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El discurso y la concepción del hombre de la postmodernidad en "El Resto Es Silencio" de Carlos Perozzo (página 3)


Partes: 1, 2, 3

En Altuve encontramos no solamente la caracterización de un hombre que sufre y se ahoga en la postmodernidad, sino también algunos rasgos, incluso, del hombre pre moderno y Moderno. En la primera parte del libro, Altuve es un hombre con sus valores personales intactos, escudado estoicamente detrás de ellos para no compenetrarse absolutamente por medio de su fácil capacidad mimética, con el alma de la sociedad en que vive. Un individuo atormentado que se preocupa y anhela aquello que llaman patria, preguntándose ¿Qué es lo que llaman patria madre mía? (p. 15)

Altuve es un ciudadano del común, un masificado colombiano que ha sido víctima y a la vez, verdugo de la violencia. En la cárcel ha purgado una pena de 30 años por un crimen supuestamente cometido y del cual está convencido de haberlo ejecutado; pero como se demostrará más adelante el personaje es víctima de una manipulación horrorosa por parte de su esposa Anatilde Molina y su amante Villalta. Este ha vivido de manera estoica los diferentes tipos de violencia e injusticia existentes en su patria: Desde la mala admiración judicial que como dice Perozzo, de sus nefastos efectos solo escapan los pícaros, las ratas y los abogados (p. 18). Ha visto cómo asesinan a sus compañeros de celda y él mientras tanto, dominado por su ingobernable gana de vivir le puso una venda de dedos a su boca, otra a sus ojos y tapones de yemas a sus oídos (p. 18) y de pronto después de 30 años, recobra su "Libertad", un concepto que según el autor sólo debió existir cuando los hombres tenían alas (p. 13). Ha salido de la cárcel, un lugar sin espacio para los sueños porque este lo ocupaba la pesadilla real de las mazmorras, la impiedad de los calabozos, la ruina indetenible de los cuerpos de los presos mordidos por el hombre y la crueldad de los personeros (p. 21); para encontrarse ahora ante su nueva prisión, una prisión sustentada por la espantosa arquitectura de la crueldad, montones de escoria, muros ennegrecidos. Una especie de ruina en estado avanzado por la mortal ruina del rebaño humano.

Es pues Altuve un personaje rodeado de desesperanza y pesimismo sobre el mundo, su vida; dándonos una visión casi apocalíptica del entorno citadino, caracterizado por un ambiente de soledad, y donde Altuve trata de recordar quién es, que posee; y resulta que no tiene nada más que su soledad y fantasmas de sus recuerdos. Recuerdos que le permiten establecer que 30 años atrás en su pueblo Puerto la Antigua no era más, pero tampoco menos que un profesor de historia y literatura en el colegio de bachillerato de su pueblo (p. 20) y es que este hombre desarraigado, triste y solo, ha sido una víctima como tantas, de la absurda violencia de nuestro país, caracterizado al decir de Perozzo, por haberse acostumbrado a escribir su historia a través del crimen y a desangrarse con la misma indiferencia con que un buitre se pasa al lado de un esqueleto blanquecino (p. 21)

Esta "libre", y por lo menos ahora no sufriría las torturas, las violaciones a su cuerpo, a su alma; pero es tal su angustia que siente que la desgracia está pegada a su piel, como los pelos de sus sobacos o sus muelas podridas a sus encías. Este derecho de hombre siente que en su nueva prisión será pasta de bisoños, bisturíes, botín de anfiteatro. (p. 29)

Este Altuve comienza su trasegar por la ciudad, coinvirtiéndose en un vagabundo -"desechable"- que echa sus raíces en las calles; un hombre de ciudad, que como residente de la urbe no se encuentra arraigado a ella; es un peregrino de una tribu dispersa, en una ciudad donde se siente al mismo tiempo, bien y mal. Convirtiéndose en éste ámbito, en un semi-rechazado social, a quien nadie le importa. Como en el célebre episodio en que hace heroico su afán por defecar, constituyendo este hecho en un acto de gran fuerza simbólica, a pesar de lo esperpéntico.

El resto es silencio nos muestra pues a un individuo lleno de escisiones, dudas, dolor y quizás, un individuo fruto del mismo desarrollo de la sociedad, en la cual ya no hay nada digno y en donde una persona al estilo de Altuve sólo es humano, en su habilidad para sufrir. Todo ello haciendo notar la degradación del hombre en la ciudad pues, en Villa crueldad había oficios que no eran arte, pero que no era deshonor: Pedir limosna, vender cigarrillos de contrabando, o raponear cartera de señoras, o aprender a meter la mano suavemente en los bolsillos de los demás, o ser vigilante o portero de edificio o limpiar zapatos y llamarse graciosamente embolador, ofrecer lotería para Hoooy (p. 65). Todo esto en el ámbito citadino, donde vivir se convierte en algo inverosímil y el despertar vivo no es un milagro sino una especie de incógnita obstinación (p.66) y así, Altuve se acostumbra a andar por esa cárcel de calles, por esa red de barrotes invisibles y su vida se convierte en nada, recorriendo una ciudad sin fechas, con el sin sentido de la vida postmoderna y los agujeros -según Perozzo- que teje la nada alrededor del desorden indigesto de la civilización urbana (p. 66)

Este es el rasgo de hombre de la postmodernidad, que nos va insinuando el autor en su magistral novela. Un ser que mira al mundo como un agujero sin bordes y en el cual, él se siente extraño y apesadumbrado; pues ha estado por mucho tiempo en otro mundo irreal, quizás con mucha crueldad, pero en el que aprendió a sentirse cómodo y a vivir según sus propios designios, muy al contrario de lo que ocurre en este ámbito urbano al cual de pronto es lanzado sin tener preparación suficiente para ello: Toda una maraña y entretejes de crueldades, cinismos y elementos desconocidos para el "pobre" Altuve.

