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Despido laboral y depresión (página 2)

Enviado por Edgar Eslava Arnao


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II. ENFOQUE COGNOSCITIVO

Marco Referencial

Desde la década del cuarenta los psicólogos estadounidenses, desarrollaron una serie de estrategias de apoyo y orientación destinadas a facilitar la búsqueda inteligente de un nuevo empleo, (Haldane 1940). Citado por López Mena L. (1999) para las personas despedidas, procurando que el período de desempleo fuese lo más reducido posible y el efecto del despido no sea traumático. El progreso de estas estrategias han llevado a considerar actualmente, la desvinculación o despido como parte de un ciclo profesional propio de determinadas condiciones socioeconómicas más que un acto aislado. (Vermot-Gaut 1989). Citado por López Mena L. (1999)

Inicialmente este proceso de apoyo y orientación recibió el nombre de decruiment o dehired pero estas expresiones no tuvieron éxito. Se atribuye a North, D. El haber acuñado la expresión "Outplacement", la cual no tiene traducción castellana, según destaca Britain (1982), Citado por López Mena L. (1999) en castellano se suele utilizar desvinculación, cuando se trata de un programa se emplea Desvinculación programada o Desvinculación asistida (Rodríguez Kabana 1987). Citado por López Mena L. (1999).

Son muchas las definiciones que se han dado al Outplacement, se atribuye a (Lorca & brittain 1992). Citado por López Mena L. (1999), quienes lo definen como "Un proceso de cambio,mediante el cual una persona realiza una transición desde una organización a otra, con la asistencia de un psicólogo especialista en el cambio de empleo y en el marketing de las habilidades personales; parece que la definición más aceptada se le atribuye a R. Kabana (1987) Citado por López Mena L.(1999) quien lo define: "Un proceso de asesoría y apoyo, orientación, capacitación dirigida a la persona por egresar o ser transferida para la búsqueda de un nuevo empleo o actividad de calidad, nivel y condiciones similares a las de su anterior ocupación en el menor tiempo posible." Se tiene referencias a través del internet, que tan sólo en Estados Unidos existen unas 9,000 compañías especializadas en consultoría Outplacement, siendo la mayor de ellas "Right Management Consultants, de Filadelfia", con más de 100 oficinas en ese país y 30 en otros lugares del mundo. En Europa hay un número similar de firmas consultores en OPC.

En Latinoamérica los mayores desarrollos se encuentran en Chile, Brasil y Argentina. En Colombia, existe un servicio del SENA desarrollado en algunos de sus centros, para el nivel operativo de las empresas. En todos los resultados encontrados, se ha manifestado que las conductas desadaptativas, influyen negativamente en la búsqueda de un nuevo trabajo u ocupación lo cual, constituye un círculo difícil de romper y que tiende a agravarse, para la persona desempleada, con el paso del tiempo. (Payne y Hartley, 1987; Prussia, Kinicki y Bracker, 1993). Citado por López Mena L. (1999)

Se han descrito, incluso, reacciones extremas frente al despido como hemos referido, tales como la agresión (quemar el centro de trabajo) o de fuerte carácter intrapunitivo (suicidio). La pérdida del trabajo es considerado por los especialistas como uno de los más fuertes y perturbadores eventos vitales (life events) (Caplan, Vinokur, Price y Van Ryn, 1989). Citado por López Mena (1999) y se calcula que afecta cada año a 10 millones de personas.

En el Perú, no hemos podido encontrar estudios asociados con los objetivos de nuestro trabajo, tan sólo se ha podido encontrar aspectos teóricos que dictan las normas generales referidos a la búsqueda de un nuevo empleo. En USA contamos con la investigación realizada por Rodríguez Kabana (1995), Citado por López Mena (1999) a la que hacemos referencia en la página 52 del presente trabajo.

2.1. LA DEPRESIÓN

En 1851, el psiquiatra francés Jules Falret describía por primera vez "la folie circulaire" y, en 1863, el psiquiatra alemán Karl Krahlbaum acuña el término ciclotimia. Kraepelin desarrolló el concepto en 1896 y propuso el término de psicosis maníaco- depresiva que incluía todas las "enajenaciones periódicas y circulares, la manía, la melancolía y algunos casos de demencia". Más tarde, amplió este concepto, para incorporarle todos los casos de "exceso afectivo". Kraepekin justificó esta amalgama, razonando que todas aquellas situaciones que implican una alteración del animo, son difícilmente diferenciables unas de otras, parecen darse en el mismo paciente en épocas distintas y tienen un pronóstico uniformemente bueno (Mendels, J. 1992, p.39).

La "American Psychological Association", la clasificó como una enfermedad "funcional". Esto quiere decir que, "sea cual fuere la causalidad compleja del desorden, es la forma particular de funcionamiento (o de actuación) con su contenido, lo que constituye la esencia predominante (pero no exclusiva) del trastorno y conduce a repercusiones de tipo secundario, tanto orgánicos como funcionales" (Mendels, J. 1992).

En 1969, el término enfermedad maniaco-depresiva fue adoptado por la Asociación Psicológica y Psiquiátrica con el fin de ajustar la clasificación americana con la de la Organización Mundial de la Salud. Este cambio refleja la constancia de que los factores orgánicos pueden desempeñar una función importante (no necesariamente exclusiva) en la etiología de la enfermedad maniaco-depresiva.

Actualmente, el término maniaco-depresiva debe emplearse con referencia a una persona que ha padecido uno o varios episodios de depresión o manía sin causa aparente. Las expresiones depresión endógena y depresión clínica se emplean, a veces, como sinónimos de psicosis maniaco-depresivas.

La depresión rivaliza con la ansiedad como categoría más importante y compleja en la psicopatología. Es un síntoma neurótico y es la característica sobresaliente de la psicosis. En general, la depresión es uno de los estados mentales más comunes que sobreviven al hombre. Es una experiencia que se presenta en el ámbito mundial, los sentimientos de tristeza constituyen un factor intrínseco a la condición humana.

La depresión es un fenómeno común, caracterizado por abatimiento, tristeza, retardo de la motividad, etc. La gama de las reacciones depresivas abarca desde una tristeza ligera por una desilusión concreta, pasando por reacciones moderadas y de larga duración; hasta la depresión intensa, psicótica o melancólica. Aunque las reacciones depresivas neuróticas suelen ser muy graves y ocasionalmente conducir al suicidio; las depresiones más graves son por lo general las reacciones psicóticas.

Nuñez (1997) en un intento de concretizar este concepto, expresa que la depresión es un estado general del organismo, caracterizado por la presencia de por lo menos un cambio en cada una de estas tres parcelas:

  1. En la psicomotilidad, disminuye la iniciativa, la espontaneidad y la reactividad psicomotora.
  2. En el área afectiva, existe un predominio relativo de los aspectos emocionales o negativos: incapacidad para amar, sentimientos de malestar, pérdida del sentimiento de bienestar y salud.
  3. En la esfera de los impulsos, se denota una disminución, inhibición o pérdida de la expresión o reactividad de una o todas las tendencias y modificaciones cualitativas distorsionadas de la misma.

Añade el autor que "… las características más comunes y específicas de los estados depresivos son la pesadumbre intrínseca, con la consiguiente calidad negativa de la intencionalidad del ánimo frente al mundo o frente así mismo, frente al propio cuerpo e incluso frente a la vida" (Nuñez, M 1997).

El mundo actual está considerado como "depresógeno" porque es un mundo en el cual cada una de las relaciones está siendo desplazada por relaciones funcionales de seres que cada vez se parecen más a la máquina, es un mundo propenso al egoísmo, ya que existe una mayor predisposición a perder la fe en lo bueno y en el bien y caer en los estados depresivos.

Tanto médicos como psicólogos y sociólogos están de acuerdo en un hecho: la depresión es normal, pero también es peligrosa pues muchas veces conduce al suicidio. El problema se presenta porque la capacidad de resistencia de cada persona es diferente. Así, unos toleran más, mientras que otras sufren por cosas pequeñas; pero hay un fenómeno común en los que pasan por una depresión: todos se sienten tristes y solos, convirtiéndose en grandes egoístas. La depresión que sufren parece ser lo más importante del mundo.

