Descargar

Tratamiento y Prácticas Corporales de los indígenas

Enviado por galantini


    1. Introducción

    2. Ruy Díaz de Guzmán y el bautismo corporal en el Río de la Plata

    3. Desarrollo

    4. Poblaciones en torno al Río de la Plata

    5. Batallas y Muertes: Escenario de estrategias corporales.

    6. El Puerto de la Asunción: Mansedumbre y porfía Indígena.

    7. Referencias Bibliográficas

    1. Introducción

    Algunas cuestiones previas

    En diferentes oportunidades, cuando nos acercamos al estudio de la historia de nuestra América, lo hacemos desde la llegada de los europeos. En el caso concreto de nuestro país, en no pocos estudios, esto recién comienza con la formación de los gobiernos patrios. No obstante, nuestro continente estuvo poblado desde mucho antes del período hispánico-colonial; entonces uno de los puntos de fuerte debate en el estudio de la población de América han sido las teorías migracionistas. El norteamericano Hdrilka sostenía que: "en oleadas sucesivas, tan antiguas que impiden precisar su origen étnico, los asiáticos cruzaron los hielos para llegar a América y que a través del tiempo, estas migraciones se fundieron logrando un 'tipo' americano único". Poco tiempo después aparecieron los críticos de esta teoría, quienes señalaban la posibilidad de variadas migraciones, donde en general el hombre americano no era tan homogéneo como se decía. Paul Rivet, desarrolla la teoría polimigracionista, la cual es hoy la más aceptada. Este investigador decía que: "Debido a la baja de aproximadamente noventa metros en el nivel del mar durante la última glaciación, el estrecho de Behring se abría convertido en un puente terrestre que uniría los dos continentes, por el que habrían pasado las primeras olas migratorias y otras posteriores" (Nueva Enc. De la Pcia. De Santa Fe). También se destaca una ruta náutica por la cual otros grupos asiáticos desembarcan en diferentes puntos de América. Un caso particular son los Melanesios que tocaron América Central y del Sur y también los Polinesios. La corriente del Kuro-shiwo ha sido otro grupo que se dirigiera hacia California. También se afirma que poblaciones australoides hayan contribuido al poblamiento de este continente; al respecto existen dos teorías: una que hayan llegado como esclavos de los polinesios, y otra que, dado las evidencias de flora y fauna existente en el continente antártico dan muestras de un clima benigno por el cual esto grupos pudieron atravesar la Antártida con trechos cortos de navegación y llegar hasta la Patagonia, donde las similitudes encontradas muestran evidencias importantes. Tampoco se debe descartar "la llegada de algunos grupos menores o escasamente significativos, de los cuales no hay huellas palpables, como los de las presuntas expediciones de algunos reinos africanos de la costa atlántica en los siglos XII y XIII, o los asentamientos vikingos en el siglo XI, que no perduraron".

    La posible cronología de estas migraciones las podemos encontrar teniendo en cuenta que: terminado el interglacial hace 75.000 años antes del presente (ap) y hasta 30.000(ap) habría permitido el paso por Behring. Para el caso de los inmigrantes australianos, que desembarcaron en la Patagonia, coincide el período de "optimum climaticum" que se sitúa entre 8.000 y 10.000 (ap) con restos culturales encontrados de hace aproximadamente 6.000 años en la Patagonia.

    Un lugar para la Antigüedad del hombre en Santa Fe: Son muchas las corrientes teóricas que abordan esta problemática: Hasta no hace mucho era el Perú donde se habían hallado los restos más antiguos de Sudamérica (Nueva Enc. de la Pcia. De Santa Fe) Hay indicios directos de una antigüedad aproximada de 7000 años para esos pobladores. Otros hallazgos arqueológicos en diferentes puntos de Latinoamérica (Chile y Brasil) reconocen una antigüedad de 35.000 años para el hombre de estas latitudes. En nuestro país los restos más antiguos son de Esperanza (Santa Cruz), que aunque con una datación poco segura podrían tener 10.000 años. Otras sepulturas recientes en el caso de Arroyo Seco y entre las Sierras de Tandil y la Ventana, dan una antigüedad provisoria de 10.000 años que luego de estudios laboratoriales se ha podido arribar a una antigüedad de 8.930 años + – 140 años. En este sentido se abre una hipótesis que para el territorio santafesino la antigüedad de sus pobladores sea muy similar a esta última, a pesar de ello los "hallazgos efectuados realmente en nuestro territorio, durante el período de construcción de los ferrocarriles, como en Cululú y en Carcarañá, no han sido eficientemente datados con lo cual cualquier afirmación queda en la más pura suposición". Los restos directos que se conservan de pobladores de la zona coinciden con la similitud de rasgos de aborígenes existentes a la llegada de los españoles.

    Acerca de la definición de Prácticas Corporales en los Indígenas de la Región: Un paso importante en el conocimiento de las sociedades indígenas del Río de La Plata es examinar sus Prácticas Corporales; entendiéndose como tales, a aquellas actividades que en algún sentido eran utilizadas ya sea, para la consecución del alimento diario, o para la relación hombre/medio en sus formas de adaptación y/o transformación del mismo.

    Acerca de las Incursiones de los Conquistadores: Eduardo Galeano comenta que en 1992, los obispos de la Iglesia Católica de Guatemala pedían perdón al pueblo Maya y rindieron homenaje a la religión Indígena "que veía en la naturaleza una manifestación de Dios". El Vaticano sin embargo, festejaba los quinientos años de "la llegada de la fe al continente americano". Si bien el grado de correrías fue muy distinto en la zona del Río de la Plata en comparación al México o Perú, la entrada de los conquistadores no dejó de estar acompañada por buena parte de sometimientos y muerte. La señalización de los cuerpos se introducía: por la invasión de la voz, la imposición de la fe y el florecimiento de una nueva relación con la tierra y su riqueza.

    2. Ruy Díaz de Guzmán y el bautismo corporal en el Río de la Plata:

    Este trabajo busca revisar las Prácticas Corporales entre las poblaciones indígenas tomando como eje de consideración la primer crónica sobre el descubrimiento y colonización del Río de la Plata (Enciclopedia Hispánica Vol. 5). Del mismo modo, el tratamiento corporal que tuvieron los conquistadores con los indígenas del territorio del Río de la Plata representa, en esta revisión, un antecedente importante.

    Ruy Díaz de Guzmán nació en 1560. Escribió la historia del descubrimiento, población y conquista de la provincia del Río de la Plata. Se sirvió del testimonio directo, de la narración de fábulas y mitos indígenas y de los archivos del Paraguay. Las presencias y las ausencias en su texto – en cuanto a las prácticas corporales de estos indígenas- dan cuenta del tipo de interés en el nivel de acercamiento y conocimiento que tenían los españoles que llegaron a estas tierras. Es a este autor a quien se le atribuye haber contribuido al error del descubrimiento del río de la Plata en el año 1512 y no en 1516 como parece hoy probado. Y no fue menos auspicioso el ingreso de Juan Díaz de Solís, quien según el cronista Herrera al descubrir en 1516 el Río de la Plata era muerto por los Charrúas – indios que poblaban la banda oriental del Plata- con lo cual pone en verdadero problema el carácter de su viaje, pues pereció apenas entrado a la gran corriente de agua dulce. Del otro lado, este hecho inauguraba una cierta actitud de los indios de estas tierras; de ahí que la estrategia que en el futuro debían elaborar los españoles sea tendiente en dos líneas: Lograr el amancebamiento de ellos o producir la eliminación física de los mismos. En esta, su primera demostración corporal los indígenas insinuaron – ante los extraños navegantes- muestras de su propia picardía. El relato de la muerte de Solís no es más que el escenario de la misma. "Solís, apresurado en reconocer la tierra se aproximó a la costa del Este, donde vio agrupados muchos indígenas que lo llamaban con demostraciones de paz". Aparentemente Solís gozaba de una gran pericia en el agua no así en tierra firme. "Así es que, seducido por las señales de amistad que le hacían desde la playa, desembarcó él y varios de los compañeros para hacer la toma de posesión que era de estilo y llevar a bordo, si podían, uno de aquellos naturales. Más no bien se hubieron internado lo bastante para cortarles la retirada a la nave, cayó sobre el indefenso grupo una gran partida de guerreros salvajes, y les dio la muerte a vista de sus compañeros. Aterrorizados por semejante suceso, hiciéronse al mar los de la nave, y reunidas las dos carabelas de la expedición, dieron la vuelta a Europa, a donde con la noticia del triste fin de Solís, llegó también la del descubrimiento en el año 1516". Estos sucesos auspician una serie de interrogantes que interpelan no solo la actitud de los pobladores, la verosimilitud de los hechos y hasta la renovada energía de los nuevos conquistadores que vendrán en un futuro inmediato a estas tierras. Es probable que la actitud combativa de los Charrúas no haya sido mas que una prolongación de su corporeidad en relación con su Tierra. Quiero decir, que toda usurpación del espacio físico ellos lo podían ver como expropiación de su propio cuerpo. Algunas de las innumerables asociaciones en torno a esta cuestión, podemos situarlas en que el bautismo de guerra, en término de práctica corporal de los indígenas del Río de la Plata, estuvo fuertemente impregnada por aquellas actividades de relato acerca de estos pobladores se ubicó en esos términos y no en otro.