Y este nuevo hombre comienza a ser observado y analizado en el entorno citadino por otros "personajes" que lo miran desde su propia óptica:"…Aquel sanibabiche no era un cristiano. Se había salido de una tumba del campo santo y encima quería que le leyera la suerte ¿qué suerte iba a tener aquel engendro?…" (p. 25)

Todo esto en la calle de la ciudad donde no hay señales de vida, donde además Altuve se ve como "un desgarbamiento detrás de un pretexto de huesos y piel… trasmutado en un algebraico sistema de representación de la crueldad con la que la vida se expresa en sus formas más despiadadas…" (p. 26) y donde el universo citadino lo identifica como "un hombre que parece el resumen de toda la miseria del mundo. Está sosteniendo una maleta que parecía su doble. Me quedé mirándolos a los dos y por un momento no supe quién era que, en ese tráfago imparable a donde los hombres hemos ido rodando lenta pero seguramente en el descenso hacia lo ambiguo (p. 50). En estas condiciones, su vida miserable, y desde luego su propio rostro, reflejan la agonía del desamparo social, la marginalidad, el abandono: "Una cara, donde mil agonías combaten por conquistar cada una ese territorio y detrás en sus ojos apagados, el dramático trasfondo de una vida que en realidad era un monumental fracaso, una historia por donde sólo habían transitado pulgas y ratas y cucarachas, mientras lo rodeaba un silencio de edificios de pisadas de gente, de motores y de bullicio"(p. 51)

Siendo esta la caracterización más definitoria del hombre de la postmodernidad; pues las grandes ilusiones del proyecto de la Modernidad han fracasado y el hombre siente todo este malestar en su cuerpo, su alma, haciéndose ver como una totalidad, que ya no lo es; está fragmentado en mil pedazos, mil dolores y mil sentimientos frente a su entorno. Su actuar, su vivir y su cuerpo reflejan la idea de fracaso que sobre la vida misma y el mundo posee intrínsecamente el hombre postmoderno del cual Altuve es un pleno y claro reflejo.

Idea de fracaso que circunda, sin duda alguna, los acontecimientos que caracterizan a la época denominada postmoderna, que representa no el fin de la modernidad sino el abismo al que el hombre fue conducido por ella; pues lo llevó por un sendero lleno de nuevos problemas ocasionando la fragmentación múltiple de su existencia y su condición misma como ser libre.

Estas duras concepciones en torno a la vida conllevan al hombre de la postmodernidad a elaborar una sensación de pesimismo, de incredulidad en el futuro, de su vida y su entorno, tras el fracaso de la modernidad. Altuve avanza como el tal progreso hacia la construcción de un vivir que era, si es no, la otra cara de ese drama llamado costumbre, recordando vagamente que un día debió ser experto en algo… pero se había diluido entre el tráfago de la miseria y su creciente desapego por su futuro. Que en medio de su ya confusa concepción de la vida no era más que un mundo indefinido, árido y estéril. Intuía, eso si, la sensación de haber tenido en sus manos la oportunidad de haber elaborado su propio destino. (p. 69)

Perozzo contextualiza un espacio para su personaje Altuve; lugares inhóspitos, difíciles, que muestran la situación de nuestro país: un país donde el hontanar del terror, donde el miedo paraliza a todos y nadie está seguro de su vida. Su condición de matriz de la ruina lo convertía en la pista donde se crean las pesadillas. (p. 74)

Situación que es representada en diferentes momentos, en diversos instantes; Altuve presencia cómo en esta nueva época, los medios de la imagen visual, hacen culto a la muerte, la violencia; se vive o se muere, pero en todo caso no hay existencia, pues como nos dice Perozzo ha llegado ese momento en que la vida se pone la máscara de la trascendencia y baila sobre los coturnos de la tragedia.(p. 101).

Así pues el hombre postmoderno, del cual Altuve es testimonio, se encuentra totalmente desintegrado, sin orden, sin esperanza, sin ganas de luchar, y Perozzo se pregunta ¿Cuántos imbéciles se necesitan para conformar esa comunidad de alienados llamada por mal nombre ciudad? (p. 36) y su personaje central, es tan imbécil que hasta su propio perro se burla de su condición, expresando: Este guevón cree que yo me llamo adelante. ¡Qué grandísimo bruto! (p. 106)

En la postmodernidad encontramos una nueva concepción de lo divino, de lo sacro. La idea de Dios ha desaparecido como eje central que guía y orienta la vida del hombre. Lo anterior explica precisamente la actitud de completo abandono y la convicción de que nada de lo que se hace sirve realmente. Es así como en este contexto el hombre postmoderno -y por ende Altuve- empieza a construir y correr detrás de la imagen, y todas sus implicaciones como medio para guiarse y orientarse; llegando así a autoconsumirse. El hombre siente con certeza que ha fracasado en la tarea de darle sentido a su vida. Al desaparecer la idea de Dios, ya nadie cree en el destino, el individuo se arrastra idiotizado por ese auge de la tecnología se va desintegrando en su ser, hasta convertirse, -como Altuve-, en un despojo humano que sufre el proceso de haber sido creado con su propia ruina.

Y es así como este hombre escindido, dislocado y confuso; que es a la vez premoderno y moderno, y que sufre los síntomas de la decadencia de la existencia en la era postmoderna, se va autotransformando y construyendo su "identidad", asumiendo nuevos roles, facetas y actitudes, a las que ha conllevado la "evolución" humana, mediatizada gracias al auge tecnológico, la racionalización extrema, el desarrollo capitalista llevado a la deshumanización, en fin… La Postmodernidad.

Es casi como el drama de Altuve es la representación del hombre premoderno que merced a la tecnologización sufre cambios trascendentes que lo llevan a transformarse totalmente; incluyendo sus principios, sus normas, su existencia, su ideología; y con la correspondiente desestabilización y confusión tan propias del mundo contemporáneo.

Altuve se convierte, en este entorno postmoderno, en un hombre que gracias al encuentro con la tecnología, la nueva ciencia, el capital y la subvaloración de los valores tradicionales -representados por Alejandrino Genes- es despiadado, deshumanizado, interesado… un individuo al que quizás sólo le queda su oscuro pasado.

Jorge Eliécer Altuve Plata pasa de ser un ciego y limosnero vilipendiado, a convertirse en un matón a sueldo, sicario, asesino, atracador de bancos… que se venga de los males causados por la sociedad. Antes de su trágico final, así lo revela el narrador omnisciente. "Fue entonces cuando supo para el resto de su efímera eternidad que siempre había sido un asesino" (p. 300).

Las radicales transformaciones del personaje, que de mendigo pasa a ser un acomodado matón hacen que Altuve empiece a creer que no solo había llegado al futuro tantas veces prometido, sino que además lo esperaba una serie de oportunidades para apoderarse del mundo, del dinero del mundo (p. 113). Su experiencia externa varía sustancialmente, para asumir su muevo rol: "Un hombre alto y delgado, con unas gafas oscuras, vestido con una elegante chaqueta azul con botones tan igualmente dorados como el fantástico reloj que se pegaba a su muñeca. (p. 332)

En este momento Altuve se muestra tal cual su nueva personalidad: totalmente transformado y fuerte, para vivir su nueva faceta como individuo en la cual sufrirá todas las contingencias y dolores propios de la postmodernidad y el confort, pero sin olvidar su pasado, hecho que lo inquieta permanentemente, hasta el punto que lo obliga a volver a Puerto la Antigua a consumar el crimen que no había purgado y que ya había pagado.

