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Componentes ético-políticos en la ideología de la Revolución Cubana (Tercera parte)


Partes: 1, 2, 3

  1. Introducción
  2. La primera ocupación norteamericana encuentros y desencuestros en la esfera ideológica
  3. El nacimiento de la República. Período de 1902 a 1920. Tendencias más significativas del ideario ético-político epocal
  4. Un desenlace inevitable: la concientización popular
  5. Referencias y notas bibliográficas

edu.red

Introducción

El primer cuarto del siglo XX, tanto por los hechos que lo peculiarizan como por las personalidades más representativas que nos revelan el ideario ético-político epocal, propicia su categorización como momento trascendente en la conformación del pensamiento patrio y de sus aportes a la Ideología de la Revolución Cubana, siempre concebida en su más amplia acepción y que transita, entre luces y sombras, marcando derroteros y una definitoria impronta en las décadas inmediatas posteriores de nuestro decursar histórico.

La fundación de la República, precedida por la primera ocupación norteamericana, con las consiguientes limitaciones traumáticas a nuestra soberanía, tras la imposición de la humillante Enmienda Platt inserta aviesamente, por la élite financiero-industrial, gobernante desde entonces en los Estados Unidos, como apéndice en la Constitución de 1901 desata como Caja de Pandora, en el contexto histórico que la caracteriza, el conflictivo enfrentamiento entre las dispares corrientes de pensamiento entonces imperantes, desde las enraizados en el democratismo revolucionario antiimperialista martiano; el conservadurismo político, no exento de motivaciones patrióticas en determinadas individualidades; el trasnochado, pero aún influyente autonomismo, ahora camuflado en nuevos ropajes políticos; en los inveterados y siempre proclives partidarios del anexionismo, e incluso de los tempranos abanderados del ideario socialista, ora matizados de una visible presencia utópica, hasta los inspirados, con sus inevitables inconsecuencias para la época, en la ideología marxista.

La presencia de tales matices ético-políticos, del pensar y el actuar de las diversas personalidades, no escasas veces antagónicos, con determinada cuota de influencia social y política en el contexto epocal, que ya se revelan en la Asamblea Constituyente de 1901, aunque ya denoten su temprana presencia en el siglo precedente, como se expresa en el complejo acontecer de nuestro decursar histórico, atenuados entonces, por el objetivo común, encauzado por diversas vías, de liberarnos de nuestro status colonial ya valorados en la I y II partes de nuestra obra. (1)

Finalizada nuestra dependencia a España, tras la firma del Tratado de París, el 10 de diciembre de 1898, del cual fueron arbitrariamente excluidos los cubanos, se despliega en toda su conflictividad, un cúmulo de encuentros y desencuentros entre los miembros de la Constituyente, acerca de las opciones más factibles que otorgasen la peculiaridad estructural político-juirídica a la naciente República.

Para ello era preciso dar respuesta a diversas interrogantes:

¿Qué República aspiramos a construir en el orden político, económico y jurídico? ¿Cuál será el papel protagónico en la misma de los diversos componentes de la estructura socio-clasista entonces imperante, en el tránsito entre ambas centurias? ¿Bajo que principios se desarrollarán en el futuro inmediato las relaciones entre esta y los Estados Unidos?

Para no escasos de esos supuestos representantes del pueblo cubanos, quedaban en el olvido las valoraciones martianas, insertas en el Manifiesto de Montecristi acerca de cómo…"…la guerra no es la tentativa caprichosa de una independencia más temible que útil, que solo tendrían derecho a demorar o condenar los que mostrasen la virtud y el propósito de conducirla a otra más viable y segura, que no debe en verdad apetecer un pueblo que no la pueda sustentar, sino el producto disciplinado de la resolución de hombres enteros, que en el reposo de la experiencia se han decidido a encarar otra vez los peligros que conocen, y de la congregación cordial de los cubanos de más diverso origen, convencidos de que en la conquista de la libertad se adquieren mejor que en el abyecto abatimiento, las virtudes necesarias para mantenerla (…) No dudan en Cuba, ni de sus aptitudes para obtener y gobernar su independencia, los que en el heroísmo de la contienda, y en el de la fundación callada de la patria, ven resplandecer de continuo, en grandes y en pequeños, las dotes de concordia y sensatez, solo advertibles para los que, fuera del alma real de su país, lo juzgan en el arrogante concepto de sí propios, sin más poder de rebeldía y creación que el que asoma tímidamente en la servidumbre, sus quehaceres coloniales". (2)

Al rescate de esa eticidad insurgente concurrirán, con sus aportes a nuestra ideología, diversas generaciones que, en el período que valoramos, están representadas desde veteranos aureolados de gloria, como Carlos Baliño, Enrique José Varona, Salvador Cisneros Betancourt, Manuel Sanguily y Juan Gualberto Gómez, quienes desbrozaran la senda más expedita para el logro de la soñada independencia, que aunados a los pinos nuevos, que posteriormente surgirán, liderados particularmente por Julio A. Mella y Rubén Martínez Villena, lograron identificar la armónica conjunción de magisterio y ejemplo, discurso y obra, lo que permitió poner al descubierto a oportunistas y mercenarios, que fueron capaces de ofertar, sus ideales juveniles, al mejor postor, o sencillamente a sus particulares intereses.

