"Ha muerto por fin, auténticamente, la dueña de violentas emociones, de allá cuando el cine tenía garganta y lengua en el secreto de lo no inventado todavía, en esa como caja de posibilidades de lo que está por nacer. Perla White fue un poco la novia de todos aquellos cuyos ojos resbalaron por sus carnes níveas y suculentas (la Jean Harlow del arte mudo) y de los grupos de la galería, que con aliento contenido la miraban en sus luchas cuerpo a cuerpo con la muerte, a la que siempre ponía el pie en las vértebras cervicales.
[…]
Para nosotros, fue la postrera aparición en los inmediatos días anteriores al terremoto de 1917. la gente se apretujaba para saturarse de terror en el teatro Abril. La ciudad se desplomó. Perla White, ante un peligro verdadero y sacudiéndose el polvo de ruinas, huyó para no volver." ("En memoria de Perla White"; páginas 243 a 245).
Una de las costumbres "americanas" que Rodríguez Cerna fustiga en varias de las crónicas, es el desmedido afán de lucro, la ambición por poseer, a lo que llama el becerro de oro, el cual deviene desde la época de cuando los israelitas salieron de Egipto y aprovechando que Moisés se encontraba orando en lo alto del monte, aprovecharon para inventarse un dios al que hicieron una imagen, a la forma de un becerro cubierto de oro y pedrería fina. Quizá de aquí deviene la avaricia del judío Morgan y de Wall Street ante quien se inclina, en acción inversa, dicho becerro. Por el contexto, la crónica siguiente posiblemente fue escrita entre 1933 y 1940, toda vez que hace referencia a Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), quien fuera presidente de Estados Unidos (1933-1945), y en los inicios de su primer gobierno tuvo que hacer frente a los efectos de la Gran Depresión de 1929, la quiebra de miles de empresarios y el derrumbe de Wall Street.
"En andas taumaturgas llegó Moisés a orillas de la tierra prometida. La ira del Señor tragó como arista seca el fuego de la soberbia faraónica, e Israel descansó bajo toldos de esperanza, enjugándose ignominia y servidumbre frente a la patria y la libertad. Empero el legislador sólo pudo llevarse en las pupilas octogenarias la visión del Canaán que sus manos no pudieron palpar con estremecimiento de amor. […]
Entre tanto, su pueblo se putrescía allá abajo, al pie del monte ígneo con la presencia celeste. Corrompida médula, envilecidos nervios, infectados huesos. A la par del Arca se levantó el Mercado, y en mesas de especulación brillaron monedas delincuentes. La codicia se entró por las conciencias, ardieron ojos avaros y se movieron muslos y caderas de lujuria. Unánimes espaldas se encorvaron ante el becerro de oro, gozoso de balidos triunfales. Mientras arriba la fe comunicaba directamente al Señor con la humanidad, la Bolsa abrió sus ventanillas y se echaron cimientos de Wall Street. Más que símbolo de poesía hebraica, ese cordero es realidad actual y actuante y constituye vientre y médula del mundo. ¿No estaría Morgan entre los israelitas?
Han variado las formas, en lo inmutable de la sustancia. No es ahora el pueblo como el que un día se postró ante el áureo símbolo, sino éste mismo el que rinde sus vellocinos rubios a los pies de un hombre, echándosele como bestia sumisa.
[…]
La fuerte Chicago tuvo para Samuel Insull sus mejores sonrisas. Michigan avenue se doblegó bajo sus pasos. Y de pronto, fulminación, espanto y dolor. Insull y sus empresas naufragaron. […]
¿Su culpa? La de todos, porque él era un quebrado más. Posiblemente víctima de la catástrofe que procura salvar Franklin D. Roosevelt. Más siempre hay necesidad de seres de expiación. El castigo (o la venganza) que no puede herir todas las cabezas, se desploma sobre una sola. Samuel Insull, más que delincuente es símbolo. El delito mayor del hombre no es haber nacido, sino fracasar." ("El becerro de oro"; páginas 149 a 151).
Quién sabe por qué razón, una enorme ballena yace muerta en las playas de San Francisco, California. Más que un espectáculo de conmiseración por su triste final, la muchedumbre llega a tomarse fotos y no falta más de algún aprovechado que coloca anuncios comerciales sobre el cuerpo inerte del cetáceo. Pero así son los "americanos".
"Una línea de autobuses especiales para el efecto conducía al lugar en que reposaba el cadáver, protegido por un gran hedor, indiferente ya a miserias oceánicas y terrestres, al otro lado de un montículo de matorrales espinosos. La gente llevaba sándwiches y el periódico del día. Femeninos reíres diafanizaban el ambiente, y la palabra dólares resplandecía al mañanero sol. Un barco equilibrista rayaba la línea del horizonte.
