- Resumen
- El Problema
- Contexto histórico-filosófico de Edith Stein
- Filosofía Cristiana
- Respuestas para el hombre de hoy
- Conclusión
- Bibliografía
RESUMEN: En la obra "Ser finito y Ser Eterno", E. Stein nos induce a presuponer que el concepto de verdad es la convergencia sintética del Aristotelismo, Tomismo y de la Fenomenología: la verdad es el Ser mismo que se abre espacio, que se revela, que se manifiesta, que se descubre, a la inteligencia humana.
En la obra "Ser finito y Ser Eterno", E. Stein nos induce a presuponer que el concepto de verdad es la convergencia sintética del Aristotelismo, Tomismo y de la Fenomenología: la verdad es el Ser mismo que se abre espacio, que se revela, que se manifiesta, que se descubre, a la inteligencia humana.
La estructura de este trabajo monográfico está planteado en cuatro capítulos, descritos de la siguiente manera:
- En un primer capítulo, el planteamiento del problema, el cual se resume en la descripción del camino de la Verdad que se propone Edith Stein, para una Filosofía Cristina, en su obra Ser finito y Ser Eterno.
- El segundo capítulo, hace referencia al contexto histórico de la autora, su biografía; sus influencias filosóficas y religiosas; y sus aportes y características.
- El sentido de una Filosofía Cristiana, basada en la pregunta: ¿qué es la Verdad? Buscadora de la Verdad. Relación entre Filosofía y mística; son los temas que planteo en este tercer capítulo.
- En el cuarto capítulo planteo la propuesta de Edith Stein para el hombre de hoy, que por su experiencia de vida contrapone dialécticamente en estos seis puntos: el racionalismo, el pragmatismo, la degradación de la vida interior, la fuerza de arrastre de la sociedad, la falta de esperanza, además, de la actitud de muchos frente a la Iglesia.
El presente trabajo trata de describir el camino hacia la búsqueda de la Verdad que propone Edith Stein, la cual es una filósofa mística del pasado siglo. Su pensamiento ha influido en el desarrollo de la filosofía propiamente dicho, pues si bien es cierto que desde su aparición habían surgido desde la antigüedad, innumerables pensadores que crearon escuelas, tendencias y corrientes de pensamientos y que hasta modificaron el rumbo de la historia con sus postulados filosóficos, no es menos cierto que en el campo del análisis gnoseológico, se concebía al mundo desde la relación sujeto-objeto; Edith Stein nos plantea una nueva relación entre fe y razón, entre Filosofía y Teología, es decir, la relación tomismo-aristotélico y fenomenología. El cual va a enfocar desde un círculo hermenéutico, donde se plantea la racionalización del filósofo frente al fenómeno y frente a la Verdad (del ser finito al Ser Eterno).
La gnoseología de Edith Stein, no se circunscribe al aspecto religioso solamente, sino que se proyecta a los campos de la antropología, la educación y la política.
Espero llenar las expectativas que se me han planteado con el estudio de esta filósofa y ampliar un tanto el panorama cultural que amerito como futuro religioso y guía espiritual de una hipotética grey; evitando así la unidireccionalidad de pensamiento que ha caracterizado y sigue caracterizando nuestro actuar en un campo de la vida del hombre, tan fundamental como lo es el campo espiritual.
"El que anda tras la verdad vive preferentemente en ese centro interior donde tiene lugar la actividad encantadora del entendimiento; si en serio trata de buscar la verdad (y no de acumular meros conocimientos aislados), tal vez se halla más cerca de Dios, que es la misma verdad".
E. Stein.
CAPITULO I
1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA.
El pensamiento de Edith Stein surge en la encrucijada de las corrientes filosóficas del primer tercio de siglo, que tratan de repensar la realidad histórica, cuestionada por el drama de la primera guerra mundial (1914-1918). Ella participa en esta guerra como enfermera auxiliar en un hospital militar austriaco (1915), mientras prepara su tesis doctoral de Filosofía, bajo la dirección de Edmund Husserl. En la segunda guerra mundial (1940-1945), donde ella misma es víctima. Si en la primera lo hace prestando un servicio en la segunda lo hace entregando su vida. Es la mejor confirmación de que su pensamiento filosófico no es ajeno a la vida; no es una abstracción de la realidad, sino la inmersión más profunda de ella.
Desde su condición de filósofa y posteriormente cristiana, se siente protagonista de la historia. Participa de lleno en los acontecimientos, tratando de reconciliarlos por los caminos de la verdad y de la convivencia humana; primero, desde las exigencias de la racionalidad filosófica; segundo, desde las exigencias de la fe cristiana.
Esta condición no responde, a dos etapas de su vida, sino a dos perspectivas que en ella se complementan y se potencian. Como Edith Stein, desde su condición de filósofa en el ámbito de la fenomenología, se va abriendo progresivamente a la verdad como fenómeno cristiano; y el descubrimiento de la verdad de la fe redimensiona su pensamiento filosófico, dando paso a nuevos horizontes y dejándose cuestionar por nuevas experiencias de vida.
Por eso este tipo de planteamiento nos concientiza sobre un tópico que ha tenido, tiene y tendrá vigencia mientras el ser humano siga buscando: una razón, un camino o una finalidad que explique o al menos justifique su tránsito terreno. Específicamente nosotros hipotéticos conductores de almas nos abrimos nuevos horizontes en el manejo de nuestra verdad.
¿Cómo analizar y comprender el sentido filosófico-cristiano de Edith Stein en su obra: "Ser finito y ser eterno"?
- Formulación del problema.
- Objetivo General.
Describir el camino hacia la verdad que propone Edith Stein para una Filosofía Cristiana, según su obra: "Ser finito y ser eterno".
4. Objetivos específicos.
- Ubicar a E. Stein en el contexto histórico y filosófico en el cual se desenvolvió.
- Analizar el sentido de Filosofía Cristiana de E. Stein en su obra "Ser finito y ser eterno ".
- Comprender las respuestas de E. Stein frente al problema del hombre hoy.
- Justificación del problema
La razón fundamental del presente trabajo lo constituye: demostrar una Filosofía construida, utilizando no sólo la razón natural sino también, la fe como fuente de conocimiento.
En el camino de la búsqueda de la verdad son muchos los filósofos y las corrientes filosóficas que han dado respuesta a ésta interrogante. Preguntas como: ¿Qué es el hombre? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Hacía dónde se dirige? Son las interrogantes que inquietan a E. Stein, pues, así es su pensamiento; punto de unión o lugar donde se encuentran viejos caminos y otos nuevos se abren; entre Filosofía y Teología, Psicología y Espiritualidad, Individuo y Comunidad, Religión Judía y Cristiana. Ella se caracteriza por su gran cosmovisión cultural-antropológico-religioso-místico.
Entre estos rasgos definitorios de su personalidad, destaca el de su pasión por la verdad, buscando por ello con ardor a través de sus estudios filosóficos. De este modo su itinerario espiritual se presenta como una corroboración de "las relaciones entre fe y razón", descritas por Juan Pablo II en su última encíclica como "camino en busca de la Verdad".
Toda su obra filosófica se caracteriza por su empeño en llegar a una síntesis, como en las grandes sumas medievales, entre pensamiento filosófico y cristiano, entre razón y fe, entre filosofía y teología. Es consciente de las diferentes actitudes en la comprensión de esta relación, incluso entre filósofos y teólogos católicos y sin embargo, llegar a una unidad de pensamiento, que contempla la ciencia y la revelación como dos fuentes de verdad que se complementan, son cruciales para ella, en orden de salvaguardar la verdad del conocimiento humano, capaz de impulsar la historia por los caminos de la verdad y del bien.
Ha sido la renuncia a contar con Dios y con la religión en aras de una pretendida autonomía de la razón humana, lo que ha conducido al pensamiento filosófico moderno a una situación, en la que comenzó a cundir el "desencanto" y desconfianza en la razón.
Es por eso, la gran importancia que tiene para mí, hacer éste análisis de la obra "Ser finito y Ser eterno" de Edith Stein, donde desarrolla y aporta una gran síntesis filosófica entre Husserl y Sto. Tomas y logra la conciliación de un círculo hermenéutico entre fe y razón.
CAPITULO II
CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO DE EDITH STEIN
"Yo he aprendido que rara vez se puede mejorar a las personas
diciéndoles la verdad. Eso sólo puede ayudarles cuando ellas tienen un
sincero deseo de mejorar y cuando ellas mismas conceden a alguien el derecho
a decírsela".