Se concibe la depresión como un producto de las dificultades interpersonales, allí donde la relación normal ha llegado a ha ser imposible, el sujeto deprimido deja de luchar y de reivindicar sus derechos.

La depresión acompaña regularmente a la enfermedad orgánica grave y puede considerarse como una respuesta normal a las desventuras de la vida. No obstante, así como la ansiedad patológica puede compararse como el miedo realista, es útil comparar la depresión patológica con la decepción normal, la tristeza y la aflicción.

Por último una definición más general nos la da la Organización Mundial de la Salud (1986) que define la depresión como un "Desorden neurótico, caracterizado por una depresión desproporcionada, que generalmente tiene un inicio reconocido en una experiencia desagradable; no se evidencia desilusiones

o alucinaciones y a menudo hay preocupación por el trauma psíquico que precede a la enfermedad, por ejemplo, pérdida de un ser querido o de alguna posesión. La ansiedad también se encuentra frecuentemente ligada, y los estados mixtos de ansiedad y depresión se deben incluir aquí". Añade la O.M.S. que ". La distinción entre neurosis y psicosis depresiva deben hacerse no solamente con relación al grado de depresión, sino también por la ausencia de otras características neuróticas o psicóticas, o según el grado de trastorno de personalidad del paciente".

2.1.1. TEORÍAS DE LA DEPRESIÓN

Son muchas las teorías psicológicas que proponen explicaciones sobre las causas de la depresión. Se pueden considerar dos grupos: las que afirman que la depresión, es primariamente una perturbación del estado de ánimo, es decir, un trastorno afectivo, y las que sostienen que la depresión es primariamente un trastorno, a saber, una perturbación en el proceso mental.

A.- TEORÍA PSICOLÓGICA AFECTIVA

Abraham y Freud, son los representantes de las teorías psicoanalíticas.

En 1911, Abraham llevó a cabo el primer intento sistemático de explorar la enfermedad maníaco depresiva según las exigencias de una teoría psicoanalítica, comparando la depresión con la pesadumbre o el duelo normal. Afirmaba que la diferencia crucial entre pesadumbre y depresión estriba en que la persona que lleva duelo está conscientemente preocupada por la perdida de alguien, mientras que un paciente depresivo se halla dominado por sus sentimientos de pérdida, culpa o baja autoestimación. En el paciente depresivo, los sentimientos inconscientes de hostilidad hacia la persona perdida (real o simbólica) se dirigen contra sí mismo, a medida que los son las deficiencias o debilidades que él ha atribuido (por lo general de forma inconsciente) a la persona perdida. Abraham, opinaba que el depresivo percibe una pérdida como rechazo de sí mismo por la manera en que la confunde inconscientemente con experiencias previas y sensibilizadoras (Mendels, J. 1992).

Freud (1987) le dio una base teórica al concepto de depresión, estableciendo las diferencias entre el duelo y la melancolía. En la primera, la perdida es consciente, mientras que en la depresión la verdadera pérdida es inconsciente. Freud afirmaba que la ausencia de amor y de apoyo a partir de una figura significativa (por lo general uno de los padres) durante un estado esencial del desarrollo predispone a un sujeto a la depresión en épocas posteriores de la vida. Según Freud, es esta pérdida la que origina la depresión, esto, por consiguiente, puede considerarse como una falla del proceso de duelo.

Freud afirmaba que para resolver estos sentimientos (irritación dirigida al objeto perdido, sentimientos de culpa respecto del objeto perdido, sentimientos de sufrimiento y pérdida, centrado en la persona musita), era necesario el "trabajo" de la pesadumbre o del duelo, el cual implica el recuerdo consciente y la expresión de objetos de memoria y fantasía. Cada vez que esto ocurre, se van perdiendo los vínculos que ataban a la persona afectada por el duelo con la persona perdida. Klein (1948).Citado por Alonso Fernández (1983), propuso una base psicodinámica distinta para explicar el desarrollo de la depresión. Para Klein, la base de la depresión se forma en el primer año de la vida; en esta etapa el sujeto atraviesa un estadio evolutivo, al que dio el nombre de "actitud depresiva" que se caracteriza como fase de tristeza, temor y culpa, que de no superarse forma la base patológica de la depresión.

Eduard Bribring (Citado por Mendel. 1992) destacó la pérdida de la autoestimación Como el elemento clave de la depresión. Sus puntos de vista contrastan con los de los anteriores teóricos psicoanalistas por cuanto ponía mayor énfasis en la psicología del YO (respuesta consciente a los acontecimientos) que en los conflictos inconscientes entre él YO y el Super Yo. Si bien estaba de acuerdo con investigadores psicoanalíticos anteriores respecto a la importancia de las experiencias iniciales de la infancia como predisposición al desarrollo de la depresión en la vida adulta, sostuvo que la depresión clínica se desarrolla como consecuencia de la frustración de las expectativas conscientes. Afirmaba: "La expresión emotiva de un estado de desamparo y de impotencia del Yo, sin consideración de lo que pueda haber causado la ruptura de los mecanismos que establecen la autoestimación, constituye la esencia de esta situación". Difería también de los psicoanalistas anteriores respecto a la creencia de éstos de que las dificultades en el manejo de los sentimientos agresivos desempeñaban una función crucial en la génesis de la depresión".

La literatura psicoanalítica ofrece explicaciones dinámicas competentes de la depresión, y uno solamente puede concluir que ninguna descripción es universalmente aplicable. Las diferencias en las clases de depresión deben de entenderse de diferentes maneras. De que existen indudablemente diferencias en ellas se encuentra confirmado por la psiquiatría descriptiva. Algunas depresiones se hallan caracterizadas por culpa, otras por aflicción, algunas por ansiedad, otras por apatía, algunas principalmente por síntomas físicos, otras solamente por síntomas mentales. En general, se puede resumir que la cognición psicodinámica de la depresión es en la forma siguiente: Todo síntoma mental de la depresión constituye el complemento de una pérdida de la autoestima, no importa cómo aconteció esto. El sujeto siente desesperación, culpa o malestar corporal en proporción variable. En cualquier momento mostrará cólera la cual irá dirigida principalmente en contra de él mismo. Lo que lo hizo encolerizar es una pérdida real o simbólica. El se encuentra particularmente vulnerable a las perdidas debido a sus necesidades en exceso o porque su conciencia es excepcionalmente absorbente, cruel e irracional.

B. TEORÍAS DE APRENDIZAJE RELACIONADAS CON LA DEPRESIÓN

Las teorías actuales de aprendizaje relacionadas con la depresión, son un tanto similares a las teorías de Freud, a pesar que desde luego, las metáforas utilizadas son diferentes. Freud propuso la pérdida de apoyos externos a causa de las dependencias de tipo oral, retenidas desde la infancia. Realmente, es poca la diferencia que hay entre esto y el considerar la depresión como una reducción en la actividad que ocurre como consecuencia de la suspensión de un reforzamiento.

Las teorías del aprendizaje al concebir la depresión como una actividad reducida debido a una falta de refuerzo, han suscitado una mayor elaboración e investigación sobre todo por parte de Lewigsohs y sus colaboradores; el cuál plantea los siguientes enunciados:

  1. La sensación de depresión y otros síntomas de síndrome clínicos, como la fatiga, pueden suscitarse cuando la conducta recibe pocos reforzamientos.
  2. Esta "raquítica" dosis de reforzamiento positivo tiende a su vez; a disminuir aún más la actividad, la cual hace que los reforzamientos se vuelvan todavía más escasos.
  3. La cantidad de refuerzo positivo está en función de tres conjuntos de variables:
  • El número de reforzadores potenciales disponibles para un individuo en razón de sus características personales como edad, sexo y atractivo para los demás.
  • El número de reforzadores potenciales en razón del ambiente en que se encuentra la persona.
  • el repertorio de conductas de la persona que pueden ser reforzadas, como por ejemplo, sus actitudes vocacionales y sociales.

