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Un acercamiento al papel de Cuba en el conflicto colombiano (página 2)


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c) Un tercer factor lo constituyen las luchas cívicas, sindicales y estudiantiles que se registran a inicios de los sesenta en el departamento de Santander y su zona de influencia, región donde se funda el ELN: a) el parovico de 1963 en Barrancabermeja, en el que participaron amplios sectores de la población, b) La huelga de Ecopetrol, que inició el 19 de julio de 1963 y que se prolongó durante 42 días, y c) El Movimiento Estudiantil en la Universidad Industrial de Santander (UIS). El 25 de mayo de 1964 se inicia un nuevo movimiento del estudiantado de la UIS, en respuesta a la política del rector de la época. El comité de huelga estaba presidido por Jaime Arenas, estudiante de dicha universidad, quien para ese entonces ya formaba parte del naciente ELN. "Los estudiantes se toman la Universidad y crean "milicias" estudiantiles para custodiarla. El movimiento recibe un amplio respaldo de la ciudadanía de Bucaramanga y con la Federación Universitaria Nacional como organismo gremial de los estudiantes se gesta un paro nacional estudiantil de solidaridad" (Vargas, 2006: 117).

d) En este convulsionado contexto se observa también una marcada radicalización

de ciertos sectores sindicales, especialmente el petrolero, que plantea la necesidad de articular las luchas reivindicativas sindicales con las revolucionarias. La influencia se da en doble vía, en la medida en que los sindicatos también se vieron influenciados por las nacientes tesis del ELN.

Entre todos estos eventos que permitieron el nacimiento del ELN quiero resaltar el papel de Cuba. La mayoría de historiadores colombianos coinciden en que el ELN fue el resultado directo de la revolución cubana. Estudiantes radicales decidieron que era posible repetir el éxito del Movimiento 26 de julio en Colombia. Su impulso inicial lo dio el MOEC (trabajadores, estudiantes y campesinos del Movimiento), formado por Antonio Larrota líder estudiantil que murió en 1961 mientras trataba de establecer un "foco" en el territorio del norte llamado Cauca. En 1964 el MOEC hizo al parecer se desintegró debido a una combinación de reveses militares y las luchas internas entre facciones.

En ese momento, Fabio Vásquez y un pequeño grupo de activistas estudiantiles de la ex-MOEC puso en marcha el ELN después de recibir entrenamiento militar en Cuba.

El ELN hizo su debut el 7 de enero de 1965 cuando 27 hombres y una mujer armados con rifles de caza tomaron el control del pequeño pueblo de Simacota durante dos horas y pronunciaron discursos revolucionarios. En una revisión reciente de los líderes del ELN, el comandante Manuel Pérez respondió al siguiente cuestionamiento: El ELN nace en 1964 y se da a conocer en la toma de la población de Simacota en 1965. Eran los tiempos de la influencia de la revolución cubana y los primeros impulsos foquistas. ¿Podría hacerse una breve síntesis sobre los principales cambios que ha habido en su evolución histórica?

"Nosotros partimos de la influencia de la revolución cubana y la admiramos mucho además, y nuestros primeros hombres de guerrilla se formaron allá, estuvieron participando allá en las luchas. Pero no quiere decir que asimilamos la teoría del foco, tal cual la entendieron los cubanos. De pronto, nosotros entendimos la teoría del foco tal cual nosotros logramos asimilarla. Por eso, de las desviaciones que aquí se produjeron no culpamos pues, a los cubanos, culpamos a nuestra interpretación de cómo ellos desarrollaron la lucha. En ese sentido creemos que hubo desviaciones como por ejemplo, el verticalismo, el militarismo, el autoritarismo, el tener una relación con las masas mucho en función a la lucha armada, etc., lo cual nos llevó a participar activamente en muchas luchas, pero para extraer a sus principales dirigentes, que seguramente no era lo más correcto. De ahí que en este momento podríamos decir que, transformaciones que hemos tenido han sido por ejemplo, ligarnos mucho más a las organizaciones del pueblo y a las organizaciones naturales de las masas, en relación a comprender cuáles son sus reivindicaciones y respetar sus procesos de organización propia, para que vayan primando sus intereses, sus luchas, y no solamente mirar la lucha armada como aquello que las masas tienen que asumir.