La República nacida el 20 de mayo de 1902, indistintamente calificada como neocolonial, dependiente y otros epítetos semejantes, sin obviar sus profundas contradicciones, limitada soberanía política y económica, y distar mucho de la que soñara nuestro Apóstol, tras largas décadas de heroica lucha de varias generaciones de cubanos, resultó simiente de un notable desarrollo ético-político, forjado en incontables luchas de nuestro pueblo contra gobiernos corruptos e incondicionales a intereses foráneos, en medio de una encarnizada lucha de clases. En la valoración de los logros y limitaciones de la misma, no valen el adoptar como método de trabajo, un estéril maniqueismo intelectual.

Como justamente valorase el reconocido historiador Eusebio Leal…. "…nosotros podemos explicar la historia; lo que no podemos hacer es borrarla. Cuando no se tiene el valor de explicarla, se acude al expediente de omitirla. Yo pienso que eso es un grave error, que ha costado muy caro a los que la han negado. Varias veces he escuchado decir al compañero Fidel que quienes han negado su historia han desaparecido. No podemos dejar de pensar que el Secretario de Educación Pública del gobierno interventor, en un período, fue Enrique José Varona. Ya sabemos qué representa Varona en la historia de la evolución del pensamiento cubano. Sabemos que en el momento del voto por la Enmienda o contra la Enmienda se escinde la opinión cubana. Una posición era la de quienes creían necesario rechazarla -recurriendo a un expediente de heroísmo que no tenía convocatoria, porque se habían roto las bases de unidad, y la información que podría haber permitido movilizar a muchos, estaba fragmentada. Otros creían que debíamos tomar lo que se nos daba y luchar por lo que aspirábamos, o por lo que habíamos luchado siempre. Esa es una verdad; y vamos a observar cómo, tanto en el gobierno de Tomás Estrada Palma como en los posteriores, participa un conjunto de figuras de gran relevancia para Cuba que no pueden ser, en forma alguna, borradas y tijereteadas de la historia. Nos quedaríamos sin nadie si no somos capaces de situar lo que se ha llamado, con razón, la luz y la sombra de un proceso. No hay posibilidad ninguna, es un proceso en el cual se forja un sentimiento antimperialista, en que renacen con fuerza, después de la poda, los más valiosos sentimientos patrióticos. Es un período en el cual figuras como Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily, Enrique José Varona, por citar solamente algunos nombres, van a librar la batalla por el análisis y la búsqueda de una posición cubana frente a las nuevas amenazas de injerencia norteamericana -que son en muchos casos rechazadas- y contra las relaciones que se han creado en Cuba, precisamente por no haber triunfado la revolución martiana con todos y para el bien de todos…" Para sintetizar como…"…no podremos entender la Revolución sin la República". (3)

La misma se caracteriza en lo esencial, en el período analizado, como producto de las profundas contradicciones que le son inherentes, a una progresiva radicalización del pensamiento cubano, con el enfrentamiento entre el ideario conservador y en no escasos casos antipatriótico de los dirigentes de los partidos políticos tradicionales; el reavivamiento del ideario martiano, en buena medida relegado al olvido, por conveniencia o desidia, por las clases y sectores de nuestra sociedad, con mayor influencia en la actividad pública nacional; la pervivencia de las corrientes más retrógradas, con sus raices en el nefasto anexionismo, ahora parcialmente sustituido por una visión apologética del modelo político y económico estadounidense, asentado en la comunidad de intereses entre la oligarquía nacional y el capital foráneo, que permea incluso a sectores no despreciables de nuestra población; la introducción y relativa propagación de las ideas marxistas leninistas, en los grupos más ideológicamente avanzados, que surgidos de las masas populares, lideran a las clases más marginadas y expoliadas, representada por los obreros y campesinos, que gradualmente desarrollan, si no una plena conciencia de clase para sí, al menos una identificación de las causas esenciales que propician las calamidades que los aquejan, que facilita la formación, aunque aún incipiente, de un ideario antiimperialista; la frustración en sus aspiraciones de las masas populares, que ven naufragar sus utopías en la más burda politiquería, en gobiernos rectorados por figuras que alcanzaron altos grados como oficiales del Ejército Libertador y que pronto abandonaron sus ideales de antaño, en aras de sus intereses personales y de clase; la creación de organizaciones e instituciones que permitieron, aunque de forma muy limitada, dada la heterogeneidad ideológica de sus dirigentes, vertebrar en ocasiones la resistencia contra las políticas atentatorias a los más legítimos derechos del pueblo trabajador, entre las que se destacan la creación de los primeros y aún incipientes sindicatos, federaciones estudiantiles, luchas campesinas por la tierra y la inserción de los intelectuales más progresistas, que ya sea en su actividad política o en sus obras, son entes denunciantes de las más disímiles injusticias. Entre rémoras y avances, pecados y virtudes, de los protagonistas esenciales, en tales hechos históricos, se va delineando progresivamente su aporte sustancial, en la conformación de la Ideología de la Revolución Cubana, vista como proceso ininterrumpido, desde los albores del nacimiento del reformismo vareliano y lucista, el ideario patriótico independentista, que nos trasciende en el humanismo ético humanista martiano y ya en la República, de los representantes más lúcidos de varias generaciones, que retoman y enriquecen un legado tan pródigo en valores. No obstante consideramos necesario reiterar que el objetivo de este trabajo, incluidas sus diversas partes, no es detallar los hechos históricos, para lo que se pueden contar con documentadas y muy valiosas obras de investigadores cubanos y extranjeros, como se revela en la bibliografía consultada, sino sistematizar y valorar las ideas más significativas de personalidades esenciales, que a partir de su pensamiento ético-político, en un contexto epocal determinado, constituyen ineludibles aportes al complejo proceso de formación de la Ideología de la Revolución Cubana, concebida esta última como un proceso ininterrumpido, que nace en las décadas finales del siglo XVIII y hoy aún continúa, en un perenne renovar creador.