     3. Desarrollo

    Vespucio, Solís y Magallanes: Sagacidad en las prácticas corporales indígenas.

    Relata Ruiz Díaz que el primer Capitán que llegara con ordenes del Rey de Portugal mandó poblar las islas de Cabo Verde. En el momento que Colón volvía a España, Américo Vespucio llegó a Cabo Verde y desplazóse hasta la costa de Brasil junto al cabo de San Agustín: "Descubrió muchos puertos y ríos caudalosos, todo muy poblado de gente caribe y carnicera". "Son muy belicosos, y hablan todos casi una lengua, aunque con alguna diferencia, andan todos desnudos, en especial los varones, así por el calor de la tierra como por ser su antigua costumbre". De estos descubrimientos afloran diferencias entre los reyes de Castilla y Portugal, para lo cual el tratado de Tordesillas aprobado en 1494 demarcaba los límites para que tanto uno como otro continuasen sus navegaciones y conquistas. De este modo el punto final para las navegaciones portuguesas era la Isla de Santa Catalina en el sur de Brasil. Con ello, y como ya lo mencionara, un navegante español surca las aguas del Río de la Plata: Don Juan Díaz de Solís, quien tuvo la mala suerte de no poder volver a España para contar cuanta cantidad de cruces había puesto en símbolo a que tomaba posesión de árboles y tierras.

    En el año 1519, se embarca hacia estas latitudes un navegante portugués: Fernando de Magallanes quien por orden de S.M. salió a descubrir el estrecho que lleva su nombre para entrar en el mar de l sur. En su recorrido y costeando lo que dista del estrecho (la costa patagónica) "hallan unos gigantes de monstruosa magnitud, trayendo consigo a tres de ellos, los llevaron a sus naves de donde se les huyeron dos, y metiendo el uno en la capitana, fue bien tratado de Magallanes, aceptando algunas cosas, aunque de rostro triste; tuvo temor de verse en un espejo, y por ver las fuerzas que tenía, le hicieron que tomase a cuestas una pipa de agua, la cual se la llevó como si fuese una botija, y queriendo irse, cargaron sobre él ocho o diez soldados, y tuvieron bien que hacer para atarle, de lo cual se disgustó tanto que no quiso comer, y de puro coraje murió. Tenía de altura trece pies, otros dicen quince". Aquí observamos una muestra de las inquietudes de los conquistadores en reconocer las practicas corporales de estos indígenas. Tenía más valor el sentido demostrativo de sus cualidades físicas, las características antropométricas y morfológicas de su constitución; que cualquier acercamiento e interés social por aquellas culturas.

    4. Poblaciones en torno al Río de la Plata: ¿Qué resulta admirable?

    Los relatos acerca de las poblaciones del Río de la Plata dan cuenta de que en aquellos lugares existían una "multitud de indios naturales de diversas naciones, costumbres y lenguajes". A pesar de ello, el informe da cuenta detalladamente del espacio físico que ocupa esa Gobernación, define sus límites y sus extensiones. Puntualiza las características del suelo, su hidrografía y al explicar sobre sus habitantes lo hace de manera cuantitativa, como cuando aclara sobre el puerto de Río Grande que "está poblado por más de 20.000 indios guaraníes" y los describe como "gente muy dispuesta y corpulenta, y ordinariamente tienen guerra con los indios Charrúas del Río de la Plata, y con otros de tierra adentro, que llaman Guayanaes". El relato de la zona se extiende comentando que "es toda ella de muchos pastos para ganados mayores y menores". Que "la caña de azúcar y el algodón vienen muy bien", y fundamentalmente que es "cosa cierta haber en esta tierra oro y plata, por lo que han visto algunos portugueses que han estado con estos indios". Otro puerto que esta a unas cuarenta leguas de este es el que llaman "Laguna de los Patos" . El cronista efectúa una descripción similar, nombrando que en "ese asiento y comarca hay como 1000 indios guaraníes, tratables y amigos de los españoles". Más adelante esta ubicada la Isla de Santa Catalina (limite entre portugueses y españoles por el tratado de Tordesillas) donde Ruy Díaz de Guzmán dice: "Fue esta isla muy poblada de indios guaraníes, y en este tiempo está desierta, porque se han ido los naturales a tierra firme, y dejando la costa, se han metido dentro de los campos y pinales de aquella tierra". Finaliza en el puerto de la Cananea, que está "poblado de indios caribes del Brasil, tiene un río caudaloso. Es toda costa de mucha pesquería y caza, así de jabalíes, puercos monteses, antas, venados y otros diversos animales, como de monos, papagayos y aves de tierra y agua". "Hallase en muchas partes de esta costa, perlas gruesas y menudas en conchas, y ostriones en cantidad, y mucho ámbar que la mar echa en la costa, la cual comen las aves y animales. Fue antiguamente muy poblada de naturales, los cuales, se destruyeron; y otros, dejando sus tierras, se fueron a meter por aquellos ríos, hasta salir a lo alto, donde el día de hoy están poblados en los campos que corren y confinan con el Río de la Plata o Paraná del Guayrá". Estas últimas afirmaciones necesitan de mayores precisiones en cuanto a que en el relato aparece como que entre los mismos naturales se hubieron enfrentados y auto-destruyeron, al mismo tiempo que aparece una prolija identificación de la economía y riqueza mineral de la zona por parte de los Conquistadores.

    Cuando el Cronista avanza en sus aclaraciones sobre el interior de este territorio, aparece por primera vez la mención acerca de actividades de los indígenas en relación a sus sustento diario: "El puerto de Maldonado, tiene en tierra firme una laguna de mucha pesquería: Corren toda esta isla los indios Charrúas de aquella costa, que es una gente muy dispuesta y crecida, la cual no se sustenta de otra cosa , que de caza y pescado". Es de ver cómo estos pobladores – que batieron a Juan Díaz de Solís- captura la atención de los visitantes y éstos, a través del cronista que estamos siguiendo, dedican un análisis de los mismos: "Son muy osados en el acometer, y crueles en el pelear, y después muy humanos y piadosos con los cautivos". Estas afirmaciones se muestran contradictorias con relatos de otros cronistas que surcaron la zona, como por ejemplo la obra de Robertson, Historia de América y citada en esta misma bibliografía que estoy describiendo, cuando comenta cómo los naturales (Charrúas) dieron muerte a Solís: "…a vista de las naves cortaron en pedazos los cuerpos de los españoles y se los comieron después de haberlos asado".

    La presencia de pobladores en el interior del territorio, vuelve a llamar la atención de los Conquistadores cuando de sus efectos y pertenencias materiales se trata. Una de las bocas del río Uruguay, el Pepirí, que es muy caudaloso y "donde es fama muy notoria haber mucha gente con oro en cantidad, que trae este río con sus menudas arenas".

