1638: -Trabaja en medicina intentando encontrar la manera de prolongar la vida humana hasta los cien años y manifiesta su intención de dedicar toda su vida a estos estudios[49]Durante este tiempo se dedica también a la Biología: Disecciona animales (peces, conejos…) y refiriéndose a ellos dice: "Ésa es mi biblioteca", lo cual tiene el interés de mostrar que, al menos durante cierto tiempo, Descartes concedió bastante importancia a la experiencia, a pesar de que en su método y en su sistema estuviera tan ausente.
-Ambiciona abarcar todo en sus estudios, pero tal pretensión es sólo una muestra de la megalomanía que muestra en muchas de sus aspiraciones, pues en su tiempo la amplitud de los conocimientos era ya tan extensa que era realmente absurdo pretender abarcarlos –y mucho más si, como pretendía el pensador francés, se intentaba llegar al conocimiento de todo lo conocido y de todo lo que estaba por conocer, objetivo que en los Principio de la Filosofía Descartes afirmó haber culminado-.
-A pesar de estar tan entusiasmado con los estudios de medicina, en una carta a Mersenne Descartes le habla de la Geometría aplicada a todos los fenómenos de la naturaleza: "Sólo he resuelto dejar la geometría abstracta […] para tener más tiempo libre para cultivar otra clase de geometría, que se propone la explicación de todos los fenómenos de la naturaleza […] toda mi física no es sino geometría"[50]. Tiene interés recordar en este sentido que ya anteriormente Galileo había escrito: "El universo está escrito en caracteres matemáticos", comprendiendo que sin un conocimiento de esta ciencia era imposible avanzar en el conocimiento de las leyes del Universo. La diferencia esencial entre ambos pensadores consistía en que, mientras Descartes pretendía explicarlo todo mediante la razón y las Matemáticas, Galileo comprendió que la experiencia era tan importante o más que la razón y las Matemáticas para el avance en las ciencias experimentales, de manera que, sin su ayuda, era imposible avanzar un solo paso en la comprensión de la realidad física. Posteriormente Kant, desde una perspectiva similar a la de Galileo, en la Crítica de la Razón Pura, escribió que las intuiciones sin los conceptos eran ciegas y que los conceptos sin las intuiciones eran vacíos o, lo que es lo mismo, que la experiencia sin la razón no puede explicar nada sino sólo ofrecer un simple torrente de sensaciones inconexas, mientras que la razón sin un material al que aplicarse no puede avanzar un solo paso en el conocimiento de la realidad empírica.
1640: -Termina las Meditaciones Metafísicas, aunque las publica en 1641. Señala Rodis-Lewis que "Mersenne, sin preguntarle a Descartes, hizo llegar su manuscrito a dos filósofos originales: Hobbes y Gassendi, cuyo sistema era incompatible con el nuevo espiritualismo dualista. Hobbes presentó algunas objeciones sobre los Ensayos. Pocos días después Descartes dijo que prefería no relacionarse con el "inglés":
"No podríamos [conversar] sin convertirnos en enemigos […] No creo tener que responder nunca más a lo que pudiera enviarme este hombre, que creo tener que despreciar al máximo"[51].
-Se produce una fuerte polémica entre Descartes y Voetius, rector de la universidad de Utrecht, en torno a cuestiones teológicas y en especial en torno al problema del libre albedrío. Voetius defendía la posición de Calvino, mientras que Descartes adoptó una postura similar a la de Arminio (1560-1609), que había sido profesor en Leiden y había defendido el libre albedrío. Regius colaboró con Descartes en su enfrentamiento con Voetius. El Sínodo de Dort rechazó las opiniones de Descartes, reafirmando la ortodoxia calvinista. Finalmente el senado de la universidad de Utrecht prohibió la enseñanza de la filosofía cartesiana. En una carta al jesuita Dinet, Descartes atacó duramente a Voetius, llamándole pendenciero, envidioso, loco, pedante, estúpido, hipócrita y enemigo de la verdad, y acusándole de haberle calumniado.
-En ese mismo año fallecen Francine, y también el padre y la hermana de Descartes.
-Por lo que se refiere a Helena Jans los biógrafos como Baillet, Rodis-Lewis o R. Watson dejan de mencionarla, como si no hubiese más datos de su vida y como si Descartes se hubiera despreocupado de ella por completo. Sin embargo Desmond M. Clarke cuenta que Helena se casó después, que el propio Descartes actuó como testigo de su boda en el año 1644 y que posiblemente regaló a Helena una parte de los 1.000 florines estipulados en el contrato matrimonial[52]
-Según Watson, Descartes rectificó "los convenios que su hermano Pierre había hecho con las propiedades que Descartes había heredado de su padre en 1640. Y exigió otra parte de las ciento veintiséis mil ochocientas cuarenta libras que su padre había dejado […] Así que tenemos a un holgazán, autor de varios libros controvertidos, que aparece tras quince años de ausencia y cuatro años después de la muerte del padre para reclamar parte de la herencia […] Quizá le dieran veinte mil libras".[53] Y, aunque Watson exagera al considerar a Descartes un "holgazán", lo que sí resulta bastante llamativo es que sólo se acordase de su padre a la hora de ir a buscar su herencia, pues, desde que se fue a Holanda en 1628 ya no volvió a ver a su padre ni una sola vez. Por eso, aunque se habla de una carta escrita por Descartes a su padre en una fecha posterior a la de su muerte –la carta es del 28 de octubre de 1640, mientras que su padre había sido enterrado el día 20-, comunicándole que pensaba ir a verle, podría ser que esa carta hubiera sido escrita a posteriori, una vez que Descartes se hubo enterado de que su padre había fallecido. En relación con esta cuestión Rodis-Lewis escribe que hacia aquellas fechas Descartes tenía la intención de ir a ver a su padre[54]¡Qué casualidad! Escribe Watson que, en esa carta del 28 de octubre de 1640, Descartes explicaba a su padre y a su hermano, que vivía en Holanda para evitar que los aristotélicos lo persiguieran por sus ideas[55]La carta, al parecer, se perdió, pero tal explicación de su exilio se parecía a una petición de perdón por su despego de la familia y pudo ser una explicación veraz, aunque algo tardía, de lo que le sucedió el año en que marchó a Holanda, en 1628, aunque no exactamente respecto a los aristotélicos sino respecto a la jerarquía católica francesa, como ya se ha comentado antes.
Por otra parte y como explicación de la actitud distante del pensador francés respecto a su padre conviene recordar que durante su infancia hasta los diez años Descartes no recibió un cariño especial por parte de su padre, pues se había criado en casa de un tío abuelo, y desde los diez hasta los dieciocho años estuvo internado en el colegio de jesuitas de La Flèche.