E. Stein.
Edith Stein "judía, conversa, carmelita, importante filósofa cristiana, mártir", nació el 12 de octubre de 1891 en Breslau. En la familia era la menor de cinco hermanas y dos hermanos. Su padre, Siegfrid Stein, era comerciante mayorista en maderas y murió siendo ella todavía una niña.
Su madre, Augusta Courant de Stein, logró con gran energía y esmero hacer del negocio familiar, que el padre había dejado endeudado, una compañía de prestigio. Ella misma una judía de arraigadas convicciones, llevaba una vida de profunda piedad y gran fidelidad a la ley. Edith Stein, en cambio, se había alejado ya en sus años de estudiante de la fe judía. "En aquellos años", dice ella, "abandoné conscientemente y por propia decisión el hábito de rezar". Edith era una niña muy alegre y despierta y fue siempre una alumna excelente. También como estudiante universitaria destacó sobre los demás estudiantes debido a su extraordinario talento. En Breslau y Gotinga estudió letras germánicas, historia y sociología; su preocupación principal fue, sin embargo, la filosofía, cuyos estudios concluyeron con exámenes brillantes.
De esos años de estudio se pueden destacar dos características principales de la joven Edith. La primera es la búsqueda apasionada de la verdad. Edith se sentía inundada por un profundo idealismo ético, que no le permitía, aun alejada de la fe, callar la voz interior que la impulsaba a la búsqueda de Dios. Desde muy temprano comenzó a preguntarse por el sentido más profundo de la existencia humana. Esa pregunta por el hombre fue la raíz y el fundamento de sus estudios filosóficos a los cuales se dedicaba cada vez con mayor intensidad. Se puede muy bien decir que el método fenomenológico del filósofo Edmund Husserl fue el que le dio la posibilidad de percibir y elaborar sus prejuicios racionalistas para acercarse lentamente a la fe cristiana. Las clases del filósofo Max Scheler fueron un apoyo muy importante en ese largo camino de conversión, pero la influencia decisiva la ejercieron los muchos testimonios de fe de amigos cristianos y los escritos de Santa Teresa de Ávila. En el verano de 1921 tomó la firme decisión de convertirse al catolicismo y el 1 de enero de 1922 fue acogida por el bautismo en el seno de la Iglesia Católica en el templo parroquial de Bergzabern en el Palatinado.
Como segunda característica de la joven Edith se puede mencionar el apasionado interés por los acontecimientos políticos de su tiempo y su pronunciada conciencia de responsabilidad social. Con insospechado énfasis se comprometió en la lucha por la igualdad de los derechos de la mujer y nunca pudo aceptar una actitud indiferente frente a los acontecimientos sociales y políticos de su época. Ya durante su primer semestre en la universidad se dedicó a dar cursos complementarios para trabajadoras y empleadas en la organización que se podría considerar precursora de la actual universidad popular alemana. Siempre le estuvo agradecida al estado alemán, pues éste le posibilitaba, a través de la universidad, descubrir los tesoros de la sabiduría humana y en gesto generoso se decidió a hacer de su profesión un acto de servicio al pueblo. En sus escritos se puede entrever cuán profundamente la conmovieron los sucesos bélicos que acosaban a su patria. Tanto, que se comprometió activamente en la primera guerra mundial y en la segunda hizo entrega valiente de su propia vida. En 1915 interrumpió sus estudios, inició su aprendizaje como ayudante de enfermería en la Cruz Roja y trabajó en un hospital de prevención de epidemias; en 1916 trabajó como suplente en una escuela secundaria de Breslau.
Desde 1916 hasta 1918 fue asistente de Edmund Husserl en Friburgo de Brisgovia. Paralelamente dio clases de introducción a la fenomenología para estudiantes universitarios y publicó sus primeros trabajos sobre los fundamentos filosóficos de la psicología y sobre la comunidad y el estado. En ese tiempo intentó también acceder a una cátedra en la universidad, pero como por aquel entonces no se concedían cátedras a las mujeres, reunió en torno a ella un grupo privado de estudios en Breslau y dictó clases en la universidad popular. Después de su conversión llegó a ser profesora de alemán y de historia en el Liceo y en la escuela de maestras de las dominicas de Espira. En ese período publicó también tres tomos de traducciones (las cartas del Cardenal Newman y las cuestiones disputadas "Sobre la Verdad" de Santo Tomás) y numerosos artículos sobre pedagogía y educación. En 1922 fue nominada para la cátedra de antropología en el Instituto Alemán de Pedagogía Científica de Münster; pero apenas un año más tarde fue retirada del puesto, a causa de su procedencia judía. Durante sus años en Espira dictó también numerosas conferencias en diferentes ciudades de Alemania y del extranjero, dirigió programas de radio y puso siempre su acento en la formación de la mujer. Según sus propias palabras, su único objetivo era enseñar a los hombres cómo se puede empezar a vivir de la mano del Señor.
De los años de docencia se pueden recalcar también otros dos caracteres propios de la personalidad de Edith Stein. En primer lugar, hay que mencionar la irrevocable y contagiante fuerza de su fe. Cristo y el Evangelio eran el cause sobre el cual ella, sin ningún tipo de reservas, orientaba toda su vida. Se da, además, por supuesto que sus conocimientos sobre la doctrina de la Iglesia y de los grandes santos y su comprensión de la liturgia y de la Sagrada Escritura eran realmente eximios. Su adoración por el Santísimo Sacramento y su devoción por María y por el Sagrado Corazón de Jesús eran tan simples y naturales, y a la vez tan profundas y vivas, que frente a ese hecho sólo cabe una gran admiración.
Esa mujer erudita, que con refinado espíritu investigaba las más difíciles cuestiones teológicas y filosóficas, y que atraía en sus conferencias a cientos de oyentes, era la misma que muy a menudo pasaba horas arrodillada frente al Tabernáculo, tan profundamente recogida, como si no hubiera para ella ninguna otra cosa en el mundo. Su total entrega a la voluntad de Dios y la infinita confianza en su providencia y misericordia, aun en las horas de sufrimiento y persecución, eran sencillamente inamovibles. Otra característica propia de su personalidad era su nobleza y confianza para con los hombres que la vida le ponía delante.
Edith Stein entró el 14 de octubre de 1933 en el convento de las Carmelitas Descalzas de Colonia y recibió en la toma de hábito el nombre de "Teresa Benedicta de la Cruz". El 21 de abril de 1938 hizo sus votos perpetuos y en el mismo año tuvo que emigrar al Carmelo de Echt, en Holanda, a causa de las intrigas antijudías del régimen nacionalsocialista de Hitler. Después de la ocupación alemana de los Países Bajos comenzó también en Holanda la persecución de los judíos y el primer domingo de agosto la GESTAPO tomó prisioneras a Edith Stein y su hermana Rosa, que trabajaba en la portería del convento y que se había convertido al catolicismo al igual que su hermana. Ambas fueron deportadas a Auschwitz donde murieron asesinadas en las cámaras de gas el 9 de agosto de 1942.
En 1962 se inició su proceso de beatificación y el mismo Santo Padre expreso su gran interés de que ella estuviera junto a Maximiliano Kolbe en el catálogo de los santos. De este modo sería ella, que por la providencia de Dios llegó a ser famosa en todo el mundo, una digna representante de los innumerables mártires que permanecen anónimos y que corrieron su misma suerte de cruel aniquilación. El arduo trabajo de ese proceso fue coronado con su beatificación en Colonia, el 1 de mayo de 1987.
- Referencia biográfica y su entorno filosófico.
- Influencias filosóficas y religiosas.
La filosofía de Edith Stein es una combinación original de fenomenología y pensamiento escolástico. De la primera tomó principalmente el método y los aspectos realistas, no sólo de Husserl, sino también de A. Pfänder y de Hedwig Conrad-Martius. Del segundo tomó principalmente el tomismo, pero en algunos puntos importantes tales, la cuestión del principio de individuación y la existencia de una materia espiritual, se adhirió a otras tendencias escolásticas, en particular al escotismo. Otro importante ingrediente del pensamiento filosófico de Edith Stein es la mística, sobre todo la de tres autores: el Pseudo- Dionisio, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. La relación con Heidegger no debe tampoco olvidarse, si bien Edith Stein rechazó enérgicamente el "finitismo" temporalista de ese filósofo. El interés principal de Edith Stein consistió en la edificación de una metafísica completa, nuevo eslabón de la Philosophia perennis, que sin dejar de ser estrictamente filosófica no descuidara las riquezas proporcionadas por la experiencia inmediata y su análisis fenomenológico. Puede decirse que su punto de partida era fenomenológico-inmanente, pero que su conclusión era realista-trascendente. En efecto la dialéctica entre el ser finito y el ser eterno (objeto del su libro sobre el sentido del ser) permitía, según Edith Stein, evitar el dogmatismo a que conduciría la adhesión pura y simple a cualquiera de las dos posiciones. La síntesis fenomenológica-escolástica era así, a la vez, una síntesis de razón y experiencia, de temporalidad y eternidad, de finitud e infinitud, de existencia y esencia.
