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La década menemista (página 2)

Enviado por Juan Ignacio Palacio


Partes: 1, 2

Primera presidencia (1989-1995)

Raúl Alfonsín finaliza su mandato y entrega la banda presidencial a Carlos Menem.

Carlos Menem asumió la presidencia el 9 de julio de 1989, tras el retiro anticipado de Raúl Alfonsín. Fue por entonces la primera sucesión presidencial entre dos presidentes constitucionales desde 1928, y la primera desde 1916 entre presidentes de diferentes partidos políticos.

Política económica

El principal problema que debió enfrentar al asumir la presidencia fue el de una economía en crisis con hiperinflación. El gobierno de Menem se plegó a los principios del Consenso de Washington, para esto introdujo una serie de reformas neoliberales: con la aprobación de la Ley de Reforma del Estado fue autorizado a privatizar varias empresas estatales, en la forma que el presidente estimara conveniente. Las primeras privatizaciones efectuadas fueron las de la empresa telefónica Entel y la de Aerolíneas Argentinas. Las mismas, y otras posteriores, se privatizaron rápidamente buscando conseguir con ello réditos mediáticos que instalaran la idea de la voluntad reformista del gobierno, pero dicha rapidez condujo luego a numerosas críticas y denuncias de irregularidades, omisiones y casos de corrupción. Pronto se privatizaron también la red vial, los canales televisivos (con la excepción de ATC, hoy Canal 7), gran parte de las redes ferroviarias, Yacimientos Petrolíferos Fiscales y Gas del Estado.

Se desreguló la economía, reduciendo cupos, aranceles y prohibiciones de importaciones, y se estableció la libertad de precios. Con el aumento de impuestos como los del Valor Agregado y Ganancias se aumentó la recaudación fiscal. Aún así, a pesar de dicho aumento y de los ingresos generados por las privatizaciones, la situación económica se mantenía convulsionada y a fines de 1989 se produjo una segunda hiperinflación. El ministro de economía de entonces, Erman González, apeló al Plan Bonex: confiscó los depósitos a plazo fijo y los cambió por bonos de largo plazo en dólares. Asimismo, restringió fuertemente la emisión monetaria.

Durante la gestión de Domingo Cavallo, ministro de Economía de su gobierno, se estableció la Ley de Convertibilidad, cuya aplicación se prolongaría hasta la crisis argentina de fines de 2001 y comienzos de 2002. El Banco Central de la República Argentina estaba obligado a respaldar la moneda argentina con sus reservas en una relación de cambio en la que un dólar estadounidense equivalía a un peso convertible. De esta forma se restringía la emisión de billetes como medio de financiamiento del Estado.

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Domingo Cavallo, ministro de economía.

Estas medidas lograron una estabilidad económica sin inflación significativa que ofreció un clima favorable para el surgimiento de inversiones y el ingreso de capitales desde otros países, produciéndose un marcado crecimiento del PBI. Dicha estabilidad económica fue sólo aparente, ya que mientras se decía que el país avanzaba se estaban enajenando los recursos del país. Durante su gobierno la deuda externa pública se mantuvo en valores cercanos al 40% del PBI. En 1990 su valor era de 38,7% y en 1999, año en que finalizó su segundo mandato, era de 42,3%. En los servicios públicos las privatizaciones produjeron mejoras de calidad en algunas rubros (electricidad, telefonía), mientras que en otros el impacto fue negativo (transportes ferroviarios). Al mismo tiempo, los principales inconvenientes económicos generados por esta política fueron una disminución de la competitividad basada en el tipo de cambio y un crecimiento del desempleo.

Al asumir Menem el gobierno, los valores de desocupación y subocupación habían alcanzado picos históricos (8,1 y 8,6% de la población económicamente activa, respectivamente). Luego de un período de lenta disminución (6,9 y 8,3% en mayo de 1992), el desempleo y el subempleo volvieron a crecer durante la crisis del Tequila, hasta alcanzar un pico de 18,4 y 11,3% en mayo de 1995, tras lo cual bajaron levemente hasta 12,4% y 13,6% en octubre de 1998. Para el final de su gobierno, estas cifras eran de 13,8 y 14,3%. Contribuyeron al aumento del desempleo y el subempleo los despidos masivos en las empresas públicas privatizadas, la terciarización de actividades y las sucesivas medidas de flexibilización laboral.