-La herencia de su padre[56]le sirvió para continuar con su ritmo de vida y con sus viajes durante casi toda esta última década hasta que, arruinado, marchó a la corte de la reina Cristina de Suecia.
-Durante estos años, Descartes estuvo ilusionado con la idea de que los jesuitas pusieran su propia filosofía como libro de texto en sus colegios[57]
1641: -Se publican sus Meditaciones Metafísicas.
-El jesuita Bourdin escribió una crítica contra la filosofía de Descartes. Descartes se enfadó y en una carta a Mersenne amenazó con atacar a toda la orden de los jesuitas y con que, si seguían oponiéndose a su filosofía, haría un examen crítico de "algunas de sus clases, y […] de tal modo que les supondría una vergüenza para siempre"[58]. Sin embargo, parece que, con la esperanza de que los jesuitas pusieran como texto en sus colegios un libro de su propia filosofía, procuró reconciliarse con Bourdin y con sus antiguos maestros[59]Esta reconciliación –a la vez que su interés por conseguir que adoptasen su filosofía como texto- la demuestran las cartas que confió Descartes al propio Bourdin, junto con el encargo de que llevase una docena de ejemplares de su filosofía para que los distribuyera en el colegio de La Flèche[60]
1642: -Descartes conoce a la princesa Elisabeth de Bohemia e inicia su correspondencia con ella. Rodis-Levis presenta este hecho de un modo un tanto peculiar. Escribe que "fue a través de Pollot, en 1642, como la princesa Elisabeth conoció a Descartes y lo incitó a desarrollar su pensamiento moral"[61], poniendo a Descartes en primer plano y a la princesa en segundo, como si Descartes fuera una especie de Dios a quien la princesa hubiera tenido el honor de llegar a conocer en lugar de decir simplemente que "se conocieron", aunque luego atribuyó a la princesa el mérito de haber incitado a Descartes a desarrollar su "pensamiento moral". Esta amistad que en este momento se iniciaba desembocaría muy pronto en un enamoramiento apasionado –aunque contenido- de Descartes hacia la princesa.
-Muere Richelieu. Parece que este hecho –al igual que la anterior muerte del cardenal Bérulle en 1.629- tuvo una influencia positiva en los posteriores viajes de Descartes a Francia, viajes realizados ya con un sentimiento de mayor seguridad y sin el temor que le había llevado a huir a Holanda en 1628.
-Muere Galileo.
1643: -Voetius, rector de la universidad de Utrecht, acusa a Descartes de ateísmo, y Descartes le responde de modo muy agresivo. Las autoridades de Utrecht consideran que Descartes ha difamado a Voetius y llevan el caso a juicio. El pensador francés recurre al príncipe de Orange y al final se consigue paralizar la disputa y las tensiones entre ellos.
-Torricelli inventa el barómetro.
1644: -Se publica la obra de Descartes Los Principios de la Filosofía, dedicada a la princesa Elisabeth de Bohemia. Leon Petit considera que estuvieron enamorados. G. Rodis-Lewis se muestra de acuerdo, aunque considera que se trataría de un "amor platónico". La lectura de su correspondencia demuestra que el enamoramiento se habría producido por parte de Descartes y que la princesa correspondía al afecto de Descartes con un sentimiento de amistad, pero estando muy lejos de sentir por él una pasión similar. Señala Watson que la princesa Elisabeth le agradeció la dedicatoria de Los principios de la Filosofía, pero "no se detuvo en las frases de adoración que, según Petit, constituían una declaración pública de amor por parte del filósofo"[62]. Desde luego, el enamoramiento de Descartes resulta evidente leyendo determinados párrafos de la dedicatoria de la dedicatoria de esta obra y también de sus cartas, en los que le manifiesta su amor con una claridad inequívoca. Así, en su dedicatoria le dice:
"nunca encontré a nadie que haya entendido tan perfectamente los escritos que he publicado […] pero me resulta imposible no dejarme arrebatar por un sentimiento de enorme admiración cuando considero que un conocimiento tan vario y tan perfecto de todas las cosas no se halle en un viejo sabio que ha empleado muchos años en instruirse, sino en una princesa, joven aún, cuya belleza y edad se parece más a la que los poetas atribuyen a las Gracias que a la de las Musas o de la sabia Minerva […] Y esta sabiduría tan perfecta que advierto en Vuestra Alteza me ha subyugado tanto […] que no tengo más deseo de filosofar que el de ser el devoto servidor de su Alteza Serenísima"[63].
Posteriormente, en su carta del 31 de enero de 1648, cuando su amor se ha convertido en una pasión más intensa, le escribe:
"Nada podría impedirme preferir la dicha de vivir donde vive vuestra alteza, si la ocasión se presentara, en mi propio país u otro lugar, fuera donde fuese".
Y, del mismo modo, el 22 de febrero de 1649, cuando se aproximaba ya el momento de tomar una decisión acerca de su viaje a la corte de la reina Cristina, insiste de manera más claramente expresiva en lo que no parece que pueda interpretarse de otro modo que como una abierta declaración de amor:
"No hay lugar en el mundo tan tosco o incómodo como para que no me sintiera feliz de pasar el resto de mis días, si vuestra alteza estuviera allí".
