- Antecedentes
- Las críticas al nuevo socialismo
- El protagonismo de la nueva izquierda en la construcción del socialismo
- La ruptura con los viejos paradigmas
- Rasgos característicos del nuevo socialismo
- De la gran transición a la gran transformación
- Las condiciones económicas: el cambio de matriz productiva
- Bibliografía utilizada
Antecedentes
En el año 2007, con la posesión de Rafael Correa Delgado como presidente constitucional de la República del Ecuador, se inicia una experiencia inédita que ha llamado a la reflexión de filósofos, humanistas y científicos sociales[1]Con la denominación de Socialismo del siglo XXI, acuñada originariamente por el Presidente venezolano Hugo Chávez, Correa emprende el difícil camino de reconstruir una sociedad devastada por el dominio de los grandes poderes que han ejercido una nefasta influencia durante toda la vida republicana: el poder político, que se repartió el Estado como botín de guerra; el poder financiero que provocó una catástrofe de la que pocos ecuatorianos se salvaron; el poder mediático que domina el imaginario colectivo; el poder del imperio que sin necesidad de intervenir físicamente abolió la soberanía de la nación; y otros poderes propios de un Estado corporativista manipulado por las presiones, el chantaje y los sobornos.
La convocatoria del Presidente logró unificar, junto a los ciudadanos provenientes en gran parte de las rebeliones que desalojaron del poder a los ex presidentes Abdalá Bucaram y Lucio Gutiérrez, a algunos partidos políticos legales de la izquierda socialista (PSE-FADI), comunista (PCE) e indigenista[2](PK), a las organizaciones políticas, clandestinas o no, que adoptaron históricamente una postura anti-sistema (MIR, AVC, MPL), a un sector mayoritario del movimiento indígena (aunque no siempre con el respaldo de sus líderes históricos, quienes desde el principio vieron con recelo la presencia de un liderazgo capaz de opacar la necesidad de saldar cuentas con su pasado gutierrista) y a un amplio conjunto de movimientos sociales que había cobrado protagonismo en los últimos años. Junto a él se alinearon también algunos segmentos empresariales de orientación progresista, muchos con un marcado tinte nacionalista; y no faltaron, naturalmente, quienes vieron en su liderazgo la oportunidad de satisfacer intereses personales o de grupo. Pero, sobre todo, el Presidente Correa tuvo el acierto de condensar en su discurso, calificado por algunos como populista[3]las demandas de las masas populares de las tres regiones del Ecuador, que encontraron en él la respuesta a su más urgente necesidad de recuperar la esperanza perdida. Ellas constituyen la base de su electorado y la fuerza más importante que apoya su gestión. De esta manera surgió una organización política, liderada por Correa, que adoptó el nombre de Movimiento Patria Altiva I Soberana (PAIS), con fines no solamente electorales sino programáticos.
A medida que avanzó el ejercicio de su gobierno, el Presidente empezó a tomar decisiones que afectaron no únicamente los intereses de sus adversarios sino también de sus aliados. La firmeza de Rafael Correa, calificada por sus opositores como autoritarismo[4]puso a buen recaudo los intereses generales de la nación y se abrieron varios frentes de batalla. Determinadas organizaciones de izquierda retiraron su apoyo al ver que sus intereses gremiales y reivindicativos eran afectados. Algunos ecologistas tomaron distancias del gobierno debido a desacuerdos estratégicos relacionados con el manejo de los recursos naturales, considerados hoy como "bienes comunes"[5]. Algo similar ocurrió con muchos gremios sindicales, de maestros y empleados públicos, frente a disposiciones y leyes que trataban de regular el funcionamiento institucional antaño caracterizado por el caos. El Estado corporativista de décadas anteriores estaba llegando a su fin. También un segmento considerable de intelectuales de izquierda, la mayoría formados en las filas del socialismo clásico y del marxismo, adoptaron una posición crítica cuando no de abierta hostilidad.
Curiosamente, la mayor y más fuerte oposición que hoy afronta el proyecto de la revolución ciudadana se encuentra en la prensa nacional, en algunos segmentos de la dirigencia indígena y sindical y en todos los partidos políticos de izquierda registrados en el CNE, excepción hecha del PSE-FADI[6]
En la histórica ceremonia de Zumbahua, en la cual recibió simbólicamente el bastón de mando de parte de los indígenas, Rafael Correa adhirió públicamente al ideal del Socialismo del Siglo XXI, años atrás declarado como el objetivo histórico de la República Bolivariana de Venezuela. Desde entonces, y a lo largo de estos siete años de gobierno, el concepto se ha enriquecido con los aportes prácticos provenientes del ejercicio político, y con las reflexiones teóricas producto de eventos y actividades impulsados por algunos organismos como la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES), la Secretaría Nacional de Gestión de la Política (SNGP), el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), entre otros. Pero también, hay que reconocerlo, con los aportes de instituciones académicas, como la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB), entre los centros académicos más prolíficos que, haciendo uso del principio de la libertad de cátedra, han estimulado investigaciones críticas que en algunos casos cuestionan el proceso y los resultados de la revolución ciudadana.