Plano político

En política exterior, desde el inicio mismo de su mandato se promovió un alineamiento automático hacia los Estados Unidos, con lo cual la Argentina abandonó el Movimiento de Países No Alineados. El ministro Guido Di Tella se refirió a dicho alineamiento en forma humorística como "Relaciones carnales", pero más adelante el término sería tomado por los críticos de dicha política internacional para referirse a ésta en forma denigratoria.

Poco después de la implementación del Plan Bonex tuvo lugar el Swiftgate, en el cual la empresa estadounidense Swift denunció verse perjudicada en una operación comercial al no aceptar otorgar un soborno. Swift recurrió al embajador de los Estados Unidos, Terence Todman, y el propio gobierno estadounidense tomó cartas en el asunto. Finalmente, a principios de 1991 renunció todo el gabinete menemista. Fue durante dicho escándalo que José Luis Manzano pronunció su célebre frase "Yo robo para la corona".

En otros planos, en 1991 promovió la formación del Mercosur y restableció relaciones diplomáticas con el Reino Unido, interrumpidas desde la Guerra de Malvinas. Abolió el servicio militar obligatorio tras el escándalo consecuencia del Caso Carrasco. Indultó a militares de la anterior dictadura (1976-1983) y a militantes de organizaciones guerrilleras que habían actuado principalmente durante la década del setenta.

Durante su gobierno, se modificó por ley del Congreso el número de integrantes de la Corte Suprema de Justicia, elevándolo a nueve miembros. Parte de la prensa denominó a esta corte ampliada la mayoría automática, aduciendo que en la mayor parte de los casos polémicos los votos de estos cinco jueces coincidían con la posición del gobierno.

Tal vez por haberlo considerado traidor por su apoyo a Estados Unidos (Menem es descendiente de árabes), lo cierto es que la Argentina fue blanco de dos ataques terroristas: el primero a la embajada de Israel, el 17 de marzo de 1992, y el segundo contra la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), el 18 de julio de 1994, que provocaron 29 y 85 muertos respectivamente. Distintas fuentes, entre ellas la de los dirigentes de la comunidad judía, afirmaron que el atentado fue perpetrado por organizaciones fundamentalistas islámicas con sede en el Líbano, bajo la organización de Irán, y acusaron al presidente de desviar la investigación que conduciría a la responsabilidad de ese país. Esta teoría se consolidó cuando un ex miembro de la inteligencia iraní aseguró que Menem recibió dinero para desvincular a ese país del ataque. En el 2004 un tribunal federal comprobaría que el juez que hacía 10 años investigaba la causa, Juan José Galeano, habría sobornado, siguiendo instrucciones del gobierno de Menem, a uno de los inculpados para que incriminara a oficiales de la policía bonaerense. Más aún, en junio de 2006, Hugo Anzorreguy, jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) durante el gobierno menemista, manifestó ante el juez federal que Menem había ordenado dicho soborno utilizando dinero de los fondos públicos. Hasta esa fecha la investigación no se ha completado.

Las denuncias de corrupción sobre su gobierno no impidieron que su gestión mantuviera una imagen favorable debido al éxito en la faz económica. En 1993, su Ministro del Interior, Gustavo Béliz, renunció a su cargo y declaró públicamente que el presidente estaba rodeado de corruptos. Cuando Menem anunció su propósito de hacer aprobar una ley que declarara la necesidad de convocar a una convención constituyente que modificara la Constitución nacional y permitiera su reelección se planteó un conflicto interpretativo respecto del artículo 30 de dicha Constitución. Menem sostenía -al igual que lo había hecho Perón en 1949- que la mayoría de dos tercios de los miembros del Congreso requerida para ello debía calcularse sobre los que estuvieran presentes en la sesión en tanto la oposición sostenía -tal como lo había hecho la Unión Cívica Radical en 1949- que se necesitaban dos tercios del número de representantes que integraba cada Cámara. El punto era crucial porque los partidarios de la reforma no alcanzaban la mayoría necesaria si se aplicaba esta última interpretación.