    La información del cronista, que da cuenta de los términos y costas de aquella gobernación, evidencia una gran cantidad de poblaciones indígenas que habitaban sus márgenes, hecho este que hoy nos paraliza cuando sabemos de las muy reducidas poblaciones que sobreviven con sus costumbres y ritos, aunque, probablemente en condiciones de vida totalmente inferiores a las de sus antepasados. "Lo que hay a una y otra parte del Río de la Plata, hasta el mediterráneo, es de suponer un territorio con muchas provincias y poblaciones de indios de diversas naciones…" Trataré de puntualizar algunas regiones en donde sobresale la presencia de pobladores nativos, hechas por el cronista, a saber: Al occidente de la Laguna de los Patos, "muchas naciones y tierras pobladas de indios llamados Guayanas, parte Chobacas, que son casi todos de una lengua aunque hasta ahora no han visto españoles o entrado estos en sus tierras, más de las relaciones que de los Guaraníes se han tomado". Siguiendo la corriente del río Uruguay, pasa éste por una población "muy grande de indios guaraníes la cual llaman Tape o Taba, que quiere decir ciudad". "Esta es una provincia de las mejores y más pobladas". "Se va por muchas naciones y pueblos de diferentes costumbres y lenguajes, que la mayor parte no son labradores". Desde las Siete Corrientes, en que se juntan el río Paraná y el Paraguay. El primero es el principal que recibe todos los que llegan del Brasil. La crónica identifica lo apacible de su navegación y que cerca de la Laguna de Santa Ana "muy poblada de indios guaraníes", y donde entra otro muy caudaloso que es el Iguazú, que viene de las espaldas de la Cananea y corre doscientas leguas "por gran suma de naciones de indios: los primeros y más altos son todos Guaraníes y bajando por e sur, entra por los pueblos de los que llaman Chobas, Munúz y Quis o Chiquis". Sorprende al cronista la naturaleza de los altos del Iguazú de los cuales dice: "Oyese el ruido de este salto ocho leguas y se ve el humo y vapor de estas caídas más de seis leguas como una nube blanquísima". Es la región de la provincia del Guaira, que toma nombre de un cacique de esas tierras.. Más al este está fundada la Villa Rica del Espíritu Santo: "En cuya jurisdicción y comarca hay más de 200 mil indios Guaraníes poblados por campos y pinales que corren hasta San Pablo". De una cordillera que dista poco de San Pablo nace el Altiburá, que según la crónica y por él adentro "hay más de cien mil indios poblados de esta nación". Este río al juntarse con otros se hace caudaloso y rodea al Cerro nuestra Señora de Monserrat, por "cuyas faldas sacan los portugueses mucho oro rico de 23 quilates; y en lo alto de él se hallan muchas vetas de plata". Otro río muy grande es el Anembí, que nace a espaldas del Cabo Frío y pasa por la villa de San Pablo, su ribera está poblada, pero , "no tiene indios ninguno, porque los que había, fueron echados y destruidos de los portugueses por una rebelión y alzamiento, que contra ellos intentaron, poniendo cerco a la villa para asolarla, con que no salieron con su intento". A pesar de no estar mencionado, parece quedar claro que los intereses de la zona estaban en su riqueza mineral, de allí que se haya decidido exterminar y correr a los habitantes del lugar. Nótese en la redacción de la crónica cuando afirma "no salieron con su intento", parece dejar a los indios como extraños y usurpadores del lugar en vez de defensores del mismo. No resulta menor el comentario que hace acerca de lo que dicen los portugueses de esas zonas, en el sentido que por el Paraná arriba entran otros muchos ríos, y otro que dicen sale de la Laguna del Dorado: "Los moradores de ella poseen muchas riquezas, del cual adelante viene este poderoso río por grandes poblaciones de naturales". Es por demás relevante que los intereses con que se ha llegado a estas tierras y a pesar de no estar explicitado en estas crónicas, han sido las del afán de conquista, dominación y posesión. Para ello era menester tener un conocimiento detallado de su geografía y del curso de sus ríos – hecho que con notable maestría es distinguido en estas crónicas -, tampoco podían estar ausente los índices demográficos, que como hemos visto son también puntillosamente detallados.

    También al sur del río de la Plata, la crónica es prolija en estos detalles: "Es toda aquella tierra muy llana, los campos tan anchurosos y dilatados, que no hay en todos ellos un árbol". En cuanto a la descripción de los pobladores, surge nuevamente una dificultad en el relato ya que al parecer los mismos no son muy domesticables, "Los que hay son belicosos, grandes corredores y alentados, que llaman Querandíes; no son labradores, y se sustenta de sola caza y pesca, y así no tienen pueblos fundados, ni lugares ciertos mas de cuanto se les ofrece la comodidad de andar de ordinario esquilmando los campos". Aquí hay otra referencia a las prácticas corporales de supervivencia de los indios, y una remozada alusión a lo caótico de sus vidas. Es importante mencionar aquí, dado que más adelante impactará en el modo de prácticas corporales de los lugareños, que en la zona del Riachuelo los conquistadores "dejaron cinco yeguas y siete caballos, en menos de 60 años se han multiplicado que no se puede numerar, son tantos los caballos y yeguas, que parecen grandes montañas y tienen ocupados desde el Cabo Blanco hasta el Fuerte Gaboto, que son mas de 80 leguas, y llegan adentro hasta la cordillera". Alude la crónica que existe otras naciones de indios de esta ciudad arriba: "… y aunque tienen diferentes lenguas, son de la misma manera y costumbres de los Querandíes, enemigos mortales de los españoles, y todas las veces que pueden ejercitar sus traiciones no lo dejan de hacer. Otros hay más arriba, que llaman Timbúes y Caracarás 40 leguas de Buenos Aires en Buena Esperanza, que son más afables y de mejor trato y costumbres que los de abajo. Son labradores, y tienen sus pueblos fundados sobre la costa del río: tienen las narices horadadas, donde sientan por gala en cada parte una piedra azul o verde; son muy ingeniosos y hábiles y aprenden bien la lengua española; fueron más de 8000 indios, y ahora han quedado muy pocos". Esta descripción es muy significativa y reveladora no-solo del tipo de costumbres que tenían estos pobladores sino de la actitud que ellos mantenían ante los españoles, la aculturación que se producía en ellos y hasta cierto tipo de prácticas rituales que ejercían sobre sus cuerpos. Debo decir que es la primera vez que aparece en la crónica un análisis incipientemente antropológico de los indígenas. Resulta sospechoso que hayan sido 8000 y hayan quedado muy pocos. Cuenta, así mismo, que los indios "de esta jurisdicción no son labradores, y tienen por pan cierto género de barro, de que hacen unos bollos, y metidos en el rescoldo se cuecen, y luego para comerlos los empapan en aceite de pescado, y de esta manera los comen y no les hacen daño ninguno". Una importante mención sobre un tipo de alimentación. Otra vez vuelve a considerar la atención del cronista, ciertas prácticas rituales de los indígenas: "Todas las veces que se les muere un pariente, se cortan una coyuntura del dedo de la mano, de manera que muchos de ellos están sin dedos por la cantidad de deudos que se les han muerto". Como en otros pasajes del texto, lo ausente de estas crónicas es el nivel de interpretación de estas descripciones.