Poco tiempo después, el nombre se modificó levemente pues el Plan Nacional del Buen Vivir 2009 – 2013 de la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES) habla del Socialismo del buen vivir o Socialismo del sumak kausay, lo cual otorgó a la propuesta de la revolución ciudadana un sello de identidad propia. Al mismo tiempo, el actual titular de la Secretaría Nacional de Educación Superior Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT), René Ramírez Gallegos, incorpora en este proceso de construcción identitaria del socialismo ecuatoriano otro término que aporta elementos adicionales enriquecedores de la propuesta inicial. Se trata del biosocialismo republicano[7]al cual aludiremos más adelante.
Las críticas al nuevo socialismo
Este socialismo, certeramente calificado por Correa como "inacabado" y "en proceso de construcción"[8], ha sido cuestionado por varios sectores tanto políticos como intelectuales, quienes coinciden en señalar que, en la práctica, no existe un proceso orientado a la construcción del socialismo, que las políticas del gobierno de Rafael Correa son, en el mejor de los casos, reformistas y asistencialistas, y que el proceso de la Revolución ciudadana se orienta tan solo a mitigar los rigores del capitalismo. Muchas de estas críticas se realizan desde la óptica del marxismo ortodoxo, haciendo uso de un instrumental conceptual proveniente de los manuales de la ex – URSS más que del propio Marx.
Un articulista de la revista digital Rebelión (lo tomo solo a modo de ejemplo), señala que el Socialismo del Siglo XXI es
"ese imaginario de capitalismo decente de las clases medias izquierdosas que se presenta como reivindicadora de los pobres y oprimidos en un modelo de mercado controlado por el Estado, con acumulación privada, propiedad privada y una nueva hegemonía empresarial"[9].
Algunos prestigiosos y muy conocidos intelectuales, como Alejandro Moreano, acusan al gobierno de Correa de seguir una política
"de grandes negocios en torno al petróleo y la minería y con el respaldo de nuevos grandes consorcios económicos como los Eljuri, y que marcan la consolidación de la agroindustria como eje de la estructura agraria, las importaciones para sostener la llamada seguridad alimentaria en contra de los pequeños productores interesados en la soberanía alimentaria"[10] .
Por su parte, ciertas tesis desarrolladas en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), siendo la de Mateo Martínez Abarca una de las más recientes, abonan posiciones similares, como si el proceso de construcción del socialismo (y en esto coinciden con la clásica opinión del marxismo ortodoxo), no tuviese más límite que la voluntad (o la falta de voluntad) de los actores políticos y/o de las clases sociales.
"Desde una perspectiva estructural – dice el autor mencionado – las medidas adoptadas durante el gobierno de la Revolución Ciudadana muestran un distanciamiento de la ortodoxia neoliberal hacia un modelo neo desarrollista de inspiración keynesiana, que en los últimos tres años de gestión ha logrado relativos avances en materia económica, en especial en lo referente al crecimiento, reactivación de la producción a través del gasto público (programas de atención social, disponibilidad de crédito productivo, expansión de la infraestructura de atención a la población). Sin embargo, no supone un giro copernicano en cuanto a la matriz económica capitalista dependiente de las rentas provenientes de la extracción de recursos naturales"[11].
Otros autores son más radicales, como es el caso de Eduardo Gudynas[12]quienes se refieren al proyecto de la revolución ciudadana como una opción orientada a desarrollar un "capitalismo benévolo"[13], tesis que comparten la mayoría de los voceros de las izquierdas.
El común denominador de las críticas provenientes de la izquierda radica en que, como dice Martínez, "no existen evidencias de la búsqueda de transformación del modelo de acumulación. Por lo tanto no es posible considerar que las medidas tengan un contenido socialista, en su sentido económico y político"[14].
Hay que reconocer, por lo demás, que existe un gran número de intelectuales, no solo ecuatorianos sino latinoamericanos, que desde hace algunos años vienen trabajando en una profunda reflexión sobre los procesos latinoamericanos del siglo XXI, enriqueciendo el concepto de este nuevo socialismo.[15] Muchos de ellos han participado en eventos académicos y políticos orientados a discutir el caso del Ecuador.