A la luz de la teoría crítica-literaria, este Altuve es sin duda reflejo del hombre de la postmodernidad y representa un nuevo tipo de héroe citadino y novelesco, que la literatura de finales de siglo- y en especial la novela colombiana de esta década intenta leer y representar.

En este sentido, Altuve corresponde a la caracterización que Nodier Botero hace del héroe postmoderno: es una creación en el sentido de una composición comprensiva de la realidad hecha de múltiples experiencias fragmentadas y aisladas, pero convergentes en una finalidad concreta: La sencilla realidad del hombre de carne y hueso, del paisano, del vecino que todos vemos a diario en la calle absolutamente desprovisto del halo mágico de lo extraordinario. [50]

Por su índole citadina esperpéntica, Altuve, paradójicamente, es la antítesis del mismo gusto popular habitualmente condicionado por la seducción de fantasías imaginativas; representando como hombre de este mundo postmoderno con una nueva idiosincrasia mítica, que es la ausencia de cualquier proyecto futuro en que se manifiestan valores cualitativos o utopías personales. Lo anterior se explica gracias a que Perozzo logra crear un personaje absolutamente completo y fragmentado, "ordinario y singular", carnal y espiritual, cómico y patético, que cobra vida a través del relato abiertamente realista y desgarrado que plantea el autor cucuteño; para poder reflexionar sobre el mundo… un mundo "donde no había una sola alma piadosa, como tampoco la había fuera de él. El universo entero se había transformado en un plasma de hijueputas que mejor no haber salido de la cárcel…"(p. 50)

Así, bajo toda la caracterización y descripción que se viene haciendo, es posible definir a este Altuve como un nuevo tipo de héroe novelesco, que según Pineda Botero es por definición "no disyuntivo", es decir, es valiente y cobarde al tiempo. La novela, además, se plantea por lo general en oposición, en contraste, o como denuncia de las jerarquías imperantes.[51] Evidenciándose la anterior definición en Jorge Eliécer Altuve: Al principio (primera parte) es cobarde y reticente frente al mundo; para luego (segunda parte) transformarse en una especie de superhombre que se enfrenta al mundo, beneficiándose de él.

En consecuencia tenemos que en el tiempo de la postmodernidad -al decir de Ermarth- Desaparece la solidaridad humana porque ya no es posible compararnos con otros espacios y otras épocas.[52] Siendo muestra de lo citado antes el tercer capítulo, de El resto es silencio, en el cual Altuve sobre un peripatético dolor para poder dar el cuerpo, ante la inclemencia de diferentes personas. Todo esto como pretexto literario para metaforizar el negativismo, la conciencia de final y desánimo, característico de la sociedad postmoderna.

Así mismo, esa insolidaridad del hombre citadino conlleva a establecer el interés como el valor universal que subsiste en este mundo, y que es fruto de la fragmentación cultural y la cosificación.

Ante tales circunstancias vividas por el personaje Altuve, este adquiere un gran carácter de héroe novelesco, que poco a poco se va transformando por esa nueva visión del mundo.

Altuve se convierte -a nuestro juicio- en una especie de antihéroe, o sea, aquel ser que reúne en sí mismo el valor y la cobardía, lo bueno y lo malo; que es noble y plebeyo al mismo tiempo;[53] caracterización que Altuve -este típico "héroe" de la actual época- construye poco a poco, en su continuo y permanente interactuar con la vida, los demás personajes; su permanente contradicción interna y su intermediación artística y literaria con el escritor.

Altuve es un héroe nihilista; su destino no tiene significado exterior; está dado por sí mismo. No representa ideales colectivos, sólo a sí mismo se encarna; no es ejemplo ni modelo para nadie. No busca poder político; su lucha es interior.

Según Pineda Botero, este nuevo héroe reside en el mundo actual, y a pesar de la carga de alineación y esclavitud a la que es sometido, logra conservar muchos de los atributos del héroe clásico.[54]. Para el mismo investigador colombiano el interior de este nuevo hombre- el de la postmodernidad- está poblado de pasiones, deseos, fuerzas, afectos, sentimientos, emociones, impulsos, instintos; su conciencia es un laberinto;[55] hecho que se plasma en Altuve cuando se convierte en un asesino intensamente buscado… caminaba por las oscuras veredas de su interior siempre nocturno… Hombre al fin y al cabo, entre dilemas con visos de certeza y las mentiras que los sátrapas de turno se han inventado, para hacer de la vida en el planeta algo nauseabundo… (p. 397)

En este mismo orden de ideas, también es preciso caracterizar al artista, como un modo de explicar -aún más- al hombre de la postmodernidad. El artista es un héroe en esencia con una fuerza creativa, pero que a la vez debe crearse a sí mismo. La obra de arte es su propia vida. La vida se justifica sólo como fenómeno artístico.

A este respecto, Perozzo, en una de sus más hermosas intromisiones en que se hace uso convincente de la metaficción, nos cuenta que dicha novela hace parte de su vida y que a su vez él también hace parte de ese mundo que influye directamente en su vida. Lo anterior es así mismo una nueva concepción del oficio de la escritura ilustrándose de esta forma: "…Algún tiempo, unas obras después entiendo tan poco como entiendo entonces el conflicto que me hacía trabajar tenazmente en un mundo que no era mi mundo, pero que había sido mi vida, y que no ha cesado de crecer hasta dominarla tiránicamente"(p. 442)

Para Vattimo existe un nuevo tipo de héroe postmoderno que debe asumir una actitud agresiva frente al mundo para poder subsistir: "el hombre postmoderno se caracteriza por la Hybris, una especie de violencia en relación consigo mismo y las cosas. El ser contemporáneo ejerce la Hybris interpretativa al querer continuar la labor hermenéutica.[56] Este nuevo hombre -que perfectamente encarna Altuve- ha nacido a la violencia como resultado de su complejidad sicológica y su conflictivo pasado. Perozzo, en su ilusorio pero realista mundo, nos cuenta que Altuve se halla próximo al delirio, a la muerte, al asesinato de su mejor amigo: Ahora frente a ese sino predeterminado que fue el suyo, destinado a causar estupor y espanto, donde se conjuga su atormentado mundo interior y el contorno hacia el fracaso, se ha hecho duro y opaco como las piedras… no le queda otra que matar al gordo… se metió en su propia casa y le disparó toda la carga de su pistola… (p. 457)

Surge así, dentro de esta forma de ver al hombre en la novela de la postmodernidad, la teoría del héroe abyecto como una explicación coherente y práctica, a toda la actividad desplegada por el personaje Altuve en El resto es silencio.