    El puerto de Concepción que dista del Río Bermejo 44 leguas tiene en su comarca "muchas naciones de indios". De entre las crónicas que aquí se levantan figuran los "Frentones", y por otros ríos que bajan desde el Perú, San Juan, Jujuy y Tucumán es común ver "naciones de indios bárbaros" que llaman de "Chiriguanas" que "señorearon estas tierras como hoy día las poseen, destruyendo gran parte de ella, excepto la que confina con la gobernación del Tucumán, por ser montuosa y cerrada, y los indios que por allí viven, son belicosos". También, siguiendo el Paraguay arriba: "Hay algunas naciones de gente muy bárbara, que llaman Mahomas, Calchinas y Mogolas, y otras más arriba que se dicen Guaycurúes, muy belicosos, las cuales no siembran, ni cogen ningún fruto de semilla, de que se puedan sustentar sino de caza y pesca". Es enriquecedor este pasaje a los efectos que en este trabajo se pretende, ya que una vez más las descripciones abundan en las características poco amigables de los indígenas de la región y dan cuenta de sus costumbres para la caza lo que los hace, probablemente, muy eficientes a la hora de utilizar armas en su defensa y muy hábiles en el enfrentamiento directo. Son estos mismos Guaycurúes que "dan contínua pesadumbre a los vecinos de Asunción", la ciudad más antigua de aquella gobernación. Los Guaycurúes eran muy temidos por esta zona, de suerte que "han sido poderosos para apretar esta República, han despoblado más de 80 chacras y haciendas muy buenas de los vecinos, y muértoles mucha gente". El río Pilcomayo, que baja de las sierras de Potosí y Porco, al salir a los llanos "va por muchas naciones de indios los más de ellos labradores", muchos de ellos consumido por los Chiriguanas, entra al Paraguay haciendo dos bocas frente a la Frontera, distrito de la Asunción, en cuya comarca "hay muchos pueblos de indios Guaraníes, donde los españoles antiguos tuvieron puerto, comunicación y amistad con ellos". Esta ciudad esta fundada sobre el mismo río del Paraguay, rica en pesca, caza y aves de todo género. También frutas, en especial viñas y cañaverales. Pero lo que resulta altamente significativo es que en dicha Comarca se han "empadronado 24.000 indios guaraníes, que fueron encomendados por el gobernador Domingo Martínez de Irala a los conquistadores antiguos". Es bueno señalar que el ser encomendado quiere decir, repartidos en encomiendas "era el nombre con que se designaba la esclavitud de los indios en la época de la conquista y también de la colonia. La encomienda era el hombre indígena dado en feudo al español para que los explotase haciéndolos trabajar y hasta morir en su provecho y el del rey" (Ver notas Nº 8 de este mismo libro) Río arriba y hasta la provincia de Jerez hay otros indios que llaman de Parúes y Payaguás " que navegan en canoas gran parte de aquel río". Aparece una nueva práctica corporal, registrada por el cronista y no en vano en la región que estamos señalando, ya que más adelante y por gusto de este medio apropiado de comunicación que tenían los indígenas fueron capaces de resistir durante buen tiempo los embates conquistadores. 120 leguas arriba de Asunción se alza el paraje de Santa Cruz de la Sierra, que fuera sojuzgada por el Capitán Domingo Martínez de Irala y que estuviera poblada por "mucha multitud de indios labradores en grandes pueblos, aunque al día de hoy todos los más son acabados y consumidos". ¿Qué misión debía cumplir en estas zonas el Capitán Martínez Irala? Tal vez el de ¿infundir miedo entre sus pobladores? La ciudad de Santa Cruz esta sobre un río navegable y caudalosos "tiene muy buenas tierras, hay en ellas muchas naciones de indios, que todos son labradores. Los que habitan en lo alto, se llaman Cutaguas y Curumias, todos de una costumbre y lengua, gente bien inclinada y no muy bárbara". Aquí advertimos que aquellas poblaciones con características de labradores se mostraban menos capaces para la guerra y defensa sus pertenencias, al mismo tiempo, estas comunidades eran vistas por los conquistadores como presas fáciles de domesticar. Esto no provocaba, sin embargo, un acercamiento de cooperación; por el contrario, estas comunidades eran expoliadas en cuanto a su capacidad de laboriosidad de la tierra y la riqueza que de ella se extraía: "Además de las cosechas de legumbres, tienen cerca de las lagunas tanto arroz silvestre, de que hacen muy grandes trojes y silos, en toda aquella provincia hay mucho algodón, que sin beneficio alguno se da en gran cantidad, es tanta la miel silvestre de abejas que todos los arboles tienen sus colmenas y panales, de que sacan gran cantidad de cera y se aprovechan de ella en las gobernaciones de Paraguay y Tucumán". Siguiendo el Río Paraguay arriba de Santa Cruz de la Sierra hasta el puerto que llaman de los Reyes, hay pueblos de indios llamados "Orejones, que viven dentro de una isla". "Son indios de buena voluntad y amigos de españoles". Se dicen Orejones por tener las orejas horadadas, "en donde tienen metidas ciertas ruedecillas de maderas o puntas de mates que ocupan todo el agujero", señalando una vez más otra práctica ritual que los indígenas inscribían sobre sus cuerpos. "Viven en galpones redondos, no en forma de pueblos sino en parcialidades, consérvanse unos con otros en mucha paz y amistad". Los antiguos llamaban a esta isla como el paraíso terrenal, por la abundancia y calidades que tiene. Sus pobladores se apellidan Jarayes, los que están del lado de Santa Cruz de la sierra se llaman Manases y existían hasta seis mil casas de estos indios. "Cada indio vive en la suya con su mujer e hijos, son grandes labradores y tienen todas las legumbres de las indias, también gallinas, patos, conejillos y puercos. Obedecen a un cacique principal, y todos están sujetos al Manes, que así llaman a este Señor". Esta crónica hace lugar a un grado de organización territorial que nunca antes había sido señalado para los indígenas. La distribución del espacio y as relaciones de poder, hoy las podemos comprender como configurantes y viceversa de prácticas corporales en estos grupos. Asombroso resulta, a nuestro entendimiento actual, el relato que Ruy Díaz de Guzmán hace de las mujeres indígenas. Se refiere a las de esta comunidad y aparecen de la siguiente forma: "Todos viven en forma de República, donde son castigados de sus caciques, los ladrones y adúlteras; tienen a parte las mujeres públicas, que ganan por su cuerpo, porque no se mezclen con las honestas, aunque de allí salen muchas casadas, y no por eso son tenidas en menos". Otras particularidades de estos pobladores es que no eran muy belicosos pero sí respetados por otras naciones por el buen gobierno que tenían. Resultaron buenos amigos de los españoles, tanto que el Capitán Domingo Martínez Irala al pasar por sus territorios dejó en cuidados sus pertrechos y luego de 14 meses, al volver estaba todo sin faltar cosa ninguna. Sus intenciones eran emparentar con los españoles de ahí que ofrendaran hijas y hermanas para que hubiera procreación. Las intenciones de los Reyes Católicos, para con estas poblaciones, se dejan entrever en el siguiente relato: "Hablan una lengua muy cortada, y fácil de aprender, por manera que con facilidad serían atraídos a la conversión y conocimiento de Dios". Pero… ¿ellos no tenían su Señor al cual llamaban Manes?.

    Hasta aquí fueron ciertas descripciones que de un modo u otro tratan de ver modos de prácticas corporales tanto en actividades de supervivencia como de relación con el medio. Con prolijidad pudimos ver los análisis hidrográficos y un mayor detenimiento sobre aquellas poblaciones de costumbres labradoras, que por el hecho de estar asentadas sobre un espacio definido, resultaban más amigables a los españoles por no tener una actitud belicosa y guerrera frente a ellos. Existen ciertos relatos que a todas luces aparecen incompletos en la obra y un mayor grado de confrontación y contrastación debieran merecer antes de efectuar conclusiones definitivas.

