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La pareja y la familia homosexual como categoría a través de la Filosofía y la Historia (página 2)

Enviado por Odile


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Las ciencias sociales han producido diferentes miradas a esta categoría, destacándose las contribuciones hechas desde la Psicología. Al respecto, en Cuba contamos con sólidas experiencias profesionales a cargo de la Dra. Patricia Arés (2007; cit. por Puentes, Y.; 2008; p.3) quien la define como "la unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad". Su propuesta hace un énfasis en las relaciones intrafamiliares fundamentalmente. También de nuestro país, el especialista Cristóbal Martínez (2003; cit. por Puentes, Y.; 2008; p.4), realiza una definición más dirigida a las relaciones entre la familia como institución y otros grupos sociales, resultando una mirada más a lo macrosocial, considerándola entonces: "una institución formada por sistemas individuales que interaccionan y que constituyen a su vez un sistema abierto. […] formada por individuos, es también parte del sistema social y responderá a su cultura, tradiciones, desarrollo económico, convicciones, concepciones ético-morales, políticas y religiosas".

La tradición ha prefijado la constitución de la familia sobre la base de una relación conyugal, elemento que ha sido recogido tanto por la Constitución como por el Código de Familia vigentes en Cuba. Siendo así, la formalización del vínculo de pareja es el aspecto central del matrimonio, al menos en su vertiente ortodoxa. Según el Artículo 36 del Capítulo IV de la Constitución de la República, el matrimonio es "la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común. Descansa en la igualdad absoluta de deberes y derechos de los cónyuges, los que deben atender al mantenimiento del hogar y a la formación integral de los hijos mediante el esfuerzo común, de modo que este resulte compatible con el desarrollo de las actividades sociales de ambos". Cabe destacar que en sus Artículos 2, 18 y 24, el Código de Familia incluye en esta categoría lo conocido como "unión de hecho" -o sus formas sinónimas "unión matrimonial no formalizada" o "matrimonio no formalizado"- en la prescripción de deberes y derechos de los cónyuges y los efectos personales y patrimoniales derivados del matrimonio; reuniendo estos últimos las disposiciones concernientes a la comunidad matrimonial de bienes. Por "matrimonio no formalizado" el Código contempla la "existencia de la unión matrimonial entre un hombre y una mujer con aptitud legal para contraerla y que reúna los requisitos de singularidad y estabilidad", siempre y cuando sea reconocido por tribunal competente (Art. 18; Código de Familia; 1975).

A nuestro juicio, las enunciaciones expuestas presentan elementos revolucionarios en diferentes aspectos. El modelo de familia que se propone defiende los lazos afectivos entre sus miembros, así como privilegia la equidad de derechos y deberes entre los mismos; extiende a otros niveles de consanguinidad o preferencia emocional la noción de vínculo biparental nuclear, el ejercicio de la coparentalidad y no obliga a la formalización legal de la pareja.

Sin embargo, hoy en día la multiplicidad de relaciones de pareja posibles apuntan a un restriccionismo cuando declara varias veces la premisa sexista para su constitución. Además, no consideramos indispensable, salvo para la defensa de los derechos de propiedad, la vida en común como prerrequisito en este sentido. El también comprender los criterios de singularidad y estabilidad, aunque presupone asimismo un criterio calificador para un algún vínculo de pareja, refleja un punto de vista básico necesario en nuestra cultura, al menos en los momentos actuales y de acuerdo a concepciones legislativas de posesión de bienes que se mantienen vigentes, protegiendo a los miembros de dicha relación.

Los conceptos propuestos por los especialistas citados, no presuponen la constitución del vínculo con arreglo a la orientación sexual, elemento a nuestro juicio muy favorable porque no deja exentos de conformar pareja a individuos con preferencia no heterosexual ni genéricamente sujeta a su sexo biológico, bajo supuestos "científicos" de la Psicología.

Por esta razón consideramos muy oportunas las funciones de la familia como grupo psicosocial planteadas por P. Arés:

  • Función reproductiva, en el sentido de conservación de la especie.

  • Función económica, en el sentido de la manutención de los miembros.

  • Función educativa, en un sentido de socialización (entendiéndose como primer grupo de referencia y pertenencia de los seres humanos y por tanto célula base de la sociedad).

Para ser considerada como tal, la familia debe cumplir al menos una de estas funciones, por lo que la familia homosexual solamente no se ajusta a la primera función, aunque esto es objetable por la posibilidad de buscar padres biológicos sustitutos donde uno de los miembros de la pareja asuma la reproducción.

