La consolidación de las estructuras urbano-arquitectónicas en Cuba durante el período de 1900-1930 (página 2)
Enviado por Carlos V�zquez
DESARROLLO
LA CONSOLIDACIÓN DE LAS ESTRUCTURAS URBANO ARQUITECTÓNICAS EN CUBA DURANTE EL PERÍODO DE 1900-1930
El proceso de modernización de la ciudad de La Habana
A finales del siglo XIX, la ciudad de La Habana se encontraba estancada a causa de las escasas inversiones del gobierno colonial español, cuyos recursos estaban dirigidos a combatir la insurgencia cubana. La guerra de 1895 paralizó las construcciones, sin embargo, no limitó el incremento de población de la capital, debido a la emigración del campo a la ciudad, forzada por la reconcentración impuesta por el gobernador español Weyler. Si bien La Habana se había equipado con el acueducto de Albear una de las principales obras infraestructuradas del siglo XIX, y se habían realizado las nuevas edificaciones en los terrenos dejados libres por la demolición de las murallas, el Ring de La Habana, poseía escasas calles pavimentadas, un pobre servicio de transporte colectivo, de recolección de basura, de electricidad, etc.
La inversión norteamericana, una vez terminada la guerra dedica bastante atención a la ciudad de La Habana, debido al contraste existente entre las normas urbanísticas vigentes en Estados Unidos y la precariedad de infraestructuras que poseía La Habana. Se realiza un plan de obras públicas, pavimentación, ampliación de repartos, instalación de alumbrado público, recolección de basuras, surge el tranvía eléctrico, etc. La paulatina toma de confianza de la burguesía local, respecto al desarrollo político y económico, una vez instaurada la República bajo la tutela del gobierno norteamericano hará fluir los capitales hacia la ciudad y comenzar el proceso constructivo, tanto del flamante Estado como de la iniciativa privada, así como también del capital norteamericano, cuyas estructuras administrativas y financieras se localizarán en La Habana. La retribución a los generales y oficiales de la Guerra de Independencia, de los sueldos adeudados, con un préstamo de Estados Unidos, permitirá la disponibilidad de capital necesario para construir los palacetes del Vedado e iniciar la caracterización de este barrio como centro residencial de la burguesía adinerada. Por otra parte el período de bienestar económico creado por la primera Guerra Mundial y el alza del precio del azúcar. El período denominado de "las vacas gordas", que culmina con la crisis de 1918-1919, permite una acumulación de capital que la clase dominante invertirá en lujosas mansiones y en infraestructuras sociales para el uso de los miembros de esta clase.
Con posterioridad, recuperada la crisis, en la década del 20 al 30, antes de la crisis mundial de 1929, se produce otra etapa de bienestar económico para la burguesía, que coincidirá con las grandes inversiones del capital norteamericano, la creación en este período de los grandes centrales azucareros y que se exteriorizará políticamente con la dictadura de Gerardo Machado, como forma de sometimiento de las fuerzas progresistas y democráticas, en efervescencia ante la despiadada explotación a la cual estaba sometido el proletariado y el campesinado cubano. Será un período de grandes obras públicas, reflejo de la megalomanía de Machado, que pretende convertir a La Habana en la París "tropical".
La Habana cuenta en 1898 con 242 055 habitantes, que alcanza 253 011 con los pueblos satélites. En 1919, estas cifras se elevan a 363 504 y 446 898, respectivamente, al comprender esta última la Gran Habana, Marianao, Regla y Guanabacoa, pueblos ya conurbados e integrados en el contexto urbano continuo. La terminación de la guerra no anula el proceso de emigración española: en la primera década del siglo entraron al país 660 958 extranjeros, de los cuales La Habana absorbió el 30 %. En 1907, La ciudad poseía una proporción de extranjeros que correspondía al 40 % del total.
Fig 1. Crecimiento evolutivo de La Habana
El incremento de la población y la definición cada vez más marcada de los grupos sociales, establecen las pautas de asentamiento de la alta burguesía, la pequeña burguesía, el incipiente proletariado y los emigrantes de las áreas rurales. En la estructura de abanico que posee la ciudad, a partir de la bahía, la zona costera al oeste, será ocupada por la burguesía, hacia el centro, subiendo las colinas del espacio interior hacia el sur, la pequeña burguesía y hacia el sur-este, al fondo de la bahía, hacia Guanabacoa y hacia el interior el proletariado, en contacto con el puerto, la zona de almacenes y los establecimientos industriales y manufactureros, que desde el centro se irradia hacia la periferia. También habrá una zona proletaria en dirección a Marianao, localidad en la cual se situarán algunos centros productivos.
La expansión de la ciudad no se produce sobre la base de un plan director, ni a una orientación estatal sino a partir de los intereses de los especuladores y propietarios del suelo urbano. Fuera del casco compacto de la ciudad del siglo XIX, la zona de fincas urbanas era propiedad de grandes terratenientes, quienes se beneficiaban con la presión producida por la demanda de terrenos para construir viviendas, mientras las zonas donde se asienta la pequeña burguesía: Víbora, Lawton, Acosta, Loma del Mazo, Luyanó, se subdividen en múltiples parcelaciones irregulares, debido a la fragmentación de la propiedad de la tierra, algunas grandes familias habaneras: Velazco, Mendoza, Kholy, Conill, etc., controlan extensas áreas urbanas, hacia el este de La Habana, del otro lado de la bahía; el eje Miramar-Country y la zona interior desde el Almendares hacia la Loma de los Catalanes (Plaza de la Revolución) hasta la Ciudad Deportiva. La pugna entre estos propietarios se produce en la década del 10 al 20, al definirse la dirección futura de la expansión urbana y salvar los obstáculos naturales: el puente en la bahía o los puentes sobre el río Almendares. Triunfa esta última solución, más factible y económica, y se construye el puente de hormigón armado sobre la calle 23 y los puentes de hierro de 5ta. Avenida y Línea. Entre la futura Plaza Cívica y el eje Miramar-Country se ubicarán las residencias burguesas entre 1910 y 1930.
