y también más baja que la registrada en los principales países del primer mundo: el 6.8 por ciento en los Estados Unidos; el 6.9 por ciento en Italia; el 8.8 por ciento en Inglaterra; y solo ligeramente superior a la tasa de desempleo del 6.3 por ciento registrada en Alemania.
Lamentablemente, en el transcurso de la década de los años 90 y en forma paralela a la digestión de las recetas del Consenso, la capacidad de la economía argentina para crear fuentes de trabajo se había hundido de manera vertical y constante. Para el 2001 la tasa de desempleo ya superaba el 25 por ciento. Ningún país del primero, segundo o tercer mundo, podría mantener desempleados a la cuarta parte de sus trabajadores sin entrar en una profunda crisis económica. Y así lo comprobó Argentina en el último mes del año 2001.
La evidencia estadística y la experiencia histórica de Estados Unidos y Argentina, indican que un agudo nivel de desempleo puede destruir cualquier economía. Y el emigrante latino logra probar algo más: las estadísticas del PIB, paradójicamente, pueden crecer gracias al mayor desempleo. La principal diferencia entre el actual movimiento migratorio de América Latina y aquellos que se han originado en otros continentes, es que esta es la primera vez en la historia que la emigración no significa un éxodo.
Pero el típico emigrante latinoamericano cuando emprende el viaje lo hace solo por huir del desempleo y consigo lleva el firme deseo de retornar, porque sabe y siente que todos los suyos quedan atrás. Esta característica determina que una importante porción de su recién conquistado salario, sea devuelta mensualmente a su país y a su familia. Las remesas que envían los emigrantes superan al total de transferencias externas que recibe Latinoamérica. Así, el dinero remitido por los emigrantes constituye una importante porción del PIB de varios países. El mayor desempleo genera una mayor migración; la mayor migración genera mayores remesas; las mayores remesas agradan al PIB. Así, en el escenario latinoamericano la contabilidad del PIB se incrementa gracias al desempleo; paradoja que una vez más invalida el uso de la tasa de variación del PIB como sinónimo de crecimiento económico.
Según Smith, el crecimiento económico de un país no depende de sus circunstancias históricas, geográficas o climáticas, sino del número de la gente que trabaja y de su pericia, experiencia y educación. Desde la perspectiva de Smith, entonces, la política económica no debería tener como brújula el caminar "hacia adentro" o "hacia fuera", ni tampoco tratar de favorecer el "lado de la oferta" o el "lado de la demanda?, sino el priorizar la creación de fuentes de trabajo y la educación de la gente.
De esta manera, antes de erigir o eliminar aranceles, incrementar o reducir impuestos, drenar o bombear dinero, obstaculizar o ampliar el comercio, liberar o controlar las tasas de intereses, y regular el superávit o el déficit; deberíamos tratar de prever ante todo si es que esas políticas favorecen o no la generación de empleo. El crecimiento de un país no depende del valor contable que alcance el PIB, sino del número de sus trabajadores que se encuentren trabajando. Y no es necesario "primero lograr que el pastel crezca, para después repartirlo", porque todos y cada uno de los latinoamericanos pueden producir su propio pastel, sino aquí entonces allá.
Por lo tanto, entre los tres principales objetivos que tiene el desarrollo económico crecimiento, estabilidad y equidad, es el crecimiento el que más fácilmente puede ser contabilizado: basta contar el número de sus habitantes que tienen empleo.
Sin dudar que se ha tratado de usar la política fiscal para ganar un poco más y la política monetaria para comer un poco menos. Pero la costumbre de mezclar esas dos políticas no se origina en América Latina, sino que constituye parte de una larga tradición que se inicia hace siglo y medio, a raíz de que el economista Joseph Clement Juglar, en un libro titulado "Las Crisis Comerciales".
Juglar concluía que las crisis económicas son inevitables porque responden a la naturaleza misma del ser humano, que gasta en exceso en épocas de bonanza y ahorra demasiado en épocas de infortunio. Así, periódicamente el miedo reemplaza a la euforia y juntos forman los llamados "Ciclos Económicos". La teoría de los Ciclos se mantuvo en las sombras por varias décadas hasta que, ya en el Siglo XX y debido a la gran crisis de los años 30, comenzó a ser revisada por varios economistas que acogieron la conclusión de que los Ciclos son inevitables. Sin embargo, la mayoría creía que era factible evitar que los Ciclos se transformen en Crisis, siempre y cuando se lograse obtener un equilibrio dinámico entre lo fiscal y lo monetario.