Parte III:

A través de lo expuesto en la parte anterior, hemos corroborado que el trato a la homosexualidad ha sido casi siempre visto desde el punto de vista de lo "anormal", lo "desviado" y el "fenómeno". Solamente se cuenta con un período histórico en el que se comienzan a producir los primeros avances al respecto, llegando al punto en el que hemos concluido: la posibilidad de concebir y aprobar una familia gay, incluyendo este cambio de acento en su denominación, significativo para nosotras de un abandono del énfasis en lo propiamente sexual y desplazándolo hacia lo distintivo, característico, diferente de tales familias.

Sin embargo, aún está lejos de ser un tema agotado, pues ello representaría el logro del consenso y el consiguiente cambio de paradigma familiar manejado; en una palabra, el cambio de representación social de familia y del modelo educativo predominante.

Una representación social es, según uno de sus estudiosos más conocidos, una representación colectiva que funciona como "mecanismo explicativo, y se refieren a una clase general de ideas o creencias (ciencia, mito, religión, etc.), […] que necesitan ser descritos y explicados. Fenómenos específicos que se relacionan con una manera particular de entender y comunicar -manera que crea la realidad y el sentido común-…" (Moscovici; 1984, pp. 3 – 63; cit. por Martín, C. y Díaz, M.).

La representación social queda abierta como un terreno fértil al estereotipo y al prejuicio, pues no comportan indispensablemente un saber científico como trasfondo, sino un estado de opinión generalizado y aprobado por determinada mayoría, sujeto al dinamismo propio de los hechos sociohistóricamente determinados -en el sentido durkheimniano-.

Las imágenes comunes más conocidas de familia, aunque siempre sujetas a matices, responden a un modelo patriarcal y, por tanto, sexista, al cual se vinculan roles de género que posibilitan y prescriben este modelo como el deseado. Según Valle, L. y D. Pañellas, (2000, cit. por Pildaín, C.; 2002), este modelo patriarcal se caracteriza:

  • En el plano social, por la aparición de dos esferas totalmente diferenciadas, la pública y la privada, a cargo de varones y mujeres respectivamente. La mujer quedó restringida al ámbito privado, quedando a su cargo la reproducción biológica, la educación y el cuidado de los hijos, enfermos, ancianos y tareas domésticas.

  • En la ética sexual, la instauración de una doble norma, en la que se adjudica, permisividad sexual al varón, en tanto que la sexualidad de la mujer se reprime, exigiéndole virginidad, antes del matrimonio, y fidelidad a su esposo, no considerando importante su propio placer.

  • Doble imagen femenina, acorde con las necesidades y exigencias sociales. La mujer "buena", la mujer de la casa, la madre, la virgen. La mujer "mala", la mujer pública la dedicada al placer.

La familia está constituida sobre estas relaciones de género y sobre una doble aceptación de la sexualidad: la reproductiva, forma lícita, socialmente aceptada, vinculada al matrimonio; y la placentera, forma válida para el hombre en determinado contexto sin que se devalúe su moral. Entre sus funciones, ha prevalecido la reproductiva, enmascarando la prioridad del traspaso de herencia (siempre siguiendo la línea de sucesión por vía masculina); por lo que la familia homosexual se ha visto como una forma antinatural.

Los orígenes del asunto, lo podemos encontrar en las ideas de Engels acerca del surgimiento de la propiedad privada, derivadas de la división social del trabajo y el privilegio de unas ocupaciones sobre otras; a saber lo público sobre lo privado, espacios reservados a hombres y mujeres respectivamente. A medida que el trabajo se fue complejizando, se producía un giro de reforzamiento en cuanto a los ámbitos ocupados por cada género, aumentando los vínculos sociales de hombres conforme se restringía el alcance de lo doméstico para las mujeres. Un ejemplo interesante es el gineceo griego, que antes mencionábamos, vedado a los hombres.

Sin ahondar mucho en el tema, probablemente a las actividades de alimentación, protección y expansión debamos buena parte de los atributos asociado a la masculinidad. Es sabido por todos que las comunidades primitivas valoraban altamente la carne obtenida mediante la caza y pesca fuera de los límites del asentamiento, actividades desempeñadas por hombres, por estar las mujeres al cuidado de los hijos y ancianos. Esta función de proveedor se ha mantenido por siglos, aun cuando lo provisto sea dinero (función económica de la familia). La Edad Moderna premia la inteligencia y no solamente la fuerza física, el valor, la contención y el éxito; exigiendo con ello una nueva cualidad al hombre. Con la exclusividad masculina en lo público se acompaña el acceso a la educación y la política, paralelamente con la ignorancia femenina en tales esferas; esto profundizó la unilateralización de los eventos trascendentes y la consecuente invisibilidad femenina, hasta entrado el siglo XX, donde el feminismo conculca de algún modo todos los privilegios públicos y conserva los privados.