[…]
Me aproximé también a los restos expulsados, porque no conocía más ballenas que las de los textos de zoología. Y pude ver que el cuerpo de la ballena, anclado la noche anterior, estaba ya cubierto de anuncios… En cuadriculado de zonas rojas, verdes y amarillas, podía leerse en el lomo y en los flancos aceitosos que los zapatos X eran los mejores "all over the world", que al día siguiente se comería un famoso plato en tal famoso restaurante y que el sabio doctor Closius estirpaba (sic) amígdalas sin peligro ni dolor.
A pesar de todo, yo me quedé estupefacto, y así se quedaría también la ballena, que jamás pensaría en servir de estrepitoso cartel comercial. Aquí todo sirve para todo en materia de propaganda: desde respetables calvas hasta funciones teatrales, y ballenas muertas; y para anunciarlo todo, lo mismo un específico infalible que las ventajas o desventajas de la Liga de las Naciones." ("La ballena"; páginas 185 a 186).
Cómo no iban a aprovechar los comerciantes de San Francisco la oportunidad que las ballena les dio de hacer unos dólares más, a sus costillas -literalmente-, si el becerro de oro siempre está ahí, para servir en lugar de servirse, representado en el poderoso dólar, el cual con todo y su supremacía cayó de su pedestal durante la Gran depresión de 1929:
"El dólar mismo, el Allmighty creador y conservador, fuente, raíz y cumbre, dueño de conciencias, palanca, émbolo y eje del mundo, mengua en poder adquisitivo y prestigio sacratísimo, -con lo cual parece que los Estados Unidos disminuyeran estatura. ¡La caída del dólar! ¿No es como si se hundiese el Himalaya o si Roma declarase que a San Antonio y San Francisco se les rebajaba el cuarenta por ciento de santidad? ¿No es casi como para perder la fe y el juicio y no cree ya nada de nada? Después de la devaluación de ese común denominador y objeto de la vida, todo vacila, todo es inestable e inseguro." ("La sonrisa de Roosevelt"; página 216).
Otra de las "costumbres" que José Rodríguez Cerna observó en San Francisco es aquella que consiste en no meterse en la vida del vecino; mejor dicho, no interesarse por nadie y mucho menos entrar en chismorreos acerca de la vida y milagros del fulano o la fulana, cosa distinta a lo que pasa en su patria, de la cual recuerda esa "vigilancia social" que todo lo sabe y modifica a su sabor y antojo respecto a lo que en realidad ocurrió en algún suceso vivido por cualquier mortal. En San Francisco, y personalizando su crónica puesto que ahí residía:
"Aquí, por ejemplo, no nos apiadamos de los vecinos, no por insensibilidad, sino porque no existen. Ni nos conocen ni los conocemos. Nos dividen tabiques de madera, pero es como si viviesen en otro planeta. […]
No sabemos cómo se llaman, ni cuándo se enferman, porque los mandan a cualquier hospital; ni cuándo fallecen, pues la familia no llora en casa (para ir a secarse las lágrimas al cine) sino en la agencia fúnebre […]
Nos rozamos sin vernos, y así vivimos sabrosamente ignorados, sin que le importemos nada a nadie, libres de murmuraciones, espionajes y chismografías; sin la vigilancia social que en la patria exaspera, ni temor a que nos critiquen porque vayamos con una buena moza, no nos afeitemos o se nos antoje salir vestidos de payasos. Más solos, pero más libres; creciendo en libertad a compás de la soledad.
[…] Pero la muralla que nos separa, sobre todo si tenemos la desgracia de ser latinos, que es casi como no pertenecer al género humano, a pesar de floreos de turistas y exportadores, -impide las comadrerías que van de puerta a puerta, de ventana a ventana, y toma el fresco, en mangas de camisa, en los calores de la costa. […]
/En Guatemala/ Nosotros casi lloramos cuando nuestro vecino de muchos años cambia de dirección y pone a nuestras órdenes, con voz emocionada, su nuevo domicilio; y hasta le ayudamos a la traslación y acomodo de los muebles. Nuestros existires se entrelazan y penetran, argamasados de sensibilidad y costumbre. Si hay enfermos, las mujeres recetan medicinas infalibles y calientan agua en la cocina, mientras los hombres van a la farmacia bajo las lluvias de la madrugada o velan conversando en voz baja, serviciales y soñolientos. Aquí, /San Francisco/ los nuevos son tan desconocidos como los anteriores. Pasan sin huella, como ala en el viento." ("Una ley sentimental"; páginas 188 a 191).
Siguiendo con las "costumbres" norteamericanas, aparece la clásica exigencia de indemnización monetaria por cualquier motivo, sea éste un agravio, insulto, falta de cumplimiento a lo establecido en un contrato, o a la simple palabra. No importan los millones que alguien tenga; si cometió ultraje, de palabra o de hecho, debe pagar, como le ocurrió a la señora McCormick de la familia Rockefeller por darle un manotazo en la cara a una empleada de hotel en Los Angeles, perfecta desconocida y con todo, logró reivindicar su dignidad previo pago de un millón de dólares. Si la reclamación de compensación o resarcimiento económico proviene de la esposa, novia o ex cónyuge, es mejor preparar la chequera y atender lo solicitado, pues la oposición deviene en algo peor, razón por la cual Rodríguez Cerna aconseja pensarlo antes de dar el mal paso, el casamiento se entiende. Empero, no es lo mismo lavar la honra mediante el correspondiente pago del desagravio en los Estados Unidos, que en Guatemala donde las señoritas y señoras, "nuestras mujeres", que se precian no se atreven a meterse en semejantes exigencias legales, pues qué dirán.