Otro aspecto que hemos estado trabajando y revisando mucho, ha sido, cómo deben ser las direcciones colectivas, la participación en las decisiones, o sea, cómo ir venciendo toda esa cuestión del autoritarismo, del uni-personalismo en la toma de decisiones, el verticalismo en cuanto a cómo deben hacerse las cosas, sin dejar de entender que somos una organización político-militar y por tanto no quiere decir que no haya órdenes.

En todo ese cuestionamiento que nos hicimos, fuimos tan allá, que entendimos que la democracia no aceptaba órdenes, que lo que debía haber eran decisiones colectivas para cada cosa y todo eran discusiones. Llegamos al extremo opuesto de que prácticamente no había mandos, de que no había orientaciones sino decisiones de consenso…, y claro, en una organización político-militar, eso llevaba al extremo de diluir la estructura militar.

De ahí que después de ese bandazo hacia un excesivo democraterismo, hemos tenido que ir volviendo a mirar mucho las formas participativas, la toma de decisiones, las direcciones colectivas, siempre con mandos para trazar las órdenes militares.

Otro aspecto ha sido profundizar en la comprensión teórica del marxismo y asumirlo como organización, como vía ideológica, pero al mismo tiempo ir discutiendo dentro de la comprensión del marxismo el que quepan otra serie de aspectos como la participación de los cristianos, lo que implicaba de contradicción con la teoría marxista tradicional, etc.

Lo mismo el funcionamiento como organización. Nosotros nunca nos hemos llamado partido, ni tenemos formas orgánicas siempre iguales. Tenemos mucha facilidad para cambiarlas, incluso no hemos tenido formas uniformes en nuestra estructura. Por ejemplo, yo creo, que nuestros frentes no se parecen el uno al otro, ninguno. Todos tienen sus propias características, incluso formas orgánicas diferentes. Las cosas esenciales son comunes, pero con mucha variabilidad en su configuración. Tampoco después de muchas discusiones hemos terminado de enemigos de los que optan por el partido, porque incluso decimos, que esto seguramente no terminará siendo ni partido, ni organización p-m, sino que seguramente irán surgiendo otras formas organizativas diferentes que tendremos que buscar".

La relación entre las FARC y el ELN fueron tensas desde el principio. Aunque Cuba poco desarrolló el tipo de crítica sistemática del estalinismo que el movimiento trotskista hizo, hubo una crítica implícita a través de sus relaciones de colaboración con los grupos armados a la izquierda del PP, como el ELN.

El ELN hizo proposiciones a las FARC en 1966 en el momento de su fundación. El ELN, con sede en el norte, invitó a la colaboración a FARC en el sur: "Todos los esfuerzos que hacen hacia la colaboración, el conocimiento, la coordinación y la unidad con otras fuerzas de la guerrilla, sin embargo, recientemente formado, está jugando un gran papel en el desarrollo de la lucha por la liberación nacional. "

El PP respondió: "El camarada Marulanda ha sido informado por nuestra parte de sus actividades, que no hayan satisfecho el partido. El partido, el Estado Mayor de las FARC, y el Comandante Marulanda Vélez considera que las relaciones, como usted sugiere no será posible a menos que usted acepta la política del Partido Comunista".

¿Y cuál fue la política del Partido Comunista en esa época? Fabio Vásquez, fundador del ELN, explica:

"… La Revolución cubana en nuestro país coincidió con la caída de Pinilla (Frente Rojas) dictadura nacionalsocialista, y el retorno a la democracia representativa tradicional con políticos liberales y conservadores. Esto propició un conflicto entre los partidarios de la intensificación de la lucha electoral y la formación de movimientos electorales, y los que abogaban por la guerra insurreccional. Después de la caída de Rojas Pinilla, el único movimiento con ideas revolucionarias fue el partido comunista. Mientras tanto los que siguieron el patrón de la Revolución Cubana buscaron soluciones armadas. Tenían un choque decisivo con las directivas, las tácticas y la estrategia del Partido Comunista y el MRL, que en ese momento era el representante del movimiento izquierdista en Colombia. Fue entonces cuando el Movimiento obrero-campesino de estudiantes (MOEC) apareció, encabezada por Antonio Larrota, un líder estudiantil, quien propuso la lucha armada. Desde el principio el MOEC tenían serias dificultades y enfrentamientos con la dirección oficial del Partido Comunista, que estaba concentrando sus esfuerzos en ayudar a formar el LMR con objeto de participar en las elecciones que estaban empezando a tener lugar después de la caída del dictadura".