Sin embargo y a pesar de estas pruebas, Watson manifiesta sus dudas acerca de esta pasión con el argumento de que Descartes era admirador del Amadís de Gaula y que conocía –y sabía utilizar- las convenciones galantes sin que ello tuviera un significado especialmente trascendente[64]Pero esa objeción no resulta nada convincente teniendo en cuenta la serie de ocasiones en que Descartes siente el impulso irreprimible de manifestar su amor a la princesa, lo cual, al no poderlo hacer en términos directos y evidentes, pudo intentar disfrazarlo como simples "expresiones galantes", según escribe Watson, aunque reflejasen lo que Descartes sentía realmente por la princesa. Por otra parte, ese sentimiento no parece haber surgido en el momento en que la conoció sino que fue creciendo paulatinamente hasta que se hizo tan fuerte que le fue imposible evitar aludir a él en diversos párrafos de sus últimas cartas antes de su marcha a la corte sueca. En relación con este sentimiento tiene interés la carta a Chanut en la que, con ocasión de hablarle del tema del amor a Dios, le comenta la dificultad que siente para manifestar a una persona de mayor rango el amor que pueda provocar en uno en cuanto se considere que el amor iguala a las personas, por lo que declarar tal amor implica considerar que la distancia entre ambas ha dejado de existir, lo cual podría dar lugar a que la persona amada de mayor valor pudiera considerar que "la ofendemos al considerarnos su igual". Y, en consecuencia, habría ocasiones en que se disfrazaría el sentimiento de amor mediante otras expresiones que sólo de manera indirecta declararían ese sentimiento que subyace en ellas y cuyo significado es el de tratarse de "una pasión que nos mueve a unirnos de voluntad con algún objeto sin parar mientes en que ese objeto sea igual, mayor o menor que nosotros"[65]. Escribe Descartes en este sentido:
"Cierto es también que ni los usos del habla ni la urbanidad permiten que digamos, a quienes son de condición mucho más alta que la nuestra, que nos inspiran amor, sino únicamente que los respetamos, los honramos, los estimamos y sentimos celosa devoción por servirlos. Y creo que ello se debe a que, cuando la amistad une a los hombres, puede considerarse que, hasta cierto punto, iguala a aquéllos que la profesan de forma recíproca. Y, en consecuencia, si, al intentar ganarnos el amor de algún grande, le dijéramos que lo amamos, podría pensar que le ofendemos al considerarnos su igual […] Y si preguntase a vuestra merced si no ama acaso a esa gran Reina en cuya corte se halla ahora, por mucho que me dijera que no siente por ella sino respeto, veneración y pasmo, no por ello dejaría de opinar que le inspira también muy ardiente afecto"[66].
Precisamente esas expresiones relacionadas con el respeto, la honra, la estima y la celosa devoción son especialmente frecuentes en la correspondencia de Descartes con la princesa Elisabeth, expresiones que no utiliza de manera simplemente formal, para cumplir con los rituales epistolares de la época, sino precisamente como una manera de decir lo que siente, disfrazándolo con expresiones que podían ser interpretadas en ese sentido formulario en lugar de entenderse en su significado literal, relacionado con el amor que Descartes sentía hacia la princesa.
Por ello, cuando Watson escribe que "lo más increíble de la relación de Descartes con Elisabeth […] es que él le dedicara sus Principios"[67], el hecho de que tal dedicatoria le parezca increíble obedece precisamente a que no comparte la idea de que Descartes estuviera realmente enamorado de la princesa, pero, si hubiera contado con esa hipótesis, habría comprendido perfectamente que Descartes hubiera escrito tal dedicatoria y que no le importase en absoluto que la princesa fuera protestante ni que los jesuitas rechazasen su texto por estar dedicado a una persona de religión protestante.
-En ese mismo año Descartes viajó de nuevo a Francia para seguir negociando sobre la herencia de su padre, pues estaba descontento con las gestiones de su hermano Pierre.
-También por ese tiempo Descartes conoció a Clerselier, admirador y traductor de una parte de su obra, y éste le presentó a su cuñado Pierre Chanut. Según escribe Rodis-Lewis, "su simpatía mutua fue inmediata"[68], pero la realidad es que esa simpatía no parece que fuera tan inmediata sino que apareció dos años más tarde, justo cuando Chanut fue nombrado embajador en la corte de la reina Cristina de Suecia. Fue en ese momento del año 1646 cuando Descartes le escribió:
"El trato prolongado no es necesario para forjar amistades estrechas, cuando se basan en la virtud. En cuanto tuve la ocasión de veros, fui completamente vuestro"[69].
No parece especialmente difícil apreciar hasta qué punto su simpatía hacia Chanut era desinteresada o en qué medida pudo estar condicionada por el conocimiento de los favores que a través de él podía conseguir, tanto en Francia como especialmente en la corte sueca[70]Chanut no era una persona interesada en la filosofía pero era una persona especialmente religiosa. Estando ya en Suecia como diplomático, Descartes le escribió una carta llamativamente extensa, que trataba de asuntos teológicos y morales desde una perspectiva bastante mística, nada habitual en sus escritos, pretendiendo impresionar a Chanut al aparentar tener unas preocupaciones religiosas afines a las suyas, y, por su mediación, impresionar también a la reina Cristina.
-Gassendi escribe contra Descartes.
1645: -En una carta a E. Charlet, profesor en La Flèche y familiar de Descartes, a quien llega a considerar como su "segundo padre", le reconoce –justo en este momento- todo lo que ha recibido de él en su juventud, e insiste en lo beneficioso que sería sustituir la filosofía de Aristóteles por la suya, de la que no duda que, "con el tiempo será generalmente aceptada y aprobada" y que el apoyo de los jesuitas puede ser muy útil para este cambio[71]
-Descartes solicita a Chanut –con su manera especial de solicitar, esto es, aparentando que hace un favor a quien él lo solicita- su influencia ante la reina hablándole de él a fin de que ésta demande su presencia en la corte de Suecia y así obtener un cargo en dicha corte.
Descartes comenzaba a tener problemas económicos como consecuencia de que se le iba agotando la herencia de su padre. Por ello además a partir de estos momentos se preocupó por conseguir alguna fuente de ingresos que le siguiera proporcionando una seguridad económica, como la obtención de una pensión o un cargo en la corte del rey Luis XIV o, posteriormente, en la de la reina Cristina, pues sus gastos eran considerables. A todo esto se añadía que se estaba sintiendo a disgusto en Holanda como consecuencia de los ataques a su filosofía y de sus problemas personales con diversos teólogos protestantes.
1646: -Descartes intensifica su relación con Chanut con la finalidad, más o menos consciente, de que éste le consiga un cargo en París o le ponga en contacto con la reina Cristina. Resulta muy significativa a este respecto una carta de noviembre de este mismo año en la que le dice:
"Desde el primer momento en que tuve el honor de conocer a vuestra merced, le entregué toda mi confianza, y como he tenido después el atrevimiento de granjearme su benevolencia, le ruego que crea que no podría serle más devoto si toda mi vida hubiera transcurrido a su lado"[72].
En esa misma carta le dice igualmente:
"Nunca he tenido tanta ambición como para desear que gentes tan encumbradas conocieran mi nombre […] Pero como […] ya soy conocido por un sinfín de eruditos que interpretan mal mis escritos y buscan maneras de perjudicarme a toda costa, siento gran afán de ser conocido también por gentes del mayor rango, que tengan el poder y la virtud de ser capaces de protegerme"[73].
Es evidente que el sentido de esa necesidad de "protección" se relaciona con su temor a la jerarquía católica francesa y con los ataques su filosofía estaba recibiendo por parte de las autoridades académicas holandesas. Además, sus disputas con los protestantes, podían reproducirse igualmente con los católicos, pues la filosofía cartesiana implicaba el rechazo de las famosas "vías" de Tomás de Aquino y, además, la postura del "doctor angélico" estaba más en consonancia con las tesis de Roma que las del jesuita Luís de Molina y las de J. Arminio, a las que Descartes parecía estar más próximo.