"Quién sabe cuál irreverencia cometió contra la McCormick una muchacha cualquiera de Los Angeles: tal vez no cayó de rodillas al verla o tuvo la audacia de mirarla. […] Lo cierto es que la mano enjoyada se disparó en catapulta sobre las mejillas de la Angelina, que no esperaba tamaña honra y comenzaron a hincharse del golpe y de orgullo.
Si la ofensora fuera otra, allí mismo la abofeteada se va a las greñas con ella y habrían caído hechas lío en mitad del arroyo. Pero como se trataba de quien se trataba […] toda dolorida manifestó que su prestigio no se restauraría con menos de un millón de dólares. […]
"Cosas de Yanquilandia", se dirá. […] Pegar o amar, lo mismo da: ambos disímiles actos producen dinero, si el filón es abundante y propicio.
Cuando el galán las abandona, nuestras mujeres se ponen tristes, adelgazan, sufren compasión burlona de amigas y llegan a consolarse con el tiempo; pero no ejercen acciones reivindicatorias. Ni siquiera escarmientan: viene otro candidato, los idilios se renuevan y se quedan otra vez burladas, como la vez primera. Por los dominios del dólar las cosas pasan, como se sabe, de bien diferente manera. La joven a quien le juegan partida serrana, presenta a los tribunales una cuenta rigurosamente especificada: "Frederick me dio tantos besos: a cinco dólares el beso, véase el total y páguese; por perder el tiempo en paseos, abrazos y escribirle cartas, equis pesos; por el destrozo que han sufrido mis nervios, cincuenta mil; como bálsamo para mi enfermo corazón, cien mil".
Cupido lleva contabilidad en regla. […] Queda siempre el peligrosísimo, para los hombres, camino del divorcio, que tiene abiertos sus escapes de par en par, por los motivos más singulares […] o por la mayor de las razones femeninas: vivir gratis a costillas del marido merced a la "alimony" o pensión matrimonial. […]
Ante el perpetuo temor de acusaciones femeninas, los extranjeros apenas nos atrevemos a mirar a las bien amadas yanquis. […] La palabra masculina debe cumplirse, o pagar por no cumplirla, y las novias no quedan en ridículo. Pero también los hombres se convierten en esponjas exprimibles, y va a haber necesidad de suspender relaciones amorosas y andar por las calles sin lengua ni manos y con gafas negras." ("La bofetada que vale un millón"; páginas 203 a 208).
El estilo de muchos periodistas en Guatemala, "Nosotros creemos" dice el autor, cuando escriben artículos de opinión acerca de algún político, sobre todo si éste representa al partido que hace gobierno, es de injurias y burlas hacia el personaje elegido para sus comentarios ácidos y mordaces, por no decir chuscos. En España, dice Rodríguez Cerna, por mal que caiga un político, sobre todo si es el Presidente de la Nación, siempre se dicen tantas cosas pero con el mayor de los respetos. No importa si el periodista no está de acuerdo con la política impulsada por el personaje de quien trata en su columna, cuando lo critique siempre lo hará con una previa disculpa por todo lo que pueda decir. En los Estados Unidos ocurre igual; es parte de las "costumbres":
"En la prensa de Madrid -desde esta ciudad escribo ahora- se encuentran embestidas a enemigos políticos, vaselinazas con semejantes palabras: "Al referirnos al vil renacuajo don Fulano de Tal, enemigo del pueblo, vergüenza de su familia y causa de los desastres del país, lo hacemos con todos los respetos debidos a su persona". La víctima queda amoratada y agradecida, admirando la corrección hidalga del adversario, que lo apaleó y enfangó a su favor, pero sin propósito de ofenderle la dignidad personal. […]
En California, el presidente había perdido su prestigio político. Conforme se aproximaba, iba arreciando la campaña hostil. Mas la víspera de su llegada a San Francisco, los diarios le anticiparon calurosa bienvenida, invitando para tributarle ovación gigante. ¿Cambio de casaca? No: elemental cultura cívica. "Hemos atacado, decían, y seguiremos atacando la política de Woodrow Wilson, porque la consideramos funesta para el país. Pero el que está para llegar es el más alto representante de la República y debemos ofrecerle el homenaje que se le debe como a Primer Magistrado de la Nación".
[…] Nosotros creemos, por lo general, poner en las polémicas mucho calor, mucho patriotismo o incomparable ingenio, cuando no hacemos más que exhibir perfidia o mala educación, que dan cartel de "periodista de combate". Los del bando opuesto -o simplemente los que nos caen mal- son bergantes dignos de presidio. ¿Cómo va ser político decente ese señor que no se baña y cuya hermana se fugó con el sacristán? Llueven injurias, y sobre todo chistes, en los que nos hemos declarado especialistas. Si yo reconozco el mérito ajeno, soy traidor a la causa. Nota: "la causa" se llama a los que están arriba; los demás, no valen ni la pena de mencionarlos.