La teoría del héroe abyecto es explicada por Michaell Bernstein.[57]. Para este autor -según explica Botero Pineda- la fuerza del héroe reside en la posibilidad de subvertir las relaciones de poder. El héroe abyecto es un ser vilipendiado y humillado, que es capaz de auto transformarse, para convertirse en un nuevo individuo que luche por rescatar lo suyo e imponerse a quienes lo consideran menos que nada, un mediocre.

Altuve -como "prototipo" del hombre de la postmodernidad- encarna en buena medida, al héroe abyecto planteado por Bernstein. Pues es capaz de pasar de un estado de ignominia y explotación -al que lo tiene acostumbrado el Ráfaga- a un nuevo ámbito, en donde él es el jefe; quien manda y vilipendia a los personajes que lo oprimieron y subvaloraron. Además, está tan lleno de heroicidad, que incluso se introduce en su propio pasado, para vengarse de su esposa y el amante de ésta, quienes lo humillaron y le destrozaron su vida, enviándolo durante 30 años al cementerio de hombres vivos que constituyen las prisiones en Colombia.

Este héroe degradado necesita de todo un ambiente vivencial en el que pueda actuar y llevar a cabo su propia utopía; para Bernstein este entorno propicio es el que proporcionan los textos paródicos, la novela; en la cual se recogen las voces marginales, subversivas y periféricas del pueblo; es decir, el conjunto de dialectos y jergas en las que se expresan los puntos de vista e ideologías: El dialogismo y la polifonia.[58]. Esta concepción relativamente definitoria de la postmodernidad -dialogismo y polifonía- permite pensar que existe una intrínseca relación entre el rescate lingüístico que hace Perozzo de la oralidad -con toda la experimentación de técnicas formales, lingüísticas, narrativas y argumentativas que ello implica- y la concepción que del hombre postmoderno se hace en El resto es silencio, analizada desde la teoría del héroe abyecto.

De este modo la conciencia de la sátira y del carnaval, pasan a ser una base importante para el desarrollo de la misma cultura. En este contexto- dice Pineda Botero- surge el verdadero héroe abyecto… armado de una carga centenaria de resentimientos y de una gran fuerza destructiva y vengativa.[59] En Altuve esto se refleja, merced a que su psiquis está plagada de recuerdos y remembranzas de la violencia política colombiana, de la cual ha sido paciente y agente a su vez; pues muchas veces en conversaciones consigo mismo se convenció de que lo habían tirado al río de aguas sonrojadas que atravesaba su pueblo…(p. 21)

El abyecto también ríe pero el tono de su risa es de terror. La alegría se ha convertido en mueca de locura y su nihilismo creciente. Nuestro héroe abyecto, nuestro hombre postmoderno ríe, con una risa que era una compensación a tanta ilusión congelada que había tenido en su vida, hasta que esa risa se volvió tos, tres, cuatro… (p. 28).

El héroe abyecto, para el mismo escritor colombiano actúa Sin el aval de los dioses, sin justificación racional o externa; su creatividad y su ingenio están orientados a la destrucción y la hybris (violencia). Pero no supera el caos ni la multiplicidad de su alma y termina en lo sanguinario[60]

Jorge Eliécer Altuve, que corresponde plenamente a los lineamiento de esta concepción sobre el héroe abyecto, se ha vuelto tan peligroso que incluso los primeros catorce compradores de esta espinovela, tuvieron que salir a perderse, ante el peligro de que las balaceras disparadas por él los fuera a eliminar antes de llegar al final (p. 444); de esta misma forma había mandado a las nubes y sin necesidad de sábanas, tres jueces, dos fiscales, cuatro miembros de un combo rival y dos polipolicías. Mataba para estar al mismo nivel del mundo en que vivía… (p. 422).

Pero este héroe novelesco del que nos teoriza Michaell Bernstein, no es sólo un personaje ficcional; existe en el mundo real y, en especial, en Colombia. País lleno de violencias constantes, que son fruto no sólo de la desintegración, fragmentación y erosión social, ocasionadas por la condición postmoderna, sino ante todo por nuestra historia misma: Desde la conquista, pasando por la colonia, hasta llegar a la independencia y a la época republicana vigente.

Nuestra historia -triste por cierto- está plagada de hombres y héroes abyectos producto de la violencia diseminada a lo largo y ancho de este país del Sagrado Corazón. Jorge Eliécer Altuve Plata -protagonista de la novela de Perozzo- representa al hombre oprimido de nuestra Colombia premoderna, que merced a la inmersión de nuestro país en el ámbito comercial mundial, se convierte en un hombre de la postmodernidad, lleno de resentimientos y huellas indelebles que la violencia ha marcado en su alma y en su cuerpo. Y es que en Colombia es tal la magnitud de la violencia, que los artistas y escritores no pueden apartarse y abstraerse de ella. Es así como desde las décadas del 60 y 70, nuestras novelas son en gran parte un documento histórico, que referencia constantemente los hechos violentos que afectan al hombre y la sociedad de nuestro tiempo.

Nuestros textos literarios, están llenos de héroes abyectos, que se disfrazan desde distintas circunstancias y bajo diferentes roles. En la presente década del 90, el héroe abyecto -hombre postmoderno- se trasladó al espacio citadino; hecho que testimonian diferentes novelas de nuestro presente literario y de la cual El resto es silencio de Carlos Perozzo, es una muestra clara y evidente [61]por ser un texto en donde el vivir llega a ser igual al morir desde el momento mismo en que lo humano pierde sentido.

Es un héroe nihilista; su destino no tiene significado exterior; está dado por sí mismo. No representa ideales colectivos, sólo a sí mismo se encarna; no es ejemplo ni modelo para nadie. No busca poder político; su lucha es interior.