Seligman (Davison, 1990), ha postulado un modelo de depresión como impotencia aprendida, sugiriendo que la ansiedad es la respuesta inicial ante una situación que produce angustia. Empero sí la persona llega a convencerse de que no puede tener control, la ansiedad queda reemplazada por la depresión. Seligman anota que tiene conciencia de las limitaciones de su modelo, alude que no pretende explicar todos los tipos de depresión, sino que se limitan a la depresión que parece ser una reacción ante la tensión ambiental y que se caracteriza más por letargo e inercia que por agitación.

C. TEORÍA SOMÁTICA

Las investigaciones factoriales y orgánicas han puesto de manifiesto un número elevado de alteraciones físicas en la depresión. Entre ellas se encuentra la elevación de la excreción urinaria de los 17-hidroxicorticosteroides, retención del sodio y cambio en los patrones del sueño, visto por medio del EEG. Estas anomalías son de dudoso significado, pero algunos psiquiatras han inferido que la etiología de la depresión es física primariamente y que los factores psicológicos son secundarios, aunque pueden determinar el contenido mental de los síntomas.

El enfoque factorial (según Seguín, 1962) toma en cuenta tres factores: los predisponentes, la herencia y la constitución.

Oston (1993) menciona que en la etiología de la depresión hay: causas exógenas, como las hormonas, como la hepatitis infecciosa, la enfermedad de Parkinson y el uso de drogas que pueden tener efectos depresivos.

El autor, también menciona las experiencias capaces de contribuir a la depresión por su solo efecto psicológico: a) la que ejerce su influjo durante la infancia. Es posible que predisponga a la depresión cualquier caso capaz de frustrar la conducta emocional del niño respecto a la madre; capaz de detener el proceso de progresiva independencia y de promover una relación dependiente; b) por lo general, la depresión comienza como resultado de un período actual y concreto. El factor depresivo más común es una intensa ambivalencia, es decir, un odio irreconocible y un amor dependiente hacia la misma persona.

Es importante considerar el elemento social, político y económico como causante de depresión, frente al estrés creciente de las sociedades modernas, la depresión es una manifestación aceptable (Morales, P. 1971).

Diríase de acuerdo a la idea de Frank & Davis, el individuo desamparado impotente es una situación que no se modifica, amenazado constantemente por la perdida de su medio de subsistencia y de los cuidados más elementales reacciona significativamente en forma depresiva. (Rotondo, 1983)

2.1.2. CLASIFICACIÓN DE LA DEPRESIÓN

En forma general se puede decir que la depresión ha sido reconocida como un síndrome clínico desde tiempos inmemorables, pero aun continúa el debate de sí es una entidad aislada bien definida de intensidad variable o una categoría mixta de trastornos cualitativos diferentes.

Los primeros episodios bien definidos suelen ocurrir, por lo general, alrededor de los treinta años. Un atento examen puede revelarnos que ha habido fluctuaciones significativas del estado de ánimo en edades anteriores a ésta, pero no es frecuente observar un episodio bien definido de enfermedad maníaco depresiva hasta los veinte años.

Los episodios particulares de depresión (o manía) pueden desarrollarse de una manera insidiosa. Durante las primeras semanas, se produce una considerable fluctuación antes que el curso de la enfermedad se estabilice y el sujeto sufra una declinación continua. El grado de alteración variará en mucho de sujeto a sujeto y variará incluso, de cuando en cuando, en el mismo sujeto. En algunos, la alteración de ánimo, aunque bien definida, es relativamente leve y, aceptando la inhabilidad y el malestar subjetivo, no conduce a una incapacidad de impotencia. Otros, en cambio, padecen una total incapacidad.

Entre las clasificaciones más conocidas se tiene:

A. DEPRESIÓN NEURÓTICA Y DEPRESIÓN PSICÓTICA

Beck (1967) es su trabajo clásico sobre depresión concluye que las ilusiones de los depresivos psicóticos. Se basan en creencias equivocadas e inverificables, en sentimientos injustificados de inutilidad y aprensión por alteraciones corporales, síntomas que constituyen las principales diferencias cualitativas entre estos desórdenes. Los depresivos neuróticos presentan trastornos de los procesos psicológicos provocados por conflictos más o menos reprimidos, se trata de condiciones psicógenas iniciadas en temprana edad, con un auge crónico con exacerbaciones y que de una forma esporádica o continua se manifiesta por sintomatología depresiva.

La depresión neurótica se caracteriza por la perdida de autoestima de sí mismo o del propio valor, iniciada en los primeros años y reactivadas luego por la pérdida o fracaso de alguna clase.

A.1. Depresión Reactiva.

Es un término ampliamente utilizado para describir un estado depresivo que surge en asociación con experiencias de estrés, en individuos predispuesto. El factor de dicha predisposición previa puede ser de naturaleza constitucional o psicodinámica.

Gutheil Mendels, J. 1992) define la depresión reactiva como "un sentimiento agudo de desaliento y tristeza de intensidad y duración variable. Con el mismo nombre indica, no se trata de una enfermedad sino de una reacción, de una respuesta a situaciones de fracasa y decepción. Es una respuesta subjetiva en grado sumo; lo que deprime a uno, puede no afectar para nada a otros".

La depresión reactiva implica unas experiencias en la que el individuo predispuesto sufre la pérdida real (real o simbólica) de un objeto querido. Debemos, en consecuencia, considerar las condiciones que pueden predisponer a un individuo a esta clase de respuesta y la naturaleza de los factores que la precipitan.

A.2. Depresión Endógena y Depresión Exógena.

Davison & Neale (1990) definen endógeno como "originado dentro del cuerpo", añade que es un adjetivo que se aplica a un desorden del que se supone hay una "causa interna física". En otras palabras; se cree que un trastorno fisiológico es el que produce una depresión endógena; son cuadros que causan una distimia vital, que se vive en plano somático y en plano psicológico, desarrollando fobias diversas, se da en forma independiente y aún disociadas de la tristeza, que puede estar ausente. Por exógeno Davison & Neole lo conceptúan como "originada fuera del cuerpo", lo aplican a la tristeza que tiene una causa ambiental; el término "reactivo" identifica a veces este tipo de depresión.

Existe, según Davison, serias dificultades en determinar si una depresión puede atribuirse a un evento precipitante o a un evento precipitante o a un factor endógeno. En lugar de ello, ahora, y con fines destinados a diferencias diversos tipos de depresión, se aplican diferentes patrones de conducta. Otros consideran que las depresiones exógenas son las que aparecen como resultado de agentes tóxicos. Por su intensidad sintomática y compromiso de la personalidad pueden ser: leves, moderadas o de grado extenso.

2.1.3. OTROS TIPOS DE DEPRESION

  1. Depresión por agotamiento: que son los estados distímicos de tristeza o apatía que pueden presentarse con carácter de ayuda en individuos introvertidos, a causa de un estiló persistente, se trata de evoluciones psiquiatricamente anormales condicionadas por factores constitucionales, de disposición y ambientales.
  2. Depresión Involutiva: se denomina asó a los estados depresivos que se desarrollan durante la involución y en la que no se evidencian junto con otras manifestaciones, cargas hereditarias, ni fases maníacas o depresivas anteriores a este período de la vida humana.

La falta de una tipología o clasificación de las depresiones adecuadas dificulta el trabajo clínico y, particularmente, frena la actividad investigadora. Los escasos resultados concordantes obtenidos con la investigación biológica sobre la depresión se deben, en una amplia medida, a la gran amplitud y heterogeneidad de este sector de la nosología psiquiátrica, incluso cuando se perfila ?como debe hacerse- con arreglo al modelo médico.

La misma terapia de las depresiones podría tomar un desarrollo más satisfactorio ?dado que hoy abundan en este campo los tratamientos defectuosos y tardíos- con la incorporación de un diagnóstico tipológico sistemático previo. La disponibilidad de criterios clasificatorios firmes para efectuar un planteamiento discriminativo en el área de las depresiones representa una necesidad clínica e investigadora en extremo acuciante.