Tales recomendaciones (diseñadas por y para los países desarrollados) en su momento han sido utilizadas han sido utilizadas con éxito en el primer mundo, logrando evitar de que en sus países vuelva a ocurrir la crisis de los años 30. Ninguna de estas recomendaciones se pudiera aplicar hoy en día en los países latinoamericanos.
La Política Fiscal
La política fiscal, en su versión más básica, se reduce a tratar de igualar gastos e ingresos dentro de un mismo periodo. Pero su versión moderna se ubica en el otro extremo: intenta unir presente con futuro al financiar los gastos de hoy con los ingresos de mañana.
Entre esos dos extremos, Latinoamérica ha practicado varias versiones intermedias que pueden agruparse en cuatro etapas: la primera etapa, que cubre hasta la Segunda Guerra Mundial, se caracterizó por gastar solo el dinero ya ahorrado; en la segunda etapa, que va desde los años 50 hasta mediados de la década de los 70, se trató de invertir hoy con la ilusión de ahorrar mañana; en la tercera etapa, que se inicia con la ya mencionada "Batalla del YomKipur" y que llega hasta 1982, se consumió hoy para pagar mañana; y en la última etapa que avanza hasta nuestros días, se debe pagar hoy y mañana lo que nunca se invirtió ayer.
El descontrol empeora a final de cada periodo fiscal, ya que los recursos para pagar la deuda tienen que dividirse en dos partes: uno para pagar la deuda interna y el otro para pagar la deuda externa. Desde 1983, el objetivo de la mayoría de las políticas de ajuste fiscal y monetario impuestas en América Latina, ha sido el de alcanzar un superávit comercial. Lo cual efectivamente se ha logrado cumplir en casi todos los años. Pero a pesar del constante esfuerzo de nuestra gente por consumir menos y de las inalterables instrucciones de los organismos internacionales, las cifras de los superávit han sido minúsculas. El objetivo de América Latina es el de tener una moneda única y estable. Dicho objetivo quizás suene lirico y simple, sin embargo está sólidamente acoplado en la historia económica de América Latina.
El origen del dinero se pierde en las penumbras de la historia. Pues fue inventado por el hombre como método de cambio, de canjes, entre tribus sedentarias. Según lo señalado por la arqueología, el dinero se usó mediante diversidades de artículos como piedras, conchas, sal, cuero, flechas, tabaco, curtidos, seda, aceites, perlas, cauris y metales, entre otra infinidad de artículos. Pero entre todos esos bienes, solo el metal acuñado en moneda coincide con el despertar de las grandes civilizaciones.
En el Siglo XV antes de Cristo, como la época en que por primera vez se acuñó monedas. Este dato se basa en el descubrimiento de varios pequeños discos de metal diseminados entre las ruinas de la Isla de Creta, que fue cuna de la civilización fundada por el Rey Minos. Según Adam Smith, la primera moneda acuñada en Roma se denominó Pondus y fue fabricada por orden de Servio Tullio, el penúltimo rey que gobernó Roma, antes de que la monarquía se convirtiera en república y abriera el camino para el nacimiento del Imperio Romano.
El primer rey en acuñar monedas fue el Rey de Macedonia, Alejandro Magno. China también disputa el honor de haber sido una de las primeras naciones en acuñar monedas. La plata fue el metal que sustituyo al hierro, al cobre y al bronce a raíz de las guerras púnicas entre Roma y Cartago, ciudad que se ubicaba en lo que hoy es Túnez.
El oro ya había sido utilizado hace muchos siglos atrás, pero en otros imperios. El uso del oro para acuñar comienza a practicarse nuevamente a finales de la edad media. Así la acuñación de una moneda propia nuevamente coincide con el forjamiento de una nueva nación.