La primera ocupación norteamericana encuentros y desencuestros en la esfera ideológica

En el complejo transcurso del siglo XIX cubano surgen, se consolidan y desarrollan hitos esenciales de los componentes ético-políticos que irán conformando gradualmente, tanto en el orden positivo como negativo, la Ideología de la Revolución Cubana en el primer tercio del posterior siglo XX, que determinarían móviles de actuación de las personalidades más influyentes, en el período y protagonistas principales de los hechos esenciales que lo caracterizan. Ello explica la presencia en estos de la permanencia vivificadora del ideario cívico-patriótico, de fuerte imbricación con lo más puro de la denominada Ideología Mambisa, rectorada por el pensamiento martiano, hasta las más viles traiciones a su relativamente cercano historial de lucha, como altos oficiales del Ejército Liberador y su denigrante claudicación ante intereses foráneos atentatorios a la real soberanía de la naciente República. Entre ambos polos, diversos matices, fluctuantes en las conocidas posiciones políticas desde la extrema derecha a la izquierda más inconsecuente con la realidad socio-política y económica de la patria, en un determinado contexto.

El hecho deleznable de la Primera Ocupación Norteamericana (primero de enero de 1899-20 de mayo de 1902) permitió revelar en los constituyentistas, precedidos de un reconocido prestigio, real o aparente, así como en todos aquellos que influyeron en la opinión pública, de una u otra forma, tales virtudes y flaquezas.

Para no pocos cubanos, incluso desde los albores del siglo XIX, el modelo de institucionalidad jurídico-política imperante en los Estados Unidos, constituyó un permanente paradigma de democracia, derechos humanos y libertad ciudadana. Independientemente de lo que puede haber de verdad o no, en tales criterios, inevitablemente vinculados a la época y contexto de referencia, no es de extrañar que para nuestro pueblo, sometido a la irracional opresión colonial española, toda comparación con nuestros vecinos resultase un modelo a imitar una vez conquistada nuestra independencia; e incluso una motivación para aquellas figuras del criollismo, de significativa representatividad social y económica, que profesasen el anexionismo, desde posiciones supuestamente patrióticas, al negar la posibilidad de alcanzar nuestra soberanía a partir de la lucha armada; y que frustrados sus propósitos, no pocos de ellos se refugiasen en el claudicante autonomismo ya en las postrimerías del propio siglo. Por otra parte el panorama político de no pocos de los países hispanoamericanos que conquistaran su independencia, tras heroica lucha de sus pueblos, en las primeras décadas de la anterior centuria, no era el más alentador. Cundía por doquier el caudillismo, las guerras civiles y los más cruentos conflictos bélicos entre naciones hermanas, unos aupados por intereses foráneos, esquilmadores, de sus recursos naturales; otros por las ambiciones personales de sus caudillos locales, todo ello posible por la ausencia de una real conciencia de integración continental, no obstante sus comunes raices culturales.

Ni siquiera personalidades de la talla ético-patriótica como Bolívar, San Martín, Artigas, Juàrez, Hidalgo, Morelos, O´Higgins y Morazán, entre otros, lograron materializar sus sueños de anhelado americanismo, primero por la acción disgregadora de la rémora ideológica, legada del colonialismo hispano, enraizada en las conciencias; posteriormente por el oportunismo de farsantes y apóstatas, que como falsos líderes, pregonan sus demagógicas consignas chovinistas, a lo que debe sumarse la actividad solapada o no, de los sucesivos gobiernos estadounidenses, que en su gran mayoría laboran, en su afán expansionista, por socavar todo ideal unitario.