Los caminos espirituales a través de los cuales el alma llega al pleno conocimiento de sí misma y a la plenitud de su ser son fundamentalmente tres y responden a las propuestas de Santa Teresa de Jesús, Dionisio Pseudo-Areopagita y San Juan de la Cruz.
- La concepción steiniana de "Las Moradas": Edith Stein parte, en su análisis de la doctrina teresiana del alma, del principio que afirma que el alma es el centro de la unidad corporal-anímico-espiritual de la persona humana. El alma no puede ser identificada, sin embargo, con el "Yo puro" sino que representa el espacio vital en el cual el "yo" se descubre a sí mismo y no de manera puntual sino ascendente, desde la primera a la séptima morada. La divergencia con la doctrina teresiana a este respecto reside en el modo cómo el "yo" se descubre a sí mismo y en los pasos que le conducen a la plenitud de su ser en la unión mística con Dios. Sin duda alguna es la oración la puerta a través de la cual el alma se descubre a sí misma; Edith Stein, considera necesario complementar este acceso a las moradas interiores de la persona con los resultados de una sicología sana y de una antropología fundada en el carácter espiritual de la persona humana. La esencia misma del alma, aun cuando permanezca en última instancia en el ámbito del misterio, no es en sí misma un incógnito irreductible a vectores racionales, sino que ofrece múltiples posibilidades de acceso a sus espacios existenciales más íntimos. Según este principio, le pertenece al alma una estructura propia que puede ser considerada en independencia de su relación con Dios (filosofía) y el acceso a su interioridad no se reduce a la oración personal o litúrgica, sino que complementa con el análisis científico del alma (sicología) y con el contacto interpersonal (empatía). Sólo la conjugación de todos los elementos constitutivos de la persona humana y la aplicación de los diversos métodos de análisis y penetración de los diversos estratos anímicos puede tener como consecuencia la fundamentación de una espiritualidad y experiencia mística fructíferas.
- Dionisio, el Pseudo-Areopagita: el análisis de la doctrina dionisiana del conocimiento de Dios a través de la "teología negativa" representa para Edith Stein el marco introductorio de la "theologia crucis" de San Juan de la Cruz. La descripción de las vías de acceso a los ámbitos de la experiencia mística (vía purgativa, iluminativa y unitiva) se presentan como condiciones necesarias para la intelección de la "noche oscura" del sentido y del espíritu. Edith Stein propone, además, en parte fiel a la doctrina de Dionisio, tres vías de conocimiento de Dios: el conocimiento natural de Dios; el conocimiento de Dios a través de la fe, en el cual se basan los teólogos; y el conocimiento de Dios a través de experiencias sobrenaturales, en el cual el papel decisivo lo juegan la inspiración y la revelación. Este último es la base de la teología simbólica, que es el punto culminante de la teología positiva. La teología positiva permanece, esencialmente fragmentada si no es complementada por la teología negativa, que no sólo tiene por objeto la negación de atribuciones impropias al fenómeno divino, sino también la aceptación y la experiencia del misterio en cuanto tal.
- La ciencia de la Cruz: la idea central de la doctrina espiritual steiniana se funda y desarrolla en torno a la "teología crucis" según el modelo del padre de la mística española, San Juan de la Cruz.
Toda experiencia mística pasa por la experiencia de la cruz; en lenguaje sanjuanista, por la experiencia de la noche oscura. El misterio de la cruz es la fuerza vivificante de la vida espiritual y la vida del hombre es un vía crucis, que le va identificando paulatinamente con el Crucificado, hasta la experiencia última de la unión mística con Dios. La verdadera ciencia de la cruz no consiste en la sistematización de principios abstractos o en la concatenación lógica de proposiciones ciertas, sino en la educación de los principios racionales a la vida personal y a la experiencia concreta. La ciencia de la cruz es también una teoría muy especial, que si bien tiene que ver con proposiciones ciertas, alcanza su plenitud en el reconocimiento y la aceptación de una verdad viviente y trascendente.
La doctrina espiritual steiniana tiene, en función de su teología crucis un carácter eminentemente cristológico. Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es el único capaz de vivir la noche oscura hasta sus últimas consecuencias. Sólo Cristo puede encarnar en plenitud la figura del siervo sufriente de Yahvé y sólo él pudo experimentar el sentido más profundo del abandonó.
Después de esa crisis religiosa existencial que la llevó incluso a abandonar los estudios, se convence asimisma, de tiene que seguir buscando. Decide acabar el bachillerato y en 1911 se inscribe en la universidad de su ciudad natal. La elección de las materias va estar motivada por su inquietud personal. Las asignaturas elegidas son: alemán, historia, psicología y filosofía.
La psicología, que centrará sus estudios en los dos primeros años, era impartida por Willian Stern, con quién pensó incluso hacer su doctorado. Sin embargo, no va sentirse satisfecha, fundamentalmente porque ella buscaba averiguar la esencia de la persona humana, y lo único que le ofrecía la psicología de Stern era un método naturalista y puramente mecánico, que en fondo partía de la concepción de la persona sin alma. Desde su experiencia personal Edith Stein, no podía aceptar una visión reduccionista del ser humano. Era como privar a la persona de su dignidad más íntima.
Sus estudios de filosofía, seguían el neokantismo, pero en un seminario con Richard Hönigswald, es donde Edith Stein va oír hablar de Husserl y la fenomenología. Lo poco que va captando de esta nueva corriente de pensamiento, va impactando su espíritu, hasta que se decide a leer las investigaciones lógicas. Descubre un nuevo modo de acercarse a la realidad y surge en su interior la inevitable comparación entre lo que estaba estudiando y las posibilidades que la fenomenología parecía ofrecer: Todos mis estudios de psicología me habían llevado al convencimiento de que esta ciencia estaba todavía en mantillas. Le faltaba el necesario fundamento de ideas básicas claras y que la misma ciencia era incapaz de elaborar esos presupuestos. En cambio, lo que hasta aquel momento conocía de la fenomenología me había entusiasmado, porque consistía fundamental y esencialmente en un trabajo de clarificación y porque desde el principio ella misma había forjado los instrumentos intelectuales que necesitaba".
Edith Stein, decide continuar sus estudios en la universidad de Göttingen, donde Husserl es profesor, de quién aprende a enfrentarse a la realidad sin prejuicios. A través de esa actitud clara y objetiva de enfrentarse ante la realidad, como actitud filosófica-fenomenológica, se está abriendo, a la dimensión sobrenatural.
El contacto y las relaciones con Husserl van a ser de gran futuro para Edith Stein: se siente identificada con él, y con su escuela fenomenológica, que considera durante toda su vida "su patria espiritual". A través de Husserl encuentra el camino para desarrollar sus propios conceptos. Integrada plenamente en la escuela fenomenológica decide hacer su tesis doctoral la "empatía", ese acto del conocer del que Husserl hacía mención en sus clases. Defiende su tesis doctoral el 3 de agosto de 1916 y obtiene la nota máxima. Husserl le ofrece la posibilidad de permanecer a su lado como asistente y ella acepta. Durante dos años se encargará de introducir en la fenomenología a los estudiantes de Husserl, y al mismo tiempo se encarga de transcribir los manuscritos de Husserl.
También va ser testigo de la evolución del maestro hacia el idealismo trascendental, que provocará la separación de muchos de sus discípulos. Ella confesará que también puede seguirle en esa dirección, y siente la necesidad de elaborar sus propios trabajos. Por esta razón, por las dificultades de seguir trabajando con Husserl, y por sus deseos de acceder a una cátedra filosófica, decide dejar su puesto de asistente.
- El camino de la ciencia filosófica.
- Características y aportes fundamentales de su filosofía.
Hablar de Edith Stein, es como hablar de un símbolo que encierra en sí muchos de los aspectos que han marcado nuestro siglo XX.
- Su ateísmo fue fruto de una formación racionalista y de una falta de adaptación o modernización de las tradiciones, en su caso de las judías.