Subdesarrollo Precolombino
Las monedas de oro serían sustituidas por las de plata, a raíz del descubrimiento y explotación de las minas de México y de Potosí, realizado en los primeros años de la conquista española. En la época en que Cristóbal Colon descubre América, esta se encontraba dividida en dos imperios: el Imperio Azteca, que tenía alrededor de 10 millones de súbditos, y el Imperio Inca, que con alrededor de 20 millones de habitantes. Ambos imperios se encontraban en una avanzada etapa de organización comunitaria que, en varios aspectos, superaba las estructuras sociales existentes en la Europa de aquella época.
El desarrollo urbanístico se complementaba con una rica actividad comercial en las plazas de la ciudad, que incluía el intercambio de piedras preciosas de jade, obsidiana y ámbar. También se transaban varios tipos de pieles, tejidos, vainilla, añil y lienzos de algodón. Así mismo, podían intercambiarse aretes, pulseras y collares hechos de piedra y conchas; una gran variedad de ornamentos hechos en oro y plata. No obstante, quizás la principal ventaja de los españoles se originó en el hecho de que los aztecas aún no habían inventado el dinero.
Los Incas
El Imperio Inca se habría originado a orillas del Lago Titicaca, donde un grupo de familias fueron organizadas por Manco Capac y su esposa Mama Ocllo a fin de lanzarse a la conquista de los cuatro confines del mundo. Pero la conquista eventualmente solo irradió hacia occidente, por cuanto el oriente se encontraba franqueado por la selva amazónica y por el desierto del Chaco. El sistema económico se basaba en la planificación colectiva y dependía básicamente de la explotación agrícola, pecuaria y minera que, a su vez, reposaban en la magnífica infraestructura del imperio, así como en la existencia de nichos de producción artesanal en el campo textil y en la orfebrería.
Las obras públicas, a cuya supervisión los incas dedicaban casi todo su tiempo, se construían usando el sistema de la mita, que era una especie de sorteo en el que se escogía los miembros de cada ayllu que, forzosamente, debían trabajar en las minas, en el empedramiento de caminos y calles, en la excavación y limpieza de canales, en la edificación de palacios y templos, en el transporte de bienes y cosechas, en el levantamiento de silos e, incluso, en la construcción de viviendas para la burocracia militar y para los miembros de la teocracia.
El sistema tributario consistía en dividir la producción de cada ayllu en tres partes: una parte se entregaba al Inca; otra se destinaba a la elite teocrática y militar encargada de controlar la producción en beneficio propio y del Inca; y, la restante tercera parte, se distribuía entre la gente del ayllu respectivo.
Suele argumentarse en los textos de economía que el dinero se usa porque cumple tres funciones básicas: posibilita comprar y vender cosas; permite comparar el valor de distintos bienes; y, provee un adecuado instrumento para ahorrar e invertir. Pero como esas actividades no se realizaban dentro del Imperio no se negociaba, no se valoraba y no se financiaba la economía había logrado funcionar bien por muchos siglos, sin necesidad de conocer el valor, la utilidad, ni la importancia del dinero.
De esta manera, lo que en los textos de economía rara vez se menciona y lo que rara vez recordamos, es que la función más importante del dinero, en cualquiera de sus formas, es la de ser el principal factor aglutinante de una sociedad -función en la que compite con ventaja contra un himno, un escudo, una bandera o incluso, un territorio- porque permite a toda la gente consumir de todos y producir para todos; sentir que pertenecen a una nación y que la nación les pertenece.
Para los aztecas y los incas, cuya economía nacional se limitaba al reducido mercado de su comarca y al espacio en el cual podían intercambiar productos en trueque, al desconocer la existencia del dinero, el único factor aglutinante del imperio era la cabeza autoritaria del emperador de turno. Cortar esa cabeza significó defenestrar todo el Imperio.
El nacimiento de las grandes civilizaciones surgidas alrededor del mediterráneo, coincidió con la acuñación de una moneda. Los incas y los aztecas completaron la otra cara de esa enseñanza al demostrar lo frágiles que son las civilizaciones que no usen, en cualquiera de sus formas, ese instrumento denominado dinero.