Fig 2. Asentamiento urbano 1900-1930
1.1.1.- Localización del centro y planes urbanos.
A lo largo del siglo XIX, el viejo centro colonial es sustituido por las nuevas áreas de servicios que se instalan en el Paseo de Isabel II y el Prado. El Parque Central se convierte en el centro de la flamante burguesía cubana, y allí se producirá la competencia entre las edificaciones de Estado y las construcciones realizadas por las comunidades nacionales españolas, en un intento de expresar la continuidad, no solo del poder político, pero sí de su potencial económico. A lo largo del Prado en la zona del Ring de La Habana, se ubican edificios públicos, centros comerciales: La Manzana de Gómez, hoteles, oficinas, etc. El arquitecto-urbanista Pedro Martínez Inclán, señalaba la importancia de esta zona como centro cívico-administrativo-cultural de la ciudad, pero si bien existían terrenos libres adecuados para edificios de gran tamaño como el Palacio Presidencial y el Capitolio, esta zona tenía poca perspectiva de desarrollo, por una parte estaba comprimida por la ciudad colonial: La Habana Vieja y por otro en la zona de Habana Centro las viviendas pobres de obreros y artesanos establecían una trama compacta difícil de eliminar, haciendo imposible la presencia de los palacetes burgueses.
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Fig 3. Paseo del Prado
Por ello, en 1905, el arquitecto Raúl Otero, propone la creación de un nuevo centro de la ciudad en una zona libre, vinculada más estrechamente con las áreas de asentamiento de la burguesía: el espacio de la Ermita de los Catalanes. En 1922, el ingeniero Enrique Montelieu, hace una propuesta similar, pero situado el centro en la Quinta de los Molinos (G y Carlos III), y Martínez Inclán, también sugiere la Loma de los Catalanes. De este modo, la presencia del nuevo centro favorecía a los terratenientes, cuyos terrenos se valorizarían aceleradamente, al comenzar la construcción de Edificios Públicos en proximidad a las nuevas zonas preparadas para la parcelación especulativa.
Se ubicarán además, diversos Edificios Públicos como el Instituto de Segunda Enseñanza y a lo largo del Prado se construyen en un eclecticismo agresivo: el Centro Gallego, el Centro de Dependientes, el Casino Español, etc.; expresión de la persistencia del poder económico de los peninsulares, ahora marginados del poder político. Este centro político administrativo perdura hasta la década de los 50 como eje director, generador de las actividades comerciales, bancarias, financieras, turísticas y culturales, organizadas en una estructura continua multidireccional con diversas acentuaciones focales. El límite de la ciudad sobre la bahía está caracterizado por la construcción de los docks y almacenes vinculados a los elementos circulatorios: la Estación Terminal de Trenes y comerciales, La Lonja del Comercio y la Aduana. En el interior de la faja costera, el casco urbano colonial se transforma como dijo Joaquín Rallo, en una pequeña Wall Street, bajo la presión del giro renovado de las actividades financieras y comerciales con Estados Unidos, allí se instalan los bancos, las compañías de seguros, los edificios de oficinas, en las calles de mayor movimiento mercantil: Obispo, O´Reilly, Muralla, Teniente Rey, Cuba, etc. La expansión del comercio y su significación a escala del conjunto metropolitano, proyecta la multiplicación de las tiendas al oeste del eje constituido por Prado en las calles Neptuno, San Rafael y el circuito de las calzadas porticadas: Monte, Reina, Galiano, Belascoaín, etc., cuya horizontalidad es bruscamente interrumpida por los primeros "rascacielos", imitación de los modelos neoyorquinos, artísticamente adaptados al proceso de embellecimiento urbano por medio de los estilos dominantes: el plateresco en la Compañía Cubana de Teléfonos y Art-Decó 1925 en el edificio Bacardí.
Resulta evidente como los conjuntos monumentales tienden a vincularse a las zonas de expansión del habitat burgués, abandonado a sí mismas las restantes áreas de la ciudad.
Es una coincidencia funcional y simbólica que luego será apoyada por el asentamiento de los servicios que genera la iniciativa privada; hay un eje virtual hacia el oeste constituido por algunos focos esenciales: el Capitolio, el conjunto Universidad– Hospital Calixto García y el Cuartel Columbia, en Marianao; en cuyas cercanías se construye el colegio de Belén, centro docente exclusivo de la alta burguesía. El otro eje surgido en este período se identifica con las actividades turísticas y recreativas de la clase dominante y de los visitantes norteamericanos, originado en el Prado, con focos intermedios establecidos en el Vedado, los hoteles Nacional y Presidente, culmina en la serie de clubes ubicados en la playa de Marianao.