Menem presionó con utilizar la interpretación que lo favorecía e incluso convocó a un plesbiscito no vinculante para que ciudadanía opinara sobre la reforma, pero finalmente entró en negociaciones con el líder de la oposición radical, Raúl Alfonsín, quien aceptó que se convocara a una Convención para la reforma de la Constitución Nacional que incluyera además del tema de la reelección otras clausulas que le interesaban, tales como la elección de un tercer senador por la minoría, el establecimiento de la figura del Jefe de Gabinete y la incorporación a la Constitución de diversos convenios internacionales, entre otros puntos, todo lo cual configuró el llamado Pacto de Olivos. La reforma fue aprobada por la convención en 1994 y permitió la reelección de Menem al año siguiente.

Segunda presidencia (1995-1999)

Menem y el secretario de Defensa de EE.UU. William S. Cohen y su esposa Janet el 15 de noviembre de 1999.

En 14 de mayo de 1995 se realizaron las elecciones presidenciales que obtuvieron el siguiente resultado:

1. Carlos Menem-Carlos Ruckauf (PJ): 8.687.319 votos, 49,94%

2. José Octavio Bordón-Carlos "Chacho" Álvarez (FREPASO): 5.095.029 votos, 29,30%

3. Horacio Massaccesi-Antonio Hernández (UCR): 2.956.087 votos, 16,99%

En su segundo mandato, Menem mantuvo las políticas económicas de su primera etapa de gobierno. Esta vez, sin embargo, el comienzo de una recesión en el tercer trimestre de 1998 y nuevas acusaciones de corrupción tuvieron como consecuencia un descenso en su popularidad: luego de un nuevo intento de reforma constitucional —esta vez fallido—, Menem terminó su gobierno el 10 de diciembre de 1999 traspasándole el mando al presidente electo Fernando de la Rúa.

El 3 de noviembre de 1995 explotaron los depósitos de la Fábrica Militar de Río Tercero. Murieron siete personas y se produjeron daños materiales en la ciudad. Se sospechó que en realidad no fue un accidente, y que lo que se buscaba era ocultar un faltante de armas (ver sección Vida pública después de sus presidencias).

Senador nacional por La Rioja

El 23 de octubre de 2005 se presentó a elecciones para Senador Nacional por su provincia, logrando la banca correspondiente a la minoría, los dos senadores por la mayoría fueron ganados para la fracción del presidente Néstor Kirchner, liderada a nivel local por el ex gobernador Ángel Maza. De esta forma volvió a ocupar un cargo público exactamente seis años después de dejar la Presidencia.

La era Menem

No fuimos defraudados por el mandato Menem en lo que respecta a su promesa de "cirugía mayor sin anestesia". No cabe duda que las transformaciones del país se han hecho sentir en el cuerpo social, político y económico argentino como no se conocía desde hace varias décadas y no con poco dolor…

 Corría el año 1983 cuando el Dr. Raúl Alfonsín, en la cúspide de su carrera política, se hacía cargo de la Presidencia de una República Argentina abrumada por la horrible herencia de una dictadura como no se recordaba desde mediados de siglo pasado: deuda externa, desaparecidos, una clase media agotada, un empresariado altamente dependiente de un Estado quebrado y endeudado, una Iglesia retraída por su pasado cómplice con la dictadura, unas Fuerzas Armadas despreciadas y humilladas por el grueso de la ciudadanía…

Esa misma noche, en el medio del festejo de los partidarios radicales del alfonsinismo, Buenos Aires era empapelado por afiches donde aparecía la imagen graciosa, rayano a lo ridículo, del gobernador electo de la provincia de La Rioja, el Dr. Carlos Saúl Menem y que se acompañaba de una frase que produjo risa y burla al ciudadano medio: "Menem, el próximo Presidente de los argentinos". Hoy, quince años después, quedó confirmado que la política dejó de ser el arte de lo posible para pasar a convertirse en un puro acto de magia, al menos en la Argentina. Había nacido la era Menem. 

Seis años mas tarde, al abrigo de una fuerte hiperinflación, toma de supermercados, inquietud militar, objeciones de la Iglesia, Fuerzas Armadas deliberativas, un empresariado disconforme y sindicatos en ebullición, llegaba a la primera magistratura ese hombre de cómicas patillas sin haber anunciado ni una sola idea política concreta, sin haber presentado una acción de gobierno, ni una plataforma. Solo frases huecas, dignas de la más clásica del populismo argentino, como aquellas de "síganme, que no los voy a defraudar", "prometo una revolución productiva", "vamos por el salariazo" o "cirugía mayor sin anestesia"…