[…]
Yo no ví a Wilson a su entrada al Palace Hotel, cuando asistió al almuerzo que le ofrecieron las señoras sanfranciscanas, entusiasmadas con su labor pacifista; ni Dios podía acercarse. […]
Estaba en el ocaso de la política y de la vida. Los lobos europeos comenzaron a destrozarlo." ("Con todos los respetos"; páginas 212 a 215).
Si la honra puede recuperarse por medio de una adecuada indemnización a la persona ofendida, no siempre ocurre cuando se trata de aplicar normas puritanas, herencia de la cultura inglesa que legaron los primeros colonizadores en los Estados Unidos. Un inglés llega a dicho país aproximadamente en 1923 y le es ofrecida una cátedra de filosofía en la universidad; claro, se trata de Bertrand Russell (1872-1970), quien no solo es filósofo sino también matemático y escritor. Todavía no había ganado el Premio Nobel de Literatura, el cual se le adjudicará en 1950. Pero, siempre lo hay, alguien averigua quién sabe cómo, que tiene un hijo fuera del matrimonio y aunque él aclara que no es suyo, de todos modos es llevado a juicio y la universidad le retira la cátedra. El puritanismo, que es lo mismo que hipocresía, como que volvió por sus fueros en 2011: mientras nadie se enteró, el ex Gobernador de California vivió feliz y contento de tener un hijo fuera del matrimonio de madre guatemalteca; doce años después la prensa lo averigua y es la de ver las declaraciones dadas por los políticos de la oposición, quienes se han rasgado las vestiduras al saber que el ex actor de cine no es tan puro y representa un mal ejemplo para la juventud, que es lo mismo que en su tiempo se dijo de Russell; estando a punto de iniciar labores docentes en el City College de Nueva York, con la inmensa alegría de quienes lo acapararon, saltó la liebre.
"Pero uno piensa el bayo y otro el que lo ensilla. Porque cuando el filósofo se preparaba a comenzar su seminario con lecciones sobre la escuela jónica o la pitagórica, le salió al paso el puritanismo, que es una desgraciada herencia dejada por Inglaterra a los Estados Unidos. La inevitable hoja de parra echó sus cuentas y encontró que al sabio le sobraba un hijo, aparte de los tres de legítimo matrimonio. Parece que él se encogió de hombros cuando se lo dijeron y manifestó que ese sobrante era debido a otro hombre, lo cual a él le importaba menos que la más leve de las brisas. […]
Y la ofensiva contra el "inmoral" tomó cuerpo en el muy reverendo William T. Manning, obispo de la iglesia episcopal protestante de Babilonia, quien enrojecido de indignación y todo escandalizado y trémulo de virtudes, apuntó eclesiásticas baterías contra Russell, acusándolo de "propagandista reconocido contra la religión y la moralidad". […]
El juez McGeehan, del tribunal supremo neoyorquino y digno de figurar al lado de los que condenaron a Sócrates y a Jesús, falló, con vista de los antecedentes y de algunas influencias políticas, que Russell estaba moralmente incapacitado para desempeñar su cátedra. Y la comisión de presupuestos eliminó la partida asignada al filósofo. Este pueril cavernarismo, no impide que muchos jueces y si a mano viene, numerosos obispos, regodeen gratas horas con champagne y carnes femeninas, porque no hay nada más alegre y audaz que la hipocresía cuando dice a divertirse." ("Explosión puritana"; páginas 222 a 225).
Otra de las "costumbres" norteamericanas viene expuesta por medio del clásico Smith, que los hay por millones en la Unión Americana, que es como decir Pérez, López o García en Guatemala. El Smith de quien trata la crónica "El Mussolini yanqui" pareciera que imita al italiano en el estilo del vestuario u uniforme de su partido, que está contra los respectivos de Roosevelt y Hoover, por lo cual la crónica podría situarse en 1940.
"El llamado Mussolini de los Estados Unidos, democracia en la que no se creía probable presencia tal, se apellida, naturalmente, Smith. Entre nosotros sería don José Pérez o don Pedro Rodríguez. […]
Cada regimiento, cada institución, cada ideología, se apropia de un símbolo para distinguirse y diferenciarse. El Duce italiano encontró que las camisas negras, que en el fondo hacen juego con las rojas de Garibaldi, sería el distintivo de sus legiones. Inmediatamente Adolfo Hitler encamisó también a los suyos, bajo un coloro gris, si mal no recordamos.
[…]
Se llama en su totalidad, Art. J. Smith y ha combatido valientemente en varias guerras, viendo de frente la muerte sin hipnotizarse ni temblar. Está familiarizado con el entrecortado monólogo de las ametralladoras. Militó con Villa, lo cual le da cierto aire de soldado de fortuna en rango de condotiero.