Paralelamente a los escasos conjuntos estatales, volcados más hacia una simbolización del supuesto prestigio nacional otorgado por los monumentos, que a una auténtica funcionalidad social, la iniciativa privada toma en sus manos el desarrollo de las infraestructuras básicas exigidas por la comunidad, en función de satisfacer las necesidades de grupos sociales cerrados, se crea dentro de la ciudad una organización funcional compartimentada, especialmente compleja al no coincidir la localización de los grupos sociales con la aparición inmediata de los servicios en las zonas circundantes. Mientras el comercio, las escuelas privadas y las iglesias, se localizan en los nuevos repartos, los centros de recreación exclusiva polarizados en la playa de Marianao y los centros asistenciales la Purísima, la Benéfica y la Covadonga, que ocupan grandes extensiones de terrenos en las calzadas del Cerro y Jesús del Monte, condicionan una especialización de sectores urbanos al servicio de la burguesía, marginando hacia otras zonas de expansión las actividades productivas, industriales y artesanales alrededor de las que se asientan el proletariado. La ciudad compacta coherente de la colonia es reemplazada por la ciudad fragmentaria, contradictoria, que exterioriza la agudización de los conflictos económicos y sociales, producto de la dependencia neocolonial.
Fig 4. Colegio de Belén
El plan de J.N.L. Forestier y la imagen de La Habana metrópolis del Caribe
Una vez instaurado en el poder, el dictador Gerardo Machado, lleva a cabo un ambicioso plan de obras públicas, tanto en La Habana como en el interior del país. Durante su gobierno se construyen edificios de los gobiernos provinciales, municipales, escuelas y la Carretera Central. Aspira a modernizar La Habana y convertir su fisonomía, todavía predominantemente colonial, acorde al sistema de valores culturales de la burguesía, en una ciudad comparable con las capitales europeas o norteamericanas. Secundado por el Ministerio de Obras Públicas: Carlos Miguel de Céspedes, quien es considerado el Haussmann cubano, invitan a un equipo de arquitectos franceses, bajo la dirección del reconocido urbanista J.N.L. Forestier, quien había trabajado en Buenos Aires y en diversas ciudades españolas. Esta iniciativa también fue apoyada por las ricas familias terratenientes, ya que veían en la formulación de un plan director, la posibilidad de orientar el crecimiento de la ciudad hacia sus propiedades, valorizadas por el trazado de avenidas o la construcción de Edificios Públicos.
Forestier viaja a La Habana en varias oportunidades y su equipo, en colaboración con arquitectos y urbanistas cubanos realiza cientos de dibujos y proyectos detallados de diferentes puntos claves de la ciudad. El Plan Director, tiene como objetivo primordial homogeneizar la ciudad a partir de los códigos Beaux Arts.; establecer ciertas directrices para las nuevas zonas de desarrollo, definir los focos funcionales y monumentales básicos y crear un sistema verde a escala metropolitana y rechaza la marginación de los componentes topográficos y ecológicos, valorizando las particularidades naturales y los accidentes paisajísticos del perfil urbano. Se trata de otorgar a la ciudad la responsabilidad burguesa necesaria para traer al turismo norteamericano que iniciaba su expansión en aquellos años y simular un escenario desarrollado que ocultara el violento subdesarrollo y la miseria imperante en el resto del país. La "Niza de América", como decía Martínez Inclán, se estructuraba en el Plan Director de Forestier a partir de un sistema de ejes que coincidía con el recorrido de los turistas al llegar a la ciudad. Uno de los ejes vinculaba la Terminal Marítima con la Terminal de Trenes y la Plaza Cívica, nuevo centro administrativo de la ciudad. El otro eje, perpendicular, unía el Parque Metropolitano en la Plaza Cívica y a su vez con la Quinta de los Molinos, la Universidad y el Hotel Nacional, recién construido y punto focal del turismo burgués.
A su vez se producía un rediseño de las áreas exteriores circundantes a los Edificios Públicos principales: el Capitolio, el Palacio Presidencial. El sistema simbólico, sito en el centro tradicional de La Habana quedaba enmarcado en un sistema de avenidas y áreas verdes que magnificaba la perspectiva de los edificios. El Parque de la Fraternidad, el mobiliario urbano de la calle Prado, la apertura de la Avenida del Puerto y la conversión en museo del Castillo del Príncipe, son algunas de las obras detalladas que diseñó el equipo de Forestier. Uno de los principales aportes del plan fue la creación de un sistema verde en el cual se aprovechaban las condiciones ecológicas de la ciudad. El diseño del Malecón y algunos conjuntos escultóricos: el Monumento al Maine, la previsión de un Malecón a lo largo de la costa de Miramar que permitiera aprovechar el litoral; apropiado egoístamente por las viviendas individuales de la burguesía y la espina verde que se iniciaba en la boca del Almendares y se continuaba hacia Rancho Boyeros con el Parque Metropolitano, hubieran otorgado a La Habana, la dimensión urbanística a escala de su perspectiva poblacional, contraponiéndose a la tendencia especulativa que negaba la existencia de los espacios públicos.
Fig. 5 Malecón de la Habana
Las ideas de Forestier no se concentraron y sólo al triunfo de la Revolución, se pudo volver a plantear la creación de grandes espacios verdes para la creación social de los habitantes urbanos.
La caída de Machado y la crisis económica de 1929, dejaron en el papel la mayoría de las propuestas de Forestier. La creación del conjunto de edificios que constituían una pantalla encubridora de La Habana colonial, y servían de telón de fondo al Palacio Presidencial; el desembarcadero monumental que daba acceso desde la bahía a la Avenida de las Misiones; la restauración del Castillo del Príncipe, el conjunto de edificios situados en la Plaza Cívica con sus monumentales columnatas y el profuso mobiliario urbano y las esculturas monumentales que ornamentaban el Parque Metropolitano no se materializaron.