En 1968 las FARC definió su tarea como la construcción de la Patria del Frente de Liberación, que es la jerga estalinista para un gobierno policlasista, y declaró que su política era guiado por la política del Partido Comunista, expresada en las decisiones del Décimo Congreso, y reuniones de su Comité Central. Frente a esta línea dura ortodoxia del PP, el ELN había no tenía otra alternativa que proceder por sí solo.

El famoso líder de la mayoría del ELN fue Camilo Torres, un sacerdote católico que murió en combate y que era una de las figuras más extraordinarias de la política revolucionaria en América Latina en las últimas décadas. Fue capellán de la Universidad Nacional en Bogotá y uno de los fundadores del Departamento de Sociología. Más tarde se convirtió en decano de la Escuela de Administración Pública, donde dio conferencias sobre la necesidad de una reforma agraria. En 1965 planteó una "Plataforma para un Movimiento de Unidad Popular", que desató una gran polémica en Colombia y condujo a su despido de la universidad. Torres también se enfrentó con la Iglesia cuando abogó por la expropiación de propiedades de la Iglesia mediante la revolución socialista.

Cuando Torres se unió al ELN, fue con el entendimiento de que puedan facilitar un ala urbana del movimiento bajo los auspicios de un grupo que él había iniciado llamado el Frente Unido del Pueblo. A lo largo de 1965 viaja por todo el país pidiendo el apoyo de su grupo, a menudo aparece con guardaespaldas del ELN.

Torres se sintió frustrado con el fracaso de la izquierda urbana. Fue atacado por los maoístas, por ejemplo, por no ser lo suficientemente radical – una gran sorpresa. Agotado y desilusionado, Torres puso un uniforme de guerrillero y se fue al campo. Él murió en combate el 16 de febrero de 1966. Su pérdida, como el Che, era producto de un tiempo muy impaciente, cuando la necesidad imperiosa de "Crear dos, tres, muchos Vietnam" era irresistible, no importa lo mal que considera la estrategia presentada en la consecución de ese objetivo.

El ELN después de más de 30 años de lucha y de sacrificios, en palabras de uno de sus comandantes Manuel Pérez opina sobre la Revolución Cubana (Arregi, 1992): "Nosotros, primero que todo somos muy respetuosos con la revolución cubana, al ver que ellos están haciendo un gran esfuerzo para construirla. No nos sentimos obligados a seguir ningún punto de vista, ningún planteamiento que hagan los cubanos, pero sí estamos por la defensa de la revolución cubana. Defendemos a Cuba como referencia de las luchas de liberación y de la dignidad socialistas en medio de la ofensiva ideológica antisocialista. Lo valoramos mucho, creemos que eso da fuerza de resistencia.

En cuanto a las particularidades del proceso, vemos que hay aciertos y desaciertos y que seguramente al mirar con simpatía, pues seguramente encontraremos justificaciones a tal o cual cosa. Por ejemplo, la falta de democracia de la que se habla tanto. Pues nosotros, de pronto, somos tendentes a buscar explicaciones de por qué no se da suficiente democracia.

En Cuba hay más democracia que en cualquiera de estos países. Las listas de los candidatos populares que elegía la gente, por ejemplo, eran hechas por la propia gente. Aquí los candidatos son seleccionados por la burguesía. No hay la suficiente democracia decimos, pero hay mucho más que en los países que más agreden con la falta de democracia.

Sin embargo, consideramos que hay que construir la democracia con mucha más amplitud, como la base fundamental del socialismo, porque el socialismo descansa en la democracia

Cómo construir la democracia frente a la agresión. Nosotros en eso nos inclinamos a decir que es muy difícil ejercer la democracia, en toda su amplitud, con una agresión cultural, económica, política y de todo tipo. Si bien seguimos defendiendo que la democracia es la esencia de la construcción del socialismo, que la participación del pueblo es la garantía de la construcción del socialismo, hay que mirar la construcción socialista según la relación de fuerzas. Por eso, uno piensa, que el socialismo para su construcción se demorará muchos años".

Muchas de estas luchas Cuba las ha manifestado en las utopías fundacionales que guían y orientan el proceso revolucionario cubano. Es por esto que en ésta primera parte traté de presentar lo que en algunos medios intelectuales colombianos se denomina "el apoyo de Cuba a apoyo a las organizaciones revolucionarias", en nuestro conflicto articular al ELN.