A partir de la construcción social de la masculinidad vs. femineidad, la entronización de la imagen despectiva del homosexual descansa en su poca confiabilidad a partir de su supuesta renuncia a su sexo biológico, que conllevaría a una negación de sus roles de género. Esto se materializa en dos direcciones fundamentales: la consabida homofobia "militante" y la hemofilia de "locas de carroza" y "camioneros". Sobre esta última, P. Arés describe el fenómeno como el "lesbianismo feminista" en tanto máxima expresión de la crisis de la identidad femenina en forma de "mujeres virilizadas, castrantes y reivindicalistas" que odian lo que envidian (Arés, P.; 1996).

Estas son las imágenes típicas en la representación social de la homosexualidad asumida. Acompañando esto, atinamos a valorar como muy positiva la síntesis de estereotipos presentes en el imaginario colectivo propuesta por Cadena, D. y P. Andrade (s/f):

  • Dicotomía homosexual – heterosexual, son obviadas las posiciones intermedias de la polaridad.

  • Existe siempre un silenciamiento de la homosexualidad por considerarse vergonzante.

  • Los homosexuales están obsesionados por el sexo.

  • Son promiscuos y tendientes a la inestabilidad de pareja.

  • Las personas no se autoaceptan como tal.

  • Logran poca estabilidad laboral.

  • Son poco religiosos, pues sienten culpa por violar sagrados preceptos y cometer pecado como en tiempos de Sodoma.

  • La homosexualidad solo afecta a los solteros, en el matrimonio no se produce. Además, disminuye la disponibilidad de personas para formar pareja.

  • Suelen ser propensos a la delincuencia.

A veces el discurso científico ha alentado estas concepciones, como los estudios de Krafft-Ebing en el siglo XIX que mencionábamos, quien concluyó que "los homosexuales son asténicos superficiales pero supersexuados, incapaces de mantener relaciones maduras y proclives a la enfermedad mental." (Cadena, D. y P. Andrade s/f) Una muy buena síntesis del asunto.

El modelo preponderante en la sociedad occidental ha sido una derivación lógica de la distribución no equitativa de funciones en el contexto familiar y social con arreglo al género biológicamente atribuido; este es el modelo patriarcal, hoy en crisis.

El pensador de formación psicoanalítica Wilhelm Reich formuló durante la primera etapa de su producción audaces críticas a la familia patriarcal y el método educativo autoritario por ella ejercido. La coloca como dispositivo central del conservadurismo, a través de la coerción de sus miembros, en su vertiente triangular padre – madre – hijo. Influido doblemente como estaba por el marxismo y la escuela freudiana, sostuvo que la sociedad castrante se sustentaba en la institución familiar, donde perpetuaba nociones de jerarquía y moralismo sexual para naturalizarse. Las concepciones de matrimonio monógamo de por vida garantizan, según su examen, la educación de los individuos en una sexualidad inhibitoria para el matrimonio y la familia; cuando en realidad las atmósfera sexual entre los padres es percibida por los hijos, transmitiéndoles la realidad "hipócrita" del ideal sexual conservador:"de muchacho pacato y de la muchacha irreprochable, momificados en el infantilismo hasta bien entrada su vida de adultos" (Reich, W.; s/f.)

El análisis de Reich nos parece muy acertado aun cuando efectuemos una mirada no psicoanalítica del asunto. Como consecuencia de la fijación de los ejes vinculares de la familia autoritaria prototípica, un modelo alternativo basado en el desate de las represiones sexuales sería inaceptado, por "poner en riesgo" a la sociedad toda; rechazándose cualquier modelo de familia no represiva al rotularla de libertina. Esto es compatible con los prejuicios antes aludidos sobre las personas homosexuales, concluyendo que las razones últimas de la imposibilidad de una familia gay estarían en la violación de la estructura triangular y del modelo jerárquico que esta dispone, el desorden sexual y la extinción social.

Parte IV:

Una vez examinado el modelo patriarcal de familia preponderante, así como los que denotan su crisis y la posibilidad real de que surjan nuevos núcleos familiares que respondan a otras configuraciones, quedaría cuestionarse la validez actual del modelo de educación sexual que se pone en práctica.