Fig 6. Castillo del Príncipe
La presión de los grandes especuladores urbanos sobre el gobierno para cualificar infraestructural y estéticamente las nuevas zonas de expansión de la ciudad, culmina en la exigencia de un plan director "camuflado" por las declaraciones de filantropía urbana que estableciera una estructura formal básica, con el fin de promover las inversiones nacionales y extranjeras en el contexto urbano.
A pesar del carácter exhaustivo y detallado de las propuestas realizadas, se llevaron a la práctica indicaciones fragmentarias que se lograron imponer sobre las transformaciones posteriores de la ciudad. En líneas generales, sólo se materializaron aquellas ideas que no implicaban cuantiosas inversiones del Estado, ni exigían la expropiación de terrenos a los pequeños propietarios, opuestos en su mayoría a la remodelación propuesta por su incidencia negativa sobre la pequeña propiedad privada y por su escasa identificación con el contenido simbólico y funcional de los trazados monumentales.
Constituyó un ejemplo clásico de propuesta urbana elaborado por el Estado sin participación alguna de los municipios y los habitantes sumergidos en una dimensión estrictamente pragmática del fenómeno urbano. La crisis mundial de 1929 y la caída de la dictadura de Machado en 1933, imposibilitaron la concreción de los indicadores más válidos del plan, que hubiera otorgado a La Habana una estructura rectora para su posterior desarrollo.
El proyecto de Forestier sintetiza la visión de la ciudad escritorio, la ciudad símbolo unitario y coherente, cuya función esencial consiste en albergar la administración del país y exteriorizar en términos de cultura urbana la riqueza alcanzada por la burguesía nacional dependiente, la dignidad formal comparable con los capitales europeos, escudaría el servilismo económico y político a los intereses de Estados Unidos. La ciudad se convierte en una gran escenografía que oculta el subdesarrollo y las contradicciones sociales y económicas.
Fig 7. Propuesta de Forestier
Aceptamos la primacía de las connotaciones estéticas y simbólicas sobre el rigor funcional que pretendía imponer en aquellos años la Carta de Atenas a las estructuras urbanas, no se puede obviar los aspectos positivos del plan, al concebir una Habana integrada, cohesionada formalmente por encima de las diferencias sociales y las clases ajenas a las pequeñeces y al egoísmo mezquino puesto en práctica posteriormente por la burguesía, quizás no tanto en sus propios espacios como en las barreras y la marginación de las viviendas urbanas que se impondrá a los restantes grupos sociales. Enumeramos algunos de los factores válidos contenidos en el proyecto:
a) Estructura básica: el núcleo fundamental está situado en el centro geográfico de la ciudad en su nueva dimensión, que abarca desde Marianao hasta los terrenos al este de la bahía. La irradiación de directrices desde dicho centro recupera la unidad existente entre los ejes Vedado-Miramar, Cerro-Jesús del Monte, alcanzando un clímax en el eje virtual-real en el plan de Forestier, al unir el Gran Lago con el Centro Cívico y el monumento al Maine en el Malecón que vincula Rancho Boyeros con el Hotel Nacional.
b) Dimensión territorial: el área metropolitana se extiende a los núcleos poblacionales colindantes y cualifica formalmente los asentamientos periféricos, así como también las zonas carentes de estructuras donde se establecen la pequeña burguesía y el proletariado: Lawton, Luyanó, Víbora, Cerro, etc.
c) Integración del sistema vial: aunque las estructuras circulatorias no prevén aún la importancia futura del automóvil que exige una organización vial diferente al sistema de focos y radiales, ni del aeroplano, Forestier contrapone dos sistemas viales: el de tres anillos circunvalantes paralelos que dan comunicación entre las zonas periféricas de la playa de Marianao con la zona este de la bahía y el de las conexiones intermedias por medios de las avenidas y diagonales que a su vez asimilan los trazos preexistentes de Miramar y el Vedado. La organización vial interna culmina en el punto de contacto con el exterior y el interior del país: en Cayo Cruz se crea un centro de tráfico, que unifica el transporte marítimo con el ferrocarril y la vialidad urbana. El nudo formado por la terminal del ferrocarril y la marítima constituye el segundo foco esencial de la ciudad, punto de entrada a La Habana y al país de los visitantes extranjeros.
d) El sistema verde y la valorización paisajística: la carencia de áreas verdes y la negación de los factores paisajísticos era una de las herencias de la ciudad colonial, iniciándose la recuperación de estos elementos durante la intervención norteamericana con el trazado del Malecón y ciertas iniciativas privadas que constituyen las infraestructuras del tiempo libre en las playas de Marianao y a lo largo del río Almendares, los jardines populares anexos a las fábricas de cervezas. Forestier crea una doble espina verde a lo largo del eje monumental y aprovechando las irregularidades topográficas del río Almendares, insertada como una cuña en la ciudad y dilatada en la superficie del Gran Parque Nacional. Por otra parte, valoriza el litoral desde la playa de Marianao hasta el Vedado, con un malecón continuo bordeado de áreas verdes, que habría sido utilizado por toda la población urbana si la burguesía no hubiera instalado allí sus asentamientos individuales y sus infraestructuras exclusivas. Luego distribuye áreas verdes en distintos sectores de la ciudad, aprovechando los espacios abiertos existentes de acuerdo con los cambios funcionales: el Cuartel Columbia, el Cementerio de Colón, la antigua Terminal; y enmarca las elevaciones topográficas del paisaje urbano: la Loma de Chaple y los Castillos del Príncipe y Atarés son convertidos en jardines monumentos.