    5. Batallas y Muertes: Escenario de estrategias corporales.

    Quienes primero trabaron batallas con los indígenas del río de la Plata fueron expedicionarios portugueses, que en busca de riquezas por la zona del Perú padecieron, hambre, necesidades y guerras. Fueron en principio cuatro expedicionarios, que de vuelta al Paraguay, regresaron a tierras del Brasil para dar cuenta de lo que hallaron, la mucha riqueza que en esos lugares había y que aún no estaba descubierto por los españoles. Al mando de José Sedeño, una tropa de sesenta soldados partió de San Vicente en demanda de aquella tierra. Al llegar al Paraguay y juntarse con Alejo García – quién había quedado de la anterior expedición -, los indios en vista de esto, convocaron a tomar armas contra estos para impedirles el paso: "Dándoles muchos rebatos, pelearon con los portugueses en campo raso, donde mataron al Capitán Sedeño, con cuya muerte fueron constreñidos los soldados a retirarse con pérdida de muchos compañeros, y tornando al paraje del río Paraná, los indios de aquel territorio con la misma malicia y traición que los otros se ofrecieron a darles pasajes en sus canoas, para cuyo efecto las trajeron horadadas con rumbos disimulados, y embarrados, para que con facilidad fuesen rompidos (sic), y metiéndose en las canoas con los portugueses, en medio del río las abrieron y anegaron, y algunos que cojieron vivos, los mataron a flechazos sin dejar ninguno a vida; lo cual pudieron hacer con facilidad por ser grandes nadadores, y criados en aquella navegación, y sin ningún embarazo que les impidiese por ser jente desnuda". De nuevo vemos aflorar la picardía de los nativos, en su afán por combatir al invasor, picardía un tanto organizada que ya se convertía en estrategia. No hubiese sido posible la misma si para ello no se contara con dotes y habilidades de canoeros y de nadadores. Esta primera avanzada de los indios sobre los portugueses, originó una demanda de organización entre ellos, que en el relato de esta Crónica se expresa en los términos siguientes: " Posesionados en aquellas tierras hicieron muchas entradas por todas ellas, arruinando todos los llanos…" "… es tanta la codicia en que han entrado por el interés que no hay año ninguno que no salgan a esta guerra por todos aquellos llanos". "Tienen muchas vajillas de plata fina… y todo género de armas, adquiridas de sus robos… que en tan perniciosa e injusta guerra hacen, sin habérseles puesto hasta ahora freno alguno a tanta crueldad, ni remedio al desorden e insolencia de esta gente, habiendo cometido muchos delitos en desacato de la Real Potestad". El relato continúa ofreciendo un tenebroso accionar de estos indígenas: "…además de muertes, robos y otras insolencias, que han hecho a los españoles, mataron y despoblaron pueblos, asaltando las chacras y haciendas de Su Majestad, que residen en las fronteras de Tarija, Paspaya, Pilaya, Tomina, Mizque y gobernación de Santa Cruz de la Sierra". De hecho, con semejantes testimonios, no había más que endurecerse por parte de los conquistadores, y mucho más cuando los rumores de la región dejaban entender que por allí se podía llegar al Perú donde existían las grandes riquezas. Este fue el motivo por el cual años después el Navegante Sebastián Gaboto ingresa por orden del Emperador Carlos a la boca del río de la Plata. Su primer intento de subir por el Río Uruguay fue abortado por los Charrúas y Yaros, su retroceso le sirvió para construir el fuerte de Santi Espíritu y desde él intentar subir hasta la confluencia del Paraná y Paraguay, por éste último fue acometido por los indios Agaces (eran mas de trescientos en canoas) a los que derrotó y quedando victorioso, sigue adelante hasta el puerto de Frontera, donde a través de dádivas que dio a los caciques trabó amistad con ellos. En esta oportunidad llegó a "ver con facilidad algunas piezas de plata, manillas de oro, manzanas de cobre y otras cosas que Alejo García había traído del Perú". Bajóse hasta su fuerte donde al llegar determinó partir hacia Castilla para dar cuenta de lo visto a S.M.

    Otra muestra de picardía, inocencia y arrebato de los indígenas es relatada en la Leyenda de Lucía Miranda, esposa de un Militar de Santi Espíritu, por cuyo amor el Cacique Mangoré y los suyos invadieron la fortaleza, destruyéndola y llevándose cautiva a la dama pero ahora en manos de otro cacique: Siripó, ya que su hermano había caído muerto en la toma del fuerte. Como el esposo de la dama no estaba en la fortaleza el día de su asalto, al regresar es capturado por los indios quienes lo llevan ante Siripó. El matrimonio no podía verse, aunque lo hacían, hasta que el Cacique los encuentra y manda hacer una gran hoguera donde acaba con sus vidas. Un interrogante circula por estas anécdotas y es el siguiente: ¿Fue la leyenda – brutal, grotesca y sádica- una cortina de humo en estas crónicas para atenuar una verdadera batalla de los indígenas por recuperar sus tierras y destruir el fuerte de Santi Espíritu?

    Vuelto Gaboto a España y puesto en conocimiento de S.M. los ricos lugares que había visitado y atraídos por ello, la Corona dispuso, con gran voluptuosidad, enviaron naves hacia el Río de la Plata. En el año 1535 parten 14 navíos con dos mil trescientos hombres al mando de Pedro de Mendoza. La armada ingresa al Río de la Plata no sin problemas menores por causa de la muerte que habían infligido al maestro de campo don Juan de Osorio en Río de Janeiro. Fue Sancho Campo el primero que saltó a tierra y, "visto la pureza de aquel temple, su calidad y frescura, dijo buenos aires son los de este suelo". A poco de su asentamiento en la fundada Santa María, los indios dieron indicios de su bravía matando "como a diez españoles que estaban haciendo carbón y leña". Esto enojó mucho y salieron en número de trescientos a dar cuenta de ellos, luego de enfrentarse y tomar prisioneros a unos indios que estaban pescando, descubre, en un desaguadero y del otro lado a más de tres mil indios de guerra: "Estaban todos muy alertas… con mucha flechería, dardos, macanas y bolas arrojadizas, tocando sus bocinas y cornetas, puestos en buen orden y esperando a don Diego de Mendoza (hermano de Pedro) que estaba al frente de esta armada. Producto de un error estratégico, los españoles se largan por el vado que los separaba, en tanto los indios solo miraban el accionar de sus adversarios y cuando estos estuvieron en el medio del mismo, se lanzan repentinamente dando muerte y retirada a los trescientos infantes – entre ellos don Diego de Mendoza- y pudiendo escapar no mas de ochenta. Se sucedieron hambres , desorientación y confusiones en el campamento, a pesar de esto no amainaba la ambición de Mendoza, quien presto a fugar a Castilla, decide quedarse en razón de que Juan Ayolas, que había salido de expedición regresa con buena nuevas: "Había hallado gran cantidad de comidas y muchos indios de amigos que dejaban de paz, llamados Timbúes y Carcaráes en el fuerte de Corpus Cristi". A poco de ubicarse don Pedro de Mendoza en su nueva morada envía tropas río arriba, por el mismo camino que hubiera recorrido Gaboto tiempo antes. Esta expedición vuelve a encontrarse con los indios Agaces (hábiles canoeros) quienes en esta oportunidad no resistieron la fuerza de sus oponentes y fueron virtualmente derrotados. En ciertos momentos las batallas llegaron a un punto de casi exterminio y muchas veces sin razón alguna y hasta con indios amigos, tal fue lo que sucedió en el fuerte de Corpus Cristi que estaba al comando del Capitán Alvarado, donde el Capitán Francisco Ruiz "Propuso determinadamente dar sobre los indios Caracaráes, sin otra más razón que decir favorecían a unos indios rebelados contra los españoles; y sin acuerdo, ni parecer de los capitanes, habiéndolos asegurado con buenas palabras, dio en ellos una madrugada, y quemándoles sus ranchos, mató gran cantidad, y prendiendo muchas mujeres y niños los repartió entre los soldados. Hecho esto se fue a Buenos Aires". Este hecho renueva la estrategia de los indios, quienes enojados por lo sucedido procuran vengarse, dando muerte a cuatro españoles, pero hechan culpas a otros indios y de forma tan cautelosa como atrevida convencen a don Antonio de Mendoza – que estaba al frente de Corpus Cristi- para ir a dar batalla a esos indios. Entonces prepara 50 soldados para que acompañen a estos indios comarcanos salir en busca de los "traicioneros". Cuando se ponen a vista y al ingresar a un monte que estaba previo al pueblo, los españoles reciben la emboscada y son agredidos con mas la ayuda que llega desde el pueblo. Las argucias de los indios , muy probablemente, tenían más que ver con la diferencia armamentil que existía entre ambos grupos hecho que los lleva a levantar ese tipo de maniobras. A los largo de todos los enfrentamientos éstas se vuelven recurrentes. Así, en otras oportunidades se fueron repitiendo las acciones con resultados diversos, aunque siempre originaron el repliegue hacia adentro de los indígenas.