Tiene interés señalar cómo, en estas cartas a Chanut, Descartes trata de suscitar la compasión hacia él, cosa que su orgullo nunca antes le había permitido hacer, refiriéndose confidencialmente a "un sinfín de eruditos que interpretan mal mis escritos y buscan maneras de perjudicarme a toda costa" y a su deseo de "ser conocido también por gentes […] capaces de protegerme". Pero su franqueza con el embajador no parece ser consecuencia de la necesidad de expansionarse con él contándole sus penas, sino con la de suscitar en una compasión que por la éste ponga mayor empeño en ayudarle.
En París Chanut hace que Descartes conozca al canciller Séguier a fin de que pueda "solicitar una pensión para facilitar sus experimentos"[74], y en Suecia habla a la reina Cristina de Suecia de la filosofía del pensador francés. Descartes, al enterarse, intuye una posible solución en la corte sueca para sus problemas económicos y para superar el malestar que está sintiendo en Holanda por los ataques a su persona y a su filosofía y posiblemente también para aumentar su prestigio personal.
-En aquel año disputa con Trigland en la universidad de Leiden. Trigland ataca el principio cartesiano de que "la duda es el principio de la filosofía", pues considera que dicho principio conduce a los alumnos al escepticismo y al ateísmo.
-La universidad de Leiden, como ya lo había hecho la de Utrecht en 1640, prohíbe la filosofía cartesiana, imponiendo el aristotelismo, y Revius, rector de la Escuela de Teología de la Universidad de Leiden, declara que Descartes es un blasfemo por sugerir que Dios puede engañar.
-En este año se produjo el último encuentro personal de Descartes con la princesa Elisabeth, aunque su correspondencia continuó.
1647: -Aunque Descartes pretendía permanecer en Holanda para encontrarse cerca de la princesa Elisabeth, se mostraba muy preocupado por la actitud y "las injurias" de una "tropa de teólogos" contraria a su filosofía y que le atacaba con "calumnias". Por ello pensó en regresar definitivamente a Francia en el caso de que la princesa no permaneciera también en Holanda. El 10 de mayo le escribe:
"Pero puedo afirmar que ésa [el posible regreso de la princesa a Holanda] es la principal razón por la que prefiero residir en este país antes que en cualquier otro, ya que soy de la opinión de que nunca podré ya gozar tan por entero como desearía del reposo que vine a buscar en el, pues sin haber obtenido aún toda la satisfacción que sería menester de las injurias que se me hicieron en Utrecht, veo que van dando lugar a otras y que hay un hatajo de teólogos, gentes de la Escuela, que parecen haberse coaligado en contra de mi persona para intentar agobiarme a calumnias[75]
En esa misma carta, le dice más adelante:
"y pienso también, si no consigo que se me haga justicia (y preveo que será harto difícil obtenerla), en alejarme por completo de estas Provincias"[76].
-En julio Descartes escribe a la princesa Elisabeth desde París, cuando ésta acababa de estar enferma y la esperanza de volver a verla curada le "provoca extremas pasiones por volver a Holanda"[77].
-Al problema con los teólogos holandeses se añade que el dinero de la herencia de su padre se le estaba agotando y que se estaba cargando de deudas. Por estos motivos buscaba otras fuentes de ingresos, como el de una pensión, concedida ya, según Baillet, por el cardenal Mazarino en este año de 1647 y ampliada –aunque luego anulada- para 1648. Descartes intentó igualmente conseguir un cargo en la corte francesa que le permitiese disponer de suficiente tiempo libre o, alternativamente, conseguir que la reina Cristina de Suecia le invitase a su corte para explicarle su propia filosofía. Esta última solución a sus problemas fue la que finalmente pudo adoptar, ayudado por su amigo Chanut.
Respecto a la pensión mencionada llama la atención que Descartes comunicase a la princesa Elisabeth que el rey de Francia se la había concedido sin él haberlo solicitado[78]Sin embargo, aunque Descartes hace referencia a la pensión de 1648, que no llegó a cobrar como consecuencia de la sublevación de La Fronda, no menciona la pensión que, según Baillet, habría cobrado ya en septiembre de 1647. Por otra parte, parece que Descartes no dice la verdad cuando cuenta a la princesa que él no la había solicitado, pues las circunstancias económicas en que se encontraba eran ya bastante precarias y su amigo Jean Silhon era secretario del cardenal Mazarino, que era el encargado de concederlas. Igualmente también Watson afirma que Descartes "buscaba una pensión de la corte de París"[79].
En una carta a Chanut del 31 de marzo de 1649, Descartes le comentó que había estado en París en 1648, pero que no había cobrado la pensión que le habían ofrecido. Watson tiene sus dudas acerca de esta cuestión y escribe que "Descartes se benefició al menos de una pensión"[80].
-Escribe a Chanut una carta llamativamente extensa, de carácter más religioso y teológico que filosófico, con la intención aparente de que la hiciera llegar a la reina Cristina para que ésta se interesase por su obra y así preparar el terreno por si se le presentase la ocasión de solicitar o aceptar de la reina la invitación para ir a la corte. De hecho la reina leyó la carta dirigida a Chanut, y, a continuación, éste escribió a Descartes comunicándole que la reina Cristina estaba interesada en conocer sus ideas acerca de la naturaleza del bien. Descartes escribió una carta a la reina, enviándole un tratado sobre ese tema e incluyéndole además unas copias de las cartas que había enviado a Elisabeth de Bohemia relacionadas con el tema de las pasiones.
A su vez, la reina Cristina de Suecia, transcurrido casi un año desde que Descartes le había enviado su anterior carta junto con otros escritos, le escribe para decirle que ha leído sus Principios de la Filosofía.
-Se produce un encuentro en París con Gassendi, Hobbes y Pascal. Descartes se muestra disgustado por las Objeciones de Gassendi y de Hobbes a sus Meditaciones Metafísicas, objeciones a las que, en sus Respuestas, él había replicado de un modo bastante.
1648: -El príncipe de Orange manda que cesen las discusiones en la universidad de Leiden. Se reiteran las prohibiciones de cualquier debate alrededor de la nueva filosofía. Se decide suspender toda enseñanza de Metafísica, sin que cesen las discusiones[81]
-Descartes redacta, para la princesa Elisabeth, un breve tratado sobre Las pasiones del alma.