[…]
No va muy allá que se diga en la entraña del problema social, porque se queda en paliativos, aunque substanciales. Pero habla como un convencido lleno de fuerza y tranquilidad. Considera a Roosevelt como el menor de dos males (la sonrisa es contagiosa, y el otro es Hoover, naturalmente) y afirma que sus filas ascienden ya a tres millones de asociados." ("El Mussolini yanqui"; páginas 226 a 228).
El futuro
Sin pretender ser visionario como el también abogado Manuel Coronado Aguilar (1895-1982) que escribió en 1947 su novela El Año 2001 (publicándola en 1959), resulta que Rodríguez Cerna utiliza como excusa en una crónica, al relatar que un "caballero" fue condenado en Los Ángeles a 750 años de prisión, para elucubrar qué podría suceder si el mismo lograra vivirlos, qué cambios se observarían. Su aguda sátira lo lleva a plantear:
"Mientras esté encerrado, cambiarán regímenes, Estados, leyes, instituciones, o no existirá nada parecido. Prosperarán organizaciones que harán anticuados a los comunistas, que son menos de vanguardia de lo que se figuran. […]
Los yanquis poseerán (¿por qué no también factorías en Marte?) doble línea férrea a todo lo largo de los Andes, y sus procónsules imperarán sobre rascacielos hasta la estratósfera en Lincoln City, Estado del Polo Sur. […] Es posible que en lo que quede de política haya algo de decencia. En literatura y filosofía se ha de seguir pensando que la moda o pequeñas conquistas de audacia son esencia de verdad o belleza, y sus cultivadores eje de los mundos y ombligo del universo. […]
[…] En México concluirán revoluciones con la extinción de los mexicanos, y los sabios estudiarán cuidadosamente el hecho inexplicable de que en Centro América haya aparecido el sentido común. […]
Agentes económicos del capitalismo proletario regularán la vida de los planetas, si tienen la desdicha de estar habitados. […] En cuanto a métodos concepcionistas, fracasará la radio–fecundación y se continuará con el viejo método deleitoso." ("El condenado a vivir"; páginas 197 a 200).
En suma, es de invitar al amable lector a que aprecie la calidad de las crónicas de José Rodríguez Cerna, leyendo directamente las 68 que incluye la obra Bajo las alas del águila (1942). Y si gusta de dichas crónicas, no estaría mal que diera un paseo por otras del mismo estilo y calidad de dicho autor, como por ejemplo Interiores (Semblanzas y Paisajes) y Tierra de sol y de montaña. Puede asegurársele que no perderá su tiempo y gozará de la fina prosa que cada obra exhibe.
Las aquí recomendadas, así como otras del mismo autor, las puede encontrar en las bibliotecas de las universidades de Guatemala y en la Biblioteca Nacional de Guatemala "Luis Cardoza y Aragón.
Quizá logre localizar algún ejemplar en las ventas de libros usados, aunque no puede asegurarse, por tratarse prácticamente de "libros duendes", a los que César Brañas se refirió en dos oportunidades: la primera en 1955 cuando intituló un artículo periodístico con el nombre de Libros Duendes, publicado en El Imparcial de fecha 11 de julio de dicho año, donde trata lo referente al problema de encontrar libros de autores nacionales. [67]En una segunda oportunidad, 1963, cuando comenta respecto a la dificultad de encontrar la edición princeps de las Poesías de Juan Diéguez Olaverri (1813-1866), pues la publicada en 1893 no fue precisamente la primera edición; empero, no obstante la búsqueda desarrollada, le fue imposible encontrarla, razón por la cual concluye: "Podría ser uno de nuestros pequeños mitos literarios." [68]
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Ensayo por:
Autor:
Ariel Batres Villagrán
Guatemala, 18 de julio de 2011
[1] Fotografía tomada de: Rodríguez Cerna, José; Tierra de sol y de montaña. Guatemala : Séptima edición. Editorial “José de Pineda Ibarra”, Ministerio de Educación, 1969.
[2] Sandoval, Víctor O.; Pequeña monografía de San Luis Jilotepeque. Volumen 7, Colección monografías. Guatemala : Secretaría de Educación Pública, 1965. Páginas 115 y 116.
[3] Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de Guatemala; Tesis, de 1900 a la fecha. Época III, Tomo IV, Números 1 y 2. Julio-octubre de 1940. Página 127.
[4] Entregó el cargo en 1918 a Rafael Arévalo Martínez, quien dejó una sabrosa descripción de dicha Oficina en forma de cuento largo muy sarcástico: La Oficina de Paz de Orolandia (1925).
[5] Montúfar, Rafael; Caída de una tiranía. Guatemala : Talleres Sánchez & de Guise, 1923. Páginas 233 y 234.
[6] Rodríguez Cerna, José; La sin ventura doña Beatriz de la Cueva. Guatemala : Revista Anales, Año I, Tomo I, No. 1. Julio 1924, de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala. Páginas 99 a 100.