A manera de conclusión

A lo largo del recorrido que hemos hecho de cerca, siguiéndole la pista al desenvolvimiento y situaciones creadas por Perozzo en El resto es silencio evidenciamos que es un auténtico desafío el pretender desentrañar la estructura, los personajes, la ciudad, pero sobre todo: Al lenguaje; protagonista indiscutible de la obra. Pues esta novela reescribe la historia, no desde las grandes hazañas sino desde las pequeñas historias cotidianas de cada individuo, rasgo inconfundible de postmodernidad.

La propuesta de Carlos Perozzo es una mirada hacia la cotidianidad; dándonos a entender que el gran macrorrelato ha concluido, al final de la historia, que no debe ser teorizada, sino ser vista como un proceso.

Como se ha indicado, en esta época de postmodernidad existen grandes contrasentidos, contrastes y posiciones entre diversos conceptos de la realidad. Aún en una época de gran desarrollo tecnológico, de gran auge capital, de grandes procesos de comunicación, el hombre postmoderno es caracterizado por la soledad, la incomunicación y la subvaloración de sí mismo como ser.

Todos estos contrastes y posiciones refractarias han llevado a que artistas como Perozzo realicen una propuesta estética desde la literatura, para tratar de recuperar la necesidad sentida de recontextualizar la historia; pero no la historia grandilocuente del pasado, sino aquella que se construye diariamente por el hombre citadino que afronta de manera permanente los riesgos de vivir en esa maraña de muros, selvas de cemento e individuos despersonalizados que constituyen las grandes urbes postmodernas.

La novela de la Postmodernidad -al estilo de El resto es silencio– constituye una nueva lectura de la vida, la sociedad, el arte y el hombre mismo a partir de lo ya existente; describiendo desde otra orilla mucho de lo ya contado y a su vez desentrañando las historias más íntimas de nuestra ciudad. Lo cotidiano constituye en sí algo vital para la vida.

El resto es silencio es en resumen la reescritura y lectura de la microhistoria cotidiana; de la historia de nuestra Colombia actual, es decir, de un tiempo posible y simultáneo a esa realidad en la que convergen diferentes conceptos y diversidad de propuestas y respuestas culturales; en donde la ficcionalidad se conecta con la vida misma, denotándose la fugacidad de la vida y lo cotidiano; lo efímero como base fundamental de la propuesta estética postmoderna. Si se entiende que el arte está y es a la vez la vida, el artista, y en este caso, el escritor, no está desconectado de su propia obra de arte y de la formulación estética que esta implica. Perozzo en El resto es silencio utiliza constantemente la reflexión de la metaliteratura y la autoconciencia del relato para analizarse a sí mismo, a su vida y a su obra. Experimentación narrativa e incorporación de las más novedosas formas de narrar que no solamente encontramos en este autor, sino también en algunas otras novelas de esta época [62]hecho bastante relevante en la novela postmoderna, la cual está íntimamente ligada a la vida del artista, a sus hechos, a su ser mismo.

La realidad ficticia de la novela no necesita ser corroborada a nivel histórico, pues es real por sí misma; pero es tal la construcción del mundo ficcional de Perozzo en El resto es silencio que al leer dicho texto, el lector percibe que este mundo no es imaginado sino que hace parte de la vida misma, de la época en la cual se vive y de los grandes acontecimientos que la marcaron. Cabe en este contexto preguntarse si muchas veces al cruzar por las calles de nuestras ciudades no nos hemos encontrado con un Jorge Eliécer Altuve. Y es que Perozzo, no sólo construye una virtualidad realista sino que refleja -y nos llama la atención– sobre esa sórdida y desmemoriada vida de ciudadano, en la cual se han olvidado valores como el respeto, la solidaridad, la tolerancia y en fin, todo aquello que hace que el hombre pueda ser más social y no tan individual como en ésta época.

El texto literario postmoderno representa la fragmentación extrema del ser y el saber. Los artistas focalizan sus discursividades a través de un personaje que permite observar el mundo y la historia, dando diferentes visiones de ese mundo fragmentado en una multiplicidad de discursos. El resto es silencio focaliza toda esta visión a través de Altuve, quien brinda al lector una noción múltiple de la vida en la gran ciudad y en especial de la vida de los desamparados, de los abandonados y estigmatizados; seres que por cierto suelen estar rodeados de la más profunda miseria y ante todo del más absoluto de los olvidos en un país y una cultura caracterizadas, precisamente, por esa falta de solidaridad con los desposeídos y de los cuales, ni la misma intelectualidad colombiana se ha ocupado seriamente.

En este orden de ideas se puede explicar la forma en que la historia contada en esta novela se nuclea en el personaje Altuve, quien representa a los desposeídos y el hombre de la postmodernidad estigmatizado por la pérdida de su identidad y de su conciencia. Y es así como Perozzo se convierte en la conciencia crítica del texto y por ende de la vida, a través de la figura del narrador implicado, que se puede apreciar a lo largo de toda la novela a través de las constantes intromisiones, comentarios y notas al margen que en bastardilla aparecen en el texto y que son un importante elemento metaficcional que explica lo que hay escrito.

De esta forma, en esta obra de Carlos Perozzo -mediante la conjugación de elementos narratológicos postmodernos y los juegos lingüísticos ya explicados- se critica al proceso cultural moderno que pasó de lo premoderno, y sin mediación de lo moderno, a esta época postmoderna, con todas las consecuencias que ello trae para el hombre; pues hoy día se nota una ruptura entre la eticidad tradicional y la moral práctica actual, que en el entorno de la postmodernidad se podría caracterizar como bastante ambigua. Y es aquí donde se evidencia claramente el discurso crítico, irónico y por lo demás sarcástico y grotesco que hace notar la doble moral y la permanente hipocresía de nuestra sociedad.

La obra es una novela simbólica en la cual los juegos verbales, la invención lingüística y la experimentación formal, en cuanto al manejo del lenguaje; lo mismo que la particular concepción del individuo desarraigado en la gran ciudad, son las estrategias que el autor utiliza para manifestar su característico pensamiento crítico frente al entorno que lo rodea. Análisis bastante fuerte a los contrastes y posiciones entre diversos conceptos de la realidad. Aún en una época de gran desarrollo tecnológico, de gran auge capital, de grandes procesos de comunicación, el hombre postmoderno es caracterizado por la soledad, la incomunicación y la subvaloración de sí mismo como ser.

crisis de la cual es muestra clara Altuve, quien pasa de ser "esclavizado" a ser tirano; de ser "desecho" a ser "señor" de los grandes delincuentes; es decir, es todo un escape del hombre, que en vertiginosa carrera cambia el punto de vista sobre sí mismo, a la par con el de la ciudad. Pues así como él era lúgubre, así era Villamilaguas, pero ahora que él se siente dueño y señor, la capital se convierte en Villabuenvividero, haciendo toda una entropía entre hombre y ciudad, entre lo fugaz y lo eterno… evidenciando la constante fragmentación y dislocación, no sólo del hombre, del ser, sino también de los conceptos, las ideologías y la vida misma.