-Igualmente y como ya se ha dicho, Descartes intenta conseguir una pensión del gobierno francés, pero sus gestiones, al coincidir con momentos políticos de revueltas populares en París ("La Fronda") quedan sin efecto, al suprimirse las pensiones, y regresa a Holanda.
-Muere su fiel amigo el sacerdote M. Mersenne. Descartes no le visitó en sus últimos días ni asistió a su entierro.
1649: -Escribe el Tratado de las pasiones del alma, ampliando la obra anterior que había escrito para la princesa Elisabeth, y dedica ésta a la reina Cristina.
-Descartes responde a la reina Cristina expresándole una admiración extrema y ofreciéndole su presencia en la corte, diciéndole de manera muy servil que no podría ordenarle nada a lo que pudiera negarse si estuviera un su mano realizarlo, lo cual era una manera de manifestarle su deseo –y casi su necesidad- de que le invitase a ir a la corte. El servilismo de Descartes se pone de manifiesto en esta carta tan llena de desorbitadas alabanzas y de rastrera sumisión:
"Si sucediera que me enviaran una carta desde los cielos, y si la viera bajar de las nubes, no podría sentir sorpresa mayor ni recibirla con mayor respeto y veneración que los que he sentido al recibir la que Vuestra Majestad se ha dignado escribirme […] me atrevo a asegurar con vehemencia a Vuestra Majestad que haré siempre cuanto esté en mi mano por cumplir cualquier cosa que quiera mandarme y ninguna me parecerá excesivamente dificultosa."[82].
Finalmente, enviado este contrato de esclavitud –sin que nadie se lo hubiera exigido-, la reina lo aceptó y le invitó a acudir a la corte sueca.
Rodis-Lewis considera que "las decepciones sufridas en los Países Bajos y en Francia le ayudaron a intentar esta nueva experiencia"[83], reconociendo de este modo que evidentemente era Descartes quien estaba más interesado en ir a la corte sueca que la reina Cristina en que Descartes acudiera. El francés hizo lo posible para que la reina le invitase, aunque luego presentó su viaje como si se tratase de una especie de favor que él hacía a la reina, accediendo a una invitación suya, que habría surgido de su admiración espontánea por su gran genio filosófico y científico, pero la verdad era que Descartes lo estaba pasando mal en Holanda por las tensiones generadas por su filosofía –y por su propio carácter-, y empezaba a pasar por graves dificultades económicas[84]Además, en Francia no había conseguido que le hicieran el caso que había pretendido y, por eso, hizo lo posible, aunque disimuladamente, para que Chanut intentase que la reina le invitase a acudir a la corte sueca[85]Y así, cuando en esa carta de febrero de 1649 asegura a la reina Cristina que "no podría ordenarle nada tan difícil" que no estuviera "siempre dispuesto a hacer lo posible por ejecutarlo", le está rogando que le invite a la corte. Se trataba de un viaje deseado por los motivos señalados, y también porque aparecer en la corte sueca resultaba muy tentador para su prestigio como filósofo y científico en cuanto le servía de escaparate para aparecer ante los demás como un gran sabio, invitado por la reina de Suecia por el gran valor de su filosofía. Este viaje, pues, no sólo podía significar la solución para sus tensiones con los teólogos holandeses sino también una pequeña venganza contra ellos: ¡Ellos le habían rechazado, calumniado y humillado, pero una gran reina había sido capaz de valorar adecuadamente sus méritos como científico y como filósofo!
Después de recibir por fin la invitación, Descartes dirige a Chanut dos cartas, la primera para enseñársela a la reina y la segunda personal. La reina le proponía una estancia de sólo unos meses, desde abril hasta el fin del verano, sugiriéndole un regreso a Francia antes del invierno para evitarle tener que soportar el clima tan frío del país en invierno –o simplemente para cumplir con el deseo del pensador francés, pero sin desearle una estancia prolongada por no ser la Filosofía un asunto que le interesara e manera especial-. Descartes le respondió que la voluntad de la reina era para él una orden, pero también que regresar ese mismo verano le dejaría poco tiempo para explicarle los aspectos más esenciales de su pensamiento, y, por ello, fue el propio Descartes quien pensó en partir en verano a Suecia para pasar allí el invierno, encargando a Chanut de que trasmitiese a la reina su punto de vista acerca del momento y duración del viaje[86]
Sin embargo, en la carta personal a Chanut y posiblemente con la intención de que Chanut pudiera garantizarle de algún modo que estaría bien atendido durante su estancia en la corte sueca, le confiesa su dificultad para resolverse a ese viaje. Le dice temer que la reina esté demasiado ocupada para dedicarse suficientemente a la Filosofía. Recordando las decepciones del viaje a Francia en el año anterior, llega incluso a temer que los ladrones lo desvalijen por el camino, "o un naufragio que me quite la vida". Le comenta a Chanut que desearía que la reina "sólo hubiera tenido alguna curiosidad que ya se le hubiera pasado" para "sin disgustarla" poder "ser dispensado de este viaje"[87]. Tales palabras, aunque puedan ser una muestra auténtica de la desazón que Descartes sentía ante la inminencia de su aventura en Suecia, parecen representar igualmente una muestra del carácter calculador de Descartes, pues, si en realidad no deseaba ir a Suecia, ¿por qué no aceptó la propuesta de la reina de ir a la corte sólo durante el verano?, ¿por qué le propuso la idea de ir ya algo más tarde para que su estancia en la corte durase al menos un año? Seguramente porque así su viaje no se vería como la satisfacción de un simple capricho de la reina sino como el favor que Descartes le hacía de asistir a su corte para explicarle "su filosofía" respecto a la cual la reina parecía tan interesada. Por otra parte, a Chanut le comunica que teme hacer ese viaje a fin de que le consiga garantías de que recibirá un trato especial por ese gran sacrificio. Esta diferencia entre los planteamientos de ambas cartas, la escrita a la reina y la escrita a Chanut, implica por parte de Descartes una actitud calculadora y manipuladora respecto a Chanut, en cuanto de algún modo pretende chantajearle psicológicamente, haciéndole responsable de su decisión de ir, en lugar de escribirle con claridad a la reina Cristina, manifestándole sus preocupaciones al respecto. Además, no habla con sinceridad ni con la reina ni con su "amigo" Chanut: A la reina le habla del viaje "como un paseo", mientras que a Chanut le manifiesta su dificultad para decidirse a realizar ese viaje. Al parecer, su amigo cayó en la trampa de animarle a realizarlo, comprometiéndose de ese modo a tratar de conseguir que Descartes se sintiera cómodo a lo largo de su estancia en la corte. Poco después le escribió a la princesa Elisabeth diciéndole que persistía en el designio de ir por lo bien que le había hablado Chanut "de esta maravillosa reina"[88]. Y, calculando, tal vez, que la princesa Elisabeth pudiera ponerse en contacto epistolar con la reina, escribe a la princesa Elisabeth hablándole de la reina Cristina en términos especialmente elogiosos, hasta el punto de que llega a expresarle a la princesa que confía que tales alabanzas no provocarán en ella ninguna clase de celos. Sin embargo, no parece que en aquellos momentos a Descartes le importase mucho que la princesa sintiera celos o no por sus alabanzas a la reina utilizando expresiones que antes le había dirigido a ella como si fuera un ser absolutamente excepcional, pues en estos momentos se siente despechado respecto a la princesa, que no se da por enterada de la última declaración de amor del pensador francés. Por ello, el interés de éste, después de su fracaso sentimental, está puesto ahora en la corte sueca.