En el caso de Cuba, la reflexión se ha encaminado a proponer un concepto de educación sexual que contemple desde lo teórico la relación entre singularidad y diversidad presente en este tema, defendiendo el derecho a la plenitud sexual de los individuos a la vez que la necesidad de coherencia entre esta y el medio social en que aquellos están insertos. Una propuesta de este tipo es la de las especialistas A. González y B. Castellanos (2003), quienes expresan que: "la educación sexual se inserta en el contexto de la formación integral del ser humano, correspondiendo a la misma la tarea de promover el crecimiento pleno de la sexualidad como manifestación de la personalidad, en íntima relación sistémica con los demás campos de la labor educativa" (González y Castellanos, 2003; cit. por Puentes, Y.; 2008).

Aunque en general nos parece un buen concepto, existen en opinión nuestra algunos elementos cuyo examen más detallado permitiría cumplimentar los supuestos de dicha definición en pautas educacionales concretas, en contraposición con las inadecuadas vigentes. Siguiendo esta intentaremos dirigirnos en este acápite.

La familia constituye un eslabón mediador entre el individuo y la sociedad, como grupo al fin. En tal sentido se sitúa en un nivel mesosocial, con particularidades que han de ser tomadas en cuenta para incidir a través de la educación sexual en la formación del individuo en el seno de este grupo primario. La familia se encuentra sujeta a los prejuicios existentes sobre la homosexualidad, coadyuvando a esto la estructura patriarcal y sexista que la caracteriza en nuestro contexto; así, la educación predominante es homofóbica a la vez que se tolera el fenómeno, siempre y cuando sea exterior a sí. En contraposición, la familia gay educa en el patrón contracultural, muchas veces tan deformador como su contrario. En este camino, de superarse los formatos rígidos de familia reconocidos, se estaría ayudando a pasar de tolerancia a aceptación de la homosexualidad, sobre la base de su comprensión.

En el nivel microsocial, encontramos a la persona con orientación sexual diferente, sea homosexual, transexual, bisexual, etc. Este es educado en una familia determinada, por lo cual hasta cierto punto hereda los patrones culturales homofóbicos u homofílicos dominantes. Al descubrirse gay, se ve precisada a romper primero con estos estándares educativos y en este proceso se identifica con el movimiento contracultural, rechazante de la heterosexualidad y todo lo que implica (familia, matrimonio, etc.). Ante la necesidad de asumir su identidad, se coloca en una nueva situación dilemática, en la "disyuntiva" impuesta por su preferencia sexual y su rol de género; intentando a la vez satisfacer ambas cosas, con la carga prejuiciosa que ambos comportan. De esto se deriva riesgos psicológicos evidentes en la conformación de sus procesos autorreferenciales y su campo relacional, así como otros de orden biológico en términos de salud sexual. La adopción de un estilo de vida inadecuado puede ser el final no deseable de la cuestión.

Ubicado en lo macrosocial, la distribución de cuotas de poder diferenciadas entre los distintos sujetos e instituciones sociales con arreglo a mecanismos de cohesión y exclusión, garantiza el control sobre el acceso a los recursos sociales de una sociedad determinada. En el caso cubano, la discriminación por sexo adquirió desde el Triunfo Revolucionario un carácter no oficial; mas este no ha sido el caso en cuanto a política sexual del Estado Cubano; primero, porque el tema había sido un tabú hasta los años "70; y segundo, la pronunciación sobre este no había sido tratada por las políticas gubernamentales con suficiente rigor, absteniéndose la mayor parte del as veces de efectuarla o perpetuando los mitos a través de ciertas decisiones alguna vez tomadas.

El sistema educativo comprende espacios curriculares para la educación sexual, así como los medios de comunicación masiva desarrollan varias campañas con este fin. Sin embargo, muchas veces quedan como conclusiones frías las fórmulas de inclusión propuestas, siendo formales los resultados en el sentido de la tolerancia; si bien las presentaciones más recientes del tema han sido positivas tanto en el cine como en la televisión y la prensa escrita, aunque no suficiente. Las bases de la educación sexista y homofóbica predominante siguen estando presentes en el abordaje de la sexualidad en el medio escolar, cuando desde edades infantiles se privilegian las funciones reproductivas en el vínculo heterosexual para la familia, a través del paradigma cultural preconizante de sexualidad "homogénea, basado en el modelo etnocéntrico occidental – blanco – masculino – heterosexual" (Artiles, A.; 2008).

Asimismo, el sistema de salud pública, si bien garantiza el acceso pleno a los servicios sin distinción de todos los ciudadanos, no incorpora en su agenda campañas de promoción de salud diferenciadas por concepto de orientación sexual; lo que a nuestro modo de ver, antes que una falsa prolongación del prejuicio, asume la existencia de lo diverso y las especificidades que ello representa, tales como la prevención de cáncer en útero y mamas en las lesbianas o de próstata en gays hombres, por sólo citar dos ejemplos. También con respecto a la homosexualidad masculina, la no contemplación de la función reproductiva en el encuentro sexual unido a la imagen del hombre "valiente, arrestado que no requiere protección adicional" y la incitación a la promiscuidad desde el estereotipo, así como el hecho de que constituyan una minoría estadística; son factores de riesgo en cuanto a propagación de ITS – VIH/SIDA.