Ya adelantada la segunda mitad del siglo XIX, los Estados Unidos, lograda su real unidad como nación, ya culminada su Guerra de Secesión y formalmente abolida la esclavitud, experimentan cambios profundos en su sistema político y económico, en su tránsito, de la fase de capitalismo pre-monopolista a la fase imperialista. No sin fundamento V.I.Lenin denominaría a la conocida como Guerra Hispano-Cubano-Americana, como primera guerra imperialista a nivel global, a lo que se pudiese agregar que la propia primera ocupación norteamericana, iniciada el primero de enero de 1899, constituye los primeros pasos en la implementación por esa nación de su proyecto de neocolonización de los países más pobres y menos desarrollados particularmente en latinoamérica, a quien aún consideran su patrio trasero, factor determinante en sus futuras propuestas geopolíticas y económicas.

Nuestro Apóstol, con su excepcional visión política le expresa premonitoriamente al Generalísimo Máximo Gómez, en carta fechada en New York, el 20 de julio de 1882, como…"…en Cuba ha habido siempre un grupo importante de hombres cautelosos, bastante soberbios para abominar la dominación española, pero bastante tímidos para no exponer su bienestar personal en combatirla. Esta clase, ayudados por los que quisieran gozar de los beneficios de la libertad sin pagarlos en su sangriento precio, favorecen vehemente la anexión de Cuba a los Estados Unidos. Todos los tímidos, todos los irresolutos, todos los observadores ligeros, todos los apegados a la riqueza, tienen tentaciones marcadas de apoyar esta solución, que creen poco costosa y fácil; así halagan su conciencia de patriotas y su miedo de serlo verdaderamente, pero como esa es la naturaleza humana, no hemos de ver con desdén estoico sus tentaciones, sino atajarlas" (4)

No es de extrañar entonces, que en momentos de intensa conmoción política, que ofrecen diversas opciones de apertura a la solución de la crisis, se originen en el campo de las ideas, como reflejo de estas, y a su vez, en las actitudes de los hombres, posiciones reveladoras de profunda eticidad y audacia revolucionaria, cimentadas en sólidos principios patrióticos, mientras que, en otros, inconsecuentes titubeos y vacilaciones, en un reacomodo oportunista acorde a sus personales intereses individuales; mientras que no escasean, los más criticables, que en su doble moral, adoptan poses revolucionarias, en un singular mimetismo político, que encubre sus más repudiables intenciones. Tal es el caso, que como secuela de la primera ocupación estadounidense (1899-1902), acción taimada y oportunista concebida por los gobiernos de esa nación, con antecedentes de larga data (5) aflorasen en las posiciones de los integrantes de la Asamblea Constituyente de 1901, de gran heterogeneidad ideológica, profundos conflictos, respecto a la aprobación o no de la Enmienda Platt

En el transcurso de las contiendas independentistas (1868¡1895), en la establecida República en Armas, al margen de sus virtudes y yerros, se había logrado dotar a la gesta mambisa de un basamentos jurídico-constitucional. Al respecto se debe conocer que…"…cuatro fueron las constituciones mambisas, hijas del liberalismo decimonónico y la lucha anticolonial: la fundacional y civilista de Guáimaro, 1869; la breve y práctica de Baraguá. 1878; la equilibrada de Jimaguayú en 1895 y la técnicamente más elaborada de La Yaya, 1897 que estuvieron vigentes en los territorios liberados por el Ejército Libertador y regularon el derecho de la República de Cuba en Armas. En los inicios del período de la intervención, en 1898, Cuba presentaba una extraña situación jurídica, al coincidir en el mismo país varias legislaciones: la Constitución de La Yaya en el territorio ocupado por los mambises; la constitución autonómica otorgada por España, en los lugares donde quedaban tropas españolas; las órdenes militares de John R. Brooke en La Habana y la constitución provisional promulgada por el gobernador de Santiago de Cuba, Leonardo Wood. Fue el propio Wood, ya en funciones del Gobernador Militar de la Isla desde el 20 de diciembre de1899, quien maniobró con los representantes del mambisado y los sectores políticos de la burguesía insular para promover la creación de una Asamblea Constituyente, encargada de redactar la futura constitución de la República independiente, una vez que las autoridades norteamericanas decidieron que no sería la anexión ni el protectorado las vías para mantener el control sobre la Isla, sino la implementación de un modelo neocolonial que denominaron eufemísticamente "el experimento cubano". (6) (Fuente: La Asamblea Constituyente de 1901). EcuRed.

Gracias a tales circunstancias, se le impuso a nuestro pueblo la nefasta Enmienda Platt, cercenadora de nuestra supuesta naciente soberanía. (7) Las negativas consecuencias de la aprobación de la misma, ejercerá su nefasta influencia en el pensamiento ético-político cubano en las décadas subsiguientes (8).