El legado Menem

A lo largo de estos años, el ciudadano argentino ha recibido una imagen muy variada de lo que ha sido el accionar político del menemismo. Para algunos ha significado la finalización de la crónica inflación argentina que había marcado pautas de conducta sociales y económicas inmorales a varias generaciones. Para otros, el encumbramiento de la desfachatez, la estafa y la coima. Hay quienes identifican este gobierno como la vuelta de la Argentina al concierto de las naciones desarrolladas o con niveles de crecimiento reconocidos internacionalmente. Y también la instauración de un poder "snob", amante del "jet – set", de la frivolidad y del descaro. Es posible que todas estas descripciones definan el actual gobierno y que cada una de ellas sea parcialmente válida.

Es muy cierto aquel aforismo que determina al periodismo como la primera versión de la historia pero, como tal, se ve afectada por las subjetividades de quienes participaron de un proceso histórico. Suele ser complicado tomar noción de todo aquello que queda a las futuras generaciones como recuerdo del decenio de la "era Menem" y las valoraciones tomarán un abanico de variantes como analistas se presenten.

Para ilustrar esta idea, valga como ejemplo pensar lo que podría sentir un hombre de los Países Bajos, Alemania o Italia en pleno siglo XV cuando, en medio de terribles guerras de religión, pestes y desgracias, estaba él mismo inmerso en un proceso histórico, artístico, cultural, social y político que hoy reconocemos como el Renacimiento y del cual era absolutamente inconsciente. Con esta misma consideración para con nuestros días, podemos determinar algunas premisas básicas con que podría ser recordado el presente decenio.     

La destrucción de la Argentina Corporativa

La República Argentina ha vivido a lo largo de los últimos cincuenta años un proceso de manejo de sus valores sociales, políticos, culturales y económicos a través de lo que se llamó comúnmente la "Patria Corporativa". Iglesia, Fuerzas Armadas, Sindicatos, Asociaciones Empresarias, Asociaciones Profesionales, etc., han determinado el destino de la frágil democracia en forma autoritaria y absoluta. Ni siquiera gobiernos fuertes y dictatoriales como el del tristemente recordado Gral. Onganía se salvó de ello: encumbrado por las grandes corporaciones (Iglesia, Fuerzas Armadas, etc.), cayó en desgracia al ser abandonado a su suerte en medio de un clima hostil al régimen.

Este proceso de destrucción de ese modelo no es solo mérito del Dr. Menem ya que, en el mandato previo de Raúl Alfonsín, se había percibido acciones que aprovechaban la depreciación de las Corporaciones: a las Fuerzas Armadas con el juicio y castigo a las Juntas del Proceso, a la Iglesia con los intentos de apartarla de todos los asuntos políticos y sociales respecto del Estado, a los Sindicatos con el intento de democratizarlos y generar otros de distinta bandería, empresarios y asociaciones profesionales viendo limitados en parte sus privilegios, prebendas o beneficios por la debacle del Estado, etc. La reacción no se hizo esperar y surgieron sorpresivamente las asonadas militares de Carapintadas, la Iglesia se apropió del Congreso Pedagógico Nacional armado por el gobierno alfonsinista, los Sindicatos realizaron trece paros generales y a los grupos financieros y empresariales habría que preguntarles cuanto colaboraron en la caída y destrucción del gobierno radical del ´83.

A su vez, no cabe duda de que Menem, como buen descendiente de árabes, se ha tomado su tiempo y aprendió esta lección de la historia: si no puedes con las Corporaciones, úneteles y luego destrúyelas desde adentro. Como ejemplo, bastan ver los sueldos y financiamiento que reciben hoy las Fuerzas Armadas que, en otras épocas nefastas, hubiesen sido motivo suficiente para una asonada; la crisis social y otras circunstancias religiosas hubiesen alcanzado para una "reprimenda y santo juicio" por parte de las autoridades eclesiásticas y todos los argentinos sabemos lo que ello significa.