El protagonismo de la nueva izquierda en la construcción del socialismo
Esta complejidad de la realidad y de la historia, recientemente reconocida por la Sociología del Conocimiento, ha puesto en entredicho el ideal cientifista del propio marxismo, el cual, como decía Alvin Gouldner, siempre se ha movido entre dos parámetros esenciales: la crítica y la ciencia[16]La historia de América Latina ha demostrado que los intentos racionalistas de prever el futuro no han tenido éxito, y a ello se debe en gran parte el fracaso de los partidos y movimientos de izquierda que, apelando a una concepción teleológica de la historia disfrazada de ciencia, pensaban que el socialismo debía implantarse de manera necesaria como producto de las leyes de la historia; un socialismo, naturalmente, modelado según patrones que nada tienen que ver con la realidad ecuatoriana y latinoamericana. Por entonces, la izquierda no contaba con un proyecto propio y tenía que vegetar a expensas de los congresos de la Internacional Comunista que fijaban las líneas de acción y un modelo unificado de socialismo. Hoy la izquierda aspira a ser más realista y más auténtica, menos dependiente y sumisa a los dictámenes extranjeros. Hoy se pretende combinar las exigencias éticas con la viabilidad política. Como dice Roberto Regalado, politólogo cubano,
"La izquierda que hoy llega al gobierno en América Latina no destruye el Estado burgués, ni elimina la propiedad privada sobre los medios de producción, ni funda un nuevo poder, ejercido de forma exclusiva por las clases desposeídas… la izquierda accede al gobierno acorde con las reglas de la democracia burguesa, incluido el respeto a la alternabilidad, en este caso con la derecha neoliberal que, desde la oposición, obstaculiza…"[17]
La nueva izquierda latinoamericana es consciente de estas condiciones y sabe que debe navegar en aguas tormentosas, sin contar con el poder que, en su momento, otorgó a los bolcheviques el asalto al Palacio de Invierno y la posterior Guerra Civil. La nueva izquierda latinoamericana sabe que debe romper con los estereotipos de la revolución y ganar terreno bregando en un espacio que le pertenece a la burguesía. Sabe que debe construir alianzas sujetas a criterios que van más allá de los principios morales, para instalarse en el corazón de la conflictividad social con una fuerte y clara expectativa de acumulación de fuerzas. La revolución, a más de fundamentarse en principios éticos, es un problema político que implica un juego inteligente de alianzas para fortalecer el poder y consolidar el liderazgo y hegemonía de los sectores populares, en el marco de un proyecto políticamente viable. Esto es lo que se denomina el "realismo político"[18] en permanente tensión con la "función utópica"[19] del socialismo que se asienta en principios éticos y filosóficos.
Este proceso no es privativo de nueva la izquierda ecuatoriana. Vivimos una época paradigmática caracterizada por lo que Gorian Terborn califica como nueva geopolítica de la izquierda cuando dice:
"A inicios de este siglo, la bandera del socialismo ha pasado de Europa y Asia a América Latina, la única región del mundo en donde el socialismo aún está en la agenda, proclamado oficialmente como el «Socialismo del Siglo XXI» en Venezuela, Ecuador y Bolivia. Es la única región del mundo en donde gobiernos de izquierda han triunfado…; la única región del mundo en donde la desigualdad económica está declinando… Se trata de un proceso muy original, que recalca su autonomía respecto al izquierdismo eurasiático del siglo XX, aunque no lo declare, con motivaciones ideológicas heterodoxas y fuerzas sociales heterogéneas. En este sentido, es claramente una izquierda posmarxista. Calza en el nuevo contexto histórico luego del agotamiento del socialismo industrial del que la Unión Soviética fue el ejemplo más dramático"[20].
La ruptura con los viejos paradigmas
Como se dijo al principio, el tipo de socialismo propuesto por la revolución ciudadana se encuentra en proceso de construcción, lo que explica la aparición de diferentes nombres para una misma realidad. Primero fue el socialismo del siglo XXI, luego el socialismo del sumak kausay y, finalmente, el biosocialismo republicano. Cada uno de ellos tiene su razón de ser, pues expresa a su manera la intencionalidad de construir un modelo alternativo de sociedad. En el presente trabajo, por lo tanto, los tomaremos como sinónimos.
En primer lugar, la mayoría de los pensadores que han trabajado esta problemática coinciden en señalar que este nuevo socialismo entraña una ruptura con los viejos paradigmas del pensamiento occidental, empezando por la sustitución del antropocentrismo propio de la modernidad capitalista por un biocentrismo, cuyo eje fundamental radica en una nueva concepción de la relación entre el ser humano y la naturaleza, en función de la vida.