El arribo al poder de gobernantes tales como Tomás Estrada Palma, apologetizado por unos, apostrofado por otros, pero en realidad un declarado pro anexionista, enmascarado en falsas poses de patriotismo, que lograron engañar al propio Martí, es símbolo de un conjunto de gobernantes, que a partir de su aureola, por méritos ciertos o no, en nuestras luchas por la independencia, se convirtieron en meros representantes de la oligarquía nacional, incondicional aliada al capital foráneo

Como valora el historiador e investigador Rolando Rodríguez, en su acuciosa obra "Las máscaras y las sombras, referida a la primera ocupación norteamericana…"…Estrada Palma es un personaje perverso de esta historia. El bayamés se opuso inicialmente al levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua (….) Fue durante la guerra un enemigo de Céspedes y trabajó por su destitución (…) Cuando cayó prisionero (de los españoles (N. del A.) y fue enviado al Castillo de Figueras en la frontera con Cataluña, escribió cartas que revelan su postura anexionista"…donde llega a expresar que…"…quienes como el amaban ante todo la libertad y habían participado en la guerra, nunca habían pensado que la Isla se erigiera en nación soberana" (…) En 1884 al solicitarle Eusebio Hernández su incorporación al Plan Gómez-Maceo o de San Pedro de Sula para lograr la independencia de Cuba, le respondió que no podía adherirse a esa causa porque el era anexionista" (9)

A lo que debe agregarse el ser partidario de la Enmienda Platt; el tener que renunciar a la ciudadanía norteamericana, que había adoptado en sus años de exilio en esa nación, para poder ser postulado a la candidatura presidencial, con el apoyo de las autoridades de ocupación, y para colmo, en actitud bochornosa, ante el repudio a sus intentos reeleccionistas, en 1906, solicita al Presidente norteamericano Teodoro Roosvelt, una segunda intervención en Cuba, contra la voluntad incluso de este, quien hizo todo lo posible por impedirla, dada la imagen que proyectaría su gobierno, en la coyuntura internacional de la época, como nación interventora, cuando ya la Enmienda Platt garantizaba los intereses estadounidenses.

Otra personalidad de igual catadura moral lo fue Gonzalo de Quesada y Aróstegui, a quien el propio José Martí designara como albacea de sus documentos y epistolario, para su publicación, tras su muerte, acorde a su criterio. En carta enviada por este a Elizabeth Cameron, esposa de un senador estadounidense, fechada el 11 de septiembre de 1898, le expresa que…"…permítase que los cubanos sean tratados con justicia; a pesar de ser mestizos son hombres, y se les debe dar una oportunidad. La anexión vendrá en el futuro en virtud de las leyes naturales del afecto, el comercio y nuestra necesidad política. Pero permítase que sobrevenga con el consentimiento del uno y el respeto del otro, no mediante ardides, fraude o robo". (10)

Bajo tales premisas, que se revela en la paradigmatización de tales "personalidades"; enfrentada a la sistemática labor de zapa del naciente imperialismo aunado a la falta de unidad, particularmente entre los representantes más progresistas del mambisado, no resulta difícil vaticinar los riesgos a los que se enfrentará la nueva república.

La Asamblea Constituyente responsabilizada con la redacción de la que sería la Carta Magna de 1901, paso necesario para la instauración de la República constituyó escenario propicio para mostrar la heterogeneidad de ideas entre sus representantes, que abarcaba un amplio espectro, acorde a sus orígenes de clase y adhesión a diversas corrientes políticas, desde el independentismo, el autonomismo y antiguos simpatizantes del anexionismo, portadores a su vez, en cada una de ellas, de diversos matices, desde revolucionarios, moderados y conservadores. No pocos de ellos fungieron como altos oficiales del Ejército Libertador o estuvieron vinculados desde la civilidad a las contiendas independentistas, no obstante ubicarse en polos diametralmente opuestos en sus concepciones acerca del modelo de República más idóneo en el futuro. Entre los conservadores se destaca el general Domingo Méndez Capote y Pedro González Llorente; entre los defensores por la instauración de una República realmente soberana e independiente, descollaban Juan Gualberto Gómez y Salvador Cisneros Betancourt; no faltaron los abiertamente pro estadounidenses como Gonzalo de Quesada y Aróstegui y Joaquín Quílez o los portadores de criterios abiertamente reaccionarios, como Eliseo Giberga.

Los polémicos debates se agudizan aún más desde el 7 de marzo de 1901, en que el Gobernador interventor Leonard Wood hace entrega al entonces Presidente de la Asamblea, Méndez Capote de un mensaje donde se da a conocer que la Enmienda Platt, como apéndice a la Ley de Gastos del Ejército estadounidense ya fue aprobada el 2 de marzo de 1901 por el Congreso de esa nación y se informa que por la misma el Presidente de esa nación…"…queda autorizado para dejar al gobierno al gobierno y control de dicha Isla a su pueblo, tan pronto se haya establecido en la Isla un gobierno bajo una constitución en la cual, como parte de la misma o en una ordenanza agregada a ella, se definan las relaciones con Estados Unidos". (11)

De forma inmediata se suscitan en su seno dispares criterios que se sintetizan en 3 posiciones:

a) Los que urgen lacayescamente a que se le otorgue su aprobación, pues ello da respuesta a sus posiciones antipatrióticas.

b) Los que admiten como única solución posible al cese de la ocupación militar, la aprobación de la misma, aunque la rechacen como tal.

c) Los que se oponen a su inclusión en la futura Constitución, por lo que ella significa como instrumento jurídico que viola nuestra soberanía e independencia, y que frustra el ideal republicano por el que vertieron su sangre miles de cubanos en ininterrumpida lucha por más de tres décadas.