Respecto al momento del inicio del viaje llama especialmente la atención la ridícula idolatría de Rodis-Lewis por Descartes al escribir: "¿Cómo no admirar, con un matiz de sorpresa, la firmeza de resolución del filósofo, a pesar de sus funestos presentimientos?"[89], como si el pensador francés hubiera decidido ir a Suecia teniendo el "presentimiento" (?) de que allí moriría a los pocos meses. Por otra parte, con estas palabras Rodis-Lewis lo único que hace es dejarse llevar por las ideas que expresó Baillet de modo patético en relación con la supuesta actitud de sus amigos al despedirse: "Varios de sus amigos de Holanda no pudieron despedirse sin demostrar la aflicción que les producía el presentimiento de su destino"[90].
Escribe a continuación Rodis-Lewis que Descartes "se embarcó a principios de septiembre […] "con peinado de bucles, zapatos acabados en cuarto creciente, y guantes adornados de nieve"[91], es decir, con un atuendo ridículo, propio de "la nobleza", pensado para impresionar a la reina y muy posiblemente para conseguir de ella que le admitiese en la corte, lo cual no sucedió.
Descartes llegó a la corte sueca en octubre de 1649. Una vez en ella, además de pocas clases de Filosofía que pudo impartir a la reina Cristina en ese horario bastante sádico y despótico de las cinco de la mañana, Descartes se encargó, según los biógrafos, de algún otro asunto que nada tenía que ver con la Filosofía, como la redacción de unos estatutos para una academia sueca. Durante ese tiempo escribió para la reina Cristina una versión ampliada de Las pasiones del alma, solicitando el permiso de la princesa Elisabeth, a quien había dedicado la primera, más breve.
Indica Rodis-Lewis que la reina le concedió dispensa "de toda ceremonia de la corte", y "no ir nunca al palacio sino a "las horas" en que ella quería "conversar con él"[92]. Sin embargo, R. Watson explica este asunto de un modo totalmente contrario, pero, sin duda, más verosímil: La reina lo mantuvo a distancia; no podía ir a la corte libremente sino sólo en las ocasiones en que ella le citase. De ahí la rápida decepción de Descartes por el poco interés de la reina por "su filosofía" y su correspondiente enfado por su interés por el griego, que anteponía a los estudios de Filosofía[93]
-Algún biógrafo de Descartes como Baillet –y Rodis-Lewis[94]que le sigue en esta opinión-, afirma que, por encargo de la reina Cristina, Descartes escribió el libreto El nacimiento de la Paz para un ballet, pero R. Watson no comparte esa teoría y afirma que visitó personalmente la biblioteca universitaria Carolina Rediviva de Uppsala, en la que encontró un ejemplar de El nacimiento de la paz, catalogado como perteneciente a Hélie Poirier, el cual se encontraba en Suecia cuando se escribió esa opera[95]Este hecho hace sumamente improbable que dicha obra la hubiera escrito Descartes, a pesar de la opinión de Baillet, tan dado a exagerar los valores de Descartes.
Poco después Chanut, nombrado embajador oficial ese mismo año, le encargó que escribiera los estatutos para una Academia Sueca. Pero, desde ese momento, desengañado al comprender que en la corte se le menosprecia y que la reina no tiene interés por su filosofía, comienza a sentirse a disgusto y manifiesta su deseo de abandonar Suecia.
1650: -En una de sus últimas cartas, escrita en la corte sueca en el mes de enero, dice:
"Aquí no estoy en mi elemento, y no deseo más que la tranquilidad y el reposo, que son unos bienes que los reyes más poderosos de la tierra no pueden dar a los que no saben tomarlos ellos mismos"[96].
-El día 3 de febrero se le manifiesta una pulmonía que había contraído como consecuencia del clima tan frío de Suecia y de sus paseos matinales a la corte para cumplir su compromiso con la reina. Pocos días después, el 11 de febrero, muere en Estocolmo.
En relación con la descripción ridículamente beata de la muerte de Descartes, tanto Rodis-Lewis como Baillet dan muestras de una gazmoñería extrema, Baillet por escribirla y Rodis-Lewis por tomársela en serio: "[Descartes] esperaba al capellán, que le pidió que hiciera una señal solicitando la última bendición: inmediatamente "alzó la vista al cielo", indicando "una perfecta resignación a la voluntad divina"[97]. Según Chanut, en varias ocasiones "dio señales […] de que se retiraba contento de la vida y de los hombres, y confiado en la bondad de Dios"[98].
Respecto a esta descripción de una muerte tan fervorosa, Watson escribe que Baillet presentó la muerte de Descartes como "la muerte que convenía a un católico piadoso"[99], añadiendo poco después que "el problema es que su criado Henry Schulter consignó que Descartes murió sin pronunciar una sola palabra"[100].
1663: -La Jerarquía de la Iglesia Católica incluye las obras de Descartes en su "Índice de libros prohibidos".
Aspectos personales y sociales que condicionaron la obra de Descartes
Para profundizar en la obra de Descartes tiene especial interés investigar los diversos aspectos que condicionaron el desarrollo de su personalidad en cuanto ésta tuvo importantes repercusiones en su obra, teniendo en cuenta además que la obra de cualquier pensador no deriva exclusivamente de una razón pura sino siempre condicionada por los diversos factores relacionados con su personalidad global. Es fácil comprobar el nivel de integridad intelectual de un pensador dedicado a la Lógica o a las Matemáticas, en las que el principio de contradicción es un criterio suficiente para verificar la verdad o la falsedad de los resultados a los que haya podido llegar; pero es mucho más difícil comprobarla en el terreno de la Filosofía, en cuanto en ella no existe un procedimiento intersubjetivo suficientemente claro para la verificación de las teorías defendidas por los diversos pensadores y en cuanto la complejidad de los matices conceptuales y lingüísticos utilizados por cada pensador determina que en muchas ocasiones resulte muy difícil alcanzar resultados verdaderos compartidos por todos. Una simple mirada a la Historia de la Filosofía, con una diversidad de puntos de vista tan variada e incluso contradictoria, parece suficiente para constatar la verdad de esta consideración.