Desde que Dilthey construyó su concepto de visión del mundo o cosmovisión, resulta factible estudiar los procesos históricos a través de la identificación de ciertas ideas que funcionan como matrices conceptuales convertidas en paradigmas. El concepto de Cosmos, opuesto al de Caos, dio lugar en la Antigüedad greco-romana a un cosmocentrismo, caracterizado por un relativo equilibrio y armonía entre la naturaleza y el ser humano. Este paradigma dio paso, con la institucionalización del Cristianismo, a una cosmovisión teocéntrica en las sociedades feudales del Viejo Continente. Tanto la naturaleza como el ser humano se encuentran subordinados a la idea Dios, idea que rige el destino de los hombres, cuya sumisión y dependencia se convierten en una virtud que debe cultivarse. La modernidad se inicia con el Renacimiento europeo que da origen al antropocentrismo. La liberación del ser humano tanto de las fuerzas naturales como del peso de la voluntad divina, funda una nueva sociedad en la cual el hombre se convierte en el "dominus", es decir en el señor, dominador de la naturaleza a la cual somete a su designio creador y absoluto. No existe rincón del planeta que escape a su incontrolable sed de dominio que se expresa en el capitalismo con el desarrollo de la industria, cuyas relaciones laborales esclavizan al trabajador; en el colonialismo con la ampliación de las fronteras que permite a las grandes potencias expandir su poderío por todo el mundo. Finalmente en el mercado que somete todo a su control, con lo cual el antropocentrismo deviene en mercadocentrismo. Ironías de la historia. El hombre que, con su sed de dinero y riquezas, domina el universo, termina siendo dominado por el dinero y las riquezas. Todo se convierte en mercancía y en dinero, y el ser humano – es decir el pobre, el proletario, la plebe – se convierte en la víctima propiciatoria de la idolatría del mercado[21]
Este biocentrismo, que constituye el eje central de esta propuesta del biosocialismo republicano, implica algunas consideraciones que, en honor al tiempo, solo dejaré enunciadas:
1) La vida, tanto en la sociedad como en la naturaleza, constituye el valor supremo y, por lo tanto, merece el máximo respeto, cuidado y atención por parte del Estado y de los individuos;
2) El tránsito conceptual desde la idea de naturaleza como objeto hacia la idea de la naturaleza como sujeto, tal como se expresa en la Constitución de Montecristi; "al considerarse la naturaleza sujeto de derechos, se pasa de una ética antropocéntrica a una ética bio-céntrica", según Ramírez.
3) Existe entre el ser humano y la naturaleza una interdependencia recíproca, de tal manera que los cambios operados en uno de ellos repercute en el otro. Por tanto, es necesario encontrar el equilibrio entre el uso de los "bienes comunes"[22] proporcionados por la naturaleza para asegurar la vida del ser humano, y la capacidad de producción y reproducción de los ecosistemas;
4) El papel del ser humano debe ser considerado como parte integrante de la comunidad de la vida (Ramírez, 2010). "El desarrollo del hombre – dice Ramírez – no debe amenazar la integridad de la naturaleza ni la supervivencia de las especies dado que, a más del valor que tiene en sí misma la naturaleza, su explotación indiscriminada arriesgaría la reproducción de la vida del propio ser humano" (Ramírez, idem).
5) El capitalismo, bajo cualquier forma, es insostenible para garantizar la reproducción de la vida; por tanto, la construcción del socialismo es la única alternativa viable y necesaria para defender, enriquecer, potenciar y repotenciar la vida;
En términos políticos, este nuevo paradigma se expresa en el sumak kausay el cual, a su vez, marca una ruptura epistemológica con la noción de desarrollo, como lo señala Patricio Carpio Benalzázar, politólogo cubano:
"Se va construyendo entonces un nuevo paradigma que marca una ruptura epistemológica con la noción de desarrollo, pues se fundamenta en los patrones no del tener sino del ser; y no en la acumulación, el crecimiento económico, la reducción de la naturaleza a "recurso o capital", la alienación consumista y el pensamiento único. Se trata para algunos de "una posmodernidad basada en la "economía del afecto", no cuantificable, basada en la calidad de los intercambios personales…"[23].
Por su parte, René Ramírez señala:
"El concepto «desarrollo» se ha reciclado para renacer una y otra vez de todas sus críticas y detractores, pero en estricto sentido nunca ha sido puesto en cuestión: ni como noción, ni la forma para su consecución. El desarrollo «humano», el desarrollo «sostenible», el desarrollo «con perspectiva de género», etcétera, si bien constituyen avances importantes para producir un mundo más humano, amigable con el medio ambiente o con relaciones menos patriarcales, no buscan cambiar de raíz el problema estructural que es el modo de acumulación y (re) distribución que se produce a través del capitalismo"[24].