    Las diferentes escenas relatadas y comentadas de la crónica de Ruy Díaz de Guzmán, referidas concretamente a la vida y practica corporal de los indígenas tiene vastas ausencias en lo referido a sus interacciones sociales, al significado de las mismas y a las representaciones intersubjetivas. Reconozco que este hecho no es casual, sino que los intereses en las expediciones por América, y en este caso el Río de la Plata han tenido un denominador común que fue el de hacerse de posesiones. Un fuerte antecedente de lo que aquí digo es el Asiento que hizo el Rey en la expedición de Juan Díaz de Solís cuando nombra dos personas de confianza para que lo acompañen: "Yo haya de nombrar dos servidores míos para que vayan con vos en el dicho viaje, el uno para que sea fator y reciba la dicha tercia parte que yo he de haber de toda las cosas que en él se hubiere, y el otro nuestro contador y escribano, ante quien pase todo y tenga la cuenta y razón de ella". En este contrato está localizado buena parte de las razones que tuvieron los expedicionarios y los reyes para arribar a estas tierras.

    6. El Puerto de la Asunción: Mansedumbre y porfía Indígena.

    Casi con tan hábil maestría como habían sido los nativos en sus diferentes batallas, los Conquistadores, instalados ahora en Asunción; van tomando las estrategias y enseñanzas de aquellos para enfrentarlos y acometerlos. En una oportunidad, una hija de Cacique en manos del Capitán Salazar da cuenta cómo van ingresando a la ciudad disimuladamente una cantidad de 8000 indios con intenciones – de acuerdo con la crónica- de tomarla. El Capitán da aviso al General Martínez Irala quien determina atajarlos con una falsa alarma. Finge "que venían sobre el pueblo los indios Yapirúes" (enemigos de los Guaraníes) "que habían asaltado un pueblo de indios", "y que así convenía hacerles rostro y acometerlos". De esta forma urde la trama siguiente: Va prendiendo de a uno a los indios que van llegando sin que los unos supiesen de los otros y hasta tener en prisión a la mayoría de los caciques. Relata la crónica que entre estos se levantaron causas y al averiguar sus delitos fueron ahorcados y descuartizados las principales cabeza de esta conjuración. La crónica argumenta lo siguiente: "Con este hecho quedaron los unos castigados, y los otros escarmentados y gratos con el indulto, y los españoles temidos y respetados para lo sucesivo, llevando el general el merecido lauro de su gran valor y rectitud en no dejar sin castigo a los malos, y sin el merecido galardón a los buenos, por lo que fue igualmente temido y amado". El pánico llegó a tan alzado desarrollo que los indios ofrecieron sus hijas y hermanas al General y sus Capitanes, así los españoles tuvieron en las indias que les dieron muchos hijos e hijas que, continuando con la crónica "han sido criados en buena doctrina y educación, tanto que S.M. ha sido servido honrarlos con oficios y cargos, y aún con encomiendas de aquella provincia, y ellos han servido a S.M. con mucha fidelidad en sus personas y haciendas, de que ha resultado gran aumento a la Real Corona, porque al día de hoy ha llegado a tanto el multiplico, que ha salido de esta ciudad para las demás que se han fundado en aquella gobernación, ocho colonias de pobladores… Son comúnmente buenos soldados, y de gran valor y ánimo inclinados a la guerra, diestros en el manejo de toda especie de armas, y con especialidad en la escopeta, tanto que cuando salen a sus jornadas, se mantienen con la caza que hacen con ella, y es común en aquella gente matar al vuelo a bala rasa las aves que van por el aire, y no tenerse por buen soldado el que con una bala no se lleva una paloma o un gorrión: son comúnmente buenos jinetes de a caballo de ambas sillas, de modo que no hay quién no sepa domar un potro, adiestrarle con curiosidad en lo necesario para la jineta y brida; y sobre todo son muy obedientes y leales servidores de S.M. Las mujeres de aquel país son por lo común de nobles y honrados pensamientos, virtuosas, hermosas y bien dispuestas: dotadas de discreción, laboriosas y espeditas en todo labrado de aguja, en que comúnmente se ejercitan". Estas narraciones, bastante descriptivas por cierto, aparecen en la obra del cronista justo en estas poblaciones que, colmadas de pavor se ven sometidas a un proceso de disciplinamiento y domesticación. Para los efectos de este trabajo, vemos, por primera vez aparecer el manejo de armas por los nativos y así mismo la destreza en el montar como la habilidad para domar a los potros. La mujer representa, en este pasaje de las crónicas, un lugar y una actitud más cortesana que indígena.

    No fue diferente la suerte de los indígenas ante el Adelantado Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, quien habiendo ingresado a Asunción luego de una larga travesía, contaba con la simpatía de propios y extraños: "Su afabilidad, buena condición y prendas le granjearon el común aprecio". En es tiempo, en Asunción se buscó hacer otro castigo a los indios rebelados de la provincia de Ipané, donde llegaron mensajeros pidiendo que de ahí se retirasen. "Si los españoles se conocen agraviados, que vengan a satisfacerse que aquí los esperamos en este pueblo", fue la respuesta de los indios. Tenían un gran fuerte de Madera y eran más de 8000. Las escuadras españoles, aunque menores en número la superaba en armamentos, así se introducen al fuerte, "con muerte de muchos indios, que allí estaban en trozo de más de 4000". "Los españoles andaban con tanta sangre y coraje que no daban cuartel a nadie". Al final de tanta lucha, los españoles mandaron traer al centro de la plaza todo el despojo y los cautivos: "Hallaron más de 8000 mujeres y niños y mas de 4000 muertos. De los nuestros murieron cuatro de la compañía de Camargo, uno de la de Melgarejo y otro de la del comandante, y como ciento cincuenta indios amigos…" "Con esto los demás pueblos vinieron a dar la obediencia al Rey por medio de sus cacique comarcanos, pidiendo perdón de la pasada rebelión, lo cual se les concedió en el real nombre, y en el del Adelantado, y quedaron sujetos al real servicio, y escarmentados con este castigo". De modo cierto, se va conformando una corporeidad sumisa y domesticada; donde cualquier práctica corporal estará sesgada por tal constitución. Era tanto el miedo infundido, que en oportunidad de salir el Adelantado en busca de mayores riquezas y alistando a 400 hombres y después de muchas jornadas, comenzaron a ser acometidos por los indios Payaguáes que lo hacían por la retaguardia atacando a aquellos que se quedaban rezagados. El Adelantado determinó hacerles una celada: dejando un grupo de canoas con gente bien armada en un anegadizo, los cuales, una vez que veían pasar a los Payaguáes en sus canoas, que se dirigían por detrás de la armada de los conquistadores, debían sorprenderlos por sus espaldas. "De aquella escuadra de canoas no escapó indio alguno que no fuese muerto o preso". Para que esto pueda servirles de escarmiento, el Gobernador: "mandó ahorcar a todos los caciques cabezas de aquellos insultos". En la misma expedición, pero en otra oportunidad y al llegar a un pueblo grande de más de 8000 casas de donde salieron como 5000 indios, nos encontramos con un nuevo tratamiento corporal que infunden los conquistadores en los indios de la región: Estos, atemorizados por su presencia abandonan el pueblo dejándolo vacío pero con todos sus enseres: alhajas, bastimentos, mantas de algodón y muchos animales domésticos y víveres y refrigerio para toda la tropa. Lo significativo para lo que aquí estoy siguiendo es el manejo que los españoles hicieron de un culto y veneración de los indios. En un lugar de la plaza principal encuentran encerrada bajo una fuerte casa de madera, a una serpiente gigante. Los españoles con arcabuces y los "amigos" con flechas, "comenzaron a herir a este feroz dragón, que echaba gran copia de sangre, y revolcándose dentro del palenque, hacía estremecer todo el suelo, dando al mismo tiempo tan espantosos silbos, que a todos tenía aterrados; en fin quedó muerto". Esto, que simbolizaba respeto y reverencia para los indios, al desaparecer, sin dudas imprime más horror y pánico a sus representaciones.