- Su feminismo, es síntoma de una sociedad que va despertando a la igualdad, y de una mujer que exige que se reconozcan sus valores y su dignidad.
- Su dedicación apasionada a la filosofía es signo del hombre moderno que entra en la crisis del relativismo y necesita de verdades sólidas que fundamenten su ser y su existir.
- Su conversión al cristianismo es el resultado de la búsqueda del sentido de la existencia de un hombre "vacío" tras la barbarie de las dos guerras mundiales.
- Su sintonizar la filosofía moderna con la filosofía cristiana es el resultado de un querer dialogar con la cultura, de un adaptar la vivencia de la fe a los nuevos tiempos.
- Su pedagogía antropológica es inquietud por establecer unas bases sólidas en la formación de los jóvenes, para que crezcan como personas maduras.
- Su mística es fruto de la experiencia de un Dios vivo y cercano, que ama al hombre y que quiere ayudarlo a alcanzar su plenitud.
- Su martirio es el signo enigmático de un hombre salvaje, y de un hombre que en el amor es capaz del mayor sacrificio: ofrecer su vida por la salvación de todo.
Son aspectos que cualifican su existencia. Su vida y su doctrina quieren ser un modelo para el hombre de hoy.
CAPITULO III
"Siempre ha estado lejos de mi pensamiento
eso de que la misericordia de Dios está
circunscrita a los límites de la Iglesia visible.
Dios es la verdad. Y quien busca la verdad,
Busca a Dios".
E Stein.
Es uno de los temas planteados por Edith Stein en sus escritos. Ella no busca polemizar, avivando esta vieja discusión, sino fundamentar sus indagaciones, certificando la continuidad entre filosofía y teología. Por eso resulta interesante acentuar su concepto de metafísica: "es la comprensión de toda realidad en relación con la verdad revelada, por tanto, fundada en la filosofía y en la teología". Es ineludible tener presente esta conceptualización para poder comprender el desarrollo de su filosofía, entendida como filosofía cristiana.
En su obra Ser finito y Ser Eterno se plantea directamente la cuestión: ¿es posible hablar de una filosofía cristiana? ¿Qué sentido tiene? Ella descubre el primer obstáculo en el lenguaje diverso entre la filosofía medieval y la moderna, pero más directamente en el modo diverso de comprender la relación saber-creer, y filosofía-teología.
Comienza aclarando el sentido de ciencia y afirma:
"Toda ciencia tiende hacia el ser verdadero. Este se encuentra por encima de toda ciencia, no solamente antes de la ciencia humana en cuanto a empresa para adquirir un conocimiento correcto y con esto también proposiciones verdaderas, y en cuanto condensación tangible de todos los esfuerzos de este género, sino que también se encuentra por encima de la ciencia en cuanto idea".
Es a partir de aquí que se puede hablar de tarea de la filosofía como consistente en esclarecer los fundamentos de todas las ciencias". Más aun, "la filosofía no se contenta con un esclarecimiento provisional, sino que su meta es llegar a la claridad última: quiere el logon didonai (dar cuenta) hasta los últimos fundamentos que se pueden alcanzar… La investigación del ser o del ente como tales es la tarea de la… metafísica".
Aclarado el concepto de ciencia y filosofía se pregunta por el sentido de una filosofía cristiana. Si la filosofía se define como la investigación del ser, del ente, entonces ésta no puede pararse en el campo de lo simplemente natural, si realmente quiere llegar a la comprensión última.
"La fe y la teología informan a la razón natural sobre el primer ente; sin su ayuda, la razón sola no llegaría jamás hasta allá… La razón se convertiría en sinrazón si se obstina en detenerse ante las cosas que no puede ella descubrir por su propia luz y si cerrara los ojos delante de lo que una luz superior le hace".
En este sentido Edith Stein sigue la línea trazada por Jacques Maritain.
Para Edith Stein resulta evidente la posibilidad de una filosofía cristiana, que no ha de confundirse con la teología, puesto que filosofía "cuando hace una adquisición de la teología, se ocupa de la verdad revelada en cuanto verdad".
Los filósofos y los teólogos católicos tampoco están de acuerdo entre sí de hablar de una filosofía cristiana. Para muchos de ellos, parece no tener sentido hablar de una filosofía cristiana, pues se considera a esta (la filosofía) como una ciencia natural y racional; además que la filosofía de los grandes de la Edad Media se desarrolló a la sombra de las doctrinas de fe.
Santo Tomás de Aquino en la Suma Filosófica establece un puente entre la Filosofía y la Teología que Jacques Maritain presenta como una solución tomista donde distingue la naturaleza y el estado de la filosofía. Según la naturaleza, la Filosofía es independiente de la Fe y de la Teología. Sin embargo, se puede hablar de un estado Cristiano de la Filosofía.
Por filosofía se pueden entender estos dos significados: hacer filosofía o tener una vida espiritual (el filósofo es filósofo aun en los momentos en que no filosofa). Pero además hay un tercer significado la filosofía es una ciencia. La palabra latina scientia significa saber (en el sentido de habitus y de acto) y ciencia. El lenguaje teológico emplea también la palabra ciencia en el sentido de saber (cuando se habla de la ciencia del Espíritu Santo).
La lógica y la teoría moderna de la ciencia, la entienden como una formación de ideas que tiene una existencia independiente de los espíritus pensantes individuales, una construcción bien edificada y ordenada según ciertas leyes: una construcción de nociones, de juicios y de argumentos.
E. Stein nos describe la diferencia entre Filosofía Cristiana y Estado Cristiano a través de un círculo hermenéutico donde la Fe (Teología)=Estado Cristiano es la gracia, la participación de la vida eterna, la experiencia, el encuentro teologal con Dios Padre en Cristo por el Espíritu Santo (tomando la frase de San Agustín, fe teologal es la religación, la conversión, la revelación de Cristo). La razón (Filosofía)=Filosofía Cristiana es la reflexión, la razón natural que elabora un discurso sobre Dios creyente, pregunta, especula.
La fe no da respuestas concretas, sino pistas, horizontes, sentidos, una cosmovisión. Para que la razón busque respuestas, a su vez, la fe, previene a la razón de errores. La filosofía cristiana tiene como tarea preparar el camino de la fe; mientras que el estado cristiano tiene como tarea caminar en la fe.
- Sentido de una filosofía cristiana.
- Filosofía y cristianismo
El encuentro con Cristo y la conversión al catolicismo van a marcar la vida y el camino filosófico de E. Stein. Su interés siendo profundamente antropológico, parece centrarse en la necesidad de introducir la filosofía moderna dentro del cristianismo, tratando de armonizar, lingüística y metodológicamente la fenomenología con el tomismo. Fruto de este interés surgirán algunos de sus trabajos como:
- La traducción de las Questiones Disputetae de Veritate de Santo Tomás de Aquino. Más que tratarse de una traducción, es una adaptación al lenguaje filosófico moderno de esta obra de Santo Tomás. El discurso también está adaptado al gusto moderno, rompiendo con la estructura tomista para crear un discurso lineal.
- La fenomenología de Husserl y la filosofía de Santo Tomás de Aquino. La intención de E. Stein es buscar los puntos de encuentro entre las dos corrientes filosóficas a las que representan sus autores: el tomismo y la fenomenología.
- Acto y potencia. Es el fruto de un proyecto filosófico de E. Stein, posiblemente con miras a acceder a una cátedra. Se le considera como la primera redacción de su gran obra Ser finito y ser eterno.
- Estructura óntica de la persona y su problemática cognoscitivo-teórica. Este escrito nos ofrece sintéticamente el pensamiento filosófico-antropológico.
- Ser finito y Ser Eterno. Este considerado cono la obra maestra de E. Stein, es el resultado de la reelaboración de su escrito Acto y potencia. A pesar de su carácter filosófico se descubre la huella profunda de la espiritualidad carmelitana, sobre todo en sus discursos sobre el alma humana y sobre la imagen de la Trinidad presente en todas las criaturas. Es la obra fundamental en el momento de establecer las bases de la antropología espiritual steniana. Además, aquí se observa el camino de su filosofar, que pasa de la contemplación del ser finito a la contemplación de Dios. Es un intento por crear una línea ascendente en la conquista del ser: es el paso de la filosofía a la mística.
- La filosofía existencial de Martín Heidegger. Esta obra fue escrita como apéndice al libro Ser finito y ser eterno y trata de un análisis crítico de la obra Ser y tiempo de Heidegger.