A su vez,
"esta Constitución es republicana en el sentido de que busca una igualdad en el marco de la diferencia y en el marco de la construcción de una democracia no únicamente representativa sino participativa y deliberativa, en la que cada ciudadano no sólo tiene derechos sino obligaciones y responsabilidades para con la comunidad política"[25].
Sobre la base de estos postulados, se disuelve el concepto homogenizante de "nación", se cuestiona el modelo de Estado capitalista-colonial, para dar paso a la estructuración de un Estado plurinacional y multicultural basado en la diversidad regional, étnica y cultural.
Aparte de la ruptura con estos paradigmas, es importante señalar algunos aportes nuevos hechos par David Cortez, filósofo ecuatoriano[26]"La nueva constitución– dice – por primera vez toma un concepto de las tradiciones indígenas como base para el ordenamiento y legitimación de la vida política" (Cortez, 2009), lo cual constituye una verdadera novedad, considerando la arraigada y centenaria tradición racista y excluyente de la sociedad y el Estado ecuatorianos, que marginaron por centurias a la población indígena, desconocieron sistemáticamente sus valores y tradiciones y ejercieron sobre ella una extremada violencia física y moral. En segundo lugar, continúa,
"es nuevo que la relación entre ciudadanos y ciudadanas se explica como convivencia en "diversidad", con lo cual también se rompe con el predominio de una concepción monocultural que en clave universalista, en realidad, se identificaba con motivos y valores europeo-occidentales o, resumiendo en una palabra, con un discurso sobre la civilización" (Cortez, 2009).
En tercer lugar, y éste es uno de los aspectos que más llama la atención de acuerdo a Cortez, "la Constitución convoca a la convivencia armónica con la naturaleza" (Cortez, 2009).
De todo esto se deriva, concluye el autor, que el concepto de sumak kausay constitucional rompe con una matriz de poder de orden colonial y, concomitantemente, implica una perspectiva crítica que construye colectivamente una modernidad política alternativa[27]
Rasgos característicos del nuevo socialismo
El proyecto de la revolución ciudadana, desde su misma formulación, es un proyecto socialista, que tiene algunas características cuya identificación permitirá explicar el sentido de las similitudes aparentes con los llamados proyectos reformistas o socialdemócratas, y también con el socialismo histórico.
En primer lugar, el socialismo del sumak kausay no es la reproducción más o menos exacta de algún modelo de carácter universal. No es calco y copia, como diría José Carlos Mariátegui, sino producto de las condiciones históricas de la sociedad ecuatoriana que busca salir de una crisis endémica. Pero tampoco es un fenómeno aislado. Por el contrario, se inscribe dentro del movimiento universal de los pueblos que buscan emanciparse del capitalismo y, particularmente, hace causa común con los procesos de emancipación y liberación de América latina, reforzados durante el siglo XXI. En este sentido, se inscribe dentro de aquella definición de socialismo ensayada por un importante sociólogo latinoamericano:
"Es el nombre – dice– que recibe un movimiento histórico real cuyos agentes son fuerzas sociales y actores políticos que con sus prácticas construyen y determinan un orden de vida alternativo del capitalismo en cuanto estiman que la organización capitalista de la existencia torna imposible la vida del ser humano y que, por lo tanto, la construcción de un mundo alternativo – aquello que no es el capitalismo – resulta obligatorio, lo único posible"[28].
En cuanto sistema de organización social y política – que es otra de las acepciones del socialismo – existen al menos tres elementos cuya configuración diferencia los distintos tipos de sociedad: el Estado, la propiedad privada y el mercado. De acuerdo a las versiones clásicas, el socialismo (o comunismo) se caracterizaría por la extinción del Estado, por la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, y por la eliminación del mercado.
El socialismo del buen vivir tiene, naturalmente, grandes afinidades con el socialismo clásico, pero también grandes diferencias. Es lo que plantea el Presidente Correa, quien combina una visión pragmática y realista con irrenunciables principios de carácter ético, en aspectos polémicos relacionados con estos tres elementos. Con relación al primero, considera necesario fortalecer el rol del Estado para garantizar el cumplimiento de los derechos humanos, pero solo como un medio no como fin. Toma distancias, por lo tanto, de las concepciones estatistas del socialismo ortodoxo. En la Conferencia dictada en la Academia de Guerra Naval, señala que "nuestro socialismo… lejos de impulsar el retorno a una visión de socialismo estatista – uno de los grandes errores del socialismo clásico: el estatismo – plantea el fortalecimiento del tejido social y la expansión de las capacidades humanas"[29]. Sin embargo, en la fase de transición hacia el pos neoliberalismo, el rol del Estado es fundamental porque significa la recuperación de la autoridad que la sociedad necesita para su pleno desenvolvimiento. Pero también es indispensable como mecanismo de control sobre el mercado que, bajo el neoliberalismo, encontró carta abierta para la expansión del capital en detrimento del bienestar colectivo.