Descartes tuvo cualidades intelectuales muy brillantes que le hicieron destacar de forma especial en Matemáticas. Sin embargo, cuando se dedicó a la Filosofía y a las ciencias empíricas, cometió errores tan graves que inducen a tratar de investigar las diversas causas que pudieron propiciar una diferencia tan abismal entre los resultados que obtuvo como matemático y los que obtuvo como filósofo y como investigador empírico. Por ello, en este apartado no se va a hablar de las virtudes que propiciaron los éxitos del pensador francés en las diversas áreas del pensamiento, incluida la filosófica, sino de los aspectos más negativos de su personalidad que pudieron propiciar de algún modo una parte considerable de sus errores y fracasos en estos terrenos.
A continuación se hará referencia a estos aspectos de su personalidad y se tratará de investigar si existe algún nexo entre ellos. Por lo que se refiere a los factores antecedentes –y sólo como una hipótesis muy incompleta- quizá habría que hacer referencia a su infancia enfermiza pero, además, a una considerable privación afectiva, como factor biográfico que pudo haber propiciado la formación de tales aspectos de su personalidad, en cuanto su madre falleció cuando él tenía sólo un año, en cuanto su padre estuvo a su lado en escasas ocasiones durante ese periodo fundamental de su vida, en cuanto además fue el tercero y último de los hermanos que sobrevivieron del primer matrimonio de su padre y en cuanto a los diez años se le envió al internado del colegio de La Flèche, donde pudo haber sentido su estancia como un abandono que debió de contribuir a crear en él un sentimiento de soledad.
Este sentimiento de soledad, paralelo al de sus carencias afectivas, pudo repercutir en el desarrollo de una inseguridad inconsciente respecto a su propio valor y capacidad para despertar afecto y, como consecuencia, en un endurecimiento de su carácter que pudo conducirle a encerrarse en sí mismo por lo que se refiere al desarrollo natural de su afectividad y a ser incapaz de mantener auténticas relaciones de amistad.
Muchas peculiaridades de su personalidad podrían entenderse como una consecuencia de ese sentimiento inicial de abandono y de su lucha inconsciente por demostrar a la sociedad su propia valía a fin de recibir de ella, si no el afecto que había necesitado durante la infancia, sí el reconocimiento de su valor. Aquella necesidad afectiva no satisfecha pudo haber sido un motor que le impulsó a luchar por triunfar en todo lo que hacía, sirviéndose para ello tanto del uso adecuado de su capacidad intelectual para la búsqueda del conocimiento –como sucedió en sus progresos en el terreno de las Matemáticas-, como del uso inadecuado de dicha capacidad en cuanto otros fines y otros medios menos ligados a la búsqueda de la verdad y más ligados a la búsqueda del triunfo social pudieron cegarle hasta el punto de conducirle a defender doctrinas absurdas a las que no habría llegado si se hubiese guiado exclusivamente por la búsqueda sincera del conocimiento.
Parece que las únicas excepciones por lo que se refiere a esta frialdad afectiva fueron básicamente la del matemático Beeckman, a quien profesó en los primeros tiempos una mezcla de admiración y de amor –lo cual no le impidió posteriormente insultarle y tratarle con el mayor desprecio-, la de su hija Francine, durante el escaso tiempo en que pudo dedicarle su cariño, y la princesa Elisabeth de Bohemia, de quien se enamoró apasionadamente. El resto de sus amistades, incluso la del padre Mersenne, fueron en general simplemente interesadas. El padre Mersenne, que fue su confidente durante muchos años y, en apariencia, su mejor amigo, ni siquiera obtuvo de él que lo visitase cuando estuvo gravemente enfermo ni que asistiese a su entierro al morir.
Conviene hacer referencia igualmente a otras peculiaridades de su personalidad que en parte pudieron desarrollarse como consecuencia de esa inicial carencia afectiva y en parte pudieron ser consecuencia de otra serie de causas, tanto genéticas como ambientales, pero que, en cualquier caso, fueron rasgos de su personalidad que en muchos casos repercutieron de forma negativa en su producción filosófica.
La investigación de estas causas podría ser objeto de un estudio particular, y, por ello, aunque el presente trabajo se centra de manera especial en el análisis y en la exposición crítica de las sorprendentes incoherencias y contradicciones en que incurrió el pensador francés, a lo largo de esta segunda parte se hablará de algunos aspectos de su personalidad que de alguna manera parecen haber sido mecanismos de compensación que se manifestaron como una intensa egolatría, que a su vez se expresó especialmente como megalomanía.
A continuación se hablará de estos aspectos de su personalidad, pero es conveniente indicar, en primer lugar, que este análisis tiene más carácter de hipótesis que de tesis absolutamente segura, y, en segundo lugar, que casi todos los aspectos de la personalidad que se van a analizar parecen tener en común el estar originados en la egolatría de que ya se ha hablado, como mecanismo de compensación frente a la frustración provocada por la acusada carencia afectiva que, al parecer, rodeó su infancia y su juventud. El conocimiento de tales aspectos de su personalidad, al margen de su importancia biográfica, tiene especial interés en cuanto ayuda a comprender la mayor parte de los errores de su obra, derivados de la dificultad del pensador francés para servirse adecuadamente de su capacidad intelectual, especialmente cuando la aplicaba a cuestiones de carácter filosófico o teológico.
2.1. Megalomanía
Como ya se ha dicho, el egocentrismo de Descartes puede haber sido consecuencia de una intensa carencia afectiva a lo largo de su infancia y de su juventud, y parece haber sido igualmente la raíz de la que surgieron el tronco de su megalomanía y las ramas de diversos aspectos de su personalidad de que se hablará después. Su megalomanía, como característica general que subyace en diversos aspectos de su carácter, puede advertirse haciendo referencia a hechos como los siguientes:
a) Según escribe R. Watson, ya a sus veinticuatro años presumía de haber llegado en el terreno de la Geometría "todo lo lejos que podía ir la mente humana"[101]. Igualmente, mucho más adelante en una carta a Mersenne se jactaba de manera innecesaria y vanidosa respecto a la importancia de su Geometría diciendo:
"Mi geometría es a la geometría común lo que la Retórica de Cicerón es al abecé del niño"[102].