Uno de los más fervientes propugnadores del rechazo a ese engendro jurídico se destaca el patriota Salvador Cisneros Betancourt que enfatiza en su voto particular que…"…está de manifiesto que los americanos no vinieron a Cuba precisamente por humanidad, como pregonaban, sino con miras particulares y muy interesadas (…) No debemos caer en la celada vendiendo nuestra honra e independencia absoluta, por concesiones que hagamos a favor de los Estados Unidos sin que por su parte nos concedan ventaja alguna (…) Hace mucho tiempo que incondicionalmente han debido otorgar nuestra soberanía e independencia absoluta supuesto que la hemos ganado, según ellos mismos lo confiesas y lo comprueba la Resolución Conjunta" (…) Ellos deben confiar en el agradecimiento y buena fe de los cubanos y contar con las buenas disposiciones de estos, para que, voluntariamente y sin que lastimaran nuestra dignidad y decoro, se les concedieran cuantas concesiones y beneficios pueda dársele a la nación más privilegiada; no entiéndase por este menoscabo a la soberanía e independencia de Cuba y que jamás aparezca como imposición por su parte, ni mucho menos como un negocio de compraventa. Los Estados Unidos en sus últimas condiciones hacen desaparecer todo lo grande y humanitario que tenía el gesto de venir a expulsar a los españoles en Cuba, a favor de los cubanos, toda vez que nos ponen por condición que sin la aceptación de dichas condiciones seguirán interviniendo en Cuba…"

Para agregar a continuación: "…¿Somos nosotros parte integrante del territorio de los Estados Unidos?¿Las leyes que formula el Congreso de los Estados Unidos tienen acaso que ver algo con los cubanos?¿Son por ventura obligatorias para individuos que no están bajo su jurisdicción por más que esté mencionado por el Presidente de los americanos?¿Con qué derecho el senador (Oliver) Platt, ni todo el Congreso, con el Presidente de la República a su cabeza, puede disponer de los asuntos privativos de Cuba? (12) (H. Pichardo. Tomo 2. Páginas 123 a 125)

Criterios tales jamás serían vertidos por los delegados a la Asamblea Constituyente, que apenas unos años antes centraban todo su esfuerzo en denigrar el proceso independentista, afiliados al autonomismo más retrógrado, o anhelando una anexión que favoreciera sus particulares intereses económicos.

Para José Antonio González Lanuza, de conocida trayectoria autonomista, hasta que el último soldado español abandonara Cuba y a partir de ese momento, integrante de la Asamblea de Santa Cruz y posteriormente de la del Cerro, Secretario de Justicia e Instrucción Pública durante la primera ocupación y dirigente del Partido Moderado durante la presidencia de Estrada Palma, sus valoraciones acerca del cese de la ocupación y acerca de la instauración de una República realmente soberana e independientemente, plantea en carta privada como…"…no estoy conforme con ninguna de ambas afirmaciones (…) Pienso que Vd. dirá que yo soy partidario del protectorado. Sea; no discutiré el nombre; hasta confesaré que me parece propio y adecuado (…) Nuestro íntimo contacto y relación permanente y sólida con los Estados Unidos, es cosa definitivamente ya establecida, real y verdadera. Traída, preparada y producida a la par que por razones geográficas, por una larga serie de acontecimientos históricos; hecho que tomaría ya unas, ya otras formas, pero que no es dado borrar ni mucho menos desacaecer". (13)

A su vez se publica en un denigrante escrito aparecido en el periódico capitalino "El Nuevo Diario", en su edición del 4 de septiembre de 1900, el criterio de uno de estos personajes de credo antipatriótico acerca de que…"…independientes son las tribus errantes del Sahara; independientes son Santo Domingo y Haití independientes viven Venezuela, Colombia, Guatemala, Costa Rica, Ecuador, etc. ¿Es esa la independencia que quieren los radicales? ¿El derecho de asesinarnos recíprocamente, en campos y poblados, para la elección de un déspota, a quien se llama presidente por eufemismo? ¿Es la aspiración suprema de los que así propios se llaman los más y los mejores entre los cubanos? (14)

En su antípoda ético-política, Juan Gualberto Gómez, de probado patriotismo, leal amigo del Maestro, se pronuncia en la ponencia elaborada por la comisión designada por la Asamblea Constituyente y que este preside, para dar respuesta al mensaje del ejecutivo norteamericano como…"…para cumplimentar el encargo la Comisión se ha visto precisada a considerar, no solo la conocida comunicación, sino también la Resolución Conjunta del Congreso americano de 19 de abril de 1898 titulada Para el reconocimiento de la independencia del pueblo cubano y el Tratado de París de 10 de diciembre de 1898, ya que en la Enmienda mencionada se hace referencia a ambos documentos que constituyen la base única en que, así el orden doméstico como internacional, y en el terreno legal como en la esfera moral, puede moverse la acción del Gobierno de los Estados Unidos en la Isla de Cuba (…) Lo primero que sugiere el examen de estos tres documentos es la observación de que la Enmienda Platt altera esencialmente es el espíritu de la letra del Acuerdo Conjunto y el Tratado de París, que se inspiraban en el principio de que el pueblo de Cuba es y de derecho debe ser libre e independientemente y que al constituirse deparadamente de España, no iba a pasar bajo la soberanía de Estados Unidos (…) La Enmienda, aunque invoca ambos, es lo cierto que tiende por los términos de cláusulas principales a colocar a la Isla de Cuba bajo la jurisdicción, dominio y soberanía de los Estados Unidos" (15). (H. Pichardo. Tomo 1. Páginas 125 a 145