- La formación de la persona humana. Se refleja en una maravillosa síntesis toda su antropología, desde sus reflexiones filosóficas, hasta sus conclusiones teológicas y prácticas. Analiza el ser del hombre tanto desde su unidad personal como desde su unidad con Dios y con la humanidad. Aun a la antropología filosófica con la antropología teológica, para concluir con la formación humana. En esta obra se contempla patente la originalidad del pensamiento de su autora.
La presencia de Hitler en el poder se presenta para E. Stein y para su pueblo judío como una gran amenaza, cuyas consecuencias se dejan sentir inmediatamente. Ella pudo marchar a América donde le ofrecían seguir como profesora, pero prefiere permanecer junto a los suyos. Su medio de lucha es la oración, la contemplación y la unión con el Todopoderoso. Su talante filosófico encuentra, en la dedicación a la contemplación y a la experiencia mística, el culmen de búsqueda de la Verdad, ya manifestado y experimentado en el momento de su conversión a Cristo.
Precisamente esta experiencia personal se trasluce en los escritos realizados en el convento, la gran mayoría de ellos de carácter espiritual y místico. Ya en su obra Ser finito y Ser Eterno, contempla la experiencia mística como el culmen de la "filosofía":
"La perfección completa del ideal hacia el cual tiende la filosofía en cuanto búsqueda de la sabiduría, es únicamente la sabiduría divina misma, la visión simple por el cual Dios se comprende a sí mismo y a todo lo creado. La realización suprema que puede ser alcanzada por un espíritu creado –seguramente por sí mismo- es la visión gloriosa que Dios le da al unirse a Él: el ser adquiere la participación del conocimiento divino viviendo la vida divina. El mayor acercamiento a este fin supremo durante la vida terrestre es la visión mística".
Seguramente desde su propia experiencia, y también a partir de la profundización en los escritos de Juan de la Cruz, Teresa de Ávila y Dionisio el Areopagita completa su antropología. Descubre en la experiencia de los místicos esa interioridad del hombre tan accesible a la mirada de la razón.
"Allí descubre, no sólo el centro de la unión con Dios, sino el centro de la realización personal, porque allí está el centro de su libertad. Es más llega al convencimiento que la contemplación y adquisición de la verdad suprema de las cosas se conquista a través de la oración contemplativa".
- Filosofía y mística.
Husserl, el maestro de la "intuición de la esencia", ha moldado hasta ahora el alma de Edith Stein, sedienta del ser. Él le ha enseñado a acercarse desapasionadamente a las realidades intelectuales e históricas. Ante su entusiasmo por poder colaborar en ese revolucionario "redescubrimiento del espíritu", no se dan por satisfechas sus lógicas e imperturbables aspiraciones. Ese anhelo que palpita en ella hacia lo objetivo, hacia la santidad del ser, hacia la pureza y la castidad de las cosas, ¿ha encontrado realmente en Husserl una respuesta definitiva? Por mucho que considere los fenómenos, Edith tropieza siempre con el problema fundamental: ¿Qué lugar ocupa en el mundo la persona humana?, ¿Qué relación guardan entre sí alma y espíritu? Nada de cuanto emprende Edith Stein, puede hacerlo a medias. El radicalismo del pensamiento de Husserl no es para ella lo suficientemente radical. Ella toma su pensamiento de la objetividad con una seriedad nada común, incluso con más seriedad que el maestro.
Con renovada decisión se plantea Edith Stein, el problema de la verdad. Ve ella claramente que el prometedor arranque ontológico de Husserl penetra en una esfera de ideas que tiene su patria tan sólo en la interioridad del alma. No se rompe el egocentrismo subjetivo; el amor científico que el maestro tiene a la verdad desemboca en una filosofía inmanente de la conciencia. Edith Stein, se pregunta si la filosofía es realmente el reino de la verdad, hacia el cual apunta el sentido del mundo asequible a la experiencia.
Su idealismo fenomenológico, como antes la sicología experimental, sufre una conmoción esencial. Husserl no es un cristiano creyente. Respeta la religión; pero la verdad filosófica está para él por encima de todo. En esta actitud le ha seguido ella hasta ahora. Pero ya tiene Edith Stein un oscuro barrunto de que en las fronteras de la razón natural comienza un nuevo mundo. Por lo menos ve ella que aun la "filosofía como ciencia estricta" no satisface todas las exigencias ideales. La filosofía en cualquier estado…"Es siempre algo fragmentario y a ello se deben todos los errores, rodeos y deformaciones a que, en sus empresas, ha estado sujeto el espíritu humano".
Por consiguiente, para Edith Stein continua viva la búsqueda de la verdad. El radicalismo de su problema metódico quiere llegar a una "claridad definitiva". En estas ideas que gradualmente se van abriendo paso tiene para ella una importancia decisiva el encuentro con dos personalidades.
Edith Stein, conoce en Gotinga al fenomenólogo Max Scheler. Su filosofía poética deja en ella una impresión indeleble. Scheler vive en Munich, es judío converso y en la época en que ella oye sus lecciones está todavía totalmente prendado de las bellezas de las creencias católicas. La intuición apasionada de Scheler, su sentido de los valores, que lanza por la borda todos los sistemas, conceptos y apriorismos, para revelar la plenitud del ser al ojo observador y al corazón intuitivo, ponen a Edith Stein en contacto con un mundo para ella totalmente desconocido hasta entonces.
Edith Stein no se deja deslumbrar por la fascinante oratoria de Scheler, pero el contenido de verdad de sus afirmaciones la impresiona hondamente. Ese hombre, Scheler, que reza y busca a Dios, ¿acaso no es eso ella misma en su ardiente anhelo de llegar a descubrir el núcleo esencial de toda verdad? Scheler le quita a Edith Stein una venda de los ojos, y su espíritu amante de la verdad no puede esquivar esa nueva realidad. Entre las personas que despertaban la admiración de Edith Stein, está sobre todo el joven profesor Adolfo Reinach. Este es la mano derecha de Husserl y sirve de eslabón entre el maestro y sus discípulos. Este erudito, muerto prematuramente, ejerció un influjo humanamente hondo e inolvidable sobre todos los fenomenólogos.
La comunidad de destino en medio de los mortales peligros que amenazan a personas queridísimas enseña a Edith Stein que la última palabra la tiene, no el saber, sino el sacrificio personal de la propia existencia. De este modo se derrumba el argumento de su incredulidad y empieza a brillar para ella la posibilidad de que exista un mundo ultraterreno. Pero el entendimiento se resiste a una incondicional aceptación de la fe. Una nueva sacudida le sobrevendrá a ella.
"Dios se apresura a sacudir en socorro de su alma indagadora. Su anhelo atrae sobre sí la respuesta del amor divino".
La filosofía, es un caminante que busca la verdad, un camino que conduce a ella; un testigo que dice la verdad y arquitecto que la dimensiona de acuerdo con sus posibilidades problemáticas; la filosofía es pedagogía de la verdad sin la cual no habría opción de discurso, ni de conocimiento, ni de realidad.
E. Stein se enclavija dentro de esta tradición filosófica que aparece como magisterio de la verdad. Pero, si queda al final la insatisfacción y la incertidumbre por la posibilidad de responder con cierta puntualidad a la pregunta por la verdad, el evangelio atribuido a San Juan constata que el mismo Hijo de Dios deja irresoluta la cuestión que le plantea Poncio Pilatos: "¿Y qué es la verdad?" (Jn 18,38). E. Stein, después de atravesar los recodos del camino de la verdad del Ser Eterno en la también joanea y anterior sentencia de Jesús "Ego eimí aletheia", "ego sum veritas", "Yo soy la verdad" (Jn 14,6).
- ¿Qué es la verdad?
"Mi búsqueda de la verdad era una oración"
E. Stein
Mujer de nuestro tiempo, Edith Stein, con su vida y sus escritos, ofrece orientaciones precisas para ayudar a eliminar ciertas visiones unilaterales, que no se ajustan al pleno reconocimiento de la dignidad de la mujer y de su aportación específica a la sociedad y a la Iglesia.
En aras de la verdad buscaba y encontraba, E. Stein fue entregando parte de su vida. Abandona, en un primer momento, la fe judía y se sumerge en la filosofía para tratar de comprender el sentido de la existencia humana. Del ateismo pasará a la fe católica y, en su seguimiento de Jesús, irá adquiriendo experiencialmente la "ciencia de la cruz".
Repensando su camino de búsqueda de la verdad llegará a la conclusión de que:
Dios es la verdad. Quién busca la verdad busca a Dios, lo sepa no; y también que el buscador de la verdad vive sobre todo en el corazón de la actividad de su razón; si se trata para él efectivamente de la verdad (no de un puro recoger conocimientos particulares) él está tal vez más cercano a Dios, que es la verdad, y con eso a su propio interior más de lo que él mismo piensa".