Como ha dejado bien establecido Kendell (1975), citado por A. Fernández (1983), toda clasificación multiaxial es diferente de un sistema polidimensional, puesto que los ejes (o planos) no son comparables con las dimensiones en un sentido estructural y matemático. En tanto que los ejes constituyen compartimentos distintos y poseen un soporte propio que admite una integración multiaxial, sólo de índole, naturalmente, heterológica, por medio de las correlaciones estadísticas, las dimensiones son interdependientes y homogéneas, siempre que formen parte de la misma estructura global.

Una estructura se caracteriza precisamente por la interdependencia reciproca existente entre sus distintas partes. El sistema polidimensional, por otra parte, resulta compatible con el sistema multiaxial e incluso le permite alcanzar una especial profundidad, siempre que se proceda con la discriminación clínica y matemática satisfactoria para el diferente trato que exigen las características de los ejes y las dimensiones.

Las cuatro dimensiones de la estructura del cuadro depresivo manejadas en el CET/DE se hallan enmarcadas en el eje o plano sintomatológico. Cualquier abatimiento de alguna de ellas, determinado, por ejemplo, por una situación depresógena de impacto unidimensional, repercute sobre las demás y tiende a arrastrarlas hacia la depresión.

A medida que la depresión larvada unidimensional ?que constituye la forma más frecuente de comienzo- toma cierta intensidad, van apareciendo síntomas de las otras dimensiones, lo cual es un dato demostrativo más de la interdependencia recíproca que existe entre estas cuatro dimensiones. Cuando el abatimiento de una dimensión alcanza ciertos grados arrastra en pos de sí a las otras dimensiones.

Para Alonso-Fernández, el diagnóstico tipológico es un diagnóstico por acentuación, donde se llama la atención sobre la dimensión o dimensiones más afectadas por el cuadro depresivo. La presentación de estados depresivos unidimensionales se acumula en los cuadros ligeros o larvados, ya que suele haber cierta proporcionalidad entre la intensidad y la extensión de la sintomatología, excepto en las depresiones atípicas o focalizadas.

La estructura del estado depresivo se sistematiza, pues, desde esta perspectiva, en cuatro dimensiones semiológicas interdependientes, cada una de las cuales corresponde a la alteración de un vector de la estructura de la vitalidad humana: la afectiva, la impulsividad, la sintonización y los ritmos. Sus correspondientes dimensiones alteradas en la depresión son, respectivamente: el humor depresivo, la anergia, la discomunicación y la ritmopatía.

A continuación pasamos a revisar las cuatro dimensiones:

1. El núcleo del humor depresivo, estado de ánimo, por cierto, cualitativamente distinto de la tristeza ?si bien la tristeza puede formar parte de su constelación afectiva-, está formado por el dolor moral o dolor de vivir ?donde la vida resulta una pesada carga-, acompañado con frecuencia de una especie de desesperación, anhedonia y autosubestimación ilustrada con alegorías de culpa o insuficiencia económica y un cortejo de sentimientos corporales difuso y sobre todo localizados.

Los elementos corporales implicados en el humor depresivo, tales como opresión dolorosa precordial, hormigueos en la cabeza, pesadez de todo el cuerpo, etc., no deben interpretarse como somatizaciones, es decir, como una especie de elaboración somática secundaria a la alteración psíquica, ni tampoco equivalentes depresivos, sino como autenticas manifestaciones depresivas primarias, que es la estimación adjudicada, asimismo, a los elementos corporales integrados en las otras tres dimensiones semiológicas.

2. La segunda dimensión que hemos distinguido corresponde aproximadamente al sector de síntomas depresivos que se viene englobando comúnmente en la inhibición psicomotora, denominación que nosotros preferimos cambiar por la de anergia o vaciamiento impulsivo, ya que incluimos en ella no sólo los datos objetivos propios de la inhibición psicomotora, sino el modo de vivencias y vivir la misma inhibición psicomotora, lo cual corresponde, sobre todo, a experiencias identificadas como "aburrimiento, desinterés, apatía y vaciamiento mental". Es de justicia señalar, además, que algunos autores habían tenido la perspicacia de incluir en la inhibición psicomotora los datos propios del déficit de la comunicación.

La experiencia de apatía, desinterés o aburrimiento tan frecuente entre los depresivos corresponde a la forma de vivencias o experimentar la lentificación psíquica y la inhibición psicomotora. La sensación de vaciamiento o petrificación mental, tampoco, nada raro entre los depresivos, refleja cómo vive el sujeto el grado intenso del mismo trastorno.

También el vaciamiento impulsivo, como ocurría con el humor depresivo, se manifiesta en el plano psíquico mediante datos subjetivos y objetivos, y en el plano corporal, mediante trastornos que van desde los datos subjetivos propios de la astenia (fatigabilidad precoz) y la adinamia (falta de energía para moverse) hasta el empobrecimiento (objetivo) motor y vegetativo.

3. La Discomunicación Depresiva, término casi sinónimo de falta de sociabilidad, se refleja en forma de un empobrecimiento de la comunicación y la metacomunicación, acompañada de trastornos cualitativos, entre los que destacan la abundancia de mensajes paradójicos o contradictorios (contradicción o incongruencia entre el contenido y la índole relacional), y se exterioriza a lo largo de la recepción y la emisión jerarquizada en varios niveles: el sensoriomotor (disminución de la capacidad sensorial y de la motilidad expresiva), el cognitivo o intelectual (descenso de la capacidad de comprensión y del lenguaje discursivo), el afectivo (bloqueo de los lazos afectivos o desarrollo de desconfianza, celos, etc.) y el espacial (alejamiento de la realidad exterior).

4. Sobre la serie de las ritmopatías, se encuentran abundante datos en la bibliografía, particularmente en las modernas revistas y en las escalas evaluativas de la depresión, pero de una forma fragmentaria o aislada. Su antecedente más sólido se remonta a la definición antropológica existencial de la temporalidad del depresivo como el imperio pasado. El despliegue de esta dimensión se extiende por los ritmos biológicos y los psicológicos, los ritmos de regulación individual y los de regulación psicosocial.

El paso de la concepción integral jerarquizada del estado depresivo cuya exposición resumida acabamos de concluir, a la redacción de un cuestionario o una escala, resulta un compromiso ineludible, con objeto de aportar un instrumento metodológico preciso, objetivo y cuantificado, para trabajar en la vía abierta por las nuevas ideas y la sistemática inédita de la depresión, tanto en la clínica como en la investigación. Y es así como nace el CET/DE en 1979, poco tiempo después de haber dado cuna a la jerarquización doctrinal de la depresión en las cuatro dimensiones consignadas.

2.2. LA ADAPTACIÓN

Es característica de los seres vivos constituir sistemas abiertos, sistemas intensamente activos en el intercambio de energías con el exterior. Mientras los procesos conductuales autorreferidos suponen movimientos de energía del sistema de personalidad, los más importantes intercambios dinámicos de éste, en tanto que sistema abierto, ocurre con el medio externo. Es preciso considerar ahora esta dinámica de la personalidad, estas transacciones de energía con lo exterior a ella, con el mundo estimular, de situaciones y de marco ecológico.

Por psicología dinámica suele entenderse la psicología de la motivación y bajo la rúbrica de "dinámica de la personalidad" cabe estudiar, como hacen Lazarus y Monat (1979). Citado por Mannhein M. (1986). los factores motivacionales intrínsecos al individuo agente.

Puesto que estimulación y conducta operante constituyen los dos procesos básicos de intercambio de energía entre el medio exterior y el sistema del agente (la estimulación, en la transacción de energía física en psíquica; la conducta operante, en sentido inverso), sorprenderá que de este intercambio se hable en psicología de la personalidad, cuando es asunto de psicología general. Catania (1973) ha escrito que todos los fenómenos y procesos de la psicología ceben dentro de un esquema: estímulo-respuesta-contingencias de refuerzo; todos los hechos pertinentes, o bien son conductas, o bien son condiciones antecedentes suyas, o bien son condiciones consiguientes a ella.