[7] Fundación para la Cultura y el Desarrollo. Asociación de Amigos del País; “Rodríguez Cerna, José”. Diccionario Histórico Biográfico de Guatemala. Guatemala : Primera edición. Editorial Amigos del País, 2004.
[8] Haeussler Yela, Carlos Cristian; “Rodríguez Cerna, Lic. José”. Diccionario General de Guatemala. Guatemala : Impresos Malumbres, 1983.
[9] Tómese en cuenta que aunque el autor escribe sus remembranzas de 1909, hace un salteo hacia los años 1914-1918 al referirse a la primera guerra mundial, aunque en tales años ya no era director de “La República”.
[10] Virgilio Rodríguez Beteta (1885-1967) fue un abogado, historiador, diplomático y escritor guatemalteco. Sus obras más conocidas: Los dos brujitos mayas: el cuento-novela de la antigüedad americana (1958), La política inglesa en Centroamérica durante el siglo XIX (1963), y No es guerra de hermanos sino de bananos; como evité la guerra en Centroamérica en 1928 (1969).
[11] Rodríguez Cerna, José; Interiores (Semblanzas y Paisajes). Guatemala : Segunda edición. Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular “15 de septiembre”, Volumen 85. Departamento Editorial y de Producción de Material Didáctico “José de Pineda Ibarra”, Ministerio de Educación, 1965. Páginas 195 a 199.
[12] Méndez, Joaquín; Al Lápiz: Don Manuel Estrada Cabrera. Guatemala : Imprenta de Arturo Síguere y Cía., 1905. Extractos de páginas 6 a 9.
[13] Rodríguez Cerna, José; Tierra de sol y de montaña. Op. Cit., páginas 131 a 134.
[14] Ministro de Fomento en el primer Gobierno legal de Manuel Estrada Cabrera, fallecido el 4 de octubre de 1901). Respecto al evento Wyld Ospina recuerda: “Las Fiestas de Minerva, una parodia griega que inventó el licenciado Rafael Spínola, ministro de Estrada Cabrera en los primeros años, y en las cuales se exaltaba anualmente al maestro de escuela y a la juventud estudiosa, recibieron incienso de empingorotados personajes de todo el mundo…” Wyld Ospina, Carlos; El Autócrata. Ensayo político social (1929). Segunda edición. Guatemala : Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular “15 de septiembre”. Volumen 103. Departamento Editorial y de Producción de Material Didáctico “José de Pineda Ibarra”, Ministerio de Educación, 1967. Página 78.
[15] Vidaurre, Adrián; Los Últimos Treinta Años de la Vida Política de Guatemala / Memorias. Habana, Cuba : Imp. Sainz, Arca y Ca., 1921. Páginas 80 a 81.
[16] Rendón, Catherine; Minerva y la Palma : el enigma de don Manuel. Guatemala : Artemis Edinter, 2000. Cfr. Págs. 218 a 220.
[17] Chinchilla Aguilar, Ernesto; “La Vida Moderna en Centroamérica”. Guatemala: Editorial José de Pineda Ibarra, 1977. Págs. 496-497. Citado por: Pinto Aguilar, Rodolfo Mauricio Gerardo; La Época de Manuel Estrada Cabrera a través de testimonios inéditos orales. Guatemala : Universidad Francisco Marroquín, 1982. Pág. 92.
[18] Valle Pérez, Hernán del; Carlos Herrera: primer presidente democrático del siglo XX. Guatemala : Fundación Pantaleón, 2003. Página 378.
[19] Arévalo, Teresa; Rafael Arévalo Martínez. Biografía de 1884 a 1926. Guatemala: Tipografía Nacional, marzo de 1971. Capítulo 67; páginas 377 a 380.
[20] Rodríguez Cerna, José; Un pueblo en marcha : Guatemala (Geografía física, comercial y económica, leyes, historia y literatura). Madrid : Compañía General de Artes Gráficas, 1931. Página 224.
[21] Figueroa Ibarra, Carlos; Marxismo, sociedad y movimiento sindical en Guatemala. Costa Rica : Anuario de Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica, 16(1): 57-86, 1990. Página 57.
[22] Rodríguez Cerna, José; Tierra de sol y de montaña. Op. Cit., páginas 5 a 8.
[23] Rodríguez Cerna, José; La Prensa de Guatemala y la cuestión de límites con Honduras. Guatemala : Tipografía “La Libertad”, julio de 1932. Extracto de páginas 9 a 11.
[24] Ingeniero topográfico (1892) y filólogo. Autor de Semántica guatemalense, o Diccionario de guatemaltequismos (1941-42), en 2 volúmenes. Falleció el 7 de diciembre de 1946, mes y medio después del acto en referencia. Tuvo siete hijos, entre los cuales Carlos Alberto Sandoval Vásquez (autor de Leifugados, 1946) y Mario Sandoval Figueroa (director y actual columnista del diario “Prensa Libre”, miembro de la Academia Guatemalteca de la Lengua de la que fue presidente).