    La distintas exploraciones que partían desde el puerto de la Asunción dirigiéndose en busca del tan preciado oro de los indígenas, no tenía reparo en argucias para lograr sus pretensiones; tal el caso que protagonizara el Capitán Mendoza con los indios Timbúes "gente muy corpulenta y dispuesta". Al asentarse sobre el río Carcarañal "vinieron más de trescientas canoas a reconocer a los nuestros" "…levantaron en alto las palas; señal de amistad y de allí empezó a hablar en voz alta un indio, que decía: ¿qué gente sois? El Capitán Mendoza responde: Amigos somos!" Se entabla una negociación, en la cual ambos lados se desconfiaban y con el afán de alcanzar una comunicación más fluida acuerdan de la forma siguiente: "El capitán le aseguró de su parte que no se haría daño ni perjuicio alguno. Replicó el indio que vendría con la condición de que entretanto él pasaba, fuesen cuatro españoles a estar con ellos en las canoas, y que esto fuese con juramento, que como caballero haría sobre la cruz de su espada de lo por cumplir. Habiendo hecho el juramento, despachó los cuatro soldados con una secreta orden, para que de ningún modo pudiesen padecer daño. Luego que el cacique saltó a tierra, se abrazaron con el capitán, que al momento le echó manos a los cabellos, que era la señal dada a los soldados, que al punto se arrojaron de las canoas con espada en mano, hiriendo y matando a los indios, que se les pusieron por delante". El cacique al advertir esa escena da cuenta de lo que estaba sucediendo, de cómo había quebrado su juramento y acuerdo. El capitán lo consoló con buenas palabras, y le dijo que el haber hecho aquello "no era por otra cosa, sino por la desconfianza que habían hecho de su palabra". Así, a través del indio, logra enterarse de las posiciones españolas y le pidió que mandase a su gente a que le proveyesen de comestible. A la brevedad la playa se cubrió de tanta cantidad que "puesta en un montón, elevado dos lanzas a cada lado, las excedía en alturas". "El Capitán Mendoza regaló al cacique un vestido de grana, manta y camiseta de lana fina, y con muchas expresiones de amistad le dejó en su libertad, y el cacique partió de allí muy contento". Esto es razón para reflexionar cómo la Conquista no se podía sostener sino con saqueos, engaños y traiciones. La vinculación con el otro era distante, la aproximación de los cuerpos era espacio para que se produzcan las más variadas maniobras de fraude y chantajes.

    De las expediciones que hiciera Domingo de Irala en busca del tan ansiado oro, la crónica destaca dos modos de vida de mujeres que fueran encontradas en esas rutas. Las mujeres de los indios Jarayes se labran "cara, brazos y pechos, punzándose las carnes con unas espinas, y poniéndose en las cisuras ciertos colores, que hacen mil labores vistosas y diversas pinturas en forma de camisas y jubones con sus mangas y cuellos; con cuyos dibujos, como ellas son blancas y las pintas negras y azules, parecen bien". Por ellos se enteran de un poderoso río, el Marañón, "uno de los mayores de este reino". Y que entre el Brasil, Marañón y cabeceras del Río de la Plata había mucha gente situada a las riberas de una gran Laguna. Que poseía mucho oro de que se servían aquellos indios. Este pueblo confinaba con otro solo de mujeres, "que tienen solamente el pecho del lado izquierdo, porque consumen el derecho con cierto artificio, para usar sin embarazo el arco y flecha del que son diestras y ejercitadas". No se relata ninguna partida hacia ese territorio femenino.-

    Una particular muestra de lo que aquí explico tiene que ver con las ordenanzas y actividades que Domingo Martínez de Irala, luego de recibir pliegos y cédulas de S.M. que lo acreditan como gobernador de aquella provincia, impartiera para beneficiar a los conquistadores: "…se determinó que saliesen cuatro personas a empadronar los indios de toda la jurisdicción con toda distinción, tomando cada uno diferente camino; y habiendo vuelto con sus padrones, se halló el número de 27.000 indios de armas situados en 50 leguas circulares, excepto los que estaban al oeste que por ser naciones bárbaras no se pudieron empadronar…". Como los conquistadores eran numerosos, Irala se lamentó de no poder acomodarlos "… sino en poca cantidad…" "…e inclinado en hacer bien a todos, con que vino a ceñirse a gratificar a los que pudo según las ventajas de sus méritos; estos fueron 400, dando a unos 30, a otros 40, y dejando a los demás para beneficiarlos en otras poblaciones y conquistas…". "..hizo para el buen régimen de indios y encomenderos ciertas ordenanzas…" En ese tiempo también estableció un grado de organización nombrando distintos cargos en todo su gobierno y "con estas elecciones y estatutos estaba la República en ese tiempo en el mejor establecimiento que jamás se había visto…" "…cada uno procuraba mantenerse en los límites de su esfera". No dejaba afuera la función educativa y nombró dos maestros que estaban al frente de 2000 niños, "teniendo particular cuidado en su enseñanza que recibían con mucha aplicación". Estaba todo tan bajo cuidado que el Primer Obispo de esta provincia, el Fray Pedro de la Torre, "varias veces dijo en el púlpito que estimaba en más aquel obispado de S.M. le había hecho merced, que el mejor de Castilla". El Gobernador, sus colaboradores y los indios concurrían a los oficios religiosos puntualmente, "de modo que con grande uniformidad, general aplauso y aplicación se dedicaron al cultivo divino, exaltación de N.S Fe, y enseñanza de la doctrina cristiana".

    El Gobernador, componedor de todo cuanto fuese para facilitar la estadía de españoles en la provincia, al ver que muchos se habían quedado sin encomiendas, resuelve junto al prelado, oficiales reales y demás capitulares, hacer nuevas poblaciones y principalmente hacia el territorio de los indios mas enemigos. Designa a la Capitán Nuflo de Chaves al mando de la expedición quien salió de "Asunción el año 1557 con 220 soldad0s y mas de 1500 amigos, buen número de caballos, armas, municiones, barcos de vela y remo, y muchas canoas y balsas..". En el reconocimiento de estas nuevas tierras, los españoles se van a encontrar nuevamente con prácticas estratégicas por parte de los indios que ya se les había presentado en otras oportunidades, y eran que: los indios canoeros Guatos les hacían celadas, "metiendo sus canoas debajo de grandes embalsados de eneas y cañahejas, que hay por aquel río; y encubriéndose allí, aguardaron que pasase toda la armada , y repentinamente salieron de la celada, y acometieron por la retaguardia…" Otro enfrentamiento fue el que realizaron con los indios Chiquitos, que no lo eran por su tamaño sino por vivir en casa muy pequeñas y redondas. Estos indios eran muy hábiles en el envenenamiento de sus flechas, así que cuando ante ellos se ponían, el gasto para los expedicionarios era muy alto y por tanto caballos y hombres morían a causa del veneno. Estos ataques suscitaron la división entre la tropa del Capitán Chavez, que le pidieron regrese a tierra más segura: "para que convalecidos y reforzados de los trabajos y riesgos pasados se pueda consultar con deliberado consejo lo que más convenga al servicio de Dios y de S.M.". El General Chavez se niega y nace una división: "La una y más principal bajo las órdenes de Gonzalo Casco, a quién nombraron por su caudillo, y se le agregaron mas de 140 soldados. Poca más de 60 quedaron con el General, a quién no quisieron desamparar". Las apetencias de Chavez lo llevan hasta el Perú. Casco y los suyos regresan a Asunción donde se encuentran con la muerte de Gonzalo Mendoza quien ya había reemplazado en la gobernación al otro fallecido: Martínez de Irala.

    Habiendo quedado sin Superior Gobierno, se toman las decisiones para arribar al nombramiento de una nueva autoridad. "Hízose esta elección el día 22 de julio de 1558 en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación". Del cual, y con el mayor número de votos, emergiera Francisco Ortíz de Vergara. Estas situaciones, mas que ocupar una comprensión sobre el tipo de prácticas corporales de los indígenas, nos demuestran que entre los propios conquistadores se daban ciertas disputas y pujas de ambiciones. Estas pretensiones eran contempladas por los representantes de la Iglesia, con la actitud de resguardar la posibilidad de mediar ante el conflicto. No excluyen sin embargo, estos intereses, la necesidad de una lectura entre líneas que pueda sacudir las naturalizadas fantasías acerca del descubrimiento de América.