A través de este relato, la desazón y la degradación social existente en el hombre son el término predominante; conllevando a la no valoración y/o justificación de la prolongación de la existencia, y a la duda sobre la vida misma del futuro, pues en el presente no hay satisfacción de necesidades básicas. Pues impera el sentido de superación de las necesidades momentáneas y por tanto no de los sueños. Es tan dura la existencia que el sólo hecho de ser y vivir hacen de personajes como Altuve seres anónimos de nuestra sociedad y nuestra literatura que son importantes porque muestran la constante de nuestra sociedad: vivir el aquí y el ahora resolviendo los problemas del presente, sin pensar en el futuro, pues al fin y al cabo, éste es tan incierto y tan cambiante, tan efímero y casual, como las situaciones en las que se desenvuelven, no sólo los personajes literarios -que como Altuve son un reflejo testimonial de la Colombia actual y su degradación- sino el hombre mismo.

Perozzo reconstruye a través de El resto es silencio la profunda indiferencia social característica de este tiempo postmoderno, donde priman los estereotipos sociales, para valorar y expresar el sentimiento social hacia los demás. Jorge Eliécer Altuve Plata, tiene tras de sí aquel sino trágico de la violencia, de la cual no le es posible desligarse como tampoco lo es para el ciudadano del común colombiano y para los escritores de nuestro tiempo.

Si como dice Perozzo, la literatura es memoria y sirve para reconstruir nuestro pasado y presente; es entonces válido afirmar que la novela postmoderna y para nuestro caso, El resto es silencio es como dice Lukács un tipo de novela histórica que no describe los acontecimientos por extenso, sino que selecciona los determinantes esenciales.[63] No describe una totalidad sino una esencia. Buscando personajes y lugares comunes y cotidianos, hechos y costumbres comunes. Para el mismo autor, el éxito del escritor radica en la selección de los detalles y en la capacidad de reflejar esencias, según el mencionado crítico, la novela histórica está orientada en lo fundamental a establecer las relaciones de poder dentro de la sociedad, las formas de la vida del pueblo, pues la literatura y el arte, están al servicio de la historia.[64]

Las conceptualizaciones anteriores son evidenciadas por Perozzo a través de esa carga simbólica de humor grotesco, con el cual el autor, nos hace reír reflexionando no sólo sobre la historia sino sobre nuestra condición misma, a la manera de: "hombres y mujeres que me escucháis, si no dejáis de culiar para cumplir con el deber de tener hijos, nos vamos a quedar sin lechugas ¡Culiad hijos míos, pero por favor hacedlo para recuperar el placer perdido!"(p. 327).

De esta forma, la novela postmoderna muestra el movimiento, el ir y venir del crecimiento y cambio; logrando producir una propuesta estética donde se reconstruye el valor simbólico y testimonial del texto literario y novelístico, tal cual es su principal función. La novela muestra una pluralidad de vida y de existencia en relación con la extracción de lo cotidiano, en el ritmo de vida de la actual sociedad, de la cual hacen parte El resto es silencio, Perozzo y Altuve.

Esta obra amerita, sin duda alguna, unas reflexiones y estudios más profundos que los aquí realizados. Pues se construye, a nuestro juicio, en la novela una de las novelas más postmodernas de las escritas hasta ahora en la década del 90, marcando el más alto punto de experimentación formal y narrativa, situándose, sin atenuante alguno, como una producción que marcará hito en la historia de la literatura; amén de ser una reflexión severa sobre el proceso cultural colombiano.

Con este texto, Carlos Perozzo mira críticamente el desarrollo cultural en Colombia desde la simbología; insertando su novela en el tiempo y en el espacio de la Colombia real y política, creando un relato que sin ser político, pone en escena la cotidianidad del país.

Perozzo trabaja simbólicamente su obra obteniendo una mirada grotesca, dura y áspera de la sociedad. Su arma fundamental es el humor manejado desde una perspectiva muy inteligente. Mira desde la ironía y la sátira -como estrategia humorística- la realidad colombiana y el relato de la historia de un hombre que logra la libertad después de 30 años de cárcel y que termina "atrapado por la libertad" de una sociedad que no lo acepta, en una cárcel, aún mayor y más dura, que de la cual salió: El desconcierto.

Este trabajo de Perozzo es el espejismo de la libertad, vista a través de la vivencia de un hombre en la ciudad, que convierte su vida en una cárcel sutil. Es la propuesta de la postmodernidad en la que no hay capacidad de respuesta flexible sobre libertades individuales.

El resto es silencio marca una aprehensión de las moralidades, de cómo funciona la visión del mundo y la relación con otros: Cómo se interactúa con los otros, cómo lo ven. Se proyecta una imagen grotesca del sujeto para los demás; existe una visión de universo enfrentada a otra visión de mundo.

La obra denuncia el estigmatismo sociocultural. Es una novela total que por su misma simbología totaliza a la novela urbana en su conjunto, pues muestra la ciudad con todas sus características, sus contrastes, sus cambios y su desarrollo, y a la vez, al hombre citadino postmoderno con su problemática interior ocasionada, en parte, por los cambios sociales de la urbe.

Perozzo refleja nuestro comportamiento, nuestra actitud… La moralidad práctica y doble que asumimos los colombianos a través de una novela que como El resto es silencio está constituida a base de pequeños episodios que se prolongan para distorsionar nuestro país. La novela mueve símbolos: Un ser siniestro que da como contrarrespuesta lectoral la conducta social.

Los "ojos" de Perozzo -para Cecilia Caicedo de Cajigas- son avizores del proceso cultural colombiano que no se queda en lo pragmático sino que es simbólico, mostrando desde este espacio, la búsqueda terrible y dolorosa de "liberación" de un agobiado país que necesita descansar de sus tribulaciones; parodiando este aspecto con la situación vivida por Altuve, en el capítulo III en la búsqueda desenfrenada de un "toilete"[65]

Es importante aclarar, antes de terminar este trabajo, que la propuesta estética de Perozzo, en esta obra es quizás la que mejor evidencia toda una serie de parámetros, tendencias, temas y estilos que constituyen marcadores importantes para caracterizar la actual novela en Colombia. Sin embargo, no podemos desconocer que existen también otras propuestas ubicadas bajo los mismos parámetros de la postmodernidad pero con un matiz diferente al dado por Perozzo.[66]

Esos marcadores que caracterizan a la actual novela postmoderna van desde la temática y el manejo de ésta hasta la innovación en la estructura narrativa.