Esto es muy cierto en su elegante simplicidad. Pero tan espléndida simplicidad, aunque no sea ociosa y tenga algún rendimiento teórico, tampoco puede llevarnos muy lejos, ni en el orden meramente, descriptivo, ni mucho menos en el explicativo. La observaci de Catania se limita a aplicar a la conducta un principio general de toda ciencia, el de situar todo hecho en la sucesión de los que se le preceden y le siguen con regularidad sujeta a ley. Al preguntar cómo funciona o trabaja el sistema de personalidad, nos estamos interesando, desde luego, por algo elemental: por los eventos o estímulos antecedentes a los que responde o reacciona, y por las consecuencias o eventos resultantes de su operación o reacción práctica.

La Función Adaptativa

En la historia de la psicología, y respecto a los fenómenos por describir y explicar, ha habido, a veces patente y al menos siempre latente, un antagonismo entre una psicología de la estructura, de las estructuras psíquicas o conductuales, de la que son ejemplo, por lo más dispar, el estructuralismo y la gestal, y en contraste a ella, una psicología del acto, de los actos o procesos psíquicos, conductuales, por lo general centrada en la función de estos procesos, y de la que constituyen muestras el funcionalismo y el conductismo. Aunque netamente inclinado a una investigación y teoría estructuralista, Titchener (1869), citado por Freud S. (1987) fue muy consciente de esa doble necesaria vertiente de la psicología, que él formula en la contraposición y complementariedad entre una psicología estructural, algo así como una anatomía o morfología de la mente, y una psicología funcional, un estudio de la mente como sistema de funciones. La pregunta que ahora nos ocupa, sobre cómo opera o funciona el sistema de personalidad tiene inconfundible aroma funcionalista. A diferencia del conductismo, desgajado a su vez del funcionalismo y erigido en teoría de la conducta, el funcionalismo no ha desarrollado más que teorías regionales, verbigracia, sobre la percepción, y no han llegado a consolidarse como escuela u orientación independiente con entidad autónoma comparable a la del conductismo o de la fenomenología. En contrapartida, la temática funcionalista o funcional ha invadido ampliamente la psicología entera y está omnipresente a lo ancho de su programa de investigación y a través de muy diferentes escuelas y teorías. Es una temática que se deja resumir en un punto principal de interés: este interés por la función de los procesos de conducta humana. La respuesta típica a la pregunta por la función de la conducta dice que es una función de adaptación: la conducta del hombre aparece esencialmente adaptativa. Es ésta una respuesta de hondo arraigo en las ciencias biológicas a partir de Darwin. Por adaptación se entiende en biología, la adquisición por parte de un organismo o grupo de organismos, de aquellas características mediante las cuales se encuentran en mejores condiciones para vivir en el medio ambiente. Mecanismos adaptativos son los determinantes de la variación genética y de la evolución de las especies. El aserto de que también la conducta humana tiene una función adaptativa ha sido bastante vapuleado en reiteradas ocasiones por algunos críticos que en este aspecto han visto el germen de una psicología conservadora. "La adaptación comenta Deleule (1969)- aparece así como el concepto operativo dominante. El psicólogo es aquel que debe

reajustar una conducta no adaptada". O aún más claramente Braunstein (1985): "La noción de adaptación a las variaciones ambientales, representa utilidad en el terreno de la biología, revela ser la encubridora de un proyecto conservador de las estructuras vigente en las sociedades humanas. La psicología se incluye, aparentemente sin saberlo, en un proyecto adaptacionista".

En una de las primeras definiciones del conductismo, Watson (1924). Citado por Skinner (1979), lo presenta como "una ciencia natural que toma como propio el entero campo de los humanos ajustes" (o adaptaciones). La función de adaptación salta a la vista, desde luego, en el principio de refuerzo, y Skinner (1979) está certero al hacer explícita la analogía entre ese principio selectivo de comportamientos y el principio biológico de la selección natural de las especies de acuerdo con su capacidad y valor de supervivencia. Dos elementos básicos se introducen junto con este sujeto preceptor. Uno es el de las diferencias individuales entre distintos preceptores. El otro es que el sistema perceptual, encargado de la detección, selección y control de los estímulos, tienen un carácter instrumental adaptativo, al servicio de tareas de un equilibramiento que supone soluciones tanto defensivas como creadoras. Los dos elementos se combinan en la idea de que característicos patrones diferenciados en los individuos reflejan soluciones adaptativas típicas. De acuerdo con este nuevo punto de vista los citados autores se interesan no tanto por los atributos estructurales del estímulo cuanto por las propiedades funcionales, adaptativas, del proceso perceptivo, y por la integración de éste en el conjunto de reacciones y acciones del sujeto que percibe. El énfasis en la función adaptativa de los procesos perceptivos es también evidente en la teoría del nivel de adaptación de Helson (1964). Citado por Stagner R. (1976), que intenta unificar procesos y estructuras de diverso orden, sensorial y perceptivo, por un lado, y de personalidad y conducta interpersonal, por otro, bajo el concepto ?expresado en términos cuantificables y operacionales- de un ajuste del organismo a las fuerzas externas e internas; e igualmente en el funcionamiento probabilístico de Brunwick (l956); Postman & Tolman (1959). Ambos citados por Mannheim M. (1986) cuyo concepto básico para la cuestión que nos ocupa es el de "validez funcional" de la respuesta perceptual, validez mensurable en la correlación entre el estímulo o variable distal y dichas respuestas perceptivas (recuérdese que, por su parte, la "validez ecológica" se da en la relación y correlación entre el efecto proximal y el estímulo distal).

Pero seguramente la teoría perceptual que más derechamente conduce a la consideración de los fenómenos de personalidad que ahora nos interesa señalar es la de la psicología transaccional que ve a la percepción como elemento del proceso global de transacción continua entre un individuo y su entorno.

Volviendo, de todas formas, a la función de adaptación y a la noción de conducta adaptativa, también de ésta se debe señalar que es alternativa al esquema estímulo-respuesta y que, además de ser útil en psicología general, vinculada de ordinario a posiciones funcionales, lo es igualmente en psicología evolutiva y ecológica.

En psicología evolutiva, del principio de adaptación ha hecho Piaget (1967) la clave del desarrollo del ser humano y, en particular, de la psicogénesis de sus esquemas operatorios y formales. En la psicología piagetiana este principio deriva muy explícitamente de la biología, presenta un sentido Biológico; y procede también del concepto de Claparede de inteligencia como capacidad de adaptarse a situaciones nuevas. Para Piaget la adaptación resulta de dos procesos de signos inversos: el de asimilación y el de acomodación.

Biológicamente, la asimilación consiste en la incorporación e integración de elementos exteriores en estructuras propias del organismo. A semejanza de ese proceso biológico, la asimilación en sentido psicológico, psicogenético, es la incorporación de un estímulo o de un objeto nuevo a esquemas de inteligencia del sujeto, del nivel que sean: esquemas de acción sensomotriz, esquemas de operaciones concretas o bien formales. La idea de que las relaciones psicogéneticas fundamentales consisten en asimilaciones está propuesta en expreso antagonismo a la que las supone consistir en asociaciones La acomodación implica un mecanismo en dirección opuesta, aunque complementaria: ajustarse el estímulo u objeto nuevo, modificar los propios esquemas de acción u operación para adecuarse a él: Mientras la asimilación resulta necesariamente para asegurar la continuidad de los esquemas y estructuras ?del sistema de personalidad, podríamos apostillar-, la acomodación entraña el cambio en esas estructuras bajo los efectos de la novedad a la que adaptarse. Una y otras son invariantes funcionales en el desarrollo del sujeto, es decir, principios o procesos permanentes con una función, cada cual, bien determinadas. La adaptación psicológica, que para Piaget es principalmente cognitiva, consiste en un equilibrio entre asimilación y acomodación.

El concepto de adaptación, también es importante en la psicología ecológica o de entorno. Por ecología se entiende, en general, la rama de la biología que versa sobre la organización y funcionamiento de las comunidades de seres vivos en su ambiente. En ella, más que en cualquier otra disciplina biológica, es básico el principio de adaptación. En los dos últimos decenios, dentro de la psicología se ha especializado la rama de una psicología ecológica, que estudia el comportamiento de las colectividades humanas dentro de su entorno y en la interacción recíprocamente transformadora con él. Algunas variedades de ella se ocupan de aspectos muy limitados del entorno.