Cuba y proceso de paz colombiano

La historia de las negociaciones entre la guerrilla y el gobierno se puede situar desde 1982. Hubo intentos anteriores, pero de una u otra manera ésta comienza con el proceso de paz de Belisario Betancur entre 1982 y 1986. El común de la gente piensa que los intentos de paz del presidente Betancur fracasaron. Sin embargo, hay que reconocer que en su gobierno hubo un cambio importante en la dirección del discurso político del país. Se introdujeron dos elementos al discurso político nacional: el primero reconoció que la oposición armada es un actor político y que es necesario abrir un diálogo con ella. El segundo planteó que Colombia, como otros países en América Latina en esta época, también requería un proceso de apertura democrática. El nuevo planteamiento era un viraje radical. Para Betancur, el paso fundamental del proceso de democratización colombiano era la negociación con la guerrilla sobre la base de su eventual participación en un sistema político reformado.

Durante el gobierno de Betancur se llegó a unos acuerdos del cese al fuego, se abrieron mesas de discusión sobre los grandes problemas del país y se plantearon grandes reformas políticas sobre puntos tales como la situación agraria, urbana, legislativa, así como sobre los derechos humanos. Pero no se alcanzaron acuerdos definitivos en ningún campo. No duraron los pactos de tregua. No se alcanzó la paz.

Al llegar al poder Virgilio Barco (1986-1990), su gobierno hizo una evaluación de la política de paz de Betancur. Los nuevos consejeros concluyeron que sus predecesores no tenían un proyecto definido, no había metas claras ni cronogramas o fechas límite precisas, no había tiempo de difusión; había demasiados actores sociales involucrados, pero sin un compromiso definido y efectivo por parte del gobierno.

A partir de estas evaluaciones, el gobierno de Barco fundó la Consejería para la Reconciliación, Normalización y Rehabilitación de la Presidencia, como símbolo y garantía del compromiso del gobierno al más alto nivel. A través de esta nueva oficina, el gobierno redujo el alcance de las negociaciones a unos asuntos que él consideró manejables. En vez de una agenda de negociación amplia y abierta, quería negociar con la guerrilla únicamente sobre los pasos del desarme y la posterior incorporación en la vida política legal. Los otros asuntos políticos y sociales deberían ser tratados en otros foros y dirigidos a otros contrincantes que no pertenecían a los movimientos armados. El gobierno quería reafirmar la autoridad del Estado como Estado. Así, junto con el proyecto de negociaciones restringidas con la guerrilla, el gobierno Barco desarrolló una serie de programas encaminados a la rehabilitación de las zonas de violencia, tales como el Plan Nacional de Rehabilitación y el establecimiento de los consejos municipales y departamentales de rehabilitación, que debían fomentar la participación de la ciudadanía.

En el fondo, el objetivo principal no era negociar una solución al conflicto armado, sino legitimar el Estado y deslegitimar la guerrilla. Es decir, para Barco podía haber negociaciones, pero ya no entre dos partes, sino entre un Estado que conscientemente representaba a la ciudadanía y unos grupos guerrilleros que cada vez eran menos legítimos, pero que podrían aspirar a participar en la vida política del país. La estrategia se resumió en el lema de "mano tendida; pulso firme".

La limitación de la estrategia de Barco estribó en su propia concepción: era un programa demasiado maquiavélico que impidió negociaciones sustantivas. Se perdieron por ello tres años en el camino de las negociaciones. Durante este tiempo se rompieron los acuerdos del cese al fuego firmado con las FARC en 1984, y creció el conflicto con los otros grupos guerrilleros. El análisis que hicieron en el gobierno Barco fue que los acuerdos de cese al fuego anteriores no habían servido, que la guerrilla había aprovechado la tregua para aumentar su pie de fuerza y desdoblar sus frentes. Era mejor replantear las negociaciones y el proceso de paz en general.

Aunque la posición del gobierno es comprensible, el hecho es que acabaron con las negociaciones por tres años, a partir de 1986. Solamente en 1989, volvieron a tomar las riendas de las negociaciones, sobre la base de una negociación estrecha sobre la dejación de las armas y la subsecuente incorporación política.