DOLARIZACIÓN Y EL PESO LATINO
EL presente capitulo se fundamenta en las diferencias y similitudes de diversos factores con dos términos que pueden parecer semejantes pero que entre ellos hay diferencias; el Dinero y la Moneda.
El dinero y la moneda son dos conceptos distintos, El primero lo usamos todos los días: cuando hablamos de dinero, nos referimos a un medio de cambio y medida de valor en el pago de bienes y/o servicios. "Tener dinero", "estar con dinero" y "hacer buen dinero"; son expresiones que indican poseer bienes o riquezas, dar origen a una adquirida fortuna o recibir algún buen sueldo o salario. Por lo tanto, es difícil pensar que hubo una época en que no existía el dinero, lo cierto es, que es considerado como un poder natural que adquieren los que lo poseen para conseguir más volumen de bienes y servicios que quienes carecen de él.
Por otra parte, el segundo concepto lo usamos muy poco: la moneda es la unidad monetaria de una nación, es decir, una medida común de cambio por su valor efectivo o atributo. Aunque sabemos el nombre de nuestra moneda; sospechamos que cada país tiene su propia moneda; y hemos escuchado que el dólar es una moneda importante, preferimos que sean otros quienes utilicen ese vocablo.
Los países latinoamericanos actualmente emiten dinero bajo 10 distintas denominaciones: Bolívar, Boliviano, Colón, Córdoba, Guaraní, Lempira, Nuevo Sol, Quetzal, Real y Peso. Pero ese dinero, bajo ninguno de sus 10 distintos nombres, es aceptado como moneda fuera de las fronteras del país que lo emite.
Pero la realidad es que nuestro dinero nos interesa porque somos miembros de una familia, mientras que nuestra moneda nos interesa porque somos miembros de una nación.
Sin embargo, para que el dinero de un país tuviera valor en el resto del mundo, a principios del siglo XXI se originaron las siguientes alternativas: La primera alternativa es que el resto del mundo crea que la producción de ese país alcanzará a cubrir la totalidad del dinero emitido por ese país; La segunda es que dos o más países se asocien para comerciar entre ellos y acuerden recibir en pago la moneda de cualquiera de los países asociados; y por último, pero no menos importante es que, dos o más países, decidan crear y compartir una misma moneda. Lo cierto es que entre estos extremos planteados anteriormente podemos afirmar que ningún país latinoamericano cumple con ninguna de las antes mencionadas condiciones. Por lo tanto, llevar a cabo el cumplimiento de estas alternativas hoy día resulta difícil, sin embargo no es imposible, lo importante es indagar cuáles son esas barreras legales levantadas entre ellos que logre construir el escenario de unidad que necesitaría un peso latino para transitar libremente entre los países involucrados.
En 1941 la semilla del euro comienza a germinar en una pequeña celda de prisión en la Isla de Ventotene, situada frente a la línea costera que se forma entre Roma y Nápoles, allí se encontraba recluido Altiero Spinelli por haber participado en un movimiento clandestino formado para derrocar al gobierno fascista de Benito Mussolini. Spinelli junto a dos compañeros de prisión, para ese mismo año fue quien redactó el Manifiesto de Ventotene, originado por la tragedia en que se encontraba inmersa Europa, reflejando que la división en el país se produce entre los que luchan por la conquista del poder político en sus naciones y los que luchan por crear un sólido y unido estado europeo.
Spinelli una vez libre, lidero una larga lucha política en contra de la existencia de los estados dentro de Europa. Seguidamente, después de la aprobación del borrador del Tratado efectuada por el Parlamento Europeo, los diversos gobiernos y partidos políticos nacionalistas, comenzaron a bloquear o boicotear las actividades necesarias para oficializar y ejecutar el Tratado. En su lugar se impuso un documento que, bajo el nombre de Acta Única, reducía la unión económica a una promesa protocolaria que podía diluirse en una serie de reuniones intrascendentes y turísticas, al estilo de las que hasta el día de hoy predominan en Latinoamérica. Sin embargo, en 1989 sucedió un evento que nadie esperaba, pero que estremeció los cimientos mismos del viejo continente donde la unidad súbitamente dejaba de ser un formal compromiso protocolario, para convertirse en una herramienta de sobrevivencia en un mundo globalizado.