 

2.3. LA AUTOIMAGEN

El análisis funcional de las conductas autorreferidas ha comenzado, muy coherentemente, por las conductas manifiestas, consistentes en algunas secuencias de actividades motoras públicamente observables.

Los fenómenos presumiblemente más interesantes en la autorreferencia conductual pertenecen junto a esa esfera privada, al mundo fenoménico, cognitivo y experiencias del propio agente. Históricamente, además, entre los datos de base de la personología y de buena parte de los psicólogos de la personalidad, figuran ciertos fenómenos privados, tales como la conciencia y la estima de sí mismo, el proceso de tomar decisiones sintiéndose libre, un conjunto de actividades de autoconocimiento y de autodeterminación, y puesto que autodeterminación vale por libertad, la conciencia o sentimiento de estar obrando libremente.

La percepción es uno de los más fundamentales fenómenos psicológicos o de conducta. La percepción de personas lo es, igualmente, entre las conductas de interacción social. Podemos presumir que la percepción de uno mismo, la autopercepción, constituye uno de los procesos conductuales más básicos dentro del sistema de las autorreacciones. Un análisis funcional, sin embargo, considerará a la autoimagen no como un proceso singular y único, sino como un fenómeno sometido a las mismas leyes de toda percepción, y en particular a las leyes que rigen la percepción de personas en general.

En el enfoque conductista la autoimagen o el autoconocimiento no tiene nada de místico, de intuitivo o inmediato, de mágico o innato, ni tampoco de singular o único frente a otros objetos de percepción o a otros procesos cognitivos. Los estímulos privados desempeñan un papel menos importante de lo que el individuo imagina. Muchos de los enunciados autodescriptivos, que parecen hallare exclusivamente bajo el control discriminativo de estímulos privados, pueden de hecho estarlo bajo el mismo género de eventos públicos que utilizamos para inferir estados internos de otras personas.

En dos proposiciones puede compendiares el análisis funcional de Bem, de las conductas de autoimagen o autoconocimiento. La primera, más general, dice que los individuos llegan a saber de sus propias actitudes, emociones u otros estados internos, en parte mediante inferencias a partir de las observaciones de su propia conducta manifiesta y/o a partir de las circunstancias en que esta conducta acontece.

La segunda, complementaria a la anterior, se refiere a los casos en que las claves internas ?discriminatorias, señalizadas- son débiles, ambiguas o difíciles de interpretar: en la medida en que ocurre de esta manera el individuo se halla funcionalmente respecto a sí mismo en la misma posición de un observador externo, que debe confiar exclusivamente en claves externas para inferir los estados interiores de la persona.

En realidad, su originaria aparición alternativa a la teoría de la disonancia cognitiva es accidental para el análisis de Bem de la autopercepción. El grupo de fenómenos que este análisis y la consiguiente teoría tratan de cubrir es mucho más amplio que los hechos, relativamente restringidos, de supuesta disonancia cognoscitiva. Abarca, de hecho, todo el campo de la autopercepción o, mejor, del autoconocimiento, pues se trata no de la propiocepción sensorial, sino de los procesos cognitivos de atribución, de evaluación y de inferencias acerca de personas, sólo que con la particularidad de que la persona es uno mismo.

Los estudios de Duval & Wicklund (1982,1983); Wicklund, (1985) sobre los fenómenos que denominan de "autoconciencia objetiva", es decir, de la conciencia de sí mismo en tanto que objeto, suponen premisas teóricas y diferentes de las de Bem, sin radicalismo conductista, e implican, más bien, unos procesos motivacionales internos que orientan a la atención a lo exterior más que a sí mismo. Pero los fenómenos estudiados coinciden ampliamente con los de la teoría de la autopercepción: incluyen la autoevalución y subyacen a algunos de los hechos de disonancia cognitiva.

De la autoimagen forma parte ya los elementos hasta aquí considerados: autoatención, autopercepción, autoenjuiciamiento. De otro modo ese concepto sería o bien vacío, o bien simple en extremo.

El Concepto de autoimagen no es algo tan simple como otros conceptos; más bien, constituye una noción o representación bastante compleja, que comparte procesos cognitivos de variada índole: propiocepción, almacenamiento de huellas de la experiencia personal en la memoria a largo plazo y recuperación o reconocimiento de las mismas, inferencias, enjuiciamientos, atribuciones de causalidad, etc.

En el estudio psicológico del concepto de autoimagen hay, con todo, una tradición muy diferente de la considerada en los epígrafes anteriores. Es la tradición de una psicología clínica, eventualmente fenomenológica, en cuanto a la teoría. Aunque puede llegar a converger en este estudio con la psicología de orientación experimental y de análisis funcional de la conducta, sus premisas son bastante distintas: arranca de la consideración no de procesos conductuales particulares, sino de la observación de la personalidad del individuo como un todo; observa a éste en situaciones no experimentales, sino naturales o de tratamiento psicoterapéutico.

El autor más influyente, el de obligada mención pare este enfoque, es Rogers (1961). Frente a la psicología experimental y funcional que reduce las representaciones de autoimagen a un caso más de procesos de atención, percepción, memoria, inferencia o atribución, sin particular importancia en la determinación de la conducta, Rogers, en un acercamiento clínico y fenomenológico, considera al concepto de autoimagen – y a sus componentes: autoaceptación, autoestima ? como fenómenos singular y aparte, no reducible a procesos cognitivos generales, e influyente de manera decisiva y autónoma en la dirección de la conducta. Es más, lo considera como una estructura relativamente estable y no sólo ?aunque también esto- como un fenómeno o proceso, como un modo de autorreacción.

Por otro lado, frente a ciertas teorías personológicas que propenden a sustantivar al "sí mismo", a imaginarlo un tanto místicamente como una sustancia inmaterial pero dotada de energía propia. Rogers parece entender que no hay otro "si mismo" que el "concepto de autoimagen", negándose, por tanto, a sustantivarlo, a personificarlo en un hombrecillo interior; y lo caracteriza en términos cognitivos, de autocencepto o autorrepresentación, que son susceptibles de ser traídos a estudios empíricos e incluso experimentales. Al considera Rogers la autoimagen como una estructura relativamente estable, aunque modificable sea por la experiencia cotidiana sea por la psicoterapia, como una estructura global, característica del individuo, y no como un simple proceso conductual de límites, temporales u otros, perfectamente definibles, hace imposible su definición operacional ?posible, en cambio, cuando se habla de autorrefuerzo, de auto atención o de autopercepción- y plantea formidables problemas de exploración y de medida.

Existen diversas definiciones para el concepto de autoimagen. Para Rosemberg (1974) es una actitud hacia un objeto, en este caso hacia el mismo. El sí mismo puede ser un objeto hacia el cual se tienen actitudes. La imagen que uno tiene de sí misma, según Di Caprio (1976), es la percepción de sí mismo. Para Allport (1961) la idea que la persona, tiene de sí mismo es el compuesto de las características únicas del individuo y adopta una dirección que influye en la conducta. Stagner (1976) considera que la autoimagen, es el núcleo alrededor del cual están organizados todos los elementos importantes para la descripción de la personalidad; pare él es sinónimo de "yo", "ego" y "autoconcepto". Citados por Duval, S. Wicklund R.A. (1983)

En la actualidad carecemos de una verdadera validación de los constructos de autoimagen y autoestima en un sentido comparable al de la validez de otros constructos, como el de neuroticismo, el de extraversión o el de rigidez cognitiva. Las dificultades del constructor para esa validación son de diversos géneros y comienzan ya con la definición del constructo.

Por citar el constructo de autoimagen, Coopersmith (1967), halló cuatro tipos de ella: lo que la persona se propone, lo que realmente tiene o es, lo que pone de manifiesto, y lo que otros creen que es o tiene. El análisis de los antecedentes y de la dinámica de las estructuras de autoimagen dependerá críticamente de cómo se defina. El propio Coopersmith (1967), estudio la autoimagen en preadolescentes, encontró que una imagen elevada se asociaba con la posición primera o única del sujeto entre otros posibles hermanos, con la presencia de un padre de buena posición y una madre cariñosa, y desde luego, con un alto cociente intelectual y buenas calificaciones académicas.