Su larga búsqueda de la verdad y de la autenticidad hallará el último y definitivo impulso en el encuentro con Teresa de Jesús. Era el mes de agosto de 1921 cuando Edith Stein, huésped en casa de unos amigos, descubre en su biblioteca la autobiografía de la Santa de Ávila:
"Yo tome por casualidad un grueso libro cuyo título era: Vida de santa Teresa de Jesús, escrita por ella misma. Yo me puse a leerlo y de golpe quedé cautivada y no me detuve sino hasta el final. Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad".
Como se decía arriba, la vida completa, tanto antes de su conversión al catolicismo, como después de la misma, de esta filósofa giró en torno a la búsqueda constate de la Verdad, una verdad que para ella lo comprendía todo: el mundo, el yo, el ser. Y buscarla es enriquecerse a sí mismo con ella, conociendo la propia medida. Esta verdad, cuando es entendida como valor supremo, hace a la persona humana, al hombre y a la mujer, lograr su plenitud.
La búsqueda constante de la Verdad, tan ansiada por esta filósofa cristiana, desde su niñez, consistía en querer esclarecer el mundo interior del espíritu, y poder entender el problema del sentido y finalidad de la vida humana. Pero llega al convencimiento, al conocer a Cristo, de que estos misterios no los descifra el entendimiento, que procede paso a paso a partir de conclusiones sino la entrega amorosa.
En esta búsqueda de la Verdad, Edith Stein, llegó a conclusiones, en la que supo apreciar, que ser totalmente de Dios, darse por completo a Él y a su servicio por la gracia del amor, es la vocación, no sólo de algunos elegidos, sino de todo el género humano, y más aún de todo cristiano, estando o no consagrado, sea hombre o mujer. Pues quién ama la Verdad sin medida, crece sin cesar como hombre.
Descubre, esta santa filósofa, que en cuanto el hombre y la mujer se afanen por descubrir a plenitud el sentido de eso que se esconde en su interior, eso que le hace ser no tan sólo Persona Humana, sino feliz, será lo que les permitirá alcanzar la plenitud de su esencia: ser imagen y semejanza de su creador que es Dios.
En esta búsqueda de la Verdad (encontrada en toda su plenitud en Jesucristo), es bueno indicar, que esta santa, no sólo le interesó saber el significado de lo que era la Persona Humana, el hombre y la mujer, sino que se preocupó en demostrar, que la Persona Humana, era un ser libre y más aún, un ser que poseía un "alma" que le hacía ser un ser espiritual.
Edith Stein, hoy día, puede presentarse como alguien que quiso entender y dar razón de ser de su existencia y, también, a la de aquel que era su otro "yo" en el mundo. Ese otro "yo" o al que ella dio en toda su trayectoria tanto filosófica, como cristiana, el primer lugar, por entender, desde su persona, el valor que le merecía. Todo cuanto buscó acerca de la Verdad (teniendo como fin último, en ésta, al hombre), a través de los más profundos pensadores, ella siente, lo ha encontrado y se ha cumplido en Jesucristo: el humanado Hijo de Dios. Y es con su entrada al catolicismo en donde podrá afirmar, que todo el compuesto del hombre necesitaba ser sólo por Dios, y ser todo cuanto es Él.
CAPITULO IV
"El hombre está llamado a vivir en su interior,
tomando en sus manos las riendas de todo
él: sólo partiendo de aquí podrá el hombre
encontrar el punto que tiene asignado en
el mundo".
E. Stein.
Son muchas las respuestas que nos ofrece E. Stein con su vida y su doctrina. Por pura experiencia sabe que el hombre empeñado en alcanzar la verdad está buscando a Dios, aunque no sea consciente de ello. Ella fue una mujer que vivió sumergida en los problemas de su época y que se dejó arrastrar por las corrientes racionalistas que invadían la Europa Occidental desde la Ilustración. No son ni muchos los años que nos separan de ella, ni son muy distintos los problemas en que se ve sumergido el hombre de la sociedad moderna.
Contemplando al hombre occidental fundamentalmente, constatamos que vive en crisis porque está en actitud de búsqueda, aunque no sabe bien que es lo que busca. Muchos caen en sectas, otros se orientan por las religiones orientales y otros buscan en el voluntariado un modo de satisfacer su vida con algo distinto. Estos últimos se llenan de satisfacción por hacer algo gratuitamente, pero todavía, aun cuando no son conscientes están todavía lejos de encontrar la auténtica solución. Pero, ¿Cuál es en el fondo el problema del hombre de hoy? Que vive fuera de su ser auténtico, que se ha dejado arrastrar hasta anular esa dimensión de su interioridad. Su natural se rebela porque no ha cuidado la parte esencial de su ser, y se descubre vacío, sin sentido, muerto.
Según, Francisco Sancho Fermín, E. Stein, por su vivencia de estos problemas y por su camino de descubrimiento del ser humano, tiene una respuesta para esta situación que podemos resumir en cinco puntos: el racionalismo, el pragmatismo, la degradación de la vida interior, la fuerza de arrastre de la sociedad, y la falta de esperanza. A estos cinco puntos, a los que daremos una respuesta desde Edith Stein, añadimos también sobre la actitud de muchos frente a la Iglesia.
Estos seis puntos concluyen el esquema del desarrollo de este tema, que sirve de conclusión a este trabajo.
La razón, y nadie lo duda, es una de las capacidades que hacen del hombre una persona. Un hombre sin razón está privado de uno de sus componentes fundamentales. La razón científica no es capaz de dar respuestas a todo, mucho menos cuando se trata de cuestiones existenciales del hombre. Tampoco es la razón la única fuente de conocimiento del hombre. Si miramos a la joven atea E Stein descubriremos en ella una mujer aventurera en el mundo del estudio, a través del cual quiere encontrar respuestas a la existencia del hombre. Movida en primer lugar por su formación racionalista había recibido en la tradición familiar.
El ateísmo de E. Stein, como el del hombre moderno, es fruto de la absolutización de la razón que desde ahí favorece la imposibilidad de creer, puesto que sólo se fundamenta en lo que ella puede conocer o creer. La corriente fenomenológica rompe no con la razón, sino con su endiosamiento. Ataca de raíz el reduccionismo racionalista, y se enfrenta a la realidad no desde la aparente imposibilidad de algo, sino desde la posibilidad de que algo exista. Este nuevo modo de entender el conocer sin prejuicios de ninguna clase, le ofrece a E. Stein, y nos ofrece a todos, la capacidad de acoger la realidad tal como se nos presenta, sin prejuicios. Ella analizando su propio ser y el de los demás, descubre que el hombre no se agota en su materialidad y racionalidad. Existe en él otra dimensión interior (espiritual), que forma parte de su ser. Desde este conocimiento, más experimental que racional llegará a adentrarse por el camino de la espiritualidad y la religión. Fe y cultura van unidas, ciencia y religión no se oponen, simplemente se complementan aunque desde niveles distintos que no se contradicen si son auténticos. Es el camino que Edith Stein presenta al hombre de hoy.
1.2 Frente al pragmatismo absoluto.
La mayor parte de las graves crisis que sufre el hombre moderno, especialmente la juventud, radican en sentirse inútil, no porque no sea capaz de hacer muchas cosas, sino porque las cosas que él sabe o puede hacer, no encajan dentro de un sistema que tiene sus ojos puestos en la productividad y en la eficacia sino encontrar respuestas y soluciones a algo mucho más esencial: la existencia del ser humano. Cuando conozca a Dios descubrirá el sentido más profundo de la importancia del ser. Para Dios no existen esas categorías humanas: "Delante de Dios las medidas humanas de grande y pequeño, de importante o de sin valor, pierden todo su significado" .
La solución frente a esa mentalidad pragmática actual se encuentra en el hombre mismo. Tiene que convencerse de que su felicidad la va a encontrar no desde lo que hace, sino desde lo que es. El fundamento es la búsqueda de lo esencial, del sentido de su existencia, que se encuentra sólo en el contacto con lo espiritual: "Aquel que no encuentra a Dios no llega tampoco hasta sí mismo ni a la fuente de la vida eterna que lo espera en su interioridad más profunda" .
- Frente al racionalismo totalitario.