Posteriormente, el 1 de enero de 1999 se estableció el valor definitivo del euro en términos de la moneda de cada uno de los 12 países participantes (Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Italia, Irlanda, Luxemburgo y Portugal); el 1 de enero del 2002 se puso en circulación las monedas y billetes del euro y, finalmente para el 1 de julio del 2002, se retiraron del mercado europeo todas las restantes monedas domésticas.
Esta breve historia tiene un final feliz: Europa empieza a transitar el Siglo XXI como un continente férreamente unido; no por un gobierno, ni por un partido político, ni por un trazado territorial, ni por una bandera, sino por una moneda.
La historia del dólar según el libro, no es sencilla de explicar pero tiene su origen en 1535, cuando Carlos I Rey de España y Emperador de Alemania, ordena que en las recién descubiertas minas de plata en el territorio de lo que hoy es México, se empiece a acuñar una moneda similar a la que se utilizaba en Europa con el nombre de thaler. Los españoles residentes en México cumplieron la orden y acuñaron los thaler. Sin embargo, al no estar familiarizados con la letra "th" sino con su correspondiente sonido "d", sustituyen las dos letras, bautizando la nueva moneda con el nombre de "daler". Durante el primer siglo de acuñación, los daler de plata fluían casi en su totalidad directamente a España, generando un aumento en el nivel de precios superior al 600 por ciento, en un mundo donde la inflación era entonces un fenómeno desconocido, pero a mediados del Siglo XVII, comenzaron a circular también en territorio mexicano.
El 4 de abril de 1792, la necesidad de contar con una nueva moneda, es percibida por Alexander Hamilton, Secretario del Tesoro en el gobierno de George Washington, quien propone y logra que Estados Unidos con decreto legal suscrito adopte como moneda propia al daler mexicano, que pronto comenzó a ser denominado "dollar" bajo la fonética de la lengua inglesa. Sin embargo, a comienzos de Siglo XX el valor del dólar dejó de ser cotizado en plata y comenzó a ser cotizado en oro. Lo paradójico de esta breve historia es que Europa que ordenó dar vida al dólar, ya dejó de utilizarlo. Mientras que en América Latina la metamorfosis que transformó al dólar de plata, en dólar de oro y en dólar de papel, continúa el dólar de tinta con la que se contabiliza nuestra creciente deuda externa.
A principios del siglo XXI en los 19 países de América Latina el dinero circula con 11 nombres distintos: Peso en Argentina, Chile, Colombia, Cuba, México, República Dominicana y Uruguay; Colón en Costa Rica y El Salvador; 100 Boliviano en Bolivia; Real en Brasil; Quetzal en Guatemala; Lempira en Honduras; Córdoba en Nicaragua; Guaraní en Paraguay; Nuevo Sol en Perú; Bolívar en Venezuela; y, Dólar en Ecuador y Panamá. Aunque todos los países latinoamericanos han creado su propio dinero, ninguno ha logrado crear una moneda, debido a que ésta no es aceptada internacionalmente para compras, además, de que la economía siempre dependerá de las acciones tomadas por otros. Por ello, la creación de una moneda forjaría el nacimiento de una gran integración latinoamericana. No obstante, la coyuntura actual brinda a Latinoamérica la oportunidad histórica de crear el Peso Latino, al ofrecernos las enseñanzas del euro y el rol aglutinante que entre nosotros podría desempeñar el dólar.
A pesar de que en Latinoamérica no ha nacido ningún Altiero Spinelli, tiene la ventaja de que ninguno de nuestros países tiene la condición de país-nación, que sí ha caracterizado a la mayoría de los países del viejo continente y que por siglos ha conspirado contra la unidad europea. Pero el beneficio más trascendental, desde luego, se genera en la meditada esperanza de que la creación del peso latino abrirá de par en par las puertas de la unidad de América Latina.
Equidad económica y desarrollo
El crecimiento, la estabilidad y la equidad, son factores imprescindibles para alcanzar el desarrollo económico de una nación los cuales depende directamente del número de fuentes de trabajo que la sociedad pueda crear y no de las accidentales circunstancias que puedan haber generado algún cambio.