Afirmaciones como ésta se correspondían ciertamente con un genio matemático muy brillante, pero parece que también con un endiosamiento francamente exagerado.
b) En las Meditaciones Metafísicas se jactó de manera absurda de haber demostrado la existencia de Dios y la inmaterialidad e inmortalidad del alma, considerando que, con la ayuda de los doctores de la Sagrada Facultad de Teología de París,
"después que las razones por las que pruebo que hay un Dios y que el alma humana difiere del cuerpo hayan sido llevadas hasta ese punto de claridad y de evidencia, a que estoy seguro que se las puede conducir, de modo que deban ser tenidas por muy exactas demostraciones, no dudo que queráis declarar esto y testimoniarlo públicamente; no me cabe duda, digo, que, si se hace esto, todos los errores y falsas opiniones que han existido siempre respecto de estas dos cuestiones se borrarán pronto del espíritu de los hombres"[103];
c) En relación con la medicina, a pesar del breve tiempo en que se dedicó a ella, pretendió estar ocupado en una investigación crucial para la curación de todas las enfermedades, para la preservación de la vida y de la raza humana o para lograr que la longevidad de la vida humana alcanzase hasta los cien años. Estas pretensiones eran producto a un tiempo de su megalomanía y de su frivolidad, que le llevaron a creerse capaz de comprender ingenuamente la enorme complejidad del cuerpo humano, las causas y remedios de las enfermedades y las causas y remedios del progresivo y programado deterioro físico de todos los seres vivos, incluido el ser humano.
d) Al dirigirse a la princesa Elisabeth, le manifestó su admiración diciéndole:
"nunca encontré a nadie que haya entendido tan perfectamente los escritos que he publicado"[104],
para añadir poco después:
"me resulta imposible no dejarme arrebatar por un sentimiento de enorme admiración cuando considero que un conocimiento tan variado y tan perfecto de todas las cosas […] se halle en una princesa"[105].
Evidentemente, con la referencia a ese "conocimiento tan variado y tan perfecto de todas las cosas", Descartes se refería al conocimiento de sus propias ideas, adquirido por la princesa.
e) En sus Principios de la Filosofía, a pesar de que incomprensiblemente los críticos no suelen hacer referencia a este hecho, Descartes se atrevió a escribir, con la mayor osadía del mundo:
"no hay ningún fenómeno en la Naturaleza cuya explicación haya sido omitida en este Tratado"
y además
"he probado que no hay nada en todo este mundo visible o sensible sino lo que he explicado"[106].
Afirmaciones como ésta resultan tan sorprendentes que al leerlas uno puede llegar a pensar que ha leído mal o que el autor ha querido decir algo distinto de lo que dice, pero la verdad es que, por absurdo que pueda ser, eso es lo que dice, como puede confirmarse teniendo en cuenta que estas pretensiones, expresión inequívoca de su megalomanía, aparecen de nuevo y con la misma naturalidad en una carta a Mersenne, en la que en relación con su obra Los meteoros, le dice que no estará terminado en más de un año, porque, al hacer el plan,
"resolví –dice- explicar todos los fenómenos de la naturaleza, es decir, toda la física"[107].
En relación con la Astronomía, según escribe Rodis-Levis, el 10 de mayo de 1632 "se aventura ahora a buscar la causa de la situación de cada estrella fija"[108], y, como si esta pretensión fuera lo más natural del mundo, indica más adelante que "siempre seguro de sus principios, Descartes trabajó sin cesar, para intentar comprender mejor toda la naturaleza"[109], de manera que resulta casi tan absurda e ilusa la pretensión cartesiana como la naturalidad con que su biógrafa, desde un chovinismo especialmente devoto hacia la figura de su paisano, habla de la empresa de abarcar el estudio de "toda la naturaleza" como de un objetivo perfectamente asequible, al menos para su admirado compatriota.
f) Con una enorme ingenuidad, derivada de esta megalomanía, que le conducía a confiar excesivamente en sus posibilidades, Descartes creyó que convencería a los jesuitas para que utilizasen su propia filosofía, plasmada finalmente en sus Principios de la Filosofía, como libro de texto que sustituyese a la filosofía escolática. En este sentido, agradeció a Picot su traducción de la tercera parte de los Principios, y le habló de las cartas de Charlet, Dinet, Bourdin y otros dos jesuitas, "que me dejan creer –decía- que la Sociedad [jesuita] quiere estar de mi parte"[110]. El mismo día, en una larga carta al padre Charlet le agradece todo lo que ha recibido de él en su juventud en el colegio de La Flèche, y le insiste en el interés que tendría sustituir la filosofía de Aristóteles por la suya. Descartes no duda que "con el tiempo será generalmente aceptada y aprobada" pudiéndose acortar mucho este tiempo con el apoyo de los jesuitas[111]
g) Finalmente y por no alargar la serie de aspectos biográficos que muestran este núcleo esencial de la personalidad de Descartes, hay que hacer referencia a sus Principios de la Filosofía, de los que escribe que
"podrán pasar varios siglos antes de que se hayan deducido de estos principios todas las verdades que de ellos se pueden deducir"[112].
Resulta ridícula, por cierto, la forma mediante la cual Rodis-Lewis se refiere a este texto cuando dice que Descartes "reconoce" que "podrán pasar varios siglos", dando como un hecho que la afirmación cartesiana respondía a la realidad. Una vez más Rodis-Lewis se muestra como digna sucesora de A. Baillet, primer "hagiógrafo" devoto de Descartes.
2.2. A continuación se analizan con mayor detalle esos otros aspectos de su personalidad que se muestran como ramas que brotan del tronco de su megalomanía, surgida a su vez de la raíz de su egolatría.
2.2.1. Arrogancia
La megalomanía del pensador francés se manifestó, como se ha podido ver, en afirmaciones y en planes absurdos para alcanzar objetivos científicos y filosóficos realmente imposibles; pero igualmente tuvo repercusiones en otras características de su personalidad, como la de su arrogancia frente a los filósofos y científicos que manifestaban su desacuerdo con alguna de sus doctrinas, o como la de su irascibilidad, que en muchas ocasiones le llevó a enfrentarse con diversos matemáticos como Roberval y Beaugrand, con científicos y filósofos como Gassendi y Hobbes, y con teólogos protestantes como Voetius y Trigland, de un modo muy alejado de la racionalidad y frialdad que hubiera debido presidir su actividad como filósofo y como científico.
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