Con relación al mercado, señala que "nadie en el siglo XXI puede negar esa realidad económica que es el mercado, fruto de la especialización de la economía" (ídem), que supone la diversificación de la producción de acuerdo a las necesidades y potencialidades de las distintas sociedades y el consiguiente intercambio. Pero una cosa es disponer de sociedades con mercado y otra muy diferente someterse a sociedades de mercado. "El gran desafío de nuestra época – dice – es lograr sociedades dominando el mercado y no el mercado dominando sociedades, es decir, sociedades en las cuales la acción colectiva pueda regular y controlar el mercado para que éste rinda los frutos socialmente deseados" (Idem).
Esto constituye un claro indicio de la intencionalidad de romper con el capitalismo. Y aquí entra en juego el rol del Estado. Sabemos que desde el inicio de las sociedades liberales, el Estado ha jugado un rol determinante en la configuración de las relaciones mercantiles, favoreciendo a la empresa privada y al fortalecimiento de las relaciones de producción capitalistas. De hecho, el mercado apareció mucho antes del capitalismo, subordinado a las necesidades humanas, al contrario de lo que ocurre en la actualidad. La novedad del capitalismo, por tanto, no radica en la presencia del mercado, sino en el rol del Estado. Cuando éste se subordina a los intereses del gran capital y de la empresa privada, debiendo representar los intereses generales de la sociedad, entonces el mercado se vuelve un tirano inaceptable. Por esta razón, bien puede afirmarse que es posible la existencia de mercado sin capitalismo; pero, al contrario, no puede existir capitalismo sin mercado. Sin embargo, para que el mercado se transforme en capitalista se necesita la presencia del Estado. En la medida en que el Estado, y por ende el conjunto de la sociedad, se subordinen al mercado, puede decirse que existirá capitalismo.
El socialismo, por lo tanto, supone un viraje mediante el cual el Estado y la sociedad dominen el mercado, de tal suerte que en la agenda del socialismo del siglo XXI no se encuentra la idea de eliminar el mercado[30]pero tampoco de fortalecerlo, sino de dominarlo.
Para nosotros, ésta es una conclusión importante, no solo por las declaraciones del Presidente Correa citadas más arriba, sino por las nuevas prácticas sociales que el Estado se encuentra impulsando para romper con la subordinación a las relaciones mercantiles – cosa muy compleja, por cierto, y que demanda la sujeción a un proceso largo – especialmente a través de la Ley de Economía Popular y Solidaria, la Ley antimonopolio, el impulso a las ferias del Buen Vivir, la multiplicación de las prácticas mercantiles que prescindan, en lo posible, del intermediario, etcétera, etcétera.
En cuanto a la propiedad, la postura de la revolución ciudadana toma distancia del modelo impulsado por los socialismos anteriores.
"El socialismo el siglo XX tendió a identificar –dice Martha Harnecker – la propiedad colectiva con la propiedad estatal a pesar de que Lenin insistió en que no era lo mismo estatizar que socializar la propiedad"[31].
Ciertamente la propiedad privada constituye fuente de desigualdad social, porque posibilita la concentración de la riqueza y la expansión de la pobreza, creando sociedades altamente desiguales. Sin embargo, la idea de anular la propiedad privada sobre los medios de producción, no es un problema jurídico sino social.
"Por eso es tan importante distinguir – dice la autora mencionada – entre la propiedad formal y la apropiación real. El Estado representa formalmente al colectivo, pero para que el colectivo se apropie realmente de los medios de producción (fábricas, minas, tierras, servicios) se requiere mucho más que un simple acto jurídico de expropiación de los capitalistas que dé paso a la propiedad estatal de esos medios de producción" (ídem).
Se requiere de preparación de los trabajadores, y un estado en la relación de fuerzas políticas favorable al pueblo. De nada serviría que el Estado declarase abolida la propiedad privada (es más, sería contraproducente), si los nuevos empresarios – los trabajadores – no se encuentran en condiciones de asumir el reto que supone ir hacia la socialización de la producción. Y cualquier medida en este sentido se encuentra avocada al fracaso si no existe una favorable opinión mayoritaria de la sociedad civil.