Equidad
El autor refleja el significado de la equidad, no como sinónimo de igualdad o justicia, sino como el objetivo final que tiene la economía de satisfacer eficazmente las necesidades materiales del ser humano. Por tal motivo, el ser humano debería tener la libertad que cada hombre tiene para elegir el trabajo más conveniente según su grado de instrucción, sin dejar a un lado la educación en todas las ordenes del Estado pero especialmente en la de la gente común pobre y artesana, tal como lo indica Adam Smith, el cual asegura que la política económica debe proteger no solo al ser humano en su función de trabajador y productor, sino especialmente en su condición de consumidor.
Economía De La Demanda
Esta sección está identificada con la obra de un economista llamado Keynes y con el eficaz antídoto que propuso contra la gran depresión económica de los años 30, este personaje fue quien mentalizó la creación del Banco Mundial y del FMI para ayudar a los vencidos y para consolidar a los victoriosos; pero su mayor trabajo lo dedicó a buscar un antídoto que pudiera neutralizar los ciclos y depresiones que parecían destinadas a germinar espontánea y periódicamente en las economías occidentales.
Keynes determinó que los ciclos depresivos se engendran cuando los inversionistas dejan de invertir y los consumidores dejan de consumir. Durante la crisis de los años 30, tanto el inversionista como el consumidor, habían caído en una fosa que Keynes denominó la trampa de la liquidez. Keynes recetaba para salir de esa trampa, que fuesen los gobiernos quienes reactivaran la demanda nacional al incrementar sus gastos, así sea para cavar y cubrir huecos. Desde luego, que no deseaba que se cavaran huecos, sino que se construyeran viviendas, hospitales, puertos, silos, escuelas, fábricas, carreteras y todo aquello que engrandece a una nación. Motivo por el cual, Latinoamérica también aplicó la receta de Keynes, sin embargo, la expansión del gasto fiscal no se destinó a construir obras públicas, sino a tratar de subsidiar trayendo como consecuencia la sustitución de la Economía de la Demanda por la Economía de la Oferta.
Economía de la Oferta
La economía de la oferta se identifica con el economista Jean Baptiste Say, ciudadano francés que nació en 1767 y vivió 65 años, quien logró el objetivo que todo productor debería buscar: vender toda la mercadería que pueda producir. Con el correr de los años, sus escritos tuvieron una invaluable utilidad práctica dando origen a la frase "la oferta crea su propia demanda" también conocida en los textos de Economía como la "Ley de Say".
En Latinoamérica, la economía de la oferta comenzó a tener importancia en 1983, específicamente en los procesos de nacionalización, capitalización y sucretizacion. Siendo adquiridas deudas por algunos individuos y empresas del sector privado. Sin embargo, se descubrió un nuevo uso para la economía de la oferta donde el dinero pueda ser transferido directamente desde los bolsillos del consumidor a los bolsillos del productor, sin necesidad de tener que utilizar las estructuras del mercado, funcionando de una manera muy efectiva a través del tiempo como se procedió en México, Brasil, Ecuador y Argentina.
Equilibrio
La perspectiva de la economía libre concebida por Smith ha sido atacada por quienes creen estar ubicados en la izquierda y también por quienes saben que están ubicados en la derecha. Sin embargo, su sentimiento probablemente fue mucho más sólido y legítimo que el de cualquiera de ellos, ya que él no se baso en el decálogo de algún partido político, ni en un resentimiento social o en algún interés personal, familiar o de grupo; si no en la certeza lógica de que el único objetivo de la economía como ciencia social es el de satisfacer las necesidades materiales de la mujer y del hombre.
El autor hace referencia en el siguiente capítulo al manto de sombras y luces que envuelve a la América Latina.
Sombras
En esta sección, Adam Smith hace referencia a las dos plagas que afectan directamente a un país, una de ella es la imposibilidad de terminar de pagar la deuda externa y la otra es la creación del Cartel de Acreedores.