e) Los focos monumentales: Forestier procede a la integración de los edificios símbolos existentes en las nuevas directrices urbanas, que culminan con los conjuntos proyectados: la Estación Terminal, el conjunto de la Plaza Cívica, el Parque Nacional; por una parte, vincula el eje fundamental a la Colina Universitaria y al monumento del Maine, señalado urbanísticamente por la presencia del Hotel Nacional y abre las perspectivas necesarias al Palacio Presidencial, Avenida de las Misiones y el Capitolio, la proyectada avenida a lo largo de Teniente Rey.
f) Preservación del centro histórico: la neta separación entre la ciudad vieja y la ciudad nueva queda establecida a partir de este plan, reconociéndose la unidad del casco urbano definido por las murallas como un conjunto a preservar. La depuración del Ring, la eliminación de la Terminal de Trenes y la creación de la Avenida del Puerto, constituyen los elementos circunscriptores y valorizantes de La Habana Vieja.
Fig 8. Ring de La Habana
En términos de estética urbana a pesar del número reducido de elementos del plan materializados, Forestier logró imponer la dignidad Beaux Arts a la ciudad de los años 30, sin negar la vitalidad otorgada por la participación de la comunidad. Plazas, plazoletas, el Paseo del Prado y la prolongación del Malecón, constituyeron los ambientes urbanos predominantes, hacia los que se volcó la vida social. Sin embargo, Forestier no supo despojarse de los rígidos esquemas clásicos para afrontar una realidad cambiante, cuya lectura otorgaba ya los antecedentes de las transformaciones por venir en las décadas sucesivas. La importancia del automóvil en el sistema de comunicaciones para sustituir al ferrocarril, era visible en la construcción de la Carretera Central terminada en 1929, espina dorsal de la unión entre La Habana y el resto del país, cuya presencia no se exterioriza ni incide en el sistema vial del plan director. Tampoco fueron suficientemente valorizados los componentes reales del desarrollo urbano, la progresiva zonificación industrial, la dinámica especulativa, el subdesarrollo general del país, la inoperancia del Estado en imponer leyes urbanísticas, antitéticos a cualquier intento de normativas urbanas estrictas, calculadas de los modelos de las capitales europeas. Este plan superó definitivamente la escala y aspecto de La Habana Colonial y abrió la dimensión moderna de la ciudad, con sus nuevas avenidas que permitían el fácil acceso a las nuevas zonas residenciales de la burguesía.
Principales edificaciones monumentales de este período
La Habana:
1.3.1.- El Capitolio Nacional. Una maravilla arquitectónica.
Difícilmente pase inadvertido ante los ojos de nativos y foráneos esta construcción que constituye el primer edificio monumental de la República, uno de los seis palacios más importantes del mundo y también uno de los primeros en su clase. Incluido entre las treinta y ocho obras arquitectónicas consideradas Patrimonio Monumental del Caribe, resulta asombroso pensar que el terreno donde se encuentra asentado actualmente fuera una gran ciénaga donde sus moradores vertían a diario los desperdicios de la ciudad.
Fig 9. Capitolio
Sus orígenes se remontan a la Roma antigua donde existió un similar erigido al culto de Júpiter. En cuanto a su futura denominación "Capitolio" sumó mayor número de voces que la variante "Palacio del Congreso".
Diseñado en 1925 por los arquitectos cubanos Govantes y Cabarrocas, las obras se reiniciaron después de un prolongado período de estancamiento por la Purdy and Henderson Company quien asumió el proyecto en abril de 1926.
A pesar de llevarse a cabo con celeridad fueron inevitables las demoliciones de la construcción antigua y las modificaciones en el proyecto original al detectarse diferencias de medidas y falsas escuadras.
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Fig 10 a,b. Estructuras constructivas del Capitolio
Infructuosos fueron los esfuerzos por terminarlo para celebrar en sus salas las secciones de la Sexta Conferencia Internacional Americana a celebrarse en enero de 1928. Casi año y medio más, tardó su ejecución para abrir sus puertas el 20 de mayo de 1929 a lo que sería la Sede del Congreso de la República de Cuba. Su superficie ocupa un área de 39,875 metros y contempla parques y jardines. De construcción semicircular posee un cuerpo central del que emergen dos alas, impregnando al conjunto cierta estabilidad. Su fachada principal, situada en el Paseo de Martí (Prado) responde en cuanto a disposición de masas, a la escuela moderna francesa. Se destaca en su estructura la gran escalinata y dos cuerpos salientes de menos amplitud y elevación unidos a dos alas que completan el frente principal del edificio.
Para el revestimiento de fachadas e interiores, después de un exhaustivo estudio se aprobó el empleo de la piedra conocida como capellanías en su variante de cincel. Llama la atención en su concepción interior el Gran Salón de los Pasos Perdidos tratado eclécticamente al no exhibir un solo estilo. Sus magnitudes: 14,50 metros de ancho, por más de 48 de largo y un puntal de 19,50 metros le imprimen un carácter sobrio.
Emplazada en la intersección de los ejes de este salón y el Pórtico Central se encuentra la cúpula de estructura y torre de acero. Consta de un estilobato cuadrado de 32,46 metros de ancho que se prolonga en un cuerpo cilíndrico o tambor de 31,68 metros de diámetro con aberturas o ventanas centradas.
Distribuidas en cuatro plantas aparecen la sala de conferencia, las de comités parlamentarios, la biblioteca, la sala de diplomáticos, la sala de los comités provinciales y las oficinas de los congresistas. Cada uno de estos pisos muestra luminarias, ventilación y acústica que se previeron en el diseño al tratar de establecer una armonía con el clima predominante. A Angelo Zanelli de nacionalidad italiana, se le atribuye la creación de las estatuas que alberga el edificio.