El patriota Salvador Cisneros Betancourt recalca, en su voto particular contra la Enmienda Platt, el 15 de marzo de 1901. como…"…sin duda el (16). Hortensia Pichardo. T 2.

El mismo que posteriormente en carta a Bartolomé Masó le expresa como…"…por los periódicos habrá visto usted que venció la Enmienda Platt en la Convención (Asamblea Constituyente. N. del A.) 16 votos contra 11 y este han hecho que perdamos toda esperanza de ver a Cuba con su independencia absoluta y los que nos levantamos en 1868, principalmente tenemos que batallar hasta conseguirla. Primero que nada, creo que lo que hay que oponerse a la aceptación a la aceptación de la Enmienda Platt es que la administración o gobierno e Cuba no sea de los paniaguados que la aceptaron" (17) La Neocolonia. Página 33.

Para otros como Horacio Ferrer es su criterio que…"…consideré útil, provechosa y necesaria a la oposición a la Enmienda Platt, en tanto que, hubo esperanzas de que esta se modificara o retirará por el Congreso Americano y de acuerdo con esto, voté en contra del dictamen de los señores Tamayo, Villuendas y Quesada. Hoy considero dicha oposición inútil, peligrosa e infecunda….Por esto y porque es el único medio de establecer el gobierno de la república" (18) Para el patriota Manuel Sanguily, aunque reconoce que esta era una imposición de los Estados Unidos que laceraba profundamente la soberanía patria, valoraba que…"…contra la cual toda resistencia para las aspiraciones de los cubanos" (19)

Al referirse a este período, varias décadas después, el Comandante Fidel Castro reflexiona en su discurso en La Demajagua, actual provincia Granma, el 10 de octubre de 1968, al conmemorarse el 100 aniversario del inicio de las guerras por nuestra independencia:

"…El poder de España estaba virtualmente agotado. Movido por ansias puramente imperialistas el gobierno de Estados Unidos participa en la guerra después de 30 años de lucha…Se produce la primera intervención y de hecho se apoderaron militar y políticamente de Cuba… Al pueblo no se le hizo verdadera conciencia de eso. Porque ¿Quién podría estar interesado en hacerle conciencia de esa monstruosidad? ¿Quiénes? ¿Los antiguos autonomistas? ¿Los antiguos reformistas? ¿Los antiguos anexionistas? ¿Los antiguos esclavistas?……?Qué nos dijeron en la escuela aquellos inescrupulosos libros de historia sobre los hechos? Nos decían que la potencia imperialista no era la potencia imperialista sino que lleno de generosidad el gobierno de los Estados Unidos, deseosos de darnos la libertad, había intervenido en aquella guerra y que, como consecuencia de eso, éramos libres…" (20)

Las trágicas secuelas que la imposición de tal engendro jurídico provocase en la conciencia ciudadana y particularmente de las camarillas de políticos que asumiesen el poder, particularmente hasta el derrocamiento de Gerardo Machado, el 12 de agosto de 1933, pero que perviviese de diversas formas más o menos encubiertas, hasta el primero de enero de 1959, se expresa en el decursar histórico de nuestra patria, con la permanente intromisión del embajador yanqui en los asuntos internos el país gracias a la incondicionalidad de los gobiernos de turno a los intereses del gobierno norteamericano. Tal fatalismo político no deja de expresarse en importantes sectores populares, incluso posterior a la derogación de la Enmienda Platt, en 1934, a lo que contribuyó el falseamiento de libros de texto escolares y de la propia prensa, que difunden la creencia de que el pueblo cubano debía su independencia a nuestro vecino del Norte.