En un juego político impecable el menemismo se alió a todas estas corporaciones, las llevó a su terreno, las infiltró con sus acólitos y les restó toda capacidad de reacción al dividirlas.  Es decir, divide y reinarás…

La desaparición del Estado Benefactor

Los argentinos somos testigos de la desaparición de aquel Estado que nos proveía de los servicios de Salud Pública, a través de sus hospitales, donde nacieron varias generaciones, eran controlados médicamente y vacunados. Luego asistían a las Escuelas Públicas de enseñanza básica donde se hacían los primeros avances en el conocimiento, las artes, la cultura y la tan recordada "socialización". Luego, con las particularidades de cada individuo, se podían perfeccionar a través de la Escuela Superior Pública, ya sea en un oficio, en la formación intelectual o en una profesión. Finalmente, la Universidad pública, estatal, laica y gratuita, como medio para escalar en los niveles sociales de la sociedad. Ya en el ejercicio de la actividad laboral, empresaria o profesional, el Estado seguía presente brindándonos servicios públicos monopólicos básicos como el agua, la electricidad, el gas, los teléfonos, gran parte de los medios de transporte, de comunicación radiales y televisivos. El devenir del ciudadano medio argentino transcurría en una convivencia obligada a lo largo de toda su vida con el Estado, incluso hasta su muerte: todos eran enterrados en Cementerios Municipales (estatales) sin ninguna distinción o miramiento. Los precios eran mayormente fijados por el Estado (el llamado "precio político"), como así parte de los sueldos, retenciones y beneficios de retiro. Algunas veces, incluso, el Estado nos obligó a ahorrar nuestros magros ingresos y a fijar las pautas de vida y culturales cuando era manejado por los nunca ausentes uniformados de turno.

Esa Argentina, la del Estado Benefactor, ha muerto y no hay síntomas de su resurrección, al menos por ahora. No debemos aquí entrar en las valoraciones de lo positivo o negativo que esto representa; esto es así y no hay remedio para ello más que el acomodamiento o la supervivencia a la buena de Dios. Ha sido muy duro para miles de argentinos que dependían laboral o financieramente del Estado durante los últimos cincuenta o sesenta años adaptarse a la situación actual en que, finalmente, los estafaron, les mintieron o sencillamente descendieron a la escala social mas baja solo superada por el nuevo lumpen internacional: el homeless, el sin hogar (o el clásico linyera argentino).

La conversión del Estado Empresario al Estado Empresariado

Continuando el hilo del punto anterior, el Estado argentino ha sido definido acertadamente como un Estado Empresario. Las decisiones acerca de la producción de grandes servicios y bienes estaban a cargo de funcionarios estatales elegidos por el poder político de turno, sin miramiento de sus condiciones profesionales e intelectuales. Muchos de estos funcionarios pasaron sin gloria por las oficinas o despachos de empresas como YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), ENTEL (Empresa Nacional de Telecomunicaciones), etc., quedando para el Estado la pena de sus desatinos. Así, en la segunda mitad de la década de 80, no había argentino que no deseara agredir verbalmente o de hecho al pobre empleado público de esas empresas que tenía que dar la cara en nombre de burócratas fracasados devenidos en empresarios.

Ahora bien, la era Menem deja la herencia de un Estado sin empresas pública deficitarias pero también de empresas privadas privilegiadas por los monopolios, con la presencia de presidentes, gerentes, administradores, profesionales o técnicos salidos de la entraña misma del poder privatizador. El monopolio estatal con manejo político fue reemplazado por monopolios privados con beneplácito estatal estando el usuario aún preso de unos pocos, más allá de las notables mejoras de los servicios brindados que indudablemente se pueden apreciar. Podemos afirmar que, nuevamente, el capitalismo ha demostrado su eficacia a la hora de generar bienes y ganancias pero nada aún respecto del reparto de ellos. Nada nuevo bajo el sol…

El nuevo afianzamiento del Estado verticalista y presidencialista

Decreto presidencial. Estas dos palabras han determinado la forma de hacer política en la era menemista. Y no es solo una inculpación a su poder sino que puede ser una excusa a la vez: cientos de veces hemos sido testigos de la ausencia de la oposición partidaria o independiente que cimentara de una vez por todas y para siempre una forma de hacer política en forma democrática. Nuevamente, el presidente de turno argentino ha perdido la oportunidad de abrir el juego político y producir un cambio en la forma de gobernar más participativa y transparente, y la oposición no ha estado a la altura de las circunstancias permitiendo alegremente la perpetuación en los mandatos establecidos constitucionalmente.

Como ha sido costumbre en los políticos del peronismo, sus dirigentes se han destacado a la hora de la toma de decisiones, en forma unilateral e inconsulta, con resultados a veces brillantes, a veces funestos. No cabe duda que el estilo menemista hereda de las más profundas entrañas del peronismo esta forma de actuar.