La mayor de ellas colocadas en el Salón de los Pasos Perdidos, es de bronce y dorada electrolíticamente, representa una figura femenina de pie. Decorada con túnica, casco, escudo y lanza, simboliza a la República, tiene una altura de 14,60 metros y pesa 30 toneladas.
Las otras dos situadas exteriormente a ambos lados de la escalinata, se refieren al progreso de la actividad humana, representada por la figura masculina y la virtud tutelar del pueblo, de manos de la femenina. Se hallan montadas sobre pedestales de granito y miden 6,70 metros y su peso es de 15 toneladas respectivamente.
1.3.2.- El Edificio Bacardí. Joya del Art – Decó Cubano.
Los diseños para el edificio y la decoración se encargaron a Maxfield Parrish. Para el proyecto, propiamente dicho, se comisionó a los arquitectos cubanos Esteban Rodríguez Castells y José Menéndez.
Fig 11a,b. Edificio Bacardí
Su labor no fue fácil. La obra fue recibida con críticas, caricaturas y ataques, desde la época del proyecto, por una oligarquía que se aferraba tenazmente a sus estructuras tradicionales y neoclásicas. Los españoles, sobre todo, fieles a sus ensueños mudéjares, le dieron a la nueva estructura que se levantaba, un nombrete viscoso, que no se le pegó: El Pirulí de La Habana. Por esos años los ibéricos definían así a la fealdad por excelencia. Y así llamaron al Edificio Bacardí, cuando aún no estaba terminado. El Presidente de la empresa, obstinado, no hizo caso de burlas ni ladridos. La estructura ascendió mientras los artesanos elaboraban, presurosos, los herrajes que jugarían un papel fundamental en la decoración. Nacido en un momento de bonanza económica, con las ganancias de la "Ley Seca" corriendo hacia las cajas, la obra se proyectó como un monumento a la calidad que había hecho famosa a la fábrica sin economizar gastos.
El Edificio Bacardí ocupa casi una calle completa en lo que fuera la Avenida de Bélgica, una de las áreas más exclusivas de La Habana de entonces. La planta de acceso se decoró exteriormente con mármol rojo vino, símbolo de las mieles de las que nació la fortuna familiar. Los pisos superiores relucían de losetas de gres cerámico de un tono amarillo brillante, representando a los rones blanco- dorados que le dieron fama internacional. La planta alta y la torreta central, elevada piramidalmente sobre ella, es un maravilloso diseño de tejas policromadas, que alternan franjas azules y pardas con brillantes paredes y paneles decorados.
Culmina la construcción una muestra de la marca que hizo famosa a la compañía, una esfera coronada con un murciélago con alas extendidas. Por unos meses, este quiróptero fue el punto más elevado de la Capital. Poco soñaban sus creadores, que llegaría el día en que este sería el único testimonio que quedaría en Cuba de su antiguo poder.
El costo de la obra fue de $ 1 400 000.00, cifra elevada para la época y el país. Concluido en 1929 hubo de enfrentar, recién inaugurado, las secuelas del crack financiero. La empresa ronera ocupó dos pisos con sus oficinas e instaló un bar en el Mezzanine, donde dos cantineros expertos intentaron imponer, a unos metros del Floridita, la patraña de que un daiquiri, con un toque de Granadina, se llama Coctel Bacardí. El resto fue arrendado si bien, primero a causa de la crisis y, después, del control de los alquileres, casi nunca brindó ganancias o, al menos, tal decían sus propietarios.
Pese a estos problemas menores la obra marcó pautas en la historia del pensamiento constructivo cubano. En breve hubo otros, tanto en La Habana, como en las ciudades de provincias que siguieron sus líneas. No obstante, el Art- Decó, del cual este es el más depurado modelo en Cuba, es uno de los estilos característicos de la arquitectura habanera de los 30 y los 40 y hay numerosos y magníficos ejemplos en todas partes.
El Edificio Bacardí, en cambio, se erigió para perdurar. Actualmente en proceso de restauración, constituye una de las obras edilicias de La Habana de ayer que atesora cuidadosa la Cuba de hoy.
1.3.3.- Hotel Nacional de Cuba.
En la zona residencial del Vedado, frente al Malecón habanero, alza su figura majestuosa el Hotel Nacional de Cuba. Inaugurado el 30 de diciembre de 1930, constituye un suceso trascendental de la arquitectura cubana de la época, punto de referencia obligado del paisaje, se contempla desde el mar o desde la propia ciudad, dada su privilegiada localización y rompimiento con la trama urbana que le rodeaba.
Fig 12. Hotel Nacional
Asentado en una elevación del litoral habanero que constituye un morro natural, al norte de su cornisa conserva los restos de lo que fuera la Batería de Santa Clara, construida en 1797, como parte del sistema de fortificaciones de la ciudad.
El proyecto corrió a cargo del gabinete de arquitectos Mc Kin, Mead and White y fue ejecutado por la compañía constructora Purdy and Henderson, ambos norteamericanos. Durante sus primeros 30 años de existencia, esta prestigiosa instalación fue operada, sucesivamente, por cuatro empresas extranjeras National City Bank, Smith and Company, Kirkirbys Hotels e Intercontinental Hotel Co.