Si el hombre se ve sumergido en el sentido de su existencia es precisamente porque ha dejado que se anule su interioridad. Y aquí no se trata de una cualidad más de su vida, sino del fundamento mismo de la existencia. ¿Cómo podrá ser feliz el hombre que prescinde de lo que es? Tarde o temprano su ser se revela, y no sabe por qué. Es un hombre que se conoce sólo desde el exterior y que tiene miedo al silencio y a la soledad, porque siente pánico de encontrarse consigo mismo. Edith Stein criticó duramente esa actitud científica que busca anular la espiritualidad del ser humano, ante la que el mismo hombre desnaturalizado llega a rebelarse. Tiene sus grandes semejanzas con la situación del hombre actual.
Adentrarse en la propia interioridad es la aventura más arriesgada a la que puede enfrentarse el hombre. Pero se ve desprovisto de apoyo, porque seguramente descubrirá esa parte de sí que busca negar por todos los medios, porque no gusta a la sociedad en la que vive. El hombre no vive desde lo que es sino desde lo que quisiera ser, o mejor, desde lo que le quieren hacer ser. E. Stein ha luchado por estudiar las profundidades del ser humano, y acaba convenciéndose de que sólo hay un camino que lleva a la plena posesión y conocimiento de la interioridad del hombre: el camino de la oración:
"El yo personal se encuentra enteramente en él en la interioridad más profunda del alma. Cuando vive en esa interioridad, dispone de fuerza total del alma y puede utilizarla libremente. Además, está entonces lo más cerca posible del sentido de todo lo que le sucede; está abierto a las exigencias que se le presentan, puede apreciar mejor su significación y su importancia. Pero pocos hombres viven tan concentrados en sí mismos. En la mayor parte el yo se sitúa más bien en la superficie; sin duda, si le sucede ser profundamente impresionado por sucesos importantes y atraído a la profundidad, entonces trata de responder al acontecimiento con una conducta conveniente, pero después de un tiempo más o menos largo, vuelve a la superficie…Pero el que vive recogido en la profundidad percibe igualmente las cosas pequeñas dentro de las grandes unidades; es el único que puede apreciar de una manera justa su importancia y ordenar su conducta de una manera adecuada".
Desde la interioridad el hombre no sólo llega a conocerse, sino a poseerse en el grado más alto que es posible en esta vida. Desde ahí el hombre es el señor de su existencia. Pero una simple interiorización, como propugnan algunos métodos de relajación o corrientes pseudo-religiosas no es suficiente. En primer lugar porque el esfuerzo humano por sí sólo no alcanza el más profundo centro, y porque la interiorización debe llevarse a una meta, a un punto de plenitud de sentido al ser y a la existencia.
1.4 Frente a la despersonificación social.
El individuo siempre ha corrido el peligro de ser absorbido por la fuerza de la masa. En nuestra sociedad actual es una realidad; la presencia y el poder de los medios de comunicación favorecen la supresión de lo individual, a favor de unas medidas en las que todos tienen que encajar. Y lo pero es que todos acabamos influidos por esa continua presión. Hay cánones de belleza, de modos de vestir, de artículos que consumir. O se entra por ahí o uno es raro… Si todo quedase en lo externo no habría mayores pegas. Sin embargo, el individuo que fácilmente es absorbido queda identificado por esos cánones; y así se convierte en un ser irresponsable, pasivo y víctima de su vacío.
A lo largo de la historia de la humanidad, en cualquier grupo étnico, cultural, político o religioso, se da una tendencia fuerte hacia la disolución de la individualidad. Por desgracia, en la misma Iglesia Católica sucede a veces lo mismo, y en algunos sectores asociativos (movimientos, congregaciones religiosas…) es muy fuerte tal tendencia. En el fondo el problema radica en una falsa concepción de la individualidad de la persona humana. Para E. Stein el estado y la Iglesia no tienen ningún derecho a anular ese carácter del individuo. La individualidad no es algo que le venga añadido a la persona, sino algo creado en ella directamente por Dios. Y tanto el ámbito de la Iglesia como el de la humanidad entera se comprenden como el lugar donde la persona tiene que desarrollar su ser propio, personal e intransferible.
"Pertenece a la esencia del hombre ser un miembro particular y realizarse en la humanidad como un todo, con todas las posibilidades fundamentadas en ello; en la humanidad en la que los particulares son miembro a miembro. Cada uno debe encarnar a la naturaleza humana general para poder ser un miembro de este todo. Pero una naturaleza no es más que un marco que debe ser llenado por la diversidad de las esencias individuales que constituyen esencias que son miembros del todo… un miembro de un todo que se realiza en cuanto unidad vital y que sólo puede desplegarse dentro del todo en su lugar y con el concurso de los otros miembros… Todas las producciones del espíritu humano se convierten en bienes comunes de la humanidad".
El hombre ha de empeñarse por reivindicar y desarrollar, si quiere ser feliz, su carácter personal; y la sociedad, y la Iglesia, ha de favorecer y apoyar para alcanzar su perfección y desarrollar su misión de estar al servicio del hombre el don que tiene en cada individuo:
"Pertenece a la esencia del hombre que cada individuo y la entera humanidad consigan aquello para lo que están determinados según su naturaleza en un desarrollo temporal, y que este desarrollo está ligado a la libre cooperación de cada uno y a la colaboración de todos".
- Frente al destierro de la vida interior.
La gran limitación de horizontes creada por la absolutización de la razón y de la eficacia, ha desterrado de la vida del hombre su ser más profundo, convirtiéndolo en un ser externo despersonalizado y consumista. Cuando el hombre cae en la cuenta de que todo esto que satisface sus ansias de felicidad y plenitud, se siente vacío. Y aunque externamente trata de disimular o superar su condición esta viendo en su interior una profunda crisis: falta de confianza, falta de paz alegría interior, cansancio ante la vida. En definitiva, el hombre ha perdido la esperanza como virtud.
El primer paso para recuperar la esperanza consistirá, en rescatar a la persona, hacerle caer en la cuenta de que tiene que prestar atención a su interioridad y desarrollarla. Este el camino por el cual puede acoger y adentrarse en el misterio de Dios. E. Stein supo descubrir en lo cotidiano un motivo para ser feliz, para vivir esperanzados y tomar la vida como continua novedad regalada: abandonarse confiadamente como un niño en las manos de Dios. Este sentirse realmente sostenido por Dios llena la vida de paz y gozo. Incluso todas esas realidades negativas de la vida humana (el dolor, los problemas, la muerte), adquieren sentido pleno desde la comunión con el crucificado.
- Frente a la falta de esperanza.
- La Iglesia que el hombre moderno necesita.
- Buscadora de la verdad.
La Iglesia católica es vista por muchos sectores sociales con sospechas y hasta con reticencias. Todos los pastoralistas se plantean directa o indirectamente esta pregunta. ¿Qué le pasa a la Iglesia? ¿Ya no es válida esta obra de Cristo? Sin duda alguna la obra de redención de Cristo sigue siendo actual y necesaria.
El problema radica en cómo presentar la Iglesia al hombre moderno secularizado. Para E. Stein la Iglesia es ante todo y sobre todo ese misterio de amor, comunión y redención, signo de un Cristo presente en el mundo:
"Pero la esencia de la Iglesia no se reduce a esta estructura jurídica, ni constituye ni siquiera su fundamento esencial propiamente dicho. Ciertamente, durante muchos años se le ha considerado sobre todo bajo este ángulo y aún ahora personas fuera de la Iglesia adoptan este punto de vista. Pero para los teólogos de nuestro tiempo y también para los simples creyentes, es la concepción paulina del Cristo, cabeza del Cuerpo vivo, la admitida. Dicho de otro modo, la Iglesia no es institución arbitraria, artificial, formada de fuera, sino un todo vivo."