[25] Arévalo, Juan José; Despacho Presidencial / Obra póstuma. Guatemala : Editorial Oscar de León Palacios, 1998. Página 194.
[26] Escritor, poeta y filólogo. Reformó la Letra del Himno Nacional de Guatemala en 1935.
[27] Curiosamente, originario de Granada (Nicaragua), pero residente en Jalapa hasta su muerte el 4 de abril de 1970. Publicó: Desde un lugar de Ame´rica (Imprenta Minerva, Jalapa, Guatemala, 1943); Senderos (Unio´n Tipogra´fica, Guatemala, 1944); y, Caminos de Iximché [poema](1968, reeditado por Editorial “José de Pineda Ibarra” en 1971), en el que interpreta y amplifica en poesía castellana los Anales de los cakchiqueles.
[28] Ministerio de Educación; Clemente Marroquín Rojas. Un hombre de América / Obituario a su memoria. Guatemala : Editorial “José de Pineda Ibarra”, 1980. Página 399.
[29] Flores, Marco Antonio; Fortuny : un comunista guatemalteco. Guatemala : Colección Cincuentenario de la Revolución de Octubre. Editorial e Impreofset Oscar de León Palacios, 1994. Página 141.
[30] El escritor Efraín de los Ríos (nombre literario; el real: Efraín Aguirre Ríos) da cuenta de sus recuerdos en la Penitenciaría Central a la cual llegó por iniciar la redacción de El jardín de las paradojas, en contra de Ubico; fue denunciado y la obra se perdió, resguardando únicamente diez páginas aproximadamente. En prisión dos veces durante poco más de seis años (del 21 de diciembre de 1935 al 14 de diciembre de 1939; y, la segunda, del 6 de marzo de 1942 al 29 de marzo de 1944) y quien salió libre por orden del gobernante en marzo de 1944, pero obligado a trabajar como secretario de la otrora todo poderosa Guardia de Hacienda, lo cual éste relata en su obra Ombres contra hombres: drama de la vida real, elaborada y publicada en 1945 por primera vez en un solo tomo, segunda edición Tipografía Nacional, 1948, y cuya tercera edición en dos tomos fuera editada en 1969. Los derechos de autor le fueron otorgados en 1949 por el Presidente Juan José Arévalo, por medio de Acuerdo Gubernativo No. 177.
[31] De los Ríos, Efraín; Ombres contra hombres: drama de la vida real. Tomo 1. Tercera edición. México : Fondo de Cultura de la Universidad de México, 1969. Páginas 433 a 438.
[32] Muñoz Meany, Enrique; Preceptiva Literaria / Para estudios de secundaria y normal. Guatemala : Quinta edición revisada por su autor. Editorial del Ministerio de Educación Pública, 1951. Páginas 370 a 371.
[33] Arévalo, Teresa; Rafael Arévalo Martínez. Biografía de 1884 a 1926. Op. Cit., página 187.
[34] Rey Soto, Antonio; Estampas Guatemaltecas / Libro editado especialmente para ser repartido en la Exposición de Sevilla. Guatemala : Tipografía Nacional, 1929. Página 70.
[35] Díaz, Víctor Miguel; Narraciones. Guatemala : Tipografía Nacional, 1910. Página 5. Nota: Segunda edición. Guatemala: Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular “20 de octubre”, Volumen 58. Editorial “José de Pineda Ibarra”, 1980. Esta versión no incluye la carta en cuestión.
[36] Rodríguez Cerna; “Prólogo” a: Díaz, Víctor Miguel; Narraciones. Guatemala : Tipografía Nacional, 1910. Páginas 7 a 12. En la segunda edición de 1980 corresponde a páginas V a IX. Nota: Segunda edición. Guatemala: Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular “20 de octubre”, Volumen 58. Editorial “José de Pineda Ibarra”, 1980. Esta versión no incluye la carta en cuestión.
[37] Arévalo, Teresa; Rafael Arévalo Martínez. Biografía de 1926 hasta su muerte en 1975. Guatemala: Editor Óscar De León Castillo. Editorial e Impreofset Óscar De León Palacios, 1995. Página 165.
[38] Rodríguez Cerna, José; Tierra de sol y de montaña. Op. Cit., páginas 123 a 125.
[39] En 1946 la columna “Mensajes al viento” se publicaba en el periódico “Mediodía”, semioficial y de apoyo al gobierno de Juan José Arévalo, quien también escribía en el mismo, aún siendo presidente, razón por la cual era criticado en el sentido que cómo era que tenía tiempo si la conducción del país debía absorber todas sus energías.
[40] Rodríguez Cerna, José; “Mensaje al viento”, introducción a: Zea Ruano, Rafael Cactos: estampas de Oriente. Segunda edición. Guatemala: Biblioteca de Cultura Popular “20 de octubre”, Volumen 35. Ministerio de Educación Pública, 1952. Páginas 5 a 7.
[41] Silva Salarminaga, Carlos; Biografías / 146 Escritores nacionales y más. Guatemala : Foto Publicaciones, 1998. Página 93.