Otro punto a revisar sería la necesidad en la práctica científica de desplazar el foco de un intento desesperado (a veces desmesurado) por encontrar explicaciones causales del problema, hacia formas efectivas de trabajar con él, una vez innegable su existencia; ya que, sea cual fuere el origen de las diferencias en la elección de objetos sexuales, la cuestión no estaría en corregirlo (a la manera biologicista), sino en comprenderlo desde una óptica genuinamente inclusiva. En contraste, en la actualidad hallamos un déficit de recursos humanos con la doble formación profesional en su rama y en la sexualidad, que de manera invisible reproducen pautas culturales discriminatorias en su quehacer cotidiano; tal sería el caso de científicos sociales y personal de salud, que hablamos de aceptación por una parte, y nos referimos a "gays en consulta o gays pacientes" antes que de personas con problemas que acaso son gays.

Por último, y para cerrar, queremos retomar los preceptos filosóficos que animaban al comienzo nuestras reflexiones. La filosofía produce consideraciones sobre lo bueno, lo bello y lo comportamentalmente deseable que nada dicen directamente sobre la orientación sexual y su objetabilidad. Todo nos conduce a pensar que la discriminación responde a cánones religiosos con alcance moral prescriptivo, que asientan en relaciones económicas y formas de propiedad patriarcales.

El discurso de la ética y la axiología ponderan ciertos valores de aspiración universal, no en un sentido trascendental, sino sociohistóricamente determinado. Entre estos, encontramos las nociones de bien, igualdad y justicia que se han traducido como máximas de distintos modos aplicados en cada sociedad o sujeto social. En paralelo, discurre el campo estético, que procura la belleza en liberación de las trabas a la realización humana, ejercida en actitud racional, responsable y comprometida. En otro plano, sin divorciarse de las anteriores, vemos en lo moral una esfera de actuación del hombre en beneficio de sí y de sus congéneres, cuando esto es regido por una conciencia ética.

Como se aprecia, apriorísticamente no es deducible la ineptitud de las personas homosexuales para con tales nociones. Teniendo en cuenta los criterios manejados por algunos autores, tenemos que existen 3 elementos que elevan la condición humana a la dignidad moralmente tomada:

  • Responsabilidad consigo mismo

  • Responsabilidad con los demás

  • Responsabilidad frente al mundo y la sociedad

Para ser digno, el hombre tiene que ser responsable frente a sí mismo, lo cual implica valorizarse y personalizarse. Esto quiere decir, que se toma como persona consciente y responsable, que está en capacidad de cumplir los deberes que le exige su propia vida y la sociedad, que tiene una voluntad capaz de controlar y dirigir sus instintos para no perjudicar a nadie con ellos; en sí, que es una persona capaz de valorar y dirigir su actuación en forma responsable.

Conclusiones

  • La familia patriarcal como modelo se basa en reglas éticas, morales y estéticas que obedecen a las pautas dictadas por la religión judeo – cristiana y las formas de propiedad individual masculinas.

  • La crisis del modelo patriarcal permite la configuración de nuevos tipos de pareja y familia, entre ellas la homosexual como posible y hasta viable.

  • La familia patriarcal transmite pautas educativas socialmente producidas en función del autoritarismo, donde están implicadas la homofobia y la falta de expresión de la libertad sexual, a través de roles de género estrictamente prescritos.

  • El desarrollo social futuro debe apuntar al levantamiento de los cánones vigentes y a la reconstrucción de estereotipos en este sentido.

  • La educación sexual en la diversidad y responsabilidad individual, constituye un prerrequisito para modificar las representaciones estigmatizantes que existen sobre este tema; posibilitando un estado de opinión verdaderamente favorable que derive en el pleno respaldo legal de la pareja homosexual.

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De las autoras:

Licenciadas en Psicología (2010), por la Universidad de La Habana

Actualmente estudiantes de maestría.

(Este texto fue elaborado en 2010 como parte de nuestros estudios de pregrado y luego revisado en 2011 para su presentación en un evento científico de nuestro país. Esperamos resulte de su interés.)

 

Autoras;

Odile Orizondo Marrero

María Carla Figuerola Domenech

Universidad de La Habana

Facultad de Psicología

2010

Partes: 1, 2
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