Por lo tanto, como dice el adagio popular, "no debe ponerse la carreta delante de los bueyes". Hay que crear las condiciones sociales y políticas que permitan extender la socialización hacia los espacios más extensos de la producción, y al mismo tiempo refrendar mediante la normatividad jurídica las conquistas que en este aspecto puedan conseguir los trabajadores, en un proceso continuo e indetenible.
Por esta razón, la Constitución de Montecristi abre el abanico de posibilidades para llevar adelante el proceso de socialización de la propiedad sobre los medios de producción, incorporando jurídicamente la existencia de varios tipos de propiedad no contemplados anteriormente en la legislación ecuatoriana: privada, pública, mixta, cooperativa, comunitaria., etcétera.
De la gran transición a la gran transformación
El proceso de transición hacia el socialismo del sumak kausay ha sido caracterizado por René Ramírez con las siguientes palabras que sirven de título a uno de sus ensayos más importantes "Una gran transición para una gran transformación":
"Sería pretencioso e ingenuo – dice – postular que de la noche a la mañana se puede salir teórica, conceptual y hasta empíricamente del paradigma del desarrollo y, asociado a éste, del esquema capitalista. Por ello se argumenta que una propuesta seria desde el pensamiento de izquierda debería pensar detenidamente la "gran transición". Empero, esto no significa abandonar la reflexión sobre la transformación social ya que tal situación supondría resignarse a vivir – en el mejor de las casos – en una sociedad "menos" injusta, pero injusta al fin"[32].
Esto significa combinar las aspiraciones futuras con las posibilidades reales. Combinar el realismo político con la función utópica del discurso emancipador de la revolución ciudadana.
La gran transformación supone la construcción de una sociedad nueva y diferente con las características que hemos esbozado a lo largo de estas páginas. Pero, para lograrlo, hay que transitar por varias fases, a las cuales podemos dar distintos nombres a condición de no considerarlas como etapas consecutivas. Habrá que transitar por el pos neoliberalismo que supone la recuperación del rol dirigente del Estado, la revalorización de lo público y la profundización en la defensa de los derechos humanos; por el socialismo de mercado que combina la propiedad privada sobre los medios de producción con otras formas de propiedad pública, social, cooperativa, mixta, etcétera, como lo señala la Constitución de Montecristi; por el capitalismo redistribuidor, al cual se refieren algunos de los autores aludidos en este trabajo con el nombre de neo-keynesianismo o neo-desarrollismo, hasta llegar al socialismo del Buen Vivir. Pero éstas, más que fases me atrevería a decir que son formas de producción y organización económico-social que coexisten de manera dinámica y antagónica, con otras que preludian la formación de nuevas relaciones, esta vez de cooperación y ayuda mutua.
Marx señaló que en el seno de toda formación social coexisten históricamente, junto a las formas modernas de producción, otras verdaderamente atrasadas; y así mismo, junto a las relaciones de producción dominantes, los gérmenes de las nuevas relaciones que anticipan el advenimiento de un nuevo modo de producción. En nuestro caso, hay indicios de fortalecimiento de los sectores asociativos, comunitarios y cooperativos, en cuyo seno se reproducen otras relaciones muy próximas a este socialismo del sumak kausay[33]Y son precisamente estos sectores los que constituyen la base material de la transformación económico-social que impulsa el proyecto de la revolución ciudadana[34]
Por otro lado, es necesario reconocer que muchas de las acciones y políticas públicas del gobierno son antagónicas a la organización capitalista neoliberal de la sociedad. La aprobación de la Ley de Regulación y Control del poder del mercado, por ejemplo, marca la separación entre el Estado y los poderes económicos privados. La Ley de Comunicación, por su parte, establece límites claros entre el poder financiero y el poder mediático. Frente a esto, lo menos que puede decirse es que existe un proceso de tránsito hacia un pos neoliberalismo.
Así mismo, durante estos siete años de gobierno se han dado pasos importantes en materia económica y social como parte de esta fase de transición pos neoliberal, "que ponen de manifiesto el nuevo equilibrio entre el capital y el poder político, considerado éste como el espacio de representación del bien común y de los intereses generales[35]Entre las más importantes se cuentan: la eliminación de la representación del capital privado en la determinación de la agenda pública; la obligación de las transnacionales petroleras y energéticas a someterse a contratos de prestación de servicios; la declaración de ciertos tramos de la deuda externa como ilegítimos; las reformas tributarias con énfasis en los impuestos directos, etcétera. Otras medidas que fortalecen este proceso son: la eliminación de la tercerización, el incremento de cobertura de la seguridad social, la formalización y protección del trabajo de las empleadas domésticas…, etcétera, etcétera.
Por supuesto, esto no significa un giro de 180 grados, pero sí la construcción de nuevas relaciones de poder que permiten poner en marcha políticas progresivas orientadas a salir, a largo plazo, del capitalismo.