Una contemporánea de E. Stein Y con muchos aspectos en común con ella, es un signo profético más de la necesidad de esta conversión eclesial: Simone Weil. Aun viviendo profunda y místicamente el misterio de Cristo, nunca llegó a entrar en la Iglesia católica, precisamente por esa carga de institucionalidad que le asustaba. Por otro lado, el hombre moderno tiene sed "inconsciente" de espiritualidad, de vida interior, de experiencia, de mística. La iglesia está llamada a responder a esta necesidad, ofreciendo al hombre el camino de la experiencia de Dios. En cierto sentido la vida del hombre moderno es una crítica a esta ausencia en la vida eclesial. La conversión eclesial implica la recuperación de la mística, de la experiencia del misterio, para la pastoral y la misma vida litúrgica. No se puede seguir con las dicotomías. El obrar y celebrar de la Iglesia tiene que ir impregnada de la vida de Dios. La vida interior de la Iglesia es esencial a la misma, por eso tiene que cobrar su justo protagonismo. Como conclusión dejamos que hable Edith Stein:
"En la vida oculta y silenciosa se realiza la obra de la redención. En el diálogo silencioso del corazón con Dios se preparan las piedras vivas con las que va creciendo el Reino de Dios y se forjan los instrumentos selectos que promueven su construcción. La corriente mística que discurre a través de todos los siglos, no es ningún brazo perdido que se haya separado de la oración de la Iglesia, sino que es su vida más íntima… La ilimitada entrega de amor a Dios y la donación de Dios a nosotros, la unión completa y duradera, es la suprema elevación del corazón que nos es posible alcanzar, el supremo grado de oración. Los hombres que lo han alcanzado son verdaderamente el corazón de la Iglesia. Escondidos con Cristo en Dios, no pueden sino irradiar en otros corazones el amor divino de que están llenos, y así colaborar en llevar a la perfección la unión de todos en Dios, que fue y es el gran deseo de Jesús".
Los puntos antes desarrollados creemos que es desde donde E. Stein desarrolla su respuesta para el hombre de hoy. Ella como filósofa mística, buscadora de la verdad invita a este hombre fragmentado de la cultura actual a no quedarse en lo finito, material, placentero del momento sino que profundice su búsqueda de aquello que contribuya a su autorrealización y a la posibilidad de llevar a plenitud su vida , ya que sólo desde su alteridad vocacional encontrará el hombre moderno y posmoderno su encuentro con la Verdad y con el Ser Eterno.
He presenciado el proceso de ordenación genética de una disyuntiva ontológica, tan factible como cualquier otra, que arranca desde la experiencia vital de una filósofa atea que gélidamente especula sobre el ser, desde el legado aristotélico-tomista, a la sombra del árbol fenomenológico, y que finaliza en el anegable río de la mística, al sol del encuentro divino, porque, lo que no estaba en los planes de Edith Stein sí estaba en los de Dios reservados para ella. La reflexión metafísica steiniana, parte del ser finito para llegar al Ser Eterno: Edith Stein comprueba el límite y la contingencia del ser mudable y, por deducción, o por la "analogía entis", afirma la ilimitación y la necesidad del Ser que permanece.
Me ha hablado una mujer comprometida con la vida; una filósofa, más paradigmática que sintagmática. He recorrido un itinerario rastreador del ser desde el dato fenoménico del "ente", aportado por los sentidos y por la visión de la esencia, hasta la verificación de la "Substancia", deducida por la abstracción racional y corroborada por el éxtasis místico. Razón y fe, filosofía y teología, se han asociado en indisolubles esponsales para enseñarnos, con una simpleza pedagógica asombrosa, que el ser conduce al ser: lo finito a lo Infinito, lo imperfecto a lo Perfecto, lo temporal a lo Eterno, lo contingente a lo Necesario, lo provisional a lo Providencial, lo limitado a lo Ilimitado, lo precario a lo Total…
Edith Stein se acerca no para aclarar la caducidad de la razón ni mucho menos para evangelizar la exclusividad de la fe, sino para integrar, en una síntesis escrupulosa las posibilidades de la especulación racional y del salto fideísta. Pero la doctora Stein la carmelita mártir, va más allá: ha relativizado el esfuerzo del ser que se ensoberbece en la vana razón la viabilidad del ser en Dios, "logos espermatikos", "razón seminal", como dirían los Padres de la Iglesia, de la realidad: Ser y verdad.
Edith Stein propone un discurso verdadero hacia la verdad, despojando de la razón escéptica y agnóstica, que cuestiona, sospecha y simula, y desposado con la razón que, en la frontera de la fe, cree y asciende, no con la ingenuidad del tonito, sino con la lucidez del místico.
Edith Stein invita a trascender sin comprender, porque la trascendencia sin la compresión puntual es, precisamente, la escala ascensional hacia el verdadero sentido del Ser Eterno. Edith Stein supera el fenómeno, la apariencia y exhorta a la esencia, al "eidós".
Si la vida de Edith Stein es una apuesta por la verdad su mensaje es una propuesta de la verdad. Ella reunió en la Empatía los aportes sensibles e intelectivos que se rinden al sentimiento y a la voluntad; ella descubrió en la fenomenología el supuesto óntico de la persona, que se realiza en el amor, ella encontró en la mística el fundamento de la vocación de eternidad a la que el hombre, el ser finito que de mejor manera participa del Ser Eterno de Dios, está convocado, desafiando y misionado.
La donación que Edith Stein extiende a la filosofía contiene:
- Una posibilidad inductiva y analógica del construir la ontología y de vehicular el pensamiento desde el ser finito hasta el Ser Eterno.
- Un derrotero interpretativo: el criterio de la verdad.
- Un colofón místico: el ascenso hacia el Ser Eterno, Dios, el más metafísico de cuantos conceptos puede la filosofía elaborar, pero al tiempo la más inmediata de cuantas realidades le es permitido al hombre experimental.
Espero haber llenado las expectativas de esta tesina, ya que las del enriquecimiento a nivel personal, aún no habiendo sido pautadas a priori, fueron retribuidas con creces, pues a través de dicho trabajo me he hecho entender que en nuestro mundo occidental, en lo que se refiere al aspecto religioso, un elevado porcentaje de los individuos que participamos de dicha cultura, en esencia nos ilumina una misma luz y lo que nos diferencia y nos separa, es el camino que seguimos para llegar a esa gran luz común que es Dios, nuestro Señor. Los términos, los ritos, las formas, son secundarios, lo verdaderamente importante, trascendental e imperecedero es esa Divinidad de la cual formamos parte, cuando nuestra libertad así lo asume.
- EDITH Stein, " Estrellas Amarilla". Espiritualidad. Madrid, 1973.
- EDITH Stein, "Los Caminos del Silencio Interior". Espiritualidad, 1988.
- EDITH Stein, " Ser Finito y Ser Eterno". Fondo de Cultura Económico. México, 1996.
- EDITH Stein, " La Mujer". Monte Carmelo. Burgos, 1998.
- EDITH Stein, "Obras Selectos". Monte Carmelo. Burgos, 1998.
- EDITH Stein, " La Estructura de la Persona Humana". B.A.C. Madrid 1998.
- EDITH Stein, "Escritos Espirituales". B.A.C. Madrid, 1999.
- EDITH Stein, "Pensamientos". Monte Carmelo. Burgos, 1999.
- MARIA AMATA Neyer, "Edith Stein". Espiritualidad. Madrid, 1987.
- T.a MATRE DEI, "Edith Stein en busca de Dios". Verbo Divino. >Estella 1988.
- F. JAVIER Sancho Fermín," Edith Stein Modelo de Mujer Cristiana".Monte Carmelo. Burgos, 1998
- Ciro García, "Edith Stein: Una Espiritualidad de Frontera". Monte Carmelo. Burgos, 1998.
- F. JAVIER Sancho Fermín, "Una Espiritualidad para hoy según Edith Stein". Burgos, 1998.
- M. TERESA RENATA del Espíritu Santo (Posselt), "Edith Stein; una gran Mujer de nuestro Siglo". Burgos, 1998.
- CIRO García, "Edith Stein o la búsqueda de la Verdad". Monte Carmelo. Burgos, 1999.
- CHRISTIAN Feldmann, "Edith Stein Judía, Filosófa y Carmelita". Herder. Barcelona 1999
- JUAN PABLO II, "FIDES et Ratio". Trípode. Caracas, 1998.
- Revistas, "Caminando con Edith Stein".
- Revista "Vida Espiritual" 128-129 (1998)
DEDICATORIA
- A Dios y María Santísima, nuestra Madre…
- A mi familia y a los formadores del Carmelo Venezolano, a quienes debo mi formación cristiana, espiritual e intelectual, quienes con su ejemplo y coherencia de vida me han mostrado el camino a seguir.
- A la profesora Gladys Portuondo, quién con su tolerancia, paciencia y amor a la filosofía, me enseñó a valorar el discurso filosófico.
- Y, a Edith Stein que por su búsqueda de la verdad se encontró con el Ser Eterno y su ejemplo me enseña a ser caminante en búsqueda de la Verdad, Cristo Jesús.
Autor:
SÁNCHEZ MONTERO, YSIDRO S.
SEMINARISTA
VENEZUELA
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO
"SAN BUENAVENTURA"
MÉRIDA-MÉRIDA
CATEGORÍA: FILOSOFÍA