La estrategia sirvió parcialmente. Consiguió la incorporación de algunos grupos guerrilleros, entre ellos el M-19, la mayor parte del EPL, y el grupo indígena Quintín Lame. Era una paz parcial, no completa. Puede pensarse que la estrategia de los tres primeros años sirvió para presionar a algunos grupos para que negociaran. Pero resultado global fue muy restringido puesto que dejó los principales grupos por fuera.

En 1990 llegó al poder César Gaviria. Este año representó un momento de gran crisis política y de extraordinaria revuelta social, particularmente después del asesinato del candidato presidencial del Partido Liberal, Luis Carlos Galán, y los asesinatos de dos candidatos de la izquierda, entre ellos el candidato del M-19, Carlos Pizarro, después de haber entregado sus armas. Junto con la elección de Gaviria, el electorado también votó abrumadoramente la idea de elegir una Asamblea Constituyente, como solución a la crisis política. El momento reflejó la culminación de dos procesos contradictorios que había experimentado el país desde comienzos de los años ochenta: uno era un proceso de reformas y democratización, el otro, la gran profundización de la violencia en el país. Los resultados fueron un país realmente más democrático, aunque sustancialmente más violento.

El gobierno de Gaviria presidió la Asamblea Constituyente, promovió la nueva Constitución de 1991, y posteriormente nombró un ministro de Defensa civil, como parte de un proceso para imponer control civil sobre la esfera militar. También presidió los procesos de paz parciales que culminaron con la participación de unos grupos guerrilleros en la Asamblea Constituyente. Pero en su tratamiento con los otros grupos guerrilleros que aún quedaban por fuera del sistema político, el presidente Gaviria seguía, en gran medida, la experiencia y las fórmulas del gobierno Barco.

Jesús Antonio Bejarano, quien fue consejero presidencial para la paz en esta época, responsable por las negociaciones con las FARC y el ELN en las reuniones de Caracas en 1991, ha escrito que el gobierno de Gaviria quería distinguir entre la solución del conflicto armado y la discusión de los grandes problemas nacionales con la guerrilla. Afirma que la guerrilla pretendía discutir sobre la crisis nacional, pero que no estaba interesada en una solución al conflicto armado. Conceptualizado así, con la desmovilización de los grupos alzados en armas como requisito principal para la paz, la política de Gaviria no equivalía mucho más que a la prolongación de la estrategia maquiavélica de la administración Barco. Además, con la dura experiencia de los grupos guerrilleros que sí habían entregado las armas, esta política resultó aún menos viable para los otros grupos.

Aunque Bejarano aconsejó limitar las negociaciones a las cuestiones de desarme y reincorporación, yo me pregunto por qué no se pueden discutir los grandes problemas nacionales con la guerrilla y, a través de estas conversaciones, buscar soluciones nacionales. Éste no es un asunto de representatividad de la guerrilla. Negociar grandes salidas que no tienen cabida dentro de los foros internacionales no quiere decir que la guerrilla represente la sociedad civil. Puede ser que la guerrilla no represente a nadie. Pero sí se puede sacar provecho de unos diálogos y foros extrainstitucionales para impulsar los grandes cambios que el país necesita. Los procesos de paz pueden tener esa función.

La experiencia extranjera aporta lecciones al respecto. Las negociaciones de Guatemala pusieron en evidencia que se puede negociar con independencia de la representatividad de la guerrilla. Allí llegaron a unos acuerdos, tales como los derechos de la población indígena, los derechos humanos, el regreso de las poblaciones exiliadas, la conducta de las Fuerzas Armadas y varios otros temas de envergadura nacional, sin que alguien pretendiera que la guerrilla represente gran parte de la sociedad civil. Hay que tratar de construir un foro capaz de introducir cambios inalcanzables dentro de la conducta normal de las instituciones ya establecidas. Es más, si el objetivo es la paz y la terminación del conflicto armado, un gobierno gana involucrando a la guerrilla en las grandes reformas estructurales, sentándola a la mesa, dándole crédito a sus proposiciones, haciendo de ella un sujeto de negociación y no un objeto de derrota.

La idea es hacer responsable a la guerrilla por los cambios negociados y comprometerla con su ejecución. (En igual forma el gobierno, las Fuerzas Armadas y otros actores del Estado y la sociedad civil también tienen que comprometerse con los resultados de la negociación). Hay quienes afirman que en Colombia no es factible tal tipo de negociación. Que en Colombia, la guerrilla está demasiado involucrada en el crimen, el secuestro y el narcotráfico, que no tiene control territorial como el que tenía la guerrilla salvadoreña, que la guerrilla colombiana se ha degenerado en grupos de pandillas y bandoleros. Sin embargo, aunque pueden ser ciertas algunas de estas afirmaciones, aún se puede negociar con la guerrilla colombiana.