El fin de la inflación y el cierre económico

Lejos ha quedado aquel libro de Aldo Ferrer, el recordado "Vivir con lo nuestro" y cuyo título determinó el estilo de economía que detentó la Argentina desde hace sesenta o setenta años a esta parte. Economía interna, creciendo para adentro y fuera de toda valoración exterior, los ciudadanos de este país vivían (para bien o para desgracia) su propio mundo, ajeno a todo efecto mundial político o económico. Esto también ha dejado de ser así, a tal punto que, una inoportuna e imprudente relación sexual en el Salón Oval de la Casa Blanca, repercute de manera terrible en la Bolsa de Valores de la ciudad de Buenos Aires. Por supuesto, no es solo mérito de nuestro Presidente y de nuestro país, pero no cabe duda que esta incorporación "al mundo real" empezó con la guerra de Malvinas, se acentuó con el gobierno alfonsinista y terminamos "incrustados" en la problemática del mundo globalizado.

El fin de la inflación, por otro lado, orgullo del aparato menemista, ha sido un logro de los cuales pocos detractores del sistema pueden criticar pero aún falta que los historiadores económicos analicen si este fue un efecto por   arrastre en todo Hispanoamérica o si la inflación, como síntoma de un mal tal como lo es la alta temperatura, ha derivado a otros males como la desocupación, una incipiente desintegración social o el terrible aumento de la impagable deuda externa.

La degradación moral y social de la República

Ahora bien, todas las consideraciones anteriores pueden ser vistas o valoradas en forma partidaria o personal. Hay personas a las que les ha desagradado el fin de la "Patria Corporativa" y otros que aún lo festejan; algunos extrañan con nostalgia aquel "Estado Benefactor" que tanto los protegía y otros recibieron con beneplácito su caída; el fin de la inflación ha sido una bendición para el grueso de los argentinos y otros recuerdan que bien lo pasaban haciendo rápidamente el canje de sus ingresos a dólares y viviendo "barato" en pesos. Todo es válido, todo es opinable, todo es discutible. Lo que no permite ningún tipo de análisis partidario ni subjetivo es la caída vertiginosa en los valores morales y sociales en que ha caído la República. Han sido una vergüenza algunas actitudes autoritarias y que demuestran una impunidad y desprecio por la leyes que sus consecuencias se sentirán a lo largo de los próximos años. La manipulación de la Corte Suprema de la Nación, órgano vital para el funcionamiento y credibilidad para cualquier país que se precie de democrático, republicano, representativo, significa un golpe que se puede sentir en la conducta de los ciudadanos, en el llamado "costo argentino", en los hábitos de nuestros empresarios, en la imagen que dan sus autoridades. El descaro de políticos y funcionarios, cualquiera haya sido el signo partidario que los represente, que pusieron sus pies en la función pública con la sola intención de enriquecerse y satisfacer su vanidad de poder, no solo sorprende por sus condiciones sino por su cantidad e impunidad. El sentimiento de los argentinos es muy significativo a la hora de las valoraciones ya que en general se preguntan si vale la pena ser decente. Es muy llamativa la tapa de la revista La Maga, que en la edición contemporánea a este artículo, se pregunta en la portada si "vale la pena ser honesto".

Con esto no debemos afirmar que los gobiernos anteriores estuvieron libres de pecado. Lo sorprendente del actual período son los niveles de degradación y la falta de respuesta de un órgano como el Poder Judicial que debe mediar entre los particulares, donde se hacen valer los derechos y garantías de la Constitución, donde se convalidan los contratos e inversiones que realizan los argentinos e inversores extranjeros y donde teóricamente se frenan los abusos de poder del Estado sobre los ciudadanos. Valga como ejemplo el listado muy incompleto de las deudas de nuestros poderes para con los ciudadanos de esta República, algunos de ellos producidos en gobiernos anteriores:

  • El Caso del Frigorífico Swift.

  • La muerte de los obreros en Galerías Pacífico.

  • Caso de los Frigoríficos del ex diputado Samid.

  • Las denuncias de la monja Marta Pelloni del tráfico de niños en Corrientes.

  • Las denuncias de la monja Marta Pelloni sobre la corrupción del poder en Catamarca.

  • La muerte de Carlos Menem Jr., denunciado como asesinato por su madre.