En cuanto a lo temático, cuenta desde una perspectiva no oficial una problemática social que vemos a diario en los grandes conglomerados urbanos, que nos avergüenzan y son espejo de la violencia que siempre ha azotado nuestra nación y en especial al hombre del común como Altuve.

Otro marcador importante es el que se da desde la Crítica semiótica, el cual maneja magistralmente Perozzo al retratar toda una sociedad y su escala de valores; valores aplicados a las diferentes esferas sociales, a los distintos "actantes" de nuestra historia, que van desde un Jorge Eliécer Altuve hasta un Alejandrino Genes, con un manejo personal del mundo y con todo lo que ello implica; sin dejar de retomar todo el simbolismo plasmado en la obra. Símbolos con una carga significativa tal, que hacen al lector participar, pues de alguna forma habrá de lograr la paz de su conciencia.

De igual manera la búsqueda de su identidad sobre el hombre, la vida y el devenir, planteados a través de las vivencias de un hombre como Altuve, quien configura toda esa nueva visión de "identidad" a que incita la vida en la ciudad postmoderna: superficialidad, violencia, dinero, poder… Todo ello visto desde la cotidianidad de los pequeños hechos, sucesos que le ocurren al hombre corriente en el decurso de la vida, que según Perozzo, se va configurando de una forma vulgar y prosaica todos los días por parte del hombre.

En el mismo sentido la presencia de lo metaliterario o metaliterariedad es un marcador importante de la novela de la postmodernidad. Este aspecto queda demostrado en El resto es silencio gracias a las intromisiones del autor, (textos en bastardilla), que increpan directamente al lector y lo vuelven copartícipe no sólo de la lectura sino también de la escritura del texto. Todo esto con la clara y definida intención de hacer reflexión estética. Es pues la búsqueda del arte de la poética a través de la construcción de una novela.

Consecuentemente con estos rasgos, en esta obra Carlos Perozzo magnifica su condición de auténtico escritor mediante una cierta tendencia a la poeticidad gracias al manejo de su principal personaje, el lenguaje, con el cual logra recrear y plagar de imágenes el desarrollo del texto, evidenciando que para el escritor postmoderno importa mucho el nivel de construcción discursiva: qué se dice, cómo se dice y el punto desde el cual se focaliza dicho discurso. De lo anterior se colige que el escritor de esta época postmoderna es un hombre con profundo y gran vuelo intelectual; un estudioso de los procesos literarios e históricos del país y que además, como denota Perozzo, trabaja una y otra vez sobre su obra, pues allí está su vida misma. Y lo hace con gran minuciosidad, con tal delicadeza y conciencia, que sólo gente estructurada y, sobre todo poseedora del don del manejo estético, puede lograr, al acariciar el suave pero complejo mundo de la palabra en el universo literario.

Universo que en la novela cautiva al lector por todas las características mencionadas, pero que sobrecogen por un peculiar manejo de lo urbano, en el cual se muestran no sólo la problemática de un ente como la ciudad, sino el interior de un ser como Altuve, a la vez fragmentado y alienado por el entorno citadino que le impide construir su propia forma de vida, y más bien lo conlleva hacia el desarraigo y la angustia existencial.

En la estructura narrativa, como se anotó antes, existe una marcada tendencia intelectual a la par de la necesidad de una visión de lector activo; lo que implica la estructuración de una conciencia lectoral y de un nuevo tipo de intérprete. En la novela postmoderna -según se deduce de la obra de Perozzo- lo que importa son los niveles de significación, que llevan a hacer toda una producción teórica, donde se apuesta a una actitud dialógica y a una construcción plural de la verdad.

Todas estas reflexiones a partir de El resto es silencio como novela de la postmodernidad, nos permiten deducir unos rasgos comunes e identificatorios para la novela colombiana actual, al igual que establecer que dicha novela es una visión analítica y reflexiva del mundo; una radiografía de una sociedad y de un hombre; en un mundo avasallado por la técnica y los medios masivos de comunicación, así como la violencia a ultranza desarrollada en nuestra nación.

Esta novela de Carlos Perozzo, se concibe como una crítica y una interpelación al lector para la toma de posiciones frente a la realidad y el papel que le corresponde vivir; logrando éste cometido a través de la internalización de hechos cotidianos, incluyendo en sí misma, una propuesta estética y discursiva.

Parodiando a Perozzo, como significativamente se dice en la contraportada de la novela, se puede afirmar que en ésta obra se cuenta la misma vieja historia, sucedida no hace mucho tiempo, sino siempre. Que pretende ser recordada con la transparencia de un delirio en medio de la impenetrable noche de una historia sin posibilidad de auroras. Esta novela está metida dentro de la peripecia humana como un exorcismo contra la angustia, para tratar de dar un rostro a la esperanza, todo ello para evitar el olvido y recordarnos que la literatura también es memoria. ¿Y el resto? SILENCIO.

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AGRADECIMIENTOS

Ofrezco mil y mil gracias a todos mis profesores en la licenciatura, quienes contribuyeron de una u otra forma en mi formación pedagógica y académica.

Agradezco el apoyo y respaldo que durante todo este trabajo y mi carrera me ofreció gentil y amistosamente, el Doctor CESAR VALENCIA SOLANILLA, quien siempre creyó en mis capacidades y aptitudes igualmente, al Doctor FERNANDO MALDONADO DELGADO, quien con su acuciosa labor facilitó la aprobación del presente trabajo.

DEDICATORIA

Dedico este trabajo a mis padres y seres queridos, pues este éxito que hoy obtengo, no sería realidad sin su presencia en mi vida.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Cesar Augusto Agudelo Parra

Asesor: cesar valencia solanilla

Universidad Tecnológica De Pereira

Escuela De Español Y Comunicación Audiovisual

Pereira

1996

[1] erman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Bogotá Siglo XXI Editores. 1991 Prefacio.

[2] abermas, Jürgen. Modernidad versus postmodernidad en Modernidad y postmodernidad. J. Picó. Madrid Alianza 1988.