[42] Herrera, Marta Josefina; Semblanzas. Guatemala : Tipografía Nacional, 1966. Páginas 175 y 178.
[43] Nota: debe decir “Lisandro Sandoval”.
[44] Cansinos Assens, Rafael; “Crítica literaria”. En: Rodríguez Cerna, José; Tierra de sol y de montaña. Op. Cit., página 10.
[45] Esta y las dos anteriores se incluyen en Tierra de sol y de montaña. En el caso de El Poema de La Antigua (1914) aparece ahí con el nuevo nombre de “Estampas de la Antigua”, pero el contenido es el mismo.
[46] Forma parte también de Interiores : semblanzas y paisajes (1942).
[47] En Tierra de sol y de montaña (primera edición), se le anunció con el título España ante mis ojos, cuando aún estaba en preparación.
[48] Acerca de este poema y de la posible “producción poética” de Rodríguez Cerna, la hija del homenajeado señala que lo escribió en 1909: “ese gran lírico que se desconoció a sí mismo y que por eso nunca compuso más versos”. Arévalo, Teresa; Rafael Arévalo Martínez. Biografía de 1884 a 1926. Op. Cit., página 189.
[49] Barrios y Barrios, Catalina; José Rodríguez Cerna. Guatemala : Letras de Guatemala. Revista semestral No. 2, Facultad de Humanidades, Universidad de San Carlos de Guatemala, diciembre de 1980. Página 34.
[50] Valenzuela Reyna, Gilberto; Bibliografía guatemalteca: 1941 – 1950. Tomo IX. Guatemala : Tipografía Nacional, 1963. Página 95.
[51] El nombre correcto es Víctor Miguel Díaz.
[52] Silva Salarminaga, Carlos; Biografías / 146 Escritores nacionales y más. Op. Cit. páginas 93 a 94.
[53] Barrios y Barrios, Catalina; José Rodríguez Cerna. Op. Cit., página 38.
[54] Cifuentes, Juan Fernando; Las generaciones literarias en Guatemala en el siglo XX / I. El Cometa Generación de 1910. Guatemala : Editorial Palo de Hormigo, 2002. Páginas 72 a 76.
[55] Sobre todo, en las siguientes: El libro de las mujeres, Jerusalén y la tierra santa, La vida errante, El Japón heroico y galante, Treinta años de mi vida: el despertar del alma, La sonrisa de la esfinge, La Grecia eterna, Treinta años de mi vida: en plena bohemia, El encanto de Buenos Aires y El evangelio del amor.
[56] Rodríguez Cerna, José; “Mensaje al viento”, introducción a: Zea Ruano, Rafael Cactos: estampas de Oriente. Op. Cit., página 7.
[57] Rodríguez Cerna, José; Tierra de sol y de montaña. Op. Cit., página 15.
[58] Rodríguez Cerna, José; Un pueblo en marcha. Op. Cit. página 7.
[59] Rodríguez Cerna, José; Un pueblo en marcha. Op. Cit. página 21.
[60] Rodríguez Cerna, José; Un pueblo en marcha. Op. Cit. página 23.
[61] Idem., página 182.
[62] “Jorge Meléndez (1871-1953), político salvadoreño, presidente de la República (1919-1923). Un año después de la muerte de Carlos Meléndez, su hermano Jorge ocupó la presidencia y continuó con el monopolio que las familias Meléndez-Quiñones tenían sobre el poder ejecutivo. Durante su mandato se violaron impunemente los derechos constitucionales, especialmente la libertad de sufragio. En el aspecto económico, tomó medidas financieras muy graves para la soberanía nacional: ofreció la renta de las aduanas del país como garantía de pago de los préstamos concedidos por banqueros neoyorquinos. En 1923 se creó la Federación Regional de Trabajadores y surgió el germen del Partido Comunista. Estas circunstancias propiciaron un aumento en la contestación social y política. Sin embargo, el régimen autoritario (presidido desde 1923 por Alfonso Quiñones) continuó hasta el 1 de marzo de 1927, cuando Pío Romero Bosque accedió a la presidencia, acabando con el dominio de los Meléndez-Quiñones y restableciendo las libertades constitucionales.” Microsoft ® Encarta ® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation.
[63] Rodríguez Cerna, José; Un pueblo en marcha : Guatemala. Op. Cit. página 23.
[64] Idem., página 71.
[65] Idem., página 133.
[66] Idem., páginas 240 a 241.
[67] Cfr. Menton, Seymour; Historia crítica de la novela guatemalteca. Guatemala: Imprenta Universitaria, Editorial Universitaria. Universidad de San Carlos de Guatemala, 1960. Página 6.
[68] Brañas, César; Otras huellas de Juan Diéguez. Con Palabras iniciales de Jorge L. Villacorta C. Guatemala: Edición patrocinada por la Asociación de Escritores de Guatemala. Imprenta Galindo, 1979. Página 4. NOTA: la edición constituye una reproducción de la serie de artículos publicados con dicho título en El Imparcial, durante el año 1963.
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