No debe extrañar por ello que personalidades de la talla ético-política, por solo citar dos ejemplos, como Emilio Roig de Leuchsenring y Raúl Roa García, expresasen en fecha posterior, asertos tales, como que…"…el antiimperialismo que está hoy en labios de todos, el antiimperialismo como postulado esencial, imprescindible para la realización de la justicia social tanto como para el logro de la verdadera independencia, es doctrina básica de la Revolución. Pero es mucho más: la verdad es que, del primero e enero de 1959 en adelante, el antiimperialismo es infinitamente más que palabra y que doctrina; es móvil de que la actuación que no podemos exactamente llamar gubernamental, sino reconociendo que entre nosotros en hecho patente lo que en tantísimos otros países no es sino la más descarada y cruel de las ficciones: que el gobierno es el órgano y la voluntad en acción de las masas populares; el antiimperialismo es la norma que cada día el pueblo nuestro ha ido convirtiendo en más amplia realidad viva; y si Cuba está viviendo a plenitud en su estatura heroica, si los ojos del mundo están fijos en ella con admirada sorpresa por el lugar es porque pequeña y aparentemente atada por supuestas fatalidades geográficas al más poderoso de todos los imperialismos que hasta ahora se han alzado para sojuzgar a los pueblos, ha levantado la bandera antiimperialista y cada día de su existir es un desafío antiimperialista, y, entre todas las naciones, ocupa hoy la vanguardia en la lucha antiimperialista. Pero no es creación de hoy el antiimperialismo en Cuba. En antiimperialismo, como en tantas otras cosas que hoy integran la fisonomía de la nación, la Revolución no ha hecho sino ahondar en la cantera viva de nuestro pueblo y sacar a plena luz sus verdades, sus problemas, sus ansias, que todo un conjunto de falsas superestructuras se empeñaba en ocultar o asfixiar. Pues la verdadera Cuba ha sido siempre, diríamos que por ley de su propia vida, antiimperialista; más antiimperialista desde lo hondo de su raíz que muchísimos otros pueblos del mundo… (21) Emilio Roig de Leuchsenring en "Raíces de nuestro antiimperialismo". En: "Tradición antiimperialista de nuestra historia". Administración Metropolitana de La Habana. Oficina del Historiador de la Ciudad. 1973. Página 11.

Mientras que el inolvidable Canciller de la Dignidad, asume que la República legada por la Enmienda Platt, antítesis de la soñada por José Martí, es un…"… grosero remedo de la verdadera pesadilla espantosa de los cubanos honrados, abominable reiteración de la colonia española, mísera hipócrita de apetitos primarios, feudo propicio para la acumulación y el parasitismo y la farsa que desconoció al negro, al guajiro y al obrero…" (22)

Para el notable intelectual cubano Jorge Mañach, quien a causa de sus ideas conservadoras ha sido en no escasas ocasiones, excesivamente denostado por no pocos historiadores y ensayistas, y prejuiciosamente valorado, reflexiona, a nuestro criterio, con certero juicio, como…"…se ha discutido mucho en Cuba si la Enmienda Platt limita o no la soberanía cubana. La discusión es puramente técnica. Lo importante no es si la Enmienda Platt limita la soberanía en sí misma, sino el sentimiento nacional de soberanía. Y en este punto la duda es casi imposible. La paternal y perspicaz prudencia del Congreso de Estados Unidos, terminó por aplastar el sentimiento cubano de autodeterminación cuando impuso claras restricciones al ejerció de la voluntad colectiva. La consecuencia más serie fue el debilitamiento de aquellas defensas orgánicas del nuevo estado que debían salvaguardar su salud y vitalidad democráticas. Al sentir la amenaza de una potencial intervención, el sentimiento de responsabilidad de los cubanos se debilitó y con él su poder de autocorrección…El tutelaje favoreció el crecimiento de la indolencia cívica general, una tibia indiferencias a los peligros nacionales. Si la nación fuera amenazada, la intervención de Washington siempre estaría ahí como un último recurso o una última esperanza" (23)

Retomando el criterio del Historiador de La Habana, Eusebio Leal, de posición política ostensiblemente opuesta, pero de criterios de investigación recalcitrante al maniqueismo, respecto a la Republica nacida el 20 de mayo de 1902, este reflexiona certeramente como…"…creo que toda la historia republicana es muy importante para su estudio; porque se corre el riesgo siempre de simplificaciones, de reducciones muy mecánicas, en las cuales falta la capacidad de investigar situaciones concretas nacionales e internacionales, el papel de las grandes personalidades en la historia de Cuba, el de las vanguardias políticas y culturales que fueron tan importantes y que borran por completo la imagen del proceso republicano como desierto de virtudes. En él aparecen precisamente los precursores y promotores del proceso revolucionario en su doble vertiente; quiero decir en su vertiente política y en su vertiente cultural… Entonces yo considero que hay que estudiar la República, que no puede ser borrada de un plumazo; hay que ver el papel que desempeñaron las contradicciones, las posiciones de los grupos de batalla en esa época. Por ejemplo, los que aprobaron la Enmienda Platt, bajo qué condiciones. Generalmente no hubo ninguna anuencia, o casi ninguna a favor del carácter real de la Enmienda como elemento de intervención, como elemento de sujeción, como elemento de menoscabo de la soberanía cubana, hasta hacer inviable esa soberanía. No hubo generalmente anuencia a eso. Los que la aceptaron para continuar la lucha consideraban que era necesario tomar en ese momento lo que se nos daba, para buscar y aspirar a lo máximo. Quiero decir que hay que estudiar, estudiar profundamente, y no se puede, de ninguna manera, hablar de la República como de un monstruo inexistente, de algo que no existió. No es posible". (24)

Partes: 1, 2, 3
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