El tránsito del capitalismo al socialismo, que se inscribe en lo que Fernand Braudel llama el tiempo de "larga duración"[36] en la historia, de ninguna manera comporta un proceso lineal-evolutivo, como insisten las concepciones teleológicas. Tampoco será un acto de creación de la nada que borre los procesos anteriores para empezar de cero. Ésta es una idea que Bolívar Echeverría califica como el "mito de la revolución"[37].
Desde una perspectiva historicista, opuesta a las concepciones metafísicas, el tránsito del capitalismo al socialismo en las actuales condiciones impuestas por la revolución ciudadana, implica algunas consideraciones:
1. Es un cambio de civilización[38]por lo tanto, comporta una larga duración (¿decenas?, ¿lustros?, ¿siglos?). Es la sustitución de una civilización basada en la lucha de clases, la acumulación de riqueza en pocas manos, la depredación de la naturaleza hasta ponerla en peligro de extinción y con ella la extinción del género humano, por una nueva civilización basada en la libertad, la solidaridad, el amor. Es la sustitución de la civilización depredadora del gran capital por la civilización solidaria de hombres libres e iguales (Marx).
2. Se encuentra sujeto a un proceso que se inicia en la base material. Los nuevos valores que regirán la futura sociedad corren el peligro de convertirse en meros enunciados fantasiosos si en el presente no se adoptan medidas tendientes a la "humanización" progresiva del ser humano, medidas como la reducción de la pobreza, el mejoramiento de los índices de desarrollo humano, el progreso de la vida material, el enriquecimiento de la vida espiritual mediante el trabajo, el arte y el ocio productivo, tareas que son impostergables.
3. Eso implica la creación de riqueza social, es decir un proceso de acumulación y redistribución que elimine progresivamente las grandes desigualdades. De allí la propuesta de la revolución ciudadana de cambiar la matriz productiva del país, mediante la sustitución del modelo primario-extractivista-exportador por un modelo de producción de bio conocimiento, exportador de bienes de alto valor agregado. La meta en este sentido es la construcción de lo que Antonio Salamanca Serrano[39]denomina la Sociedad socialista de conocimientos, en la cual el desarrollo productivo y tecnológico, junto al cambio de matriz productiva constituyen tan solo un componente, parcial pero indispensable para la estructuración de la nueva sociedad.
Las condiciones económicas: el cambio de matriz productiva
El libro de René Ramírez titulado Socialismo del sumak kausay o bio-socialismo republicano, y el Plan Nacional del Buen Vivir de la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES), formulado para los dos períodos de gobierno, 2009-2013 y 2013-2017 trazan la hoja de ruta del proyecto en cuanto a la modificación de la estructura productiva y las consecuencias esperadas a nivel general de la economía y, por ende, de toda la sociedad. La aplicación de esta hoja de ruta comprende un lapso de mediana duración (varias décadas), en el cual se aspira a salir del neoliberalismo, sustituir la matriz productiva primario-exportadora por la producción de bio-conocimiento, dotar de servicios básicos a la mayoría de la población ecuatoriana y reducir drásticamente la pobreza. Todo esto a través de un proceso de construcción del poder popular, que constituye el primer objetivo del Plan, y la profundización de la democracia participativa y deliberativa como condición política indispensable.
El PNBV elaborado en el 2009, en el capítulo 5 sostiene que
"la sociedad del buen vivir tiene que estar asociada a la construcción de un nuevo modo de acumulación y redistribución. Los amplios niveles de desigualdad y exclusión que existen, además de las prácticas culturales que están enraizadas en la sociedad, son consecuencias de una estrategia de desarrollo que se ha sustentado principalmente en la acumulación de riqueza a través de la producción de bienes primarios que se han colocado en el mercado externo. Se trata de la estrategia primario exportadora…"[40].
El plan formulado para el siguiente período da mayor concreción a este proceso de cambio en el modo de acumulación y distribución a través del concepto de "matriz productiva".
"La estrategia de acumulación, distribución y redistribución en el largo plazo contempla cambios simultáneos y progresivos en la dinámica productiva, para dar paso a una economía diversificada e incluyente, orientada por el conocimiento y la innovación social y tecnológica, base de la nueva matriz productiva. Esta transición implica que la actual dependencia de la extracción de recursos naturales no renovables sea temporal y decreciente, en la medida de los requerimientos para financiar la emergencia de una nueva configuración socioeconómica, sostenible y sustentable, desde entornos innovadores, que garantice un proceso continuo de mejoramiento del bienestar de la población" (SENPLADES, 2013, 63).
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