En América Latina, la primera plaga "es formar fondos perpetuos para pagar intereses por deudas nacionales", esto se evidencio a principios del Siglo XXI, con la deuda externa, lo que significa que más de la mitad del total de lo que se paga Latinoamérica a los gobiernos por impuestos a la renta, al consumo y al valor agregado; por las tarifas de electricidad, agua potable, teléfono y demás servicios básicos; así como por los aranceles al comercio y por todos los demás gravámenes que ingresan a formar parte del presupuesto del estado salen automáticamente fuera del país, para pasar a engrosar las altas tasas de rentabilidad que nuestros acreedores obtienen con la tenencia de los pagarés de nuestra deuda. En otras palabras, si continuamos aplicando la misma receta impuesta al renegociar la deuda incluso dentro de los próximos 100 años el monto de la misma continuará creciendo.
La segunda plaga que menciona José Tallada y que la relaciona a los Trust, Kartells, Consorcios y Ententes identificados con la crisis de los años 30, se visualiza en la existencia de los Clubes de Paris, Londres y Washington. Impide que los beneficios que emanan del mercado generen una equitativa distribución de costos entre deudores y acreedores, es decir, la segunda plaga emerge por las trabas creadas para prohibir el libre funcionamiento del mercado de capitales que se había operado libremente hasta 1983 y bajo cuyas normas se contrató la deuda externa original.
Finalmente, ante la imposibilidad matemática de que algún día y bajo el actual mercado América Latina pueda terminar de pagar su deuda externa, se han originado una serie de sugerencias, entre ellas la posibilidad de ampliar y profundizar el proceso de ajuste al consumo de la población impuesto desde 1983, cuya vigilancia ha sido encomendada por los acreedores a los funcionarios del FMI. Una segunda sugerencia podría ser crear un Cartel de Deudores que pueda buscar una solución global y negociar en un mismo plano jerárquico con el sindicato formado por el Club de Paris, el Club de Londres y el Club de Washington, así como también establecer unilateralmente un límite máximo para el pago de la deuda, que se basaría en un porcentaje fijo anual de las exportaciones que logren vender los países deudores a los países acreedores. Y por último, está la implementación del peso Latino, que iniciaría no solo la integración, sino que ampliaría el comercio regional, reduciría la dependencia en la deuda externa y marcaría el sendero para lograr la unidad de América Latina, pero su creación solo dependen de nuestra voluntad y no de la voluntad de los acreedores.
Luces
Según Adam Smith existen tres fuentes que irradian luz:
El producto rudo del campo, la producción manufacturada, más la utilidad del comercio y de las negociaciones del hombre.
Las rentas y ganancias de los fondos con relación a la estabilidad del signo monetario o a su decadencia.
La distribución de los fondos entre los gastos del Soberano, la obra pública y el trabajo del hombre.
Por cuanto, cada una de ellas constituyen el respectivo antídoto para curar cada una de las tres enfermedades más visibles que tiene el subdesarrollo de América Latina (nivel de desempleo; grado de inestabilidad y dependencia financiera; y su aguda, inhumana e ineficiente concentración de la riqueza.).
Liberalismo
Antes de 1776, era difícil establecer una línea divisoria entre el liberalismo político y el liberalismo económico. Pero en ese año se publica La riqueza de las naciones, con lo cual la política y la economía empiezan a ser consideradas como dos ciencias independientes. Desde entonces la filosofía liberal ha seguido evolucionando únicamente dentro de las ciencias políticas, especialmente en Inglaterra y Estados Unidos para identificar a los partidos Laborista y Demócrata respectivamente.
Sin embargo, en Latinoamérica, inicia desde principios del siglo XIX la oposición entre liberales y conservadores. Desde luego, entre los dos grupos políticos, es el partido liberal el que parece que mejor podría coexistir con la economía democrática. Durante esta época el partido liberal se convirtió en una tendencia progresista al impulsar la educación para toda la población, la tolerancia religiosa y de cultos, así como la eliminación de privilegios y discrímenes sociales.
Además, el desarrollo del liberalismo en un país concreto, desde una perspectiva general, se halla condicionado por el tipo de gobierno con que cuente ese país. Los liberales lucharon en primera línea contra la opresión, la injusticia y los abusos de poder, al tiempo que defendían la necesidad de que las personas ejercieran su libertad de forma práctica, concreta y material, desarrollando un programa que abogaba mas por una actividad constructiva del Estado en el campo social, manteniendo la defensa de los intereses individuales.