Ecléctico, innovador e integrador, el Hotel Nacional de Cuba muestra una solución estructural trascendente para el período en que fue construido. De hecho, es una de las primeras edificaciones cubanas en emplear el sistema porticado de vigas de acero revestidas de hormigón, introducido en Cuba por la firma Purdy and Henderson y que colocó al país en una posición de avanzada en lo que respecta al empleo de técnicas constructivas en el que se apoyan los techos intermedios y de cierre de hormigón armado.
La impermeabilización de cubierta se realizó mediante enrajonado y soladura, los muros de cierre y divisorio son mayormente de ladrillos revestidos con mortero de cal o yeso, dado que también se recurrió a soluciones de mosaico cerámico, madera, escayola y otros.
La variedad de pisos incluye mosaicos que conforman dameros en combinaciones de tonos verdes y carmelitas en los pasillos de circulación y áreas de alojamiento, cerámicas en el lobby y exteriores y de granito con ornamentos figurativos en vestíbulos y áreas sociales.
Por su estilo se le cataloga de ecléctico. La presencia de los diferentes "ismos" se manifiesta de manera coherente en su interrelación visual, lo que le impregna una significativa unidad al conjunto arquitectónico.
En tal sentido se significa la planta de traza en forma de H e influencia Art- Decó, los techos con ascendencia de la arquitectura clásica romana, la recurrencia de figuras procedentes de la cultura árabe, reinterpretada en los tradicionales patios sevillanos y presentes en la arquitectura colonial doméstica colonial cubana. A todo ello se le suma el sutil encanto de las arcadas exteriores e interiores, provenientes de la tendencia Misión Californiana, reminiscencia de la arquitectura del Sur de los Estados Unidos, y elementos con reminiscencias del gótico francés, presentes en las gárgolas y la tradición de la jardinería inglesa de exteriores.
Por otra parte, el cuerpo central acentúa la horizontalidad del edificio y sirve de articulación a los bloques laterales, rematados por sendas torres que enfatizan la verticalidad. Pocas edificaciones en La Habana han estado asociadas a tantos hechos y figuras relevantes, sin distinción de procedencia. Del absoluto expediente histórico, baste resaltar al acantonamiento de oficiales descontentos por el Golpe de Estado de Fulgencio Batista el 4 de Septiembre de 1933, y que indujo al cañoneo del Hotel Nacional, la reunión de los de la mafia presidida por Lucky Luciano y Meyer Lansky en diciembre de 1946.
1.3.4.- La Lonja del Comercio.
Como una obra perfecta, donde la fantasía del artista armoniza con la realidad de la vida, calificó el periódico "El Fígaro", en su emisión del 16 de enero del 1903, al palacio proyectado por el arquitecto español Tomás Mur, ganador del primer premio en el concurso que convocara la entonces Lonja de Víveres de La Habana más tarde Lonja del Comercio para la edificación de su sede.
De 1907 a 1909 se construyó en la Plaza de San Francisco entre las calles Lamparilla, Oficios, Baratillo y Obrapía, ahora La Habana Vieja, uno de los edificios más excepcionales de la primera década de este siglo, y aunque la obra no se ajustó fielmente a lo concebido por su creador el arquitecto cubano José Toraya quien realizó modificaciones ligeras, manteniendo los conceptos de belleza y utilidad sugeridos por Mur en sus planos.
Pero como con el tiempo las cosas cambian, también La Lonja del Comercio cambió, por ejemplo en 1939, a los cinco pisos originales se les añadió un sexto. Sin embargo, conservó sus atributos esenciales y un feliz estado físico que facilitó su rehabilitación actual, para devolverle al vetusto inmueble todo el esplendor de los viejos tiempos y mucho más.
El interés mancomunado de la Oficina del Historiador y de la Corporación Bancaria Española Argentina, en desarrollar el primer gran negocio inmobiliario del centro histórico de la capital, fue acicate para iniciar el proceso de restauración del viejo edificio: el que un día fuera núcleo para la concurrencia de comerciantes y se desempeñase como Bolsa del Comercio y Casa de Contratación podría muy bien, a tono con la nueva época, recuperar su vivacidad mercantil.
Fig 13. La Lonja del Comercio.
Los proyectos arquitectónicos y de ingeniería para la recuperación de La Lonja del Comercio realizada a finales del siglo XX correspondieron a firmas españolas: Eduardo Villegas y Javier González de Adalid, y SERELAND, respectivamente. Como director facultativo fungió el arquitecto cubano Orestes del Castillo, mientras que la ejecución estuvo a cargo de España y de la Empresa de Construcción de Monumentos de la Oficina del Historiador, los cuales se unieron temporalmente bajo el nombre de Mercurio Restauraciones, en alusión a la esfinge del Dios del Comercio que desde 1909 corona la cúpula del edificio.
Santa Clara:
1.3.5.- La Biblioteca José Martí.
En los primeros años de la República Mediatizada se inició la construcción del Palacio Provincial de Las Villas. En el año 1904 con los primeros presupuestos comenzó la fabricación y se le dio el impulso final con el presupuesto asignado en el año 1911. La construcción terminó en 1912. El edificio de fachada neoclásica consta de dos plantas. Su costo se calcula en un cuarto de millón de pesos.
Por el Estatuto del Consejo con fecha 8 de diciembre de 1921, vigente hasta el 30 de junio de 1924, se consigna en el Presupuesto Ordinario de la Provincia la cantidad de trescientos pesos para la adquisición de obras con destino a la Biblioteca del Consejo Provincial, la misma ocupaba un salón perteneciente al ala derecha del edificio.
Fig 14. Biblioteca José Martí.