Cuando llegó al poder el presidente Ernesto Samper (1994-1998), uno de sus primeros actos fue pedir un informe al alto consejero para la paz sobre la voluntad de la guerrilla y la factibilidad de entrar en negociaciones con ella. Con este acto, Samper quiso darle un viraje a la política de los últimos años de Gaviria, que pretendía tratar a la guerrilla simplemente como un grupo de bandidos y secuestradores, sin reconocer su carácter político. Samper restauró la concepción política del conflicto armado colombiano. Y después de 100 días, cuando el alto consejero para la paz rindió su informe, también afirmó que, a pesar de todo, las guerrillas siguen siendo actores políticos, y que sí existían las condiciones para negociar con ellas. Infortunadamente, es poco lo que se ha avanzado entre el Informe de los Cien Días y el momento actual. La crisis presidencial desvió cualquier posibilidad de avance en ese campo.

Si el gobierno Betancur planteó una nueva visión frente al conflicto armado, el de Andrés Pastrana (1998-2002), que concentró sus esfuerzos en las negociaciones de paz con las FARC, marcó un hito en la historia del conflicto armado colombiano.

El proceso de paz de Pastrana se caracterizó por las generosas concesiones otorgadas al ELN y a las FARC – particularmente a estas últimas-. Se destinó una vasta extensión de territorio, de más de 42 mil kms2 (el tamaño de El Salvador), como "Zona de Despeje" y escenario de la negociación, donde la única presencia armada era la de las FARC. El ejército, la policía, e incluso las autoridades civiles y judiciales, cedieron el control de la zona grupo guerrillero.

En contraste con las prerrogativas concedidas por el gobierno, las "contrapartidas" exigidas a la insurgencia fueron mínimas, y su cumplimiento nulo. De hecho, se intensificaron las incursiones y ataques guerrilleros a la fuerza pública y la población civil, aumentó el secuestro y la extorsión, y se evidenció la participación activa de las FARC en actividades de narcotráfico, lavado de dinero y tráfico de armas. El desenlace es conocido por todos. La sociedad colombiana se radicalizó al no ver avances hacia la paz, y el proceso se volvió insostenible. El esfuerzo y la ilusión del gobierno se vieron frustrados, se rompieron las conversaciones, y el proceso fracasó.

Tres aspectos de fondo, que tendrán gran peso en el desenlace futuro del conflicto armado, condicionaron la suerte de ese intento de pacificación sin precedentes: la intencionalidad de las partes; la legitimidad y el apoyo interno; y la llamada "internacionalización" del conflicto.

Intencionalidad de las partes: Lo sucedido durante y después del proceso Pastrana subrayan la tesis de los analistas que advirtieron que el llamado "proceso de paz", la salida política que el gobierno contemplaba con sinceridad, no era tal para las FARC. Para ellos, el proceso fue "una táctica política dentro de una estrategia de guerra".

Legitimidad y apoyos políticos internos: Unos y otros equivocaron el "cálculo" de su apoyo popular. Como la gran mayoría de los colombianos no se identifica con el discurso de la guerrilla y repudia sus actos criminales, el gobierno supuso que ello garantizaría una gran base de apoyo popular. Y la guerrilla, contando con una ciudadanía que no se ve representada ni se identifica con la dirigencia política y económica, y desprecia sus prácticas clientelistas y excluyentes, asumió que ello le daría un sólido respaldo popular. Pero ninguno entendió que estas no eran "mayorías" distintas, sino una misma masa de colombianos. Lo que cada uno asumió como su gran sustento político resultó siendo un pasivo para ambos. En otras palabras, pese al anhelo de paz de los ciudadanos, muy pocos se sintieron partícipes del proceso, ni representados en éste por una de las partes. Poco a poco, Pastrana se fue quedando solo. Mientras acumulaba paciencia y buscaba apoyo internacional para mantener vivo el proceso, los crecientes abusos y desafíos de la guerrilla desbordaron lo que con el tiempo demostró ser apenas "tolerancia" –y no un compromiso con convencimiento- de los colombianos frente al proceso de paz.