Neoliberalismo
Es el otro concepto que aún permanece envuelto en tinieblas, quizás porque hasta hoy nadie se ha tomado la molestia de tratar de definirlo o defenderlo. El neoliberalismo se manifiesta en sus políticas de ajuste y apertura que, con diversas connotaciones se aplican en los países latinoamericanos. Estas ponen el crecimiento económico y no la plenitud de todos los hombres y mujeres en armonía. Ha tenido aportes positivos, como la contribución de los mecanismos de mercado para elevar la oferta de bienes de mejor calidad y precios, la reducción de la inflación en todo el continente, el quitar a los gobiernos tareas que no les competen para darles oportunidad de dedicarse, si quieren, al bien común, la conciencia generalizada de austeridad fiscal que lleva a utilizar mejor los recursos públicos, y el avance de las relaciones comerciales entre nuestras naciones. Pero estos elementos están lejos de compensar los inmensos desequilibrios y perturbaciones que causa el neoliberalismo en términos de multiplicación de masas urbanas sin trabajo que subsisten en empleos inestables y poco productivos , quiebras de miles de pequeñas y medianas empresas; destrucción y desplazamiento forzado de poblaciones indígenas y campesinas.
En realidad la definición teórica del neoliberalismo desde su perspectiva económica puede resumirse en una simple frase: "Neoliberalismo es el conjunto de políticas que canalizan el dinero que controla el Estado, hacia los sectores que designe el gobierno de turno". A pesar de su sencillez, esa definición es aplicable tanto en el primer mundo como en América Latina.
El neoliberalismo se ha ubicado en una orilla frontalmente puesta al pensamiento del fundador de la economía como ciencia social, Adam Smith. Para resaltar la urgente necesidad de que Latinoamérica empiece a caminar por el sendero de una economía democrática.
Economía Democrática
En 1973, el norteamericano por nacionalización y ganador del Premio Nobel Wassily Leontief definió el sistema capitalista bajo nuestro sistema de libre empresa, que la ganancia privada es el viento que impulsa la nave del Estado. Aunque para no para no quedar a la deriva, el gobierno debe sujetar el timón. Y ese es precisamente el problema de América Latina: como aún no hemos logrado descifrar donde está el desarrollo, y en lugar de tratar de encontrar el sendero que nos conduzca al desarrollo, nos hemos limitado a evocar las circunstancias que nos empujaron al subdesarrollo.
En este capítulo la economía democrática acoge los principios de la economía como ciencia social trazados por Adam Smith, para quien la riqueza de las naciones depende en lo básico del nivel del crecimiento, de la estabilidad y de la equidad que la gente y la sociedad alcancen. Y con ellos construye un trípode sobre el cual cimentar el desarrollo.
En la primera columna, el crecimiento económico, no se refleja en las estadísticas del PIB sino en el número de empleos que el sistema económico sea capaz de crear. La segunda columna del desarrollo, la estabilidad financiera, requiere crear el peso latino, para poder iniciar de esta manera la unidad de América Latina y neutralizar los ataques de aquellos que prefieren seguir devaluando su propia moneda.Y por último, la tercera columna del desarrollo, la equidad económica, no puede ser cuantificada con tanta precisión como las otras dos. En la economía democrática esas tres columnas sirven para sostener un trípode por lo tanto, las tres tienen que ser construidas simultáneamente para que el trípode no colapse.
Pero ¿cómo saber si el timonel esta sujetando el timón en la dirección correcta?. La brújula que marca el rumbo en que debemos navegar, es la existencia de una clase media. Fortalecerla, por tanto, debe ser el objetivo permanente hacia el cual orientar la proa de nuestra nave social.
Libro: América Latina entre sombras y luces
Autor:
UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL POLITÉCNICA
"ANTONIO JOSÉ DE SUCRE"
VICE-RECTORADO PUERTO ORDAZ
DEPARTAMENTO DE INGENIERÍA INDUSTRIAL
INGENIERÍA FINANCIERA
Asesor Académico:
MSc. Ing. Iván J. Turmero Astros.
PUERTO ORDAZ, NOVIEMBRE DE 2016