Esta consistía en dos o tres pequeños estantes que contenían algunos libros entre ellos el Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano, los que fueron adquiridos con pequeños créditos consignados en el presupuesto por el Consejo. También pasaron a formar parte de los fondos bibliográficos libros existentes en el Instituto de Segunda Enseñanza.
En el año fiscal de 1923 a 1924 rigió el mismo presupuesto del año anterior en el que aparece consignada la cantidad de trescientos pesos para la adquisición de libros, cantidad que se aplicó a este fin en dicho año.
Ciertas diferencias de criterios surgidas entre los señores consejeros impidieron que pudieran llegar a un acuerdo en la aprobación del proyecto de Presupuesto que se había programado para el año de 1923 a 1924, con sujeción a los Estatutos adoptados en fecha anterior a la de constitución del actual Consejo y de ahí que la primera medida de carácter económico que se adopte al comenzar dicho año fiscal, fuera la de poner en vigor el mismo presupuesto que había regido en el año de 1922 a 1923, suprimiendo los créditos especiales votados para una sola vez en la observancia en lo dispuesto en el Artículo No. 81 de La Ley Orgánica de las provincias.
La biblioteca comenzó a funcionar el 1ro. de marzo, pero resultó pequeña tanto por el número de lectores como de obras, en ese mismo mes se resolvió trasladarla a la Junta Provincial Electoral de acuerdo a un contrato de arrendamiento para la casa sita en la calle Máximo Gómez No. 8 en esta ciudad. Seguidamente la biblioteca pasa a su nuevo local con crecimiento de su anaquelería y mobiliario, construido en su totalidad por el tallista Alfredo Buján Freyro, proporcionándole alumbrado adecuado.
Se efectuó la inauguración del nuevo local el 30 de diciembre de 1925, develándose en la misma un retrato de Martí, con el que se inició la galería de patriotas en la Biblioteca, y en la que figura un retrato de Eduardo Machado, obra del retratista cubano Don Armando Menocal. A esta inauguración asistió el entonces presidente Gerardo Machado, el cual hizo uso de la palabra y ofreció donar una mensualidad de su haber ($ 2 020.83).
El sostenimiento de la biblioteca resultaba muy económico puesto que, además de ser el local propiedad de la provincia, el alumbrado entraba en el contrato del Palacio. En 1927 contaba con unos 6 500 ejemplares. El pequeño crecimiento de los fondos de su colección se obtuvo debido a donaciones y créditos estatales de escasa cuantía.
1.3.6- La Audiencia. Palacio de Justicia.
El edificio actual se terminó de construir en el año 1909 y se inauguró en 1930, dentro de una crisis del capitalismo, después de haberse producido el crac bancario de 1929.
Los planos y obras del Palacio de Justicia estuvieron a cargo del Ing. Fernando Martínez Campo quien dirigió la construcción del alcantarillado de Santa Clara, la planta alta del Instituto Pre-Universitario, antiguo Instituto de Segunda Enseñanza, el Café Artesano, hoy "Qué Bien", los planos del Santa Clara Libre y otros.
Alrededor de seis años después de construirse el Palacio de Justicia las calles aledañas se encontraban en pésimas condiciones. En 1936 es elegido presidente de la seudorrepública el Dr. Miguel Mariano Gómez, hijo del general cuya estatua da nombre al parque situado frente a la audiencia, el aprovechado politiquero José Miguel Gómez en unos veinte días construyó el parque y las calles que rodean el Palacio.
El edificio de Justicia es de una solidez extraordinaria, con un estilo arquitectónico que aún resalta, pese a los años transcurridos. Tiene pisos de mármol blanco y escaleras interiores con ventanales cubiertos de lujosos vitrales.
Fig 15. La Audiencia.
El nuevo edificio de la Audiencia fue inaugurado el 30 de marzo presidido por el Lic. Ricardo Fuste Ballesteres, coronel del Ejercito Libertador.
Obra vial de relevante importancia:
1.3.7.- La Carretera Central.
Dada la configuración estrecha y alargada de la Isla de Cuba, la idea de contar con una vía que atravesara el territorio de oeste a este, es bien antigua, expresada en 1860 y esbozada mucho antes por el Camino Real de Vueltarriba y el de Vueltabajo, que a fines del siglo XIX continuaba siendo apenas un sendero.
Fig 16. Puente en la Carretera Central
Con el advenimiento del siglo XX cambió la situación política del país, nació el ferrocarril central, irrumpieron los automóviles, pero el esquema vial se mantuvo sin modificaciones sustanciales. Una crónica de 1921, narra las vicisitudes de unos jóvenes que en dos automóviles demoraron 78 días en atravesar el país.
Para entonces, resultaba imprescindible interconectar las zonas agrícolas e industriales, los puertos de embarque y los centros urbanos, necesidades acuciadas con nuevos intereses internos y externos vinculados a la industria automotriz y a las empresas constructoras.
Oficialmente, el proyecto se comenzó a elaborar en mayo de 1925, cuando Gerardo Machado tomó posesión del mandato presidencial, aunque meses antes el futuro Secretario de Obras Públicas, Carlos M. de Céspedes, y el Ing. Manuel Coroalles, con posterioridad ingeniero jefe de la obra, lo estaban elaborando.
A partir de ese momento, todo transcurrió con celeridad; en julio, el Congreso aprobó la Ley de Obras Públicas, poco después, los impuestos a la circulación de vehículos y la concertación de un empréstito para financiar el programa constructivo. Entre 1925 y 1926, se concluyeron los estudios del trazado y el levantamiento de los planos, y en noviembre, la subasta, con la concurrencia de nueve proposiciones para la construcción y tres para el financiamiento.
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