Una de las consecuencias inmediatas del fallido proceso fue que la correlación de apoyos "reventó" contra la guerrilla. No porque los colombianos crean ahora que sus dirigentes son eficientes, transparentes e incluyentes, sino porque la indignación frente a los crímenes de la guerrilla, y la percepción generalizada de la seria amenaza que ésta representa, generó un nuevo y amplio consenso: solucionar el tema de la seguridad es la prioridad. De una actitud vacilante entre el

escepticismo y la esperanza, se pasó a un repudio general que puso en primera línea la necesidad de "confrontar definitivamente" a la guerrilla. Los esfuerzos que los colombianos no estuvieron dispuestos a hacer en el proceso de paz de Pastrana hoy parecen estarlo para respaldar la "línea dura" de Uribe. Y ese apoyo mayoritario al ex presidente juega hoy –y seguirá jugando- un papel central en el tratamiento que el gobierno le da al problema de la insurgencia.

Internacionalización del conflicto: Si a partir de Betancur el conflicto interno se reconoció como problema de Estado, con Pastrana adquirió una dimensión internacional. Sus esfuerzos diplomáticos movilizaron solidaridades y ayudas de países tan diversos como EE.UU., Cuba, y varias naciones europeas.

En medio de esta historia de procesos de paz, el gobierno cubano ha manifestado sus buenos oficios y compromisos por la paz en Colombia dónde a finales de los 90, el presidente Fidel Castro, un líder confesamente admirado por los rebeldes del ELN, aseguró que los nuevos tiempos eran para la "batalla de ideas" y no el uso de las armas y en otras ocasiones expresó su deseo de que se ponga fin al conflicto en el país sudamericano, pues dificulta la integración regional.

Hace poco Fidel Castro revela en su libro "La paz en Colombia", retazos hasta ahora no escritos de su estrecha relación con nuestro país y nuestro conflicto. Describe Patricia Grog que dicho libro contiene y relata:

Un juego de fotografías ilustra encuentros de Castro con varios presidentes colombianos, como César Gaviria (en 1993 y 1994), Ernesto Samper (junio de 1998), Andrés Pastrana (septiembre de 1998 y 1999) y con Carolina Barco, la canciller colombiana que visitó La Habana entre fines de marzo y principios de abril de 2006.

En aquella ocasión, Barco anunció a periodistas que Castro y el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, habían intercambiado sendas invitaciones de visitas oficiales y era portadora de un mensaje del mandatario de su país para agradecer el apoyo cubano a las conversaciones con el insurgente Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Sin embargo, una lectura rápida de los diferentes capítulos no permite encontrar menciones de Castro a su relación con Uribe ni a las pláticas (inconclusas) que entre diciembre de 2005 y mediados de 2007 celebraron en La Habana delegaciones del gobierno de esa nación sudamericana y del izquierdista ELN.

En el libro "no se emite ningún juicio sobre el actual gobierno de Colombia", sino sobre administraciones anteriores, con base "en hechos históricos", confirmó José Arbesú, jefe desde hace dos décadas de la Sección América del Comité Central del gobernante Partido Comunista de Cuba, tras presentar el libro en la noche del miércoles.

Arbesú, protagonista de varios pasajes narrados por Castro, insistió en su presentación en que lo "más importante" es el abordaje "de algo que ha estado oculto", los esfuerzos de Cuba a favor de la paz y de una solución negociada al conflicto colombiano que estalló en 1964.

Alejado de la vida pública desde julio de 2006 por su enfermedad, Castro dedica un capítulo a la negociación abierta en enero de 1999 entre el gobierno de Pastrana y las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo), principal guerrilla de ese país, y que se desarrolló sin éxito en San Vicente del Caguán, en el sureño departamento del Caquetá.

Otro capítulo, "Los dos encuentros con Marulanda", contiene un informe de Arbesú del 14 de diciembre de 1998, donde se detalla el pedido del líder máximo de las FARC "Manuel Marulanda" de evaluar la posibilidad de un viaje suyo a Cuba, "lo que puede ser de mucha trascendencia para el proceso de paz", dice el texto.

En otro documento, fechado el 12 de enero de 1999, Arbesú informa de una reunión sostenida con Marulanda –muerto este año– en la cual se explican las razones por las que el líder guerrillero no asistió a la inauguración del diálogo con Pastrana. Su ausencia tuvo un "costo político", a juicio de Cuba.