El problema con la evaluación de los constructos de autoimagen, puede resumirse en un dilema o se le asigna definición operacional, ligada al método particular de su medición, y entonces resulta muy difícil no sólo generalizar, sino incluso encontrar equivalencias significativas entre unos y otros; o se dan definiciones globales, útiles en la vida ordinaria o en contexto clínico, pero demasiado vagas, complejas y abstractas como parea dejarse traer a descripciones objetivas y a medición (Lowe, 1961; Crown & Stphens, 1961).

2.3.1. ESTRUCTURA DE LA AUTOIMAGEN

La estructura de la autoimagen de sí mismo puede ser descrita, en cuanto a su:

  1. Contenido: si el individuo se ve a sí mismo inteligente, bondadoso, considerado, etc.;
  2. Dirección: si nuestra actitud hacia nosotros mismo es favorable o desfavorable;
  3. Intensidad: podemos autoevaluarnos como muy malos, malos, regulares, buenos, etc.;
  4. Importancia: vemos si se puede considerar al sí mismo como un asunto de importancia para el individuo;
  5. Saliencia: algunas personas se conceden una gran importancia a sí mismo, en cambio otras son lo contrario.
  6. Coherencia: son frecuentes las actitudes contradictorias hacia uno mismo;
  7. Estabilidad: existen individuos cuya actitud hacia sí mismo es firme, estable y relativamente inmutable, mientras que otras personas cuyas actitudes hacia sí mismas son inestables y cambian con más frecuencia;
  8. Claridad: la aotoimagen de sí mismo varía en cuanto a su claridad, algunas personas tienen una autoimagen de sí mismo clara, nítida y carente de ambigüedad mientras que otras las tienen más vagas, confusas y borrosas.

Si caracterizamos la autoimagen del individuo teniendo en cuenta cada una de estas dimensiones obtendremos una buena aunque todavía incompleta descripción de la estructura de la autoimagen.

La autoimagen de sí mismo es un concepto que se desarrolla durante la vida de un individuo y se inicia en la niñez. El tener una buena o mala autoimagen de sí mismo tiene sus orígenes en los primeros años de vida y puede mejorar o empeorar de acuerdo con las circunstancias de la vida. Para la formación de la autoimagen entran en juego dos aspectos que son básicamente importantes: la familia y la sociedad.

  1. La atribución de rasgos dentro de la familia moldea la autoimagen. Una persona que ha crecido rodeado por una familia que lo admira, probablemente sobrestimará su inteligencia, su atractivo y sus habilidades. Se le ha impedido probar sus cualidades en situaciones reales y en lugar de ello ha aceptado la hermosa representación de sí mismo que se le ha ofrecido.

    A la inversa pueden hacer que el joven se considere torpe, estúpido y sin valor alguno mediante críticas inconsideradas. Es probable que entonces actúe de acuerdo a esta caracterización. Jourard & Remy (1963). Citado por Stagner R. (1976), demostraron el grado en que se modifica la imagen del sujeto cuando éste va comprendiendo cómo lo valoran sus padres (es importante notar, con relación a esto, que la apreciación "real" de los padres no es decisiva, El sujeto incorpora en su precepto del yo el precepto de la evaluación de los padres). Los comentarios desfavorables de la familia de los desocupados tienden a incrementar el malestar que ocasiona el estar sin trabajo.

    Es verdad que los sujetos con frecuencia captan con sorprendente perspicacia los estados emocionales encubiertos por los demás; por esto es posible que las creencias del sujeto acerca de la evaluación que sus padres hacen de él están más cerca de la verdad que lo que afirma el padre abiertamente. Sin embargo, no es necesario suponer esto. Consecuentemente, es el precepto del sujeto el que guía su conducta (Stagner, 1976).

    Un ambiente favorable en los años tempranos facilitará un funcionamiento apropiado del yo. En efecto, en el período de la niñez él yo carece de recuerdos y fuerzas para administrar el organismo. Esta función constituye la tarea principal de los padres. Son ellos quienes adoptan las decisiones por el niño. Pero gradualmente, él yo emerge como elemento de control y desarrollo, y las fuerzas externas se reemplazan por controles internos. Horney (1978), creía que el niño posee su propia naturaleza individual a la que hay que proporcionar plena libertad de desarrollo. El instrumento engañosamente sencillo para la liberación de las fuerzas del yo es el conocimiento por el individuo de sí mismo.

    Cuando los padres o la familia no brindan la atmósfera y los ingredientes apropiados para fomentar el desarrollo se produce lo siguiente: el niño experimenta inseguridad o ansiedad; se elabora una estrategia para defenderse contra la ansiedad; esta estructura sólo puede aliviar algo de la tensión pasajeramente, aún sólo a expensas de la consecución del pleno desarrollo.

    La ansiedad básica es dolorosa y adversa, "este problema me genera ansiedad" suelen referir los sujetos desvinculados con los que se conversó. Horney (1978) la definió como el sentimiento de encontrarse el individuo aislado e impotente en un mundo que es potencialmente hostil Sentirse totalmente importante y solo en una interacción de la vida que no se puede dominar, constituye un estado de animo terrible (Di Caprio, 1976). Citado por Duval, S. Wicklund. R.A. (1983)

  2. La Familia
  3. La Sociedad

Se realzará la autoimagen del sujeto cuando se le compara con gente menos hábil que él y disminuirá cuando se le compare con alguna norma superior. Estas comparaciones son con individuos específicos, pero más frecuentemente la comparación es con un grupo. En la escuela, el joven trata de ingresar a ciertos clubes o pandillas y procurar adquirir los atributos de las personas que ya pertenecen a ellos. Si es aceptado, tiende a adoptar los atributos del grupo. Esto no resulta necesariamente cierto si es miembro de un grupo pero nunca le importo ser aceptado. Empleamos el término "grupo de referencia" para identificar los grupos deseados; los demás son simplemente grupos de comparación. Mannhein (1986) mostró que los estudiantes varones de preparatoria incorporaban en su autoimagen los rasgos que ellos atribuían a ciertos grupos, únicamente cuando expresaban el deseo de ser aceptados en dicho grupo. Por supuesto, pueden ser efectivas las comparaciones de la niñez temprana sin importar el deseo de unirse al grupo. Este punto de vista "interacciones" sobre el desarrollo de la autoimagen sugiere que se organiza un importante aspecto alrededor de los sentimientos de pertenencia o no-pertenencia a cualquier grupo.

Los sociólogos mencionan a la "anomia" ?no disponer de normas para vivir- como causa de profundas perturbaciones personales, incluyendo el suicidio. Esto se relaciona estrechamente con la sensación de estar aislado de los grupos que proporcionan las normas, situación que Davids (1955) ha llamado "alienación". Su definición incorpora dentro del síndrome de alienación como de egocentrismo, desconfianza, pesimismo, ansiedad y resentimiento.

Su investigación indica que puede clasificarse a las personas en una escala de alienación y que esta predica con considerable precisión la percepción selectiva de material auditivo antiguo, el recuerdo selectivo de frases de alienación y las respuestas a las tareas de asociación de palabras y complemento de oraciones; en otras palabras, influyen penetrantemente en la forma en que las personas se adaptan a su ambiente. Si un sujeto adquiere por lo común de sus padres o de otras adultos, el deseo de lograr un cierto papel social es probable que distorsione su autoimagen en dirección de los atributos adecuados y que tenga éxito en desarrollar esas características.

Parece, entonces, que a la larga las influencias sociales, moldean la autoimagen.

2.4. EL CONSEJO PSICOLÓGICO EN LA INDUSTRIA

Es difícil saber exactamente cuántos psicólogos se emplean como consejeros en la industria. Parece que no hay muchos psicólogos cuyo interés sea el consejo en la industria. Esto además sugiere que gran parte de la labor de aconsejar que se realiza en la industria es efectuada por psicólogos industriales y clínicos o por otras personas que no son psicólogos, ninguno de los cuales pertenecen al grupo de psicólogos consejeros, o que haya recibido una formación especializada.