  • El atentado al ex diputado Pino Solanas

  • Los gases venenosos en Avellaneda, que mataron varias personas.

  • El caso de las valijas de Amira.

  • Los atentados a López Echague.

  • El robo de los boqueteros.

  • Los atentados al ex fiscal Lanusse.

  • Las interferencias en aeroparque.

  • El desfalco de los juguetes de la gobernación de Santa Fé.

  • El secuestro extorsivo de Mauricio Macri.

  • Las quiebras de Argentina Televisora Color (ATC).

  • El caso Yabrán.

  • Las innumerables excepciones municipales del ex Concejo Deliberante.

  • La Aduana paralela.

  • El caso Bru.

  • La escuela shopping del ex Concejo Deliberante.

  • El atentado a José Luis Cabezas.

  • El caso Jubileo

  • El incendio de la disco Keybis.

  • El caso del Shopping Avellaneda.

  • Los billetes recordados como los Menemtruchos.

  • La mayor estafa de la historia según el actual Presidente: Yacyretá.

  • Los atentados a Coto.

  • El falso Diputado que determinó la votación a favor de ciertas privatizaciones (el caso Diputrucho)

  • El tiroteo entre las dos Centrales Obreras Argentinas.

  • El desfalco impositivo de varios Frigorificos.

  • El caso Bulascio.

  • La llamada mafia del Mercado Central.

  • El caso IBM – Banco Nación.

  • El caso Ibraim al Hibraim

  • Las miles de denuncias de desfalco al P.A.M.I.

  • El atentado a la Embajada de Israel

  • El atentado a la A.M.I.A.

  • El caso Jimena Hernández.

  • La venta ilegal de armas a Ecuador.

  • El caso Al-Kazar

  • La venta ilegal de armas a Croacia

  • El caso Mirabete

  • El caso Regino Maders.

  • El caso Petroquímica Bahía Blanca.

  • La denuncia de Jueces corruptos (llámese la servilleta de Corach)

  • Las jubilaciones de privilegio.

  • El caso Poli Armentano.

  • El caso Guillermo Coppola.

  • Las dudosas concesiones de la Costanera de Buenos Aires.

  • El robo de las manos del cadáver de Juan D. Perón.

  • Denuncias de corrupción en la quiebra del Banco Extrader.

  • La quiebra de la Cooperativa del Hogar Obrero.

  • La expropiación de los depósitos bancarios.

  • La caida del balcón de Pinamar.

  • Los derechos de importación de autos para discapacitados.

  • Los desfalcos con los juegos televisivos del programa de Susana Gimenez.

  • La niña muerta por la estatua en el Paseo de la Infanta.

  • Los alzamientos de Aldo Rico.

  • Etc., etc., etc.

Y la cantidad de dudas, denuncias, entredichos respecto de la conducta de funcionarios (o ex funcionarios), extraños y rápidos enriquecimientos o la labor deficitaria de varios miembros del poder político como:

  • El ex diputado José Luis Manzano.

  • El gobernador Rodriguez Saa.

  • El ex gobernador Saadi.

  • El ex intendente de Buenos Aires, Carlos Grosso.

  • Las denuncias sobre el miembro de la Corte Suprema, el Juez Beluscio.

  • La ex diputada Adelina de Viola.

  • El ex ministro y actual diputado Domingo Cavallo.

  • El sindicalista Jorge Triaca.

  • El diputado Jorge Alasino.

  • El sindicalista Luis Barrionuevo.

  • Matilde Menéndez.

  • Claudia Bello.

  • El ex diputado Jorge Pirra.

  • El ex Ministro de Justicia Barra.

  • El ex gobernador de Córdoba César Angeloz.

  • El ex Secretario de Turismo Fassi Lavalle.

  • El ex Ministro de Defensa Oscar Camilión.

  • El actual Ministro de Trabajo Erman González.

  • El ex intendente Rousselot.

  • El ex director de ATC, Argentina Televisora Color, Gerardo Sofovich.

  • Etc., etc., etc.

Como coronario de todo esto, no se comprende como militares declarados genocidas y culpables por un tribunal democrático, constitucional y legalmente constituido, han quedado graciosamente en libertad. El mensaje es siempre el mismo: el que las hace, jamás las paga…

Juan Palacio

 

 

 

 

 

Autor:

Juan Palacio

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