[3] yotard, François. Respuesta a ¿Qué es lo Postmoderno? en Modernidad y Postmodernidad, Picó, Josep, Madrid. Alianza 1988. p. 63.

[4] Citada por Álvaro Pineda Botero en Revista Senderos Nº6. Universidad Nacional. Bogotá, 1993.

[5] otero, Nodier. La postmodernidad razonada desde la novela. Ediciones Universidad del Quindío, 1996, p. 79.

[6] p. cit., p. 86.

[7] erman, Marshall. Op. Cit. p. 80.

[8] erman, Marshall, op. cit. p. 7.

[9] bíd., p. 143.

[10] riedrich, Hugo. Estructura de la lírica moderna. Editorial Gredos, Madrid. 1987.

[11] erman, Marshall. óp. cit. p. 142-143.

[12] abermas, Jürgen. Modernidad vs. Postmodernidad. Citado por Josep Picó.

[13] erman, Marshall. óp. cit. p. 323.

[14] otero, Nodier. óp. cit., p. 88.

[15] er Burgos, Fernando, Nuevo texto crítico. Año II, Nº 3 (1979).

[16] ineda, Álvaro, "El reto de la Crítica" Citando a Lyotard. p. 187.

[17] ineda B., Álvaro. óp. cit., p. 173.

[18] erman, Marshall, op. cit., p. 90.

[19] erman, Marshall. Citando a Baudelaire. óp. cit., p. 131.

[20] e Toro, Alfonso. Postmodernidad y Latinoamérica (con un modelo para la narrativa postmoderna). Plural Nº 233, febrero de 1991. p. 443.

[21] otero, Nodier, Citando a Lyotard. óp. cit., p. 93.

[22] ineda Botero, Álvaro. óp. cit., p. 170.

[23] udice, George. ¿Puede hablarse de Postmodernidad en América Latina? Revista de Crítica Literaria latinoamericana año XV, Nº29. 1989. p. 114.

[24] bid. Citando a Jameson. p. 120.

[25] abermas, Jürgen. op.cit., p. 22.

[26] bid. p. 23.

[27] yotard, François. En Josep Picó. op. cit., p. 25.

[28] p.cit., p. 30.

[29] otero, Nodier. op. cit., p. 68.

[30] ineda Botero, Álvaro. op cit., p. 198.

[31] erman, Marshall op. cit., p. 317.

[32] arlos Perozzo, El resto es silencio, Planeta, Bogotá, 1996. Todas las citas que se hacen en este trabajo remitirán a la página correspondiente de esta edición.

[33] enominaciones hechas por Perozzo sobre Bogotá. Aparecen en el texto El resto es silencio en diferentes páginas y situaciones.

[34] ombres dados a los personajes de la obra El resto es silencio por su autor Carlos Perozzo, en diferentes páginas.

[35] . Ibíd. Situación anterior, para nombrar hechos, objetos e incluso personas.

[36] ste punto merecería un especial tratamiento en otro trabajo del cual no se ocupa el presente análisis por motivos metodológicos.

[37] er artículo publicado en el Magazín Dominical del Espectador Nº610 Enero de 1995 "Esto es literatura".

[38] otero, Nodier. óp. cit., p. 68.

[39] .Ibíd. citando a Lyotard. p. 72.

[40] . Pineda Botero, Álvaro. Ã"p. cit. P. 205.

[41] 0.Ibid. p. 207

[42] 1. Ong. Walter. Oralidad y escritura, tecnologías de la palabra, México Fondo de Cultura. 1987. (El trabajo es citado debido a que la oralidad es un nivel del lenguaje que durante siglos ayudó a construir la memoria colectiva de los pueblos, hecho que Perozzo pretende hacer en El resto es silencio. Además esta experimentación de Perozzo se explica fascinantemente.

[43] 2. Ibíd. Capítulo III. p. 38.

[44] 3. Ibíd. p. 42.

[45] Ruiz, Hugo. Reseña sobre El resto es silencio, Revista Plural, nov.-dic. 1993.

[46] ng, Walter. op. cit., p. 57

[47] ng, Walter. Op. cit., p. 63.

[48] bíd. p. 69.

[49] aicedo de Cajigas, Cecilia. Curso sobre teoría crítica aplicada a la novela colombiana. Banco de la República. Pereira, 1996.

[50] .Botero, Nodier. op. cit., p. 83.

[51] .Pineda Botero, Álvaro. El reto de la crítica. op. cit., p. 221

[52] .Ibíd. Citando a Ermarht. p. 198.

[53] . Pineda Botero, Álvaro. p. 214.

[54] . Ibíd. p. 215.

[55] . Ibíd. p. 215.

[56] .Citado por Pineda Botero, Álvaro. Op. cit. p. 220.

[57] . Ibid. p. 221.

[58] .Ibid. p. 222.

[59] . Ibid. p. 223.

[60] . Ibíd. p. 221.

[61] . Esta teoría del hombre postmoderno, caracterizado como héroe abyecto no es solamente nuestra. Pues Álvaro Pineda Botero, en El Reto de la Crítica, cita a El resto es silencio, como un testimonio fiel de la sociedad y el hombre actual en Colombia. Para mayor información leer sus apreciaciones en el trabajo que se viene citando.

[62] 2. César Valencia Solanilla, en su artículo sobre la novela de Perozzo, Esto es literatura, el resto es silencio en Magazín Dominical Nº 610 de El Espectador, cita varias obras que corresponden a la postmodernidad: Opio en la nubes, de Rafael Chaparro Madiedo; Gallinazos en la baranda, de Álvaro Pineda Botero; Hacia el abismo, de César Pérez Pinzón; El pelaito que no duró nada, de Víctor Gaviria; Los parientes de Ester, de Luis Fayad.

[63] 3. Citado por Pineda Botero, Álvaro. El reto de la crítica. Canon y Teoría Literaria. 1995. Bogotá. Planeta. p. 232

[64] 4. Ibíd., p. 234.

[65] 5. Caicedo de Cajigas, Cecilia. En Taller de crítica literaria aplicada a la novela colombiana. Banco de la República. Abril 17-julio 24 de 1996.

[66] 6. Al respecto existen otras novelas como El vuelo de la paloma de Roberto Burgos Cantor, que si bien trabaja los juegos lingüísticos, presenta una concepción diferente del hombre y de la vida; así mismo la obra Sabor a mí de Silvia Galvis, también reconstruye la historia pero desde una perspectiva más bien política, más provincial; y no tan citadina ni del hombre común como lo hace Perozzo.

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