También es difícil encontrar en el país muchas investigaciones relacionadas con el consejo industrial u outplacement en la literatura psicológica, siendo éste último un especialidad novísima en el Perú. Hay muchas revistas de consejo, pero casi todos los artículos o estudios de investigación son informes de actividades que se realizaron en situaciones no industriales.

La necesidad de consejo es evidente. Fraser (1977) ha publicado un estudio que revela la incidencia de la neurosis entre los trabajadores de fábricas. Sacó una muestra de casi 3,000 empleados de fábricas, hombres y mujeres, y les aplicó varios test psicológicos; También fueron entrevistados por trabajadores sociales y se les sometió a un examen completo médico y psiquiátrico. Del análisis de estos datos el 10% de los empleados hombres y mujeres se consideraron estrictamente neuróticos y el 20% con neurosis leve.

También se estimó que los padecimientos de tipo neurótico y emocional causaban entre un cuarto y un tercio de todas las faltas al trabajo debido a la enfermedad. Es evidente que hay muchas personas que trabajan en la industria que tienen problemas emocionales y es probable que estos problemas emocionales afecten su desempeño y por ende su productividad.

Pueden citarse otras estadísticas, pero en general el problema es claro. Mucha gente tiene problemas que afectan su ejecución en el trabajo. El que la industria enfoque el consejo desde un punto de vista humanitario o desde un punto de vista económico realmente no tiene importancia. La necesidad de ayudar a esa gente para incrementar su ejecución en el trabajo es muy evidente.

En la actualidad no son comunes los programas ampliamente desarrollados en la industria. En su lugar, en el país muy pocas de las empresas sostienen un departamento de consejo relativamente pequeño dentro de su división de personal.

Como puede verse, el consejo en la industria es relativamente nuevo y limitado. Llevará algún tiempo el establecimiento del rol adecuado del consejero dentro de la industria y esto sucederá sólo cuando se realice investigación para evaluar los resultados y establecer los objetivos adecuados de los programas de consejo en la industria.

Hay dos técnicas importantes de consejo llamadas "directiva" y "no directiva". Es verdad que representan dos actitudes distintas hacia el consejo, pero no son tan diferentes como muchos autores creen. Realmente, representan los extremos de un continuo de técnicas de consejo en el que la mayoría de las técnicas actuales caen con frecuencia entre estos dos extremos.

Sin embargo, por razones de definición, el consejo directivo es el que se ha descrito como centrado en el consejero, algo autoritario en actitud y altamente específico en la naturaleza. Aquí el consejero da orientación directa al aconsejado.

En contraste, la actitud no directiva no se asemeja al consejo propiamente dicho. Esta clase de consejo se ha llamado centrada en el aconsejado, y generalmente deja que el individuo trate de entender sus propios problemas hablando de ellos con el consejero.

Thorne (1948) ha dado una regla de dado referente al uso del consejo directivo y no directivo, al insistir en que mientras más sena es la personalidad, tanto menor es la necesidad de dirección. En otras palabras, mientras más normal es un individuo, tanto menos necesita consejo directivo acerca de cómo resolver sus problemas. Puede necesitar información y consejo en el sentido de ponerse a hablar de sus problemas, pero no siempre se beneficiará del consejo directivo.

Hay varias maneras de clasificar los tipos de consejo que se emplean o pueden emplearse en la industria. Por ejemplo, Bellows (1961), ha enumerado cinco tipos diferentes de programas, que son los siguientes:

1 Dar información a los trabajadores, a los supervisores y a la gerencia.

  1. Proporcionar ayuda a los supervisores en el manejo de problemas especiales de sus colaboradores.
  2. Coordinar las políticas de personal en los departamentos de producción y, mediante entrevista de introducción y adiestramiento, mejorar el entendimiento de los obreros acerca de los objetivos de la gerencia y de las políticas de personal.
  3. Proporcionar a los trabajadores consejo de adaptación.
  4. Proporcionar ayuda para superar los problemas de empleo.

Como señala Bellows, los tres primeros de estos cinco tipos de programas no son particularmente importantes y se realizan de manera más o menos informal. Para nuestro propósito, una clasificación más útil de consejo debe incluir las cuatro áreas siguientes:

TIPOS DE CONSEJO

1. Consejo de Adaptación. Trata de ayudar a los trabajadores a mejorar su salud mental, implica la solución de problemas emocionales tales como conducta neurótica.

  1. Consejo a Ejecutivos. Consiste en aconsejar a un grupo de ejecutivos de alto nivel que se presume que están en mayor tensión y esfuerzo emocional que los demás, dentro de una empresa.
  2. Consejo de Orientación. También podría llamarse consejo vocacional. Por lo común implica ayudar al trabajador a encontrar el puesto adecuado dentro de la empresa. Está íntimamente relacionado con la función de colocación.
  3. Consejo de Retiro. Este consejo es para los trabajadores, por lo común, de 60 años o más, que están cerca de la edad de retiro. Prepara a la gente para cambiar del trabajo al retiro, le da orientación económica e información sobre los beneficios asequibles, formas de planificar su vida extra laboral, estilo de vida, actividades que debe desarrollar para mantenerse activo para mantener su estado psicofísico, etc.

A todo esto deberá implementarse el consejo de desvinculación asistida el cual, es un servicio de apoyo para la reincorporación profesional de una o más personas mediante un proceso sistemático, que brinda la oportunidad para encontrar el trabajo más adecuado en el menor tiempo posible.

Como puede verse por el análisis anterior, hay problemas y limitaciones en el consejo industrial. Primero, y quizá lo más importante, es la cuestión general de sí es o no un deber de la empresa proporcionar a los empleados servicios de consejo.

Sin duda, el objetivo principal de una empresa es producir bienes y servicios con ganancias de manera que la empresa pueda subsistir. No hay duda de que un programa de consejo de una u otra clase va a costar dinero y el que esta salida de dinero conduzca o no efectivamente a una mejor ejecución o utilidad para la empresa, es una pregunta difícil de contestar. Muchas personas de la industria actual sostienen que los problemas que tiene un trabajador fuera del trabajo son suyos y no de la empresa.

Según, los programas de consejo, se han criticado por ser demasiado paternalista. Es evidente que puede producir insatisfacción en los trabajadores el que sienta que la empresa los vigila tanto fuera como dentro del trabajo. Las sugerencias de la empresa a los trabajadores, en el sentido de que deben consultar a un psicólogo es probable no serán bien recibidas por todos. Como consecuencia, los programas de consejo pueden ser considerados por los trabajadores como claramente paternalistas. Una limitación importante del consejo de la industria actual, es el hecho de que se hace poca o ninguna evaluación de la efectividad del consejo o en su defecto no se monitorea con efectividad los avances y logros. En términos de las frías cifras de costos, es dificultoso discutir tal opinión. Es difícil también probar que los programas de consejo son muy efectivos y desafortunadamente, parece haber poco interés de parte de la mayoría de los consejeros en la industria en hacer los esfuerzos para lograrlo. Los psicólogos en la industria deben emprender tareas de evaluar realmente el consejo que es realizado, tanto por ellos, como por otras muchas personas con menos preparación.

Un problema o limitación final del consejo consiste en que es realizado muy a menudo por personas no adiestradas, ignorantes de la psicología. No es verdad que cualquiera puede ser un consejero eficiente. Sería mucho mejor que las empresas que realizan estas actividades contrataran personas que estuvieran realmente capacitadas en el campo del consejo, familiarizadas con las herramientas y las técnicas del consejo y que tuvieran alguna idea de las limitaciones del mismo. Es probable que surjan más problemas debido a los que pudiéramos llamar consejo de aficionados que por la falta de consejeros que hay en las empresas.

Sin embargo, independientemente de sus limitaciones, el consejo en la industria existe y se incrementará en el futuro. Ciertamente hay motivos humanitarios para realizar programas de consejo industrial y nosotros los apoyamos por completo. Con todo, si podemos mostrar que el consejo realmente ayuda a los trabajadores a superarse y más eficientes, no será necesario argumentar la utilidad de los programas de consejo solamente sobre bases humanitarias.

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