"El tema de la seguridad fue un factor que el Secretariado de las FARC tomó en cuenta para oponerse a su presencia en esa cita", dice Arbesú, quien como "emisario" estima que el proceso de diálogo sería "largo y muy complicado, pudiendo no rebasar más allá de este marco".

"Si bien nosotros podemos contribuir y ayudar a ambas partes, sugerimos mantener una posición muy prudente y de un perfil discreto, pues mucha gente, incluyendo el propio gobierno colombiano y sus medios de comunicación, nos quieren comprometer en un papel de mediadores o facilitadores, sobredimensionando nuestra influencia sobre la guerrilla", indica.

La conclusión de Castro, tras varios contactos de Arbesú con el jefe guerrillero, es que "Marulanda comprende las realidades del país y de la época en que le tocó nacer. Estaba lejos de ser el bandido y narcotraficante que se empeñaron siempre en presentar sus enemigos".

"Cuba venía esforzándose por encontrar una solución para Colombia en vista de las circunstancias enteramente nuevas que allí se habían creado décadas después del triunfo de la Revolución Cubana. Habíamos ofrecido nuestro territorio como sede para cualquier conversación de paz", afirma.

El "único requisito" de esa oferta fue que Cuba no participaría en las negociaciones "ya que el problema debía resolverse exclusivamente entre colombianos, sin ningún tipo de presión internacional", señala Castro.

En el epílogo del libro, el ex gobernante cubano expresa que su discrepancia del jefe de las FARC tenía que ver con el ritmo que Marulanda asignaba al proceso revolucionario y a su idea de guerra excesivamente prolongada.

"Su concepción de crear primero un ejército de más de 30.000 hombres, desde mi punto de vista, no era correcta ni financiable para el propósito de derrotar a las fuerzas adversarias de tierra en una guerra irregular", explica Castro, quien más adelante declara su admiración por "la firmeza revolucionaria que mostró Marulanda".

El ex mandatario repite una idea ya expresada este año en una de sus columnas de opinión tituladas "Reflexiones", y que dedicó al conflicto colombiano. "Es conocida mi oposición a cargar con los prisioneros de guerra, a aplicar políticas que los humillen o someterlos a las durísimas condiciones de la selva", afirma.

Castro insiste en que tampoco "estaba de acuerdo con la captura y retención de civiles ajenos a la guerra". "Debo añadir que los prisioneros y rehenes les restan capacidad de maniobra a los combatientes", dice.

Las relaciones colombo-cubanas que durante la segunda mitad del siglo XX estuvieron determinadas, salvo ciertos momentos excepcionales, por el conflicto Este-0este, superada la Guerra Fría, los vínculos de Colombia con Cuba, en particular desde 1993, con la reanudación de relaciones diplomáticas,  en el gobierno de César Gaviria,  mejoran sustancialmente, aun cuando, es necesario señalar,  que independientemente de las tensiones o el distanciamiento político, el intercambio económico y los acuerdos bilaterales se desarrollaron formalmente en particular desde la segunda mitad de la década de los ochenta.

En los últimos años el gobierno Cubano y Fidel Castro han jugado un papel importante el desarrollo de los procesos conducentes a la búsqueda de la salida política al conflicto armado. Durante el Gobierno del presidente Andrés Pastrana (1998-2002) en el marco del proceso de conversaciones que durante más de tres años llevó a cabo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), hasta su suspensión el 20 de febrero de 2002, Castro prestó especial atención al mismo e hizo abierto pronunciamientos  contra la práctica del secuestro, como instrumento revolucionario. En ese mismo período y durante la administración del presidente Álvaro Uribe Vélez, ha prestado la mayor atención  a las distintas rondas desarrolladas por el gobierno nacional con el ELN e igualmente ha mostrado manifiesto interés en contribuir  a gestionar el intercambio humanitario, lo que se ha hecho explícito al recibir en el territorio de Cuba a Rodrigo Granda, canciller de las FARC.

No obstante, el hecho de que el proceso de intercambio humanitario y solución política negociada, se desplazó hacía Venezuela, bajo el liderazgo del presidente Hugo Chávez, y que en el imaginario de los grupos armados todo parece debe pasar por Caracas, Cuba, sigue teniendo la mayor importancia en el tiempo como escenario para los procesos de paz en nuestro país, en especial, la Cuba de hoy.

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Autor:

Oscar Armando Pérez Sayago

Partes: 1, 2
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