    Pero no todo ha sido paz y tranquilidad en la ciudad de mayor prosperidad en las provincias del Paraguay y Paraná. Solamente dos indios hermanos, Pablo y Nazario, hijos de un principal llamado Cururipati, han sido capaces de convocar y rebelar a sus iguales hasta hacerles tomar las armas en contra de los españoles, "diciendo muchas libertades y menguas, con que vinieron todos los indios a poner en efecto esta rebelión, comenzando al descubierto a apellidar libertad y guerra sangrienta contra los españoles…" Este primer levantamiento se da en la ciudad de Asunción. El contagio era tan alto entre los indígenas por el hecho que habiendo conocido de las flechas venenosas en las recientes expediciones a Perú, y que eran utilizadas por los indios Chiquitos, creyeron ver en ellas un poderoso instrumento para enfrentar a los españoles. Ante el hecho de la rebelión, ls españoles alistaron a 500 soldados, 3000 guaraníes y 400 Guaycurúes. Los indígenas se apostaron en cuatro escuadras de 4000 hombres cada una. Arremeten con dos pelotones, otra se va por una cañada, de modo que la retaguardia y la otra escuadra queda a la observación. Se genera una muy sangrienta batalla, donde no estuvo ausente la lucha cuerpo a cuerpo, los arcabuces, las flechas ni tampoco el degüello al que fueron sometidos por parte de los de su misma sangre los indígenas sublevados. La matanza dejó "más de 3000 indios y solo cuatro españoles y setenta amigos". Estas cifras inducen a pensar – como ya sucediera en otras ocasiones- que parte de la estrategia militar de los españoles era ofrecer un espacio de combate donde salieran victoriosos, con la menor pérdida de hombres propios y ubicar en la línea de fuego a los amigos. Queda claro que el Cuerpo era puesto, por ambos lados, entre los de la misma nación.

    Una segunda Sublevación, tan importante como la anterior, se desató en la provincia del Guairá. Un rápido informe enviado por Ruy Díaz, a través de un mensajero que, desnudo y camuflado entre los indios llegó a hasta el gobernador con una carta que había escondido en el encastre de su arco y donde relataba lo que estaba sucediendo en el Guairá. Se alistaron 70 soldados que llegando a la tierra de Ruy Díaz luego parten para "ponerle freno a la insolencia indígena" en número de 100, más algunos indios amigos y a las órdenes de Alonso Riquelme van atravesando diferentes pueblos, alcanzando la victoria y otorgando paz a otros que se lo pedían. Se interesó en tierra adentro dónde quedaban otros sublevados, a quienes puso orden y prosiguiendo así hasta el año siguiente, cuando logró pacificar la región, regresa a Asunción donde también " se gozaba de tal quietud". La crónica no revela cómo eran las formas de esas luchas ni los resultados cuantitativos de la misma. Se menciona, en cambio, cómo los indígenas fueron obligados a rendirse "… a pedir paz y perdón de las pasadas turbaciones". El relato también evade, el tipo de arma que usaban los indios; de lo que se puede deducir la inferioridad tecnológica existente entre ambos sectores ya que los nativos no contaban con armas de fuego. No obstante son muchas las evidencias que muestran que la idea española era hacer salir al campo llano a los indígenas, que con gran habilidad se escondían en los montes y desde donde podían emboscar a los expedicionarios y producirles algún tipo de bajas a pesar de su inferioridad armamentil. Un hecho de estas características es el que produjera don Diego de Mendoza, frente a los indios que ocasionaron la muerte de Nuflo de Chaves. Los hace salir del pantano por el cual esperaban el paso de los conquistadores y ya en el llano provocan la muerte de muchos indios, "…y dejando presos algunos de los motores de la rebelión, a quienes luego mandó el gobernador hacer cuartos, y ponerlos en los caminos para escarmiento". No viendo en estas acciones el suficiente ejemplo, se encaminaron al pueblo de Porrilla donde habían dado muerte a Nuflo de Chaves, ahí esperaban los indios que con audacia y valentía soportaron los inicios de la batalla "…hasta que con imponderable esfuerzo, favorecidos de N.S., rompieron los escuadrones enemigos, y entraron al pueblo, y le pusieron fuego… no perdonaron ni edad ni sexo… ejecutando con la muerte de todos un tan cruel castigo, que hasta entonces no se vio igual en el Reino, pues los inocentes pagaron con su muerte lo que con la de Nuflo se hicieron delincuentes los culpados. Consiguióse con este desmedido castigo, atajar la malicia de aquellos bárbaros, que ya casi estaban todos rebelados". Estos hechos se sucedieron en Santa Cruz de la Sierra, en el regreso que el General Felipe de Cáceres y el Obispo Fray Pedro de la Torre hacían desde el Perú hasta Asunción. De aquí en adelante, unas 150 leguas para llegar a Asunción, nuevas sublevaciones se irán sucediendo. Los golpes indígenas vuelven a reflejar la condición que más les favorecía: refugiarse en los bosques para desde allí precipitarse sobre los españoles. Sus acciones fueron valerosas y temidas pero no alcanzaban para vencer a los expedicionarios, a quienes en sus choques no les faltaba la exhortación del Obispo y demás religiosos, "… animándolos con la moderación y eficacia que les prometía su estado en circunstancias de tanto aprieto".

    En las cercanías de un bosque llamado Erespoco y a escasas 26 leguas de Asunción, 4000 indios encajonaron a los españoles,"… de un lado y del otro muchas rociadas de flechería, donde los nuestros hubieron de menester bien las manos, y ganándoles el puerto los fueron echando por sus senderos a arcabuzasos, hasta sacarlos al raso, donde el Capitán Riquelme con sus soldados escaramuzó, y poniéndolos en huida, pasaron adelante. La idea española de tirar fuera del monte a los indios se repite una vez más en un gran pantano llamado Cuarepotí, en el cual los indios estando todos juntos "… los sacaron al campo raso, los desbarataron y vencieron con muerte de muchos indios".

    Quiero finalizar esta revisión no sin antes dejar de mencionar que la Crónica, como nivel de conceptualización en la historia, se organiza de modo tal que los hechos se tratan como partes de un proceso en el que se propone un origen, un medio y un fin. Los hechos, sin embargo, pueden también ser explicados más por las estructuras que por las cronologías; lo cual no es solo un cambio de conceptos sino un verdadera transformación ideológica. Así se reconoce no tanto lo real como lo inteligible. En diferentes pasajes de este análisis utilicé la intriga, como forma de descubrir el significado de una historia, y también me atreví a ciertas interpretaciones lingüística del discurso con lo cual procuré dar cuenta que lo anotado – en estas crónicas – proviene de lo notado y con ello su esencia ideológica e imaginaria.

    7. Referencias Bibliográficas:

    1.- Nueva enciclopedia de la Provincia de Santa Fe, Tomo I. Ed. Sudamericana, Santa Fe 1996.

    2.-Enciclopedia Hispánica Vol. 5 Ed. Encyclopedia Britannica Publishers, 1993

    3.- Galeano, E. Úselo y tírelo. Ed. Planeta 3era. Ed. 1998

    4.- Ricciardino,C. y Rosa, C. Textos diferentes hacen cosas diferentes. Curso de Especialización en Ciencias Sociales, 1997-98, Paraná, Entre Ríos.

    5.-Ruidiaz de Guzman Historia del descubrimiento, conquista y población del Río de la Plata, escrita el año 1612. Ed. Casavalle, Buenos Aires

    Tratamiento y Prácticas Corporales de los indígenas, en las incursiones de los Conquistadores en el Río de la Plata. Una mirada desde Ruy Díaz de Guzmán, primer cronista de la zona rioplatense.

     

     

    Autor:

    Guillermo Galantini